Anarquía Coronada

Author

lobosuel - page 89

lobosuel has 5880 articles published.

¡¿Te parece Lobo?! ¿Te parece que hay nietos y nietos?

por Diego Valeriano


¡¿Te parece Lobo?! ¿Te parece que hay nietosy nietos? Están los que luchan y los que lloran. Pero ¿quiénes son los que luchan? No sé por qué, pero se me hace que lxs que luchan solo son las víctimas. Si no hay víctima no hay política. La lucha es el ejercicio de lxs que necesitan una reparación para seguir soportando la vida. Eso es político.

¡¿Te parece Lobo?! ¿Te parece que hay nietos y nietos? Decir esto es desvalorizar las victorias de los que luchan. Y es entrar en otro juego. Es necesario tener una ética política. Bien no sé cómo, pero es urgente. Esa ética debe ser solidaria con lxs víctimas, con sus luchas, con sus vidas. Pero esa solidaridad no puede ser una puesta en práctica de mis pobres y pocas ideas. No puede ser una autoafirmación en chaleco y con banderas.

Lxs víctimas son lxs que luchan toda su vida. Siempre están en el centro de la escena política, las gestiones siguen su itinerario; ya sea para atenderlas, atacarlas o anularlas. La reparación genera otra vida, otra forma de pararse.

Poner: “hay nietos y nietos” es comparar cosas que no tienen absolutamente nada que ver. Es desvalorizar la lucha. Justo cuando aparece el nieto 114. Están los que luchan y los que acompañan. Esta la ética silenciosa y también la tercerización de ideas muy pobres.

Invitación: Jornadas León Rozitchner (contra la servidumbre voluntaria)


Programa

Martes 12 de agosto

16:30 hs. | Apertura
Horacio González y Bruno Bosteels
Proyección de Bricoleur* (Duración: 10 minutos)

17:30 a 19:15 hs. | La filosofía argentina en cuestión
Gregorio Kaminsky: “León, en la cuestión argentina de la filosofía”
Gabriel D’iorio: “Lo sienten pero no lo saben, lo hacen pero no lo sienten”
Tomás Abraham: “León Rozitchner, judío y argentino”

19:30 hs. | Materialismo y Nación
Proyección de Combatir para comprender* (Duración: 10 minutos)
Omar Acha: “La insurrección de la carne: imposibilidad de un reformismo rozitchneriano”
Ricardo Abduca: “La verdad y la crítica en la obra de León Rozitchner”
Néstor Kohan: “La filosofía de León Rozitchner: el sujeto y el poder”
Eduardo Rinesi: “Lo que saben los cuerpos (sobre el Simón Rodríguez de Rozitchner)”
 

Miércoles 13 de agosto

16:30 a 18 hs. | Disputas
Horacio González: “Sobre la palabra ninguneo”
Leticia Prislei: “Rozitchner en polémica. Acerca del diálogo entre cristianos y marxistas”
Verónica Gago: “Intuición y empecinamiento: el método polémico de León Rozitchner”
Eduardo Grüner: “El cuerpo del Terror”

18:15 a 19:45 hs. | La cosa y la cruz
Proyección de Pertenencia terrenal* (Duración: 10 minutos)
Guillermo David: “Genealogía del sujeto leonino. Max Scheler en el pensamiento de Rozitchner”
Juan Carlos Volnovich: “Acerca de Freud y los límites del individualismo burgués”
Marcelo Percia: “La idea de sujeto en La cosa y la cruz”
Alejandro Horowicz: “Ser judio en Marx; ser judio en Rozitchner”

20 hs. | Leer a León hoy:

Proyección de A Nietzsche como te lo cogés* (Duración: 10 minutos)
Diego Sztulwark: “El materialismo ensoñado como génesis de la crítica política”
Oscar Ariel Cabezas: “Rozitchner, un pensador del presente”
Osvaldo Saidón: “Política y psicoanálisis en la obra de León”
María Pia López: “La crítica o los modos de la sospecha sobre la época”

*Estos videos pertenecen al ciclo Es necesario ser arbitrario para hacer cualquier cosa, una serie de entrevistas semanales que mantuvo Diego Sztulwark con León Rozitchner y que creyó necesario compartir, ya que la filosofía de León no está sólo en sus textos e intervenciones. De modo ejemplar, su pensamiento sucede corporal, gestualmente. Bajo esta premisa y con la ayuda de Ximena Talento, Javier Ferreira, Jorge Atala y el auspicio de la Biblioteca Nacional, se han editado diez capítulos de diez minutos y se continúa trabajando con el resto del material. Durante las Jornadas se proyectarán cuatro de estos capítulos, que hasta el momento permanecen inéditos.

Para recibir certificado de asistencia, inscribirse por correo electrónico a
jornadas.rozitchner@gmail.com
 

Jornadas Leon Rozitchner. Contra la servidumbre voluntaria
12 y 13 de agosto de 2014 | Auditorio David Viñas
Museo del libro y de la lengua de la Biblioteca Nacional
Av. Las Heras 2555 | CABA | (11) 4808-0090

La tierra, en pocas manos

por Darío Aranda


El 90 por ciento de los agricultores del mundo es campesino e indígena, pero tiene sólo el 25 por ciento de la tierra. La agricultura campesina produce hasta 80 por ciento del alimento en los países no industrializados. Y la concentración de tierras en pocas manos es un fenómeno global. Son algunas de las conclusiones de la investigación Hambrientos de Tierra, de la organización internacional Grain. El estudio procesa información oficial y académica de las última dos décadas y ofrece una radiografía de la situación de la tierra a nivel mundial. En Argentina, en veinte años, desapareció el 33 por ciento de las chacras más pequeñas. “Es necesario y urgente revertir la tendencia actual y entregar a los pequeños agricultores los medios para alimentar al mundo”, propone la investigación.
“Los campesinos alimentan al mundo con menos de una cuarta parte de la tierra agrícola”, es el subtítulo del informe de Grain, una organización que se especializa en el análisis del modelo agropecuario y el rol de las corporaciones. En la segunda página del informe confronta contra la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO): “Inauguró 2014 como el Año Internacional de la Agricultura Familiar, cantó las loas de los agricultores familiares pero ni una sola vez mencionó la necesidad de una reforma agraria. Por el contrario, anunció que las fincas familiares ya tenían la mayor parte de la tierra, la increíble cifra de 70 por ciento”.
El informe de Grain afirma todo lo contrario. Más del 90 por ciento de los agricultores del mundo es campesino e indígena, pero controla menos de un cuarto de la tierra agrícola mundial. Y, con esa poca tierra, produce la mayor parte de la alimentación. En promedio, las fincas de los campesinos tienen sólo 2,2 hectáreas.
El trabajo ordena la información por continentes. Para América latina y el Caribe señala que las pequeñas chacras representan el 80 por ciento (17.894) del total y cuentan sólo con el 19 por ciento de la tierra cultivable (172.686 hectáreas). “Las fincas pequeñas están siendo marginadas a menos tierras”, explica la investigación y detalla que en treinta países se dan las mayores inequidades, donde los campesinos representa más del 70 por ciento de las fincas y tienen menos del diez por ciento de la tierra. De los treinta más injustos, seis son de América: Chile, Guyana, Panamá, Paraguay, Perú y Venezuela.
En el apartado III el informe detalla que los campesinos e indígenas están perdiendo rápidamente fincas, mientras crecen las grandes chacras. De América latina sobresalen los casos de Argentina, que perdió más de un tercio de sus chacras entre 1988 y 2008 (sólo entre 2002 y 2008 desapareció el 18 por ciento de las pequeñas fincas). En Chile, entre 1997 y 2007, se perdió el 15 por ciento de las chacras más pequeñas. En Colombia, entre 1980 y la actualidad, los campesinos perdieron la mitad de la tierra que poseían. En Uruguay, en los últimos catorce años, desapareció el 20 por ciento de las chacras.
Carlos Vicente, uno de los investigadores del informe, remarcó que “la pérdida en Argentina de un 33 por ciento de los pequeños productores en 20 años demuestra cómo el modelo sojero ha sido depredador” y alertó que “la posibilidad de sostener una alimentación autónoma de nuestro pueblo se ve profundamente jaqueada”. Vicente revalorizó que los campesinos en Argentina tienen el 5,8 por ciento de la tierra y “siguen siendo los principales productores de alimentos del país”.
Grain establece una relación directa entre la pérdida de tierras de pequeños productores y el avance de la megaminería, el petróleo, gas y monocultivos. “La tremenda expansión de las megafincas dedicadas a los monocultivos industriales es quizás el factor más importante detrás del desalojo de los pequeños agricultores”, afirma, y detalla particularmente cuatro monocultivos: caña de azúcar, canola (colza), palma aceitera y soja. Señala que, en los últimos cincuenta años, 160 millones de hectáreas fueron ocupadas por los monocultivos. “Más y más tierra agrícola fértil es ocupada por grandes fincas que producen materias primas industriales para exportación, presionando a los pequeños productores a una siempre decreciente participación sobre la tierra”, asegura. Y advierte que, según la misma FAO, para 2050 la superficie mundial sembrada con soja aumentará un 33 por ciento; la caña de azúcar, un 28 por ciento, y la canola, un 16 por ciento.
“Con mucha rapidez estamos perdiendo fincas y campesinos por la concentración de tierra a manos de los ricos y los poderosos. Si no revertimos esta tendencia, el mundo perderá su capacidad para alimentarse a sí mismo”, advirtió Henk Hobbelink, coordinador de Grain.
La investigación alerta que la concentración de la tierra “está llegando a niveles extremos” y que esa política tiene una consecuencia directa en el número creciente de personas que pasan hambre en el mundo. “Necesitamos, en forma urgente y a una escala nunca antes vista, revisar y relanzar programas de reforma agraria y reconstitución territorial genuinos que devuelvan la tierra a manos campesinas e indígenas”, alerta Grain.

Los mitos del agronegocio

por Darío Aranda



El informe Hambrientos de Tierra desmiente uno de los mitos publicitados por el agronegocio. “A pesar de sus recursos cada vez más escasos, los pequeños agricultores siguen siendo los principales productores de alimentos del mundo”, detalla el trabajo, y recuerda que los productores de cultivos industriales producen materias primas y “se han olvidado de alimentar a la gente”.
En base a trabajos del Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas, el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), la FAO y el Relator Especial sobre el Derecho a la Alimentación de las Naciones Unidas, detalla que la agricultura campesina produce hasta el 80 por ciento de los alimentos en los países no industrializados. Un ejemplo es Brasil, donde el 84 por ciento de las fincas son pequeñas, controlan el 24 por ciento de la tierra y producen el 69 por ciento de los frijoles, el 59 por ciento de los cerdos, 58 por ciento de la leche de vaca, el 50 por ciento por ciento de los pollos, el 46 por ciento del maíz, el 38 por ciento del café y el 34 por ciento del arroz.
Otras conclusiones son que las fincas pequeñas son técnicamente más productivas que las enormes haciendas agrícolas y que la mayoría del campesinado son mujeres y, no obstante, su contribución no es reconocida y siguen marginadas.

Entrevista: Acorazado Potemkin

por Nando Varela Pagliaro

Tres años después de haber presentado Mugre, su disco debut, Acorazado Potemkin entrega Remolino, el segundo trabajo del trío que integran Juan Pablo Fernández (voz y guitarra, ex Pequeña Orquesta Reincidentes), Federico Gahzarossian (bajo, ex Don Cornelio y Los Visitantes, actual Me darás mil hijos) y Luciano Lulo Esaín (batería y voz, Valle de Muñecas), una suerte de combo perfecto entre experiencia y vitalidad, que concentra en su ADN lo mejor del rock nacional de las últimas décadas y lo actualiza en la forma de un par de discos que, a pesar de su juventud, ya son clásicos insoslayables. Con ellos nos encontramos en su sala de ensayo del barrio de Villa Ortúzar para hablar del compromiso en el rock, de lo masivo, de lo comercial, de los grupos de culto y por supuesto, de su reciente disco.

¿Cómo fue el proceso de grabación de Remolino?

Fede: Fue un poquito más rápido que en Mugre. El año pasado dejamos de tocar en vivo casi cinco meses para componer. En ese tiempo terminamos de darle forma a los once temas que finalmente grabamos. Hicimos una pre-producción entre noviembre y diciembre y en marzo entramos al estudio. La idea era tratar de grabar todos juntos y hacer también las voces en los tres días que estuvimos en ION. Hicimos casi todo, pero no llegamos a grabar las voces de Lulo y tuvimos que hacer eso en otro estudio. Después conseguimos la fecha de mezcla, así que en menos de dos meses ya teníamos el disco hecho.

Lulo: Los días de grabación en sí, fueron pocos. Tres días en ION en los que hicimos primero bases y después voces. Los coros los grabamos en otro estudio en dos días más y la mezcla nos llevó cuatro días. La idea era registrar el sonido de la banda tocando todo en vivo y luego ponerle un poco de atención extra a las voces. Por experiencia, cuando vos estás tocando los temas durante todo el día en la grabación, estás con más ganas de cantar. Entonces, lo que hicimos fue grabar las voces de Juan los mismos días en que estábamos grabando las canciones. Eso te hace estar más en clima para grabar y generó una presión extra sobre Manza que estaba operando.

¿Por qué decidieron trabajar con Manza como productor?

Juan: Porque preferimos trabajar con gente que puede entender la lógica del grupo desde adentro y que también puede aportar algo; gente que nos acicatea, que nos discute, que se mete, que conoce el lugar de la banda y de dónde venimos. Nunca trabajé con un productor que venga de afuera y me diga “tenés que hacer tal o cual cosa”, no sé cómo sería eso. Siempre me imagino un proceso más integrado y con un amigo como es Manza y que encima es un gran profesional, nos parecía que él era el mejor para integrarlo al proceso de los ensayos. En general del productor uno se imagina que tiene que ser alguien que puede sacar lo máximo de lo que vos proponés, que te puede exprimir. A mí me gusta un maquillaje que resalte y no que disimule o que tape.

Y los temas que quedaron en el disco, ¿los eligieron ustedes o se encargó Manza de eso?

Fede: No, los elegimos nosotros. El disco en realidad está co-producido por Manza. La parte musical y los arreglos son nuestros. Manza trabajó más en todo lo que es el sonido, en la dinámica y en algunas improntas vocales.

Juan: Yo siento que este disco es un poco más de jugo de cada uno. Es un poco más de lo mismo, pero en el buen sentido. Las baladas son más baladas y las cosas densas, más punks.

Fede: En Remolino nos dedicamos un poco más a cortar y a sacar para que cada canción sea una piña más directa y no tan cuelgue como en algunas partes de Mugre. En ese sentido le veo una parte más pop, aunque sé que de pop no tiene nada.

Juan: Tiene mucho laburo de síntesis, de sacar todo lo que ya está hecho. Tratamos de transmitir cada idea de la manera más concreta y más eficaz. En ese sentido, la síntesis funciona porque estás obligado a laburar para que cada parte sea precisa. Lo mismo pasa con la elección de los temas: nosotros trabajamos para que todos los temas queden por algo, que los once temas del disco sean imprescindibles.

¿Qué balance pueden hacer del disco anterior y qué expectativas tienen con Remolino, que acaba de salir?

Juan: Las expectativas son siempre las mismas: salir a tocar y encontrarse con el público, con ideas nuevas, con otros músicos, las cosas lindas por las cuales estamos en el rock. A mí me parece que más allá de la amistad que construimos entre nosotros, todos los grupos se forman en relación a lo que da cada persona y acá hay algo lindo que aparece y es que sigue habiendo química entre los tres, como dice la canción. Cualquiera de nosotros en otro contexto, tal vez haría otra cosa, pero hay algo lindo en este fuego que se arma, en esta chispa. No digo que se ha armado un lenguaje, eso lo dirá el tiempo, pero lo que sí creo es que se ha consolidado una linda forma de trabajo. Después, obviamente que en cada disco, muchas veces dependés de factores externos y todo grupo independiente siempre es vulnerable al contexto, pero de alguna manera tenemos mucha gente alrededor y nosotros mismos tenemos una convicción para liderar la producción que hizo que muchos se acerquen y apoyen. Vamos todos en un entusiasmo compartido y eso hace que la fuerza se concentre.

Sus dos discos, antes de editarlos los subieron a la web para descargarlos gratuitamente. Hoy que las casas de discos venden lavarropas y heladeras, ¿sigue teniendo sentido editar el disco en formato físico?

Juan: A nuestra escala sí sigue teniendo sentido.

Fede: Lo que nos dimos cuenta es que por más que hayamos regalado el disco, una cosa no quita la otra. Si a la gente le gustó el disco, lo quiere tener en su casa para compartirlo, como un recuerdo o un souvenir.

Juan: Como dice Fede, una cosa no anula la otra; al contrario, se potencian. El hecho de haberlo subido hizo que las mil placas que se editaron de Mugre se vendieran más rápido.

Participaron del disco dedicado a Mariano Ferreyra, ¿piensan que el rock está lo suficientemente comprometido?

Fede: Yo creo que el rock siempre está comprometido, capaz otro tipo de música no.

Lulo: Para mí no necesariamente un grupo tiene que mostrar un compromiso explícito con una causa. Muchas veces desde la posición que uno toma al hacer las canciones, ya está tomando partido por ciertas cosas. Hay formas de la música que necesitan comprometerse con algunas causas y otras, tal vez no lo necesitan, pero eso no le quita compromiso político o ideológico.

Juan: Incluso para nosotros fue una discusión, porque más allá de la causa, la composición que hagamos nos tiene que gustar. No porque la letra hable del asesinato de Mariano Ferreyra, va a estar bien. Hemos trabajado para que, además de lo ideológico, sea un hecho poético, un hecho estético en sí. Nos han invitado a hacer algo y nos gustó. Está bueno que golpeen la puerta y dejarse interrumpir entre comillas por una causa que tiene que ser amplificada, recordada y nunca olvidada.

Desde que surgió Potemkin se habla de ustedes como una banda de culto, ¿ese lugar les queda cómodo o se ven siendo mucho más masivos?

Juan: Este es un grupo joven y todavía estamos creciendo. En general todo lo que es de culto presupone que el público siempre acepta lo que la banda le da y esas cosas no son para nada interesantes. Además, nosotros somos muy abiertos, podemos tener costados más punk, más pop; somos una banda que se hace cargo de la edad que tiene. Somos gente grande que quiere un sonido cuidado, pero también la energía y los lugares del rock. En general, nuestra postura siempre es anti gueto en todo lo que hacemos, así que yo no creo que seamos de culto para nada.

Fede: Lo de culto siempre tiene que ver con algo más intelectual y nuestro intelectualismo, si bien somos leídos, es bastante llano. Ese no es nuestro fin.

Lulo: Para mí cuanta más gente escuche Potemkin, mucho mejor.

Su nombre lo tomaron de la película de Eisenstein, porque cuando la vieron dijeron que les generaba bronca e ilusión, ¿qué les gustaría generar en la gente cuando ve al grupo?

Juan: Mientras nosotros podamos mantener cierta alegría, creo que vamos a transmitir esa alegría a los demás. No sé si en una época vamos a querer transmitir bronca e ilusión. Tampoco creo que el grupo siempre tenga que dar un mensaje o ser comprometido. Cuando nosotros podamos transmitir pasión, enamoramiento e ilusión por compartir lo que hacemos, me parece que eso va a generar cariño de vuelta.

Lulo: A veces decimos que cuando estamos tocando en vivo, en cada tema se forma como una burbuja y lo que nos encantaría es tratar de meter a todos los que nos están mirando dentro de esa burbuja que sale del escenario.

Fede: A mí me pasaba que apenas empezamos con la banda y le pusimos el nombre, pensaba que de algún modo “el sueño continúa”. Mi sueño, desde la primera vez que me colgué un bajo en la década del ochenta, sigue vivo.

Enrique Symns dice que en el rock ya no hay más grandes compositores, que los letristas están muy preocupados por el mercado, como si la cifra vendida fuera la mejor opinión sobre la calidad de sus canciones ¿Están de acuerdo con eso?

Fede: Yo creo que hay mucha sangre nueva diciendo y haciendo muchas cosas interesantes. Capaz que los viejos que conoce él, sí no dicen nada. Pero en el rock hay miles de pibes con una energía tremenda.

Juan: Yo creo que por más que siempre fue difícil, siempre hubo y habrá gente haciendo cosas buenas. En este momento hay muchas bandas que mantienen un lenguaje sin necesidad de plantearse la discusión entre ser una propuesta más comercial o no. Todo lo que pasa en La Plata con Los Faunos o El mató, más un montón de bandas que vienen tocando en el Festipulenta o el FestiPez, como Fútbol, Poseidótica o Sur Oculto, por nombrar algunas. Pero también los grupos de nuestra generación que hoy están en el mainstream como Estelares, Catupecu y Massacre, que para mí son grupos bárbaros, que tienen un estilo muy propio.

Fede: Todos estos grupos lo que tienen es autenticidad. No maquillan lo que hacen para venderte otra cosa. Con los años en la música se ve cada vez más claro qué es careta y qué no es.

Juan: Hay una industria del entretenimiento que es un negocio que funciona cerrado en sí mismo, del cual se retroalimentan los medios, los sellos y lo que se produce y después están las propuestas serias que siguen con el mismo espíritu del rock de toda la vida.

¿A qué le dicen «ni a palos»?

Juan: A todo lo que sea guetos y fachos.

Lulo: A hacer algo que no me gusta.

Brasil: en apoyo a los profesores perseguidos por la PUC-SP


La Rectoría de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo ha instaurado un proceso investigativo contra tres profesores: Dr. Peter Pál Pelbart, Dra. Yolanda Gloria Gamboa Muñoz y Dr. Jonnefer Barbosa,argumentando una supuesta invitación, idealización, apoyo y divulgación de la puesta en escena del director teatral Zé Celso Martinez, representada en el patio central de la Universidad en Noviembre de 2012. En esa época, alumnos, profesores y funcionarios protestaban contra la designación por el Cardenal  Odilo Scherer, de la tercera colocada en la elección para Rector, quebrando una tradición democrática de respeto a la voluntad de la mayoría, en la primera universidad brasileira que estableció un proceso electoral directo y paritario para la elección de sus rectores.

La acusación en curso sostiene imperativamente que la performance artística habría atentado contra el “patrimonio moral y cultural” de la institución, habiendo, los referidos docentes, estimulado la indisciplina entre la comunidad universitaria. Sin embargo,  la Pontificia Universidad Católica de São Paulo posee como legado la defesa irrestricta de la democracia, el pluralismo de ideas, la libre expresión artística, la investigación independiente y la  conexión viva con la sociedad. Prueba de esto fue el coraje político del entonces Cardenal Paulo Evaristo Arns al acoger varios profesores exonerados en otras universidades durante la dictadura cívico-militar que perduró de 1964 a 1985, tales como Bento Prado Jr., Florestan Fernandes, Octavio Ianni y José Arthur Giannotti, como también alumnos perseguidos por los aparatos de represión o expulsados de las universidades públicas brasileras por motivos políticos.
Esta notificación a  tres profesores de Filosofía es una clara tentativa de instaurar entre docentes y discentes un clima de intimidación, miedo e inseguridad. Se configura un gesto autoritario, que pretende cercenar la libertad creativa y de expresión en el  ámbito de la universidad, estableciendo un rumbo inquietante, en desacuerdo con la autonomía académica y con la libertad históricamente constituida al interior de la PUC-SP.
Al instaurar oficialmente una Comisión Investigadora Procesual Permanente, ahora encargada de este proceso, la Rectoría opta por una lógica inquisitorial incompatible con la democracia brasilera, sin considerar los nuevos vientos que soplan en el Vaticano. La Universidad,  vigoroso bastión de resistencia contra la dictadura que fue duramente reprimida por las fuerzas policiales en 1977, que sufrió numerosos atentados durante los “años de plomo”, resultando en el criminal incendio de las instalaciones de su Teatro en 1984, que albergó figuras prominentes del pensamiento  brasilero, oxigenando la actividad intelectual en los trópicos, hoy se ve amenazada inquisitorialmente en su específica vitalidad.
Los firmantes, radicados en diversos países, manifiestan su solidaridad con los profesores acusados,  repudiando de forma vehemente el proceso en curso,  exigiendo, más allá de su inmediata suspensión, la retomada de las condiciones básicas para la investigación, la producción  y la libertad académica en la PUC-SP.
Antonio Negri – Filósofo, Paris
Tarso Genro – Governador do Estado do Rio Grande do Sul
Marilena Chauí – Professora de Filosofia Política e História da Filosofia na USP
Marcelo Araújo – Secretário de Estado da Cultura de São Paulo
Paulo Vanucchi – Membro da Comissão Interamericana de Direitos Humanos da Organização dos Estados Americanos (OEA).
Maria Rita Kehl – Psicanalista, integrante da Comissão Nacional da Verdade
Jacques Rancière – Professor emérito da Université Paris 8
Rogério Sottilli – Secretário Municipal de Direitos Humanos e Cidadania da cidade de São Paulo
Etienne Balibar – Professor emérito de Filosofia, Université de Paris-Ouest Nanterre
Chantal Mouffe – Professora de Teoria Política, University of Westminster, London
Paulo Teixeira – Deputado Federal pelo Estado de São Paulo
Danilo Santos de Miranda – Diretor do Departamento Regional do Serviço Social do Comércio (Sesc) no Estado de São Paulo               
Tomie Ohtake – Artista plástica, São Paulo
Renato Janine Ribeiro – Professor de Ética e Filosofia Política, FFLCH, USP
Eduardo Viveiros de Castro – Antropólogo, professor no Museu Nacional da Universidade Federal do Rio de Janeiro
Claude Imbert –Professora emérita da École Normale Supérieure, Paris
José Gil – Filósofo e escritor, professor aposentado da Universidade Nova de Lisboa
José Miguel Wisnik – Compositor, músico, professor aposentado na FFLCH-USP
Raymond Bellour – Teórico do cinema, diretor de pesquisa emérito do CNRS, Paris.
Catherine David – Diretora adjunta do Musée National d´Art Moderne Centre Georges Pompidou; ex-curadora da X Documenta de Kassel.
Manuel Borja-Villel – Diretor do Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid
Peter Weibel – Diretor do ZKM – |Zentrum fuer Kunst und Medientechnologie, Karlsruhe
Guy Brett – Honorary Professor, The University of the Arts, London
Yves Alain-Bois – Professor no Institute for Advanced Study, Princeton University.
Eric Alliez – Professor de Filosofia e Criações Contemporâneas em Arte, Paris 8
Brian Massumi – Professor no Departamento de Ciências da Comunicação na Université de Montreal.
David Lapoujade – Professor de Filosofia em Paris 1 – Sorbonne
Michael Hardt – Professor na Duke University, Durham.
Maurizio Lazzarato – Sociólogo e filósofo independente, Paris
Franco Berardi (Bifo) – Ativista e professor de História da Comunicação na Academia de Belas Artes em Milão
François Dosse – Professor de História, EHESS, Paris
Michèle Riot-Sarcey- Professora de História, Paris 8
Beatriz Preciado – Diretora de Pesquisa no Museu de Arte Contemporânea de Barcelona
Barbara Glowczewski – Antropóloga, pesquisadora no CNRS, EHESS, Paris.
Anne Querrien – Pesquisadora, urbanista, codiretora da Revue Multitudes
Kuniichi Uno – Professor de Literatura na Rikkyo University, Tokyo
John Rajchman – Professor no Departamento de História da Arte da Columbia University, Nova York
Roberto Machado – Professor titular no Instituto de Filosofia e Ciências Sociais da Universidade Federal do Rio de Janeiro
Celso Favaretto – Professor Associado aposentado FE, USP
Leon Kossovitch – Professor no Departamento de Filosofia, FFLCH, USP
João Adolfo Hansen – Professor titular aposentado na FFLCH-USP, prof. Unifesp-Guarulhos
Otília Beatriz Fiori Arantes – Professora aposentada FFLCH/FAU -USP
Ricardo Musse – Professor de Sociologia, FFLCH-USP
Christian Dunker. Psicanalista, professor titular do Instituto de Psicologia -USP.
Olgária Matos. Professora titular aposenta da FFLCH-USP e profa. na UNIFESP-Guarulhos
Urias Arantes. Professor aposentado, Strasbourg, França.
Helen E. Mundler – Professora na Université de Paris-Est Créteil UPEC
Teixeira Coelho. Professor titular aposentado ECA-USP. Curador-coordenador do MASP
Francisco Foot Hardman. Professor titular IEL-Unicamp
Osvaldo Giacóia Jr – Professor titular do Instituto de Filosofia e Ciências Humanas da Unicamp
Vladimir Safatle – Professor no Departamento de Filosofia FFLCH, USP
Scarlett Marton – Professora aposentada da FFLCH, USP
Luiz B. L. Orlandi – Professor aposentado do IFCH, Unicamp
Laymert Garcia dos Santos – Professor titular aposentado da Unicamp e Ex-Professor da PUC-SP
Stella Senra – Ex-Professora da PUC-SP
Giuseppe Cocco – Cientista político, professor da Escola de Serviço Social da UFRJ, coordenador do Programa Escola de Políticas Públicas e Governo.
Raquel Rolnik – Professora da FAU, USP, ex-relatora de Direito de Habitação da ONU
Sandro Mezzadra – Cientista social, Bolonha
Ernani Chaves – Professor da Faculdade de Filosofia da UFPA. Pesquisador do CNPQ. Ex-aluno da PUC
Marcos Nobre, UNICAMP, Pesquisador do CNPQ, Membro do Comitê Assessor de Filosofia do CNPQ.
Antonio Carlos dos Santos, UFS, coordenador do programa de Pós-Graduação (mestrado) em Filosofia da UFS
Marco Zingano, USP, Pesquisador do CNPQ, Membro do Comitê Assessor de Filosofia no CNPQ.
João Carlos Salles, UFBA, Pesquisador do CNPQ,  Reitor Eleito da UFBA, ex-Presidente da ANPOF.
Antonio Edimilson Paschoal, UFPR, Pesquisador do CNPQ, ex-aluno da PUC/SP
Vinicius Berlendes de Figueiredo, UFPR, Pesquisador do CNPQ, Ex-Presidente da ANPOF.
Edgar Marques, UERJ, Pesquisador do CNPQ, Membro do Comitê Assessor de Filosofia do CNPQ e ex-Presidente da ANPOF.
Henry Burnett, UNIFESP, Pesquisador do CNPQ
Cesar Candiotto, PUC/PR, Pesquisador do CNPQ, ex-aluno da PUC/SP.
Heloisa Fernandes – Socióloga, professora da USP
Agnaldo dos Santos – Sociólogo, professor de Economia Política na Faculdade de Filosofia e Ciências de Marília – Unesp
Glauco Arbix – Professor de Sociologia na FFLCH-USP, presidente da FINEP
Iná Camargo Costa – Professora na  FFLCH-USP
Homero Santiago – Professor do Departamento de Filosofia – FFLCH – USP
Luiz Renato Martins – Professor na ECA-USP
Ricardo N. Fabbrini – Professor de Filosofia na FFLCH -USP
Marcio Goldman – Antropólogo, professor no Museu Nacional da Universidade  Federal do Rio de Janeiro
André Duarte – Professor na UFPR
Boris Vargaftig – Professor aposentado do Instituto de Ciências Biomédicas, USP
Olivier Abel – Professor de Filosofia e de Ética, Faculté libre de théologie protestante, Paris.
Catherine Coquio – Professora de literatura comparada, Paris 8, presidente d’AIRCRIGE (Association Internationale de Recherches sur les Crimes et les Génocides).
Chaim Katz – Psicanalista, fundador da Formação Freudiana, Rio de Janeiro
Joel Birman – Psicanalista, professor na UERJ e UFRJ
Benilton Bezerra Jr. – Psicanalista, professor no Instituto de Medicina Social da UERJ.
Antonio Lancetti – Psicanalista, analista institucional, consultor do Ministério da Saúde
Mauricio Porto – Psicanalista, professor do Curso de Especialização em Psicopatologia e Saúde Pública – NUPSI/USP
Wilma Szarf Szwarc – Psiquiatra, psicanalista, coordenadora do CAPS UNIFESP
Osvaldo Saidon – Psicanalista, analista institucional, Buenos Aires
Joris De Bischopp – Psicanalista, trabalha na clínica de La Borde, França
Michel Plon – Psicanalista, Paris
Edson Luiz André de Sousa – Professor associado IP,  PPG-Psicanálise, PPG Artes, UFRGS
Victória Grabois – Presidente do Grupo Tortura Nunca Mais/RJ
Cecilia Coimbra – Psicóloga e Prof. da UFF e 1ª Vice-presidente do GTNM/RJ
Johann Michel, Membro do Institut Universitaire de France, Professor de Sociologia, EHESS,  Paris
Irving Wohlfarth – Professor aposentado em literatura alemã, ensaista, Reims
Antonia Birnbaum – Professora de Filosofia, Paris 8
Catherine Perret – Professora de Estética e Teoria das Artes, Paris 8
Jean-Marc Poinsot – Professeur émérite à l’université Rennes 2
Rodrigo Castro Orellana – Departamento de Historia de la Filosofía, Universidad Complutense de Madrid.                                                 
Tomás Calvo-Martínez – Professor emérito da Universidad Complutense de Madrid
Aurora Fernandez Polanco – Professor Universidad Complutense de Madrid and Chef de Project
Peter Hallward – Centre for Research in Modern European Philosophy, Kingston University, London,
Peter Osborne – Professor no Centre for Research in Modern European Philosophy Kingston University
Stella Sandford – Diretora do Department of Philosophy,
Centre for Research in Modern European Philosophy Kingston University
Ana Longoni – Profesora de la Universidad de Buenos Aires, investigadora de CONICET, Miembro fundador de Red Conceptualismos del Sur. Buenos Aires
Paulo Sergio Duarte – professor-pesquisador da Universidade Candido Mendes, Rio de Janeiro
André Parente – Professor da UFRJ e Artista (Rio de Janeiro).
Ivana Bentes – Professora e pesquisadora da Escola de Comunicação da UFRJ
Martin Grossmann – Diretor do Instituto de Estudos Avançados da Universidade de São Paulo
Luiz Camillo Osorio – Curador MAM-Rio e Professor PUC-Rio.
Ticio Escobar – Ex ministro da Cultura do Paraguai, Director del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro, Assunção
Jorge Schwartz – Diretor Museu Lasar Segall / IBRAM / MinC
Cuauhtémoc Medina González – Curador-chefe do Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Ciudad de México
Ricardo Resende – Curador Museu Bispo do Rosário Arte Contemporânea Rio de Janeiro
Cristina Freire – Vice-Diretora Museu de Arte Contemporânea, Universidade de São Paulo
Annie Hourcade Sciou – Université de Rouen, France
Martin Breaugh – Professor na York University (Canada)
Chiara Piazzesi – Professor na Université du Québec de Montréal (Canada)
Muriel Combes – Doutora em Filosofia, França
Érik Bullot – Cineasta, professor na École Nationale Supérieure d’Art de Bourges, França.
Alejandra Riera – Cineasta, escritora, professora de cinema e práticas documentais na Ecole Supérieur Nationale de Beaux Arts de Bourges
Walid Raad – Artist / Associate Professor, The Cooper Union, New York, NY US
Andreas Maria Fohr – Artista, cineasta, Paris
Carles Guerra – Curador independente, Madrid
Christa Blümlinger – Professora de Arte, Filosofia e Estética no Departemento de Cinéma – Université Paris 8
Tunga – Artista plástico
Ricardo Basbaum – Artista plástico, professor na UERJ
Guto Lacaz – Artista
Antonio Araújo – Encenador e pesquisador, fundador do Teatro da Vertigem, professor de Artes Cênicas na USP, diretor artístico da Mostra Internacioal de Teatro de São Paulo.
Milton Hatoum- Escritor, São Paulo
Silvia Fernandes – Crítica de teatro e professora de Artes Cênicas na USP
Felipe Hirsch – Diretor de teatro, fundador da Sutil Compahia.
Lenise Pinheiro – Fotógrafa
Luciano Vinhosa Simões – Professor no Departamento de Arte da UFF
Luiz Guilherme Vergara – Professor no Departamento de Arte da UFF
Márcio Seligmann-Silva – Professor no Instituto de Estudos    da Linguagem, UNICAMP
Eliane Robert Moraes – Professora na FFLCH, USP
Samuel Leon – Fundador da editora Iluminuras, São Paulo
Alberto Martins – Editor da 34
Philippe Pignarre – editor, diretor da coleção Les empecheurs de penser en rond , Ed. du Seuil e depois Edition de la Decouverte
Sandra Alvarez de Toledo –  Crítica e pesquisadora, diretora da editora L´arachnéen, Paris
Ricardo Muniz Fernandes – Produtor Cultural, coeditor da n-1 edições.
Paulo Sergio de Carvalho –  Presidente da Escola Nacional de Administração Pública
Ricardo Ohtake – Diretor-geral do Instituto Tomie Ohtake, ex-Secretário de Estado da Cultura de São Paulo
Ruy Ohtake – Arquiteto, São Paulo
Livio Tragtenberg – Músico e compositor, São Paulo
Moacir dos Anjos – Pesquisador, ex-curador da 29 Bienal de São Paulo
André Lepecki – Curador e crítico, professor em Performance Studies na Tisch School of the Arts na New York University
Antonio J. Traverso – Professor no Department of Film, Television and Screen Arts, Curtin University
Corinne Diserens – Diretora da École Supérieure des Arts (erg), Bruxelas
Pascale Cassagnau – Historiadora da arte, crítica de arte, Paris
François Deck – Artista plástico, professor na École Supérieure d’Art de Grenoble, França
Miriam Chnaiderman – Psicanalista e cineasta, São Paulo
Reinaldo Pinheiro – Cineasta, São Paulo
Eliane Caffé – Cineasta, São Paulo
Jacques Kebadian – cineasta, Paris
Vera Mantero – Coreógrafa e dançarina, prêmio Gulbenkian, Lisboa
Diogo Sardinha – Presidente da Assembleia colegial do Collège International de Philosophie, Paris
Christian Laval – Diretor de programa do Collège International de Philosophie e Professor de Sociologie na Université Paris Ouest Nanterre
Julie Henry – Diretora de programa do Collège International de Philosophie
Gilles Barroux – Diretor de programa do Collège International de Philosophie
Ana Kiffer – Professora associada da PUC-RIO e antiga diretora de programa do Collège International de Philosophie
Stéphane Pujol – Université de Paris-Ouest Nanterre, diretor de programa do Collège International de Philosophie
Franck Jedrezejewski – Diretor de programa do Collège International de Philosophie
Fernando Santoro – Diretor de programa do Collège International de Philosophie, coordenador do Programa de Pós-Graduação em Filosofia da UFRJ
Patrice Vermeren – Diretor do Departament de Philosophie Université Paris 8- Saint Denis
Eric Lecerf – Diretor da seção Arts, Philosophie et Esthétique na Université Paris 8 – Saint-Denis
Etienne Tassin – Professor de filosofia política, Sciences sociales, Université Paris-Diderot.
Philippe Nys- Departement d´Arts Plastiques, Université de Paris 8
Patrick Vauday – Professor no Département de philosophie – Université Paris 8
Eric Guichard – Professor na École Nationale Supérieure des Sciences de l’Information et des Bibliothèques
Stéphane Douailler – Professor no Département de Philosophie, Université Paris 8
Margareth Rago – Professora de História na Unicamp
Edgardo Castro – professor titular da Universidad de San Martín, Argentina.
George Varghese K – Manipal Centre for Philosophy and Humanities TMA Pai Planetarium Complex Manipal University,India
Alessandro Pinzani, professor do Departamento de Filosofia da UFSC
Raul Antelo – Professor titular de Teoria Literária da UFSC
Adriano Correia – Diretor da Faculdade de Ciências Humanas da Universidade Federal de Goiás
Clóvis Gruner – Professor do Programa de Pós-graduação em História da Universidade Federal do Paraná
Jorge Davila – Universidade de Los Andes, Venezuela
Célida Godina Herrera – FAAC- México
Jesús Rodolfo Santander Iracheta – BUAP- México
José Varguez y Ambrosio – Benemérita Universidade Autonoma de Puebla, México.
Lincoln Secco- FFLCH – USP, Livre Docente
Osvaldo Coggiola – USP- FFLCH
Emerson Freire- Professor na Faculdade de Tecnologia de Jundiaí – CEETEPS
Osvaldo Javier López Ruiz – Pesquisador, Instituto de Cięncias Humanas Sociales y Ambientales (INCIHUSA), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET), Argentina.
Carlos Eduardo Schmitd Capela – professor do departamento de Literatura da UFSC
Pedro Peixoto Ferreira – Unicamp
Andrea Cavalletti – filosofo, Università IUAV di Venezia.
Barbara Chitussi – Université de Genève
Cécile Bourgade – Université Paris I Panthéon-Sorbonne
Safaa Fathy – poetisa, cineasta, diretora de programa do Collège International de Philosophie
Cécile Yess – Artista plástica, França
Filippo Del Lucchese – Diretor de programa do Collège International de Philosophie e professor da Brunel University Londres
Carlos Lobo – Diretor de programa do Collège International de Philosophie, Lisboa
José Luis Câmara Leme – Professor de Filosofia, Universidade Nova de Lisboa
Mara Galli Fonseca – Professora e pesquisadora, UFRGS
Rosane Azevedo Neves da Silva – UFRGS – Professora Associada
Gislei Domingas Romanzini Lazzarotto – Professora Dpto Psicologia Social e Institucional – Universidade Federal do Rio Grande do Sul
Nadine Wanono – Pesquisadora no IMAF-CNRS-EPHE-EHESS-AMU-IRD-Paris I
Martin Mhando – Cineasta, editor do journal of African Cinemas, diretor do Zanzibar International Film Festival.
Caterina Pasqualino – Antropóloga, pesquisadora no CNRS, EHESS, Paris
Olivier Schefer – Antropólogo, Paris I
Florent Perrier – Foi Professor de Estética na Université Paris I Panthéon-Sorbonne, é pesquisador associado ao IMEC.
Suvendrini Perera-  Professora de Estudos Culturais, Curtin University, Australia.
Craig Lundy – Professor na University of Wollongong, Australia
Fabienne Martin – Antropóloga, pesquisadora no CNRS, Université de Toulouse
Alexandre Soucaille – Antropólogo, Université de Toulouse, França
Joseph Pugliese – Pesquisador no Department of Media, Music, Communication and Cultural Studies na Macquarie University, Australia
Karen O’Rourke- Artista e escritora, Professora na Université Paris1
Sofia Neuparth – Coreógrafa e dançarina, fundadora do CEM (Centro para o Estudo do Movimento), Lisboa
Tamara Diaz Bringas- Pesquisadora e curadora independente, América Central
Rodrigo Karmy – Professor da Universidade do Chile
Marcia Tiburi – Professora no PPG em Educação, Arte e História da Cultura da Universidade Presbiteriana Mackenzie, São Paulo
Carlos Contreras Guala – Professor do Departamenteo de Filosofia – Universidade do Chile
Tania Rivera. Professora na Universidade Federal Fluminense UFF
Marta M. Chagas de Carvalho. Professora aposentada FEUSP. Profa na UNIFESP-Guarulhos.
Rubem M. Leão Rego. Professor aposentado no IFiCH-Unicamp.
Silvio D.O. Gallo. Professor na Faculdade de Educação da Unicamp
Walquíria Leão Rego. Professora titular no IFICH-Unicamp
Júlio Groppa Aquino. Professora na Faculdade de Educação-USP
Edson Teles – Professor de Filosofia na Unifesp
Vinícius Nicastro Honesko- Professor da UFPR
Daniel Arruda Nascimento – Professor da  UFF
Marisa Carneiro de Oliveira Franco Donatelli – Professora da UFPR
Ivo da Silva Júnior – Professor de História da Filosofia na UNIFESP
Jean Tible – Professor de Ciências Políticas, Fundação Santo André
Elton Corbanezi – Doutorando em Sociologia, IFCH/Unicamp.
Antônio David – Filosofia/FFLCH
Luiz Antônio Cintra – jornalista
Luque Daltrozo – Produtor cultural
Consuelo de Castro – Dramaturga
António Vieira, Escritor português, Lisboa.
Lore Gablier – Curadora, Grenoble
Maria José Justino – EMBRAP/UNESPAR. Escola de Música e Belas Artes da Universidade estadual do Paraná.
Frederico Coelho – Professor do Departamento de Letras PUC-Rio
Hermes da Fonseca – Professor do Departamento de Direito da FMU-SP
Rafael Ferreira Filippin – Advogado ambientalista
Iray Carone – Docente do IPUSP, dept de Psicologia da Aprendizagem
Lilia ferreira Lobo – Professora do Programa de Pós de Psicologia da UFF
Graciela Foglia – UNIFESP
Maria Elizabeth Barros de Barros – Professora da UFES
Anete Abramowicz – Professora Titular do Departamento de Teorias e Práticas Pedagógicas Universidade Federal de São Carlos
Cintia Vieira da Silva, Coordenadora do Programa de Pós-Graduação em Filosofia, UFOP
César Guimarães, FAFICH, UFMG
Danielle Corpas, Ciência da Literatura, UFRJ
Denilson Lopes, Professor Escola de Comunicação da UFRJ
Ruy de Carvalho Rodrigues Junior, PPGFIL, UECE
Eduardo Sterzi, Teoria Literária, UNICAMP
Verônica Stigger, História da Arte, FAAP
Maria José Guzmán, Faculdade de Educação, UESB
Rosa Maria Dias, PPGFIL, UERJ
Júlio Bressane, Cineasta
Virgínia de Figueiredo, PPGFIL, UFMG
Guido de Almeida, Professor Aposentado, PPGLM, UFRJ
Marcelo Carvalho, PPGFIL, UNIFESP, Presidente da ANPOF
Italo Moriconi, Instituto de Letras, UERJ
Karl Erik Schollhammer, Letras, PUC-RJ
Marcelo Jacques de Moraes, Letras, UFRJ
Daniel Omar Perez, PPGFIL, UNICAMP
João Camillo Pena, PPG Ciência da Literatura, UFRJ
Adriano Naves de Brito, PPGFIL, UNISINOS
 Grupo Tortura Nunca Mais do Rio de Janeiro
Movimento Nacional de Direitos Humanos
Conselho Regional de Psicologia de São Paulo
Associação Brasileira de Saúde Mental
Instituto Projetos Terapêuticos
Clínica do Testemunho Projetos Terapêuticos

No es la economía, es la política: Axel Presidente

por Juan Pablo Maccia


¡No es la economía, compañeros! Se trata de la política, sí. Pero esto no quiere decir, sólo, que la política tiene que dirigir a la economía, como cuando Néstor dirigía a Lavagna. Tenemos que llevar más lejos esta imprescindible enseñanza kirchnerista. Una economía no es liberal solamente a partir de la ideología de un ministro, ni deja de serlo por la contra-ideología de un presidente que lo conduce.

Tenemos que precisar el tipo de estado que se vuelve capaz de coordina políticas, de mandar sobre la economía. Menem, sin ir más lejos, mandaba sobre Cavallo. Cavallo solo pudo gobernar por la naturaleza de las políticas de Menem, que le hacían un lugar.

No, no es la economía, compañeros: es la política lo que cuenta.

Y si vemos lo que nos pasó durante el 2001, todo se nos volverá mucho más claro.  El problema de nuestra época es el del gobierno. El kirchnerismo descubrió, y nos toca ahora clarificarlo. El problema de la política es el del autogobierno de las masas.

Sí: el estado kirchnerista ha financiado estos años el autogobierno de las masas. Piénselo compa, y verá qué potente es esta idea: cada quien tiene su libertad, sus ambiciones y sus obsesiones. La política está ahí para financiar estas vidas. Resignificando desde abajo, desde un abajo plebeyo, la idea de libertad. No libre mercado, sino libre financiación de las vidas. En las condiciones en que es posible hacer esto.

Nuestro enemigo es el estado que viene después del 2015, el que va a intentar redirigir la política de nuevo hacia la economía, con ajustes, restricciones y pérdida de derechos. Para evitar lo peor tenemos que ser claro. Tenemos que encontrar un candidato presidencial capaz de imponer política a los mercados y defender este interfaz capaz de financiar nuestras libertades. ¡Un liberalismo desde abajo, popular y plebeyo!


Y para eso, tenemos que defender esta verdad esencial: no entregar la política. Quien haya seguido mi línea de pensamiento, podrá entender mis motivos para embarcarme en la campaña por la candidatura presidencial de Axel Kicillof. Si la negociación con los mercados se realiza desde la política, habremos inventando un nuevo camino. Axel Presidente: ¡tenemos línea!

Entrevista a César Rendueles:

“Deberíamos hablar menos de sistemas operativos y más de reformas fiscales que financien la educación pública”
por Pablo E. Chacón

¿Por qué asegurás en el libro que el mundo corporativo ha perdido la batalla por la opinión pública? ¿Qué habría que entender por mundo corporativo?

Me refería a que hace años las grandes empresas de la comunicación parecían prometer un capitalismo de rostro humano lleno de creatividad y libertad individual, socialmente consciente y desentendido del consumismo más craso. Hoy cada vez más vemos a Microsoft, Apple o Amazon como megaempresas monopolistas cuyos beneficios se basan en la especulación y en el uso abusivo del sistema de patentes, que recurren a condiciones laborales infrahumanas en sus factorías y se alían con los aparatos represivos estatales para espiarnos.

Si entendí bien ciertas cosas que dicen Roberto Saviano y Sergio González Rodríguez, el mundo de hoy sería imposible sin la liquidez introducida por el dinero negro. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
No soy ni de lejos experto en el tema, pero yo diría que la distinción entre dinero blanco y negro en buena medida se ha difuminado. En España, por ejemplo, en los últimos años hemos descubierto la extrema corrupción de toda la casta política, desde la Casa Real a próceres de la transición democrática, y su conexión con las élites económicas extractivas. La conclusión, creo, es que conseguir algo tan básico y modesto como un sistema económico no cleptocrático requiere de cambios políticos muy profundos.
A un máximo de conexión, ¿le corresponde tout court un máximo de aislamiento? ¿Esto es así? Si fuera así, ¿cómo pensar la época sin interrogar otra vez al sujeto? ¿Qué sujeto para esta época?
Se puede estar muy conectado y tener una riquísima vida social. Durante mucho tiempo los sociólogos creyeron que las grandes ciudades generan aislamiento y anomia. En realidad, en los entornos urbanos puede haber una intensa actividad asociativa cuando se dan las condiciones políticas precisas. Lo mismo ocurre con la tecnología. La fragilización de las relaciones sociales en la postmodernidad es el resultado del torbellino neoliberal, no de Internet. Es un efecto de esta lucha de clases unilateral de los ricos contra los pobres que padecemos. Lo que ocurre es que la ideología tecnológica dominante encaja como un guante con ese medioambiente político. Pero en un entorno social diferente, con sujetos políticos diferentes, la tecnología puede tener efectos hoy inimaginables.
¿Cómo pensar una ideología para internet? ¿Quién se animaría a decir que la red no sirve cuando de hecho sirve para montones de cosas?
No estoy seguro de que necesitemos una ideología para Internet. En realidad, tenemos muchísima ideología tecnológica. En cambio, lo que apenas hemos hecho es pensar el tipo de cambios políticos que pueden hacer que la tecnología tenga los efectos sociales de los que realmente es capaz. ¿Queremos que el software libre revolucione la educación? Pues entonces deberíamos hablar un poco menos de sistemas operativos y un poco más de un reformas fiscales que financien adecuadamente la educación pública y permitan que el conocimiento libre tenga efectos explosivos.
Y de la intimidad, ¿qué puede decirse en el mundo de hoy?
Intimidad y privacidad no son exactamente lo mismo. La privacidad, en el fondo, es un invento bastante reciente y bastante raro. En la mayor parte de las sociedades tradicionales se ha vivido de una forma pública y expuesta. La intimidad es otra cosa. Como decía el filósofo José Luis Pardo, es eso que callamos cuando hablamos con los demás y que, de algún modo, nos compromete con el reconocimiento de una comunidad de diferentes: con la fraternidad, en suma.

Filosofía y política: sobre «Filosofía Terrena» de Diego Tatián

por Mariano Pacheco

Ya desde el prólogo de Spinoza. Filosofía terrena(Colihue, 2014) Diego Tatián deja planteadas muy claramente las líneas de trabajo filosófico y político que pretende desarrollar. Entre ellas, pensar, explorar y reinventar una “política democrática” y a la vez “realista” –sostiene– que Spinoza nos ha legado.
Este libro, según el juicio de este cronista, contiene al menos dos grandes virtudes. Por un lado, sirve como una introducción –al menos para los lectores legos, aquellos que no estamos ligados cotidianamente a la academia– al estudio no solo del autor tratado, sino de los problemas planteados y abordados históricamente por la filosofía política. Por otro lado, es una interesante herramienta teórica para problematizar los desafíos políticos contemporáneos, sobre todo aquellos que se nos presentan en suelo nuestramericano. Porque en la filosofía terrena de Spinoza –nos dice Tatián– siempre hay “algo por hacer”. Eso significa, ni más ni menos, que hay “una emancipación por consumar, un terror –visible o invisible– por desvanecer, una felicidad singular y colectiva por cumplir”. Y especifica más adelante: “el actual momento latinoamericano no cuenta con modelos sino con inspiraciones intelectuales e históricas subordinadas a la creación política”.
Siguiendo esta línea, el pensador cordobés se mete con la que parece ser una de sus grandes obsesiones teóricas: la cuestión democrática.
Democracias salvajes
Retomando el concepto de “democracia salvaje” (de Claude Lefort), como “continua irrupción de derechos”, Tatián esboza algunas definiciones al respecto. Plantea que la democracia es “la existencia colectiva que tiene su lugar de inscripción en una falla”, entre el derecho (como potencia) y la ley, que no es vista solo como limitativa del derecho, sino también como “expresión” y lugar de protección. Retomando a Spinoza, Tatián afirma que la democracia no es “un conjunto de formas definitivas presuntamente formadas en el orden del concepto”, sino el “desbloqueo, la desalienación y la liberación de una fuerza productiva de significados, de instituciones, de mediaciones por las que se mantiene e incrementa”. Así, la democracia spinocista –su “difícil” y “raro” legado– sería una suerte de “autoinstitución ininterrumpida”, nunca algo dado sino una creación, un descubrimiento, un “trabajo por lo común” (e incluso por el comunismo, arriesga Tatián).
Este legado, eso sí, se mantendría a distancia de, por ejemplo, las experiencias denominadas como “socialismos reales”, sencillamente, porque no pueden concebir a una hipotética sociedad futura como un “contractus racional” que, según la lógica trascendente, deberían ser de un modo y no de otro. En este sentido, la propuesta de Spinoza es doblemente realista. Porque no supone exigencias sacrificiales y porque debe “autoconstituirse en el modo de una potencia común ejercida como resistencia y como afirmación pública frente a los embates de poderes que acechan la vida humana”.
Ese realismo, a su vez, se encuentra a una distancia insoslayable del planteo hobbesiano. “La ciudad spinocista es una composición inmanente de potencias en una potentia democrática que produce amistad y lucidez”, sostiene Tatián en un pasaje del libro. Y complementa: “En la ciudad spinocista la ley despliega e incrementa la pluralidad de potencias que la componen: una lógica de la agregación sustituye la lógica del sacrificio cualquiera sea su forma”.
Atravesada por el deseo, la política democrática spinocista se cimenta sobre las bases de dos movimientos: la capacidad de conjurar la “superstición” (ese “dispositivo político”, esa “máquina de dominación” que separa a los hombres de lo que pueden, que inhibe su potencia política y capta su imaginación en la tristeza y la melancolía, que puede devenir en “melancolía social”) y de promover su contrario, la “hilaritas”, que no es más que la “alegría integral” que un cuerpo es capaz de alcanzar cuando “se halla en plena posesión de su potencia de afectar y de ser afectado”. “Hilaritas” que Tatián sugiere pensar en clave colectiva, como “ejercicio pleno y extenso de los derechos”, como “capacidad imprevista de derechos siempre nuevos”.
Intervalo maquiavélico
El ya mencionado Claude Lefort y su maestro Merlau-Ponty son los nombres a partir de los cuales Tatián piensa un cruce entre Spinoza y Maquiavelo (o entre el spinocismo y la “izquierda maquiaveliana”, según titula a uno de los capítulos). En resumidas cuentas, el actual decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba rescata cierto afán conflictivista para pensar la democracia en particular y la política en general. Siguiendo a Merlau-Ponty, acentúa la cuestión del conflicto como “constitutivo de la comunidad política”. Y con Lefort, pone en cuestión la posibilidad de que exista una “solución final” del conflicto social. “No hay una sociedad transparente y despojada de conflictos a recuperar”, sostiene, ni una “sociedad reconciliada por venir que sería la desembocadura del proceso revolucionario”.
Desde estas premisas, Tatián argumenta que es Maquiavelo quien permite cuestionar al capitalismo y –a su vez– al totalitarismo y afirma que América Latina atraviesa actualmente un “momento maquiaveliano”, a partir del cual, “un conjunto de antiguas luchas sociales organizan sus militancias y sus tareas en una conquista institucional, en una disputa por la ley” y por “el sentido compartido”, bajo una tácita “exhortación a la unidad Latinoamericana” por un “Príncipe colectivo” que ha adoptado un posicionamiento popular, y cuya frágil realidad no procede de ninguna “necesidad histórica”, sino de un “encuentro aleatorio” entre “movimientos sociales y políticas de Estado” en la región.
El desafío queda así planteado. Los procesos actuales deberán dar cuenta de si son o no capaces de producir esa “institucionalidad inmanente a los conflictos”, “medidas de reparación” y de “traccionar” derechos, como sostiene Tatián. En fin, si son capaces de dejar que irrumpan fenómenos no previstos por la ley o sí, por el contrario, la dinámica estatal, los procesos de burocratización, se irán devorando las novedades políticas que ha acontecido en el continente durante las dos últimas décadas.
Pensamiento situado
En este libro Tatián retoma un tópico clave ya presente en Spinoza, el don de la filosofía: el pensamiento situado. Así como en el texto anterior realiza “conjeturas sobre spinocismo de Lisandro de la Torre” y rastrea lecturas del “pulidor de lentes” en Argentina, e incluso en Córdoba, en Spinoza, filosofía terrena retoma la circulación –académica y no académica– de Spinoza en el campo cultural nacional, desde las lecciones jesuitas impartidas en la Universidad Nacional de Córdoba en 1766, hasta las más recientes reflexiones presentadas en los “Coloquios Spinoza” que el propio Tatián viene organizando en la UNC desde hace años, pasando por las tempranas recepciones de Spinoza en el pensamiento de la izquierda argentina. Por supuesto, este carácter situado (nacional/Latinoamericano), no lo hace dejar a un lado las agudas interpretaciones realizadas por pensadores europeos, entre quienes se destacan los franceses Gilles Deleuze y Étienne Balibar. Tal vez este esfuerzo por glosar las lecturas que otros han realizado de Spinoza tenga que ver con que –tal como sostiene en el capítulo en el que rescata los aportes de la brasileña Marilena Chaui– “hay libros escritos por un filósofo acerca de otro que son capaces de suscitar problemas donde antes no los había o no se los había percibido, que logran desestabilizar lo que se creía saber y abrir interrogantes nuevos”.
Mover el tablero
La pregunta por la militancia política que se realiza Tatián, en un contexto nacional donde parece haberse tornado sentido común la idea de que ha “vuelto la política” y que los jóvenes otra vez participan en política, parece muy atinada. En el fondo, como casi todas las cuestiones políticas contemporáneas, son interrogaciones de tipo continental, ya que los países de Latinoamérica vivimos, con des-tiempos, circunstancias similares.
Tatián insiste en que las razones que inducen al compromiso político son a la vez filosóficas y situadas. “¿Qué motiva a un militante para serlo? ¿Cuáles son las pasiones, manifiestas y secretas, de su actividad junto a otros en una organización?”, se pregunta, y destaca que si bien la palabra militancia tiene un origen religioso (los “militantes de Cristo” decían en la Iglesia temprana), su uso actual –y desde hace tiempo– está inspirado en la cuestión social, y su posible transformación, y por ende, a una pluralidad y a una “ruptura con las motivaciones puramente individuales”.
Con audacia, Tatián logra sortear las obviedades a la hora de reflexionar sobre estos temas. Basado en un “principio materialista”, desconfía de las purezas y los supuestos actos de desinterés. “Ni vocación de servicio, ni sacrificio por los otros, la militancia es el lugar del otro en su sentido más complejo”, sostiene, en un intento por tomar distancia de la “perspectiva moral”, que de alguna manera funciona como la otra cara de la perspectiva demonizadora, que tuvo su apogeo en los años 80 con la ya clásica “Teoría de los dos demonio”. “La acción militante –sostiene Tatián– es un trabajo sin fin contra las intrusiones de la fortuna en los territorios ganados por las, siempre amenazadas y frágiles, transformaciones políticas”.
A contrapelo de lo que sucedió en la década del 70 en la relación intergeneracional (“no es cuestión de tirar un viejo por la ventana”, solía decir Juan Domingo Perón, como advirtiendo a su “juventud maravillosa” los tiempos por venir), hoy parece ser la generación vieja, que recobró impulso tras la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia en 2003, la que ocupa el centro de la escena, por más que centenares de muchachos y de chicas jóvenes –incluso adolescentes– engrosen las mismas filas.
De allí la relevancia del debate en torno a los “viejos” y los “jóvenes” que, partiendo de Maquievelo, Diego Tatián aborda en este libro. “Maquiavelo insta a los jóvenes a desconfiar de los viejos, quienes travisten como sabiduría y experiencia lo que no es sino impotencia, extinción del deseo, cansancio”, subraya el cordobés, sin dejar de colocar un balde de arena (compensatorio) en la importancia maquiaveliana de la prudencia, el otro componente necesario para la ruptura revolucionaria.
Como sea, y más allá de que el lector comparta o no las posiciones del autor, lo interesante de este nuevo libro de Tatián sobre Spinoza son las reflexiones que despierta. 

Invitación: ¡Clinämen en vivo!


Amigxs, este jueves a las 19hs iniciamos una nueva experiencia:
clinamen en vivo!
Para este primer encuentro invitamos a conversar a Pedro Biscay
de la Procelac (procuraduría del poder fiscalía que se dedica al delito financiero).
Vamos a discutir sobre el gobierno de las finanzas
“¿Qué puede la política en esta nueva fase financierizada del capital?”
La discusión viene a cuento por su indudable actualidad, pero también porque esta semana se publica en español el libro
Lenguaje y capital, de Christian Marazzi (Tinta Limon Ediciones).
El encuentro se hará este próximo jueves a las 19hs en el bar de fm la tribu, Lambaré 873.
Lxs esperamos!

«La seguridad es vidriera política»: entrevista a Esteban Rodríguez Alzueta

por Daniel Enzetti


Es sociólogo y especialista en temas criminológicos. Dirige la Maestría en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Nacional de Quilmes, forma parte del Colectivo de Investigación y Acción Jurídica (CIAJ) y participa de la Campaña Nacional contra la Violencia Institucional. En su reciente libro Temor y control. La gestión de la inseguridad como forma de gobierno (Futuro Anterior ediciones), Esteban Rodríguez Alzueta analiza una especie de mal endémico. Más allá de los funcionarios de turno, la inseguridad «se propone gobernar controlando la pobreza y manipulando el miedo de los ciudadanos», explica.
–Usted habla de punitivismo de arriba y punitivismo de abajo. ¿A qué se refiere?
–Uno se pregunta siempre por qué gobiernos que encararon reformas sociales importantes no han podido poner en crisis ciertas prácticas institucionales de seguridad que vienen de los años ’90. En otras palabras: por qué los gobernantes pasan, y la policía permanece.
–¿Y cuál es la respuesta?
–La explicación no está en la pasión autoritaria de determinado funcionario, sino en que las articulaciones que distintas agencias desarrollaron en esa época todavía continúan intactas. Hablo del dispositivo de temor y control.
–Donde aparece la marginación social…
–Claro, una marginación perseguida como problema económico, por transformarse en robo, y como problema político, por ser identificada como un verdadero «peligro para la sociedad toda». Volviendo a los punitivismos de tu pregunta, prefiero decir que no hay «olfato policial», sino «olfato social». No existen detenciones sistemáticas por averiguación de identidad sin llamadas al 911. Son procesos de estigmatización nutridos por un imaginario del miedo policialista de la seguridad.
–Imaginario que el poder policial usa como excusa para intervenir, seguramente.
–Por supuesto. Analizar esto profundamente agranda los problemas para cualquier Estado, porque poner en crisis la violencia policial supone al mismo tiempo poner en crisis ese imaginario social.
–¿A quién beneficia un permanente estado de miedo?
–El miedo es una categoría ambigua, tramposa. No todos tenemos miedos igual, y el miedo sobreviene por cuestiones muy disímiles. A veces, manifestar miedo es pasar boleta al gobierno de turno. Venimos de una gran crisis de representación, con una oposición a la que no se le cae una idea, incapaz para representar a los sectores que no están de acuerdo con el oficialismo. Frente a esa falta de propuestas, esos sectores buscan nuevos canales para manifestar su disidencia. Y ahí aparece el tema de la seguridad, que se ha convertido en la vidriera de la política…
–Lo que en su libro usted llama «demagogia punitiva»…
–Sí, porque muchas veces, el dirigente queda preso de la encuesta y del mal humor diario que va digitando el periodismo. Esos dirigentes saben que tienen un problema con la policía, pero no saben cómo resolverlo. Podés ofrecer los mejores estándares en materia de seguridad, pero si matan a una embarazada en la puerta de un banco, el capital político ganado lo licuaste en una mañana.
–¿Por qué se pudo con los militares y no con la policía?
–Estamos ante una institución corporativa, que desarrolló sus propios intereses y prácticas, que maneja territorios como nadie, ni siquiera un partido político. Siempre les digo a mis alumnos: imaginen un partido con 60 mil militantes permanentes, rentados, comunicados, movilizados y armados. Bueno, eso es la Bonaerense. Frente a semejante poder, los dirigentes, en lugar de reformar, negocian.
–No basta con la llamada «purga policial».
–Es que la purga policial no cambia nada. La solución no es sacar a las manzanas podridas, sino cambiar el canasto que las contiene. Algo interesante y grave que produjeron los ’90 es que separaron el «delito» del «miedo al delito». Y te lo grafico: si hacemos cálculos, hoy los índices del delito se mantienen más o menos estables. Pero, sin embargo, la «sensación de inseguridad» aumenta. Y eso cambia hábitos: la gente se atrinchera, compra perros malos, pone rejas, contrata guardias. Y lo que es peor: apunta con prejuicio a los que no tienen el mismo «estilo de vida». Todo fogoneado por los medios. Eso habilita pasiones punitivas que reclaman salidas represivas que necesitarían otras respuestas, mucho más inclusivas.

Clinämen: «Política de izquierda y lucha sindical»

 

Conversamos con Christian “Chipi” Castillo, legislador bonaerense por el Frente de Izquierda (FIT). Lucha sindical y conflicto obrero. Los objetivos de la izquierda. La perspectiva hacia el 2015.


Todos matan la política (por suerte está Carrió)

por Diego Valeriano

Los kirchneristas de paladar negro deliraron en un acto que solo sirvió para confirmar lo malos que son para el kirchnerismo. Cada gesto, cada palabra, cada consigna arrojada al aire era una pobre confirmación de la muerte de la política. Me dio lástima por Axel, espero que no lo haya visto. Pobre chabón, romperse los cuernos discutiendo con los fondos buitres, con Griesa, con la UIA. Llegar a la casa destrozado, prender la tele y ver a D’elia o a Mariotto hablando de “Patria”, “soberanía”, “imperialismo” y esas cosas. Es injusto, muy injusto (¿habrá ido Maccia al Luna?)
El troskismo está de parabienes. Es un adolescente con novia nueva con cada conflicto obrero que hay en la Panamericana. La palabra “lucha” brota así de fácil y, para suerte, tienen difusión en los medios que están de pija con el gobierno. Hay veces que “Prensa Obrera” y “Clarín” titulan casi, casi igual. ¡Qué lindo debe ser hablar en nombre de los trabajadores! Eso es la política: hablar siempre de otros, ¿no?
El peronismo: la única fuerza que se solidariza con los vencedores, espera. Paciencia y disciplina, como les dijo Vladimir. Falta mucho y espera.
Los de FAUNEN parece que se unieron para no morirse solos, como esos animales que están a punto de extinguirse y, por un llamado de la naturaleza, se juntan en un valle determinado a esperar la muerte. Todo tipo de cajetillas gorilas se lamen entre sí a esperar el pronto desenlace.
Pero por suerte está Carrió. Loca, desquiciada, irreverente y disruptiva. Siempre penetra con algo nuevo para mostrar que no todo es lo mismo en la política. Ahora lo dejo pagando al pobre de Pino y, además, le dijo que no la corran por izquierda. No cuida las formas, es poco confiable para el establishment, juega con el fondo y los modos. Encarna la mejor tradición de la singularidad política. Esa que marca la historia. Poeta maldita, vanguardista, traidora de acuerdos, femme fatale, más odiada que amada. Pero, al fin de cuentas, imprescindible e irreemplazable a la hora de hablar de La Política.

La insospechada literalidad de la consigna “PALESTINA SOMOS TODOS”

por Rita Laura Segato
(desde Tilcara)


La violencia de Israel sobre Palestina se desata cíclicamente y cada vez con mayor ferocidad. Los daños de 2014 están, sin embargo, más expuestos que nunca pues, a pesar de la agenda editorial de la mayor parte de los medios en el mundo, las imágenes hablan cada vez más claramente por sí mismas. La embajadora  de Israel en Argentina se presenta ante un canal de televisión y repite, como único argumento: “al Estado de Israel le preocupa la seguridad de sus ciudadanos”.  Las imágenes muestran que es Palestina que se encuentra indefensa, insegura y entregada a un Estado cruel y a un proyecto colonial, despojador y genocida, ideado por Inglaterra con el beneplácito de sus aliados europeos, asumido más tarde por los Estados Unidos y ejecutado por Israel. Porque ésta es la historia: el proyecto es colonial, es europeo y eurocéntrico, e Israel no es otra cosa que su Estado títere, su peón ejecutor.  Esto se constata fácilmente, por ejemplo, a partir del análisis de Joseph Massad de la composición racial y colonial de la agresión a Palestina. Este autor muestra la línea de continuidad de un racismo inicial aplicado por Europa a los judíos, y la forma en que hoy Israel representa, en Medio Oriente,  a Europa y Estados Unidos frente a los palestinos. Los aliados europeos y norteamericanos, judíos y no judíos, que llegan para servir como voluntarios en el ejército israelí, según Massad, muestran claramente cómo Israel es hoy el abanderado de la superioridad blanca, que hoy discrimina no solamente a los palestinos y los israelíes árabes, sino también a los judíos no blancos -eurocentrismo, racismo, colonialidad[1]. Sobre esa misma bandera del Norte blanco plantada en la sección más insumisa e indigesta del mundo árabe, como es Palestina, es muy interesante constatar que, aparte de las desorbitantes cifras que circularon estos días revelando el sostenido flujo, a lo largo de años, de fondos y armamentos de Estados Unidos hacia Israel, documentos filtrados por Snowden al ex -periodista de The Guardian, Glenn Greenwald, causan perplejidad y ofrecen la medida de la fusión y el carácter indiscernible de las relaciones francamente carnales entre Israel y los Estados Unidos al permitirnos descubrir que “Israel tiene acceso directo a la más alta tecnología militar norteamericana” [2]
Israel pone así en riesgo no solo la gran inteligencia judía que por su humanidad despojada de ataduras y lealtades estatal-militares iluminó los caminos de la humanidad desde Spinoza o antes. Sino también arriesga el propio bienestar y sobrevivencia del pueblo judío, pues todo indica que se verá una vez más perseguido por la ira del mundo, un mundo que no tiene criterio suficiente para discernir entre un judío y una mafia operadora de una factoría avanzada del aparato estatal militar norteamericano. Sin contar el riesgo que significa para la  propia población de  Israel porque, como han afirmado en ocasiones los representantes del gobierno del Norte, los Estados Unidos no tienen amigos sino solamente socios de intereses, y como ha sucedido en el pasado reciente, esas alianzas pueden llegar a caducar. Dicho esto se vuelve mas risible la palabra «seguridad» repetida sin empacho por la señora embajadora con su ensayada mansedumbre. Imposible convencernos de que encontrarás «seguridad» bombardeando el patio de tu primo. Después del pueblo palestino, es el pueblo judío la primera víctima del grupo apropiador del Estado de Israel. La idolatría estatal no es otra cosa que un desvío de la historia judía y un retorno al evento bíblico de la adoración del becerro de oro. Fiel al espíritu de esa historia, recordemos la referencia al significado del Estado del gran escritor I. L. Peretz  en su discurso de abertura de la Conferencia de Czernovitz  y sobre la lengua yiddish en 1908: “El Estado al cual se ofrecían en sacrificio pueblos pequeños y débiles, como otrora fueron ofrecidos los niños pequeños a Moloch; el Estado, que debido a los intereses de las clases dominantes entre los pueblos precisaba todo nivelar, igualar: un ejército, una lengua, una escuela, una política y un derecho de policía […]. ¡El “pueblo” y no el Estado es la palabra moderna! ¡La nación y no la patria! Una cultura peculiar y no fronteras con cazadores guardando la vida peculiar de los pueblos […] Deseamos vivir y crear nuestros bienes culturales y desde ahora en adelante jamás sacrificarlos a los falsos intereses del “Estado”, que es únicamente el protector de los pueblos gobernantes y dominadores, sanguijuelas de los débiles y oprimidos.”[3] Hoy, por eso mismo, cobra ímpetu una lucha mundial judía contra el control teocrático del Estado de Israel, su racismo y su colonialismo.
Solo para revisar, muy a vuelo de pájaro, algunos datos, Gaza sufre bloqueo israelí marítimo y aéreo desde 2005, y terrestre desde 2007. Los habitantes se encuentran asfixiados en su propio territorio,  imposibilitados de atravesar las fronteras de Israel y de Egipto, maltratados en algunos casos hasta la muerte cuando necesitan pasar a Israel para trabajar u obtener asistencia médica especializada. El bloqueo impide la entrada a Gaza de alimentos esenciales como pasta, galletas, chocolate o lentejas; también prohíbe el ingreso de lápices de colores,  papel y computadores, instrumentos musicales y pelotas de fútbol; así como de elementos de primera necesidad como materiales de construcción, papel higiénico, vajilla, agujas, lámparas, sábanas, colchas, zapatos, sillas de rueda, colchones e hilos de pescar, entre muchos otros. Han demolido 20.000 viviendas desde el año 2000 y han cortado 1,4 millones árboles frutales [4].  Por todos los productos que ingresan, incluyendo las donaciones internacionales, Israel cobra impuestos y mantiene el monopolio de todo el comercio hacia Gaza, impidiendo la importación de productos de Gaza tanto en Israel como en Cisjordania.  Según  Ezequiel Kopel, “sólo en 2012, compañías israelíes facturaron 380 millones de dólares por productos comercializados en Gaza”[5]. En Gaza, 95% del agua no es potable e Israel ha impuesto que “los habitantes deben ‘conformarse’ con el agua de lluvia y las aguas subterráneas que se acumulan bajo su territorio”; éstas no son potables por ser salinizadas y sucias. Diez por ciento de sus necesidades las debe comprar en Israel, así como también la electricidad. Israel bombardeó y averió la única planta de energía de Gaza en 2006 y terminó de destruirla ahora, dejando a la población sin energía eléctrica excepto por algunas horas, en que se vale de la importación de electricidad desde Israel. La población de la Franja es también impedida de pescar en el 85% de su costa marítima y solo puede hacerlo en los 11 kms de peor rendimiento y en una franja de 6 millas desde la costa.[6]  Según Kopel, “Israel sólo permitía el contacto de familiares entre Gaza y Cisjordania en ‘casos humanitarios excepcionales’

«A esto se suman la “ley de bienes ausentes” y la “ley del retorno”, que representan un oprobio a la inteligencia jurídica mundial. La Ley de Bienes Ausentes legisló el traspaso de viviendas y propiedades palestinas a manos de israelíes. Por la Ley del Retorno, cualquier persona del mundo que se convierta al judaísmo tendrá todas las facilidades para mudarse a Israel y fondos de apoyo para instalarse y estudiar, mientras un palestino o palestina moradores ancestrales de esos dominios no pueden. Palestinos casados con extranjeros tampoco pueden acoger a sus cónyugues en su país, mientras los israelíes sí pueden hacerlo[7]. La lista de iniquidades es interminable. Sin embargo, en el discurso más vehiculado por los medios parece legítimo que Israel busque la “seguridad” de sus ciudadanos, pero no parece legítimo que la población palestina busque la suya.
El mundo ve desasosegado la dimensión de esa agresión que, a pesar de las operaciones militares, se revela mucho más como una invasión que como una guerra, por la radical falta de simetría: un lado es el agresor, y el otro el que se defiende, aunque los discursos mediáticos se esmeran en diluir esa innegable diferencia e inventan fórmulas discursivas con la intención de obstruir, distraer y desencaminar la comprensión de los hechos.  En esta última embestida, y aun ejerciendo el legítimo derecho a defenderse, el lado palestino ha infringido 27 bajas al lado Israelí, de las cuales 25 eran militares, mientras, como sabemos, Israel mató casi 2.000 palestinos, más del 80 % de los cuales eran civiles.  Según divulgó UNICEF el 5 de agosto, 392 niños han muerto, 2.502 han quedado heridos y unos 370.000 necesitan con urgencia ayuda psicológica. “La ofensiva ha tenido un impacto catastrófico y trágico en los niños», dice la misma nota.  En este escenario, lo que llama más poderosamente la atención y lleva finalmente a mi argumento aquí, es que: no se puede hacer nada. La razón está de nuestro lado, pero la fuerza, no.  Y cuando esa dimensión a-gramatical de la existencia aflora, cuando la anomia aflora,  solo resta el terror y el grito, que, como en la célebre pintura de Edvard Munch, es una mueca muda. Nada puede interponerse para proteger a un pueblo que se ha convertido en inerme espectador de su propio exterminio. Su grito, como afirmé en una nota publicada en este mismo periódico en 2009 [8],  es un grito inaudible, un grito que no consigue llegar a destino.
He insistido aquí y allá en la importancia de percibir no solo la dimensión instrumental, material e inmediatista de la violencia, sino también y muy especialmente, su dimensión expresiva, que es también, al final, mediatamente utilitaria, dirigida a construir poder de una manera superlativa y, podríamos decir, final. La agresión a Gaza debe ser también sometida a ese escrutinio, a esa “escucha”. ¿Qué es lo que se observa en el sostenido desalojo de los palestinos de sus tierras, la violación de sus derechos a la propiedad, a la salud, al agua, a la vida? ¿Qué es lo que resulta de la imposibilidad de poner un freno a la sinrazón de la violencia masiva, desmedida, indiscriminada, irracional, a pesar de todas las voces que en el mundo se levantan, a pesar de todos los argumentos éticos? Pues estamos frente a una Pedagogía del arbitrio y de la crueldad esgrimida como amenaza contra todos los pueblos del mundo. En ese sentido, muy concreto,  Somos todos Palestinos,  porque con el avasallamiento de Palestina sin freno jurídico de ningún tipo se inaugura una fase nueva de la historia en que el autoritarismo, el control dictatorial, arbitrario y por la fuerza se han globalizado. Temíamos a las dictaduras setentistas en los países y en las regiones, y tenemos ahora, exhibiéndose ante los ojos del mundo, una mano dictatorial de espectro global: todos estamos expuestos a su patrulla, a su discrecionalidad, a su poder de tortura y de muerte. Acabamos de descubrir que no hay ley o, en verdad, que la única ley es la fuerza. Acabamos de descubrir que vivimos en un mundo anómico, donde nada es capaz de frenar la letalidad de los  más fuertes. Hemos arribado a una fase cínica de la historia, en que la fuerza es razón necesaria y suficiente, sin que exista obligación de responder siquiera a la ficción de la legalidad, siquiera a la referencia de la norma como gramática que organiza la confianza y la previsibilidad de las relaciones entre las naciones. Solo una lucha descolonial a escala mundial contra el carácter teocrático del control estatal en Israel, el racismo y la colonialidad del poder podrán ofrecer una salida para el genocidio en curso y la amenaza que representa para toda la humanidad.


[1] Joseph Massad: “Jewish volunteers for racial supremacy in Palestine” en The Electronic Intifada, http://electronicintifada.net/content/jewish-volunteers-racial-supremacy-palestine/13695, 4 August 2014
[2] Obama’s ‘helplessness’ an act: Snowden reveals scale of US aid to Israel”, RT News,       http://rt.com/news/177716-us-israel-funding-aggression/
[3] Peretz, I.L,Efenung-rede, in  Di Erschte Íidische Schprackh-konferentz, apud  Guinsburg, J. Aventuras de uma língua errante, Ed. Perspectiva, São Paulo, 1996, p. 160, mi traducción al español . Agradezco la referencia al Otávio Velho.
[4] Nazanín Armanian:  “‘Pogromo’ palestino y ser mujer bajo el Gran Muro”. Other News en español, 31 de julio de 2014
[5] Ezequiel Kopel: “La realidad de los datos de Gaza”,      http://www.agenciapacourondo.com.ar/secciones/internacionales/15114-la-realidad-de-los-datos-de-gaza-.html, Lunes 04 de Agosto de 2014 11:10
[6] Ibidem
[7] Olga Rodrígues:  “Israel, Palestina: Cómo empezó todo”, ALAI AMLATINA, 25/07/2014.
[8] “El Grito Silencioso”, Página 12, LAS 12, viernes, 23 de Enero de 2009

Córdoba: un pibe asesinado por la policía. Razzia. Amenazas


“En la tarde del viernes 15 de agosto, a las 17.30 hs, llegaron a barrio Los Cortaderos la Policía provincial, Infantería y el ETER. El objetivo era realizar un allanamiento, teniendo como resultado un detenido. Cabe destacar que este allanamiento no tiene vinculación con el asesinato de Güere, joven víctima de gatillo fácil a finales de julio.

Sin embargo habiendo finalizado el operativo, los cuerpos de la policía deciden quedarse provocando un enfrentamiento con los vecinos del barrio, en un claro gesto de violencia, que sí podemos vincular con el asesinato de Güere.

Cuando el ETER e Infantería se retiran, la policía comienza a reprimir con armas de fuego, un verdadero atropello, un acto de violencia totalmente desmedido hacia jóvenes, niños y familias.

La respuesta de los jóvenes, dolidos por la reciente pérdida de un amigo, fue defenderse con piedras, pidiendo que se detengan los disparos y se retiren del barrio. Esta situación que duró más de tres horas, finaliza con la policía retirándose efectuando disparos y bloqueando por más de 20 minutos el único acceso al barrio.

Decenas de heridos quedan junto a las imágenes del atropello del Estado desde sus fuerzas armadas.

Es importante mencionar que lo detallado no son meras apreciaciones sino el producto de nuestra vivencia en el barrio en esos momentos. Nos inquieta no poder comprender estos operativos donde la Policía decide iniciar, continuar y finalizar su presencia en el barrio con un accionar negligente, violento, arbitrario y opresor.

Exigimos a funcionarios públicos y organismos de Derechos Humanos que garanticen la seguridad de la comunidad de Los Cortaderos, y solicitamos a las organizaciones sociales, a los medios de comunicación y a toda la población estar atentos a esta situación.

Responzabilizamos y por lo tanto exigimos la renuncia del jefe de Policía Julio César Suárez y el Ministro de Seguridad Walter Eduardo Saieg”.

“La liquidez de la economía global incluye al crimen organizado”: entrevista a Sergio González Rodríguez

por Pablo E. Chacón


El libro, publicado por la editorial Anagrama, ganó el premio homónimo al mejor ensayo el año pasado. Su autor no duda de la responsabilidad mayúscula de los Estados Unidos en este proceso. González Rodríguez nació en la Ciudad de México en 1950. Publicó, entre otros libros, Huesos en el desierto y El hombre sin cabeza. Escribe en diversos medios, el diario Reforma y la revista digital Frontera D, los más importantes.
¿Cómo se articula Campo de guerra con tus dos libros anteriores?
GR: Mi libro más reciente culmina una trilogía sobre los fenómenos extremos en las sociedades actuales a partir del caso mexicano, y ha implicado el estudio de los asesinatos sistemáticos/sistémicos de mujeres en la frontera de México y los Estados Unidos (Huesos en el desierto, 2002), los usos rituales de la violencia y las decapitaciones por parte del crimen organizado (El hombre sin cabeza, 2009) y, por último, el teatro de operaciones bélicas en tanto programa de gobierno global por parte de los Estados Unidos y sus aliados bajo el pretexto del combate al terrorismo y al narcotráfico (Campo de guerra, 2014). Mi perspectiva busca ser interdisciplinaria (periodismo, comunicación, historia, cultura, política, derecho) y explicar, por ejemplo, los fenómenos del crimen organizado en su dimensión geopolítica: en la trama del poder económico y político de alcance internacional.
Si hay un eje común pareciera ser la impunidad y de ahí, la violencia desenfrenada. ¿Qué condiciones facilitaron el paso de una economía de renta a una economía criminal (no sólo en tu país)?
Tanto la impunidad como la violencia sin freno son efectos de causas profundas. En el caso de la impunidad está la existencia del Estado a-legal, el cual funciona por su disfunción integral, donde lo legal y lo ilegal se entremezclan bajo la apariencia de una formalidad legal. Por su parte, la violencia desenfrenada es resultado de la incapacidad del Estado para combatir en forma eficaz y eficiente los ataques al orden constituido, el crimen organizado y el delito común, al mismo tiempo que se simula un combate auténtico en una disparidad entre los dichos y los hechos. El auge del ultra capitalismo llevó a romper los límites y a flexibilizar las reglas en nombre de la máxima ganancia. En el fondo se impuso una lógica militar en los procesos económicos y políticos con el respaldo de la ontología de la guerra y la violencia que arrastra la cultura moderna en Occidente. La búsqueda la explotación y la rentabilidad que carece de frenos, y en cuyo centro está la biopolítica y el saqueo de la naturaleza y sus recursos.
Campo… es un libro que incluye otras dimensiones. Digamos, un tratamiento biopolítico de la política criminal. ¿Esto es así? En ese caso, ¿podrías ampliarlo?
Campo de guerra, como antesThe Femicide Machine (2012) se aproxima al examen de los nexos entre la biopolítica, la guerra y sus resultados, experimentales o convencionales, en las sociedades contemporáneas. En el mundo, la política criminal propende al endurecimiento del Estado y al auge de teorías como el Derecho del Enemigo (que consiste en imponer la existencia de dos sistemas, uno para los ciudadanos, otro para la delincuencia organizada, que como ha descrito Luigi Ferrajoli, pretende la existencia de un Derecho aparte del Derecho), o la generalización del Estado terrorista como forma de dominio global, aunado al uso ubicuo del modelo de control y vigilancia mediante las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, el espionaje absoluto de todas las comunicaciones, que convierten al ciudadano en una víctima de poderes salvajes.
Seguramente has leído el trabajo de Roberto Saviano. Una de sus tesis es que la liquidez del sistema financiero global no sería tal si no estuviera infiltrado por el dinero de la droga y la corrupción endémica. ¿Qué pensás al respecto?
Conozco y admiro el trabajo de Saviano y, desde luego, estoy de acuerdo con él cuando apunta que la liquidez de la economía global incluye al crimen organizado, sin cuyo concurso carecería del crecimiento que dicha economía ha logrado. Por ejemplo, la explotación de niños, menores y mujeres para usos sexuales es una de las industrias más redituables del mundo. Asimismo, la prohibición del consumo de drogas como la marihuana, la cocaína, la heroína u otras permite el gran negocio de su ilegalidad, que ocasiona enormes ganancias y favorece también la industria del combate a las drogas, cuyo fundamento consiste en la máquina de guerra. Todo eso se realiza para salvaguardar, nos dicen, la salud social.
¿Ubicás a la Argentina en ese campo de guerra, de tensiones? ¿De qué manera?
GR : Argentina forma parte del campo de guerra global, dirigido por los Estados Unidos, ya que como Estado-nación con sus fuerzas armadas está adherida al US Southern Command, cuya sede se ubica en Miami, Florida. Los objetivos del Plan Estratégico de dicho comando involucra asuntos de energía, recursos naturales y seguridad hemisférica. Bajo el pretexto de la amistad y la prosperidad con Argentina, este país se obliga a colaborar con los Estados Unidos para garantizar las directrices de seguridad nacional (de los Estados Unidos), entre ellas, el combate al terrorismo y al narcotráfico, que desde la doctrina militar estadounidense, son la misma cosa. La misión es realizar operaciones militares y promover la cooperación de seguridad para lograr los objetivos estratégicos de los Estados Unidos.
Finalmente, quería conocer tu opinión sobre los últimos acontecimientos, en Ucrania y en Gaza.
Los Estados Unidos dejaron de ser el policía del mundo, pero han logrado imponer un modelo: que todos los Estados-nación del planeta sean gendarmes del mundo bajo su dirección. El interés geopolítico de los Estados Unidos en Ucrania tiene que ver con impedir un fortalecimiento de Rusia que le permita recomponer su fuerza regional e internacional, mientras Rusia hace todo lo posible para reafirmarse. El asunto es más complejo que la idea de una pugna por libertades entre una Ucrania sojuzgada y su anhelo de soberanía contra el poder ruso, como repite la propaganda del gobierno de Obama. En el centro de todo, está la vigencia de la lógica bélica que mueve a los tres protagonistas implicados: Estados Unidos, Rusia y Ucrania, mientras la   Unión Europea trata de equilibrar la situación con un discurso menos agresivo. En Medio Oriente, el belicismo de Israel persiste y persistirá mientras el gobierno estadounidense lo permita. La contraparte en la misma lógica es Hamás y sus proveedores de armas (Siria, Irán, Corea del Norte). La pugna allá es tan ancestral que sólo puede evocarse lo que Sun Tzu decía del terreno de disputa o clave (como la franja de Gaza): puede resultar tan ventajoso para ti o para el enemigo. Es un punto de equilibrio en la guerra que produce más guerra. El trasfondo clave está en quienes patrocinan dicha guerra.

Fuego contra Fuego: un diálogo con Horacio González // María Moreno (2014)

por María Moreno

 

 

 

El la llama “noveleta” tanto para citar un modo diminutivo de Viñas como por una modestia de “recienvenido” a un mundo, la ficción, cultivado por muchos de los admirables –Borges, Viñas, Fogwill– a los que envidia buenamente desde la comodidad genealógica del ensayo nacional (y no porque ellos no lo hubieran cultivado). Pero Besar a la muerta de Horacio González es decididamente una novela, y si se trata de una conversación de a tres en torno de un asado (los curas Poggi y Santiesteban y el profesor Rupestre), una suerte de payada con invitado, eso no es extraño a una tradición de narradores parleros cuyos personajes parecen tener un yo con altoparlantes, pero en donde la autoburla disimula con picardía ese efecto. Novela que como bien señala María Pía López es nuestro Banquete, sólo que aquí Diotima no entra ni de mentas, encima los protagonistas gastan distintas formas del celibato (Poggi por mala suerte en Eros, Santiesteban por obediencia y Rupestre por un misterio que el autor no tiene la gentileza de comentar).

Si en el ensayo cada frase de Horacio González suele arrojar una serpentina que no vuelve hasta que la memoria del lector ha perdido el sujeto de la frase (que no es más que el olvido del goce cuando el sentido deja de joder con su imperativo), en la novela hace lo mismo, pero reprimido por personajes que atemperan sus barroquidades con límites de la oralidad macedoniana y el zen peronista. El leitmotiv de la novela y del asado son cartas: la del padre Hernán Benítez a Blanca Duarte, las de Perón a Cooke, la de Salvadora Medina Onrubia a Eva Perón: en el medio un análisis de la liturgia peronista, recorridos retóricos patrios, gracias de una lengua que, cuando González es político o periodista, es tildada de barroca por no limitarse a escribir por sí o por no.

¿El lenguaje político debería ser transparente?

–Es una dimensión de mi escritura que me acompaña siempre: la pregunta de si se entiende o no. Que es una pregunta implícita en el acto de escribir, pero que la industria cultural convirtió en un ejercicio profesional del control de las escrituras. Detrás de eso hay una idea de “comprender” ligada a la teoría de la información, que es la posibilidad de pensar en términos de bancos de datos y de poder consultarlos de una manera vertiginosa.

Pero también habría un anatema en el lenguaje político de no gozar del lenguaje mientras se quiere decir alguna verdad.

–Si embargo, Lezama Lima escribe sobre el Che Guevara como escribe sobre Góngora. Claro que no son textos que entran en la memoria recital del lector.

El barroco te condena.

–Hay un poder de la información globalizada que se transfiere al orden de la escritura y genera esa condena, condena verdaderamente irresponsable, ya que el barroco es una de las etapas de la historia del arte más festejadas por su invención, intranquilidad anímica, vuelta a las formas más sugestivas de la relación entre la naturaleza, el hombre y la imagen. ¿Cómo una palabra prestigiosa en la historia del arte pasa a ser condenatoria en la era de comunicación de masas hasta poder hacerte perder un trabajo y, sobre todo, perder la posibilidad de imaginarte escribiendo? Porque en realidad un escritor es alguien que se imagina escribiendo, no es mucho más que eso. Importaría menos juzgar si es bueno o malo que esa imaginación, porque la tarea del escritor no es definible a través de una idea de profesión. Hay una famosa anécdota de Sartre en que se queja porque al llegar a la recepción de un hotel y registrarse, al llenar el casillero de profesión con la palabra “escritor”, el conserje lo mira con desconfianza. Uno tendría que insistir para vencer esa desconfianza hasta sentir orgullo de ser escritor. Claro que soy partidario de mantener esa desconfianza cuando, sin ningún casillero, uno pretende aplicarse esa palabra a sí mismo.

En la era victoriana, los caballeros ponían en sus valijas y en los hoteles “de profesión: caballero”.

–No siendo un caballero victoriano, poner el nombre y la profesión en el libro de un hotel es uno de los actos más incómodos que conozco.

¿Y qué ponés vos en los hoteles?

–“Profesor”, que es una ambigüedad tolerable, porque se puede ser profesor de cualquier cosa. Es una coartada perfecta porque nadie te haría reclamos. En cambio si dijeras “soy prestidigitador” o “epistemólogo” y no lo fueras, estarías engañando. En cambio nadie se preocuparía si alguien dijera de sí mismo “soy profesor”, sin serlo, en la medida en que es una ocupación trivializada. Y justamente por eso permite el rescate. Porque una de las figuras que la crisis intelectual contemporánea puede rescatar es la figura del profesor. Como lo puede ser un Michel Foucault, un José Luis Romero o un Jean-Paul Sartre.

Volviendo al barroco, Borges contribuyó a su censura al imponer un modelo económico, una suerte de ascetismo de la lengua.

–Sin embargo, el tema enumerativo está como encubierto, pero presente en todo Borges y en “El Aleph” en forma explícita y desfachatada. Y lo que enumera ahí es totalmente dispar, cosas deliberadamente irrisorias: la estatua de Gardel en la Chacarita, un astrolabio.

Carlos Pagni, chuceándote, dice que le dieron a leer a Griesa un artículo tuyo de Página/12 donde profetizás la metáfora del buitre y eso lo habría exacerbado. Algo novedoso para un ininteligible. ¿Serás más transparente traducido?

–Es un invento de Pagni. Y tiene más capacidad risueña justamente aludiendo a alguien al que se le adjudica la oscuridad del lenguaje y que entonces nunca podría contribuir a la posibilidad que puede tener un país de negociación. Me acuerdo, durante los años ’70 –yo no estaba presente, pero me lo contaron–, de que unos legisladores tomaron unos papeles con los que yo había tenido que ver, empezando por los títulos. Los dejaron rápidamente de lado, diciendo: “¡No se entiende!”. Lo ideal sería la máxima transparencia y la máxima opacidad. Yo personalmente mantengo un canon que tomaría lo necesario de vanguardia, lo necesario histórico social y lo necesario escritural elegante, como decís vos.

Vos parecés no ocuparte de la elegancia como un Fogwill o un Briante, pero decís mucho la palabra “fino” como valor.

–Eso tiene que ocurrir a partir de lo grosero. Yo no pienso en un único rasgo espiritual. La finura y la grosería tienen que tener algún tipo de divina proporción. El invento de la divina proporción es genial.

¿Como la tercera posición?

–Justamente no es la tercera posición, porque a la divina proporción hay que desarreglarla.

LA FICCION COMO ASUETO

Todo asado se termina, aunque queden cenizas crepitantes que anticipen un nuevo sacrificio del cordero (o de la vaca emblemática y criolla). González dice que en cuanto pueda se vuelve al ensayo, que sería su querencia. Quién sabe si la novela no le impuso más restricciones que licencias. No hay en Besar a la muerta el grito de Ipiranga con que la ficción exime de proponer conjeturas teóricas sometidas a la argumentación sino a las evidencias. Elige el subrayado de ciertas cartas para que sea el lector el que imagine derivaciones inquietantes. Si el padre Benítez le propone a Blanca Duarte interceder por ella en el cielo, ¿es porque se sigue imaginando sacerdote más allá del fin de su vida física y por eso mantendría sus prebendas? ¿Cómo no evocar al Ladislao Gutiérrez que, poco antes de su fusilamiento, “perdonó” a Camila O’Gorman, salvándola para el cielo, como si fuera su confesor y no quien había compartido el pecado? ¿Había leído Benítez la estremecedora carta de Rodolfo Walsh a su hija Vicky, esa extremaunción laica en la que la destina al cielo de la memoria? González recuerda que Benítez despedía a guerrilleros muertos, lamentando que hubieran sido asesinados por una patria que no supo comprenderlos, pero que él pertenecía a esa patria bajo la forma del Estado. ¿De ese modo enjuiciaba a la patria o declaraba su inimputabilidad?

“Terminado el responso, me acerqué al general. Lo tomé por la cintura y lo acerqué a la cabecera deslizándole al oído, como si fuera parte de la liturgia: ‘Bésela en la frente’. La besó, regando de lágrimas el rostro de la esposa… Tras él, todos los presentes la besamos”, escribe González que dice Poggi, que escribe Benítez.

Hay una “antropología del gesto” en ese tomar de la cintura a Perón para guiarlo en una liturgia de la despedida. La figura evoca a la del renunciamiento, en la que es Perón quien toma una cintura para poner en dirección a, la de Eva hacia el pueblo reunido. Esos dedos que sostienen, ¿son un mero soporte aleatorio en donde el Poder sólo necesita un “empujoncito”, pero donde su fuerza no es puesta en duda? Si González se ha pasado provisoriamente a la ficción, el lector puede ponerse a soltar sus ensueños políticos como si él lo dirigiera tomándolo por la cintura.

En Besar a la muerta, esa carta del padre Benítez a Blanca Duarte es el tema casi exclusivo del asado.

–Ahí hay una frase que me gustaría repetir a mí de vez en cuando sin citar a nadie: “Esto no se ha vuelto pasado para mí”. Es una forma de decir “eternidad” sin quedar como un tonto. Esa afirmación adquiere un aspecto primordial en el relato de la muerte de Evita. El momento en que pasa de la vida a la muerte, en que podría decirse que él le toma el último suspiro y el médico le cierra los párpados. Benítez ve a Perón tomando distancia, hasta tal punto que tiene que empujarlo. A eso lo describe el mismo Perón en otra parte, omitiendo el tema de su distancia.

“Distancia es tiempo, meditación, astucia, conducción. Siempre entre él y el acontecimiento había un vacío. O, si se quiere, él estaba entre el vacío y él mismo, a eso lo supo llamar peronismo”, le hacés decir al padre Poggi.

–Las personas que estuvieron presentes son las mismas. Un historiador confrontaría las dos versiones. Verían en qué coinciden los relatos, en qué no. En “Esa mujer” existe esa misma situación: ese amor que tiene el teólogo por Evita es parecido al del coronel que la secuestra, Moori Koening.

Moori Koening denuncia la obscenidad sobre el cuerpo de Eva, parecería que él tiene un amor platónico. Aunque la alusión a Tiziano en Benítez indicaría que él escribe muy platónicamente, pero tiene una memoria de la carne de Eva. “Yo también –dice Benítez según Poggi– quise retirarme. Pero Blanca, una de las hermanas, me lo impidió, rogándome que rezáramos juntos las plegarias de la liturgia. Y de repente vi el cuadro de todas esas mujeres acariciando a Evita, sollozando y orando dulcemente. Merecía las pinceladas de Tiziano.”

¡Tiziano! No puede más que ser una alusión a la Venus de Urbino que ilustra la tapa de tu libro. En ese cuadro hay también una imagen intrigante: otra mujer (podría ser una criada) que revisa cajones. Te da una idea de robo y la carta Benítez se la escribe a la hermana, que le ha pedido que la despida como si quisiera robarle su lugar. ¿Qué pensás?

–(No contesta) Benítez es un cura político. Se dice que escribió la proclama y después el diario de la resistencia que guardaba en la Iglesia de los Palotinos. El tenía una gran influencia de Unamuno, entonces era un existencialista cristiano. Poco después se estaba preparando el existencialismo argentino con Oscar Massota y Juan José Sebreli. Y si el máximo representante de la Iglesia era existencialista, toda esa época del peronismo es una época existencialista sin saberlo.

Citás a menudo la frase de Mugica: “La izquierda es capaz de morir por un error de imprenta”.

–Yo a esa frase se la escuché a él y luego la leí como una frase citada, al igual que “libres o muertos, jamás esclavos”, que es una frase de la antigüedad y que atraviesa todas las formaciones nacionales hasta llegar a María Antonia Berger, pasando por Bernardo de Monteagudo y Juan Domingo Perón. “La izquierda es capaz de morirse por un error de imprenta” es una frase antiintelectual, pero muy sutil, porque supone que la misma izquierda tiene un tipo de comprensión literal de las consignas que excluiría del mundo de la lectura un texto con grafía errada, cuando un error de imprenta tiene el aire fresco experiencial popular. Yo siempre le tuve una gran simpatía a Mujica, porque no podía dejar de representar su signo de clase, una clase poseedora, una familia rica que vivía en el palacio de Los Patos y que descubre el peronismo en los habitantes del servicio de su casa.

¿Y PERON ESCRITOR?

–Beatriz Sarlo dice algo interesante de Perón: que le gustaba que las personas que habían perdido su confianza se dieran cuenta de eso sin que él se lo dijera. Eso se nota en toda la correspondencia con Cooke. Y Cooke se da cuenta tarde o hace que no se da cuenta. Sigue el carteo luego de que Perón perdió la confianza, pero nunca se lo dice directamente. A lo sumo, “hay cierto mar de fondo contra usted y Alicia”. Perón fue el teórico del pasaje de la orden a la persuasión. ¿Cómo podremos definir a Perón? Como un retórico como Cicerón o Quintiliano, un retórico que estudió la política desde la retórica reescrita para la escolaridad militar. En la era de masas y la industrialización.

La novela de la novela

Cuando es imposible que la propia muerte no se vuelva pasado –como en la módica eternidad peruca–, ni se la haya encontrado por el asesinato de una patria que no nos comprende y con el solo futuro de un cielo vacío en donde ningún confesor del Estado gestione nuestra salvación eterna, la muerte devendrá el fin último de las peripecias de la merma bajo la forma de “ñañas”, tal vez con la vuelta a los pañales primordiales o el postrer aliento arrancado entre estertores e hipos por un plebeyo soporte técnico. Pero a González su pequeño ACV no le ha dicho nada, tal vez porque algo que puede nombrarse con tres letras es despreciable para su “cranear” proliferante, o porque no cree en el inconsciente, digamos que no cuenta con él para obrar en las tinieblas filosóficas nacionales. Que justo después de ese tropiezo de aeropuerto se haya pasado a la ficción, que titule Besar a la muerta tan parecido a “besar la muerte”, aunque él no le haya pasado ni cerca, no le dice nada, nada de nada…

¿En la decisión de pasarte a la payada tuvo que ver el episodio de salud?

–Me gusta la idea de que una desgracia individual o moral o un perjuicio personal o una enfermedad te lleve a una torsión en la vida. Pero no fue lo que me pasó. Igual mi internación fue muy fuerte para mí porque… ¡he visto morir! Incluso escribí un aguafuerte. Cualquiera puede cotejarlo con el de Roberto Arlt y sacar las consecuencias del caso. Estaba en una sala colectiva del Hospital Santo Tomé de Panamá. En realidad ahí no se puede ser enfermo o paciente y observar sin escribir algo. Entonces hubo una secuencia, la secuencia romántica por excelencia: vivir una sorpresa moral o espiritual y volcarla en la escritura. Claro que esta secuencia no formaría parte de las tesis en las escrituras que admiro. Piglia no escribe con eso. Porque la conmoción moral como base de la escritura es la idea más refutada y, sin embargo, el buen y el mal escritor siguen basándose en eso. Escribí un aguafuerte y tuve mucho cuidado porque tenía que utilizar la palabra “negro” y uno no sabe cómo emplearla, aunque esté en los libros de Frantz Fanon. En eso que escribí, observé que la negritud es un concepto abstracto reivindicativo. Porque los fanonianos de los ’60 veíamos en la piel de Fanon, es decir en la condición de un sujeto de la raza negra, la posibilidad de una revolución (pero si en el Mundial de fútbol veo que los negros son jugadores, no veo fanonismo: veo millonarios). Dije algo así como “viejo brillo fanoniano apagado”, porque yo en ese momento veía la persistencia de la pobreza en los lugares en donde aumentaba el color negro de la piel. Entonces recibí una carta de Panamá en donde me acusaban de un hablar incorrecto. Y me asombró porque yo mismo tengo incomodidad ante determinadas palabras, y lo que llamo “fino” lo uso porque sé que el lenguaje tiene fuertes cargas injuriantes implícitas, entonces trato de eliminarlas al máximo e investigarlas cada vez que hablo. Por eso me pareció paradójico que cuando pretendo ser absolutamente cuidadoso con el empleo de las palabras, haciéndolas neutras o capaces de caminar hacia un conocimiento, me llegue ese texto típico del manual de políticas de género.

Pero hay políticas de género sin manual y tu aguafuerte era un tanto paternalista, homologabas negritud a cierto exotismo; y cuando mencionabas unos “ojos hindúes”, estabas asimilando un exotismo a otro. Claro que tampoco vas a volverte un periodista de investigación en una cama de hospital. Creo que cuando Enrique Raab, en La revolución de los claveles, sintetiza Lisboa mediante breves postales, cualquier local le hubiera mandado una carta así.

–Yo perdono todo pensamiento que me critique por no emplear palabras correctas, rozando los planos más prejuiciosos de la condición humana; pero reclamo también que el lector de un cuadro de costumbres, donde no llegamos al fondo de verdad libertaria de toda conciencia, no reaccione espantado. Al escribir estamos encadenados, somos enfermos baleados en una cama de hospital. Eso nos permite un pesimismo lúcido, que emerge con viscosidades pegadas en su cuerpo. Al estar tan seguro que acepto todo punto de vista que me sea antipático para poder sacarme de encima mi propia acción de agravio a los demás, vivo temblando por lo que tan fácilmente exhibo como motivo de reprobación. Cualquiera que tenga creencias fuertes y estables, sea sobre políticas de género o imperfecciones que carga la ambigüedad de toda lengua, puede sacarme de juego con dos o tres movidas de alfil, pieza que Martínez Estrada llamaba “ofídica”.

El ACV pertenece al cortejo de las “ñañas” del paso del tiempo, algo que quizá merezca una reflexión de alguien que tuvo lo que se llama una militancia comprometida. ¿Cómo se enfrentan los que por su militancia estuvieron en riesgo a una muerte biológica?

–Tengo un pensamiento más tremendo que apenas puedo soportar. Y es: si en las decisiones que tomás no hay un tácito deseo de preservar tu vida, entonces todo el mundo ideológico provendría de ese deseo.

Cuando militabas, no pensabas así.

–No, y tomé la decisión de apartarme del grupo armado más vehemente, como diría Viñas, en nombre de suponer que era impensable que durante tanto tiempo se hubiera imaginado la vuelta de Perón como una reposición de justicia, y enseguida se estuviera peleándose con Perón. Y ahora pienso si esa decisión no fue tomada por el temor a morir mucho más fácilmente si seguía encarnando las posiciones del grupo más activo. Entonces las ideologías no serían otra cosa que una cobertura en lo posible elegante de un conjunto de posiciones vitales. De todos modos no me gustaban los estilos militares de relaciones entre las personas. Prefería los estilos vinculados con el campo de reflexión. Pero eso no existía en la periferia del grupo armado y en la periferia de la periferia del grupo armado. Y yo pienso que el héroe es un personaje común que no pensaba saltar de la vida cotidiana desde un partido de truco, o escuchando una pelea de box saltar al heroísmo. Es decir: no acepto que haya un sujeto para el fusil. Y como de alguna manera el poder nace del fusil, lo que más se podía pedir a un proceso más enérgico sería que el poder del arma naciera de la espiritualidad del sujeto y no a la inversa. Pero pensar sin culpa no se puede. Por eso la noveleta. Yo pienso con más culpa que los sacerdotes. Y la culpa es, para citar a Vallejo, un emposamiento del alma. En ese sentido, la culpa es el vacío, un rasguido originario. Y el grupo del que estamos hablando no tenía entre sus recursos de lenguaje el poder de contar la tragedia. Los montoneros no tenían concepto de tragedia.

Hay un estilo tuyo en donde la frase comienza con una descalificación contra algo y luego hacia el final lo recuperás, funciona como una autodesmentida. Decís, por ejemplo (y te pongo un ejemplo trivial): “Eso es como cine italiano… que por supuesto es muy valorable”. La política, en cambio, te pide un sí o un no.

–Tiene un diccionario fijo. Hace poco me hicieron una entrevista en donde me preguntaron por mi condición de funcionario (que no será permanente, en algún momento dejaré de serlo cuando termine el período). Pero me pusieron la frase: “Daré un paso al costado”. Casi me muero cuando la leí porque, si bien casi todo lo demás lo dije, me endilga la astucia del tonto. Claro que esa frase, por ahí usada con otras compañías –escribir es buscarles compañía a las palabras, como cuando uno sale con un grupo numeroso de amigos, con preferencias diversas y una implícita selectividad–, podría cambiar de sentido; pero en el idioma político esa selectividad está dada en un diccionario prefijado. La autoimpugnación es el primer movimiento de la música del yo, saber arruinarse a sí mismo en la expresión, y la escritura es un acto de sabiduría inversa, o sea, sabiduría velada, disimulada en el candor o directamente en la estupidez. Ese momento de denigración de sí mismo permite luego una irresistible libertad; la libertad de perdonarse a sí mismo para comenzar a hablar. Algunos piensan que hay que empezar a hablar y después perdonarse. Yo pienso que primero hay que crear las condiciones del perdón para comenzar a hablar.

La “participación” como explotación del cuerpo politizado

por Martín J.P. Weber


Anoche vino a cenar a casa mi amigo troskista, mi único amigo troskista, al que, como no podía ser de otro modo, lo llamamos el trosko. Hicimos el colegio y las primeras materias de la facultad juntos y jugábamos en la misma canchita. Luego se hizo trosko. Y después político troskista, profesional. A pesar de eso mantenemos una fornida amistad que se renueva el tercer miércoles de cada mes en Pippo. Centralmente, entre panes embebidos en tinto y tuco, hablamos de política.
Podría reescribir El Capital con toda la data que tiró sobre las muchas fábricas en conflicto (elementos dinámicos, dijo, de un fenómenos que crece, lenta pero inevitablemente, y cuyo principal efecto es el incremento de la conciencia de los trabajadores, evidenciando la fragilidad con la que este “bonapartismo sui generis” –siempre “anómalo, inestable e incompleto”, dijo para mi sorpresa– intenta tapar la explotación). Del genocidio en Gaza a los votos en la FUBA, de todo lo que dijo, en clave analítico-dialéctica con tendencia al chusmerío, quedé prendido de una palabra: participación. La dijo cien veces, y cada vez me resonó a las cien anteriores que la había escuchado. Raro en la izquierda troskista, más bien célebre por su sectarismo (¡No fue otro que él mismo quien me enseñó, hace años, a desmontar los discursos progres de la “participación”, contraponiendo la más auténtica instancia de la  “organización” y la “decisión”)

Y bien: al oír salir de su boca esa palabra clave –y tan cara– al progresismo me di cuenta de inmediato de que los troskistas estaban, por primera vez en años, intentando hacer política en serio. Y tomarse en serio la política conduce a estas imposturas: impulsar a  “participar” es un gesto que habilita, invita, induce, intima a la acción a aquel a quien se considera en estado o actitud de pasividad. Es registrar un valor potencial en la actividad que el otro aun no hace y debería hacer a partir de la convocatoria que se le dirige.

Pero, ¿cómo entender la insistencia en que uno, alguien, participe de algo; como si cada quien no participara ya de lo que quiere participar? O como si uno no se diera cuenta de algo: de que llamando a la “participación” (en la política, en un partido, en una actividad de un grupo de amigos, en una fiesta, en una jornada de trabajo voluntario o en una charla-debate) lo único que se consigue es crear artificialmente una distancia entre el convocante –raro sujeto que en ese acto se atribuye un lugar emancipado y redentor sin haberse emancipado o redimido absolutamente de nada– y el convocado –a quien se intenta quitar de su pasividad, o de su alienación, o re direccionar hacia las propias redes.

Quien convoca pretende extraer un beneficio del convocado, de extraerle, en cierto modo, plusvalor. Porque, en efecto, la participación es una actividad valorizante. Quien participa crea un plus-valor del que se apropia el convocante que luego usará de los modos más diversos; en algún caso, e invocando equivalencias más bien dudosas, se volverán votos, en otros materiales de trabajo, en otro, fuente de legitimación para alguna consigna o reclamo. Una nunca del todo advertida cuestión de modales permite ahora al troskismo ocultar esa extracción de plusvalor vía el eufemismo de la “participación”.  

Precisábamos en textos anteriores: durante años estuvimos presos de la política de los cuerpos en la que, precisamente, la participación, el “meterse más” era un valor indiscutido y fuente de legitimación, tanto propia como “política” (miles de asambleas, festejos colectivos, plenarios, reuniones fracasan por semana causa de la escasa participación). Precisábamos, ahí, las metáforas vinculadas a “poner el cuerpo” como base indiscutida de la política: sea creando y experimentando con el propia corporalidad en los ’60, sea agarrando un fierro y poniéndolo en juego en los ‘70, se destruyéndolo por el Sida y la merca en los `80, sea entregando toda pulsión vital al consumo, a la vida boba, en los ’90. Luego, lo dijimos lungo: no es posible seguir pensando una política del cuerpo –y, por lo tanto, una noción de “participación” – si no se presta mayor atención a las condiciones de nuestro presente, a las prácticas y hábitos que hacen cotidianidad, a las reglas (implícitas) y valores (cero elaborados). De ahí la sabiduría actual de lo que el trosko llama bonapartismos sui generis: logran colar, tras esa idea de participación, la “adhesión” como la política sin cuerpo. Un nuevo capítulo (¿el último?) de una relación (muy propia de la segunda mitad del siglo XX) que hoy solo puede enunciarse en lenguaje de congreso universitario: los jóvenes y la política.

Y así y todo se insiste con la participación (y no solo los troskos, por cierto…), del modo que sea, incluso adhiriendo. Pero tanta insistencia no logra tapar una pregunta que se cae de madura que le hago, miércoles tras miércoles, a mi amigo troskista (y a mis muchos amigos militantes) es la siguiente: ¿por qué habría de interesarnos promover la participación? ¿Por qué oficiar de la indigna tarea de generar “más deseo” y “entusiasmo”? ¿Es seguro que tal cosa vale la pena? ¿Para qué? ¿No será que lo que en realidad buscamos desesperadamente es nuestro propio entusiasmo arrumbado y que, no sin cierta torpeza, aspiramos a reencontrar nuestro propio entusiasmo en el acto injustificado de encender el entusiasmo de los demás? La política tomada en serio, la que apela (como los estudios de mercado) al goce del cuerpo y al entusiasmo del alma es el más reaccionario de los nihilismos.

Pero, ojo, no se crea que solo el troskismo, o la izquierda, impulsan a la participación. Esta semana se difundió un curso de “entusiasmo” para dirigentes políticos del PRO. Los ejes eran: a. “Positividad inteligente”, b. “Entusiasmo y superación del melodrama” y c. “Ganas de vivir”. Estos talleres son una deriva de otros que el mismo “filósofo” dictaba como “capacitaciones” para empresarios. También la derecha  busca su punto de apoyo e impulsa la “participación” (positiva, entusiasta, vital), compartiendo la misma ilusión de las izquierdas en los cuerpos. Lo dicho: el nihlismo dominante de los cuerpos no distingue ideologías políticas.

Con todo, y a esta altura del partido, es evidente cómo la inconsistencia de la noción de participación es proporcional a la exterioridad desde la que se la enuncia. Supone un mundo explicable mediante mecanismos muy básicos,  poblado de voluntades auto-conscientes. De otro modo, le atribuye a las ganas un papel nodal, desmedido. Porque con las ganas sucede como con los amores de verano: solo duran una estación. E decir, hasta que son reemplazadas por otras ganas (un taller de fotografía, un viaje, un laburito). Ergo: niveles exiguos de implicancia e intensidad. No hay necesidad, pero tampoco deseo. Es lo que los cuerpos pueden, me dirán (aunque uno nunca sabe). No es distinto a lo que venimos sosteniendo: la desproporción entre la tarea enunciada y el tiempo/cuerpo/afecto disponible.

Y es entonces cuando la noción de “participación” adquiere su real espesor: la política de los cuerpos encuentra su declinación material (y por eso no menos virtual) en las redes, en la web. En la incorporeidad más absoluta, el virtuoso juego de la participación repone la política allí donde, sin cuerpo, se la creía imposible: en la comunidad y operando, centralmente, por sustracción (el “preferiría no hacerlo” del Escribiente).

Con todo y al fin de cuentas, la distinción que nos importa no es la que se da entre cuerpo real y tecnología virtual, sino que entre aquellos que sigue buscando el sentido de la vida extrayendo plusvalor a los cuerpos y aquellos que encontramos en la no participación y en la no apelación a los cuerpos, incluso, en la sustracción, el inicio de una civilización más serena, menos competitiva y violenta, y más gozosa del tiempo y de las riquezas de la cultura.

El materialismo ensoñado y la crítica política

 por Diego Sztulwark  
  

I.                  Animar la letra

“Leer Rozitchner hoy”, “contra la servidumbre voluntaria”: esta es la invitación. O, de otra manera, ¿qué aporta la obra de León Rozitchner a la necesidad actual de recrear la crítica política? Se trata de esclarecer a partir de sus textos –y probablemente también de sus gestos- unas claves que contribuyan a elaborar el tiempo que viene, elementos para una nueva potencia política.

Leer a Rozitchner es leer a un lector inquietante, virtuoso en el arte del desciframiento y el desafío. A tales fines utilizó la escritura. La escritura como parte de su estrategia global de combate. De un cuerpo a cuerpo que supone un esfuerzo y un desgaste. De allí su idea del lector como alguien que se dedica a resucitar ideas, como decía Simón Rodríguez. El lector debe invertir un esfuerzo proporcional al demandado por el autor del texto que leemos. 

Refutar para comprender: la polémica para Rozitchner, más que un género, se da como la apertura de un espacio mental, un modo de abrir el pensamiento. El combate remite a la coexistencia de al menos dos verdades no coincidentes. El combate del pensamiento responde a una exigencia de emancipación propia y colectiva. Propia, porque es la propia coherencia la que se expone, se descubre y se crea en el combate. Y colectiva, porque el acceso a esa singular resulta inseparable  del modo en que se afronta la trampa política en la que se ve confinada la propia subjetividad.

La práctica de la lectura que comenzamos a poner en juego, entonces, no es la de un mero leer. Leer es poco. Se trata más bien de un re-leer, como dice por ahí Henri Meschonnic, un autor, poeta, ensayista y traductor que puede ser útil para confrontar con Rozitchner. En el releer no se repasa el texto sin que aparezca la singularidad del lector. El re-leer hace sujeto. Lo que Rozitchner llamaba un núcleo histórico de elaboración de verdades. Un sitio desde el cual desafiar de un modo no banal los “posibles” prefigurados con que nos habla nuestra época.

Ricardo Piglia dijo alguna vez que los admiradores de Rozitchner debíamos hacerle a él lo mismo que él le hizo a los autores a los que se dedicó (es decir, descuartizarlos). Se trataría menos de ubicar a Rozitchner en un lugar útil para nuestro contexto; menos, digo, de preguntarnos por el valor de sus categorías, y más de averiguar qué tipo de presente emerge (incluso, que tipo de Rozitchner emerge) desde el desafío y el combate.

El problema no es si darlo o no la razón a Piglia, sino cómo dársela. Dado que en la lectura de Rozitchner la polémica exasperada es inseparable de un acto de amor (lo hemos oído más de una vez decir que no puede uno confrontarse con Perón, por ejemplo, o con Agustin sin ponerse en su lugar, sin convertirnos un poco en ellos). En el fondo, se trata de un problema de “extractivismo” ¿cómo realizar la operación de extracción/apropiación  de aquellos  rasgos del pensamiento de Rozitchner que necesitamos retener, sostener y desplegar en la elaboración de la critica política del presente?

Alcanzo a entrever al menos tres momentos necesarios para esa extracción/apropiación: el primero pasa por recuperar una obra que la industria de la filosofía local suele considerar inadecuada o arcaica; el segundo, por identificar como aparecen esas betas o rasgos de pensamiento en sus textos, en algunas líneas que recorren sus trabajos, particularmente aquellas que desembocan en su materialismo ensoñado y finalmente, el tercero pasa por la apropiación de aquellos elementos para impulsar una la crítica política renovada por las intuiciones alcanzadas en esta filosofía de la ensoñación.


II.      

Preparación del materialismo ensoñado en las grandes obras previas de Leon

Además de ser el título de su último libro, la formula materialismo ensoñado[1] condensa el resultado alcanzado por Rozitchner tras una larga búsqueda. A su modo, constituye un punto de partida que permite comprender desde el final buena parte de sus trabajos anteriores. Si rastreamos en los prólogos de sus principales libros, seguramente encontraremos esos momentos de constitución en el movimiento de su desarrollo, siempre a partir de la crítica política: a comienzos de los años 70 como advertencia; a fines de los 70 como balance; durante los años 90 como esclarecimiento.

En Freud y los límites del individualismo burgués[2], del 72, la cuestión se plantea en términos eminentemente políticos: ¿qué es formar a un militante? se trata de comprender, en los efectos del Cordobazo, el pliegue, la inseparable correlación entre la distancia exterior, que es la de la explotación social y la dominación histórica, y una distancia interior“que abrió la burguesía en nosotros”, es decir, en la propia izquierda. Marx y Freud iluminándose mutuamente.

En efecto, encuentra Rozitchner que el punto ciego del marxismo ha sido el “nido de víboras” de la subjetividad, ese escenario íntimo en el que también se despliega la lucha de clases. Al considerar como pura objetividad lo que había que pensar también como producción de subjetividad, se perdía en la critica política una dimensión esencial, inherente al proceso de producción del hombre por el hombre (incluyendo de modo muy especial en esto la producción de la mujer) en nuestras sociedades capitalistas.

No hay militante, por lo tanto, sin un atravesamiento subjetivo-objetivo, sin elaborar el terror, la amenaza de muerte que tempranamente se nos hace presente en la constitución misma de esa distancia interior/exterior.  Esto es lo que Roztichner argumentaba unos años antes en su artículo la Izquierda sin sujeto[3], en polémica con su amigo John W Cooke.   

Ahora bien, si el marxismo de aquellos años era pobremente objetivista, el freudismo sin Marx conduce a un subjetivismo deshistorizado: “hasta que la teoría psicoanalítica no vuelva a encontrar el fundamento de la liberación individual en la recuperación de un poder colectivo, que sólo la organización para la lucha torna eficaz”, el aparato psíquico “será, en cada uno, una máquina infernal montada por el enemigo en lo mas propio”. La tesis de fondo, dice Rozitchner, es que el sujeto es “núcleo de verdad histórica”.   

En el prólogo de su libro Perón entre la sangre y el tiempo[4], del 79, acude Rozitchner a Spinoza.  “De él se dijo: “cada filósofo tiene dos filosofías, la propia y la de Spinoza”. Su filosofía está detrás de cada uno de nosotros”. Rozitchner impartía durante esos años de exilio un seminario en la universidad de Caracas sobre el Tratado teológico político. Pero el Spinoza del que trata aquí Rozitchner no es tanto el objeto de una erudición universitaria, sino el interlocutor con el que hay que vérselas para trazar un balance del peronismo y de la derrota política de la revolución en argentina. Sigue así: (Spinoza) “nos invita a convertirnos en el lugar donde se elabora, como experiencia de vida, lo que la mera reflexión sólo enuncia como saber”. Pues ese “mero saber” es impotente si no contiene una referencia a lo que se elabora como “experiencia de vida”. Se trata, continua Rozitchner, de “enfrentar entonces el riesgo de un nuevo e ignorado poder”. Porque el saber que se elabora en la experiencia es inmediatamente político: “por eso nos advierte (sigue la referencia a Spinoza): “nadie sabe lo que puede un cuerpo. El saber se despliega sólo luego de descubrir y ejercer este poder. El poder colectivo se revela desde el propio cuerpo individual amplificado cuando superamos la cerrazón sensible que el terror nos impuso al separarnos de los demás”.

Aquello que en su libro sobre Freud se marcaba como límite a superar, en el Perón se entrevé positivamente, pero bajo el modo de una posibilidad perdida. Mientras tanto la escritura de Rozitchner va enhebrando una filosofía. Una filosofía no teológica del acontecimiento en la que el juego de emergencia y conexión entre las singularidades se despliega sin atravesar vacio alguno, en y como praxis histórica en torno al/los cuerpo(s).

En el prólogo de La cosa y la cruz, cristianismo y capitalismo[5], del 97, se lee que  “el capitalismo triunfante, acumulación cuantitativa infinita de la riqueza bajo la forma abstracta monetaria, no hubiera sido posible sin el modelo humano de la infinitud religiosa promovido por el cristianismo, sin la reorganización imaginaria y simbólica operada en la subjetividad por la nueva religión del Imperio romano”.

Si en el Freud y en el Perón el problema (a la larga trágico) era el menosprecio por parte de las izquierdas –las que se decían peronistas y la que se dicen revolucionarias- de la cuestión subjetiva, en su libro sobre Agustin la critica al marxismo se amplía: lo que se busca, ahora, es comprender el problema de la subjetividad a partir de la subsistencia de lo teológico-político.

Al considerar al poder religioso como mero “hecho de conciencia” el marxismo realizaba una crítica insuficiente y se privaba de comprender cabalmente su importancia en la producción material-sensible del humano, que es previa a la producción de mercancías que El Capitaldescribe. Esta incomprensión, dice Rozitchner, tiene mucho que ver con el fracaso del socialismo en el mundo, su acción política no alcanza el núcleo donde reside el lugar subjetivo más tenaz del sometimiento”.

Se impone entonces la tarea de penetrar en ese núcleo último de sometimiento, identificado con el “cristianismo” (de un modo que recuerda tanto a Nietzsche como a Foucault) “con su desprecio radical por el goce sensible de la vida”. El cristianismo es la premisa del capitalismo, sin el cual este no hubiera existido. Puesto que para que haya un sistema donde paulatinamente todas las cualidades humanas, hasta las más personalizadas, adquieran un precio –valor cuantitativo  como “mercancía”, forma generalizada de la valorización de todo lo existente- fue necesario previamente producir hombres adecuados al sistema en un nivel diferente al de la mera economía. La tecnología cristiana, organizadora de la mente y del alma humana, antecede a la tecnología capitalista de los medios de producción y la prepara”.

Con su lectura de las Confesiones de Agustín, Rozitchner realiza su proyecto crítico, que apunta a comprender las inconsistencias del materialismo marxista a la hora de sostener políticas emancipativas. No se cuestionan los fundamentos de la globalización capitalista si no se alcanza a rozar siquiera su fundamento mitológico, el Edipo Cristiano (diferente del Edipo mitológico griego, judío o de la Pacha mama), que actúa predefiniendo los términos de la reproducción humana. En el corazón de esta mitología cristiana se encuentra el cuerpo de la madre virgen, que constituye la  primera máquina social abstracta productora de cuerpos convocados para la muerte”.       


III.           El poema

La escritura del materialismo ensoñado se toca con aquello que Meschonnic denomina “poema”[6]. Ambos sitúan al lenguaje en relación con el modo de vida y con el cuerpo como dispositivo anti-ontológico. Ambos apuntan por igual al combate contra lo teológico político, contra esa antigua y persistente fuente de la separación de lo simbólico que hace reinar al signo sobre el ritmo. Ambos auspician una recomposición de un continuo ritmo-signo, realizando la crítica del ritmo al signo y ambos se interesan por extender este continuo a un plano ético y político. 

En Rozitchner, sin embargo, el trazado de ese continuo resulta inseparable de dos condiciones esenciales: el combate histórico político explicito (se trata para él, lo hemos visto ya, de vencer el obstáculo que se nos presenta como distancia “interior”/“exterior”); y la localización del cuerpo y del ritmo de un modo concreto en el movimiento de la crítica que busca  desactivar el carácter abstracto que se le ha dado al cuerpo, sobre todo al cuerpo femenino y al “maternaje”. Mutuamente implicadas, ambas condiciones desafían desde lo sensible y lo sensual de los cuerpos el requisito sin el cual en la adultez será imposible todo intento por constituir un poder colectivo efectivo, que a partir de su contenido democrático deshaga una y otra vez la amenaza que el terror impone como obstáculo insuperable.

La lengua del materialismo ensoñado es materna (en un sentido que no es el de la lengua paterna o nacional, sino que es lengua de los afectos y de sus primeras síntesis), y en ella se subvierten los términos y las relaciones del orden simbólico que definen el ámbito de la significación. En lugar de una distinción jerarquizada en la cual la vigilia se impone sobre el sueño, lo objetivo sobre lo subjetivo, la adultez a la niñez y la cultura a la naturaleza, la ensoñación implica toda una lógica de sentido fundada en un movimiento que prolonga el sueño en la vigilia, e lo subjetivo en lo objetivo, la niñez en la adultez y la naturaleza en la cultura. Lo absoluto propio en lo relativo histórico.

En el corazón de este materialismo advertimos ese atravesamiento del spinozismo que Rozitchner realizó en el exilio[7]. En su temprano combate de lo teológico político, cuando Bergoglio no soñaba aun con ser Francisco, Rozitchner ya indagaba en esa capacidad de organizar experiencia y producir orientación anterior a la conformación de la conciencia teórica, esa “aptitud propia de un cuerpo para unir sus propias afecciones”, a la que se refiere Laurent Bobé en su maravilloso libro sobre Spinoza, La estrategia del conatus[8].      

La palabra estrategia acompaña la formación misma de la potencia del cuerpo, anterior a su conciencia adulta, desde sus primeros enlaces (el hábito, la memoria, la re-cognición y el principio del placer). En efecto, leído en clave del materialismo ensoñado el primer género de conocimiento de que nos habla la Etica de Spinoza, ofrece las claves para comprender los vínculos entre la dimensión imaginaria y la actividad con la que el cuerpo organiza sus primeros sentidos.

Y lo mismo sucederá en el nivel de lo colectivo en el que se despliega el combate entre democracia y poder teológico político. También allí se decidirá la capacidad de elaborar una potencia constituyente capaz de desafiar las razones del discontinuo, la coherencia del orden constituido.  


IV.

Creo que nos faltan menos sus categorías y más algunos rasgos del pensamiento de Rozitchner. Sobre todo su vocación por hacer de la filosofía una práctica capaz de afrontar obstáculos concretos, eludiendo retoricas pringosas y dirigiéndose al nudo de los problemas.

Podemos apreciar esa impronta en una serie de posiciones adoptadas por Rozitchner en diversas coyunturas (Malvinas[9], emblemáticamente), aunque prefiero referirme a dos coyunturas actuales, comenzando por la coyuntura política argentina de los últimos años.

Para la época del conflicto entre el gobierno y los exportadores de granos, allá por el año 2008, Rozitchner argumentaba que en la medida en que el índice efectivo de la democratización procedía de la conquista de un poder colectivo, cabía tomar muy en serio la escena en la cual Néstor Kirchner ordenaba descolgar el cuadro de Videla, porque en ese gesto quedaba denunciada públicamente la complicidad entre política y terror como fundamento de poder opresor. En la medida en que ese gesto fuese prolongado por otros, se creaban las condiciones para nuevos protagonismos sociales. Pero gesto, señalaba Rozitchner, indicaba una dirección precisa a recorrer. Su efecto debía ser reactivado por otros tantos gestos capaces profundizar su alcance hasta alterar esa materialidad histórica aun organizada por el terror: la economía, las relaciones de explotación y la estructura de propiedad de la tierra[10]. Si esa profundización se castraba, la posibilidad incipiente de un poder colectivo claudicaba.

La otra toma de posición reciente de Rozitchner concierne al conflicto de medio oriente, durante la ofensiva del gobierno de Israel a la franja de Gaza durante el 2009, la denominada operación “plomo fundido”. En aquella ocasión Rozitchner publicó un artículo llamado Plomo fundido sobre la conciencia del judaísmo, en el que se preguntaba lo siguiente: ¿No se inscribe en cambio esta masacre cometida por el Estado de Israel en la estela de la “solución final” occidental y cristiana de la cuestión judía? ¿Han perdido la memoria los judíos israelíes? No: sucede que se han convertido en neoliberales y se han cristianziado como sus perseguidores europeos, que, luego de exterminarlos, empujaron a los que quedaron vivos para que se fueran a vivir a Palestina con el terror del exterminio a cuestas”.

En ambas coyunturas se trata de afrontar el problema del neoliberalismo menos como expresión de una mera ideología o un conjunto limitado de políticas económicas y más como una razón del mundo preparada al calor de las grandes elaboraciones teológico-políticas del occidente.

Subrayo dos orientaciones  de la crítica de Rozitchner. La primera remite a la concepción de la nación como lucha por la conquista de un territorio compartido, no como categoría jurídica abstracta, o identidad mística. El origen está en todas partes, decía, y lo concreto en torno de la nación no es nunca una esencia, sino una materialidad que se nos ofrece como punto común de partida, cuando no resulta –como sucede con el neoliberalismo vencedor- privatizada.

La segunda se refiere a la noción de “judío” tal y como Rozitchner la fue labrando con el tiempo. Encuentro en ella menos la preocupación por elucidación de una figura teológica positiva y más el ejercicio de quien afila las armas de la crítica buscando en el origen escamoteado un movimiento de los inicios que no se nos birla en la esfera de lo simbolizable. De allí su interés  por una serie de capítulos que van del Génesis bíblico a la “fábrica del cuerpo” en Spinoza; y de la producción del hombre por el hombre (y sobre todo de las mujeres) en Marx al origen de la subjetividad en Freud y que resultan en una elevada revaloración del “maternaje” como sitio de elaboración de una resistencia a una cultura –y a una política- de muerte y en un saber para la clínica y para las practicas que renueva, que es lo que nos proponíamos, los fundamentos de la critica política .

(Ponencia presentada en el “Encuentro Leon Rozitchner contra la servidumbre voluntaria”; Museo del libro y la palabra, Biblioteca Nacional/Agosto 2014)


[1] León Rozitchner, El materialismo ensoñado, Tinta limón ediciones; Bs-As, 2011.
[2] León Rozitchner, Freud y los límites del individualismo burgués, Ed. S.XXI, Bs-As, 1972
[3] La izquierda sin sujeto es un artículo de León Rozitchner publicado en 1966 en la revista La rosa blindada, en polémica con John  William Cooke. Vale la pena volver a leerla con ojos actuales. Ver:  http://www.rosa-blindada.info/b2-img/LeónRozitchnerLaizquierdasinsujeto.pdf.
[4] León Rozitchner, Perón entre la sangre y el tiempo, lo inconsciente y la política, ediciones Biblioteca Nacional, Bs-As, 2012.

[5] León Rozitchner, La cosa y la cruz, cristianismo y capitalismo (en torno a las confesiones de San Agustin), Ed. Lozada, Bs-As, 1997.

[6] El poema en Meschonnic remite a un uso del lenguaje que constituye modos de vida y a unos modos de vida capaces de inventar lenguaje. El poema no remite a un género formal de escritura, sino a una carga oral en la enunciación, a la creación de historicidad y al ritmo que da vida al lenguaje, y a una extensión que partiendo del continuo entre ritmo y signo, se extiende a una ética y una política. Pueden consultarse al respecto dos libros Henri Meschonnic, Ética y política del traducir (traducido por Hugo Savino y editado por Leviatán, Bs-As, 2009) y La poética como crítica del sentido (compilación de textos varios, traducido por Hugo Savino, presentado por Isabel Goldemberg y Savino, y editado por Mármol izquierdo editores, Bs-As, 2007).  
[7]Spinoza acompaña evidentemente a Rozitchner.Sin que pueda decirse que se haya especializado en su pensamiento, Rozitchner dio clases sobre Spinoza. Ocurrió en su exilio en Venezuela. El curso se llamó “Tratado teológico político. Combate contra el absoluto”. De ese curso solo queda –al menos hasta donde pude averiguar – unas cuantas páginas mecanografiadas, un conjunto de fichas que resumen cada capítulo del TTP, seguido por unas fichas agrupadas bajo el titulo “Etica y política” refieren a lo objetivo y lo subjetivo  -“relación Marx y Freud”; “spinoza moderno, o somos nosotros los antiguos?”; “la coherencia del sujeto tiene que ver con la coherencia de la realidad”; “contraposición Scheller y Spinoza”; “relación entre lo absoluto y lo relativo”; “no hay transformación de la realidad que no implique la transformación del sujeto”; ¿cómo leer a Spinoza hoy?” y sigue..). Luego hay una serie de apuntes muy breves reunidos bajo los títulos: “Filosofía del subdesarrollo. Spinoza. Etica”; “Spinoza para marxistas. Para subdesarrollados…en una editorial subdesarrollada”; “La paulatina subjetivación de la realidad verdadera” y “Análisis del desconocimiento de las fuentes” .
[8] Laurent Bove, La estrategia del conatus. Afirmación y resistencia en Spinoza, Traducción de Gemma Sanz, Buenos Aires, Cruce Casa Editora, 2014. 
[9] León Rozitchner, Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia, el punto ciego de la crítica política, Bs-As, Lozada, 1985.
[10] León Rozitchner “Cuando el pueblo no se mueve la filosofía no piensa”, entrevista del Colectivo Situaciones, en Conversaciones en el impasse, dilemas políticos del presente, Tinta Limon Ediciones, Bs-As, 2009.  

“Latinoamérica enseñó a Podemos una política de lo imposible”. Entrevista a Íñigo Errejón

por Ricardo Aguilar Agramont

  
Íñigo Errejón fue jefe de campaña del partido español de orientación izquierdista Podemos durante las pasadas elecciones europeas; en éstas su partido sorprendió sacando cinco escaños con más de un millón de votos. El tradicional Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y naturalmente el derechista Partido Popular (PP), así como medios, como El País, entre otros, han emprendido una campaña contra la nueva organización política en ascenso acusándola, en algunos de estos casos, de estar financiada por Venezuela. Errejón admite que los procesos latinoamericanos como los de Bolivia les han enseñado mucho.
De rostro aniñado, Errejón es doctor en Ciencias Políticas. Condujo la exitosa campaña de un partido apenas nacido. Hoy es asesor de la organización y jefe de campaña interino hasta el congreso de Podemos. La encuesta de hace unos días del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de España da actualmente a Podemos el tercer puesto en general y el segundo en intención de voto en su país…
Sabemos que Podemos observa hacia este lado, a Bolivia, Venezuela y otros. ¿A qué se debe su visita, tal vez una articulación?
Tuve un evento sobre la hegemonía y transformación del Estado organizado por el Centro de Investigaciones Sociales (CIS) y el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo). Dicho esto, es cierto que hemos reconocido varias veces que la experiencia de Podemos no habría sido posible sin los aprendizajes políticos recientes, en el filo del siglo XXI, tomados de América Latina. Obviamente, no para trasponer cosas directamente, que sería absurdo; pero sí para tomar nota de cómo en momentos de descomposición política y crisis de las instituciones políticas y los liderazgos viejos, hay posibilidad de articular voluntades políticas potencialmente mayoritarias que abran un ciclo de expansión democrática y de recuperación de la soberanía. Así, nosotros, reconociendo las muchas diferencias, vemos que hemos aprendido mucho intelectual, personal y políticamente de los procesos de cambio de América Latina.
¿Concretamente, cuáles son estos aprendizajes y cómo se articulan a su propuesta en España?
Nuestra propuesta es española y, por tanto, parte de las condiciones españolas, de nuestra cultura política y de las condiciones en las que se dirime la diferencia entre un proyecto de recuperación de la soberanía para la ciudadanía o un proyecto de saqueo por parte de las élites financieras. No obstante, hubo otras experiencias que hemos conocido, que hemos estudiado, que nos han enseñado cómo, en determinados momentos, el horizonte de lo que es posible se puede expandir. El Gobierno boliviano, como otros gobiernos progresistas de la región, hizo cosas que los expertos decían que no se podían hacer y el resultado de haberlas hecho fue unos largos años de crecimiento, inclusión y redistribución. Cuando se hizo la renegociación de los contratos hidrocarburíferos, según los expertos, iban a provocar que las multinacionales se fueran por invertirles la proporción de ganancia, que su país iba a perder la inversión extranjera, que se iba a aislar y empobrecer. Éste es un discurso similar al que se les dice a los pueblos de Europa: que no se puede hacer otra cosa, se lo dicen al pueblo griego, al pueblo español, al portugués, al italiano: “solo la austeridad y el cumplimiento de las políticas que dictan el FMI (Fondo Monetario Internacional), el Banco Central Europeo y los potentes bancos alemanes nos va a sacar de la crisis”. Al contrario, noso- tros hemos visto en América Latina cómo la salida del largo ciclo de empobrecimiento, destrucción de la economía y soberanía de los países no se hizo obedeciendo a los que capitanearon esa destrucción, sino al revés, desobedeciéndoles, construyendo y recuperando soberanía nacional para hacer políticas. Ése es un aprendizaje.
Visto así, ¿Latinoamérica enseña una política de lo que puede ser posible?
Es una política de la expansión, una política de lo imposible, si quieres, y no un afán utópico, porque hemos visto que todo lo que era imposible, según los que se beneficiaban de que todo se haga siempre de la misma forma, cuando empujas el horizonte hacia adelante, se consigue hacer. Insisto en la renegociación de los contratos, acá, de hidrocarburos, de la deuda en el Ecuador, de la redistribución, que era imposible. Lo posible es el resultado de un equilibrio de fuerzas en políticas. En la medida de que lo posible estaba determinado por los que mandaban, generaba resignación. El horizonte de lo posible se puede empujar, nosotros hemos nacido haciéndolo. Hicimos una campaña sin dinero de los bancos, sino con dinero de la población: con 110.000 euros, cuando 3 millones de euros fue el gasto del siguiente partido, del PSOE, y del PP ni qué decir…
Entonces, ¿cuáles son las otras enseñanzas?
Hemos aprendido también que hay momentos en los que la audacia y flexibilidad son capaces de construir mayorías políticas nuevas. Ayer parecía que todo el escenario de la política era descomposición, descreimiento, desconfianza y en un momento dado emergen liderazgos, propuestas, símbolos y discursos nuevos que hacen de articuladores de diferentes sectores sociales descontentos y que ayer solo estaban descontentos en términos de protesta, mientras que hoy pueden conformar una voluntad popular nueva, que pueden inclusive llegar a gobernar sus países en beneficio de la población. Hemos visto también que esas aventuras emprendidas han inaugurado el episodio temporal histórico más largo (para una buena parte de los países latinoamericanos) de reducción de las desigualdades, la pobreza, además del aumento de la inclusión ciudadana, la expansión de los derechos y la soberanía popular. Eso no significa ser ciego respecto a los límites y contradicciones de los procesos de transformación estatal. Que un proceso tenga contradicciones es normalmente la garantía de que el proceso es de verdad, que no existe en los libros, sino en la realidad.
Susana Díaz del PSOE pidió a los jóvenes socialistas españoles no mirar a Venezuela y Bolivia, sino a Suecia y Dinamarca…
El PSOE está en una profunda crisis y está marcadamente nervioso, eso ha hecho que haya perdido el rumbo. Es un partido al que se le oyen declaraciones mucho más críticas hacia Podemos que hacia el gobierno del PP. Cuando dicen eso, lo que le está pidiendo a los jóvenes es que no miren a España. Nos encontramos con unas élites en retroceso, con menor capacidad de convencer, en una erosión social y cultural que se está transformando en una erosión electoral. No tienen nada que decir sobre los problemas de los españoles; y, en ausencia de nada qué decir, tratan de hablar de países que están a miles de kilómetros de distancia para generar un miedo que evite un corrimiento de voto y apoyo. En el momento más claro de divorcio entre élites políticas y ciudadanía, las élites, en vez de proponer, exportan miedo.
¿Quieren transmitir que lo que sucede, por ejemplo, en Bolivia es de temer?
Es que nadie lo conoce realmente, es muy difícil recibir información más o menos seria de lo que sucede en Bolivia o en otros procesos en Latinoamérica como en Ecuador, Uruguay, Brasil, Argentina, que en general es una dinámica cuasi continental. Lo que hay es su intento de construir una idea eurocéntrica: “cuando entramos en Europa progresamos, mientras que mirar al sur es el subdesarrollo, el caos, la inestabilidad…”. En realidad, para la mayor parte de la población española, este tipo de entrada subordinada a la Unión Europea, en la que somos una periferia, ha ocasionado que nuestras políticas contra la crisis están siendo dictadas por las élites económicas europeas que lucran de la crisis y eso está determinando mucho dolor social. Aún así, veo unas élites en retroceso que intentan dibujar la contraposición entre seguir en esta vía que es Europa, porque romper te lleva a lo peor de los peores monstruos del tercer mundo, ése es el tipo de narrativa eurocéntrica y mal informada sobre los rumbos en América Latina. Pero lo importante es qué mitos evocar y ahí está el mito Europa-modernidad y el sur y lo peor de nuestra propia tradición. Con eso no se permite que se discuta del proyecto real de la Unión Europea, sino de una suerte de idea abstracta según la cual todo lo que viene de Europa es bueno y moderno, y hace años que todo lo que viene de la Unión Europea son políticas de ajuste que se han demostrado injustas socialmente e    ineficaces económicamente.
Visto esto, una pregunta inmensa: ¿qué es lo fundamental de la propuesta de Podemos para España?
En Podemos decimos que hemos llegado al final de una etapa política. El pacto social de 1978 está roto por los privilegiados y hay que rehacerlo, eso significa una asamblea constituyente que recomponga el tejido político que hoy está agrietado; mientras tanto, somos conscientes de que se necesitan medidas inmediatas, como un decreto que paralice los desahucios que echa a la gente de sus casas aunque sigan pagando la deuda a veces a bancos que han sido rescatados con dinero público… Eso puede hacerse mañana. Decimos que la deuda hay que auditarla, porque una buena parte de ella es ilegítima y hay que reestructurarla. Aquí los expertos vuelven a decir que es imposible, que no puede hacerse. Hemos visto que todos los ejemplos exitosos de crecimiento después de una crisis han pasado por medidas de protección o auditoría o impago de la deuda, Eso no solo sucedió en Argentina o Ecuador, sino también en Alemania después de la guerra.
¿Podemos viene de las movilizaciones del 15-M?
Podemos no hubiese sido posible sin el aprendizaje latinoamericano y tampoco sin el 15-M, eso no significa que represente al 15-M porque éste es políticamente irrepresentable, por ser un movimiento muy diverso. El que reclame eso para sí o no ha entendido nada del 15-M o está mintiendo. Sin embargo, es verdad que el 15-M y su ciclo de protestas modificaron elementos fundamentales de nuestra cultura política, abrieron grietas en los consensos, modificaron la agenda y pusieron a las élites en la defensiva. No modificaron los equilibrios de poder en el Estado, pero por debajo, en la sociedad civil, se están empezando a producir cambios culturales muy importantes, por los cuales las diferencias entre los partidos principales cada vez importan menos; esto significa decir: “ustedes son prácticamente iguales”, porque gane el PP o el PSOE, sistemáticamente las leyes y las instituciones están a favor de grupos de poder privilegiados.
La prensa refleja su éxito electoral como impensado…
Mucha gente dice que recién aparecimos en enero y preguntan cómo conseguimos esos resultados en marzo. Fue porque enero fue la cosecha, la siembra venía de mucho tiempo atrás, de un largo ciclo de protestas, de movilizaciones y de descrédito y eso es muy importante. El voto de Podemos no es necesariamente el voto de los que se movilizaron (el 15-M). La última encuesta del CIS nos da el tercer puesto y  el segundo en intención de voto, y muestra que esa intención es muy diversa. En la intención de voto entre ejecutivos y profesionales casi empatamos con el PP. Se intentó fabricar una etiqueta de ser un voto de jóvenes enfadados y los estudios nos devuelven que es un voto transversal en edad, en categorías de ocupación y relativamente transversal en términos ideológicos.
La encuesta incluso los pone como favoritos en el voto de empresarios y altos ejecutivos…
Efectivamente, lo que demuestra que la dicotomía izquierda-derecha ya no explica lo que está sucediendo en España, eso alumbra una mayoría política de cambio en España.

¿Argentina en Default técnico? Entrevista a Pablo Miguez

por Maura Brighenti



En estos días la prensa internacional está agitando el fantasma del Default según el cual Argentina se encontraría en una debacle financiera comparable a la del 2001-2002. ¿Hay en serio un riesgo de default? ¿Y qué significa comparar la situación actual de la Argentina con la crisis producida por las políticas neoliberales de los noventa?

La crisis actual y el default del 2001 son situaciones completamente diferentes. El del 2001 era el resultado de sucesivas emisiones de deudas necesarias para mantener el sistema de la convertibilidad. El gobierno de Menen había tomado el poder en 1990 con una deuda externa total de casi 63.000 millones de dólares y dejó un pasivo de 110.000 millones, y eso después de haber implementado las reformas neoliberales y privatizado gran parte del patrimonio del Estado. De la Rúa se va del poder dejando una deuda de 144.000 millones en diciembre de 2001, de los cuales casi 70.000 fueron alcanzados por el default de diciembre de 2001.

Luego de una década neoliberal la situación externa sólo había empeorado. Las reservas caían en picada y llevaron al “corralito” de comienzos de diciembre de 2001.Se habían reducido a apenas 14000 millones de dólares así que era imposible el pago de la deuda y se declaró el default. Las reservas siguieron cayendo hasta llegar al punto crítico de apenas 8.000 millones a mediados de 2002, luego de lo cual comenzaron a recuperarse – ayudadas por la devaluación y el elevado precio de los commodities que impulsaron exportaciones- hasta alcanzar los 20.000 millones a comienzos de 2005, año del primer canje de deuda.

En este caso del default técnico no tenemos una situación ni siquiera parecida. Aquí las reservas son más que suficientes para pagar la deuda puntual requerida por este fondo buitre MNL que litiga contra Argentina en los tribunales de Nueva York. El problema es que pagar lo que pide no sólo es injusto porque se trata de un acreedor que no aceptó la reestructuración sino que por los compromisos firmados por el gobierno en los bonos que sí aceptaron la reestructuración de la deuda existe la cláusula RUFO (Rights Upon Future Offers) y además una “Ley cerrojo”, que fueron establecidas para hacer atractivo el canje a los bonistas defaulteados en 2001.

La reestructuración se hizo primero en 2005 y consistió en un canje voluntario de bonos “viejos” defaulteados por bonos nuevos por casi 82.000 millones de dólares, ya que a los 102 mil millones originales no se les reconocieron los 20.000 millones de intereses generados entre diciembre de 2001 y diciembre de 2003. El 76% de los acreedores aceptó los bonos nuevos del canje por lo que el Estado emitió nueva deuda por 35.000 millones  que equivalía a 62.000 millones de la deuda vieja, es decir, obtuvo una quita considerable de más del 43%, en una de las más grandes reestructuraciones de deuda soberana antes de Grecia en 2010. Se imponía a su vez la ley cerrojo que prohibía reabrir la negociación, con lo cual los acreedores aceptaban esa oferta o esperaban a litigar. 

El 24% que no entró al canje representaba unos 20.000 millones de dólares, entre los cuales hay fondos buitres y otros inversores. Pero en 2010 el Estado va a ofrecer una reapertura del canje, para lo cual debió “suspender” la ley cerrojo. Un 15% de los bonistas acepta, totalizando un 91% del total en 2010. Allí van a aceptar canjearse 12.200 de los 18.300 millones de deuda vieja, para lo cual se van a emitir nuevos bonos por casi 8000 millones, lo que era un descuento de más del 35% para el Estado. Como resultado de la reestructuración, sumados ambos canjes el estado retiro bonos viejos defaulteados en 2001 por 74.000 millones y emitió bonos nuevos por 43.000, con lo cual la quita total fue de casi el 42%.

Pero todavía había un 9% los bonistas que no aceptaron ninguna reestructuración sumaban casi 7000 millones al 2010, en su mayoría fondos buitres. La mayoría de ellos habían sido adquiridos en el mercado secundario, luego del default, cuando se los compraba por un valor entre el 10 y el 30% de su valor nominal.

Pero, volviendo a la pregunta, la situación actual es políticamente incomparable con la de 2001. El default de 2001 fue resultado de diez años de políticas neoliberales, donde se dieron simultáneamente procesos de privatizaciones y endeudamiento del Estado, y que se dio luego del 19 y 20 de diciembre de 2001, esto es en el marco del avance de  un ciclo de luchas contra el neoliberalismo. El estado declara el default porque no tenía recursos para pagar la deuda aunque hubiera querido hacerlo. Hoy la situación es bien distinta, aunque el volumen de las reservas internacionales viene en retroceso hay recursos más que suficientes para pagar este fallo, cuyo monto no es tan elevado, son 1600 millones. Pero el hacerlo puede producir una serie de eventos encadenados que paradójicamente, después de haber pagado mucha deuda, podrían llevar el tema de la deuda a la situación de 2001, a una verdadera imposibilidad de pago. Y aquí el gobierno habría sido empujado por un fallo judicial sorpresivo aún para los mercados financieros, ya que el acceso a los mercados de capitales estuvo casi vedado desde 2001 y la deuda se siguió pagando. Desde el punto de vista de los acreedores Argentina no puede ser considerada una rebelde. Ciertamente que en el plano interno este conflicto puntual llega en mal momento, se puede agudizar la recesión, con la inflación y los conflictos salariales en aumento tras la devaluación de enero y habrá que ver qué sucede con este caso de aquí a diciembre, donde los impedimentos de la clausula RUFO desaparecen.
En una época de hegemonía del capital financiero, ¿qué significa que el fallo de un juez de Nueva York puede llevar a la insolvencia a un país? ¿Estaríamos en frente de nuevos procesos de judicialización transnacional de las financias más allá de la intervención de los organismos internacionales de gobierno de la economía?

La dificultad del conflicto radica en que los aspectos jurídicos, económicos y políticos que atraviesa se entrecruzan, son difíciles de diferenciar y se condicionan mutuamente. Tenemos que reconocer que Hardt y Negri tenían razón cuando anticipaban que el orden mundial del Imperio se expresaba como una formación jurídica, que implicaba una nueva inscripción de la autoridad, de formas de producción de normas y solución de conflictos. Y que estos derivan en conflictos económicos y políticos de envergadura, que incluso se les pueden imponer a aquellos que supuestamente lo controlan, sea a los países desarrollados o a los propios Estados Unidos. 

En este caso, el nudo de la controversia pasa por la interpretación del sentido de la cláusula pari passu, que obliga a tratar con igualdad de trato y de pago a todos los acreedores, impidiendo que el deudor estatal elija a unos acreedores en desmedro de otros. Los fondos buitres alegan que el gobierno la viola al pagar a los bonistas reestructurados, con la quita, y no a ellos por el total de sus acreencias.

El juez Griesa les dio la razón. El gobierno ofreció pagarle a los houldouts a prorrata en los mismos términos que en el canje 2010 para garantizar así un trato igualitario. Pero estos no aceptaron

La interpretación de la cláusula de igualdad de trato en el sentido dado por Griesa sienta una jurisprudencia muy peligrosa para los Estados que quieran emitir deuda en dólares, bajo la ley norteamericana. Incluso pone en riesgo a Nueva York como plaza financiera para estas operaciones. Esto preocupa también al gobierno de Estados Unidos, que en el juicio apoyó la posición de Argentina. Pero el poder judicial nortamericano hizo oídos sordos a la posición del ejecutivo y la sentencia de Griesa fue confirmada por el tribunal de apelación y la Corte Suprema. No sólo hay que pagar por el total sino pagar primero a los fondos buitres, lo que justamente va en contra de la pari passu.

Para algunos el peligro de contagio no es tal porque luego de 2005 la mayor parte de las emisiones incluyen cláusulas “antibuitres”, las cláusulas de acción colectiva. Incluso en Nueva York, para las leyes comerciales alcanza con que el 70% de los deudores acepten un acuerdo de pago para que sea obligatorio para el 30% restante. Argentina logró el 93% de acuerdo, sólo una minoría del 7% queda afuera por propia voluntad.

Esto despertó las quejas de economistas como Stiglitz y Anne Krueger, que están muy lejos de ser críticos del capitalismo y preocupa a  los países de la eurozona y de G-20.El fallo atenta incluso contra la posibilidad de alcanzar esas mayorías ya que los acreedores optaran todos por la vía contenciosa, o incluso cabe la posibilidad que los buitres accedan al 31% de una serie de de bonos emitidos, y traben de manera definitiva toda posibilidad de reestructuración en un capitalismo financiarizado que funciona en base a deudas.

El Imperio como orden jurídico global de nivel superior debería dar cobertura a la posibilidad del capital de obtener algún tipo de renta, sea financiera, inmobiliaria, tecnológica. Desde el punto de vista del capital, es precisamente esa “superposición” -o ensamblajes, diría Sassen de orden global-imperial y Estado nacional, lo que se debería articular para la realización de las rentas del capital a nivel mundial. Esa governancese vuelve siempre sumamente compleja, como lo muestra este conflicto.
En el actual escenario pre-electoral, muchos nos preguntamos si estamos próximos al fin del ciclo kirchnerista y de un modelo de gubernamentalidad de inclusión a través del consumo. ¿Cómo lees en este contexto la reacción del gobierno argentino frente al fallo y su gestión de la cuestión de los fondos buitres?
La reacción del gobierno frente al fallo en líneas generales fue correcta. Pagar lo exigido por los buitres con el riesgo real de disparar la clásusula RUFO exponía al país a una situación aún más complicada, casi insotenible. Esta cláusula implicaba que toda mejora a algún acreedor debe extenderse a todos los otros y se extendía por 10 años, por lo cual vence el 31 de diciembre de 2014, en cuatro meses. Si se pagan los 1600 millones a MNL según la sentencia de Griesa, todo junto y en dólares, esto habilita a los restantes holdouts a pedir el mismo trato y supondría erogaciones por casi 15.000 millones, que además de ser completamente excesivas representan más de la mitad de las actuales reservas del Banco Central, que suman 28.000 millones. Pagar implicaría arriesgar la ya precaria situación económica del país. Y no sólo eso, habilita a que los hold-in, bonistas que aceptaron el canje en 2005 y 20101 interpongan demandas para ser equiparados a los buitres. Con lo cual se estima que la deuda puede ascender a la explosiva suma de 120.000 millones y además de por la borda todo el esfuerzo de estos diez años de reestructuración provocaría un colapso total de la economía.

Casi que el gobierno no tuvo más opción que hacer lo que hizo. Avenirse al pago para evitar el default era una gran irresponsabilidad en el corto plazo. Ocurre que el juez no sólo quiere obligar al pago a los buitres sino también impedir que Argentina pague a los otros bonistas reestructurados en caso de no acordar con los primeros. Entonces ahí se discute si estamos o no en default, porque el default es voluntario y en el caso de los buitres lo es pero en el de los bonistas reestructurados no. El gobierno mostró voluntad de pagar, hizo el pago al Banco de New York para que gire los fondos a los bonistas pero el juez trabó los cobros. Incluso lo hizo con los bonos de jurisdicción europea y japonesa. Es una situación inédita.

Además, Argentina le pago en 2006- al año siguiente del primer canje de deuda- la deuda al FMI de 10.000 millones de dólares con reservas de 28.000 y viene pagando deuda desde 2005. Y con todo eso su ratio Deuda/PBI es mejor que el de muchos países de la eurozona. No se trata de un deudor en rebeldía ni mucho menos.

Pero esto complica también el frente interno, que ya venía convulsionado por la recesión y el crecimiento inflacionario. La estrategia de búsqueda de inversiones avanzada por el gobierno desde enero, por lo cual arreglo los conflicto en el CIADI por 677 millones de dólares, pagó la indemnización a Repsol por la estatización de YPF (5.000 millones en bonos) y la deuda con el Club de París (9.700 millones de dólares en bonos). La situación se ve empeorada seriamente. Se requerirá un ajuste aún mayor. El gobierno quiere dar muestra que el percance judicial de los holdouts no tiene efectos reales graves. De hecho, su impacto fue más moderado de lo esperado. Hay que ver como se desenvuelven los hechos y que pasa el 1 de enero de 2015, cuando haya vencido la cláusula RUFO y se pueda pagar a los buitres sin riesgos de contagio. Habrá que ver que deciden entonces pero primero hay que ver como se pasa el invierno…
En el marco de la transnacionalización, financierización y judicialización de la economía, ¿qué papel pueden tener las políticas de integración económica regional y los Brics?

Es muy prematuro para hacer un diagnóstico. Como estrategia de acumulación de poder con la mira puesta en un enfrentamiento diplomático con Estados Unidos es una oportunidad de sumarse del lado de los que lo desafían en el orden multipolar. Como recurso para financiamiento alternativo ante la imposibilidad de tomar deuda en el corto plazo la creación del Banco de Desarrollo es muy reciente y estaría funcionado en 2016. Además es para préstamos de infraestructura.

Pero pensando en el largo plazo los especialistas dicen que el Banco de los BRICS impondría condicionalidades diferentes a  las del FMI o el Banco Mundial. China no intentaría condicionar la política fiscal o la monetaria pero si busca imponer cláusulas para asegurarse aprovisionamiento de las materias primas. Hay que notar que entre 2000 y 2010 el comercio entre China y América Latina creció 5 veces, de 60 a300 mil millones de dólares y la inversión extranjera pasó de casi inexistente a 60.000 millones de dólares. Los sectores promovidos por los préstamos en infraestructura pueden ser precisamente aquellos ligados al extractivismo.

Por más que se proponga para proyectos de los países miembros, Asia y África y América Latina el bloque tampoco estaría en condiciones por ahora de ofrecer el yuan o una moneda común como alternativa al dólar. Por otro lado, el fondo anticíclico, un fondo de reservas de 100.000 millones para solventar problemas financieros o de balanza de pagos requerirá cierto tiempo para una efectiva implementación y no están claros sus alcances aún. En fin, son iniciativas interesantes pero es muy temprano para evaluarlas. 

Entrevista a Michel Foucault: La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad

por Revista Concordia 
(1984)

Concordia: Ante todo, nos gustaría saber cuál es el objeto de su reflexión en la actualidad. Hemos seguido el desarrollo de sus últimos análisis y, concretamente, su curso en el Colegio de Francia del año 1982 sobre la hermenéutica del sujeto y nos gustaría saber si su preocupación filosófica actual sigue estando determinado por el eje subjetividad-verdad.

Foucault: En realidad ese fue siempre mi problema, incluso si he formulado de un modo un poco distinto el marco de esta reflexión. Siempre he pretendido saber cómo el sujeto humano entraba en los juegos de verdad, y ello tanto si se trataba de juegos de verdad que adoptan la forma de una ciencia, o que adoptan un modelo científico, como si se trataba de aquellos otros que se pueden encontrar en instituciones o en prácticas de control. Ese es el objeto de mi trabajo en Las palabras y las cosas, en donde he intentado ver cómo en los discursos científicos el sujeto humano va a ser definido como individuo que habla, que vive y que trabaja. En los cursos del Colegio de Francia he puesto de relieve esta problemática en su generalidad.

Concordia: ¿No se ha producido un «salto» entre su problematización anterior y la de la subjetividad/verdad, concretamente a partir del concepto de «cuidado de uno mismo»?

Foucault: El problema de las relaciones existentes entre el sujeto y los juegos de verdad yo lo había enfocado hasta entonces bien a partir de prácticas coercitivas – tales como la psiquiatría y el sistema penitenciario –, bien bajo la forma de juegos teóricos o científicos – tales como el análisis de las riquezas, del lenguaje o del ser viviente –. Ahora bien, en mis cursos en el Colegio de Francia he intentado captar este problema a través de lo que podría denominarse una práctica de sí mismo que es, a mi juicio, un fenómeno bastante importante en nuestras sociedades desde la época greco-romana – pese a que no haya sido estudiado –. Estas prácticas de sí mismo han tenido en la civilización griega y romana una importancia, y sobre todo una autonomía, mucho mayores de lo que tuvieron posteriormente cuando se vieron asumidas, en parte, por instituciones religiosas, pedagógicas, de tipo médico y psiquiátrico.

Concordia: Se ha producido por tanto en la actualidad una especie de desplazamiento: estos juegos de verdad ya no tienen tanto que ver con una práctica coercitiva, cuanto con una práctica de auto-formación del sujeto.

Foucault: Así es. Estamos ante lo que se podría denominar una práctica ascética, confiriendo al ascetismo un sentido muy general, es decir, no tanto el sentido de una moral de renuncia, cuanto el ejercicio de uno sobre sí mismo mediante el cual se intenta elaborar, transformar, y acceder, a un cierto modo de ser. Entiendo pues el ascetismo en un sentido más general que el que le ha conferido, por ejemplo, Max Weber, pero, pese a todo, mi análisis va en cierto modo en la misma línea de Weber.

Concordia: Se trata de un trabajo de uno sobre si mismo que puede ser comprendido como una determinada liberación, como un proceso de liberación.

Foucault: Tendríamos que ser en lo que se refiere a esto un poco más prudentes. Siempre he desconfiado un tanto del tema general de la liberación, en la medida en que, si no lo tratamos con algunas precauciones y en el interior de determinados límites, se corre el riesgo de recurrir a la idea de que existe una naturaleza o un fondo humano que se ha visto enmascarado, alienado o aprisionado en y por mecanismos de represión como consecuencia de un determinado número de procesos históricos, económicos y sociales. Si se acepta esta hipótesis, bastaría con hacer saltar estos cerrojos represivos para que el hombre se reconciliase consigo mismo, para que se reencontrase con su naturaleza o retomase el contacto con su origen y restaurase una relación plena y positiva consigo mismo. Me parece que este es un planteamiento que no puede ser admitido así, sin mas, sin ser previamente sometido a examen. Con esto no quiero decir que la liberación, o mejor, determinadas formas de liberación, no existan: cuando un pueblo colonizado intenta liberarse de su colonizador, estamos ante una práctica de liberación en sentido estricto. Pero sabemos muy bien que, también en este caso concreto, esta práctica de liberación no basta para definir las prácticas de libertad que serán a continuación necesarias para que este pueblo, esta sociedad y estos individuos, puedan definir formas válidas y aceptables de existencia o formas mas válidas y aceptables en lo que se refiere a la sociedad política. Por esto insisto más en las prácticas de libertad que en los procesos de liberación que, hay que decirlo una vez más, tienen su espacio, pero que no pueden por sí solos, a mi juicio, definir todas las formas prácticas de libertad. Nos encontramos ante un problema que me he planteado precisamente en relación con la sexualidad: ¿tiene sentido decir liberemos nuestra sexualidad? El problema ¿no consiste más bien en intentar definir las prácticas de libertad a través de las cuales se podría definir lo que es el placer sexual, las relaciones eróticas, amorosas y pasionales con los otros? Este problema ético de la definición de las prácticas de libertad me parece que es mucho más importante que la afirmación, un tanto manida, de que es necesario liberar la sexualidad o el deseo.

Concordia: ¿El ejercicio de las prácticas de libertad no exige un cierto grado de liberación?

Foucault: Sí, por supuesto. Por eso hay que introducir la noción de dominación. Los análisis que intento hacer se centran fundamentalmente en las relaciones de poder. Y entiendo por relaciones de poder algo distinto de los estados de dominación. Las relaciones de poder tienen una extensión extraordinariamente grande en las relaciones humanas. Ahora bien, esto no quiere decir que el poder político esté en todas partes, sino que en las relaciones humanas se imbrica todo un haz de relaciones de poder que pueden ejercerse entre individuos, en el interior de una familia, en una relación pedagógica, en el cuerpo político, etc. Este análisis de las relaciones de poder constituye un campo extraordinariamente complejo. Dicho análisis se encuentra a veces con lo que podemos denominar hechos o estado de dominación en los que las relaciones de poder en lugar de ser inestables y permitir a los diferentes participantes una estrategia que las modifique, se encuentran bloqueadas y fijadas. Cuando un individuo o un grupo social consigue bloquear un campo de relaciones de poder haciendo de estas relaciones algo inmóvil y fijo, e impidiendo la mínima reversibilidad de movimientos – mediante instrumentos que pueden ser tanto económicos como políticos o militares –, nos encontramos ante lo que podemos denominar un estrado de dominación. Es cierto que en una situación de este tipo las prácticas de libertad no existen o existen sólo unilateralmente, o se ven recortadas y limitadas extraordinariamente. Estoy de acuerdo con usted en que la liberación es en ocasiones la condición política o histórica para que puedan existir prácticas de libertad. Si consideramos, por ejemplo, la sexualidad, es cierto que han sido necesarias una serie de liberaciones en relación con el poder del macho, que ha sido preciso liberarse de una moral opresiva que concierne tanto a la heterosexualidad como a la homosexualidad: pero esta liberación no permite que surja una sexualidad plena y feliz en la que el sujeto habría alcanzado al fin una relación completa y satisfactoria. La liberación abre un campo a nuevas relaciones de poder que hay que controlar mediante prácticas de libertad.

Concordia: ¿No podría la liberación en sí misma ser un modo o una forma de práctica de la libertad?

Foucault: Sí, así es en un determinado número de casos. Existen casos en los que en efecto la liberación y la lucha de liberación son indispensables para la práctica de la libertad. En lo que se refiere a la sexualidad, por ejemplo – y lo digo sin ánimo de polemizar, ya que no me gustan las polémicas –, creo que en la mayor parte de los casos son infecundas. Existe un esquema reichiano, derivado de una cierta forma de leer a Freud, que supone que el problema es un problema únicamente de liberación. Para decirlo un tanto esquemáticamente, existiría el deseo, la pulsión, la prohibición, la represión, la interiorización, y el problema se resolvería haciendo saltar todas estas prohibiciones, es decir, liberándose. En este planteamiento – y soy consciente de que caricaturizo posiciones más interesantes y matizadas de numerosos autores – está totalmente ausente el problema ético de la práctica de la libertad: ¿Cómo se puede practicar la libertad? En lo que se refiere a la sexualidad es evidente que es únicamente a partir de la liberación del propio deseo como uno sabrá conducirse éticamente en las relaciones de placer con los otros.

Concordia: Usted dice que es necesario practicar la libertad éticamente.

Foucault: Sí, porque en realidad ¿qué es la ética sino la práctica de la libertad, la práctica reflexiva de la libertad?

Concordia: ¿Quiere esto decir que usted entiende la libertad como una realidad ética en sí misma?

Foucault: La libertad es la condición ontológica de la ética; pero la ética es la forma reflexiva que adopta la libertad.

Concordia: ¿Es la ética aquello que se lleva a cabo en la búsqueda o en el cuidado de uno mismo?

Foucault: El cuidado de uno mismo ha sido, en el mundo greco-romano, el modo mediante el cual la libertad individual – o la libertad cívica hasta un cierto punto – ha sido pensada como ética. Si usted consulta toda una serie de textos que van desde los primeros diálogos platónicos hasta los grandes textos del estoicismo tardío – Epicteto, Marco Aurelio, etc. – podrá comprobar que este tema del cuidado de uno mismo ha atravesado realmente toda la reflexión moral. Es interesante ver cómo en nuestras sociedades, por el contrario, el cuidado de uno mismo se ha convertido, a partir de un cierto momento – y es muy difícil saber exactamente desde cuándo – en algo un tanto sospechoso. Ocuparse de uno mismo ha sido, a partir de un determinado momento, denunciado casi espontáneamente como una forma de egoísmo o de interés individual en contradicción con el interés que es necesario prestar a los otros o con el necesario sacrificio de uno mismo. Esto ha tenido lugar durante el cristianismo, pero no me atrevería a afirmar que se deba pura y simplemente al cristianismo. La cuestión es mucho más compleja porque en el cristianismo procurar la salvación es también una manera de cuidar de uno mismo. Pero la salvación se efectúa en cristianismo a través de la renuncia a uno mismo. Se produce así una paradoja del cuidado de sí en el cristianismo, pero éste es otro problema. Para volver a la cuestión que usted planteaba, creo que entre los griegos y los romanos – sobre todo entre los griegos –, para conducirse bien, para practicar la libertad como era debido, era necesario ocuparse de sí, cuidar de sí, a la vez para conocerse – y éste es el aspecto más conocido delgnothi seauton – y para formarse, para superarse a sí mismo, para controlar los apetitos que podrían dominarnos. La libertad individual era para los griegos algo muy importante – contrariamente a lo que comúnmente se dice, inspirándose más o menos en Hegel, de que la libertad del individuo carecía de importancia ante la hermosa totalidad de la ciudad –: no ser esclavo (de otra ciudad, de los que os rodean, de los que os gobiernan, de vuestras propias pasiones) era un tema absolutamente fundamental. La preocupación por la libertad ha sido un problema esencial, permanente, durante los ocho magnos siglos de la cultura clásica. Existió entonces toda una ética que ha girado en torno al cuidado de sí y que proporciona a la ética clásica su forma tan particular. No pretendo afirmar con esto que la ética sea el cuidado de sí, sino que, en la Antigüedad, la ética, en tanto que práctica reflexiva de la libertad, ha girado en torno a este imperativo fundamental: «cuida de ti mismo«.

Concordia: Imperativo que implica la asimilación de los logoi, de las verdades.

Foucault: Sin duda, uno no puede cuidar de sí sin conocer. El cuidado de sí es el conocimiento de sí – en un sentido socrático-platónico –, pero es también el conocimiento de un cierto número de reglas de conducta o de principios que son a la vez verdades y prescripciones. El cuidado de sí supone hacer acopio de estas verdades: y es así como se ven ligadas la ética y el juego de la verdad.

Concordia: Usted afirma que se trata de hacer de esta verdad aprendida, memorizada y progresivamente aplicada un semi-sujeto que reine soberanamente en el interior de cada uno. ¿Qué estatuto tendría este semi-sujeto?

Foucault: En la corriente platónica, al menos según el final del Alcibíades, el problema para el sujeto, para el alma individual, es volverse hacia sí mismo para reconocerse en lo que es, y reconociéndose en lo que es, recordar las verdades que le son similares y que ha podido contemplar. En cambio, en la corriente que se puede denominar, globalmente, estoica, el problema consiste más bien en aprender, en servirse de la enseñanza de un determinado número de verdades, de doctrinas, entre las cuales unas son los principios fundamentales y las otras reglas de conducta. Se trata de operar de tal modo que estos principios os digan en cada situación y en cierto modo espontáneamente, cómo tenéis que comportaros. Encontramos aquí una metáfora que no proviene de los estoicos sino de Plutarco, que dice: Es necesario que hayáis aprendido los principios de una forma tan constante que, cuando vuestros deseos, vuestros apetitos, vuestros miedos se despierten como perros que ladran, el Logos hable en vosotros como la voz del amo que con un solo grito sabe acallar a los perros. Es ésta la idea de un Logos que en cierto modo podrá funcionar sin que vosotros tengáis que hacer nada: vosotros os habréis convertido en el Logos o el Logos se habrá convertido en vosotros mismos.

Concordia: Podríamos volver a la cuestión de las relaciones entre la libertad y la ética. Cuando usted afirma que la ética es la parte reflexiva de la libertad ¿quiere decir que la libertad puede cobrar conciencia de sí misma como práctica ética? ¿Es en su conjunto y siempre una libertad por decirlo así moralizada, o es necesario un trabajo sobre sí mismo para descubrir esta dimensión ética de la libertad?

Foucault: Los griegos, en efecto, problematizaban su libertad, la libertad del individuo, para convertirla en un problema ético. Pero la ética en el sentido en que podían entenderla los griegos, el ethos, era la manera de ser y de conducirse. Era un cierto modo de ser del sujeto y una determinada manera de comportarse que resultaba perceptible a los demás. El ethos de alguien se expresaba a través de su forma de vestir, de su aspecto, de su forma de andar, a través de la calma con la que se enfrentaba a cualquier suceso, etc. En esto consistía para ellos la forma concreta de la libertad: es así como problematizaban su libertad. El que tiene un ethos noble, un ethos que puede ser admirado y citado como ejemplo, es alguien que practica la libertad de una cierta manera. No creo que sea necesaria una conversión para que la libertad sea pensada como ethos, sino que la libertad es directamente problematizada como ethos. Pero para que esta práctica de la libertad adopte la forma de un ethos que sea bueno, bello, honorable, estimable, memorable, y que pueda servir de ejemplo, es necesario todo un trabajo de uno sobre sí mismo.

Concordia: Y ¿es en este punto en donde usted sitúa el análisis del poder?

Foucault: Me parece que en la medida en que la libertad significa, para los griegos, la no-esclavitud – lo que constituye sin duda una definición de la libertad bastante alejada de la nuestra –, el problema es un problema totalmente político. Es político en la medida en que la no-esclavitud es a los ojos de los demás una condición: un esclavo no tiene ética. La libertad es pues en sí misma política. Y además, es también un modelo político en la medida en que ser libre significa no ser esclavo de sí mismo ni de los propios apetitos, lo que implica que uno establece en relación consigo mismo una cierta relación de dominio, de señorío, que se llamaba arché, poder, mando.

Concordia: El cuidado de sí es, como usted ha dicho, el cuidado de los otros, en cierto modo. En este sentido es siempre ético, es ético en sí mismo.

Foucault: Para los griegos no es ético porque implique el cuidado de los otros. El cuidado de sí es ético en sí mismo: pero implica relaciones complejas con los otros, en la medida en que este ethos de la libertad es también una manera de ocuparse de los otros. Y es por ello por lo que es importante para un hombre libre, que se conduce como tal, saber gobernar a su mujer, a sus hijos, su casa. Nos encontramos así también con el arte de gobernar. El ethos implica también una relación para con los otros, en la medida en que el cuidado de sí convierte a quien lo posee en alguien capaz de ocupar en la ciudad, en la comunidad, o en las relaciones interindividuales, el lugar que conviene – ya sea para ejercer una magistratura o para establecer relaciones de amistad –. Y, además, el cuidado de sí implica también una relación al otro en la medida en que, para ocuparse bien de sí, es preciso escuchar las lecciones de un maestro. Uno tiene necesidad de un guía, de un consejero, de un amigo, de alguien que nos diga la verdad. De este modo el problema de las relaciones con los demás está presente a lo largo de todo este desarrollo del cuidado de sí.

Concordia: El cuidado de sí tiene siempre como objetivo el bien de los otros: tiende a gestionar bien el espacio de poder que está presente en toda relación, es decir, gestionarlo en el sentido de la no-dominación. ¿Cuál puede ser, en este contexto, el papel del filósofo, de aquel que se ocupa del cuidado de los otros?

Foucault: Partamos como ejemplo de Sócrates: es él quien interpela a la gente de la calle, o a los jóvenes del gymnasio, diciéndoles: ¿Te ocupas de ti mismo? Los dioses le han encargado hacerlo, es su misión, misión que no abandonará nunca, ni siquiera en el momento en que es amenazado de muerte. Y es sin duda el hombre que se preocupa del cuidado de los otros quien adopta la posición particular del filósofo. Pero en el caso, digamos simplemente, del hombre libre, me parece que el postulado de toda esta moral era que aquel que cuidaba de sí mismo como era debido se encontraba por este mismo hecho en posición de conducirse como es debido en relación a los otros y para los otros. Una ciudad en la que todo el mundo cuidase de sí mismo como es debido sería una ciudad que funcionaría bien y que encontraría así el principio de su perpetuación. Pero no creo que pueda decirse que el hombre griego que cuida de sí deba en primer lugar cuidar de los otros. Este tema no intervendrá, me parece, hasta más tarde. No se trata de hacer pasar el cuidado de los otros a un primer plano anteponiéndolo al cuidado de sí; el cuidado de sí es éticamente lo primero, en la medida en que la relación a uno mismo es ontológicamente la primera.

Concordia: ¿Este cuidado de sí, que posee un sentido ético positivo, podría ser comprendido como una especie de conversión del poder?

Foucault: Una conversión, si. Es en efecto una manera de controlarlo y delimitarlo, ya que, si bien es cierto que la esclavitud es el gran riesgo al que se opone la libertad griega, existe también otro peligro, que se manifiesta a primera vista como lo inverso de la esclavitud: el abuso de poder. El abuso de poder uno desborda lo que es el ejercicio legítimo de su poder e impone a los otros su fantasía, sus apetitos, sus deseos. Nos encontramos aquí con la imagen del tirano o simplemente del hombre poderoso y rico, que se aprovecha de esta pujanza y de su riqueza para abusar de los otros, para imponerles un poder indebido. Pero uno se da cuenta – en todo caso es lo que afirman los filósofos griegos – de que este hombre es en realidad esclavo de sus apetitos. Y el buen soberano es aquel precisamente que ejerce el poder como es debido, es decir, ejerciendo al mismo tiempo su poder sobre sí mismo. Y es justamente el poder sobre sí mismo el que va a regular el poder sobre los otros.

Concordia: El cuidado de sí, desgajado del cuidado de los otros ¿no corre el riesgo de absolutizarse? ¿Esta absolutización del cuidado de sí no podría convertirse en una forma de poder sobre los otros, en el sentido de la dominación del otro?

Foucault: No, porque el peligro de dominar a los otros y de ejercer sobre ellos un poder tiránico no viene precisamente más que del hecho de que uno cuida de sí y por tanto se ha convertido en esclavo de sus deseos. Pero si uno se ocupa de sí como es debido, es decir, si uno sabe ontológicamente quién es, si uno es consciente de lo que es capaz, si uno conoce lo que significa ser ciudadano de una ciudad, ser señor de su casa en un oikos, si sabe qué cosas debe temer y aquellas a los que no debe temer, si sabe qué es lo que debe esperar y cuáles son las cosas, por el contrario, que deben de serle completamente indiferentes, si sabe, en fin, que no debe temer a la muerte, pues bien, si sabe todo esto, no puede abusar de su poder en relación con los demás. No existe por tanto peligro.

La idea, tal como usted la formula, aparecerá mucho más tarde, cuando el amor de sí mismo se convierta en algo sospechoso y sea percibido como una de las posibles raíces de las diferentes faltas morales. En este nuevo contexto, el cuidado de si tendrá como forma primera la renuncia de uno a sí mismo. Se encuentra esta idea de forma bastante clara en el Tratado de la virginidad de Gregorio de Nisa, en donde figura la noción de cuidado de sí, la epimeleia heautou, definida esencialmente como renuncia a todos los lazos terrenales, como renuncia a todo lo que pueda ser amor de sí, apego a este mundo. Pero yo creo que en el pensamiento gringo y romano el cuidado de sí no puede tender a este amor exagerado de sí que llevaría a abandonar a los otros o, lo que es peor, a abusar del poder que se pueda tener sobre ellos.

Concordia: ¿Se trata entonces de un cuidado de uno mismo que, pensando en sí, piensa en el otro?

Foucault: Sí, efectivamente. El que cuida de sí hasta el punto de saber exactamente cuáles son sus deberes como señor de la casa, como esposo o como padre será también capaz de mantener con su mujer y sus hijos la relación debida.

Concordia: Pero, ¿no juega la condición humana, en el sentido de finitud, un papal muy importante? Usted se ha referido a la muerte: ¿cuando no se tiene miedo a la muerte, no se puede abusar del poder que se tiene sobre los otros? El problema de la finitud me parece muy importante: el miedo a la muerte, a la finitud, a ser herido, está en el corazón mismo del cuidado de sí.

Foucault: Sin duda. Y por eso el cristianismo, al introducir la salvación como salvación en el más allá, va en cierta medida a desequilibrar o, en todo caso, a trastocar completamente, toda esta temática del cuidado de uno mismo pese a que, y lo repito una vez más, buscar la salvación significa también cuidar de uno mismo. Pero en el cristianismo la condición para lograr la salvación va a ser precisamente la renuncia. Por el contrario, en el caso de los griegos y de los romanos, dado que uno se preocupa de sí en su propia vida, y puesto que la reputación que uno deje en este mundo es el único mas allá del que puede ocuparse, el cuidado de sí puede entonces estar por completo centrado en sí mismo, en lo que uno hace, en el puesto que ocupa entre los otros; podrá estar totalmente centrado en la aceptación de la muerte – lo que será muy evidente en el estoicismo tardío –, preocupación que incluso, hasta cierto punto, podrá convertirse casi en un deseo de muerte. Al mismo tiempo, esta preocupación, si bien no equivale a un cuidado de los otros, sí equivale al menos a una preocupación acerca de lo que será beneficioso para ellos. Es interesante comprobar, en el caso de Séneca por ejemplo, la importancia que adquiere esté tema: apresurémonos a envejecer, apresurémonos a ir hacia el final, ya que nos permitirá encontrarnos con nosotros mismos. Esta especie de momento anterior a la muerte, en el que ya no puede suceder nada, es diferente del deseo de muerte que encontraremos entre los cristianos, quienes esperan de la muerte la salvación. En Séneca es más bien como un movimiento para precipitar la existencia de forma que ante uno ya no quede más que la posibilidad de la muerte.

Concordia: Le propongo ahora pasar a otro tema. En los cursos del Colegio de Francia usted ha hablado de las relaciones entre poder y saber: ahora habla de las relaciones entre sujeto y verdad. ¿Existe una complementariedad entre estos dos pares de nociones, poder/saber y sujeto/verdad?

Foucault: El problema que siempre me ha interesado, como he señalado al principio, es el problema de las relaciones existentes entre sujeto y verdad: ¿Cómo entra el sujeto a formar parte de una determinada interpretación, representación, de verdad? La primera cuestión que me he planteado ha sido: ¿Cómo ha sido posible, por ejemplo, que la locura haya sido problematizada, a partir de un momento preciso y tras toda una serie de procesos, en tanto que enfermedad, respondiendo a un tipo determinado de medicina? ¿Qué lugar se le ha asignado al sujeto loco en este juego de verdad definido por un saber o un modelo médico? Al realizar este análisis me di cuenta de que, contrariamente a lo que constituía una costumbre en este momento – en los comienzos de los años 60 –, no era simplemente recurriendo a la ideología como se podía dar cuenta de este fenómeno. Existían, de hecho, prácticas – y muy especialmente esa importancia práctica del internamiento que se había desarrollado desde comienzos del siglo XVII y que había sido la condición para la inserción del sujeto loco en este tipo de juego de verdad – que me reenviaban mucho más al problema de las instituciones de poder que al problema de la ideología. Y fue de este modo como tuve que plantear el problema de las relaciones poder/saber, un problema que no es para mí el fundamental, sino más bien un instrumento que me permite analizar, de la forma que me parece más precisa, el problema de las relaciones existentes entre sujeto y juegos de verdad.

Concordia: Pero usted suele oponerse a que se hable del sujeto en general.

Foucault: No, no me he opuesto; quizá no lo he dicho de forma adecuada. Lo que he rechazado era precisamente que se partiese de una teoría del sujeto previa – como la elaborada por ejemplo por la fenomenología o por el existencialismo – y que, a partir de esta teoría del sujeto, se plantease la cuestión de saber, por ejemplo, cómo era posible una determinada forma de conocimiento. Lo que he intentado mostrar es cómo, en el interior de una determinada forma de conocimiento, el sujeto mismo se constituía en sujeto loco o sano, delincuente o no delincuente, a través de un determinado número de prácticas que eran juegos de verdad, prácticas de poder, etc. Era necesario rechazar una determinada teoría a priori del sujeto para poder realizar este análisis de las relaciones que pueden existir entre la constitución del sujeto, y los juegos de verdad, las prácticas de poder, etc.

Concordia: ¿Quiere esto decir que el sujeto no es una sustancia?

Foucault: No, no es una sustancia; es una forma, y esta forma no es sobre todo ni siempre idéntica a sí misma. Usted, por ejemplo, no tiene respecto a usted mismo el mismo tipo de relaciones cuando se constituye en un sujeto político, que va a votar o que toma la palabra en una asamblea, que cuando intenta realizar su deseo en una relación sexual. Existen, sin duda, relaciones e interferencias entre estas diferentes formas de sujeto, pero no estamos ante el mismo tipo de sujeto. En cada caso, se juegan, se establecen respecto a uno mismo formas de relaciones diferentes. Y es precisamente la constitución histórica de estas diferentes formas de sujeto, en relación con los juegos de verdad, lo que me interesa.

Concordia: Pero el sujeto loco, enfermo, delincuente – incluso quizá el sujeto sexual – era un sujeto que era el objeto de un discurso teórico, un sujeto digamos pasivo, mientras que el sujeto al que usted se refiere en los dos últimos años en sus cursos del Colegio de Francia es un sujeto activo, políticamente activo. El cuidado de si afecta a todos los problemas de la práctica política, de gobierno, etc. Podría pensarse que se produce en usted un cambio tanto de perspectiva, cuanto de problemática.

Foucault: Es cierto, por ejemplo, que la constitución del sujeto loco puede en efecto ser considerada como la consecuencia de un sistema coercitivo – el sujeto pasivo –, pero usted sabe también que el sujeto loco es un sujeto no-libre y que justamente el enfermo mental se constituye como sujeto loco en relación y frente a aquel que lo declara loco. La histeria, que ha sido tan importante en la historia de la psiquiatría y en el mundo manicomial del siglo XIX, me parece que es la ilustración misma de la manera en que el sujeto se constituye en sujeto loco. Y no es una casualidad que los grandes fenómenos de histeria se hayan observado precisamente en aquellos lugares donde existía un máximo de coacción para impedir que los individuos se constituyesen en sujetos locos. Por otra parte, e inversamente, diría que, si bien ahora me intereso en efecto por cómo el sujeto se constituye de una forma activa, a través de las prácticas de sí, estas prácticas no son sin embargo algo que se invente el individuo mismo. Constituyen esquemas que él encuentra en su cultura y que le son propuestos, sugeridos, impuestos por su cultura, su sociedad y su grupo social.

Concordia: Parecería que existe una especie de deficiencia en su problematización, a saber, la concepción de una resistencia al poder. La resistencia al poder supone un sujeto muy activo, preocupado de sí y de los otros, un sujeto responsable por tanto política como filosóficamente.

Foucault: Esto nos lleva al problema de lo que entiendo por poder. No empleo casi nunca de forma aislada el término poder, y si lo hago alguna vez, es con fin de abreviar la expresión que utilizo siempre: relaciones de poder. Pero existen esquemas ya establecidos, y así, cuando se habla de poder, la gente piensa inmediatamente en una estructura política, en un gobierno, en una clase social dominante, en el señor frente al esclavo, etc. Pero no es en absoluto en esto en lo que yo pienso cuando hablo de relaciones de poder. Me refiero a que en las relaciones humanas, sean cuales sean – ya se trata de una comunicación verbal, como la que estamos teniendo ahora, o de relaciones amorosas, institucionales o económicas – el poder está siempre presente: me refiero a cualquier tipo de relación en la que uno intenta dirigir la conducta del otro. Estas relaciones son por tanto relaciones que se pueden encontrar en situaciones distintas y bajo diferentes formas; estas relaciones de poder son relaciones móviles, es decir, pueden modificarse, no están determinadas de una vez por todas. El hecho, por ejemplo, de que yo sea más viejo y de que al inicio de la entrevista usted estuviese un poco intimidado, puede dar un giro, a lo largo de la conversación, y ser yo quien que me sienta intimidado ante alguien que, precisamente, es más joven. Las relaciones de poder son por tanto móviles, reversibles, inestables. Y es preciso subrayar que no pueden existir relaciones de poder más que en la medida en que los sujetos son libres. Si uno de los dos estuviese completamente a disposición del otro y se convirtiese en una cosa suya, en un objeto sobre el que se puede ejercer una violencia infinita e ilimitada, no existirían relaciones de poder. Es necesario pues, para que se ejerza una relación de poder, que exista al menos un cierto tipo de libertad por parte de las dos partes. Incluso cuando la relación de poder está completamente desequilibrada, cuando realmente se puede decir que uno tienetodo el poder sobre el otro, el poder no puede ejercerse sobre el otro más que en la medida en que le queda a este último la posibilidad de matarse, de saltar por la ventana o de matar al otro. Esto quiere decir que en las relaciones de poder existen necesariamente posibilidades de resistencia, ya que si no existiesen posibilidades de resistencia – de resistencia violenta, de huida, de engaño, de estrategias de inversión de la situación – no existirían relaciones de poder. Al ser ésta la forma general que adoptan las relaciones de poder me resisto a responder a la pregunta que a veces me plantean: ¿si el poder está presente entonces no existe libertad? La respuesta es: si existen relaciones de poder a través de todo el campo social, es porque existen posibilidades de libertad en todas partes. No obstante, hay que señalar que existen efectivamente estados de dominación. En muchos casos, las relaciones de poder son fijas de tal forma que son perpetuamente disimétricas y que el margen de libertad es extremadamente limitado. Para poner un ejemplo, sin duda muy esquemático, en la estructura conyugal tradicional de la sociedad de los siglos XVIII y XIX, no puede decirse que sólo existía el poder del hombre: la mujer podía hacer toda una serie de cosas: engañarlo, sustraerle con maña dinero, negarse a tener relaciones sexuales. Subsistía sin embargo un estado de dominación, en la medida en que todas estas resistencias constituían un cierto número de astucias que no llegaban nunca a invertir la situación. En los casos de dominación – económica, social, institucional o sexual – el problema es en efecto saber dónde va a formarse la resistencia. ¿Va a formarse, por ejemplo, en una clase obrera que va a resistir a la dominación política – en el sindicato, en el partido – y bajo qué forma – huelga, huelga general, revolución, lucha parlamentaria –? En una situación como esta de dominación es necesario responder a todas estas cuestiones de forma específica, en función del tipo y de la forma concreta que adopta en cada caso la dominación. Pero la afirmación: usted ve poder por todas partes; en consecuencia no existe lugar para la libertad, me parece absolutamente inadecuada. No se me puede atribuir la concepción de que el poder es un sistema de dominación que lo controla todo y que no deja ningún espacio para la libertad.

Concordia: Se refería antes al hombre libre y al filósofo, como dos modalidades diferentes del cuidado de uno mismo. El cuidado de sí del filósofo tendría una cierta especificidad y no se confundiría con el del hombre libre.

Foucault: Diría que se trata de dos posiciones diferentes en el cuidado de uno mismo, más que de dos formas del cuidado de sí; creo que el cuidado de sí es el mismo en su forma, pero que en cuanto a la intensidad, al grado de celo con el que uno se ocupa de sí – y en consecuencia también de los otros – el puesto que ocupa el filósofo no es el mismo que el de cualquier hombre libre.

Concordia: ¿Se podría pensar entonces que existe una relación fundamental entre filosofía y política?

Foucault: Sí, sin duda. Me parece que las relaciones entre filosofía y política son permanentes y fundamentales. Si se considera el cuidado de uno mismo en el pensamiento griego, esta relación es evidente. Y bajo una forma además muy completa: por una parte está el ejemplo de Sócrates – y de Platón en elAlcibíades y de Jenofonte en las Memorables –, que interpela a los jóvenes diciéndoles: Mira, tú, tú que quieres llegar a ser un hombre político, que quieres gobernar la ciudad, que quieres ocuparte de los otros, pero que no te ocupas de ti mismo, tú serás un mal gobernante. En esta perspectiva, el cuidado de uno mismo aparece como una condición pedagógica, ética y también ontológica, para llegar a ser un buen gobernante. Constituirse en sujeto que gobierna implica que uno se haya constituido en sujeto que se ocupa de sí. Pero por otra parte está también el Sócrates que dice en la ApologíaYo, interpelo a todo el mundo, porque todo el mundo tiene que ocuparse de sí mismo; a lo que añade justo a continuación: Y al hacer esto presto el mayor servicio a la ciudad, y en vez de castigarme, deberíais de recompensarme, recompensarme mejor que un vencedor de los Juegos Olímpicos. Existe por tanto una implicación muy fuerte entre filosofía y política, que se desarrollará más adelante cuando la filosofía no sólo se preocupe del alma de los ciudadanos, sino también del alma del príncipe. El filósofo se convierte en el consejero, el pedagogo, y el director de la conciencia del príncipe.

Concordia: ¿Podrá convertirse esta problemática del cuidado de uno mismo en el corazón de un nuevo pensamiento político, de una política distinta a la que consideramos hoy?

Foucault: Confieso que no he avanzado en esta dirección y me gustaría acercarme a problemas más contemporáneos, con el fin de tratar de ver qué se puede hacer con todo esto en la problemática política actual. Pero tengo la impresión de que en el pensamiento político del siglo XIX – y posiblemente sería preciso remontarse más allá, a Rousseau y a Hobbes – se ha pensado el sujeto político esencialmente como sujeto de derecho, ya sea en términos naturalistas, ya sea en términos de derecho positivo. En cambio, me parece que la cuestión del sujeto ético no tiene mucho espacio en el pensamiento político contemporáneo. En fin, no me gusta responder a cuestiones que no he examinado; me gustaría por tanto retomar las cuestiones que he abordado a través de la cultura antigua.

Concordia: ¿Qué relación existía entre la vía de la filosofía, que conduce al conocimiento de sí, y la vía de la espiritualidad?

Foucault: Por espiritualidad entiendo – circunscribiendo esta definición este período histórico – lo que se refiere precisamente al acceso del sujeto a un cierto modo de ser y las transformaciones que debe de sufrir en sí mismo para acceder a este modo de ser. Creo que en la espiritualidad antigua existía, o casi existía, una identidad entre esta espiritualidad y la filosofía. En todo caso, la preocupación más importante de la filosofía giraba en torno al cuidado de uno mismo; el conocimiento del mundo venía después y, en la mayoría de los casos, en apoyo de este cuidado de sí. Cuando leemos a Descartes, resulta sorprendente encontrar en las Meditaciones exactamente esta misma preocupación espiritual por acceder a un modo de ser en el que la duda ya no estará permitida y en el que por fin uno podrá conocer: pero al definir así el modo de ser al que da acceso la filosofía, uno se da cuenta de que este modo de ser está enteramente definido por el conocimiento, y que la filosofía se definirá como acceso al sujeto cognoscente o a aquello que lo cualificará como tal. Y, desde este punto de vista, me parece que superpone las funciones de la espiritualidad al ideal de un fundamento de la cientificidad.

Concordia: ¿Se debería actualizar esta noción del cuidado de sí, en sentido clásico, frente a este pensamiento moderno?

Foucault: No, en absoluto, no se trata de decir: desgraciadamente se ha olvidado el cuidado de uno mismo, y el cuidado de sí es la clave de todo. Nada me resulta mas ajeno que la idea de que la filosofía se ha extraviado en un momento determinado, que ha olvidado algo, y que existe en alguna parte de su historia un principio, un fundamento, que es preciso redescubrir. Me parece que todo ese tipo de análisis que, o bien adoptan una forma radical diciendo que, desde sus comienzos, la filosofía ha sido olvido, o bien adoptan una forma mucho más histórica para afirmar que en tal filosofía hay algo que ha sido olvidado, no son muy interesantes, no se puede obtener gran cosa de ellos. Y esto no significa que el contacto con un determinado filósofo no pueda producir algo, pero habría entonces que subrayar que este algo es algo nuevo.

Concordia: Esto hace que nos tengamos que plantear la cuestión de por qué uno debería de tener acceso a la verdad hoy, en sentido de una estrategia política en contra de los diversos puntos de bloqueo del poder en el sistema relacional.

Foucault: Después de todo es un problema, en efecto ¿por qué la verdad? ¿Y por qué se preocupa uno de la verdad, y además, más de ella que de uno mismo? A mi juicio se entra así en relación con una cuestión fundamental que, me atrevería a decir, es la cuestión de Occidente; ¿qué es lo que ha hecho que toda la cultura occidental se haya puesto a girar alrededor de esta obligación de verdad, una obligación que ha adoptado todo un conjunto de formas diferentes? Tal y como están las cosas, nadie hasta ahora ha podido mostrar que se pueda definir una estrategia exterior a todo ello. Y sin duda es en este campo de voluntad de verdad en el que uno puede desplazarse, de una forma o de otra, a veces contra los efectos de dominación que pueden estar ligados a estructuras de verdad o a instituciones encargadas de la verdad. Para decir las cosas de una forma muy esquemática, podemos encontrar numerosos ejemplos: ha existido todo un movimiento llamado ecológico – que por otra parte es muy antiguo y no sólo del siglo XX – que ha estado con frecuencia en cierto sentido en relación de hostilidad con una ciencia, o en todo caso con una tecnología legitimada en términos de verdad. Pero, de hecho, también esta ecología hablaba un discurso de verdad: únicamente en nombre de un conocimiento de la naturaleza, del equilibrio de los seres vivos, etc., se podía hacer la crítica. Se escapaba por tanto de una dominación de la verdad no jugando un juego totalmente ajeno al juego de la verdad sino jugándolo de otra forma, o jugando otro juego, otra partida, otras bazas en el juego de la verdad. Creo que sucede lo mismo en el caso de la política, en el que se podría hacer la crítica de la política – a partir, por ejemplo, del estado de dominación de esta política indebida – pero no podría hacerse de otro modo que jugando un cierto juego de verdad, mostrando cuáles son sus consecuencias, mostrando que existen otras posibilidades racionales, enseñando a las gentes lo que desconocen acerca de su propia situación, sus condiciones de trabajo, su explotación.

Concordia: ¿No piensa usted, en relación a la cuestión de los juegos de verdad y de los juegos de poder, que se puede comprobar en la historia la presencia de una modalidad particular de estos juegos de verdad, que tendría un estatuto particular en relación a todas las otras posibilidades de juegos de verdad y de poder y que se caracterizaría por su apertura esencial, su oposición a cualquier bloqueo de poder, al poder por tanto en el sentido de dominación-esclavitud?

Foucault: Sí, absolutamente. Pero cuando hablo de relaciones de poder y de juegos de verdad no quiero decir de ningún modo que los juegos de verdad no sean más que relaciones de poder – esto sería una caricatura terrible –. Lo que me interesa es, como ya he dicho, saber cómo los juegos de verdad pueden ponerse en marcha y estar ligados a relaciones de poder. Se puede mostrar, por ejemplo, que la medicalización de la locura, es decir, la organización de un saber médico en torno a individuos designados como locos, ha estrado ligada a toda una serie de procesos sociales, de orden económico en un momento dado, pero también a instituciones y a prácticas de poder. Este hecho no merma en modo alguno la validez científica o la eficacia terapéutica de la psiquiatría: no la legitima, pero tampoco la anula. Que las matemáticas estén ligadas, por ejemplo, – de una forma por otra parte muy distinta de la psiquiatría – a estructuras de poder se debe en cierta medida a la forma en que son enseñadas, a la manera en que se organiza el consenso de los matemáticos, a cómo funcionan en circuito cerrado, a sus valores, a cómo se determina lo que está bien (verdadero) o mal (falso) en matemáticas, etc. Esto no quiere decir en absoluto que las matemáticas sean exclusivamente un juego de poder, sino que el juego de verdad de las matemáticas se encuentra ligado de una cierta manera, y sin que ello merme su validez, a juegos y a instituciones de poder. Y está claro que en un determinado número de casos las relaciones son tales que se puede hacer perfectamente la historia de las matemáticas sin tener esto en cuenta, si bien esta problematización es interesante y, en la actualidad, los propios matemáticos empiezan a tenerla en cuenta, comienzan a estudiar la historia misma de sus instituciones. En fin, está claro que esta relación que puede existir entre las relaciones de poder y los juegos de verdad en matemáticas es muy distinta de la que se puede dar en el caso de la psiquiatría. De todos modos, lo que uno no puede en todo caso decir es que los juegos de verdad no son mas que juegos de poder.

Concordia: Esta cuestión reenvía al problema del sujeto ya que, en los juegos de verdad, la cuestión que se plantea es la de saber quién dice la verdad, cómo y por qué la dice; en realidad, en el juego de verdad se puede jugar a decir la verdad: existe un juego, se juega a la verdad o la verdad es un juego.

Foucault: El término juego puede inducir a error: cuando hablo de juego me refiero a un conjunto de reglas de producción de la verdad. No se trata de un juego en el sentido de imitar o de hacer como si: es un conjunto de procedimientos que conducen a un determinado resultado que puede ser considerado, en función de sus principios y de sus reglas de procedimiento, como válido o no, como ganador o perdedor.

Concordia: Sigue estando el problema del quién: ¿es un grupo, un conjunto…?

Foucault: Puede ser un grupo, un individuo. Existe en relación con esto un problema. Se puede observar, en lo que se refiere a estos múltiples juegos, que lo que ha caracterizado a nuestras sociedades, a partir de la época griega, es el hecho de que no existe una definición cerrada e imperativa de los juegos de verdad permitidos, lo que supondría la exclusión de todos los otros. Existe siempre, en un juego de verdad dado, la posibilidad de descubrir algo distinto y de cambiar más o menos una determinada regla, e incluso a veces de cambiar en su totalidad el juego de verdad. Y esta posibilidad de desarrollo es sin duda algo que se ha producido en Occidente, algo que resulta singular en relación a otras sociedades en las que tal posibilidad no existe.

¿Quién dice la verdad? Dicen la verdad individuos que son libres, que organizan un cierto consenso y que se encuentran insertos en una determinada red de prácticas de poder y de instituciones coercitivas.

Concordia: La verdad ¿no es pues una construcción?

Foucault: Eso depende: existen juegos de verdad en los que la verdad es una construcción y otros en los que no lo es. Puede existir un juego de verdad, por ejemplo, que consiste en describir las cosas de una cierta manera: el que realiza una descripción antropológica de una sociedad no realiza una construcción, sino una descripción – que por su parte presenta un cierto número de reglas, históricamente cambiantes, de tal modo que se puede decir hasta un cierto punto que es una construcción respecto a otra descripción. Ello no significa sin embargo que no exista nada frente a nosotros y que todo provenga de la cabeza de alguien. De esta transformación de los juegos de verdad se ha dicho, que no existía nada – me han hecho decir que la locura no existía, precisamente cuando se trataba de un problema completamente inverso: se trataba de saber cómo la locura, bajo las diferentes definiciones que se le han podio conferir, ha podido ser integrada, en un momento dado, en un campo institucional que la constituía como enfermedad mental confiriéndole un determinado espacio al lado de otras enfermedades.

Concordia: En el fondo existe también un problema de comunicación en el núcleo mismo del problema de la verdad, el problema de la transparencia de las palabras del discurso. Aquel tiene la posibilidad de formular verdades tiene también un poder, el poder de poder decir la verdad y de expresarla como él quiere.

Foucault: Sí, y ello no significa no obstante que lo que dice no sea cierto, como creen la mayor parte de las gentes quienes, cuando se les hace observar que puede existir una relación entre la verdad y el poder, dicen: ¡Ah, bueno, entonces, esto no es verdad!

Concordia: Lo cual está relacionado con el problema de la comunicación, ya que, en una sociedad en la que la comunicación tiene un muy alto grado de transparencia, los juegos de verdad son quizá más independientes de las estructuras de poder.

Foucault: Plantea usted un problema sin duda importante. Me imagino que está usted pensando quizá en Habermas cuando dice esto. Estoy interesado en lo que hace Habermas, y sé muy bien que no está muy de acuerdo con lo que yo hago – me parece que yo estoy mas cerca de lo que él dice –, aunque existe algo que no veo claro: es el lugar tan importante que concede a las relaciones de comunicación y, sobre todo, la función que yo llamaría utópica. La idea de que podría darse una situación de comunicación que fuese tal que los juegos de verdad pudiesen circular en ella sin obstáculos, sin coacciones y sin efectos coercitivos, parece pertenecer al orden de la utopía. Y ello significa no ver que las relaciones de poder no son en sí mismas algo malo, algo de lo que es necesario liberarse. Pienso que no puede existir ninguna sociedad sin relaciones de poder, si se entienden como las estrategias mediante las cuales los individuos tratan de conducir, de determinar, la conducta de los otros. El problema no consiste por tanto en intentar disolverlas en la utopía de una comunicación perfectamente transparente, sino de procurarse las reglas de derecho, las técnicas de gestión y también la moral, el ethos, la práctica de sí, que permitirían jugar, en estos juegos de poder, con el mínimo posible de dominación.

Concordia: Se sitúa usted muy lejos de Sartre que decía: el poder es el mal.

Foucault: Sí, pese a que se me ha atribuido con frecuencia esta idea que está muy lejos de lo que pienso. El poder no es el mal, el poder son juegos estratégicos. ¡Es bien sabido que el poder no es el mal! Consideremos por ejemplo las relaciones sexuales o amorosas: ejercer poder sobre el otro, en una especie de juego estratégico abierto en el que las cosas podrían invertirse, esto no es el mal, esto forma parte del amor, de la pasión, del placer sexual. Fijémonos por ejemplo en la institución pedagógica que ha sido objeto de críticas, con frecuencia justificadas. No veo en qué consiste el mal en la práctica de alguien que, en un juego de verdad dado y sabiendo más que otro, le dice lo que hay que hacer, le enseña, le transmite un saber y le comunica determinadas técnicas. El problema está más bien en saber cómo se van a evitar en estas prácticas – en las que el poder necesariamente está presente y en las que no es necesariamente malo en sí mismo – los efectos de dominación que pueden llevar a que un niño sea sometido a la autoridad arbitraria e inútil de un maestro, o a que un estudiante esté bajo la férula de un profesor abusivamente autoritario. Me parece que es necesario plantear este problema en términos de reglas de derecho, de técnicas racionales de gobierno, de ethos, de práctica de sí y de libertad.

Concordia: ¿Podría entenderse lo que acaba de decir a modo de criterios fundamentales de lo que usted llama una nueva ética? Se trataría de intentar jugar con el mínimo de dominación …

Foucault: Creo efectivamente que este punto es el punto de articulación entre la preocupación ética y la lucha política para el respeto de los derechos, de la reflexión crítica contra las técnicas abusivas de gobierno, y de una ética que permita fundamentar la libertad individual.

Concordia: Cuando Sartre habla del poder como mal supremo parece hacer alusión a la realidad del poder como dominación. Quizá en este caso usted esté probablemente de acuerdo con Sartre.

Foucault: Sí, pero creo que todas estas nociones han sido mal definidas y no se sabe muy bien de qué se está hablando. Yo mismo no estoy muy seguro de haberme expresado muy claramente ni de haber empleado las palabras que era necesario emplear cuando he comenzado a interesarme por este problema del poder. Actualmente tengo una visión más clara de todo ello. Me parece que es necesario distinguir las relaciones de poder en tanto que juegos estratégicos entre libertades – juegos estratégicos que hacen que unos intenten determinar la conducta de los otros, a lo que otros responden tratando de no dejar que su conducta se vea determinada por ellos o tratando de determinar a su vez la conducta de los primeros – de las situaciones de dominación que son las que ordinariamente se denominan poder. Y entre ambas, entre los juegos de poder y los estados de dominación, están las tecnologías gubernamentales, confiriendo a este término un sentido muy amplio – que van desde la manera de gobernar a la propia mujer, a los hijos, hasta la manera en la que se gobierna una institución –. El análisis de estas técnicas es necesario porque es a través de este tipo de técnicas como se establecen y mantienen muy frecuentemente los estados de dominación. En mi análisis del poder existen estos tres niveles: las relaciones estratégicas, las técnicas de gobierno y los estados de dominación.
Concordia: En su curso sobre la hermenéutica del sujeto dice en un momento dado que no existe un punto mas fundamental y útil de resistencia al poder político que la relación de uno para consigo mismo.

Foucault: No creo que el único punto posible de resistencia al poder político – entendido justamente como estado de dominación – esté en la relación de uno a sí mismo. Digo que la gubernamentalidad implica la relación de uno a sí mismo, lo que significa precisamente que, en esta noción de gubernamentalidad, apunto directamente al conjunto de prácticas a través de las cuales se pueden constituir, definir, organizar, instrumentalizar, las estrategias que los individuos en su libertad pueden establecer unos en relación a otros. Individuos libres que intentan controlar, determinar, delimitar la libertad de los otros, y para hacerlo disponen de ciertos instrumentos para gobernarlos. Y ello se basa por tanto sobre la libertad, sobre la relación de uno a sí mismo y sobre la relación al otro. Si se trata por el contrario de analizar el poder no a partir de la libertad, de las estrategias y de la gubernamentalidad, sino a partir de la institución política, no se puede considerar al sujeto más que como sujeto de derecho, un sujeto dotado de derechos o carente de ellos y que, a través de la institución de la sociedad política, ha recibido o ha perdido los derechos: nos encontramos así reenviados a una concepción jurídica del sujeto. Por el contrario, la noción de gubernamentalidad permite, me parece, poner de relieve la libertad del sujeto y la relación a los otros, es decir, aquello que constituye la materialidad misma de la ética.

Concordia: ¿Cree usted que la filosofía tiene algo que decir sobre el por qué de esta tendencia a querer determinar la conducta del otro?

Foucault: La manera de determinar la conducta de los otros va a adoptar formas muy diferentes, va a suscitar apetitos y deseos de intensidad muy variable según las sociedades. No sé nada de antropología pero uno se puede imaginar que hay sociedades en las que la forma mediante la cual se dirige la conducta de los otros está hasta tal punto codificada de antemano que todos los juegos en cierto modo están ya preestablecidos. En una sociedad como la nuestra, por el contrario, los juegos pueden ser enormemente numerosos – es evidente en las relaciones familiares, por ejemplo, en las relaciones sexuales o afectivas, etc. – y, en consecuencia, los deseos de determinar la conducta de los otros son también mayores: cuanto más libres son las personas, unas en relación a otras, mayor es el deseo en unos y otros de determinar la conducta de los demás. Cuanto más abierto es el juego más atractivo y fascinante resulta.

Concordia: ¿Cree usted que la tarea de la filosofía es prevenir los peligros del poder?

Foucault: Esta tarea ha constituido siempre una de las funciones más importantes de la filosofía. La filosofía en su vertiente crítica – y entiendo crítica en un sentido amplio – ha sido precisamente el saber que ha puesto en cuestión todos los fenómenos de dominación, cualquiera que fuese la intensidad y la forma que adoptan – política, económica, sexual, institucional, etc. –. Esta función crítica de la filosofía se deriva hasta cierto punto del imperativo socrático: ocúpate de ti mismo, es decir, fundaméntate en libertad mediante el dominio de ti mismo.

Entrevista con Michel Foucault realizada por Raúl Fornet-Betancourt, Helmut Becker y Alfredo Gómez-Muller el 20 de enero de 1984. Publicada en la Revista Concordia 6 (1984) 96-116.

Clinämen: Leer a León Rozitchner hoy

 

Conversamos con Bruno Bosteels, profesor de la Universidad de Cornell (Estados Unidos) y autor del libro “Marx y Freud en América Latina”. ¿Hay una filosofía política actual en el pensamiento de León Rozitchner? ¿Cómo se lee hoy la obra León más allá del contexto argentino?

Entrevista a Michel Foucault: Sexo, Poder y Política de la Identidad

Por B. Gallagher y A. Wilson 
(Toronto, junio de 1982)



En tus trabajos sugieres que la liberación sexual consiste menos en la revelación de verdades secretas acerca de uno mismo o su deseo que en un elemento del proceso de definición y construcción del deseo. ¿Cuáles son las consecuencias prácticas que se derivan de esta distinción?
Lo que quise decir es que, a mi juicio, lo que el movimiento gay necesita ahora es mucho más un arte de vivir que una ciencia o conocimiento científico (o pseudocientífico) de lo que es la sexualidad. La sexualidad forma parte de nuestro comportamiento. Forma parte de nuestra libertad en este mundo. La sexualidad es algo que nosotros mismos creamos  es nuestra propia creación y no el descubrimiento de un lado secreto de nuestro deseo. Tenemos que entender que con nuestros deseos, a través de nuestros deseos, podemos establecer nuevas formas de relaciones, nuevas formar de amor, nuevas formas de creación. El sexo no es una fatalidad: es una posibilidad de vida creativa.
Eso es básicamente lo que concluías cuando sugerías que deberíamos tratar de devenir gays — no limitarnos a reafirmarnos como gays.
Sí, así es. No tenemos ninguna necesidad de descubrir que somos homosexuales.
¿O incluso lo que eso quiera decir?
Exactamente. Más bien debemos crear una vida gay. Devenir gays.
¿Y esto es algo que no tiene límites?
Así es, por supuesto. Pienso que cuando uno examina las distintas maneras en que la gente ha experimentado sus propias libertades sexuales la manera en que han creado sus obras de arte es preciso concluir que la sexualidad, tal como la conocemos en la actualidad, se ha vuelto una de las fuentes más creativos de nuestra sociedad y nuestro ser. Desde mi punto de vista considero que hay que entender la sexualidad de manera opuesta: el mundo considera la sexualidad como el secreto de toda vida cultural creativa; pero es más bien un proceso que se inscribe en la necesidad de crear una nueva vida cultural bajo el suelo de nuestras elecciones sexuales.
Hablando prácticamente, uno de los efectos de este intento de revelación ha significado que el movimiento gay ha permanecido en el nivel de la demanda de derechos civiles o de derechos humanos alrededor de la sexualidad. Es decir que la liberación sexual ha permanecido en el nivel de la demanda de tolerancia sexual.
Así es, pero se trata de un aspecto que debemos respaldar. De entrada, es importante tener abierta la posibilidad y el derecho de elegir tu propia sexualidad. Los derechos humanos relativos a la sexualidad son importantes y siguen sin ser respetados en muchos lugares. No podemos considerar que tales problemas están resueltos ya. En efecto es cierto que ha habido un proceso de liberación real en los años 70. Este proceso fue bastante bueno, tanto en términos de la situación como en términos de las opiniones, pero la situación no está completamente estabilizada. Considero que debemos dar todavía un paso más lejos. Creo que uno de los factores de esta estabilización será la creación de nuevas formas de vida, relaciones, amistades en la sociedad, en el arte y en la cultura, así como a través de nuestras elecciones sexuales, éticas y políticas. No solamente tenemos que defendernos a nosotros mismos, o afirmarnos como una identidad, sino como una fuerza creativa.
Mucho de lo que dices suena a lo que, por ejemplo, el movimiento de las mujeres ha hecho, intentando establecer su propio lenguaje y su propia cultura.
Bueno, no estoy seguro de que debamos crear nuestra propia cultura. Debemos crearcultura. Debemos realizar creaciones culturales. Pero, al hacerlo, nos encontramos frente al problema de la identidad. Desconozco lo que debamos hacer para formar estas creaciones, y desconozco las formas que estas creaciones tomarán. Por ejemplo, no estoy del todo seguro de que la menor forma de creaciones literarias para la gente gay sean las novelas gays.
De hecho, jamás hubiéramos pretendido decir eso. Eso estaría basado en un esencialismo que debemos evitar.
Ciertamente. ¿Qué queremos dar a entender, por ejemplo, con «pintura gay»? No obstante, estoy seguro de que desde el punto de partida de nuestras elecciones éticas podemos crear algo que en cierto modo tendrá una relación con la homosexualidad. Pero no debe ser una mera traducción de la homosexualidad en el campo de la música o la pintura o lo que sea, porque no creo que esto pueda ocurrir.
Qué opinión tienes de la enorme proliferación, en los últimos diez o quince años, de las prácticas homosexuales masculinas: la sensualización, si así lo quieres, de ciertas partes descuidadas del cuerpo, o la articulación de nuevos placeres? Estoy pensando, evidentemente, en los aspectos más destacados de lo que llamamos el gueto  cine porno, clubs para S&M, fist-fucking, etc. ¿Se trata de una simple extensión dentro de otra esfera de la proliferación general de discursos sexuales desde el siglo XIX, o ves otros tipos de desarrollos que son peculiares a este contexto histórico presente?
Bueno, creo que de lo que nos interesa hablar más es de las innovaciones que llevan consigo esas prácticas. Por ejemplo, consideremos la subcultura S&M, como nuestra buena amiga Gayle Rubin insitiría. No creo que este movimiento de prácticas sexuales guarde alguna relación con la revelación o el destape de tendencias S&M escondidas en lo profundo de nuestro inconsciente, etc. Yo creo que el sadomasoquismo es mucho más que eso; es la creación efectiva de nuevas posibilidades de placer, de las cuales la gente no tenía ninguna idea previamente. La creencia de que el S&M guarda relación con una violencia profunda, de que su práctica es un medio para liberar esa violencia o agresión es estúpida. Sabemos muy bien que todo lo que está haciendo esa gente no es agresivo; están inventando nuevas posibilidades de placer haciendo uso de ciertas partes desconocidas de su cuerpo — a través de la erotización del cuerpo. Considero que se trata de una suerte de creación, una empresa creativa, que tiene como una de sus características principales lo que yo llamo la desexualización del placer. La creencia de que el placer corporal procede siempre del placer sexual como la raíz de cualquier placer posible — considero que eso es algo completamente falso. Esas prácticas insisten que podemos producir placer a partir de objetos raros, de partes desconocidas de nuestro cuerpo, en circunstancias nada habituales, etc.
De modo que la equiparación entre placer y sexo está superada.
Exactamente. La posibilidad de usar nuestros cuerpos como una fuente posible de numerosos placeres es algo que resulta muy importante. Por ejemplo, si observamos la construcción tradicional del placer, constatamos que los placeres corporales o placeres de la carne tienen siempre su origen en la bebida, en la comida y en el sexo. Y eso parece ser el límite de nuestra comprensión de nuestro cuerpo, de nuestros placeres. Lo que me frustra, por ejemplo, es que se enfoque siempre el problema de las drogas exclusivamente como un problema de de libertad y prohibición. Pienso que las drogas deben convertirse en un elemento más de nuestra cultura.
¿Como fuente de placer?
Sí, como fuente de placer. Tenemos que estudiar las drogas. Tenemos que experimentar las drogas. Tenemos que fabricar buenas drogas que puedan producir un placer verdaderamente intenso, sin poner en peligro la vida del sujeto y sin perjudicar su salud. Pienso que el puritanismo prejuicioso e ignorante, pudibundo que nos pone en guardia de manera indiscriminada frente a las drogas un puritanismo que implica y obliga a estar a favor o en contra de ellas es una actitud errónea, un tratamiento equivocado de la cuestión. Las drogas se han vuelto en la actualidad un elemento de nuestra cultura, y de la misma manera que existe buena y mala música, hay buenas y malas drogas. Y, del mismo modo que no podemos decir que estamos “contra” la música, no podemos decir que estamos “contra” las drogas, sometiéndonos a personas pudibundas que no toleran que otros disfruten.
El objetivo entonces es experimentar con el placer y sus posibilidades.
Exacto. El placer debe también formar parte de nuestra cultura. Está en ella pero debe integrarse mejor en ella y no de manera vergonzante. Es muy interesante observar, por ejemplo, que, desde hace siglos, las personas en general y también los médicos, los psiquiatras e incluso los movimientos de liberación han hablado siempre de deseo, pero nunca de placer. “Debemos liberar nuestro deseo” afirman. ¡No! Debemos crear placeres nuevos, y entonces acaso surja el deseo y se engendren otros deseos.
¿Resulta significativo que algunas identidades se constituyan alrededor de nuevas prácticas sexuales tales como el S&M? Esas identidades favorecen la exploración de tales prácticas y contribuyen también a defender el derecho a entregarse a ellas. ¿Pero acaso no limitan también sus posibilidades de los individuos?
Veamos. Si la identidad es sólo un juego, si es sólo un procedimiento para favorecer relaciones, relaciones sociales y relaciones de placer sexual que crearán nuevos vínculos de amistad, entonces es útil. Pero, si la identidad se convierte en el problema fundamental de la existencia sexual, si las personas piensan que deben “revelar” su “propia identidad” y que su propia identidad ha de volverse la ley, el principio, el código de su existencia; si la pregunta que plantean continuamente es: “¿Esto está de acuerdo con mi identidad?”, entonces pienso que regresarán a una especie de ética muy próxima a la de la vieja virilidad heterosexual. Si debemos situarnos y pronunciarnos respecto a la cuestión de la identidad, debe ser una identidad de cada uno con nosotros mismos. Pero las relaciones que debemos mantener con nosotros mismos no son relaciones de identidad, deben ser más bien relaciones de diferenciación, de creación, de innovación. Ser siempre el mismo es realmente aburrido. No debemos descartar la identidad si a través de ella las personas encuentran su placer, pero no debemos considerar esa identidad como una regla ética universal erigiéndola en norma para todos.
Pero, hasta ahora, la identidad sexual ha sido muy útil políticamente.
Si, ha sido muy útil, pero nos limita, y pienso que tenemos —y podemos tener— un derecho a ser libres.
Queremos que algunas de nuestras prácticas sexuales sean prácticas de resistencia, en el sentido político y social. ¿Cómo es posible esto, sin embargo, cuando el control puede ser ejercido mediante el estimulo de placer? ¿Podemos estar seguros de que no se producirá una explotación de esos nuevos placeres a la manera en que la publicidad utiliza el estímulo del placer como instrumento de control social?
Nunca podemos estar seguros de que no habrá explotación. De hecho, siempre podemos estar seguros de que ocurrirá, y de que todo lo que se ha creado o adquirido, cualquier terreno que haya sigo ganado será, en uno u otro momento, utilizado de tal modo. Es consustancial a la vida, a la lucha y a la historia humana. Y no pienso que eso sea una objeción a todos esos movimientos o a todas esas situaciones. Pero usted tiene toda la razón al señalar que debemos ser muy cuidadosos, y estar al tanto del hecho de que hemos de seguir adelante, pasar a otra cosa, plantearse otras necesidades. El gueto S&M de San Francisco es un buen ejemplo de una comunidad que ha experimentado con el placer y que ha formado una identidad alrededor de ese placer. Esta guetoización, esta identificación, este procedimiento de exclusión, etc., todas estas cosas han producido también sus contraefectos. No me atrevo a emplear el término dialéctica, pero no estamos muy lejos de ello.
Escribes que el poder no es sólo una fuerza negativa sino también una fuerza productiva; que el poder está siempre ahí; que donde hay poder, hay resistencia; y que la resistencia no se encuentra nunca en una posición de exterioridad frente al poder. Si esto es así, ¿cómo podemos llegar a otra conclusión que la que consiste en decir que estamos siempre atrapados en el interior de esa relación, una relación a la que no podemos, en cierta manera, escapar?
En realidad, no creo que la palabra atrapados sea la palabra correcta. Se trata de una lucha, pero lo que quiero decir, cuando hablo de relaciones de poder, es el hecho de que estamos en una situación estratégica unos respecto de otros. Por ejemplo, siendo homosexuales, estamos en una lucha con el gobierno, y el gobierno está en una lucha con nosotros. Cuando tenemos que vérnoslas con el gobierno, la lucha, por supuesto, no es simétrica, la situación de poder no es la misma; pero estamos juntos en esta lucha. Basta que cualquiera de nosotros se ponga por encima de otro, que las circunstancias o una determinada situación se lo permitan, y que esa situación no se corte, se prolongue, para que esta situación pueda determinar el comportamiento a seguir, o simplemente influenciar ese comportamiento o no comportamiento del otro. Así que no estamos atrapados, sino que más bien, a pesar nuestro, siempre estamos inmersos en ese tipo de situaciones, derivadas de la disimetría, más o menos real o imaginada, de las relaciones sociales. Lo cual significa que tenemos siempre posibilidades, que siempre hay posibilidad de cambiar la situación. No podemos saltar fuera de la situación, y no tiene sentido ubicarnos en un lugar en que seamos libres de cualquier relación de poder. Pero uno puede siempre cambiarla. Así pues, lo que he dicho no significa que estamos siempre de algún modo atrapados, sino, por el contrario, estamos siempre libres, siempre más libres de lo que podemos creer. En fin, en pocas palabras, que siempre tenemos de algún modo la posibilidad de cambiar las cosas.
¿La resistencia proviene pues del interior de esta dinámica?
Sí. Puede observar que si no hubiera resistencia no habría relaciones de poder; éstas consisten en forzar la resistencia del otro en el sentido en que le interesa al que detenta el poder de algún modo en una situación determinada. En caso contrario todo se limitaría simplemente a una mera cuestión de disposición y obediencia. Desde el momento en que el individuo no se halla en situación de hacer lo que quiere, está inmerso en, y se ve obligado a tener en cuenta, relaciones de poder, y deberá pasar por ellas, utilizarlas en sus actos. Así pues, la resistencia está primero, y permanece como superior a todas las fuerzas del proceso; obliga, bajo su efecto, a las relaciones de poder a cambiar. Así pues, considero que resistencia es la palabra más importante, la palabra-clave, de esta dinámica.
Políticamente hablando, el elemento más importante, quizá, cuando se examina el poder, es el hecho de que, según ciertas concepciones anteriores, “resistir” consistía simplemente en decir no. Es únicamente en términos de negación que se ha conceptualizado la resistencia. Tal como usted la comprende, sin embargo, resistir no es simplemente una negación, sino un proceso de creación; crear y recrear, cambiar la situación, participar activamente en ese proceso.
Sí, así es como yo plantearía las cosas. Decir no constituye la forma mínima de resistencia. Pero naturalmente, en ciertos momentos, es muy importante. Hay que decir no y hacer de ese no una forma de resistencia decisiva.
Eso suscita la cuestión de saber de qué manera, y en qué medida, un sujeto —o una subjetividad— dominado pueden crear su propio discurso. En el análisis tradicional del poder, el elemento omnipresente a partir del cual se funda el análisis es el discurso dominante, y las reacciones a ese discurso, o en el interior de ese discurso, no son sino elementos subsidiarios. Sin embargo, si por resistencia al interior de las relaciones de poder entendemos algo más que una mera negación, ¿acaso no podría decirse que ciertas prácticas —el S&M lésbico, por ejemplo— son de hecho la manera en que unos sujetos dominados formulan sus propios lenguajes?
Bueno, verás, yo pienso que la resistencia es un elemento de esa relación estratégica en que consiste el poder. La resistencia siempre se apoya, en realidad, en la situación contra la cual combate. Por ejemplo, en el movimiento gay la definición médica de la homosexualidad constituyó un instrumento muy importante para combatir la opresión de la homosexualidad a finales del siglo XIX y a comienzos del XX. Esta medicalización, que era un medio de opresión, siempre ha sido también un medio de resistencia, ya que las personas podían argumentar: “Si estamos enfermos, entonces ¿por qué nos condenan, por qué nos desprecian?”, etc. Por supuesto, este discurso nos parece ahora bastante ingenuo, pero, en esa época, fue muy importante.

A mi entender, también, creo que en el movimiento lésbico, el hecho de que las mujeres han sido, durante siglos y siglos, aisladas en la sociedad, frustradas, despreciadas de muchas maneras, etc., les ha proporcionado una verdadera posibilidad de constituir una sociedad, de crear un cierto tipo de relación social entre ellas, por fuera de un mundo dominado por los hombres. El libro de Lilian Faderman, Surpassing the Love of Men, es muy interesante en este sentido. Suscita una cuestión: ¿Qué tipo de experiencia emocional, qué tipo de relaciones, eran posibles en un mundo en que las mujeres en sociedad no tenían ningún poder social, legal o político? Y ella argumenta que las mujeres han aprovechado ese aislamiento y ausencia de poder.
Si la resistencia es el proceso que consiste en evadir ciertas prácticas discursivas, parecería que el caso que tiene un reclamo prima facie contestatario podría ser algo como el S&M lésbico.¿En qué medida esas prácticas e identidades pueden ser apreciadas como desafiantes al discurso dominante?
Lo que me parece interesante, en lo que concierne al S&M lésbico, es que permite desembarazarse de ciertos estereotipos de la feminidad que han sido usados dentro del movimiento lésbico — una estrategia que el movimiento lésbico ha erigido desde el pasado. Esta estrategia ha estado basada en su opresión, y el movimiento la utilizaba para luchar contra esa opresión. Pero ahora, es posible que esas herramientas, esas armas estén obsoletas. Podemos ver que el S&M lésbico trata de desembarazarse de todos los viejos estereotipos de la feminidad, de las actitudes antivarón, etc.
¿Qué te parece que es posible aprender sobre el poder, y, a propósito, sobre el placer desde la práctica del S&M — esto es, la erotización explícita del poder?
Puede decirse que el S&M es la erotización del poder, la erotización de las relaciones estratégicas. Lo que me sorprende con respecto del S&M es cómo ese poder difiere del poder social. Lo que caracteriza al poder es el hecho de que constituye una relación estratégica que ha sido estabilizada a través de instituciones. De modo que la movilidad al interior de las relaciones de poder está limitada, y existen reductos que son ciertamente muy, muy difíciles de surprimir porque han sido institucionalizados, y son protegidas por todo el aparato del Estado, y así su influencia es sensible como poder legislativo en los códigos normativos, como poder judicial y ejecutivo en los tribunales de justicia. Todo esto significa que las relaciones estratégicas entre los individuos en estos ámbitos institucionalizados se caracterizan por la rigidez que no contempla las singularidades del caso.

Al respecto, el juego S&M es muy interesante porque, aunque tratándose de una relación estratégica, es siempre fluido. Por supuesto hay roles, pero nadie ignora que esos papeles pueden ser invertidos. En ocasiones la escena comienza con el amo y el esclavo y, al final, el que era esclavo pasa a ser el amo. O incluso cuando los roles son permanentes, sabes perfectamente que se trata siempre de un juego: ya se transgredan las reglas, o exista un acuerdo, explícito o tácito, que las establece dentro de ciertos límites. Este juego estratégico como una fuente de placer corporal es muy interesante. Pero no diría que constituye una reproducción, en el interior de la relación erótica, de las estructuras de poder. Es un paso al acto [acting-out] de las estructuras de poder a través de un juego estratégico capaz de proporcionar un placer sexual o corporal.
¿De qué manera difiere esta relación estratégica en el sexo de aquella en las relaciones de poder?
La práctica del S&M consiste en la creación de placer, y hay una identidad que va con esa creación. Es por esto que el S&M es realmente una subcultura. Es un proceso de invención. El S&M es el uso de una relación estratégica como una fuente de placer (de placer físico). No es la primera vez que algunas personas han usado las relaciones estratégicas como una fuente de placer. Por ejemplo, en la Edad Mediaexistió la tradición del “amor cortés”, con el trovador, la manera en que se instauraban las relaciones amorosas entre la dama y el amante, etc. Eso fue también un juego estratégico. Incluso encuentras esto los chicos y las chicas cuando salen a bailar el sábado por la noche. Ponen en escena relaciones estratégicas. Lo que es interesante es que, en la vida heterosexual, esas relaciones estratégicas preceden al sexo. Existen con el único fin de obtener sexo. En el S&M, por el contrario, las relaciones estratégicas forman parte del sexo, como una convención de placer en el interior de una situación particular.

En un caso, las relaciones estratégicas son relaciones puramente sociales, y es tu ser social lo que está implicado; mientras que, en el otro caso, es tu cuerpo lo que está implicado. Y es esta transferencia de relaciones estratégicas del/a corte(jo) [the court(ship)] al sexo lo que es particularmente interesante.
Mencionabas hace uno o dos años en una entrevista de Gai Pied que lo que más molesta de las relaciones gays no es tanto el acto sexual mismo como el potencial de que de que se desarrollen relaciones afectivas por fuera de los marcos normativos. Estos vínculos y amistades son imprevistos. ¿Piensas que lo que asusta a las personas sea el potencial desconocido de las relaciones gays, o sugerirías que esas relaciones son vistas como poseedoras de una amenaza directa contra las instituciones sociales?
Algo que me interesa actualmente es el problema de la amistad. En el transcurso de los siglos que siguieron a la Antigüedad, la amistad constituyó una relación social muy importante: una relación social dentro de la cual la gente disponía de cierta libertad, de cierto tipo de elección (limitado, por supuesto), así como de relaciones afectivas muy intensas. La amistad tenía también implicaciones económicas y sociales — estaban obligados a ayudar a sus amigos, etc. Pienso que, en los siglos XVI y XVII, vemos desaparecer esos tipos de amistades, al menos en la sociedad masculina. Y la amistad empieza a convertirse en algo distinto. Es posible encontrar, a partir del siglo XVI, textos que critican explícitamente la amistad como algo peligroso.

El ejército, la burocracia, la administración, las universidades, las escuelas, etc. —en el sentido moderno de estos términos— no pueden funcionar con amistades tan intensas. Pienso que se puede advertir, en todas estas instituciones, un esfuerzo considerable para disminuir o minimizar las relaciones afectivas. Pienso que esto es particularmente importante en las escuelas. Cuando inauguraron la escuela elemental, que acogía a centenares de chicos jóvenes, uno de los problemas que se planteaban era el de saber cómo podía impedírseles, no sólo que tuvieran relaciones sexuales, por supuesto, sino también que trabaran amistades. Por ejemplo, uno puede estudiar la estrategia de las instituciones jesuitas sobre este tema de la amistad, desde que los jesuitas comprendieron muy bien que les resultaba imposible suprimirla. Entonces trataron de utilizar el rol del sexo, del amor, de la amistad, y al mismo tiempo limitarlo. Pienso que ahora, después de haber estudiado la historia de la sexualidad, deberíamos intentar comprender la historia de la amistad, o de las amistades. Es una historia sumamente interesante.

Y una de mis hipótesis, y estoy seguro de que se confirmaría si emprendiéramos esta tarea, es que la homosexualidad se volvió un problema —es decir, el sexo entre hombres se volvió un problema— a partir del siglo XVIII. Vemos su surgimiento como un problema con la policía, dentro del sistema jurídico, etc. Pienso que la razón de que apareciera como un problema, como un asunto social, en esa época, es porque la amistad había desaparecido. Mientras la amistad fue algo importante, fue socialmente aceptada, nadie se percató de que los hombres tenían relaciones sexuales entre sí. No podía decirse que los hombres no tenían sexo juntos — simplemente no tenía importancia. Dado que no tenía ninguna implicación social, era culturalmente aceptado. Que cogieran o que se abrazaran o besaran no tenía ninguna importancia, absolutamente ninguna, resultaba irrelevante, completamente irrelevante. Una vez que la amistad desapareció como una relación culturalmente aceptada, se plantea la cuestión: “¿Pero que hacen hombres juntos?” Y en ese momento aparece el problema. Y si los hombres cogen o tienen sexo juntos, eso aparece ahora como un problema. Así, estoy seguro de que estoy en lo correcto, en cuanto a que la desaparición de la amistad como una relación social y la declaración de la homosexualidad como un problema social/político/médico forman parte del mismo proceso.
Si hoy en día lo importante radica en explorar de nuevo las posibilidades de las amistades, habría que observar que, en una gran medida, todas las instituciones sociales están designadas para favorecer las amistades y las estructuras heterosexuales, en detrimento de las homosexuales. ¿Acaso la verdadera tarea no es la de instaurar nuevas relaciones sociales, nuevos modelos de valores, nuevas estructuras familiares, etc.? Una de las cosas que la gente gay no tienen es un fácil acceso a todas las estructuras e instituciones que van a la par con la monogamia y la familia nuclear. ¿Qué tipos de instituciones necesitamos para empezar a establecer, a fin no sólo de defendernos, sino también de crear nuevas formas sociales que constituirán una verdadera alternativa posible?
Instituciones. No tengo una idea precisa de ello. Pienso, por supuesto, que sería completamente contradictorio aplicar con este fin y en este tipo de amistad el modelo de la vida familiar, o de las instituciones propias de la familia. Pero es cierto que, desde que algunas de las relaciones que existen en la sociedad son formas protegidas de vida familiar, se comprueba que las variaciones que no están protegidas son, al mismo tiempo, a menudo más ricas, más interesantes y más creativas que las otras. Pero, naturalmente, también son mucho más frágiles y vulnerables. La cuestión de saber qué tipos de instituciones necesitamos crear es un asunto importante y crucial, pero es una cuestión a la que yo no puedo dar una respuesta. Creo que nosotros tenemos que intentar elaborar una solución.
¿Hasta qué punto queremos, o necesitamos, que el proyecto de liberación gay sea hoy un proyecto que, lejos de contentarse con proponer un recorrido, insista en abrir nuevas avenidas? En otras palabras, ¿tu aproximación a la política sexual rechaza la necesidad de un programa e insiste en la experimentación de nuevos tipos de relaciones?
Pienso que una de las grandes experiencias que hemos tenido desde la última guerra mundial es que todas esos programas sociales y políticos han resultado un gran fracaso. Nos hemos dado cuenta de que las cosas no ocurrirían nunca tal como lo esperábamos de un programa político, y que los programas políticos han conducido siempre, o casi siempre, a abusos o a la dominación por parte de un bloque, bien sea de técnicos, burócratas u otros. Pero una de las novedades de los años 60 y 70 que considero como algo bueno, es que ciertos modelos institucionales han sido experimentados sin un programa. Sin un programa no quiere decir ciegamente  de manera ciega al pensamiento. En Francia, por ejemplo, ha habido mucho criticismo recientemente sobre el hecho de que los diferentes movimientos políticos sobre el sexo, las prisiones, la ecología, etc., no tuvieran programas. Pero, en mi opinión, no tener programa puede ser muy útil, muy original y creativo, si eso no quiere decir sin reflexión verdadera sobre lo que sucede, o sin preocuparse demasiado de lo que es posible.

Desde el siglo XIX, las grandes instituciones políticas y los grandes partidos políticos han confiscado el proceso de creación política; es decir que han tratado dar a la creación política la forma de un programa político a fin de apropiarse del poder. Pienso que lo que ocurrió en los 60 y a principios de los 70 es algo para ser preservado. Sin embargo, considero que una de las cosas que hay que preservar es el hecho de que ha existido, por fuera de los grandes partidos políticos, por fuera del programa normal u ordinario, innovación política, creación política y experimentación política. Es un hecho que la vida cotidiana de las personas ha cambiado desde comienzos de los años 60 hasta ahora, y ciertamente dentro mi propia. Y seguramente esto no ha sido así debido a los partidos políticos, sino que se trata de un resultado de numerosos movimientos. Esos movimientos sociales han transformado efectivamente nuestras vidas, nuestra mentalidad, nuestras actitudes, así como las actitudes y la mentalidad de otras personas  personas que no formaban parte de esos movimientos. Y esto es algo muy importante y positivo. Lo repito, no son las viejas y normales organizaciones políticas tradicionales las que han permitido este análisis.

http://artilleriainmanente.blogspot.com.ar/

Michel Foucault: una nueva imaginación política

por Amador Fernández Savater

Una escena puede servirnos para arrancar esta reflexión sobre la actualidad del pensamiento político de Michel Foucault, en el treinta aniversario de su muerte.
A finales de 1977, socialistas y comunistas discuten la elaboración de un «programa común» para presentarse conjuntamente a las elecciones generales francesas de marzo 1978.
Ha llegado ya el momento, piensan algunos, de traducir la revuelta de Mayo del 68 en una victoria electoral e institucional a través de la necesaria «unidad de la izquierda». Es hora de la «política con mayúsculas» y de las cosas serias, tras tanta autogestión, tanta democracia directa y tanta autoorganización, inconsistentes para transformar la realidad.
Al mismo tiempo, dos publicaciones organizan un encuentro entre personas comprometidas en la intervención en ámbitos específicos de la sociedad como la educación, la asistencia sanitaria, el urbanismo, el medio ambiente o el trabajo.
Michel Foucault, tal vez la estrella más luminosa en el firmamento intelectual del momento, acude al encuentro y se inscribe en el taller «medicina de barrio». Le Nouvel Observateur (nº 670) recoge sus impresiones al finalizar los trabajos en una breve entrevista titulada: «Una movilización cultural». Entre otras cosas, Foucault dice:
«Yo escribo y trabajo para personas como las que están ahí en ese taller, gentes nuevas que plantean preguntas nuevas. Son las preguntas de las enfermeras o de los guardias de prisiones las que deberían interesar a los intelectuales. Son infinitamente más importantes que los anatemas que se lanzan a la cabeza los profesionales de la intelectualidad parisina. «
«Durante los dos días de intensos debates y discusiones profundamente políticas, ya que se trataba de cuestionar las relaciones de poder, de saber, de dinero, ninguno de los treinta participantes del grupo ‘medicina de barrio’ usó las palabras ‘marzo 1978’ o ‘elecciones’. Esto es importante y significativo. La innovación ya no pasa por los partidos, los sindicatos, las burocracias, la política. Se trata de un cuidado individual, moral. Ya no preguntamos a la teoría política qué hacer, ya no son necesarios los tutores. El cambio es ideológico, y profundo».
«Un gran movimiento se ha activado durante estos últimos quince años, del que la anti-psiquiatría es el modelo y Mayo del 68, un momento. En las capas que una vez garantizaban la felicidad de la sociedad, como por ejemplo los médicos, ahora hay poblaciones enteras que se vuelven inestables, que se ponen en movimiento, en búsqueda, fuera del vocabulario y las estructuras de costumbre. Es una… no me atrevo a decir revolución cultural, pero sin duda una movilización cultural. Políticamente irrecuperable: se siente que en ningún momento el problema para ellos cambiaría si hubiese un cambio de gobierno. Y eso me alegra.» 
El gesto es altamente provocador. Para el filósofo más grande, un modesto taller es más relevante que la discusión sobre el «programa común» de socialistas y comunistas, es ese taller lo que está en línea directa con Mayo del 68 y no la posible victoria electoral del frente de izquierdas, la invención política pasa por un pequeño grupo de gente que se muestra indiferente al cambio eventual de gobierno. Como si estar «a la altura del momento» consistiese en colocarse muy abajo, como si «la política con mayúsculas» se escribiese en realidad con minúsculas.
Provocador sí, pero no caprichoso. El gesto de Foucault es perfectamente coherente con sus desarrollos teóricos de la época. ¿Qué entendía entonces Foucault por poder (si no se trataba del poder político)? ¿Cómo pensaba las resistencias (por fuera del paradigma del partido)? ¿En qué consistía para él una aportación intelectual a las prácticas de emancipación (si no pasaba por firmar manifiestos u opinar sobre la coyuntura)?
Poder, saber y resistencias son tres problemas fundamentales a lo largo de toda la trayectoria del filósofo francés. No soy especialista en su obra, ni me atrevería a intentar restituir en unas pocas líneas toda la complejidad de su meditación sobre estos problemas, pero querría apuntar algunos elementos para tratar de entender mejor dónde residía el valor de esa «movilización cultural» y en qué sentido me parece que la seguimos necesitando hoy.

En primer lugar, la cuestión del poder

«En el pensamiento y el análisis político, aún no se ha guillotinado al rey», escribe Foucault en 1976. ¿Qué significa eso? Foucault alude aquí a la figura de un poder majestuoso, concentrado en un lugar determinado, siempre lejano y en lo alto, que irradia verticalmente su voluntad sobre sus súbditos/víctimas.
Se sustituye al rey por el Estado, el imperio de la ley o la dominación de clase, pero se reproduce una forma de entender el poder: una especie de «sala de mandos» situada en la cúspide de la sociedad. Todo el trabajo de Foucault apunta a romper ese esquema conceptual/mental.
En lugar de un poder que se concentra o se deduce de las grandes figuras (Estado, ley, clase), Foucault nos propone pensarlo como un «campo social de fuerzas». El poder no desciende de un punto soberano, sino que viene de todos los lados: millares de relaciones de fuerza atraviesan y configuran nuestra forma (práctica) de entender la educación, la salud, la ciudad, la sexualidad o el trabajo.
Esas relaciones de fuerza no se codifican únicamente en términos jurídicos (lo que se puede y no se puede hacer según la ley), sino que consisten en una pluralidad infinita de procedimientos extra-legales que funcionan ajustando los cuerpos y los comportamientos a normas (diferentes de una ley). Pensemos por ejemplo en una prisión: su ley explícita dice que se trata de un espacio para la reinserción del preso en la sociedad, pero mil procedimientos cotidianos producen algo bien distinto: un marcaje, una estigmatización del delincuente como delincuente, una exclusión. El análisis exclusivamente jurídico del poder es ciego a esas fuerzas determinantes.
En ese campo social de fuerzas hay, sin duda, «puntos de especial adensamiento»: el Estado, la ley, las hegemonías sociales… Son los nodos más grandes de la red de poder. Pero Foucault nos propone pensarlos (invirtiendo radicalmente la perspectiva normal) como «formas terminales». Es decir, no tanto causas como efectos del juego de las relaciones de fuerza. No tanto instancias primeras y generadoras, como segundas y derivadas. Perfiles, contornos, puntas de un iceberg… Los aparatos estatales, las leyes y las hegemonías sociales son las figuras visibles que se recortan sobre el fondo oscuro y en permanente ebullición de la pelea cotidiana.
Formas terminales, pero no pasivas. Las figuras visibles del poder son el resultado del campo social de fuerzas y se apoyan en él, pero a la vez lo fijan (aunque nunca definitivamente). Es decir, encadenan distintas relaciones de fuerza concretas y locales produciendo de ese modo efectos globales y estrategias de conjunto. Una cita muy clara de Foucault al respecto, discutiendo con el marxismo dominante en los años 70: «No me parece que sea la clase burguesa (o tales o cuales de sus elementos) la que impone el conjunto de las relaciones de poder. Digamos que esa clase las aprovecha, las utiliza, las modifica, trata de intensificar unas y de atenuar otras. No hay, pues, un foco único del que todas ellas salgan como si fueran por emanación, sino un entrelazamiento de relaciones de poder que, en suma, hace posible la dominación de una clase social sobre otra, de un grupo sobre otro».
En la famosa entrevista de Jordi Évole a Pepe Mujica, el presentador catalán le preguntó al presidente uruguayo si había cumplido su programa electoral: «Qué va», contestó riendo Mujica, «¿usted cree que un presidente es un rey que hace lo que quiere?» Y le vino a dar a Évole una pequeña «lección foucaultiana» explicándole cómo lo que puede y no puede hacer el poder político está condicionado por el campo social de fuerzas (el entramado jurídico que construye el neoliberalismo a su medida, los mismos deseos y expectativas de los sujetos sociales, etc.).
El poder no es un objeto que se encuentre en un lugar privilegiado que se pueda ocupar o asaltar: el paradigma revolucionario hegemónico en el siglo XX entra aquí en crisis. Sin relación con el campo social de fuerzas, ese lugar está vacío y ese poder es impotente. Hay que repensarlo todo de nuevo, no para desechar la exigencia revolucionaria, sino para reactivarla desde una mirada nueva.

En segundo lugar, la cuestión de las resistencias

«Allí donde hay poder, hay resistencias», reza una célebre máxima foucaultiana. La idea de que el poder no se concentra en un único punto (los dirigentes, la casta política, etc.), sino que se genera y brota desde todos los rincones de la sociedad no es una tesis pesimista sobre la omnipotencia de la dominación. Al contrario: definir el poder como una relación de fuerzas significa entenderlo como la relación entre una acción y otra acción. Una acción de mando y otra acción que le responde. La fuerza no se ejerce sobre un objeto pasivo, sino sobre otra fuerza siempre capaz de acción y de una respuesta no previsible.
En una entrevista de 1977, Foucault llama «la plebe» a todas esas resistencias. En primer lugar, la plebe es una respuesta concreta, local y situada a un procedimiento de poder igualmente concreto, local y situado. Ahí está de hecho su potencia: responde al poder allí donde se ejerce y no en otro lado. «La plebe es menos el exterior de las relaciones de poder que su envés, su límite, su contrapunto; es lo que responde a cualquier avance del poder con un movimiento para deshacerse de él».
En segundo lugar, la plebe no es una realidad sociológica (aquellos que comparten condición social o intereses), sino más bien una falla en las identidades dadas. No es el pueblo, ni los pobres, ni los excluidos: «hay plebe en los cuerpos, en las almas, en los individuos, en el proletariado, también en la burguesía, pero con una extensión, unas formas, unas energías y una irreductibilidades diversas». No hay división binaria entre el bloque de poder y el bloque de las resistencias: poder y resistencia lo atraviesan todo (y a cada uno).
Por último, la plebe no es una sustancia, sino una acción. «La plebe no existe pero hay plebe». Como cuando decimos «la amistad no existe, pero hay pruebas de amistad». Es algo que pasa o simplemente no existe. Es un hecho, una manifestación, un acontecimiento.
¿Puede «organizarse» la plebe, una realidad tan móvil, heterogénea y compleja? La respuesta es sí. Igual que el poder encadena y entrelaza distintas relaciones de fuerza concretas y locales produciendo estrategias globales, las resistencias pueden ser «codificadas estratégicamente» produciendo efectos generales: revoluciones.
¿Cómo? Se trata de evitar al menos dos inercias a la hora de pensar la organización: 1) la simplificación (sólo puede organizarse lo idéntico) y 2) la separación (para organizarse hay que «salir» de los lugares concretos donde las resistencias se desarrollan). Los «sujetos políticos» que hemos conocido a lo largo del siglo XX (el partido político o el grupo armado) siguen ese modelo: pensándose a sí mismos como la cabeza y la articulación de las resistencias, se construyen en realidad como espacios homogéneos, cerrados y aislados de los mundos donde las resistencias viven.
¿Entonces? Se trataría de reimaginar la organización en términos de «circulación» entre los distintos puntos de resistencia. Asumir el carácter disperso y situado de las resistencias, no como un obstáculo a conjurar, sino como una potencia. Pensar, no de qué manera englobar las resistencias bajo formas centralizadas y sin relación orgánica con sus mundos, sino cómo construir «lazos transversales de saber a saber, de un punto de politización a otro, los cruces y los intercambiadores».
La plebe se organiza comunicando y extendiendo sus prácticas de resistencia. Seguramente, si Foucault disfrutó tanto esos talleres de 1978 fue porque abrían un espacio donde las resistencias podían encontrarse y compartir sin poner entre paréntesis sus diferencias y sus mundos propios.

Y por último, la cuestión del saber

«Cada vez que intenté hacer un trabajo teórico, lo hice a partir de elementos de mi propia existencia, siempre en relación con procesos que yo veía desarrollarse en torno a mí», explica Foucault. Para elucidar la experiencia vivida, Foucault podía irse realmente lejos en el tiempo y el espacio (siglos remotos, personajes oscuros, textos perdidos), pero toda su erudición está puesta al servicio de pensar los «problemas, las angustias, las heridas y las inquietudes» del presente.
Es la diferencia entre pensar al pie de la calle y pensar al pie de la letra. En el pensar al pie de la letra, los libros remiten a libros. En el pensar al pie de la calle, los libros resuenan con los problemas de la vida individual y colectiva.
Uno sale más fuerte, más inteligente, más alegre después de leer a Foucault y sin embargo él no hace sino complicarlo todo. ¿Cómo es posible? Mi intuición es esta: la alegría en el pensamiento no tiene que ver con lo reconfortante de las conclusiones a las que se llega, sino con el hecho de descubrirnos capaces de llegar a un sitio por nosotros mismos. Es una experiencia que deja una huella duradera: si hemos sido capaces de pensar algo (lo que sea) por nosotros mismos, podremos volver a hacerlo.
Es lo contrario de lo que Foucault llamó «la posición profética», asociándola a menudo al marxismo: un pensamiento movilizador que en realidad consigue la desmovilización del pensamiento. ¿Cómo? 1) Confundiendo la necesidad histórica y los objetivos a alcanzar, como si estos estuviesen ya escritos en el curso mismo de lo real («llega el fin del capitalismo», etc.); 2) tapando «el aspecto sombrío y solitario de las luchas»: las dificultades, las contradicciones y los claroscuros de la realidad, las fases de silencio e invisibilidad en las que una lucha no goza del protagonismo mediático o la atención de los focos; y 3) buscando todo el rato nuestra adhesión a unas tesis, pero sin requerirnos ningún tipo de trabajo personal.
En lugar de la posición profética de superioridad, que es como la voz en off que describe lo que pasa sin que sepamos nunca de donde sale, Foucault entiende la teoría como una «caja de herramientas». No como un sistema teórico válido siempre, sino como un instrumento adecuado para descifrar la lógica propia de una relación de fuerzas concreta. No como un diagnóstico cerrado y perfecto, sino como lentes que uno debe aprender a graduar por sí mismo. Un pensamiento inacabado que requiere (en los dos sentidos) la activación del otro. «Querría producir efectos de verdad que sean tales que puedan utilizarse en una batalla posible, conducida por quienes lo deseen, en formas por inventar y organizaciones por definir, dejo esa libertad al término de mi discurso a quien quiera hacer algo con ella».
El intelectual (cualquiera) que entiende la teoría como una caja de herramientas no es un gurú, un oráculo ni un guía, sino lo que Foucault llamó un «intelectual específico». No el portavoz de valores universales, sino de situaciones concretas. No quien traza líneas a seguir, sino quien aporta herramientas que pueden usarse libremente. No la voz en off que todo lo sabe, sino la prolongación de la potencia de una lucha. 

Pensar en plural

En esos talleres de 1978 se desarrollaron discusiones «profundamente políticas», pero sin embargo Foucault preferió hablar de «una movilización cultural». ¿Por qué? Creo que lo que Foucault percibió allí fue una modificación en las maneras de ver y pensar. Es decir, un cambio cultural o de paradigma. Algunos elementos de la «nueva imaginación política» que él reclamaba.
Podríamos tal vez definir así uno de esos elementos: pensar en plural. Por ejemplo, no entender el poder como un monopolio del Estado, sino como un campo social de fuerzas. No entender las resistencias como un monopolio de los partidos políticos, sino como posibilidades al alcance de cualquiera, en cualquier lugar. No entender el saber como un monopolio de los especialistas y las Voces Explicadoras, sino como una caja de herramientas sin autor ni propietario, de la que todos podemos servirnos y a la que todos podemos aportar.
Nuestro momento histórico es por supuesto muy distinto de los años 70, pero ¿no sigue siendo imperiosa la necesidad de pensar en plural, sin centro? ¿Pensar y hacer el cambio social, no como algo que pasa por un solo plano (partidos-elecciones-poder político), sino a través de una pluralidad de tiempos, espacios y actores?
Un criterio para distinguir entre «vieja política» y «nueva política» podría ser, mejor que un simple criterio temporal, esta clave: pensar en plural o pensar en uno mismo (como centro).
Así, la vieja política sería aquella que re-centraliza todo el tiempo, absorbiendo todas las energías sociales en torno a unos pocos tiempos, lugares y actores. Esos pocos centros acumularían poder a costa de la pasividad y la desertización del resto (siempre en nombre de la eficacia, etc.).
Por su lado, la nueva política sería la que que vacía una y otra vez el centro potenciando lo demás. La que abre posibilidades de intervención política en lugar de acotarlas a unos espacios privilegiados, la que multiplica las capacidades de cualquiera (de hacer, de decir, de pensar) en lugar de producir espectadores, la que activa conversaciones y no monólogos.
Una de las lecciones foucaultianas que podemos recoger hoy es que la madurez del pensamiento político no consiste en pasar de lo pequeño a lo grande o en «saltar» de las calles a las instituciones (ni en lo contrario), sino en guillotinar por fin al rey e inventarnos lenguajes y mapas para empujar un cambio que será (en) plural o no será.

Foucault

por Pablo E. Rodríguez

Existe algo así como una ‘moda Foucault’ que sirve alternativamente o bien para adoptar una jerga presuntamente à la page, o bien para desestimar las producciones del intelectual francés tras la denuncia facilista de europeísmo que cíclicamente se derramaría sobre nuestro subdesarrollo filosófico”. “¿Pero cuándo es el tiempo de un autor? No necesariamente cuando se disfruta de ediciones a granel y lectores entusiastas, ni cuando el mundillo intelectual parece venir al pie de página”.
Parecen citas de un mismo artículo, reciente. La primera es de uno de los libros pioneros que se publicaron sobre Foucault en nuestro país, El discurso del poder (1983), y pertenece a Oscar Terán en 1983. El pensador francés, entonces, seguía vivo. La segunda es de Christian Ferrer, y se encuentra en la introducción a La vida de los hombres infames (1996), publicado 12 años después de su muerte.
Vivo o muerto, Foucault nunca dejó de estar de moda, a pesar de que muchos de sus temas son densos, enmarañados y en ocasiones, inaccesibles. El 25 de junio pasado se cumplieron treinta años de su fallecimiento: una ocasión propicia para seguir hablando de su figura. Así ocurrió en junio, cuando la editorial Siglo XXI y la embajada francesa organizaron diversas charlas en la Biblioteca Nacional en las que participaron Tomás Abraham, Mariana Canavese, Edgardo Castro, Esther Díaz, Horacio González, Eduardo Grüner y Hugo Vezzetti. Así ocurrirá el miércoles, jueves y viernes próximos en el Coloquio Internacional “Michel Foucault y América Latina”, organizado por el Programa de Estudios Latinoamericanos Contemporáneos y Comparados de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, que repetirá parte del mismo plantel al que se sumará su principal biógrafo, Didier Eribon, y el juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, entre otras figuras. Y también pasará en septiembre, cuando la editorial Cactus publique el segundo tomo de los cursos de Gilles Deleuze sobre Foucault en la Universidad de Paris VIII, dedicado a la cuestión del poder.
¿Es posible decir algo nuevo sobre Foucault? Quizás, si en lugar de seguir repitiendo sus conceptos, se lo sitúa aquí y ahora.
Aquí pero no ahora. Para ser justos, antes de estar de moda hizo falta que Foucault fuera un autor conocido. Entre los 60 y principios de los 70, contó Vezzetti en su presentación en la Biblioteca Nacional, Foucault llegó a estas latitudes a la sombra de Althusser, Lévi-Strauss y Lacan; eran los tiempos del estructuralismo, y Las palabras y las cosas (1966) se adaptaba bien al contexto, aunque no como texto central, salvo por la curiosidad que generó, dicen González y Grüner, esa mención inicial a El idioma analítico de John Wilkins, de Jorge Luis Borges. Es curioso que Foucault se refiriera a Borges con tanta familiaridad, la misma que el francés tiene hoy para el panorama cultural argentino.
Foucault empieza a tener un nombre propio en Argentina durante la dictadura, con la lectura febril en grupos de estudios de Vigilar y castigar (1975), quizás su obra emblemática. La coincidencia era notable: encierro, vigilancia, disciplina, cárcel, tales los temas de superficie del libro. Claro que aun en esos tiempos aciagos muchos se las arreglaban para leer a Foucault casi en simultáneo a la publicación de sus libros en Francia. Así le ocurrió a Enrique Marí, dijo Esther Díaz, cuando en 1978 dictó en la Alianza Francesa una conferencia sobre Historia de la sexualidad, cuyo primer tomo aún no estaba traducido al castellano. Por la noche, al llegar a su casa, Marí se vio obligado precisamente a traducir: el “servicio” que había ido a vigilar la conferencia, dado el inquietante tema, lo había llamado por teléfono para pedirle gentilmente que le explicara de qué había hablado y así informar a sus superiores.
Vezzetti, Terán, Díaz, Marí y Abraham, quien supo seguir los cursos de Foucault en Francia, pasaron de las catacumbas de la dictadura a la universidad de la primavera alfonsinista. No sin rispideces, especialmente en el campo académico, Foucault comenzó a instalarse en las revistas y suplementos culturales, y su nombre ya tenía relieve propio junto a quienes antes simplemente escoltaba. Sus traducciones eran tan necesarias que ciertas editoriales, como la madrileña De La Piqueta o la argentina Altamira, las publicaban en esos libros que hoy, ajados, desarmados, amarillentos y subrayados, pueblan tantas bibliotecas públicas y privadas.
Entre sus teorías del poder, de la sexualidad y de la ética, Foucault supo ser en esos tiempos un campo fértil para los interrogantes de la democracia y también para cierta vertiente libertaria. Ya en los 90, durante el período de supuesto oscurantismo neoliberal, las experiencias de lectura y de militancia argentinas y latinoamericanas empezaban a combinarse con las interpretaciones provenientes de las universidades norteamericanas, sobre todo en lo concerniente a teorías de género. Foucault crecía en la academia, en los grupos de estudio, en las discusiones políticas. Llegando a 2001, Foucault volvía con nuevos bríos gracias a esa otra moda que fue la obra de Toni Negri y de algunos de sus discípulos y compañeros de ruta, que lo reinterpretaron vía Gilles Deleuze en una convergencia con alguna variante del marxismo.
Ahora, pero no sólo aquí. En la última década el panorama respecto de Foucault en nuestro espacio y tiempo es muy diferente. Ante todo se produjo algo que podría ser un llamado al orden bajo un proceso de institucionalización. La editorial Gallimard tomó las riendas de una de sus gallinas de los huevos de oro. Una vez zanjadas algunas disputas en torno a la herencia de sus escritos y al ordenamiento general de su obra, cerró el chorro de las traducciones libres sin pago de derechos. Y para eso abrió otra canilla: la de los cursos que dictó en los 70 y 80 en el Collège de France, desde Los anormales (1974) hasta los dos tomos de El gobierno de sí y de los otros (1982-1984). Esa serie, que aún no está terminada, está escoltada por la aparición regular, primero por Paidós española y luego, ahora mismo, por Siglo XXI de Argentina, de varios escritos contenidos en los voluminosos Dits et écrits, que recoge toda su obra fuera de los libros publicados. Y a todo esto hay que agregar la aparición de otros cursos dictados fuera de Francia, como el flamante Obrar mal, decir la verdad.
Tratándose de Foucault, un autor que saltaba por temas diferentes cambiando siempre de enfoque, esta explosión editorial se traduce en el estudio de una obra diferente. Y también cambia el contexto de interpretación. Ya no sólo en Argentina, sino también en Brasil, Chile, Colombia, por nombrar sólo algunos países, surgen redes universitarias de investigación, libros de autores nuevos junto a los tradicionales, congresos consagrados ya no al autor, sino tan sólo a uno de sus conceptos (como el de la biopolítica, de singular fortuna; ver en este sentido www.biopolitica.cl), y ascensos de nuevas camadas de intérpretes foucaultianos traídos de otras latitudes. Otra vez Foucault es objeto de una fiebre, más prolija y menos polémica en el campo intelectual, quizás porque tantos años en el candelero lo transformaron en un auténtico clásico. No sería exagerado decir que sigue siendo el autor más leído en las disciplinas humanísticas.
Aquí, allá y en todas partes.Conviene reformular entonces la pregunta: ¿es posible decir algo nuevo sobre Foucault que no sea lo que él mismo dice de nuevo en este boom editorial, que lo tiene más vivo que cuando estaba vivo? ¿Se han generado nuevas teorías, nuevas aplicaciones de sus conceptos? En las charlas de la Biblioteca Nacional, Abraham desconfiaba de la manía por “bajar” Foucault a cualquier cosa, pero a la vez admitía que “está sujeto a la interpretación infinita porque siempre tiene ideas renovadas para procesos de transformación histórica”.
Uno de los autores que más y mejor han interpretado a Foucault es su amigo Gilles Deleuze. Hoy es algo común hablar de su texto sobre las “sociedades de control” que estarían desbancando a la lógica del poder disciplinario: tecnologías de información, crisis de las instituciones de encierro, emergencia de la formación permanente y de la comunicación incesante, nuevos modelos de subjetivación basados en la modulación y no el moldeado disciplinario, etc. Menos conocido y citado es el anexo a su libro Foucault, donde Deleuze proponía otro upload de Foucault en el terreno de las ciencias, esto es, que ese mismo mundo de información de las sociedades de control obligaba a preguntarse si el fin del hombre anunciado en Las palabras y las cosas no pasaba por las fábricas automatizadas, la genética y la literatura agramatical; en foucaultiano, si las nuevas relaciones de poder no estarían acompañadas de nuevas grillas de saber científicas y artísticas.
Para quienes quieran más desarrollo de estas ideas que Deleuze lanzó en muy pocas páginas, la editorial Cactus lanzará el mes que viene El poder, segundo tomo de sus clases sobre Foucault (el primero es El saber, publicado el año pasado). Allí Deleuze, quizás el otro gran pensador francés que nunca pasa de moda y que aún así renace por la publicación de sus cursos, despliega los puntos de contacto entre saber y poder siguiendo su particular interpretación de las zonas clave de los escritos de Foucault. Es algo nuevo, dicho hace casi tres décadas, a la espera de que la novedad se presente históricamente, pues fue pensado sin siquiera la existencia de internet.
Foucault seguiría siendo, entonces y al decir de Terán, “uno de los escasos focos de pensamiento estimulante dentro de una época francamente devastada por la crisis y la autocomplacencia teórica”. Y sin embargo queda flotando la advertencia de Ferrer: “Un autor se prueba y nos prueba justamente cuando nuevas agendas pretenden descartarlo o cuando la posteridad no le es favorable. Entonces comienza su tiempo”. Quizás, en el fondo, detrás de tanta fanfarria Foucault tenga que esperar 200 años para ser cabalmente comprendido, como vaticinaba su amado Friedrich Nietzsche acerca de su propio pensamiento. Si fuera así, apenas pasaron treinta.

Werner Schroeter y Michel Foucault: conversación sobre el amor y la pasión

 


«Abfallprodukte der liebe» (Los escombros del amor), «Maria Callas porträt» (Retrato de Maria Callas), «Tag der idioten» (El día de los idiotas) y «Palermo oder Wolfsburg» (Palermo o Wolfsburgo) son algunas de las películas más conocidas del director alemán Werner Schroeter (1945-2010). Apasionado por la ópera y la música desde muy joven, durante algún tiempo estudió psicología en la Universidad de Mannheim, para luego inscribirse en la Escuela Superior de Cine y Televisión de Múnich. A partir de 1967 comenzó a realizar cortometrajes hasta que, en 1969, estrenó su primer largometraje: «Eika Katappa». En 1971 fue descubierto por el cineasta y director teatral Peter Zadek (1926-2009), quien lo llevó a interesarse por la actividad teatral. A partir de entonces, su carrera en el cine se desarrolló paralelamente al teatro y la ópera, llegando a realizar más de cuarenta films y ochenta puestas en escena. Considerado uno de los grandes renovadores del nuevo cine alemán en los años ’60 y ’70,  nunca ganó amplia popularidad con sus películas ni éstas alcanzaron una gran distribución internacional; sin embargo obtuvo un gran reconocimiento por su capacidad creadora. Su último film fue «Nuit de chien» (Noche de perros) en 2008, basado en la novela «Para esta noche» de Juan Carlos Onetti (1909-1994). En 1973, cuando se estrenó «Der tod der Maria Malibran» (La muerte de Maria Malibran), Michel Foucault (1926-1984) quedó fascinado por la película y escribió un texto que a su vez sedujo a Schroeter, su director. Como consecuencia de ello, el 3 de diciembre de 1981 el autor de «Surveiller et punir» (Vigilar y castigar) y «L’archéologie du savoir» (La arqueología del saber) se encontraron por única vez en París, en presencia del cineasta y escritor francés Gérard Courant (1951) quien grabó la conversación entre ambos. La transcripción de aquel diálogo es la siguiente.
W.S.: ¿Qué lo ha impactado al ver «La muerte de Maria Malibran»?
M.F.: Me llamó la atención, tanto en «La muerte de Maria Malibran» como en «Willow springs», que no se trate de películas sobre el amor, sino más bien de películas sobre la pasión.
W.S.: La idea principal de «Willow Springs» consistía en una obsesión de dependencia que unía a los cuatro personajes, cada uno de ellos ignorando los motivos de esta dependencia. Por ejemplo, Ila von Hasperg, la que hace de mucama, no sabe por qué es víctima de este vínculo de dependencia con Magdalena. Lo veo como una obsesión.
M.F.: Salvando alguna palabra, creo que hablamos de lo mismo. Primero, no podemos decir que estas mujeres se aman entre ellas. No podemos decir que haya amor en Maria Malibran tampoco. Mejor sería hablar de pasión. ¿Qué es la pasión? Es un estado, algo que nos ocurre, que se apropia de nosotros, que nos agarra de los hombros, que no tiene pausa ni origen. En realidad, no sabemos de dónde viene. La pasión llega así como así. Es un estado siempre móvil, pero que no tiene dirección. Hay momentos fuertes y momentos débiles, momentos que alcanzan la incandescencia. Flota. Balancea. Es una suerte de instante inestable que se prolonga por motivos oscuros, tal vez por inercia. Busca mantenerse y desaparecer. La pasión se atribuye todas las condiciones para continuar, y a la vez se destruye ella misma. En la pasión, uno no está ciego. Son situaciones en las que uno simplemente no es uno mismo. Ya no tiene sentido ser uno mismo. Las cosas se ven distintas. En la pasión también hay una cualidad de sufrimiento-placer muy diferente de la que se encuentra en el deseo o en lo que se llama sadismo, o masoquismo. No veo ninguna relación sádica o masoquista entre estas mujeres, mientras que sí hay un estado de sufrimiento-placer indisociables. No son dos cualidades que se mezclan. Es una sola y misma cualidad. Hay en cada personaje un sufrimiento muy grande. No se puede decir que una la haga sufrir a la otra. Son tres tipos de sufrimiento permanente, que a la vez son totalmente decididos, ya que no hay necesidad alguna de que estén aquí, presentes. Estas mujeres se han encadenado a un estado de sufrimiento que las une, del cual no logran deshacerse, y sin embargo hacen todo para liberarse. Todo esto es diferente del amor. En el amor hay, en cierta forma, un titular de este amor, mientras en la pasión circula entre los partenaires.
W.S.: El amor no es tan activo como la pasión.
M.F.: El estado de pasión es un estado mixto entre los distintos miembros de la pareja.
W.S.: El amor es un estado de gracia, de alejamiento. En una charla que tuve hace poco con Ingrid Caven, ella me decía que el amor era un sentimiento egoísta porque no convoca a la pareja, no es problema de él.
M.F.: Se puede amar perfectamente sin que ame el otro. Es una cuestión de soledad. Por ese motivo es que en el amor siempre sobran las demandas de uno hacia el otro. Este es su gran defecto, pedirle siempre algo al otro, mientras que el estado de pasión entre dos o tres personas permite una comunicación intensa.
W.S.: Lo cual significa que la pasión contiene, intrínseca, una gran fuerza comunicativa donde el amor es un estado aislado. Encuentro muy deprimente saber que el amor es una creación, una invención interior.
M.F.: El amor puede devenir pasión, es decir, ese estado del cual hemos hablado.
W.S.: Ese sufrimiento, por lo tanto.
M.F.: Ese estado de sufrimiento mutuo y recíproco es, verdaderamente, la comunicación. Me parece que es lo que ocurre entre esas mujeres. A esos rostros, a esos cuerpos, no los atraviesa el deseo pero sí la pasión. He pensado que su película se originaba en «Le malentendu» (El malentendido) de Albert Camus, esa historia también clásica de otros relatos europeos del albergue a cargo de mujeres que matan a los viajeros que se aventuran en el lugar.
W.S.: Desconocía aquella historia cuando realicé «Willow Springs». En realidad fue generada por Christine Kaufmann, con quien habíamos colaborado en teatro. Un día apareció su ex marido, Tony Curtis, y a pesar de que ella tenía la custodia de los dos niños, se los llevó. No teníamos dinero para combatir a ese padre irresponsable. Nos fuimos a Estados Unidos con Christine Kaufmann, Magdalena Montezuma e Ila von Hasperg porque con Christine habíamos pensado en recuperar a los niños. Era mi primer viaje a Los Angeles y California. La idea de «Willow Springs» surgió durante los encuentros con los abogados y al descubrir la región. En Alemania algunas personas vieron en la película una crítica del terror homosexual. Estábamos en un pequeño motel a diez kilómetros de Willow Springs, totalmente encerrados, o sea en la misma situación que los protagonistas de la película.
M.F.: ¿Qué hace que esas tres mujeres vivan juntas?
W.S.: Ante todo quiero decir que nosotros estábamos juntos. Willow Springs reflejaba lo que vivíamos en aquella época, y lo que las tres mujeres me habían inspirado en años de colaboración. Ila siempre resaltaba su fealdad de manera poética, Christine era de una belleza fría y muy amigable a la vez, y Magdalena era tan depresiva como dominante. Esta situación se había generado en un clima político desfavorable si los hay, en un lugar donde vivían fascistas. El pueblo lo manejaba un nazi norteamericano. Era un lugar de terror… ¿Usted se inclina por la pasión o el amor?
M.F.: La pasión.
W.S.: El conflicto del amor y de la pasión es el sujeto de todas mis obras de teatro. El amor es una fuerza perdida, que ha de perderse ya, porque nunca es recíproca. Siempre es sufrimiento, nihilismo total, como la vida y la muerte. Los autores que quiero son todos suicidas: Kleist, Hölderling -alguien que creo comprender, pero fuera del marco de la literatura-… Sé desde mi infancia que debo trabajar, no por haber escuchado que era indispensable; era demasiado anarquista y turbulento para creer eso, sino porque sabía que eran tan pocas las posibilidades de comunicar en esta vida que había que aprovechar el trabajo para expresarse. En realidad, trabajar es crear. Conocí a una puta muy creativa que tuvo con su clientela un comportamiento creativo y artístico. Es mi sueño. Cuando no alcanzo esos estados de pasión, trabajo… ¿Cómo es su vida?
M.F.: Muy razonable.
W.S.: ¿Me puede hablar de su pasión?
M.F.: Hace dieciocho años que vivo en un estado de pasión hacia alguien, por alguien. En un momento dado tal vez tomó la forma del amor. A decir verdad, se trata de un estado de pasión entre nosotros dos, un estado permanente, que no tiene otro motivo para acabarse que no sea él mismo, un estado que me convoca por completo, que me atraviesa. Creo que no hay absolutamente nada en este mundo capaz de determe a la hora de encontrarlo, de hablarle.
W.S.: ¿Qué diferencias observa entre el estado de pasión vivido por una mujer y el vivido por un hombre?
M.F.: En esos estados de comunicación sin transparencia que constituyen la pasión, cuando uno desconoce el placer del otro, lo que es el otro, lo que le ocurre al otro, diría que es imposible saber si es más fuerte para los homosexuales.
W.S.: Mi pasión está en Italia. Es una pasión imposible de definir de manera exclusivamente sexual. Es un chico que tiene sus amigos, y amantes femeninas también. Es alguien que a su vez siente, creo yo, una pasión por mí… ¡Sería demasiado bello si fuera cierto! Desde la infancia vengo diciendo que para mí ser homosexual es una ventaja, porque es bello.
M.F.: Tenemos la prueba objetiva de que la homosexualidad es más interesante que la heterosexualidad: mientras es asombrosa la cantidad de heterosexuales que quisieran devenir homosexuales, conocemos muy pocos homosexuales que demuestren ganas reales de devenir hétero. Es como pasar de Alemania del Este a Alemania del Oeste. ¿Conoce muchos alemanes del Oeste con ganas de instalarse en el Este?
W.S.: Bertolt Brecht.
M.F.: Es cierto, la excepción que confirma la regla. Además era otra época, las relaciones entre ambas partes eran distintas. Volviendo a nuestros pagos: nosotros podremos amar a una mujer, tener una relación quizás hasta más intensa que con un chico, pero jamás tendremos ganas de devenir heterosexuales.
W.S.: Mi gran amiga Rosa von Praunheim, que ha hecho muchas películas sobre el tema de la homosexualidad, me dijo un día: «Sos cobarde e insoportable», porque me negué a firmar una petición contra la represión de los homosexuales. Era una campaña iniciada por una revista donde los homosexuales se declaraban como tales. Yo le dije que estaba de acuerdo en firmar su petición, pero no en reclamar en contra de la represión, porque si de algo no he sufrido jamás en mi vida es de la homosexualidad. Al ser ya muy amado por las mujeres, sabiéndome ellos homosexual, se detenían más en mi persona. Tal vez haya realizado «Willow Springs» por culpa, porque he hecho mucho cine y mucho teatro con mujeres. Veo claramente la diferencia entre mi pasión por una mujer como Magdalena Montezuma, con quien tendré una profunda amistad hasta mi último suspiro, y mi pasión por mi amigo italiano. Es extraña mi motivación. No la puedo definir. En Praga, para mi película «El día de los idiotas», he trabajado con treinta mujeres entre las que estaban todas las que colaboraron conmigo en los últimos trece años.
M.F.: ¿No podría explicarlo?
W.S.: No puedo definir la causa de mis sentimientos. Por ejemplo, cuando vuelvo a ver a ese amigo italiano, vuelvo a un estado de pasión.
M.F.: Voy a poner un ejemplo. Cuando veo una película de Bergman, otro cineasta que tiene como obsesión las mujeres y el amor entre mujeres, me aburro. Bergman me aburre porque creo que él intenta ver lo que pasa entre ellas, mientras que en sus películas hay como una evidencia inmediata: sin buscar decir lo que pasa, permite que ni nos lo preguntemos. Su manera de escapar del todo a la película psicológica me parece enriquecedora. Vemos cuerpos, rostros, labios, ojos. Les hace actuar una suerte de evidencia apasionada.
W.S.: No me interesa la psicología. No creo en ella.
M.F.: Volvamos a lo que usted decía hace un momento sobre la creatividad. Uno se pierde en su vida, en lo que escribe, en hacer una película, precisamente cuando quiere interrogar a la naturaleza de la identidad de algo. Ahí fracasa, porque entra en clasificaciones. El problema consiste en crear algo que ocurra y circule entre las ideas, algo que se mantenga innombrable, y así a cada instante tratar de darle una coloración, una forma y una identidad que nunca dice lo que es. ¡Eso es el arte de vivir! Es matar a la psicología para crear, con uno mismo y con los otros, individualidades, seres, relaciones y cualidades que no tengan nombres. Si uno no puede lograr eso en la vida, no merece ser vivida. No hago diferencia entre los que hacen de sus vidas una obra de arte y los que hacen en sus vidas una obra de arte. Una existencia puede ser una obra perfecta y sublime, algo que bien sabían los griegos y que hemos olvidado por completo, sobre todo desde el Renacimiento.
W.S.: Es el sistema del terror psicológico. El cine no es otra cosa que dramas psicológicos, películas de terror psicológico… No le tengo miedo a la muerte. Tal vez suene arrogante, pero es la verdad (hace diez años sin embargo lo tenía). Mirar la muerte de frente es un sentimiento anarquista que hace peligrar el orden establecido. La sociedad juega con el terror y el miedo.
M.F.: Una de las cosas que me tienen preocupado hace rato es la conciencia de cuán difícil es suicidarse. Pensemos y enumeremos las pocas posibilidades de suicidio que tenemos a nuestra disposición, cada una más asquerosa que la otra. El gas, por ejemplo, es peligroso para el vecino… Ahorcarse, convengamos que es desagradable para la mucama que descubre el cuerpo a la mañana del día siguiente… Arrojarse por la ventana ensucia la vereda. Además, la sociedad tiene del suicidio una consideración muy negativa. No solamente se dice que no está bien suicidarse, sino que también se considera, cuando alguien se suicida, que andaba muy mal.
W.S.: No entiendo que una persona muy deprimida tenga la fuerza para suicidarse. Sólo podría suicidarme en un estado de gracia, de placer extremo, pero para nada en un estado de depresión.
M.F.: Estoy a favor de un auténtico combate cultural que haga entender a la gente que no existe conducta más bella ni que merezca más atención que el suicidio. Cada quien debiera trabajar en su suicidio toda la vida.
W.S.: El sistema en el que vivimos opera desde la culpa. Mire la enfermedad. He vivido en Africa y en la India, donde las personas no temen mostrar su estado ante la sociedad. Hasta el leproso se puede mostrar. En cambio, en nuestra sociedad occidental apenas uno se enferma debe tener miedo, esconderse, y ya no puede vivir. Sería ridículo que la enfermedad no fuera parte de la vida. Tengo para con la psicología una relación totalmente esquizoide. Si agarro mi encendedor y un cigarrillo, es algo banal. Lo que importa es el gesto. Es lo que me da mi dignidad. Saber que cuando yo tenía cinco años mi madre fumó demasiado no me interesa desde el conocimiento de mi propia personalidad.
M.F.: Es uno de los grandes puntos de inflexión que hoy tenemos en cuanto a nuestras sociedades occidentales. El siglo veinte nos enseñó que uno ya no puede hacer nada si no conoce nada de sí mismo. La verdad sobre uno mismo pasó a ser una condición de la existencia, mientras bien se pueden imaginar sociedades que permitan no resolver la problemática de lo que uno es. Es una pregunta sin sentido. Lo importante es el arte de lo que uno hace para ser quien es. Un arte de uno mismo que vendría a ser lo más opuesto al sí mismo. Hacer de su ser un objeto de arte, eso es lo que vale la pena.
W.S.: De su libro «Les mots et les choses» (Las palabras y las cosas) recuerdo esta frase que me ha gustado mucho: «Si estas disposiciones desaparecieran… podríamos apostar a que el hombre se borraría como un rostro de arena en el límite del mar». Para mí la psicología es un misterio. Freud edificó por encima de nuestras cabezas un sistema muy peligroso adaptado a toda sociedad occidental. Quisiera dar un ejemplo significativo de un acto anodino que sería mal interpretado en un sentido freudiano. Cuando volví de Norteamérica después de «Willow Springs» estaba muy cansado y a mi madre le dio gusto darme un baño. En un momento empecé a mear en la bañera. Imagínese la situación: una madre de sesenta años y su hijo de veintisiete. Me reí mucho. De todas maneras, siempre meo en las bañeras. ¿Por qué no mear? Es la única respuesta para dar. Es una relación fraternal, fuera del incesto, ya que nunca tuve una relación erótica imaginaria con mi madre. La consideré una amiga. No veo ningún problema en eso, a no ser que reduzca esta acción al contexto psicológico burgués… Novalis escribió un poema que adoro: «Hymnen an die nacht» (Himnos a la noche). Explica por qué prefiere la noche al día. ¡Eso es el romanticismo alemán!
M.F.: ¿Cuando realizó «Maria Malibran» pensó primero en la música?
W.S.: Ante todo, pensaba en el suicidio, en las personas que quería, en las que me inspiraban pasión, como Maria Callas, que seguía amando. «La muerte de Maria Malibran» existió gracias a lecturas: un libro español sobre Maria Malibran, un texto sobre la muerte de Janis Joplin y otro sobre la muerte de Jimi Hendrix, dos artistas que admiraba muchísimo. Maria Callas era la visión erótica de mi infancia. A los catorce años, en mis sueños eróticos la imaginaba meando y yo, mirándola. Me sucedía siempre fuera del marco de su imagen, del respeto y de la gran amistad que tenía con ella. Es la mujer erótica. Maria Callas era una pasión total. De manera extraña, nunca me dio miedo. Recuerdo que ella me dijo, en una charla que tuvimos en París en 1976, que solamente conocía a gente que le tenía miedo. Le dije: «¿Cómo se le puede tener miedo?». Era de una amabilidad excepcional, y se parecía a una niña griega americana. A los cincuenta años era la misma cosa. Le había hecho una propuesta: «¿Quiere que publiquemos una nota en ‘France Soir’: Maria Callas busca un hombre?». Se rió mucho. «Ya verá, van a aparecer no menos de cien personas». Tanto miedo le tenía la gente que nadie se atrevía a ir a verla. Tenía una vida muy solitaria. Una lástima, porque dejando de lado su genio, era de una simpatía y amabilidad fabulosas. Algo me fascina. ¡Algo inimaginable! Doce años que trabajo con las mismas diez personas y casi no hay en ese grupo interés de un miembro para con otro. No hay interés profundo entre Magdalena Montezuma y Christine Kaufmann, ni entre Christine Kaufmann e Ingrid Caven, etcétera. Hay un interés vital entre Magdalena e Ingrid que se quieren y se admiran mucho, pero es una excepción. Si no estoy para la puesta en escena, no hay comunicación.

Foucault, ese bello peligro

por Martín J.P. Weber



Como ya habrá notado, estimadísimo lector, no es ésta una ponencia más sobre Foucault. Quienes tenemos ideas propias podemos prescindir de los mayormente estériles hábitos de la academia. No se encontrará aquí, tampoco, una nueva explicación del sistema, o de la obra, o de la vida de Foucault. Más aún, casi podríamos prescindir de tamaño personaje, sino fuera por la ineluctable presencia de un Foucault plenamente desconocido que aquí vamos a revelar.

En los congresos sobre Foucault no se lee a Foucault, sino a Deleuze. Pero Deleuze sólo ayuda a pensar (y son demasiado pocos los que aprehendieron la lección de pensar por cuenta propia, la enorme mayoría sólo repite sus categorías). Foucault, en cambio, penetra en lo concreto, en los cuerpos y en la historia.

Por eso, estimadísimo lector, olvidémonos de Deleuze y vayamos a leer a Foucault; vayamos a leerlo como se merece: a partir de una coyuntura y de unas ideas que nos le son propias. Como pensador  (un exceso sería llamarme filósofo), constato que la coyuntura actual se define por la existencia de una deprimente presencia de los cuerpos, siendo los cuerpos, por otra parte, un elemento secundario de aquello que la entera tradición francesa llama “sujeto”. Esa tradición, tan en decadencia como la corporalidad misma de la que tratamos, comienza con Descartes y termina  con Foucault. Todos los franceses relevantes, en efecto, piensa bajo la fórmula yo = x: “yo pienso”, “yo siento”, “yo percibo” (ergo, yo “existo”). Pero esta tradición ha muerto. De allí que podamos, sobre la tumba de Foucault, superarla.

De lejana inspiración en Leibniz y en el expresionismo alemán, la tesis que aquí intento desplegar afirma lo contrario: que la materialidad cuerpos es fundamental, y que no tiene nada que ver con un yo, ni con el ejercicio de una facultad fundamental. Antes que la luz, los cuerpos se vinculan a una fatalidad sombría y mayormente inoportuna. Cuerpo es, en principio, lo que se interpone entre esa luz (que los franceses enarbolaron como iluminismo) y mi tentativa fracasadas de deseo y comprensión. Salvo coyunturas particularmente “luminosas”, en que en el ensamble entre los cuerpos es espacioso y ligero –esos milagrosos momentos en los que el cuerpo que danza es tolerable y gracioso-, lo propio del cuerpo de los otros es echar sombra. El cuerpo, en efecto, molesta.

Me refiero, claro está, al cuerpo vivo; ese que desde el amanecer de los tiempos despierta los más perversos instintos: liquidar a los otros. O sencillamente dominarlos. En nuestra época, en cierto sentido más dulce, se trata tan sólo de gobernarlos. Ante el cuerpo de los otros, fuente de frustraciones e instintos paranoicos, nos volvemos asesinos o buscamos refugio en donde podemos. Cada quien según su naturaleza.

Mi naturaleza, no difícil de constatar, es próxima a la de Foucault. Como él, fui educado en un “medio médico”. Nada del cuerpo, por ello, nos es ajeno. Como él, soy heredero de un cirujano.  Como él, digo, hago de la estilográfica, un bisturí, y de la escritura sobre papel, una autopsia del cuerpo de aquellos sobre quienes escribo. No matamos, damos por muertos a los otros, para poder pensarlos. Pensar a los otros es pensarlos como cadáveres cuya clave hay que desmontar: “La hoja de papel es en mí el cuerpo de los otros”, dice Foucault (pero podría ser yo). O mejor esto: “escribir es en verdad habérselas con la muerte de los otros, pero esencialmente habérselas con los otros en cuanto ya están muertos”. ¡Cuánta verdad!

Este Foucault que reivindico –pagano y completamente antivitalista– es el que se encuentra en El bello peligro (Interzona, Bs-As, 2014), recién publicado en francés y ya traducido y editado en español. Escúchenlo: “Para mí la palabra comienza desde de la muerte y una vez establecida la ruptura. La escritura es para mí el desvío del después de la muerte y no el progreso hacia la fuente de vida. Quizás sea en esto como mi forma de lenguaje es profundamente anticristiana”. Sublime, completamente sublime.

La idea está clara. Ahora bien: en nuestro país, como en casi todo el resto, sobresale una especie inmunda, la de los discípulos. Foucault, nadie está exento de este mal, tiene aquí a los suyos. En este género menor del ramo comercial, que suele proliferar como quiosquerismo filosófico, se destaca  especialmente el compañero Tomas Abraham.

Es claro que ser foucaultiano no es repetir mal –es decir, fuera de toda coyuntura común- las palabras del maestro, sino tener problemas comunes con él. Tal es mi caso. Como Foucault, y a diferencia de la jirafa bíblica y exibicionista a la que de refilón me refiero, me refugio en la escritura para evitar contactos con los cuerpos de los otros.

Hay, en efecto, un Foucault de mentira, que circula en nuestros círculos universitarios y para universitarios sin mayores dificultares. No es Foucault, insistimos, sino puro deleuzianismo. Óiganlo de verdad al maestro y me dicen qué piensan: “Escribir es muy diferente de hablar. También se escribe para dejar de tener una cara, para ocultarse uno mismo bajo su propia escritura (…) para que la vida que se tiene alrededor, al lado, afuera, lejos de la hoja de papel, esa vida que es divertida sino aburrida y llena de preocupaciones,  que está expuesta a los otros, se absorba en ese pequeño rectángulo de papel”.

Y no es que la jirafa parlanchina sea deleuziana en vez de foucaultiana. Deleuze no se habría sentido plácido con ese rostro-jirafiano y ese parloteo televisivo. Fuera del circo y del zoológico, el pensamiento es inseparable de cierto pudor.

Habemus nuestros nietzschanos casto-capitalistas… ¡Al menos Castro –el otro tutor de Foucault en nuestras tierras– tiene un apellido a su altura! se sabe cura –sacerdote erudito, estilo petit Agamben-  y no pretende ser “discípulo” (bien haría Cavallieri en afiliarlos a ambos).

El tema, queridos lectores, sigue siendo el nihilismo. Pero no acomodarse, sino superarlo. Y eso, fuera del zoológico y del vaticano, no se hace con “la vida” como valor. Se lo hace denunciando la política de los cuerpos. Horribles sujetos gozando de sí mismos y frustrándose con los demás. Algún día la filosofía será foucaultiana: ese es mi propósito. Pero es en estos congresos de filosofía que esa vida pueda ser anunciada.

El neoliberalismo, el mito del Estado y la gubernamentalidad en América Latina

por Pablo Esteban Rodríguez

Quisiera comenzar con una cita extraída de la “nueva época” de la clásica revista El Ojo Mocho, uno de los grandes faros intelectuales argentinos en los ’90. Se trata de una entrevista a Eduardo Rinesi, actual rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento, publicada a fines de 2011. Refiriéndose a Michel Foucault (p.19), ubicándolo dentro de un pensamiento, digamos, antiestatalista, afirma lo siguiente: “las cosas que estamos pensando en la Argentina no van tanto en la dirección de pensar en formas no estatales o extraestatales o antiestatales de funcionamiento de la vida social. Me parece que hemos dejado de pensar que la libertad está del otro lado del Estado, digamos así, para pasar a pensar (y me parece que allí estamos en el corazón de la gran tradición republicana clásica) que uno es libre no contra el Estado, sino en el Estado o gracias al Estado, no fuera de la ley o contra la ley, sino dentro de la ley y gracias a la ley”. Uno de los entrevistadores, Alejandro Boverio, acababa de señalarle que “en los ’90 no había Estado y, mientras tanto, se leía a Foucault”, y Rinesi retruca: “lo que en algún sentido pedía el progresismo era todo lo que Foucault criticaba: una estatalidad fuerte”. No es el único lugar en el que Rinesi, y otros con él, se refieren a Foucault en estos términos.
El solo hecho de participar en este Coloquio nos colocaría, a buena parte de nosotros, en una posición contraria a la de Rinesi. Si pensáramos realmente que el famoso “Foucault del poder” está desfasado y es poco útil respecto del contexto actual, la leyenda “Foucault y América Latina” tendría poco sentido más allá de una efeméride vacía por los 30 años de su muerte. En mi opinión, es fácil estar en desacuerdo con Rinesi por miles de razones, pero no es lo que me interesa explicitar; entre otras cosas porque, casualidades de las transmisiones generacionales, él formó parte de aquellos profesores que me introdujeron a un mundo de lecturas en el que Foucault ocupaba una plaza central. Hay allí un motivo afectivo. En realidad, traigo a colación esta cita porque me permite enhebrar varios ejes de lectura que desembocan en la necesidad imperiosa de Foucault para comprender algunos procesos macro y micropolíticos en nuestra región, y en especial en Argentina.
El primer eje de lectura tiene que ver con las sucesivas capas de interpretación que cayeron sobre la obra de Foucault a lo largo de su vida. A diferencia de lo que planteó ayer Didier Eribon sobre el silencio que la academia francesa hizo sobre Foucault desde su muerte hasta hace unos cinco o diez años, en nuestro país y en parte de América Latina Foucault nunca dejó de estar de moda. La posición de Rinesi y de sus entrevistadores abreva, entonces, en una primera capa interpretativa que viene de arrastre de los años ’70, cuando, como ya se dijo aquí en las jornadas realizadas en junio en la Biblioteca Nacional, Vigilar y castigary otros escritos de Foucault eran leídos con pasión y a hurtadillas en plena dictadura. Fue en aquel tiempo que se instaló la idea de que la disección de la sociedad disciplinaria era sinónimo de crítica al aparato estatal, de manera que disciplina era en lo esencial sinónimo de represión, aunque en Foucault la cuestión era más compleja. Esa lectura atravesó luego la primavera alfonsinista y la vuelta a la democracia en varios países (Uruguay y Brasil, fundamentalmente). Tal como explica el propio Rinesi, eran en parte “los amigos anarquistas”, como Christian Ferrer, quienes difundían la palabra de Foucault.
Luego viene una capa de interpretación que, atravesando los ’90 con la misma imagen del Foucault antiestatal (como decía Boverio), llega a posarse sobre la crisis de 2001 en Argentina con tintes nuevos, aportados por el arribo masivo de las tesis de Imperio, de Michael Hardt y Toni Negri, y de la estela del autonomismo italiano (Paolo Virno o Maurizio Lazzarato, por dar algunos nombres). La ecuación parecía perfecta: Negri y compañía citaban profusamente a Foucault, lo mezclaban con Marx, lo reafirmaban en un lugar “antiestatal”, combinándolo a su vez con Deleuze y Guattari, y todo en nombre de una multitud que tomaría el relevo del pueblo. El clima “antiestatal” de 2001, el espíritu asambleario, el crecimiento de los movimientos y las organizaciones sociales parecía un suelo fértil para esas lecturas. Por alguna extraña razón, con los mismos rasgos, Foucault iluminaba la situación argentina y, en parte, la de América Latina en dos momentos muy diferentes de su historia reciente (los ’70 y los 2000), mientras queda el interrogante de la relación entre el neoliberalismo de los ’90 y las búsquedas que el progresismo realizaba sobre ese mismo Foucault.
 El Foucault de Rinesi proviene, entonces, de estas dos capas cortadas por una interpretación que hoy en día comparten muchos intelectuales, a saber, que la crisis de 2001, detrás de sus declamaciones antiestatales, provenía de una demanda de más Estado, el mismo que se había desvanecido durante la década neoliberal. Juzgando esa demanda como legítima, y valorando positivamente esta época que, en toda la región, tiene un color macropolítico muy diferente del de los ’90, las experiencias de gestión social no estatal, junto al Foucault libertario-filo-anarquista, y por supuesto la multitud negrista, quedarían archivadas y desactualizadas. “Foucault y América Latina” sería, entonces, la historia de un encuentro que ahora habría culminado. Este coloquio sería un réquiem. Por supuesto que no es así.
Un “nuevo” Foucault
Didier Eribon alertaba ayer sobre una situación que ocurre en Francia y que en América Latina en cierta forma se replica: el pasaje de un Foucault urgente, leído en clave de las luchas políticas, a un Foucault considerado clásico, más encorsetado, consagrado en y por la academia. Pero habría que agregar que en este pasaje se produjo una novedad fundamental, que es la publicación de sus cursos en el Collège de France. Esto provocó en la región (pienso sobre todo en México, Brasil, Chile y Colombia, hasta donde yo conozco) un renacimiento del interés de Foucault bajo otras condiciones, que no son sólo las de la proliferación académica (edición de libros, organización de coloquios como este, etc.), sino también y sobre todo la de un Foucault que analiza otros temas, como el neoliberalismo, tal como explicó ayer Eribon. También aparece bajo nuevas luces el Foucault “griego” y otros tantos que no puedo en este momento mencionar. Esto da pie a una tercera capa interpretativa que quiero proponer de modo muy esquemático, una capa en la cual, de pronto, Foucault aparece nuevamente sincronizado con los ’70 y con esta época, pero a través de ejes diferentes a los mencionados anteriormente. Para emplear una bella expresión suya, Foucault ahora nos enseña a estar en la vertical de nosotros mismos.
Quisiera referirme, como se podrán imaginar, a dos cursos en especial: Seguridad, territorio, población y Nacimiento de la biopolítica. Allí Foucault realiza la arqueología y la genealogía del liberalismo y el neoliberalismo entendidos no como ideologías, teorías económicas o políticas, sino como verdaderas tecnologías de poder ensambladas con tecnologías específicas de subjetivación. Se trata de una hipótesis de lectura fuerte, de un posicionamiento notable de Foucault, por varias razones: ante todo, por la novedad en el enfoque de un tema muy transitado (al menos, el del liberalismo); luego, por las transformaciones que supone para su propia teoría del poder, al dar vuelta la página respecto del análisis de la disciplina y proponer un nuevo nivel de análisis, ligado a lo que llama “los dispositivos de seguridad”; y finalmente por el sentido de la oportunidad, su notable sincronía, pues el neoliberalismo en esos tiempos (1978-1979) se imponía a sangre y fuego en parte de América Latina y se preparaba para tomar el poder nada menos que en Estados Unidos y Gran Bretaña. Curiosas líneas de tiempo, las que habilitan a un Foucault antidisciplinario leído en la clave provista por la represión y la masacre de las dictaduras en el mismo momento en que Foucault vislumbra otro tipo de poder en marcha que sólo se hace evidente en la actualidad.
No hace falta que me extienda en la descripción de los nudos centrales de estos cursos, pues todos los conocemos bien, pero sí quiero destacar que en el centro de la cuestión está la noción de gubernamentalidad, entendida como un modo de ejercicio del poder que bascula entre dos polos, el del Estado y los individuos, el de la libertad y la seguridad. Esto ya de por sí señala una diferencia clara con el retrato del Foucault antiestatal, pues la libertad no es en absoluto lo contrario del Estado, sino algo producido desde el mismo Estado cuando se gubernamentaliza, esto es, cuando logra formar una suerte de saber naturalista sobre la circulación de las cosas y de los signos, cuando consigue laisser faire, laisser passer para luego aplicar sobre la sociedad un conocimiento acerca de esa circulación. La libertad existe y se crea dentro de este ámbito; no existe pura, incontaminada, lejana al poder político. Es más: en Seguridad, territorio, población, de hecho, Foucault denuncia la sobrevaloración del problema del Estado por parte de quienes dicen combatirlo, asignándole una eficacia exagerada y ocultando el juego que realiza con el mercado.
Por esos años, Foucault colocará al Estado de Bienestar como una operación hacia el otro polo, el de la seguridad, debido a la crisis de gubernamentalidad originada en el crack de 1930. El papel del neoliberalismo es el de un contrapeso a este modelo, un intento a la vuelta al liberalismo que se construirá pacientemente a lo largo de varias décadas, primero como teoría económica que incluye a los deseos, luego como instrumento de presión a través de diversos think tanks y finalmente como una infiltración hacia terrenos supuestamente refractarios a los neoliberales como el pensamiento socialdemócrata, para terminar inclinando la balanza a su favor en dos tiempos: los ’70 y los ’90. Lo que sorprende es la falta de prejuicios con la que Foucault encara estos temas, cuán poco le debe al tono políticamente correcto. Mientras diseccionaba con lujo de detalle un tipo de teoría, como la neoliberal, que cualquier progresista conoce únicamente como grueso epíteto, no tuvo empacho en decir, en una entrevista realizada en 1983 llamada “Seguridad social: un sistema finito frente a una demanda infinita”, que la noción misma de seguridad social generó “efectos perversos; rigidez creciente de determinados mecanismos, situaciones de dependencia (…) se ofrece más seguridad a la gente (pero) se aumenta su dependencia” (210).
Es muy simple: tanto el neoliberalismo como la seguridad de todo tipo alojada en el Estado son tecnologías de poder. Al no tomar partido, al permanecer, en definitiva, mucho más cerca del marxismo que todos aquellos que partiendo de él se convertían a un progresismo flou, el retrato parece claro: Foucault se ha vuelto un liberal, como explicaba ayer Eribon. Liberal, libertario, anarquista, antiestatalista. Sin embargo, he aquí lo que hizo Foucault en Nacimiento de la biopolítica, el curso siguiente de Seguridad, territorio, población: puso al neoliberalismo en continuidad y ruptura con el liberalismo clásico. Es una continuidad porque se apoya nuevamente en el par individuo-libertad, más que en Estado-seguridad; pero es ruptura porque se produce un nuevo tipo de subjetivación, al menos en la teoría, que se corresponde con la noción de riesgo, la de capital humano, la de una concepción de vida en la que todo es un juego económico donde se realizan inversiones, la de un sujeto que es empresario de sí mismo y que calcula, todo el tiempo calcula. No es preciso abundar porque Flavia Costa hablará precisamente de este tema. Es bastante miope suponer que todo esto fue hecho en nombre del liberalismo; más bien parece su denuncia.
En todo este proceso Foucault vincula procesos macropolíticos y macroeconómicos con tecnologías específicas de subjetivación. Las crisis cíclicas del capitalismo se traducen en crisis de gubernamentalidad; estas crisis generan, a su vez, modos particulares de subjetivación que se desarrollan en la teoría y a veces en la práctica. En aquellos años (recordémoslo una vez más: en esos años en los cuales para nosotros era “el pensador de la disciplina”), Foucault advertía sobre los límites del modelo de bienestar mientras vislumbraba una nueva tecnología de poder, neoliberal, que aún no estaba vigente. Y de paso, como si todo esto fuera poco, retuerce con todo ello su propia teoría del poder y ordena una nueva secuencia: soberanía-disciplina-seguridad. Todo esto es continuado por varios caminos, desde el de Robert Castel hablando de la gestión de los riesgos hasta el de Gilles Deleuze hablando de las sociedades de control, pasando por qué no por François Ewald, quien sí fue alcanzado por la prédica neoliberal. 
Neoliberalismo para todos y todas
Siguiendo esta tercera capa interpretativa que propuse, la del Foucault diseccionador del neoliberalismo avant la lettre, quiero proponer lo siguiente: estamos en el tiempo en que el neoliberalismo se extiende como tecnología de poder mientras decae su legitimidad en el nivel macropolítico, o dicho de otro modo, mientras no puede ser declamado como ideología. Se trata de un proceso que en América Latina comenzó lentamente en los ’80 y que tuvo un crecimiento con la ola neoliberal de los ’90, pero no exactamente como tecnología de poder puesta en práctica. Desde ya que hay una solidaridad íntima entre ambas instancias: las privatizaciones de las empresas públicas componen perfectamente con el ensalzamiento de la iniciativa personal, el empresario de sí mismo y la concepción mercadocrática de la existencia. Pero hay un desfasaje, incluso una utilización bastarda, de esas tecnologías de poder en América Latina, inimaginable quizás por los mismos teóricos neoliberales, difícil de creer para sociedades de mayor equilibrio social como las europeas,. Para esta tercera capa interpretativa, la crisis de 2001, la crisis del neoliberalismo en general, no significó simplemente la inclinación hacia el polo Estado, sino también el ejercicio de nuevas formas políticas, de nuevos procesos de lucha que atraviesan ambas épocas y que fueron y son utilizados desde el Estado como un know-how incorporado a una nueva fase de la gubernamentalidad.
En todo caso, el nuevo escenario de una gubernamentalidad neoliberal que corre detrás de la indudable “vuelta del Estado” en América Latina tendría, a modo de hipótesis tentativas, tres componentes.  El primero es quizás el más asimilable, porque hace un momento la expuso Flavia, con quien trabajamos este tema hace años en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, y porque espeja en cierta manera lo que ocurre en el hemisferio norte hace ya bastante tiempo, sobre todo en Estados Unidos y Gran Bretaña (casualmente, la cuna de la legimitidad neoliberal en el ámbito de la macropolítica). Se trata de un dispositivo de fitness, como explicó Flavia, en el que todas las disposiciones de la teoría neoliberal se encuentran plasmadas en tecnologías específicas de subjetivación. No hace falta que abunde en el tema.
El segundo componente es un tipo de “neoliberalismo desde abajo”, que podría denominarse popular, según propone Verónica Gago en un libro notable que saldrá a la calle en dos semanas titulado La razón neoliberal, y que discute justamente con La razón populista de Ernesto Laclau. Cito:  “Por neoliberalismo desde abajo me refiero a un conjunto de condiciones que se concretan más allá de la voluntad de un gobierno, de su legitimidad o no, pero que se convierten en condiciones sobre las que opera una red de prácticas y saberes que asume el cálculo como matriz subjetiva primordial y que funciona como motor de una poderosa economía popular que mixtura saberes comunitarios autogestivos e intimidad con el saber-hacer en la crisis como tecnología de una autoempresarialidad de masas” (11). El caso que analiza Gago es la circulación existente entre la feria textil de La Salada, los talleres textiles clandestinos y la villa 1-11-14.
Al menos en Argentina, existe según Gago una “creciente y notable pluralización de formas laborales, efecto de la crisis, la que obliga a una ampliación de la categoría de trabajadores y a una reconceptualización de las economías clásicamente llamadas informales y periféricas, en las cuales sobresale el papel del trabajo migrante como recurso económico, político, discursivo, imaginario, de la recomposición laboral en curso”. El trabajo migrante, que sólo se reconoce públicamente cuando se habla de “trabajo esclavo”, “refiere a la composición estratégica de elementos microempresariales, con fórmulas de progreso popular, con capacidad de negociación y disputa de recursos estatales y eficaces en la superposición de vínculos de parentesco y de lealtad ligados al territorio así como formatos contractuales no tradicionales (18-20), de manera tal que no sería insólito ver en el migrante a un “inversor de sí” que pone en juego “un capital co­munitario”, y a una “racionalidad neoliberal” funcionando dentro de “un repertorio de prácticas comunitarias”. Para finalizar, y para evitar que esto sea entendido como una visión condescendiente del neoliberalismo (al fin y al cabo, Gago hace suya la audacia de Foucault y se enfrentará a las mismas malinterpretaciones), afirma que “el neoliberalismo tiene la complejidad de no poder definirse de manera homogénea, sino que depende de sus aterrizajes y ensambles con situaciones concretas. Son esas situaciones las que obligan a pluralizar el neoliberalismo más allá de su definición como un conjunto de políticas emanadas desde arriba, como planificación estructural” (211).
El tercer componente, que permite establecer un criterio de inteligibilidad macropolítica a los dos anteriores, es el tipo de Estado que ha retornado. Ya no es el Estado peronista argentino, o el Estado Novo brasileño, o el primer Estado de Bienestar que existió en el mundo, el de Uruguay. Ocurre sobre el fondo de un neoliberalismo exitoso en lo macroestructural que lega sus condiciones al presente. Esto está planteado en el interesante libro Habitar el Estado, de Mariana Cantarelli y Sebastián Abad, que problematiza, a partir de la experiencia de ambos en el Instituto Nacional de la Administración Pública, cómo constituir la estatalidad como forma de subjetivación una vez que se comprueba que aquel Estado no volverá, si es que alguna vez existió, y sin dudas no con los esquemas que vienen importados de Europa. ¿Por qué? Porque ya no existirá de aquí en más una economía de pleno empleo, porque el tipo de inserción de la región en el contexto económico mundial no alienta la creación masiva de fuentes de trabajo al viejo estilo, y porque la población actual es demasiado heterogénea en su composición, en su participación en la economía, en su inserción legal y formal en la política, hasta en sus formas culturales, como para reeditar viejas formas de existencia social. No es una crítica, es una constatación que cualquiera que analice las políticas públicas del último decenio puede comprobar.
En ese gran texto llamado “Crisis de la medicina o crisis de la antimedicina”, que salió publicado originalmente en lengua castellana, Foucault dice que el Plan Beveridge, base del Estado de Bienestar, consagró para la biopolítica un cambio fundamental: “el concepto de individuo en buena salud para el Estado se sustituye por el del Estado para el individuo en buena salud” (68). Propongo generalizar, un poco abusivamente, esta afirmación para el caso de esta nueva situación. El Estado que vuelve no es el que intenta dirigir todos los ámbitos de la existencia garantizando todo tipo de seguridad, sobre todo la subjetiva, sino el que garantiza a los individuos que estará allí cuando quiera llevar adelante sus iniciativas, en forma cuidada para las clases medias y, obviamente, en forma precaria para las clases populares. Esto se puede ver en la cantidad de leyes sobre la salud que se han sancionado en los últimos años tomando como base la demanda de los supuestos afectados (antitabaco, fertilización asistida, menúes light en los restaurantes, programas de fomento a la actividad física, etc.), pero también en el momento en que los representantes de la feria de La Salada viajan con la comitiva presidencial al exterior (el tan mencionado viaje a Angola), o en el hecho de que el Estado multiplica y superpone programas de asistencia que deben tanto al diseño de macropolíticas públicas como a la contingencia y la precariedad de aplicación. Es en esa contingencia y precariedad donde interviene una racionalidad neoliberal, como dice Gago, “desde abajo”.
Para finalizar, entonces, creo que la “vuelta del Estado” se emparenta íntimamente con la “vuelta de Foucault” para analizar lo que ocurre en América Latina y para imaginar nuevas formas políticas y sociales. Déjenme ser obvio: como el eterno retorno de Nietzsche, no retorna lo mismo. El Foucault que retorna, el de la genealogía del neoliberalismo, permite comprender al Estado que retorna. Es para festejar que el neoliberalismo macroestructural haya perdido predicamento, y para estar en guardia frente a los intentos que habrá, desde ya, en reimponerlo ni bien se acentúen los problemas que hoy estamos viendo aparecer. Pero, también, y esto es lo que quiero plantear, es para comenzar a ver la lógica neoliberal desde otro ángulo, mucho más inquietante, que no se manifiesta en declaraciones de principio ideológicas sino en prácticas concretas de existencia de una miríada de sujetos provenientes de diferentes grupos sociales. Las luchas políticas que vendrán tendrían que jugarse, también, en este terreno.

Obscenidades

por Teodoro Boot

Un minúsculo grupo de activistas de la agrupación Quebracho fue duramente criticado por arrojar huevos sobre la persona del ex ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo en el transcurso de una conferencia o mesa redonda que tuvo lugar en la Universidad Católica Argentina, alias UCA.

Los críticos, que los ha habido en cantidad entre los bienpensantes de esta ciudad y presumiblemente el país entero, se han abstenido de precisar si su repudio al vandálico acto obedece a la naturaleza inocua de los huevos, que manchan la ropa, pero resultan menos contundentes que las piedras.

Pongamos las cosas en contexto: desde que el juez neoyorkino Thomas Griessa decidió impedir a los acreedores de Argentina el cobro de los dineros depositados por el Estado nacional en el Banco Mellor de Nueva York, Domingo Felipe ha hecho un regreso rutilante al escenario mediático nacional a fin de defender los reclamos de los holdouts, sucintamente llamados fondos-buitre. En tal empresa ha sido secundado por conocidos asesores económicos de la catadura de Carlos Melconian o Juan Espert y, ya más espantosamente, Federico Sturzenegger, un flagrante ejemplo de que sólo los delincuentes menores ingresan en las comisarías por una puerta y salen por la otra: en virtud de las oportunas moras judiciales y las consiguientes prescripciones, hay algunos que antes de salir, ni siquiera entran.

No es el leit motiv de las presentes líneas defender o siquiera justificar la performance de los activistas de Quebracho en virtud de que se trata de un evidente despilfarro de proteínas, perpetrado tan luego por quienes se precian de defender a las clases populares, empobrecidas tras décadas de neoliberalismo, pero cabe consignar que, así como fue José Alfredo Martínez de Hoz quien diseñara el modelo de desindustrialización y endeudamiento argentino, resultó ser Domingo Felipe quien le colocó la frutilla al postre al estatizar el total de la deuda contraída por empresarios privados, que usaron esos créditos garantidos por la sociedad argentina para colocarlos en diversos paraísos fiscales.

No conforme con eso, fue ese mismo Domingo Felipe uno de los tres ideólogos del golpe de gracia a la Argentina industrial y productiva. Los otros dos, el insigne administrativista Roberto Dromi y el precarizador serial Armando Caro Figueroa gozan de la correspondiente protección oficial o, cuanto menos, de la indiferencia pública. Nadie, o más bien pocos, saben quienes son ni qué importante papel cumplieron en el proceso de aniquilamiento de la otrora igualitaria sociedad argentina.

Y es en ese sentido que los inicuos huevazos de los activistas de Quebracho adquieren cierta razonabilidad, ya que el hecho de que Domingo Felipe Cavallo, Carlos Melconian, Juan Espert o Federico Sturzenegger diserten sobre materias económicas tiene el mismo grado de obscenidad que un seminario sobre derechos humanos dictado por el general Benjamín Menéndez y el comisario Miguel Etchecolatz. Nadie en su sano juicio permanecería indiferente ante semejando espectáculo

Por tal motivo, y sin adherir al insustancial método de repulsa elegido por los activistas de la agrupación Quebracho, el autor de estas líneas no puede más que compartir su muy justificada indignación, aunque lamentando profundamente que los huevos arrojados sobre la persona del ex ministro se encontraran en buen estado de conservación.

Para pasar el finde: 7 razones para ver 7 cajas (+ descarga)

por Lobo Suelto!


1- Porque 7 cajas es una película paraguaya, lo que al decir de Víctor Hugo representa una gratificante novedad.

2- Porque la historia transcurre, entera, en la feria popular más grande de la ciudad de Asunción: el mercado Municipal 4. Territorio intenso y hostil, de amores y de guerra, de deseos y necesidades. Y, sobre todo, de fuerzas en pugna: solo se sobrevive en el capitalismo runfla si se es capaz de inventar estrategias concretas (y ya lo dijo Diego Valeriano: cualquier feria del conurbano habla más de la vida que el psicoanálisis o el marxismo)

3- Porque en la película (como en capitalismo runfla) no hay víctimas ni victimarios, ni héroes ni villanos: solo transa, es decir, energías vitales que componen y descomponen al ritmo intempestivo del deseo de celebridad y consumo. Porque allí donde se indistingue lo legal de lo ilegal, si el consumo no «libera» (¿o sí?), al menos produce encuentros insospechados. Resuenan los agudos interrogantes de la Dra. Gago: ¿cómo se financia el consumo de los sectores populares? ¿Hay una sospecha sobre el dinero sólo cuando éste llega a las clases más bajas? ¿Qué tipo de inclusión representa este crecimiento del empleo fuera de los cánones del mundo asalariado y sindicalizado?

4- Porque una expresión de esta vitalidad popular se expresa en que, en los primeros diez minutos de la película –como indica Gonzalo Blanco– se escuchan cinco lenguas (yopará, guaraní, español, coreano e inglés); con sus matices e sus infinitos niveles de permeabilidad y desplazamientos. El lenguaje no tardaría en secarse y morir, decía Bajtin, si no se nutriera de la capacidad creativa, imaginativa, de las capas «inferiores» de la sociedad.

5- Porque se inscribe en el realismo mágico 2.0, es decir, ya no fundado sobe la exuberancia de la naturaleza, sino de la precarización social, tan alta y absurdas que ningún sentido tiene denunciarla –nadie la desconoce– tanto como redundante resulta dramatizarla. Es Ciudad de Dios positivizada luego de la primavera de consumo. Sobreinterpretado a Capussoto, solo el humor ácido, con altas dosis de ironía y cinismo, permite hoy atravesar una experiencia social y narrarla.

6- Porque es un thriller tan runfla, pero tan runfla (es decir, tan latinoamericano) que las persecuciones no son con autos de alta gama sin con carros de changarín. Y allí se entremezclan lxs pibxes, la yuta, las mafias, las laburantes ultraexplotadas y los celulares, muchos muchos celulares (incluso –como releva el Nando López– utilizados como moneda corriente).

7- Porque Lobo! te la sirve en bandeja: con un click acá la bajas de MediaFire y antes de que vuelvas del chino con la cerveza y el salamín ya está lista para ver.*


Está en .mkv (matrioska): si el reproductor de video que tienen no la lee, prueben con el VLC (reproductor de video gratuito descargable de http://www.videolan.org/vlc/)

A la cama con Lilita

por Teodoro Boot


La mayor parte de los integrantes del FA-Unen han sido injustos y hasta impiadosos con la diputada Elisa Carrió, quien denunció haber sido víctima de un flagrante caso de violencia de género. A juzgar por sus dichos, el senador Fernando Pino Solanas la habría castigado “como un macho cruel”, mientras que el irreductible revolucionario Humberto Tumini le atribuyó una maliciosa compulsión por “romper los huevos”.

Más allá de que resulta sorprendente que las autoridades del INADI no hayan actuado de oficio sancionando a ambos abusadores, cabe puntualizar que la revelación de Tumini tal vez sea en respuesta a un twittter de la diputada ex chaqueña en la que se exhibe enarbolando una sartén. En su mensaje, la diputada sostiene que “Para hacer una tortilla de unidad nacional resulta necesario romper algunos huevos”, sin aclarar si se refería a los del senador Solanas, a los de Tumini o, acaso, a los del doctor Hermes Binner quien, según confirman conspicuos militantes socialistas, sino blindados, los tendría de plomo.

Como sea, Binner ha preferido mantenerse distante de la disputa de alcoba que se suscitó entre el senador y la diputada cuando esta, sintiéndose maltratada, agarró la cartera y se retiró de un acto de unidad partidaria en momentos en que su macho cruel proclamaba que no toleraría compartir la cama con el niño Mauricio.

Y lo bien que hace el doctor Binner: al trío se le ha sumado un cuarto en discordia, el ya mencionado líder de izquierda, y hasta un quinto damnificado, el joven Ricardo Luis quien se ha consagrado a erigir la memoria de su extinto padre como personalidad egregia, confirmando la maldición que el intemperante Roberto Arlt echara sobre su hija: “No te preocupés, Mirtita: todos los hijos de los genios son imbéciles”.

Qué viene a hacer Ricardo Luis en la ya superpoblada cama de Elisa Carrió es todo un misterio y, a juzgar por la poca bolilla que los demás protagonistas del entuerto le han prestado, cabe sospechar que la ex chaqueña lo toma tan poco en cuenta que ni siquiera se ha dignado a romperle los huevos.

Los presidenciables Cobos y Sanz, por su parte, no han dicho estos cataplines son míos, pero aseguran que la invitación de la diputada al moderno derechista Mauricio Macri se los puso al plato. Cabe aclarar que la sorprendente calificación de «moderno» le ha sido endilgada al líder del Pro por gentes decididas a retrotraerse a los tiempos de la Revolución Libertadora.

Analistas, observadores y víctimas de la compulsión de la diputada se desviven por comprender la parábola recorrida a lo largo de su vida política. De impulsora del engendro constitucional pergeñado de consuno por el activo productivista Carlos Menem y el genial demócrata Raúl Alfonsín, en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en una desgreñada moralista de izquierda que, al tiempo que se zampaba toneladas de cañoncitos rellenos de dulce de leche, le rezaba tanto a la Virgen Desatanudos que ni tiempo de lavarse el pelo tenía. Quieren algunos que de entonces a esta parte, el cambio ideológico de la señora Carrió estuviera mediado por su paso por la capital estadounidense, inciertos vínculos establecidos con el Departamento de Estado que explicarían que, no conforme con limitarse a los huevos,  llegara hasta romper su Asociación por una República de Iguales con tal de incorporar a la transformista compulsiva Patricia Bullrich a su proyecto de Unidad Nacional. Y no faltan quienes sospechan que, en uno de sus viajes místicos, la ex chaqueña puede haber sido poseída por el desquiciado espíritu de Próspero Germán Fernández Alvariño, el legendario «Capitán Gandhi».

Cabe puntualizar que su parábola ideológica ha sido simultánea y paralela a su derrotero estético: la desgreñada izquierdista de otrora ha sido reemplazada por la producida dirigente de una derecha tan moderna como la encarnada por Américo Ghioldi. Pero no parece ser cierto que Lilita esté siendo habitada por los espectros del almirante Rojas, Ghioldi y la entera Junta Consultiva de la Revolución libertadora: al parecer y tal como le sucedió a la aspirante a starlet Silvina Luna, su organismo y psiquis han pagado tributo al anhelo de perfección estética.

Se entendería entonces que, alentada por su recobrado atractivo sexual, la diputada ex chaqueña haya decidido cambiar a los provectos y calvos que retozaban en su catrera por un más joven derechista moderno, pero nada de eso explica ni justifica el método elegido para hacerlo: romperle sistemáticamente los huevos a sus aliados de cama. Sin embargo, especialistas en adiciones como el Dr. Horacio Kurtz sospechan que su inusual comportamiento puede estar inducido por la perniciosa combinación de pastillas para adelgazar con el uso abusivo de la cama solar.

Muchos de los medicamentos utilizados para bajar de peso –advierte el facultativo– son derivados de Beta-fenil-isopropil amina, un potente estimulante de efectos adictivos y neurotóxicos. “En general –asegura Kurtz–, su efecto psicológico más inmediato es la euforia, un estado de alerta constante, locuacidad, gran confianza en uno mismo, y un estado de mayor agresividad. Su consumo de modo continuado puede dar lugar a cuadros psicóticos, delirios persecutorios, inquietud, alucinaciones, convulsiones, irritabilidad, delirios paranoides y depresión reactiva que, en casos de exposición prologada a los rayos UVA y UVB de las camas solares pueden verse peligrosamente potenciados”.

Hasta aquí, todo quedaría claro. Lo que ya resulta más difícil de explicar es la peculiar predilección del senador Solanas por una derecha tan obsoleta como la representada por la diputada ex chaqueña, lo que queda del radicalismo y los socialistas amantes del mercado, por sobre lo que descalificó como “derecha moderna” que, de realmente existir, tendría al menos el mérito de no atrasar sesenta años.

«Son celos», apostilló Kurtz, sin dar fundamentos.

Ejercicios de éxodo del imperio financiero: entrevista a Christian Marazzi

por Tinta Limón Ediciones

En Capital y lenguaje, y con más énfasis en tus escritos recientes, hacés referencia al fin del “modelo renano-alemán”. La multiplicación indefinida de los contratos laborales, y el hecho que cada quien pueda hipotéticamente entrar en relación contractual con otro, alimenta un proceso de individualización del nexo social y económico (afirmación del individualismo patrimonial), y provoca una crisis de la representación política y de la soberanía estatal sobre el cuerpo de los ciudadanos. Por otro lado, esta misma multiplicación de las relaciones contractuales llevaría al propio concepto de democracia a sus “consecuencias históricas y teóricas”, tendiendo a una idea de “democracia absoluta”. ¿Cómo ves la tensión entre uno y otro efecto? ¿Qué tipo de gubernamentalidad se estaría planteando?
En los últimos treinta años se ha venido afianzando un modelo de capitalismo financiero en cuyo interior son cada vez más centrales la descontractualización y la individualización de las relaciones de trabajo. Ha decaído una forma de conflicto mediable a través de las instituciones de la representación clásica del movimiento obrero, por lo cual los sindicatos han perdido buena parte de su capacidad de incidir, mientras se asiste, seguramente en Europa y en Alemania en particular, a una forma de relación entre capital y trabajo caracterizada por la flexibilidad, la precariedad y con importantes flujos migratorios. Desde este punto de vista me parece que, aunque subsisten diferencias en los varios capitalismos, estas características del posfordismo se han afirmado en cierta medida en cada lugar al interior de un contexto geopolítico donde las variantes tienen muchos que ver con los mercados financieros, las relaciones monetarias y el rol de las diversas monedas nacionales o continentales. Es al interior de esta geoeconomía, de esta geopolítica y de estas geofinanzas donde se juega la posibilidad de hipotetizar y construir movimientos de resistencias y antagonismos que hoy tienen mucha dificultad de pasar del nivel regional y local al supranacional.
En tu teoría de la financierización insistís en la importancia de no reducir el carácter de lo financiero a lo meramente parasitario. Por el contrario, teorizás la financierización como la otra cara del biocapitalismo, la ampliación de los procesos de extracción del valor hacia la esfera de la reproducción y distribución. La financierización sería, pues, consecuencia y respuesta gubernamental a la externalización de los procesos de producción, de puesta en valor de la multitud y de sus formas de vida. ¿Podemos traducir esta doble cara del capitalismo contemporáneo diciendo que hoy la hegemonía se daría en el campo de la economía del conocimiento, mientras que lo financiero constituiría la forma del dominio político?
Existe una cierta convergencia, en la izquierda pero no solamente, en interpretar el proceso de financierización que hace pie en la segunda mitad de los años setenta como una respuesta capitalista a la crisis del modelo fordista, a la caída tendencial de la tasa de ganancia industrial. La crisis del fordismo habría así creado las condiciones de la financierización, que ha llevado a compensar la reducción y precarización del salario con la creación de una renta mediante el endeudamiento privado, tanto de las empresas como de los ciudadanos. En cierto sentido, el proceso de financierización ha hecho en el plano de las relaciones privadas lo que el Estado hacía a través del deficit spending, es decir, la creación de una demanda agregada por medio de endeudamiento.

Si bien esta es la narración que se ha afianzado para interpretar cómo llegamos a la crisis actual, yo sostengo que, si bien es verdad que estas son las condiciones en las que la financierización se ha dado en los últimos veinticinco años, es también verdad que al mismo tiempo se ha producido una fuerte transformación del capitalismo, en el sentido de su expansión en las esferas de la reproducción y de la circulación de las mercancías. Los nuevos sistemas de producción típicamente posfordistas, y ampliamiente descritos recorriendo las categorías del just in time, open sourcing, etc., han desarrollado en realidad sistemas de captación del valor producido al exterior de los procesos directamente productivos. Un valor social producido por nuestra misma vida, por nuestro acción dialógica, por nuestras relaciones de cooperación. La insistencia sobre el giro lingüístico de la economía radica precisamente en demostrar cómo a fin de cuentas la financierización –que seguramente ha conocido y continúa conociendo excesos de creación de deuda, de moneda, etc.– es sostenida por una modificación de los procesos de producción de valor y por lo tanto no es solo creación de renta parasitaria.

La creación de renta se asemeja más a la creación de una ganancia. Si hablamos del devenir renta de la ganancia es precisamente porque la ganancia es extorsionada, realizándose por fuera de la esfera directamente productiva, en la que las primeras teorías feministas entendían como reproducción de la fuerza de trabajo. Es como si el capital hubiese ampliado aquella primera experiencia, por cierto teórico-política, a una multitud de sujetos que se han vuelto, por el hecho mismo de interactuar, inmediatamente productores de valor. Luego, naturalmente, con la explosión de las redes se ha producido una posterior multiplicación y esta producción generalizada de valor se transforma en ganancia a través de la financierización, a través del estímulo de la deuda. La deuda crea una forma de salario que dirige al trabajo en la esfera de la circulación, y lo dirige a través de todas las típicas características de la deuda. Lo dirige a distancia, a través de dispositivos brillantemente revelados por Maurizio Lazzarato, dispositivos de disciplina, de regulación y de autolimitación de las propias vidas.

Es por esto que soy muy escéptico con lo que respecta a la financierización como un proceso de tipo parasitario. En primer lugar, la misma contraposición entre ganancias industriales decrecientes y ganancias financieras en fuerte aumento –cuadruplicadas en los últimos veinte años– es banalmente incorrecta desde un punto de vista marxiano. Cuando en el tercer volumen de El Capital Marx analiza la caída tendencial de la tasa de ganancia no distingue entre ganancias industriales y ganancias comerciales, por lo tanto financieras. En segundo lugar, debemos asumir que la financierización ha surgido de grandes corporaciones –General Motors, General Electric, Fiat, etc.–, que han sido los actores principales de la mudanza de las inversiones de los ámbitos directamente productivos (mercancías y ocupación en establecimientos) a las ganancias en los mercados financieros y la elaboración de toda una serie de sistemas de venta, donde el sector financiero representa a veces más del 50% de las actividades. Esto nos indica que el problema no es ya solamente la producción de mercancías, sino su relalización –vale decir, de su venta– a través de mecanismos que las finanzas permiten realizar: el leasing, el crédito al consumo, etc.

No se trata por lo tanto de ver si, y en qué medida, el capitalismo financiero funciona –desde este punto de vista, son ya evidentes muchos límites–, sino de poder captar las contradicciones que se producen en su interior: la primera de todas, la serie de mecanismos de captación de un valor que se encuentra en la esfera de la circulación.
La financierización de la economía parece ser un proceso irreversible, incluso en países como Argentina cuyo gobierno de inspiración neodesarrollista ha renunciado a los mercados voluntarios de deuda. El avance de la lógica financiera se verifica a partir de la generalización de los dispositivos rentísticos, que dominan las principales dinámicas de acumulación de capital: agronegocios, minería, petróleo, negocios inmobiliarios, narcotráfico, etc. Los enormes beneficios producidos por estas actividades se vuelcan en un aumento general del consumo, operando como legitimador social eficaz, al punto que se habla entre nosotros de un verdadero “consenso de los commodities”. En este contexto, durante los últimos años ha emergido un nuevo tipo de conflictividad social que enfrenta el desafío de neutralizar la violencia colonizadora que lo financiero vierte sobre los territorios. ¿Cómo se lucha contra la renta? ¿Es posible atacar los dispositivos rentísticos sin reponer un imaginario conservador desde el punto de vista productivo?
El narcotráfico, lo digo con ironía, ha seguramente contribuido a salvar al sistema bancario de su quiebre, haciendo afluir en los grandes bancos, no solo latinoamericanos, ingentes cantidades de dinero en un momento en que había un fuerte problema de liquidez debido a la crisis. Por lo tanto, si miramos a los commodities en un sentido laxo no hay duda que la renta allí producida ha seguro funcionado como contención del riesgo de catástrofe financiera que hemos corrido a partir de 2007-2008. Más allá de la ironía, se trata de una pregunta muy compleja. En Europa, por ejemplo, hace tiempo que buscamos condensar un frente de lucha alrededor de la renta de ciudadanía. Una renta de ciudadanía que no está interpretada hoy en términos redistributivos sino, al contrario, como reconocimiento de nuestro ser productores de valor. Se trata de una reivindicación de ciudadanía, en términos de un reconocimento monetario de todo un trabajo gratuito que hasta este momento el capital ha reconocido solo en la forma de la deuda privada. Si hoy funciona que te endeudes para mantener un cierto nivel de vida que tu trabajo garantiza cada vez menos, deberíamos transformar la deuda privada en renta social, como cara positiva del estar inscriptos en determinadas relaciones sociales y políticas. Desde mi perspectiva, esto tiene un horizonte de lucha privilegiado, incluso en términos de las movilizaciones previstas para las elecciones del parlamento europeo.

El punto es, naturalmente, pasar del plano de la reivindicación a su articulación concreta con las movilizaciones locales: por ejemplo con la multiplicación de las ocupaciones de vivienda, de espacios de vida, de barrios. O en un contexto como el alemán donde, con la victoria de Merkel y la construcción del gobierno de grandes acuerdos con los socialdemócratas, al centro de la política está la cuestión del mínimo salarial, irrenunciable para el SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania): ¿cómo transformar esta negociación en un terreno de movilización desplazando el problema del salario mínimo con el de la renta de ciudadanía? Existe luego toda otra serie de experimentos de resistencia que tienen que ver con las comunidades de intercambio locales, la introducción de monedas paralelas, por ejemplo. Son todos ejercicios de éxodo del imperio financiero y monetario que se están difundiendo mucho; no sé bien cuánta vida tendrán, pero son seguramente experimentos importantes dentro de los cuales se está produciendo un saber antagonista valioso para la articulación de las luchas. No estoy diciendo nada particularmente innovador, pero estoy convencido de que están pagando también ellos el precio de la crisis. Una crisis que es pobreza, deshilachamiento de las relaciones sociales, sensación de impotencia…
El biocapitalismo financiero, ya lo dijimos, extrae cada vez más valor de la esfera de la reproducción. Una de sus estrategias más obvias en este sentido, propiamente neoliberal, es la privatización de los servicios públicos. En una de las “Diez tesis sobre la crisis financiera” que cierran el libro La gran crisis de la economía global (Madrid, Traficantes de Sueños, 2009), se afirma: “los mercados financieros canalizando de modo forzoso partes crecientes de la masa salarial sustituyen al Estado como asegurador social. Desde este punto de vista, estos representan la privatización de la esfera reproductiva de la vida. Ejercen así como biopoder”. Mirando otra vez hacia América Latina, ¿cómo plantearías la relación entre, por un lado, la financierización y su tensión a la privatización y, por otro lado, un Estado que interviene en los procesos gubernamentales con planes sociales, inversiones en la educación, y medidas orientadas al aumento del consumo?
Seguramente en Europa y en los EE. UU. la privatización es la cara más terrible, y muy concreta, de la financierización. Es con las privatizaciones que el Estado social ha tenido su más fuerte redimensionamiento, incluso de su propia misión histórica. Se ha impuesto la ley de la gestión y de la aprovación capitalista de los bienes comunes, de los servicios públicos, de todo sobre lo cual se ha construido el siglo XX, desde el crecimiento del movimiento obrero a la construcción del Welfare State. Hace años la tendencia se ha invertido y si bien la crisis ha sido cómplice de ello, la tendencia sin embargo ha comenzado antes. Sobre esto hemos sufrido una derrota enorme. Y es por esto que es justo hoy intentar razonar más allá de lo público y más allá de lo privado, porque allí no hay más salvación, un poco como en alcóholicos anónimos… ¡vas y te prescriben la derrota! Si seguimos dentro del esquema de la relación sujeto/objeto, privado/público, la derrota está garantizada. Es necesario por lo tanto un esfuerzo y pensar en términos de las instituciones de lo común, o bien intentar, a través de los bienes comunes –los espacios urbanos, la vivienda, el agua, el derecho a la palabra– reconstruir las bases de una democracia. Porque en realidad el sentido de toda esta operación ha sido de des-democratizar la sociedad así como la hemos construido en el siglo XX. Y lo hemos conseguido. Desde nuestro lado, debemos reencontrar las formas de nuestro gobierno, de nuestra autoorganización. No es por cierto fácil: implica reglas, la capacidad de vivir y organizarnos juntos, de proyectar. Sin embargo, en resumen, debemos reinventar formas de democracia a través de instituciones que aquí llamamos instituciones de lo común, donde lo común son todos los espacios de la vida de los que por el momento el capital nos ha privado, apropiándose de ellos a través de estas formas típicamente posfordistas de las cuales hablábamos antes.
Una última pregunta. Ya hablaste del endeudamiento, de cómo la financierización produce deuda y se nutre todo el tiempo de ella. Sin embargo, en Argentina y otros países de la región durante la última década se han puesto en práctica distintos mecanismos de impulso al consumo basados en la figura del subsidio. Nos referimos al crecimiento de la financiación estatal, orientado a muy diferentes objetivos: entre otros, el congelamiento de los precios de los servicios públicos, la puesta en práctica de una asignación cuasi-universal a la niñez, el aumento consistente de las jubilaciones, o el otorgamiento de becas para la investigación universitaria. ¿Cómo pensar entonces el vínculo entre deuda y subsidio? ¿Es el endeudamiento una forma de captura de excedentes producidos en las economías populares e informales, mientras que el subsidio constituye un instrumento de redistribución de ingresos? ¿O habría que pensar de otro modo esta articulación? ¿Es el “dispositivo de culpabilidad” una forma de control del exceso vital producido por el consumo, en función del retorno a una moral de los pobres?
Es una cuestión muy interesante. Conozco muy poco América Latina pero me parece, también volviendo a la pregunta anterior, que en efecto entre Europa y algunos países de América Latina –pienso en Argentina o en Brasil– existen diferencas, que allí están ahora en los espacios de construcción o de refuerzo del Welfare State. Incluso las muy fuertes movilizaciones de hace poco tiempo en Brasil han tenido en su base, me parece entender, una serie de reivindicaciones de renta social y de prestación de servicios sociales. ¡El del subsidio y la ayuda social es un terreno sobre el cual no deberíamos transitar jamás! Porque, digámoslo claro: el liberalismo está de cualquier modo menos muerto; claro que atraviesa una crisis, pero, fuera de toda ilusión, es una crisis de redefinición. Por eso el ataque a las jubilaciones, a las indemnizaciones por desocupación, a los subsidios para los pobres es lo que deberíamos esperar todos los días, y hace mucho tiempo estoy convenido de que veremos todavía explosiones de lucha en estos terrenos. Al igual que en Europa, donde si por un lado hemos sido derrotados, desde un punto de vista histórico, en la capacidad de desmercantilizar las relaciones sociales y la producción social a través del Welfare State, por el otro podemos muy bien esperar una nueva oleada de luchas en estos ámbitos, como por ejemplo en Francia, donde se está desarrollando ahora una lucha por la reivindicación de una jubilación digna.

No debemos pensar que las cosas suceden de modo lineal. Las luchas, incluso las más innovadoras, al menos en los últimos años, son luchas que han podido estallar gracias a la continuidad de las relaciones sociales dentro del esquema del Welfare State. Desde este punto de vista, pienso que una cuestión crucial que deberíamos afrontar es la de lograr darle dignidad política a la asistencia, al salario social, al mínimo vital. Una dignidad política que es también creación de momentos de comunidad. Lo común se produce en estos momentos, no existe en la naturaleza, basta pensar en el agua, que no nos ha sido otorgada por Dios, sino que es un bien común porque es producida por nuestra capacidad de organizar su acceso y su distribución. Y esto también vale para todas las otras declinaciones de lo común que son la posibilidad de acceder a la riqueza social, a la riqueza producida.

Lograr darle una dignidad política a estos momentos, la ayuda social debe ser un momento de construcción de nuestra ciudadanía política: no solo la posibilidad de garantizarnos un mínimo para calmar el hambre, sino un pasaje necesario y fundamental para construir nuestra ciudadanía y sobre todo una ciudadanía que sea digna de este nombre, es decir, autónoma de lo que son los mecanismos de privatización. Por cierto, deberemos pensar por mucho tiempo dentro de un contexto que está caracterizado por el uso capitalista de la crisis, con el objetivo –¡diabólico!– de reducirnos a tal punto a un estado de pobreza, que luego quién sabe cómo saldremos de la crisis…

¡Novedad! «Capital y lenguaje. Hacia el gobierno de las finanzas» de Christian Marazzi

Marazzi, Christian
Capital y lenguaje. Hacia el gobierno de las finanzas.
Traducción: Emilio Sadier
Primera edición en castellano, Buenos Aires, Tinta Limón, 2014.
192 p.; 20×14 cm.



Leer prólogo:


Entrevista a Christian Marazzi, por Tinta Limón Ediciones



(Esta semana ya estará en librerías. Mientras tanto, se puede comprar online en: 

http://la-periferica.com.ar/libro/CAPITAL-Y-LENGUAJE).

Enrique Dussel para descargar (bibliografía completa)

por José Figuera

Exiliado político desde 1975 en México, hoy ciudadano mexicano, es profesor en el Departamento de Filosofía en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM, Iztapalapa, ciudad de México), y en el Colegio de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (Ciudad Universitaria). Licenciado en filosofía (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina), doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, doctor en historia en La Sorbonne de París y una licencia en teología en Paris y Münster. Ha obtenido doctorados Honoris Causa en Freiburg (Suiza), en la Universidad de San Andrés (La Paz, Bolivia) y en la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Fundador con otros del movimiento Filosofía de la Liberación. En el año 2013 fue nombrado miembro del Comité Directivo de la FISP y se le otorgó la distinción de Investigador Nacional Emérito por parte del SNI. Trabaja especialmente el campo de la Ética y la Filosofía Política.


y más, generosamente compartidos por una alma anónima…


– OBRA FILOSÓFICA DE ENRIQUE DUSSEL
http://www.ifil.org/dussel/


– Ética de la Liberación en la Edad de la Globalizción y de la Exclusión (1998)

http://enriquedussel.com/txt/50.Etica_liberacion.pdf


– Hacia una filosofía política crítica (2001)
http://www.afyl.org/txt/LibrosNovedades/Hacia_filosofia.pdf

– Ética del discurso y ética de la liberación. (2004)
http://www.afyl.org/txt/IndicesLibros/Etica-discurso.pdf

– Filosofía de la cultura y la liberación. Ensayos. (2006)


– 20 Tesis de Política (2006)


– Materiales para una política de la liberación (2007)


– Política de la Liberación. Historia Mundial y Crítica (2007)


– En Colecciones de Scribd

Venezuela: La razón comunera

por Marco Teruggi 




(…) sabemos/ perfectamente qué tendríamos /
que hacer para dañar/el presente, para romperlo/
Aquí nadie/tiene derecho a distraerse/
a estar asustado, a rozar/la indignación,
a exclamar su sorpresa.

Francisco Urondo

Es una época que aprieta en Venezuela. No es difícil darse cuenta, hay que escuchar las conversaciones en las colas para hacer las compras, en los asientos vecinos en el autobús o en la oficina. Un descontento presente, latente. Una época que aprieta, no asfixia, pero aprieta.
Más de un año de guerra económica agudizada –inflación, desabastecimiento rotativo, espera para demasiadas cosas del día a día-, ha generado parte de un cansancio esperado, provocado, trabajado de manera organizada: la estrategia del desgaste.
Pero un cansancio también consecuencia de errores propios, de la falta muchas veces de respuestas pasado más de un año. Ante los ataques, la realidad de un modelo económico frágil –caudaloso pero frágil. Y la ineficiencia, tal vez la palabra que mejor sintetice el asunto, particularmente visible en la esfera estatal.
Ejemplos sobran: desde los casos de subproducción en las fábricas nacionalizadas –que agudizan la incapacidad de avanzar en mayores niveles de soberanía alimentaria, nacional- hasta realidades crudas como Ciudad Caribia, donde algunas empresas se encuentran paradas desde hace más de un año por razones solucionables, demasiado solucionables.
Ejemplos, mínimos pero muchas veces generalizables, que hablan de la dificultad/incapacidad arrastrada de transformar el modelo económico a ser transformado, valga la redundancia, como indica la introducción al Plan de la Patria.
La ineficiencia entonces, abrazada a la razón burocrática: nadie tiene la culpa, no existen apellidos sino papeles, memos, ausencia de respuestas, “no se puede”, volver a presentar los memos. Para millones de personas ese es el contacto con la esfera estatal.
Y si el socialismo es en parte una batalla de ideas, esa realidad representa un golpe permanente, estratégico en esa disputa, que en Venezuela aparece de manera clara en el proyecto bolivariano: socialismo vs. capitalismo.
Una guerra económica agudizada por incapacidades propias. Y las críticas, las demandas: lo que debería hacer el Gobierno y no hace; lo que debería producir y no produce; a quien debería encarcelar y no encarcela y etc. Válido, como toda crítica en un proceso de transformación masivo, aunque.
¿Errores de la conducción de la revolución? Varios, para algún@s muchos. Y asentados sobre una lógica comunicacional muchas veces desgastada, que produce escepticismo y no convence –los mismos voceros hablando varias veces por día en televisión, el exceso de lógica propagandística donde el Gobierno muestra logros y el pueblo felicidad.
Pero ninguna de esas limitaciones es nueva. Son tendencias que ya existían. Ninguno de los hombres fuertes que están cuestionados aparecieron en el escenario político luego del 5 de marzo del 2013. La estructura económica no hizo evidente su incapacidad desde el año pasado, así como tampoco las diferentes visiones al respecto dentro del Gobierno.
Los elementos cuestionables, a ser transformados con urgencia, han venido siendo parte del proceso revolucionario desde hace varios años. Son parte de la revolución bolivariana, la parte a ser cambiada, la batalla dentro de la batalla, los peligros internos, los traidores camuflados, los que vestidos de rojo prefieren un acuerdo con los sectores privados, los intereses del partido o su alcaldía antes que cualquier proceso de empoderamiento popular. Eso no es nuevo. Pero aprieta, claro.
***

Preguntas para hacerse hay muchas: ¿por qué tan elevados niveles de incapacidad productiva?, ¿por qué la esfera estatal solidifica su proceso de burocratización e ineficiencia, mejor dicho, por qué no pudo revertirse eso?
Lo cierto es que en el Estado existe un sector mayoritario –excesivamente mayoritario- de trabajadores que no cuenta con formación política, no está organizado, no participa políticamente. Y alimenta así la razón burocrática, el deseo consumista –cobrar la quincena, cambiar el teléfono. Y sobre ellos una capa dirigencial, cómoda en el seno del Estado, de la renta petrolera.
Muchas más cosas son ciertas. Pero ante el interrogante de ¿qué hacer? suele reinar más el silencio o el “debería”: el Gobierno debería esto, aquello y demás. El otro. El Estado que se sabe no hace revoluciones pero se le exige como si debiera, acaso puede generar condiciones, leyes, acompañar, incentivar, etc.
Y tal vez se pueda suponer que Hugo Chávez sabía de los cuellos de botella, de las urgencias que apretaban y se agudizaron. Por eso el Plan de la Patria. Y seguramente también por eso sintetizó la dirección del camino: comuna o nada. Porque por ahí se puede. Porque se avanza o se estanca o se retrocede, o de manera combinada, que es lo que parece estar sucediendo, entre la primera y la segunda.
Y la construcción de las comunas es hoy un avance abierto, una potencialidad que se va desplegando sobre el territorio nacional. Porque en las comunas reside una cantidad de posibilidades: ser un nuevo Estado, una nueva política, una nueva economía. Es decir, una reorganización de la vida de las personas, en colectivo, de forma democrática y participativa: la nueva sociedad socialista.
Recorrerlas –las hay rurales, urbanas, indígenas, de pescadores- es adentrarse en el universo de un pueblo que decidió avanzar, que sabe los obstáculos arriba mencionados, que padece –tal vez como pocos- la ineficiencia estatal o la confrontación contra la burocracia, pero que decidió empujar. La crítica con propuesta, desde una construcción de masas, presionando el avance, generándolo.
Porque si el Estado no hace revoluciones, también es cierto que más abrirá el campo del empoderamiento popular en cuanto más movilización exista, más presión, demanda organizada puesta en movimiento. Y esa dinámica parece estar hoy estancada en Venezuela –tal vez cierto reflujo- para muchos de los sectores populares. Y ahí, contrariamente, los comuneros y comuneras vienen dando pasos de avance.
La razón comunera entonces: de tener razón, por hacer lo que hay que hacer, y desde las claves de autogobierno y autogestión. Desde la voluntad de poner a producir campos y ciudades, de ser Gobierno. Para eso basta recorrer, sentarse y escuchar.
Pero la razón comunera también como opuesta a la razón burocrática: la construcción comunal como la posibilidad de romper con la lógica burocrática, ineficiente. Es la puesta en marcha de una democracia directa –cruzada con una representativa-, de la responsabilidad, de la resolución colectiva para objetivos colectivos. Es el trabajo voluntario, el deseo de la trasparencia, la priorización de los intereses colectivos por sobre los individuales, de la ética revolucionaria. Es, puede ser, significa que ya está sucediendo en muchos lugares.
***

La crítica es válida, necesaria, aunque. Tal vez una de las mayores enseñanzas de Hugo Chávez fue que la política se construye desde y con el pueblo, y para él, claro. Que no hay propuesta que se sostenga sin él.
Las comunas se están desplegando, numérica y cualitativamente. Han empujado para conformar el Consejo Presidencial para las Comunas, para ser reconocidas como espacios de autogobierno con el cual el Gobierno Nacional debe dialogar, debe trazar estrategias. Seguramente esto suceda con algunos espacios estatales. Con otros no: las comunas no son la apuesta de todo el chavismo.
Y en eso también los comuneros y comuneras saben de realidad que aprieta: municipios, expresiones locales del Psuv, direcciones regionales de ministerios. Todo poder que crece se encuentra ante otro. Y ese otro puede intentar frenar o correrse, hasta promover en algunos casos.
¿Críticas a las comunas?, las hay. Existen algunas que por inexperiencia, falta de formación política o de maduración, no han logrado poner en marcha sus espacios de autogobierno –como el Parlamento Comunal, el espacio de contraloría, etc; o en las que una misma persona es vocera de los diferentes órganos, y entonces el poder se concentra y el proyecto comienza a perderse. Eso no es un secreto. Es muchas veces un debate entre los mismos comuneros y comuneras.
¿Limitaciones?, también. La escala todavía reducida de su producción –agrícola en particular-, las dificultades para poner a funcionar un sistema de economía comunal encadenado –todas las partes de la cadena productiva- y entre varias comunas; o la dependencia económica todavía grande, demasiado, del Estado.
Pero no se trata de señalar para demostrar el posible fracaso. Todo proceso revolucionario es un posible fracaso. Se trata de ser comunero/a, de hacer el ejercicio –menos cómodo que criticar desde una computadora y rendirle cuentas a la noche- de señalar transformando, haciendo lo que hay que hacer.
Se trata de dejar de exigir mayor empoderamiento y generarlo bajo la forma de comuna, movimiento popular, comité campesino, etc., de dejar de lamentarse por una lógica comunicacional e impulsar otras, nuevas; de dejar de pedir desde la denuncia solitaria de la “verdad”. La burocracia, la ineficiencia, la corrupción, no caerán por peso propio.

¿Son la solución para mañana?, probablemente no. Así como tampoco lo sea el anuncio de Nicolás Maduro de realizar una revisión a fondo del Estado. Ni la Leyde Precios Justos, ni ninguna ley. Es complejo imaginar una solución para mañana. Si algo resulta difícil de medir es la temporalidad de la transición, la llegada al otro lugar. Se trata, entonces, de poner en marcha la razón comunera en cada cotidiano, de, como decía el poeta Paco Urondo, “empujar incluso el tiempo”.

Israel, colonialismo y democracia

por Pablo Stefanoni
Israel suele ser defendida apelando más o menos abiertamente al viejo clivaje civilización o barbarie: un oasis civilizatorio en medio de la barbarie árabe; o una fortaleza democrática cercada por el terrorismo.
En este marco, la perspectiva del historiador de la Universidad de Tel Aviv Shlomo Sand resulta muy productiva para ir un poco más allá de esas visiones apologéticas. El autor de La invención del pueblo judío considera a Israel como una etnocracia liberal (diario Público, 1/8/2014). Entre otras cosas, esta formulación permite explicar por qué, en su interior, Israel cobija un sistema democrático pluralista que posibilita que Sand sea profesor universitario pese a sus visiones polémicas, o que Tel Aviv sea mucho más progresista y tolerante que las capitales de Oriente Medio, o por qué, finalmente, en Israel existe una sociedad civil más activa que en varios de los países vecinos. Pero la dupla etnocracia + liberalismo también pone de relieve que Israel se ha conformado como un “Estado étnico” que condena a una cuarta parte de su población (no judía) a ser ciudadanos de segunda. “Mi tesis –arguye Sand– es que el sionismo asumió los componentes etnorreligiosos de los polacos y etnobiológicos de los alemanes y creó una especie de nacionalismo cerrado, que no es político ni civil como fueron los nacionalismos occidentales” (Público, 2/6/2008).
El problema es que –al igual que ocurrió con las viejas potencias coloniales– la civilización contiene a la barbarie, y como explica el investigador Darryl Li, Israel ha montado un experimento de “management colonial” sin precedentes. Tampoco debe olvidarse que la Israel liberal/pluralista convive con otra parte del país que no tiene nada que envidiar en integrismo religioso al otro lado del muro. Peor aún, el término “liberal” de la ecuación se ve debilitado por un proceso de fascistización de parte de la sociedad israelí. La expansión de la ultraderecha (hoy en el gobierno), del racismo (ver caer bombas en Gaza devino casi un espectáculo público) y del culto cuasi religioso a las FF.AA. ha dejado atrás a la Israelkibutziana y a las imágenes del “sionismo socialista”. Hoy Israel es el décimo exportador de armas del mundo.
Todo esto, sin embargo, no parece alterar los análisis binarios señalados al comienzo, como los tuits de Elisa Carrió señalando que Israel no debe dejar pasar el terrorismo de Hamas. Yo puedo sentirme tan “judío espiritual” como ella pero de allí a apoyar la masacre en marcha hay una distancia kilométrica que la diputada pasa por alto en su sucesión de mensajes en los que repite la argumentación oficial de la Embajada de Israel. Menos atención debiera suscitar la “grosera campaña antiisraelí” denunciada por Aguinis, Kovadloff, Birmajer, Romer, etc., dado que sólo reproduce la acusación de que cualquier denuncia de Israel es igual a antisemitismo. La república de estos liberales se acaba en los checkpoints del ejército israelí. Las Luces (las del Iluminismo, con mayúscula) son para quienes habitan de este lado del muro; a los que habitan del otro lado sólo les quedan las luces de las bombas nocturnas. Menos inconsecuente, Mario Vargas Llosa se ha mostrado molesto, desde el liberalismo, con esta situación  en su columna “Entre los escombros” (El País, 10/8/2014).
Ello no quita que la solidaridad con Palestina contrabandee a menudo bastante antisemitismo básico. El programa de Valentín Belza Un día perfecto contra Darian Schijamn (el Rulo de CQC) puede entrar perfectamente en esta categoría de antisemitismo de manual. Pero todo eso puede ser rechazado perfectamente sin volvernos amplificadores de los manuales de relaciones públicas del gobierno israelí. Como suele repetir Carrió, mejor evitar ser cómplices, en este caso de una verdadera masacre y del intento por desmantelar material y espiritualmente el protoestado palestino.

Mito y realidad en el Pepe Mujica, una entrevista a Eduardo Gudynas

por Rafael Archondo

Eduardo Gudynas es lo que comúnmente se denomina como un «aguafiestas”. América Latina vive un periodo de vacas obesas, ya ni siquiera gordas, y él apunta con el dedo al estiércol que dejan a su rumiante paso. Este uruguayo de abundantes dotes didácticas, ya parece haberse acostumbrado a predicar en el desierto. En ERBOL sembró en tierra fértil y fue protagonista del último Mapamundi de la temporada. Acá, sus palabras.

El Presidente de tu país se ha convertido en un héroe para casi todos, ¿es Pepe Mujica la maravilla que parece ser?
Una cuestión importante es que en Uruguay la Presidencia tiene capacidades muy limitadas. Gobiernan ahí los partidos, sobre todo, la coalición del Frente Amplio. También hay muchos mecanismos potentes, establecidos y formalizados, que condicionan lo que debe hacer o no hacer el Gobierno. Un ejemplo: Varias de las leyes más importantes que ha aprobado el gobierno de Mujica en estos años, han sido declaradas inconstitucionales por la Corte Suprema de Justicia por errores de redacción, conflictos con la Constitución, etcétera. Y cuando eso ocurre, no pasa nada, no hay ninguna catástrofe política ni nada, es parte de una dinámica aceptable.
Hay  entonces contrapesos.
Claro. Por otro lado también es cierto que la personalidad del Presidente refleja lo que tú has dicho. Es una persona que refleja la austeridad, aunque tal vez fue mucho más eficiente, colorido y útil como legislador gracias a su capacidad de reflexión.
Hay un eslogan que se usa mucho y que lo ha implantado el propio Mujica. Este eslogan dice: «Como te digo un cosa, te digo la otra”. Él siempre analiza los dos lados de cualquier situación. Pero él y el subgrupo dentro de la coalición tienen más problemas como administradores, como gestores. No son tan buenos en ese sentido.  Entonces, eso explica algunas de las inconstitucionalidades, que te mencionaba. Hay serios problemas para llevar las ideas a la práctica.
¿Son un poco desordenados?
Sí, ése es su toque libertario. No es un presidente opresivo dentro de la coalición del Gobierno o frente a los otros partidos políticos. Entiende esos juegos de compensaciones.
Entonces hay algunas marchas y contramarchas en cuestiones importantes que no se han logrado resolver. Hay dos temas que preocupan mucho a la ciudadanía y que son muy parecidos a los países vecinos. Los dos temas son: la criminalidad y la crisis educativa.
En general las izquierdas no han logrado resolver los problemas de criminalidad. Paulatinamente esta situación empeora en todas las ciudades.  Y luego hay una crisis educativa importante, sobre todo a nivel de secundaria, que no funciona.
Pero es cierto. Mujica tiene esa austeridad republicana que es potente, importante. Se le reconoce. Por ejemplo, en Uruguay las obras públicas no tienen la foto de Mujica. Pero eso no existe ni existía tampoco con los anteriores gobiernos.
El Presidente y su entorno, otro ejemplo, no se entrometen en las elecciones municipales. Además, se intentan políticas de Estado con mecanismos de concertación con los demás partidos. Por ejemplo,  todas las empresas estatales tienen en su directorio representantes de los partidos de oposición. Lo mismo pasa con los bancos estatales. Eso también sucedía con los anteriores gobiernos y se mantiene.
De modo que la izquierda no ha querido alterar la institucionalidad.
No, no ha querido y es más, yo creo que Mujica tiene un talante más republicano que el anterior presidente progresista que era Tabaré Vásquez.
¿Con qué Uruguay sueña Pepe Mujica?
Su principal sueño de desarrollo, para el final de su mandato, es que Uruguay comience a hacer megaminería. En un país donde no existe la gran minería de hierro a cielo abierto. Por supuesto, tiene una oposición muy fuerte de parte de los agricultores y ganaderos de la zona, y también de la sociedad civil. El gobierno de Mujica quiere hacer un acuerdo de inversión con un consorcio de India.
Eso me suena conocido.
Te suena al Mutún, ¿no? Sí, es un consorcio competidor de Jindal, al que se le ofrece construir una terminal portuaria y cierta facilidad de usar energía. Lo curioso es que la oposición pide nacionalizar el hierro, y dice que si hay minería, que sea una empresa estatal, que se apliquen controles ambientales y si éstos no son debidamente atendidos, entonces que no se apruebe el proyecto. En cambio, el presidente Mujica y todo su entorno quieren saltarse todos los controles ambientales.
¿Ha nacido una izquierda neoliberal?
No, yo no creo que sea neoliberalismo. Me parece que hay diferencias sustanciales con la idea neoliberal. ¿Por qué no son neoliberales los gobiernos progresistas? Porque ellos impulsan un protagonismo del Estado en varios sectores de la economía.
Además, hay una reivindicación de la justicia social. Podemos discutir si lo hacen bien, mal o son medio chambones, pero no son lo mismo que los gobiernos previos. 
Sin embargo, antes el principal aliado político de las causas medioambientales era la izquierda cuando estaba en la oposición. Pero después, la izquierda llegó al Gobierno, se convirtió en progresismo y se nos desinfló lo ambiental. Mujica se burla regularmente del tema ambiental. Sin embargo, va a las Naciones Unidas y da un discurso en contra del consumismo que se ha vuelto muy famoso. Entonces es ésa su particularidad tan extraña: «Como te digo una cosa, te digo la otra”.
Piensa de forma contradictoria, paradójica, matizada.
Él no ve contradicciones en cosas donde otras personas sí las verían. A mí me hace recordar a la generación de mi padre. El sueño de Mujica es el país de las grandes fábricas, con las hileras de chimeneas.  A las cuestiones ambientales, sociales o culturales, él las ve como secundarias y de la élite. El desafío es salir de la pobreza, y para salir de la pobreza yo tengo que tener un trabajo, y el trabajo tiene que ser cualquiera. Después veremos si eso tiene impacto  en el entorno ambiental.
Sin embargo, Uruguay también encanta por haber legalizado la marihuana y haber aceptado el matrimonio igualitario o el aborto…
Bueno,  son esas paradojas de la dinámica política uruguaya. No han sido creaciones de Mujica, sino más bien del Frente Amplio y de otros sectores de la sociedad y, claro, el Gobierno las ha acompañado. Uruguay es un país raro, porque en algunas cosas se avanza mucho y en algunos aspectos es muy conservador. Como decía Galeano y me parece que es una frase extraordinaria, somos «anarquistas conservadores”.
Tenés un gobierno con un exguerrillero que hace filosofía, libera la marihuana, pero quiere ser minero, apela al matrimonio igualitario, pero ha sido el principal promotor de los cultivos transgénicos en el país, tiene una forma de hablar populachera,  pero a la vez florece el ballet en Montevideo para la élite cultural. Y así está marchando el país.
¿Cuál es tu pronóstico?, ¿vuelve a ganar el Frente Amplio?
Uruguay es muy pequeñito. Entonces las encuestas son bastante fiables, porque se puede saber qué opina hasta el último vecino. Todo parece indicar que el Frente Amplio no va a retener la mayoría en la Asamblea Legislativay que va a haber una segunda vuelta para decidir quién es el presidente. Puede ganar el Frente Amplio como no ganar, eso es incierto ahora.

Entrevista a Gustavo Dessal: “La obligación de ser feliz es agotadora, como la de ser un triunfador”

por Pablo E. Chacón


El psicoanalista y escritor Gustavo Dessal considera que la sociedad terapéutica que da forma a una de las versiones del mundo contemporáneo, es de una sofisticación acorde su objetivo: división entre privilegiados y excluidos, mercantilización de la vida y la muerte, ilusiones de prevención de la contingencia.
¿Cómo piensa un psicoanalista el auge de la sociedad terapéutica, ese modelo de asistencialismo evangélico, digno heredero de Teresa de Calcuta, saturado de intensivistas y otros profesionales del laicismo policial?
Me gusta mucho esa expresión: sociedad terapéutica. No era esa la idea que Freud tenía de la sociedad. Pensaba que una de las fuentes fundamentales del sufrimiento humano reside precisamente en la relación con los otros. Pero el amo moderno (que por supuesto no se encarna en ningún ente real, sino que es un modo de nombrar la complejidad actual de los poderes) ha decidido que el orden actual debe ser terapéutico. No es una idea totalmente nueva, puesto que el higienismo que surge a finales del siglo XIX ya iba en esa dirección. Pero aquella ideología estaba avalada por un modelo de tutelaje patriarcal, que en la actualidad ya no funciona de la misma manera. Ahora es el paradigma científico el que asume la responsabilidad de medicalizar y terapeutizar todo.
Es apasionante, si uno toma una mínima distancia sentimental, advertir las innumerables formas en las que puede ejercerse un totalitarismo sutil, blando, astutamente disfrazado de buenas intenciones. Consiste fundamentalmente en elevar los criterios de prevención hasta el extremo de creer (y hacer creer) que, conforme se incremente el progreso tecnológico, la contingencia se irá eliminando cada vez más. Tenemos muestras elocuentes: detección precoz en la temprana infancia de signos de futuro comportamiento delictivo; protocolos para prolongar la vida que se aproximan al límite del sadismo sublimado; baremos para que las aseguradoras calculen sus primas mediante algoritmos que calculan el riesgo que asumen cuando emiten una póliza. Por supuesto, la sociedad terapéutica lo es en ciertas regiones del planeta. En otras, se siguen empleando métodos de coerción no muy alejados del sistema feudal. No son realidades aisladas. Desde luego, están perfectamente conectadas.
El bienestar terapéutico y médico de una parte del mundo se basa en el vampirismo: se extrae la sangre de una parte del mundo, para inyectarla en otro. Es mucho más que una metáfora, desgraciadamente. No es novedad que algunos ciudadanos de la Comunidad Europea, por ejemplo, viven gracias a un órgano que ha sido vendido por alguien de Bangladesh. Pero tu pregunta tiene muchas más facetas y aristas. La sociedad terapéutica está diseñada siguiendo un protocolo que tiene que definir previamente en qué consiste lo terapéutico. Eso a su vez implica una definición de salud, de bienestar, de felicidad, en suma, de todos esos espejismos que hemos perseguido desde la era de las cavernas. Por supuesto, nos hemos sofisticado un poco. El discurso capitalista actual es más refinado. Ahora se muerde la lengua (a veces) y aprende a hablar un nuevo lenguaje, eso que se califica como políticamente correcto. Si algo debemos reconocerle a ese discurso, es su extraordinaria plasticidad. Es camaleónico. Puede asumir todos los semblantes según las circunstancias. El nazismo o la socialdemocracia. Su baúl de disfraces es inagotable.
En la actualidad hay muchos ideólogos y políticos que se dan cuenta de los réditos que supone el liberalismo de algunas ideas. Lo terapéutico ya no es necesariamente ser straight, como dicen los norteamericanos, o sea recto, en alusión a la heterosexualidad. La nueva sociedad terapéutica tiene manga ancha, y está dispuesta a incorporar toda clase de modalidades de vida y de sexualidad. Podemos permitirlo casi todo, a condición de que tenga la licencia correspondiente. ¿Usted quiere ser transexual? ¡Ningún problema! Incluso pagamos la intervención. Lo único que nos importa es que siga sirviendo a las leyes del mercado. Vamos abriendo la mano de a poco, para que no vengan en estampida, y para ir avanzando en los sistemas de control que vamos a aplicar para que la supuesta libertad de elección esté debidamente vigilada. ¡Pasen, pasen, que podemos hacer muy buenos negocios!
¿Qué dice el psicoanálisis lacaniano de síntomas como la fatiga crónica, la falta de atención, el cansancio del que habla el filósofo coreano-alemán Byung Chul Han?
Creo haber dicho en una ocasión que ese nuevo síndrome de fatiga crónica es el correlato del imperativo moderno a vivir sin límites, a extraer de la vida lo máximo (lo cual suele ser casualmente lo más caro). La obligación de ser feliz es agotadora, como la de ser un consumidor modélico, o un triunfador. En los Estados Unidos, los padres de clase adinerada preparan con psicólogos y pedagogos a sus niños para que puedan pasar las severas pruebas que les imponen en las guarderías de elite. La carrera hacia el éxito debe asegurarse desde el principio. Aunque se trate de una aberración, tiene sentido. Para garantizar el éxito hay que empezar por elegir el terreno apropiado donde sembrar la semilla. ¿Es delirante? Por supuesto que lo es. Tan delirante como el concepto de triunfo social. Se habla mucho de los niños hiperactivos. Pero muy poco de los padres hiperactivistas, que imponen a los hijos una agenda diaria extra escolar más ocupada que la de un ejecutivo de Wall Street: clases de música, idiomas, artes marciales, squash, tenis. No es una crítica a los padres, pobres diablos prisioneros del imperativo del éxito. Vivimos una crisis del saber. Lacan descubrió una cosa muy interesante: que no existe el deseo de saber. Es una idea extrañísima, puesto que el sentido común parece indicar lo contrario, que el ser humano es una criatura ávida de saber. Sin embargo, Lacan es muy astuto. Que no exista el deseo de saber, no implica que no se quiera saber. Uno no busca el saber por deseo, lo hace por la satisfacción que puede aportar. El saber no es objeto de un deseo, sino algo de lo que puede obtenerse un goce. No todo el mundo lo obtiene. El síndrome de desatención en los niños es el síntoma de un mundo en el cual el saber ya no produce gran cosa en materia de goce. Freud lo comprendió muy rápidamente. Se dio cuenta de que el aprendizaje está articulado a la libido, y que sin libido no se puede aprender nada. Eros es imprescindible para que alguien pueda saber algo. Pero la sociedad terapéutica no promueve el Eros, sino que administra la pulsión de muerte de forma liminar.
Marcelo Barros habla de una articulación entre la psicosis y la sociedad de control, en tanto la segunda opera mejor -según entiendo- sobre la forclusión del Nombre del Padre. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
No he leído aún el libro de Marcelo, pero en la entrevista que le hiciste, aprecio de entrada algo que para mí es fundamental. Y lo voy a decir con un rodeo. Lacan comentó un caso clínico muy famoso, que había sido analizado por dos célebres analistas. Se trataba de un hombre que tenía la obsesión de ser un plagiario. Voy directamente a la conclusión que saca Lacan en su lectura de esta historia clínica: al ser humano le resulta verdaderamente difícil soportar el hecho de tener una idea propia, de pensar por sí mismo. Por fortuna, no le sucede a todos. A lo que iba: Marcelo Barros parece no tenerle miedo a eso, y apagó la Máquina de Citar. Cuando uno se aparta del pensamiento canónico, es posible que tenga una idea interesante. En El retorno del péndulo, el libro que escribí junto con Zygmunt Bauman, se plantea la idea de que el paradigma contemporáneo invierte lo que Freud afirmaba en El malestar en la cultura. En esa época, los hombres estaban dispuestos a renunciar a la seguridad en pos de un aumento de libertad. En la actualidad los valores se han invertido, y la sociedad de control ajusta con mayor fuerza sus instrumentos de restricción de las libertades, con la coartada de mejorar la seguridad. El control se expande en todos los ámbitos, y ya no solo la felicidad es una cuestión de estado, sino que la vida individual ha dejado de pertenecernos. En El marketing existencial, el ensayista Miguel Roig ha formulado con extraordinaria claridad lo que este título anticipa: que la existencia misma, en todas sus dimensiones, ha entrado en un proceso de cálculo y protocolización. La vida y la muerte, la enfermedad y la salud, se administran como otras tantas mercancías, siguiendo una lógica de costo/beneficio idéntica a la que se emplea para cualquier proceso de explotación y comercialización de bienes de consumo. No sé de qué modo Marcelo Barros articula este tema a la idea de la psicosis, en un sentido transclínico, supongo, pero imagino que debe referirse a que el estado actual del poder y sus efectos sociales no pueden entenderse si no se introduce el problema de la descomposición del orden simbólico tradicional, es decir, lo que ocurre cuando no hay mapa con el que orientarse, salvo el de Google, o el Ton Ton, cuyo solo nombre lo dice todo…
¿Qué cosa es la práctica política en el siglo XXI bajo la mirada del psicoanálisis? Ayer leí una columna donde un tipo dice que las sociedades que cultivan arroz tienden a formar lazos comunitarios, mucho más que las que cultivan trigo, soja, etcétera, paradigmas individualistas.
Tu pregunta es más adecuada para mi colega Jorge Alemán, que ha dedicado muchos años a pensar este tema de la relación entre psicoanálisis y política, y lo hace con gran rigor. No obstante, me limito a señalar que el psicoanálisis puede aportar a la política precisamente aquello que contribuya a salvarla del desprestigio y la degradación absoluta. Sin el reconocimiento del factor subjetivo en la acción política, en la vida social, en la relación del hombre con la economía, la praxis política queda reducida a una burocracia ineficiente, reaccionaria y envenenada por la corrupción. Pero a la vez, y es mi posición personal, el psicoanálisis no debe adscribirse a una corriente política determinada y oficial. En ese sentido, creo que Freud y Lacan lograron construir algo diferente, un discurso que no se deja inscribir en una definición política al uso. Lacan admiraba a Sócrates por su atopía, porque sus ideas no admitían una etiqueta. Creo que, en ese punto, Lacan se identificaba a Sócrates. Lacan era inclasificable, incluso políticamente.

Clinämen: Podemos, ¿un progresismo a la española?

Conversamos con Ángel Luis Lara, sociólogo y activista español, sobre el surgimiento del partido político Podemos en España. Las formas políticas surgidas a partir de las movilizaciones del 15M. España mirando a los procesos políticos en América Latina. La lectura de Ernesto Laclau en el contexto español. El poder de lo no significante en política.

Contra la violencia institucional hacia las mujeres privadas de su libertad en la unidad 31 de Ezeiza: petitorio y adhesión



El día 23 de mayo en horas de la madrugada se produjo el traslado masivo de alrededor de 30 mujeres detenidas en la Unidad 31 de Ezeiza, al Complejo IV de la misma localidad. El personal penitenciario masculino llevó a cabo (con gran violencia)  la orden de la Dirección del Servicio Penitenciario Federal (Resolución 557/2014). El lugar de las mujeres trasladadas  fue destinado  a condenados y procesados por crímenes de lesa humanidad, primero fueron 50, a la fecha el número de varones trasladados asciende a 100.
Estos traslados, además de agravar en muchos casos las condiciones de detención de las mujeres, se produjeron (como suele suceder en la mayoría de los traslados intempestivos) ejerciendo violencia física sobre ellas y despojándolas de todas sus pertenencias y documentos personales. A eso debe sumársele las requisas denigrantes a las que fueron sometidas las mujeres al ingresar al Complejo Penitenciario Federal IV, que incluyeron, entre otras cosas, la inspección vejatoria de sus cavidades genitales (en violación al fallo que prohíbe las requisas vejatoria -causa nro. nro. 10.899 del Juzgado Federal de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional 1 de Lomas de Zamora, Secretaría nro. 1-). En líneas generales, este traslado mejoró la situación de los varones condenados por crímenes de lesa humanidad, y en la mayoría de los casos empeoró la condición de las mujeres.
La Defensoría General de la Nación y la Procuración Penitenciaria presentaron un hábeas corpus por este hecho, del cual también tomaron conocimiento la Procuración contra la violencia institucional (PROCUVIN) y la Comisión de Coordinación y Seguimiento de Control Judicial de Unidades Carcelarias. El hábeas corpus fue rechazado y actualmente la sentencia denegatoria se encuentra recurrida. Esto así, pese a la violencia denunciada y a las características del traslado, en particular, haciendo ingresar personal masculino y condenados y procesados varones por delitos de lesa humanidad en una cárcel de mujeres, en los considerados mejores pabellones del sistema penitenciario femenino.
A la vista de las mujeres privadas de libertad en Ezeiza se exponen situaciones de desigualdad respecto del trato de los presos de lesa humanidad y sus familias. Para éstos el trato  importa privilegios, mientras que las mujeres y sus familias son permanentemente asoladas por el trato inhumano y la humillación degradante en las requisas.
Estamos convencidos de que la salud y la vida constituyen derechos inherentes a todas las personas y no privilegios para unos pocos. Es de público conocimiento el hacinamiento de las cárceles y la falta de acceso a la salud de la cual es víctima la gran mayoría de las personas privadas de la libertad. De la resolución cuestionada se desprende que el SPF está finalmente admitiendo que la lejanía respecto del hospital implica una dificultad para acceder a la salud. En este sentido, la medida adoptada va en detrimento de los derechos de otras personas detenidas que padecen enfermedades y dolencias, incluso de gravedad, y requieren la misma o mayor atención médica.
La resolución se refiere a los condenados y procesados por delitos de lesa humanidad, como una “categoría de internos” que mantienen un “bajo nivel de conflictividad” calificándolos así positivamente y otorgándoles un trato diferencial respecto del resto de la población penitenciaria, vulnerando de este modo el derecho a la igualdad.
Esto demuestra la máxima selectividad del sistema penal que avanza con medidas de esta índole respecto de mujeres que suelen ser  criminalizadas por delitos menores, para favorecer a presos por delitos gravísimos contra la humanidad, cuyos privilegios se han traducido en años de impunidad que ahora se prorrogan en un tratamiento diferencial en el efectivo cumplimiento de la pena privativa de su libertad.
Evidentemente el sistema penitenciario tiene presos de primera, de segunda y hasta de tercera clase, reservando para unos un proceso de deshumanización y exonerando a otros de los rigores de la prisión y en muchos casos de la prisión misma, a través de complicidades y privilegios.  
Entendemos que la sobrepoblación carcelaria y las pésimas condiciones de detención que ostentan las cárceles del país son factores que abonan este maltrato y deben ser abordados mediante estrategias de desprisionización, así como con políticas decididas de sanción y reducción de la violencia al interior del servicio, contra y entre las personas privadas de su libertad y sus familias.
A ello se le agrega que hemos tomado conocimiento de que muy probablemente, en el corto plazo, la totalidad de la Unidad 31 será destinada a  los imputados por lesa humanidad, no permitiendo el regreso de quienes han sido trasladadas y desplazando definitivamente a las personas que actualmente se encuentran allí, principalmente mujeres con hijos y/o embarazadas. Por esto, las mujeres que aún se encuentran  en la Unidad 31 están realizando numerosas presentaciones ante los jueces a cuya disposición se encuentran, solicitando su permanencia.
Ante los hechos narrados, las organizaciones, docentes, artistas y demás personas que trabajamos y militamos en distintas cárceles, incluidas las de Ezeiza y que día a día podemos corroborar el desmejoramiento de las condiciones de las personas privadas de libertad en dichas instituciones, nos manifestamos y exigimos:
1. La pronta remoción de los detenidos varones trasladados a la Unidad 31 de Ezeiza, la que según el propio SPF fuera “modelo”, por haber sido diseñada para el alojamiento de mujeres con sus hijos menores de 4 años (Decreto N°596/96), y que asimismo, se retire de esta unidad el personal penitenciario masculino.
Consecuentemente, requerimos que en la Unidad 31 vuelva a destinarse exclusivamente a mujeres. En este sentido, exigimos la permanencia de las mujeres que se encuentran actualmente en la Unidad 31  así como la reincorporación de aquellas trasladadas a raíz  de la citada comunicación y que de acuerdo a su voluntad así lo deseen.
2.  La investigación de los hechos de violencia sucedidos en la Unidad  31 de Ezeiza en el marco de los traslados, que involucraron  denuncias de tortura, de crueldad en las penas y de tratos  degradantes,  cometidos por agentes del servicio penitenciario, la intervención de personal penitenciario masculino en la cárcel de mujeres e inspecciones vejatorias respecto de las mujeres privadas    de la libertad.
3. El compromiso formal de la Dirección del Servicio Penitenciario Federal de no producir más traslados masivos o de otra índole, que en los hechos implican un desmantelamiento progresivo de la cárcel de mujeres de Ezeiza para ser ocupada por procesados y condenados varones por delitos de lesa humanidad u otros.
4. Garantizar a las mujeres trasladadas, hasta tanto retornen a la Unidad 31, las condiciones de detención que les permitan mantener los vínculos familiares y avanzar en el régimen de progresividad de la pena, trabajo, estudio y el acceso a otras actividades.
5. El compromiso de los Ministerios Públicos y del Poder Judicial y de todas las agencias del sistema de administración de justicia para la denuncia, investigación y sanción de estos hechos. La elaboración de directivas para reducir las altas tasas de prisión que registra el sistema, en especial del uso generalizado de la prisión preventiva y que se fortalezcan mecanismos de libertad anticipada, ante la evidente situación de colapso del sistema penitenciario, entre otras medidas.


NO A LA TORTURA Y LA VIOLENCIA INSTITUCIONAL EN LAS CÁRCELES DEL PAÍS


Convocan:

YoNoFui  Asociación Civil y Cultural
Limando Rejas
Rancho Aparte Agrupación Artística
Agencia Rodolfo Walsh
ACIFad    Asociación de Familiares de Detenidos en Cárceles Federales
CEPOC    Centro de Estudios de Política Criminal y Derechos Humanos
Frente de Artistas del Borda
Agencia para la Libertad
Docentes y Talleristas Autoconvocados
Es importante que con tu firma también coloques el DNI, o número que te indentifique (cédula, personería jurídica si sos una organización) para que tu adhesión tenga validez legal.

Sabrina

por  Lo menos pensado 
(http://lomenospensadofm.blogspot.com.ar/)

– ¿Todo bien, Sabrina? -le pregunté el sábado a las 14 hs, palmeándole el hombro, suavemente.
– Todo bien, Profe -me sonrió con toda la boca abierta.
Aquel sábado por la tarde, Sabrina estaba encargada de manejar el dinero en un festival de cine a beneficio de los alumnos que viajarían a Mar del Plata para participar de las Olimpíadas de Matemática. (Más tarde, L. me comentó que ella estaba infinitamente contenta, por la responsabilidad que acarreaba la tarea que se le había asignado)
El lunes siguiente, a las 9.44 am, Sabrina tenía una bala alojada en su corazón. Algunas personas son así, reciben todo con el corazón, sin importar de quién, ni de dónde provenga. La bala provenía de afuera. La bala provenía de la calle, de la policía, más precisamente, que jugaba al far west con unos ladrones armados con pistolas de rayo láser y armas de última generación, por eso debía ser que disparaba tanto.
Nadie supo que Sabrina tenía una bala alojada en su corazón (o en su pulmón izquierdo, nada importa, ya) hasta que la revisaron en la Sala de Auxilio Vecinal. Dejó su sangre en el colegio, Sabrina. Dejó la sangre de su corazón. Siempre creí que lo más valioso que uno tiene, y que uno puede dejar a los demás, el sacrificio máximo, es su propia sangre.
Me avisó C. de lo acontecido cerca de las 11.45 am, justo en el momento en que los medios empezaban a mostrar lo sucedido, mezclando nombres de un colegio con imágenes ilustrativas de otro. Delicias de vivir en el Conurbano Bonaerense. Deduje lo peor, entonces. En ese mismo instante, hablé con P. y me lo confirmó: “Imaginate el peor de los escenarios. Bueno, ése.”
Habían llamado al SAME, después de lo del balazo. Pero el SAME no llegaba, y Sabrina escupía sangre y casi no respiraba. Y., quien trataba fervientemente de reanimarla, la cargó en la camioneta. P. la acompañó, junto con M. L. La llevaron a la Sala de Auxilio Vecinal. El SAME se acopló después allí.
En menos de quince minutos estaba en la Sala de Auxilio Vecinal. No me tocaba estar ese día en el colegio, por eso no estaba allí desde antes. Sospecho, ahora, que muchos no debíamos estar ahí ese lunes. El frío era intenso, inmenso, y la llovizna azotaba en el pecho como un látigo de hielo.
Me volví para el colegio, que queda a cuatro cuadras de la Sala, a buscar la mochila de P, que se comportaba casi como un héroe a medida que las horas corrían en su arena y la tensión se acrecentaba. Cinco, seis camionetas-móviles de medios televisivos se apostaban alrededor del colegio, que como colmena atraía a las moscas que debían ser abejas. Me saqué de encima a varios de esos fabricantes de indignación. Hablé con M. L, que tenía los ojos llorosos y me decía que era una desgracia, que había llegado la Inspectora y lo único que pedía eran papeles. “Papeles, siempre papeles”, me quedó resonando como un eco involuntario.
En el patio cubierto estaba un rectángulo delimitado con una cinta de peligro alrededor de un par de sillas, y en el patio descubierto, casi al pie de la escalera, debajo del techito, había delimitado otro rectángulo similar. Mucha gente caminaba por allí dentro, muchos policías bonaerenses vestidos de negro muerte se paseaban por el escenario, convulsionados y nerviosos. Crucé la mirada con uno. Nos dijimos todo sin decirlo. Las cosas más graves y directas suelen decirse sin palabras, con el silencio (Más tarde en la tarde, cuando la tarde moría, volvería a cruzármelo, a causa de un pedido insólito que luego detallaré oportunamente)
En mi convulsionado regreso a la Sala, luego de esquivar infinidad de moscas que me observaban restos de miel y se me abalanzaban (me comentaron que, antes de que yo llegara al colegio, sacaron a una a los empujones por volar por donde no debía), la escena presentaba a P. cubriendo heroicamente la puerta detrás de la cual descansaba el inmaculado cuerpo de Sabrina junto a algunos de sus familiares, los que desgraciadamente ya se habían enterado.
De un lado, Sabrina. Del otro, la Policía Científica Bonaerense vestida de negro muerte. En el medio, casi bajo el umbral de la puerta, P. impidiendo el paso. Al instante se sumó S, simulando ser abogado o algo por el estilo. Y también me sumé yo, que recién llegaba con la mochila al hombro, a cada momento más pesada. “Hace falta el oficio judicial. Sin oficio, yo no te puedo dejar pasar”, le decía P, enardecido e inexorable. “Es urgente que nos la llevemos, Señor, el oficio se lo puedo alcanzar después..”, ensayaba el oscuro bonaerense, sin saber con quién estaba hablando. El final de aquella conversación, en palabras de P, fue lapidario: “No, no te puedo dejar pasar, ¿y sabés por qué? Porque no se me canta dejarte pasar. No vuelvas a hablarme hasta que no vengas con el oficio”
Las cartas estaban echadas, ya. Un arroyo de serpientes corría por debajo de la superficie de la sala. Más temprano había estado el intendente. Sabrina era lo más importante, ahora. Todo acto engendra sus consecuencias. El intendente dejó encargados a dos agentes civiles de Seguridad Ciudadana (que “sólo molestaban”, según un oficial de la Bonaerense vestido de negro muerte), y que al instante se sumaron a la lucha de P, que también era la mía. La nuestra. A eso de las 12.30 apareció V, el Jefe de los gendarmes, con el pulso acelerado y la tonada correntina inevitable. “Acá no pasa nadie, se espera hasta que venga el Fiscal”, les dijo a tres gendarmes que tenían prohibida la palabra, pero utilizaban a la perfección el lenguaje de sus rostros. Los tres gendarmes (mujer – hombre – mujer) se apostaron frente a la puerta que protegía el acceso a la habitación donde Sabrina descansaba.
Eran las 13 hs, y P. aún permanecía ensangrentado. Tenía manchado el pantalón casi en su totalidad, un poco la camisa y algo la cara, la frente y las manos. Le había hecho maniobras de resucitación a Sabrina, antes de que supiera que tenía una bala alojada en su corazón. “Me voy a cambiar”, dijo. Me miró. “Andá tranquilo, yo me quedo”, le sugerí con la mirada. Me paré al lado del trío de gendarmes, que parecía que iban a decir algo que finalmente nunca decían, ni dijeron. Al lado mío había un tipo vestido de azul, con ojos grandes, y con una libretita que le sobresalía del bolsillo. Se había juntado más gente en el lugar, los familiares de Sabrina se iban enterando y venían a la Sala a velar por ella. Mientras tanto, una enfermera rubia, exuberante y de rulos (probablemente del SAME), subía y bajaba de la camioneta de la Policía Científica Bonaerense. El tipo de azul y ojos grandes se me acercó: “Perdón, ¿usted quién es?”, me interrogó sin más ni más, en voz baja pero determinante y poco amigable. “¿Para qué quiere saber eso? Usted debería decirme quién es, primero.”, le respondí sin pensar demasiado. El tipo de azul y ojos grandes, parecido a Michael Moore, giró la cabeza, miró hacia afuera y no me respondió. Volvió a apoyarse sobre la pared, en su posición primitiva. Hizo como que anotaba algo en su libretita amarillenta. Lo miré con un desprecio infinito, proverbial. “Ojo, éste de acá al lado es yuta de civil”, le dije a P. (que volvía del baño) en voz alta fingida, para que el tipo me escuchara. Me di vuelta unos treinta segundos después, el tipo de azul había desaparecido. No lo volví a ver en toda esa tarde.
A los pocos minutos, un oficial de la Bonaerense vestida de negro muerte, que parecía un comisario, entró pidiendo por un familiar de Sabrina. Un muchacho que recién había entrado de fumar, que parecía la pareja de su madre, charló brevemente con él. Le pidió datos menores (comprobamos después con P, que acudió al instante) sobre Sabrina, que si era la hija del medio, que cómo le iba en la escuela, que si tenía muchos amigos. El oficial que parecía comisario estaba vendiendo noticias.
Cerca de las 14 hs, cada mirada se había vuelto una insinuación de guerra. El Fiscal no llegaba, la ansiedad crecía, la Bonaerense vestida de negro muerte había desaparecido casi en su totalidad de la Sala. Sólo quedaba un móvil de Policía Científica afuera, que fue desalojado a los pocos minutos por Gendarmería, que colocó unos conos naranjas en la calle sin emitir palabra. Los familiares y amigos de Sabrina ya habían copado el lugar. Sabrina tenía muchos amigos. Ni una bala de 9 mm. sirvió para desinflar su corazón.
V, el jefe de los gendarmes, recorría los pasillos enérgicamente y dialogaba con los dos hombres de Seguridad Ciudadana que había dejado el Intendente. También charlaba con el heroico P, le encomendaba tareas y le palmeaba la espalda.
La tensión irrefrenable se mantuvo hasta aproximadamente las 15 hs, cuando el Fiscal (que había estado en el colegio y posteriormente en los alrededores del barrio haciendo pericias y buscando pruebas) se hizo presente en la Sala. Charló en un cuarto cerrado con los familiares de Sabrina, primero; y con P. y algunos miembros más del equipo docente, después.
V, sin vacilar, sugirió despejar la Sala, y ordenó que el cuerpo docente retornara al colegio, donde prestarían las declaraciones pertinentes, junto con los vecinos que presenciaron el “tiroteo” y los efectivos de la primitiva Bonaerense que lo protagonizaron. Mientras tanto, el Fiscal esperaría al médico perital para, finalmente, trasladar el cuerpo al Hospital Morgue de Lomas de Zamora, donde se llevaría a cabo la autopsia.
El colegio rebalsaba de gendarmes que tomaban mate y hablaban entre ellos amigablemente, y de policías nerviosos, que se apoyaban en fila sobre el mostrador del kiosco, y respondían con miradas graves y perdidas a nuestras miradas curiosas, cargadas de presentimiento.
(Resultaba paradójico ver a tantos docentes enfrentados con tantos policías dentro de un colegio, y que esta vez, por una vez al menos, y bajo condiciones trágicamente extremas, los docentes saliéramos victoriosos.)
Se habían improvisado unas mesas para declarar en el patio cubierto. Afuera, en la esquina de Santiago de Chile y Grito de Alcorta, cada vez más medios de televisión se abalanzaban sobre el vallado organizado por Gendarmería. Sacaban móviles, charlaban con los vecinos, que gritaban y se indignaban. “El dolor sale como puede”, comentaba una maestra vieja, del lado de adentro. “A veces tarda, pero siempre sale”.
Recorrimos varias veces “la escena del crimen”, con algunos docentes, que estuvieron desde la mañana hasta casi la noche transitando ese proceso. La escuela siempre es el último bastión de la resistencia. Algunas cosas nunca cambian. “La bala entró por allá”. “Sabrina estaba parada acá”. “Tuvo que haber entrado por la medianera, en diagonal, desde la esquina”. “El portón no tiene agujeros”. “Una 22 no llega a cruzar todo ese trayecto”. “Si hubiera sido una 45, habría orificio de salida”. “Tuvo que haber sido una 9 mm”. “El móvil venía disparando desde esa misma esquina”.
No quisimos pecar de imprudentes. Pero no nos equivocamos en ninguna conjetura.
Más tarde, cerca de las 17 hs, el Fiscal regresó al colegio. (Habían trasladado a Sabrina al Hospital Morgue de Lomas de Zamora a eso de las 15.30 hs.) P. y yo lo abordamos, para sacarnos las dudas. Sus palabras fueron categóricas. “Hay que confirmar si la bala salió del arma de un policía”. “Encontramos una 22 en el auto de los delincuentes”. “Los casquillos encontrados cerca de la esquina pertenecen a un arma 9 mm, reglamentaria de la policía”. “En el segundo portón encontramos un plomo de una 45, pero no tenemos registro de ese arma”. “Tal vez sea de los delincuentes”. “Pero, repito, desconocemos la naturaleza de ese arma”.
Dijo, también, que había (hasta ese momento) seis policías sumariados y quince armas confiscadas.
Los policías no paraban de declarar, y los gendarmes no cesaban de tomarles declaración.
“Ése que está ahí es de Asuntos Internos”, me indicó P, señalando a un tipo de sobretodo negro. “La puta que se puso espesa la cosa”, agregó mientras terminábamos de tomar el enésimo café de la tarde.
Pasadas las 18 hs, un grupo de vecinos organizó una marcha a la vuelta del colegio, en la esquina de los Medios de televisión. Anduvimos por allí con P, al inicio de la misma. Luego ingresamos al colegio nuevamente. Se cerró el portón de rejas. Por seguridad. Por seguridad para la policía, claro. Los vecinos dieron la vuelta a la manzana, y a las 19 hs. se apostaron en la puerta del colegio, con el portón de rejas cerrado, pero la puerta interior abierta. Se encendieron las cámaras. Se montó el show. Los vecinos insultaban sin parar y con justa causa a los policías que iban terminando de declarar. La verdad estaba en el aire. Algunas preceptoras lloraban desconsoladamente. P. caminaba nervioso pero seguro, el representante legal del colegio hacía declaraciones a la prensa. Volví a la sala de profesores a seguir tomando café y a intentar consolar almas estalladas de dolor. Un policía, el del cruce de miradas del principio de esta historia, se me acercó lentamente, dubitativo:
– Necesito un televisor.
– ¿Para qué necesitás un televisor?
– Me lo pidió el Jefe.
– Y decime, ¿el Jefe para qué lo necesita?
– Para ver cómo está el panorama afuera.
– No tenemos televisor, si «querés ver cómo está el panorama afuera», podés asomarte.
Ése fue el último diálogo que un integrante del cuerpo docente mantuvo con un policía durante aquella fatídica y gris tarde de lunes.

Los policías bonaerenses, finalmente, y con toda su vergüenza manchándoles, zamarreándoles el uniforme, se retiraron a las 19.30 hs. por el portón trasero del colegio San José, el que está ubicado sobre Grito de Alcorta. El mismo portón por el cual se especulaba, al principio del día, que había entrado el balazo que no pudo dejar a Sabrina sin corazón. 

“Llamar política a la tradición anarquista es arriesgado”. Entrevista a Christian Ferrer

por Pablo E. Chacón


La reciente publicación de El anarquismo, de Edouard Jourdain, permite a Christian Ferrer, sociólogo y ensayista argentino, reflexionar sobre ese libro y su autor y otras cuestiones que ese volumen pone sobre el tapete, así como sobre otras que están aunque parezcan no verse.
En principio, ¿quién es Edouard Jourdain y cuál es su especialidad? (Parece que fuera el anarquismo y Proudhon en particular, pero también es profesor en Ciencias Políticas, lo cual no creo sea -necesariamente- una incompatibilidad).
Edouard Jourdain es profesor universitario en Francia y profesa las ideas libertarias. Integra, además, Refractions, revista dedicada a actualizar las ideas ácratas, o, por decirlo de otra manera, a pensar con libertad los problemas del mundo actual sin remitirse a modos de pensamiento que han sido dominantes en el siglo XX, como el liberalismo o el marxismo en sus diversas y rocambolescas variantes. De Refractions es también miembro un argentino, Eduardo Colombo, hace tiempo emigrado a Francia, que en su momento tuvo destacada actuación en las luchas estudiantiles de la década de 1950. En otras palabras, Jourdain se ha interesado por la vitalidad y amplitud de las ideas anarquistas, una tradición de pensamiento que, a pesar de haber sido declarada difunta muchas veces, una y otra vez reaparece con una insistencia difícil de ponderar, como si dispusiese de una suerte de maná, de atracción antípoda para aquellos que no se conforman con el estado actual de las cosas, sean administradas por el Estado o por los intereses privados, que demasiadas veces conluyen entre sí, y que tampoco se sienten a gusto con el mecanismo productivista que transforma a los seres humanos en cosas, o en hamsters movilizados en su rueda giratoria. Jourdain es, en efecto, un lector productivo de las obras de Pierre-Joseph Proudhon, un sabio francés que en su tiempo -siglo XIX- pensó lo que por entonces era llamada la cuestión social, y propuso soluciones a la injusticia constitutiva de nuestras sociedades. Proudhon fue un pensador tenido en cuenta por muchos lectores, habiendo recibido homenajes a veces inesperados, pues alguna vez el Estado francés emitió una estampilla en su homenaje y su nombre está inscripto en el frontispicio de la Universidad de la República Oriental del Uruguay.
La cuestión anarquista, como escribís en la presentación, su singularidad de ave fénix, ¿implica un horizonte emancipatorio ideal, una antropología que haga posible lo imposible? ¿Qué es lo imposible, si las cosas fueran así?
Alguien, alguna vez, escribió que los anarquistas pecaban por tener exceso de razón, con lo cual quiso decir que sus ideales (vivir en un mundo sin jerarquías, en sociedades menos productivistas pero atenidas a pasiones más alegres, y liberando los afectos de constreñimientos hipócritas o deteriorantes) eran deseables pero imposibles. Más bien se podría decir que las ideas anarquistas se vuelven impensables en un mundo regido por la codicia, el afán de ascender socialmente y el temor a desafiar creencias políticas que parecen naturales o útiles aunque cada tanto demuestran ser solamente fracasos o falsas soluciones, y vuelta a empezar. Lo que se llama anarquismo -lo impensable- sería un modo de vivir que suponga menos dolor, y por lo tanto menos especialistas en medir el dolor y trocarlo por subsidios o consuelos o tolerancias, y que permitiría a las personas desplegar sus fuerzas vitales no hasta donde comienza la libertad de otro sino justamente hacia encuentros en los cuales las libertades se potencian a sí mismas. En fin, el anarquismo es como un espejo mágico que se niega a reflejar el tabú de la realidad, es decir que no confirma el mecanismo social, económico y afectivo que, a fin de cuentas, arrasa con las vidas de cada cual, incluyendo la de los animales, a los que ahora parece que estamos empujando hacia su apocalipsis, entendiendo que el cuerpo humano también tiene su parte alícuota de cuerpo animal.
La Argentina tuvo (no sé si tiene) una tradición política de ese signo. ¿Llamarla política no es arriesgado?¿Qué sucedió con ese mundo?
En efecto, llamar política a la tradición anarquista es arriesgado, sobre todo en un país como el nuestro donde esa palabra arrastra un sinfin de decepciones e intereses vergonzantes. Los anarquistas de hace cien años diferenciaban nítidamente lo político de lo social. La revolución que preconizaban era social, lo que quiere decir que anteponían una subversión cultural de la forma de vivir a cualquier propósito de toma del poder o de representación de víctimas o del pueblo, entendido en sentido abstracto o retórico. Su revolución ideal era aquella que ocurriría cuando hasta el último de los habitantes del planeta se hubiera vuelto libertario. Quizás por eso le concedían tanta importancia a dar ejemplo con sus vidas. Por lo demás, las ideas libertarias son de difícil digestión en Argentina, donde hace mucho tiempo que la autoridad estatal se transformó en vector de organización social, lo que quiere decir que los habitantes todo lo esperan del Estado aunque a la vez tratan de no entregarle nada a cambio, comenzando por los impuestos o la renta que se saca de la tierra, las reses o el trabajo de los demás.
Los indignados españoles, ciertas movidas en Brasil, Tiqqun, etcétera, ¿son herederos de la autonomía italiana, de las luchas anticolonialistas, del mayo francés?
No lo sé. Hay gente que hoy está indignada y mañana no. A veces las indignaciones ceden ante concesiones menores o cuando aquello a lo que se aspira se parece mucho a lo que disfrutan aquellos que pueden concederlas. Entiendo que en todos lados, e inevitablemente, prospera un malestar existencial ante el modo en que somos compelidos a vivir cotidianamente, a trabajar, a desear, a amar. Algunos de esos malestares transmiten ideales libertarios, o se contagian de ellos, otros no.
Finalmente, ¿cómo pensar en esa perspectiva en la sociedad del espectáculo, la transparencia y las redes sociales?
Quizás pensando con buena dosis de escepticismo, es decir no creyendo. Por lo menos, desconfiando de toda promesa de amplitud de libertades que redunda en mayor vigilancia y control.

Una charla con Álvaro García Linera

 por Salvador Schavelzon

AGL: La posibilidad de vetas, de tendencias postcapitalistas… en general la sociedad mundial, pero en particular en la sociedad boliviana, que ha sido conmovida por un proceso revolucionario, están latentes… como burbujas que de rato en rato salen…
S: pero fortalecer el Estado y la Nación va en contra de esas burbujas…  no? las aplaca, las deja flotando en un nivel más lejano.
AGL: No. Ahorita voy a redondear. Pero también las propias condiciones de anulación de esas burbujas, están igualmente presentes. Y lo que un Estado puede hacer… a lo más que puede hacer un Estado progresista, revolucionario, nunca va hacer substituir ni organizar. Eso es un fracaso total. A lo más que puede hacer es crear mejores condiciones para que se despliegue.
S: El capitalismo andino-amazónico, tenía un lugar para las formas de cazadores recolectores, para economía campesina comunitaria…
AGL. Es que mira, si uno es honesto intelectualmente, ¿qué es lo que hay? Capitalismo… y así va a ser los siguientes 500 años. La cosa es cómo en medio de este capitalismo estas tendencias, estas vetas, estas burbujitas se convierten en una burbuja más grande, y en vez de burbujas  se convierten en un contenido.
S: No hay lugar en el mundo donde una alternativa al desarrollo llegó al Estado como llegó en Bolivia. Con la discusión del Vivir Bien, por ejemplo…
AGL: no, yo creo que si se ha dado. Lo que ha hecho el movimiento indígena campesino es visibilizar otras cosas, que no estaba en otras cosas. Las revoluciones del siglo XX han sacado cosas incluso más radicales, pero no han visualizado otras cosas que aquí se pueden visibilizar.
Pero te decía… En lo obrero, mi hermano… hay posibilidad de construcciones comunitarias de una forma de gestión no capitalista? Si! El ejemplo más avanzado es Huanuni. Qué pasó en Huanuni? Son los trabajadores, ellos en asambleas deciden al gerente… ellos en asamblea deciden las inversiones. Ellos deciden las máquinas que hay que comprar, ellos deciden la contratación de nuevos trabajadores… Ellos deciden las máquinas que hay que comprar. Son productores de gran industria, son 5000. Y se  asumen a la vez como administradores y gestores directos de estos recursos. En ese sentido es muy avanzado. Es una de las más avanzadas de América Latina, yo diría. Pero así como esto es una burbuja, que la habíamos intentado potenciar. Está su contraparte, que ya no es un límite del Estado, es el límite de la propia clase. Porque agarran los compañeros y deciden en que van a invertir. Pero también deciden comérselo al excedente. Y lo que es una riqueza pública, lo que es un principio de autogestión deviene en una forma de privatización corporativa. Son ellos mismos. El estado podría haber hecho algo? No. Es la experiencia de ellos. Lo que hizo el Estado es crear un escenario propicio… de inversión, de propiedad, de apoyo técnico.
S: pero pensá la discusión de abril en Cochabamba en el 2000.
AGL: es la misma, es la mismita
S: vos bien decías que se estaba superando el límite de la marcha por la vida y el trabajador no era más subordinado, estaba ejerciendo el poder.
AGL: y mi reflexión de 6 meses después, del mismo 2000, 2001. Mi reflexión en el agua y el Alto. En el Alto, en el 2003, como ahorita, se toma la ciudad de El Alto. Los gobiernos barriales controlan quien se mueve y quien no se mueve. Les falta gas. Y se van a la planta de YPFB. Y en lugar de tomarla, y gestionarla para todos el gas, colocan su garrafita. Familia por familia. La solución es familiar, la solución no es social. Tanto heroísmo… han derrotado al ejército. Han asumido el control territorial. Son ellos ejército, policía y ley. Pero al momento de gestionar la producción son familia. Se derrumban. Es un avance y es a la vez un retroceso. Lo mismo es Huanuni y lo mismo son las 9 y hasta 11 empresas sociales. Los compañeros del Chapare, los compañeros de Omasuyos… Los ponchos rojos, nos dicen compañeros, acá tenemos muchas vacas. Como Federación provincial, queremos que en vez de que los sindicatos vendan a la PIL, nosotros la procesemos. “que necesitan?” una fábrica. Aquí está la fábrica. “Quien va a gestionar?” La Federación provincial, va a organizar los sindicatos para en vez de vender a la empresa PIL, peruana, la vendan a su propia fábrica, la administren  la gestionen, distribuyan… E implementen una especie de empresa social comunitaria Pasa un año y las 11 empresas fracasan, y los compañeros dicen: “Compañero Evo, gracias por la fábrica de leche, pero te la devolvemos. Y danos un tiempo, un año, dos, tres años… hasta que aprendemos como gestionar, para volver a asumir” y se la devuelven al Estado, lo que era de la federación.
S: pero algunas herramientas que da la constitución, como autonomía indígena y campesina, se podría articular con esto, y ahí vinculado a un proyecto de soberanía étnica y autodeterminación… no devolverían la fábrica.
AGL: lo que te estoy hablando es más fuerte de eso. La experiencia material de la gente para asumir lo común. Y tiene que ver con que hay cosas comunes en el mundo campesino indígena: el agua, los pastos, ciertas tierras comunales. Pero no es común la producción. No lo fue. Quizás en los relatos míticos de cómo era antes, había trabajo en común y en tierras del Estado. Desde esas experiencias, la producción en común…
S: Bueno, está el ayni, el territorio colectivo…
AGL. Que no es producción. Es asociación de familias. Es una producción individual-familiar. Una suma de producciones individuales y familiares. Es mi reflexión de forma comunidad… El límite del ayllu antiguo es su forma familiar individual. Pero hay potencia, hay experiencia de propiedad común, de gestión común, de gestión de pastos y de agua común. Pero en el momento de producción no.
S. En Bolivia hubo casos de comunidades movilizadas. No sé si ayllu, pero miles en las calles. Aunque efímero.
AGL: si, pero eso es la producción de la política, pero no es la producción de la riqueza. Hegel tiene un término para ese ámbito…
S: Pero entonces es esperar el desarrollo de una conciencia que hoy no está…
AGL: de una práctica. Y lo que puede hacer un Estado revolucionario es fomentar, apuntalar, es difundir, articular. Pero la producción en común, o lo van a hacer los productores libremente asociados, o no lo va a hacer nadie. Políticamente hay muchas cosas en común. Evo es producto de una comunitarización de la política. Sí. Un bloqueo es una forma de acción comunitaria, no?
S: La discusión de la “forma moderna” que puede ser república, partido o sindicato y que es fuerte en las organizaciones, ¿nos puede llevar a repensar la autogestión de lo común?
AGL: claro…
S: Porqué eso no está más en la agenda…
AGL: Está. Es que más lo practican.
S: ¿Porqué no estimular las autonomias indígenas, para estimular desde ahí prácticas autónomas?
AGL: Ahorita voy a ese tema de las autonomías, pero te cierro esta agenda. La posibilidad de un postcapitalismo tiene que asentarse sobre una forma distinta de gestionar y producir la riqueza. En el mundo indígena y en el mundo obrero. Hay momentos de avance, y luego retroceso, y otra vez avance. Y el Estado revolucionario tiene que potenciarlo. El Raúl [Prada] nos reclama “¿y porqué no la economía comunitaria?” Porque no es el Estado el que hace la economía comunitaria. Eso es estatismo. La producción comunitaria, o es comunitaria, o no va a ser nada…El Estado tiene que estar atento, ahí donde surge una iniciativa colectiva
S: pero el Estado puede pensar lo plurinacional como la nación, simplemente, con las particularidades subordinadas. O puede también estimular ese desarrollo de la autodeterminación, de lo autónomo. Sería algo inédito. ¿Porqué la plurinacionalidad termina acoplándose con el Estado, la nación, y el mercado? ¿Porqué hay esa confluencia? ¿porque eso es lo que hay? ¿o porque es el camino para en un segundo momento discutir esas formas?
AGL: una cosa es lo común como resistencia. Y otra cosa es lo común como administración. Y cuando tú vayas viendo experiencias de común de administración. Eso es la substitución del Estado. Pero eso no se decreta, eso surge. Y sobre lo que surge se potencia. Eso surge de la propia experiencia de la gente. Que hasta ahorita ha podido hacer lo común para bloquear la calle, pero no ha podido hacer lo común para obtener el gas.
S: pero pensando desde el trabajo político del intelectual…
AGL: El intelectual tiene que potenciar lo que ve.
S: Estoy pensando en la época de ayllus rojos. Vos ibas a las minas, a las comunidades… se buscaba incentivar la insubordinación, la insurgencia…
AGL. Si. Es lo común para la guerra. Es lo común para la política.  Pero eso es sólo un paso, necesario, temporal. Hoy la clave es lo común para la riqueza y ahí es donde encuentras la limitación, los tropiezos, las debilidades. La autonomía surgió como una consigna para debilitar el Estado. Eso fue. Ahora el Estado se ha indianizado, la autonomía pierde su fuerza que tuvo antes.
S: Pero además de la lucha, enfrentamiento, había otra agenda: que era la de descolonizar las formas, la de pensar otra sociedad a todo nivel. Junto con la autonomía. Había otra agenda, de la diferencia.
AGL: Porque eso es una agenda en resistencia. No es una agenda de mando.
S: Pero creían en eso, no era sólo estrategia.
AGL: Como agenda de resistencia. Siempre ha sido planteado así. Es lo que ni el chato [Raúl Prada] ni la oenegé CONAMAQ [Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu] lo entienden. Y esos debates se han hecho desde el año 2008, para la constitución.
Octubre 2013

El intelectual orgánico y el cartógrafo

(¿ o cómo discutimos el impasse de lo político radical en un frente común contra el neoliberalismo?


por Verónica Gago, Diego Sztulwark y Diego Picotto 


En momentos en los que el gobierno nacional choca contra los mecanismos más reaccionarios de la governance global[1] y en España se activa la esperanza en torno a las posibilidades políticas de “Podemos”,[2] el ejercicio de problematizar el esquema político-discursivo que Ernesto Laclau llamó “populista”, y que sustenta en alguna medida a ambas experiencias, puede parecer inoportuno. Pero quizás sea al revés: en la medida en que actúa como base conceptual de una comunicación entre la situación de Sudamérica y el sur de Europa, este modo de concebir lo político adquiere un nuevo interés y ofrece más aspectos a la discusión. Sobre todo, porque el contraste no es sólo geográfico. Juega un papel productivo, también, el destiempo: si de este lado del Atlántico ya tenemos mucho material para el balance y discutir a Laclau puede sonar a cierre,  del otro, la irrupción de ese incipiente “monstruo”[3] que es Podemos nos coloca más ante una pregunta abierta.   

La preocupación central respecto de las políticas autodenominadas “populistas” es que, nacidas de la insatisfacción y de la rebelión contra el neoliberalismo, y habiendo ensanchado derechos sociales, acaban organizando las expectativas políticas en torno a la capacidad de recrear “soberanías novedosas”, perdiendo de vista el mapa de posibles que contienen las luchas sociales (en particular, las figuras del desacato y de la inteligencia colectiva que aparecen en las crisis, como en el 2001 argentino o 15-M español, etc.). Este “borramiento” es simultáneo con la instauración de un puñado de significantes destinados a ocupar el lugar del origen o la fundación.

Concretamente, tres son los problemas centrales de esas “soberanías novedosas”: el primero, es que tienen una comprensión muy tradicional y simplificada de la fuerza del neoliberalismo: en lugar de apreciarlo como un dispositivo gubernamental cuyos mecanismos funcionan a nivel global y a nivel micro político –incluso cuando queda deslegitimado como ideología– se lo ve como mera cosmovisión favorable a los grupos dominantes. El segundo, es que considera al tejido social desde arriba, es decir, subordinándolo a la lógica estatal (en lugar de entenderlo a partir de una dinámica cuya autonomía resulta fundamental para producir transformaciones). Y el tercero consiste en que las instituciones, las de estas “nuevas soberanías, aunque voluntariosas, operan necesariamente dentro de las estructuras de governance del mercado mundial. Estos problemas quedan completamente de lado en la secuencia populista fundamental: demanda-insatisfecha/articulación discursiva de esas demandas y constitución de un conflicto de intereses/representación, siempre discursiva, de nuevo tipo/políticas innovadoras.

Con todo, este texto pide indulgencia de antemano. Lo que aquí se plantea son preguntas. El mencionado destiempo de los procesos políticos a considerar y la diversidad de contextos fragilizan cualquier certeza de largo alcance. Se suma una dificultad extra: la complejidad de la argumentación que se despliega a lo largo del escrito en tres niveles: 1. Un balance más bien argentino sobre la disputas entre “populistas” y “autonomistas” (con el irónico reduccionismo que implican siempore, de por sí, estos términos); 2. Un cierto involucramiento del discurso filosófico en las polémicas políticas (centradas en los argumentos de Ernesto Laclau y de Gilles Deleuze) y 3. El intento de participar en la conversación –a la que nos invitan amigxs de España- sobre las influencias e intercambios que vale la pena realizar entre las experiencias de disputa social e ideológica con el neoliberalismo entre el sur de Europa –al que casi desconocemos– y Sudamérica.
1.     Fuga y hegemonía, una alternativa que se repite

La reflexión política crítica –que renace donde la resistencia a las políticas neoliberales se agudiza en el contexto de la crisis, es decir, en una coyuntura en la que ya no es posible imponer dócilmente la dominación a las clases subalternas– encuentra en la obra de Laclau un ejemplo teórico inspirador. No son pocos los núcleos militantes que leen su obra y asumen sus esquemas. Releída hoy, a la luz de la coyuntura griega o española, la enseñanza de Laclau rejuvenece, beneficiada del prestigio que las experiencias de los gobiernos llamados progresistas de Sudamérica proyectan sobre el sur de Europa.[4]

Dos tesis centrales parecen resumir la lección de las políticas que surgen de la crisis y que a su vez buscan expresarse en la filosofía. Uno: que la política debe ser comprendida como expresión de un conflicto de “intereses” (acotando, así, el juego de la representación de un modo que la teoría de Laclau –leída al detalle– no autorizaría). Dos: que la acción política consiste en instaurar una hegemonía, esto es, coaligar demandas con miras a constituir una convergencia plural de fuerzas capaces de abrir un espacio nuevo en la cultura y en el control de estructuras estatales, opuesta a las políticas (“neoliberales”) que se limitan a transmitir designios del mercado

La mediación entre lucha de intereses y articulación hegemónica –en esto sí se sigue estrictamente a Laclau– queda a cargo de la producción discursiva (entendida a partir de las enseñanzas del estructuralismo lingüístico). Se concibe, así, que el sentido de las luchas políticas en una coyuntura específica surge del funcionamiento de una lógica combinatoria –“equivalencial”/”diferencial”–, en la que se constituye, o bien se bloquea, la puesta en serie (la constitución política) de las demandas en juego. Es en este intento por establecer una comunicación de demandas equivalenciales con relación a un cierto nombre (“significante flotante”) que determinados significantes (los políticamente relevantes en una determinada situación) se vacían/llenan, se universalizan/particularizan.​

La pregunta clave que estas teorías intentan responder parece ser la siguiente: ¿cómo se pasa de las luchas que protagonizan los movimientos a la producción de hegemonía? La experiencia de resistencia frente a las políticas de austeridad en Europa actualizan, sobre todo en los casos de Cyriza y Podemos, discusiones muy similares (dentro de lo que cabe) a las que recorrieron hace más de una década a los movimientos populares e indígenas de Sudamérica.

Entonces como ahora, aquí como allá, la comprensión hegemónica/discursivista de lo político tiende a resolverse en beneficio de una categoría sociológica específica: la de los intelectuales –y su capacidad de articulación comunicativa.[5] Este desplazamiento de un proceso múltiple de la discusión política a un centro comunicativo privilegiado, cuando ocurre, reduce la complejidad del proceso devaluando el momento de creación de sentidos practicado por las sociedades en movimiento. Los requerimientos de la máquina mediática y los procesos electorales (para no entrar a evaluar los cerrojos institucionales) constituyen un desafío evidente: sin ellos se hace muy difícil imaginar que las propias fuerzas puedan tomar las posiciones estratégicas que les permitan frenar el despojo. Pero, por otro, son estos mismos requerimientos mediático-electorales los que demasiado a menudo licuan estas fuerzas y boicotean estos propósitos.[6]
2. Destituyentes e instituyentes: ¿cómo se supera el neoliberalismo?

Otras imágenes conceptuales inspiran políticas libertarias en los momentos de crisis. Nos detenemos en algunas ideas presentes en la obra de Gilles Deleuze,[7] uno de los pensadores que ha inspirado a muchos de quienes apostamos (aquí y allá, entonces y ahora) por una política que piense de otro modo. Este “otro modo” no se reduce sólo a una diferencia de tácticas (tal vez incluso en cuestión de tácticas, en la lucha contra el despojo por todos los medios, las diferencias puedan no ser grandes),[8] sino de imágenes mentales y sensibles.[9] En sus textos no encontramos la idea de la política como conflicto de intereses y hegemonía: es precisamente esta ausencia lo que conduce a que sus detractores a negar que esta filosofía se ocupe de la políticay mucho menos que pueda inspirar política alguna.

Contrariamente, al partir de un radical rechazo del consenso, la filosofía de Deleuze da una respuesta diferente al campo de los problemas llamados “políticos”. Su punto de vista no es el de los “conflictos”, en general, sino el de aquellos conflictos en los que se emprende una fuga.[10] De ahí que en lugar de la secuencia “conflicto/lingüística-estructural/hegemonía pos-neoliberal” encontramos en Deleuze algo más parecido a “fuga/mapa de nuevos afectos/creación de agenciamientos”.[11]

Si volvemos aquí a confrontar ambas posiciones a partir de la experiencia recorrida estos años, no es para reeditar antiguas antinomias entre populistas (que no logran romper efectivamente con el neoliberalismo) y autonomistas(que devienen, devenimos, incapaces de estructurar procesos políticos en el tiempo).[12]Ambas imágenes resultan caricaturales[13] y hasta cierto punto anacrónicas.[14] Y si registran algo de su verdad lo hacen sólo negativamente (el autonomismo “destituye”, pero no “instituye”; el populismo “instituye”, pero no “constituye”). El paso del tiempo debería ayudarnos a superar estas imágenes como modo de relanzar el debate político en torno a los procesos constituyentes (de democracia radical o absoluta) frente al neoliberalismo.

La crítica más evidente que puede plantearse a la imagen política inspirada en el pensamiento de Laclau  es su reduccionismo, al menos en una doble expresión:

(1) la reducción de las prácticas sociales a meras “demandas” y

(2) la reducción de la pluralidad de procesos políticos a una lógica unificada y formalista de la hegemonía extraída de las reglas lógicas (articulación vía equivalencia o diferencia de valores entre los términos) de la lingüística estructural.

No se trata, obviamente, de señalar un defecto teórico, sino que es el intento por identificar aquello que, en el punto de vista de esta filosofía, obtura o inhibe un balance más crudo de los límites de las políticas populistas en desarrollo en Sudamérica.

El problema político que se plantea pasa por descubrir el modo de reconocer lo que hay de avance táctico en ciertas iniciativas de los gobiernos “progresistas” (o “populistas), evitando el compromiso con un modo de gubernamentalidad “neodesarrollista” que devalúa –explícita o implícitamente– las tentativas por replantear sus propios límites.
3. La mediación progresista

Para discutir la filosofía de Deleuze no vamos a acudir a sus textos. No nos interesa ahora la práctica de la filosofía como esclarecimiento de categorías, sino el conjunto de preocupaciones e intuiciones que hacen que, en una coyuntura determinada, ciertas ideas adopten un valor político. No se trata, tampoco, de reseñar cómo se dio en la Argentina la gubernamentalidad llamada progresista, sea en la versión oficial que subraya la participación de movimientos sociales como conductos de demandas para ser procesadas por el estado a cambio de legítimas mejoras materiales y simbólicas;[15] sea la interpretación de la crítica, ciertamente amarga, de quienes denuncian el proceso en curso como un mero “simulacro manipulador”). Vale la pena, en cambio, preguntarse por el vínculo existente entre los límites del proceso político actual (tomado por el binarismo neodesarrollismo/liberalismo) y la necesidad de superar la neutralización de perspectivas que, por intentar pensar de otro modo, podrían aportar un nuevo vigor a las luchas democráticas.

Un breve recorrido ayuda a resituar históricamente la disyunción entre estos puntos de vista (“populistas” y “autonomistas”), que no se dio durante el periodo intenso de las luchas contra el neoliberalismo –que va de 1996 al 2002–, ni a partir del gobierno de Duhalde y la masacre del Puente Pueyrredón que le puso límite, sino a partir de la llegada del peronismo al gobierno, bastante después de las elecciones del 2003.

Para las diferentes izquierdas que se fueron sumando al gobierno (procedentes o no del peronismo), sobre todo a partir del conflicto con los exportadores de granos (allá por los años 2008-2009), se trataba principalmente de formular los términos de la invención de un pueblo nuevo, constituido a partir de los fragmentos y despojos de la crisis. Dos fuertes procesos de interpelación se pusieron en marcha a tales fines: una estabilización económica sustentada en la ampliación del consumo (y un modo de inclusión a través del esta dinámica) y una fuerte interpelación simbólica en la cuestión de los derechos. La viabilidad de esta articulación nacional-popular intensa, en un momento de innovación política en buena parte de Sudamérica, tuvo como condición de posibilidad (y como límite estructural) una inserción en el mercado mundial fundada en la exportación de commodities y en el neoextractivismo.[16]

Esta articulación se da también como una refutación de las izquierdas críticas consideradas como “economicistas”.  El acento “culturalista” (o “politicista”, como en el caso de Laclau) enfatiza la interpelación imaginaria/simbólica en detrimento de marxismo leído –y desdeñado– como mero objetivismo. La crítica de la economía política –la transformación de los modos de hacer sociedad a partir de la producción social del valor– resulta desplazada/sublimada. Y, en su lugar, se asume una dialéctica que consta de un polo significante(politicismo/culturalismo) y un polo significado(gestión neokeynesiana de la economía).[17]
4. Dialéctica, resistencia y fuga

Cuando se dice que Deleuze rechaza el conflicto, aclaremos ahora que no lo hace como forma de recobrar lo consensual, sino más bien para rechazar dos imágenes predominantes: la de la ruptura del consenso y la del cambio social. Según la primera, las sociedades cambian cuando se contradicen (dialéctica hegeliana). Según la segunda, las sociedades se transforman cuando ingresan en procesos estratégicos de poder-resistencia (Foucault). Para Deleuze –y también para Guattari– las sociedades, sobre todo, huyen. Y precisamente lo que hemos perdido de vista durante esta última década larga es esta potencia activa de la huida.

La huida, tal y como la entienden estos autores y la practican en las luchas, es lo opuesto al retraimiento neoliberal en un mundo privado. Remite, más bien, a la substracción practicada frente a las estructuras que asignan valores y jerarquías a la vida. Pensar una política en el rastro de las diversas huidas supone, entonces, un arte articulatorio mayor, capaz de aprender la riqueza del momento destituyente de la hegemonía neoliberal y de proyectar rasgos institucionales a favor de nuevas formas de existencia.  

Lo que la filosofía política (populismo) y la mediación progresista se resisten a ver, (porque no cabe en sus esquemas) es el valor estratégico del exceso subjetivo producido por las luchas en los proceso de invención de políticas.[18] Y esta ceguera, que se evidencia en el esfuerzo por reducir este exceso a mero pliego de demandas, no es gratuita. Lo reprimido vuelve y lo hace negativizado, como resistencia oscura y boicot a los esquemas de inclusión y democratización.

Este retorno de los elementos subjetivos y materiales excluidos y negativizados, actúa frecuentemente como rechazo reaccionario sobre la mediación política (oportunismos de mercado, desenfado racista, ejercicio pornográfico de jerarquías) y presiona sobre los puntos de restricción que constituyen la arquitectura ultra-precaria de la nueva gubernamentalidad.  

5. Un Nuevo Conflicto Social [19]

Para comprender este proceso, vale la pena retomar aquellos aspectos –líneas de fuga– contenidos o neutralizados (satisfacción/desactivación) por la mediación progresista. No para imaginar lo que pudo haber sucedido y no sucedió, ni para pretender que las cosas pudieran volver a comenzar donde fueron interrumpidas, sino para, en el plano de las percepciones políticas, volver a situar fuerzas y problemas que podrían ayudarnos a superar el impasse de las luchas democráticas.[20]

Y esta cuestión de percepción no es nada menor. Si lo propio de la mediación progresista es fijar un espacio de percepción política diáfana, lo específico del nuevo conflicto social es opacar una realidad que se tiñe de dinámicas ambivalentes: se torna verdaderamente imposible percibir sus tramas.  

Lo que algunos movimientos piqueteros, e incluso los escraches de HIJOS, ponían en juego allá por los años 96-2002 tenía una dimensión irreductible a meras demandas (y otra que sí podía ser parcialmente satisfechas mediante la creación de puestos de trabajo, políticas sociales y la activación de los juicios contra la impunidad). La realización/reducción de una sola de sus dimensiones delimitó su potencial, interrumpiendo el desarrollo de un/os posible/s que las fugas preparaban.[21]

Los escraches y los piquetes, entre otras formas de lucha, son o fueron formas de huida. Pero ¿huida de qué? Vista desde hoy, la respuesta es aún más interesante de lo que pudimos comprenderla entonces: huir quería decir, pues, fuga de una sociedad del trabajo y de la justicia que ya resultaba imposible en los términos conocidos. Esta imposibilidad (de sostener la sociedad del trabajo en el actual ciclo del capital) conducía –de seguir la línea de fuga– a la necesidad de inventar nuevos modos de comprender la praxis colectiva.

Ese camino no se ha explorado del todo. Entendida como mero reclamo de empleo, esa “demanda” redunda en la precariedad de los planes y del trabajo en negro. No seguir la huida, no armar los mapas, no imaginar posibles, no invertir más imaginación política en nuevo elementos institucionales: he ahí una defección de la política. Una defección que tiene por epicentro la estatización (en el sentido de una articulación entre derecho y economía) y que consiste en mejorar, vía consumo, las condiciones de vida, bloqueando otros modos posibles de existencia.

Y con los escraches otro tanto. Producto del muro de imposibilidad que las políticas de impunidad imponían, estas modalidades de producción democrática de justicia fueron reconducidas en la mediación estatal a unos actos judiciales y de reparación simbólica absolutamente necesarios y reivindicables, pero que no se combinaron con una ampliación y una intensificación de las prácticas llamadas de derechos humanos hacia las nuevas resistencias (cosa que sí sucedía, y de modo muy notorio, en su momento).  

Piquetes y escraches han desarrollado, para el caso argentino, los rasgos de una secuencia de creación de una potencia (política) frente a este “muro de imposibilidad” del que nos habla Deleuze; rasgos inaugurados entre nosotros, seguramente, por las Madres de Plaza de Mayo durante la dictadura, al convertir el lugar de la víctima en el sitio de constitución de una nueva potencia pública: fuga y creación.

Si las políticas de la fuga deben validarse por su capacidad de cumplir/compartir ciertos objetivos[22], las filosofías políticas populistas deben asumir que muchas veces la mediación progresista que proponen impone un marco –la agenda del desarrollo- que entrampa las fugas, justo al interior del marco que puede ser subvertido por ellas.

Las políticas de la fuga vienen a señalar tres aporías de las gubernamentalidad progresista. En primer lugar, la presencia de fuertes lógicas neoliberales ligadas a la extensión de los mecanismos financieros de diversas escalas que compiten con (e incluso explotan a) la mediación social. Segundo, la articulación de la agenda neodesarrollista/neoestractivista con unas estructuras neoliberales que permanecen intocadas. Y, finalmente, el hecho de que estas lógicas financieras –que subordinan la riqueza social a la explotación feroz y que crean tendencialmente zonas soberanas y de violencia para estatal– operan en las partes oscuras de la sociedad y del mismo estado que querría regularlas, pero los impulsos legalistas y democráticos del poder público no entran, ni a regular, ni a comprender.[23]

La máquina hegemónica de construcción de equivalencias sorteó uno de sus principales desafíos: la posibilidad de que renazca, en lo inmediato, un modo alternativo de estimar, de valorar la vida y lo social. La neutralización de la fuga convierte en ingenuos y en románticos a quienes desean continuar el movimiento de la fuga respecto de las restricciones neoliberales y neodesarrollistas del presente.[24] Y la eficacia de esta impugnación/subordinación puede resultar tanto más terminante cuanto más los componentes de una sensibilidad autónoma valoran ciertos avances tácticos en las confrontaciones que da el gobierno.

La política en curso logró activar, hasta cierto punto, la producción de equivalencias entre realidades de mercado y realidades de derecho. La economía política y la reparación estatal ocuparon el lenguaje total de la política. Pero el ciclo virtuoso de esta política parece muy erosionado. Le toca ahora sortear el segundo desafío: evitar que los efectos oscuros y adversos de los aun estrechos marcos de la gubernamentalidad no derriben lo que aún queda de expectativas de cambio por la derecha. ¿Cómo comprender y combatir ese “populismo oscuro” que todo lo invade?; ¿hemos de convertirnos, en la fase defensiva y declinante del ciclo, a un defensismo de tipo liberal (antisecuritista)?, ¿es tal el horizonte de este modo de pensar lo político?
6. Núcleo autoritario del llamado neodesarrollismo

Hemos hablado de los gobiernos progresistas como avances tácticos. Esto se ve, sobre todo, en la apertura de espacios de participación (de modo paradigmático, la movilización en torno a cuestiones como los derechos humanos o la ley de medios), en la revalidación de discursos históricos de las militancias, en la ampliación (cierto que precaria) de las políticas de captación de renta para financiar políticas sociales y en el papel desarrollado por estos gobiernos en la constitución de espacios de cuestionamiento al consenso neoliberal global.

El problema es que cuando se trata de defender a estos gobiernos, no suele haber espacio para salirse de un binarismo bastante infantil. En el caso argentino, hay varias cuestiones que son muy difíciles de discutir. A saber: el patrón de acumulación y adquisición de divisas (el sistema financiero, los agro-negocios, la megaminería, la concentración y extranjerización de la economía, etc.); el apañamiento a los poderes territoriales y sindicales reaccionarios del propio peronismo y la cultura política vertical que subordina los debates políticos a la conducción política.[25]

En ese sentido, junto con la fenomenología del nuevo conflicto social, los rasgos centrales de la acumulación económica y política, nunca debatidos democráticamente, constituyen determinantes que inciden negativamente a la hora de radicalizar los propios componentes democráticos del proceso.[26]

7. ¿Qué podemos?

La coyuntura presente, en la medida en que aparece definida a partir de una alianza entre todos aquellos que desde el sur realizamos críticas al consenso neoliberal, es auspiciosa y crea un espacio de necesaria discusión.

El espacio de esta discusión aparece definido por experiencias que se desarrollan según un doble eje. Uno vertical, que se define dentro de cada país como el pasaje de la lucha social a la síntesis electoral, y otro con eje horizontal, transnacional, de diálogo e influencias sur-sur. Sobre el primer eje, Iñigo Errejón, de Podemos, enuncia así el caso de España: “Podemos no hubiese sido posible sin el aprendizaje latinoamericano y tampoco sin el 15-M, eso no significa que represente al 15-M porque éste es políticamente irrepresentable, por ser un movimiento muy diverso. El que reclame eso para sí, o no ha entendido nada del 15-M, o está mintiendo. Sin embargo, es verdad que el 15-M y su ciclo de protestas modificaron elementos fundamentales de nuestra cultura política, abrieron grietas en los consensos, modificaron la agenda y pusieron a las élites en la defensiva. No modificaron los equilibrios de poder en el Estado, pero por debajo, en la sociedad civil, se están empezando a producir cambios culturales muy importantes”.[27]

En torno al segundo eje, Errejón percibe la coyuntura sudamericana como “una política de la expansión, una política de lo imposible, si quieres, y no un afán utópico, porque hemos visto que todo lo que era imposible, según los que se beneficiaban de que todo se haga siempre de la misma forma, cuando empujas el horizonte hacia adelante, se consigue hacer. Insisto en la renegociación de los contratos, acá, de hidrocarburos, de la deuda en el Ecuador, de la redistribución, que era imposible. Lo posible es el resultado de un equilibrio de fuerzas en políticas. En la medida de que lo posible estaba determinado por los que mandaban, generaba resignación. El horizonte de lo posible se puede empujar, nosotros hemos nacido haciéndolo. Hicimos una campaña sin dinero de los bancos, sino con dinero de la población: con 110.000 euros, cuando 3 millones de euros fue el gasto del siguiente partido, del PSOE, y del PP ni qué decir”.

Como parte de la discusión sobre cómo se constituye, en la actual situación de crisis capitalista en Europa, una hegemonía pos-neoliberal, conviene retener la advertencia de Christian Laval y Pierre Dardot[28]sobre el hecho que el neoliberalismo no se reduce a un conjunto de políticas económicas ni a una ideología de las élites. En efecto, discutir al neoliberalismo como razón gubernamental (Foucault), nos lleva a no confundir la crisis de la razón neoliberal con su superación.

Lo que está en discusión, entonces, no es el valor o la esperanza que representa esta posición de Podemos (o la de los gobiernos progresistas en Sudamérica), sino los riesgos de simplificación en los que se pudiera incurrir al identificar la lucha contra el neoliberalismo al plano de los discursos (tan necesarios como insuficientes) de lo estatal-nacional.  Las “política de lo imposible” (las que promueven la creación de nuevos posibles) en nombre de las cuales –¡por suerte!- actúa Podemos, no pueden quedar presa del resultado de “un equilibrio de fuerzas posibles”.

Pero tampoco podemos pedirle todo a Podemos. Quizás este sea el punto en el cual la discusión debe abrirse aun con más fuerza: la buena nueva de Podemos es la organización política multinivel. Se trata de evitar que en nombre de esta buena nueva se repita un aplanamiento de estos niveles a partir del efecto de centro estratégico que posee la apuesta al estado.[29] En todo caso, una política multinivel puede partir de una constatación: del hecho de que en el estado se gestiona según la relación de fuerzas y sus conflictos (también en Sudamérica), mientras que la tarea de atravesar lo imposible concierne a las luchas que no dejan de fugar.


[1] Ver al respecto la informada entrevista de Maura Brighenti al economista Pablo Míguez http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/08/argentina-en-default-tecnico-entrevista.html.
[2] En el sitio Lobo Suelto! (www.anarquiacoronada.blogspot.com) se han publicado varias intervenciones en torno a Podemos. La contraposición entre el texto de Raúl Sánchez Cedillo (http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/06/el-posse-de-podemos-notas-tras.html) y el firmado por Nacho Murgui, Jacobo Rivero y Ángel Luis Lara (http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/07/ganar-la-democracia-cambiar-nuestras.html) permite apreciar cómo, sobre un fondo similar de experiencias y lenguajes, resaltan énfasis y hasta tácticas diferenciadas.
[3] “Monstruo” fue la palabra elegida por Ángel Luis Lara para referirse a los potenciales de Podemos. Abierto, hábil, capaz de combinar un programa extraído del 15-M con imágenes provenientes de América del sur. En una conversación radial sostenida en Clinämen, en FM La Tribu, el “Ruso” Lara expresaba el entusiasmo por el “momento” Podemos, con una seria preocupación por el desplazamiento de la política de la intensidad del 15-m a la política del significante, expresada tanto en la adhesión a los textos de Laclau, como en la restricción de las prácticas políticas del tejido a social al marco electoral. (Se puede escuchar esta conversación en: http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/08/clinamen-podemos-un-progresismo-la.html
[4] Esta comunión ha llegado en la Argentinaal rango de política oficial. Pensadores de renombre como Jorge Aleman y Ricardo Forster, ambos funcionarios del gobierno nacional, incluyen dentro de sus respectivas agendas encuentros frecuentes con el núcleo dirigente de Podemos.
[5] En la Argentina, la expresión más interesante de politización de los intelectuales fue la reunión de Carta Abierta. Se trata de una experiencia que reúne, hace ya un lustro, a cientos de militantes e intelectuales que funcionan en asambleas públicas y que han apoyado varias políticas del gobierno. Los citados Forster y Aleman han participado de ese espacio desde el comienzo. Sus posiciones habituales son de defensa cerrada y teorización de lo actuado por el poder ejecutivo. El caso de Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y fundador de Carta Abierta, es algo diferente, dada su insistencia, que es también una impronta en su modo de gestión institucional, en dialogar con los componentes más libertarios de la cultura política argentina. Su autonomía política se manifestó en varias ocasiones: en el caso de la violencia a los Qom, ante el ascenso del general Milani a Jefe del Ejército –acusado de participar de la represión de la dictadura- o en relación al alineamiento oficial con el Papa Francisco. 
[6] En el caso de Argentina, las fuerzas políticas en el gobierno abrieron un fenomenal proceso de movilización en torno a la Leyde Medios, en conflicto con el principal grupo mediático del país (Clarín). Si se evalúa la traducción de esa disputa en la producción de contenidos mediáticos y culturales en la prensa y la televisión, el resultado no es nada impresionante. Aunque hay experiencias sumamente interesantes, lo general es que esta disputa divide la enunciación mediática en un binarismo muy sencillo: “a favor” o “en contra” de las políticas oficiales.
[7] La referencia a Deleuze no se debe a que su obra de lugar a una política en específico, ni porque sea la más visitada por quienes desean radicalizar o cuestionar la insuficiencia de la crítica populista al neoliberalismo, sino porque de ella extraemos tres nociones que están en el centro de la discusión que aquí proponemos: la de “fuga”, la de “cartografía” y la de “muro de imposibilidad”. 
[8] Es lo que surge de la impresionante lista de apoyos internacionales de prácticamente todas las corrientes de la izquierda intelectual (http://apoyointernacionalapodemos.wordpress.com).
[9] Entre los lectores más recientes de Deleuze, Jon Beasley Murray (Posthegemonía, teoría política y América Latina, Paidós, Bs. As., 2010) ha sido uno de quienes ha intentado promover esta diferencia de imágenes a partir de una confrontación con la obra de Laclau. Mientras la teoría de la hegemonía confía en los discursos y las coherencias ideológicas a la hora de establecer consensos o bien rupturas, la post-hegemonía se identifica con un mundo “cínico”, en donde lo que determina la práctica política –las revoluciones y las estabilizaciones- son los afectos y los hábitos. Beasley Murray asume que las política neoliberales, tanto como las populistas, constituyen mediaciones alternativas para la común expropiación del poder constituyente de la multitud por parte del poder constituido. En la primera parte de su libro afronta el desafío de refutar a Laclau en el terreno de la comprensión del peronismo como modelo último del populismo.
[10] Entendemos la “fuga” de un modo más amplio y plural que el “éxodo”. La imagen del éxodo ha sido muy discutida durante la década pasada, sobre todo a partir de autores como Michel Hardt, Toni Negri y Paolo Virno. Entendidas como tácticas específicas de vaciamiento de la legitimidad y la legalidad, las políticas de éxodo deben enfrentar la cuestión de un “afuera”, no siempre percibido por las luchas. La “fuga” en cambio no precisa afuera alguno y no es patrimonio de actores políticos reconocidos como tales. La fuga no es negativa. Interesa la fuga por lo que abre. La fuga, tal y como la entendemos, rompe un imposible, abre un posible, crea una potencia (ver: Perros Sapienz, Redondos a quien le importa, biografía política de Patricio Rey, Tinta Limón Ediciones, Bs. As., 2013).
[11] Para referencias del caso argentino, sobre el modo en que estas dinámicas de fuga y creación de agenciamientos (cultura de la feria, de la inmigración, de las economías anómalas) se dan como apropiación desde abajo de las condiciones del mundo neoliberal, puede verse el libro de próxima aparición “La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular” publicado este año por Tinta Limón Ediciones. 
[12] Llamamos “autonomistas”, en el contexto argentino, no a quienes adhieren a una doctrina, sino a aquellos que forjaron su sensibilidad a partir de ciertos rasgos del ciclo de luchas de que va desde mediados de los ’90 hasta principios del ’00 encuentra su epicentro en 2001.
[13] Caricaturas como éstas no dejan de reconocer los avances concretos que puedan haber en experiencias agrupadas bajo el nombre de “populismo” (nombre inadecuado, ya que incluso en la obra de Laclau no deja de evocar  un cierto congelamiento histórico respecto de experiencias de la década del ‘50 y de remitir a una constitución del pueblo desde arriba), ni permite valorar experiencias que, como el zapatismo, no se caracterizan por su fugacidad. También puede resultar inadecuado el nombre “autonomismo” si recae en una cierta figura de la lucha obrera de los años sesentas y no se enriquece con las experiencias de las últimas décadas.
[14] El anacronismo viene dado por el hecho de que durante estos años se han producido todo tipo de matices y fusiones entre autonomistas y populistas. Si bien es cierto que entre los cuadros del kirchnerismo la idea de conducción política vertical restringió el intercambio con la tradición activista provenientes de las luchas del 2001, es muy visible en la base de las propias movilizaciones kirchneristas la pervivencia de autonomistas sensibles al kirchnerismo y kirhcneristas con vocación autónoma.
[15] Aunque en la mayor parte de su obra Laclau prácticamente se desentiende de la noción de estado, no pocos intelectuales argentinos que trabajan al interior de la constelación populista prefieren hablar de estado antes que de la foucaultiana gubernamentalidad. Como señala Pablo Esteban Rodríguez: “Quisiera comenzar con una cita extraída de la “nueva época” de la clásica revista El Ojo Mocho, uno de los grandes faros intelectuales argentinos en los ’90. Se trata de una entrevista a Eduardo Rinesi, actual rector de la Universidad Nacionalde General Sarmiento, publicada a fines de 2011. Refiriéndose a Michel Foucault (p.19), ubicándolo dentro de un pensamiento, digamos, antiestatalista, afirma lo siguiente: “Las cosas que estamos pensando en la Argentinano van tanto en la dirección de pensar en formas no estatales o extraestatales o antiestatales de funcionamiento de la vida social. Me parece que hemos dejado de pensar que la libertad está del otro lado del Estado, digamos así, para pasar a pensar (y me parece que allí estamos en el corazón de la gran tradición republicana clásica) que uno es libre no contra el Estado, sino en el Estado o gracias al Estado, no fuera de la ley o contra la ley, sino dentro de la ley y gracias a la ley”. Uno de los entrevistadores, Alejandro Boverio, acababa de señalarle que “en los ’90 no había Estado y, mientras tanto, se leía a Foucault”, y Rinesi retruca: “lo que en algún sentido pedía el progresismo era todo lo que Foucault criticaba: una estatalidad fuerte”. No es el único lugar en el que Rinesi, y otros con él, se refieren a Foucault en estos términos”. En contraposición, Rodríguez retoma una lectura foucualtiana del papel actual del estado en la Argentina: “El Estado que vuelve no es el que intenta dirigir todos los ámbitos de la existencia garantizando un tipo de seguridad, sobre todo, la subjetiva, sino el que garantiza a los individuos que estará allí cuando quiera llevar adelante sus iniciativas, en forma cuidada para las clases medias y, obviamente, en forma precaria para las clases populares. Esto se puede ver en la cantidad de leyes sobre la salud que se han sancionado en los últimos años tomando como base la demanda de los supuestos afectados (antitabaco, fertilización asistida, menúes light en los restaurantes, programas de fomento a la actividad física, etc.), pero también en el momento en que los representantes de la feria de La Salada viajan con la comitiva presidencial al exterior (el tan mencionado viaje a Angola), o en el hecho de que el Estado multiplica y superpone programas de asistencia que deben tanto al diseño de macropolíticas públicas como a la contingencia y la precariedad de aplicación. Es en esa contingencia y precariedad donde interviene una racionalidad neoliberal, como dice Gago, “desde abajo”. Su ponencia, sobre la vigencia de Foucault a 30 años de su muerte concluye: “Para finalizar, entonces, creo que la “vuelta del Estado” se emparenta íntimamente con la “vuelta de Foucault” para analizar lo que ocurre en América Latina y para imaginar nuevas formas políticas y sociales. Déjenme ser obvio: como el eterno retorno de Nietzsche, no retorna lo mismo. El Foucault que retorna, el de la genealogía del neoliberalismo, permite comprender al Estado que retorna. Es para festejar que el neoliberalismo macroestructural haya perdido predicamento, y para estar en guardia frente a los intentos que habrá, desde ya, en reimponerlo ni bien se acentúen los problemas que hoy estamos viendo aparecer. Pero, también, y esto es lo que quiero plantear, es para comenzar a ver la lógica neoliberal desde otro ángulo, mucho más inquietante, que no se manifiesta en declaraciones de principio ideológicas sino en prácticas concretas de existencia de una miríada de sujetos provenientes de diferentes grupos sociales. Las luchas políticas que vendrán tendrían que jugarse, también, en este terreno”. (http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/08/el-neoliberalismo-el-mito-del-estado-y.html).
[16] Aunque habitual, la crítica ambientalista al llamado modelo neoextractivista nos resulta insuficiente. Con fuerte riesgo moralista, se desentiende del momento urbano-plebeyo que, por ejemplo en la Argentina, fue fundamental como lucha (piquetera) en la crisis. La necesaria crítica al “neoextractivismo” debería tomar dos recaudos. El primero es evitar pensar este proceso de modo reducido: extractiva no es sólo la actividad que tiene por objeto los bienes llamados “naturales”, sino también la captura de valor social a partir de diversos dispositivos propios del capital financiero. El segundo, evitar subordinar la dimensión democrática implicada en las resistencias populares a la dimensión precaria de la gubernamentalidad, hecha mayormente de políticas sociales. Este segundo aspecto implica tener en cuenta el valor de la mediación estatal, de captura y redistribución de renta en la constitución de la gubernamentalidad progresista. Posiblemente no contemos con un “modelo” alternativo al neodesarrollista en curso, incluso porque éste no llega tampoco a ser un “modelo” coherente. Podemos enfrentar, en cambio, los aspectos notoriamente antidemocráticos de esta gubernamentalidad, como los mecanismos fundamentales que surgen de la subsunción capitalista de la sociedad y la naturaleza. Siguiendo y desplegando los elementos que surgen de las luchas/fugas, se abren procesos de comprensión/desplazamiento (se puede llamar a esto “mapeo”), momentos de constitución de fuerzas antagonistas con estos elementos neodesarrollistas/neoliberales. Esta es, seguramente, la tarea de la investigación militante.
[17] Esta dialéctica “culturalista” contiene un carácter fetichista: en apariencia es la reconfiguración nacional y popular (polo significante) la que se impone y define las posibilidades de la “economía política” (polo significado).
[18] La cuarta tesis de Walter Benjamin del célebre texto “Sobre el concepto de historia” recuerda que las cosas “espirituales y refinadas” están presentes en la lucha de clases “de otra manera que como idea de un botín que corresponde al vencedor”, tal y como sucede con las clases dominantes. Ellas “están vivas en esta lucha como confianza, como coraje, como humor, como astucia, como tenacidad, y tienen efecto retroactivo en la lejanía del tiempo. Vuelven a cuestionar una vez y otra cualquier victoria otorgada a los dominadores. Lo mismo que las flores se vuelven mirando hacia el sol, así también lo pasado, gracias a alguna misteriosa forma de heliotropismo”.
[19] En Buenos Aires, el Instituto de Investigación y Experimentación Política (IIEP) (www.iiep.com.ar) emplea esta expresión para abrir un nuevo espacio de politización entre organizaciones territoriales e investigadores. Para un desarrollo de la noción de un nuevo conflicto social en la genealogía de la gubernamentalidad en la Argentina se puede consultar: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-54/del-2001-al-nuevo-conflicto-social-una-genealogia-de-la-gubernamentalidad-a 
[20] Según el Colectivo Situaciones, el impasse de la radicalización democrática constituye la otra cara de la hegemonía neodesarrollista. Ver: Colectivo Situaciones, Conversaciones en el impasse, dilemas políticos del presente, Tinta Limón ediciones, Bs.As., 2009. La relevancia del impasse es resaltada en el libro a partir de entrevistas con diversos autores como Antonio Negri, León Rozitchner, Raquel Gutiérrez Aguilar o Santiago López Petit, entre otros (véase: http://tintalimon.com.ar/libro/CONVERSACIONES-EN-EL-IMPASSE)
[21] Durante los últimos años, prácticas como el escrache fueron llevados muchas veces adelante por contingentes sociales que, como los llamado “caceroleros”, se apropiaron del repertorio expresivo de las manifestaciones del 2001, invirtiendo su sentido. Si en aquellos años la presencia popular y piquetera impuso a las clases medias indignadas un espacio de convergencia común, opuesta a las premisas del neoliberalismo, los recientes “caceroleros” asumen una serie de demandas propias y recortadas del común popular, estructuradas en torno a la sacrosanta alianza entre familia, seguridad y propiedad. En este contexto, lejos de disputar el valor y el contenido de estas prácticas, resulta absolutamente habitual escuchar en los discursos oficiales una referencia completamente condenatoria al escrache como práctica. Algo similar ocurre con los cortes de rutas y piquetes (véase “Cacerolas Bastardas”: http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2012/09/cacerolas-bastardas_21.html?q=cacerolas+bastardas)
[22] Los trabajos de Raquel Gutiérrez Aguilar, justamente, muestran la importancia concreta de las políticas del común, que superan las categorías de público-estatal y privado-mercado con que se atenaza las luchas contra el neoliberalismo/patriarcalismo/neodesarrollismo en el continente (http://www.anarquiacoronada.blogspot.com.ar/#!http://anarquiacoronada.blogspot.com/2014/08/leo-la-historia-reciente-de-america.html).
[23] Rita Segato desarrolla esta lógica de la excepción para la actualidad de América Latina bajo el nombre de “segunda realidad”. Esta lógica de la excepción es el lugar desde el cual Segato critica la articulación estatal que se substrae a la voluntad democrática (y eventualmente progresista). Ver Rita Laura Segato, La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, Tinta Limón Ediciones, Buenos Aires, 2013.
[24] El ensayista Christian Ferrer es quien mejor ha notado la continuidad de imagen de felicidad, de modelo de consumo, de producción de conocimiento y de patologías entre el periodo “neodesarrollista” y el supuestamente dejado atrás modelo “neoliberal”: http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/07/entrevista-christian-ferrer-la.html?q=christian+Ferrery http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2013/05/clinamen-todo-es-politico.html?q=christian+Ferrer.
[25] En el fondo la discusión sigue siendo entre política y gestión. ¿Es la política lo que ocurre y se subsume en la gestión o hay una diferencia de naturaleza entre ambas, a partir de la cual es pensable una dialéctica virtuosa, en que la política abre mundos y la gestión se ocupa de tramitar democráticamente la innovación política? Si las teorías que se autodefinen como populistas acaban por afirmar muy tradicionalmente la primera opción, la comprensión alternativa, que ha sido sostenida por muchas luchas de Europa y de América Latina, insiste en abrir una nueva vía de articulación entre gestión y política desde el ángulo de la invención autónoma de la política (Ver: Miguel Benasayag y Diego Sztulwark; Política y situación, de la potencia al contrapoder; Ediciones De mano en mano,  Bs.As., 2000). 
[26] Una de las críticas que se dirigen con sensatez a la experiencia de varios gobiernos progresistas es que aun alterando situaciones profundamente injustas no logran transformar las estructuras neoliberales. Su performatividad no alcanza (aunque hay que aprender de ella, cuando actúa como componente activo y democratizador) en muchos casos, a producir cambios profundos. En el caso argentino de la lucha por los derechos humanos se ha avanzado de modo fundamental en muchos aspectos, pero no se ha logrado una redefinición de los dispositivos de las fuerzas de seguridad. En el plano de los derechos, no se ha logrado implicar de un modo sustancial a la población en la constitución de instituciones capaces de desarrollar derechos desde abajo en relación a la tierra y la vivienda. La lucha contra el poder financiero de extracción de renta está aún en pañales. El conjunto de estas limitaciones devienen impotencia política (del gobierno y de los movimientos) capitalizable por derechas reaccionarias, en menor medida por progresismos banales y aun en menor medida por una izquierda militante que no logra romper con esquemas de radicalización abstracta.
[27] Véase la entrevista “Latinoamérica enseñó a Podemos una política de lo imposible” a Íñigo Errejón: http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/08/latinoamerica-enseno-podemos-una.html?q=errej%C3%B3n
[28] Christian Laval y Pierre Dardot, La nueva razón del mundo, ensayo sobre la sociedad neoliberal. Ed. Gedisa, Barcelona, 2013.
[29] Para ampliar esta cuestión, es interesante el diálogo entre Álvaro García Linera y María Galindo, así como la lectura que Rosa Lugano y Raquel Guitérrez Aguilar hace de la relación entre gobierno y voz autónoma.

¡Novedad!: Sin árbol, sombra ni abrigo

por Teodoro Boot

En un acto que no sé si llamar heroico o absurdo, la editorial Punto de Encuentro acaba de publicar Sin árbol, sombra ni abrigo, que seguramente a partir de la semana próxima estará disponible en las mejores librerías.
El sacrificado editor espera que haya alguna venta. Y el autor, más: si no la hay, difícilmente salga alguna vez a la luz Si la casualidad lo permite, tercer y sospecho que último volumen de esta saga.
El propósito original de llegar hasta el año 2000, momento en que se invocaría el retorno al mundo material de las partículas astrales del Tirano Prófugo como último recurso para evitar la autodestrucción nacional, atenta contra la salud mental del autor, a quien, cuanto más recientes, más dolorosos y perturbadores le resultan los sucesos argentinos.
Se agradecerá infinitamente, aunque sin llegar a la abyección ni, ¡Dios menelibre!, la servidumbre sexual, tanto la compra del libro en cuestión como la difusión de su existencia.
Ignoro si el texto de contratapa da alguna pista acerca de su contenido. Por las dudas, dice así:
“Novela, testimonio y documental, Sin árbol, sombra ni abrigo nos presenta los mismos personajes, en el mismo lugar y en el mismo momento en que quedaron al final de Espérenme que ya vuelvo, pero se trata de mucho más que de su continuación. Friedman y De Santis, tan entrañables como azorados, nos llevan por las calles de Buenos Aires, La Plata, Ushuaia y Río Gallegos para cumplir con los desconcertantes pedidos del Tirano Prófugo, quien en su pequeño departamento de Colón, en calzoncillos y con una media en la cabeza, envía instrucciones, pergeña planes, escribe cartas, redacta artículos periodísticos, publica libros, graba discos, descubre por qué los cangrejos caminan de costado y aún tiene tiempo para levantarse una turista norteamericana. Sin embargo, las posdatas telefónicas de G9 y L7 y la disonante voz “en off” del cada vez más indignado ingeniero Frascali parecen decirnos que las cosas no ocurren como aparentan. Al fin de cuentas, qué sabe nadie”.

Al Papa Francisco: Por la abolición del Infierno



Santa Sede, Vaticano,

Su Santidad Papa Francisco:

En el año 1998 el artista argentino León Ferrari (1920-2013) envió una petición en nombre del CIHABAPAI (1) dirigida al representante de Dios en la tierra, Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana Juan Pablo II, solicitando la abolición del Infierno, lugar de inacabable tortura y sufrimiento al cual es destinada la mayoría de la humanidad. El Sacro Sitio Vaticano se negó a aceptar la petición, argumentando que no se puede anular el Infierno. El lugar del sufrimiento eterno, siendo eterno, seguirá existiendo (¿o no?).
En el Diciembre del año 2001, mientras los demonios financieros se manifestaban en la Argentina, Ferrari escribió una segunda carta a Juan Pablo II, reiterando la petición. Nuevamente sin éxito. Desafortunadamente el sadismo católico no se inclinó: la tortura eterna continuó siendo practicada en este lugar oculto llamado Infierno, y también en las escondidas madrigueras del inconsciente social, alimentando el terror y la violencia.
En el año 2013, León Ferrari estaba preparándose para su elevación final de la vida terrenal, cuando Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, amigo-enemigo del artista subió a la Silla de Pedro con el nombre de Francisco I. Poco antes de su último suspiro, el gran artista argentino pidió una copa de buen vino tinto y brindó por la ascensión de Bergoglio. ¿Estaba al fin ocurriendo el Milagro?
Al final de su primera Vía Crucis el Papa Francisco declaró que Dios no condena nadie, y enunció también otras palabras (2) que parecieron significar que el Infierno, del cual tanto se habla, no existe. En el mediascape global –verdadero lugar infernal– se desencadenó un debate feroz entre quienes interpretaban las palabras del Papa como el fin del eterno tormento y quienes contrariamente argumentaban que las palabras del Sumo Pontífice eran solo metafóricas y que del tormento eterno no se puede dudar.
Nosotros, ciudadanos del mundo, reunidos en la ciudad de San Pablo, pedimos al Papa Francisco, elucidar este punto crucial, y más precisamente rezamos por la abolición final del Infierno, ese lugar de barbarie, fuente mental de odio y violencia.
Recordamos aquí la “Leticia” de Francisco de Asís, cuando se encontraba cercano a la hermana muerte, y esperamos que todos los hombres y mujeres del mundo puedan ser libres de e nfrentar la muerte con el mismo espíritu.
Aún más pedimos al Papa Francisco que nos ayude a abolir el Infierno terrenal del Capitalismo Financiero y la guerra del cual hacen cotidiana experiencia billones de seres, indígenas, trabajadores, pobres, desempleados, víctimas de la guerra y del colonialismo clerical.
MEDIANTE ESTA PETICIÓN LOS FIRMANTES SOLICITAMOS LA TOTAL Y DEFINITIVA ANULACIÓN DEL INFIERNO.
***
Nota: en caso que la negociación entre Su Santidad y el Padre Eterno diese cuenta de la imposibilidad de la anulación del infierno, le rogamos al menos, permitir la redención del alma del artista y su liberación de las tinieblas.
***
(1) CIHABAPAI Club de Impíos Herejes Apóstatas Blasfemos Ateos Paganos Agnósticos e Infieles en formación fundado por Ferrari.
(2) En enero de 2014 se difundió un supuesto mensaje del Papa Francisco acerca del Infierno:“(…) La iglesia ya no cree en un infierno literal, donde la gente sufre. Esta doctrina es incompatible con el amor infinito de Dios. Dios no es un juez, sino un amigo y un amante de la humanidad. Dios busca no para condenar sino para abrazar. Al igual que la fábula de Adán y Eva, vemos el infierno como un recurso literario. El infierno no es más que una metáfora del alma aislada, que al igual que todas las almas en última instancia, están unidos en amor con Dios.” La veracidad de dichas declaraciones aún permanece en la duda, sin embargo este mensaje fue desmentido por fuentes provenientes del propio Vaticano.

Logos que matan

por María Galindo


La Bienal de Arte de San Pablo, como todos los grandes eventos de arte, tiene detrás, encima y por debajo una serie larga y pesada de auspicios empresariales que representan el núcleo del poder de las oligarquías, de los intereses de las empresas transnacionales y de las representaciones diplomáticas coloniales. Auspicios que expresan las redes de poder  de la clase dominante en Brasil, como también del núcleo de los intereses capitalistas y coloniales en América Latina. Digo representaciones colonialesporque solo aparecen las de los países capitalistas del norte, que suelen dar dinero para la presencia de sus artistas asegurándose, de esta manera, la visibilidad permanente y fácil de los artistas europeos y norteamericanos.
Sin embargo, y a pesar de ello, la Bienalde Arte de San Pablo no ha constituido una prolongación del imaginario de esta élite, sino que ha ido adquiriendo a lo largo de su historia la condición de novelesca sucesión de plataformas moldeadas más bien por la historia, por los contextos y las circunstancias. Una vez rota la lógica de las representaciones nacionales, la curaduría se ha convertido en un escenario definitorio de los contenidos y propuestas de las bienales.
En ese contexto, “la rebelión”, “el paréntesis abierto”, “el debate”  ocurrido esta pasada semana frente a la presencia del logo del Estado de Israel como auspiciante gracias a una suma ridícula de dinero que es necesario subrayar: cerca de 40.000 dólares de un conjunto de 10.000.000 que es el costo de la bienal, ha supuesto la puesta en cuestión de la relación entre auspiciantes y arte.
Los y las artistas árabes, palestinas, libaneses afincados en la región en conflicto sentían afectada la integridad ética del sentido de su obra si ésta figuraba como auspiciada por un Estado genocida. Al mismo tiempo el conjunto de artistas presentes o al menos una amplia mayoría no sólo entendíamos perfectamente esta visión, sino que compartíamos el límite ético planteado por ellos y ellas. Se llegó a una solución con sabor a triunfo que supone la suspensión del link del logo del Estado de Israel con la web del consulado de Israel y  la asociación del auspicio de manera directa y exclusiva con los artistas de origen israelí.
Para mi gusto, una sugerencia que hubiera tenido un impacto político mayor, cual era la de colocar de manera generalizada por parte de todos y todas quienes lo quisieran un logo específico de repudio del auspicio del Estado de Israel en la bienal, quedó desechada por propia voluntad de los y las artistas de la región que tuvieron, por la implicancia directa, un poder especial de decisión sobre el conjunto.

Casa, museo, Estado

por Horacio González


¿Cuál es la diferencia entre una casa y un museo? La pregunta nos pone en problemas. En toda casa, se estremecen objetos olvidados, hay recovecos con antiguos vestigios que basta exhumar para suscitar recuerdos, de ahí que tememos el momento en que reaparecen o deseamos por fin descubrir el pretexto para descartarlos. Cuando en una casa vivió algún hombre o una mujer notables, los estados, u otro tipo de organizaciones culturales, la conservan para convertirlas en museo, con justa razón, pues toda casa, serenamente considerada, guarda siempre el trazo potencial de un museo, y los museos que fueron casas nos hacen luchar luego para imaginar, tras las decisiones del curador de exposiciones, cómo era la vida que se desarrollaba allí dentro.
En la casa de Hemingway en Cuba, había un zapato junto a la puerta del baño, para ayudar a que cierre. En la casa de Gilberto Freyre en Pernambuco, un colchón enrollado en el cuarto de huéspedes. En la Casa de Martínez Estrada en Bahía Blanca, un vestido de su mujer sobre una silla. Su biblioteca tiene casi los mismos libros que leía el brasileño Freyre por la misma época; Georg Simmel, por ejemplo. Los cuidadores toman decisiones escénicas que no sabemos si aprobaría el habitante ausente, fallecido y homenajeado. Poco conocemos de la vida cotidiana de Victoria Ocampo en la casa actualmente ocupada por el Fondo Nacional de las Artes; queda la famosa foto de sus escritores amigos sobre la escalera modernista, que hoy permanece inmutable, congelada. Es la misma y es otra.
La casa de Trotsky en Coyoacán, México, era en cambio una casa Estado. Una casa fortificada, con paredes reforzadas, puertas engrosadas, torretas de vigilancia, muros elevados, todo sobrepuesto a una bella vivienda de las afueras de la ciudad, cuyas gentiles formas originales apenas sobrevivían luego de que fuera convertida en una fortaleza. En el cuarto contiguo a su escritorio de trabajo, se ven varios dictáfonos, con sus rodillos de cera. Allí trabajaban los secretarios y secretarias del jefe bolchevique. Como en su casa de Prinkipo, Turquía, el primer país que lo acepta en su largo exilio, llamaba “cancillería” a un cuarto similar, donde estaban sus traductores y mecanógrafos. El gran exilado cargaba consigo un modelo de Estado. Desterrado, fantasmal y enclaustrado; un Estado sin territorio ni comarca, un organismo utópico donde se dictaban órdenes, se emitían boletines, se hacían juicios contrapuestos a los juicios de Moscú, se salía a pescar, se criaban conejos y se recibía a André Breton.
No hay trotskismo sin surrealismo, aunque a la inversa no sea enteramente cierto. El director de la casa museo nos dice que los visitantes que vienen atraídos por la escena del crimen se pierden de considerar los aspectos muy evidentes que resaltan por todos lados, referidos a la vida cotidiana de Trotsky. Cierto, pero no tan cierto. Ninguna museística ni el indudable atractivo de la apenas sospechaba cotidianidad en ese espacio trágico nos pueden desviar de la noticia sombría incrustada en esas paredes, esa biblioteca con libros sobre todo en ruso, pero también en inglés y francés. Todo sugiere infortunio, inminencia del desenlace, un puesto dramático de observación del universo, un cierto aleph del siglo XX –que la ya famosa novela de Padura no alcanza enteramente a develar–, así como la casa de Lezama Lima en La Habana –especialmente las vitrinas con sus pequeños objetos cerámicos– sigue condensando una conmovedora tensión entre novela y Estado, poesía e historia.
En el escritorio de Trotsky, incluso el gran mapa de México que estaba a sus espaldas, cuyo valor era sentimental y geopolítico al mismo tiempo, nos reclama de nuestra imaginación el esfuerzo póstumo e imposible por verlo sentado ahí, en el instante fatal. Y ahora sí, los conejos ausentes de esas gazaperas descuidadas, enrejadas con alambre, suscitan nuestra alarma indefinible. Lo que falta no es lo cotidiano, sino el último esfuerzo de nuestra quimera, para abrirse paso entre esos libros abiertos sobre el escritorio –que probablemente o improbablemente estaba consultando en el momento aciago, una Vida de Stalin–, y salir de la tremenda dicotomía que tajeó la relación entre estos dos hombres, entrándose así en la Casa de Asterión, el minotauro desarmado que esperaba en la fortificación al asesino que entraría con la excusa de presentarle unos papeles. Un secretario francés de Trotsky en Prinkipo escribió que en las traducciones de sus escritos –la Historia de la Revolución Rusa, por ejemplo– exigía que los que trabajaban en ella no se excedieran en los oropeles y adjetivaciones. Ser conciso, claro, propagandístico. Sin embargo, Trotsky es un escritor magnífico, sus descripciones son acuarelas expresionistas, es capaz de comparar una esquina de Nueva York con el cubismo; contrastar la red que tiran los pescadores turcos para pescar, una actividad arcaica o milenaria, con las tecnologías modernas; describir la locomotora que lo saca de su primer destierro en Alma Ata, como un calefactor que recorre la formación de vagones eternamente parados en el hielo, para calentar a los pasajeros ateridos. Es un pensador de las fisuras del tiempo y sus combinaciones desiguales; su imaginación proviene de la noción de inconsciente colectivo y de la herencia de la tecnología de una era anterior, para el sostén de las nuevas épocas radiantes.
Hablando en Coyoacán con su nieto Sieva (Esteban Volcov Bronstein), hijo de una de las hijas de Trotsky, aparecen fugazmente los vestigios inesperados de la tragedia, apenas sugeridos por la mera presencia de este especialista en química orgánica, hoy con más de ochenta años, enteramente lúcido y jovial. Esteban nació en Yalta –ciudad famosa por el encuentro de los líderes de la posguerra en 1945 y porque allí nació también Chéjov– y se presta amablemente a la contenida curiosidad de sus visitantes. Dedica libros y expone un sereno lamento por el estado del mundo. No es un político. De niño, lo roza un balazo de la partida que integraba David Siqueiros, el salteador artístico, en el primer intento de asesinar a su abuelo en la morada blindada de Coyoacán. Su casa, a pocas cuadras del Museo Trotsky, es amplia, cómoda, enteramente mexicana, sus inflexiones verbales son las del idioma mexicano corriente, nada quiere saber con Rusia. Entiende que su destino es el del testigo; parece feliz, orgulloso de sus hijas científicas y poetas. Contemplando su cordialidad diligente, de repente no es posible sujetar el sentimiento de que hay un único punto en los grifos de la historia, que reservadamente convierte a las casas en museos, y deja en éstos los surcos que forjan exilios, guerras y Estados.

¿Qué onda la filosofía francesa?

por Eric Aeschimann y Gilles Anquetil


¿Sobre que temas trabajan los sucesores de Foucault, Derrida, Levinas o Ricoeur? En ocasión de la publicación de dos números especiales de la revista Cités consagrados a la filosofía contemporánea, la revista Le Nouvel Observateur  conversó con Paul Audi, editor del segundo e estos fascículos. A continuación traemos una selección y traducción de la conversación.  El texto original se encuentra aquí.
Nouvel Observateur: Usted coordinó el número especial de la revista Cités, consagrado a ‘la filosofía en Francia en la actualidad”, número que es la continuación de aquel coordinado por Yves Charles Zarka y Julliette Grance sobre la nueva generación de filósofos franceses. ¿Que es la filosofía francesa en el año 2014?
Paul Audi: La filosofía practicada en Francia y en francés me parece ser reacia a toda especie de identificación, en todo caso, a toda asignación a algún método de pensamiento predeterminado. Si Deleuze, Lyotard o Derrida pudieron ser agrupados en las universidades norteamericanas bajo la etiqueta de “French Theory”, los protagonistas mismos nunca ser reconocieron en la misma. Cada uno tenía su singularidad a guardar y a defender, signo de una obra creativa que rechazaba limitarse a la corriente de pensamientos que ella misma había contribuido a instaurar.
De mi lado, mas que de una filosofía francesa, prefiero hablar de una “filosofía a la francesa”. Cual es su especificad hoy? Es difícil decirlo, por eso el cuadro que nosotros pintamos en Cités, es necesariamente incompleto pero no parcial. En este dominio, no existe por otro lado ni objetividad ni exhaustividad posibles. Nuestra ambición fue de captar una nueva generación de filósofos en un momento en el cual ciertos pensadores mediáticos tapan lo que ocurre realmente en forma concreta. Hemos querido volver a la realidad y mostrar como algunos hacen un trabajo paciente, exigente e innovador, que merita toda la atención de los lectores, porque permite comprender nuestro tiempo.
Resulta que la filosofía en Francia continua a querer ocupar los márgenes y atravesar las fronteras: entre filosofía y literatura, ciencias exactas y ciencias humanas, pensamiento publico y pensamiento privado, instituciones académicas y las medias, filosofía del concepto y filosofía del sujeto, filosofía del lenguaje y metafísica…Los franceses se ubican espontáneamente en esos puntos de cruce porque piensan que una disciplina ya constituida se enriquece de todo aquello que el exterior le aporta.
Para tomar un ejemplo: Cuando Vincent Descombes trata de la identidad, examina esta cuestión fundamental usando los útiles de la lógica, de la gramática, de la filosofía política, de la literatura. He aquí un procedimiento típica de la ‘filosofía a la francesa’. Desde ese punto de vista, hay continuidad con las generaciones pasadas.
Nouvel Observateur: Parecería que la filosofía vive siempre en el régimen del ‘según’, según Lacan, según Derrida, según Foucault, Deleuze, Levinas o Ricoeur… ¿Esta tutela de los antecesores es paralizante o liberatoria para la nueva generación?
Paul Audi: Leyendo lo que la nueva generación escribe de ella misma en Cités, uno se da cuenta que si la tutela de los grandes ancestros no ha realmente pesado sobre sus sucesores es porque ella mas que creado discípulos ha abierto un campo de investigaciones. Las reflexiones que se hacen hoy en día no pretenden convertirse en sistemas globales, con sus artículos de fe, sus adeptos, etc. Ellas apunten más bien a explorar un sector delimitado de la realidad, reservándose el derecho de comprender el mundo en su totalidad.
La consecuencia no es solamente una cierta “archipielagisación” del paisaje filosófico. A excepción de los filósofos analíticos, hay poca inclinación a las polémicas políticas o doctrinarias. Los jóvenes filósofos no buscan cruzar espadas para imponer sus ideas. Ellos han tomado conciencia que su independencia seria garantía de su creatividad. Y es para preservar aquella que ellos se resuelven a una forma de soledad. A la imagen de alguno de sus mayores, en especial Jean-Luc Nancy, Manuel Gauchet o Jacques Rancière, que ya no aceptan ser asignados a tal o tal corriente de pensamiento.
Nouvel Observateur: ¿Hay a pesar de todo líneas de fuerza unificadoras?
Paul Audi: Hay, primero, acciones refundadoras relacionadas con la creación de conceptos de larga trayectoria. Pienso aquí a Yves Charles Zarka que propone enfocar los nuevos desafíos del pensamiento con el pensamiento de lo ‘inapropiable’, o a Jean-Luc Marion, que reinscribe el concepto de ‘don’ en el corazón de la fenomenología.
Si hay algunas líneas que han sido trazadas por la enseñanza de grandes profesores, ellos mismos filósofos, como Jacques Bouveresse o Alain Badiou, se constatan, también en este caso, posición originales, por ejemplo, en lo que hace a la re-definición de las relaciones entre fenomenología y filosofía analítica, como por ejemplo en el caso de Jocelyn Benoist, o a la conexión entre pensamiento analítico y metafísica, como lo muestran los trabajos de Quentin Meillassoux o de Tristan Garcia.
La filosofía moral y política se renueva también fuera de todo anclaje ideológico. Y si ella se plantea nuevamente el problema de la comunidad y de la justicia social, es en creando pasarelas entre disciplinas como la sociológica, el derecho o los tratados de ética medica.
Comparados con sus predecesores, Corine Pelluchon, Marc Crépon, Bruno Karsenti, Frédéric Gros, Franz Fischbach, Pierre-Henri Tavoillot, Pierre Zaoui, Frédéric Worms, estos filósofos jóvenes se interesan menos por el análisis de las relaciones de poder que estructuran el cambio social que por el estudio de las formas de la vida ordinaria, de la fragilidad social, de los modelos de solidaridad con el prójimo.
Nouvel Observateur: Cual es la dinámica política de la filosofía contemporánea
Paul Audi: Me parece que en Francia la filosofía esta marcada por la convicción que la acción política del intelectual no tiene hoy la misma eficacia que ayer. Ella no alimenta ya el mismo fantasma de la intervención sobre el curso de los eventos. Ciertamente, si bien ella porta de alguna forma el luto por las grandes utopías emancipadoras, ella no deja, sin embargo, de inscribirse rectamente en esta tradición
El éxito de una revista como Cités, cuyo público excede el de los ambientes especializados, prueba que el sueño de una influencia del pensamiento sobre el curso de las cosas no ha desaparecido completamente. Sin embargo, no hay realmente mas relaciones estrechas con partidos políticos o con grupos militantes, como ocurría en los años 70, cuando Foucault acompañaba el Grupo de Información sobre las Prisiones (GIP).
Se cuestiona la ó las crisis del capitalismo, hay inquietud sobre los efectos de destrucción de la comunidad provocados por el liberalismo o se analizan las razones del terrorismo actual. Pero estas interrogaciones no están unificadas y no hay grandes iniciativas políticas colectivas.
Nouvel Observateur: Se constata actualmente el triunfo tardío pero real de Alain Badiou.
Paul Audi: Badiou formó numerosos filósofos que han ya producido obras muy interesantes. Para mi, el hecho destacado es la forma en la cual estos autores pasan a reocupar el campo de la ontología. Después de la [segunda] guerra [mundial], bajo la influencia del pensamiento de Heidegger y su consigna de sobrepasar la metafísica, solo los historiadores de la filosofía se sentían aun autorizados a interesarse por ella.
Pero, al mismo tiempo que el heideggerismo conoce un neto reflujo, la prohibición echada sobre el pensamiento especulativo esta en tren de explotar. Y una joven generación se ha precipitado en la brecha así abierta, un movimiento que algunos llaman ‘nuevo realismo’. Esto es un procedimiento mas fecundo, a mi parecer, que aquel que lleva a la filosofía analítica a mezclarse con la religión…
En el fondo, no existen hoy corrientes dominantes, y veo posibilidades maravillosas para la filosofía, que no tiene mas que encerrarse en tal o tal ‘ismo’, las encrucijadas demultiplican los laberintos, y esta muy bien que sea así. Las cartas están echadas y cada uno inventa sus propias reglas de juego. La filosofía es nuevamente capaz de maravillarse de la realidad si tener que inscribirse en respuesta ya encontradas.
Es este momento de gran libertad que la revista a decidido celebrar como tal. Una libertad que se afirma no sin una cierta modestia, ya que todo el mundo desconfía de nuevos maestros de pensamiento, pero al servicio de una verdadera ambición intelectual.

Ir a Arriba