Anarquía Coronada

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El territorio existencial (¿una zona a defender?) // Oscar Monti

Hacerse un territorio existencial colectivo consistente y, sin embargo, no replegado sobre sí mismo, sigue siendo una exigencia fundamental de los individuos y de los grupos humanos.
En sus últimos escritos y entrevistas, de su llamado período ecosófico, Félix Guattari vuelve una y otra vez sobre la noción de “territorio existencial”. Esta noción, que en la metamodelización guattariana va siempre conectada a las dimensiones de flujo, máquina y universo de valores, puede servirnos tal vez para pensar algunas pequeñas cosas en el contexto del desmoronamiento subjetivo al que “asistimos” en los últimos años.
Se puede decir que toda tradición filosófica se forja siempre en una doble operación de ruptura y estabilización. Ruptura porque hay que hacerse paso a como dé lugar, a los codazos, ahí donde todo parece ceñido, cual bondi a hora pico. Estabilización porque, naturalmente, cuando uno ya encontró su lugar, se queda más bien quietito y busca cohabitar con los que allí estaban antes que uno. Así, simplificando mucho, podríamos decir que la noción de existencia, en su momento, ganó su derecho de (valga la redundancia) abriéndose paso entre varios pesos pesados, en ruptura y continuidad con toda una herencia, en gran medida cartesiana, y ajustando cuentas y cuerpos sobre todo con el marxismo, el psicoanálisis, la fenomenología. De modo muy sumario, la noción de existencia venía a reponer el sujeto, como problema de la subjetividad.
Se puede decir, nuevamente siendo muy arbitrario y conciso, que la noción de territorio existencial viene a inscribirse en esta zaga, pero ya completamente transfigurada. No solamente porque al sumar el término “territorio” al de “existencia” Guattari se aleja de los temas del viejo existencialismo, sino también y de manera fundamental porque con la noción de territorio existencial, que implica justamente una asunción radical de finitud y de singularización, ya no estamos en el viejo coqueteo sartreano entre el Ser y la Nada. Continuidad y ruptura entonces, una vez más: es el mismo tema de la subjetividad, pero completamente transformado.
Ya que, ¿de qué nos habla el territorio existencial? Hay que entenderlo como proceso de singularización que al tiempo que nos sustrae, o busca sustraernos de los universales dados (universales que nos separan de lo que nuestra subjetividad puede, que nos subjetivan de modo alienado), busca crear un prensión existencial, un grasping dirá Guattari, un modo de “agarrarnos” al mundo, de no quedar boyando en el aire. Singularización que sin embargo no es repliegue sobre sí mismo, sobre el territorio del yo. Y que requiere, antes que un psicoanálisis de compensación constante, mapas cartográficos conectados a los territorios existenciales que se van conquistando.
¿Y a qué viene todo esto? A que nuestras subjetividades, reconozcámoslo, están por el suelo. Lo que nos pasó en los últimos años, aunque lo hayamos edulcorado en el nivel discursivo, es todo un desplome de los territorios existenciales. Nos hemos revolcado en todo tipo de universales, de redundancias que nos separan de la invención, de ese plus de existencia que hace un territorio propio. Y en el fondo, la singularización es la prueba del territorio propio. Qué defendemos cuando resistimos. 
Porque es tiempo de resistencias, ¿no? Pero lo que se defiende, cuando se resiste, puede ser muy variado. Lo que vemos, a grandes rasgos, en los que se sienten atacados por lo que se viene, en los que resisten los domingos en el parque, es una triple defensa: defensa del consumo, defensa del trabajo, defensa de la ilusión política. Es lo que se resiste a morir. Las preguntas que no se hacen, y no se quieren hacer, es: ¿Hay vida más allá del consumo, hay vida más allá del trabajo que nos dan, hay vida más allá de la ilusión política?
Pero la idea de defensa tal vez pueda funcionar en otra clave. Se trataría de indagar qué tipo de defensa, y sobre todo qué región, qué zona de nuestra vida vamos a defender. En el caso de la ilusión que nos dan, del trabajo que nos dan, y de lo que nos dan a consumir, nunca estaremos muy seguros de qué defendemos. Otra posibilidad es hurgar en nuestras vidas y con los otros cercanos qué zona de potencia podemos delimitar, cercar y defender. Tejer una tela de araña. O tal vez al modo en que la garrapata “se agarra”, “se prende”, con mucha modestia, al mundo. Allí la resistencia no es una mera táctica del “con aguante” que “vamos a volver”, sino que se parece más a una creación.  

Katz y el nihilismo fofo // Diego Sztulwark

Según su propia mitología, el PRO es el primer partido del siglo XXI porque las ideologías le importan un bledo. Pero el gobierno de los CEO´s ya tiene quien le escriba. Alejandro Katz fue uno de los intelectuales post-orgánicos que acudieron al llamado del nuevo Presidente, para ayudarlo a interpretar la época. El obsceno oficio de pensar sin dignidad.
Ya bajo los efectos de la locura, Nietzsche describió su praxis bélica en cuatro postulados prácticos:  a) “sólo ataco cosas que triunfan”; b) estos ataques se realizan a nombre propio, sin aliados; c) no se ataca nunca a personas: se sirve uno de ellas “tan sólo como de una poderosa lente de aumento con la cual se puede hacer visible una situación de peligro general” y, finalmente; d) sólo es lícito atacar cuando está excluida toda cuestión de enemistad personal.
Bajo esta recomendación, aunque sin respetarla al pie de la letra, propongo prestar atención al modo en que triunfa, en el plano de la escritura reflexiva en el que pretende desenvolverse el ensayista Alejandro Katz, algo que podemos llamar “lo obsceno”: un tipo de argumentación en la que lo impúdico se deja traslucir sin explicitárselo del todo. Se lo hace pasar distraídamente, como si de un accidente de la comprensión se tratase, mientras se aparenta hablar decorosamente.
mail prólogo
Todo surge de un breve mail que el periodista Gabriel Levinas introduce a modo de prólogo en su reciente Doble agente, la biografía inesperada de Horacio Verbitsky, libro canalla si los hay. El autor de ese correo electrónico es Katz. Levinas lo introduce, nos dice, para evacuar las dudas que pudieran subsistir respecto de sus motivaciones y de la legitimidad misma de difundir la “información” de “enorme relevancia” que, según cree, el libro en cuestión contiene: “fue la opinión del filósofo y ensayista Alejandro Katz la que, de manera más categórica, ayudó a comprender la razón de este libro”.
Katz comienza su intervención distinguiendo las controversias que el libro desea suscitar. Hay algunas que son de incumbencia del autor y otras que no. Entre estas últimas designa, en primer lugar, la controversia en torno a la “veracidad de la documentación” acusatoria de Verbitsky. No se presenta para Katz problema alguno a elucidar, sino “una cuestión fácil de resolver” que “depende de expertos, de peritos que pueden confirmar que cada una de las pruebas utilizadas es verdadera”. ¿Lo son? ¿No ha refutado punto por punto estas “pruebas” Horacio Verbitsky?
Como sea, Katz no se hace ninguna pregunta sobre las prácticas diversas de veridicción, ni siquiera cuando resulta evidente que acusador y acusado se oponen precisamente en este campo. Levinas personifica de modo lineal el lenguaje de los medios, mientras que Verbitsky abreva en las fuentes del periodismo de oficio, en el procesamiento militante de información –tradición que arranca con Prensa Latina–, y en el trabajo de archivo de los organismos de derechos humanos en procura de volver públicas las articulaciones jurídicas, económicas, teológicas y políticas del genocidio. El conflicto que aquí se presenta no es menor: Levinas no hace en su libro sino impugnar, precisamente, este modo de trabajo de Verbitsky al que percibe como un procedimiento de acumulación ilegítima de poder. Y apunta a desprestigiar el esfuerzo actual por ampliar los juicios al personal de la última dictadura al campo de los ilegalismos financieros. Katz, en cambio, se despreocupa de estos asuntos, dejando que del problema de la verdad se encargue la policía.
Una segunda controversia que según el filósofo no le corresponde asumir al autor, tiene que ver con los motivos mismos de la publicación. Cuestión que se resuelve automáticamente gracias a una suerte de ética del periodismo según la cual no vale la pena preguntar qué es lo que debe hacer un periodista con la información, puesto que el verdadero periodista sólo conoce un tipo de reacción: publicar todo lo que le llega. Lo relativo a la evaluación del sentido de la oportunidad y de los efectos de la intervención queda por tanto delegado a la demanda de las empresas y los dueños de la comunicación.
La controversia que sí interesa al filósofo y la que se propone sostener es la siguiente: “¿por qué es de interés público la vida que otro llevó en la dictadura? ¿Quién puede decir que el modo de actuar de otro fue el modo justo, el modo intachable, y por qué?”. Entre las palabras con las que el filósofo Katz fundamenta a Levinas contra Verbitsky, encontramos la siguiente caracterización vinculada a la última dictadura: “nadie en un régimen de terror tiene, ya no la obligación, sino  tampoco la posibilidad de actuar como un santo o como un héroe”. La perfección de la frase ejemplifica el funcionamiento de lo obsceno en política al sustituir el problema que la situación del genocidio plantea (¿cómo se llegó a eso?, ¿qué fuerzas lo operaron y por qué medios?) por una evidencia incontestable: el hecho que las personas, en condiciones de amenaza de muerte, no suelen sino obedecer. Semejante sustitución cancela la fuerza ética en el pensamiento, y aniquila toda dignidad. En adelante sólo podemos comunicarnos sobre la base de la evidencia.
ser-para-el-consuelo
Ya no se trata sólo de eludir la reflexión sobre aquel terror cuya eficacia consistió en destruir el lugar resistente que en lo colectivo e individual siente y piensa contra la obediencia. Ahora el pensamiento mismo que se practica está definitivamente asentado sobre el borramiento de toda potencia subyacente, de la que sólo puede tenerse representaciones religiosas o literarias (“un santo, un héroe”).
Katz se sitúa en un lugar fuera de toda “mística”. Él dice: en la realidad “gris” que debieron vivir millones de personas durante la dictadura, a él no le resulta fácil delimitar “qué significa colaborar, qué es resistir, qué es ser cómplice”. Pero entonces: ¿por qué tomarse, filósofo y periodista, el trabajo que se toman en atacar a Verbitsky con acusaciones sobre su conducta de aquellos años? Katz ofrece dos razones: porque se trata de un hombre “público” vinculado a la valoración de esa época y porque “tiene un discurso público sobre lo que otros hicieron”.
A Verbitsky, en definitiva, se le reprocha no haberse adecuado a esta nueva realidad post-genocidio. Se le cuestiona obrar extemporáneamente, usurpando una facultad de juzgar que no le pertenece por derecho a él sino a los jueces de la república: “poco derecho tiene nadie, entonces, de juzgar qué han hecho los otros, cuando lo que hayan hecho no merezca estar bajo revisión judicial”.
La filosofía sirve, entonces, para rectificar “el modo en que desde el presente se juzga ética y jurídicamente a muchos de los protagonistas de aquella época”. Siempre el llamado al orden: ¿en qué consiste esta rectificación? Sencillamente en “restituir a nuestra vida en común los claroscuros que personas como Verbitsky pretenden disimular, o directamente, borrar: para comprender que no se trata de señalar a los demonios y a los puros, sino de reencontrar lo humano en nuestra propia, frágil, débil humanidad”.
Más que una reedición de la teoría de los dos demonios, una ontología del ser-para-el-consuelo. Sin lugar para aquello que Spinoza llamaba una “vida humana”, organizada en torno al descubrimiento de la virtud y la utilidad común. ¿Qué se afirma en el terreno de la ética? La nada misma, la mera aspiración a perdurar, el más fofo de los nihilismos. Sólo lo “humano débil”. Es lo único que se quiere escuchar.
protocolo de actuación del pensamiento
¿Qué queda entonces de la esperada palabra filósofa? Sólo el mantra antropológico de la finitud y el conformismo.  ¿Es todo lo que lo contemporáneo en nuestra época puede pensar? Consumo y seguridad. ¿Pura domesticación?
Colonizada por la tecno-semiótica, la filosofía –otrora campo de la lucha de clases en la teoría- ya no responde a sus viejos imperativos del estado y/o la revolución. Ahora se ofrece en los mercados como terapia de la existencia en dosis aceptables, como parte de una pedagogía más amplia destinada a enseñar a vivir. Ella participa del combo de las sabidurías diseñadas para evitar riesgos. Porque, en el fondo, lo que manda es la indolencia. Lo único que se acepta pensar, el máximo de tensión ética admisible, lo que se llega a imaginar como espacio político, no pasa de una módica escena pedagógica y moral.
Se dirá que de todas formas la argumentación ya no pesa demasiado, y eso es estrictamente cierto. No es la defensa del pensamiento lo que importa. Y tal vez nunca haya importado demasiado. Se agregará que casi todos los episodios de la llamada “batalla cultural” han estado dominados por similar indolencia. De hecho, no hay tanto que rescatar de esas escaramuzas.
Lo que cuenta, sí, es aprender a defenderse del régimen de lo obsceno, aprender a combatirlo, porque en él se esteriliza al lenguaje y se anula su poder de participar en la creación modos de vida.
(fuente: Revista Crisis http://revistacrisis.com.ar/)

Clinämen: ¿Qué bicho nos picó?

Iniciamos nuestra temporada 2016 tratando de darnos algunas preguntas para orientarnos en la coyuntura amarilla. La política tomada por la Cultura del Orden, La banalidad: la obviedad y el “fascismo posmoderno”. ¿2001 y la crisis como deseo de normalidad? ¿Qué está en juego de cara al 24 de marzo?



http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar

Felicidad asegurada (I) // Carolina Di Palma

Visibilidad y vigilancia: capitalismos no democráticos y dispositivos de excepción

Damos comienzo a una serie de clases sobre “Privacidad y vigilancia en entornos digitales” realizadas por Laura Siri a través de Fundación Vía Libre, curso que tuvo por objetivo comprender la importancia del derecho a la privacidad y estudiar el impacto de la vigilancia corporativa y estatal sobre los derechos humanos en este momento histórico.

Reconsiderar en Argentina pero también en Latinoamérica, y en realidad, a nivel global, lo que entendimos por Derecho a la Comunicación a partir de los años  60 y luego con el Informe Mac Bride nos lleva sólo a la punta del iceberg de lo que leerán de aquí en adelante en estas veintitrés publicaciones. Repensar las relaciones entre visibilidad, vigilancia y derechos son los temas que nos convocan hoy a raíz de las transformaciones que la nueva arquitectura digital, ya implementada, produce en las relaciones de poder y en los capitalismos, hasta ahora, democráticos.

Mientras la lucha política de la comunicación social hasta los años 60 y 70 fue la de, no solo acceder a la información, sino la de poder brindarla, es decir “hacer visible la propia voz”, el capitalismo se reconfiguraba hacia el capitalismo financiero y, tomando y escuchando las resistencias que clamaban por el “derecho a dar la voz”, inventaba nuevas formas de control dándonosla toda (la voz). El pasaje del capitalismo industrial al financiero y, específicamente hoy, a la New economy, son posibles gracias a nuevas formas de organización social que nos son las de la disciplina y el encierro.

Fue en el Valle del Silicio donde hizo rizoma la revolución digital contemporánea. A mediados de los años 70, con fondos del estado norteamericano,  a través de la Universidad de Standford, para investigaciones militares ligadas  a las nuevas tecnologías, surgieron los primeros circuitos integrados con semiconductores de silicio,  las computadoras personales que hicieron posibles a los millones de usuarios, las interfaces y softwares que nos permitieron entrar en contacto con las máquinas, e internet, esa gran nube virtual de soporte numérico en la que hemos entrado los seres humanos con cuerpo de signos. Luego, la caída del muro, el fin de la guerra fría,  y reconversión de la URSS, hizo posible que grandes capitales privados rusos invirtieran como capital accionario de riesgo en el desarrollo de star ups que funcionarían a nivel global. 

Hacia el año 2000 la Cumbre del G8/ G7 que se realizó en Okinawa decidió impulsar la Sociedad Global de la Información con lineamientos políticos y estratégicos. Las Naciones Unidas, a su vez, aprobó en el año 2001, la Cumbre Mundial sobre la sociedad de la información (CMSI) en conjunto con la Unión internacional de Telecomunicaciones. Dos años más tarde, en el 2003,  se realizó la Cumbre  Mundial sobre la Sociedad de la Información de Ginebra donde se hizo un “llamado a la comunidad internacional para que se fomente la transferencia tecnológica y que los países del Tercer Mundo accedan a los mecanismos de financiación, así como los destinados a mover recursos internos. Y finalmente, un poco después, la UNESCO dispuso un plan de acción y seguimiento para esta implementación que gestionamos hasta hoy en la duración continuidad dictadura-democracias-neoliberales.

Las preguntas entonces no son por el acceso, la inclusión o la tecnología sino por la democracia y la libertad vocablos que desaparecen de los horizontes políticos tal como los conocimos en la modernidad, sobre todo si pensamos que el apagón analógico está previsto en este país para el 2019.

En este momento histórico, por ejemplo, la nueva Ley Digital Argentina está enmarcada en este lineamiento del G8 que se llevó a cabo hace más de 10 años para todo Latinoamérica junto a una reorganización del capitalismo financiero que conduce hacia el gobierno de las finanzas. Este capital accionario transnacional  y global no responde a las fronteras nacionales del siglo pasado ni necesita de las instituciones de la modernidad para el orden y reproducción social. 

La producción cada vez más automatizada requiere mucho menos trabajo mecánico del cuerpo humano y este nuevo semiocapitalismo o capitalismo cognitivo asigna valor al trabajo abstracto intelectual y a la producción de sentido en la bolsa, más allá de la economía real. El  plusvalor hoy se extrae del consumo al monetizar el tiempo de ocio en los espacios virtuales de excepción donde el mercado interpela a los nuevos consumidores sin mediación alguna de las instituciones de la modernidad.
Para desviarnos de las disputas de sentido de izquierdas y derechas, kirschnerismos  y macrismos, o quizá para no desviarnos de los problemas reales contemporáneos, hacemos esta inmersión en las nuevas relaciones de fuerza que dan forma los nuevos dispositivos que organizan el capitalismo de la vigilancia, las democracias seguras y otros significantes posibles.
***

¿Qué es la privacidad?

Laura Siri  (Fundación Vía Libre –  Aula virtual Artica)
¿Qué contestarías si te pregunto qué es la privacidad? 

Te cuento que para muchos directivos de grandes empresas tecnológicas la suya parece ser “algo que no existe, que no debe existir y, si existe, ya nos encargaremos de liquidar”. Algunos ejemplos:
  • En el 2000, el entonces gerente general de la compañía Sun Microsystems, Scott McNeally, dijo: “la privacidad ha muerto, supérenlo”.
  • Larry Ellison, fundador de otra gran tecnológica, Oracle, dijo en 2001 (Enlaces a un sitio externo.): “Bien, esta privacidad que les preocupa es en gran medida una ilusión. Y todo lo que deben abandonar son sus ilusiones, no su privacidad. Ahora mismo pueden ir a Internet y conseguir un informe de crédito sobre su vecino y averiguar dónde trabaja, cuánto gana, si está al día con su hipoteca y un montón más de información”. Casualmente, Sun Microsystems fue comprada por Oracle, pero eso es otra historia.
  • En 2010, el exgerente general de Google, Eric Schmidt, dijo (Enlaces a un sitio externo.): “nos das más información sobre ti y sobre tus amigos, y podemos mejorar la calidad de nuestras búsquedas. No necesitamos que tipees nada. Sabemos dónde estás. Sabemos dónde has estado. Podemos saber aproximadamente en qué estás pensando”.
  • En el mismo año, el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, sugirió que la privacidad ya no constituye una “norma social” (Enlaces a un sitio externo.).
  • Su hermana Randi, exdirectora de marketing de la compañía, fue aún más lejos al año siguiente cuando expresó que: “el anonimato en Internet tiene que desaparecer (Enlaces a un sitio externo.)” porque, en su opinión, la gente se comporta mucho mejor si no se le permite ocultar su nombre real. 
Generalmente, como ves, no definen qué es esa cosa que debe desaparecer o que ya desapareció. O bien resaltan solo un aspecto de la privacidad, como si ésta no fuera un derecho multidimensional y contextual. La verdad es que existen diferentes formas de privacidad, así como numerosos conceptos vinculados, pero no sinónimos ni antónimos lineales. Por ejemplo, intimidad, secreto y anonimato. Hay un trabajo de la British Royal Academy of Engineering (2007) (Enlaces a un sitio externo.) que, sin ser el único ni necesariamente el mejor, resulta útil para comenzar a hacer distinciones en función de “aquello que uno quiere mantener privado”. Así, se puede entender la privacidad como: 
  • confidencialidad: cuando queremos mantener en secreto cierta información sobre nosotros o sobre terceros.
  • anonimato: representa la intención de que algunas de nuestras acciones no puedan ser relacionadas con nosotros como individuos específicos. Es muy combatido por las empresas de Internet, que quieren tener datos veraces de todos para poder segmentar publicidad. Y también por las agencias de seguridad que, virtualmente, consideran sospechoso a todo aquel que no quiere aparecer online con su nombre verdadero. Sin embargo, el anonimato online es imprescindible muchas veces para garantizar efectivamente el derecho a la libertad de expresión y el disenso político.
  • identidad: podemos querer mantener nuestra identidad desconocida por cualquier razón, incluso cuando queremos separar nuestra identidad personal de la de una función pública. Las discusiones al respecto también surgen en el marco, por ejemplo, de los documentos “de identidad” obligatorios y biométricos (que, en realidad, son de “identificación”, que no es lo mismo).
  • autodeterminación: podemos considerar que algunas de nuestras acciones, actitudes y comportamientos son asunto nuestro y no incumben a nadie más (esos otros pueden ser desde empleadores hasta el Estado). No necesariamente implica ocultar un secreto (aunque el derecho a tener secretos también debería ser reivindicado).
  • libertad de “ser dejado tranquilo”: es una acepción de privacidad muy clásica, ya que fue enunciada de este modo en un famoso ensayo de los jueces Samuel Warren y Louis Brandeis (Enlaces a un sitio externo.) en 1890. Implica poder dedicarnos a nuestros asuntos sin ser escrutados por parte de nadie. Curiosamente, fue motivada por la aparición de un invento técnico: la cámara de fotos personal. Los mencionados juristas de Estados Unidos, con agudeza aún hoy vigente, decían que “La soledad y la privacidad se han hecho más esenciales para el individuo; pero la empresa moderna y la invención, a través de la invasión de su privacidad, lo han sometido al dolor mental y el stress, mucho más de lo que podría infligir una mera herida corporal”.
  • control de los datos personales: se relaciona con el derecho a controlar la información que circula sobre nosotros (ej.: dónde se almacena, quién la ve, quién se asegura de que sea correcta, etc.). Por ejemplo, todos encontramos perfectamente correcto que nuestro médico conozca qué medicamentos tomamos. Pero muchos encontramos chocante y peligroso que haya empresas dedicadas a transcribir y almacenar en bases de datos, para luego venderlo, el historial de consumo farmacológico de cada ciudadano. 
En general, más allá de qué es lo que “queremos mantener privado”, lo importante es que esa voluntad siempre depende de un contexto. En efecto, como dice Helen Nissenbaum en su libro “Privacidad amenazada”, una acción o práctica viola nuestra privacidad en función del contexto en el cual la actividad tiene lugar y también según cuál sea el tipo de información en cuestión y los roles sociales en los que las personas están inmersos. Los contextos sociales, tales como los de los servicios de la salud, la educación, el comercio y la religión, se rigen por normas sociales complejas y relaciones de poder. La privacidad, o integridad contextual, tiene que ver entonces con un subconjunto de dichas normas vinculado con los riesgos del traspaso de ciertas “fronteras” informacionales. Este tipo de normas prescriben cómo ciertos tipos de información sobre ciertas personas específicas, actuando en roles específicos, deben fluir entre las demás personas. Por ejemplo, en un contexto de amistad, los amigos comparten recíprocamente informaciones, no por obligación, sino por elección. Si lo que uno habla con sus amigos saliera de contexto, esas mismas informaciones funcionarían de modo muy distinto. El problema es que hoy en día sí salen de contexto habitualmente, solo que no prestamos atención. Porque, por ejemplo, cuando creemos estar hablando en privado con amigos en Facebook resulta que hay robots de esa plataforma haciendo análisis textual para encontrar piezas de información de valor comercial, y también hay autómatas de organismos de seguridad nacionales y extranjeros tratando de detectar actividad “sospechosa”.
Entonces, de acuerdo con la teoría de la integridad contextual de Nissenbaum, las mencionadas normas informacionales establecen expectativas contra las cuales ciertas acciones y prácticas son confrontadas. En particular, brindan una guía para evaluar nuevas prácticas sociotécnicas, cuyo respeto por la integridad contextual de los sujetos involucrados es juzgado de acuerdo con varios factores:
  • El contexto que las rige
  • Si la nueva práctica cambia los tipos de información en cuestión
  • Si la nueva práctica causa un giro en quiénes están involucrados como remitentes, destinatarios o sujetos de la información
  • Si los nuevos patrones del flujo de información encajan con los principios relevantes para la transmisión 
Entonces, cuando uno tiene la impresión de que ciertas prácticas sociotécnicas son violatorias de la privacidad es porque son percibidas como violatorias de normas informacionales que se asumen como apropiadas en determinado contexto, sostiene Nissenbaum.
Pero los contextos y la consecuente necesidad de repensar qué es la privacidad vienen cambiando a medida que también cambian las posibilidades técnicas:
  • En cierto momento, lo “inviolable” (salvo casos especificados por ley y con garantía judicial) era apenas lo que la cuarta enmienda de la constitución de los Estados Unidos predica. Es decir, el domicilio, los papeles privados, las posesiones personales que uno lleva consigo, el cuerpo.
  • Warren y Brandeis introdujeron los componentes de autonomía y aislamiento.
  • Con el creciente uso de los teléfonos, se comenzó a discutir la privacidad en las telecomunicaciones.
  • Las tecnologías de la información, con la posibilidad de confeccionar bases de datos personales, dieron lugar a un nuevo enfoque: la “privacidad informacional”.
  • Las luchas por los derechos de los gays y a favor de la despenalización del aborto también dieron lugar a argumentaciones basadas en la “privacidad”, esta vez ancladas en el derecho de cada uno a hacer lo que quiera con su cuerpo sin que otros se inmiscuyan.
  • El clásico “derecho a ser dejado en paz” experimenta una reactualización a medida que las cámaras de vigilancia se vuelven omnipresentes.
  • Con la existencia de dispositivos con capacidad de geolocalización, como los modernos teléfonos móviles, aparece el concepto de “privacidad de las ubicaciones” y la controversia acerca de si uno puede o no tener expectativa de privacidad cuando se encuentra en lugares públicos, como la calle.
  • La privacidad como confidencialidad resurge en los debates a medida que crece la conciencia de cómo nos espían las redes sociales online y los sitios de comercio electrónico.
  • Las historias clínicas digitales también han generado debates, en este caso debido a que ya no solo el médico tratante tiene acceso a los datos de salud.
  • Las presiones en distintas partes del mundo para implementar sistemas de voto electrónico dispararon dudas acerca de cómo dichos sistemas podrían comprometer el secreto del sufragio. Esos debates mostraron particularmente cómo la falta de privacidad puede comprometer seriamente la mismísima democracia.
  • La privacidad corporal no solo está puesta en cuestión por el creciente uso de biometría y recolección de ADN con diversos fines, sino también con los experimentos que hay en neurotecnología, que hacen abogar por una “privacidad de la mente”.
También hay que tener en cuenta que los riesgos para la privacidad generados por una de las prácticas previamente enumeradas interactúan sistémicamente con aquellos generados por las demás, y que una pieza discreta de información personal, recolectada en determinado momento y contexto, podría perfectamente terminar siendo usada para otros distintos y en combinación con otras piezas de información para conocer aún más íntimamente todas las particularidades de la vida de las personas.

Bernie Sanders y la razón neoliberal

Una entrevista a Ángel Luis Lara

¿Cómo ves a los movimientos sociales y a lo que pueda quedar del movimiento Occupy Wall Street con respecto a la candidatura de Sanders? ¿Puedes hacer una breve radiografía de cómo es ese espacio en USA y cómo se posiciona políticamente? 
En Estados Unidos no existe realmente la izquierda institucional, ni siquiera en el ámbito de las identidades políticas, la mera retórica o los significantes. Únicamente se dan dos opciones que apuestan decididamente por el ejercicio de una gubernamentalidad neoliberal.
Cada una de ellas, la Republicana y la Demócrata, representa en cierto sentido un modelo de acumulación diferente. Ambas escenifican una ruptura por arriba que expresa dos tipos de élites diferenciadas, con intereses e inclinaciones éticas y estéticas diversas. En los tiempos del último gobierno de Bill Clinton comenzó a hablarse de la batalla de la familia del petróleo y la industria armamentística contra la familia de la financiarización, Internet, las nuevas tecnologías y las energías renovables.
Es, en cualquier caso, un conflicto interno al orden de lo existente y cuyo sentido únicamente se juega por arriba. Demócratas y Republicanos constituyen opciones que viven atrapadas en la fidelidad a la razón neoliberal como único horizonte de sentido y principio de realidad. Por ello se ven incapaces de proponer una salida, ni real ni ficticia, a la irreversible crisis sistémica por la que transitamos y que en pocos años va a dislocar por completo el pírrico equilibrio que sostiene el crítico estado de cosas presente.
Occupy Wall Street supuso, precisamente, la posibilidad de la enunciación colectiva de una ruptura con ese orden de cosas y con ese universo de sentido. Lo interesante es que no partió de un discurso ideológico, sino de la materialidad de un diagnóstico del presente que marcaba como necesidad ineludible para la superviviencia una ruptura con los parámetros tradicionales de constitución del hecho político en Estados Unidos.
Por primera vez en décadas surgía un agente político que, al margen no sólo del sistema de partidos, sino sobre todo de las formas tradicionales de codificación e institucionalización del disenso en Estados Unidos, ponía sobre la mesa del debate público la necesidad de un cambio general de sentido. Occupy movió una energía que conectó con el estado de ánimo de millones de personas en el país.
Con un sesgo étnico muy notable y con una composición social muy limitada, el movimiento funcionó como un ejercicio de enunciación cuyo efecto, que usualmente se nombra como la capacidad de «cambiar la conversación», aparentemente sólo fue capaz de producir una intervención real en el orden de lo semántico. Sin embargo, Occupy, aún plagado de límites y problemas, modificó radicalmente el orden de lo simbólico e hizo posible enunciar y pensar cosas que antes resultaban indecibles e impensables. Su valor en ese sentido resulta vital.
No obstante, fruto de sus límites, el movimiento Occupy fue incapaz de darse continuidad. La apuesta de Bernie Sanders y la energía que está movilizando por todo el país representan, precisamente, un vehículo hipotéticamente capaz de darle continuidad a la energía activada por el movimiento.
Tanto Bernie como Occupy comparten su capacidad para movilizar la inmensa decepción generada por el profundo carácter perverso de Obama. Es precisamente de la fidelidad a la energía y a la ética activada por Occupy de la que depende la suerte de Bernie Sanders, no para ganar la nominación a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata (algo altamente difícil), sino para posibilitar la continuidad y la organización política de una razón antitética a la neoliberal, más allá de lo que pueda ocurrir en torno a las elecciones y a los modos tradicionales de práctica y representación de lo político.
En este sentido, Bernie no opera tanto como un político tradicional a la caza del voto, sino que más bien está funcionando como una herramienta que, tal vez, sabe que, aún siendo importantes, las elecciones de noviembre no son ni el objetivo final ni el punto de llegada, sino que esta campaña puede servir de excusa para poner la primera piedra de un cambio general de sentido capaz de articular en los próximos años el principio de un movimiento ciudadano masivo de cambio realmente democrático en Estados Unidos.
Solamente si se disloca decididamente la lógica electoral y de la representación para activar hasta el final de sus consecuencias una acción política otra, Bernie podrá funcionar como esa herramienta necesaria y oportuna. En cierta medida, su discurso a lo largo de la campaña apela en algunos momentos a eso.
Su insistencia en señalar la necesidad de un movimiento democrático masivo y en centrar el sentido de su campaña en ‘Bring People Together’ (‘Juntar a la gente’), la construcción de una suerte de multitudinaria comunidad del sentido común en rebeldía capaz de desbordar los límites de lo establecido, de algún modo está señalando que desafiar realmente a la razón neoliberal no pasa tanto por intervenir en la esfera de la política formal, como por activar procesos capaces de movilizar una suerte de potencia antropológica que rompa con la cultura de soledad, impotencia, competitividad e invividualización que asola toda forma de vida en Estados Unidos.
La racionalidad instrumental, la lógica del capital humano y la cualidad de la forma mercancía no son ya instancias exteriores que disciplinan la vida de los individuos, sino que operan como razón interior que ha penetrado la vida misma hasta hacerse cuerpo y conformar el ethos básico y generalizado de toda existencia en Estados Unidos.
No es en el campo de la política formal y de las elecciones donde se juega la partida decisiva por agujerear la tupida telaraña con la que la razón neoliberal ha intervenido y modificado la vida. No digo que no pueda resultar importante, lo que planteo es que no es el campo de batalla decisivo. Lo que está en juego hoy en día en Estados Unidos son cosas vitales como la derrota del azar, la extinción de la sociabilidad o la imposibilidad definitiva del amor. Me temo que eso no se combate en un parlamento o a partir de la conquista de un poder ejecutivo al que, por cierto, se le ha sustraído toda capacidad real de gobernar.
Comunicativamente, ¿cómo ves la campaña de Sanders? ¿Por qué arraiga tanto?
El impacto profundo de décadas de régimen neoliberal ha generado niveles de desigualdad social extremos, ha segregado todavía más la sociedad estadounidense abriendo una brecha insoportable entre negros y blancos, ricos y pobres, al mismo tiempo que ha convertido el endeudamiento masivo de las personas y las familias en una prisión que hoy resulta ya irrespirable para millones de estadounidenses.
La crisis iniciada en 2008 no ha hecho más que acelerar e intensificar un malestar que ha erosionado enormemente algunos de los mitos básicos del universo simbólico y las narrativas que han sostenido el proyecto de país en torno al que las élites en Estados Unidos habían logrado una legitimidad y un consenso incuestionables.
Además de ser susceptible de funcionar como herramienta, Bernie Sanders es, sobre todo, un síntoma del carácter profundo y extendido de ese malestar.
De igual modo, la potencia movilizadora expresada por el Tea Party años atrás entre una parte significativa de la población blanca de clase trabajadora, había sido ya el primer síntoma de la profundidad de dicho malestar, como lo es hoy la popularidad del propio Donald Trump entre muchos jodidos.
Bernie Sanders, en las antípodas de Trump, coincide con éste en su cualidad de síntoma de la crisis profunda de sentido por la que transita Estados Unidos, así como del enorme desafecto de millones de personas con Washington y con el sistema de partidos.
Ambos se presentan como outsiders, del mismo modo que Obama colocó esa misma condición en la estrategia electoral que le llevó a la Casa Blanca en 2008.
El valor de la campaña de Bernie ha sido, precisamente, tener la capacidad de activar la ilusión de mucha gente sacándola de la desafección y la decepción provocada por el carácter profundamente sistémico de Obama, al mismo tiempo que ha logradodisputarle la hegemonía a Trump y al Tea Party en la movilización del descontento y el malestar social en el país.
Esa capacidad expresada de manera eficaz por Bernie Sanders, sin embargo, no servirá de nada si no logra tener continuidad y constituirse en movimiento ciudadano más allá de la suerte que corra la apuesta electoral. Ese es, tal vez, el mayor límite al que se enfrenta el deseo de cambio radical de Bernie: su marcado carácter electoral corre elriesgo de quedarse atrapado en la cualidad de toda racionalidad electoral como mera movilización temporal de las emociones colectivas sin capacidad de darse continuidad más allá de la representación política y del ciclo electoral.
El otro límite del proyecto de Bernie es, tal vez, el carácter imposible de su apuesta de gobierno. Con un sistema político completamente roto que sujeta el poder ejecutivo a los designios de un poder legislativo en manos de los republicanos, las corporaciones y los sectores más recalcitrantemente conservadores del país, el ejercicio de gobierno resulta, sencillamente, imposible.
De ahí que Bernie apele una y otra vez a la construcción de un movimiento ciudadano capaz no sólo de ganar las elecciones de otoño, sino de activar una revolución democrática que desaloje a los republicanos y a las corporaciones del Congreso y del Senado. Sin ese movimiento, el proyecto institucional de Bernie es del todo irrealizable. Una pura entelequia.
Por otro lado, el éxito de la campaña de Bernie Sanders descansa en una comunicación protagonizada por la gente común. Se trata, sobre todo, de una campaña hecha y financiada por la gente. Sólo después de las campañas virales, del boca a boca digital, del carácter masivo de las micro-donaciones que han batido todos los récords en la historia electoral estadounidense y del impacto de esa energía en los primeros caucuses, los medios de comunicación masivos han comenzado verdaderamente a tomarse en serio a Bernie Sanders.
La forma movimiento y la lógica rizomática están siendo claves en el fenómeno Sanders, como ya lo fueron en la primera campaña de Obama en 2008. Sin embargo, Bernie no es Obama. No sólo lleva décadas defendiendo y tratando de hacer lo que ahora le está proponiendo al país, sino que a lo largo de la campaña está demostrando que escucha, incorpora propuestas, sensibilidades y que, cuando hace falta, asume la autocrítica. Hay poco marketing en Bernie y, aunque cueste creerlo en un político, hasta el momento transmite una cierta dosis de verdad. Subrayo el «hasta el momento». Como dicen por aquí, «esto es América y nada es lo que parece, babe». Ya sabemos lo que suele ocurrirnos cuando confiamos en los políticos.
¿El mundo hispano/latino va a apoyarle?
El mundo hispano/latino no existe. Existen muchos mundos culturales, sociales y políticos entre la población hispana o latina. No es lo mismo el americano-cubano acomodado de Miami, que el migrante indocumentado que trabaja como bracero en la industria agrícola de California o la mujer chicana que malvive con tres trabajos en Nuevo México, por citar tan sólo algunos ejemplos que habitan mundos enormemente diferentes.
Hay una diversidad de formas de vida, de condiciones existenciales y de posiciones dentro de la estructura social del país entre las personas y colectivos hispanos o latinos. Esta circunstancia nos obliga a no admitir como válido ningún razonamiento que nos imponga un universo de sentido homogeneizado y único.
No obstante, hay tal vez un estado de ánimo que está muy generalizado en la población hispana o latina: la decepción enorme con la administración Obama por inclumplir su palabra de regularización de las personas indocumentadas en Estados Unidos y por replicar y endurecer aún más las políticas de criminalización de las personas migrantes implementadas por las anteriores administraciones (Obama es el presidente que ha deportado a más personas en la historia de Estados Unidos).

La desafección con la política y con los políticos entre muchos latinos es enorme por este motivo, al mismo tiempo que entre las élites hispanas la inclinación por el apoyo a Hillary Clinton es probablemente notable. Creo que Bernie lo tiene difícil con las personas latinas.
La radicalidad de su discurso y de su propuesta seguramente pudiera conectar con aquellos que ni siquiera pueden ejercer el derecho al voto: las personas migrantes indocumentadas, aunque la mayoría de ellas no sigue la campaña y seguramente vea a Bernie como un «blanquito» ajeno por completo a sus vidas.
De la movilización de los hijos e hijas de las personas migrantes indocumentadas, nacidos en Estados Unidos y por ello ciudadanos con derecho a votar, dependerá en gran medida la suerte de una necesaria conexión con los universos latinos capaz de alterar el estado de cosas presente y de movilizar el voto.
Es, en cualquier caso, una suerte incierta. La movilización del voto entre las personas latinas e hispanas resulta una tarea altamente complicada y en la que los Clinton cuentan con mucha ventaja por su conexión con el establishment hispano y con algunos de los dirigentes de referencia en los universos latinos.

Prólogo a «Se han adueñado del proceso de lucha» // Raquel Gutiérrez Aguilar


Hay periodos, a lo largo de los reiterados ciclos de reproducción de la vida social, cuando anhelos y búsquedas desplegados colectivamente a partir de enérgicas luchas previas parecen detenerse y sumergirse en una cotidianidad ajena que, a modo de la “nada” de la Historia sin fin de Michael Ende –como dice Amador Fernández Savater- carcome la vitalidad previamente compartida, atrapando y diluyendo las apuestas más subversivas y filosas para la transformación de la vida económica y política de las naciones, las cuales se ponen en movimiento desde las luchas de abajo. En Bolivia, después de 2009, algo así parece estar ocurriendo.

Evo Morales ocupó el gobierno boliviano en enero de 2006, como una –y quizá la más visible- de las resultantes de la agitada y febril ola de movilización y levantamiento protagonizada entre 2000 y 2005 por miles y miles de hombres y mujeres en lucha, que fueron capaces, una y otra vez, de detener los rasgos más enloquecidos del belicoso afán expropiador de la riqueza social propugnado por coaliciones de intereses transnacionales entreveradas con viejas élites ferozmente machistas y racistas. En medio del estruendo del antagonismo desplegado, de la vorágine de los levantamientos en marcha y de las exigencias cotidianas, organizativas y estratégicas, que los y las movilizadas confrontaban, se produjo colectivamente, como decisión común, la hasta ahora llamada “Agenda de octubre”: auténtico plan general de lucha y de transformación profunda de las relaciones sociales que se orientaba por un lado, hacia la tendencial reapropiación colectiva de la riqueza material anteriormente usurpada por el capital privado y/o la burocracia tecnocrática (en particular la tierra, el agua y los hidrocarburos) y, por otro, hacia la reorganización política del país desde sus fundamentos mediante la realización de una Asamblea constituyente que terminara de hacer colapsar la vieja estructura política de corte colonial ya muy desgastada tras el incontenible tsunami de movilización y rebeldía.

Huáscar Salazar ha estudiado con rigurosidad y paciencia los principales acontecimientos políticos ocurridos en Bolivia después de 2006, rastreando con agudeza, en particular, los diversos esfuerzos de lucha colectiva por abrir y dar sentido y forma a un horizonte de transformación comunitario-popular que se expresaron de muy diversos modos, explícita y enérgicamente hasta finales de 2008. El recuento y análisis de numerosas acciones y discusiones protagonizadas por fogueados luchadores sociales, el registro de sus argumentos y de los nuevos conflictos que comenzaron a surgir a la hora de buscar desbordar y subvertir, en la Asamblea Constituyente y no únicamente en ella, la institucionalidad heredada –ahora parcialmente ocupada por cuadros del MAS- constituye una parte notable del esfuerzo de Salazar para contribuir a conservar vivo en el recuerdo y la memoria histórica -no sólo de bolivianos, sino de los luchadores sociales del mundo todo- aquello que colectivamente fue hilvanado como deseo común, como proyección de un presente deseable y un futuro posible en los tiempos finales del Pachakuti que remeció los Andes centrales a comienzos de siglo.

A partir de ahí y sin ningún afán de exagerar el significado del trabajo de Salazar, considero que éste se inscribe en una fértil tradición de estudiosos e historiadores de las revoluciones, cuyos trabajos han conservado, como brasas ardientes, conocimientos fértiles para el camino de la lucha y la auto-emancipación colectiva que, de otra forma, hubieran tenido el destino triste de las cenizas cuando la hoguera de las luchas parece extinguirse. Charles Bettelheim y su muy importante Historia de la lucha de clases en la URSS -obra hoy, lamentablemente, de muy poca circulación- o K.S. Karol y su extraordinario recuento analítico de La segunda revolución china –tan rico en experiencias de transformación social protagonizadas por hombres y mujeres durante el período de la Revolución cultural, actualmente todavía más negada y oculta- son, sin duda, antecesores en el tiempo del trabajo de Salazar y su registro exhaustivo de los caminos que configuraron no sólo el horizonte interior de los levantamientos sino, también, la posterior expropiación por unos cuantos del portentoso proceso de lucha protagonizado por muchos, por muchísimos hombres y mujeres que habitan en el país corazón de América del Sur.

Sin embargo, a diferencia de los historiadores mencionados, Huáscar Salazar encaró una tarea todavía más ardua, doblemente difícil. En contraste con aquellos otros que se propusieron registrar los anhelos de transformación anidados en las entrañas de las sociedades rusa y china, para volver inteligibles las dificultades que los luchadores fueron confrontando a lo largo de los años, cuando las reverberaciones de los momentos más audaces y más creativos de la revolución desplegada iban perdiéndose en el tiempo, sofocados, eso sí, por la estridencia de los discursos y argumentos de las estructuras estatales-nacionales reconstituidas para infundir nuevos bríos a la acumulación del capital; a diferencia de ellos, que contaban con un marco de intelección más o menos compartido de los sucesos sociales, que permitía organizar tanto la expresión de las ideas como la discusión de los conceptos, Salazar debe transitar un camino mucho más incierto. Documentando y escribiendo sobre sucesos de la historia boliviana reciente, al tiempo que avanza en el análisis riguroso de acontecimientos y debates, simultáneamente reflexiona sobre lo que tales acontecimientos alumbran en relación a las posibilidades mismas de pensar la revolución hoy, se empecina por desbloquear caminos posibles para la transformación cotidiana de las relaciones sociales capitalistas, cada vez más asfixiantes. Es, en tal sentido, un libro esperanzador pese a que describe un momento obscuro.

El camino andado en esta dirección es, también, fértil y sugerente. Partiendo de una relectura del siglo XX boliviano desde donde encuentra las claves de la lucha por tierra y autogobierno como ejes centrales de las históricas disputas protagonizadas por polifónicos y diversos entramados comunitarios de muy variado origen, enfrenta el análisis del período de gobierno del MAS con un ojo crítico a la vez sagaz e implacable. Esa es la densidad que se recoge, como cosecha, del estudio crítico y meticuloso de la historia. De ahí que sus posteriores análisis de las tensiones y antagonismos crecientes entre un profundo –aunque frágil y peligroso- horizonte comunitario-popular en construcción y la decisión explícita del gobierno de Morales de reconstruir una institucionalidad estatal ceñida al más conservador esfuerzo nacionalista disfrazado de “pluri-nacionalismo” medianamente populachero, no quede atrapado en el muy consabido género de la “denuncia”. Salazar va mucho más allá de ello, elaborando conceptualizaciones sobre sucesos que ve reiterarse en el transcurrir de la historia, dialogando y aportando a los argumentos de otros estudiosos de la historia boliviana reciente. Y contribuyendo, con ello, a refrescar la reflexión sobre los sentidos más íntimos que conjuga la lucha contemporánea.

“Se han adueñado del proceso de lucha”. Horizontes comunitarios-populares en tensión y la reconstitución de la dominación en la Bolivia del MAS, es un libro destinado, seguramente, a generar polémica y también, que es lo más importante, a abrir brecha para las nuevas luchas que reinaugurarán, más temprano que tarde, el camino del Pachakuti, hoy atrapado en la disputa palaciega por prebendas o en la obscura maniobra por influencia y dinero. Es para mi una alegría inmensa, que agradezco de corazón, acompañar con mis palabras en estas breves páginas, el destino de este esfuerzo que hoy ve la luz en la tierra para la cual fue escrito. Gracias Huáscar y estoy segura que comienzas a sembrar, otra vez, en buen momento.
Puebla, México, mayo de 2015

“La derechización está en curso por la propia dinámica del gobierno `progresista´” // Verónica Gago y Diego Sztulwark

Entrevista a Huáscar Salazar Lohman


Economista boliviano, activista ligado a organizaciones sociales y miembro de la Sociedad Comunitaria de Estudios Estratégicos, Huáscar (1983) publicó el año pasado el libro Se han adueñado del proceso de lucha. Horizontescomunitario-populares en tensión y la reconstitución de la dominación en laBolivia del MAS (2015) (SOCEE/Autodeterminación), con prólogo de Raquel Gutiérrez Aguilar, una investigación académica de largo aliento que trata de comprender lo ocurrido desde la llegada de Evo y del MAS al gobierno desde el punto de vista de las tramas comunitario-populares, que hasta entonces desarrollaron un enorme poder de veto contra las políticas modernizantes del estado neoliberal al punto de desestabilizar el conjunto de las categorías jurídicas, políticas y económicas de la dominación.

Luego de esa fecha, en cambio, y a contrapelo de la retórica oficial, esas mismas tramas retroceden ante la nueva síntesis estatal que no ha dejado de plantear intensos conflictos con sus iniciativas modernizantes de tipo neodesarrollista. Huáscar sostiene que no se entiende el proceso boliviano sin considerar que “la derechización ya está en curso por la propia dinámica” del gobierno “progresista”. Encontramos a Huáscar en octubre de 2015 en Puebla, en el Congreso de Comunalidad, y retomamos la conversación durante el verano para seguir de cerca el referéndum convocado por el gobierno boliviano en el que fracasó la iniciativa reeleccionista.
 
¿Qué es lo comunitario-popular en Bolivia y qué papel ha jugado en las luchas de los últimos años? ¿Qué valor tiene hoy día y qué horizonte abre?

Lo comunitario-popular es un horizonte que se establece a partir de una forma específica de producción de lo político, la cual parte de lo que Raquel Gutiérrez Aguilar –quien propone y desarrolla el término– denomina la reapropiación colectiva de la riqueza material disponible.[1]Un horizonte comunitario-popular es, entonces, la expresión política y de lucha de una serie de relaciones sociales que se tejen en torno a garantizar la reproducción de la vida, partiendo de formas autónomas, autorreguladas y siempre colectivas de ejercicio del poder y de la gestión de bienes comunes; contrapuestas siempre –aunque nunca en estado de pureza– a las que son impulsadas a partir del ordenamiento capitalista de la sociedad.

La defensa y el despliegue de esas relaciones, que básicamente implica resguardar y recuperar la capacidad colectiva de decidir sobre una base material que nos es común, es la lucha política empujada desde un horizonte comunitario-popular, el cual no parte del objetivo de la toma del poder estatal, sino que más bien tiende reapropiarse de prerrogativas sobre el ámbito material y simbólico expropiadas por la institucionalidad estatal y funcionalizadas al capital.

Si se revisa la larga historia de las luchas bolivianas, ese horizonte comunitario-popular ha sido un denominador común, el cual se ha expresado de diversas maneras en cada contexto particular, incluso en muchas ocasiones entremezclado con luchas centradas en la “toma del poder”. La Revolución Nacional del 52, por ejemplo, hubiera sido impensable sin los levantamientos indígenas y campesinos que la precedieron –muchos de ellos promovidos por el afán de recuperar sus tierras y sus propias formas de autogobierno– y que debilitaron las estructuras de dominación de ese entonces. No fue sólo una rebelión obrera, como se suele interpretar a este hecho histórico.

El ciclo rebelde de 2000-2005 fue una expresión profunda de ese horizonte, distintas fuerzas comunitarias, urbanas y rurales, lucharon sistemáticamente por la reapropiación colectiva del agua, los hidrocarburos, el territorio, además de poner en cuestión la forma de la política del Estado neoliberal. Era gente organizada a partir de asambleas, sindicatos agrarios, juntas vecinales, y otras formas organizativas centradas en la deliberación colectiva. En la mayoría de los casos no existían vanguardias iluminadas, sino que eran las formas cotidianas y autónomas de organización social las que se desplegaron en las calles. De ahí que se debe entender que si bien el Movimiento Al Socialismo emerge del movimiento cocalero en ese contexto de luchas, nunca fue la vanguardia de ellas y tampoco se debe pensar que esas luchas tenían como objetivo llevar a Morales al gobierno, ese fue un resultado más, que si bien fue importante, no expresaba el núcleo del horizonte que iba mucho más allá.

Lo comunitario-popular, entonces, se basa en la práctica colectiva de gestión de la vida social y la vigencia de este horizonte no depende de la presencia un discurso ideológico, sino más bien de la capacidad de la puesta en práctica de aquellos mecanismos que permiten recrear la relación social comunitaria. Estos, aunque no desplegados, siguen muy vigentes en la realidad boliviana, aunque eso sí, también están fuertemente golpeados por la dinámica estatal de la presente coyuntura.
¿Cómo caracterizas al gobierno del MAS? ¿Qué papel juega desde su asunción,  a partir de 2006? Tu modo de exponer el proceso boliviano, que no se hace expectativas con el papel del estado y que ve en el MAS una fuerza de normalización quita esperanza a mucha gente, no sólo de Bolivia. ¿Cómo asumís este choque con las ilusiones que aún despierta en muchos lugares la figura de Evo?

Ha habido una gran dificultad para caracterizar y nombrar al gobierno del MAS. En un primer momento, desde la llegada de Morales al gobierno hasta, yo diría, el cierre de la Asamblea Constituyente, en 2008, pudimos evidenciar una forma de ejercicio de la política estatal en la que los gobernantes se vieron obligados a responder a una serie de presiones permanentes que venían desde distintas organizaciones populares –aquellas que habían asumido las banderas de luchas entre 2000 y 2005–. La fuerza política de estas organizaciones era la base social del gobierno, que le daba legitimidad y capacidad para enfrentar a las fuerzas más conservadoras del país. En otras palabras, estas organizaciones empujaban al gobierno a cumplir una agenda popular, al mismo tiempo que le dotaban de la fuerza e impulso para lograrlo. Distintas leyes –como la de Reconducción de la Reforma Agraria– y la propia Asamblea Constituyente fueron resultados de esta dinámica, que finalmente fue impulsada desde los entramados comunitarios.

Sin embargo, aquella no era una situación cómoda para los gobernantes y menos para el ejercicio que realizaban del poder estatal. Si se revisa cuál fue la actitud del MAS en los primeros años de gobierno frente a ese empuje popular, lo que vamos a encontrar es una disputa en la que el gobierno buscaba limitar la capacidad de presión de las organizaciones sociales, expropiando prerrogativas de decisión política que éstas habían logrado a través de la lucha, y para lograr esto la estrategia fue la de establecer alianzas con las élites dominantes.

Es así que, por ejemplo, si bien en el gobierno del MAS se estableció la Asamblea Constituyente por la presión de las organizaciones, fue el propio gobierno quien produjo una serie de límites para contener las posibilidades más profundas de transformación social que aquellas organizaciones sociales intentaron plasmar en ese proceso constituyente. Tanto es así que la Constitución Política del Estado aprobada por la Asamblea Constituyente no es la que está vigente, sino que quedó una modificación de ella, la cual se realizó en una negociación a puerta cerrada entre gobierno y fuerzas conservadoras, sin organizaciones sociales. En esa negociación se modificaron más de cien artículos quitando la esencia de aquella agenda popular. La muestra más clara: tenemos una Constitución Política del Estado que constitucionaliza el latifundio, cosa que antes no había sucedido.

Lo que hizo el MAS, en tanto fuerza gobernante estatal, fue expropiar la capacidad de decisión política sobre distintas cuestiones públicas, la cual había sido reapropiada por las fuerzas populares en casi seis años de lucha previa. Para esto se vio en la necesidad de, primero, desarticular las fuerzas populares que pugnaban por dar forma a la política estatal e instrumentalizar al gobierno –en la medida de lo posible– según las heterogéneas agendas que tenían. Para lograr esto subordinó y disciplinó a las cúpulas de las principales organizaciones sociales, y a las que no logró alinear a la política gubernamental, las intervino y las reprimió.

En segundo lugar, el gobierno del MAS asumió como suyo el proyecto de los nuevos y viejos sectores dominantes, desde las transnacionales hidrocarburíferas hasta la oligarquía terrateniente, pasando por las cooperativas mineras, capital comercial, etc. Esta no es una aseveración menor, pero basta una revisión detallada de la política económica de este gobierno para evidenciar –más allá de una serie de políticas de bonos y subvenciones– que el MAS logró consolidar en Bolivia buena parte de la agenda que el neoliberalismo intentó imponer pero no pudo; sólo que lo hizo en un contexto económico internacional favorable que le permitió financiar el corporativismo que ha asumido la estructura estatal y también lo hizo a partir de formas distintas.

Entre esas formas está la retórica reproducida por el gobierno, la cual también puede considerarse como un despojo de los discursos que articularon las luchas populares previas al gobierno del MAS. Esa retórica se ha sostenido como contraparte de una política que en esencia no tiene absolutamente nada que ver con ella y su enunciación se vuelve cada vez más vacía en el imaginario popular boliviano, lo que, por supuesto, quita esperanza y produce mucha frustración, era un proceso que no necesariamente tenía que tender a esto. El MAS, como lo esperábamos muchas y muchos de nosotros, podía haber coadyuvado a profundizar las transformaciones sociopolíticas que habían impulsado las luchas populares desde las calles, abriendo un tiempo histórico fértil para pensar alternativas sociales, y no debía ser el agente que más bien se encargara de cerrar ese tiempo.

Quizá todo esto es menos evidente afuera del país, y más si tenemos en cuenta que el gobierno boliviano ha establecido, como política de legitimación internacional, la sistemática difusión de un discurso altamente seductor para una izquierda progresista latinoamericana, la cual, lastimosamente, no está haciendo el esfuerzo por ver más allá de lo que el gobierno boliviano quiere mostrar. Esas redes de apoyo internacional, que otrora eran profundamente útiles como cajas resonancia de las voces críticas existentes al interior del país, ahora están apagadas e, incluso, muchas de esas redes –las más institucionalizadas–, se han convertido en operadores intelectuales “iluministas” que se encargan de deslegitimar las voces críticas y las luchas populares que poco a poco emergen en la realidad boliviana.

Yo creo que la actual Bolivia estatal debe dejar de ser un referente de esperanza, porque es una esperanza vacía y esas esperanzas son estériles. Lo que puede convertirse en fuente de esperanza fértil –y que pasa acá y pasa en muchos lados– son las luchas populares que se empiezan a re-articular desde abajo.
¿Cómo evalúas la coyuntura de Bolivia a la luz de los cambios geopolíticos en Sudamérica?

Se habla del fin del ciclo “progresista” en América Latina, y si bien no me gusta mucho la idea de que veamos estos procesos como un “ciclos”, creo que la figura es útil para entender lo que se viene después de estos gobiernos que se autodenominaron como “progresistas”. Y sobre esto quiero puntualizar un aspecto: el horizonte que, desde la democracia formal, nos dejan este tipo de gobiernos es un horizonte de derecha. Me explico y lo ejemplifico en el caso de Bolivia –aunque por lo que conozco de otros países podría, guardando las diferencias, pensarse algo similar.

Por lo que expliqué anteriormente, más allá del discurso, el gobierno de Morales ha asumido como política de gobierno los intereses de lo que históricamente denominamos como derecha en Bolivia; es decir, esta aparente izquierda, desde una retórica popular, operativiza los intereses de la derecha, por lo que en este caso la derechización ya está en curso por la propia dinámica del gobierno “progresista”. Pero lo que también este gobierno hizo fue desarticular y aplastar los proyectos políticos críticos, aquellos que desde la heterogeneidad construían sus propias alternativas, incluso, muchas de ellas de corte electoral. El intento de monopolizar el ámbito de lo que entendemos por “izquierda”, llevó al MAS a aniquilar otros proyectos que emergieron desde abajo, un ejemplo fue el barrido y la destrucción del Poder Amazónico y Social (PASO), que era un esfuerzo de campesinos e indígenas del norte amazónico por estructurar su propio instrumento político electoral, como éste hay varios ejemplos más.

Hace unos días, un intelectual del gobierno expresaba “tenemos un solo proyecto y un solo líder”. La lamentable realidad de sus palabras nos muestra que, en la democracia formal boliviana, aparentemente nos quedan dos opciones: el MAS que se perfila para seguir gobernando como la nueva derecha, y la única alternativa pareciera ser la derecha de siempre, la tradicional. En otras palabras, el gobierno progresista pareciera que nos deja un horizonte de derecha como única opción.

Yo creo que esta dinámica de derechización de la región va a venir con fuerza, bajo distintas formas pero de manera sistemática. Sobre esto habrá que ver cuál es la capacidad de reorganización de fuerzas populares que, más allá de que participen o no en el escenario electoral, mantengan su centro de gravedad hacia abajo, ya que ese podría ser el contrapeso principal para limitar dicho proceso.
¿Qué tipo de síntesis social no-estatal imaginas como perspectiva posible?

Debo admitir que siempre me exasperan las vertientes epistemológicas que tienden a reducir la posibilidad de lo político al ámbito estatal, en primer lugar, porque se corresponden con la vocación totalizante del Estado; es decir, una epistemología de este tipo reconoce al Estado como ámbito único y privilegiado para la producción de la decisión sobre los asuntos públicos. En segundo lugar, porque son desconocidas como legítimas y válidas otras formas de producción de lo político. Lo político desde abajo, que se hace desde los “márgenes”, en palabras de Raúl Zibechi, o el “subsuelo político”, en palabras de Luis Tapia, queda simplemente invisibilizado.

En ese sentido, pensar en una síntesis social parcial no-estadocéntrica –que no necesariamente es no-estatal–, implica pensar una sociedad en el que el Estado no ejerce el monopolio de la decisión política, sino que también se despliegan una multiplicidad de formas sociopolíticas de gestión de la vida, las cuales, permanentemente –y recalco esto porque es un proceso siempre inacabado– destotalizan la vocación totalizante de la relación estatal, a partir de formas autónomas y colectivas de ejercicio del poder.

No concibo una síntesis parcial no-estadocéntrica como una imagen prefigurada, sino más bien como el despliegue de una práctica que se vivió en Bolivia desde el 2000 hasta el 2008. En todo ese periodo, las fuerzas populares bolivianas cercaron al Estado y establecieron una serie de límites a la política desde su institucionalidad. A medida que eso pasaba, los hombres y las mujeres que luchaban se fueron re-apropiando, desde su vida cotidiana, de una serie de capacidades de decisión sobre asuntos que les importaban. Incluso en los dos primeros años del gobierno de Morales, distintas fuerzas políticas no estatales se desplegaron e intentaron plasmar una Constitución Política del Estado en la cual, más que establecerse las bases de una nueva “nación”, se buscaba consolidar de manera sostenible en el tiempo una serie de límites al Estado desde su propia gramática. La idea de territorios indígenas autónomos, la participación de autoridades originarias de manera directa en la democracia formal o la propuesta de consolidar un “cuarto poder” por medio del cual las distintas organizaciones tuvieran capacidad de veto sobre todas las decisiones del legislativo y ejecutivo, entre otras propuestas más, fueron reivindicaciones que iban en ese sentido.

Entiendo, entonces, que esa fuerza desplegada desde distintos horizontes comunitario-populares, y que se posicionó en la realidad social boliviana de manera efectiva –no solamente prefigurada–, nos permitió experimentar sobre las posibilidades de producir una síntesis social parcial y no-estadocéntrica. Lo que también se aprendió de esa experiencia es que no basta producir una síntesis de ese tipo para luego transferir, por las buenas o las malas, las prerrogativas recuperadas a un gobierno que consideras “aliado”, ya que la dinámica estatal recompondrá las relaciones de poder a favor del Estado.
¿Qué repercusiones tendrá la reciente victoria del NO en el Referéndum para el proceso político boliviano?

La puesta en escena del referéndum de reforma constitucional para que Morales pueda ser re-elegido por tres periodos consecutivos marca claramente las prioridades que tiene esta administración: la consolidación de una estructura de poder dominante en torno a la figura de un caudillo. Era la primera reforma a la nueva Constitución Política del Estado y los temas más importantes, como el problema de la constitucionalización del latifundio u otros más, ni siquiera fueron pensados como una posibilidad de reforma desde este gobierno. Así pues, podríamos decir que el denominado “proceso de cambio” no sólo necesitaba habilitar a sus líderes como candidatos en 2019 para seguir existiendo, sino que, poco a poco, el “proceso de cambio” se ha convertido en eso.

La victoria del SÍ en el referéndum hubiera significado la consolidación del MAS como partido gobernante hegemónico, lo que, a su vez, se habría traducido en un clima aún más agresivo y de hostigamiento hacia cualquier intento producción de alternativas políticas populares. Y, por tanto, también hubiera significado el afianzamiento del proyecto de la nueva derecha que: reprime indígenas (masacre de Chaparina o la brutal represión de Takovo Mora); que permite el incremento de la producción cultivos transgénicos (la producción de la soya transgénica pasó del 20% al 99% en 10 años del MAS); que promueve la devastación de bosques (el perdonazo legislativo a los agroindustriales que desmontaron 5.5 millones de hectáreas); que promueve la construcción de carreteras para el gran capital pasando por territorios autónomos de indígenas sin consultar (el caso del TIPNIS y la represión a los indígenas); que ha generado una estructura prebendal nunca antes vista a todos los niveles de gobierno (empezando con el reciente caso de corrupción multimillonaria relacionada a la empresa china CAMC); que nacionaliza los hidrocarburos para pagar subvenciones a las petroleras (incentivos que llegan a otorgar el 74.5% del valor de la venta de los hidrocarburos a las transnacionales); que más allá del discurso es colonial en esencia (un vicepresidente que por fuera del país habla de pomposos conceptos y teorías, pero cuando le habla a la gente sencilla de su país, desde el paternalismo y soberbia que lo caracterizan, les dice que “Evo es como cristo resucitado”[2]); que utiliza el miedo como mecanismo de propaganda política (amenazas para quitar el apoyo a quienes no voten por el MAS[3])….En fin, la nueva derecha, esa nueva dirigencia política de las clases dominantes se habría visto fortalecida.

La victoria del NO, en cambio, ha significado la apertura de un espectro de posibilidades políticas. Por supuesto que entre esas está la derecha tradicional de este país, que es la que ahora trata de capitalizar el momento político, aunque sin mucho éxito. Esta vieja derecha le disputa el poder al MAS en el plano de la dirigencia, pero no en el plano del proyecto político; por lo que una discusión sobre cuál es menos malo es bastante estéril. Lo importante es el respiro que, esta pérdida de legitimidad y resquebrajamiento de hegemonía que ha sufrido el MAS, le da a distintas fuerzas políticas que posiblemente veremos emerger nuevamente en los próximos años. Que después algunas de estas alternativas se fortalezcan desde abajo y otras pasen a la democracia formal, será otro tema y habrá que ver de qué manera lo hacen. Pero en este momento lo que tenemos son cuatro años hacia adelante en el que continúa un gobierno de derecha pero debilitado y enfrentado con una derecha tradicional; y, en paralelo, tenemos una serie de fuerzas populares diversas y polifónicas que poco a poco encuentran cauces para su accionar político emancipador; estos son procesos que llevarán su tiempo pero que ahora la tienen un poco más fácil.

Siento que en Bolivia hemos pasado por distintas etapas frente al proceso del MAS, quizá la primera fue la de intentar  “reconducir” el “proceso de cambio” a la cabeza del actual gobierno, para pasar a un momento de  gran frustración e impotencia, que dejaron inmovilizados a las fuerzas populares, sin embargo, esta última etapa que estamos viviendo puede ser leída como un momento en que esas fuerzas empiezan a re-encontrarse y re-encausar sus esfuerzos, y lo hacen ya no interpelando al gobierno como un aliado, sino más bien como un contendiente político representante del nuevo orden dominante.


[1] Al respecto ver: Horizonte comunitario-popular. Antagonismo y producción de lo común en América Latina, 2015, SOCEE/Autodeterminación, Cochabamba.
[2] http://eju.tv/2013/12/vicepresidente-compara-a-evo-morales-con-jesucristo/
[3] https://video-frt3-1.xx.fbcdn.net/hvideo-xat1/v/t42.1790-2/10983953_455388304614160_1749238546_n.mp4?efg=eyJybHIiOjMwMCwicmxhIjo1MTIsInZlbmNvZGVfdGFnIjoicmVzXzQyNl9jcmZfMjNfbWFpbl8zLjBfc2QifQ%3D%3D&rl=300&vabr=146&oh=c1d69cffc0d38d41129c5e0e51e59c2d&oe=56D0FE48

La plaza vacía y victoriosa.// Diego Valeriano

La foto mostraría una derrota política en los términos de José Pablo Feimann, pero tal vez ese el primer error. La foto tal vez hable de una victoria de algún tipo en términos de Alejandro Rozitchner, siempre optimista, siempre entusiasta.
La verdad es que Sabatella y Cerutti meten más gente en una plaza que Macri. Y hay que verlos a ellos exultantes, felices, importantes, codeándose con los artistas repletos de alegría militante. Macri es presidente y Sabatella ex director del AFSCA.
Tal vez la foto muestre la inutilidad de la movilización popular, siempre tan sobrestimada. Y en ese mostrar, también nos muestre la poca relevancia de los imprescindibles: artistas, militantes, empoderados.
La militancia es bovarista, tiene el poder para concebirse otro del que es y, por consiguiente, de crearse una temperamento ficticio, de desempeñar un papel al que se atiene a pesar de su verdadera naturaleza y de los hechos. El militante bovarista tiene la actitud del individuo que por falta de autocrítica se imagina superior a sus parientes, amigas y compañeros de trabajo; solo ellos no se dejan captar por los medios y reclaman consideración a la personalidad idealizada que ellos mismos se han forjado.
La militancia es un trabajo más, casi como cualquier otro, hipervalorizado por quien lo ejerce, demasiado denostado por el resto.
Sabemos que la víctima es la única que hace política. Si no hay víctima no hay política. También sabemos que no es fácil ser víctima: es una compleja construcción de valores, una disputa del sentido común, alianzas, coyunturas y legitimaciones. Ninguna víctima nace víctima. (Madres, Once, Blumberg, mujeres)
Estos meses de la restauración careta mostraron que la militancia no hace política, ni transforma absolutamente nada, es más bien algo para sentirse pleno uno mismo. Nadie terciariza sus dolores, ni la sed de venganza. Los militantes no saben estar al acecho, están demasiados ensimismados en la propia como para estarlo. Y sabemos que quien no está al acecho, no está haciendo ninguna.

Mujeres huecas // Natalia Caprini

Toro posa su mano pesada, dulce y un poco bestial. Abarca el coxis, el culo todo y, con los últimos filetes de lo dedos, la concha y el clítoris. Afortunadamente se abstiene de querer dar vueltas a buenas y primeras con mi clítoris, como si fuese la manivela de uno de esos fonógrafos viejos, como el que usaba mi abuela para escuchar el tropicana -¿qué soñaría mi abuela cuando bailaba con sus pasitos cortos, mirando al cielo y escuchando el tropicana?¿recrearía con imágenes viejas, las calles de piedra de su pueblo en Calabria, la iglesia, la fiesta en la calle?¿O se creería en una película tipo Carmen Miranda, o Rita Haywort, con un galán de traje claro de lino, y bigotito finito?-. Toro espera, la mano pesada y como dormida empieza lentamente a presionar parejo, al mismo tiempo el coxis, el culo, la concha y el clítoris, despacio (parece que hoy se le desconectó ese cable de 220 que siempre tiene enchufado en el orto) y cuando empiezan a ablandarse mis carnes y a hincharse como si fueran una esponja, descubro lo dura que estaba, lo duro que aún sigue estando todo el resto del cuerpo: los músculos que están a cada lado de la columna -esos que son como dos lomitos- las axilas , la lengua, todo duro, como de piedra. Todo eso pienso en un flash, un pantallazo de imágenes que parecen durar mucho pero que seguramente no duran casi nada; y pegado a eso me aparecen imágenes de la cuadra donde vivía con mis viejos cuando era chica, en la calle Aráoz, pero la Aráoz de antes, con calles de empedrado y colores sepia; y aún más, tengo tiempo de pensar que siempre cuando empiezo a calentarme, cuando comienza a ponerse en marcha esa increíble maquinaria de la calentura (como si se encendiesen las calderas de esos barcos que andaban a carbón, con tipos oscuros y musculosos, y autómatas y subterráneos, con los cuerpos naranjas del fuego, echándole leña a la cosa), siempre me viene esa misma imagen de la calle Araoz, siempre del mismo sepia, y siempre sin porqué. Y las imágenes se esfuman porque mi atención es atraída por mi cadera, que en algún momento empezó a moverse, y algo en mí se alegra de que mi cadera se haya librado de la piedra y haya empezado su baile loco. En una inhalación me empujo con las manos y todo mi cuerpo avanza hacia atrás, como si mi culo fuese la proa de un barco que presiona la mano de Toro, que está a punto de excitarse como un loco y apresurar así el estofado, pero logra rescatarse a fuerza de una voluntad de monje de  clausura. Sigue presionando y despresionando haciendo un movimiento como de vivorita que aplasta con el talón de la palma el coxis, con la palma el culo, con los dedos los labios y con las puntas de los dedos el clítoris. Advierto que ese bailecito magistral ocurre al son de una música, la música exacta, como si el movimiento de la cadera y la mano fuesen la partitura que la orquesta va siguiendo e interpretando. Descubro después de un rato bastante eterno que esa música es mi respiración y la de Toro, que se acerca con su boca y con sus dientes y me muerde la nuca, hijo de puta, siento con el hueso del cráneo el filo de sus dientes y todo lo que venía siendo un ensueño de color naranja y un poco color caramelo y que tenía algo de cueva y de fuego y de pintura rupestre estalla por el aire, como si hubiesen puesto una bomba en la cueva y el techo y la montaña hubieran salido volando y Toro y yo también, y la luz del sol, por el contraste, nos hubiera enceguecido en ese vuelo que tiene algo de caída, o de promesa de caída. Luz, viento y movimiento acaparan mi atención, como si fuéramos a toda velocidad en el techo de un tren que va por la pampa, o por un desierto, o una estepa. Y la mordida me sacude como un rayo que me recorre desde el centro de la vulva,  subiendo  por la médula espinal, por adentro de la columna, en una onda, una ola que me estremece como a un gato. Y hay algo de cortocircuito, de saturación, de convulsión; ese pulso que me hinchaba la concha, ese bailecito autómata y redondo se extiende hacia arriba y me toma el cuello y los hombros, me afloja la mandíbula, me hincha un poco el labio inferior, me hace caer un poco de agua desde la boca y pienso por un instante en el cosito ese para morder durante la noche, el mordillo infame del bruxismo, símbolo inequívoco de la claudicación, de la aceptación de que la vida es una locura y de que dormir con las muelas apretadas es la respuesta más lógica y más ecológica a esa locura. Pienso eso, o una forma protoprimaria de eso; siento que se me afloja la mandíbula y que ese gesto, esa distensión, la boca que se abre, la lengua que se pone más gorda dentro de la boca sucede al mismo tiempo que una contracción en la concha, pero en la concha profunda: es el útero el que comienza esa contracción que llega hasta la concha, desde adentro.
Y  descubro que otra vez estoy adentro, en la cueva, con la luz del fuego, cambiante y llena de oscuros. La cueva y las sombras se mueven al compás de la respiración, pero la cueva es más grande que antes y tiene en las paredes el dibujo de las manos, como en las grutas del sur, y es al mismo tiempo el interior de un perro, no sé como, pero estamos adentro de un perro que respira como sibilando y que talvez está corriendo jadeante por una selva.
Y cuando todas esas imágenes llegan a un punto de saturación que las hace empezar a vibrar, el hijo de puta de Toro me empieza a chupar la concha: estoy en cuatro patas, o algo parecido y el loco se manda por abajo de mí como si fuera un mecánico que va a revisar el cárter del auto,  el cigüeñal, o como quiera que se llame y saca la lengua y la deja quietita, nada de nada, y mi clítoris que sube y baja empieza a crecer como las gotas de lluvia en el vidrio del baño cuando llueve desde la avenida…
La excitación aumenta y me da por decir palabras soeces. Empiezo bien bajito a decir “pija”, “pija”, deteniéndome en cada consonante, en la “p”, en la “j”, y cada letra desencadena una pequeña serie de explosiones en mi concha, y la onda expansiva me recorre, y todas las durezas de mi cuerpo van cediendo y sumándose al bailecito loco. Y como si estuviéramos dentro de una coreografía, sin decirnos nada, desarmamos la extraña figura que terminamos formando y me acuesto boca arriba, tiro la cabeza hacia atrás, abro las piernas y le ofrezco a Toro mi concha refulgente. Estoy lista. Todo mi cuerpo es un pulso que espera, con todas las membranas hinchadas: la concha, el culo, las tetas, la lengua, todo hinchado y pulsante.
Toro me mete la pija; todo este jueguito previo lo dejo en el borde de lo humano y si alguien le hubiera preguntado en ese momento cualquier cosa, seguramente habría mirado al infinito, como un mono perdido, y no habría podido responder. Está re-caliente y tiene la pija dura, muy dura y muy hinchada. Entra en mi concha y tengo la imagen de un cuchillo al rojo vivo que  atraviesa lentamente un enorme pan de manteca que se derrite y se pierde en la nada. Nos trenzamos en una danza frenética, en un galope alocado donde ya no hay imágenes, y no hay palabras, hay solamente un pulso que va tomando nuestros pensamientos y nuestros limites y nuestros nombres y los transforma en calor y en vacío. Soy un pulso, soy solamente pulso.
Acabamos como panteras en medio de gritos que no parecen de placer, sino de desesperación, de perpleja desesperación.
Vibro por todas partes.
Soy hueca.
Soy un hueco que pulsa.
Y aunque sé que esa es mi sensación, producto del garche espectacular que acabo de tener, se me aparece como universal, como si el cosmos todo fuese un hueco que pulsa. Y aún dentro de ese pulso existe, persiste un filo de mi conciencia, que siente que en ese estado estoy cerca de la verdad, de la gran verdad, y sabe también que ese estado es efímero, una nada que ya se esta desvaneciendo, y esa parte mía se aferra, lucha, no quiere salir de allí, del pulso universal, la verdad de las verdades, pero sabe, porque ya lo está sintiendo, que el estado empieza lentamente a evaporarse como la niebla matinal cuando sale el sol, y sé -me da una bronca inconmensurable pero sé- que en un rato me va a tomar la pelotudez, y que voy a ver por la tele el gran escándalo de lady Gaga, que mostró, oh horror, una teta en la entrega de los grammy, y seguro que después, caminando por la calle, me miro en el reflejo de una vidriera y pienso “estoy re gorda” y allí la pelotudez, irrevocable, hará presa de mi, y me llevará, pelotuda de pelotudas, a rodar por el mundo.

Repatriación de los cuerpos // Lucas Paulinovich

entre las mesas del bar
asomaba una cabeza de espantajos
en el humo espeso y duro
                   y hablaba
                   y exponía
                   y soltaba etílicas sus frases
esa cabeza arrapada decía:
                  “somos por experiencia de vida”
                  “tuvimos idea de la idea por necesidad”
nos encontramos en un cuerpo, nos descubrimos preguntando
qué hacer con él
qué tomar qué meternos o sacarnos o ponernos
                   qué inventamos con nuestro cuerpo, ¿cómo inventarlo?
de qué manera excitarlo, nos preguntamos
                                           dejarlo demandante, activo, absorbente
¿no nos absorbemos, en todo caso, en los cuerpos?
¿qué puede, en efecto? ¿puede reír, robar, mentir, blasmefar?
                                           ¿todo eso, un cuerpo? ¿el nuestro?
inmediatamente antes lo hicieron temblar
transpiraron las manos, cayeron gotas verdes de los ojos
ulceras en la piel
alucinaron o vieron más de lo que hubo y debían mirar
¿qué ve un cuerpo?
                    ¿cómo y cuándo mira? ¿muestra su abismo o crea un devenir?
¿es producto, un cuerpo, o es materia prima?
                   ¿mirando es posible hacer un cuerpo? ¿se lo trabaja?
¿es, también, un acorralamiento?
siempre lo hicieron, ¿acaso no dijeron que somos spinozianos?
                   ¿acaso no es ese nuestro compromiso o nuestra oportunidad?
algo semejante a una liberación
eso supone nuestro destino, así como la fatalidad
                   pero recién ahora lo asume como durable, quizás
como una galería abierta/repleta/a la eternidad, ¿lo eterno?
                                   ¿tiene que importarnos a nosotros, que tenemos cuerpo?
                   ¿tenemos que buscarla por afuera?
somos spinozianos, en fin, por la irritación y las erecciones
                                   por el agua agridulce de las llegadas, también
                                   por la verga y el pezón, las lenguas, el polvo enamorado
                                   por la saliva ácida resbalando el paladar
                                   el fondo de la garganta benéfico por el óxido
por nuestra fe, tal vez, en algo que no creemos
                   ¿qué necesidad, con estos cuerpos?
si todo lo que el sol quema y la lluvia moja y el tacto eriza
si todo somos en el cuerpo, ¿y esas imágenes?
¿esas figuraciones revoltosas que van y vienen
                   desequilibran los parantes de todo lo percibido?
¿qué son esas luces que un cuerpo despide?
¿o despliega y después las enrolla, otra vez, a su propio centro?
                   ¿a esa glándula donde la ubicaron?
¿no son contingentes esos bordes y esas geometrías, nuestro cuerpo?
                   ¿o ese instante desordenado?
¿tiene la fuerza de los lanceros que sueña, de esos arcos y esas flechas?
                   ¿o, mejor, las lanzas, los arcos y las flechas
son los que en verdad están soñando?
¿y nuestro cuerpo, que se pliega, repliega y se extiende?
                   ¿es todo sueño?
¿en el sueño se hace nuestro cuerpo?
                   ¿qué materia lo forma para ser concreto y abstracción
para que lo dividan en partes
                   para que caigan las guillotinas?
¿es sangre lo que cae de los cuerpos, o son también sus imaginerías?
                   ¿perece el cuerpo en su entierro o su abandono?
no hay exilio posible, ¿es cierto?, ninguna ausencia
                   ¿para qué llorar, entonces? ¿por qué lloran todos esos?
                   ¿qué más del cuerpo tienen las armas, los ejércitos
y las otras tropas gobernadas, todos? ¿les queda un cuerpo?
                   ¿lo usan como a un traje?
¿se le resta vida a una carne hecha alimento?
                   ¿hay podredumbre o son cuerpos que se rescatan?
¿mueren, se desintegran los cuerpos?
¿o son, además, la muerte, su primer momento?
para qué íbamos a interrogarnos, a fin de cuentas
                       si toda la duda las gozamos en el cuerpo.

Reencarnaciones en Plaza Miserere // Diego Valeriano.

Un viejo de mil años intenta convencer a una trava de algo, insiste, está manija, imagino que no tiene plata y pretende igual algo de cariño; pero solo imagino eso de careta y solitario que soy. El baile de los evangelistas se vuelve frenético, pagano, solitario. Rodeo el monumento y me encuentro con dos viejas besándose; ni erotismo, ni amor, tal vez un poco de belleza por el reflejo del sol. Un chabón  a los gritos me explica que es la reencarnación de Perón, intento no prestarle atención, pero esgrime un dato certero que hace que me detenga: Perón es la reencarnación de uno de los tres Reyes Magos.
Chorras, transas, cocineros, turros, desquiciados, una pintada que nos anuncia que CFK  vuelve, una pareja muy joven con su bebe que lo crían a fuerza de viajes, fiesta, amor y consumo. Dos chicas comparten una tortilla y un cafecito antes de encarar para Merlo. Es sábado, casi las cuatro de la tarde y al pisar plaza Miserere se teme la vitalidad de otras vidas, de otros mundos.
Diego Sztulwark en una de sus excelentes notas, nos habla de los precursores (Nietzsche) y que estos avanzan en la pura opacidad, donde aún no hay senderos delimitados. Son oscuros aún si anticipan una nueva luz, sin la cual no llegaríamos nunca a visibilizar la materia de los posibles que en ella convergen. Anuncian una luz que aún no les es propia. Intuyo que Plaza Miserere, Flores, toda la Pueyrredon de Rivadavia a Corrientes, la Peatonal de José C paz, la calle José León Suarez o cualquier feria prepotente del conurbano ya no anuncian esa luz, más bien la irradian.Habla de los precursores insurrectos que a lo largo de las últimas décadas han creado vasos comunicantes entre las subjetividades de la crisis. ¿O no hay un clinamen inesperado en el momento en que aquellxs de los que se espera que actúen como víctimas reclamando derechos (familiares de desaparecidos; los “sin” trabajo o “sin” techo, los “sin” patrón)
Nadie habla de las vidas runflas y tal vez no lo hagan por la inmoralidad y promiscuidad política que los sustenta. Inmoralidad que impide clasificaciones e incómoda análisis. Seguramente  ni se debería  hablar de política. Las vidas runflas son el otro incomprensible e inabarcable. Los militantes  y gestores solo los ven como víctimas o victimarios. Jamás como precursores insurrectos imbuidos de una potencia de transmutación, insurrección y destrucción de normalidades, restauraciones y cultura dominante.
Dos chicas cruzan la plaza de la mano, las dos con el mismo peinado y un piercing un poquito arriba del labio, sin duda son un homenaje a Amy Winehouse, o su reencarnación, la carga política viene por detrás.  Sin saberlo tejen una telaraña en su andar. O mucho más runfla, se agarrapatan, “se agarran”, “se prenden”, con mucha prepotencia, al mundo. En ellas y en todos los demás que componen esta plaza la resistencia no es una mera táctica “con aguante” que “vamos a volver”, sino que se parece más a una creación. Me detengo a mirarlas, ellas también se fijan en mí, bajo la vista. Ellas siguen ahí, en lo importante, en la creación de otros mundos.

Treinta años de espera, dos siglos de condena // Verónica Gago

Entrevista a Rita Segato


La antropóloga Rita Segato fue una pieza clave en el histórico juicio que, en Guatemala, por primera vez expuso un crimen de género como un crimen de Estado. Las quince mujeres mayas festejaron las condenas a 240 y 120 años de prisión para quienes las sometieron a esclavitud sexual y doméstica en un cuartel de descanso del ejército cuando ya empezaba el proceso de paz. Segato, responsable del peritaje que desnudó la maquinaria de sometimiento como rutina militar en la guerra represiva, explica cómo se aplicó aquí su concepto de “pedagogía de la crueldad” y por qué esta sentencia y sus fundamentos sientan un precedente en todo el continente y aportan también para pensar los femicidios y el cuerpo de las mujeres como campo de batalla.
Por primera vez, una nación juzga un crimen de género como crimen de Estado cometido durante el período de la guerra represiva en Guatemala. Las protagonistas de esta victoria histórica fueron quince mujeres mayas q’eqchi’es que desde hace tres décadas piden justicia por lo que sucedió en el período autoritario, durante los años 80. El tribunal acaba de concluir sus trabajos, que se desarrollaron durante todo el mes de febrero, y terminó por condenar a 240 y 120 años de cárcel, respectivamente, a los dos militares responsables: el coronel Esteelmer Reyes Girón y el ex comisionado militar, Heriberto Valdez Asig. Pero su eficacia legal y simbólica los sobrepasa ampliamente ya que este caso –conocido como Sepur Zarco, el nombre de la aldea q’eqchi’ donde se ubicó el “Cuartel de descanso” militar– es, sin lugar a dudas, un hito ejemplar tanto por la condena como por los argumentos que le dieron cuerpo. Y, sobre todo, porque provee un vocabulario, una voz querellante y un precedente jurídico sin igual para la elaboración conceptual, política y de teoría de género para las múltiples formas de guerra que hoy se despliegan contra las mujeres, haciendo de su cuerpo el principal territorio de la contienda.
Para prepararnos para el 8 de marzo conversamos, una vez más, con quien fue otra de las mujeres clave para esta victoria: la antropóloga argentina Rita Segato, a cargo del peritaje antropológico de género, cuyo objetivo fue desentrañar la maquinaria de “la esclavitud sexual y el servicio doméstico forzados como rutina militar en la guerra represiva”. Segato leyó su informe ante el tribunal por más de dos horas y media; luego fue interrogada por la fiscalía y por la defensa. Al leer su trabajo de más de cien páginas, además de su rigor y compromiso, no deja de sentirse ahí la fuerza de un pensamiento que deviene herramienta práctica de combate. Por las fotos que circulan, puede revivirse el estremecimiento jubiloso de las mujeres querellantes al escuchar la sentencia. Esa fuerza ya es de todas.
¿Cómo fue el encuadre del caso?
Agentes de un Estado sometieron a un grupo de mujeres indígenas a esclavitud sexual y doméstica –esta última sentida con tanto dolor como la primera por las querellantes-, durante seis años, de forma rutinaria y “coreografiada”, como dije en el juicio, en un cuartel militar “de descanso”, después de desaparecerles a sus maridos porque aspiraban a los títulos de su tierra ancestral. Decimos que se trata de un crimen de género de lesa-humanidad porque agentes estatales son acusados de trato inhumano, cruel y degradante mediante rutinas de acceso sexual forzado como forma sistemática de ejecutarlo, así también como otras formas igualmente importantes de sometimiento compulsorio como la entrega forzada de servicios domésticos y la obligatoriedad de presencia en “turnos” en el espacio del cuartel militar o, como única alternativa, la condena a muerte de sus hijos en el destierro a la montaña. Mi argumento central, que conseguí probar, es que no se trató de un proceder espontáneo y de causa libidinal, resultante de la testosterona de la soldadesca, sino de una estrategia de guerra. Una estrategia diseñada quirúrgicamente, resultante ciertamente de una asesoría de expertos, llevada a efecto mediante una programación que llamé “neurobélica” de los soldados que luego, cuando se decide que la guerra terminó, es suspendida por la misma secuencia de mandos que la había instalado.
¿Cómo usas la palabra esclavitud para la cuestión sexual y doméstica específicamente en tu peritaje?
Ese es el tenor de la denuncia elevada a la Corte por Mujeres Transformando el mundo, organización que, presidida por la abogada Paula Barrios, condujo de forma magistral, francamente deslumbrante y efectiva, este proceso que hizo llegar, después de recorrer un camino azaroso y lleno de obstáculos, la voz de las mujeres hasta la tarima de los jueces. La “obligatoriedad de disponibilidad sexual y doméstica” es lo que se entiende por “esclavitud sexual y doméstica”. Argumenté que allí se dio una rutina de sometimiento e intervención expropiadora en el territorio-cuerpo de las querellantes. El término “esclavitud doméstica” la diferencia del servicio doméstico contratado y, en mayor o menor medida, remunerado y libre. Mediante el uso del término “esclavitud” se indica su extracción por coerción, la ausencia de remuneración y, en este caso, además, se suma el onus –carga– de la obligación de aportar los insumos por parte de las víctimas, retirándolos de sus propias familias para entregarlos a una tropa de ocupación que eliminó a sus cónyugues desaparecidos, torturados, y localizados en una fosa común. (N.de E.: Como surge del testimonio de las querellantes, ellas debían aportar la harina para las tortillas que debían cocinar a los militares y también el jabón para lavar sus uniformes, todo bajo amenaza de muerte).
Una vez más, ¿por qué el cuerpo de las mujeres? ¿Qué se juega ahí?
Se trata de una estrategia de las guerras difusas contemporáneas que entiende que en la agresión por medios sexuales al cuerpo de las mujeres se alcanza el centro de gravedad que mantiene en pie el edificio de la comunidad. Por eso digo que es una guerra entre hombres que se hace en el cuerpo de las mujeres. Así se rasga el tejido social comunitario, se instala el autodesprecio, el endo-racismo y el racismo intrapsíquico, pues el método es la profanación. El cuerpo de la mujer alegoriza el cuerpo social, y la dominación sobre el mismo simboliza el poder jurisdiccional sobre un territorio. Las mujeres y sus crías, además de ser seres humanos que sufren en su cuerpo y en su espíritu la saña de los verdugos, son además figuras de intenso poder enunciativo y símbolos de futuro de sus comunidades y pueblos, y la pieza intermediaria, la interpuesta persona a través de la cual se atraviesa el daño a la colectividad en su conjunto. En el daño a sus mujeres y sus crías, también, se revela la impotencia de un colectivo que debería ser capaz de mantenerlas bajo su protección y custodia: éste es un esquema arcaico, ancestral, que permanece intacto en el imaginario colectivo.
¿Podrías explicar un poco más estos conceptos de racismo?
El endo-racismo se genera mediante el reclutamiento forzado de hombres indígenas de las aldeas ocupadas para actuar como Comisionados y Patrulleros a cargo de tareas compulsorias de delación, represión y masacre, y de participar en la apropiación del cuerpo y servicios domésticos forzados de mujeres de su mismo pueblo. Podríamos llamarle de acriollamiento forzado, es decir, la captura del hombre indígena y mestizo a la función de apropiador, lo que requiere que pase a despreciarse a sí mismo y depende de que sea dócil a la pedagogía racista que le impone despreciar su raza en sí mismo y en aquellos que vienen de una historia común consigo.
¿Cómo sería el vínculo que marcas entre racismo y guerra entonces?
Es evidente que la violencia no pasa de los hogares campesino-indígenas a la guerra, como ha sido, en general, la lectura eurocéntrica y en especial de la cooperación española. Y sí, en cambio, de la guerra a los hogares. Al punto que no existe en lengua maya queqchi, y en general en las lenguas mayas, ninguna palabra para “violación”. Por eso quedé perpleja cuando mi tesis fue respaldada por el peritaje lingüístico. Cuando las mujeres empezaron a contar lo que les había sucedido no tenían léxico, no tenían en su lengua ningún término para el acto de violación, y la palabra que usaron, lo más próximo que encontraron es la palabra maya para “profanación”. (Rita se refiere a la palabra “muxuk”, reproducida en varios medios locales, junto a otra frase de las querellantes: “Maak’al chik inloq’a”, que se traduce como “me quedé sin respeto/sin dignidad”). Es esencial alejar la comprensión de estos hechos tanto del mundo de la intimidad, como de la violencia de género de orden doméstico y también de una espontaneidad fruto del caos y del descontrol propios de la guerra. Y sobre todo es necesario dejar de atribuir al orden de género de los hogares campesino-indígenas las causas del mal que les sobrevino a partir de la guerra y como consecuencia de la guerra. Las violencias sexuales que se ejecutaron en la guerra, tanto las violaciones como la rutina de esclavitud sexual y doméstica a que fueron reducidas las mujeres son de manual, fueron pautadas y practicadas por los soldados a partir de lo que se podría llamar “programación neurobélica” y obedecieron a una secuencia de mandos. Nada tuvieron de espontáneas o de resultantes de una “cultura machista”. Así lo revelaron los soldados a las mujeres en algunas ocasiones y, sobre todo, se comprueba con la suspensión de esa práctica cuando las mujeres fueron recogidas en cuarteles de cuidado y rehabilitación al iniciarse el proceso de paz.
¿Se trataría más bien de lo que venís llamando “pedagogía de la crueldad”?
Por un lado, la truculencia es la única garantía del control sobre territorios y cuerpos, y de cuerpos como territorios, y, por el otro, la pedagogía de la crueldad es la estrategia de reproducción del sistema. Con la crueldad aplicada a cuerpos no guerreros, sobre todo, se aísla y potencia la función propiamente expresiva de estos crímenes, función que, como he destacado en todos mis análisis anteriores, es inherente e indisociable en todos los tipos de violencia de género. Es necesario recordar y reafirmar que éstos no son crímenes de motivación sexual, como los medios y las autoridades siempre insisten en decir para privatizar y, de esa forma, banalizar este tipo de violencia ante el sentido común de la opinión pública, sino crímenes de guerra, de una guerra que debe ser urgentemente redefinida a la luz de una expansión constante de una esfera para-estatal en nuestro continente. Ese proceso continúa. Las guerras represivas se transformaron en guerras de corporaciones armadas de tipo mafioso, escena en franco proceso de expansión en nuestro espacio continental.
¿Esta guerra tiene a la desposesión de bienes comunes, en particular la tierra, como uno de sus objetivos estratégicos? Hablaste también de una población no completamente conquistada, ¿en qué sentido?
La elección de las víctimas, todas ellas esposas de hombres que, en los Comités de Tierras, intentaban informarse sobre la situación de títulos de las tierras que ancestralmente ocupaban, compitiendo de esta forma con los intereses de los finqueros de la región delata una definida selectividad. El interés de los finqueros era seguir explotando la tierra sin otorgar derechos a sus ocupantes ancestrales y contar con la mano de obra indígena fragilizada, que perpetuaba el régimen servil colonial semi-esclava o servil de los habitantes de las aldeas que, como Sepur Zarco, se encontraban dentro o en el borde de sus fincas, en una situación de títulos de propiedad inciertos. Y sí, considero Guatemala un país donde la conquista no logró concluirse, un país todavía victorioso frente al dominio conquistador. No podría de otra forma ser país de una mayoría maya tan vital y deslumbrante. De ahí el manifiesto odio y tenebroso racismo de las elites blanqueadas, que pierden control por ese hecho y que, también, son presas de la furia al ver en el espejo su propia imagen como habitantes de un país no-blanco, un país vencedor frente a la blancura, un país que, en su gran mayoría, no desertó de su mayanidad.
Esta “crueldad expresiva”, como vos también la nombrás, sin embargo excede a contextos y paisajes comunitarios, ¿verdad?
La crueldad expresiva denota la existencia de una soberanía para-estatal que controla vidas y negocios en un determinado territorio y es particularmente eficaz cuando se aplica al cuerpo de las mujeres. Este “método” es característico de las nuevas formas de la guerra no convencionales, inauguradas en nuestras dictaduras militares y guerras sucias contra la gente, en las guerras internas, en las guerras llamadas “étnicas”, en la soldadesca asalariada de las empresas militares privadas, en el universo de los sicariatos que trabajan para las mafias, y en el accionar para-estatal de las fuerzas estatales de seguridad en tiempos de “democracia real”. Por eso hablo de una nueva conflictividad informal y de guerras no-convencionales que configuran una escena que se expande en el mundo y, en especial, en América Latina, con muchas fases. Allí, la crueldad expresiva es la estrategia, y el cuerpo de mujeres y niños es el objetivo táctico, para alcanzar, por la ejemplaridad y truculencia, el tejido social en su centro de gravedad.
¿Cuál es la singularidad y la importancia de este juicio?
El Estado guatemalteco constituyó un tribunal para juzgar exclusivamente y como tema central del juicio un crimen de género, perpetrado por medios sexuales, como crimen de guerra -en este caso de guerra interna, represiva. Esto nunca había sucedido anteriormente, pues siempre estos crímenes fueron mencionados y considerados como agregados a los crímenes de guerra de interés general y significación universal: aquéllos contra los hombres y contra poblaciones en su conjunto, y en los casos en que se juzgó por esclavitud sexual como crimen de guerra separadamente siempre fue en tribunales de conciencia o simbólicos, como en el clásico caso de las mujeres coreanas por los japoneses. La importancia fue enfatizar la forma quirúrgica en que, a través de la mujer, se agredió la comunidad y los principios de reciprocidad y mancomunamiento que la articulan, pues en el mundo comunitario el par conyugal garantiza los intereses reproductivos y productivos de la aldea, de la comunidad, del pueblo, es decir, garantiza la posibilidad de su continuidad, el proyecto histórico de continuar como pueblo.
Su significación es también especial para el continente, donde la cuestión de los femicidios parece no tener límite…
Se lo dije a la jueza: este juicio y su sentencia no solamente interesan a las mujeres querellantes, sino también a toda la nación guatemalteca, a América Latina por entero, también al mundo, incluyendo a los propios acusados, que muy probablemente no tuvieron noción de qué pieza jugaron en esa guerra sucia ni para quién trabajaron. Los acusados tuvieron penas de más de un siglo y la última foto muestra el júbilo de las mujeres maya queqchies después de esperar treinta años por justicia y reparación. Un aspecto muy importante de la reparación material, moral y comunitaria que ellas reclaman, entendida desde su propia perspectiva, es que el Estado, a través de la sentencia ejemplar, declare y establezca públicamente su inocencia, condición indispensable para que la comunidad las reintegre y pueda reconstituirse, sanar su tejido social. Lo más impresionante fue su gran coraje todo este tiempo, sin asustarse –pues el enemigo nunca dejó de ser truculento– y sin desistir.

Los Desaparecidos // John Gibler

La crónica del 26 de septiembre de 2014, el día en que 43 estudiantes mexicanos desaparecierony por qué esto puede ser un punto de inflexión para el país.



PARA LOS PRIMEROS DÍAS DE OCTUBRE, la cancha exterior de básquetbol de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, una población del estado mexicano de Guerrero, se había convertido en una sala de espera de la desesperación. El dolor irradiaba como calor. Bajo el alto techo de lámina corrugada de la cancha, los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos se reunían a enfrentar las horas entre las expediciones de búsqueda, las protestas y las reuniones con funcionarios del gobierno, trabajadores de derechos humanos, y antropólogos forenses. Reunidos en grupos a la orilla de la cancha, sentados en el piso de concreto o en sillas plegables de plástico acomodadas en semicírculos, hablaban en voz baja y entre ellos. La mayoría había viajado desde pequeñas comunidades indígenas y campesinas de Guerrero. Muchos habían llegado sin una muda de ropa. Todos habían venido a buscar a sus hijos.

La noche del 26 de septiembre de 2014, en la ciudad de Iguala, a 125 km, policías uniformados emboscaron cinco autobuses de estudiantes de la normal y otro que llevaba a un equipo de fútbol profesional. Junto con tres sicarios no identificados, dispararon y mataron a seis personas, hirieron a más de veinte, y “desaparecieron” a 43 normalistas. El cuerpo de una de las víctimas fue hallado en un campo a la mañana siguiente. Los asesinos le habían quitado el rostro. Los soldados del 27º Batallón de Infantería, cuyo cuartel está a menos de tres kilómetros y que tienen la misión de combatir el crimen organizado, no intervinieron.

La noticia del ataque fue recibida inicialmente con muda indignación, sobre todo porque la información que llegaba de Iguala, una ciudad montañosa de 110,000 habitantes, era confusa. Durante varios días circularon conteos contradictorios de los normalistas desaparecidos. No fue sino hasta el 4 de octubre, cuando la procuraduría estatal anunció que habían descubierto la primera de una serie de fosas comunes a las afueras de Iguala, que los medios nacionales e internacionales descendieron sobre la región. Cuando los forenses confirmaron que el primer cuerpo de los treinta restos calcinados no era de los estudiantes desaparecidos, la ira y el horror se extendieron. A lo largo de octubre, hubo marchas y vigilias por todo el país. En Chilpancingo, la capital de Guerrero, estudiantes de Ayotzinapa rompieron ventanas e incendiaron edificios del gobierno estatal. En Iguala, manifestantes saquearon y quemaron el palacio municipal.

A pesar de no ser un evento aislado ni la peor masacre en los últimos años, lo ocurrido en Iguala caló hasta la médula de la sociedad mexicana. Quizá haya sido la magnitud de la violencia, o la absoluta brutalidad, o que las víctimas eran estudiantes normalistas, o que los autores materiales fueran en su mayoría policías municipales, o que el presidente municipal de Iguala, su esposa y el jefe de policía probablemente estuvieran detrás del ataque, o que los gobiernos estatal y federal fueran falaces en su investigación e insensibles en su trato a las madres y padres de los desaparecidos. Cualquiera que haya sido la causa y probablemente fuera una combinación de todas estas razones es imposible exagerar el efecto que los ataques han tenido sobre el país. Los mexicanos hablan de Iguala como sinónimo de trauma colectivo. México ahora es una nación de luto, y en el corazón de ese dolor están esas cuarenta y tres familias en la cancha de básquetbol de Ayotzinapa y su agonizante demanda: Vivos se los llevaron, vivos los queremos.

CADA AÑO, 140 ALUMNOS DE NUEVO ingreso llegan a la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, un internado varonil, provenientes de algunos de los lugares más golpeados económicamente del hemisferio, donde las escuelas primarias suelen ser estructuras de adobe de un solo cuarto sin electricidad, agua corriente ni plomería. Estos son de los jóvenes más comprometidos de sus comunidades, para quienes el sistema dice que no hay lugar: aquellos aparentemente destinados a ingresar a las filas más bajas de los ejércitos de la guerra del narco o a cruzar el desierto de Arizona en desbandada para ir a pizcar pimientos en California o lavar platos en Chicago. La escuela normal, conocida como Ayotzinapa, les ofrece una ruta diferente: una profesión. Ayotzinapa les dice: “Aquí perteneces.”

La colegiatura, el alojamiento y las comidas son gratuitos. El gobierno estatal proporciona un presupuesto alimentario que equivale a unos $50 pesos por estudiante por día, lo cual suele significar una dieta de huevo, arroz y frijoles. Los estudiantes se encargan de limpiar todo, de servir y de buena parte de la cocina. Los dormitorios de primero son cajas de concreto sin ventanas ni muebles. Llegan a dormir hasta ocho alumnos por cuarto, tendiendo cartones y cobijas como camas. Algunos cuelgan huacales en la pared para usarlos de cómoda.

Las escuelas normales rurales fueron creadas después de la Revolución mexicana para promover la alfabetización en el campo. Para mediados del siglo XX, llegaron a ser 36. En 1969, el gobierno federal cerró numerosas escuelas, y ahora sólo quedan 14. Ayotzinapa fue fundada en 1926, y como todas las escuelas normales, tiene una larga tradición de movimientos estudiantiles de izquierda. En los murales de la escuela no sólo aparecen figuras revolucionarias de renombre internacional como el Che Guevara y el rebelde zapatista Subcomandante Marcos, sino también los líderes guerrilleros de los años 1970, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, ambos egresados de Ayotzinapa. Varios murales conmemoran a dos estudiantes que la policía mató en el 2011, durante una protesta exigiendo un aumento a la matrícula de la escuela y a su presupuesto alimentario.

Una de las “actividades”como los normalistas llaman a sus acciones más comunes, es la toma de camiones. Viajar a observar a maestros en zonas rurales es parte esencial del currículo, pero la escuela nunca ha tenido muchos vehículos ni presupuesto para alquilarlos o adquirirlos. (A principios de septiembre, la escuela sólo tenía dos camiones, dos urvans y una camioneta a su disposición.) Desde hace mucho tiempo, para conseguir transporte, los normalistas acuden a las terminales de autobuses cercanas o hacen un bloqueo en la carretera, luego abordan un autobús detenido y le informan al chofer y a los pasajeros que el vehículo será empleado “con fines educativos para la Escuela Normal de Ayotzinapa.”

Los funcionarios del gobierno condenan las acciones de los normalistas, que califican de robo. Los estudiantes insisten en que no son ladrones y que siempre “llegan a un acuerdo” que incluye un pago. Los choferes no abandonan sus vehículos; a veces acampan en la normal, donde les dan los alimentos, por semanas y en ocasiones hasta meses. Cuando los estudiantes bloquean las autopistas, normalmente lo hacen en las casetas de cobro. Rodeados por los estudiantes, los conductores tienden a “donar” el pago al fondo de transporte de la escuela normal. Ninguna de estas tácticas es exclusiva de Ayotzinapa, pero lo que los distingue es que ellos las han integrado en el funcionamiento cotidiano de la escuela.

En mayo de 2013, Adela Micha, reportera de Televisa, entrevistó al gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero. Ella le preguntó cómo era posible que el robo de autobuses por parte de los normalistas fuera una práctica habitual. Aguirre respondió que Ayotzinapa “se ha convertido en una especie de búnker. Ni la autoridad federal ni la autoridad estatal tenemos acceso porque es un espacio también que se ha utilizado por parte de algunos grupos, sobre todo para llevar adoctrinamiento a estos jóvenes, para irles a sembrar mucho rencor social”. Micha le preguntó quiénes estaban detrás del adoctrinamiento. Aguirre respondió: “Algunos trasnochados de la guerrilla en Guerrero”.

EL PLAN PARA EL 26 DE SEPTIEMBRE nunca fue Iguala. “Nos interesaba Chilpo,   me dijo Iván Cisneros, uno de los estudiantes de segundo año que coordinaron las actividades aquella tarde, refiriéndose a Chilpancingo  . Donde vamos a hacer las actividades es a Chilpo. Estaban súper calientes las cosas allí, y no nos queríamos ir para no arriesgar a la gente, supuestamente, y por eso optamos por ir hasta Iguala”.

(La siguiente crónica de lo ocurrido la noche del 26 de septiembre está basada en entrevistas con catorce estudiantes que sobrevivieron a los ataques y a más de diez residentes, incluyendo cuatro periodistas, que también los presenciaron. Los nombres de los estudiantes que sobrevivieron son seudónimos).

A mediados de septiembre, un grupo de alumnos de segundo año expropió dos camiones en la terminal de Chilpancingo. Necesitaban los vehículos para transportar estudiantes a una práctica de observación de aulas de tres días. A su regreso, se quedaron con los autobuses y los choferes porque muchos de la escuela planeaban viajar a la Ciudad de México para la marcha del 2 de octubre, que conmemora lo que es considerado el evento más infame en la historia mexicana moderna: la masacre de cientos de estudiantes a manos del ejército en 1968. El problema era que Ayotzinapa no tenía suficientes autobuses para transportar a todos.

Para conseguir más autobuses, los coordinadores estudiantiles casi todos de segundo año programaron una actividad para la tarde del viernes 26 de septiembre. Pero decidieron evitar Chilpancingo porque los granaderos, policías antimotines, estaban apostados en la terminal de autobuses. En vez de ir allí, la actividad se llevaría a cabo en la dirección contraria, cerca de Huitzuco, una pequeña ciudad a unos 110 kilómetros de la escuela.
A eso de las 5:30 p.m., los coordinadores llenaron los dos autobuses con unos 80 alumnos de primer año y salieron. Según todas las versiones, el ambiente en los autobuses era festivo. Los normalistas habían llegado al campus hacía más o menos un mes. Para muchos, el viernes había sido el primer día de clases, y ahora estaban a punto de participar en uno de los ritos de iniciación de la escuela, su primera actividad. “No sabíamos a qué actividad íbamos”, me dijo un alumno de primero. “Nada más nos dijeron, Vámonos, para acá.”

Pararon a las afueras de Huitzuco, y los normalistas empezaron a pedir donativos, atentos a los autobuses que fueran a Chilpancingo. Empezó a oscurecer, los automovilistas eran hostiles y no llegaba ningún autobús. Cisneros llamó a uno de los otros coordinadores y le dijo, “No, pues esto ya valió, no vamos a poder llevarnos ninguno”.
Los coordinadores se disponían a regresar a Ayotzinapa cuando un camión se aproximó. Los estudiantes se pusieron de acuerdo con el chofer, que les solicitó primero ir a dejar a sus pasajeros a Iguala, como a 20 minutos. El autobús llegó a la ciudad a las 8:00 p.m., y todos los pasajeros bajaron, excepto los nueve estudiantes que lo habían tomado. El chofer les dijo que necesitaba autorización antes de salir hacia la normal. “Sí, espérenme un momento”, les dijo.

A unas cuantas cuadras, la élite política de Iguala y unos 4,000 acarreados se hallaban reunidos en la Plaza Cívica de las Tres Garantías para escuchar lo que estaba anunciado como el segundo informe anual de actividades del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (dif) en Iguala. Una oficina regional del dif difícilmente derrocha dinero en flores, luces y sonido, comida y grupos musicales para su informe anual. Los periodistas que cubrieron el evento dicen que fue una fiesta de precampaña apenas disimulada para la esposa del alcalde, María de los Ángeles Pineda, que esperaba ser su sucesora. Notable entre los presentes, había un coronel del 27º Batallón de Infantería.

Electo en 2012 como presidente municipal, José Luis Abarca y su esposa trataban Iguala como su feudo desde hacía mucho. En años recientes, adquirieron 31 casas y departamentos, nueve negocios y trece joyerías. El Ejército Mexicano donó parte del terreno en el que la pareja construyó un centro comercial de $23 millones de dólares a las afueras de la ciudad. En diferentes ocasiones, las procuradurías estatal y federal han acusado a los padres de Pineda y a sus tres hermanos (dos de los cuales han sido asesinados) de encabezar un grupo del crimen organizado llamado Guerreros Unidos. En Iguala, la opinión generalizada es que la policía y los Guerreros Unidos son sinónimos. En una ocasión, Pineda amenazó a un reportero en público, “Si le sigues te voy a cortar las orejas”.

Abarca ha sido acusado de asesinar al activista Guerrerense Arturo Hernández Cardona en 2013. Un testigo declaró ante la procuraduría federal que Abarca le disparó a Hernández Cardona en el pecho y en la cara. Hernández Cardona llevaba cuatro días desaparecido cuando su cuerpo torturado fue encontrado a la orilla de un camino.

Entre quienes desconocían las acusaciones contra la pareja gobernante de Iguala y el hecho de que estuviera en un mitin a pocas cuadras de allí, se hallaban los nueve estudiantes que esperaban impacientes a que regresara el chofer del autobús. Lo veían, mientras seguía hablando con los guardias de seguridad de la terminal, que a su vez hablaban por sus teléfonos y radios. Temiendo que el chofer se negara a subirse otra vez al autobús, los estudiantes llamaron a sus compañeros que seguían en la autopista, cuya respuesta fue rauda: juntaron piedras, abordaron nuevamente sus dos autobuses y salieron hacia la terminal.

Cuando llegaron, los normalistas estacionaron los autobuses en la calle y se lanzaron sobre la terminal, sus rostros cubiertos con las playeras amarradas a sus cabezas. Los nueve estudiantes que esperaban abandonaron el camión y, junto con los demás, tomaron otros tres. Ahora a bordo de cinco autobuses, la policía sin aparecer, los normalistas les dijeron a los choferes que los sacaran de la ciudad lo antes posible. Dos autobuses enfilaron hacia el oriente por Periférico Sur, que rodea el centro de la ciudad y ofrece una salida directa hacia la autopista. Los otros tres camiones se dirigieron hacia el norte por la calle Galeana, hacia la Plaza Cívica. Ignorando las exigencias de los estudiantes de acelerar, el chofer que iba a la cabeza avanzaba a vuelta de rueda. Para entonces eran como las 9:30 p.m. En el mitin político, habían terminado los discursos y estaba tocando la banda.

Cuando los tres autobuses pasaron por la Plaza Cívica, patrullas de la policía llegaron, con las sirenas encendidas. Una patrulla se metió enfrente del primer autobús, frenando la caravana. Los normalistas bajaron de un salto para quitar la camioneta del paso. Llegaron más policías y empezaron a disparar al aire. Los normalistas de Ayotzinapa daban por hecho que pelear con la policía era un poco como jugar al gato y al ratón: si te agarraban, te iban a golpear y arrestar, pero los balazos no eran parte del juego. Se lanzaron a la patrulla, apedreándola y obligando al conductor a retroceder. “Yo iba en el tercer autobús. Cuando escuchamos los disparos, nos bajamos”,me contó Ernesto Guerrero, un estudiante de primero. Y un compañero de nosotros de la academia, de segundo, nos dijo a los demás No se asusten, paisas, son disparos al aire. Pero cuando íbamos, vimos que no eran al aire, que eran contra el autobús, incluso eran disparos contra nosotros. Es cuando tomamos la decisión de empezar a defendernos. En el camino yo encontré cuatro piedras, y cuatro piedras son las que arrojé.”

Con el camino despejado, los tres autobuses pasaron por la plaza y siguieron por la calle Juan N. Álvarez, que se extiende unas quince cuadras antes de llegar a Periférico Norte, una de las principales avenidas. Las camionetas de la policía los persiguieron, llegando de los lados y desde atrás, disparando en repetidas ocasiones. Los autobuses estaban a pocos metros del cruce con Periférico Norte cuando una patrulla les cerró el paso. Esta vez, el chofer abandonó la camioneta. Cuando los normalistas del primer autobús empezaron a empujar la patrulla para quitarla, la policía abrió fuego. El estudiante Aldo Gutiérrez Solano recibió un disparo en la cabeza. En la confusión, los normalistas que estaban moviendo la patrulla por poco la echan encima de él. “Ya al final les señalamos y se dieron cuenta que el compañero estaba tirado, estaba sangrando de la cabeza de un balazo”, me contó Edgar Yair, alumno de primero. “Lo queríamos levantar. Y en cambio de que los policías dejaran que lo levantáramos, pues, más nos disparaban, más fuerte, más rápido eran los balazos.” En ese momento, los estudiantes se dieron cuenta de que todo había cambiado. Las presuntas reglas se habían desintegrado.

Los normalistas corrieron, algunos se volvieron a meter al primer camión, otros se escondieron entre ése y el segundo. Llegaron más policías, disparando pero sin acercarse. Los normalistas gritaron pidiendo una ambulancia. Cuando finalmente llegó una, la policía le impidió acercarse, pero la ambulancia rodeó por atrás y los paramédicos por fin pudieron llevar a Gutiérrez Solano al hospital, donde le declararon muerte cerebral.

La mayoría de los policías se agrupó por detrás del tercer autobús, atrapando a los normalistas que estaban adentro. “Escuchamos que se gritaban”,me contó Jorge Vázquez, un alumno de primero que se escondió en la parte de atrás del primer camión. “Pero después me asomé de una ventana y vi donde estaban subiendo a varios compañeros a las patrullas, que ya se los llevaban.” En los siguientes 90 minutos, dicen los sobrevivientes que la policía obligó a los normalistas del tercer autobús a tenderse boca abajo en la calle, con las manos en la nuca, antes de subirlos a sus patrullas y llevárselos. Estos eran entre 25 y 30 de los normalistas que desde entonces no se han vuelto a ver.

Mientras ocurría este ataque, los dos autobuses que salieron por el Periférico Sur se separaron. Uno, con catorce normalistas, quedó detrás del autobús que llevaba al equipo de futbol de tercera división los Avispones de Chilpancingo, que volvía a casa tras haber derrotado al equipo de Iguala esa misma tarde. “Ya en el último puente, ya para salir rumbo a Chilpancingo”, me contó Alex Rojas, uno de los catorce normalistas, “fue cuando miramos que debajo, justo debajo del puente estaba un autobús Estrella de Oro, y atrás y adelante había muchas patrullas, ahí se veían las torretas.” Ése era el quinto autobús. Los estudiantes que iban a bordo están entre los desaparecidos.

Al ver el retén, el chofer del camión de Rojas trató de darse la vuelta, cuando la policía llegó velozmente y lo obligó a detenerse. Los normalistas abandonaron el autobús y echaron a caminar hacia el otro lado. A sus espaldas, oyeron a los policías gritar, “¡Cáiganle a la verga! ¡Si no, van a valer verga ya!” Perseguidos por la policía, los catorce escaparon a un campo cercano. En las siguientes tres horas, trataron de llegar a los autobuses en la calle Álvarez pero la policía se los impidió, les disparó y los persiguió por un cerro, donde se ocultaron hasta la mañana. Sicarios atacaron el autobús que llevaba al equipo de fútbol en la carretera a Chilpancingo, y mataron al chofer, a un jugador de 14 años, y a una mujer que iba en un taxi que pasaba por ahí, e hirieron a por lo menos nueve más.

PARA LAS 11:30 P.M., la policía dejó la escena del primer ataque, tras recoger los casquillos y limpiar la sangre de la calle. Poco a poco los normalistas fueron saliendo de sus escondites. Montaron guardia y colocaron piedras y artículos de basura alrededor de los casquillos y las manchas de sangre que quedaban, en un esfuerzo por preservar la escena del crimen. El interior del tercer autobús, del que la policía se había llevado a todos los estudiantes, estaba cubierto de sangre. Poco después, dos urvans de normalistas llegaron de Ayotzinapa habían recibido las llamadas de auxilio en los primeros momentos del ataque y poco a poco, unos cuantos periodistas y vecinos empezaron a aparecer.

Cerca de la media noche los periodistas, tras fotografiar los balazos en los autobuses y los casquillos en la calle, pidieron una entrevista con el presidente del comité estudiantil de Ayotzinapa, que había llegado en una de las urvans. Las cámaras de video y grabadoras de audio llevaban unos cuatro minutos rodando cuando empezaron a sonar ráfagas de ametralladora. “Exactamente cuando se está terminando la conferencia ellos dicen sus nombres, y empezamos a escuchar las detonaciones”,me contó uno de los periodistas. Eran ráfagas. Eran una infinidad de disparos. Los cristales de muchos carros empezaron a reventar. Entonces todos empezamos a correr en dirección a los autobuses.” El reportero dejó su grabadora encendida mientras corría. Se puede escuchar la descarga de tiros y gritos. Dos normalistas, Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava cayeron en la calle, muertos.

Coyuco Barrientos, un alumno de primero, fue de los pocos que pudo ver a los sicarios. Dijo que eran tres, que vestían ropa negra tipo militar, con pasamontañas, y disparaban fusiles de asalto desde la cintura. “El primero,” me contó Barrientos, “empezó a disparar al aire. De ahí, empieza a tirar hacía nosotros. Y yo regresé a ver y claramente se veían las chispas de las balas donde se iban en el suelo, parecían cuetes de Navidad. Todas las chispas iban rebotando en el suelo hacía nosotros. Así que, pues lo que hicimos en ese mismo momento, fue correr. Después se bajaron otros dos sujetos y empezaron a tirar contra nosotros. Eran ráfagas, no dejaban de tirar.” La mayoría de estos estudiantes lograron refugiarse en casas cercanas a unas cuantas cuadras, donde los vecinos los llevaron a los cuartos del fondo y apagaron las luces.

Juan Pérez, un alumno de primero que en el primer ataque recibió un disparo que le atravesó la carne de la rodilla, iba corriendo por la calle cuando un compañero cayó a su lado. Le habían disparado en la boca. Varios normalistas ayudaron a Pérez a cargar al compañero herido. Una mujer les gritó desde una ventana en un primer piso que se podían esconder en su casa, pero ellos le pidieron direcciones para llegar a un hospital. Sobre esa misma calle, dijo ella, había una pequeña clínica privada. Golpearon la puerta y las ventanas, y dos mujeres los dejaron entrar. Casi veinticinco estudiantes y vecinos entraron corriendo. Las mujeres mintieron, diciendo que eso era un laboratorio de rayos X y no una clínica. Les rogaron a las empleadas que llamaran una ambulancia.

Después de veinte minutos, los normalistas oyeron que llamaban a la puerta. Afuera había soldados del 27º Batallón de Infantería con uniforme y equipo de combate. Cuando los normalistas abrieron la puerta los soldados, apuntando sus fusiles, ordenaron a gritos que todos se echaran al piso. “Nos habían quitado los celulares. Nos tomaron fotos”, me contó Yair. “Y un comandante de ellos nos dijo que pues nosotros no teníamos necesidad de estar allá, que adónde nos fuimos a meter, que nosotros buscamos nuestra propia muerte. Y nosotros empezamos a decirle que éramos estudiantes aquí de la normal. Y él nos decía que no, que para él éramos unos delincuentes”. En algún momento entre las 12:30 y la 1:00 a.m., llegó el director de la clínica, pero se negó a atender a los estudiantes heridos. Él y los soldados expulsaron a los normalistas a la calle. A unas cuantas cuadras, una familia les brindó asilo, mientras un grupo pequeño de estudiantes encontró un taxi para llevar a su compañero herido a un hospital.

En algún momento como a la 1:30 a.m., después de pasar por un retén de la policía en la carretera, el primer grupo de reporteros de Chilpancingo llegó al cruce de Periférico Norte y Juan N. Álvarez. Hallaron los cuerpos de los dos estudiantes muertos, tirados boca abajo en la calle, los autobuses y carros acribillados a tiros, y soldados embozados parados a los lados de la escena del crimen.

A la mañana siguiente, los normalistas acudieron a la procuraduría estatal en Iguala. Identificaron a veintidós policías que los habían atacado, hablaron con trabajadores de derechos humanos, e hicieron una lista de los desaparecidos. Allí fue cuando se enteraron de que los normalistas a quienes la policía había bajado de los autobuses nunca llegaron a la cárcel. Cuando llamaban a sus celulares, no contestaba nadie. Inicialmente, la cifra de normalistas cuyo paradero se desconocía llegó a 57, pero luego supieron de los catorce normalistas que habían escapado hacia las afueras de la ciudad.

Como a las 7 a.m., empezó a circular una fotografía en las redes sociales. La última vez que se había visto a Julio César Mondragón Fontes, un alumno de primero originario de la Ciudad de México lo cual era una rareza en Ayotzinapahabía sido como a media noche en la calle Álvarez. Estaba hablando con Juan Ramírez, otro alumno de primero, y estaba asustado. “Me comentaba pues que él, al siguiente día, se iba a ir a su casa me contó Ramírez, porque no quería arriesgar su vida. Él decía que pensaba en su familia, pues, en su esposa, su hija. Que es lo que le importaba más.” Momentos después, los tres sicarios enmascarados abrieron fuego. En la fotografía, la camisa roja de Mondragón Fontes está levantada hasta su pecho, exhibiendo moretones oscuros alrededor de su torso. Le desollaron la cara y las orejas. Le arrancaron los ojos. Sus amigos lo identificaron por la bufanda gris alrededor de su cuello.

CUANDO LOS PRIMEROS REPORTES DE IGUALA empezaron a surgir, México supuestamente estaba viviendo su Momento. A dos años de iniciado su sexenio, el presidente Enrique Peña Nieto había promovido extensas reformas en educación y energía, y el arresto de Joaquín “el Chapo” Guzmán, el criminal más buscado de México. Las imágenes de violencia que definieron la anterior administración de Felipe Calderón habían dejado de dominar los diarios. La revista Time puso a Peña Nieto en la portada de su número de febrero de 2014, con el encabezado “Salvando a México”. Las noticias a mediados de septiembre de una masacre perpetrada por el ejército en Tlatlaya llevó al arresto de los soldados implicados, algo que no hubiera ocurrido bajo el gobierno de Calderón. Desde lejos, quizá parecía que México finalmente estaba saliendo de uno de sus periodos más oscuros.

Durante los últimos ocho años, en la llamada “guerra contra las drogas”, unos 100 mil mexicanos han sido asesinados y por lo menos 20 mil han desaparecido (las organizaciones de derechos humanos consideran que la cifra es mayor). Estos cálculos no incluyen las decenas de miles de migrantes de Centro y Sudamérica asesinados y desaparecidos en México durante el mismo periodo. La lista de masacres se ha vuelto tan común que desensibiliza. En septiembre de 2008, se encontraron 24 cuerpos botados cerca de un parque afuera de la Ciudad de México; diez estaban decapitados. En enero de 2010, sicarios irrumpieron en una fiesta en una casa y mataron a quince estudiantes de preparatoria y universitarios de Ciudad Juárez. En agosto de 2010, 72 migrantes de Centro y Sudamérica fueron hallados masacrados en una bodega de un rancho en San Fernando, Tamaulipas. Ninguna de estas masacres condujo a protestas nacionales. Las movilizaciones después del asesinato en 2011 de siete personas en el estado de Morelos, entre ellos el hijo de un respetado poeta católico, dieron voz al dolor de la nación pero perdieron impulso después de que los intentos de negociar con el gobierno federal se estancaron.

La lógica oficialista de la guerra contra las drogas en México ha permitido que muchos acepten como algo normal los asesinatos, masacres, desapariciones forzadas, tortura y un aparato político que en muchas ocasiones no sólo permite que estos crímenes queden impunes sino que, en demasiados casos, los consiente. En un reporte de 2014, Amnistía Internacional documentó que el uso de tortura por parte del ejército y la policía mexicana es extenso y rutinario. De hecho, el concepto mismo de la corrupción en México ha quedado caduco: en la mayor parte del país, las fuerzas del estado y los “narcos” están plenamente integrados, y ninguno de los principales partidos políticos está exento. Como dicen en México: “La gota que derramó el vaso”. Para muchos, Iguala fue la gota que derramó el vaso. Destrozó la insistencia del gobierno en que en la guerra contra las drogas existe una clara distinción entre los buenos y los malos, entre la ley y la ilegalidad.
El 27 de septiembre, la policía estatal arrestó a los veintidós policías de Iguala que los estudiantes identificaron. El 30 de septiembre, el presidente municipal Abarca, su esposa y el jefe de policía se dieron a la fuga. El presidente Peña Nieto canceló un viaje que tenía programado a Guerrero, alegando condiciones climatológicas desfavorables pero también dando la impresión de que los asesinatos y las desapariciones no eran asunto suyo. Al respecto, le dijo a un reportero: “Espero que la autoridad de Guerrero asuma su propia responsabilidad”. El plan de búsqueda en la primera semana consistió en que la policía estatal llevaba a grupos de padres de familia por Iguala, y a veces se detenían frente a una casa y les sugerían que tocaran la puerta y preguntara si sus hijos estaban escondidos allí.

Luego, el 4 de octubre, el procurador estatal anunció el descubrimiento de cuatro fosas comunes en los cerros a las afueras de Iguala. La excavación inicial reveló un número indeterminado de restos humanos calcinados. El método que condujo a la policía estatal a las fosas clandestinas al parecer fue la tortura. “Apretaron a uno de ellos”, me contó un oficial, “y cantó.”

Al otro día, el procurador estatal declaró que un hombre detenido había confesado que él y otros miembros de un cartel habían asesinado, quemado y enterrado a los estudiantes en esas fosas. Para entonces, el gobierno federal se había hecho cargo de la investigación, ejerciendo su poder de asumir jurisdicción sobre los casos que involucren al crimen organizado, un reconocimiento tácito por parte de la administración de que las consecuencias políticas no podían seguirse ignorando.

Después del anuncio sobre las fosas comunes, el recién formado comité de padres dio una conferencia de prensa en Ayotzinapa e hizo un llamado al gobierno a cambiar su búsqueda. Decenas de hombres y mujeres angustiados estaban sentados en filas detrás de los tres familiares elegidos para hablar a nombre de todos. “Sabemos que el gobierno y sus policías fueron los que se los llevaron y saben donde están”, me dijo Manuel Martínez, uno de los representantes. “Lo único que puede parar esto es que se nos entreguen con vida a los 43 jóvenes.” Los padres anunciaron que un equipo independiente de antropólogos forenses argentinos los representaría en la investigación del gobierno.

En las siguientes semanas, los padres emprendieron una serie de fuertes protestas. Junto con los normalistas, bloquearon carreteras federales, marcharon por ciudades, rompieron vidrios e incendiaron el Congreso estatal de Guerrero y el Palacio de Gobierno. Cuando el análisis de adnconfirmó que los restos hallados en las fosas comunes no eran de los normalistas, las protestas se extendieron a ciudades por todo el país. El 23 de octubre, el gobernador Aguirre anunció su renuncia. Seis días después, los padres se reunieron con el presidente Peña Nieto y le dijeron que si no podía encontrar a sus hijos con vida, debería seguir el ejemplo de Aguirre.

Para noviembre, Iguala se había convertido en la peor crisis de la administración de Peña Nieto. Desde el inicio, su gobierno subestimó la profundidad de la ira suscitada por lo de Iguala y ahora trataba, a menudo de manera errática, de controlar los eventos. El 4 de noviembre, las autoridades federales arrestaron al ex alcalde Abarca y su esposa en la Ciudad de México (el jefe de policía sigue prófugo). Luego, el 7 de noviembre, el procurador general Jesús Murillo Karam dio una conferencia de prensa y anunció que el gobierno tenía confesiones grabadas en video de tres hombres que afirmaban ser miembros de los Guerreros Unidos.

Según Murillo Karam, la noche de los ataques la policía entregó a los normalistas a un grupo de narcos que los llevó al tiradero de basura a las afueras de Cocula, un pequeño pueblo a unos kilómetros de Iguala. Cuando los tres hombres llegaron al tiradero a cielo abierto, descubrieron que quince normalistas ya estaban muertos o inconscientes. Los hombres interrogaron a los demás normalistas, preguntándoles a qué habían venido a Iguala. “Dijeron que venían por la esposa de Abarca, nomás así dijeron”, afirmó uno de los hombres. Luego, según la versión oficial, los hombres mataron a los normalistas, echaron sus cuerpos al tiradero y quemaron los cuerpos, usando madera, llantas, gasolina y diesel para nutrir las flamas.

Después de quince horas, sólo quedaban fragmentos de hueso y cenizas. Los hombres echaron los restos en bolsas para basura y vaciaron todas menos dos en el cercano río San Juan. Esas dos bolsas, dijeron, las echaron cerradas. Murillo Karam explicó que agentes federales habían recuperado las dos bolsas con los fragmentos diminutos de hueso, que serían enviados al prestigioso laboratorio de adn de la Universidad de Innsbruck en Austria. A 58 minutos de iniciada la conferencia de prensa, tras explicar las confesiones a los reporteros, Murillo Karam interrumpió la pregunta de un reportero, diciendo, “Ya me cansé”,y se marchó poco después.

Si el propósito de la conferencia de prensa era dar por terminado el caso y reducir las protestas, tuvo el efecto contrario. Las palabras de Murillo Karam pronto se volvieron virales, convertidas en objeto de burla en las redes sociales. En pocas horas los usuarios de Twitter estaban siguiendo el hashtag #YaMeCanse. Algunas respuestas populares fueron: “Si ya te cansaste, vete”, “Ya me cansé del miedo”, y “Ya me cansé de los políticos”.

La versión de Murillo Karam generó más preguntas de las que respondió. ¿Cómo pudieron tres hombres someter a 43 jóvenes activistas? ¿Cómo pudieron quemar 43 cuerpos en la lluvia? ¿Por qué en el tiradero no se encontraron rastros de fibras de acero de las llantas que los asesinos afirman haber usado en el fuego? ¿Por qué los asesinos habrían de vaciar cuidadosamente seis bolsas de cenizas humanas al río pero echar las otras dos cerradas? ¿Cómo es posible que los estudiantes les dijeran a los hombres que iban a protestar contra la esposa del presidente municipal, cuando eso nunca fue parte de la actividad de esa noche? Más preocupante, ¿por qué el gobierno no presentó las confesiones grabadas en video de los veintidós policías identificados por los normalistas como sus atacantes? ¿Por qué el gobierno no ha dado a conocer las transcripciones de los radios policiales y celulares, incluyendo los de Abarca y Pineda, de aquella noche?

Para muchos observadores, la versión del gobierno parecía demasiado fácil. La versión de Murillo Karam se enfocaba tanto en los tres presuntos sicarios que Abarca, Pineda y la policía quedaban desdibujados. Las contradicciones y anomalías en la versión oficial de los hechos alimentaron temores bien fundados de que al gobierno federal le interesaba más el encubrimiento que una investigación rigurosa.

Esa investigación tendría que atender los numerosos reportes de que la propia policía de Iguala constituía una banda del crimen organizado. De acuerdo con un periodista de la localidad, “La fachada es la policía municipal. Pero es una fachada. No son policías municipales”. Son narcos que usan uniformes de la policía, armamento de la policía y patrullas de la policía. Se llaman ‘los Bélicos’. Son policías que están dentro de la policía municipal”. Según un funcionario de la ciudad, “Los famosos Bélicos. Son los que maneja el hermano [de Pineda]. Son policías con patrullas y todo, pero operan en las noches con capuchas, parando gente. Les daban una hora para juntar $10 mil pesos, y si no…”. Una investigación examinaría cómo Iguala se había convertido en un “narcomunicipio”, en palabras de Mario Patrón, director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez. Una investigación preguntaría cómo podía operar ese narcomunicipio, teniendo una base militar en la misma ciudad.

Al día siguiente de la conferencia de prensa, los padres miraban desde la otra acera mientras normalistas de Ayotzinapa apedrearon las ventanas que quedaban del Congreso estatal de Guerrero y llevaron camionetas hasta las escaleras de entrada y les prendieron fuego. Poco después, padres y normalistas partieron en tres caravanas, recorriendo el país en busca de apoyo. El 20 de noviembre, en el 104º aniversario de la Revolución mexicana, las caravanas convergieron en la Ciudad de México y llevaron a decenas de miles de personas al Zócalo, el corazón simbólico de la nación.

En los días previos y posteriores a la marcha, adondequiera que uno volteara, allí estaba Ayotzinapa: en las primeras planas de los diarios y las portadas de las revistas, en los programas de radio, en las conversaciones oídas al pasar, en el arte de grafiti y esténcil. En la estilosa colonia Roma había un altar de velas y carteles exigiendo justicia para los 43. En la popular colonia Obrera, en un muro blanco, letras rojas de un metro y medio declaraban: “Ayotzinapa: fue el Estado”. El diario deportivo Récordsacó una primera plana en negro con el encabezado: “#indignación: México está harto. México está de luto”. Figuras tan diversas como el Papa Francisco, el futbolista estrella Chicharito, y la banda ganadora del Grammy, Calle 13 han dado declaraciones en apoyo a las familias y los normalistas. Un domingo temprano, unos 700 corredores organizaron una carrera espontánea a lo largo de la avenida Reforma; todos llevaban el número 043.

El 6 de diciembre, el laboratorio austriaco confirmó que la identidad de uno de los fragmentos óseos correspondía a un estudiante de 19 años llamado Alexander Mora Venancio, uno de los 43 normalistas desaparecidos. En conferencia de prensa, Murillo Karam resumió la investigación del gobierno, diciendo que habían arrestado a 80 sospechosos, entre ellos Abarca, Pineda y más de 40 policías municipales. “Esta prueba científica”, dijo, “confirma que los restos encontrados en una de las escenas coinciden con la evidencia de la investigación y con la declaración ministerial de los detenidos, en el sentido de que en dicho lugar y forma se privó de la vida al grupo de personas”.

Las palabras de Murillo Karam confirmaron los peores temores de muchos observadores: el gobierno estaba haciendo todo lo posible por cerrar el caso. El equipo de forenses argentinos que había estado trabajando en conjunto con el gobierno, rápidamente se distanció de la versión de Murillo Karam. “Por el momento”, dijo en un comunicado de prensa del 7 de diciembre, “no hay suficiente certidumbre científica o evidencia física de que los restos recuperados en el río San Juan por peritos de pgr[Procuraduría General de la República]… correspondan a aquellos retirados del basurero de Cocula, como indicaron los inculpados por pgr”.

Lo que significó que a once semanas de los ataques, los padres de familia contaban con poca más información sobre sus hijos, de la que les dieron en los días siguientes a las desapariciones. Esto es lo que sabían. Esto es lo que sabemos. La policía, auxiliada por sicarios, mató a tres personas, hirió a más de 20, y desapareció a 43. Tres sicarios enmascarados vestidos de civil volvieron a la escena de uno de los ataques y mataron a dos estudiantes e hirieron a otros más. Alguien asesinó y mutiló a Julio César Mondragón Fontes. Alguien asesinó y quemó a Alexander Mora Venancio. El ejército sacó por la fuerza a estudiantes heridos de una clínica privada pero más allá de eso no intervino. Todo lo demás sobre lo que pasó con los normalistas después de que se los llevó la policía es rumor, especulación o está basado en confesiones dudosas.

En respuesta a la declaración de Murillo Karam, los padres de familia advirtieron sobre mayores protestas. Muchos vieron la noticia durante una marcha en la Ciudad de México, e hicieron el anuncio parados ante el colosal Monumento a la Revolución. Felipe de la Cruz, uno de los padres de familia, le dijo a la multitud, “No nos vamos a sentar a llorar, vamos a seguir luchando por la presentación con vida de los otros 42.”

Para entonces esta exigencia esta exigencia desgarradora e irreprochable había llegado a representar no sólo a los hijos desaparecidos de Ayotzinapa, sino el profundo anhelo de encontrar a México mismo y sacarlo de todo el horror. 
Ilustraciones de Clay Rodery
Traducido por Juan Elías Tovar
Fuente:https://stories.californiasunday.com

Del Estado de derecho al Estado de seguridad // Giorgio Agamben

«No es posible comprender lo que realmente se juega en la prolongación del estado de emergencia en Francia si no se lo sitúa en el contexto de una transformación del modelo estatal que nos es familiar. Es crucial, primero que nada, desmentir el propósito de las mujeres y hombres políticos irresponsables, según los cuales el estado de emergencia sería un escudo para la democracia.

Los historiadores saben perfectamente que lo que es cierto es lo contrario. El estado de emergencia es justamente el dispositivo mediante el cual los poderes totalitarios se instalaron en Europea. Así, en los años que precedieron a la toma del poder por Hitler, los gobiernos socialdemócratas de Weimar habían recurrido tan a menudo al estado de emergencia (estado de excepción, como se lo denomina en alemán) que se puede decir que Alemania había dejado de ser, antes de 1933, una democracia parlamentaria.
Ahora bien, la primera acción de Hitler, después de su nombramiento, fue proclamar un estado de emergencia, que jamás fue revocado. Cuando la gente se sorprende de los crímenes que pudieron cometerse impunemente en Alemania por los nazis, se olvida de que estos actos eran perfectamente legales, porque el país estaba sometido al estado de excepción y las libertades individuales estaban suspendidas.

No vemos por qué un escenario semejante no podría repetirse en Francia: podríamos imaginarnos sin dificultad un gobierno de extrema derecha sirviéndose para sus fines de un estado de emergencia al que gobiernos socialistas han habituado a partir de ahora a los ciudadanos. En un país que vive en un estado de emergencia prologando, y en el que las operaciones de policía sustituyen progresivamente al poder judicial, cabe aguardar una degradación rápida e irreversible de las instituciones públicas.
Esto es tanto más cierto que el estado de emergencia se inscribe, hoy en día, en el proceso que está haciendo evolucionar las democracias occidentales hacia algo que hay que llamar, ya mismo, Estado de seguridad («Security State», como dicen los politólogos estadounidenses).

La palabra «seguridad» ha entrado tanto en el discurso político que se puede decir, sin temor a equivocarse, que las «razones de seguridad» han tomado el lugar de aquello que se llamaba, en otro tiempo, la «razón de Estado». Hace falta, sin embargo, un análisis de esta nueva forma de gobierno. Como el Estado de seguridad no atañe ni al Estado de derecho ni a aquello que Michel Foucault llamaba las «sociedades de disciplina», conviene arrojar aquí algunas referencias con miras a una posible definición.

En el modelo del británico Thomas Hobbes, quien ha influenciado tan profundamente nuestra filosofía política, el contrato que transfiere los poderes al soberano presupone el miedo recíproco y la guerra de todos contra todos: el Estado es aquello que viene precisamente a poner fin al miedo. En el Estado de seguridad, este esquema se invierte: el Estado se funda duraderamente en el miedo y debe, a toda costa, mantenerlo, pues extrae de él su función esencial y su legitimidad.

Ya Foucault había mostrado que, cuando la palabra «seguridad» aparece por primera vez en Francia en el discurso político con los gobiernos fisiócratas antes de la Revolución, no se trataba de prevenir las catástrofes y las hambrunas, sino de dejarlas advenir para poder a continuación gobernarlas y orientarlas a una dirección que se estimaba beneficiosa.

De igual modo, la seguridad que está en cuestión hoy no apunta a prevenir los actos de terrorismo (lo cual es, por lo demás, extremadamente difícil, si no imposible, porque las medidas de seguridad sólo son eficaces después del golpe, y el terrorismo es, por definición, una serie de primeros golpes), sino a establecer una nueva relación con los hombres, que es la de un control generalizado y sin límites —de ahí la insistencia particular en los dispositivos que permiten el control total de los datos informáticos y comunicacionales de los ciudadanos, incluyendo la retención integral del contenido de las computadoras.

El riesgo, al que nos enfrentamos en primer lugar, es la deriva hacia la creación de una relación sistémica entre terrorismo y Estado de seguridad: si el Estado necesita el miedo para legitimarse, es entonces necesario, en última instancia, producir el terror o, al menos, no impedir que se produzca. Se ve así a los países proseguir una política exterior que alimenta el terrorismo que se debe combatir en el interior y mantener relaciones cordiales e incluso vender armas a Estados de los que se sabe que financian las organizaciones terroristas.

Un segundo punto, que es importante comprender, es el cambio del estatuto político de los ciudadanos y del pueblo, que se suponía que es el titular de la soberanía. En el Estado de seguridad, vemos producirse una tendencia irreprimible hacia aquello que hay que denominar una despolitización progresiva de los ciudadanos, cuya participación en la vida política se reduce a los sondeos electorales. Esta tendencia es tanto más inquietante en cuanto había sido teorizada por los juristas nazis, quienes definen al pueblo como un elemento esencialmente impolítico, cuya protección y crecimiento debe asegurar el Estado.

Ahora bien, según estos juristas, hay una sola manera de volver político este elemento impolítico: mediante la igualdad de ascendencia y raza, que va a distinguirlo del extranjero y del enemigo. No se trata aquí de confundir el Estado nazi y el Estado de seguridad contemporáneo: lo que hay que comprender es que, si se despolitiza a los ciudadanos, ellos no pueden salir de su pasividad más que si se los moviliza mediante el miedo contra un enemigo que no lo sea solamente externo (eran los judíos en Alemania, son los musulmanes en Francia hoy en día).

Es en este marco donde hay que considerar el siniestro proyecto de pérdida de la nacionalidad para los ciudadanos binacionales, que recuerda a la ley fascista de 1929 sobre la desnacionalización de los «ciudadanos indignos de la ciudadanía italiana» y las leyes nazis sobre la desnacionalización de los judíos.
Un tercer punto, cuya importancia no hay que subestimar, es la transformación radical de los criterios que establecen la verdad y la certeza en la esfera pública. Lo que impresiona en primer lugar a un observador atento a los informes de los crímenes terroristas es la renuncia integral al establecimiento de la certeza judicial.

Mientras en un Estado de derecho es entendido que un crimen sólo puede ser certificado con una investigación judicial, bajo el paradigma securitario uno debe contentarse con lo que dicen de él la policía y los medios que dependen de ésta —es decir, dos instancias que siempre han sido consideradas como poco fiables.

De ahí la vaguedad increíble y las contradicciones patentes en las reconstrucciones apresuradas de los eventos, que eluden adrede toda posibilidad de verificación y de falsificación y que se parecen más a chismorreos que a investigaciones. Esto significa que al Estado de seguridad le interesa que los ciudadanos —cuya protección debe asegurar— permanezcan en la incertidumbre sobre aquello que los amenaza, porque la incertidumbre y el terror van de la mano.

Es la misma incertidumbre que se encuentra en el texto de la ley del 20 de noviembre sobre el estado de emergencia, que se refiere a «toda persona hacia la cual existan serias razones de pensar que su comportamiento constituye una amenaza para el orden público y la seguridad». Es completamente evidente que la fórmula «serias razones de pensar» no tiene ningún sentido jurídico y, en cuanto que remite a lo arbitrario de aquel que «piensa», puede aplicarse en todo momento a cualquiera. Ahora bien, en el Estado de seguridad, estas fórmulas indeterminadas, que siempre han sido consideradas por los juristas como contrarias al principio de la certeza del derecho, devienen la norma.

La misma imprecisión y los mismos equívocos resurgen en las declaraciones de las mujeres y hombres políticos, según los cuales Francia estaría en guerra contra el terrorismo. Una guerra contra el terrorismo es una contradicción en los términos, pues el estado de guerra se define precisamente por la posibilidad de identificar de manera certera al enemigo que se debe combatir. Desde la perspectiva securitaria, el enemigo debe —por el contrario— permanecer en lo vago, para que cualquiera —en el interior, pero también en el exterior— pueda ser identificado como tal.

Mantenimiento de un estado de miedo generalizado, despolitización de los ciudadanos, renuncia a toda certeza del derecho: éstas son tres características del Estado de seguridad, que son suficientes para inquietar a las mentes. Pues esto significa, por un lado, que el Estado de seguridad hacia el que estamos deslizándonos hace lo contrario de lo que promete, puesto que —si seguridad quiere decir ausencia de preocupación (sine cura)— mantiene, en cambio, el miedo y el terror. El Estado de seguridad es, por otro lado, un Estado policiaco, ya que el eclipse del poder judicial generaliza el margen discrecional de la policía, la cual, en un estado de emergencia devenido normal, actúa cada vez más como soberano.

Mediante la despolitización progresiva del ciudadano, devenido en cierto sentido un terrorista en potencia, el Estado de seguridad sale al fin del dominio conocido de la política, para dirigirse hacia una zona incierta, donde lo público y lo privado se confunden, y cuyas fronteras provocan problemas para definirlas.

Fuente: http://artilleriainmanente.blogspot.com.ar

La nueva estrategia de poder del capitalismo mundial // Suely Rolnik


Este texto presenta dos extractos de la entrevista de Aurora Fernández Polanco y Antonio Pradel a de Suely Rolnik para Re-visiones (# Cinco – 2015) [1] Fue reformulado por la autora durante los últimos dos meses y fundamentalmente a partir de los últimos hechos políticos ocurridos en Brasil, cuyo corolario momentáneo ha sido el allanamiento de la residencia del expresidente Lula da Silva y de su instituto, y su conducción coercitiva a declarar ante la Policía Federal.

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Extracto 1 (acerca de las izquierdas)
AFP/AP.- ¿Cómo ve usted lo que está pasando con los gobiernos de izquierda en América Latina?
SR.- Yo creo que lo que pasó en la Unión Soviética y lo que ahora estamos viviendo con los gobiernos de izquierda en América Latina son experiencias muy tristes y decepcionantes, pero también muy valiosas. ¿Por qué? Porque nos permiten reconocer lo que puede la izquierda y también lo que no puede, dados sus límites infranqueables inherentes a su propia lógica. Pues bien, lo que la izquierda puede es practicar el máximo grado de resistencia en el ámbito del Estado. Una forma de resistencia que tiene que ver con luchar por una democracia que no sea solamente política, sino que también sea económica y social: por la distribución más justa de la riqueza material, lo cual incluye los derechos a la vivienda, a la salud, a la educación, etc. Por eso siento gratitud para con los ancestros de izquierda, que son los que lucharon en el contexto de la democracia burguesa, pese a que unos hayan sido más lúcidos, más valientes, más persistentes e, incluso y sobre todo, más íntegros que otros. En este sentido, yo he sido, soy y, probablemente, seguiré siendo de izquierda. Incluso, más que pensar en términos de izquierda y derecha, me gusta la idea de Laymert Garcia dos Santos de que deberíamos pensar en términos de una menor o mayor permeabilidad del Estado al neoliberalismo, a sus supuestos y al modo en que éste actúa a escala planetaria[2] codo a codo con el Capitalismo Mundial Integrado, tal como lo llama Guattari al capitalismo financiarizado, que ha colonizado el conjunto del planeta.[3] Ser a favor de un Estado más justo y con menos permeabilidad al neoliberalismo es lo mínimo de lo mínimo; no tener ni siquiera esta conciencia moral ya es del dominio de la psicopatología, con fuerte tendencia a la psicopatía.
AFP/AP.- Y más allá de lo que puede la izquierda, ¿cuáles son sus límites?
SR.– Si hemos vivido el destino de las así denominadas revoluciones del siglo XX como una traición es porque todavía manteníamos la creencia de que un día existiría esta totalidad llamada Revolución (un vestigio de la idea monoteísta de Paraíso, no sólo por la supuesta ausencia del mal, sino y por sobre todo a causa de su supuesta perfección eterna, donde estaríamos también supuestamente libres de las turbulencias ineludibles de la vida y de las diferentes reacciones frente a ellas, con los conflictos que esto involucra). Sin embargo, lo que está pasando en América Latina nos lanza hacia otro nivel de lucidez, que depende de un saber ético, más allá de una conciencia moral: lo que puede la izquierda choca contra su propio límite, el límite del régimen antropo-falo-ego-logo-céntrico del que ella misma forma parte. Incluso es eso lo que, en algunos países del continente, la ha llevado a extremos de autoritarismo, como ha sido el caso de Cuba y, actualmente, también el de Venezuela y el de Ecuador, de distintos modos y en distintos grados. Es esto también lo que la ha llevado en otros países del continente a altos grados de corrupción, tal como en los casos de Argentina y de Brasil. Resulta evidente que este derrocamiento de las izquierdas no sólo en el continente sudamericano sino en el ámbito internacional es peligrosísimo (la masa fascista y toda esa mierda); pero, por otro lado, sirve para darnos cuenta en nuestra experiencia corporal que no basta con actuar macropolíticamente. ¿Por qué? Porque, desde el punto de vista micropolítico, por más que se haga, por más brillante que sean las ideas y las estrategias, por más valientes que sean las acciones, por más éxito que tengan, por menos autoritarias y corruptas que sean, lo que se logra en la mejor de las hipótesis es una reacomodación del mismo mapa, con la única diferencia de que sea más justo. Y todo vuelve al mismo lugar. Yo no me sorprendo para nada de que todo se repita y vuelva a aquello de lo que pretendíamos salir. No siento ni resentimiento, ni rabia, ni odio ni tampoco me siento traicionada, porque sé que en el marco de esta lógica no podría ser de otra manera y, además, porque gracias a esta situación podemos reconocer más claramente que hay que desplazarse de la micropolítica dominante, la micropolítica reactiva del inconsciente colonial-capitalístico que comanda al sujeto moderno que todavía somos.
AFP/AP.- A esta noción de inconsciente colonial usted la creó hace algunos años y la ha venido trabajando desde entonces. ¿Como la definiría hoy en día, que ha pasado a denominarla “inconsciente colonial-capitalístico”?
SR.- Sí, tiene razón, es importante aclararlo para nuestra conversación… Para eso necesitaré plantear algunas ideas que nos tomarán un poquito más de tiempo. Tengo que hablar de dos tipos de experiencia que hacemos del mundo. La primera es la experiencia inmediata basada en las capacidades de percepción y de los sentimientos del yo. Éstas sirven para descifrar las formas del mundo según los contornos actuales de la cartografía cultural. Es decir, cuando veo una forma, o cuando escucho, o cuando siento algo, lo asocio inmediatamente con el repertorio de representaciones que poseo, de manera tal que lo que voy a ver, escuchar o sentir está marcado por ello. Desde luego que esto es muy importante, pue4s hace posible la vida en sociedad. Pero no es más que una de las experiencias de la subjetividad; es la dimensión de esa experiencia que llamamos «sujeto» En nuestra tradición occidental se confunde «subjetividad» con «sujeto», porque es sólo esa capacidad la que tiende a estar activada. Sin embargo, la experiencia que la subjetividad hace del mundo es mucho más amplia y más compleja.
El otro tipo de experiencia que la subjetividad hace del mundo, al que llamo el «afuera-del-sujeto», es la experiencia de las fuerzas que agitan el mundo como un cuerpo vivo que produce efectos en nuestro cuerpo en su condición de viviente. Y esos efectos consisten en otra manera de ver y de sentir lo que pasa en cada momento (lo que Deleuze & Guattari llamaron «perceptos» y «afectos», respectivamente). Es un estado que no tiene imagen, que no tiene palabra. No es que el mundo como supuesto «objeto» influya sobre nosotros como supuestos sujetos, sino que el mundo «vive» en nuestro cuerpo bajo el modo de afectos y perceptos. Y como este estado es el de una especie de mundo larvario que no tiene ni imágenes ni palabras y es, por principio, intraducible en la cartografía cultural vigente, ya que es exactamente lo que escapa a ella, se genera una fricción entre ambos. Dicha fricción produce una experiencia de desestabilización, de desterritorialización que promueve una inquietud, un malestar. Ésta es una experirencia inevitable en cualquier tipo de cartografía cultural y en cualquier época, pues resulta de la propia esencia de la vida. Lo que cambia de una cartografía a otra, o de una época a otra, es el tipo de relación con la inquietud que predomina en la subjetividad. Es algo que tiene consecuencias muy importantes porque es precisamente esa experiencia la que convoca al deseo a actuar para recobrar un equilibrio vital. Y ahí es donde todo se juega, pues son distintas las perspectivas que orientarán esta acción: si estas dos capacidades se encuentran activas, y si la subjetividad se sostiene en la tensión de la desestabilización que promueve la relación entre ambas, el mundo larvario que la habita encontrará una posibilidad de germinación. Es la acción del deseo la que se encargará de engendrar esa germinación, en un proceso de creación impulsado por los efectos de las fuerzas del mundo en nuestro cuerpo que tiene su propia temporalidad. La acción pensante del deseo consistirá en seleccionar conexiones para inventar algo que, convertido ya entonces en imagen, palabra, gesto, obra de arte u otra manera de alimentarse, de amar, otro modo de existencia, sea portador de la pulsación de aquello que pide paso. Y si logra hacerlo…
AFP/AP.- ¿Y…si logra hacerlo?

SR.- Si logra inventar una forma portadora de esta pulsación, el mundo larvario se vuelve sensible y tendrá un poder de contagio, de contaminación inmediata; porque cuando los cuerpos afectados por las mismas fuerzas lo encuentran, se establecen las condiciones para que la subjetividad logre sostenerse en el estado de desestabilización, de manera tal que el proceso de creación pueda desencadenarse llevado por su propio deseo. Son distintos devenires de uno mismo y de su campo relacional. La brújula que conduce al deseo en este proceso es una brújula ética. Su aguja apunta hacia la propia vida, hacia lo que está pidiendo paso para que ésta siga respirando, pulsando. Una brújula que no orienta al deseo según una forma o un contenido, pues es precisamente eso lo que tendrá que ser creado para que la nueva manera de ver y de sentir encuentre un lugar. La referencia que orienta a esa aguja es la perseverancia de la vida como criterio primordial de evaluación, es lo que Spinoza denominó conatus.
Es totalmente distinto lo que pasa con el deseo desde una perspectiva antropo-falo-ego-logocéntrica, que es la que define al inconsciente colonial-capitalístico. De forma muy resumida, ésta consiste en anestesiar los afectos y los perceptos, la capacidad que tiene el cuerpo de descifrar el mundo desde su condición de vivo, o sea, desde los efectos de las fuerzas del mundo en las fuerzas que lo componen. Es la experiencia de la subjetividad afuera-del-sujeto lo que queda bloqueado. La subjetividad pasa a existir solamente en su experiencia como sujeto. En esas condiciones, la fricción entre los territorios vigentes y su cartografía, por un lado, y el estado de extrañamiento que la experiencia de las fuerzas produce, por otro, se vive como una amenaza. Sin acceso al mundo larvario que se ha generado, la subjetividad sucumbe a una interpretación apresurada del sujeto. Como el sujeto es inseparable de una determinada cartografía cultural y se confunde con la misma, como si fuera el único mundo posible, interpretará el desmoronamiento de «un» mundo, el supuestamente suyo, como una señal del fin «del» mundo y de sí mismo. Desde esa perspectiva, para interpretar la causa de su malestar solamente le resta al sujeto encontrarla en una supuesta deficiencia de sí mismo o proyectarla en el mundo, escogiendo a un otro específico como pantalla de su proyección. Y éste otro puede ser una persona, un pueblo, una color de piel, una ideología, un partido, etc.
AFP/AP.- ¿Y qué pasa en cada una de esas interpretaciones?
SR.- En la primera, cuando el yo proyectará sobre sí mismo la causa del malestar y de su supuesto desmoronamiento, se va a intoxicar de culpa. Pasa a verse a sí mismo como insuficiente, incapaz, inferior, débil, fracasado, looser, no deseable… una mierda… Ahí una de las maneras de actuar del deseo para recobrar el equilibrio será el consumo de algo desde donde la subjetividad se rehaga un contorno reconocible, de manera tal que pueda librarse del sentimiento de exclusión. En el marco de la política de subjetivación dominante, los objetos de ese consumo serán productos de toda índole que le ofrece el mercado: si soy una mujer, en los momentos que me encuentro atrapada en esa política del deseo, me entregaré, a veces compulsivamente, al consumo de cremas, de ropas…, o miles de cosas para la casa; si soy un hombre atrapado en esa trampa, los objetos de consumo que capturarán mi deseo serán el coche, de ser posible, un último modelo y el más caro, por supuesto cero kilómetro, u otras cosas por el estilo (en Brasil este tipo de comportamiento es todavía muy generalizado, incluso entre las capas más desfavorecidas, que han aumentado sus ingresos durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores, el PT). Pero los productos por consumir también pueden ser visiones del mundo, y entonces lo mismo da la iglesia evangélica que Marx o Deleuze & Guattari (es cuando el dúo se vuelve desodorante de lujo para neutralizar los olores de la vida cuando se ve sofocada y evitar enfrentarlos), porque la intención es una sola: mimetizarlos para recobrar un contorno y un sentido. Visiones del mundo, ya sean religiosas o laicas, ideológicas o teóricas, pasan a funcionar como un sistema moral como cualquier otro, desde el cual nos orienta este tipo de brújula.
Desde la perspectiva paranoica, el yo proyecta la causa de su malestar sobre el otro (de raza, género, clase, ideología, etc.) y lo demoniza, y va a intoxicarse de odio y resentimiento. Esto puede llevar a acciones extremadamente agresivas, cuyo poder de contagio tiende a crear las condiciones para el surgimiento de una masa fascista. Actualmente en Brasil, por ejemplo, estamos viviendo algo así: mediante la manipulación de imágenes, se proyecta sobre Dilma y el PT el malestar de la crisis que el país está atravesando. Más allá de Brasil, la experiencia de extremada desestabilización que estamos viviendo hoy en día en el planeta es igualmente portadora de este tipo de riesgo. Es éste un triste destino de la experiencia de la desestabilización, si consideramos que la misma es una experiencia primordial de la subjetividad, pues funciona como una alarma que nos indica que la vida nos ha llevado a un estado desconocido, ya presente en el cuerpo pero todavía sin imagen, ni palabra, ni gesto; un estado que le impone al deseo una exigencia de pensar-actuar para darle una consistencia existencial. Son momentos en que la imaginación colectiva es accionada para inventar una nueva manera de existir, otras alianzas, nuevos sentidos, etc. Es precisamente la potencia del deseo convocada por la desestabilización la que es cafisheada (chuleada, proxenetizada) por el capital a través de los medios, que refuerzan el fantasma de peligro inminente fabulado por el sujeto, propagando el miedo para transformar el estado de desestabilización en potencia de sumisión. Éste es el peligro real y que resulta del peligro imaginario del Yo, instrumentalizado por los medios, los principales coadyuvantes del capital en la contemporaneidad. Éstos son los dos destinos de la política del deseo conducida por el inconsciente colonial-capitalístico del sujeto moderno en su versión actual.
AFP/AP.- ¿Entonces es al inconsciente colonial-capitalístico que usted se refería cuando decía que lo que puede la izquierda choca contra su propio límite; el límite del régimen de subjetivación al que denominó antropo-falo-ego-logo-céntrico, del que ella misma formaría parte?
SR.- Sí, exactamente, el poder del inconsciente colonial-capitalístico abarca a la subjetividad de la propia izquierda. Incluso entre los militantes de izquierda, el sujeto moderno tiende a afirmarse aún más acríticamente, pues sus ideologías justifican la negación del valor de la resistencia en el ámbito de la política de producción de subjetividad y de deseo, por considerarlo burgués e individualista. Este prejuicio tiene que ver con su tendencia a reducir la subjetividad al sujeto, no sólo teóricamente, sino también en su modo de existir, lo cual caracteriza a la política de subjetivación antropo-falo-ego-logocéntrica.
Desplazarse de este modo de subjetivación pasa por un «devenir revolucionario», como decía Deleuze. Dicho devenir es impulsado por las irrupciones de afectos del saber-del-cuerpo que nos fuerzan a reinventar la realidad, cosa que no tiene nada que ver con «la» Revolución, total y con R mayúscula. La idea de Revolución pertenece a esta misma lógica del inconsciente colonial-capitalístico, en su versión de izquierda: cuando la experiencia afuera-del-sujeto se encuentra anestesiada –me refiero a la experiencia de los efectos de las fuerzas del mundo vivo en nuestro cuerpo vivo– no tenemos la posibilidad de descifrar el mundo desde los afectos de desestabilización y nuestra única brújula es el mapa cultural donde estamos ubicados. Entonces vivimos “ese” mundo como una totalidad absoluta, eternamente cerrada sobre sí misma. En este caso, no tenemos cómo imaginar desplazamientos en su cartografía, ni tampoco suponer que eso sea posible o deseable. Lo máximo que se puede imaginar es otra supuesta totalidad que la reemplazará como un solo bloque, mediante la toma del poder del Estado. Una totalidad proyectada en el futuro, supuestamente más perfecto y cuya eternidad esté más asegurada gracias al poder absoluto del Estado, lo que es inherente a la idea de Revolución.
Es ésta la idea que orienta las acciones del deseo en la política de subjetivación antropo-falo-ego-logocéntrica en su versión de izquierda. Por no tener cómo actuar en el sentido de reinventar la realidad en los puntos donde sea necesario desde y ante lo que la vida pide, el deseo termina por actuar contra la vida; se vuelve reactivo. Un ejemplo obvio son los giros totalitarios que incluyen a ciertos gobiernos de izquierda en nuestro continente como los que acabo de mencionar; e igualmente graves aunque menos obvias son las acciones gubernamentales relativas al medio ambiente, que parten de una absoluta sordera ante la catástrofe ecológica que está amenazando las propias condiciones de la vida en el planeta; y esto vale también para ciertos gobiernos mínimamente de izquierda, o no totalmente permeables al neoliberalismo, como los de Dilma y Lula ( lo propio ocurre en esos gobiernos con su manejo catastrófico de la grave cuestión indígena en Brasil).
Éstas son las razones por las cuales, para mí, no supone ninguna sorpresa que todo vuelva al mismo lugar. La figura de Hannah Arendt me inspira para lidiar con la experiencia tan difícil que estamos viviendo en el planeta, especialmente en América Latina, que es la realidad que vivo más directamente. Cuando ella estaba presente en el juicio a Eichmann[4], en vez de ponerse en el lugar de la víctima, invadida por los sentimientos de odio y resentimiento, pudo mantenerse en contacto con los afectos del malestar que habían irrumpido en su cuerpo provocados por aquella escena, los cuales además la conectaban con la memoria del cuerpo de su propia experiencia del nazismo en el campo de concentración. Acercarse a esos afectos y encontrarles un decir requiere tiempo, y Arendt pudo esperar ese tiempo. Por eso no pudo respetar la dead line de su reportaje para el New York Times y necesitó un año para encontrar las palabras adecuadas para decir aquellos afectos. Logró así describir cómo se produce el mal y cómo está presente en la banalidad de la vida cotidiana. Por haber mantenido activo el pensamiento para descifrar los afectos del nazismo en su propia subjetividad, apartando los sentimientos tóxicos originados en el miedo, logró identificar el origen del mal justamente en la ausencia de pensamiento. Así ella se salvó del destino nefasto que estos efectos podrían haber generado en su subjetividad, que sería precisamente el colapso de su capacidad de pensar. De cierto modo, su idea de ausencia de pensamiento como origen del mal tiene que ver con mi idea de la política de producción del pensamiento bajo el inconsciente colonial-capitalístico, aunque es otra la dimensión de ese fenómeno en el que Arendt trabaja teóricamente.
AFP/AP.- ¿Y cómo contribuye esto para afrontar la situación actual?

SR.- Tal como lo dije anteriormente, y lo repito ahora, no me siento mal con relación a lo que está pasando, estoy más bien atenta y muy movilizada, con muchas ganas de encontrar personas y grupos que lo estén pensando, para compartir ideas sobre la situación que vivimos, así como maneras de enfrentarla. Creo que estamos en una situación muy favorable para problematizar la idea de resistencia e ir más lejos no solamente en sus supuestos, sino también y sobre todo en el ámbito de la vida humana donde ésta interviene y en los tipos de prácticas que involucra. El neoliberalismo, la teoría política del Capitalismo Mundial Integrado, es el discurso único, el “occidéntico”, tal como lo llama Laymert, que se impone a la vida humana y sobrecodifica sus múltiples formas y su permanente variación. Es en este sentido que la resistencia pasa por enfrentar lo que molesta a la vida en cada momento y en cada contexto. Estamos delante de la urgencia de hacer un giro en esa dirección: para eso hay que activar el saber-del-cuerpo y actuar micropolíticamente, incluso con relación a los problemas que se plantean en el plano macropolítico. Desde esta perspectiva, en lugar de decir que soy de izquierda o, más bien, a favor de un Estado más justo y menos permeable al neoliberalismo, yo diría que me siento parte de un tipo de comunidad transnacional que resiste a lo intolerable, luchando por la afirmación, la preservación y la expansión de la vida, mediante actos de creación que respondan a sus demandas. Y si bien –y por supuesto– esta lucha incluye la dimensión macropolítica, no puede reducírsela a ella. El objeto de la resistencia en el sentido micropolítico es mucho más amplio, sutil y complejo que el objeto de las luchas en el ámbito del Estado, principalmente cuando éstas se reducen a la conquista del poder.
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Extracto 2 (acerca de la nueva estrategia del poder)
AFP/AP.- ¿Y su ilusión pasada y su implicación con Lula?
SR.- Creo que Lula ha sido importantísimo para Brasil: su presencia ha producido un desplazamiento de la política de subjetivación engendrada por el abismo de clase que caracteriza al país que resulta de su formación colonial-esclavista, y que nunca se ha movido verdaderamente. Y pese a que haya mucho más por desplazar, éste es un proceso irreversible. Para mí, se trata de un logro micropolítico de suma importancia. Fue la primera vez desde la fundación de la República en Brasil que el presidente es un obrero, y además un migrante del nordeste del país (una región muy pobre de donde provienen la mayor parte de los obreros de São Paulo), y que, más que todo, mantiene los gestos y el habla propios de esa clase social, y lo hace sin ninguna interferencia despotenciadora del trauma de clase. Eso ha movido el inconsciente colonial tan poderoso en Brasil. Por ello siento por Lula admiración y gratitud. Al inicio de su gestión publiqué un ensayo sobre esto y sigo pensando lo mismo.[5]
Si bien es cierto que la crisis por la cual está pasando el gobierno en Brasil resulta, por un lado, de la actual crisis económica local e internacional y, por otro, de la imposibilidad de los gobiernos de Lula y de Dilma de imponer límites más severos al neoliberalismo, su magnitud y el modo como sucede son producto de una nueva estrategia de poder introducida por el Capitalismo Mundial Integrado, que se está instalando internacionalmente. El capitalismo industrial se basaba en una sociedad disciplinaria, tal como Foucault lo descifró tan bien. Una sociedad gestionada por un Estado de Bienestar Social en el así llamado Primer Mundo, mientras que en el así llamado Tercer Mundo, cuando las fuerzas de izquierda amenazaban tener demasiado poder, ésta era gestionada por dictaduras impuestas mediante golpes militares, concretamente apoyados por los centros de poder del capitalismo internacional. Sin embargo, para el nuevo tipo de capitalismo, que se viene instaurando aproximadamente desde 1976 en adelante, esos regímenes resultan inadecuados para su modo de funcionamiento, y se hace necesaria una neoliberalización de los Estados. Incluso las dictaduras en América Latina y en la Unión Soviética se acabaron no sólo por la presión de los movimientos sociales y de resistencia contra el totalitarismo, sino que, y quizá por sobre todo, sucumbieron por la presión del capital financiarizado. El nuevo régimen necesita una flexibilidad de la subjetividad y de la sociedad, como así también del Estado para seguir los intereses del capital en su movimiento frenético. Es muy distinto al modo rígido e identitario propio de la sociedad disciplinaria, tanto en su versión del Estado de Bienestar Social como en los regímenes dictatoriales. En estos últimos, la rigidez y la idea de identidad individual, cultural y nacional se vuelven mucho más exacerbadas y, además, suelen estar acompañadas de un fervoroso nacionalismo. Todo esto está en las antípodas de la fluidez del movimiento mundial e integrado del capital financiarizado.
AFP/AP.- ¿Y cómo funciona ésta nueva modalidad de poder?

SR.- La diferencia de esta nueva modalidad de poder radica en que opera en el plano micropolítico, y por eso es mucho más sutil e invisible y, por consiguiente, resulta más difícil combatirla. Su principal dispositivo son los medios de comunicación, cuya estrategia se nutre de información resultante de investigaciones sobre actos de inconstitucionalidad basados en una operación conjunta de los poderes judicial y policial que forma parte de la misma estrategia de poder. Este dispositivo consiste en componer un discurso ficticio a partir de una selección de esa información que se les impone a las subjetividades como si fuera la propia realidad, tal como lo plantea Laymert. Yo añadiría que la imposición de esa simulación de realidad tiene como base el abismo existente entre la subjetividad y su experiencia del mundo como cuerpo viviente, un abismo propio del inconsciente colonial-capitalístico que la estructura. Con la operación de los medios de comunicación, dicho abismo se amplía y se profundiza a tal punto que ya no hay manera de transponerlo, lo cual lleva a adoptar la narrativa ficticia de los medios como la única referencia para describir lo que sucede.
Forma parte de esa misma estrategia que la realidad inventada por los medios sea apocalíptica y que su causa se le atribuya a algunos personajes de la escena pública, que pasan a ser sistemáticamente demonizados. La inseguridad que esto genera en las subjetividades se vuelve tan intensa que refuerza su disociación con relación a los afectos de las fuerzas que las han generado, los cuales son entonces sustituidos por los sentimientos de odio y resentimiento: es precisamente de estos sentimientos que se alimenta el poder del CMI. Una estrategia de control muy distinta a la estrategia del poder disciplinario, ya que no impone formas de comportamiento ni determina lo que se puede y lo que no se puede hacer (una estrategia moral), sino que actúa directamente sobre la propia producción de subjetividad y del deseo. La primera interviene en lo visible y la segunda en lo invisible. En lugar del adiestramiento de la subjetividad y del deseo, en la nueva estrategia de poder la subjetividad actúa positivamente a favor de los intereses del régimen desde su propio deseo. La subjetividad fija y dócil del poder disciplinario queda así reemplazada por una subjetividad fluida y flexible. Ésta es ciertamente una de las razones por las cuales Deleuze propone el concepto de “sociedad de control” para calificar al nuevo régimen de poder.
Si tomamos el ejemplo de lo que estamos viviendo acá en Brasil, esta operación encuentra un suelo especialmente fértil, ya que en este país los medios forman un bloque monolítico en el espacio oficial de la información, es decir, en la prensa gráfica y en la televisión. Informaciones más críticas y cercanas a la realidad pueden encontrarse solamente en internet, a través de iniciativas de una prensa autónoma, pero que es frecuentada por una pequeñísima parcela de la población del país, o en Facebook, donde este tipo de información tampoco llega a todos, ya que su difusión se restringe a determinados círculos. El chivo expiatorio del discurso apocalíptico de los medios, en el caso de Brasil, es la presidenta de la República y el partido gobernante. Esta operación toma como base el malestar de la sociedad que es producto de las dos crisis que mencioné anteriormente. En su estrategia micropolítica de poder, el CMI instrumentaliza la realidad de esa doble crisis y el malestar que genera a través de su sustitución por una realidad ficticia construida por los medios, lo que causa una grave crisis de credibilidad del gobierno.
AFP/AP.- ¿Esta nueva estrategia del poder, que actúa micropolíticamente, sustituye a la estrategia macropolítica?
SR.- Sin duda no. La implementación de la estrategia micropolítica de poder, que interviene en el deseo, no sustituye a la estrategia macropolítica, sino que lo que cambia es el modo de conquistar y mantener el poder del Estado. La diferencia reside en que además de garantizar el poder del Estado micropolíticamente, se hace un uso micropolítico de las operaciones macropolíticas, seleccionando la información de modo tal de atomizarla en elementos de la composición de la narrativa ficticia construida por los medios. Tengo dos ejemplos más que obvios del uso micropolítico de operaciones macropoliíticas en Brasil.
El primero lo constituyen las investigaciones de actos de inconstitucionalidad, cuya información los medios editan de modo tal que solamente aparezcan aquéllos que han sido cometidos por miembros del partido de gobierno, en una estrategia conjunta entre sectores del Poder Judicial, de la Policía Federal y los medios. Ésta triple alianza se hace desde el gobierno de Lula, pero se ha venido agravando en el gobierno de Dilma (en el caso de Dilma, algunos de estos actos no son ni siquiera contra el bien público, sino que tienen que ver con cuestiones de gestión de la economía, en momentos en que existe una urgencia y la única vía para resolverla es la transferencia de una parte del presupuesto de un sector a otro durante un período breve de tiempo, y ese tipo de giros de fondos es inconstitucional). Lo que se investiga es sobre todo la corrupción, y lo más curioso es que dichas investigaciones empezaron con una iniciativa del propio gobierno de Lula, cuya intención era la de acabar con la impunidad inherente a la tradición colonial y prerrepublicana tan presente, aún hoy en día, en el Estado y en las elites del país (cabe acotar que ambos tienden a estar compuestos por los mismos personajes). En esa operación surgen innumerables casos de corrupción, incluso de muchos miembros del propio Partido de los Trabajadores, lo cual revela, entre otras cosas, que la corrupción forma parte de la propia lógica de la maquinaria del Estado, a la cual muchos miembros de la izquierda no escapan. Sin embargo, los medios «recortan» la información y privilegian exclusivamente la corrupción de miembros del PT, mientras que toda la corrupción de miembros de los demás partidos desaparece; y cuando no queda más remedio que mencionarla, lo hacen en algún rinconcito de una página secundaria y en algunos segundos del noticiero televisivo, siempre precedidos y seguidos por ataques al gobierno.
El segundo ejemplo de operación macropolítica usada micropolíticamente, que se lleva a cabo en simultáneo con la primera, se basa en el hecho de que la Cámara de Diputados y el Senado están tomados por los así llamados «coroneles», como se les dice en Brasil a los capitostes de las elites rurales prerrepublicanas, y por las fuerzas más contundentemente ignorantes y conservadoras de las clases medias y de las elites urbanas. Ellos representan a sectores de la sociedad brasileña que no soportan que, desde el gobierno de Lula, los «pobres» y los «negros» frecuenten los lugares que desde siempre han sido los suyos y que marcaban claramente los límites de clase y sus privilegios (los aeropuertos, los shopping centers, etc.). Incluso en sus manifestaciones callejeras declaran impúdicamente su odio contra los pobres y el PT, y llegan a pedir que vuelva la dictadura. En ese escenario, diputados y senadores tienden a actuar privilegiando la disputa de poder y sus intereses privados en lugar de asumir su responsabilidad para con el bien público. Los legisladores boicotean sistemáticamente las propuestas de la Presidencia que permitirían avances sociales o, lo que es más perverso aún, las leyes necesarias para enfrentar la crisis económica internacional y retomar el desarrollo, de lo cual depende incluso la posibilidad de asegurar avances en el plano social. Con ese boicot de las oposiciones, se intensifica la crisis económica y se instaura una crisis político-institucional gravísima y de vasto alcance, cuya causa los medios de comunicación maquillan al atribuírsela a la incapacidad del gobierno.
Con base en el recorte de la información acerca de esas dos operaciones, se construye un discurso ficticio que, tal como lo ve Laymert, se va imponiendo como una realidad paralela que termina por reemplazar a la propia realidad. La simulación de realidad se hace por la vía de una destrucción paulatina de la imagen de Lula y, acto seguido, la de Dilma y la del partido de ambos, el PT. Dicha operación empezó durante el segundo gobierno de Lula y se ha venido intensificado desde el comienzo del primer mandato de Dilma, cuando, entre sus primeras iniciativas, la presidenta intentó ponerles límites más severos a los bancos, bajando la tasa de interés. El ataque de los medios a su imagen y al partido de gobierno se ha vuelo violentísimo y fue arreciando más aún desde entonces; y pasó a abarcar de nuevo, más recientemente, la imagen de Lula y mucho más gravemente. Y así se la va humillando, humillando y humillando durante un largo tiempo, el tiempo necesario como para que el malestar de la población resultante de la crisis se transforme en un odio y un resentimiento contra el gobierno que la lleven a expresarse masivamente a favor del impeachment –el juicio político– en un proceso supuestamente «legal y democrático».

AFP/AP.- ¿Ésta sería entonces una nueva modalidad de golpe de Estado?
SR.- Es una pregunta muy pertinente, pues así lo están considerando algunos sectores de las izquierdas en Brasil que todavía apoyan al gobierno. Sin embargo, el denominarla golpe puede generar malentendidos, ya que se trata de una toma del poder del Estado sutil y que no se vale de la fuerza de las armas, sino que actúa micropolíticamente utilizando la fuerza del deseo, por la vía de su operación mediática. Para el CMI, la interrupción del mandato de un presidente, que es lo que se está intentando hacer con Dilma, tiene que ver con el hecho de que le quedan aún tres años en la Presidencia, por eso la estrategia micropolítica de poder del CMI apunta a destituirla del gobierno. Esto está pasando igualito con Bachelet en Chile en los últimos doce meses y ya pasó en Paraguay, con el juicio político de Fernando Lugo en 2012, pero allí resultó más fácil. Pese al grado patológico de estupidez y a la falta de dignidad descarada que en este momento emerge por todas partes en Brasil, insufladas por la operación de esa nueva estrategia del poder, sucede que la población más pobre ha sido en su mayoría militante o simpatizante del PT desde su fundación, habiéndose identificado fuertemente con el partido. Hay que destruir esa identificación para que, masivamente, la gente exprese un «sí» al impeachment. Esto vuelve más lenta la preparación de este nuevo tipo de “golpe de Estado”, que actúa con base en una operación micropolítica que le permite maquillar su naturaleza y presentarse como un proceso democrático. Acá no puede perpetrárselo así nomás, sin más ni menos, en dos minutos y adiós, como lo hicieran con Lugo en Paraguay. La estrategia de la triple alianza de los medios con sectores del Poder Judicial y de la Policía Federal tiene que legitimarse en un cúmulo de inconstitucionalidad y con argumentos jurídicos mucho mejor construidos. Lo mismo pasa en Chile, donde la destrucción de la imagen de Bachelet, que ya lleva un año, no ha logrado reducir significativamente la aprobación de la presidenta.
AFP/AP.- ¿Y en qué punto se encuentra este proceso en Brasil en estos momentos?
SR.- Sólo ahora este abuso perverso del malestar de la población está logrando demoler totalmente la credibilidad del PT y su identificación con éste, y, más allá del partido, con las izquierdas en general. Sin embargo, si bien dicha demolición con relación al PT me parece que es irreversible, no es precisamente lo que se dice sólida, ni tampoco irreversible con relación a la aspiración de justicia social y, por ende, a la creencia en los ideales de la izquierda en su mejor sentido.
Le doy un ejemplo. Cuando hablo con la gente, sistemáticamente sale el tema: «el PT es una mierda, igual que todos los partidos y todos los políticos». Y esto lo dice incluso gente que era del PT o que se identificaba plenamente con éste antes de su decepción generada por la operación macabra de los medios. Frente a esto, suelo decirles: «bueno, respeto tu opinión, pero quiero compartir contigo mi modo de pensar acerca de lo que está pasando. Siempre busco basarme en mi experiencia para analizar si lo que está sucediendo es bueno o malo para la vida y esto me sirve de referencia para formarme mis propias ideas y hacer mis elecciones. Con esta referencia, cuando escucho la Globo (la cadena de televisión privada líder absoluta de audiencia en Brasil), me doy cuenta de que lo que dice casi nunca corresponde con lo que mi experiencia me indica; es como si fuera una especie de ficción muy alejada de la realidad”. Y cuando el interlocutor pertenece a una clase más pobre, que es la gran mayoría de la sociedad brasileña, le pregunto: “¿si tú tomas como base la experiencia de tu propia vida actualmente, la de tu familia, la de tus amigos, la de la gente de tu barrio, la de tu trabajo… para analizar lo que pasó efectivamente desde el primer gobierno de Lula, que dirías? Y antes de que me contestes te digo que todo eso podría no importarme para nada porque soy de clase media, estoy relativamente bien, pero me importa y me afecta muchísimo porque además de sentirme sumamente molesta con esas falsas informaciones que se transmiten todos los días sin el menor escrúpulo, me molesta aún más lo que está detrás de ellas: mantener el abismo entre las clases sociales que hay acá desde siempre, y el racismo que lo acompaña, como si todavía estuviéramos en la esclavitud, y eso para mí es insoportable. Bueno, aunque puedo estar equivocada, pero mi impresión es que ha mejorado muchísimo la situación de la gente más desfavorecida, que es la gran mayoría del país. Dime, ¿a ti te parece que estoy equivocada?». Y es muy frecuente que la respuesta sea: «no, no, eso es cierto, mi vida ha mejorado mucho» y que, a partir de ese momento, la charla haga un giro y comience un intercambio de ideas muy fecundo.
Esto es lo que pasa cuando uno consume televisión como su única fuente de información y se encuentra totalmente a merced de su ficción (lo que en Brasil es muy generalizado) o que, aunque no sea solamente televisión lo que uno consume, en ese caso se reduzca a leer los periódicos y las revistas de opinión (lo cual en este país se restringe a las clases medias y altas); y estos, sin excepción, participan activamente en la construcción de esa misma ficción. Sin embargo, es sorprendente cómo en Brasil basta con plantear ideas fuera de ese ámbito ficcional y más cerca de la experiencia que hace el cuerpo de las fuerzas que agitan la realidad para que el interlocutor despierte de su hipnosis mediática y vuelva a pensar. Por supuesto que esto sólo es posible cuando el interlocutor todavía no está completamente esterilizado por el inconsciente colonial-capitalístico en un grado de patología histórica que ya no tenga cura (ése es desgraciadamente el caso de gran parte de las clases medias y altas en el país).
AFP/AP.- ¿La nueva modalidad de poder pasa entonces por el juicio político de los presidentes?
SR.- Seguro que no. Es importante señalar que la orquestación de esta nueva estrategia de poder no pasa necesariamente por el juicio político de los presidentes, ni por el acortamiento de sus mandatos, que es lo que está pasando ahora en Venezuela con Maduro. En los casos de gobiernos de América Latina con tendencia de izquierda que están al final de sus mandatos, la estrategia es otra. En Perú, por ejemplo, cuyo presidente actual, Ollanta Humala, es de izquierda, pero el país está en vísperas de elecciones, es en ese ámbito que interviene el “golpe” mediático del capital financiarizado, haciendo que sea casi segura la victoria de una candidata de derecha. Dicha candidata es además la hija de Fujimori, un dictador tenebroso que gobernó el país entre 1990 y 2000, y que incluso sigue en la cárcel con una condena de 25 años por sus crímenes de corrupción, secuestro y asesinato. Eso sencillamente se borra de la memoria, de cara al poder de la realidad ficticia construida por los medios que pasa a ser la propia realidad, en la cual se asocia a la hija Fujimori con la salvación. Un otro ejemplo de esta índole ha sido el caso de la destrucción del kirchnerismo en Argentina. El caso más reciente es el de Bolivia, donde el “golpe” mediático del CMI se concentró en el referendo para decidir sobre una nueva postulación de Evo a la presidencia y la decisión fue el “no”.
Estos ejemplos hacen evidente que el carácter nítidamente micropolítico de la nueva estrategia de poder instalada por el CMI, que se alimenta de la producción de subjetividad y de deseo, no reemplaza a las luchas de poder en el plano macropolítico. La novedad, tal como lo mencioné anteriormente, es que el CMI las utiliza igualmente para alimentar y fortalecer su estrategia micropolítica y viceversa: el nuevo régimen utiliza su estrategia micropolítica para fortalecer sus intervenciones macropolíticas. Con esta doble operación, la base de sostenimiento de su poder macropolítico es el propio deseo de la población.
La nueva situación que estamos viviendo mundialmente es sumamente compleja y difícil de descifrar, y el análisis que estoy haciendo es seguramente insuficiente y debe afinarse. Los textos sobre esa situación que afortunadamente están circulando cada vez más en la web, un reciente encuentro con pensadores amerindios de distintos países de América Latina y otros pensadores[6], así como algunas charlas con amigos me han dado pistas interesantes para lograr dar algunos pasos más. Entre esos amigos, en una charla con Amilcar Packer[7] (que ha sido el curador del mencionado encuentro), él cuestionó mi análisis, argumentando que los gobiernos de Lula y de Dilma no han obstaculizado para nada los intereses del capital financiarizado, lo cual invalidaría mi hipótesis sobre el motivo fundamental del ataque a sus figuras y a su partido. Su comentario me pareció muy pertinente pues, aunque Lula y Dilma hayan logrado aumentar los ingresos de la población más pobre y mejorar sus condiciones de vida significativamente, resulta efectivamente incuestionable que sus gobiernos han sido muy permeables al neoliberalismo. Los bancos, las constructoras, etc., se han beneficiado muchísimo, más que en gobiernos anteriores; los números lo comprueban. ¿Entonces qué pasa? ¿Por qué quieren destituir a Dilma y al PT del poder?
AFP/AP.- ¿Y logró encontrar alguna respuesta a estas preguntas?
SR.- Sí, lo he estado pensando. Una primera respuesta indica que la nueva estrategia de poder no depende del grado en que un gobierno sea de izquierda o perjudique al capital financiarizado. Más que el poder de Dilma y del PT, el objetivo del CMI consiste en destituir el poder del imaginario de izquierda asociado a ellos. Incluso es eso lo que ya está sucediendo en Brasil con mucha gente de clase media que era tradicionalmente de izquierdas. Y tal como lo mencioné anteriormente, también entre la gente más desfavorecida esto ya está sucediendo, con una aniquilación de ese imaginario más profunda que la mera destrucción de su identificación con el PT. Aunque gran parte de esa población no use la palabra “izquierda” para calificar a las acciones sociales del gobierno, lo que importa es que su creencia en la posibilidad efectiva de conquistar una dignidad social y económica se ha quebrantado.
Por supuesto, dicha aniquilación no tiene un poder absoluto; siguen sucediendo acciones de resistencia tanto macro como micropolíticas. Un ejemplo de acciones macropolíticas lo constituyen los movimientos sociales, como el de los Sin Tierra en el campo y el de los Sin Techo en las ciudades, que siguen en sus luchas. Y un ejemplo de acciones micropolíticas es el surgimiento de nuevos tipos de activismo, principalmente entre los jóvenes y sobre todo entre las chicas, tanto en las periferias como en las clases medias, que resisten trazando líneas de fuga del actual estado de cosas, tal como viene sucediendo desde algunas décadas por todo el planeta. Ellos no se identifican con el modo de actuar de la izquierda, lo que no significa que son pasivos o despolitizados, sino que tienen una nueva manera de descifrar la realidad, de plantear los problemas y de actuar críticamente, es decir, tienen una concepción distinta de la política. Logran acceder en sus cuerpos a los efectos de la estrategia micropolítica de poder del capitalismo financiarizado y es desde allí que le hacen frente, resistiendo en ese mismo plano. Entre los ejemplos en Brasil de esa nueva forma de activismo están las vastas manifestaciones callejeras de junio de 2013, que empezaran con el rechazo al aumento del precio de los pasajes del transporte público. Y, más recientemente, el movimiento de los estudiantes secundarios que ocupó las escuelas públicas (que en éste país son exclusivamente frecuentadas por la población de bajos ingresos) contra el proyecto de la gobernación del estado de São Paulo de cerrar 94 de esas escuelas. Su manera de manifestarse no pasa tanto por las consignas, sino por la performatización de su mirada crítica, creando dispositivos que puedan potencialmente provocar la activación del pensamiento en la sociedad.
Pero desde una perspectiva más sutil, yo diría que, en definitiva, el objetivo de la estrategia micropolítica de poder del CMI es, más ampliamente, la destrucción del imaginario de cualquier forma de resistencia y no sólo de la que viene de la tradición de las izquierdas. Se trata de disolver por completo la creencia y la confianza en la posibilidad de pensar desde los afectos y obrar críticamente, recreando la realidad en los puntos en que esto se impone como urgencia. Hay que disolver el poder de ese imaginario en la conducción del deseo y en sus acciones pensantes, así como en la potencia de contaminación que dichas acciones portan. En suma, hay que aniquilar la ética del deseo, su poder de conducir sus acciones desde y para las demandas de la vida. Esto es lo que efectivamente perturba el libre flujo mundial del capital financiarizado y la gobernabilidad sin barreras para proteger sus intereses (un Estado neoliberal). El efecto de esta estrategia es la paralización del pensamiento, creando así las condiciones para su sustitución por el discurso mediático. Así se consolida la sociedad de control. En esta operación, el inconsciente colonial-capitalístico adquiere un poder más sutil y más fuerte que nunca.
AFP/AP.- ¿Y cómo está reaccionando la izquierda ante esta nueva operación del CMI?
SR.- El imaginario de izquierda no logra alcanzar la dimensión micropolítica en la cual interviene el CMI y, por consiguiente, no puede ofrecernos instrumentos como para resistir en este terreno; ésta es probablemente la razón que está llevando a los jóvenes activistas a desplazarse de ese imaginario. Es también la razón de la imposibilidad de la izquierda para reconocer hasta ahora la dimensión política de la contracultura en Brasil en los años 1960. Una clara señal de esta imposibilidad es que la violencia que sufrió la contracultura por parte del Estado militar en Brasil no ha sido reconocida por la Comisión de Amnistía creada en 2001, cuya definición de quienes tienen derecho a la reparación se limita a aquéllos que militaron en partidos u organizaciones políticas, o sea, los que actuaron macropolíticamente. Lo mismo sucede con la Comisión Nacional de la Verdad creada en 2012 que, a pesar de haber reconocido también a los indígenas como víctimas de la dictadura, lo cual constituye sin duda un paso fundamental, no incluyó en su lista ni a la gente de la cultura, ni a las minorías que han sido violentamente perseguidas por el régimen militar. Podemos incluso considerar al nuevo tipo de activismo como una reactivación del imaginario de resistencia que caracterizó a la contracultura. Sin embargo, hay un cambio significativo en esa actualización de los ideales de la contracultura en la nueva generación: en lugar de demonizar a las instituciones y hacer sus experimentaciones en espacios supuestamente no institucionales –tal como era el caso de los contraculturales, que se imaginaban en un mundo paralelo–, los jóvenes de hoy saben que no hay un mundo afuera de este mundo y actúan en el seno de las instituciones vigentes, buscando producir desplazamientos de su cartografía (ejemplo de ello es el caso de las escuelas públicas que acabo de mencionar).
[1] Re-visiones es una revista de arte y pensamiento visual contemporáneo, indexada, bilingüe, de libre acceso, con una periodicidad anual y adscrita desde sus inicios a proyectos I+D: “Imágenes del arte y reescritura de las narrativas en la cultura visual global” (2009-2012) (HAR2009-10768) y “Visualidades críticas: reescritura de las narrativas a través de las imágenes” (2013-2016) (HAR2013-43016-P) del Plan Nacional del Ministerio de Economía y Competitividad del gobierno de España. Dirección electrónica: http://www.re-visiones.net/​. Enlace la entrevista mencionada:http://www.re-visiones.net/spip.php?article128 ; ISSN: 2173-0040.
[2] Idea propuesta por Laymert Garcia dos Santos, pensador brasileño, en su ponencia intituladaLenguajes Totalitarios, en el Programa de Acciones Culturales Autonomas (P.A.C.A.). São Paulo: Casa do Povo, 12/11/2015 (apoyo: proyecto Episodios del Sur, Goethe-Instititut São Paulo y America del Sur). Disponible en: https://vimeo.com/153449199 .
[3] El Capitalismo Mundial Integrado (CMI) es una noción de Guattari que he recuperado muy recientemente releyendo nuestro libro Micropolítica – Cartografías del deseo, para prepararlo para la edición de Cuba. Su idea es que el capitalismo es mundial e integrado porque logró colonizar el conjunto del planeta y que no hay ninguna actividad humana que no esté impregnada de esta operación; no le gusta el término globalización porque se refiere a un fenómeno exclusivamente económico y capitalista que, además, encubre y pasa por alto su dimensión colonizadora.
[4] Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal (Barcelona: Lumen S.A, 2003); título original: A Report on the Banality of Evil (USA: Penguin Classics, 2006).
[5] “L’évenement Lula”. Parachute Art Contemporain_Contemporary Art, Montreal, nº 110: Économies bis, 04/05/06 2003; L’effet Lula”, Chimères, Paris, nº 49: Désir des marges, Paris, 2003. En castellano: “Lula”, Radarlibros, Página 12. Buenos Aires, 02/03/03 y también “O acontecimento Lula”/ «El acontecimiento Lula», GLOB(AL.) – Global América Latina/Brasil, Rede Universidade Nômade, LABTeC/ UFRJ, Río de Janeiro: Instituto de Estudios del Trabalho y la Sociedad y editorial DP&A, nº (0), ene. 2003. Edición bilíngüe (portugués/ español).
[6] Me refiero al encuentro intitulado Buen vivir o vivir bien, organizado por el Goethe-Institut de La paz y São Paulo y con curaduría de Amilcar Packer en Casa do Povo, en São Paulo, el 26.01.2016 (uno de los eventos de Episodios del Sur, proyecto de la gestión de Katharina von Ruckteschell-Katteen en el Goethe-Institut de São Paulo y América del Sur). El encuentro duró un sábado entero, desde las 9:00 hasta las 22:30. Con intervalos para el almuerzo que compartimos en una gran mesa, y pasamos todo el día recostados en hamacas y almohadones dispuestos en el espacio. Cada uno presentaba sus ideas acerca de las urgencias del presente y su noción de “buen vivir” y los demás las discutían. Por supuesto, las distintas definiciones del buen vivir tenían en común el hecho de ser muy “distantes de la ontología del trabajo, del bienestar social, de las democracias occidentales, de los ideales de vida burguesa y de las aspiraciones de ascensión de clase y de riqueza y placer material, profesional o sexual”, tal como lo había planteado Amilcar en el texto de divulgación del evento. Se ha problematizado igualmente el uso fetichizado de esa noción, una moda actualmente en los debates intelectuales en Occidente.
[7] Amilcar Packer, brasileño de origen chileno, artista e investigador, trabaja conmigo –junto con el boliviano/ alemán Max Jorge Hinderer Cruz (curador, ensayista y crítico de cultura) y con la brasileña Tatiana Roque (matemática, filósofa e historiadora de la ciencia)– en el Programa de Acciones Culturales Autónomas (P.A.C.A.), que desarrollamos desde 2014 con la intención de crear una plataforma de producción colectiva de pensamiento ante las urgencias del presente.

El día de las pibas // Diego Valeriano

No es una mujer palestina, pero sufre la ocupación territorial de la policía y de los pibitos que como roban se creen grandes y machos. Ambos con sus fierros y sus pijas desenfundadas. No es una estudiante heroica, jamás podría tomar el Nacional, quiere terminar la secundaria con el FinES en una Unidad Básica que está a dos cuadras. Y en una de esas  puede conseguir laburo en algún lugar mejor.
Es perseguida desde antes de tener tetas. Sufrió el abuso del padrastro, la complicidad de la madre, el silencio de las hermanas mayores, la risa traidora de los hermanos. El vecino le muestra la pija desde que ella recuerda, el vecino envejece a fuerza de falopa y escabio, pero sigue ahí con su pija en la mano.
Nada heroico se asoma en ella. No hay lucha política en pintarse para ir a bailar, en clavarse el shorcito en acomodarse el escote, tomarse el tren y juntarse  con sus amigos en el obelisco a escabiar, siempre con el cuidado suficiente de no ser violada por alguien si queda hecha un despojo. No es una comandante del EZLN, no es Ramona, no es reivindicada por nadie un 8 de marzo. En la jungla está sola, ella y su cuerpo.
A sus 14 tiene más vida sexual que la psicóloga que da el taller de sexualidad en el centro comunitario. Más conocimiento real de la justicia que el trabajador social que la citó al servicio social de la municipalidad. Más saber sobre política que la piquetera con el pañuelo palestino que anda dando vueltas en algunas fotos.
Y ahí va con su cuerpo, con su deseo, con su placer. Con la certeza de lo que un cuerpo puede a pesar de lo sufrido. Fiesta, viaje y consumo. Es permeable a cada mirada, crece con ellas, se fortalece, su poder interior se expande. Tiene el poder de la esponja. Camina y va acomodando su cuerpo a los horrendos gestos de aprobación que recibe de los otros. Con las miradas deja las frustraciones y tristezas bien atrás. Lejos de cualquier aplanamiento de su vida en un fetiche amoroso, este tipo de curiosidad expande su práctica hacia una multiplicidad de figuras corpóreas, para encontrar allí su tránsito hacia una pequeña trascendencia. Ninguna piba nace heroína, es solo un transitar.

Decir sin miedo: Europa constituyente // Raúl Sánchez Cedillo , miembro de la Fundación de los Comunes

Seguramente, lo más preocupante del momento político europeo no es la gravedad objetiva de la situación, esto es, los datos que nos hablan de un cuadro que no mejora en ninguno de los órdenes y que camina hacia una tragedia política y humana en el continente peor aún que la que estamos conociendo en estos días. Lo que inquieta es que el comportamiento de los actores políticos, lejos de ser capaz de iniciativa autónoma, tiende a no ser más que otro dato de la situación, que muestra ceguera, mala fe, fatalismo, dogmatismo y cada vez más lo que en Alemania llaman Ressentimentspolitik.
Se supone que el faro de la esperanza del continente es nuestro Reino de España, y si de la esperanza hiciéramos un sucedáneo de la fe religiosa entonces podríamos decir que los gobiernos portugués y griego indican el camino de salida de la austeridad y el autoritarismo en la UE, al que se sumará con un espaldarazo definitivo el nuevo y esperado «gobierno del cambio» español. Si ésto es esperanza, ¿qué podemos decir de lo que cabe esperar de la situación francesa, alemana, italiana, por no hablar de las islas británicas? El corazón fundacional de la Europa unida apesta a cadáver, y cuando se cierre la ya angosta trampilla de luz centroeuropea sabremos que el sepulcro habrá sido sellado.
Algo se mueve, sin embargo, con paso ambivalente. Espoleado en buena medida por el golpe de fuerza del Eurogrupo contra el gobierno Tsipras del pasado 13 de julio. Por un lado, el pasado 9 de febrero tuvo lugar en Berlín el lanzamiento del Movimiento por la democracia en Europa 2025 (DiEM 25), cuyos principales puntos de atracción son a día de hoy dos: la gracia –el carisma– de Varufakis y el énfasis en la cuestión de la democracia como clave determinante. Por el otro, el ya de suyo ambiguo Plan B para Europa, que gravita entre el franco nacionalismo de los Mélenchon, Lafontaine o Fassina y el altereuropeísmo de Urbán, Pisarello o Zoe Konstantopulu. Esta ambigüedad se pone de manifiesto en los dos polos de organización del PlanB que, simplificando, podríamos cifrar como el parisino y el madrileño. Por un lado, un centro de fuerza en torno a los significantes ‘euro – nación – soberanía’ y, por el otro, ‘otra Europa – democracia – movimientos’.
Si quisiéramos, con William James, considerar el aspecto práctico de las creencias, la pragmática que sostienen, tal vez podamos desenmarañar un poco esta maraña que paraliza los esfuerzos para desbaratar la tragedia europea. El nacionalismo de gran nación de las izquierdas francesa, alemana e italiana sencillamente sigue la corriente que hoy domina las escenas francesa e italiana y cada vez más la alemana: el nacionalismo xenófobo y agresivo unido al populismo fiscal y social. Esta derrota se fraguó hace ya dos décadas, cuando no fueron capaces de construir un sujeto político, social y sindical europeo serio que impugnara y desbaratara la constitución neoliberal de la UE, entre Maastricht y Amsterdam. La noche de las vacas negras de la lucha francesa contra el TCE en 2004-2005 supuso el final de partida. Para ellos, sencillamente, el europeísmo ‘no vende’, no permite acumular poder y consenso electoral.
Sin embargo, en la reunión madrileña del PlanB pudimos ver entre las brumas otro espíritu constituyente, que equipara soberanía a democracia real de toda la ciudadanía y sobre todo de los subalternos en la UE. Pudimos ver un enfoque mucho más pragmático del problema del desmontaje de la UE ‘austeritaria’ y autoritaria dentro y contra su diseño neoliberal. Y pudimos ver un énfasis en la construcción transversal y desde abajo que caracterizó al 15M, junto a una presencia de las candidaturas y ayuntamientos municipalistas como determinación concreta de otra Europa constituyente. Esta fuerza esbozada en el PlanB madrileño, la de asaltar la UE neoliberal y autoritaria desde abajo y desde sus cuatro puntos cardinales, compuesta con el llamamiento directo a la democracia europea como programa que proclama el DiEM, bien podrían revelarse como operaciones complementarias y funcionales para salir del marasmo y el espanto que nos atenaza.

En la calle. La ciudad de Carlos Correas // Guillermo Korn

“El escritor debe decirlo todo a un público que lo pueda hacer todo. Pero para ello necesitamos estar en el asunto, enterrados hasta el cuello, saboreando el cáliz infinitamente amargo de nuestra ciudad y de nosotros mismos.”
Carlos Correas, 1953
Así finalizaba Correas una reseña publicada en el primer y único número de Las ciento y una, que se sumaba a las que habían escrito Adelaida Gigli,¹ Ramón Alcalde,² y Francisco Solero.³ Ese cuarteto conformaba al grupo de los críticos de diente de leche, como los definió Valentín Fernando, el autor de Desde esta carne, la novela comentada. En esa respuesta, advertía sobre la gravedad que aquejaba a la literatura nacional. A excepción de cuatro o cinco nombres no existe, decía Valentin Fernando, una tradición que respalde a los jóvenes narradores: “Tenemos que empezar desde abajo. Tenemos que hacerlo todo desde el principio.”
Decirlo todo, proponía Correas. Empezar de cero, propugnaba Fernando. La gravedad de la denuncia o el consabido gesto generacional de declararse sin deudas filiales emparentaba ambas posiciones. Los dos autores se pensaban como jóvenes, como nuevos en un mundo narrativo que uno definía como inexistente, y el otro como caduco.
Carlos Correas aprovechaba la reseña para hacer un texto casi programático en el que ensayaba la crítica sobre el tipo de narraciones que merece la ciudad: “nuestra tarea de porteños consiste en destrozar día a día, sin mucha pena y sin mucha pasión, la poca dignidad que aún le queda a Buenos Aires”, decía.
Y comparaba Desde esta carne, novela sintomática de los primeros años cincuenta, con las novelas arltianas. Las diferencias que encontraba con la ciudad inventada por Arlt eran varias. La una, caldera inmensa, rebosante de locura, “es la sucia faena de la destrucción hecha a escondidas, hecha por proscriptos cuya única solidaridad radica en la lujuria de negarse en todo momento”. En cambio, la otra, la ciudad de Fernando, o la de Correas mismo, es monstruosa en lo cotidiano, indestructible. Desesperante a fuerza de vulgar, viviendo –dice– más dentro de nosotros que nosotros en ella.
Por ello: su programa se proponía pensar la narrativa de esas calles, ese territorio singular en su propia literatura. ¿Como narrar su oprimente vulgaridad?
Hay líneas programáticas, dije. Y la pregunta ineludible es cómo afectan la escritura de su propio autor.
Si la literatura argentina, según el propio Correas no había superado a comienzos de los años 50 la etapa del regionalismo, apropiarse de la ciudad era más que enumerar calles y escenarios conocidos a los lectores escasos. Aunque fuera más que eso, hacerlo era necesario, era un modo de trasuntar lo urbano en la trama narrativa. De esa reseña, Correas tomará más de un elemento para pensar su escritura futura. Por un lado, la cuestión de la ciudad. Valentín Fernando y Carlos Correas parten de su aprendizaje como lectores de Arlt. Se ha hecho un lugar común decir que el primer rescate generacional sobre el autor de El jorobadito fue hecho por la gente de Contorno al dedicarle su segundo número, sin embargo unos años antes Valentín Fernando había publicado un largo escrito en la revista Davar.4 Ahí se presentaba su ensayo como una valoración representativa “de la actitud admirativa de sucesivos contingentes de lectores juveniles”. Fernando planteaba que Roberto Arlt remozaba la literatura argentina con tres novedades: una lectura imaginativa, “una psicológica angustiada y desaforada; y por último, una conciencia del escritor moderno contra todo trance y eventualidad”.
La coincidencia será, entonces, tomar a Arlt como punto de partida.
Correas agregará a su propia narrativa –de a ratos– lo que remarcaba como marca original en Fernando: la técnica del estrangulamiento del tiempo, la condensación en unas pocas horas, acciones concentradas, fusionadas, ruptura de la linealidad temporal, con una impronta fuertemente cinematográfica.
Los tres autores (Arlt, Fernando y Correas) serán de los pocos que tematicen la presencia de la homosexualidad en la literatura. Recordemos: el Astier de Arlt, que comparte un cuarto de pensión con un chico que le cuenta sobre su travestismo y lo acosa. En Desde esta carne, en cambio, una casi violación por parte de los compañeros a un chico judío, intelectual, en un baño del Nacional Buenos Aires. Y en La narración de la historia, con una situación de levante y de manoseos compartidos.
Primer yiro
La narración de la historia es –doblemente– un relato de iniciación. Su autor se presenta al mundo de las letras, provocándolo desde una revista universitaria, y el cuento relata instancias de la iniciación de un adolescente al mundo de la homosexualidad. En las tres partes que componen La narración existen modos de la errancia en la ciudad. En la primera, el recorrido urbano de su protagonista, Ernesto Savid, traza un mapeo que va de Avellaneda a Constitución, caminata por la calle Montes de Oca, visita al Riachuelo, ya acompañado continúa por Costanera Sur, vuelta a Constitución, y cierra en Lope de Vega y General Paz.
En el segundo movimiento, el recorrido es circular: Constitución, Barracas, Constitución. En el último: el paseo es por la avenida Corrientes, estación Retiro, San Isidro, cierre en Retiro.
En la ida a la Costanera Sur, hay un momento donde Ernesto y Juan Carlos Crespo, el chico, visitan la estatua de Las nereidas. Esa estatua en los años veinte debió ser mudada por la exhibición de desnudos femeninos “licenciosos” y “libidinosos”. Antes, casi a fines del siglo XIX, cuenta el subcomisario Adolfo Batiz sobre sus propios paseos por el sitio original del grupo escultórico, en Alem y Perón, a pasos de la actual Casa Rosada. Allí decía el subcomisario-escritor no era uno de los puntos de encuentro entre pederastas, a diferencia del emplazamiento vecino de la estatua de Manzini. Varias décadas más tarde, los paseantes imaginados por Correas volverán a fascinarse con la estatua de Lola Mora.
En el largo recorrido que propone el cuento encontramos dos componentes: el deseo y los mutuos aprendizajes que se dan al recorrer la ciudad.
Esta Buenos Aires que propone Correas tiene escenarios muy marcados: presencia de estaciones de tren, lugares de tránsito, transportes y márgenes. Pero la frontera del territorio es la línea divisoria que traza el paso del deseo a la satisfacción.
La ciudad termina siendo hostil y peligrosa para hacer visible una relación clandestina, se hace necesario atravesar sus límites. Hacia adentro es ciudad del deseo, ciudad del levante, ciudad del yiro, pero también aparece como ciudad del miedo: “Ernesto se sentía avergonzado y hubiera querido esconder al morochito de las miradas”, “felizmente, en el subterráneo no había ningún conocido”, “tenía miedo que el morochito quisiera volver al hall de la estación”.
La indefensión y el susto permanecen, pero al bajar del ómnibus y entrar en los terraplenes de la avenida General Paz no son los otros el infierno, no es la ciudad, sino que el territorio a temer es el cuerpo deseado de la compañía buscada. El temor no es a la mirada enjuiciadora o a la sanción moral, es nervio que recorre el cuerpo: “Ernesto tenía miedo; pasaron por un terreno baldío y cruzaron varias calles desiertas”, “quizá lo llevaba adonde vivía el amigo; éste podía salir de cualquier parte y le robarían y lo desnudarían. Quizás el chico lo traicionaba”. Pero no, la traición llegará desde otro lado. Finalmente habrá caricias, masturbación y un abrazo compartido. Será tras las fronteras de la ciudad donde el deseo se realiza. En esa línea que permite el repliegue en quien recorre las calles, temiendo que la mirada de flaneur, se vuelva sobre sí mismo, sobre su sospechosa conducta, sobre su proceder exótico, su rareza. “Yo he querido ser otra cosa –dijo, con la cabeza gacha–. He querido ser un hombre duro y libre. Algo así como un hombre solitario que camina por la noche: disponible y dispuesto a todo”, dirá el protagonista de “La narración de la historia”. El disponerse a todo nos hablará de otro encuentro, en este caso entre Ernesto y un conocido con el que tendrá nuevamente que atravesar los límites de esa ciudad, esta vez hacia el norte, San Isidro, donde finalmente –se narra– “pasó lo de costumbre”. Ese encuentro más parecido al que tendría con una mujer es más tranquilizador, es liberador, más coherente con sus propias elecciones: no será necesario volver a decir que “Alguna vez tendremos bastante dinero como para comprar esta ciudad y tirarla al río”.
Breve hilván entre el primer yiro y los dos siguientes
En Los reportajes de Félix Chaneton, se establece una referencia al cuento –publicado en 1959– que mencionamos.
Dice su narrador: “En otra época, digo ahora: ‘años atrás’, yo te habría abandonado, te habría dado una cita y luego te habría dejado plantado, para que te resintieras y te volvieras rencoroso, pero ahora virilizado, te consigo trabajo, te pongo en el mundo real”. La reminiscencia al plantón y abandono hacia el chico de “La narración de la historia” está narrado por un personaje que se llama Chaneton pero que supo ser Ernesto Savid.
Ahora sí, segundo yiro
El primero de los reportajes, el de 1956, “Rodolfo Carrera, un problema moral”, se abre desde el mundo del paraíso de un teatro: refugio –se dice– “para los que hartos y excluidos de las calles sacábamos la entrada”, refugio entonces a la promesa de la aventura. De allí en más, las paradas de un largo recorrido serán más o menos las mismas: plazas, bares, con abundancia de cerveza y anfetaminas, cines piojosos, semivacíos, con algunos hombres solos.
Recorridos donde se parece aceptar los consejos de un comisario: no se debe andar por el centro, “adonde va tanta clase de gente.” Esa clase de gente en el relato tendrá distintas nominaciones pero similares características: minos, maricas, cocotas, el mundo del loqueo.
Pero los consejos no hacen mella en un joven, Félix Chaneton, que dice estar “expulsado de mí mismo, a la calle, a vagar”. Esas pequeñas memorias son sobre una búsqueda doble: la del hijo de Rodolfo Carreras, pero también hacia la creación ficcional de una ciudad que conjure a esa ciudad “encogida, contrita” que “tenía la hostilidad de los muertos”.
La apuesta a la errancia, al peregrinaje era un modo de la transformación para Chaneton. Así se da la inversión del sueño de Mansilla, aquel donde aparecía proclamado como emperador de los ranqueles, con el título de Lucius Victorius Imperator, coronando a la china Carmen como emperatriz. En el sueño de Chaneton, en cambio, se figura inventando escritos que le valen la expulsión de la Argentina. La partida hacia la nada lo convertiría en una especie de judío errante que paga con su yire el castigo por sus invectivas, por su prosa violenta. “Ahora pienso que lo que me salvó –y me sigue y me ha de seguir salvando– del intento de realizar ese sueño, dirá Chaneton, fue Buenos Aires: Boedo, Nueva Pompeya, la Avenida del Trabajo, el Bañado de Flores, Mataderos y Avellaneda, Lanús, Valentín Alsina, Piñeyro, el Dock Sur… Una y otra vez, por obstinación y por necesidad, yo volvía a esos sitios, y lentamente fui comprendiendo que Buenos Aires y la Argentina también era un lugar habitado por los hombres.”
Tercer yiro
Es el que coincide con la tercera parte del Chaneton y que se llama: “El último recurso”. Fechado dijimos, en 1973. El 24 de mayo de 1973, un día antes de la asunción de Campora. Curioso momento para que Chaneton asuma una personal búsqueda hacia el hombre nuevo y se pregunte cómo romper con la soledad en medio de la multitud. Aquí la ciudad cambia. Las caminatas que como bien observó Ramón Alcalde, en el relato anterior iban de Norte a Sur, de Este a Oeste, de la ribera y el puerto a los confines australes de Buenos Aires, viran en este relato a “paseos exploratorios” con una joven alumna. Los sitios son Cabildo y Juramento, el puente Pacífico, Gorriti y Godoy Cruz, el cine Regio, o el Mercado Dorrego. Ese callejear compartido, se distancia de aquel otro que en los años cincuenta Chaneton había hecho con Carrera. Aquel intento de descubrimiento personal, ese transcurrir por lugares nuevos de la ciudad se va perdiendo. Ahora Chaneton se auxilia –nos dice– con la Guía Filcar. Con el correr de las páginas y mientras se aproxima el cierre del relato, la presencia de la ciudad se va atenuando. Va quedando atrás, y las calles con multitudes quedarán extramuros, la mutación será hacia un mundo interior: las piezas de hotel, de departamentos, o a cierto repliegue interno que lleva al protagonista a proponerse la escritura de un libro de memorias, de un libro sobre sí mismo.
La promesa final de hacer un libro de memorias será un modo de recogimiento o de autocontemplación. Semejante quizá a la idea de caminata que Correas proponía en elArlt literato: un caminar por el caminar y la contemplación, una forma especial de paseo que nos devuelve a nosotros mismos.
Coda
El escritor Carlos Correas, habitaba un pequeño departamento en Pasteur 42, en el barrio de Once. En esa biblioteca tenía un libro de fotografías de la Buenos Aires de los años treinta, fotos donde su autor –Horacio Cóppola– sintetizaba el paisaje de los bordes de una ciudad en tránsito: entre la tradición y lo moderno. Algunas de ellas ilustraron la primera edición del Carriego de Borges Allí, en ese departamento, Correas también escribió algunos ensayos que hoy se han mencionado, llamados, como las casas proscriptas, de tolerancia.
En uno de esos ensayos y a propósito de los paseos juveniles de Borges, remite a uno propio y como muestra de su propia síntesis, de su propia búsqueda y también de su cálida malicia, concluyo leyéndolo:
“No ignoro la diferencia entre vivir en Lafèrrere y vivir en Palermo y visitar Lafèrrere; digo que estas visitas, y análogas, significan un consuelo ocasional, y no hemos de desdeñar los momentos en que el consuelo se vuelve forzoso y confortante; aquí el consuelo de vagabundear por las afueras de franca pobreza y miseria es una suerte de resarcimiento de la estupidez y canallería de los barrios residenciales o señoriales y de sus correspondientes habitantes; entiendo que así lo habrá entendido el muchacho Borges. Por lo demás, yo ya no visito Lafèrrere ni afines; he cambiado de consuelos; apuesto a que otros lo hacen y lo harán por mí: son andanzas buenas y realmente didácticas”.
1.-  En Centro 5, mayo 1953
2.- En Buenos Aires literaria Nº 8, mayo 1953.
3.- En Sur Nº 223, julio agosto 1953.
4.- Eso fue en abril de 1949. Tres años antes, Valentín Fernando había publicado “El matiz desesperado de Roberto Arlt” en la revista Todo.

Policía de la memoria (en réplica a Marcelo Birmajer y sus ataques al Parque de la Memoria) // Ana Longoni

A lo largo de las últimas semanas, el escritor y periodista Marcelo Birmajer publicó tres columnas en el diario Clarín (tituladas “El parque y la memoria”, el 5/2, “Un cartel para adulterar la historia”, el 24/2, y “Con derecho a cuestionar también a los artistas”, el 7/3) en las que ataca con saña al Parque de la Memoria, uno de los más relevantes monumentos construidos en homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado en Argentina.
Lo hace fundamentalmente a partir de una tendenciosa lectura de “Carteles de la Memoria”, la intervención allí emplazada del Grupo de Arte Callejero (GAC). Sin mencionar nunca ni la obra ni su autoría, interpreta pasajes de un par de los carteles que son parte de esta instalación, como si se tratara de definiciones de la política institucional del Parque de la Memoria.1
Semejante ataque no es para nada banal ni inocuo, en medio de las actuales y sinuosas redefiniciones de las políticas de la memoria respecto de la represión dictatorial impulsadas desde el Estado argentino. Más aún en la medida en que se propaga desde un medio de comunicación constructor por excelencia de opinión pública (de “sentido común”, cabría decir), y dado que coincide con otras peligrosas declaraciones de autoridades de la cultura y de reconocidos intelectuales. Me refiero -en particular- a los dichos del Ministro de Cultura de la Ciudad, Darío Lopérfido, cuestionando el número de desaparecidos, y a la entrevista brindada a La Naciónpor el historiador Luis Alberto Romero en la que acusa a los juicios de lesa humanidad de estar “afectando el estado de derecho y los Derechos Humanos” y ser expresión de venganza2. Merece, en este contexto, detenernos a analizar las tergiversaciones que supone la lectura de Birmajer, previendo que su insistente diatriba no es un pataleo en el vacío, sino que pretende contribuir a desencadenar concretas secuelas políticas.
Primera falacia: la obra del GAC devenida en discurso institucional
Aunque Birmajer se refiera en sus dos primeras notas apenas a dos carteles, la instalación del GAC está compuesta por cincuenta y tres carteles en un abigarrado recorrido, emplazado en uno de los senderos del Parque de la Memoria lindante con el Río de La Plata. “Carteles de la memoria” porta una larga historia que puede remontarse a 1997, cuando el GAC nacía y empezaba a colaborar activamente en los primeros escraches impulsados por HIJOS. La obra emplazada en el Parque cita, recupera y condensa un procedimiento que el grupo propuso desde entonces, y que está inscripto en la memoria colectiva de las luchas contra la impunidad impulsadas en los años noventa y primeros dos mil.
Desde 1998 el GAC produjo los característicos carteles que evocan y a la vez subvierten el código vial institucional, simulando ser señales de tránsito convencionales (por su forma, color, tipografía, tamaño y emplazamiento) que para un espectador no advertido podrían incluso pasar desapercibidos. En la preparación de cada escrache se colgaban en postes en medio de la trama urbana, en las inmediaciones del lugar a escrachar, así como se usaban como estandartes en las manifestaciones con las que concluía cada escrache. Los carteles realizados por el GAC colaban en cualquier punto de las ciudades o a lo largo de las rutas que recorren el país, señalamientos que alertaban y llamaban la atención en nuestros aletargados trayectos cotidianos sobre la convivencia con la impunidad que imperaba en aquellos años. Así, un peatón o automovilista podía toparse de repente con un cartel que lo alertaba sobre la proximidad de la vivienda o el lugar de trabajo de un ex represor, el lugar adonde funcionó un centro clandestino de detención y exterminio, una maternidad clandestina en la que nacieron cientos de bebés apropiados por el régimen, el lugar del que partían los llamados “vuelos de la muerte”, el sitio donde ocurrió un fusilamiento ilegal o una masacre, o una comisaría en la que se seguían aplicando torturas a los detenidos o casos de “gatillo fácil”.
Con extrema capacidad de síntesis y economía de recursos, la eficacia de estas señales radica en gran medida en su condición mimética: son dispositivos que se confunden con un código institucional para trastocarlo radicalmente, afectando no solo la señalética del tránsito sino el orden político que (a través de las leyes del perdón y los indultos) había instalado la impunidad y la desmemoria en nuestra sociedad. Trastocar es una de las tácticas del activismo artístico (junto con agitar, disputar espacios públicos vedados, insistir sobre lo negado), e implica afectar un orden, generar un cortocircuito que apueste a introducir un ejercicio crítico.3
Los carteles propuestos por el GAC (nunca firmados, siempre disponibles para que otros se los apropiaran e hicieran suyos) proporcionaron una visualidad característica a las prácticas sociales de protesta que emergieron en esos años y fueron empleados desde entonces no solo en numerosos escraches, marchas e intervenciones callejeras. También fueron reconocidos en el mundo del arte como una de las manifestaciones del emergente activismo artístico, y formaron parte de numerosas exposiciones y publicaciones dentro y fuera del país.
En 1999 el GAC decidió presentar la propuesta de “Carteles de la memoria” al concurso de esculturas en homenaje a los detenidos desaparecidos y asesinados por el terrorismo de Estado en la Argentina. Entre 665 proyectos postulados por artistas de todo el mundo, fueron uno de los ocho ganadores, elegidos por un jurado integrado por nueve reconocidos artistas, curadores y expertos en arte público, junto a dos destacados representantes del movimiento de derechos humanos, Estela de Carlotto y Adolfo Pérez Esquivel.
Ya desde su primera formulación, aún como maqueta preliminar, la secuencia de carteles insistía en ubicar las trágicas secuelas del terrorismo de Estado en una historia más vasta y compleja, de alcances regionales (aludiendo al Plan Cóndor y a la injerencia de la CIA en las dictaduras militares sudamericanas del período), deteniéndose en las dimensiones de complicidad de civiles, de la cúpula de la iglesia católica y de medios masivos, en los inicios de la transformación neoliberal de la economía (en particular, el abrumador incremento de la deuda externa, del que hoy volvemos a saber), la complicidad de corporaciones y empresas (como Ford, Mercedes Benz, el Ingenio Ledesma), los delitos económicos (robos y apropiaciones del “botín de guerra” por parte de los represores), el desmantelamiento de la industria nacional, etc. Los carteles del GAC ubican los mecanismos de dispersión del terror concentracionario4 en una historia más larga que viene de antes del golpe de Estado de 1976 (al aludir a la Triple A y a los decretos de aniquilamiento del gobierno de Isabel Perón) y que prosiguió después (la práctica del gatillo fácil, el reciclamiento de las fuerzas represivas en empresas de seguridad privadas, etc.). Planteados a fines de la década menemista, denunciaban las privatizaciones de las empresas públicas y las condiciones penosas de vida de un gran sector de trabajadores (afectado por la desocupación masiva, la precarización laboral, la miseria y pauperización).
Cuando finalmente la obra fue emplazada en el Parque, recién en 2005 a causa de demoras administrativas, el GAC actualizó los textos presentados en 1999. Las políticas de Estado –indiscutiblemente- estaban cambiando, y no solo en materia de derechos humanos. Ya entonces la participación del GAC en el Parque de la Memoria desató algunos debates dentro del activismo e incluso más allá de él, básicamente en torno al riesgo de “institucionalizar” y neutralizar una práctica callejera tan potente como el escrache dentro de una iniciativa oficial.5 Sabiendo que ocupaban un lugar incómodo, sus integrantes defendieron la “finalidad educativa”6 de ocupar ese espacio memorial interpelando –con un lenguaje visual conciso- a las nuevas generaciones que visitan y visitarán el predio con una serie de señales que más que componer un relato cerrado (como Birmajer insiste en sostener), abre la cuestión del genocidio a nuevos materiales, indicios y preguntas, y nos interroga con agudeza sobre sus efectos en tiempo presente.
Segunda falacia: el Parque como apología de Montoneros
“Los kirchneristas usaron el Parque de la Memoria para la construcción de su relato con dinero del erario; peor aún, mancillando y negando la gesta del Juicio a las Juntas y el Nunca Más y haciendo apología de grupos criminales como Montoneros” (Marcelo Birmajer, “Con derecho a cuestionar también a los artistas”, Clarín, 7 de marzo de 2016).
Con este discurso desbocado, la operación de Birmajer se cimenta en la deshistorización de un relato (y no “el relato”) que -lejos de hacer apología de Montoneros o de reivindicar la lucha armada setentista- indaga en las condiciones históricas que hicieron posible que tantísimos miles de jóvenes optaran por esa vía no solo en el país sino en buena parte del mundo, en una época signada por un horizonte de expectativas de transformación revolucionaria inminente. Es muy cómodo pararse en los tópicos discursivos que se volvieron hegemónicos en la posdictadura para señalar con dedo acusador las definiciones políticas previas. Más riesgoso es indagar en los contextos epocales precisos: considerar que desde 1930 los golpes de Estado habían sido una constante en la vida política argentina, desde 1955 estaba proscripto el peronismo y desde 1966 lo estaba todo el arco opositor (eran perseguidos no solo los políticos, sino también sindicalistas, estudiantes, científicos, artistas y hasta las chicas con minifalda y los muchachos con barba y pelo largo). No puede obviarse en la radicalización de buena parte de la sociedad el impacto de sucesos como la guerra de Vietnam, la invasión norteamericana a Santo Domingo, el asesinato del Che Guevara en Bolivia, el de Martin Luther King en Estados Unidos, la masacre de Tlatelolco en México y tantas otras evidencias de la aplicación sistemática de la violencia represora que convencieron a muchos –inclusive a Jean Paul Sartre-7 de que la única salida legítima y efectiva era replicar con violencia insurgente. Esto no significa reivindicar a Montoneros ni al ERP, ni sus metodologías ni sus actos, sino aproximarnos a esa experiencia extrema de manera situada, reponiendo las discusiones políticas y teóricas que tuvieron lugar entonces, considerando la época con menos prejuicio y más ánimo de entender y dilucidar. Ello sin desactivar la crítica e incluso la autocrítica, en un ejercicio diametralmente diferente a la caza de brujas a la que parece incitar Birmajer.
Bien sabemos que las memorias respecto de la historia reciente son múltiples y en conflicto, que las construcciones o argumentos que dominan un período dado no son estáticas ni inmutables, y pueden ser desplazadas, discutidas o transformadas en un momento posterior. Si la última dictadura quiso negar la existencia de los desaparecidos, el movimiento de derechos humanos bregó -en condiciones muy adversas- para darles entidad y reclamar por su aparición con vida, primero apelando a su condición de víctimas y mucho más tarde reivindicando su militancia. Si los militares pretendieron abandonar el poder sellando un pacto de amnistía, el gobierno de Alfonsín encaró una dura pelea por enjuiciar a los comandantes que integraron la junta militar y abrió con la CONADEP la posibilidad de denunciar públicamente los crímenes cometidos, aunque luego terminó cediendo ante las presiones de las Fuerzas Armadas al promulgar la ley de Punto Final y la ley de Obediencia Debida. El gobierno de Menem deshizo lo avanzado otorgando los indultos, a pesar de la enorme movilización popular que repudiaba esa medida. En ese tiempo de rotunda impunidad es que surge HIJOS y se emprenden las luchas –inicialmente aisladas y fuertemente reprimidas- de las que el GAC es parte activa. Aún con sus diferentes modalidades y tácticas, los HIJOS se reclamaron continuidad de la larga lucha de Madres y Abuelas, en medio del páramo. Al calor de la revuelta popular de diciembre de 2001, muchas de estas políticas minoritarias adquirieron visibilidad y protagonismo. En los últimos años, varios de sus reclamos (como “juicio y castigo”) adquirieron un carácter de políticas de Estado. Evidentemente esas conquistas están en riesgo en la actualidad, a la vez que las persistencias de esa larga lucha prosiguen y seguramente vislumbrarán nuevas formas en los tiempos venideros. Hace pocas semanas, el hijo de un amigo –un muchachito de trece años que acaba de ingresar al Colegio Nacional Buenos Aires- fue detenido por un policía en la valla que interrumpe la Plaza de Mayo porque tenía puesta una remera con la cara del Che. No lo dejaron pasar aludiendo a una incierta “portación de ideología”. ¿Quizá este alucinante acto de intolerancia y prepotencia sea una inesperada señal de cómo una figura que ha devenido en rotundo mito mediático e incluso en emblema turístico pueda recargarse de alguna condición disruptiva?

Cierre
En síntesis, cuando Birmajer elude considerar esta historia compleja y elige reducirla a dos referencias fuera de contexto que pretende orgánicas a lo que llama “el relato kirchnerista” está falseando los hechos y pasando por alto de una manera burda infinidad de mediaciones:
1) Toma la obra del GAC como manifestación directa del discurso institucional del Parque de la Memoria, evitando mencionar su condición de obra específica y su autoría, así como el dato nada menor de haber sido seleccionada en un concurso público internacional.
2) Cuando la refiere como parte del “relato kirchnerista”, pasa por alto que la obra fue gestada en 1999 –cuando el kirchnerismo no existía-, y ni sus autores ni la institución pública que cobija esta intervención -y que por cierto depende del Gobierno de la Ciudad- se pueden asimilar al kirchnerismo sin cometer un arbitrario forzamiento8.
3) En lugar de sumergirse en la obra y en la compleja historia que despliega, descontextualiza dos fragmentos para disparar contra el Parque de la Memoria (y por elevación contra el movimiento de derechos humanos que tiene una trayectoria que empezó muchísimo antes del kirchnerismo y prosigue más allá de él).
4) Contra las acusaciones que desliza Birmajer en su última nota, vale señalar que los integrantes del GAC trabajaban entonces y siguen trabajando como docentes en escuelas y universidades públicas, y no eran ni “empleados” del Parque de la Memoria ni “artistas contratados por el Estado”.
Marcelo Birmajer tiene derecho a pensar lo que quiera. Lo que carece de toda ética intelectual es usar su lugar privilegiado en los medios masivos para erigirse en policía de la memoria y sembrar franca confusión y odio, mucho más cuando empieza a haber señales claras de violencia política (sin ir más lejos, este fin de semana hemos sabido consternados de balazos a militantes políticos y de manifestantes sindicales heridos).
1 Como lo señala agudamente Laura Malosetti Costa, en “Polémica con Birmajer”, Clarín, 6 de marzo de 2016.
2 Jorge Fernández Diaz, Entrevista a Luis Alberto Romero en La Nación, 22 de febrero de 2016.
3 Cfr. Alerta que salpica, https://mega.nz/#F!t8sgCZRK!DhCXde5hnhnL_cKk2Koe4w), p. 62.
4 Pilar Calveiro, Poder y desaparición, Buenos Aires, Colihue, 1997.
5 A ello apuntaba la crítica de Adrián Gorelik en “Preguntas sobre la eficacia” (revista Punto de Vista nº 82, Buenos Aires, agosto de 2005).
6 Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado. Parque de la Memoria., Buenos Aires,
7 Véase su prólogo al libro de Frantz Fanon, Los condenados de la tierra.
8 El GAC ha explicitado posiciones críticas hacia el kirchnerismo en varias ocasiones, por ejemplo en relación a la museificación del Casino de Oficiales en la ex ESMA, en 2014.

Hacia una revolución de la crueldad: Antonin Artaud. Capitalismo de la conciencia y revolución fisiológica // Emiliano Exposto


Tercera Parte.

La noción artaudiana de “capitalismo de la conciencia” constituye el núcleo problemático en torno al cual gira esta tercera parte de “Hacia una revolución de la crueldad: Antonin Artaud”. Comenzaremos con una fragmento del autor: No sentirse vivir como individuo equivale a escapar a esa forma temible de capitalismo que yo llamo capitalismo de la conciencia. Aquí está la clave alrededor de la cual se organiza lo que podríamos llamar, de manera rozitchneriana, la cura individual y la cura colectiva de la forma capitalista de codificar nuestras conciencias encarnadas.

Desde Marx ya sabemos que no es la conciencia del hombre laque determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determinasu conciencia (Marx, 2010: 17). Y con Artaud hay que señalar que el cuerpo consciente o la conciencia encarnada habitan  el desgarramiento y desdoblamiento del hombre en toda la formación social capitalista: la “conciencia capitalista se enajena de los cuerpos y domina las carnes.

La conciencia capitalista se presenta en tanto que propietaria absoluta de los medios de privatización del cuerpo y como la instancia complementaria en la organización divina de los órganos operada por Dios ladrón. La conciencia es capitalista en tanto se autonomiza y sustrae los órganos; se insiste en ello porque es central entender que la conciencia es al cuerpo aquello que el Capital es al trabajo asalariado, esto es:propietaria de los medios necesarios para su producción y consumo; atenazamiento de toda potencialidad intensiva y explotación de su fuerza de trabajo. El resultado del tal procesión esla capitalización de las carnes, de acuerdo a una supuesta independencia y jerarquización de la conciencia, en sentido abstracta y espiritual (no encarnado), por sobre el cuerpo. La subordinación de los órganos, y por demás, la determinación cosificante de las carnes en tanto individuo (no sentirse vivir como individuo”,es decir, no existir bajo la forma petrificante de una y solo una identidad global y especifica de la conciencia) conforma la fibra última de este planteo.
Ahora bien, tal situación no es posiblesin el ya mencionado trabajo del Dios ladrón” en Artaud, o del Capital y el Estado (el “capitalista total ideal”) en Marx. Es manifiesto que es allí donde se realizan las escisiones de la carne vs la conciencia, de lo privado vs lo público, del orden económico vs lo político, las cuales velan el problema alescindir los rminos de la relación. Ante esta situación,Artaud apuesta por reconquistarme violentamente, de irrumpir brutalmente en mi ser, de adelantarme al avance incierto deDios (2005: 103). Y en el mismo sentido escribe: “El hombre está enfermo porque está mal construido. Atenme si quieren, pero tenemos que desnudar al hombre para rasparle ese microbio que lo pica mortalmente, dios. Y con dios, sus órganos, porque no hay nada más itil que un órgano. Cuando ustedes le hayan hecho un cuerpo sin órganos lo habrán liberado de todos sus automatismo y lo habrán devuelto a su verdadera libertad (2011: 31).

Los cuerpos artaudianos están modulados, por un lado, por la organización funcional y utilitarista de Dios como organismo trascendente, y por otro, por la privatización de los órganos en la conciencia. Ambas tecnologías constituyen los elementos heterogéneos e irreductibles del mismo dispositivo, a saber: la producción de corporalidades sólo en apariencia independientes uno de los otros, distancias, según las necesidades tanto de verticalidad representacional como de individualización para la división social deltrabajo. Y puesto que estas cnicas son elaboradas en las condiciones concretas de producción capitalistas, es claro que todo este despliegue, universal y particular, es desarrollado a partir de lo que en la Primera Parte llamamos la “acumulación carnal originaria” como la otra cara necesaria de la reproducción ampliada y de la acumulación constante del valor del Capital: “El único Universal Concreto de nuestra época (Zizek, 2004).

Entonces en Artaud existe una realización de movimientos en los cuales, primero, se da la eclosión de las fijaciones identitarias por medio de un flujo incesante deestallidos que acontecen en el cuerpo y se presentan como volcanes en el yo: he sido mi padre, mi madre, mi hijo, escribe Artaud. Pero el problema es que, de inmediato, incluso antes del nacimiento sostiene el Momo, esos saberes y energías del cuerpo son neutralizados por el dúo conciencia/Diosladrón a los efectos de des-sensibilizar, hegemonizar y diseccionar la multiplicidad delas carnes, confeccionando una mismidad propietaria cerrada sobre sí y distanciada del tejido territorial compartido con los otros. Así pues, el cuerpo ordenado, normalizado y espectralmente descarnado sólo vehiculizará un tipo de nexo social-afectivo abstracto puesto al servicio de la infinita cuantificación del Capital y de la cualificación desmaterializada de la conciencia vaciada de soporte efectivo en la realidad de las fuerzas.

De manera que esto último permite que en el campo social general acontezca, según Artaud, una enajenación como condición absoluta de la economía colectiva de los seres y una jerarquía distanciadora al interior de esa enajenacn. Todo ello no es otra cosa más que un resultado del proceso labrado por la “conciencia y el “Dios ladrón, es decir: un efecto históricamente determinado de las personificaciones artaudianas del Capital.

Para continuar hay que leer a Del Barco: “en el teatro occidental Artaud descubre el funcionamiento de la sociedad. La estructura del teatro (que debe ser destruidapor el teatro de la crueldad) posee la misma estructura que la novela, que la gica, que elEstado, que la producción económica y, en última instancia, que el lenguaje. De manera que es menester, siguiendo los lineamientos teóricos y tácticos de Del Barco, realizar una revoluciónfisiológica total, en todos los frentes, según una acción definitiva e integral. Se trata del mismo problema que en Marx: sustraer la abstracción de la Sociedad separada del individuo, horadar las robinsoneadas del capitalismo fetichizante mediante la revolución social como perspectiva de la totalidad. En Artaud, esa totalidad, ya se verá, es cuerpo sin órganos; en Marx en cambio, ser genérico del hombre osimplemente comunidad. Proletariado aquí y cuerpo sin órganos allá, son nombres de un idéntico proceso, intensidades móviles de cierta maquinaheterogenética: los signos materiales de una efectualidad llamada a transgredir y martillar, de una vez y para todas las veces, todos los microbios de dios, el Invisible, el Otro, el Capital. La revolución física y materialmente completa es la manifestación del devenir emancipatorio.

La tarea es hacerse un cuerpo nuevo en la escena del teatro de la crueldad: un cuerpo sin órganos. Para lograr la transformación orgánica y física verdadera del cuerpo humano (1977: 200). Y a la terapéutica y el diagnostico artaudiano es el siguiente: el origen y elfinal, diferidos en el mismo movimiento, se desenvuelven en tanto que cuerpo sin órganos. La sociedad capitalista junto al Dios ladrón, en cambio, aparecen bajo la forma de quiebres dicotómicos y desfondamientos. Por lo cual habría que hablar ahora de la descorporalización de la realidad, de una ruptura aplicada, puesto que la operación de subversión necesita de modo urgente un continuo esfuerzo de exaltación, de abolición, de precisión, de apetito, de deseo informulado de transformacn.

Perotodo levantamiento artaudiano de las carnes es, a la vez, unificadoy ltiple, como el azar organizado de la anarquía coronada. Entonces la descomposición de los estratos espectrales del cuerpo sólo es posible en tanto se extiende, se verifica y se despliega en lo común. Por lo tanto, se desprende que el acto revolucionario es crueldad y unidadde la acción, o mejor dicho, insurrección sistemática y sagaz. En Artaud la tarea no es sino “perseguir la perversión y la destrucción de toda clase de valores y órdenes.

Y finalmente, a manera de conclusión para el diagnosticoy terapéutica señalado más arriba, Artaud propone la Anarquía Coronada, o el reino de Heliogábalo. Y en efecto en función del rey Heliogábalo se señala que Anarquía es ni Dios, ni señor, y más manifiesto aún: Heliogábalo fue anarquía en acto, el dios unitario, que reunía al hombre y la mujer, los dos polos hostiles, pues el UNO y el DOS, era el final de las contradicciones,la eliminación de la guerra y la anarquía, pero por la guerra […] La anarquía hasta el punto que Heliogábalo la llevó, era poesía realizada. En toda poesía hay una contradicción escencial. La poesía es la multiplicidad (1972: 90) Entonces pues, al ser la poesía realizada de Heliogábalo multiplicidad” y “contradicción escencial”, es menester que, en el marco anti-capitalista de los afectos corporales, sea entendida como proceso relacionalantagónico, y con ello, como lucha de clases y batalla por los sentires. O más precisamente la “anarquía organizada de Artaud no es más que la lógica autoorganizada de lo colectivo en un enlace creativo y diferente, en oposición a la lógica representativa del Capital; y eso con miras de instituir, en el sentido de Castoriadis, nuevos modos deexistencia.

En suma: organización de la autonomía y autonomía organizada. Es anarquía yorganización, y por tanto resulta ser Anarquía Coronada. Sin principios primeros de sujeción trascendentes y allende las dicotómicas descendentes: junto con la revolución económica y social indispensables, todos esperamos una revolución dela conciencia que nos permita curar la vida” (2010: 163).

Para“curar la vida, es decir para crear nuevos modos de existencia inmanente, hay que pensar que la metafísica occidental y el modo de producción capitalista funcionan, en el mismo movimiento de mostrarse como tal, de manera ontológica y estructurante. En consecuencia, superar la “conciencia capitalista” es lo mismo que transgredir el Juicio de Dios, subvertir el sistema de la representación y disolver la división capitalista sobre las corporalidades. Ya que hay una triple alienación en la carne deltrabajo: separación trascendente entre producto y cuerpoproductor en las mismas condiciones materiales de produccn, alienación del cuerpoproductor en torno a mismo, separación entre la multiplicidad de los cuerposproductores en sus relaciones de composicionalidad. Ciertamente, el trípode en el cual se sostiene la mencionada triple alienación no es otro que la articulación entre: la operación de organización funcionalistade Dios ladrón, la posesión privatista del cuerpo desde la “conciencia capitalista, y por sobre todas las cosas, el procedimiento inmanente de las relaciones sociales capitalistas en las cuales todos los sentidos físicos e intelectuales han sido sustituidos por la simple enajenación de todos estos sentidos:el sentido del tener” (Marx, 2011: 130).

La propiedad privada del Dios ladrón acontece pormedio de un robo, ya lo seña Proudhon. De forma que de Marx a Artaud, pasando por Proudhon, el imperativo en función del acontecimiento revolucionario se presenta en tanto desrealización del cuerpo tal y comoha sido hecho. La tarea en efecto es des– funcionalización y desconcientizacn, esto es: expropiación de los expropiadores. Es decir, suturar el utilitarismo de la carne y la extracción de su energía destituyendo la usurpación de Dios ladrón, abolición de la propiedad privada de los órganos bajo el enseñoreo de la conciencia. Y ello significa desprenderse de ese acondicionamiento de misórganos tan mal adaptados a mi yo, dice Artaud. Ciertamente es necesario aniquilar tanto a la conciencia como a Dios, pues ambos son los agentes históricos del modo capitalista de producción. De hecho la crueldad artaudiana no es sino rebelión contra un sistema social inocuo” (1977: 200).
Por eso en la estrategía de neutralizar el Juicio de Dios son necesarios soldados, ercitos, aviones, acorazados, pues el autor entiende que: las fuerzas revolucionarias de un movimiento son aquellas capaces de desequilibrar elfuncionamiento actual de las cosas, de cambiar el ángulo de la realidad” (1977: 79). En Artaud no se trata tan sólo de tomar o no el poder: ello es necesario, se podría decir, pero no resulta suficiente. Porque, en sentido pleno, hay que destruir toda relación social capitalista: revolución permanente y transformación inmanente. Y en efecto es menester tanto la modificación económica, social y política indispensable, como el aniquilamientode Dios ladrón” y de la “conciencia.
De manera que se ostenta una idea univoca de la revolución en tanto lucha política por la tomadel poder de Estado o socialización de los medios de producción, todo combate está al servicio de tal batalla, y el teatro de la crueldad es revolucionario sólo en su remisión exterior y referencia hacia otro orden: el signo transformador le adviene desde afuera, por representación, y peor aún, operaría en exterioridad a los cuerpos reales que pueblan y producen las fuerzas del campo social-afectivo. Sin embargo eso es nada más que metafísica revolucionaria, un mero concepto de la revolución pura.

El teatro de la crueldad es la creación de un territorio común en tanto que campo de lucha en el  cual dar la batalla, continuo y sin final, por las vidas. Y ello se opone a una sedimentación de las estrategias, de las tipologías tácticas y los aparatos de resistencia en torno a la unidad del centro y al monopolio del sentido que, en la tradición, se enquistaron en una forma de política cristalizada y perimida.El problema no estriba en los diagramas programáticos, ni en elecciones de dirección; no se trata de un quiebre súper-estructural: “el concepto de ideología es un concepto execrable que oculta los verdaderos problemas, siempre de naturaleza organizativa(Deleuze, Guattari, 2010: 124). La cuestión es estrictamente práctica, es decir organizativa: ¿cómo pensar la composición colectiva de la política y la política en las composiciones colectivas? Y en ese mismo sentido, en carta a Bretón, Artaud aclara en qué consiste su posicionamiento emancipatorio: “hay, en este aspecto, una revolución siempre por hacer, a condición de que el hombre no se piense revolucionario únicamente en el aspecto social, sinoque crea que debe también, y sobre todo, serlo en los aspectossico, fisiológico, anatómico, funcional, circulatorio, respiratorio, dimico, atómico y eléctrico (1977: 88)”. Se trata de una resistencia desde y por las carnes sufrientes a nivel sintiente, simbólico, imaginario, etc…, en todos los ámbitos a la vez y con todas las fuerzas de nuestros cuerpos en común. Eso es la “revolución fisiológica total” que intenta pensar Artaud mediante las figuras del teatro de la crueldad, el cuerpo sin órganos y la anarquía coronada. 

Felicidad asegurada (II), hacia los capitalismos no democráticos y los dispositivos de excepción // Carolina Di Palma

Seguimos con la segunda clase sobre “Privacidad y vigilancia en entornos digitales” realizada por Laura Siri a través de Fundación via Libre, textos que comenzamos a publicar en Lobo Suelto desde el mes de marzo. En este caso la importancia de la privacidad como fundamento de las democracias modernas nos introduce en el debate acerca de cómo la implementación de las “leyes antiterrorismo”  de estos últimos tiempos en diferentes regiones del planeta y las  nuevas formas de hacer inteligencia funcionan en paralelo al sistema de derecho y sus marcos legales. Pero, sobre todo, también transforman el paradigma de “la presunción de inocencia” vinculado a la certeza de las pruebas hacia el paradigma de la “prevención del delito” vinculado a la probabilidad estadística y combinación algorítmica de nuestros datos y metadatos.

¿Por qué es importante que hablemos de privacidad?

Por Laura Siri 
Fundación ViaLIbre aula virtual Artica

Creative Commons

La privacidad no necesariamente es un fin en sí mismo, sino que puede ser vista como un medio para obtener un fin. Y dicho fin no tiene por qué ser un beneficio individual, como el enfoque de “dejar tranquilo” podría dejar traslucir. Más bien, la privacidad importa por la función social que cumple para permitir la libertad y la democracia.
Quizá oíste hablar de Edward Snowden, el excontratista de los servicios de inteligencia de Estados Unidos que, en 2013, reveló cómo ese país espía las comunicaciones online de gran parte de la población mundial (y, si no, no te preocupes que volveremos sobre él mas adelante). Él dijo que (Enlaces a un sitio externo.)hay al menos dos razones para oponerse a la invasión de la privacidad. La primera es que, evidentemente, la gente modera su conducta cuando sabe que la vigilan. “Bajo observación, actuamos de modo menos libre, lo que significa que efectivamente somos menos libres”, dijo. La segunda es que si se están recolectando todos los datos de todos, se están creando registros permanentes de nuestras vidas, aunque no seamos sospechosos de nada. Así, si algún día sí somos objetos de una investigación, ya será abstracto nuestro derecho de no declarar contra nosotros mismos porque nuestro registro ya habrá declarado todo lo declarable, y más. “Quizá no recuerdes dónde fuiste a cenar el 12 de junio de 2009, pero el gobierno sí se acordará”, ejemplificó Snowden.
Según el libro de Helen Nissembaum que ya citamos, (2010: 98), la privacidad es fundamental para el ejercicio de: 
  • La individualidad: porque la oportunidad de un desarrollo personal satisfactorio, creativo y saludable depende en gran parte de la posibilidad de experimentar sin el temor a la desaprobación, censura o el ridículo y, sobre todo, sin la presión de adecuarse constantemente a las normas convencionales. La exposición exacerbada produce que los individuos repriman actitudes, comportamientos o pensamientos para evitar represalias tales como la pérdida de un trabajo o el aislamiento social.
  • La autonomía: la privacidad es de hecho una manera de mantener la autonomía con respecto a cierta información que una persona considera que no debe ser revelada a terceros. El valor que ha adquirido la información en la actualidad amenaza directamente la autonomía y por lo tanto la privacidad de las personas, ya que las empresas y los gobiernos manipulan los datos personales sin el consentimiento consciente de los individuos.
  • Las relaciones sociales: la autonomía de alguien para disponer de los elementos que conforman su vida privada le permite revelar voluntariamente a ciertas personas y en ciertos contextos la información personal que considera oportuna, útil y necesaria.
  • La participación política: la privacidad es un valor esencial de todo sistema social y político legítimo. Es un valor público en la medida en que es constitutivo de otros derechos tales como la libertad de asociación y de discurso, y sobre todo de la votación secreta sobre la que se funda la democracia. La privacidad además protege a los individuos de intromisiones por parte del gobierno y de las empresas.
La privacidad, por lo tanto, es fundamental para evitar las consecuencias que puedan resultar de los errores deliberados o accidentales que surgen de la acumulación de datos, así como de las malas interpretaciones y prejuicios. También es imprescindible para protegerse de posibles extorsiones y abusos de poder por parte de las personas físicas y jurídicas que acceden a los datos. Y, por qué no, para evitar ser nada más que “prospectos” dentro de un esquema comercial que puede ser muy agresivo, aunque su aspecto sea amigable, como en el caso de las redes sociales online. La falta de privacidad, en suma, amenaza todos los derechos humanos que apreciamos hasta el momento.

Ayotzinapa: itinerario oficial del silencio // Raimundo Dreiklang

Ayotzinapa y otra vez el reclamo. Otra vez el clamor sollozo de las familias. Otra vez la intensa e incesante lucha contra el olvido y la desmemoria.

En el profundo océano de la impostura, la palabra corre peligro de exiliarse. El pensamiento corre el riesgo de terminar en el más oscuro de los ostracismos. Pero por ahora transita el laberinto de la incertidumbre, y esa incertidumbre crece a medida que pasan los días.

Tras su viaje a México el pasado 12 de febrero, Jorge Bergoglio en su circunstancial rol como jefe de la Iglesia Católica bajo el nombre de “Francisco”, olvidó referirse a los 43 normalistas desaparecidos, ni siquiera los mencionó durante su estancia en ese país. Preocupado por temas relativos a la actualidad que acucian a la sociedad mexicana como el narcotráfico, la migración, la violencia y la desigualdad, parece no haber tenido espacio en su apretada agenda la cuestión de los jóvenes desaparecidos. ¿Qué pasó? ¿Por qué el sumo pontífice en sus cinco días de visita oficial omitió de su itinerario este asunto tan trascendental para la justicia y los derechos humanos?

Dudo mucho que Bergoglio sea testigo de Jesucristo, ignorando por completo una situación que desvela al pueblo mexicano. Dudo mucho que sea representante de su legado en la tierra cuando desoye las voces de los que están sufriendo descarnadamente por este terrible dolor. Dudo mucho que sea un “Papa prometeico” cuando elige ser portavoz del silencio, tan cómplice como la mano asesina que le arrebató la vida a esta juventud maravillosa.

Si lo que estoy diciendo es una infamia, pues déjenme decirles que soy un gran infamador, pero de la mentira y la impunidad.

La historia no se repite, pero tiene puntos de encuentro, puntos de semejanza. Ayotzinapa nos debe interesar, sin duda que nos debe interesar y nos tiene que interpelar como contemporáneos. Es un hecho que nos tiene que tocar como defensores de los derechos humanos y debe constituirse como parte de nuestras vidas, para tenerlo siempre presente y cerca de nosotros. En nuestra memoria, en nuestra conciencia histórica, pero fundamentalmente en nuestra praxis cotidiana. Su exhortación no tiene que surgir lejos de nosotros, de nuestras coordenadas éticas y morales.

Al pueblo mexicano le decimos: “¡háblennos de Ayotzinapa!” “¡háblennos de sus hijos!” “¡háblennos de su historia, de sus historias!” “¡háblennos de sus biografías!” “¡háganselas conocer al mundo!” Lo que ocurrió en los tiempos del Plan Cóndor, ocurre en estos tiempos de democracia con el sabor amargo de la impunidad estatal, la corrupción, el narcotráfico y la criminalidad.

Es menester que el pueblo de Iguala y de México hagan conocer Ayotzinapa. Es una obligación de este tiempo traerla a la memoria, al presente perpetuo, a la vida. Traerla a la conciencia de aquellos que la desconocen, que la ignoran, que apenas saben sobre su existencia y que por esa razón el olvido y sus esbirros no le tienen demasiada simpatía.

Por medio de distintas voces alternativas se habla sobre Ayotzinapa: quiénes fueron, qué pretendieron cambiar, qué sueños tenían.

En esta búsqueda por la verdad y la justica, debe estar incluida la memoria. Sin ella, todo esto no tendría sentido. No valdría la pena seguir luchando y todos los esfuerzos por borrar los signos de la impunidad habrán sido en vano.

Hasta ahora no hay nada concreto. Sólo intentos leves que vienen generando algunos resultados, pero nada que deje certezas reales.

El Estado mexicano -encabezado por Peña Nieto desde 2012- a través de sus fuerzas de seguridad aniquiló a esta cuarentena de estudiantes, lo que constituye a todas luces un “crimen de Estado”. Su complicidad basta y sobra para hacerlo responsable de este hecho aberrante. Los Estados nacionales mantienen en su naturaleza la matriz represiva y desaparecedora. Conservan intactos los dispositivos que proyectan y cristalizan la pulsión de muerte en la sociedad civil.

Mientras tanto, ¿qué ocurre con el dolor que angustia a las familias?, ¿cómo explicamos el sufrimiento de una madre que está muerta en vida? ¿Se puede describir esta agonía con las palabras? No alcanzan. Tampoco la manera de usarlas, ni la creatividad lingüística para intentar explicar un dolor que es infinito. Nosotros, testigos del presente, no podemos pasar desapercibidos por esta tragedia, sintiendo el mismo dolor como si nos pasara a nosotros, como si estuviésemos allí.

La visita del Papa a tierras mexicanas avivó el fuego de Ayotzinapa, pero sin muchas expectativas más que las que provienen del rostro de la resignación.

Es una gran injusticia no ser recordado. Quizá la peor de todas.

Representa la indiferencia sepulcral, quedar expuesto al abandono, indefenso ante los que empuñan el sable del silencio y afirman con benevolencia desempeñar la tarea de abolir a los impíos de la humanidad.

Para los familiares, permanecer aislado es confinarse al dolor, a ese territorio donde no hay posibilidad de apelar a la solidaridad y el amparo de nadie, ni de adentro ni de afuera. Es terminar desterrado, vagando por un desierto de inmenso dolor.

México, en estas circunstancias, ha recibido pocas manifestaciones de apoyo y de repudio a sus asesinos.

Las desapariciones de Ayotzinapa poco a poco se están volviendo letra muerta y cada vez que se menciona, parece que cayera en saco roto, sin llevarnos a nada, sólo a hundirnos aún más en la incertidumbre. El único sospechoso en esta trama es el propio Estado, al que la justicia probablemente descarte como autor intelectual y material del hecho.

Sin embargo, no alcanza con saber lo que ocurrió. No alcanza sólo con reconocer el hecho. Lo que se debe hacer es continuar la búsqueda, ininterrumpidamente, como si se acabara el mundo. Ese es el mayor acto en pos de la justicia.

México debe cesar con el imperio de la impunidad de una vez por todas y crear el cisma con la cultura represiva que tanto perturba y martiriza a su pueblo.

“¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” Este grito nunca debe extinguirse, a pesar del dramático silencio que despierta de las fauces del poder, cualquiera sea su origen o mandato social. Esperemos que esa indignación pronto se transforme en justicia.

Las q’eqchi’s de Sepur Zarco: voces que nos hace justicia a las mujeres // Gladys TzulTzul

En honor a Bertha Cáceres, 
compañera lenca que fue vilmente asesinada en Honduras.


I.

De nuevo las voces q’eqchie’s de las 15 mujeres de Sepur Zarco nos interpelan y emocionan a las comunidades indígenas y a la sociedad guatemalteca en general. Ellas, con sus testimonios narraron con gestos indignados los mecanismos de como funcionó la guerra en Guatemala, de ahí que nos queda claro que la esclavitud sexual y doméstica de las mujeres es piedra angular para querer someter a las comunidades y despojarles de su territorio.
Las palabras que salen desde Sepur Zarco nos alcanzan y nos hacen justicia a las mujeres indígenas y las del mundo en los siguientes términos: primero porque su presencia en el Tribunal de Mayor Riesgo A, nos muestran que después de 30 años ellas tienen la fuerza y el coraje para denunciar y exigir que nunca más se repitan la esclavitud sexual y doméstica; segundo porque a pesar del dolor han generado estrategias comunales para hacer posible la vida de ellas y de sus comunidades; si lo que la guerra buscaba era exterminar a las tramas comunales que luchaban por la tierra, no lo logró completamente, pues las mujeres son la muestra viviente de que la lucha comunal por la tierra y por la vida es actual. Y finalmente porque sus cuerpos y sus voces que día a día estaban en el tribunal resquebrajaron los imaginarios acerca del supuesto “sometimiento en un mundo casi oscuro sin amor, sin afecto y sin placer en el que vivimos las mujeres indígenas” ,tácito consenso que comparten los sectores conservadores con los progresistas,  contrario a ello, nostrxs con mucha emoción casi tanta como la indignación nos encontramos varias generaciones de indígenas en los pasillos de las torres de tribunales, y en la Sala de Vistas de la Corte Suprema de Justicia para escucharles a ellas y para llorar de rabia cuando ellas lloraban debajo de sus rebozos al recordar la muerte de sus esposo y de sus hijos a quienes seguramente amaron intensamente. –Éste es un punto de polémica con varios articulistas en Guatemala, me referiré mas adelante a ello-

Pensemos simbólicamente: así como ocurrió cuando las comunidades ixiles sentaron en el banco de los acusados a Ríos Montt y a Rodríguez Sánchez, se puso al revés la estructura jurídica, porque llegamos las comunidades en calidad de acusadores de los militares y no a defendernos de ellos; vale la pena decir que justo por esos días en la misma torre de tribunales, estaban frente a una juez los presos políticos Rigoberto Juárez y Domingo Balatzar[1]acompañados de sus esposas. Entonces, Sepur Zarco fracturó efímeramente ese orden simbólico del estado colonial que criminaliza a los indígenas. Fracturarlo con más perdurabilidad es una tarea pendiente, es posible, así los muestra la herencia que nos dejan las mujeres de Sepur, de las ixiles y de las miles y miles de mujeres que lucharon contra el reclutamiento forzoso de sus hijos y buscaban a sus esposos, como doña Rosalina Tuyuc de CONAVIGUA –Comisión Nacional de Viudas de Guatemala-o a las que organizaron el refugio en México como doña María Guadalupe Domingo de Mamá Maquín. -Organización de mujeres que luchan por la tierra en la región de Huehetenango-.
II.

Después de celebrado el juicio se exhibió con mayor claridad la triada: despojo territorial-esclavitud sexual y doméstica-formas de resistir y de gestionar la vida. Ésta triada puede dar luces para comprender desde otro lugar la lógica que operó en el periodo de la guerra guatemalteca; y son justamente las mujeres de Sepur Zarco quienes nos dotan de luz para ello.

Quiero proponer otra voz para comprender el esquema de la guerra desde el punto de vista de las mujeres, y es el que nos presenta Silvia Federici, cuando analiza que para establecer el sistema capitalista, fue preciso jerarquizar, someter y matar a miles y miles de mujeres; dice Federici que en la edad media se lanzaron una serie de ofensivas contra las mujeres para debilitar el conjunto general y con ellos lograron despojar de las tierras a las comunidades campesinas de las Europa medieval. La violencia de la matanza de estas mujeres y de esas comunidades en la edad media, es comparable a las masivas campañas de tierra arrasada que ocurrieron en las comunidades indígenas en Guatemala, y como ya evidencian los testimonios, los huesos y las osamentas de Sepur Zarco.

“Un ejército no funciona si no hay quien hace de comer y quien le hace sexo” me dijo Silvia en una conversación que sostuvimos en noviembre de 2015 en Puebla, México cuando se refería la violencia ejercida hacia las mujeres en Kenia por el ejército de Boko Haram. Con más claridad y cargadas por más de 30 años de luchas las mujeres q’eqchi’s confirman este argumento cuando dijeron: “Cuando nos violaban, nos ponían una arma en el pecho y nos decían: en vez de patrullar tenés que hacer esto”;  “Nos obligaban a cocinar y a lavar la ropa”, y “Mis hijos no tienen  tierra para vivir y sembrar”. Hay una concatenación entre la tortura sexual y el despojo  de las tierras delas familias y las comunidades, porque ahí estaban los cuarteles ocupando territorios.[2]Pero no perdamos de vista ni por un segundo que ante estas embestidas de violencia, las mujeres entre ellas misma desarrollaron maneras de vivir y de seguir la vida; seguramente que entre ellas mismas y en alianza con algunos hombres de su familia lograron gestionar la vida después de la muerte de sus esposos. De lo contrario no se explicarían su vida actual. ¿Cómo analizan ellas las actuales luchas por la tierra en el Valle del Polochic? ¿Cómo han participado en las  marchas que reclaman la restitución de tierras?, seguramente varias de ellas también participan activamente en esas luchas. Sin duda la fuerza de las luchas en Las Verapaces y del Polochic contra la devastación de los bosques, las que piden la expulsión de las empresas que contaminan el Lago de Izabal, o quienes quieren expulsar a la compañía petrolera, son alentadas por ellas. Las luchas de las comunidades en esos sectores siguen siendo potentes, porque lo que buscan es conservar y controlar los medios de vida.
III.

“Imagina que nunca conociste el amor. Imagina que los noviazgos no existen. Que nadie jamás te explique qué es la menstruación, o cómo se produce un embarazo. Imagina que alguien extraño llega a “pedirte”, que da dinero a tus padres a cambio de “poseerte”. Imagina que para lo único que te han educado —sin saber leer ni escribir— en toda tu vida es para ser “esposa” pero no hay quién te indique lo que eso implica. Nadie tampoco te explicó cómo tener sexo —lo básico de un coito— y entonces, desde el matrimonio, te violan, te duele. Tu rol social, el único posible es ser la “esposa de alguien” que te mantiene, que te da ropa, comida. Imagina que ese es el status social, la mayor aspiración de toda tu vida. Imagina entonces que llegan los soldados, te esclavizan y te violan, y de tajo desaparecen todo aquello en lo que has creído

Así dice un extracto del polémico reportaje escrito por Oswaldo Hernández, titulado  “La Justicia de los Perrajes” publicado en Plaza Pública un día después de que se leyó la sentencia; si bien el periodista comienza de manera enfática diciendo que no son mujeres débiles porque sólo mujeres fuertes pueden llevar a juicio a los militares; sin embargo cuando llega al punto denominado Ser mujer en el Valle del Polochic, Hernández queda inscrito en el imaginario que varios sectores, incluyendo los progresistas tienen sobre la vida de las mujeres y los hombres indígenas en las comunidades. El extracto que coloque al inicio de éste acápite inocente e ignorantemente clausura toda posibilidad de amor, sensualidad, erotismo y cálculo político de las mujeres indígenas. Dicho fragmento del reportaje fue de los más compartidos en las redes sociales, y no desde una posición crítica. Me pregunto acerca del objetivo del reportaje ¿Ese fragmento fue pensado cómo crítica, cómo apoyo a las luchas de las mujeres? ¿Qué  respondemos ante tal agresión? Hago uso de las ideas de Kati Bethancourth Machoa, dirigente kichwa de la amazonia ecuatoriana, cuando en una entrevista que sostuvimos en Quito, en donde ella analizó la situación de los presos políticos en pleno levantamiento indígena del 2015 “Nosotras estamos movilizadas por la indignación, por el dolor y por el amor, pues como madres, esposas, o hijas hemos realizado acciones puntuales para sacar a nuestros hermanos presos”. Las palabras de Machoa nos presentan un universo de lucha que también es movilizado por el amor, que  también es posible porque hay sentimientos de amor en juego.

Otro punto para contradecir al reportaje son las experiencias de muchas mujeres indígenas que  conversan entre ellas mismas acerca de sexualidad y erotismo, esas conversaciones  claro que no se desarrollan en talleres de sexualidad que llegan de la ciudad a querer interrogar a las mujeres; esas conversaciones suceden para animar el trabajo cuando las mujeres  -nuestras madres, tías- cocinan para las grandes fiestas, o en el día de lavado de ollas después de tres días de fiesta; por lo menos esa es mi experiencia y la de muchas que coincidimos que fue mediante ese lenguaje locuaz y juguetón que aprendimos sobre sexualidad, sobre el coito, sobre la seducción. Acotemos a las mujeres de Sepur Zarco, pues es claramente un acto de amor  así mismas que sigan buscando justicia para que se resarza el daño  que sufrieron, es un acto de amor que después de 30 años sigan buscando justicia por la muerte y desaparición de sus esposos  y su hijos ¿Acaso no es eso un acto de amor?. El párrafo en cuestión que las mujeres no sienten nunca amor y que fueron vendidas por sus padres a desconocidos no logra sostenerse cuando con lágrimas en los ojos  reclaman que se haga justicia por sus esposos. Si estas mujeres no tienen amor, ni placer, ni deseo ¿De dónde sacarían la fuerza que tienen para seguir la vida tal fuerza como para interpelar a la historia de Guatemala?  ¿Por qué buscarían a un hombre al que ella fue vendida en contra de su voluntad?

No deja de sorprenderme que Hernández no tome posición crítica, pues dicho periodista se ha caracterizado por acompañar solidariamente las luchas de las comunidades con algunos de sus escritos. Lo que deja claro su reportaje es que hay que hacernos cargo de las representaciones que solo pueden mostrar la miseria de las mujeres, hay que poner especial cuidado sobre las tónica de cómo escribimos sobre las luchas de las mujeres. Que reproducen la estructura de privilegio racial  de que unos escriban sobre los otros.

En todo caso las mujeres de Sepur Zarco nos liberan de esas representaciones miserabilistas.  Su fuerza es innegable.
IV.

“Que no se repita nunca más” ése es el sentido común más o menos generalizado. Que no se repita nunca más la esclavitud sexual,  que no se ejerza violencia sobre el cuerpo de las mujeres; pero eso no está garantizado. ¿Por qué?  Porque política extractivista del Estado Guatemalteco sigue impulsando proyectos de minería a cielo abierto, de hidroeléctricas y de geotérmicas,  esos proyectos ponen en un esquema de agresión  abierta contra las comunidades que defienden  su territorio comunal. Basta ver lo que está ocurriendo en San Mateo Ixtatán, donde se han instalado dos nuevos destacamentos militares ¿Para qué instalar dos cuarteles militares? Las comunidades saben que es para garantizar  el establecimiento de la hidroeléctrica. Pensemos también en lo que sucedió en agosto de 2014 en la Comunidad de Monte Olivo, cuando  hubo ocupación militar y policial, que obligó a desplazar por la fuerza a las comunidades y la ejecución extrajudicial de tres comunitarios y meses antes ya había ocurrido el asesino de dos niños. Lo que está en juego es la disputa territorial entre comunidades y la instalación de una hidroeléctrica.  Pero en medio de esas luchas las mujeres indígenas no descuidan flancos, se hacen cargo de su cuerpo, así como de sus seres queridos. Lucha por el  territorio-cuerpo-tierra dicen las mujeres xincas para referirse a que se han defender el territorio junto con el cuerpo y que no hay  una posible disociación de ello.
Sirva este texto para agradecer la experiencia y la fuerza que nos dan y heredan las mujeres de Sepur Zarco que siguen luchando por producir memoria, porque ella nos alertan de que no tiene que volver a repetirse ni el despojo de tierras, ni la violencia en los cuerpos. A ellas, las que en las marchas del 8 de marzo no se pondrán prendas de color lila, porque lucirán sus elegantes y coloridos guipiles.

Sirva también para mandarle fuerzas a la comanda Néstora Salgado y las demás presas políticas.

Acabo este texto con el dolor de saber el asesinato de nuestra compañera Berta Cáceres. Ella vivirá en el corazón de las luchas.


[1] Justo el día que dictaban la sentencia condenatoria de los militares por el caso Sepur Zarco,  en la misma torre de tribunales, estaban  frente a una juez las autoridades del gobierno plurinacional don Rigoberto  Juárez y don Domingo Baltazar, encarcelados desde marzo del 2015.
[2] Este sentido también queda recogido en el peritaje de la antropóloga Rita Segato. Quien participo como perita experta durante el juicio.  

Del paradigma del gobierno al paradigma del habitar: por un cambio de cultura política // Amador Fernández-Savater


Para lxs compañerxs de la Escuela de Afuera 
Crisis de representación, crisis económica, crisis ecológica… No basta con cambiar de políticos. Necesitamos un cambio radical de lógica. Otra cultura política.
Lo que puedes leer a continuación es un ensayo de teoría-ficción. No pretende demostrar nada o decir lo verdadero. Juega más bien en el terreno de la ficción que, como nos enseñan los niños, empieza con algunas palabras mágicas: “y si…”, “vale que…”. Más que describir la realidad o convencer, quiere afirmar una perspectiva que (en el mejor de los casos) puede seducir por su capacidad para barajar de nuevo lo posible y lo visible en un sentido más intenso, útil o gozoso.
Vale que hay dos paradigmas: el «paradigma del gobierno», en el cual se trata de conducir la realidad desde una Idea o Modelo; y el «paradigma del habitar», en el que se trata de cuidar y expandir las potencias que ya hay, que ya somos. Estos dos paradigmas figuran sensibilidades, formas de mirar y modos de hacer: no tanto “lugares” (instituciones/movimientos, etc.) como prácticas. En la realidad se entremezclan, entran en conflicto y contaminación, en esta teoría-ficción se presentan claramente distinguidas.
Esta teoría-ficción se leyó por primera vez en verano de 2015 en la Universidad Popular del Campo de Cebada (¡universidad-ficción!) en una charla acotada en 20 minutos. Al texto le ha quedado seguramente por ese origen un carácter algo esquemático y abstracto. Lo puede completar libremente la imaginación y la experiencia de cada lector, ese sería su deseo y su afán.
El paradigma del gobierno
1. 
Lo que se ve no es lo que pasa. Si introducimos un palo en el agua, ¿qué vemos? El palo parece doblarse. Pero sabemos que no es así. Los sentidos nos engañan, no son vías seguras de acceso al conocimiento. Para conocer, propone entonces Platón, “hay que arrancarse los ojos”. Es decir, poner entre paréntesis el mundo sensible.
En ese “poner entre paréntesis” consiste la eterna pelea del conocimiento contra la opinión (la ideología, el mito…). El concepto, si es tal (la definición-determinación de la cosa), ni se ve, ni se huele, ni se puede tocar, sólo se puede pensar. “El concepto de perro no ladra”, dice Spinoza. Pensar es ver con el ojo de la mente pura.
Se piensa, pues, haciendo el vacío. Construyendo un “contexto cero” en el que las cosas puedan decirse a sí mismas: un lenguaje como las matemáticas, un instrumental como un termómetro o un microscopio, etc. Si el contexto cero no lo es realmente, es decir, si en el vacío se cuela algo de sociedad o de historia, entonces no escucharemos a las cosas decirse a sí mismas, sino a los prejuicios sociales de la época (el sentido común) hablando sobre ellas. En ese caso, el contexto -nuestra ideología, nuestra identidad, nuestra posición social- pensará por nosotros. Y el resultado no será un concepto o una definición, sino tan sólo un eco del mundo.
Atrévete a pensar (sapere aude) significa: atrévete a dejar de ser un eco pasivo del mundo, una estación repetidora de los prejuicios de la época. La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. La razón teórica es este “discurso de nadie” en y por el cual no habla nadie en concreto, no habla nadie en particular, sino que la cosa se dice a sí misma. Una demostración matemática es así, independientemente del sujeto que la enuncie. Se dice sola, desinteresadamente. Es independiente del tiempo, de los lugares y de las circunstancias: eternamente verdadera o eternamente falsa.
Por último, conocer no es engendrar o crear realidad. El conocimiento no añade ningún pedazo más al patchwork infinito de culturas y costumbres que es el mundo.
2. 
Leo que Diógenes (el cínico) fue capturado en el curso de un viaje por mar cerca de la isla de Creta y ofrecido en un mercado de esclavos. “¿Y tú para qué sirves?”, le preguntó su subastador. “Para gobernar”, le respondió Diógenes desafiante. ¿En qué sentido un filósofo -o más bien la filosofía- sirve para gobernar?
La filosofía es un “aprendizaje de la muerte” dice Platón en el Fedón (el diálogo platónico sobre el alma): muerte del cuerpo para que pueda pensar la mente pura. Silencio mortal de las opiniones y los sentidos para volvernos capaces de abstracción. Esto es, de pensamiento.
No hay diferencia esencial entre conocer y gobernar. La razón teórica conoce. La razón práctica hace o gobierna. Decidir libremente es decidir independientemente de lo que opine o desee cada cual. Actuar libremente es “actuar por deber”, explica Kant, es decir “actuar necesariamente”. Hacer lo que debe-ser, lo justo. Ser libres es querer que nuestros actos sean leyes: actos de nadie, es decir necesarios.
Libertad es esta independencia del contexto. Lo que ha de hacerse en cada situación no depende de la situación misma. Sólo tomando distancia con respecto a ella –abstrayendo- podemos hacer lo que debe hacerse. De otro modo, no hay acción libre, sino repetición de alguna costumbre interiorizada, obediencia a algún mandato oculto (de nuestra familia, de nuestra clase social, de nuestra identidad sexual). Ecos del mundo.0
Se gobierna, pues, desde un lugar vacío (que ha tenido diversos nombres en la historia de la filosofía: “cielo de las ideas”, “ahí del ser”, “grieta”, “nada”). No se trata exactamente de un lugar físico, aunque se ha buscado instituir (el centro de la asamblea griega o meson, el Parlamento en la modernidad). Es el lugar de las leyes, el lugar de lo universal y necesario.
Gobernar –exactamente como conocer y por las mismas razones- no engendra o crea realidad, no añade ningún jirón más al patchwork infinito de posibilidades humanas, sino que encaja lo que es con las exigencias del deber-ser.
En resumen, gobernar es 1) arrancarse los ojos o aprender a morir (porque lo sensible induce a error), 2) deducir y proyectar lo que debe hacerse (lo justo) y 3) finalmente, aplicarlo sobre la realidad, doblegando el ser a lo que debe-ser. Enderezar la realidad, ponerla derecha (en estado de Derecho, en estado de Ley).
3. 
El paradigma del gobierno ha modelado de cabo a rabo nuestro imaginario occidental: para lo mejor (por ejemplo, la declaración de los Derechos Humanos) y para lo peor (esa voluntad de convertirnos en “amos y dueños de la naturaleza” enunciada por Descartes y que hoy esquilma el mundo).
También la transformación revolucionaria, la construcción de una nueva sociedad, se ha pensado (y practicado) desde este paradigma. Y es en este aspecto concreto en el que quiero detenerme ahora aquí.
Desde el paradigma del gobierno, la acción revolucionaria consistía en:
-uno, abstraer y modelizar. Deducir teórica o especulativamente lo que debe hacerse (el Plan, el Programa, la Hipótesis), “arrancándose los ojos” para ello, es decir poniendo entre paréntesis lo que hay (el mundo tal y como es, las prácticas ya existentes) porque induce a error (nunca está a la altura del deber-ser, siempre le falta algo).
-dos, aplicar y forzar. Llevar a cabo, pensar estratégicamente y disponer los medios según los fines, empujar lo que es hacia lo que debe-ser, combatiendo para ello sin tregua contra los mil obstáculos que siempre aparecen en este camino: la realidad y su tozuda tendencia a desviarse de la línea correcta, los rivales que tienen otra idea de lo que debe-ser, la plebe que se obstina en seguir mirando con sus propios ojos, etc.
4. 
El Partido de masas ha sido seguramente el dispositivo por excelencia del paradigma del gobierno en el siglo XX: el lugar vacío, el contexto cero, el ojo de la mente pura desde donde gobernar la realidad. A la cabeza, los teóricos y los intelectuales capaces de arrancarse los ojos y separarse de sí mismos para pensar, los estrategas y los planificadores que “ven más amplio y más lejos”. Más abajo, las masas encargadas de aplicar y de forzar, los cuadros y los militantes responsables de aterrizar las ideas y empujar la realidad.
Sólo juntos, en el Partido, somos libres: capaces de pensar, hacer y decidir por necesidad, independientemente del tiempo, los lugares y las circunstancias. Sólo juntos, en el Partido, nos sustraemos al contexto e imponemos una voluntad al mundo: hacemos Historia. Sólo juntos, en el Partido, nos volvemos capaces de un verdadero desinterés y actuamos como instrumentos puros de lo que debe-ser, de lo justo. La idea-fuerza del Partido, a la vez magnífica y terrible, ha marcado a fuego el siglo XX.
Hoy en día, los partidos ya no tienen seguramente la importancia política, cultural y existencial que tuvieron en su día, convertidos en máquinas puramente electoralistas y subordinadas a las exigencias de la sociedad del espectáculo. Pero su sombra es alargada: la acción política se sigue pensando generalmente como un tipo de intervención que viene desde el exterior; la estrategia, como un ajuste fino entre los fines y los medios; el activismo, como aquella fuerza del voluntad que empuja lo que es hacia lo que debe-ser; la temporalidad política, como un tiempo siempre en diferido: un perpetuo aplazamiento, nunca una plenitud presente, etc. Se puede tener un partido incrustado en la cabeza y en el corazón aunque no se milite en ninguno.
Fugarse del paradigma del gobierno es abrir una bifurcación urgente y deseable. No simplemente por razones de “eficacia” (habría que pensar bien en qué consiste la eficacia en este paradigma). La necesidad viene de otro lado: actuar en el paradigma del gobierno consiste en poner entre paréntesis los mundos sensibles,pero es justamente ahí donde laten las potencias capaces de modificar el estado de cosas. El paradigma del gobierno es un tipo de mirada que quema y desertifica las situaciones donde germinan los posibles que pueden cambiar el mundo. Al partir del vacío, es el vacío lo que siembra en el mundo; al partir de una carencia y de una falta, es carencia y falta lo que extiende por todos lados. Nos insensibiliza hacia lo que tendríamos que aprender a sentir y nos presenta como objeto de control (donde se aplica la línea correcta) lo que tendríamos que aprender a habitar.
El paradigma del habitar
5. 
Vamos a llamar “paradigma del habitar” a otra sensibilidad, otra mirada sobre la realidad y otro modo de hacer que:
-en lugar de hacer el vacío (o arrancarse los ojos), consiste primero en percibir y “creer en el mundo” como pedía Deleuze;
-en lugar de proyectar lo que debe-ser, consiste en detectar y entrar en contacto con los puntos de potencia (energías, fuerzas, intensidades) que ya están ahí;
-en lugar de aplicar leyes y forzar-doblegar la realidad, consiste en cuidar, acompañar y favorecer los distintos puntos de potencia.
6.  
Creer en el mundo. Descubrimos lo real poblado de líneas de fuerza. Ni vacío, ni “lleno” (saturado, ordenado, completo). Nos descubrimos a nosotros mismos afectados por algunas de ellas. Nos dejamos afectar por otras nuevas, educando una disponibilidad, una apertura…
Partimos de lo que hay, no de lo que debiera haber. Lo que hay puede ser una inquietud, una pregunta, una intensidad, un dolor o un sufrimiento (no asociemos demasiado deprisa la potencia con la “alegría” y “lo bueno”). En cualquier caso, se trata de una fuerza que da lugar, nos pone en movimiento y nos hace hacer.
Partir de lo que hay es, en cierto sentido, una decisión no-libre. Es partir de algo no elegido, ni conquistado, sino de algo que nos pasa (en primer lugar por el cuerpo, como vibración o afecto). Algo tal vez involuntario, incluso “sufrido” o “pasivo”, una presión. 
La libertad en el paradigma del habitar no consistiría en la independencia del contexto, como esa libertad que alabamos en un juez neutral, un periodista imparcial o un hombre autosuficiente. Tampoco en el gesto heroico o audaz gracias al cual le damos la vuelta a la situación y le imponemos nuestra voluntad, sino más bien en un cierto saber-hacer con lo que nos hace. (Hay quien propone pensar esa imbricación profunda de dependencia y potencia como el principio de una política en femenino, mientras que la relación estrecha entre independencia y poder sería la marca mayor de una política masculina, viril).
Ni arrancarse los ojos, ni aprendizaje de la muerte, sino volver a “creer en el mundo” como lo que tenemos precisamente a la vista (o en la yema de los dedos…). Hacer de eso que pasa y nos pasa un principio de vida y acción.
7. 
Detectar las potencias. En lo que vivimos, hay intuiciones que se pueden desarrollar, pequeños detalles que permiten ver todo distinto, encuentros cuyos efectos es posible prolongar. Son como olas capaces de transportarnos, sistemas de madrigueras, energías conmutables. Quiero decir: en cada situación hay un principio de movilidad (o muchos). No es verdad que partir de las situaciones -depender de ellas- nos vuelva ecos pasivos del mundo. En la materialidad de cada situación hay un potencial capaz de llevarnos más lejos. Podemos detectarlo, escucharlo, atenderlo, entrar en contacto y dejarnos llevar.
¿Cómo? Dos indicaciones. Por un lado, hay que darse tiempo. Darse tiempo para ver, sentir, pensar o impregnarnos de la potencia desconocida de una situación. Librarse de la impaciencia, de la insatisfacción constante hacia todo que es el afecto que domina nuestra relación con las cosas en el paradigma del gobierno. Darnos tiempo para aprehender los posibles que nacen o se abren.
Por otro lado, se trata de inventar dispositivos de intensificación para ver-sentir más y mejor lo que hay. “Filmar para ver” es el sugestivo título de un libro del director Jean-Louis Comolli sobre cine. La sensibilidad no es un dato natural, no se trata aquí de ninguna oposición entre naturaleza y artificio. Necesitamos toda clase de artificios y disciplinas que recreen nuestra mirada, refinen nuestra sensibilidad, afilen nuestra atención hacia lo existente. La transformación social es indisociablemente política y cultural.
8. 
Acompañar las situaciones. La potencia no crece sola, hay que elaborarla y expandirla. Elaborar significa dar vía y continuidad (con imágenes, con gestos, con palabras, con consignas de acción) a una determinada intensidad que nos atravesó. Expandir significa acompañar la potencia e incrementarla, llevarla hasta donde podamos, compartirla o generalizarla,  reconvertirla o transformarla. Porque lo que simplemente se conserva, se extingue y muere.
Aquí también es una cuestión de dispositivos concretos. Sabemos que hay dispositivos malos conductores de la energía: la bloquean al canalizarla muy rígidamente suponiéndole un autor, un origen, un propietario, un patrón, unos cauces o caminos obligatorios, etc. Son las instituciones del paradigma del gobierno, empeñadas en «enderezar» la realidad. En cambio, los dispositivos buenos conductores de la energía son aquellos que la dejan pasar: regiones de tránsito y no acumuladores. Y la relanzan, prolongan sus efectos e inducen nuevas metamorfosis: transformadores y no estabilizadores.
9. 
El paradigma del habitar parte de la pluralidad y autonomía de las situaciones(precisamente el «tiempo, los lugares y las circunstancias” que sobrevuela el paradigma del gobierno).
En y desde el paradigma del gobierno, las situaciones concretas no tienen sentido o valor en sí mismas, sólo en referencia al Plan Estratégico que les da unidad, sentido y dirección. La diversidad infinita de las situaciones se percibe como un obstáculo: “fragmentación”, “dispersión”. Su potencia intrínseca (lo que cada una puede generar, crear, dar lugar) se desdeña y desatiende: su razón de ser está fuera de ellas mismas (son partes de un todo, medios para fines). Es lo que se llama “lógica transitiva” por la cual A no tiene más sentido y valor que el de llevarnos a B. Sentido siempre diferido, exterior, in absentia.
El Partido de masas arraiga en las distintas situaciones (“frentes” o “sectores”), pero no deduce de ellas lo que debe hacerse (¡sería un error óptico!), sino desde una estrategia global y de conjunto. Los militantes de partido aplican, en las situaciones concretas, las respuestas generales. El militante es de hecho este ser siempre escindido dolorosamente: inmerso en los distintos contextos (el barrio, la fábrica), pero sin pensar desde ellos (creer, detectar y acompañar), sino desde Otro Sitio.
Se gobierna desde el cielo, homogéneo y vacío. Se habita en la tierra, poblada y múltiple. En y desde el paradigma del habitar, no hay nada más que el infinito de las situaciones concretas. Cada una de ellas tiene el centro de gravedad en sí misma. No sirven o remiten a otra cosa, ni son personajes en una obra que Otro escribió. Crean sentido, no lo reciben. Y no les falta nada, salvo tal vez atención, tiempo, cuidado y deseo.
10. 
¿Estamos condenados, al asumir la multiplicidad y la autonomía de las situaciones como potencias y no obstáculos, a la “fragmentación” y la “dispersión”?
Es la alternativa que se nos propone desde el paradigma del gobierno: “o yo o el caos”. O el Partido –el cerebro de un cuerpo- o la babelización y la entropía. En y desde el paradigma del habitar, podemos reimaginar el problema de la “organización” (y todos los demás: la estrategia, la temporalidad, la disciplina, el compromiso, etc.) desde otro sitio, fuera de esa alternativa: en este caso, como tejido artesanal de potencias situadas.
Hay que afirmar primero lo siguiente: en la piel del habitar (en el conjunto infinito de las situaciones) existen ya mil articulaciones. La piel es eso. Pero cuando sobre la realidad se superponen las ideas de organización del paradigma del gobierno (la “acumulación de fuerzas”, el “frente de masas”), esas articulaciones quedan invisibilizadas, negadas, desatendidas. De nuevo: lo que se ve no es lo que pasa, lo que pasa es lo que debería pasar.
En la tienda de campaña o el búnker (los “lugares vacíos” de la estrategia y la guerra) los generales alucinan sobre un mapa los movimientos de sus tropas. Perono hay tropas, no hay mapa, no hay generales, no hay tienda de campaña. Existe sólo una maraña de relaciones sin centro, un ensamble nunca fijo de miles de articulaciones de piezas singulares.
Mil articulaciones singulares que se tejen artesanalmente (una a una) y desde dentro, es decir, a partir de corrientes de simpatía.
Mil articulaciones que no remiten a un centro ordenador o a un relato unificador, sino en todo caso a ficciones comunes que funcionan como lentes de aumento y amplificadores de lo que hay.
Mil articulaciones entre las que no se puede reconocer el polo activo y el pasivo (intelectuales/masas, núcleo irradiador/pueblo). Los agitadores de la piel son parte de la piel misma, polarizaciones provisionales de su fuerza, liderazgos situados, concretos e internos.
Si el Partido es un dispositivo de filtramiento y exclusión (qué trozos seccionados de la realidad son «verdaderos», es decir, «sirven al Plan»), desde el paradigma del habitar se trata sobre todo de engendrar y crear realidad, añadir más y más pedazos al patchwork infinito de posibilidades que es el mundo común, multiplicar las relaciones y las conexiones.
Dicho más concretamente: extender y hacer más densa, más rica y más compleja la telaraña de la autoorganización. Habitar plenamente. Poblarlo todo.
(Fuente: www.eldiario.es)
** Como todos mis textos, esto que has leído es un patchwork de intuiciones, citas y autores tejido amorosamente. Las influencias más fuertes aquí son:
Para todo lo que tiene que ver con el paradigma del gobierno, mi referencia absoluta es la obra entera (y las clases que tanto disfruté) de Carlos Fernández Liria. Quizá puede señalarse en concreto: “¿Para qué sirven los filósofos?”
Sobre el paradigma del habitar, las cinco aportaciones más importantes que se encuentran zurcidas aquí son:
-François Jullien: Tratado de la eficacia.
-Diego Sztulwark y Miguel Benasayag: Política y situaciónDe la potencia al contrapoder.
-Comité Invisible: A nuestros amigos.
-Cornelius Castoriadis: Marxismo y teoría revolucionaria.
-Jean-François Lyotard: Economía libidinal.
Y por supuesto las conversaciones con los amigos: Raquel, Susana, Pepe, Jacobo, Manuel, Juan, Marta, Diego…

Seminario León Rozitchner en FFYL

El seminario busca abrir un espacio de investigación y pensamiento a partir del análisis crítico y situado de la obra del filósofo argentino León Rozitchner.  La organización de las clases y las discusiones tendrán como eje los principales debates intelectuales y políticos en los que el autor intervino en la escena pública nacional de la segunda mitad del Siglo XX y comienzos del XXI. Nuestro objetivo es entender a León Rozitchner como un pensador intempestivo, en la medida en que su obra procura “comprender” y “confrontar” con los climas intelectuales argentinos hegemónicos de la época. Rozitchner constituyó una filosofía que se encontraba desfasada conceptual y afectivamente respecto a las tradiciones y a las generaciones del país. En ese sentido, el espíritu del curso radica en contextualizar la obra rozitchneriana y al mismo tiempo preguntarse por la vigencia contemporánea de sus tesis más salientes. El interrogante que plantea nuestro recorrido girará en torno a la posibilidad de elaborar  el sentido y la posibilidad del surgimiento de una nueva generación intelectual y política en nuestro país, que renueve la apuesta por la reapropiación creativa de los legados y las herencias que atraviesan la historia reciente del pensamiento argentino. Con estos elementos invitamos pensar el presente político nacional, a partir de reconstruir y problematizar las principales ideas rozitchnerianas en torno a cinco núcleos temáticos: a) polémica con la izquierda marxista en torno a la centralidad del sujeto y la historicidad subjetiva en el seno de la historia colectiva y política, b) debate con la izquierda peronista con respecto a la eficacia de las formas de subjetivación del peronismo en las clases trabajadoras y en las organizaciones de izquierda (peronistas y no peronistas); c) análisis respecto a la relación entre cristianismo y capitalismo a la luz del problema de la construcción colectiva de una “cultura revolucionaria”; d) examen de la noción específicamente rozitchneriana de terror como aquel mecanismo social y psíquico que posibilita repensar el vínculo entre violencia, política y subjetividad; e) hipótesis sobre el carácter “aterrado y vencido” del sistema social, político y afectivo del presente argentino.

El seminario está dirigido a estudiantes, egresados y a todo aquel que esté interesado en el pensamiento de León Rozitchner, perteneciente o no a la comunidad académica de la facultad. No se requieren conocimientos previos especializados. Actividad gratuita.

a partir del miércoles 30/3,
de 21 a 23,
aula 131.
en la facultad de filosofía y letras
(puan 489).
caba

Lucrezio, notas para una dramaturgia // Giorgio Agamben

(Traducción: Gerardo Muñoz & Manuel Ignacio Moyano  

1. Poema de la voluptuosidad y de lo tenue, del momento y del evento.
2. ¿Quién es Venus? Ella no sólo es el principio de vida, tal y como lo pudieran sugerir los términos genitrix y alma. Es también el modo en que ese principio actúa: encantamiento, deleite, deseo (que Venus –relacionado con venerarivenia y venenum o el «filtro mágico» –también signifique «encantamiento, encanto», ha sido demostrado hace más de cincuenta años por un filólogo francés, Schilling). No una madre que nutre, sino una fuente de encanto.
En el prólogo, el sentido de Venus viene definido por los términos voluptas lepos (este último es un término técnico lucreciano por excelencia). Ellos están etimológicamente emparentados (del griego elpo, espero, deseo, del latín velle) y significan tanto aquello que encanta y despierta el deseo como la delicia que de ello deriva (así venustas significa tanto belleza como goce).
Lucrezio sabe que el encanto puede convertirse en su opuesto: hominum divumque voluptas, pero también me quaedam divina voluptas / percipit atque horror (III, 28-29), “me aferra una divina delicia y, también, un horror”; así el lepos captura a todo viviente y lo obliga a seguir a Venus (I, 15), la cual es invocada por el poeta para que le dé a sus versos un aeternum lepos (I, 28); pero también: medio de fonte leporum surgit amari aliquid, “que de la fuente misma de la delicia surja algo amargo” (IV, 1133).
Venus actúa como un encanto que transforma todo en fiesta. El concelebras del cuarto verso del prólogo está traducido erróneamente en las ediciones corrientes con “da vida, reanima” (¿qué necesidad hay de reanima el mar y la tierra?); significa más bien (de celeber, frecuentado, cumplido repetidamente como una fiesta) que Venere está presente continuamente en el mar y en la tierra, los “celebra” festivamente.
Por ello, en tanto fascinante y festiva, Venus actúa como una fuerza que desactiva y vuelve inoperosas las “feroces obras” de los hombres: effice ut interea fera moenera militiai / per maria ac terras sopita quiescant. (Como en el cuadro de Velázquez, Marte es inerte, puesto en reposo: Venus es la inoperosidad y lakenosi de Marte, el otium exhibido en el centro del negotium. La voluptas está quieta, como en Baudelaire, requies hominum divumque voluptas – VI, 94).
3. En Lucrezio, el verbo aveo es el término técnico para el deseo en su máxima intensidad, el cual no posee correspondiente fuera del latín. No es un mero accidente que este verbo signifique tanto cupere como gaudere, tanto deseo como su satisfacción. Es un verbo raro que, en su uso común, aparece como forma de saludo: ave (en griego khaire): goza y desea, goza mientras desees, y por encima de todo, desea mientras goces.
4. Poema de la voluptuosidad, pero también de lo tenue. Tenues son especialmente los simulacros, las imágenes, pero también los átomos; tenue es también, sorprendentemente, la naturaleza divina  (tenuis enim natura deum 5.148). Tenue: no débil, sino sutil y tenso (de tendo), exactamente como el simulacro, “membrana” sutil que incesantemente tiende a desprenderse, casi eliminándose de la propia superficie de los cuerpos (en la obra cinematográfica Salome de Carmelo Bene, Herodes lentamente separa los “simulacros”, en la forma de un film transparente, del cuerpo de la niña).
Y tenues es, de alguna manera, el clinamen que Lucrezio nunca se cansa de definir como una pequeña, casi mínima declinación y tensión de los átomos (exiguum clinamen principiorum… – II, 292; paulum inclinare necesse est, nec plus uam minimum – II, 243-244). Fascinación de Lucrezio por lo sutil y lo exiguo (IV, 122: ¿nonne vides quam sint subtilia quamque minuta?). El inmenso espacio vacío está lleno de minúsculos, voladores (los simulacros volitant), extremadamente tenues y tensos cuerpos. Y tenue es también la mente (tenuis enim mens est – 4,748).
5. Momen (un término arcaico para momentum) es sobre lo que actúa el clinamen. El clinamen (que Deleuze sugiere leer como un tipo de conatus espinosista, un deseo) causa una leve declinación, «tanto como para que se puede decir que el momen ha cambiado» (II, 220). Momen no se debe traducir como “movimiento», sino como «momento», también en el sentido que este término posee en la física (aquello que mide el efecto de una fuerza en un cierto tiempo, así como en el lenguaje musical –los momentos musicales de Schubert). En Latín, momentum significa tanto peso, gravedad (de ahí su importancia), así como punto, instante de tiempo. En otras palabras, el clinamen posee una «momentaneidad», actúa en un momento y sobre el momento, inciertotempore (II, 218), pero en el instante. El espacio está inmemorialmente (immemorabile per spatium transcurrere – IV, 192, como se dice de los simulacros) lleno de una momentaneidad velocísima y de eventos (pequeñas diferencias, graves caídas), tan minúsculos como decisivos.
6. Otro término importante: eventum. Lucrezio define coniunctum como aquello que no puede ser separado de la naturaleza de un cuerpo (el peso de la piedra, el calor del fuego, el contacto de los cuerpos, lo intangible del vacío). Eventum es, en cambio, aquello que le ocurre accidental e inesperadamente a un cuerpo, y que también puede imprevistamente ser separado. Eventos son la riqueza, la guerra, la libertad, la «llama de amor desatada por la belleza de Helena en el pecho de Alejandro» (I, 473), el nacimiento, la muerte –en una palabra: todo aquello que no deja de suscitar constantemente la atención y el cuidado de los hombres. Pero evento es también el tiempo (per se non est –I, 459), evento es el encuentro ‘momentáneo’ producido por el clinamen. La realidad está compuesta de átomos y de vacío: pero a éstos, en éstos y desde éstos, como en un teatro siempre abierto, el evento nunca cesa de advenir.
7. Lucrezio recurre a la imagen del teatro para describir el producirse de los simulacros, de cuerpos empujados por otros cuerpos tenues, por ejemplo, el simulacro al que llamamos colores: “Los telones amarillos, rojos y de colores púrpura que son puestos sobre los teatros tiemblan y se agitan entre los posteds y las redes y tiñen a su imagen la multitud de gradas, constrigéndolas a ondear en sus colores. Y mientras más sean puestas en los muros del teatro, mucho más las cosas que están adentro, irradiadas de delicia (perfusa lepore), sonríen para las luces que les ha sido impresionada.” (IV, 75-83).
(Bastaría esta descripción para demostrar el amor de Lucrezio por el teatro, y para refutar la idea de que el teatro al aire abierto de la antigüedad era ajeno al teatro a puertas cerradas y luces que conocemos del teatro moderno).
8. Se ha notado seguidamente la contradicción entre el espacio que el poema otorga a la physiologia, id est mundi ratio (la física y la cosmología) y el exiguo trato dado a la ética (la doctrina del placer), que debería ser mucho más larga por su importancia, y aparece en cambio apenas un instante. Objeción ingenua, dado que cualquier autor serio es conciso sobre aquello que está verdaderamente en su corazón y sabe que decisivo es sobre todo remover de la mente los errores que le impiden percibir la verdad. La minuciosa “fisiología” materialista de Lucrezio es una mundi ratio, una inteligencia racional del cosmos, que sirve para refutar y volver inocua la gravis religio (I, 63), el terror ritual que sostiene el edificio teológico-político de la civitas romana, con sus colegios pontificales y sus arzobispos. Él enseña a desatar los nudos de la religio (que por lo tanto entiende negativamente, contra Cicerón, como religarey no como relegere): doceo… religionum animum nodis exsolvere (I, 931). (El mismo gesto de Spinoza: la verdadera pietas no está compuesta de cabezas veladas o de altares sangrientos sino de la mirada pacífica de la mente que contempla todas las cosas: pacata posse omnia mente tueri –V, 1203). En suma, la física en Lucrezio es un gigantesco, inquieto y tempestuoso pórtico barroco de frente a la mínima, inamovible alcoba de la ética. Y su poema sobreentiende que la ética es posible sólo sobre premisas materialistas.
Del mismo modo ha de entenderse la teología del poema. Cotta, en el diálogo ciceroniano De natura deorum (probablemente una respuesta al De natura rerum)goza al mostrar al mostrar la inconsistencia de la doctrina epicúrea sobre los dioses, con sus “casi cuerpos”, su “casi sangre” y su demora extenuada en el intermundia. Pero la teología epicúrea no tiene otro objetivo que desactivar y volver inoperoso el significado político de la religio romana. Si los dioses son como los describe Lucrezio –ociosos, tenues, extraños al mundo, imposibles de inscribir en una religio– ahora bien, el Estado romano pierde su base y se desfonda en el vacío. Y no sorprende que los padres de la iglesia, tan advocados a predicar un Dios que provee cada instante del mundo y lo gobierna hacia la salvación, hayan hecho de los “dioses inútiles” de Epicúreo el blanco de sus polémicas. 
9. Átomos y vacío, colisiones, eventos, inclinaciones, momentos, truenos, pestilencia: pero el fresco fisiológico dibujado mediante una incesante brocha es el fondo desde el cual emerge, delineada en repoussoir, la oscura figura del sabio que mira hacia el espectador.
10. La lengua de Lucrezio. Su genio en traducir del griego: inventa clinamen por klisis; escoge inane y simulacra en lugar de los banales kenon y eidola, substituye semina y primordia por la expresión técnica de atom. Paratore señala que el poema se encuentra lleno de hápax legomena (limitándose al libro VI:aerumnabile, de aerumna, “angustia”, “desgracia”; insedabiliteraedituentes, “guardianes del santuario”; coectans, etc.) y las aliteraciones (aeirs auras –VI, 1227;deum delubre – 1272; funere fumus…); la estructura de verso está llena de encabalgamientos, a la manera de Dante (ejemplarmente, casi para subrayar este dualismo: natura duabus / consistit in rebus – I, 419). Con frecuencia un solo verso es escandido por la repetición de una letra (vitium vementer avemus –IV, 822) o de una sílaba (prospicere ut possimus et ut proferre queamus / poceros –IV, 825-26). Algunas palabras (como tenuis, que obseviametne se repite tres veces en IV, 726-31), funcionan casi como tema musical y conceptual dentro de un todo mayor.
11. Aún sobre la tenuidad y sobre lo divino, sobre el tenue cuerpo de los dioses y sobre sus tenues moradas (tenues de corpore eorum, tenues a la medida de sus cuerpos –V, 154). Principalmente, el gesto inaudito con el cual Epicúreo quita a los dioses del cielo. Meillet, en su ensayo sobre la religión indoeuropea, ha señalado que la palabra “dios” (*deiwos) significa celeste, luminoso. Para Lucrezio, en cambio, sólo el miedo y la religio han puesto a los dioses como potentes señores en el cielo; en realidad ellos no moran in mundi partibus ullis (V, 147). Tenuísimos, impalpables, ni luminosos ni celestes, sin resplandor ni luz, casi crepusculares, pero sobre todo inoperosos y beatos, y beatos porque inoperosos: así son los dioses en sus intermundia, no afuera del mundo (no hay un afuera del universo epicúreo infinito), sino en intersticios y fisuras, “suspendidos” entre los mundos.
12. Sobre la inoperosidad del sabio epicúreo. Se ha dicho: el sabio epicúreo es libre, se ha emancipado de los legados de la tradición y de la religio, pero ¿de qué sirve su libertad si él rehúsa de cualquier acción en la ciudad? (Cicerón: no medita obras, no quiere caridad, nulla opera molitur, vacans munerum). “Libre de todo es estar libre para nada.” ¿Libre, por lo tanto, sólo para el placer?
Esto supone no entender nada de la ética lucreciana. Su concepto de libertad no es el mismo que el del mundo clásico (un estado, una condición jurídica, a partir del cual el hombre libre –el no esclavo– puede tomar parte en la vida pública) sino aquel –absolutamente moderno– de aquellos que se han liberado, y que, por lo tanto, están continuamente liberándose de los nudos y de las falsas representaciones que vuelven esclavos a los mortales. Pero esta praxis es inoperosa; aquello a lo que la libertad epicúrea conduce no es a una obra ni a la adhesión a los valores y ritos de una comunidad dada, sino a la amistad (“la amistad recorre danzando todo el mundo habitado, el oikoumene, avocándonos al despertar de la felicidad” –Epicúreo,Sentenze, 183).
13. Apuntes coreográficos.
Movimientos inmemoriales (immemorabile per spatium…), “momentáneos.”
Conjunciones/separaciones.
Irreligiosidad, irritualidad de los gestos y los movimientos. Todos los gestos son profanos, y profano es también su apagamiento en la quietas voluptas.
Los hombres incesantemente abofeteados por los simulacros.
Tenue significa sobre todo tenso, sutil porque tenso. Los cuerpos tenues de los dioses, con sus casi órganos. No hay más que átomos y vacío: pero el ser está recorrido por un tonos, por una tensión que lo vuelve tenue,  que hace desprender simulacros y declinar los sémenes primordiales de las cosas. El cuerpo sutil del danzante está hecho de imágenes y, por ello, está fuera de sí.
Impresiones de “desprendimientos”, de aislamientos de vocablos golpeadores en el verso lucreciano (en el verso virgiliano, en cambio, las palabras se unen una y otra en un ritmo suave).
Buscar la correspondencia en la danza.
14. Los simulacros que parecen danzar en un sueño. “Cuando en sueño vemos simulacros incidir rítmicamente (in numerum, a paso de danza) y mover los miembros de forma flexible (mollia), cuando rápidos los brazos se abalanzan el uno sobre el otro y repiten con los pies el mismo gesto.” (IV, 788-791). Extraordinaria explicación cinematográfica de la visión de los simulacros: “en un tiempo singular que percibimos… se esconden muchos tiempos… en cualquier momento simulacros de todo tipo están a disposición y prontos en todo lugar: tanta es la movilidad de las imágenes y así de grande su número. Por ello, cuando la primera imagen muere y otra nace en diversa posición, parece ser la primera que mutó su gesto.” Todo el espacio, toda el área está llena de simulacros danzantes, la danza en Lucrezio no puede estar sólo en los cuerpos, está por todos lados y los cuerpos no cesan de emitir tenues partículas danzantes, emiten danza. Por esto, el cuerpo del danzante contrae sobre sí una multitud de imágenes, como si juntas emitiesen sus gestos y, al mismo tiempo o casi, lo reanudara.
15. Crítica de todo finalismo. Los ojos no han sido creados para hacernos ver ni las piernas para caminar. “Aquello que ha nacido genera su uso (quod natumst id procreat usum)… ni la vista fue primera antes de que naciese la lámpara de los ojos, ni el proferir palabras antes que fuese creada la lengua; sobre todo el nacimiento de la lengua precede por mucho al hablar y las orejas han nacido antes de que oyeran sonidos y en suma todos las partes del cuerpo preceden, yo creo, su uso.” (IV, 835-841)
La mano descubre sus gestos lentamente, a tientas y gesticulando fuertemente; y no en vistas de un uso, la lengua encuentra sus sonidos agitándose y retorciéndose; los ojos en sí ciegos, fatigosos y reluctantes, se abren a las imágenes; los dedos descubren el tacto y la suave caricia sólo después de innumerables, inmemoriales experimentos. El uso jamás es un fin o una función: es aquello que se produce en el acto mismo del ejercicio como una delicia interna al acto; como si a fuerza de gesticular, la mano encontrase al fin su placer y su “uso”; el ojo a fuerza de mirar, se enamorara de la visión; las piernas y los muslos plegándose rítmicamente, inventaran la caminata.
Esto significa que los movimientos del cuerpo no están jamás dirigidos hacia un fin, no tienen un utilitatis officium (procul est ut credere possis / utilitatis ob officium potuisse creari – IV, 856-57), sino que son siempre gestos y medios puros, cuyo uso propio consiste en la exhibición de su propia medialidad, en su ser principalmente danza y “uso de sí”.
(fuente: «Lucrezio, appunti per una drammaturgia». La nature delle cose. Maschietto Editore, Firenze 2008.
http://escriturasescenicas.blogspot.com.ar/)

Desconectar la igualdad, la contienda cultural // Alejandra Rodríguez


En sintonía con el desguace de las  políticas públicas que viene llevando a cabo la gestión macrista, 60 trabajadores del Programa Conectar Igualdad del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación fueron despedidos con el argumento de “que era más sano para ellos que los despidan a tenerlos así”. ¿Tenerlos así? Es que no cobran desde hace 3 meses y no tienen tareas desde diciembre, al igual que el resto de los programas y áreas del Ministerio.
El miércoles pasado se realizó un acto en reclamo por la reincorporación de los despedidos. Muchos trabajadores quedaron encerrados en contra de su voluntad, impedidos de participar del acto que se llevaba a cabo en la explanada externa del Palacio Sarmiento. La puerta estaba vallada por una muralla de policías federales uniformados y armados. Hubo represión y violencia policial. Un despliegue de policías vestidos de civil sacaban fotos y filmaban a los manifestantes.
Los días previos al acto, los trabajadores de Conectar Igualdad organizados en grupos y acompañados por delegados de la Junta Interna de ATE recorrieron las oficinas del Ministerio explicando las condiciones en que fueron despedidos y las tareas que realiza el Programa, que es mucho más compleja que “repartir netbooks” -tal como se intenta instalar desde el gobierno para justificar los despidos-, y que hay más de 1000 trabajadores del Programa que desarrollan sus tareas en las provincias que están en la misma situación.
Desde el momento que se vuelve necesario explicarles a tus propios compañeros que necesitas que te acompañen en la lucha para ser reincorporado, que el trabajo que haces tiene fundamentos igualitarios en el marco de una política educativa y fundamentalmente que no sos un “ñoqui”, evidentemente hay una batalla en términos culturales que se ha perdido.  Y es ahí donde la cultura macrista es eficaz, porque ha logrado hegemonizar el sentido común, con un discurso que estigmatiza a todos los trabajadores del estado al tratarlos en forma indiscriminada como  “ñoquis”. Y un “ñoqui” merece ser  perseguido, maltratado y despedido.
Sabemos que la hegemonía se ejerce fundamentalmente en términos de legitimación, lo que supone que la dominación no es sólo económica sino simbólica y cultural, eso es lo complejo de desentrañar y revertir. Solo desde la hegemonía del sentido común que ha logrado construir la maquinaria cultural macrista se explica que en medio de las agresiones por parte de la policía los vecinos que miraban y fotografiaban a los trabajadores desde sus balcones, les gritaran: “vayan a la laburar, ñoquis”. Sólo desde esos marcos de percepción social se puede entender el comentario que un uniformado con risa socarrona le hizo a uno de los manifestantes: “anda a creerte los cuentos de Cristina” o que algunos “compañeros” que hasta el 10 de diciembre enarbolaban banderas del proyecto nacional y popular, hoy asesoren a funcionarios macristas y contribuyen a confeccionar listas para entregar a sus propios compañeros.
Entonces, detrás de la lucha por sostener los puestos de trabajo y por defender las políticas de ampliación de derechos, el desafío es más complejo, ya que se trata de resquebrajar esos resortes sensibles que conforman el sentido común, que producen cultura y constituyen una plataforma de consenso social habilitante para que la gestión macrista avance con sus medidas antipopulares, con el ajuste y el vaciamiento del estado.

Lo político en su sentido más radical es la contienda contra esa maquinara cultural, esa trama de sentidos y significaciones que tiene cierta pesadez y no cambia fácilmente, cuyos rasgos no son más que la banalidad como modos de vida, forma de relacionarnos, de hacer mundo y de vivir colectivamente el desconcierto en estos tiempos. 

No hay problemas porque no hay soluciones // Juan Ritvo


La frase le pertenece al creador del objet-trouvé o ready-made, Marcel Duchamp.

Inquieta el “porque”. ¿Podríamos transformarlo en una enfática pregunta: por qué…?

Seguramente podemos decir, en clave pesimista y humanista, en clara redundancia, porque el humanismo es pesimista y el pesimismo, con su agrio goce, es humanista,  que para el ser humano no hay solución posible.

Pero en realidad, dice otra cosa: hay encuentros, inesperados y brutales como sus inodoros o sus bicicletas que ridiculizan a los museos donde se muestran.
Inesperado y brutal, algo emerge en la historia.

Luego, el erudito, el científico, plantea problemas, busca soluciones.

El hallazgo permanece, impertérrito.

Lo que aún no tiene nombre, es la soledad sin nombre del azar.
De Imprudencias Breves
Fuente: https://entrelazosblog.wordpress.com

Clinâmn: casas de juego y modos de vida en el conurbano

conversamos con
Andrés Fuentes

sociólogo dedicado a la investigación micropolítica, animador del blog Lo Sutil (http://losutil.blogspot.com.ar/)

casas de juego y modos de vida en el conurbano

*el enorme peso de los bingos puede ofrecer
pistas para entender mucho de lo que ocurre en el país;
*imágenes que mixturan fenómenos de mercado y de magia, compensaciones terapéuticas y eróticas populares;
*multiplicación del circuito de la moneda y formas de vivir la riqueza social;
*¿cómo se hacen estas investigaciones?


  Clinamen, todos los martes 11hs

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Volver la mirada // Pedro Yagüe y Joaquín Sticotti

(Editorial de Nuevos Trapos // www.nuevostrapos.com.ar)

El ballotage de noviembre nos arrancó por un instante de la inercia en la que estábamos. Nos despertamos en el medio de la noche, sin recordar bien cuándo nos habíamos dormido y obligados a escribir todo antes de que las imágenes volvieran a perderse. Fueron muchos años que estuvimos mirando hacia arriba sin ver lo que nos pasaba a nosotros, sin ver la forma en la que estábamos viviendo. La televisión y las redes sociales nos sirvieron para no mirarnos hacia adentro, para no ver lo que pasaba en los barrios, en las calles. Por debajo de las discusiones mediáticas se movió una realidad social mucho más oscura y compleja, difícil de aprehender.

Poco duró, sin embargo, ese despertar. Otra inercia, aunque distinta, pareciera poner hoy nuevamente bajo la alfombra a ese viejo intento vital que solía llamarse pensamiento crítico. Proyección, negación, racionalización, regresión: estos parecieran ser los mecanismos de defensa del sistema político; mecanismos que impiden poner el propio cuerpo en juego y hacer resonar la experiencia política en la realidad cotidiana. La tentación de la década kirchnerista vuelve a aparecer: violencia retórica autocomplaciente, plaga de lugares comunes sin más interlocutor que uno mismo: discutir la política tal como la encontramos en los medios de comunicación sin sumergirnos en esa interrogación profunda que nos presenta la materialidad del territorio.
El predominio de la polémica sin crítica fue una marca distintiva de estos años. Todos fuimos, a pesar nuestro, Intratables. Y fue bajo esta modalidad, en gran medida, que se produjo el tan festejado retorno de la política. Con la agonía de nuestros debates se fueron deteriorando también nuestras categorías. Esas con las que intentamos durante estos largos años pensar el presente. Los conceptos cuando no se encuentran animados por la materialidad histórica traen consigo el problema del agua estancada: se pudren. Y cuando este proceso comienza no sirve ya agitarlos con la esperanza de que dejen de emanar olor a muerte. Deben renovarse.
Este estado crítico del pensamiento tiene su contracara sensible: una indolencia cada vez más grande entre nosotros. Una indiferencia creciente frente al sufrimiento del otro. Y sin otro, sin sentir su dolor en el propio cuerpo, no habrá nunca pensamiento político. No sabe el que quiere saber sino el que se atrevió a sentir el sufrimiento ajeno como propio. Cuando el otro –y su sentir– es borrado en uno, queda solamente una cosa: la angustia de la propia muerte. Nada más. El cuerpo como lugar de coherencia, como índice necesario para animar la realidad vivida, es hoy adormecido para poder seguir sin sentir nada. La debilidad de nuestras categorías es la contracara de la pobreza de nuestro sentir.
Estamos tironeados por fuerzas ambiguas. Por una mezcla de sensaciones que no terminamos de entender. Hay, sin embargo, un saber que compartimos: no será posible estar a la altura del presente sin comprender lo que nos llevó a esta situación; sin pensar aquello que todavía opera como su fundamento. Es por eso que nos resulta inevitable volver una vez más a la pregunta por el neoliberalismo. Volver a pensar las vías ortodoxas y heterodoxas por las que se desarrolló durante estos largos años. Pero no de la forma en la que el neoliberalismo nos invita a discutirlo: Estado sí, Estado no; inclusión sí, inclusión no. Cierto es que no podemos mirar el presente desde un lugar que no sea el de un Estado gobernado por los más fundamentalistas neoliberales. Pero sí es posible no enceguecernos con esta dimensión sobreanalizada e inclinar la cabeza hacia la sociedad, ¿en qué condiciones llegamos hasta acá? ¿cómo vivimos hasta ahora? Éste será el único modo de dar cuenta de las posibles alteraciones (y continuidades) que el nuevo gobierno pueda producir.
Fueron estos los problemas que nos llevaron a pensar este segundo número deNuevos Trapos. Quisimos entender aquellos gestos, mentalidades y afectos que funcionaron como fondo de eso que solemos llamar la vida cotidiana. Intentar reflexionar sobre nuestros modos de vida es una forma de mirar el presente desde una perspectiva anticoyunturalista. Siempre desde la coyuntura, pero buscando ir más allá de lo que ella nos sugiere. Hay una vida sindical, una vida universitaria, una vida artística y una vida narco. Pero más allá de esas particularidades hay un modo de vida neoliberal que atraviesa a las instituciones, a los gobiernos y al Estado. Esta mentalidad, pensamos, tiene una característica principal: la producción activa de la competencia como lógica de gestión del bienestar de cada uno.
Elegimos el ensayo. Esa escritura por tanteos que nos permite pensar sin otro sustento que nuestras intuiciones y vivencias. Los cientistas sociales y los analistas políticos hacen como el calamar: derraman tinta para protegerse de lo que tienen alrededor. Por eso es que, en medio de este mar de tinta, alargamos la mano para tantear lo que no terminamos de ver pero intuimos que está ahí. Así es que nos propusimos acercarnos al neoliberalismo como un modo de vida. Elegimos indagar los rastros sedimentados en nosotros durante estos largos años de capitalismo. Incluso aquello que muchas veces nombramos como anti-neoliberal.
Comenzamos este número con tres preguntas al Colectivo Juguetes Perdidos, quienes desde hace un tiempo vienen preguntándose por los nuevos modos de vida que se están dando en los barrios. Es en este contexto que se inscriben las postales de la vida narco que desde Rosario nos envía Carlos Del Frade. El número continúa con la problematización de Martín Gendler en torno a las nuevas formas de politización que constituyeron las redes sociales y con las reflexiones de Silvio Lang sobre el consenso del arte. Más allá del macrismo y del antimacrismo se inscribe el artículo de Martín Millonschik con su pregunta por la novedad del discurso de la nueva derecha representada por el PRO y el de Joaquín Sticotti sobre volver a pensar sin estado. Cerramos este segundo número de Nuevos Trapos con el artículo de Napoli y Pennisi y su Finale que expresa con lucidez y claridad el desafío que nos propusimos desplegar en este número: “No sabemos qué cumbia nos espera, ni siquiera supimos bailar la que pasó. Revisamos lo recién escrito y encontramos excesiva confianza en “el punto de vista de la lucha”… Una confianza todavía, en algún punto, moral. (…) Tal vez, algunos cachetazos más adelante, logremos reavivar la pluma -que es lo que por ahora nos salva de la normalidad apestosa- para nombrar lo que hoy no podemos”.

Índice

Editorial: Volver la mirada.
POR PEDRO YAGÜE Y JOAQUÍN STICOTTI

Tres preguntas al Colectivo Juguetes Perdidos
POR NUEVOS TRAPOS

Postales de la vida narco en la ex ciudad obrera
POR CARLOS DEL FRADE

Redes sociales y politización
POR MARTÍN GENDLER

El consenso del arte
POR SILVIO LANG

La disputa por definir el problema
POR MARTÍN MILLONSCHIK

Pensar sin estado
POR JOAQUÍN STICOTTI

De este lado del mostrador. Mitos iniciales del gobierno PRO y bienvenida a los nuevos ignorantes.
POR BRUNO NAPOLI Y ARIEL PENNISI

“Privatizar el voto no es una buena idea” // Entrevista a Joaquín Sorianello

programador informático que soportó un allanamiento en su casa por parte de la Policía Metropolitana tras denunciar un error en el sistema de voto electrónico.

Texto: Camila Selva Cabral // Fotos de: Andrés Wittib


 “Si estás por subirte a un avión y un grupo de ingenieros aeronáuticos te dice: ´No te subas porque este avión no vuela’; mientras que un grupo de políticos te dice: ‘Este vuela, este es mejor’, ¿a quién le creés?”. El dilema lo propone Joaquín Sorianello, el programador cuya casa fue allanada por la División Cibercrimen de la Policía Metropolitana en julio de 2015, luego de haber reportado un error en el sistema de voto electrónico que se utilizó en la Ciudad de Buenos Aires durante las últimas elecciones. Ahora, el gobierno impulsa la implementación de dicho sistema a nivel nacional. En el discurso de apertura del 134° período de sesiones ordinarias del Congreso Nacional, el presidente Mauricio Macri aseguró que hay consenso entre todos los partidos políticos acerca de la reforma política y dejó claro que “terminar con la boleta papel” es uno de los ítems innegociables.

El consenso técnico alrededor del voto electrónico, sin embargo, no existe en Argentina. Y a nivel internacional, tampoco: en la actualidad sólo lo utilizan cinco países (Brasil, Venezuela, India, Filipinas y Bélgica) y otros, como Holanda, lo abandonaron por comprobarse vulnerabilidades que atentaban contra el carácter secreto de las votaciones. El caso alemán es paradigmático: el sistema electrónico fue declarado “inconstitucional” en 2009 por un fallo de la Corte Constitucional de ese país que alegó la escasez de control ciudadano sobre el proceso de sufragio.

Sorianello creció en los años ’90, rodeado de docentes y cerca de computadoras que al principio no estaban en su casa sino en la biblioteca y en la escuela donde trabajaba su mamá. A los 7 años “jugaba a las asambleas porque era lo que veía”. Y a los 18 fue autoridad de mesa. Recuerda que tomó su rol con mucha seriedad e “iba a denunciar cualquier cosa oscura” que ocurriera. Cuando encontró un error en el sistema de voto electrónico, no dudó en informar a la empresa Magic Software Argentina S.A. (MSA), proveedora del servicio. Dos días antes de las elecciones, la Policía Metropolitana allanó su casa y se llevó computadoras y dispositivos de almacenamiento que –ocho meses después– continúan en depósito judicial. Hoy, su deseo es que se dé un debate amplio acerca del sistema electoral y que los técnicos informáticos tengan más espacios para explicarle a la sociedad por qué el voto electrónico es una mala idea.
¿Por qué empezaste a investigar sobre el voto electrónico?
Todo empezó cuando me enteré por las noticias que se iba a implementar el sistema de boleta única electrónica. Vendían al sistema como “rápido y fácil”, pero no hablaban de la transparencia ni de la seguridad. Lo que me sorprendió en ese momento fue el contexto en que se tomó la decisión, querer implementar un sistema de voto electrónico a las apuradas es súper sospechoso. Cuatro o cinco semanas antes de las elecciones se filtró por Internet el código fuente que hace funcionar a las máquinas de MSA. Un montón de gente lo empezó a leer y a encontrar bugs [errores de programación]. También se filtraron los manuales de capacitación para los técnicos, esa persona mágica en la que hay que confiar para que la máquina funcione en la escuela. Y ahí encontramos cosas como que las passwords (contraseñas) de los técnicos para ingresar a ciertas partes críticas eran direcciones de e-mail. Los nombres y los DNI de los técnicos están publicados en el Boletín Oficial, con un poco de paciencia podés conseguir sus direcciones. Pero estas cosas se reportaban y no pasaba nada. Había montones de problemáticas sobre los que se discutía solamente en Twitter. Yo iba superando mi nivel de sorpresa. Me acuerdo de haber escrito: “Che, esto está roto, no podemos garantizar el secreto del voto”. Y nos ninguneaban, nos bloqueaban en todas las redes sociales.
¿Qué fue exactamente lo que encontraste?
Cuando se filtraron las direcciones de los certificados SSL -los que se iban a usar para transmitir la información desde las escuelas al centro de cómputos- dije: “Esto tiene que tener un password para que esté protegido”. Pero no, ¡no tenía! Nunca me había encontrado en un momento así en mi vida: “¿Y ahora qué hago con esto?”. Si no lo arreglaban, no se iban a poder hacer las votaciones. Sabía que no darían marcha atrás con el voto electrónico y lo único que podía hacer era reportar a la empresa, avisarles, para que las cosas no salieran tan mal. Le avisé a un contacto amigo que trabajaba ahí y al principio me decía que seguro era una boludez hasta que vio bien de qué se trataba. En ese momento sentí mucho miedo, no por la empresa ni por la justicia, pero por ahí alguien quería hacer algún chanchullo y lo cagué. Yo pensaba: “Van a venir y me van a matar”.
¿Cuándo ocurrió el allanamiento?
Dos días antes de las elecciones. Yo no estaba en la Ciudad de Buenos Aires, me llamaron por teléfono: “Che, tenés que venir a abrir la puerta de tu casa”. Llamé a la Policía para confirmar y sí, la Metropolitana tenía una orden de allanamiento. Le avisé a mi novia, que por suerte no estaba en casa en ese momento porque se hubiese pegado el susto de su vida, y ella fue con un abogado. Lo hicieron a la noche porque en el expediente se veía claro que no querían afectar las elecciones. Y desde ese día, todo un periplo judicial para tratar de entender qué pasaba con la causa que en un primer momento no nos dejaban ver.
¿Qué se llevaron de tu casa?
Una computadora, montones de microcomputadoras que yo usaba para el laburo que tenía en ese momento, Kindles, memorias, discos duros que tenía de back-ups históricos. Un montón de cosas. ¿Qué hay ahí? Nada que a ellos les sirva.
¿De qué se te acusa?
La causa es por daño informático, por alterar su sistema. Eso lo deberá probar la justicia pero yo no hice nada que afectase a la empresa. Hasta tuve el altruismo de avisar. Una información que en malas manos podría haber sido desastroso, y yo se los avisé. En ese momento nadie de la empresa intentó hablar conmigo. En la causa, no se presentaron a ninguna audiencia; tampoco presentaron ningún escrito. La sensación que tengo es que lo hicieron para asustar. Había gente trabajando en otras vulnerabilidades que se encontraron, y esas personas de repente se asustaron y desaparecieron. Todos se escondieron porque tenían miedo, nadie quiere que lo allanen.
¿En qué estado está la causa?
La causa no avanza. La vienen pateando. Y mis cosas siguen en depósito judicial. Hace meses que dicen que no tienen DVDs para hacer las copias. Nunca recuperé nada.
¿Tenés esperanza de recuperarlas?
No, la verdad que ya no. Ya está, está perdido. La computadora que se llevaron, por ejemplo, no podría usarla porque no sé si la alteraron o si me van a estar espiando. Antes de que pase esto yo me reía de alguna gente de la comunidad de la seguridad informática y decía: “Son re paranoicos”. Después de haberme interiorizado mucho más, entiendo porqué son paranoicos. Porque el sistema tecnológico sobre el que vivimos e interactuamos todo el tiempo está atado con alambres y hay una ilusión de que no lo está. Y bueno, si vamos a hacer marketing diciendo que no está atado con alambres y en realidad sí lo está, nos vamos a chocar.
¿Es más fácil hacer fraude en un sistema electrónico que en un sistema tradicional?
Es mucho más barato. Una vez que encontraste una vulnerabilidad, explotarla en una máquina o en 400 es lo mismo. Pero es imposible saber si hubo fraude o no. Es totalmente incomprobable.
¿Por qué no se puede saber si hubo fraude?
Para ver qué hacen los sistemas, los informáticos escribimos lo que llamamos logs, que son archivos que dicen todo lo que hace un sistema, después vos vas y lo mirás. La máquina de voto electrónico no puede tener logs porque podría filtrar información que permitiría identificar qué votó cada persona. Si la máquina no puede registrar nada, no podés ver qué pasó en esa máquina. Tenés que confiar. Confiar, confiar, confiar. Nunca antes nadie me pidió que confíe tanto en empresas, empleados, técnicos, trabajadores temporales. Es muy riesgoso delegar en una máquina cosas que tenemos que hacer los ciudadanos. No deberíamos poner ningún artefacto en el que tengamos que confiar en el medio de nosotros y lo que votamos. Pero hay todo un tema ahora con respecto a la modernización del Estado, que es como muy cool. Están tan convencidos de que quieren eso que razonar con un fanático es imposible. Las empresas que hacen voto electrónico lo vendieron muy bien, o por ahí son los mismos. MSA es una sociedad anónima. ¿Vamos a dejar nuestro sistema electoral en manos de una sociedad anónima? Es muy raro, a mí no me gusta para nada lo que está pasando.
Desde la empresa MSA y desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se repitió que la máquina era una impresora y no una computadora. Incluso se llegó a decir que se trataba de una caja boba. ¿Esto es así?
La máquina Vot.Ar de MSA tiene dos computadoras. Una computadora que es la que alimenta la pantalla, con la que la gente interactúa, tiene memoria y capacidad de almacenamiento, y no chequea si el CD que corre es el que la junta electoral realmente aprobó. Lo más fuerte de todo es que los errores que se encontraron fueron problemas de principiantes, cosas básicas. Y hay una segunda computadora de la que MSA nunca habló que es la que se encarga de manejar la impresión de la boleta y el lector de chips RFID, que es donde se guarda la información. Esa computadora no la auditó nadie, no se sabe qué software tiene, por ahí la hizo un fabricante chino y tiene un software que graba todo lo que se votó en esa mesa, no sabemos; de algunas incluso salía un cable que no sabemos para qué estaba. Pero no se habló de eso. Le cambiaron el nombre e hicieron una campaña publicitaria muy fuerte diciendo que no era voto electrónico. Para uno, que se dedica a desarrollar sistemas, es ridículo. La “Boleta Única Electrónica” es un sistema de voto electrónico como cualquier otro. Incluso la patente de invención que tiene MSA dice que es un sistema de voto electrónico.
Antes mencionaste que se encontraron otras vulnerabilidades, ¿cuáles son?
Una es el multi-voto. En el chip de una sola boleta podías escribir muchos votos para un mismo candidato, y la máquina que los contaba no verificaba si había más de un voto, simplemente los contaba. Esa vulnerabilidad fue explotada; en muchas mesas de la primera vuelta hubo más votos que votantes. Y hoy en día, con un smartphone podés leer los chips de las boletas. La tecnología se conoce como NFC (Near Field Communication, o Comunicación de Campo Cercano), es una tecnología que se utiliza para un montón de cosas. Un pibe desarrolló una aplicación que decía que es “el nuevo compra-votos”. Se acercaba el teléfono a la boleta y la pantalla se ponía roja o verde según lo que había votado; si la persona votó al candidato que se había marcado, le pagan. Y se puede hacer eso mismo pero que además ese teléfono publique en internet qué voto es, entonces vas teniendo boca de urna en tiempo real y podés saber si necesitás comprar más votos o no.
Después aparecen cosas terribles como el voto no leído por motivos técnicos, que es una categoría nueva. ¿Qué pasa con esos votos? ¿Valen? ¿No valen? Eso pasó, hubo un montón de votos no leídos por motivos técnicos. No existen. Tu voto no vale porque la solución tecnológica de turno decidió no funcionar. Pusieron en riesgo la seguridad del sistema electoral por implementar un sistema de voto electrónico y de eso se habla muy poco. Se habla muy poco de que el día de las elecciones, 400 y pico de urnas electrónicas no se pudieron escrutar y las tuvieron que llevar en taxi de las escuelas al centro de cómputos. De eso no dijeron nada.
¿Y qué pasó con las auditorías?
Para hacer una auditoría a un software podés tardar semanas en mirar todo el código para ver que no haya vulnerabilidades. Y, aún así, no tenés certezas de que las encontraste todas. Acá la UBA hizo una auditoría en dos días que salió 1 millón y medio de pesos. La hizo [Claudio Enrique] Righetti, un tipo ligado a Fibertel. Y es una vergüenza. Les mostraban el código fuente en una pantalla, lo iban pasando. En Ekoparty -la conferencia de seguridad informática que se realiza cada año en la Ciudad de Buenos Aires-, discutíamos acerca de que las universidades no son las más capacitadas para hablar de seguridad informática porque todavía no lo entienden como una disciplina. Ninguna empresa que se dedica seriamente a la seguridad informática auditó el sistema Vot.Ar. ¿Por qué? Porque no le convenía a la empresa MSA. Y la licitación también fue muy rápida, fue hecha a medida de lo que tenía MSA para proveer.
Este año se cumplen 100 años del inicio de la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, la primera en el país elegida bajo la Ley Sáenz Peña que estableció que el voto debe ser universal, secreto y obligatorio. ¿El sistema de voto electrónico respeta estas características de nuestro sistema democrático?
La Ley Sáenz Peña en ningún lado dice que el voto tiene que ser fácil y rápido. Y con este método no hay forma de garantizar el secreto del voto. En la cadena de producción de una máquina de voto electrónico y del software que ejecuta hay muchos eslabones, desde los fabricantes de los chips y de los componentes que tiene la máquina hasta la gente que provee las herramientas que usan los desarrolladores para escribir el código. El argumento de Alemania para declararlo inconstitucional es que deja en muy pocas manos la capacidad de auditar las elecciones. “Muy pocas manos” es élite técnica. Y, en el fondo, somos una élite que puede hacer desastres. Yo no quiero eso, no quiero tener la responsabilidad de que colegas míos rompan la democracia. Ninguna persona por no saber informática tiene que dejar de auditar un proceso electoral. Privatizar el voto no es una buena idea, no lo es en absoluto. Perdemos el control los ciudadanos. Tenemos que creer que una sociedad anónima va a hacer las cosas bien, que sus empleados no van a ser comprados por políticos.
¿Cuáles son los riesgos del voto electrónico?
1.     Es imposible de auditar al 100%. No se puede dar garantía de que es seguro, de que no es vulnerable. Nadie que sea sensato y sincero te va a decir que el sistema de voto puede estar auditado.
2.     Es imposible garantizar el secreto del voto. Tendrías que ir a la fábrica de chips chinos y ver qué pasa ahí. Y eso tengo la certeza de que MSA no lo hizo.
3.     La facilidad de destrucción de las boletas. Podrías “quemarlas sin quemarlas”. Con un impulso electromagnético se pueden destruir todos los chips.
4.     Una vez que se encuentra una vulnerabilidad, explotarla es muy barato. Y el punto es que uno no tiene que pensar que una persona desde su casa va a usar una vulnerabilidad para romper las elecciones. Puede haber políticos que busquen eso.
5.     La gente deja de prestar atención. Cuando tenés un sistema que te asiste, uno presta menos atención cuando en realidad tendría que prestar mucha más. La capacidad de fiscalización se ve reducida porque las personas procedemos a cierta velocidad pero los sistemas informáticos van mucho más rápido. Nuestros ojos no alcanzan para ver todo.
6.     La gente tiene que confiar en una máquina. Si no confiás, no sabés si la máquina va a actuar bien o mal, no sabés si tu voto va a ser confiable.
7.     Y después hay problemas interesantes: supongamos que MSA las próximas diez elecciones no hace nada, todo funciona realmente bien, y en la número once decide que va a hacer fraude. ¿La gente va a desconfiar? No.
8.     Hay gobiernos que tienen equipos para hacer ciberataques. Estados Unidos y China los tienen. Supongamos que a China le serviría que gane tal o cual candidato en Argentina, ¿pensás que no van a intentar hackear un sistema de voto electrónico? Sí, lo van a hacer porque es barato.
¿Por qué creés que no se habla abiertamente de los riesgos del voto electrónico?
Porque no les conviene. Es un negoción para las empresas que lo proveen. Y a los medios también les sirve porque las elecciones se resuelven en pocas horas, en un prime time cortito. Generan la ilusión de que hay que modernizar el Estado. Pero, más que modernizar el Estado, lo que sucede es que los ciudadanos pierden control sobre el pilar de toda la sociedad. Es muy difícil darle visibilidad, el poder de los medios es muy grande. Los que tenemos argumentos y estamos en contra del voto electrónico no tenemos lugar. Somos varios, ojalá seamos más. Fundación Vía Libre hace un laburo tremendo. Ojalá más organismos de derechos humanos se den cuenta de que es una amenaza real, yo lo puedo ver porque es mi terreno pero esto es una amenaza real. El voto electrónico no es una cuestión partidaria, los ciudadanos tendríamos que darnos cuenta de que no sirve. Una de mis principales ambiciones en este momento es que se dé un debate amplio por el voto electrónico. Ojalá tengamos un sistema electoral que sea transparente, que garantice el secreto. Hace un tiempo vi No, una película que habla del laburo de los publicistas que hicieron una campaña para que Pinochet no siga. Pensé mucho en esa película. Le dieron la oportunidad al pueblo de votar algo importante en un referéndum. Sería interesante que se diera un debate con el tema del voto electrónico. Tenemos la capacidad técnica y las personas técnicas indicadas para poder explicarle a la sociedad argentina por qué el voto electrónico es una mala idea, pero necesitamos los espacios. Están vendiendo la partecita de la historia que ellos quieren, no la foto completa. Ojalá podamos dar un debate y tengamos recursos para hacerlo. Pero a los organismos oficiales no les interesa y a muchas ONGs parece que el voto electrónico les gusta y les conviene. El panorama es terrible, hay una desinformación para con la sociedad y los ciudadanos que es grotesca.
¿Cuál es, para vos, la mejora que debe hacerse en el sistema electoral de nuestro país?
La boleta única de papel es, hasta ahora, el mejor sistema de voto que conocemos. Pero la base de encontrar buenas soluciones a los problemas que tenemos como humanidad es hacerse preguntas. No caer en confiar, en creer. El fraude se evita con la gente, que se involucre, que decida gastar uno, dos, tres, cuatro días de su vida cada cuatro años en ser fiscal o autoridad de mesa y hacer un trabajo serio. Hay que incentivar eso, la democracia es una construcción colectiva, pero las construcciones colectivas hoy en día están devaluadas. Algo muy interesante que dice Beatriz Busaniche (presidenta de Fundación Vía Libre) es que las cosas que se intentan resolver con el voto electrónico son problemas políticos. Los problemas políticos se resuelven haciendo política, no con electrónica y computadoras. El esfuerzo lo tenemos que poner en otro lado: en que el sistema educativo sea mucho más eficiente y que los ciudadanos puedan ver la importancia que tiene involucrarse en auditar un escrutinio. El gobierno nacional no tiene poder el día de las elecciones, el poder está en los ciudadanos; y eso, cuando uno lo piensa, es muy fuerte. Con un sistema de voto electrónico, el presidente de mesa tendrá que rezarle a alguien para que la elección sea transparente.
¿Por qué es mejor la boleta única de papel?
No hay robo de boletas. Es una boleta donde la gente hace una cruz. Sólo hay que elegir un buen lápiz; creo que en Inglaterra tienen una normativa muy fuerte sobre cómo elegir un buen lápiz para que, si se mojan las boletas, no se borre. Cualquier persona que sepa leer, escribir y contar puede auditar. ¿Qué más necesitamos que eso? Nada. Evidentemente para algunos hace falta que sea fácil, rápido y electrónico.
¿La boleta única de papel es más ecológica que la electrónica?
Sí, el papel se recicla. Las boletas que usan estas máquinas de Vot.Ar no se pueden reciclar tan fácil porque es papel térmico, y tienen un chip que tampoco es reciclable. Además, para evitar inconvenientes en caso de que se corte la luz, las máquinas tienen unas baterías que se arruinan en menos de cuatro años; entonces para la próxima elección no sirven, hay que tirar todas esas baterías. Pero es rápido, simple, bonito.
¿Cómo cambió tu vida a partir de lo sucedido?
En el momento para mí fue un impacto terrible, mucho miedo, mucha paranoia. Llegaba a mi casa y daba tres vueltas a la manzana antes de entrar porque tenía miedo de que alguien me lastime. Perdí mucha ingenuidad, me di cuenta cómo se manejan en la política y cómo se maneja la justicia en la Argentina. Entendí el riesgo real que tiene denunciar cosas que tocan intereses de gente muy poderosa. La justicia no quiere defender a los ciudadanos. No hay ninguna causa abierta por mala praxis de la empresa MSA. Nadie está preocupado por eso. Y eso es, probablemente, un precedente lamentable.

El consenso del arte // Silvio Lang

1.
No se podría decir que el arte de estos últimos doce años en Argentina haya sido libertario y excesivo. Hubo libertad de acción y manifestación, sí, sin dudas. Hemos vivido hasta el día de hoy en una verdadera democracia de manifestación en el sentido que el filósofo Jacques Derrida definia la literatura: la pasión democrática que puede decirlo todo. Se escribió y se dijo como nunca: en las redes sociales, en la televisión, en los diarios, en las radios. Pero siempre en relación con el discurso central de los dos grandes gobernantes del período. Néstor y Cristina, en apariencia insuperables en sus retóricas performáticas y apuestas políticas, dibujaron los contornos de lo pensado durante el ciclo de los gobiernos kirchneristas. Así como ningún otro dirigente político, es probable que ningún artista, en tanto legislador del espacio y el tiempo social, haya intentado ir más allá del horizonte de “la década ganada”. ¿Quién osó redoblar la apuesta en el ámbito de la fabricación simbólica y afectiva? ¿Quién osó actualizar los modos de producción cultural más allá de la política modernista del kirchnerismo?
2.
La política cultural del kirchnerismo se desplegló en una perspectiva modernista del capital: incrementó su mercado de poder según una ley de libertad de cambio de la producción y de profesionalización o emprendurismo de la práctica artística. La cultura del libro se benefició con la generación de docenas de pequeñas editoriales independientes y la apertura de librerías, favorecidas también por el aumento de la capacidad de compra, en el marco de las políticas de consumo del Gobierno y la regulación impositiva de las importaciones. La inyección presupuestaria a la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares generó una mejora técnica y una presencia cultural de las bibliotecas en todo el país. Un proceso extraordinario y de singular vitalismo vivió la Biblioteca Nacional, conducida por Horacio González, que conectó la cultura del libro con los procesos de subjetivación política y cultural. La Biblioteca Nacional fue encontrando en el camino la experiencia de un proceso libertario y excesivo, que se desarrolló con la participación de las cabezas más contemporáneas y singulares de la patria. La producción audiovisual se incrementó y multiplicó sideralmete: en los últimos años se estrenaron, promedio, dos películas argentinas por semana entre producciones nacionales y co-producciones internacionales; se grabaron teleseries finanaciadas integramente por el Estado; se filmó en las provincias con equipos locales, inaugurando una profesionalización de los cineastas del interior del país; se abrieron salas de proyección exclusiva de películas argentinas en todo el territorio nacional. El Teatro Nacional Cervantes, aunque no culminó su obra de refacción edilicia, ordenó y reforzó su burocracia sindical y administrativa, lo que permitió que volviera a funcionar con normalidad y que pudiera desarrollar –no sin muchas deficiencias técnicas– un programa federal de giras. Cristina inauguró el Centro Cultural más grande de Latinoamérica con el nombre de su marido fallecido y la gigantesca feria Tecnópolis. Se recuperó el predio del ex centro clandestino de detención en la Escuela de Mecánica de la Armada para convertirlo en sede de espacios culturales coordinados por los organismos de Derechos Humanos. Se abrieron diarios y revistas estatales e independientes con escrituras e investigaciones particulares y complejas comoMiradas al surTiempo ArgentinoCritíca, InfojusAnfibiaCrisisMancilla,Suplemento Soy. El Ministerio de Cultura y muchos organismos del Estado Nacional generaron una cuantiosa suma de contrataciones a cantantes, actores para recitales y actuaciones en multifacéticos eventos como nunca antes en la historia de la cartera cultural. Se diseñó un Mercado de las Industrias Culturales Argentinas como el signo mayor de distribución de cultura para el consumo. Radio Nacional multiplicó sus contenidos y staff y hasta creo una FM de rock nacional con programas periodísticos. Se abrieron canales de televisión didácticos como Pakapaka y Canal Encuentro. La Televisión Pública, dirigida por Martín Bonavetti, se transformó íntegramente y podríamos decir que generó una estética propia y una cultura de trabajo nueva en su burocracia. Muchas obras de teatro y danza contemporánea se exhibieron en los festivales y teatros más importantes de todo el mundo generando una plusvalía de poder y hegemonía en cierta subcultura artística.
3.
Sin embargo, en el transcurso de “la década ganada”, la producción artística y semiótica ha resultado marcadamente conservadora, reaccionaria, enclaustrada, realista, antiutópica y, principalmente, acrítica. Se ha imaginado y realizado bastante poco en el plano de las estéticas singulares y las producciones semióticas del campo social. Muchas oportunidades de singularización de la sensibilidad estética y de transformación de los modos de vida sociales se desaprovecharon en la legitimización de los artistas y la legalidad militante. ¿Qué riesgos hubo en pensar más allá del Estado de cosas y la agenda gubernamental? Es curioso que desde la gestión kirchnerista no hubo un eje en la experimentación artística en sus políticas culturales, fue más bien legitimizar lo que ya se producía. Es probable que la moral del sujeto del rendimiento en la lógica consumista, el emprendurismo de la vida neoliberal, el imperativo de pertenencia y el narcisismo de la pura construcción de sí en el ágora global de internet desalentaron apuestas vitalistas en la micropolítica. No hubo, desde la producción cultural y estética, creaciones de realidad articuladas a gran escala con el campo social. No hubo experiencias épicas ni utópicas colectivas. No hubo estéticas singulares críticas, que excedieran las estructuras de obediencia consensuadas por “la razón neoliberal”. No hubo elaboración de estrategias para organizar el presente colectivo. Por ejemplo: ¿qué exceso vitalista pueden exponer las narrativas escénicas porteñas enclaustradas en sus salas privatizadas para 40 espectadores? ¿Qué nueva proyección utópica colectiva puede generar un teatro de living tomado por la neurosis de familia de clase media urbana?
4.
Es probable que el imaginario más excesivo y desbordante haya venido de la mano del Estado. Basta observar la inauguración del mega Centro Cultural Kirchner, que operó como contraseña de entrada a las sociedades desarrollistas, aunque con un funcionamiento admistrativo, técnico y curatorial impotente. Las puestas en escena multitudinarias de los festejos por el Bicentenario –a cargo del productor cultural Javier Grosman– y la ceremonia por la muerte de Néstor, que ocuparon todo el Centro de la Capital Federal, también fueron imaginarios amplificantes y, en el mismo pase, una producción de poder. Habría así un desfasaje entre la apuesta épica-excesiva del Gobierno kirchnerista y el realismo naturalista conservador de los artistas de “la década ganada”. Un tipo de disciplinamiento que legitima la “normativización de la cultura” continuada en estos meses de neoliberalismo macrista y que convoca, hoy más que nunca, a pensar y a elaborar procesos de producción subjetiva transformadores, irreductibles, libertarios y vitalistas.

Fuente: Nuevos Trapos (www.nuevostrapos.com.ar)

Política del deseo // Entrevista a Raquel Gutiérrez Aguilar // Verónica Gago

Ex militante del Ejército Guerrillero Tupac Katari, activista más tarde en la Guerra del Agua –siempre en Bolivia aunque es de origen mexicano–, filósofa, docente, matemática, Raquel Gutiérrez Aguilar se ha formado sobre todo al calor de los movimientos sociales de los que es parte activa y cuyo devenir le ha servido como prisma para analizar los conflictos políticos latinoamericanos y sus ciclos ondulantes más allá de los resultados electorales. En busca de una voz propia que no puede escindirse de lo colectivo, Gutiérrez Aguilar resalta el valor del “entre mujeres” que se da en las distintas luchas territoriales y que reinventa y desafía el canon político previo, desarticulando categorías, poniendo el deseo en primer plano. De ahí, ella también desea, vendrá el próximo tsunami.
El asesinato de la dirigente indígena y feminista Berta Cáceres en Honduras a manos del sicariato como represalia a su combate contra los proyectos extractivistas en la región dramatiza una escena de aleccionamiento por medio del terror. Al mismo tiempo, estas ofensivas del poder responden a un incremento de las luchas que hacen del territorio un campo de batalla en un sentido profundo: como espacio-tiempo de recursos comunitarios, políticos y naturales, capaz de mixturar nuevas formas de vida urbanas y rurales, cosmopolitas y comunitarias, con articulaciones de un regionalismo plebeyo y capaces de impacto global. Un prisma particular surge de leer América latina desde estas dinámicas, el cual complejiza los análisis que sólo ponen el acento en la suerte de los gobiernos y las contiendas electorales. En esta línea trabaja desde hace años Raquel Gutiérrez Aguilar, ex militante del EGTK (Ejército Guerrillero Tupac Katari) y activista en la Guerra del Agua (unas de las luchas emblemáticas contra el neoliberalismo a inicios del nuevo siglo) en Bolivia, filósofa y matemática, animadora de iniciativas autónomas en México y docente de la Benemérita Universidad de Puebla. Autora de varios libros sobre estas experiencias de lucha, que incluyen también una reflexión feminista sobre sus años como presa, ahora trabaja en un proyecto de largo aliento, que en tránsito de devenir título de su próximo libro puede sintetizarse así: ¿Qué es hacer política en femenino?
Tu idea de política en femenino parte de otra pregunta: ¿qué es tener una voz propia, autónoma, en términos políticos, vitales, organizativos?
Tener voz propia significa no aceptar, para nuestro pensar-decir-hacer, relaciones de tutela o dependencia entabladas desde los múltiples lugares sociales donde se concentra el poder. Significa, también, no olvidar en ningún momento la red de interdependencias que continuamente producimos y habitamos. Partir de la red de interdependencia en la que somos y estamos –que es una noción que viene de la ecología política– es algo muy distinto a lo que se delimita con el par antinómico dependencia/independencia. Consiste en tener presente, todo el tiempo, en primer lugar que no somos personas aisladas sino que siempre estamos insertas en conjuntos dinámicos de vínculos y relaciones que nos preceden y que, al mismo tiempo, producimos a través de nuestras acciones cotidianas. En segundo lugar, consiste en estar al tanto de que los vínculos en los que somos-estamos y que también producimos y transformamos cotidianamente pueden dibujar una gama muy amplia de formas variadas.
¿Por ejemplo?
Pueden adquirir la clásica forma moderna jerárquica y enajenada que desconecta las relaciones directas y separa a quienes son parte de una red de interdependencias –los separa entre sí y con sus medios de existencia, como dice Silvia Federici– para introducir mediaciones susceptibles de concentración ascendente –y acá hablo del dinero o de la energía social que se concentra como mando. O pueden adquirir nuevas formas –que en realidad son actualizaciones o regeneraciones sistemáticas de formas de vínculo y enlace directo, cara a cara, complejo, plástico, no mediado –o al menos no plenamente mediado– por criterios exteriores. Esta práctica cotidiana de regeneración auto-reflexiva de colectividad más o menos autorregulada que internamente acomoda, organiza y gestiona las diferencias es, a mi modo de ver, el sostén fundamental de la voz propia. Claramente, no puedo tener voz propia si estoy sola, aislada.
A contrapelo de la ficción moderna de la independencia, una autonomía interdependiente…
Sí, sólo podemos tener voz propia en medio de una trama colaborativa, cooperativa de sostén recíproco. Es por ello que para tener voz propia, autónoma, en términos políticos, es necesario contar con condiciones mínimas de autonomía material, individual y colectiva. Y es por ello también que la negación de la autonomía política pasa por la imposición de condiciones de despojo de las posibilidades de autonomía material. Esto es lo que alienta y permite las relaciones de tutela política. Esto es un gran problema en los tiempos que corren pues justamente el mar de precariedad en el que habitamos como sociedad, se dirige a negar las condiciones materiales de nuestra autonomía política, y la pinza se cierra cuando a través de medidas tecnocráticas –estatales y privadas- se sujeta y condiciona la garantía de ciertas mínimas condiciones materiales para el sustento y nos obliga a la aceptación individual y colectiva de tutela. En términos clásicos estoy tratando de escudriñar, como ya te diste cuenta, el viejo par explotación/opresión para reconocer sus características actuales.
¿Cuáles serían?
Creo que podemos entender a través del par “despojo y tutela” una parte central de lo que hoy niega la autonomía política individual y colectiva. Pensar el despojo no únicamente como la “desposesión” de bienes o riquezas naturales o materiales previamente producidas, sino como un abanico heterogéneo de “despojos múltiples” –como dice Mina Navarro- que abarca la relación de explotación en el proceso de producción (de capital) mismo, pero que amplía la lente para incluir en el análisis la expropiación de toda la riqueza concreta susceptible de ser producida a través de otros vínculos y relaciones humanas. Esta es una clave muy relevante para subvertir marcos clásicos de análisis. Nosotras, acá en Puebla, estamos comprometidas con hilar los elementos de una forma de lo político a la que llamamos política en femenino, que trata de entender a distintos niveles este conjunto de prácticas de despojo y tutela justamente como negación de la capacidad humana colectiva de regeneración de la vida y de lazos sociales fértiles que habilitan autonomía. Y elegimos como punto de partida el proceso de reproducción material y simbólica de la vida social.
Los ritmos abiertos de América latina
¿Cómo se traduce esto a la hora de leer América latina? ¿Pone otros ritmos y calendarios más allá de la idea de fin de ciclo que se impone a nivel de los gobiernos?
Comenzaré por discutir lo que entendemos por “ciclo”. A mí me gusta mucho utilizar, más bien, para aludir a esto, metáforas que tengan que ver con las olas, con la manera en la que el agua del mar se mueve incansablemente. Lo hace en ciclos, claramente. Pero no ciclos como los que se exhiben, por ejemplo, con algunas funciones trigonométricas: ciclos de periodo regular, cognoscible, determinable, etc. Para pensar en lo que hoy ocurre en América Latina tenemos que pensar en procesos dinámicos abiertos, que den cuenta de la incertidumbre y los cuales, efectivamente, exhiben rasgos cíclicos; aunque, insisto, no son ciclos determinados y medibles. Son más bien, bucles cíclicos siempre inciertos y siempre abiertos. Así, hoy parecería estar colapsando en toda América Latina –salvo quizá en Ecuador donde la “revolución ciudadana” ha escalado la represión a niveles alarmantes– un ciclo de luchas de mediano alcance que se abrió a comienzos del siglo XXI y que tuvo dos momentos claramente distinguibles: el momento del protagonismo social desplegado –como lo llama el Colectivo Situaciones– y el tiempo de la confusión y la ambigüedad que fue el tiempo del despojo de las capacidades sociales de dar forma recuperadas por la sociedad para condensarlas en el Estado y en sus instituciones. Entonces, a la expropiación o despojo de las capacidades sociales y políticas de transformación del mundo recuperadas y/o reactualizadas a comienzos de siglo por luchas muy variopintas y polifónicas, siguió un tiempo, que hoy está o bien colapsado –como en Argentina– o agrietado –como en Bolivia– que encauzó dificultosamente toda esa energía social hacia nuevos procesos de acumulación de capital reinstalando relaciones de tutela entre gobernantes y gobernados que se impusieron a través de nuevos y múltiples despojos.
¿Cómo entender entonces la ofensiva actual de la derecha?
Si una toma las luchas desplegadas como punto de partida, entonces se entiende con más claridad qué es lo que hoy colapsa: la forma deformada y enajenada de nuestros esfuerzos anteriores, de los anhelos colectivos de transformación social desplegados por nosotros mismos años atrás. Entonces, la actual ofensiva de la derecha es, nada más, la revelación grotesca de lo que ya ocurría: la renovación de la dominación del capital organizada en la vigencia de la democracia procedimental como forma emblemática –y casi única– de lo político. Es un fin de lo que alcanzamos a producir en la oleada anterior –y por eso se nos presenta como fenómeno cíclico- pues el bucle se reabre, en condiciones muy difíciles en Argentina, y no tan adversas en Bolivia y quizá en Uruguay.
¿Cómo avanzamos?
¡Qué pregunta difícil! El punto de partida que nosotras cultivamos es que tenemos que partir de las luchas que de por sí ya se están desplegando ante nuestros ojos… Y hay muchas cosas ocurriendo más allá de la hoy muy visible ofensiva de fracciones del capital sumamente reaccionarias y quizá criminales. En América Latina hay una gama amplia de luchas en defensa de lo común que confrontan y boicotean las acciones de despojo más radicales y virulentas que coaliciones transnacionales empujan de la mano de gobiernos locales y nacionales. Son por lo general luchas locales, difíciles, que enfrentan situaciones de violencia cada vez más agobiantes, como en México o en Honduras. Todos estos esfuerzos han señalado cuando menos dos aspectos muy relevantes: la importancia del territorio como lugar del despliegue de los esfuerzos de resistencia y regeneración de la vida y la presencia masiva y tumultuosa de las mujeres en estas luchas.
¿Qué te hacen pensar estos dos aspectos que marcás?
La lucha “territorial” es, por lo general, una lucha para garantizar condiciones dignas de existencia –“vida digna”, dicen los zapatistas. De ahí que para comprender los múltiples esfuerzos que se despliegan en tales luchas vale la pena colocar la reproducción material y simbólica de la vida social como punto de partida. Esta clave, creo, nos brinda una mejor plataforma de análisis que otras perspectivas –como aquellas que clasifican las luchas en “económicas”, “políticas”, “reivindicativas”, etc. Tomar las diversas luchas para la garantía del sustento –contra el despojo de bienes materiales, contra la imposición de rutinas y ritmos de trabajo heterónomos, etc.- entendiéndolas como multiformes esfuerzos por garantizar y ampliar las posibilidades de reproducción material y simbólica de la vida social nos vuelve comprensibles un conjunto muy diverso de esfuerzos colectivos. No se trata de pensar que todas las luchas hacen y buscan “lo mismo”, pero sí se trata de entender lo que comparten y, por lo mismo, lo que puede habilitar articulaciones políticas más allá de lo local. En relación a la muy vasta presencia de mujeres en casi todas las luchas del período reciente, creo que esto está en el corazón de nuevas posibilidades de subversión de lo que existe y de regeneración de otras formas de convivencia y autorregulación.
Entre mujeres: hacia un (des)orden de la madre
¿Ves en este punto algo de novedad, diferente a momentos anteriores?
Creo que son tres las vetas que se han abierto. En primer lugar, una revaloración del “entre mujeres”: en casi todas las experiencias que desde la lucha se pueden documentar, en los espacios de resistencia territorial y en otras experiencias de defensa de lo común, la presencia de mujeres no sólo es notable sino que se recupera una añeja disposición de las mujeres de, además de la “lucha general”, establecer espacios para reunirse, para hablar, para dar fuerza a su voz compartida, para apoyarse entre sí a la hora de sostener sus puntos de vista… No se trata de “ocupación de espacios” o no sólo ni principalmente. Se trata de que la lucha se va tiñendo de nuevos colores y que se van mirando y atacando durísimos problemas sociales como la violencia intrafamiliar, la consolidación de prácticas de cooperación y acuerdo mucho más fluidas, etc. El “entre mujeres” prolifera en todas las luchas y en múltiples rincones del paisaje social de América Latina. Esta práctica recuperada del “entre mujeres” –muchas veces “más allá del feminismo” liberal capturado en las tecnocráticas “políticas de género”– tiene dos aristas relevantes que son las otras dos vetas que mencioné arriba: en muchas ocasiones coloca los asuntos ligados a la reproducción material y simbólica de la vida social en su conjunto como punto de partida y, además, se despliega como una “política del deseo” en el sentido que lo trabaja Lía Cigarini, como creaciones que se colocan “por encima de la ley” y que por lo mismo son tan pero tan subversivas. El “entre mujeres” –que no necesariamente excluye a los varones, pero que si, digamos los “filtra”, tratando de contener y expulsar a los varones violentos al tiempo que conserva un espacio específico de mujeres– de manera inmediata entabla y visibiliza relaciones de interdependencia que se ocupan del cuidado de la autonomía política y material. Se ocupa, además, de una amplia gama de asuntos considerados como no políticos o no plenamente políticos y por lo mismo politiza el espacio privado y desafía la distinción privado-público (tan cara a la organización capitalista de la vida) y, finalmente, se abre al ensayo y la renovación de lo político sin presuponer que hay que ceñirse a ningún canon político previo. Ojo, no es que no conozca el canon… es que no lo respeta, lo reinventa, lo deforma, lo desafía. De ahí política del deseo. Por acá es donde yo veo que se irá generando la renovada energía para la nueva oleada que, esperemos, esta vez sí alcance calidad de tsunami.
Vos hablás también de un momento de contra-insurgencia de nuevo tipo que vemos desplegarse en la ofensiva neoliberal y el recrudecimiento de la violencia patriarcal y que genera una “opacidad” en los conflictos, una deliberada confusión…
Claro… “el otro lado también juega” –como dice Adolfo Gilly. La producción sistemática de inestabilidad e incomprensión es un elemento fundamental para ejercer dominación. Piensa si no, en lo que hacían los torturadores de las décadas previas que buscaban quebrar guerrillerxs y organizaciones por la vía de la tortura: privar de sueño, hacer desconocer donde estaban, romper los elementos mínimos para la orientación espacio-temporal, inocular la sensación de indefensión total, etc. A mi juicio hay una especie de uso instrumental de una violencia brutal a nivel social justamente para quebrarnos: producir opacidad y administrar la incomprensión de lo que pasa, inocular miedo sistemáticamente… Así estamos viviendo en este período de guerra mundial no declarada, de arrasamiento encubierto de los territorios, de devastación social. Es como si el cuerpo social en su conjunto, el de quienes vivimos por nuestras manos, estuviera siendo sistemáticamente torturado en algún cuartucho maloliente de un cuartel militar. Y cuando no es suficiente, entonces se despliega toda esta, ahora sí, “violencia expresiva” ejemplificadora y aterrorizante de la que habla Rita Segato.
Todo esto, que pertenece a un ámbito más general de la contraofensiva contra nuestras luchas se ve plenamente fortalecido con el refuerzo irreflexivo e impune o consciente y premeditado de los rasgos más violentos de la calidad masculino-dominante de la acumulación capitalista y sus formas políticas; incluso entre algunos “compañeros”. Y aquí hay una pregunta dura: ¿a quién llamamos compañero? ¿El izquierdista abusivo y violento puede ser compañero? ¿El padre irresponsable de nuestras crías puede ser compañero? Este es un tema muy urgente de discutir.
¿Ves aquí un síntoma de una crisis, o un llamado al desorden, para usar tus palabras, de larga duración?
La impresión que yo tengo es que a raíz de los esfuerzos colectivos de impugnación al orden dominante desplegados durante comienzos de siglo y a la proliferación del “entre mujeres” se desafió e impugnó de manera eficaz el carácter patriarcal del orden de dominación del capital y que ahora vemos los dolorosos y crueles afanes –no sólo militares– por reinstalar un orden simbólico masculino dominante ya totalmente descompuesto. Esto está ocurriendo en múltiples lugares de forma fractal: es decir, reiterada y expansiva. Mujeres que en sus lugares de trabajo son sistemáticamente agredidas y acosadas –no sólo sexualmente-, que en sus casas son “castigadas” y reprendidas cuando impugnan prácticamente los mandatos del régimen patriarcal, etc. Esto está ocurriendo cotidianamente y se vincula a la violencia generalizada en la que a veces quedamos atrapadas. A mi juicio, hay claros signos de un agrietamiento general del “orden del padre”. No hay quien provea, no hay quien establezca una “ley” medianamente justa, no hay quien dé sentido de pertenencia… por mencionar rasgos de lo que se anudan tradicionalmente en el orden simbólico del padre. Sin embargo, ya estaría generándose –re-generándose– y haciéndose visible un orden simbólico de la madre: en las apuestas y luchas de los pueblos indígenas, en las críticas de los ecologistas y su énfasis en el carácter creativo de ciertos vínculos y cuidados, en el “entre mujeres” que se expande… Yo por acá encuentro posibilidades de esperanza en medio de estas ruinas que habitamos.

De dónde venís // Natalia Caprini

La pregunta parece casual, normal, algo que se desliza en la conversación como si nada; lo que hace la diferencia, lo que despierta en mí un alerta roja y comienza a crisparme los pelitos de la nuca, es el tono. ¿De dónde venís? pregunta Toro haciéndose el pelotudo, escondiendo esa ferocidad que se está cociendo a fuego lento en su interior ¿de dónde venís? y se vuelve más espeso el aire en el patio: él está sentado poniéndole aceite a la bici, tratando de disimular la maraña de pelotudeces que evidentemente estuvo pensando toda la mañana, y yo parada con mi vestidito de flores, la cartera en la mano y una bolsa con cartulinas de colores, me voy pareciendo cada vez más a Juana de Arco, lista para ir a la hoguera de la putas, las brujas, las hijas de puta. De hacer mil cosas- digo e intento avanzar hacia el living dibujando en mi paso el gesto más relajado posible; avanzo y cuando casi lo logro, cuando estoy por atravesar la puerta del patio, el umbral mágico capaz de librarme de la nube que Toro viene preparando desde que tomó el primer mate, la voz de Toro, con un intento de dulzura que se traiciona en las consonantes más duras, me atrapa desde atrás con un ¿sí? ¿qué cosas? Cosas- le digo y los dos mantenemos la postura de que no pasa nada, solo una charla ocasional de una pareja -cosas, fui a cambiar un libro, pasé por lo de mi vieja, fui al gimnasio, hablé con Marita, la editora… cosas- y logro por fin desembarazarme de la operación tenaza que sigilosamente Toro iba armando con una paciencia de tarántula y entro al living. Dejo las cosas, voy a la cocina, me sirvo un vaso de té frio, me apoyo en la mesada y lo voy tomando de a sorbos pequeños. Toro se acerca y me abraza, lanza una exhalación, como un suspiro y yo percibo su aire caliente que me llega al cuello y a los hombros y me contraigo en un estremecimiento que me recorre desde la concha hasta los pelos de la cabeza. Se recuesta sobre mí, se frota sutilmente y siento como la pija se le empieza a llenar de sangre. Respira pesadamente y con su boca va recorriendo mi cabeza y mi cuello, me muerde suavemente la mandíbula y siento el filo de sus dientes en mi hueso, y es al mismo tiempo un gesto erótico que me hace apretar las piernas en un pulso, en un latido profundo que nace en el centro de mi vulva, y también algo animal, un modo de marcar su propiedad, de establecer que yo soy suya. Me abraza y me acerca a él haciendo que mis tetas entren en contacto con su pecho; siento el latir de su corazón y esa percepción, sentir el movimiento pesado y subterráneo y algo angustiado de su corazón acelera mi excitación en un remolino de viento. Lo beso. Siento que mi lengua se hincha y mi boca se llena de agua. Toro se da cuenta y me agarra las labios con los dedos, de un modo un poco brutal que logra su cometido, mis labios se hinchan y me transformo en una boca, ya no tengo manos, ojos, no tengo cabeza ni ideas, soy una boca anhelante que solo quiere chupar, succionar, libar. Abrazo a Toro de la cintura y lo guío hasta apoyarlo en la mesada y mientras lo chuponeo lenta pero inexorablemente, voy desabrochándole el pantalón. Primero el cinturón, luego el botón y el cierre; apoyo la mano en su ombligo y voy bajando lentamente y tengo la sensación de bajar uno a uno los escalones que llevan a otra dimensión, a un mundo donde impera otro orden de las cosas. Me deslizo por la parte baja de sus abdominales, me enredo a propósito con los pendejos y ahí está, como si fuera un rey de las profundidades, mitad humano y mitad bestia, con algo de sagrado y al mismo tiempo de grotesco, la pija. Empezamos a jadear y los chupones un poco brutales que nos damos se combinan con los jadeos en un combo que lleva nuestra calentura hasta los techos de la cocina. Le agarro la pija con fuerza y lo miro a los ojos; él me mira y comienza a mover la cabeza asintiendo, diciendo que sí, que se la chupe y yo asiento diciendo que sí, que se la voy a chupar, mientras le agarro fuerte la pija y lo miro a los ojos como nunca antes miré ninguna cosa y los dos jadeamos y ese tiempo de espera, esa víspera es más excitante que cualquier realización. Voy bajando, me arrodillo, tengo la pija agarrada con la mano y la muevo suavemente adelante y atrás, lo sigo mirando a los ojos mientras abro la boca y me meto toda la pija, lo más que puedo, hasta sentir que el glande se apoya en el fondo del paladar. Mi lengua se hincha aún más y controlando el impulso de succionar como una loca, apoyo suavemente mi lengua en la parte de abajo de su pija y siento cómo se tensa, se inflama como si estuviera a punto de explotar. Le chupo la pija como si no existiese nada más en el mundo, Toro está más caliente que un cosaco y yo sólo quiero succionarlo hasta sacarle todo, hasta vaciarlo y dejarlo seco, como una hojita o un recuerdo viejo. Toro acaba con unos estremecimientos animales, grita un grito que no parece de placer sino de dolor, me agarra la cabeza y me tira de los pelos y finalmente, con una lentitud japonesa, se va aflojando, desinflando hasta quedar catatónico. Yo quedo también un poco turulata, me levanto del piso como una boxeadora agarrándose de las cuerdas, lo abrazo y nos quedamos así, fuera de servicio unos minutos. Comenzamos de a poco a volver a la urbanidad, Toro pone la pava para el mate, yo voy al baño y me arreglo un poco; salgo y me pongo a ordenar el agujero negro que se forma en la repisita, que se llena sin lógica alguna de objetos absurdos y disímiles. Toro prepara la yerba, la bombilla y mientras toma el primer mate me dice: -te llamó un tal Marcelo- y otra vez, una frase anodina, una frase cualquiera pero el tono, ese tonito de macho pelotudo que quiere restablecer un orden que cree perdido o amenazado en su corral, en su gallinero, pelotudo del orto. Y a mí que vengo flojita de la felatio de exposición que le acabo de hacer se me sube la sangre a la cabeza y me dan ganas de hacerle doler, de lastimarlo, de decirle la más triste realidad: decirle que me puedo coger a cien tipos si me da la gana; contarle que esta mañana me levanté un poco deprimida o con la autoestima baja y que conscientemente, premeditadamente, me puse el vestidito con flores, que es cortito y tiene un efecto mágico: cada vez que me lo pongo los tipos me dicen cosas, tipos de las más variadas pintas, tacheros y obreros de edesur -que son los que menos ranquean ya que piropean casi por un deber ciudadano-, pibes en cueros que van en bicicleta, señores viejos que quizás ya ni se les para… decirle que a veces me hago la paja pensando en su amigo Tino, que es un dulce, decirle que a veces cuando me coje me dan ganas de que venga otro chongo y me meta una pija bien dura y bien grande en el orto y que me dé como si se fuera a acabar el mundo. Pienso todo eso y con cada imagen me gratifico pensando en cómo lo haría mierda, lo dejaría inútil por el resto del año, pero me rescato, me traigo a la diplomacia del presente sabiendo que hay lugares de los que no se vuelve, de los que mejor es no volver porque queda todo hecho trizas. Marce… – digo poniendo mi voz de pelotuda número nueve- es un diseñador amigo de Flor, divino, re buena onda… y re gay.

Entrevista a Roberto Cirilo Perdía // Mariano Pacheco

“No podemos pensar la magnitud del genocidio desatado, sino con el peso, la voluntad y la fortaleza que tenía entonces la lucha popular”


Integró uno de los grupos fundadores de Montoneros, que ingresó en la escena política nacional el 29 de mayo de 1970, con el secuestro del dictador Pedro Eugenio Aramburu, quien tiempo después sería ajusticiado. Fue uno de los máximos líderes de la organización, integrando su Conducción Nacional. En 2013 publicó su monumental Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona, un libro de más de 800 páginas en donde no sólo se recorre su historia personal y el devenir de la organización guerrillera sino la historia política del país de los últimos 60 años. Un texto que, según Vicente Zito Lema –quien realiza el prólogo- “rinde cuentas y exige cuentas”. Roberto Cirilo Perdía se saca los anteojos, los apoya sobre la mesa, y asegura que no deja de asumir que cuesta hablar del presente sin hacer referencias a su responsabilidad como dirigente de una organización y de un proyecto revolucionario que fueron derrotados. Y dice que las autocríticas que cree que debe hacerse las hizo en ese libro. Y que entonces, más que hablar de eso, quiere dar su visión de las causas del último golpe de Estado.
“Hablar del 24 de marzo de 1976 es hablar de un punto de inflexión en la historia argentina”. Así comienza la charla Perdía cuando se enciende el grabador. Y agrega: “siempre queda la pregunta: ¿por qué pasó lo que pasó?”. Toma un respiro y argumenta: “Sabemos que fue el inicio o un punto de radicalización de un genocidio que se fue desatando un tiempo antes en la Argentina, y que todos ya sabemos cómo terminó: 30.000 compañeros desaparecidos, otros tantos presos, exiliados… Entonces la pregunta, que es vital en nuestra historia, es cuál es la causa”. “El Pelado”, como le dicen desde hace décadas en la militancia, sostiene que para “el régimen” eso está muy claro en sus experiencias periodísticas: “el ERP y los Montoneros en Argentina, el MIR en Chile, los Tupamaros en Uruguay, son los responsables de los golpes de Estado. Creo entonces que la pregunta debe ser un poco más profunda: ¿fue casualidad que en el mismo momento se dieran estas situaciones en distintos lugares? Está claro que no. Que lo que pasó fue que la lucha de masas había llegado a punto en la región, que apuntaba a una independencia de nuestro patrón histórico (los Estados Unidos), que había empezado con luchas como la de Salvador Allende en 1973 y que luego sigue en Uruguay y otros lugares de la región, en la que los yanquis decidieron salir a ganar terreno luego de la profunda crisis que había atravesado. Recuperar el patio trasero implicaba, de ser posible, barrer de la faz de la tierra a todos aquellos movimientos populares que acechaban y acosaban a su poder. Por eso no podemos pensar la magnitud del genocidio desatado, sino con el peso, la voluntad y la fortaleza que tenía entonces la lucha popular. La Doctrina de Seguridad Nacional que aplicaron implicaba exterminar toda forma de organización popular. Y eso fue lo que hicieron. Y ahí debemos buscar las causas del golpe y la ferocidad desatada. Eso es importante tenerlo en claro: cada vez que el movimiento popular avanza, tiene que saber que va a tener que lidiar con políticas que pueden llegar a ser así.
***

El sábado 19 de marzo, Perdía compartió con el cordobés Carlos “Vasco” Oarzacoa (militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores/Ejército Revolucionario del Pueblo), una charla-debate titulada “Organizaciones revolucionarias frente al golpe”, organizada por el Colectivo “Paravachasca por la Memoria”, que este cronista tuvo el honor de presentar y coordinar, en el marco de las actividades locales conmemorativas del 40 aniversario del golpe. Al día siguiente, luego de un almuerzo, Perdía acepta el convite para hablar de la dictadura, pero también, de la política actual, en el país, y en el continente.
–Cuatro décadas después del Proceso de Reorganización Nacional, ¿cómo ves las perspectivas de las políticas emancipatorias, en Argentina y en la región?
–Es difícil hablar de estos temas en un momento de Latinoamérica como este, donde las luchas de los movimientos populares están en baja. El ascenso de lo que aquí llamamos macrismo al gobierno, lo que pasa en Brasil, en Bolivia, en Venezuela, dan la sensación de agotamiento de un proceso que comenzó hacia finales del siglo pasado. Un proceso que se fue agotando, en parte, por la incapacidad de estos procesos de producir los cambios radicales que en muchos casos reclamaba la sociedad, de terminar con las formas extractivistas de la economía, con la concentración del poder económico (que dicho sea de paso fue el que más se enriqueció durante el periodo de estos gobiernos), generar una organización popular capaz de sostenerse en el tiempo y dar las peleas necesarias y no caer en ese tema que está hoy a la orden del día, como es el fenómeno de la corrupción. Esas son todas debilidades de estos fenómenos populares, sin las cuales no podemos comprender lo que hoy está pasando. En Argentina está muy claro: cómo viene a instalarse un régimen abiertamente reaccionario. Pero para no desesperarnos, hay que mirar la historia. Siempre hay ciclos. ¿Y cuál es el tema hoy? Pues bien, producir un corte, de tal manera que se impida que estos movimientos reaccionarios asciendan. Por eso es importante, lejos del pesimismo, aprovechar estos momentos en los que el movimiento popular aparentemente está a la baja, para entender que son estos momentos en donde se producen las condiciones para el alza que va a venir después. Hay que construir en este tiempo la fuerza tal para que el momento de alza que se venga no termine como terminó tras 2001, 2002, cuando se reclamó “Que se vayan todos” y luego volvieron todos, y de la peor manera. Por eso desde hoy, todos los días, hay que dar la pelea para construir ese poder popular que tiene que estar arraigado de una fuerza social que se vaya apoderando de los resortes de poder. Y no me refiero a los resortes de poder del Estado, sino a las necesidades elementales de la vida de los sectores populares. Y en base a esa necesidad generar un nuevo tipo de poder, con un tipo de organización política y social que habrá que ver cuánto tiene que ver con este Estado que tenemos hoy. Porque hay algo que hay que ver, que hay que discutir, y es la necesidad de realizar una refundación. Porque acá lo que hay que cuestionar es la esencia institucional de este país, desde la Constitución de 1853, aquella que defiende la propiedad privada como inviolable, y que a la hora de promover la inmigración, aclara: “europea”. Tenemos que terminar con eso. Y terminar con eso implica barrer con el sistema institucional que lo sostiene. Y eso no puede ser una cuestión de palabras. Eso hay que demostrarlo con hechos. Por eso estos años, los que se vienen, deben ser los años de esa construcción, que va a traer dolor, problemas. Pero de esta fuerza que podamos o no construir va a depender el futuro. Para que esta vez, un nuevo avance popular, sea significativamente distinto. Y ese proceso lo tenemos que construir sobre la base de reivindicaciones como son la salud, el trabajo, la educación, donde el pueblo comience a apoderarse de los resortes básicos de su vida cotidiana, para no depender del sistema que nos somete. Dejemos que el sistema vote, haga sus elecciones, elija a Juan o a Pedro, que para el caso vienen a ser casi lo mismo, y preparemos las condiciones de un cambio más profundo. Ahí está la alegría y la esperanza de un posible fututo que nos espera. Si pensamos en las alternativas que esas perspectivas pueden generar en la organización popular, tenemos optimismo respecto al futuro.

Política y economía en las perspectivas del proyecto socialista cubano // José Bell Lara


Cuba atraviesa una coyuntura de la que no hay referente en la teoría del socialismo, ni en ninguna experiencia revolucionaria: Se trata de la viabilidad de un proyecto socialista en un país pequeño de economía abierta, en un mundo capitalista, globalizado neoliberalmente.

No hay una respuesta acabada/detallada para el camino que tiene que recorrer Cuba. Esta se encontrará en el propio camino a recorrer. De ahí la importancia que tiene observar, analizar y teorizar desde la realidad cubana las perspectivas de desarrollo de la Revolución.

Nuestro enfoque parte de una perspectiva que visualiza el desarrollo como un proceso emancipatorio [1] cuyos elementos básicos son:
El sistema capitalista mundial es un conjunto de articulaciones y relaciones que constituyen un sistema histórico complejo cuya lógica de relaciones está basada en la ley del valor y la obtención de plusvalía.

Es una estructura de explotación que funciona en interés y beneficio de las clases burguesas, tanto al interior de los países, como a nivel del sistema en su conjunto.

Como estructura de explotación le es inmanente la polarización económica y social que se expresa tanto en el nivel de las clases sociales, como en el de los países, a este último aspecto corresponde el fenómeno del desarrollo y el subdesarrollo.

A partir de lo anterior:

1.     Existe una división fundamental del mundo en dos grandes grupos de países y regiones. Una que es denominada desarrollada, metropolitana, moderna, central, imperialista, hegemónica, etc. y la otra, subdesarrollada, atrasada, periférica, satélite, neocolonial, dependiente, etc. Esa división responde a la estructura de explotación que tiene el sistema mundial capitalista.

La polarización económica y social es una ley inmanente del capitalismo, su dinámica, en el proceso de expansión y desarrollo del sistema, da lugar a la relación desarrollo-subdesarrollo.

La jerarquía desarrollo-subdesarrollo no se presenta pura entre dos extremos, pues hay niveles de subdesarrollo y en la dinámica de desarrollo capitalista puede variar la forma de articulación o los niveles de explotación de uno u otro país, pero la jerarquía siempre existe.

2.   No es posible alcanzar el desarrollo en los marcos del capitalismo. El hecho de que ningún país subdesarrollado ha cambiado su condición dentro del sistema mundial capitalista avala esto. El que se desarrolla es el sistema en su conjunto, provocando el desarrollo del subdesarrollo y el desarrollo del desarrollo, cuyos resultados se expresan en las grandes disparidades entre naciones, la brecha entre países desarrollados y subdesarrollados y la concentración de la riqueza y el poder a escala mundial. El subdesarrollo es el desarrollo capitalista para los países subordinados y dependientes.

3. Por consiguiente, para lograr el desarrollo, los actuales países subdesarrollados deben hacerlo a contrapelo del sistema capitalista, salir del sistema, o establecer un nuevo tipo de relacionamiento dentro de este. Sólo así existe la posibilidad de alcanzar el desarrollo. Lo anterior nos conduce a lo siguiente: dadas las características del sistema mundial capitalista, aún para alcanzar los avances que han proporcionado las fuerzas productivas del capital deben instaurarse relaciones sociales que superen/limiten las del capitalismo y que no son otras que las socialistas.

4.     La lucha por el desarrollo se sitúa en el terreno de la política y esto es así porque detrás de la problemática del desarrollo, se plantea el problema de los medios y los instrumentos para lograr el tipo de sociedad que se quiere tener en el futuro próximo, lo cual implica determinada formas de relaciones entre las clases y determinada forma de distribución del producto social. De lo cual se deduce que al plantearnos un tipo de sociedad determinada nos situamos en el terreno de la lucha de clases, es decir el de la política.

En consecuencia para este autor el desarrollo no es un proceso sólo económico, aunque la economía esté en primer plano, es un proceso social real, político en primer lugar, en que a partir de la relación de poder se persigue un reordenamiento de la sociedad en interés y beneficio de las clases sociales mayoritarias, el pueblo.

Desde el punto de vista de la lucha de clases hay que visualizar el desarrollo como un proceso impulsado por un grupo dotado de poder que responde a los intereses de una clase o una alianza de clases, que tiene los medios y los instrumentos para implementar medidas técnicas con un alto contenido político, que repercuten en las proporciones entre la acumulación y el consumo, la distribución de la riqueza social y el fortalecimiento, debilitamiento y/ o transformación de clases y grupos sociales en función de un proyecto de sociedad determinado, que al no ser capitalista, necesariamente tiene que calificarse de socialista y lo hago teniendo en cuenta el señalamiento de Marx y Engels: “Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actuales. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente” [2] . Es decir, el primer paso en el camino del desarrollo es la asunción del poder por fuerzas que se propongan superar el capitalismo y establecer relaciones sociales que propendan al socialismo.

Ese no es un proceso pasivo, sino un proceso de lucha de clases, que en gran parte toma la forma de lucha ideológica. Por esto es necesaria la participación de las masas en todo el proceso. Sólo así, mientras los hombres transforman la sociedad se transforman a sí mismos. Esta doble tarea está unida indisolublemente porque las relaciones económicas no están aisladas de las demás y todo cambio en ellas se refleja en el conjunto social, de ahí que una de las funciones del poder revolucionario sea forzar la economía, lógicamente dentro de determinados limites, para que tenga una función diferente, esta vez en función de que el hombre se apropie de su propio movimiento social.

Para una comprensión cabal de la posibilidad de desarrollo para los países subdesarrollados es necesario estudiar la dinámica del capitalismo y las leyes y tendencias que lo han conducido a la situación actual y la forma en que hoy se articulan las relaciones entre ambos grupos de países.

El momento actual del capitalismo conocido como de la globalización es el resultado objetivo de la expansión internacionalizada del capital. Desde el punto de vista político, el aspecto más notable del proceso globalizador se encuentra en la extraordinaria concentración del poder que ha generado

Con la globalización alcanza mayor nitidez el carácter clasista del subdesarrollo en tanto explotación de la mayoría de la población de esos países por la burguesía transnacional (tanto del Norte como del Sur) y por tanto, en términos clasistas, el desarrollo en la periferia es el proceso de la liberación de esa explotación. Es decir, la posibilidad para un país subdesarrollado de alcanzar hoy el desarrollo, continúa estando asociada a la ruptura y/o reordenamiento de las relaciones de dependencia. Esa ruptura exige un conjunto de requisitos o premisas que se derivan de las condiciones actuales del sistema mundial del capital

Para aproximarnos a la respuesta tenemos que partir de las tendencias y los factores principales de la globalización y la posibilidad de neutralizarlos o utilizarlos en beneficio de un proyecto social revolucionario
En primer lugar, dado que la Globalización es polarizante tanto al interior de, como entre las distintas sociedades, el poder revolucionario debe desarrollar los medios que limiten estas tendencias.

En segundo lugar, dado que los principales actores de la globalización son los grandes monopolios constituidos en empresas transnacionales, el poder revolucionario tiene que tener la capacidad de negociar con ellas aprovechando las brechas reales abiertas por las contradicciones del sistema.

En tercer lugar, dado que la dependencia de las tendencias de la globalización son beneficiosas para el grupo de Estados y grandes monopolios detentadores del poder en el orden mundial establecido, el poder revolucionario debe ser capaz de construir el orden social que resista las presiones y confrontaciones con los centros hegemónicos del sistema mientras lleva adelante su proyecto.
En cuarto lugar, dado que el desarrollo tecno-científico juega un papel central en los nuevos avances del capitalismo y se encuentra monopolizado por los centros hegemónicos, es necesario crear las condiciones para acceder a él.

En quinto lugar, dado que la globalización, como todo proceso social, no está exento de contradicciones y ningún proyecto político puede vencer sin aliados, es necesario conocer esas contradicciones y aprovecharlas en beneficio del proyecto.

A partir de estos elementos y de los estudios realizados, identificamos/ visualizamos las condiciones que debe reunir un país para proponerse un camino que lo haga menos dependiente y explotado, que lo conduzca a un verdadero camino de desarrollo. Estas son:

1.     Existencia de un poder político revolucionario y popular, en otras palabras, socialista, con capacidad económica, política y militar, para enfrentar y neutralizar las presiones y confrontaciones de las potencias centrales del sistema.

2.     Capacidad para poner en función de los intereses nacionales el proceso de acumulación económica, lo cual implica un control nacional de la acumulación.

3.     Voluntad política y capacidad para desplegar estructuras organizacionales que posibiliten la participación popular, componente importante del consenso hegemónico nacional para llevar adelante el proyecto.

4.     Materialización permanente, dentro de los límites que el nivel de acumulación y los resultados de la actividad económica permiten, de una política de enfrentamiento y solución de los problemas sociales generados por el subdesarrollo y de distribución y redistribución de ingresos en beneficio popular, es importante señalar que hay una relación estrecha con el punto anterior, esa mejoría no puede ser resultado de políticas asistencialistas con ausencia de participación, en ese caso se crean clientes y no actores sociales.

5.     Capacidad de absorción y creación de tecnologías para poder competir internacionalmente. Esas condiciones no son fáciles de reunir, ni todos los países, a partir de sus propias estructuras socioeconómicas y el nivel alcanzado por la mayor o menor generalización de las relaciones capitalistas pueden plantearse alcanzarla en el corto y mediano plazos. Este es un complejo proceso sociopolítico a partir de la asunción del poder y de la evaluación por la vanguardia y el liderazgo político de los métodos y las vías para alcanzarlos de acuerdo con el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas del país. La reunión de esas condiciones no garantiza necesariamente el éxito, este será un proceso arduo, de lucha entre las tendencias capitalistas y socialistas, las que llenarán toda una época histórica hasta que prevalezca una de ellas.

En el contexto de la globalización, a partir de esas condiciones, hay que implementar una política de desarrollo. Al igual que la existencia de condiciones para la revolución no implica su materialización a menos que exista una fuerza política que sea capaz de aprovecharlas; la existencia de condiciones para el desarrollo no implica que se avance hacia este si no se establece una adecuada política que sepa aprovecharlas.

Con estos antecedentes podemos abordar el caso de Cuba, que tiene sus particularidades, en primer lugar, es un país en que hace 57 años triunfó una Revolución popular, inicio de un proceso profundo de transformaciones que en corto plazo devino en Revolución Socialista y que en su decurso, se caracterizó por realizar profundas transformaciones, políticas, económicas y sociales del país con una amplia participación popular.

Interesa destacar que los efectos de las profundas transformaciones revolucionarias constituyeron una acumulación social.

Con este concepto identifico la acumulación económica y también los procesos dirigidos a la transformación del ser humano: la educación, la salud, la seguridad social, creación de valores y la participación de diversos modos en el quehacer político cotidiano.

La acumulación social no es la simple suma de los cambios materiales y de los cambios en las condiciones de vida de las personas; Es eso y mucho más, es un complejo proceso en el que se interrelacionan estos dos factores anteriores con una acumulación subjetiva y el inicio de un nuevo modo de vivir, de un nuevo modo de vida. Esta acumulación social está en la base de las razones por las cuales Cuba no repitió el ciclo eurosoviético: crisis y derrumbe del modelo de socialismo real a la transición pacífica al capitalismo [3] y es la explicación del por qué el socialismo continúa siendo una opción mayoritaria en el país.

En la última década del pasado siglo la Revolución cubana atravesó la etapa más difícil de su historia, fue una crisis sin precedentes, al desaparecer en un corto plazo el sistema de relaciones económicas internacionales en el cual Cuba estaba insertada, cayó el PIB en más de un tercio, se paralizó el 80% de la de la planta industrial del país, disminuyó sustancialmente el consumo de la población y el genocida bloqueo implantado por los EE.UU. arreció. La revolución sobrepasó esa etapa y mantuvo el norte socialista en medio de dificultades de todo tipo.

Durante la primera década del siglo XXI, la economía cubana ha presentado dificultades, entre las que se pueden señalar el elevado nivel de la dependencia financiera externa, la baja eficiencia de la producción interna, los efectos de los huracanes que azotaron la Isla y cuyos daños superan los 20 mil millones de dólares, junto al bloqueo económico, comercial y financiero aplicado por los EE. UU., cuyo impacto asciende a más de un billón de dólares.

En este último quinquenio, luego de una amplia y democrática discusión por todo el pueblo, se adoptaron los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución que trazan en lo inmediato un conjunto de medidas cuyo fin es darle un basamento sólido a la economía, el próximo congreso del PCC, su séptimo, hará un balance de lo cumplido y por cumplir de estos lineamientos y trazará el rumbo para los próximos quinquenios.

La política aplicada durante los últimos 25 año, inscrita en la lógica de defender los intereses de la mayoría, con independencia de tensiones y contradicciones que ha generado, ha contribuido a mantener la acumulación social a favor del socialismo.

A partir de lo anterior pueden resumirse las condiciones de Cuba para continuar su proyecto de desarrollo.

1.     El poder revolucionario mantiene su capacidad de enfrentar la política agresiva de la potencia imperialista hegemónica del sistema, los Estados Unidos, ahora con un nuevo ropaje bajo la administración Obama, que mantiene, detrás de su retórica y sus cantos de sirena, el criminal bloqueo a Cuba y el propósito de destruir la Revolución.

2.     Existe un entramado participativo, con sus defectos y limitaciones, que junto a la defensa de las conquistas sociales de la revolución, mantiene el consenso hegemónico a favor del proyecto socialista.

3.     El Estado juega un papel fundamental en la regulación de las relaciones de producción dentro del país, es el eje rector de la economía y ejerce la propiedad sobre los principales medios de producción lo que permite poner en función de los intereses nacionales el proceso de acumulación económica, al establecer las reglas de relacionamiento con el capital internacional, estableciendo una cartera de oportunidades de inversiones de acuerdo a los intereses del país, así como priorizar, invertir y/o desarrollar sectores económicos con perspectivas competitivas a nivel internacional bajo control nacional, sin olvidar, desde luego, aquellos que satisfacen necesidades nacionales, como, por ejemplo, la producción de medicamentos.

4. Además, controla mayoritariamente la reproducción de la fuerza de trabajo, mantiene el control de los recursos naturales y negocia soberanamente con los otros actores políticos y económicos del sistema internacional.

5.     Dispone de un importante capital humano creado por la Revolución, una legión de miles de científicos, ingenieros y técnicos comprometidos con el proyecto socialista y de una infraestructura científica e industrial capaz de absorber y/o crear tecnologías en ramas de punta de la economía mundial.
(Se pueden situar múltiples ejemplos en el área de la biotecnología y la industria químico-farmacéutica).

6.     Se mantiene un espacio para la equidad, este tiene su campo de acción en la política de mantener gratuitamente y mejorar los servicios sociales básicos, la no existencia de desigualdades extremas, aunque algunas de las medidas tomadas, objetivamente, en lo inmediato, son atentatorias al proyecto, pero necesarias, en función de lograr una necesaria eficiencia económica; no hay exclusión social y se han implementado algunas medidas para proteger grupos vulnerables. No obstante debemos señalar que la ampliación del sector privado y por consiguiente del mercado, presenta desafíos a la equidad en la sociedad cubana y que obligará tomar medidas para neutralizarlos.

7.     Es sobre esa base que se despliega la política de desarrollo cubana [4], cuyos elementos pueden resumirse sintéticamente [5] en:

a) Una política de conexión-desconexión selectiva con el sistema mundial. Lo puede hacer porque conserva la propiedad y control de los principales medios de producción y ha encontrado fórmulas sui géneris de aplicarlas, tanto para promover el desarrollo de sectores específicos como para protegerlos.

b) Despliega una estrategia competitiva en sectores de punta, sectores emergentes y tradicionales y hay una política agresiva de exportaciones. El problema es que hay que caminar con las dos piernas, la del desarrollo y la del subdesarrollo, es decir, no se pueden abandonar los sectores tradicionales a la vez que se desarrollan sectores de punta, en los cuales el país apuesta, este fue un error del pasado.

c) La constelación científico-productiva de la salud y el turismo aparecen en la dirección principal, se pueden considerar sectores-guía de la economía [6].

1.     Se trabaja en la creación de una cultura societaria de la innovación. Una economía que se proponga ser de punta, no es sólo es el resultado de factores económicos, sino también la resultante de un determinado nivel de eficiencia social del sistema en su conjunto. En esa dirección se encamina, la creación del Sistema Nacional de Innovación, la Estrategia Nacional de Informatización de la Sociedad, una labor de culturalización general y otras medidas en curso o proyectadas.
2.     Incorpora un espacio al sector privado nacional en la economía, para aprovechar lo que puede aportar la micro y pequeña empresa en la satisfacción de necesidades de la población, no obstante está pendiente la definición que puede jugar la pequeña y mediana empresa privada en el proyecto socialista.

d) Cuba ha implementado una política para aprovechar las contradicciones del sistema capitalista lo que le ha permitido espacios de maniobras, de ahí el alto perfil que mantiene la política exterior cubana.

e) Existe el propósito de que la búsqueda de la competitividad no anule la búsqueda del nuevo modo de vida. El problema es de la permanente búsqueda de formas y métodos para mantener la acumulación social de la Revolución, de ahí la necesidad de una permanente labor ideológica por lo que el trabajo político ideológico destinado a promover la ideología y los valores de la Revolución es una constante, y es que el dilema es hasta donde ser igual a los capitalistas para poder competir en el mercado mundial y allegar recursos al país y hasta donde ser diferentes para mantener el proyecto revolucionario. La respuesta no aparece en los libros, sino que será producto del ensayo y el error.
Desde luego no todo es camino de rosas, la política de desarrollo cubana no se desenvuelve en un escenario abstracto, sino en uno marcado por el propósito del imperialismo de revertir el proceso revolucionario y por tanto debe enfrentar una amplia panoplia de actividades contrarrevolucionarias generadas por él, que abarcan desde acciones destinadas desilusionar las nuevas generaciones, la captación y robo de profesionales, el mercenarismo de grupúsculos contrarrevolucionarios hasta la imagen en los medios corporativos de difusión de un país congelado en el pasado, entre otros.

A lo anterior se suma que la ampliación del mercado y el espacio a un sector privado limitado, presenta la cuestión de que dentro de esos grupos sociales surjan elementos que pueden asociar su proyecto de vida a la no existencia del socialismo, hacia los cuales, desde ya, existe una política del imperialismo. No se puede ser inocente y también dentro del funcionariado vinculado a los sectores de la economía que funciona con el esquema del capital extranjero puedan presentarse estas tendencias.

Hay que prestar mucha atención a los procesos reales que se van desarrollando en la economía y la sociedad. El tiempo político no es el mismo que el tiempo económico, sus ritmos pueden no coincidir y es posible acelerar o retardar cambios que demanda la economía, o que demanda la sociedad dentro de ciertos límites, más allá de los cuales se corre el peligro de afectar el consenso que debe acompañar nuestro proceso, piedra angular de la resistencia a las agresiones imperiales.

No se puede olvidar que existe una contradicción entre los paradigmas históricos de la revolución y las condiciones materiales que a corto y mediano plazo puede brindar a la población los resultados del funcionamiento económico, como mantener esa contradicción dentro de límites que no afecten el consenso es un desafío permanente.

En resumen, el escenario cubano es complejo y la mezcla de audacia y realismo político que ha caracterizado a la dirección de la Revolución cubana tiene que ser una constante.

Los ilusos y alguna izquierda bienpensante se ilusionan con la posibilidad de una actitud “racional” de los cubanos, una restauración de un capitalismo nacional, con rostro humano, como se refería la UNICEF hace un tiempo a los procesos de ajustes neoliberales, la realidad, y hay que estar claro es que esto implicaría una burguesía dependiente/asociada/subordinada como la clase dominante que desnacionalizaría el país, siguiendo las pautas de los organismos financieros internacionales, además del resentimiento de clase la llevarían a una mayor integración política y social con el imperio.

El socialismo es la condición necesaria para mantener una nación soberana, democrática e independiente.

Por último no nos hacemos ilusiones, las perspectivas de desarrollo de Cuba en las condiciones de la globalización neoliberal tienen un carácter polémico, en tanto su materialización dependerá de circunstancias externas incontrolables y de cursos de acción internos, sujetos a la interpretación de los actores y los responsables de la toma de decisiones. De ahí que hayamos utilizado muy conscientemente la categoría posibilidad para referirnos a esas perspectivas. Para ello lo que hay que tener presente no es la coyuntura actual, – en cuanto a su percepción inmediata, a través de las dificultades de la vida cotidiana y la inserción de tendencias mercantilistas con la fuerza que no tenían en etapas anteriores -, sino aquellos eslabones que pueden permitir el acercamiento a un futuro diferente. No será el socialismo que soñamos en la década de los sesenta del pasado siglo sino el socialismo posible en la era de la globalización.

Finalmente quisiera señalar que lo que hay que tener en cuenta no el escenario de un momento dado, sino los componentes de un escenario implícito en el contexto social actual. Tampoco hay que ver las medidas en curso aisladamente, sino integrarlas en una visión de conjunto; esta articulación es lo que me ha permitido una “lectura” de la perspectiva cubana, a partir de la cual he elaborado los resultados que presento.

Finalmente quisiera resaltar que el caso cubano crea un nuevo horizonte en los estudios de la problemática del desarrollo de los actuales países subdesarrollados al vincular este proceso a la lucha de clases y, por consiguiente a la política, a la superación del capitalismo lo que implica la sustitución de un modo de producción por otro y a la creación de un nuevo modo de vida.

Notas: 
[1] Esta perspectiva, a partir de un enfoque marxista, que no olvida a Lenin y sus trabajos sobre el imperialismo, se nutre, en lo fundamental, de las elaboraciones teóricas desarrolladas por André Gunder Frank, Theotonio Dos Santos, Rui Mauro Marini, Vania Bambirra, Aníbal Quijano, Inmanuel Wallerstein Samir Amin, la experiencia de la Revolución cubana expresada a través de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara y el diálogo sistemático con Delia Luisa López, lo que la hace coautora de esta concepción.
[2] Marx, C y F. Engels, La ideología alemana, Edición Revolucionaria, La Habana, 1966. Pág. 36
[3] Esto no significa que en la Unión Soviética no hubiera habido una acumulación social post-capitalista, el problema es que esta acumulación se erosionó por diversos factores. Sintéticamente pudiera repetir aquí que esta se fue perdiendo por la burocracia y el reino del oportunismo, hasta llegar a un punto en que la mayoría quería un cambio, y ese cambio fue liderado por una protoclase -la nomenklatura- hacia el capitalismo. Recordemos que las principales polémicas de la era Gorbachov no eran sobre el socialismo si no sobre el ritmo de transición a la economía de mercado, eufemismo para designar el capitalismo.
[4] Preferimos el término “Política de desarrollo”, en concordancia con mi concepción del desarrollo expuesta anteriormente, al más común de estrategia de desarrollo, pues este ultimo envuelve fundamentalmente el conjunto de medidas económicas.
[5] Aquí lo presentamos sucintamente, en nuestro libro desarrollamos más ampliamente cada una de las políticas que a mi juicio integran la política de desarrollo.
[6] Sobre este aspecto ampliamos en nuestro libro “Socialism within gobalization” del cual preparamos una edición actualizada en español.
Fuente: http://rebelion.org/

Clinämen: ¿Día de los Derechos Humanos?

Conversamos con el historiador Bruno Nápoli


¿Qué cambia en las discusiones sobre los derechos humanos con el cambio de ciclo político? ¿La venida de Obama para estas fechas consolida o banaliza las políticas de la memoria? ¿una marcha, dos marchas: esa es la discusión? ¿es aceptable que se haga de «derechos humanos» un discurso separado del de las formas actuales de violencia estructural?

Clinamen, todos los martes 11hs

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El 24 de marzo le queda lejos // Diego Valeriano

Plaza de Mayo le queda lejos, lejísimo. Igual que el 24 de marzo. Hace un rato se quedó charlando con los pibes de la básica de a la vuelta que lo invitaron a que marche con ellos y medio por vergüenza no les preguntó para qué. ¿Cuánta memoria puede aguantar un pibe?
Los rebotes de la Memoria, de esa memoria, le son demasiado lejanos. Joel recuerda otras cosas, lo hace con todo el cuerpo, sus percepciones sensoriales son aprendizajes a fuego. Sabe que tiene que cuidarse de la policía, por su hermano sabe que en el penal te tenés que hacer respetar, sabe que la escuela no puede nada y que los políticos son todos cagadores. Aunque a Cristina la quiere.
Antes iba a los actos de la municipalidad, pero de un tiempo a esta parte no lo hace más, los llevaba Cepillo. Se divertía un poco, comía algo y le daban unos mangos. Bastantes menos de los que ganaba Cepillo por llevarlos.
Mientras camina a la estación de Bosques le rebota la frase “terrorismo de estado” que le dijo unos de los flacos y casi sin proponérselo se acuerda cuando la policía mató a Renato dejándolo tirado en el andén, piensa en su tía que se desangró en la guardia del hospital sin que la atendieran y, como siempre, vuelve a preocuparse por su hermano que la cagó y ahora no la pasa nada bien.
Su memoria es de corto plazo, pero de una persistencia brutal. No olvida, no perdona, no se reconcilia. Nunca se va a reconciliar con el policía que dejó ir al marido de su mamá después de cagarla bien a palos. “Cosas de parejas”, le dijo mientras él y su hermana juntaban los pedazos de mamá tirados en la vereda. No olvida la cara de Renato cuando muerto de miedo le dijo que se tenía que ir porque el jefe de calle le había jurado que lo iba a matar. Nada se puede olvidar, ni la lágrima tatuada, porque era más que un hermano. No puede perdonar que su viejo los dejó solos ni bien nació Ludmila y nunca más apareció.
Sabe que el olvido es una mentira. Todos los días aparece. ¿Por qué tendría que haber un día especial de la memoria, si todos los días son el día de la madre?
Hace unos pares de años, los pibes de la básica lo llevaron a la Universidad de Varela. Era una charla que daba una viejita con pañuelo blanco. Remotamente había oído hablar de las Madres de Plaza de Mayo. El amor que salía de esa vieja le hizo acordar al amor de su mamá por ellos tres: por él, por Ludmila y por Sebastián, que aunque esté en el penal y sea un infinito garrón visitarlo, ella va casi todas las semanas.

Seguramente Plaza de Mayo es lejísimo, tanto como la dictadura, los militantes, los obreros, el terrorismo de ese estado, esos desaparecidos y la patria socialista, un mundo tan increíblemente ajeno a él, del que no tiene información y ni siquiera quiere imaginar. Siente la obligación de acompañar a los pibes que le hicieron conocer a esa madre que ama tanto como su vieja. “Si no hay amor que no haya nada entonces, alma mía” repite una y otra vez mientras llega a la estación, su memoria se enciende y descubre que en sus nervios hay mucha más información del futuro. 

Tres preguntas al Colectivo Juguetes Perdidos // Revista Nuevos Trapos

Hace tiempo que, a través de textos y entrevistas, vienen insistiendo en la necesidad de volver la mirada hacia los “modos de vida”. De hecho -señalaban hace poco- el escenario social frente al que nos encontramos hoy es el resultado de una “derrota vital antes que (macro)política”. Queríamos arrancar preguntándoles qué entienden por modos de vida y qué es lo que se abre cuando se piensa en esos términos.
Hablamos de una derrota existencial, o derrota vital, “antes” que macropolítica, o como condición para que ésta suceda. Falta de inyección vital, experimentaciones frustradas, cierres de las posibilidades al interior de cada vida… eran algunas señales que aparecieron los últimos años que hablaban de un enfriamiento vital, caldo de cultivo (junto a otras dinámicas) del actual escenario político y social. Empezar a pensar (y pararse ante lo que pasa) por este lado, nos saca de un plano puramente ideológico, de “toma de posiciones”, de posturas que cierran bien a un nivel discursivo o imaginario, o de principios, pero que poco entran en juego con la vida, con las maneras de vivir, con el hábito, con los afectos, con las alianzas vitales que vas tejiendo, con las disputas efectivas en las que estás metido (disputas no sólo a nivel material, económico, político, de relaciones de fuerza, sino también disputas a nivel de la intensidad, de las ganas, de cómo valorizás tu vida).
Ponemos el acento en los modos de vida o ritmos vitales, en los pulsos, que son siempre singulares de cada modo de vivir, de transitar la ciudad, los laburos, la noche, las fiestas, de gestionar, crear o producir espacios colectivos, de ampliar el campo de posibilidades, de las alianzas posibles… ponemos el acento ahí porque creemos que un lenguaje político que no nace desde esos pulsos o que no los tiene en cuenta radicalmente, ya nace castrado, sin potencia. Es poner el acento también en un montón de dinámicas que muchas veces no son catalogadas como “Políticas” pero que en definitiva son un terreno de disputa primordial. Ahí no sólo nace sino que se despliega toda política, toda politicidad. Una disputa o una discusión a los “poderes” (en un barrio, en un laburo, en una pareja, en una institución) que no tenga en cuenta este plano sensible y de intensidades en realidad no discute nada. Vale aclarar que todo esto (obviamente no descubrimos nada) lo fuimos pensando y poniendo en juego en este espacio colectivo que es Juguetes Perdidos, pensando primero, hace varios años, problemas más generacionales por así decir (como Cromañón, el rock, la violencia policial, la ciudad) y más recientemente al embarcarnos en una investigación concreta en algunos barrios, junto a pibes y pibas, para pensar el tema de la violencia, los modos de vida en los barrios, la precariedad (investigación que derivó en el libro Quién lleva la gorra).
Ahora, volviendo a este nivel de la discusión, el “análisis de coyuntura” se pone más complejo, más difícil de hacer. Porque no sólo implica el análisis más “físico” (es decir, en términos de “movimiento”, relaciones de fuerzas como si fueran “piezas” en un tablero, avances y retrocesos, repliegues, etc.) sino que te mete de lleno en un análisis que podemos llamar como más “químico”, donde aparecen otro tipo de ritmos, de combustiones, de materialidad, de velocidades. ¿Cómo pensar la Coyuntura Política teniendo en cuenta los pedidos de tranquilidad en un barrio, el tema de los interiores estallados, de las vidas que se mantienen en un equilibrio precario (donde cualquier roce puede derivar en un quilombo)?. La idea, por supuesto, no es reproducir un binarismo onda “lo micro y lo macro”, sino ver cómo funciona el “continuum”, las continuidades, el movimiento entero en el que se inscriben las vidas. ¿Cómo pensar el consumo o el tema del trabajo desde esta perspectiva, poniéndolo en serie con esas otras instancias (con el vecindario como “rejunte”, con el engorramiento, con los bajones y la vida loca, con las tensiones que los pibes le meten hoy a la vida barrial, etc…)?.
En este sentido (y también para salir de la disyuntiva entre lo micro y lo macro, y más bien ver cómo es la conexión), después de las elecciones hablamos del devenir voto de la vida mula. “Vida mula” (como le llamamos a ese continuo que incluye laburar, pero también engorrarse, también consumir, también sostener un rejunte o mantener a flote un cotidiano) que requirió y requiere mucha energía para funcionar. Es meter energía para llegar al fin de día, y no es algo metafórico. La precariedad no es un estado de crisis, o un trasfondo de crisis, sino que es campo de juego, es la constante de todos los elementos que se necesitan para vivir, para hacer andar ese continuum. Por eso decimos que es una “precariedad totalitaria”. Y es desde ahí que salen los pedidos de tranquilidad, como es desde ahí que se da una disputa por la intensidad en un barrio o en la ciudad entera (así como los desbordes de esas disputas), que son en definitiva disputas entre distintos “realismos” o modos de vivir. No se entiende el macrismo sin este suelo, sin estas discusiones y disputas que se vienen dando sin tregua desde hace varios largos años en barrios que han mutado desde el 2001 o 2003 para acá.
Pensemos la gobernabilidad desde acá. Las estructuras medianamente firmes (el aparato productivo, el aparato estatal, la imagen del Trabajo que nucleaba toda subjetividad, la idea de comunidad o de barrio) ya habían sido destruidas desde diferentes cañones. Lo que se armaron entones fueron un montón de experimentos, redes momentáneas que te sostenían del precipicio (más guita, más trabajo, más programas sociales, culturales, de justicia, más derechos, más consumo). Redes que requirieron, en muchos casos, de muchos de nuestros saberes generacionales, como también de energía-pibe (en los laburos, en el consumo). Pero, ¿qué preguntas políticas discutieron en aquel momento la precariedad entendida como totalitaria desde un lugar concreto? ¿Qué pensamiento y agite político se activó desde esas redes y desplazamientos? Cuerpos colgados del bondi, carnavales de consumo, rejuntes de amores o sanguíneos, o virtuales; laburos por puta guita; gestos gorreros que cifraban de alguna manera los necesarios desbordes de aquel continuo diario. En cada elemento del continuo se daba la discusión por la intensidad y la energía anímica, para que ese elemento no sea sólo una instancia más. Y entonces el consumo podía ser derroche, fiesta, experimentación de a muchos; y el trabajo, calle tomada de motoqueros y cadetes; y una institución-galpón podía devenir un aguantadero de pibes chorros; y el municipio cuartel de manzaneras, vagancia, intelectuales y cumbieros.
¿Qué pasó a nivel de esa disputa entre realismos, esa disputa por la intensidad? ¿Qué pasó con la energía y el continuum? ¿Qué pasó con el engorramiento, con el consumo? cada vez menos fiesta popular y más resguardo de los pequeños rejuntes, más combustión para esos interiores estallados, más como impulso de enfriar lo conseguido cueste lo que cueste. Ese tipo de mutaciones son “previas”, o mejor dicho, están más acá y más allá de la cuestión ideológica, del voto, de la Política con mayúsculas, y poner la mirada (y la mira) en ellas, activar, ponerse a investigar, a tejer alianzas, salir a ver qué pasa, es una manera de “salir de la coyuntura” que tanto aplasta, así como también ponerle carne a la noción de modos de vida que puede sonar muy bien pero que siempre tiene que ser puesta en juego en movimientos y desplazamientos concretos.
Lo que llamamos derecha aparece entonces como un tipo de percepción sedimentada en afectos y hábitos que se manifiestan en el día a día de la vida cotidiana ¿Se desarrollaron también elementos que cuestionaran esta derechización de los afectos, esta “vida mula”?
Si, y de hecho, si nos situamos en los encuentros con los pibes en los talleres que armamos, en la investigación que derivó en el libro, primero nos encontramos con esos cuestionamientos, con los rajes, las preguntas e interrupciones a la vida mula, al realismo vecinal, y luego recién con todo lo otro… incluso eso otro podía no estar mencionado explícitamente. El raje primero es raje, es despliegue de una fuerza, de un modo de vida, y “luego” es crítica a cierto orden. Nos parece importante empezar primero por el raje, porque te obliga en un punto a suspender ciertos automatismos y sobre todo te obliga a un cambio en el plano de la percepción. Si empezamos por el lado de la vida mula, el continuum, la precariedad totalitaria, los destinos asignados socialmente para la mayoría de los pibes y pibas por ejemplo… es muy probable que los “cuestionamientos” aparezcan como a la defensiva, y ya jueguen en una cancha inclinada, marcada por esa mirada desde el orden… O quizás no tanto los rajes o cuestionamientos en sí, pero sí la percepción, el encasillamiento que podés hacer: si primero armás el “mapa” de la derechización de los afectos, los límites, el orden barrial… el riesgo es que vayas a buscar lo que desborda ese mapa ya asumiendo ciertos supuestos, ya armando un sistema de expectativas de cómo debería ser la crítica o el desborde de esos límites, qué niveles de eficacia pueden o tienen que tener, cómo deben desplegarse. Todo un sistema de valoraciones o una programática que puede ser medio cerrada.
Por otro lado, vale aclarar que las movidas que nosotros señalamos como “cortes” al continuo, las movidas que al desplegarse desarman esa cadena aceitada que es la vida mula, son movidas y agites siempre ambiguos, oscuros, filosos… que desbordan cualquier oposición fácil (derecha-izquierda, libertad-sometimiento, orden-desorden). En primer lugar porque son movidas que tienen a la intensidad como materia prima, y la intensidad es amoral. La fiesta, la “vida loca”, el consumo (por tirar algunas imágenes de posibles cortes a la vida mula) pueden contemplar también cierto muleo, pueden tener elementos autodestructivos, jerarquías. En la posibilidad de experimentar de otro modo la ciudad, el barrio, lo laboral, la noche, en la apuesta por encadenar de otra manera los afectos, los hábitos, hay riesgo, hay cuerpos implicados y por ende hay violencias por desatar, hay rapacidad.
Nosotros esos “cortes” al contínuo, esos rajes que son una discusión al modo de vida “oficial” por así decirlo, a los destinos pre-asignados, a los consensos (consensos alrededor del consumo, del trabajo, la intensidad, los valores…), los vinculamos a lo “silvestre”, que es una imagen que salió del encuentro con los pibes y pibas con los que armábamos los talleres.
Lo silvestre, o mejor dicho el “silvestrismo” como fuerza, como intensidad, que atraviesa a los pibes pero no sólo a ellos, tiene algo de desbaratador por tratarse de una perspectiva que nació al margen de las imágenes de la crisis y del orden que se iban acomodando en la “década ganada”; imágenes, movidas, agites, modos de vida que nacieron como vegetación silvestre en medio de barrios que estaban mutando, donde circulaba más guita, más consumo, rebusques, otros circuitos… y que surfeaban la precariedad y lidiaban de otra manera con el vacío (a veces desconociéndolo, a veces desafiándolo). Lo silvestre como intensidad hace otro cálculo sobre la precariedad-consumo-derroche-trabajo, arma otra serie (o intenta armar otra serie) con esos elementos, desbaratando ciertos moldes y moviéndose de otra manera ante el precipicio. Sobre todo esquivando imágenes reactivas. Como por ejemplo al habitar el terreno del consumo sin caer en la lógica del engorrarse. O al saltar de roles y no quedando enganchado en lugares, no morfándose de ciertas imágenes de lo que es el laburo, el futuro, la guita, etc. Ni hablar de las imágenes políticas, por más que “los pibes” hayan sido convocados desde los discursos políticos (así como desde el mercado). Es que el silvestrismo lo entendemos como una fuerza que atraviesa a los pibes, no como los pibes mismos como sujetos.
Esto para nosotros reabrió la discusión por la política y la politicidad, por el tema de la percepción y los lenguajes. El agite, lejos de ser una fuerza noventosa (sí podría serlo quizás el “aguante”, pero no el agite) es una fuerza de negación pero también una fuerza vital ambigua, inaudible desde cierto lenguaje político reconocido. Un lenguaje, y también toda una “pedagogía” política, que quedó descolocada sobre todo en las últimas elecciones pero que ya venía afónica para describir e intervenir durante toda la “década ganada” (en cuanto a cómo pararse ante un montón de conflictividades, en cuanto a cómo leer ciertas dinámicas en los barrios, cómo imaginar formas organizativas, etc.). Sobre todo un lenguaje y unas imágenes que no lograban entrar en diálogo y discutir la “precariedad totalitaria”, que para nosotros es clave para entender los nuevos barrios, y que está como trasfondo, como suelo. Y obviamente todas estas preguntas, imágenes, encuentros, alianzas posibles, son fundamentales para nosotros mismos, para nuestras propias vidas, para alimentar nuestros propios rajes, para encarar y complejizar la pregunta por la posibilidad de una vida política, de una adultez pilla, para meterle preguntas (y agite) a la época.
¿Creen que en el amplio campo de lo que llamamos la izquierda existe la voluntad de dar una disputa real contra el engorramiento y la vida mula?
El tema, en este sentido, es poder perforar las capas de obviedad, tanto las que propone el gobierno, la “coyuntura”, como las que se crea o recrea la propia izquierda o como dicen ustedes el amplio campo de lo que llamamos la izquierda. Hoy hay un montón de cuestiones que mantienen la “discusión” y la voluntad en un plano de lucha ideológica, reproduciendo un escenario que se aleja de las prácticas concretas y las posibilidades reales de disputar sensiblemente, por ejemplo, el tema del engorramiento o la vida mula, que son algunos de los elementos sensibles que sostienen la gobernabilidad macrista.
Mucha militancia pareció revivir en estos meses de macrismo. Y revivir un montón de imágenes, categorías, cierto activismo (y hasta cierta “alegría” vinculada al nuevo escenario) que requieren para funcionar, sintetizar discusiones, limar complejidades, aplanar muchos de los problemas. Volver por ejemplo a la noción de pueblo vs. gobierno, derecha/izquierda, a la conflictividad clásica (junto a las marchas, las asambleas) pero sin vincularlas a las conflictividades barriales de los últimos años, a los rejuntes, a las violencias domésticas, a las discusiones en torno a la tranquilidad, lo anímico, los quilombos en torno al consumo, la transa, los rebusques, y un largo etcétera… no vincular con todo eso es, como mínimo, reducir el campo de posibilidades y de eficacia de cualquier movida. Lo mismo respecto a desconocer las frustadas movidas que se encararon en los últimos años, a las politizaciones y experimentaciones que se ensayaron, los distintos agites.
Además, la gobernabilidad macrista no pega en un solo frente. Por un lado, está la sobresaturación de medidas concretas con fuertes resonancias mediáticas, que convocan al “otro lado de la grieta” para mantener el juego político en el plano de la obviedad; y medidas que son claramente neoliberales, antipopulares, corte dictadura. Pero por otro lado, es una gobernabilidad que trae consigo una coronación gorrera, un micro-revanchismo generalizado, que entra en diálogo con la precariedad totalitaria explotando en los cuerpos. Y es este último frente el que mantiene en realidad el aliento y el consenso del macrismo, posibilitando no solo la efectividad del otro plano, sino coronando una serie de movimientos por abajo que se vienen cocinando desde hace mucho tiempo… ¿Cómo funcionan sino los pequeños jefes-mulos que ahora con euforia aparecen en cada laburo, gozando de la revancha y el verdugueo? ¿Cómo funciona el securitismo sin la masiva incorporación de los barrios en las policías locales? A lo largo de un año se incorporaron miles de pibes y pibas a la policía local, y despidieron a muchos trabajadores sociales –muchos de clases media– que andaban en los barrios. ¿No habla eso de la disputa por los realismos, por lo que pasa o no en los barrios? ¿No fue esa disputa por lo que pasaba o no en los barrios una derrota, sensible y bien concreta, previa a estas medidas?
Obviamente que hay que discutir el “ajuste”, pero preguntándose también por el enfriamiento de la propia vida; discutir la violencia institucional o los protocolos de seguridad, pero no dejar pasar la violencia del quién lleva la gorra; hay que ver también qué son hoy los “rejuntes”, qué es un barrio, en vez de apelar a una imagen de lo que queremos o imaginamos que es; discutir el laburo a fondo además de pelear porque no haya despidos. Y entender qué significan todas estas disputas al interior de la precariedad, que va cortando la ciudad y los barrios en distintos segmentos y que no es igual para todos.
En este sentido, ¿da la izquierda un disputa en este plano de la vida mula? ¿Lo da realmente en alguno de los dos frentes? Quizás sería mejor pensar desde acá qué tipos de politicidades se crean. Sino las disputas se pueden volver medio abstractas o retóricas, si no parten de los rajes, o si no muerden esos márgenes en donde se caldean los rajes, esos espacios –físicos, pero sobre todo subjetivos, anímicos, afectivos, sensibles– en donde se dan las disputas actuales por la intensidad, en donde se ponen en juego las preguntas a la vida barrial, a la vida mula, a la normalidad (pero una normalidad no exenta de agite y movilización de la vida, una normalidad en la precariedad).
http://www.nuevostrapos.com.ar/

Conspiraciones contra la banalidad // Vero Gago

¿De qué hablan Barack Obama y Mauricio Macri cuando hablan de Derechos Humanos? ¿Son los sitios de memoria las tumbas de desaparecidos y desaparecidas como arriesgó el presidente de Estados Unidos? La Ex Esma, como sitio emblemático está expuesta a ser el lugar donde se lave de sentido el terror como maquinaria de aplicación de un sistema económico. Conspirar contra eso es la tarea.
1.
El nuevo gobierno no va a desarmar la ex ESMA, el mayor ex centro clandestino del país. Tal vez se proponga algo más efectivo: producir un tipo de desplazamiento neutralizador. Mejor dicho: banal.
Hay una hipótesis política en juego: que la ex ESMA se convierta en un campus de organismos internacionales que hacen de los derechos humanos una ideología global al mejor estilo ONG.
Sin embargo, hacer una operación de banalización no es sencillo. Exige trabajar con elementos de la realidad para alinearlos con un profundo deseo de orden y de pacificación (la clave es la idea de protocolo). La banalización sería así la manera más práctica de rasurar todas las espesuras, tensiones y complejidades que los derechos humanos fueron forjando en Argentina pero de una manera que no es, como se tiene a veces el reflejo de pensar, por medio de la clausura directa.
Esta hipótesis se discute con una escena inaugural de relevancia también global y que hace al núcleo del asunto: la visita de Barack Obama a la Argentina y el debate sobre su paso por el ex centro clandestino. La presencia del presidente norteamericano (vaya o no a la ex Esma o al Parque de la Memoria, finalmente el debate ya se abrió) redobla la efectividad de la conversión, ya que ésta proviene de una ambigüedad que habría que registrar: a la vez que banaliza, es capaz, tal vez, de satisfacer la expectativa de reconocimiento estatal e internacional del genocidio. El gesto de desclasificación de archivos que prometen al unísono Estados Unidos y el Vaticano van en este sentido. El punto es complejo porque traza una suerte de continuidad con un reconocimiento en que el Estado se empeñó hace años y que no sería simplemente desconocido ni suspendido. Ahora, los derechos humanos devienen marca global, y un capital político de integración al orden mundial.
El contrapunto con tal uso de los derechos humanos, sin embargo, no depende tanto de los elencos de los gobiernos (¿algunos tendrían más derecho a usarlos o evocarlos que otros?), sino de una genealogía anterior, de la cual proviene su fuerza y su criterio de lucha más allá del reconocimiento gubernamental. En Argentina, los derechos humanos se construyeron en la historia reciente siempre como experiencia en tensión: entre la bandera de lucha y la victimización, registrando sus combates y dilemas internos, anudándose siempre con un afuera que los corre una y otra vez de un confín predeterminado. Constituyeron así un campo de batalla para las luchas en democracia, aliándose con reclamos e injusticias que iban más allá de la dictadura, más allá de las militancias orgánicas y, durante muchos años, más allá del Estado.
Su inscripción espacial en lo que podría convertirse en una suerte de parque temático de la corrección política internacional tendría un efecto de despolitización perdurable: aplanar tal excepcionalidad, esa que hizo que en Argentina los derechos humanos se nutran de una prosa militante, se conjuguen con combates callejeros capaces de hacer de la democracia algo más que un conjunto de procedimientos formales. Los derechos humanos como un humanitarismo edulcorado y discurso legítimo apto para la escena internacional devienen así sólo un archivo de víctimas.

2.

El segundo punto es que esa modalidad de los derechos humanos los vuelve compatibles con dos políticas-discursos que no lo eran: la seguridad y la lucha contra el narcotráfico. En la medida en que lo que organiza y estructura es una agenda de tipo global, esa combinación se hace no sólo posible sino altamente funcional, al punto que conecta anti-terrorismo con intervención humanitaria colonial, lavado de dinero con economía popular, etc. Y termina anudada en el horizonte de los tratados de libre comercio denominados de segunda generación (no es el regreso, simple y llano, al Consenso de Washington). En esta escena debe inscribirse también iniciativas empresariales locales que, junto a Interpol y Google Maps, acaban de lanzar el sitio www.argentinailegal.com para la denuncia anónima de manteros, ferias “saladitas”, trabajadores “clandestinos”, etc.
La restauración es novedosa justamente en su producción de banalidad. El código que circula y aceita la suba de precios y de tarifas, los recortes y despidos, pero también una larga continuidad de criminalización en los barrios más populares (¿hay que recordar quién fue el ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires los últimos años?) tiene tres puntos: la gestión empresarial (de la vida en su conjunto), la seguridad policial (como gestión de un orden que también es para-estatal) y la fe en el futuro (los vectores transversales de la última campaña electoral de todos los candidatos).

3.

La ex ESMA es emblemática porque funcionando como campo de concentración no dejó de poner de relieve su palabra escuela –exponía una pedagogía-, porque pasó a la historia por su ensañamiento especial sobre el cuerpo de las mujeres –como maternidad clandestina y mecanismo de apropiación de hijxs (hay que recordar que el Tigre Acosta la denominaba “su Sardá”)– y porque funcionaba como oficina de prensa –con pretensiones de dar contenido al proyecto político de Massera con mano de trabajo verdaderamente esclava. Tres líneas (la educación, el cuerpo femenino, la producción de información) que siguen siendo claves de todo dispositivo de poder que se construye por el terror.
Algunas mujeres que pasaron por allí le dieron un nombre específico: ese infierno. Pilar Calveiro fue la más precisa para trazar la fisonomía del poder desaparecedor y sus delirios soberanos y religiosos de los militares a cargo: tenían “la pretensión de ser dioses” (y, claro, curas que los bendecían). Pero también a la hora de sintetizar la fuerza de la resistencia en las peores condiciones: “Desde el momento en que el secuestrado conspira, su vida cambia, comienza a pertenecer a algo distinto del campo y opuesto a él desde adentro”.
Desde su “recuperación” (en el 2004), la ex ESMA fue objeto de muchas polémicas. Museográficas, espaciales, arquitectónicas, políticas, artísticas. ¿Qué significa ocuparla? ¿Cómo un espacio que aun es prueba judicial podría ser intervenido? ¿Qué modos de estar ahí son a la vez compatibles con una memoria viva y una sacralidad impuesta por el espesor dramático de su historia? ¿No es más fuerte su vacío que su conversión en museo? ¿Qué engranaje de la memoria urbana colectiva se guarda en esos edificios a los que hoy balconean grandes torres de departamentos y que estuvo, como predio, siempre emplazado en medio de la ciudad?
Pero porque primero se hizo justicia popular en los barrios de la ciudad, como se conquistó con los recorridos de los escraches y los mapas que sacaban de la impunidad a los genocidas gracias a la investigación independiente de vecinxs y organizaciones sociales, es que se llegó a lugares como la ex ESMA con cierta noción cartográfica. Una trama de luchas, consignas y apropiaciones del espacio hacía posible, al menos, abrir espacios del horror al debate público.

4.

La banalización reconduce todo a una especie de escena pacificada. Como el Nunca más a la violencia de Macri en la apertura de las sesiones parlamentarias o como se puede ver en el Facebook de Rodríguez Larreta, que promociona un video sobre el Parque de la Memoria, con música y sol, diciendo: “En la franja costera del Río de la Plata hay un parque muy grande dedicado a las Víctimas del Terrorismo de Estado. Es un lugar para conmemorar a todos los desaparecidos por la represión estatal y para que aquellas generaciones que no lo vivieron conozcan su historia”. Mucho más eficaz, de nuevo, que las polémicas al estilo Marcelo Birmajer que se queja en el diario Clarín de las intervenciones artísticas en ese predio para, en el fondo, argumentar que las organizaciones armadas eran organizaciones criminales.
Mientras el Parque de la Memoria o la ex Esma pueden ser integrados al paisaje global de los derechos humanos, se cierra sin dudar el área de derechos humanos del Banco Central, a cargo de investigar la conexión y la responsabilidad de empresas y civiles en los juicios de lesa humanidad como engranajes concretos de articulación entre capital financiero, negocios públicos y privados y control social, ayer y hoy.
¿Qué es lo que en la ex ESMA se intenta neutralizar y banalizar? Lo que allí se ve como maquinaria: el uso del terror como fundamento político de la concentración económica pasada, presente y futura. Una fecha como el 24 de marzo no es un simple recuerdo de las víctimas. Es un modo de denuncia y de producción de inteligibilidad social para las continuidades recurrentes entre violencia y explotación, entre seguridad y criminalización de la pobreza y la protesta, entre normalización de la diferencia y miedo difuso. Lo que pasará en la ex ESMA excede sus muros. Concentra un drama mayor que no puede resolverse en otro lado que no sea en las calles. Conspirar es la clave.

(Fuente: Revista Emergente)

No olvidamos: A 10 años del incendio del taller textil de Viale

La economía popular y migrante frente al desafío de una nueva época

El incendio del taller textil de la calle Luis Viale pasó hace diez años. Recién ahora está por comenzar el juicio. Lo que da cuenta de una relación perversa: la posibilidad de justicia es deliberadamente demorada. Los vericuetos de los tribunales son estratégicos cuando se trata de justicia para los pobres. Los verdaderos responsables empresarios ni siquiera figuran como imputados. Las acusaciones recaen sobre los eslabones intermedios: los talleristas.
Quienes quedan una y otra vez ocultos son las y los trabajadorxs costureros que quedaron atrapados en el incendio, efecto de las condiciones híper precarias de trabajo. A pesar que se dice que vivían en el taller porque así lo mandan “sus usos y costumbres” (ese modo racista de decir que los migrantes son incomprensibles e irracionales), leyendo los testimonios ellxs dicen claro que no les quedó otra opción que vivir en su lugar de trabajo porque no cobraban lo suficiente para alquilar una vivienda. Incluso quienes empezaron alquilando, al no recibir en tiempo y forma sus salarios, debieron abandonar su aspiración de tener una casa por fuera del hacinamiento del taller.
Viale no fue una excepción. Pero sí puso en evidencia lo que se quería mantener encerrado: una economía textil pujante que se benefició de una mano de obra popular y migrante. Se volvió rentables a esos trabajadores jóvenes venidos de Bolivia a costa de mantenerlos en un guetto, de explotar sus sueños de progreso y de boicotear sus intentos de fugar del taller como única opción. Se construyó así un modo de trabajo sumergido que benefició a empresarios argentinos y marcas internacionales con la complicidad de dirigentes de la comunidad que explotaron a su modo también ese encierro.
El incendio del taller de la calle Páez el año pasado volvió a recordarnos Viale. Sólo que casi una década después se pudo responder con asambleas multitudinarias a la ofensiva mediática y empresarial que volvía a responsabilizar a los trabajadorxs y a recordarles que ellos sólo podían nombrarse como esclavos.
Sabemos que estamos ahora ante un gobierno donde las patronales tienen todas las de ganar. El sector textil no es menor: está en el negocio del mismísimo matrimonio presidencial (Fiat & Awada). Estamos presenciando en varias fábricas asambleas y conflictos. La amenaza es clara: se dice a lxs empleados que si no se trabaja más duro y más barato, las importaciones chinas harán que cierren las fábricas (ya las prendas de Nike y Adidas salen con este apriete empresario, por ejemplo). El ajuste y la inflación harán lo suyo en la propia dinámica de la economía popular: engrosarán sus filas nuevos desocupados mientras alguna parte logra reconvertirse a la importación y comercialización y otra debe recurrir a nuevas redes si no quiere regalar su producción (como ya está pasando con los productores de frutas y verduras).
Estamos frente a un desafío por la novedad de la época que vivimos. Una vez más, convocamos a movilizarnos, difundir y organizarnos. Porque No Olvidamos. Porque exigimos justicia. Porque la economía popular y migrante construye un modo de vida digno frente a las renovadas formas de explotación y miedo.
30 de marzo: concentración y marcha a partir de las 17 hs. en Donato Álvarez y Gaona.
18 de abril: inicio del juicio oral en Tribunales (Talcahuano 500)
Observatorio del Trabajo Sumergido / Cazona de Flores

La gorra coronada 3: Los Anti todo // Colectivo Juguetes Perdidos


Un gobierno de los trabajadores

Los Movimientos de Trabajadores Ocupados o la VidaMula pusieron un Presidente. “¿Por qué no reacciona el pueblo al ajuste?”, “¿por qué tanta pasividad?”, “¡el consumo para todos provocó este giro a la derecha de la sociedad!”… Interrogantes y enunciados que hablan más de un sistema de expectativas Políticas extemporáneo –y de un lenguaje deshabitado hace rato de cuerpos y deseos sociales– que de lo que realmentesucede; el pueblo lucha y está híper-movilizado, los nuevos barrios están mutando constantemente (nada más lejano a las imágenes de quietud), si todo no estaría híper-movilizado y en continuo desplazamiento y tensión no hubiera ganado Cambiemos. La Vida Mula implica beneficios con lucha permanente; lucha por sostener las vidas sobre la línea de flotación de la precariedad totalitaria; luchitas pequeñas de todos los meses, de todos los días, de cada mañana, de cada regreso al hogar estallado, luchitas que van cansando a los cuerpos, luchitas imperceptibles para cierto lenguaje político, pero luchitas que insumen cantidades inmensas de combustible psico-físico, luchitas por gestionar los rejuntes (en el barrio, en la familia, en el laburo), luchitas (muchas) con el engorrarse como actividad fundante para sostener ciertos umbrales de consumo y, sobre todo, de tranquilidad…
Anti-todo

Antifiesta vos sos, tenés nuevo apodo, en la aldea te gritan, ¡Anti todo!” 
(Mijail Bajtin)

La sensibilidad y la liturgia gorrera llegaron al Palacio. La gorra coronada: expresión Política de una sensibilidad que venía operando desde hace un largo tiempo capilarmente en los barrios y en la ciudad. Lagorra coronada es ahora la que publicita por arriba la “revancha”; ese espíritu que una vez gobierno “vuelve” por abajo (habilitado y recargado), se mete en cada recoveco de la vida social, en cada esquina de los nuevos barrios, en los verdugueos laborales, en las conversaciones y hábitos cotidianos… Retorna renovado, como un boomerang, retroalimentando y avivando giles y también surfeando una sensibilidad gorruda cada vez más extensa y sólida (por puro encarnamiento…). Como si las llamaradas se extendieran crecidas hacia los lugares en donde se inició hace rato la combustión. Luz verde y vía libre para el engorrarse, para los vecinos en banda, para la policía y la gendarmería (que se sienten como en “sus mejores épocas”, con más guita, más estado de excepción para sus movidas), para los jefes y patrones, para los corazones ortivas que andan sueltos por la ciudad, para los Anti-todo

Aunque la fuerza anti-todo no es propiedad exclusiva de los votantes de Macri, Cambiemos capturó estas fuerzas (lo vemos en estos meses de gobierno…) y armó una alianza de clases. Una alianza sucia, anti-fiesta, racista, gorruda… busca desalojar cualquier fiesta, cerrar cualquier punto de fuga o instancia que le meta preguntas al continuo de la vida mula. Por eso la alianza se da entre una fuerza barrial –el realismo vecinal, que quiere acallar el ruido de lo silvestre, el ruido de cualquier desborde, aunque eso pueda significar menos laburo, menos guita, menos derechos en el propio barrio (por esto es que no se trata de una fuerzaconservadora sencillamente: es una fuerza que dinamita incluso sus propias condiciones de vida)– y una fuerza de una vida de ciudad –cada vez más agilada y refugiada– que se veía desbordaba cada vez más en intensidad por las dinámicas barriales.

Esa alianza de fuerzas encontró en las imágenes de la vagancia, los ñoquis, los mantenidos, (demonios que ya circulaban socialmente) la excusa para barrer (o intentar hacerlo) las imágenes de desborde.

Al ajuste hay que sincronizarlo con este plano de disputa; complejizar de qué está hecho y sobre qué opera, sin dar por sentado lo que depara, y sin presumir que este traerá una reprobación social sencillamente. ¿Cómo se conecta el ajuste con estas fuerzas anti-todo barriales? ¿Cómo se acomodan los nuevos barrios con menos guita, menos trabajo, menos espacios, etc.?

Es desde acá también que se entiende como “el ajuste” es el epílogo de un consumo sin vitalidad, es su corolario: el enfriamiento de la economía tiene éxito si viene precedido de un enfriamiento de la vitalidad, de la intensidad que se ligaba al consumo; las políticas de enfriamiento no caen sobre cuerpos calientes por el consumo. Si así fuese no hubiera sido posible “extirpar” o recortar capacidad de consumo. Durante la década ganada el consumo implicó toda una gestión cotidiana de las fuerzas vitales; mística, energía, aguante, rebusque, agite, pero también engorramiento (“hay que sostener con el cuerpo lo que se compra con las cuotas”). El agotamiento del “modelo” vino primero en esa dimensión subjetiva, anímica, incluso antes que material… Antes de la brutal transferencia de ingresos económicos, existió una transferencia de energías sociales: del consumo exacerbado hacia el engorramiento, el muleo a secas y la tranquilidad “cueste lo que cueste”.

La fuerza Anti-todo, por otro lado, se armó de dinámicas que iban en contra de las experimentaciones que se abrieron en los últimos años. Si el kirchernismo fue también la posibilidad de un dejar hacer, de habilitar o dejar crecer (incluso a su pesar) espacios en donde podía convivir lo heterogéneo (se vio y se sigue viendo por ejemplo con muchos espacios laborales “estatales”: verdaderos nodos-rejuntes de funcionarios y militantes, empleados, mulos sin más, vagancia, cumbieros, barras, intelectuales, estudiantes, todos precarizados, sí, pero todos ahí experimentando –o con la posibilidad de hacerlo– qué onda, explorando posibles, o “simplemente” desagotando –y deshabitando– el Estado de lógicas estatales…). Si el kirchernismo fue también ese dejar hacer, decíamos, el anti-todo también se nutre de fuerzas que salieron expulsadas de esas dinámicas, de sensibilidades y prácticas concretas que no lograban pasar por esos espacios del dejar hacer, y que al rebotar (en un laburo, en un barrio, en una fiesta barrial, en una movilización social), se refugiaban moralizando o criminalizando esos terrenos (“aguantadores de vagos, mantenidos, delincuentes…”).

Desde esa sensibilidad reactiva y gorruda, desde esa posición de refugiado se armaron y se arman combos aleatorios que incluyen pequeños o grandes odios: pibes que van escuchando cumbia en el bondi, una bandita que la agita a la madrugada, unas pibas que van a cobrar la asignación familiar, un par de cooperativistas, una yegua que grita por la televisión… lo importante no son las imágenes del combo, sino la posición defensiva: Anti-todo.

Consenso macrista y micro-revanchismo

El revanchismo, como la alianza de fuerzas, se alimenta de dos fuentes. Por abajo, con la sensibilidad gorrera que se incubó en los nuevos barrios y que cada vez deviene más ciudad (los linchamientos en las grandes ciudades, reacciones que aparecen ante cualquier imagen de agite que circule en plena ciudad de Buenos Aires, el cinismo de los pequeños jefes emprendedores verdugueando y marcando una nueva cancha…). Todas estas escenas hablan de prácticas concretas moldeadas en los nuevos barrios, y que puestas enserie expresan la sensibilidad gorrera sobre la que surfean. Lo dicho: la gorra coronada intensifica esta sensibilidad previa,haciéndola aún más disponible en la cotidianidad, mas a mano para cualquiera… El macrismo no inventó esta sensibilidad, pero sí la leyó como una oportunidad de hacer máquina con un modo de vivir y una subjetividad cada vez más hambrienta… Esta es la segunda entrada: desde arriba el revanchismo se amplifica y legítima el engorrarse, y ese “plus”publicitario lo hace aún más fuerte. El engorrarse, y el revanchismo de los anti-todo son profundamente políticos (como lo es la Vida Mula).

En este sentido es que la gobernabilidad macrista pareciera hablar más el lenguaje de los nuevos barrios, del continuo de la vida mula (y los rajes y escapes a este dispositivo), de las disputas de realismos (el realismo vecinal versus el realismo pillo), de las “nuevas conflictividades sociales”… que el lenguaje Político reconocido. La disputa con el macrismo sólo en el plano del lenguaje Político reconocido (ciertas prácticas, demandas, banderas, modos, historia, categorías…) instala un plano de obviedad del que es difícil salir y que es poco productivo para dar una disputa real.

La obviedad refuerza lo evidente de un gobierno de derecha con movimientos propios de una dictadura: ajuste, despidos,endeudamiento, transferencia de ingresos a los grandes grupos económicos, criminalización de la protesta y persecución política a los militantes, avance contra las políticas de derechos humanos, etc… Pero si la “discusión” se mantiene en ese plano, lo que se arma es un escenario (“la coyuntura, la coyuntura”) que se aleja de las prácticas concretas y las posibilidades reales de disputar sensiblemente una gobernabilidad política inédita.

Por otro lado, el realismo de la obviedad (que arma un “consenso militante” antimacrista), recompone discursivamente un plano pre-kirchnerista de discusiones, imágenes, politicidades que corre el riesgo de quedar “histeriqueando” con ese realismo –y alimentándolo– y no meterse con el hecho que Cambiemos opera bajo otras condiciones y con otros elementos: no es solo marketing político y/o derecha pura y dura: Cambiemos se alimentó, se curtió y se recargó con todo un nivel político que no era leído como tal por gran parte de la militancia de los últimos largos años… Si el macrismo no es la continuidad del kirchnerismo, sí se incuba en los silenciados y oscurecidos (por una percepción Política ciega…) reversos de la década ganada. El macrismo es la expresión política del subsuelo de la patria muleada y engorrada.

De nuevo; el macrismo parece más una “clausura estatal” (y un revanchismo) no hacia –o no solo– el kirchnerismo como máquina política, sino más bien anti todo lo que en definitiva se le escapaba al kirchernismo, todo que lo que fugaba y que el kirchnerismo no llegaba a capturar, o que mordía a medias, o que habilitaba en ocasiones… en fin, todo lo que el kirchnerismo (o “la época”) dejaba hacer.

La gobernabilidad macrista –más allá de intenciones o planes– anuló esos espacios de libertad donde proliferaban–incluso de modo silvestre– “nuevos derechos”, consumos irritantes para la sociedad blanca onegra blanqueada (“tienen tres aires y cobran los planes sociales,no laburan”), nuevas formas de vivir la calle… (no es menor el nivel de celebración y las ganas de las fuerzas de seguridad de salir a verduguear).

Es en esos “ahí” a los que nos referimos, en esos márgenes en donde se caldeaban las fugas, en donde se amasaban rajes imprevistos o no, pero en donde había un desierto de ciertas lógicas reactivas,donde pega con eficacia la nueva racionalidad de los Ceos. Y claro, para copar esos espacios –físicos, pero sobre todo subjetivos, anímicos, afectivos, sensibles– la alianza innata del macrismo es con el realismo vecinal y las fuerzas Anti-todo que ya estaban en guerra abierta contra esas intensidades; una guerra por normalidad pero una normalidad no exenta de agite y movilización de la vida, una normalidad en la precariedad; y una guerra que obviamente era alimentada también por arriba por el kirchnerismo, con sus lemas “paz social es igual a consumo”, con los operativos centinela y cinturón sur, con el desembarco de la gendarmería en los barrios periféricos, etcétera.

La disputa…

Ajuste, inflación y precariedad totalitaria de fondo (con sus diferentes estratificaciones); protocolos para reprimir protestas social y nuevas economías de la violencia barrial (gatillar fácil, nuevas violencias entre las banditas); emergencia en Seguridad y engorramiento previo y vecinos gorrudos; despidos y verdugueo laboral y Vida Mula; terror económico y terror anímico; estallidos sociales e implosiones (anímicas, vitales, barriales, hogareñas,silenciosas);asambleas y protestas sociales y rajes y alianzas insólitas; cuadros políticos y silvestrismo en todas sus formas (en los pibes y pibas, en los adultos piolas, en los militantes); organización y disidencia Política y agite permanente y ásperas preguntas a las propias formas de vida(esas preguntas que incomodan, que molestan, preguntas a la adultez agilada, a la comodidad organizada, a la verdadera quietud, la de los refugiados y mulos, las de los cínicos…); reuniones “políticas” a plena luz del sol y encuentros azarosos y embriagados en lo profundo de la noche; pensar la Política y vivir vidas políticas; marchar por despidos o por mantener los laburos y movernos permanentemente para no ser mulos; investigaciones sobre la vida de los otros e investigaciones a la propia vida (propia no por personal, propia por apropiación de las afecciones a las que estamos expuestos, propia por tomar la vida como índice de verdad y de experimentación… siempre antes de impugnar las vidas populares preguntarse ¿cómo vivo yo?); esperar helicópteros y disturbios en la Plaza de Mayo y pensar de forma urgente los quilombos y las violencias silenciosas que ocurren todos los días

El intento de reponer el viejo antagonismo, la testadurez –que no es arbitrariedad– de reponer un lenguaje reconocido borra los “y”. Con la fuerza de lo inexorable, las sutilezas y las complejidades son barridas del nuevo escenario Político (y esto sucede por derecha y por izquierda). Nuevamente se refuerza el cierre por arriba, la clausura molar (por arriba no significa únicamente desde el gobierno, sino apuntando y sincronizando lo quede “molar” tiene cada vida, cada cabeza, cada pensamiento, cada acción). Cierre por arriba y desaparece todo un mundo químico, amoral, abierto, barroso, ambivalente… difícil de percibir, pero real. La derrota quizás no es solo la política de Cambiemos conquistando todo, la derrota es estar discutiendo todo el tiempo en un campo abstracto, representacional, ideológico,un campo sin grietas posibles, en donde solo queda tomar posición y disentir pero sin morder problemas reales (aunque haya que atragantarse).

La alianza silvestre

La única manera de salir de la coyuntura es salir de la coyuntura, moverse (movete dejá de joder...). Hay que activar, investigar, agitar, armar alianzas. La apuesta de siempre: la alianza con lo silvestre –no necesariamente con los pibes silvestres–, con las fuerzas silvestres (rapaces, intratables, incodificables, amorales, difusas, festivas…) que circulan inquietando –con diferentes grados de intensidad– a la sociedad mula en lo más profundo de la sensibildad social que la parió, porque no se trata sólo de defender puestos de trabajo, niveles de consumo, espacios de libertad militantes; la lucha es por valorizar la vida de otra modo, la pregunta –más“fisiológica”, urgente, vital que ideológica o Política– es cómo armar una serie existencial distinta a la que propone la Vida Mula (nuestro rechazo al macrismo es antes que político o ideológicosensible; odiamos su propuesta de Vida…). Alianza entonces con las fuerzas e intensidades que se desatan por ahí, en algún agite cualquiera y anónimo (no se puede hablar de agite sin agitarla, palabra mágica entonces; una palabra para drogar un texto y ponerle a caminar manija…) Alianza que amplifique el ruido del agite de lo silvestre. Alianza negra, barrosa, amoral, insólita, ambigua para contrarrestar al ejército de gorrudos que toma el país. Alianzas con lo que late –e inaugura otros posibles– en cada raje, en cada movida. Alianza para no quedarse en el molde de las pasiones tristes –el enfriamiento existencial y la falta de vitalidad no es exclusiva de los seguidores de Cambiemos–. Alianza con disputas y experimentaciones, fallidas o no, en esos espacios difusos donde se juegan las continuidades y las fugas de la Vida Mula. Alianza con lo silvestre en los pibes, pero también alianza con todos los portadores del virus. Alianza con los pequeños y grandes acontecimientos que tiran intensidades a la atmósfera (que las derrochan con ganas…). Alianza con lo quesiempre va a volver (lo silvestre siempre está volviendo). Alianza para empujar todos los recipientes que están colmados y a punto de derramar.

Macri Gato blanco
La gorra coronada y los anti-todo no nos gobiernan
Arriba la vagancia
Fuente: http://colectivojuguetesperdidos.blogspot.com.ar/

Entender los atentados de Bruselas // Juan Domingo Sánchez Stop

«Partamos de un principio : nada de lo que hagan los hombres es ininteligible. Decir : « no entiendo», « nunca lo entenderé », «no lo puedo entender », es siempre una derrota. No hay que dejar nada en el registro de lo impensable. La tarea del pensamiento, si queremos poder, entre otras cosas, oponernos a lo que se declara impensable, es pensarlo. Naturalmente, existen conductas absolutamente irracionales, criminales, patológicas, pero todas ellas son para el pensamiento objetos como los demás, que no dejan al pensamiento en el abandono o en la incapacidad de dar cuenta de ellos. La declaración de lo impensable es siempre una derrota del pensamiento y la derrota del pensamiento es siempre, precisamente, la victoria de los comportamientos irracionales y criminales.»  (Alain Badiou, Notre mal vient de plus loin )
1. El materialismo es un pensamiento de lo concreto, un pensamiento que rechaza la abstracción y busca siempre superarla. No se contenta con la contemplación de los efectos y busca siempre las causas, pero entre las causas no acepta tampoco una causa líneal, una causa simple: no solo afirma el materialismo que una cosa debe conocerse por sus causas, sino que estas causas son siempre complejas. El agua hierve a 100 grados, pero solo en determinadas condiciones de presión, un grave cae con una aceleración uniforme, pero solo si ello ocurre en el vacío, esto es en un complejísimo dispositivo que crea el vacío a su alrededor y que instituye una complejidad no menor que la del resto de las condiciones naturales. Lo mismo ocurre con las cosas humanas: todas dependen de formas complejas de causalidad que, entre otras cosas, implican la propia acción de los individuos. De ahí que no baste nunca para el materialismo, ni en general para un racionalismo riguroso, designar el «sujeto» de una acción, decir: «ha sido este o aquél». La imputación de un acto a un sujeto es una operación común del derecho y la moral, con la cual se determina y se supone la responsabilidad del individuo respecto de sus actos. La imputación jurídica o moral solo sirve para juzgar o condenar a un individuo por una falta, estableciendo un vínculo simple entre un sujeto y «su» acto. Para lo que no sirve es para entender el acto. Afirmar que «X es autor del acto A», no me informa sobre el acto ni sobre sus causas, pues reduce todas las causas del acto a una sola, la libertad de X como sujeto. Conocemos así la relación entre un acto y su agente, pero ese conocimiento es abstracto, pues ignoramos las condiciones del acto, el conjunto de causas que concurrieron a que este tuviese lugar.
2. En el caso de los atentados de Bruselas suele afirmarse que existe en ellos una responsabilidad por parte de sus autores inmediatos, pero que también es responsable el «entorno» de estos sujetos. En este caso, la comunidad musulmana. Esta idea parece respaldada por el hecho de que los distintos autores de los atentados pertenecen a esta comunidad y de que a ella pertenecen también los colaboradores necesarios. También se insiste en que el rasgo ideológico común a los miembros de esa comunidad, el Islam, ofrecería una motivación suficiente para la perpetración de los atentados, pues el Corán incitaría unívocamente a la violencia contra los no creyentes. Esto es olvidar toda una serie de importantes condiciones que rodean los atentados y los sitúan en la historia real y no en la eternidad vacía de la relación entre una conciencia humana, un acto y unas motivaciones ideales.
3. Entre las cosas que se olvidan, está por ejemplo, la inscripción de estos actos en una relación neocolonial entre los países del centro capitalista y la mayoría de los países de la periferia árabo-musulmana. Esta relación en ningún lugar es más patente que en los países sometidos a ocupación, desde Palestina hasta Afganistán o Iraq, o a intervención militar como Siria, Libia o, indirectamente (a través del «aliado» saudí), el Yemen. Esta relación colonial con el mundo árabe se prolonga en el interior de las metrópolis europeas, en países como Francia o Bélgica que acogen en condiciones de relativa exclusión y marginación a importantes comunidades inmigrantes procedentes en su mayoría de Argelia o de Marruecos, antiguas posesiones coloniales francesas. Bélgica no fue directamente potencia colonial en estos territorios, pero a través de la común francofonía, se ve asociada en esta relación con Francia. Como ha afirmado recientemente Pierre Joxe, antiguo ministro del interior y de defensa en gobiernos socialistas franceses, es imposible comprender lo que ha pasado en París o lo que ha ocurrido en Bruselas sin atender a este pasado y este presente coloniales. «Hoy vivimos -sostiene Joxe- crisis que están acompañadas de ciertas imágenes de guerra, e incluso de guerra colonial. Cuando ve usted que se emplean soldados para montar guardia ante las estaciones, o se contempla habilitar unidades militares para abrir fuego en operaciones de policía, que hay estudios realizados para ver en qué medida unas operaciones de mantenimiento de la paz en medio urbano podrían inspirarse de las operaciones de mantenimiento de la paz en medio extranjero, hay motivos para inquietarse. Sobre todo si las reflexiones sobre los orígenes sociales del terrorismo se reprimen, casi se prohíben, con declaraciones alucinantes como «Explicar es ya querer disculpar.» » Por otra parte, atendiendo a las motivaciones de los sujetos que realizaron los atentados, tampoco puede tomarse al Islam como una motivación simple e unívoca, pues el texto religioso musulmán comparte con los demás textos religiosos una inmensa ambigüedad que llega en numerosos casos a la contradicción, invitando como la Biblia, tanto a la guerra contra los enemigos de la fe, como a la paz, al amor y a la tolerancia.
4. El colonialismo actual actúa bajo la forma de la independencia y la soberanía de los Estados y no ya en el marco de una dependencia directa de un territorio extraeuropeo respeto de una potencia europea o, en general, occidental. La larga retahíla de déspotas y dictadores que las insurrecciones árabes pretendían destronar es la forma política de esta dominación. Su forma económica es el control por empresas occidentales o por mercados controlados por los occidentales de las materias primas y productos agrícolas de estos países. La dictadura y el despotismo facilitan la extracción de riqueza desde los territorios coloniales. En algunos casos, no es ni siquiera necesario que exista un régimen político estable, pues los negocios pueden perfectamente adaptarse a las condiciones de una guerra civil abierta o larvada como ocurre en el Este del Congo o en Iraq o Siria. En estos países se considera suficiente que no exista un gobierno potencialmente hostil, lo cual queda garantizado por la perpetuación de la guerra civil. La ocupación y destrucción política y social de Iraq y, posteriormente de Siria, ha supuesto la liquidación como sujetos políticos de los dos únicos Estados árabes capaces de hacer frente al baluarte de la dominación colonial occidental en el Oriente Medio que representa Israel. El restablecimiento en Egipto de una brutal dictadura militar tras un breve episodio democrático obedece a la misma finalidad.
5. Dado que las intervenciones en países como Iraq o Siria son de sobra conocidas, como lo son también sus efectos de destrucción material material, moral y política de sus sociedades, baste decir que, igual que las bombas norteamericanas sobre Camboya produjeron a los Jemeres Rojos, las bombas sobre Iraq y el bloqueo de la insurrección democrática Siria por fuerzas oscurantistas y criminales ha terminado por generar el monstruo llamado Estado Islámico. Sin embargo, el Estado Islámico (o Daesh según sus irreverentes siglas en árabe), solo puede operar en los países occidentales si tiene bases de apoyo. Estas bases de apoyo se las proporcionan los espacios de exclusión, marginación social y racismo antiárabe y antimusulmán, los mismos espacios en los que se reclutó a miles de voluntarios para combatir junto a Daesh en Siria. El racismo como relación social es el caldo de cultivo de los terroristas.
6. El racismo se dice de muchas maneras. Hay un racismo de clase como el que describe Owens en Chavs, pero hay también racismos coloniales, inherentes al propio orden colonial. Son distintos. El racismo de clase no disputa el control de un territorio o de toda una sociedad, impone brutalmente un poder social en la misma sociedad. El racismo colonial puede ser exterminista, el social discriminador y excluyente. El racismo colonial extrema la lógica del poder soberano, pone al orden del día el poder de dar la muerte. El racismo social toma como modelo otra discriminación, la sexual, dando al trabajador, al chav, caracteres que la retórica patriarcal atribuía a las mujeres: falta de inteligencia, pulsionalidad, sensiblería de mal gusto…El racismo social es la ideología de una exclusión interna, homóloga a la de la mujer, una exclusión que no puede acabar en exterminio. El racismo colonial, en cambio, se presenta en la periferia como exterminismo, como liquidación violenta de poblaciones mediante el bombardeo, las ejecuciones masivas, las deportacions, las hambrunas etc. El racismo colonial en su dimensión metropolitana es una exclusión interna figurada en modelos como el gueto, la banlieue, el bantustán o el propio campo de concentración. En cualquier caso, todos los racismos tienen una característica común: no tienen como punto de partida una supuesta «raza» preexistente, sino que construyen la raza a partir de los mecanismos de la exclusión, como un efecto secundario de estos. Los japoneses, en la Sudáfrica del apartheid, eran…blancos. El racismo de Daesh, en su inmensa brutalidad, reproduce con justificaciones ideológicas propias, el racismo colonial y su perspectiva exterminista. Pretende ser su espejo. Por eso no es posible ningún diálogo ni negociación con esta gente, del mismo modo que los iraquíes jamás pudieron dialogar con sus brutales ocupantes norteamericanos.
7. Quien afirma, por otra parte, que los atentados de Bruselas son producto del Islam está afirmando que un texto ideológico contradictorio, como todos los textos religiosos, inspira una sola línea de conducta. Lo cual es imposible. Como pueden derivarse del Islam líneas de conducta variadísimas, igual que el cristianismo ha producido la Inquisición pero también al padre Damián o la teología de la liberación, habrá que buscar la explicación de los atentados fuera del texto ideológico. Ningún texto ideológico se explica por sí mismo, a diferencia de un texto científico, pues la ideología es producto de la imaginación, no de la razón o del concepto. Un enunciado ideológico solo se explica por una causalidad exterior. En el caso de los atentados yihadistas, la ideología debe considerarse como un aspecto dependiente de otras prácticas, las cuales, a su vez se explican por las condiciones concretas de existencia de sus agentes, en concreto, las condiciones políticas y sociales. La miseria y la violencia colonial son factores determinantes que crean en el caso del yihadismo un caldo de cultivo para otras formas de violencia: la delincuencia, las pandas, la quema de coches o el terrorismo…. Estas se expresan, en las distintas comunidades, a través de sus significantes ideológicos propios. En la comunidad musulmana, a través de una variante sectaria y herética del Islam.
8. Solo cabe acabar con el caldo de cultivo que hace posible esta violencia especular de Daesh y sus bases sociales occidentales, poniendo fin en primer lugar a la guerra colonial y a los bombardeos que afectan a la población civil, desmantelando en el pleno respeto de la legalidad democrática las redes armadas existentes en la metrópoli, cortando los circuitos de financiación de esas redes, pero sobre todo acabando con su caldo de cultivo social en los espacios coloniales internos (guetos, «banlieues» y demás zonas de exclusión) y externos a Europa (espacios coloniales clásicos como Irak, Siria, Libia, etc..). Hay que acabar urgentemente con la exclusión dentro de nuestras sociedades y con la mirada racista y xenófoba que la acompaña, doblemente racista en el caso de las comunidades procedentes de los espacios coloniales. Hay que acabar con la miseria, el analfabetismo masivo y el despotismo político en los países árabes, como reclamaban hace cuatro larguísimos años las «revoluciones árabes». Esto requiere a su vez que se modifique radicalmente el sentido de la redistribución de la riqueza en nuestras sociedades, que se acabe con el parasitismo del capital financiero propio del ciclo neoliberal.
Sin esto, seguiremos intentando curar la enfermedad atacando solo lo que es un síntoma, pues no se soluciona mediante bombardeos, injusticias y tiranías un mal causado por los bombardeos, las injusticias y las tiranías.

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Un día para los humanos derechos // Lucas Paulinovich

La disolución del campo socialdemócrata, asumido como protagonista de la recuperación republicana, héroes cívicos, se asienta sobre la base de una épica de la renuncia. Fin de la dictadura, fin de la violencia. Fines de ciclo para abrir nuevas oportunidades democráticas: la derecha careta propone la recuperación de los valores democráticos del ’83 como forma última de capitalización del factor radical. Ya lo vemos en las editorializaciones, los pedidos por la memoria completa, la construcción lenta y programada del romance del buen ciudadano, los justos valores de la resignación y los provechos de la servidumbre. Es el rechazo a toda forma de violencia expuesta, la consagración del orden consensual. Un sistema político encabezado por expertos capaces de gestionar los asuntos de estado para evitar desastres. Esa es la disyuntiva compleja: buitres o ajuste peor. Lo común, negado, en manos de una oligarquía dirigente ligada al capital financiero internacional, seguidos por especialistas que aportan fundamento científico y periodistas e intelectuales que dan legitimidad pública.
Ya no es útil el componente institucionalista –de toda institucionalidad, que excede el registro de institucionalidad jurídico-política tradicional del radicalismo-. Son tiempos de modernización. El gobierno se propone como la posibilidad definitiva de lograr el paso hacia la sociedad libre. La necesidad histórica del libre mercado. Una sociedad de iguales, donde todos pueden comprar y vender. Nuevos paraísos neoliberales, sin los viejos límites al poder del mercado, sin otra noción institucional. Ya pasó eso de la familia, la patria, la escuela, las religiones. Ahora es un régimen de extracción, eficiencia y rentabilidad, búsquedas del rendimiento. Hay un sinceramiento: la ley no es del papel, es la materia desconcretizada, la dinámica del mercado. La transformación del oprimido en exprimido, consumo sin política, capitalismo sin discursos sofocantes, música ambiente de shoppings.    
La visita de Obama tiene algo más que provocación. Es parte de una fijación de gobernabilidad que desplaza lo político como elemento principal. El capitalismo arrasador de la producción extractiva llevado a programa de gobierno. Ya vendrán los tiempos de las transiciones, la oferta de matices entre candidatos. Ahora es necesario sentar las bases para hacer progreso, un imperativo que castiga a aquellos que no-se-dejan-progresar. Una cifra esencial que codifica todo lo humano. El humanismo universalista, que borra las particularidades, es una adición en la instrumentación de la crisis. El orden es logística, la administración de las estructuras que capturan y organizan el movimiento de la vida. Cuestión de tiempos, costos y proyecciones. No hay materia, sino destellos: lo humano es un detalle. El estado está ahí para procesar la adecuación a la normalidad.
La llegada de Obama es la reconfiguración de la Argentina como referente regional de un orden subordinado al occidente. Pero también una confirmación de la nueva época en las instancias vitales, la instalación de un código de compatibilización, un espacio de conectividad sin obstáculos que permita la circulación fluida. La encuestología, la ciencia de la imagen, las redes sociales, el estudio de mercado como fuente primordial del saber político. Saber reproductivo e inteligencia artificial, cuerpos-territorios de tecnología, modos de tramitar los conflictos sin que estallen, licuación. Hasta acá llegaron las pasiones revanchistas, en adelante, es tarea de la adultez prudente de la justicia. Los derechos humanos reducidos al decisionismo ejecutivo: dar sentencia. Para eso están los jueces, que saben, son justos, leen e interpretan con precisión las leyes y hacen política como si no la hicieran.  
Los derechos humanos son aquellos que se dan en la interface del mercado financiero. Una tentativa de libre disponibilidad, marcos de inteligibilidad y estabilidad para las operaciones a futuro. Las apuestas financieras, único momento de incertidumbre. Todo lo que queda por fuera es objeto para la acción disciplinante, promesa de previsibilidad y seguridad. Formas amigables de asumir el riesgo, estados de ánimo ansiosos por un porvenir de premios.    
La refundación de la Argentina sobre la catástrofe-que-no-fue tiene que superar sus limitaciones concretas. La primera: la plaza del 9 de diciembre, despedida histórica de un presidente. La segunda: el estado de la economía recibida. Otra: la mayor movilización y los focos de resistencia –más allá de su efectividad-. Pero no hay solo una justificación, sino una narrativa política que va por toda la realidad: la pesada herencia obliga al entusiasmo, la toma de decisiones, la determinación de embarcarse en la “aventura personal”. Un nuevo humanismo, en definitiva. El pasado perverso dejó sus lastres: retóricas setentistas, hijos reivindicando la violencia de sus padres, combatividad, nociones de lo público basadas en el gasto, el vaciamiento de reservas, vagos y mantenidos. Pero no hubo estallido.
La apertura de sesiones del Congreso necesitó del binomio apocalipsis-salvación. Contener adhesiones, retener las voluntades que votaron y empiezan a padecer los efectos de las medidas de gobierno. La “unidad de los argentinos” solo es sostenible ante un temor mayor, nuclear, un riesgo letal que aqueja la vida de todos. El ajuste es necesario. El terror está activo, introyectado, son los usos de la inseguridad, valor agregado del terror.   
Eso impone algunos desafíos para la autoayuda, sabiduría inaugural de nuevos pactos. El entusiasmo promovido por sus gurúes como respuesta al pesimismo crítico de las izquierdas. La de la alegría es una revolución en sí misma, sin historia. Trabajar-consumir entre iguales, para eso también es necesaria la limpieza. Ahí están los ídolos de la entrega para cumplir con sus objetivos, tomar las medidas rituales para provocar la “lluvia de dólares”. Pero el clima no ayuda, las contradicciones internas al bloque exportador, las presiones de los grupos concentrados que integran el equipo de gobierno, impiden la sana transición a la libertad. El arreglo con los buitres, entonces, es una epopeya necesaria para inspirar confianza y atraer inversiones, préstamos y liquidación de divisas. Buitres y Obama, dibujos de la Argentina en ciernes: estado moderno que recibe al más moderno de los presidentes, que ahora se dispone a abrir los archivos y hasta condena el terrorismo. La reorganización institucional sigue esa temporalidad de la emergencia: protocolos represivos y audacia empresarial, un orientalismo Pro de optimismo resignado. 
Terrorismo importado
La memoria pierde consistencia, es una atrofia de la experiencia, se dijo, en este caso funciona. Produce un aplanamiento de las sensibilidades, genera clientelas sin poder crítico: no preguntar sobre categorías y esquemas de pensamiento, hay una plataforma racional incuestionable, un fondo humano común y homogéneo, la unidimensionalidad perceptiva. Lo humano es postergar la pregunta sobre lo humano, aceptar la humillación.
Se gesta así un humanismo universalista que conmemora desde el gobierno de los aliados de la dictadura, las atrocidades cometidas por ésta. Una censura moral sobre la violencia, un establecimiento, a su vez, de límites y condiciones para ejercer la libertad. La memoria del golpe de estado tiene esas características de descontextualización, desarticulación, fragmentación. La equivalencia, reaseguro de la competitividad: todos se comportaron mal, todos mataron, cada cual elige con quién se compadece. Es un recuerdo fugaz, un consumo rápido y estandarizado del pasado. Enseguida termina y ya llega el 25, hay que seguir el rumbo nuevo.
El conflicto constitutivo del orden social queda negado. La avanzada humanista identifica los nuevos focos problemáticos, los que conservan la violencia. Desentrama: hay sujetos conflictivos y otros que viven y trabajan en paz, deseando la paz, sufriendo sus alteraciones. Los individuos democráticos, entonces, son esos que aspiran a la igualdad, una igualdad para el intercambio estable de mercancías. El triunfo del mercado en todas las relaciones humanas. La condena a las violencias del pasado, la reformulación de los dos demonios, tiene un activo presente: promueve el efecto moral que habilite la sanción a los que rompen las reglas. El estado es un generador de soluciones, no de problemas. El reparto de lo vital se continúa con esas arquitecturas: la oficina, donde se gestiona; el after office, donde se toma algo –un trago, un bar, el cuerpo femenino-. Futuros-productos, accesibles, promisorios, a la vez que exigentes, mercadotecnia vital. Hay que ganarlos, no derrochar energías, ponerlas al servicio del crecimiento, de la mejora, más, más y más. Momentos de tensión y distención, vértigo y euforia en las descargas. Gobernanza de los tecnoduros. Algo de eso se deja ver en la publicitada mutación de la ideología a la sensología, donde gobiernan las emociones y sensaciones fugaces. 
Las teorías de los cercos
La incapacidad del gobierno kirchnerista de romper el condicionamiento de la producción extractiva, desviar el tránsito hacia la reprimarización de la economía y alterar el perfil agroexportador, no impidió el avance del extractivismo hacia todos los espacios de la vida social. La financierización y el estímulo al consumo facilitaron la puesta a punto de las sensibilidades mansas del no-me-importa, la fertilización del en-algo-andará y otras renovaciones de las fórmulas de sometimiento y aceptación que fueron superficie para el despliegue del poder represivo militar. Los civiles del golpe llegan al poder antes que se juzgue su participación. La culpabilidad estructural es el punto máximo, no se puede indagar más allá, en lo inconfesable.  
Ahora los dueños del lavarropa están a cargo del control del lavado, el estado es el facilitador del juego, estado croupier. Quita obstáculos, desmonta, desmaleza: prepara las condiciones para la circulación rápida y eficiente del capital. La planificación –en el plano de la producción, pero también de las subjetividades- es extractiva: zonificación de acuerdo a las posibilidades de abastecimiento; especialización productiva: cada sector produce lo suyo y todo sale por el mismo puerto; concentración de las cadenas; dependencias recíprocas, jerárquicas, descendentes. La normalidad debe ser custodiada.  
El agite, los pibes, la vida en los barrios, los que traen el terror, son los contestatarios a esa proyección infinita del dinero. La nueva política encuentra su nueva subversión. Es una precipitación, presencia maligna que se inaugura a sí misma como experiencia. No tiene reproducción hacia adelante, actúa, ejecuta su fuerza. Es pura intensidad que se libera del sometimiento del futuro. No quieren modernizarse. No tienen, tampoco, origen, creencia, nada que lo contenga y pueda amoldarlo. Solo fiesta y ritmo, dispersión. Fue un problema para las lógicas de protección estatal y seguridad social, son una amenaza para la reconversión tecnicista del estado. No encajan en los programas militantes, menos en los cálculos tecnocráticos. Siempre orilleros, imprevisibles, desafiantes, amenazadores, desplegándose, saliéndose de los roles asignados, revoltosos. Hacia ellos apuntan los derechos humanos en forma de armas reglamentarias, pistolas taser, operativos policiales. Son los actores principales del terrorismo de importación, los objetivos de la seguridad democrática.    
¿Cómo hacer para procesar la conflictividad por fuera de una enunciación violenta, expulsiva, que asusta a los templados, sin dejar de reconocer la condición de violentados, sin caer en la destilería de la alegría, en las frases lavadas que tienden a vaciar los contenidos conflictivos, a mostrarlos como predisposiciones anímicas, diferencias fácilmente solucionables en el plano del diálogo armonioso? Hay que enfrentar la desmaterialización del conflicto social, las nuevas políticas de la memoria, estos otros derechos humanos. Indagar la manera de recuperar el fondo material del conflicto sin caer en las herramientas que nos asistieron hasta ahora y que exhibieron su fracaso, explorando otros lenguajes, saltando las conceptualizaciones modélicas, las poses acostumbradas, los guiños de complicidad entre pares, dejando a un lado la persuasión del argumento, o dotándolo de otras manifestaciones, irradiaciones que calen en el nivel de los afectos, que los cuerpos se vean conmovidos por esa violencia latente de la deshistorización, exigidos por esa obscenidad de lo hueco que deviene silenciadora. Porque, en definitiva, esta banalización de la crueldad, el cinismo de los mejores, es una gran violencia ejercida contra las mayorías, y la no resolución de eso, puede desembocar en la violencia más descarnada, seguramente, cuando se agote la paz-ciencia.

Clinâmen: 10 años del incendio del taller textil de Luis Viale

En el hecho murieron seis personas, cinco de ellos menores de edad. El incendio visibilizó el entramado precario que sostiene a gran parte de la industria textil en Argentina. Mañana habrá una marcha desde Donato Álvarez y Gaona hasta Luis Viale 1269, donde funcionaba el taller. El 19 de abril comenzará el juicio oral y público por la causa.

En esta mesa de Clinamen, participan Juan Vázquez, del Colectivo Simbiosis Cultural, y Gabriela Carpinetti, abogada de los talleristas que perdieron a sus dos hijos por otro incendio en la calle Páez.

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