Anarquía Coronada

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Formatos estandarizados de comprensión de los otros // Diego Valeriano


Hace unos años Prat Gay propuso formalizar a los feriantes de La Salada ¿Sabes por qué? Porque les tiene miedo, porque sabe que las vidas runflas son su principal enemigo, lo eran en ese momento, lo son ahora.
Frente al banquismo de la restauración careta,  las vidas runflas y su capitalismo de abajo, emergen como los  verdaderos contrincantes. Prepotentes y desordenadas; pero con una convicción: se juegan verdaderamente la propia día a día.
¿Y las plazas? Sin duda alguna los artistas, empoderados y militantes están más cerca de Prat Gay; aunque contrincantes en la política; comparten el temor por el runflerio.
Y está bien, son de temer, vienen por todo. Son una expectativa de la viralización de mundos posibles. Horribles por una lado; festivos, revolucionarios y conflictivos por otro. Vitalización de formas de vida que asusta.
Y como asusta hay que minimizarlos, explicarlos, victimizarlos. Las vidas runflas no son trabajadores de la economía popular; son muy otra cosa. Son una fuerza indómita, son una fiesta, son construcciones improbables y artificiosas. No son organizables con los nobles parámetros de la política.

El término popular los minimiza, no los describe. Son la expresión de lo ilegal, sin duda alguna son el enemigo. Uno que acecha formas de vida cristalizadas, carreras, morales, consumos y  formatos estandarizados de comprensión de los otros desde la política.

Manifiesto por las libertades civiles en España y Europa

Por la libertad sin cargos de los titiriteros

Europa marcha hacia su decadencia. El continente que pretendió emerger de la posguerra como garante de las libertades y derechos civiles, se está hundiendo en la naturalización de la barbarie y en el vacío de una forma de gobierno crecientemente autoritaria. Enfrentada a la crisis más severa de su historia reciente, ha elegido el peor de los caminos, emprendiendo políticas que creíamos erradicadas.
En términos económicos, la austeridad no ha conducido a la prometida recuperación del crecimiento. Antes bien, parece que nos veremos obligados a atravesar un largo periodo de estancamiento, de crecimiento de las desigualdades y de concentración de la riqueza. A su vez y ante el creciente descontento interno, muchos países de la Unión han apostado por una política desinhibidamente represiva. Así se observa en la reducción de la tolerancia institucional hacia la protesta, en la construcción recurrente de la figura del “enemigo interno” y en la centralidad de la “guerra contra el terror” como sustituto del principio legítimo del derecho a la seguridad. Prueba de esta tendencia es la cruel indiferencia, cuando no la obvia criminalización, con la que los Estados europeos tratan a las poblaciones africanas y de Medio Oriente, que huyen de conflictos en los que la Unión parece tener no poca responsabilidad.
Hasta la propia Francia, en otro tiempo formidable espacio de conquista de libertades y derechos, ha devenido laboratorio de un nuevo modelo dirigido a limitar las libertades civiles. Ante el avance de la extrema derecha interna y los atentados del islamismo radical, un gobierno socialdemócrata se ha arrimado al carro del gobierno securitario y el Estado de emergencia. Otro tanto ha sucedido en Bélgica. Y ejemplos de gobiernos aún más radicalizados (para lo peor) los encontramos en países de Europa del este como Polonia.
España no ha quedado al margen de esta siniestra tendencia a la restricción de derechos y libertades. Aunque las libertades civiles fueron quizás la parte más reconocida y desarrollada en el capítulo segundo de nuestra Constitución, los sucesivos cambios del Código Penal y el uso político de la judicatura han ido haciendo una interpretación cada vez más restrictiva de las libertades fundamentales. Así lo hemos visto estos días, con la declaración en la Audiencia Nacional y la prisión preventiva de dos titiriteros por el simple hecho de interpretar una obra de ficción en la calle. También, en fechas recientes, hemos asistido a la celebración del juicio a los “8 de Airbus”, todo un sumario político contra el derecho de huelga y que afecta a los cerca de trescientos encausados por este motivo.
Son simplemente dos casos que se suman a sucesivos cambios de la legislación, como la reciente ley de seguridad ciudadana, también llamada “Ley Mordaza”, que permite los “registros preventivos”, blinda la autoridad policial frente a la palabra de los encausados y generaliza las multas para hechos no tipificados con contenidos claros, permitiendo el arbitrio y la discrecionalidad. Esta ley constituye la última de las modificaciones punitivas y restrictivas de derechos realizadas, y se añade a sucesivas modificaciones del Código Penal.
Conscientes de que sin derechos civiles no existe siquiera el basamento mínimo de una democracia, y ante la preocupación por la rápida involución hacia el autoritarismo en muchos países de la Unión, los abajo firmantes exigimos a nuestros representantes políticos en Europa que trabajen por el reconocimiento y ampliación del derecho europeo al asilo y que se establezca algún tipo de carta que, a nivel continental, blinde los derechos civiles.
En la misma línea, pero en relación con la legislación y la arquitectura institucional española, exigimos:
  • La inviolabilidad efectiva de los derechos de libertad de expresión, manifestación, asociación y reunión. Esto implica la derogación de la Ley Mordaza, así como de todas las formas de represión burocrática para hechos que no constituyen claros comportamientos sancionables.
  • La garantía plena del derecho de huelga, lo que supone la derogación del artículo 315.3 del Código Penal reconocido como “delito de coacción a la huelga”, que ha sido utilizado contra la movilización de los trabajadores.
  • La independencia efectiva de la judicatura de intereses políticos y económicos, y la plena garantía del derecho a la Justicia. Dentro de este capítulo cabe considerar la reforma o liquidación de la Audiencia Nacional, que actúa a los efectos como un tribunal de excepción.

http://www.porlaslibertadesciviles.org/

***

Firmantes Iniciales

  • Noam Chomsky -Professor Emeritus, Massachusetts Institute of Technology (MIT) 
  • Antonio Negri -Filósofo y ensayista
  • Tariq Ali – Escritor, cineasta e historiador
  • Carlos E. Bayo – Director de Público 
  • Sivia Federici – Emerita Professor – Hofstra University – Hempstead, New York
  • Javier Gallego CRUDO – Periodista
  • Ana Barba – Edafóloga, Miembro de CB Radio y activista social 
  • Wu Ming – Colectivo de escritores, Italia
  • Alejandro Gómez Selma – Presidente de ALA (Asociación Libre de Abogadas y Abogados)
  • Sonia Martínez Aguilar – Activista social 
  • Raúl Maíllo – Abogado
  • Emmanuel Rodríguez – Editor y ensayista 
  • Teun van Dijk – Senior Researcher de Análisis del Discurso en la Universidad Pompeu Fabra
  • Pablo Lópiz Cantó – Profesor de Filosofía. Universidad de Zaragoza 
  • Sandro Mezzadra – Escritor, activista social y profesor de la Universidad de Bolonia
  • Pilar García de Gracia – Psicóloga y activista de AACCSM
  • Gilbert Achcar – Professor, SOAS, University of London
  • Raúl Sánchez – Colectivo democracia
  • David Gámez – Editor en Traficantes de Sueños
  • Juan Torres López – Catedrático en la Universidad de Sevilla en el Departamento de Teoría Económica y Economía Política
  • Alberto E. Azcárate Aramburu – Activista social
  • Lorenzo Pascasio – Estudiante de comunicación y fotógrafo
  • Daniel Gutiérrez – Democracia real YA! y Ganemos Madrid
  • Carlos Aguirre de Cárcer Moreno – Abogado
  • Kiko de la Rosa – Activista Social
  • Ramón Grosfoguel – Professor of Chicano/Latino Studies. Department of Ethnic Studies, Berkeley University of California
  • Yolanda Sutil – Activista social
  • Txeka – Ganemos Madrid
  • Pablo Elorduy – Editor del Periódico Diagonal
  • Antonio Ramos – Ganemos Madrid
  • Pedro Santisteve – Abogado y Alcalde de Zaragoza 
  • Miguel Urbán – Diputado por Podemos en el Parlamento Europeo
  • Pablo Carmona – Historiador y Concejal en el Ayuntamiento de Madrid por Ahora Madrid
  • Isidro López – Diputado de la Asamblea de Madrid e investigador en ciencias sociales
  • Carlos Sánchez Mato – Economista y Concejal de Economía y Hacienda de Madrid
  • Jaime Pastor – Profesor en ciencia política por la UNED
  • Raúl Burillo – Inspector de Hacienda
  • Angel Cappa – Entrenador de fútbol
  • Vincent Mosco – Professor Emeritus of Communication and Society, Queen’s University
  • Víctor Francisco Biau – Titiritero y director de teatro
  • Joan Pedro – Professor in Media and Communications Saint Louis University of Madrid 
  • Miguel Alonso Ortega – Doctorando y traductor (Palermo, Italia)
  • María Fernanda Rodríguez López – Ganemos Madrid
  • Martín Mujica – Área Audiovisual – Archivo Nacional de la Memoria (ex ESMA) – Secretaría de Derechos Humanos (República Argentina)
  • Patricia Horrillo – Periodista Independiente 
  • Stéphane M. Grueso – Cineasta 
  • Olga Rodríguez – Periodista
  • Jesus Maraña – Director Editorial de Infolibre
  • Antonio de Frutos de Mingo – Concejal de Somos Velilla
  • Mirta Núñez Díaz-Balart – Profesora de Historia de la Comunicación Social e Investigadora
  • Miguel Mora – Periodista
  • John Nerone -Professor Emeritus of Communications Research and Media and Cinema Studies at the University of Illinois at Urbana Champaign
  • Enrique Villalobos – Presidente de la FRAVM 
  • Pascual Serrano – Periodista
  • Natalie Fenton – Professor of Media and Communications Goldsmiths, University of London
  • Isabel Serra – Diputada de la Asamblea de Madrid por Podemos
  • Nuria Alabao – Periodista 
  • Juan Carlos Barba – Director de Economía Directa en CB Radio 
  • David Bollero Real – Periodista
  • Jorge Luis Bail – Diputado en el Congreso por la candidatura de  Podemos-Alto Aragón en Común 
  • Carlos Berzosa Alonso-Martínez – Catedrático de Economía Apliada. Ex-rector de la UCM
  • Henry Giroux – McMaster University Professor for Scholarship in the Public Interest 
  • Lorena Ruíz-Huerta – Diputada de la Asamblea de Madrid por Podemos  
  • Des Freedman – Professor of Media and Communications Goldsmiths, University of London 
  • Alberto García-Teresa – Poeta y crítico literario
  • Toby Miller – Professor of Media & Cultural Studies, Cardiff University 
  • Rommy Arce – Concejal en el Ayuntamiento de Madrid por Ahora Madrid
  • Simona Rentea – Professor in International Relations Saint Louis University of Madrid 
  • Dario Azzellini – Universidad Johannes Kepler Linz, Austria
  • Raúl Camargo – Diputado de la Asamblea de Madrid por Podemos
  • Gal Kirn – Researcher, Berlin, Germany
  • Neskutz Rodríguez – Portavoz de Podemos en las Juntas Generales de Bizkaia
  • Jerome Roos – Editor of ROAR Magazine
  • Carmen San José – Diputada de la Asamblea de Madrid por Podemos
  • David Berry – Senior lecturer in media communication at Southampton Solent University
  • Fernando Fernández-Llébrez González – Profesor de Ciencia Política. Universidad de Granada. 
  • Jacinto Morano – Diputado de la Asamblea de Madrid por Podemos
  • José Luis Moreno Pestaña – Profesor de Filosofía Universidad de Cádiz 
  • Violeta Barba Borderias – Diputada de las Cortes de Aragón por Podemos.
  • José Manuel Corrales Calderón – Obrero periodista desempleado 
  • Pablo Sánchez León – Investigador en la Universidad del País Vasco 
  • Christian Fuchs – Professor of Social Media, University of Westminster
  • José Luis Carretero Miramar – Escritor, profesor y jurista 
  • Félix Izquierdo Bachiller – Abogado
  • José Luis Villacañas Berlanga – Catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid
  • Antonio Montes López – Concejal de IU Velilla de San Antonio
  • Dori Fernández Ramos – Activista en Asociaciones de Defensa de Enfermedades de Sensibilidad Central
  • Andrea Benites Dumont – Periodista 
  • Ramón Zallo – Catedrático de Comunicación Audiovisual en la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea
  • Francisco Bernete García – Profesor de la UCM
  • Itxaso Cabrera – Diputada en las Cortes y parte del CCA de Podemos Aragón
  • Francisco Sierra Caballero – Catedrático de Teoría de Comunicación (Universidad de Sevilla) y Director de CIESPAL (Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina)
  • Pablo Rochela – Consejo Ciudadano de Podemos Aragón
  • Alberto Jiménez López – Trabajador y activista social
  • Gonzalo López Calvo – Politólogo, miembro de Ahora Madrid
  • Alfonso Fernández Tello – Maestro 
  • Mike Wayne – Professor in Screen Media, Brunel University
  • Hazael Fernández Díaz – Estudiante
  • María Fernanda Cera Márquez – Profesora de Ciencias Sociales
  • Elena Giner Monge – Socióloga y concejala delegada de Participación, Transparencia y Gobierno Abierto y la de Policía Local en el Ayuntamiento de Zaragoza
  • Aitor Jiménez González – Abogado
  • Israel Covarrubias, Profesor en la Uacm, México
  • Ana Marco – Cooperativista energética
  • Katarina Peovic Vukovic – Assistant professor at the Department for Cultural Studies, Faculty of Philosophy, Rijeka, Croatia
  • Juan Ignacio Martínez Cañizares – Productor en CB Radio
  • Luisa Broto Bernúes – Trabajadora Social, Vicealcaldesa y Consejera de Acción Social  del Ayuntamiento de Zaragoza
  • Asier Blas Mendoza, – Profesor de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Bilbao, País Vasco
  • Francisco José Silvosa Pin – Ingeniero
  • José Luis Rodríguez García – Catedrático de Filosofía, Universidad de Zaragoza 
  • José Luis Garrot Garrot – Historiador y arabista
  • Ricardo Curtis – Periodista
  • Koldo Sandoval – Miembro de Onda Diáspora 
  • Enrique Bustamante Ramírez – Catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad en la Universidad Complutense de Madrid
  • Miguel Álvarez – Profesor de Periodismo en la Universidad Pública
  • María Luisa Navarro Pascual – Musicóloga y docente
  • Alfonso Ortega Lozano – Compositor sinfónico y docente.
  • Juan Agustín Marcano – Profesor – Director de Ampliando el Debate en CB Radio
  • Teresa Artigas – Concejala delegada de Medio Ambiente y Movilidad en el Ayuntamiento de Zaragoza
  • Francisco Javier García Martínez – Activista de AACCSM
  • José Antonio Cid Fernández – Economista y jubilado
  • José Antonio Bellón Pérez – Productor audiovisual
  • Leopoldo A. Moscoso – Sociólogo y Politólogo, Investigador, consultor libre y docente universitario
  • Lourdes Orellana Cubiles – Activista feminista, cooperativista y psicóloga
  • David Salar Beltrá – Profesor de conservatorio
  • Gaspar García Gallego – Diseñador gráfico.
  • Francisco Silvosa Costa – Profesor Universidade de Santiago de Compostela (USC)
  • Sagrario Salazar Benítez – Química
  • Benjamin Arditi – Profesor UNAM
  • Lila Insúa Lintridis – Artista.
  • Daniel Broudy – Dean of the Graduate School of Intercultural Communication, Okinawa Christian University
  • Antonio Palazuelos – Profesor UCM
  • Talía Sainz, MD, PhD – Pediatra. Servicio de Pediatría Hospitalaria, Enfermedades Infecciosas y Tropicales. Hospital Universitario Infantil La Paz
  • Rosa de la Fuente Fernández – Profesora UCM
  • Asunción Almela Boix – Arqueóloga
  • Edgardo Mocca – Profesor UBA
  • Víctor Ríos Vidal – Historiador. Revista el Viejo Topo
  • Javier Franzé – Profesor UCM
  • Raúl Domingo Toledano – Profesor de Historia
  • Fernando García Burillo – Editor
  • Carmen Dalmau Bejarano – Historiadora
  • Ignacio Plaza Sánchez – Profesor Enseñanza Pública
  • Fátima Santos Pelegrín – Enfermera
  • Margarita Almela Boix – Profesora universitaria
  • Beatriz Hidalgo Sánchez, – Supervisora en establecimiento hotelero
  • Alicia Durán Carrera – Profesora de Investigación del CSIC
  • Lara Blas. Desempleada – Activista y miembro de AACCSM
  • Aurora Labio Bernal – Profesora Titular de Periodismo de la Universidad de Sevilla
  • Inmaculada Jiménez Morell – Directora Editorial
  • Fernando Rivas  de la Cruz – Profesor de Historia
  • Isabel Rubio Cruz – Documentalista
  • Daniel Mayrit – Artista visual
  • Mercedes Duque Renilla – Maestra jubilada
  • Eustaquio Martín Rodríguez – Catedrático de Universidad
  • Juan Antonio Aguilar – Periodista, Analista internacional
  • Silvia Augé Tarrés – Precaria empoderada
  • Mar Martínez – Profesora
  • Marina Berzosa Cañadas – Documentalista
  • Soledad Raya Cabrera – Maestra jubilada
  • Daniel Puerto – Investigador científico del CSIC
  • Oriol de la Dehesa Demaría – Administrador de sistemas
  • Almudena Cabezas – Profesora y activista social
  • Omar de León – Profesor universitario
  • Mónica Hidalgo Sánchez – Farmacéutica y activista social
  • María Velasco – Profesora
  • Carmen Sanz Pardo – Economista
  • Maria Antonia Muñoz – Profesora
  • Mirta Clara – Psicóloga – Org. Masacre de Margarita Belen – Buenos Aires (República Argentina)
  • Cristina Pérez Sánchez – Profesora
  • Fernando Harto de Vera – Profesor
  • Bob Franklin – Professor of Journalism Studies, Cardiff University
  • Pedro Antonio Honrubia Hurtado – Editor ‘Kaos en la red’, Podemos Granada
  • Laura Tedesco – Profesora de Relaciones Internacionales, Universidad de Saint Louis -Madrid
  • Boštjan Nedoh – Researcher, Institute of Philosophy, Ljubljana, Slovenia
  • Jorge Rodríguez Benaiges – Arquitecto
  • Karmele Montejano de Terán – Arquitecta
  • Carlos Prieto del Campo – Editor y director del Centro de Estudios MNCARS
  • George Caffentzis – Emeritus Professor of Philosophy at the University of Southern Maine.
  • Veronica Gago – Instituto de Investigación y Experimentación Política, Buenos Aires, Argentina.
  • Diego Sztulwark – Instituto de Investigación y Experimentación Política. Buenos Aires. Argentina.
  • George Ciccariello-Maher – Associate Professor of Politics, Drexel University
  • Susana Draper – Associate Professor – Comparative Literature – Princeton University
  • Gabriel Giorgi – Associate Professor, New York University.
  • Kathleen Vernon – Professor – Stony Brook University
  • Steven Marsh – Professor – University of Illinois – Chicago
  • Palmar Alvarez-Blanco- Chair and Associate Professor-Spanish Department -Carleton College, Minnesotta.
  • Ian J. Seda-Irizarry – Profesor Economía – John Jay College, City University of New York
  • Luis Moreno-Caballud, Professor, University of Pennsylvania
  • Alejandro Alonso – Assistant Professor of Hispanic Literature -Brooklyn College and the Graduate Center- City University of New York. CUNY
  • Germán Labrador- Associate Professor – Spanish and Portuguese – Princeton University
  • Federico Pous, Assistant professor, Elon University.
  • Javier de Entrambasaguas Monsell – Spanish Lecturer (profesor de español) – Universidad de Michigan (Spanish Department)
  • Despina Lalaki, Adj. Assistant Professor, The New York City College of Technology – CUNY
  • Alex Callinicos – Professor of European Studies, King’s College London
  • Marcus Grätsch – Blockupy, Interventionist Left, Germany; Left Forum Program Coordinator, NYC, USA
  • Luis González Barrios, Spanish Faculty, Bennington College, VT, USA
  • Maria Saeed Khan, Immigrant Advocate, Center for Women and Families, Louisville, KY, USA
  • Modesto Uceda Pérez, Accountant, Valencia, Spain.
  • Vicente Rubio-Pueyo – Adjunct Professor – Modern Languages – Fordham University

Amor amarillo // Agustín Valle


El kirchnerismo como problema de la resistencia; el imperio de la actualidad; breve genealogía del eficientismo y la desmovilización de la revuelta.
“Vosotros me decís: ‘la vida es difícil de llevar’. Mas ¿para qué tendríais vuestro orgullo por las mañanas y vuestra resignación por las tardes? Nosotros amamos la vida no porque estemos habituados a vivir, sino porque estamos habituados a amar.”
“’En la tierra no hay ninguna cosa más grande que yo: yo soy el dedo ordenador de Dios’ -así rige el monstruo-. ¡También os adivina a vosotros los vencedores del viejo Dios! ¡Os habéis fatigado en la lucha, y ahora vuestra fatiga continúa prestando servicio al nuevo ídolo!”
Así habló Zarathustra
Sería una revolución basada no tanto en una crítica del sufrimiento en la sociedad dominante sino en una crítica total de su idea de felicidad. (…) ‘A decir verdad, la única razón por lo que uno lucha es por aquello que ama -dijo Saint Just-. Luchar por todos los demás es sólo una consecuencia.”
Rastros de carmín
1.
Está rebotina Buenos Aires, cada uno vuelve del descanso y cranea fugarse de nuevo; pero Monstruópolis es pegajosa y  su gravedad puede más que las opiniones de quienes la padecemos y gozamos. Aún convertida en este encierro en el presente que es el verano macrista (“no se puede pensar en otra cosa”). Pero este “sinceramiento” de la vida capitalista que triunfó en Argentina, produce mejor dicho un encierro en la actualidad, y es un atentado masivo contra el presente entendido como el espacio potente de la presencia, abierto por naturaleza. Actualidad lisa, obvia, inmune a nuestros chillidos.
También el kirchnerismo modulaba el tiempo histórico; con una política discursiva sobre las periodizaciones históricas, hizo pasar continuidades por rupturas y rupturas por continuidades, como decía Ezequiel Gatto y demuestra Bruno Nápoli en su En nombre de mayo. Hablar ahora del kirchnerismo parece vetusto y reaccionario ante la inundación de la cínica violencia amarilla, pero el kirchnerismo es un problema para resistir al macrismo -aunque haya que reivindicarlo situacionalmente, como en el último acto electoral, si es herramienta del ánimo multitudinal que lo precede-.
A solo un par de meses, ya parece poco firme su protagonismo en la resistencia (entre lo limitado del “placismo” clasemediero y la fragmentación pejotista), pero además, aún en su versión más romántica el kirchnerismo puede contener la movilización opositora como contención ejerce un féretro, si, como dijo Diego Genoud, se obstina en la misma lectura de sí que nos llevó a la derrota. El motivo triunfante en las elecciones fue el anti kirchnerismo, sustento básico de legitimidad del gobierno que, así, puede alimentarse de una resistencia que tenga identidad kirchnerista (por eso, una de las primeras “plazas”, convocada en principio por un cualquiera desde internet, fue titulada por La Nazión como “concentración del kirchnerismo”: les conviene más eso que una multitud informe). 
Borrar la fecundidad de 2001, tratándolo como llana crisis terminal, fue la más clara violencia del kirchnerismo sobre la genealogía que lo parió. Ver en la revuelta pura crisis es propio de una óptica plantada en el sistema representacional, y -como me apunta Damián Huergo- en el economicismo. Negaron la revuelta como eclosión de intolerancias positivas y arrebatos contra imágenes de lo humano sesgadas y excluyentes; intolerancia alegre y viril contra los condicionamientos políticos de la posdictadura sobre la vida. Negaron que 2001 fue fuente de la agenda y agrimensor de la legitimidad gubernamental ulterior. No se fueron todos pero pudieron quedarse los que entendieron la obsolescencia popularmente determinada del ajuste y la represión (y la corte adicta y en realidad miríada de cosas), del gobierno pleno del embriagado capital concentrado.
Sabido: aquel agite que tumbó al consenso neoliberal noventero fue gestado y efectuado por modos múltiples y complejos, protagonizado por bandas de pibas y pibes, HIJOS, los redondos, motoqueros, desocupados organizados… y, con la idea de que “la juventud volvió a la política” básicamente con La Cámpora, se negó -para aquellos sujetos pero también por tanto de modo genérico- la politicidad que surge de modo inmanente y orgánico de las vidas, sacralizando, en cambio, un modelo de politicidad conciencial, programático, adhesionista, ideológico-moral, en fin, militante: encuadrado, obediente, sacrificial (y, sí, también, soberbio, aunque a quién le importa… salvo por su condición sintomática: solo un triste de fondo, un finalista, es soberbio). La proliferación de agrupaciones diversas se homogeneizó en la morfología de la tropa (desparejamente, por supuesto, en algunas zonas más y en otras menos, pero hasta la propia CFK salió, alertada, a decir “ustedes no son tropa”).
Hubo dos grandes vectores gubernamentales de desmovilización del acontecimiento 2001 como agite abierto, solidarios entre sí: el vil asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (en el que el odio de clase, en los hombres-agentes, como decíamos en A quién le importa, no fue exceso, sino que encarnó, hecha instinto, la razón de Estado), y el otro vector de desmovilización de 2001 fue el kirchnerismo, detrás de varias de cuyas facetas se pergeñó, conflictiva pero firmemente, el umbral de restauración del orden conservador.
La masacre y el gobierno kirchnerista fueron dispositivos ante todo distintos, pero, aún así, vimos cómo la inyección de tristeza y espanto de aquella intervención policial produjo una mutación anímica de trasfondo en los movimientos sociales desde la cual se entiende su posterior aceptación del llamado gubernamental, al abrazo del Estado y su provisión de guita y nuevos derechos -bueno, en realidad la guita resultó ser un derecho: esa fue una política del capitalismo argentino provocada por el sacudón de 2001, iniciada pragmáticamente por Duhalde, convertida en divisa por Kirchner.
El encargado de operar la conversión de agitadores en micro empresarios sociales o en funcionarios o en “receptores” de dádiva estatal fue el mismo que, cumplida la desmovilización de los sujetos más organizados de la revuelta, se ocupó de reinstalar la represión, y por cuya boca el gobierno de los derechos llamó energúmenos a trabajadores que defendían luchando el civilizado botín de sus puestos de trabajo, doctor Garca Berni: repartió primero plata -que resultó disolvente de la organicidad de muchos movimientos-, luego palos y tiros.
¿Realmente debemos recordar que los derechos solo son subjetivantes -es decir hacen a una mutación efectiva del cuerpo- cuando se conquistan y elaboran, nunca cuando simplemente se reciben de parte de alguien, que pasa a ser condición necesaria de mi -refutada- libertad? Y parece que debemos recordar, también, que si el grueso esencial de los derechos recibidos consiste en un aumento cuantitativo de los productos y servicios que se reciben por dejar la vida en el mercado (incluso el trabajo mismo como premio, “tengo trabajo”, “conseguí trabajo”, etc), lo que más se reconfirma, en la médula misma de la inteligencia corporal y social, es el juego del cual esos son los premios, y no la potencia inventiva y soberana de la subjetivdad.
(Ya la idea misma de redistribución de la riqueza -con todo lo bancable que obviamente tiene- puede ser una vía de refirmación de fondo del juego capitalista, sobre todo si en realidad se trata de un aumento del mercado interno pero sin alteración de los poderes adquisitivos relativos entre los estamentos sociales; alteración política hay si se redistribuyen también los poderes decisorios y valorativos -como ejemplito, recuerdo un video que circuló, sobre asambleas ciudadano-escolares donde se decidía colectivamente cómo sería el uniforme de los alumnos, en Cuba: pura belleza e intensificación cualitativa de la vida. No se trata nunca de la cosa, sino del tipo de movimiento vital que la involucra-).
Esa desmovilización de la revuelta alcanzó su cénit en los festejos del bicentenario: una fiesta programada gubernamentalmente, con lo político como espectáculo. Yo ahí lo vi a Julio Blanck con su familia: ni él podía no estar, porque la afectividad de la fiesta era más fuerte que discursos argumentos o ideas. Se estaba ahí y punto, en esa movilización total del traspaso del protagonismo desde los cualquiera, comunes, los nosotros, etc, hacia el mediador representante. De la jauría al rebaño, pero todos contentos: hay Luz y hay Bien.
Pero esa desmovilización del acontecimiento 2001 también tuvo “accidentes”, trastocamientos, desbordes, al menos en 2008 (contra el lock-out), 2010 (muerte de Néstor), y “la Plaza del 9” que despidió amorosamente a Cristina, así como las semanas previas al 22 de noviembre, de burbujeante movilización anti macrista. Quizá también algunos momentos de saqueos en los que traccionaba más la alegría del agite que el influjo mercantil. Bicentenario y plaza de Néstor coinciden en año, pero diversan en naturaleza; una es zumum de la coincidencia entre la programática de las “productoras” como maestras de ceremonia y rectoras de lo común, la otra es un desborde inesperado que muestra que el aparato tiene un grueso de su potencia en su condición de pieza elegida por la multitud.
Hay por supuesto una cercanía, por momentos promiscua, entre el agite y la aparatización; hay una interfaz, que permite tanto reconversión como pivotes, ambivalencias y complejidades. En esa zona de disputa interviene CFK, cuando confronta a la propia multitud que la fue a bancar el 9, diciendo “ustedes no son autoconvocados, son empoderados”. Ustedes son efecto, el Gobierno es causa, dijo. Bien podría haber dicho que toda resistencia, toda victoria democratizante, tiene como fundamento la movilización decidida de los comunes (aún si luego su garante se organiza gubernamentalmente). Y que al fin y al cabo ella era la empoderada. Pero no: desde su posición de mandataria (saliente) y jefa del peronismo (¿saliente?), consideró necesaria una reacción para negar la figura de los autoconvocados (y eso que tampoco “autoconvocados” es figura incendiaria…). Dijo: vos no estás haciendo historia sino en cuanto te hicimos nosotros, desde determinados “resortes”.
2.
No busco reponer acá a 2001 (nadie quiere volver a ser como antes), cual animado tomuer busca cerebros, no: sobre todo porque algo de 2001 está bastante presente. De la notablementemente lúcida, corajuda y oportunista lectura de Néstor, quedó fuera lo que puede verse como un “resto formal”, un tercero excluido del noviazgo del kirchnerismo con dosmiluno…, que fue creciendo mientras el kirchnerismo llevó adelante una agenda progesista haciendo las cosas mayormente de modos precarios, gestuales, con realidades locales muy ambivalentes (por hacer veloz la crítica), mientras crispaba y crispaba a la derecha -esta crítica la hacemos desde 2007, y, sin embargo, ahora, viendo la facilidad con que entra la estocada amarilla y se evapora el aire pingüino, hasta los más incrédulos encontramos que fuimos ingenuos.
Si el macrismo borra de un plumazo muchos de los espacios institucionales valiosos y bancables creados en la década k, es porque los ideologemas puestos a rodar no fueron una afirmación consistente jurídica, política, estatutariamente, como leí en un breve post de Diego Sztulwark hace poco. Muchos de los espacios y políticas “ganadas” se sostenían en la precariedad de las condiciones de sus trabajadores. Por poner un ejemplo, las universidades en barrios periféricos son loables espacios donde campean los contratos basura, las exigencias a los trabajadores precarizados de realizar “sacrificios para sostener el espacio”, además de los amiguismos berretas, los giles “empoderados” con un escritorio de dirección departamental, etc. Más allá del ejemplo (podría ser seguramente cualquiera de los programas inclusivistas), no es por criticar, es por ser realista y entender: la flexibilidad laboral -el neoliberalismo en ese plano- fue condición material de la inclusión neodesarrollista.
Pero además de que el neoliberalismo regente en la cotidianeidad de las vidas fue condición de base de la pragmática concreta de los programas de inclusión y derechos, hay otro aspecto que también rompe con la polarización k-pro. En esos espacios de inclusión, la imagen era esencial siempre; la realidad local, a veces. Y si los mirábamos de cerca, la presión por “los números” de cada espacio y programa, la codificación estadística de las realidades vitales, una y otra vez se divorcia de -sino aplasta- la calidad de las presencias concretas. Y eso preparó el terreno para la razón gestionista, para la cual la gestión es más importante que lo gestionado.
Pero el actual fascismo contemporáneo gobernante borra de un plumazo espacios que eran al menos ambivalentes, espacios cuya efectuación cargaba con -o era regida por- el gestionismo, para el que vale más la representación -básica pero no solamente numérica- de la cosa que la cosa, sí, pero espacios que ponían a rodar ideologemas democráticos (educación universal, educación sexual integral, naddie quedándose afuera de la circulación de recursos elementales, etcétera), cuya implantación respondía a lecturas más ricas y éticas de lo social; espacios con zonas útiles para el igualitarismo democrático.
Las políticas kirchneristas fueron menos consistentes que la crispación -y la subsiguiente cohesión- que produjeron en la derecha. Crispación que, además, como me apunta nuevamente Damián Huergo, no se erigió solo contra “los kirchneristas”, sino contra los sujetos que el kirchnerismo al menos hizo visibles y en algunos casos legítimos, los putos, los deshauciados, los rotos, etc. El fascismo actual tiene fuerte cuño moral, ordenancista. Y por cierto allí hay, como dice Rubén Mira, una diferencia con el noventismo y su fiesta. Acaso entre las cosas que los agentes del propietariado aprendieron de estas décadas está la idea de que la fiesta de los noventa terminó siendo escollo para la eficiencia de gestión  de negocios y gobierno. Visto así, el bailecito horrendo de Maurizio es bien sintomático: hay un momento y lugar bien determinadito para festejar. Y se lo hace mecánica, patéticamente.
3.
Una defensa de zonas de igualitarismo conquistadas encabezada por el kirchnerismo bien puede ser, decía, menos efectiva que una más caótica, lenta y desreglada resistencia por modos cualesquiera, comunes, no lineales, químicos… Prácticas vitales -rancheadas esquineras, autodefensa campesina, intolerancia hacia “empoderamientos” policiales, trabajadores ministeriales que logren “disimular” algunas líneas de trabajo popular, tiempos dedicados a un potlach amistoso de fabulación, infinito etcétera- que banquen lo que haya que bancar y atenten contra lo que haya que atentar y creen lo que haya que crear por agregación de instintos, por aliento mutuo, por convencimiento replicante de la verdad que se impone como tal por su gracia: que todo lo que sea más vivo, fresco, autónomo y por eso gracioso, se fortalezca ante la esencia de la explotación de lo vivo por lo muerto. Resistencia del ánimo buscón sobre la pragmática autoevidente del rendimentismo.
El macrismo es una rotunda afirmación de que la vida debe someterse al orden, como si primero viniera el orden y después -a perturbar- la vida. (Justo en esta tierra, donde escupís y pintan formas de vida, tirás semillas, tirás bichos, tirás gente y, con los pies en esta tierra -que comunica también nuestras vibraciones, de manera menos obvia que la pantalla-, inventan formas de vida). En ese punto y aunque la superficie engañe, el amarillismo es una expresión renovada de la Ley, “celosa y resentida de los cuerpos porque ellos existen primero”. El gestionismo afirma que la gestión sabe más sobre la vida que la misma vida. La ley, la ley no de los papeles que nos hacía iguales, sino la ley que emana la materia misma, de las cosas mismas en el orden capitalista, es el conjunto de deberes y limitaciones coherentes con el mercado. (Este es el verdadero motivo por el que del Pro surge el término “sinceramiento”).
Y los movimientos multitudinales, que como decía pueden proveer de agenda para políticas de gobierno, cuando son creadores, sin embargo, no es tanto por la agenda que imponen:  es por el tajo que trazan en la temporalidad normal. Convertir una revuelta en agenda programática borra su potencia más específica, el trastocamiento del espacio común que inducen gracias a ese agite sobre la temporalidad, como dice Furio Jesi, y abre la transición hacia el orden del eficientismo. Los agites son precipitaciones -también se da en muy pequeña escala- donde el tipo de presencia que se inaugura vale por sí misma como experiencia. Valen como una intensificación de la presencia tal que logran la liberación del sometimiento del futuro: no se sabe a dónde se irá, pero mientras estemos así, vamos. Vamos y vamos viendo: la verdadera percepción se abre cuando la experiencia se emancipa del orden programático. La revuelta conquista un no saber. Y ya no importa el desarrollo, importa quién habla. Quién enuncia, quién pone los nombres de las cosas. Etcétera: y cosas.
Pero la revuelta también se da en pequeñas escalas,  en espacios personales, laborales, amorosos, etc. Un amigo miembro de una versátil banda decía que cuando se juntaban se activaba tan claramente una frecuencia distinta, que incluso entrenó y aprendió a “juntarse solo”. Lejos de la imagen de “la revuelta” como sacralidad histórica, se trata de pescar las puntas anímicas que pueden difundir dichas frecuencias presenciales, donde algunos sujetos se despegan -más o menos- de su función, suspendiendo el orden normal… 
4.
Es muy tentador olvidarlo, pero el macrismo se incubó en el kirchnerismo. Como oposición, pero, también, con coherencia con el tipo subjetivo dominante en la dékada. Recuerdo una propaganda, para Cristina 2011, que circuló por internet y pegó bastante: la de “no seas rata Roberto, si te va bien”. Mostraba un tipo comprando un cero kilómetro al que le preguntaban y decía que no sabía a quién iba a votar. No seas rata Roberto, si te va bien, le decía el que había preguntado, que nunca se veía en cámara, era un ñato escondido en la concesionaria. La propaganda la firmaba la “comunicación kirchnerista clandestina”. Era clandestina respecto de la imagen kirchnerista del kirchnerismo. Porque sinceraba lo que años después también Cristina hizo explícito muchas veces al decir “No les pido que miren al país siquiera, les pido que miren su bolsillo y comparen cómo estaban antes”. Récord de venta de autos y motos, cuotas en frargarino y turismo por doquier. Trabajo para dejar la vida ahí, para exprimirse (de los oprimidos a los exprimidos, decía Pablo Húpert). Y laburar cada vez más para no quedarse afuera de ningún tren que sea posible. Es cierto y valioso, se repartieron más premios, todos -obviamente- deseables; pero lo que más se refirmó es el trunfo del juego. El consumo moviliza. Vida capitalista. Y para vida capitalista, ¿por qué no probar unos que ofrecen capitalismo sin más, sin verba, sin discurso ni gritos? Sin política…
Y es ahí donde encontramos a 2001 (a un componente suyo, luego “resto formal”) bastante presente, en la anti política del Pro. Es una reconversión del “que se vayan todos”, hecha divisa del reino del capital, trabajo muerto acumulado que se invierte para proyectar vida “ya vivida”, programática, obvia. Reino que no concibe que nada exista porque sí, donde la gestión es más importante que lo “gestionado”, y donde la dominación de los más poderosos es naturalizada. Reino que opera una desubjetivación parcial general: olvídense de ser protagonistas de la vida, esclavos. De imaginarlo, siquiera.
El Pro fue la mayor lectura no kirchnerista de 2001, como le oigo decir hace rato a Ariel Pennisi. Ofrece como servicio aquel componente antipolítico; ofrece una pospolítica de gerentes de empresa duchadosen after office, que hacen política pero no son políticos, son otra cosa: gente subjetivada -y convertida en valor productivo- en otro ámbito, básicamente, claro, el citado de la empresa. Pero ya cuando Daniel Scioli triunfó en la interna del Frente para la Victoria, la dupla competidora del balotaje entera consistía en “hombres no políticos pasados a la política”. Ganó -ambos recibiendo enorme cantidad de votos de rebote, que los eligieron por descarte- el que más plenamente ofrecía la versión de la política que negaba la política como práctica específica, ofreciendo hacer “gestión” en el Estado. (Es muy indicador, como me señaló Marcela Martínez, que el gobierno haya formado una “mesa política” para tramitar los conflictos: implica que no conciben al ejercicio de gobierno como inherentemente político). 
En Pro leyó también al 2001; de ahí entendemos que el gorilaje careta usara, de 2008 para acá, métodos caceroleros y piqueteros para combatir al gobierno kirchnerista, bajo el signo clave de las elites pero que triunfaron apoyados por muchos trabajadores y otras clases de no-gorilaje careta, muchos de los cuales -ya dicho- quisieron sacarse de encima “las formas” kirchneristas. Y en efecto, hay una dimensión estética fundamental en la política, donde lo que se impuso es un modelo espantoso de belleza lisa, pastel, rubia, sintética y tersa, con sonrisas de guasón y baile de casamiento enlatado, donde, está claro, los morochos tienen lugar como mascotas y amigos de su propia servidumbre. (Y donde todo estaba perdido desde unos años atrás, cuando el término “cheto” -en los pibes de las denominadas clases populares- se liberó de su peyorativismo y pasó a ser ponderación.)
Pero es también por su condición de no-políticos, de eficaces ejecutores, que es entendible su componente despótico: les resulta natural que el jefe sea una voluntad que manda y ya.
También es por su anti política que tienen afinidad con el poder judicial, los jueces también hacen política como si no fueran hombres políticos. Tenemos ministros de la Suprema Corte que prácticamente ni hablan en público, como si fuera una actividad meramente formal, casi científico-administrativa, simple “aplicación de justicia”. La Justicia pasa como no política porque se acerca al trasfondo del Estado, ellos son agentes de la ejecución de la racionalidad estatal; el orden jurídico, cuyo sustento se auto considera iluminista pero bien mirado es oscurantista, un poder sin argumentos: la Ley manda porque manda y ya. No hay nada anterior.
Porque lo “anterior” es el conflicto, la vida, los cuerpos, etcétera: y cosas, las cosas.
Y el Pro niega el conflicto. Esto no se refuta sino que se confirma con sus medidas violentas económica, política y policialmente. Porque niega al conflicto como constitutivo e inherente, natural a lo social. Por eso mismo puede afirmar que hay sujetos que causan problemas. Al postular que los problemas son causados por sujetos particulares, niega que lo que hay es conflicto y sujetos entramados por el conflicto. Odiaban la conflictividad retórica de los kirchner, porque incluía al conflicto dentro de lo explícito del juego republicano. Para el gerente que “decide pasar a la política”, la actividad política se rige por la eficiencia y todo depende de ella -y de la buena onda, claro-. En el debilísimo acto electoral (ahora los progres recriminan a los votantes de Macri, pero ¿pensaban que la elección era una libre decisión?), y aunque engarzando, sí, con una poderosa voluntad popular (ligada a ideas y percepciones sobre la vida y lo común), ganó la política de que vengan al gobierno algunos que no son políticos, son eficientes y modernos hombres de oficina -y after office-; gente que viene de las soluciones, no del conflicto. Para ellos -para este entendimiento político-, aquellos sujetos cuyas vidas, si se afirman, ejercen conflicto, deben ser mantenidos a raya, siendo docilidad o desaparición sus pretendidos destinos naturales.
Es pifiado creer que el Pro está “provocando” con sus violencias. No. Las marchas y repudios kirchneristas las espera, y sabe que alimentan al consenso que lo hizo ganar, el anti kirchnerismo, que fue apenitas mayoritario. Al contrario, así es la normalidad que buscan. Pero hay algo más profundo. Los negociados infaustos, las políticas económicas enriquecedoras de la elite más rica y propietaria, la escalada represiva y demás, no se impugnan por visibilizarse. La denuncia tiene patas cortas. Esas violencias son aceptadas. La crítica es un género viejo. Las críticas cabían a la ideología, pero son estériles ante esta sensología triunfante (Ariel Pennisi me contó que Mario Perniola acuñó ese término de post ideología). Gobiernan los afectos, como hace rato dice Diego Sztulwark y también Hans Landa, en Bastardos sin gloria, cuando sseñala que dan asco las ratas y ternura las ardillas:“lo interesante del argumento no cambia lo que usted siente”.
Las violencias gubernamentales son concebidas como violencia necesaria para que las cosas puedan seguir siendo como son, que es como deben ser. Justas y necesarias para el deseo de “romperme el orto tranquilo sin que me rompan las pelotas”. También para los ricos, el deseo de gozar del privilegio (es decir, de la violencia histórica) sin que nadie te rompa las pelotas.
Pero mayoritariamente, esa violencia económica, política, policial, es justa para una vida que tiene como premisa callada -envuelta en capas y capas de rin tin tín y de alegría- al temor. Porque el régimen existencial del mercado capitalista está fundado en la derrota. Todos -casi todos- entramos a un juego donde ganan otros, donde ya ganaron. Entramos ya con el estigma de la inferioridad, la enajenación. El juego tiene premios, eso sí: resultan ser premios que valen más que la vida que los produce. Sobre un plano silenciado de una derrota gigantesca, la derrota de la aspiración de libertad, las carreras por estar conforme dan premios que son la consolación de esa vida. De esta vida. Un temor de fondo, un temor en este país del desierto: que no haya máquina alguna que enganche tu vida en un movimiento. (El cagazo, por cierto, es el que puede refutar la esperanza de que “no se le saca a la gente umbrales de consumo así nomás”).
Temor, y premios adorados que valen más que la vida que los produce, porque son su consuelo. Cualquier molestia o amenaza, ahí, merece violencia. Molestias como que haya gestos que sí comportan un ansia de libertad -arrebato de no coincidir con la funcionalidad de nuestra vida-. Esa molestia, que amenaza los premios y cuestiona su sentido, que deja cara a cara con la vida, conecta con la consentida violación a sí.
Y es por eso también que cualquier guiño que la festeje sin más, a esa esa vida, que le sonría, que le prometa animarla sin recordar su sometimiento basal, engancha, engancha como cabeceo rozagante que saca a bailar a quien, solo, se moría de angustia.
Ahora cambió el dj y todos esos odiadores están henchidos graznando en el centro de la pista.
Todos comen el sintagma más esencial -y callado- de la nueva gubernamentalidad: la riqueza y los ricos son algo natural y nunca postulables como causa de padecimientos sociales.
5.
¿Entonces? Ahí otra trampa. La pretensión de “saber” en materia política. Nadie sabe, no se puede saber. No tiene sentido denunciar ni se puede saber. El saber es parte del orden. Si hay movimientos revoltosos, grandes o chicos, que tajean la temporalidad normal, conquistan justamente un no saber, e impera el divino mientras tanto ensanchado. Ahí es posible olfatear y estar a la altura de las prácticas que no son gobernadas por esta mierda, como dice Juguetes Perdidos. Instinto de vínculos y modos de hacer fuerza que ejerzan otra calidad de presencia.
Lejos de dedicarse llanamente a “hacer política”, casi en lógica de “respuesta” a lo que impone la actualidad, repetida y renovadamente hay que  preguntarse “¿cómo me imagino el socialismo?”, o lo que cada uno pueda preguntarse para conducirse a las prácticas que expanden lo mejor que puede concebir en la vida, sea cuidar viejitos o bailar y beber ron o ayudar a aprender las matemáticas a los niños o construir barcos o cocinar o… No es la política la que puede sostener una resistencia históricamente relevante; es la vida. La actualidad del mundo acecha, y la Política es partícipe y beneficiaria de esta dominación mediática de la fabulación. El facebook ofrece tres íconos de sucesos en la pantalla personal: amigos, mensajes, y el tercero es el mundo: hoy el mundo tiene treinta y dos notificaciones para ti… Catarata que evanesce la presencia, que invade su tiempo con, siempre, otro lugar. Y es la presencia la que puede subrepticiamente hacer manar el flujo que rompa la actualidad. Presencias -comunicacionales, callejeras, etílicas, musicales, naturalistas, escolares…- que logren desmarcarse de lo debido para lograr movimientos desde la óptica de lo que pueden por sí, sus accidentes, sus encuentros, sus instintos, en combate involuntario hacia la ridiculización y el disecamiento del eficientismo (como idea, deseo, policía, etcétera).

Balance de época (V) // Horacio González

Reflexiones sobre la figura de Cristina


 Si tenemos en cuenta la historia de la injuria y del humor degradante que acompañó casi toda la historia nacional, se puede decir que los agravios hacia Cristina Fernández trajeron como novedad un exceso destructivo en los discursos periodísticos que recurrieron a banales palabras pseudo-médicas, como los vocablos “bipolar” o “crispación”, cuyo fin fue moldear un dictamen de “locura” al modo de una neurología de escasa monta pero efectiva a la hora de carcomer los pilares del gobierno.
Se escucha decir, ahora, que el gobierno de Cristina actuó “contra los pobres”, habiendo dilapidado los dineros públicos contratando miles de “inútiles” en el Estado, habiendo subsidiado a los “ricos”, habiendo hecho “negociados” con medicamentos que les robaban a los jubilados. El tribunal de enjuiciamiento –con tiradas insultantes contra las clases trabajadoras difícilmente escuchadas antes-,  reposa más que nunca en las Tablas de la Ley que escriben la prensa y la televisión diaria, ecos perseverantes de los grandes nucleamientos empresariales-financieros-comunicacionales que se erigieron ya mismo en actores centrales del nuevo gobierno. Todo ello, sin ninguna intercesión de otras interpretaciones alternativas, en el goce más ilimitado de una pérdida de la “facultad de juzgar” que afecta a una parte importante, quizás mayoritaria, de la esfera pública. Se la sustituye con una rápida y hasta grosera demagogia (seccional clásica de la demonología), sin siquiera con los hipócritas cuidados a través de los cuales supo presentarse la demagogia en otros tiempos. 
No es ahora el caso, pues se ausentan incluso los ropajes “populistas” que permitieron la victoria electoral de Macri, y abunda el argumento rústico, la decisión gerencial implacable, el juego sumario de imágenes, el laconismo eficientista que corta los rostros previamente ultrajados de los empleados “despedidos”. ¡Este gobierno “ajusta”… pero en favor de los “pobres”! ¡El anterior expandía una distribución de beneficios evidentes, aunque desprolijas, y siempre “para formar  su propia oligarquía de beneficiados”! Nunca es fácil desandar las falsas instalaciones que promueven acertijos como estos, tan tortuosos, y cognoscitivamente escabrosos al producir una inversión de los signos de la interpretación colectiva. Pero no dejemos que esto impida las verdaderas preguntas. ¿Es que no hubo problemas en y con el gobierno de Cristina, y el conjunto del ciclo kirchnerista? Claro que sí, y muchos. Ejemplos: Ciccone Calcográfica debió ser inmediatamente nacionalizada, era una empresa  impresora de valores monetarios, no podía quebrar o pasar a otras manos privadas más o menos irregulares. Pero irregulares fueron también las acciones del gobierno hasta que al final fue tomada a cargo del Estado, no sin antes una sucesión de eventos no justificables (la intervención de Boudou, el levantamiento sumario de la quiebra, etc.)
Como se ve, no le quito gravedad a estos hechos, quiero apenas ponerlos en un cuadro completo de hechos colindantes, que den cuenta de la verdadera espesura que tienen, lo que los hace analizables o enjuiciables reflexivamente. Pero no –como se los ha tratado-, en la inclemencia de las peores adjetivaciones, totalmente contaminadas con el afán de enviar cabezas propiciatorias al cadalso. Una de ellas: la rubia testa de uno de los ex-ministros de economía de Cristina, guitarrista ocasional del grupo la Mancha de Rolando, acusado ahora de todas las manchas posibles que puedan tener el tal  Rolando o cualquier otro hombre, llámese como se quiera, pero al que fundamentalmente no se le perdona la estatización de los fondos de pensión, entre los que se hallaban papeles accionarios de empresas cruciales, entre ellas, Clarín
Cuando se anunció quién sería el Vicepresidente del nuevo mandato de Cristina, en uno de los salones de Olivos, en la transmisión televisiva que vimos, se notaba el nerviosismo reinante en el lugar. Es posible que Boudou no supiera que iba a ser Vicepresidente, y algunos pensaban también en Abal Medina (el mismo que hoy hace los calculados equilibrios de un “viejo manual” entre Bossio y Cristina). Aquella vez, cuando un viento más fuerte se coló por la rendija de la puerta, Cristina aprovechó para asociar la decisión –que como se sabe recayó en Boudou- con la presencia espiritual o espectral de Néstor Kirchner. La Presidente no era espiritista, sino más bien creyente normal de las formas habituales del culto católico. Su mención a ese soplo inspirador se debía, sin ninguna duda, a su fuerte propensión de captar todos los signos flotantes de una escena y vincularlos a momentos específicos de su discurso. Sin negar la dimensión graciosa que podían tener muchas de estas asociaciones libres, es necesario admitir que el molde irónico en que en general se situaban –exceptuando la alusión de connotaciones místicas con la que aludía a su marido fallecido-, ofrecía permanente un flanco excesivamente frágil y atacable desde las fortificaciones de la implacable oposición.
¿Eran novedosos estos ataques? Si tenemos en cuenta una breve historia de la injuria y del humor degradante que acompañó casi toda la historia nacional, se puede decir que tenían como novedad ese exceso destructivo que acostumbraba a munirse de banales palabras pseudo-médicas, a modo de un dictamen de “locura”. Si los comparamos con las famosas campañas de la revista El Mosquito, o su casi similar Don Quijote, se puede decir que no fueron tan devastadoras y que a un tiempo recogían lo mejor del arte de la caricatura. La  Revolución del 90 contra Juárez Celman mucho le debe a la pluma audaz, incisiva e inclemente de Henri Stein. Del tema absorbente de estas geniales caricaturas y sátiras de gran nivel, se desprendía que era la corrupción una lógica interna del Estado, cualquiera que sea. En verdad, para la gran tradición satírica en la caricatura, la literatura o la poesía, la sistemática corrosión siempre emana de un Poder actual, que se convierte en la viga maestra de los espíritus intranquilos y perspicaces.
Ni Sarmiento, ni Mitre, ni Roca la pasaban bien en esas páginas llenas de acidez  y sarcasmo. ¿Es comparable este gesto corrosivo de grandes dibujantes –en su mayoría exilados españoles-, con las recientes tapas de la revista Noticias, que realizan montajes de carácter ultrajante con el cuerpo o el rostro de Cristina Kirchner? El tiempo transcurrido ayuda a buscar semejanzas y desemejanzas.  Pero la extrema calidad de la pluma de esos caricaturistas de 1890 no fue jamás repetida, y los ataques que el complejo mediático dirigía últimamente al “gobierno de la pauta publicitaria”, solía basarse –por lo menos en la revista que mencionamos y la editorial que la sostiene- en descalificaciones que rondaban el enunciado psiquiátrico, ya sea implícito (la palabra “crispación”) o vocablos desprovistos de toda rigurosidad, (como “bipolar” y otros) sacados de una neurología improvisada, de faltriquera y portamonedas. Papilla de escasa monta. Pero efectiva a la hora de carcomer los pilares del gobierno –decisiones y personas- alcanzados por el demiúrgico veredicto de corrupto.
De todas maneras, la observación condenatoria de una caricatura de Sábat en Plaza Pública, en medio de un encendido discurso por la Presidenta (recordemos que se trataba del grave encontronazo con las nuevas clases agro-técnicas-mediáticas, no era adecuada) Y no porque no fuera ofensiva, o parte de una campaña mayor, sino porque también heredaba dos condiciones relevantes: una, evidente, la gran tradición satírica del caricaturismo rioplatense, autónomo en sí mismo de toda maniobra mayor de la política (aunque sus efectos sí fueran políticos), y luego, porque en lo específico, heredaba la tradición de El Mosquito, uno de cuyos dibujantes, como se sabe, era un ascendiente  -creo que indirecto- del propio Sábat. Era mejor –allí- que la Presidenta no quedara expuesta con una pieza fácil de ser vista como acción de censura. La lucha que entonces se inició tuvo tal dureza que, quizás, exigió cuidados y sutilezas mayores que las muchas que de todas maneras se tuvieron, sobre el trasfondo de las grandes movilizaciones ocurridas.
No era un espectáculo nuevo ni una situación nueva. El juicio incisivo (despectivo o calumnioso) sobre las figuras más encumbradas del país, sobre todo las que ocuparan en algún momento la presidencia, es un campo específico de la historia nacional. Un género dramático habitual. Alberdi atacó a Sarmiento y Mitre cuando eran presidentes, bajo la clásica argumentación de que prometían lo que luego no cumplían,  en especial, prologando arbitrariamente la guerra contra el Paraguay. Pero su desprecio era filoso y amargo, así como el de Sarmiento era fáustico. Ambos tiraban a matar. Incluso Sarmiento sugirió los “intereses comerciales” de Alberdi en el diario chileno desde donde lo atacaba. Rosas fue un motivo de grandes conflictos de interpretación, en vida, y después de muerto. Esos conflictos interpretativos aún perduran. Sus culpas, para sus detractores y por supuesto, para sus partidarios, se alivian con un exilio austero, de farmer pobre pero ultra-reaccionario. Yrigoyen recibió en vida la fuerte campaña del diario Crítica, cuyas razones son complejas, pues lo somete a tecnologías de escarnio de estremecedor calibre, pero luego este diario fue clausurado, paradójicamente, por Uriburu, el golpista.
Es posible conjeturar que el diario de Botana creyó que era factible adherirse –y luego fomentar- un sentimiento de hastío que los sectores medios argentinos, que también lo habían votado al “Peludo”, sentían frente a un presidente que era un blanco absorbente de críticas en relación a lo que ya eran las grandes percepciones sobre el miedo urbano, las noticias sobre grandes crímenes, y el ancestral tema de las corrupción de las elites gobernantes. Casi diríamos que fue Botana el que inició a los grandes públicos en estos tópicos. Si lo comparamos con la campaña de Rivera Indarte contra Rosas, ésta se basaba en elementos más primarios, como el del gobernante degollador, y otras temáticas truculentas que concluían en la conocida consigna “es acción santa matar a Rosas”. Éste, como se sabe, acusaba de “salvajes” y otras yerbas a los unitarios. Alberdi, en su juvenil y moderado rosismo, había excluido la injuria de sus publicaciones de época, sobre todo el impulso sacro que tenían, y a su periódico La Moda (1837), solo lo hacía encabezar con la austera consigna “Viva la Federación”.
Con Perón no fue muy diferente, pero se agregaba ahora, por expresarse bajo su nombre, una fuerte irrupción de un lenguaje desacostumbrado, extraído de una raíz militar, que obligó a los medios más importantes de la época a realizar un pasaje semántico que antes no había hecho Crítica: declarar que  ese lenguaje era ficticio y que encubría fórmulas espurias de conducirse en los repliegues del Estado. Se trataba de la idea de “conducción”, que impuso Perón en la sociedad política argentina –hasta hoy- y que era analizada académicamente, con severidad resignada, por un José Luis Romero, y al mismo tiempo tomada en solfa por un humor cotidiano sigiloso y corrosivo, que veía en esa lengua (que también era  académica, pero de academia militar), un rasgo de encubrimiento respecto, primero, al lenguaje político clásico, y segundo, respecto a cuestionables hábitos personales de Perón –en sordina, esa fue una crítica que lo acompañó siempre, desde sus comienzos a su caída- pero principalmente a su desligamiento súbito de los “sagrados manteles de la misa”.
Era un gobierno, el de Perón, de origen electoral, que “lavaba” con un gran plebiscito democrático su origen golpista –un golpe que poseía complejas ideologías en su interior, reflejos amortiguados de la guerra europea-, y que luego instituía evidentes combinatorias entre apoyo popular masivo y liderazgos fuertes. El resultado era una democracia áspera sostenida en movilizaciones y afiliaciones sindicales intensivas y enérgicos indicios de redistribución de la renta con escalas de justicia avanzada. El desplazamiento de los “refutadores de leyendas” consistía en verlo como totalitario o tiránico, y desde el punto de vista de la convicción más sensibilizada de los sectores intelectuales, como “monstruoso” (el famoso cuento escrito por Bioy y Borges).
Pero ya Natalio Botana, nombre del publicista angustioso que efectivamente nos interesa, el director de Crítica, había llamado loco a Yrigoyen. Quizás la historia de estos malentendidos, voluntarios o no, fundados en estrategias fijas y de ritos circulares de la vida nacional, introducen elementos de no tan remoto origen psiquiatrizante al debate. La “historia de la locura”, querría ser, para muchos de los poderes efectivos del mundo –en contra de los que, a su vez, se dirigieron con sorna Erasmo y Artaud-, la verdadera historia de los políticos y luchadores populares. Desde una visión más profunda, el “instante de decisión” puede ser equiparado al “momento de la locura”. Pero sería entrar a terrenos propicios a las filosofías de un C. Schmitt o un J. Derrida, lo que poco les importaría a los editorialistas de La Nación o Clarín.
Si leyeran estas breves observaciones, solo conseguirían exacerbarse y convencerse que la esfera de lo político, con sus intereses específicos, es un mundo desorbitado y en estado de permanente delirio cuando aparecen escenas, todo lo imperfectas que se quieran, de un gobierno popular. Mucho de este linaje de disensiones entre el periodismo enjuiciador clásico y los procesos llamados populistas –con menor o mayor precisión en el uso de este vocablo- se repiten ahora, con asombrosos parecidos a las prosapias y genealogías injuriantes del pasado. Se dedicaban ahora a la presidenta Cristina Fernández, y enfocaban su estilo, su discursividad y sus a veces inesperadas decisiones, como arena privilegiada de una analítica del hundimiento de una forma de gobierno, haciéndola motivo de un naufragio político, ético y moral a su principal exponente.
La Presidenta, es evidente, tenía en tanto tal, un estilo sumamente particular. Su oratoria estaba compuesta de innumerables planos y escorzos, y con incesantes referencias “personalizadas” a los focos inmediatos y mediatos de sus alocuciones, a fin de buscar retóricas confirmaciones de lo que se decía, o diseminar una suerte de imaginarias preferencias sobre tal o cual circunstante. Cuando interpelaba a los asistentes de sus actos oficiales, no lo hacía – no podría hacerlo-, en términos de crear una relación igualitaria. Evidentemente, era la Presidente generando simbolismos y alegorías de acción, que hacían de cada acto un cierto arquetipo donde se esfumaba necesariamente las figuras singulares  con las que aparentemente hablaba. ¿Cómo juzgar ese hecho? Ellos han merecido críticas demoledoras y escandalizadas, como si en estas espesuras de la dicción de toda figura pública, no estuviera siempre la composición de requisitos alegóricos de ésta índole. No obstante, podría decirse que la Presidenta los empleaba en demasía.
Sobre esto, se podrían también poner en discusión –en esta democratización de los estilos ceremoniales que parecen estar en juego- los demás modos de expresión conocidos en este momento. La Presidente, como dijimos, era “regaladamente” alegórica a través de desplazamientos que solían costarle al día siguiente  entusiastas y facilitadas críticas de los periodistas encargados de triturarla con sus estiletes semiológicos.
En el talante presidencial de ese momento –podemos dar ejemplos-, las “cadenas” del Combate de Obligado pasaban a ser los pensamiento encerrados en “cadenas” que había que cuestionar; la transmisión abierta del fútbol llevaba a la tan criticada idea del “secuestro de goles”; y en algunos momentos, alusiones del argot popular de carácter picaresco, no se privaban también de ser incluidos por la Presidente, en atrevidos pasajes discursivos para que los analistas de signos de turno, desafiados, pusieran en su cosechadora de desprecios y acusaciones la crítica a la “frivolidad”. La indetenible cadena metonímica que ponía en juego la Presidente era muy interesante –contrastante con el parvo laconismo de los demás magistrados, ni qué decir de Macri- pero como lo demostraron los hechos posteriores, era tan atractivo como riesgoso.
 Otras veces, anuncios fundamentales eran hechos por la Presidente en estilo coloquial, que no parecerían pertinentes a la voz del Estado en su manera circunspecta. El ex presidente uruguayo Mujica, llevando al máximo estas expresiones de familiaridad en el lenguaje y a un toque un tanto rebuscado la exposición frugal de su figura pública, era casi siempre festejado, así como por mucho menos fue estigmatizado Chávez, inventor de un discurso que mezclaba drama, comedia, vida intelectual y expresiones populares del vivir común, no chulas sino basadas muchas veces en finuras de la lengua. Claro que acompañadas de énfasis sin duda hiperbólicos. Un rasgo específico de la Presidenta es algo que no suele tomarse en cuenta por la necesidad de hacer pasar a primer plano la llamada “crispación”, usada, dijimos, como sinónimo de “locura” e incomprensión de los otros –grave acusación pues significaría ni más ni menos una ausencia de escucha de las máximas autoridades-, y se trata de un rasgo que alude a su capacidad de reflexionar sobre la cualidad del tiempo, la fugacidad de las cosas y la excepcionalidad del luto. Se pasan por alto estos momentos de autorreflexión muy interesantes, no emanados de un cálculo sino de una conciencia desgarrada, pero que suelen interpretarse por los críticos profesionales, como parte de un amplio empaquetamiento de imposturas. Creemos que no es así y que hay mucho más para decir sobre esto
.
 Para todos, sería interesante que se hubieran desandado varios planos de este excesivo estilismo –analizar los procesos históricos como si fueran solo rastros estetizados de estilos oratorios, o bien indumentarios, o bien muletillas de expresión-, para analizar los complejos problemas en curso, donde sin abandonar las cuestiones expresivas y estéticas, se tuviera más en cuenta las bien conocidas dificultades universales, no solo argentinas, para recrear los vasos democráticos comunicantes entre Estado y sociedad. Eso no ocurrió. Y el debate sobre los dichos presidenciales se nutría en la misma proporción de la amplia reiteración con que la Presidente hacía públicas sus palabras,  sea en la plaza pública, en patios internos de la Casa de Gobierno, por twitter o video-conferencia. ¿Y?
Una pieza discursiva que se le escuchó a menudo a Cristina fue la noción de “presidenta militante”. Esto tiene sus problemas, acechanzas y novedades. El riesgo de declarar “militancia” cuando se asume la primera magistratura, es el de desaprovechar esa instancia universalista que abre la institución presidencial para entrarle novedosamente a la entraña última de los problemas, lo que no obstante estaba presente cuando la Presidente mencionaba a los “cuarenta millones de argentinos”. Sin embargo, esa frase inevitablemente adquiría una forma dispersiva cuando invocaba bajo la insignia de la militancia, la condición transformadora específica del gobierno, con medidas desequilibrantes de alcances sectoriales pero no facciosos.
No obstante, poner decisiones urgentes y traumáticas bajo la acepción “militante”, implicaba más y mayores debates que los que –según mis recuerdos- se atinaron a hacer. En su reemplazo apareció “el mal debate”. Las fórmulas acusatorias fáciles se extendieron a todas las áreas de actividad, y por lo tanto se acrecentaron también las rápidas respuestas defensivas. El “periodismo militante” fue acusado de “despreciar los hechos”, y entonces se respondía con la idea de que todo hecho es igual a la singularidad soberana que tienen sus más diversas “interpretaciones”. Pero éstas rápidamente eran devueltas, por los contradictores de la voz militante, como un signo de sectarismo que ignoraba la necesaria “objetividad” de la vida y el mundo
El llamado a la militancia en el ejercicio de la función pública, sin embargo, posee un evidente atractivo, que corre parejo a sus inconvenientes. El atractivo es el de poner los ruinosos y oxidados estamentos del Estado en una situación desentumecida, aireada respecto a los innumerables pasadizos de la lúgubre burocracia tamizada por invisibles “peajes” obligatorios, o como se los llame. Hay un aroma libertario en la consideración por la cual no se da el tajo final que escinde el funcionario del militante. Visto del ángulo opuesto, el militante en el interior del pliegue estatal, se presta como fácil blanco de la acusación de “politización” de lo que, de “antemano”, posee una apacible “neutralidad”. Los críticos del “Estado militante”, desde luego podían ver allí la excusa de una ingeniosa fenomenología del latrocinio.
Bastante consiguieron inducir a la visión del político estatal como un comediante de su propio interés personal. No hubo tal; hubo, sí, una falta de calidad en la concepción del Estado. Eso fue algo que habitualmente suele llamarse “oportunidad perdida”. Lo otro, lo que ahora vemos, parecería que viniera a restaurar una racionalidad mecánica en el Estado, que “antes” parecía “orgánico”. Se trata de “desgrasarlo”. Esto es, algo no explicado nunca, como no sea con la guillotina de una lúgubre Razón lineal y expulsiva.
Un Estado como el que pretenden será un anexo de las agencias de “management”, la suma de las desmesuras que, por su reverso, componen los pretendidos momentos cristalinos de toda una sociedad supuestamente transparentada hacia sí. Una aséptica vitrina decisionista donde máquinas humanoides tomarían providencias exactas. Y que como ente no sólo de la racionalidad tosca, sino del juicio disecado, vendría a reparar, convirtiendo automáticamente en réprobos y cabecillas del robo nocturno de documentos, a los miles de funcionarios que bajo cualquier título ocupamos cargos de dirección en instituciones notorias. Y entonces, bajo la imagen de un desplome de los vampiros del Estado, succionadores de arcas públicas y retenedores de los llamados “vueltos”, se construirían imágenes casi parecidas a la caída de Hussein o a los momentos finales de Kadaffi. El sistema metonímico, el de más fácil transferencia imaginaria de una parte interesada y dramática de un acontecimiento, desplazado a una difusa totalidad que se ha congelado previamente con toda clase de objetivaciones en torno a la corrupción, tiene un papel formidable en esta filosofía a martillazos de las comunicaciones Gran Mediáticas.
Creo, por fin, que no se planteó bien la idea de una militancia en articulación con el ejercicio de políticas públicas. Lo que se hizo, sin embargo, tiene más consistencias –aun ofreciéndose a legítimas críticas- que el pseudo-universalismo o la pseudo neutralidad del macrismo. Ahí sí que el Estado es un botín de empresas globalizadas o de “capitales nacionales” –siempre entrelazados con las anteriores- que no solo incurren en los viejos vicios nepotistas que nunca dejaron de existir, sino que simulan que el Estado es una máquina “robótica” (el “equipo”) que no está atravesado por intereses particularistas y la espesa confusión entre lo público y lo privado. Solo que aquí hay que buscar al HSBC o a las Telefónicas, y no a un ministro “cabeza fresca”.
Para terminar estas desordenadas líneas, me refiero a ese ministro. No sé bien lo que hizo, solo conjeturo. Lo que sea, debe contar con más explicaciones. Como mínimo, las irregularidades en Ciccone (tanto ésas como otras también notorias, ya las mencioné antes), pero al mismo tiempo deben considerarse, muy especialmente, las decisiones públicas de ese ex Ministro en torno a los fondos de jubilaciones (que lo convirtieron en un objetivo inmediato de los grandes grupos económico financieros) y por otro lado, sus estilos personales, fáciles de subsumir en una serie de frivolidades rampantes… Todo ello debe ponerse en la imaginara “balanza” del juicio que se le debe a los hechos acontecidos. Por mis funciones, hablé varias veces con Boudou. Amable, simpático, muy “Mancha de Rolando”, sin abandonar un aire de “rockero maduro”, conversaba de temas económicos con pertinencia, aunque hubiera aspectos en que no se concordara enteramente. Estampa viva del kirchnerismo, incluso en el abandono al que ahora es sometido, según creo y percibo. Inclusive escuché que su grupo de rock ya toca en el stand de Clarín en Mar del Plata.
Dada  la envergadura que adquirió la inmediata demonización que ocurre cada vez que es pronunciado su nombre, se exige que un juez probo intervenga en las causas que tiene abiertas. Muy lejos estoy de pensar que Oyarbide sea esa figura. Muy lejos estoy de pensar que nada y algo de esto sea fácil. Y muy lejos estoy de pensar que éstos, mis pensamientos, alcancen. Quizás haya una segadera preparada para el cuello de cada uno de nosotros. Sin embargo, se trata de llegar verdaderamente a la “facultad de juzgar” –ente de la razón crítica que para Hannah Arendt era la subvención máxima que se le debía otorgar a la tan proclamada república-, que sin embargo, parece constantemente retirarse de escena. Es que toda vida, en esencia, es trágica.
(En el capítulo 6 trataré la cuestión de Malvinas, en el clima de “negocios” que incluso sobre esas islas ha diseminado el macrismo).
Buenos Aires, 12 de febrero de 2016
Fuente: La Tel@ Eñe

Miguel Ángel Beltrán, preso


A TODA LA COMUNIDAD

Compartimos con ustedes el video que hizo el profesor Miguel Ángel Beltrán como defensa en su audiencia de casación el pasado 25 de enero ante la Corte Suprema de Justicia:
Cordialmente, 


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Balance de época (VI) // Horacio González

Las Malvinas, Argentina y el mundo


El gobierno de Macri encarna una gestión despojada de cualquier nervio cultural, como no sea un pensamiento gerencial, que se aplica también sobre Malvinas. Un sentimiento público latinoamericano y emancipador, no los viejos y nuevos intereses generales referidos al petróleo y la pesca, debe ser en primer lugar el alimento de la juridicidad político-histórica que enmarque el caso. ¿Es posible con Macri este encuadre diplomático? No.
Cualquier lectura de la historia de las Islas Malvinas –la más recomendable es sin duda la de Paul Groussac, escrita en 1898, que a su ponderada visión histórica le agrega el condimento sutil de la ironía-, arroja un resultado palmario. Son una pieza fundamental de la historia marítima, comercial, militar y científica de esta región del planeta. Antes  y ahora. No puede haber dudas sobre los títulos de la potestad argentina sobre el archipiélago, y ellos surgen de ningún otro lugar que de la irreversible geología que las ata al continente y del combate por su pertenencia, que ocupó varios siglos, multitud de informes y escaramuzas, cambios de mano y escritos diplomáticos de las más diversas especies. Entre estos se destaca el del Dr. Johnson, uno de los mayores críticos shakespeareanos, que implícitamente valida en 1771 los derechos de España. Estos se proyectan sobre la jurisdicción española en América que corresponderá a la creación o emergencia del orbe nacional  argentino.
Un océano de papeles y hasta de debates filológicos permiten realizar una pregunta casi impertinente por su obviedad. ¿Por qué las Malvinas se tornaron tan esenciales, una pieza clave de la historia moderna, que es la historia de las guerras económicas expansionistas desde el siglo XVII, a pesar de tener ellas una posición marginal y aparecer tardíamente en los mapamundis? ¿Por qué su nombre permanece enigmático, y el que adoptamos como inescindible con nuestro idioma, proviene, más allá de inagotables discusiones, de los navegantes bretones de Saint-Malo?
Hay un elemento utópico en todo proyecto de ocupación territorial, un sesgo inevitablemente literario que a los efectos de una historia severa de la poesía, no dejan de componer una estética colonial. El expansionismo mercantil, el filibusterismo, los corsarios, las históricas usanzas de las empresas de piratería, que supieron encumbrar imperios, asimismo buscaron su validación por las grandes escrituras. Se acompañaron de distintas consideraciones utópicas, que siquiera precisaron llegar a las cumbres poéticas como las de Kipling – “Llevad la carga del Hombre Blanco”-, quien pensó el imperialismo como un sufrimiento y una necesidad. Hasta mediados del siglo XIX la fabulosa Isla de Pepys, que tuvo un supuesto avistamiento en el siglo anterior, figuró en muchos de los codiciosos cálculos científicos o políticos de las potencias de la época, y también en la publicística de Pedro de Ángelis, el gran polígrafo napolitano al servicio de Rosas, que se interesó por ella. Pepys Island no existía, pero era indudable que hacía las veces de contrafigura espectral de las Malvinas, dado que su ubicación imaginaria tenía homólogas coordenadas oceánicas.
No es posible, por muchas razones, ignorar el papel que jugó Bouganville en el proyecto de poblamiento de las Islas, que es el más importante antecedente del reconocimiento de la pertenencia de Malvinas a España –por consecuencia de las negociaciones posteriores para el abandono de esa colonización francesa en la segunda mitad del siglo XVIII. Bouganville era también un gran naturalista; no solo queda en la historia como un antecedente de la atribución argentina en la posesión de Malvinas, sino como estudioso de una flor que lleva su nombre, la buganvilla –o santa Rita-, que figura entre las preferidas por el trágico cónsul inglés Geoffrey Firmin (personaje ficcional de la gran novela Bajo el Volcán, de Malcom Lowry), que citamos no para dispersar el tema, sino para introducirle un elemento cultural que sin dejar de ser un detalle, tiene su importancia antropológica.
Es que Gran Bretaña es una cuerda interna de las historia de nuestros países, desde las célebres y lamentables negociaciones del pacto Roca-Runciman, y si se quiere abundar en la genealogía de las grandes y complejas escenas imperiales, desde el empréstito de la Baring Brothers, que atraviesa muchas décadas como modelos de préstamos canónicos de las finanzas coloniales. Manuel Moreno–el hermano de Mariano, embajador de Rosas en Inglaterra-, es autor de documentos importantes presentados ante Lord Palmerston, por más que Groussac prefiere señalar que eran un tanto ingenuos. Como sea, estamos hoy mucho más cerca de esos escritos de la diplomacia argentina del siglo XIX –en el momento en que se produce la ocupación británica- que del desempeño moral y militarmente desastroso de la Junta Militar que actuó en 1982. El detalle de la flor preferida por Firmin, el cónsul inglés debajo del volcán, significa que hay una “veta inglesa” a explorar.
No es ningún secreto: brota de todo aquello que compone el lenguaje y su historia real, que es la fibra interior, resistente, de la democracia efectiva argentina. Se trata de la existencia no solo de una opinión interna de un sector no desdeñable de la tradición inglesa anticolonialista. A veces se halla oculta bajo los pliegues de un interés por lo extraño, por lo “bárbaro” como equivalente de una seductora inversión del refinamiento –de ahí el coronel Lawrence “de Arabia”-, o por una civilización hindú que lejos de mostrar la dudosa eficacia del Commonwealth, dejaría ver su tozuda incomprensión cultural, tal como aparece en recordables novelas, como la muy célebre de E. M. Forster, Pasaje para la India. Antes del advenimiento del Gobierno Macri, la política de la diplomacia argentina, en especial llevada a cabo por la entonces embajadora en Londres, basaba su estilo de persuasión no en una seducción superficial y mucho menos en ofrecimientos de último momento, sino en una comprensión profunda de las complejas relaciones anglo-argentinas. Diría que éstas siempre fueron así desde el complejísimo Francisco Miranda hasta las diversas relaciones de los sindicatos argentinos con las Trade Unions –reservorio de la historia obrera universal, cualquiera sea hoy la interpretación que hagamos de ellas- y en esa gran porción hoy activa de la memoria inglesa, con remotos aires de democracia social decimonónica, se basó la posición argentina de formular el cuadro significativo del diálogo. Implicaba esto, la condición de pares y un signo de reconocimiento. Una potestad de la palabra ligada a una soberanía que surge de locuacidad nacional, con todas sus dimensiones, que son todas las etapas de su vida independiente.
Durante más de dos siglos, las cancillerías de España, Francia e Inglaterra se disputaron los mares, guerrearon entre sí, hicieron y deshicieron tratados, y se hicieron cargo también de otro convidado, el naciente poder norteamericano, que trazó también su plan de ocupación en Malvinas en 1831 –el incidente bien conocido de la fragata Lexington-, donde Estados Unidos esboza pretensiones sobre las Islas con argumentos que demuestran su falta de sustento cuando tiempos después los declina a favor de Inglaterra: era el colonialismo nuevo rindiendo homenaje al colonialismo viejo.
En eso se parecen al actual primer ministro Cameron. Pero la conciencia colonialista ha dado ahora un paso tortuoso, sumida en la incapacidad de pensarse a sí misma. Este calificativo que señala la vasta saga colonial, se les escapa de las manos. Culpabiliza pero no saben bien a qué emplearlo, ni que inédito espejo se forja para que la Nación Inglesa no pueda mirarse a sí misma. ¡Qué diferencia con la oscura pero profunda conciencia que los estudios de Carl Schmitt le atribuyen a Inglaterra, a partir de una frase shakespeareana de Ricardo II: “esta joya en un mar de plata engarzada”! Por cierto, estos estudios sobre el poder infinito del mar y el destino marítimo inglés que se desprende de muchas obras de Shakespeare –de ahí la importancia que uno de sus mayores estudiosos, el ya mencionado Dr. Samuel Johnson, a la vez lectura favorita de Borges, tomara una posición “pre-argentinista” en el siglo XVIII- no pueden ser ahora interpretadas a través de los fascinantes pero tremendos –en verdad: riesgosos- estudios de Schmitt. Pero dan cuenta del paso que ha dado este viejo país en una parte de su clase política, desde la época de la tragedia isabelina hasta sus actuales dirigentes desprovistos de una visión más profunda sobre el mundo que heredamos, en gran medida por la acción que durante siglos ellos mismos desplegaron en torno a invasiones, conquistas y brutalidades sobre la condición humana.
Debemos tener en cuenta pues a la “otra” Gran Bretaña, la de  Cunninghame Graham, la de Raymond Williams, de Eric Hobsbawn, de Daniel James, de John Lennon y de John Ward. Sí, claro, este último es el personaje de la poesía de Borges sobre Malvinas, que traza un rumbo para el pensamiento crítico, y que hay que hacer el esfuerzo de entender. Lejos de ser Borges un “escritor inglés” es portador de un criollismo universal que es necesario considerar e incorporar como pieza urgente de nuestra materia. Borges es un intersticio argentino en las rotundas fisuras de la literatura inglesa, que es una dimensión de su ética inquisitiva universal (Berckley, Coledridge). Las consecuencias políticas de esto, las veremos luego. Conocía como nadie, como argentino universal que era, la singularidad histórica inglesa. Su John Ward, lector del Quijote, y su Juan López, lector de Joseph Conrad (polaco que escribe en inglés), quedan ambos muertos en la nieve uniendo sus grandes mitos literarios, sin comprender por qué, como en una lejana escena bíblica. Son juguete de los “cartógrafos” al servicio de las fronteras creadas por los poderes bélicos y mercantiles. Ahora indican otro destino para la estrategia y significado de las Malvinas Argentinas, cuyo remoto nombre holandés –acaso sus verdaderos descubridores- era Islas Sebaldinas.
La Embajadora Alicia Castro realizó en Londres una magnífica tarea de convocatoria el diálogo, que al mismo tiempo que recibía un duro rechazo de Cameron,   había agitado al mundo cultural británico, que tiene como nota de específico orgullo de haber sido la sede de la escritura de El Capital, y la actividad de su “ala izquierda cultural”, en la que según las épocas  y las largas discusiones sobre la justicia social, incluye desde el gran artista William Morris (no la localidad del Gran Buenos Aires, que conmemora a otra persona de igual nombre, un pastor protestante) hasta incluso a Bertrand Russel, que tomara tan cambiantes posiciones sobre los conflictos mundiales, pero al que igual que Keynes, pueden considerarse ambos esenciales para  una vida inglesa abierta a la sensibilidad social no colonialista. Incluso el liberal Harold Laski (al que Carl Schmitt fulmina a propósito del tema del “pluralismo”). Incluimos el sutil historiador E. P. Thompson, o a Perry Anderson y su hermano Benedict (que acaba de fallecer). Son los rastros de la izquierda inglesa, con los mismos dilemas de rupturas y discusiones que pudieron haberse verificado entre nosotros, sobre el juicio sobre la Unión Soviética o el empleo de la violencia. ¿Quién de nosotros no leyó alguna vez un artículo en la New Left Review?
Recobrar las Islas presupone reinterpretar la historia moderna a la luz de una crítica al colonialismo, que debe ser nueva y original, hecha desde la vida cultural argentina y en el establecimiento del diálogo con lo que aún conserva la memoria del empirismo progresista inglés o su teoría del valor-trabajo (sus grandes economistas del siglo XVIII y XIX, incluyendo al alemán Carlos Marx) y eso implica muchas connotaciones culturales que aún deben ser descubiertas. Solo que con el enfoque empresarial de Macri ahora no es posible. Porque no es posible que este gran acto recuperatorio que cambiaría la historia misma de Latinoamérica se produzca meramente en el marco de la globalización, con acuerdos que apenas le provea la estructura abstracta de las grandes empresas tentaculares, con sus nuevas “Ligas Hanseáticas” (hoy petrolíferas, de pesca masiva y depredadoras). ¡Casualidad! Las que fascinan Macri con el nombre de British Petroleum o HSBC, y lo llevan a aceptar un probable sistema de  “Leasing” para alquilar las Malvinas. Una rivadaviana enfiteusis al revés.
Un sentimiento público latinoamericano y emancipador, no los viejos y nuevos intereses generales referidos al petróleo y la pesca, debe ser en primer lugar el alimento de la juridicidad político-histórica que enmarque el caso. La Argentina que recibe a Malvinas debe ser a la vez una Argentina más lúcidamente internada en su proyecto de democracia colectiva, con inspirada justicia social, con originales visiones sobre su propia historia, con sus propias políticas extractivas y agropecuarias de cuño no contaminante, no depredatorias de nuestras propias montañas ni distante de la creación de una nueva lengua social para hablar profundamente con los antiguos habitantes de nuestro territorio, con una nueva empresa petrolífera estatal reconstruida, con instituciones públicas de financiamiento a través de nuevas doctrinas sobre incorporación de rentas petrolíferas y financieras, con originales construcciones políticas que revitalicen socialmente las instituciones de la representación cívica y con nuevas concepciones históricas y antropológicas no simplemente emanadas de un desarrollismo lineal. Este programa es permanente. Hoy está entre paréntesis debido a la insensibilidad supina de la lógica compulsiva de la globalización que ha introducido Macri, como quien abre de repente las puertas de su casa para que entre un aire gélido, paralizante.
Sabemos que la población hoy viviente en las Malvinas –descartando la Base del  Otan que no es novedad respecto a lo que proyectaron los gabinetes europeos desde hace cuatro siglos-, no puede ser un tercero necesario en la negociación que más temprano que tarde deberá establecerse por imperio de una opinión mundial cada vez más consciente del cambio que hay que operar en las condiciones universales de vida. No obstante, allí hay  derechos de ciudadanía y culturales que son decisivos para constituir el diálogo. El nombre de Malvinas admite que el pensamiento de un mundo más justo adopte una sensibilidad capaz de  un autonomismo nuevo, es decir, volverlas a sí mismas, darles su verdadero significado que tampoco le puede ser indiferente al asentamiento humano angloparlante de las Islas, que hoy es casi multicultural, y que comparte por igual un destino de factoría y una fuerza vinculada a la “ética protestante”, en un puñado muy reducido de descendientes originarios, que manejan la prensa –el Penguin News- los negocios crecientes y hegemonía cultural, con toques facciosos que los perjudican también a ellos.
Para interpretarlo adecuadamente Argentina debe extraer de su memoria nacional sus mejores linajes y su vocación de alteridad, con redescubiertos componentes universalistas, antropológicos y democráticos. Recibir así, en nombre de un renovada justicia territorial, a los actuales habitantes de Malvinas será propio de un país que a su vez cambie al recibirlos, al meditar sobre los ámbitos receptivos de su propio idioma, sus renovaciones culturales y sus revisitadas tradiciones culturales. La Argentina, con su no desmentido corazón de país de compromisos humanísticos –a pesar de los oscuros períodos vividos, que muestran las antípodas de este linaje que sin embargo hemos mantenido y que hoy se debilitan por la rústica presencia, diariamente agresiva, del gobierno de Macri – los debe recibir también en medio de un gran reflexión colectiva, por el simple y extraordinario hecho de lo que implica recibirlos. Trazar una línea de reflexión activa, de una diplomacia nacional que beba hasta el último sorbo de sus propias posibilidades expresivas significa que las Islas pueden ser recobradas, recobrándose a la vez una nueva energía democrática nacional, siendo ambas cosas causa y complemento de la mutua posibilidad de la otra y un ejemplo universal de diálogo que tampoco puede serle indiferente a las tradiciones británicas que despojadas de un anacrónico sentimiento colonial, puedan  hacer revivir su implícito universalismo. Este universalismo no desconoció, muchas veces, aunque sea excepcionalmente, que su verdadera raíz se halla que la democracia interna de los países  En la filosofía y la literatura contemporánea (o quizás, de todas las épocas) hay una idea persistente, que es la de encontrar en un punto complejo de la realidad, la condensación de todos los diversificados temas que nos interesan resolver. En la tradición marxista, este punto es la “síntesis de múltiples determinaciones”, pero se lo encuentra en todos los pensamientos que nos interesan del mismo modo aunque con otras palabras. Por ejemplo, en Spinoza, el Deus sive naturaleza, o en la recurrente idea de “aleph”, como punto de aglomeración de todas las cosas.
Malvinas tiene esa especial consistencia en nuestro lenguaje, pues las dimensiones que abarca son innumerables, complejas y dinámicas. En primer lugar, el concepto Malvinas –sí, claro que no es solo un concepto, pero ese territorio, la historia de ese territorio y las acciones políticas asociadas a su actual realidad de no estar bajo la jurisdicción que corresponde- lo hace un principal talismán de la historia contemporánea argentina. Una dimensión es entonces la de los vínculos de la historia argentina con Inglaterra, o dicho más precisamente, con el desarrollo de los episodios característicos del imperialismo mercantil desde el siglo XVII en adelante. Ya sugerimos las complejidades de este punto. A esto se le agrega la difusa y desafiante cuestión de la Antártida, donde las lógicas territoriales ya no del viejo colonialismo, sino de la nueva globalización, incidirán de una manera “espectacular” (como dice Durán Barba) en el gobierno de Macri, no solo receptivo de esas lógicas, sino que existe porque es su criatura misma.
En el silgo  XVII aún no existía “la Argentina” y su nombre es pronunciado recién un siglo después (la poesía toma el delicado tema del metal “plata”, argentinorum, y lo devuelve como gentilicio, ver  Angel Rosemblat, El nombre de la Argentina), pero lo que hoy llamamos Argentina emanada precisamente de esa trama de fuerzas previas o de lo que podríamos llamar proto-argentina, contiene problemas dinásticos, de las cancillerías globales de la época, cuestiones políticos y sociales que se expresan en acciones militares de la época, así como en el presente. Esas acciones significan una afirmación de soberanía en plena era de la universalización compulsiva del dominio global, con lo cual el concepto de soberanía tiene otro dinamismo, cubre expectativas generales que no son solo territoriales y extienden su interés a los modelos de economía pública y social que debe asumir la Argentina. En aquel tiempo Malvinas era una pieza territorial del juego de las de las naciones latinoamericanas. ¿Y ahora? ¿Cuánto más que se espera, para reanudar este ciclo; el macrismo, sin duda, lo interrumpe con su grosería y tosquedad políticas.
Hace un par de años, algunos intelectuales que cuestionaban lo que les parecía una hybris nacionalista en el tratamiento de la cuestión Malvinas, decían algo así como que Malvinas sería una idea contemporánea que no podría proyectarse más que irrealmente sorbe el pasado. Un ente sin raíces. No. Hay un derecho del presente para interpretar sólida y serenamente el pasado. Es cierto que no se puede extender la idea de la argentina al pleistoceno o al cenozoico (Lugones mismo se lo dijo a Ameghino), pero sí a los umbrales de la modernidad. Y allí, a diferencia de las posiciones que pasan por alto la cuestión nacional –cuestión no tratada con criterios esquemáticos, sino precisamente plenos de historicidad-, es fundamental, a la luz de un plexo de argumentos jurídicos de la era de las naciones y de las expansiones imperiales, pensar Malvinas. Y hacerlo en el seno de este momento histórico de la nación argentina, con sus conflictos, sus desgarramientos sociales, sus intereses contradictorios. Así se lo hizo en el período kirchnerista y durante la embajada de Alicia Castro en Londres, cuyo principal  resultado es la declaración de J. Corbin, el secretario general de Labour Party, en relación al diálogo.
Porque también a diferencia de los que decían que hablar de “unidad nacional” es una imposición a los hombres libres (y ahora ellos convocan a un “pluralismo obligatorio”), también se puede decir lo contrario pero aceptando la pertinencia del debate. La unidad nacional nunca la postuló nadie como la “comunión de todos los santos”, slavo el abstraccionismo gerencial que ahora nos gobierna. Salvo en la imaginación de los “gerentes de producción y ventas” nunca hubo términos de una nación monolítica, sin poros, cerrada a la novedad y a sus luchas internas. ¡Pero ellos también ven consumidores  y no ciudadanos, pero en gradaciones de “poder adquisitivo”! Un país es un potencial adquisitvo y consumidor. Malvinas es un territorio visto desde el “clima de negocios”.
Pero Malvinas, para nosotros, solo pude el lugar conceptual cuya  importancia proviene de que solo puede ser obra de hombres libres y solo se puede pensar desde la autonomía de las conciencias grupales y particulares. Siempre esa apelación surgida de movimientos populares significó la realización de frentes políticos y sociales que corrieron distinta suerte en la historia argentina, como bien lo demuestra la historia del peronismo (de alguna manera, como Kerensky, inspirado en el Laborismo inglés… ¿digo alguna herejía?). Por eso, en este crucial momento de la vida del país, la cuestión Malvinas, dicha su condición de ente histórico y ético, también encierra la cuestión de la infraestructura de transporte, de la infraestructura de las industrias extractivas, de la distribución de la renta y de los distintos modos de tratar los excedentes rentísticos de la actividad económica. Son diferentes pero complementarias instancias de la autodeterminación social, frente a la cual estamos en franco retroceso, en “franco-macrismo”, por así decirlo. Si la minería eran antes extremadamente descuidada y deformante de la política, hoy adquiere una responsabilidad más que aciaga con las medidas que quitan el casi mínimo control que había, en una de las más riesgosas –junto al fracking- acciones de degradación económica del medio ambiente.
No nos equivoquemos: estas cuestiones de la auto-determinación ambiental también se proyectan sobre “Malvinas”, tema sobre el cual el nuevo gobierno nada entiende, pues en su fondo anímico indeclarado, piensa que “son inglesas”, lo que ni los ingleses, en su mismo fondo, piensan. No puede haber autodeterminación forzada para los habitantes malvineros, pues su autodeterminación debe ser otra, vinculada a su autoindagación: la tradición anglicana de habla inglesa, no economicista, preguntándose a sí misma ante la costa cercana, donde estamos los hispanoparlantes, que nos llamamos argentinos y estamos dispuestos a vernos también en el espejo de una historia compleja. Por eso es fundamental postular que su estatus actual de Malvinas es fruto de un despojo territorial certificado por la documentación histórica de la “era de las naciones”. Pero a partir de allí hay sujetos de derecho, porque todo ser viviente, con su cultura, devociones y biografías individuales, los posee. En tal sentido, posiciones abstractas y mitológicas no sirven para pensar el tema de las Islas unidas al Continente, pues componen un hecho histórico singular que ilumina para todos –también para los habitantes isleños- un futuro social argentino o neo-argentino de otra calidad política, apelando a otros núcleos conceptuales para interpretar una cuestión nacional revisitada con criterio de avanzada social, humana, tecnológica y jurídica. ¿Es esto posible con el Gobierno Macri? No. Pero es posible reabrir la discusión al margen de la actual Cancillería Globalizada.
Sobre todo, porque en el futuro va a dar lugar también a un latino-americanismo renovado, es decir, a un fortalecimiento y replanteo de la relación entre los países que son herederos de una historia común, pero aun atravesados por heterogeneidades políticas muy fuertes y dilemas cruciales, como el de Venezuela, Cuba o Brasil. ¡Por no mentar el nuestro! Malvinas es el nombre y el horizonte de un racimo de problemas que por sí solos permiten inspirar de su buena resolución un hecho novedoso para nuestro país, en una dimensión política, humana y cultural. Integrada Malvinas al derrotero común de Latinoamérica, allí comienza el debate perentorio y sutil sobre las autodeterminaciones sociales, políticas, económicas y culturales. Me refería antes a una intervención de intelectuales sobre el tema. Vuelvo a decir lo que en su momento opiné, no me acuerdo en dónde. Al leer los artículos perseverantes de Vicente Palermo y Luis Alberto Romero me vinieron a la memoria algunas páginas de los Escritos póstumos de Alberdi. Observando ácidamente el papel que Sarmiento y Mitre juegan en la guerra del Paraguay, Alberdi, que como sabemos, la condena, se pregunta porque esos gobernantes hicieron una cuestión de honor de esa terrible conflagración. Para provocarla, habían mandado ex profeso dos buques, y los usaron como pretexto cuando fueron quemados por tropas paraguayas. Declararon que era un atropello al “honor argentino”. Siempre según Alberdi, los gobernantes de Buenos Aires no habían sentido el mismo bofetazo al honor cuando Sucre ocupa Tarija en 1825 o en oportunidad de la anexión de la Banda Oriental por Brasil. Y prosigue otro ejemplo incómodo: en 1838 la bandera argentina fue extirpada por Francia de la Isla Martín García y muchos de los que entonces no vieron problema alguno en ese abuso y que incluso lo aplaudieron, ahora se indignaban por hechos de poca monta protagonizados por Paraguay. Y el caso mayor: “los americanos del Norte arrancaron la bandera argentina de las islas Malvinas y entregaron ese territorio argentino a Inglaterra, que lo tiene hasta hoy, sin que se viese arruinado el honor argentino y se llevase la guerra a los Estados Unidos”.
Alberdi es verdaderamente el liberal argentino. Si se busca por otras ambientaciones culturales, nunca hay nadie como él que cumpla tan exactamente con los preceptos del humanismo radical y del universalismo económico. Podrán discutirse hoy todos estos aspectos del pensamiento de Alberdi, pero no es fácil tratar al núcleo último de un razonamiento que lo acompaña por lo menos desde que escribe las Bases, y que consiste en atacar los argumentos de “gloria y loor” que fundan a las naciones. Advirtiendo Alberdi que habían llegado a su fin los empeños de las espadas libertadoras, la cuestión simbólica de la nación se desplazaba a otras materias concretas: el arado, los cables submarinos, la integración con la economía europea, los “heroísmos industriales” como los que protagonizaban los constructores de ferrocarriles, no como herederos de los conductores de míticas campañas militares –como hubiera dicho un Sorel, no mucho tiempo después- sino otra cosa, lo contrario. Acabada una época, había que replantear para la nación el sistema complejo de sus honras y ceremonias. Sustituir, en fin, un lenguaje fundado en la gloria militar por un horizonte de palabras ligadas a otras retóricas. Alberdi propone una, perdurable, a la que no define (a nuestro juicio) adecuadamente, pero tiene sonoridades de las buenas. El pueblo-mundo.
Vicente Palermo dijo alguna vez en Clarín, aludiendo a que harían los isleños que no son contemplados verdaderamente como sujetos de derecho por las definiciones de la Cancillería argentina, que: “una cosa es segura: seguir odiándonos y hasta más, si es posible (y con toda la razón, a mi entender). Me parece indiscutible que a lo largo del proceso el activismo de los malvinenses se incrementará, y tendrá a la opinión británica (que muchos llaman, de modo simplón, «el lobby de las Falklands») de magnífica caja de resonancia”. Luis Alberto Romero a su vez dice en La Nación sobre el estatuto mismo de las Islas: “En cuanto a la historia, los derechos sobre Malvinas se afirman en su pertenencia al imperio español. Pero hasta el siglo XIX los territorios no tenían nacionalidad; pertenecían a los reyes y las dinastías y en cada tratado de paz se intercambiaban como figuritas. Antes de 1810, Malvinas cambió varias veces de manos, como Colonia del Sacramento -finalmente uruguaya- o las Misiones, que en buena parte quedaron en Brasil. Sobre esta base colonial se puede construir un buen argumento, pero no un derecho absoluto e inalienable”.
Quiero decir que considero inadecuados –en verdad, parciales o insuficientes- ambos razonamientos. En los dos casos, creo que existe en ellos una impropia y descuidada definición de la cuestión nacional. No me refiero con esto a alguna trivialidad ya transitada, sino a la omisión de nuevas perspectivas para la propia cuestión nacional, bajo cuyo punto de vista hay que disponerse. Hoy más que ayer: gobierna un gobierno despojado de cualquier nervio cultural, como no sea un pensamiento gerencial, también aplicado sobre Malvinas. Pero simultáneamente excluyo también las alusiones al gaucho Rivero o a cualquier otro saber de gesta, que si no es redefinido, empantanaría nuestras definiciones en una leyenda resecada. Una consideración novedosa de la cuestión nacional supone ahora un culturalismo universalista e inherente a él, una historia nacional revisitada en términos de lenguajes emancipatorios alternativos. Deben ser los lenguajes de una oposición resistente.
En años pasados se empleó un concepto de “patriotismo constitucional” que se le atribuía a Habermas (no es así, aunque él lo popularizó), y que curiosamente, Alberdi también menta en los mismos escritos que mencioné anteriormente: lo llama patriotismo cívico y constitucional. Como ven, como polemista, parecería que les sigo favoreciendo las cosas a Palermo y Romero (visitantes del despacho de Macri, donde entra con un cepillo de dientes en la boca, pues concluye allí la tarea empezada en el toilette; en la foto de aquella visita,  es cierto, no vi tal adminículo dental). Pero no se las favorezco. Les discuto como “pluralista”. Como ambos tienen irresolubles problemas con el planteo nacionalista de la cuestión Malvinas, me parece bien remitirnos a esta cuestión a través de lo que aquí hemos llamado el “honor”, que Alberdi tiende a considerar un aglutinante imperfecto de la idea moderna de nación. No lo es para nosotros, si le cambiamos la perspectiva. Hay un honor intelectual fundado en una nueva democracia activa que si es válida para una nación renovada, nos permitirá acceder de nuevos modos a la cuestión Malvinas.
Siendo así, lo considero un concepto interesante para redefinirlo en otros términos, pues por un lado, no creo que se pueda decir simplemente que las Islas “cambiaron varias veces de manos” debido al juego entre dinastías, relativizando inopinadamente que pertenecen al ciclo complejo de la nación –la nación argentina- y así se lo considera en la citada frase de Alberdi. De seguirse aquel criterio, tendríamos apenas “un buen argumento” –se supone que entre tantos otros sujetos a refutación-, y no un hecho de naturaleza histórico-social pertinente para hacer de las Malvinas un hecho inmanente de nuestro lenguaje político. No los siempre mencionados por Romero y Palermo como alarmantes tamboriles del “esencialismo nacional”, sino los lenguajes del pueblo-mundo. La nación argentina, pues, con su historia abierta a todas las contemporaneidades. Y además, siempre entrelazada con alguna de las formas disponibles de la presencia inglesa desde el siglo XVIII, lo que dio lugar al juego de aceptaciones y rechazos, en los que, en el segundo caso, se destacaron las plumas de los Irazusta o de Scalabrini, con sus grandes interpretaciones antibritánicas de nuestra historia. En el primero, ya sabemos –y nada de desdeñarlo- las sucesivas readecuaciones del cuerpo literario nacional ante los impulsos que provenían del núcleo de Bloomsbury (son familiares los nombres de Virginia Woolf, Roger Fry, Keynes, E. M. Forster, el Mismo B. Russel y quizás hasta Wittgenstein y Katherine Mansfield)
Pues bien, ahora estamos en condiciones de crear otro campo de honra democrática, releyendo los anteriores de manera nueva, campo que incluye el patriotismo constitucional más una idea democrática de nación, por la cual la futura integración con Malvinas debe ser portadora de reformulados sujetos históricos: el pueblo argentino redefinido por sí mismo y en nombre de una nueva conversación con otros. Allí hay un pluralismo sustantivo, no meramente propagandístico y capturador de  conciencias. Esa nueva conversación abarcará a los pobladores actuales de Malvinas cuyo destino empobrecedor no debería ser “seguir odiándonos”. Para ello, es necesario advertir que son poseedores de una historia de mayor interés para nuestro país, más que para la historia de la expansión mercantil inglesa durante más de tres siglos. Ellos (la minoría originaria “comprensiblemente obcecada”) son coetáneos absolutos del ciclo de nación argentina de un siglo y medio a esta parte –coetáneos, testigos y adversarios- y eso tan intrincadamente complejo los puede licenciar de los efectos que hasta hoy asumen de una mera historia colonial y con “mentalidad de colonos enriquecidos”. Es un hecho no simple ni despojado de cierto utopismo, considerar que encierran en su propia presencia en el archipiélago –entre bases militares y cálculos del capitalismo globalizado- una potencialidad de mudanza para las propias relaciones sociales y políticas internas del país que no desean integrar.
Este comprensible no-deseo es la gema trascendente de la conversación ahora inhibida. Ellos no saben hasta qué punto son portadores de un drama de identidad que no puede resolverse en Londres y sí en el seno de las conflictivas relaciones entre Inglaterra y Argentina, tratadas como paradojas crudas –y muy crudas- de la historia, desde Mariano Moreno en adelante. Pero resolubles por otros senderos de la vida intelectual y moral de los pueblos. Aunque en los acuerdos que se exigen se diga que esos pobladores no cuentan, cuentan sí en su tragedia, en lo que creen saber de ellos mismos y en lo que nosotros creemos saber de ellos.
Pero esos deseos antagónicos, que como todo deseo puede ser interpelado, ovillan una historia de amplios conflictos. Del pueblo-mundo que es el pueblo argentino, y de la pequeña comunidad malvinense, que es una pequeña metáfora de un camino frustrado de la modernidad. Historia de comunidades en conflicto, pero de un conflicto de piezas que encajan, históricamente, mucho menos en una historia colonial que en una nueva territorialidad cultural cualitativamente renovada en su aspecto federativo, multicultural y transformador. Inevitablemente, un reencuentro político-territorial deberá ser correlativo a una perspectiva que considere a la nueva geomorfología cultural así rehecha como novedosísimo sujeto de derechos: el acto de recibir Malvinas reclama también el acto de mudanza tanto del recibido como del recipiente. Por lo tanto, este acto sería capaz de anunciar otras locuciones para la economía territorial: otra minería, otra relación con la formas vivas de la tierra, otros estilos ambientalistas auténticos, otra interpretación de la historia bajo el signo de un lenguaje libertario que supere las pretéritas discursividades “liberales” cuanto “nacionalistas”, en todas sus variantes. Con este gobierno de Sturzzenegger, Macri, Carrió y Morales, no es posible.
Es sabido el problema –el temblor doliente- que provoca mencionar a los soldados argentinos que yacen en el cementerio de Darwin. Hacia allí se disloca el tema del honor, ya no considerado como conducta del ceremonial de Estado, sino penuria del memorial social y rememoración obligada de una tragedia. No es fácil desvincular a esos soldados de aquel Ejército al que pertenecieron, pero esa operación del conocimiento –la desvinculación- es simultánea a la de pensar de otro modo también la democracia en la fuerza armada argentina, tema de vastísma actualidad y que tiene su raíz en una reinterpretación cabal de la remembranza nacional. Tampoco lo veo posible en el gobierno de Patricia Bullrich.
Tampoco es fácil tratar ese nombre –Malvinas- al margen de la forma nacionalista del honor. Pero no por tal dificultad, que se vino conjurando en el gobierno anterior a pesar del escepticismo de Palermo y Romero, hay que desistir del intento de recrear la honra colectiva con nuevos elementos culturales. Esto es, con una nueva observación sobre la lengua nacional, los medios de comunicación de masas, las éticas colectivas en general, a lo que nos obliga la enorme pretensión de atraer hacia el “odiado continente” a el núcleo insular de una cultura que puede aspirar a algo mejor que a una conducta de lobbyo a un economicismo que haría de la era de las petroleras, un símil de aquellas dinastías que se disputaban islotes en todos los océanos. La anterior Cancillería, aunque no vimos a Timmerman comprando galletitas en un supermercado, trató con contundencia temas difíciles y controvertidos. (Sobre los que también ya hablaremos). En cuanto a Malvinas, acertó al mencionar el argumento de las comunidades galesas que viven desde hace ciento cincuenta años en territorio argentino sin perder su ethos cultural, o las mismas comunidades  inglesas repartidas por todo el país –con sus herencias culturales plenamente activas-, que son la demostración de cómo la matriz sentimental argentina es porosa y albergadora, excepto cuando la expropia el mal pluralismo de los actuales gobernantes (en verdad un pluralismo con aguijones inyectantes de “macridad”, desechable pócima).
Es un modelo de fusión posible, recibir así, en nombre de un renovada justicia territorial, a los actuales habitantes de Malvinas (ingleses y chilenos) y será propio de un país que a su vez cambie al recibirlos, al meditar sobre los ámbitos receptivos de su propio idioma, sus renovaciones culturales y sus revisitadas tradiciones culturales. Ya lo dije: ni con Macri ni con el nacionalismo ciego, ni con el liberalismo insípido, o el impostado pluralismo, esto sería posible. Macri silenció cuando Cameron, un hombre rústico como él, no tan remotamente vinculado con la etnografía del hooligan, menospreció como siempre la mera insinuación tradicional avalada por resoluciones de las Naciones Unidas. El hombre ni chistó, no dijo nada porque en el fondo “el otro era él”. Macri es Cameron, pero apáticamente tamizado por el Cardenal Newman, y recién haciendo sus primeros pininos. (Este Cardenal no dejaba de ser  interesante, en su momento trastornó la vida religiosa inglesa con su conversión al cristianismo).
La Argentina, con su no desmentido corazón de país de compromisos humanísticos –a pesar de los oscuros períodos vividos, el guerrerismo galtierista o el economicismo de quienes ahora ven las islas como una cuestión inmobiliaria, que muestran las antípodas de este linaje que sin embargo hemos mantenido- debe recibir a la ciudadanos ingleses de Malvinas también en medio de un gran reflexión colectiva, por el simple y extraordinario hecho de recibirlos. Trazar una línea de reflexión activa, de una diplomacia nacional que beba hasta el último sorbo de sus propias posibilidades expresivas significa que las Islas pueden ser recobradas recobrándose a la vez una nueva energía democrática nacional, libertaria y democrático-socialista (la utopía del “vamos a volver”)  siendo ambas cosas causa y complemento de la mutua posibilidad de la otra y un ejemplo universal de diálogo que tampoco puede serle indiferente a las tradiciones británicas que despojadas de un anacrónico sentimiento colonial, pueden  hacer revivir su universalismo que no desconoció que su verdadera raíz se halla que la democracia interna de los países. ¿Ahora? El interregno macrista lo impide. Pero tenemos que seguir pensándolo. 
El esfuerzo diplomático argentino cuando ocupó la embajada Alicia Castro tuvo mucho de historiográfico y de culturalista, y no poco de filosófico. Ese antecedente corre riesgos ahora, pero permanece en nuestra memoria política. La guerra de Malvinas fue el fin de una etapa dictatorial de la que el estado mismo se debe hacer cargo. En otro momento, y con otro un presidente civil, se escuchó el asombroso gesto de “pedir perdón” en nombre del estado actual, por aquel otro estado infame. Es un único y mismo problema. Desvincular un momento de otro es una apetencia democrática y filosófica para el país. ¿Ante quién pidió “perdón” Kirchner? Ante el pueblo-mundo. (Aunque  allí hubiera debido estar también Alfonsín, Kirchner lo llamó al otro día disculpándose). Concepto de una honra democrática nacional capaz de revisar –si seguimos su hilo severo- el conjunto del lenguaje que usamos para referirnos a Malvinas. No referimos a la idea alberdiana de pueblo-mundo. Será válido el lenguaje que usemos una vez descontado el de la alarma del escéptico liberal, pero también el de los sones de la epopeya inconclusa. Malvinas está ahora en la honra de la lengua democrática, y ésta no es ni más ni menos que una cuestión popular y universal de emancipación. Postergada con Macri. Nos gobiernan Farmacity, Chevron,  Generals Motor, y Barrick. ¿Qué podemos esperar? Para mí, no hay “cien días de gracia”. Pienso sobre la cuestión Malvinas lo que pensaba antes, y si antes me parecía que había que hacerle retoques reconstitutivos al planteo de Museo Malvinas, mucho más me parecen necesarios ahora, que entra en un ambiguo e irresoluto cono de sombra, convertido en agencia de alquileres, un rent-a-car de la memoria colectiva.
(Escrito el domino 14 de febrero. Se anuncia que Cristina retorna a Buenos Aires  con un Instituto o Fundación. Muchos esperamos que lo haga con ideas  y estilos renovados, a la altura de esta nueva gravedad de los hechos, que así como están, nadie los había previsto. Por otra parte, abundan los “pluralistas”. Pero no. Ese pluralismo, si es para aceptar este antiguo concepto de la historia política, no se refiere seguramente al “pluralista inventado”, a la “ficha ganada”, a la “carta robada”. Otra cosa es y lo tendremos que decir nosotros).  
Buenos Aires, 14 de febrero de 2016
Fuente: La Tecl@ Eñe

Cels: Límites al derecho a la protesta


El gobierno nacional dio a conocer un protocolo para la actuación policial en las manifestaciones públicas que otorga a las fuerzas de seguridad amplias facultades para reprimir y criminalizar las protestas sociales.
Esta decisión limita derechos de manera inconstitucional al poner a la libre circulación por encima de la integridad de las personas y de los derechos a la protesta y a la libertad de expresión. Además, la ministra de seguridad, Patricia Bullrich, anunció el protocolo con declaraciones amenazantes que completan el espíritu antidemocrático de la medida.
Uno de los aspectos más graves de la resolución es que no prohíbe de manera explícita que los policías que intervienen en las manifestaciones utilicen armas de fuego, ni tampoco que usen balas de goma para dispersar. Estas omisiones deshacen una medida fundamental que se había tomado luego de los peores episodios de represión en democracia, en los que las fuerzas de seguridad causaron decenas de muertos. La resolución también habilita detenciones con criterios amplios e imprecisos.
Es decir que el gobierno nacional, en lugar de regular la actuación de las fuerzas de seguridad y el uso de la fuerza, amplía sus facultades para reprimir y criminalizar. El texto de la resolución también limita el trabajo periodístico ya que la policía indicará a los trabajadores de prensa dónde pueden ubicarse. Esto afecta de manera negativa la libertad de prensa e impide el control que el registro fotográfico y audiovisual ejerce en el trabajo policial, como se ha demostrado en el esclarecimiento de homicidios cometidos por la policía en protestas sociales.
La resolución delega en las fuerzas de seguridad federales y provinciales la elaboración de los protocolos operativos que regulan la intervención en las protestas sociales  y que incluyen aspectos críticos como el uso de la fuerza. Sin embargo, las autoridades no pueden renunciar a sus funciones de gobierno y control político de las fuerzas en aspectos esenciales para la vigencia del ejercicio de los derechos fundamentales.
En 2011, las provincias adhirieron a los “Criterios Mínimos para el Desarrollo de Protocolos de Actuación de los Cuerpos Policiales y Fuerzas de Seguridad Federales en Manifestaciones Públicas”, orientados a proteger y garantizar los derechos involucrados en las protestas sociales. Por un lado, las autoridades provinciales y nacionales deben ratificar la vigencia de estos principios. Al mismo tiempo, los Criterios deberían ser convertidos en una ley destinada a proteger a largo plazo y en todo el país los derechos humanos en las protestas sociales.
Centro de Estudios Legales y Sociales
consultas@cels.org.ar /www.cels.org.ar

La lengua madre // Ignacio Gago – Leandro Barttolotta

Los Rolling Stones volvieron a la Argentina y en el Estadio Único de La Plata se armó un festival dionisíaco de la nostalgia. La apropiación nacional de sus majestades satánicas y geriátricas contradijo, otra vez, las miradas horrorizadas del legitimismo. Una mirada posible sobre cómo fabricar felicidad.

Faltan minutos para que se apaguen las luces y salgan al escenario, la manija es insoportable: motorizada por la espera de una década (“¡Diez años es mucho tiempo!”, dirá Mick saludando en el segundo recital) o de toda una vida. Desde diferentes puntos del Estadio Único arrancan las oleadas del vamo’ los stoooooon y la garganta se encoge esperando el llanto. En el campo se alternan tatuajes descoloridos, viejas remeras de la gira Voodoo Lounge del 95’ (que lucen orgullosos cuarentones y cuarentonas) y del Olé tour 2016 (nombre que homenajea la palabra-insignia para el aliento que tanto se usa en Argentina y que conmocionó a Jagger en su primera visita. Se sabe, Argentina is the best crowd of the world, como se titulan los videos en Youtube, y tan apreciado es el “commoditie espiritual” que para estos recitales viajaron Stones de diferentes lugares del mundo). A pesar de que el promedio del público oscila entre los 25 y los 35 años (a medida que se avanza en la franja etaria se ve cómo las canas y las entradas reemplazan a los flequillos) hay varios viejos roquers de anteojos mostrando sus astillas del palo Stone (algunos con hijas que parecen importadas de un recital deJustin Biebers, pero todo sea por el bautismo o la redención), algunos chetos que claramente no dejarían salir a su hija con un Rolling Stone, grupos de amigos que engañan la ansiedad abusando de las selfies, otros que hablan de una stratocaster inalcansable, alguién que identifica a un clon de Heisenberg (el héroe de Breaking Bad) y arranca una carcajada generalizada, “Che, cocinate algo para los pibes, pelado”; hay varias banderas de palo con lenguas y piojitos que se agitan y la presencia de una estética barrial (de negros y de white negros,como diría Mailer) inédita para un recital en precio dolar y de una banda de “afuera” (la vagancia que puebla el campo desmiente sin embargo esa extranjería), más inglés de fonética que de First aprobado. En estas fechas, sin duda, se rememoró el congreso de esquinas; una invocación potente, porque es más una puesta en acto de esas intensidades que una puesta en escena de la nostalgia de lo ya-vivido. Rememoración que es también un homenaje al nosotros, a la gran mayoría de la patria-Stone que escuchó a Sus Majestades por contagio y no por filiación.
A los Stones –como a todas las bandas “fundadoras” de la movida barrial del rock– los escuchamos por primera vez en una esquina, en un Kiosko, en la calle, en un bar, por algún amigo o amiga, por hermanos o primos mayores, en menor medida en MTV o en la Rock and Pop. Música proveniente del inconciente huérfanode las generaciones curtidas a cielo abierto. Pero todas esas discusiones volverán luego de la conmoción, cuando nos llevemos los bises a nuestra vida ordinaria. Ahora se apagan las luces, el Vamo los estooooon es ensordecedor, en minutos se escucharán los acordes de Star me up y el estallido libidinal de la inmensa olla humana.
el tiempo está de su lado
Los Rolling Stones se le escaparon al siglo XX. Se terminan los golden sixties (y el mandato de morir antes de cumplir los 30 años) y ellos siguen (no sin pérdidas, claro, pero siguen, insisten); pasan los setenta, las grandes bandas se disuelven y ellos siguen (intoxicados, pero siguen); los aplanadores, conservadores y vacíos ochentas casi se los comen en su epílogo (con las peleas internas), pero siguen insistiendo, encaran los noventa con grandes giras y pasan más de quince años del siglo XXI para que los podamos ver tocar Paint it blackJumpin’ Jack Flash Brown Sugar. Los Stones no sobrevivieron al siglo XX; lo excedieron. Por eso cuando todos sus protagonistas más célebres murieron (personas y discursos), estos la siguen agitando. Quizás sean los testigos –y custodios– más longevos del misterio que escapa por conductos impercetibles de una época a otra. Sus Majestades Satánicas se armaron hace más de cinco décadas unas buenas líneas de fuga, y se las tomaron muy en serio. El tiempo entendido como duración, las intesidades que se desatan y conquistan mundos ignoran por completo al calendario. Solo perdura lo que está vivo.
patria Stone
En la primera visita que realizan al país en 1995, Mick y Keith estaban sorprendidos porque decían que no habían visto una euforía y un fanatismo similar desde la década del sesenta. En Argentina estaban viviendo la remake aggionarda de sus años de mayor efervecencia social. En los comentarios a una nota de La Naciónsobre la llegada de los Stones, se lee “Banda inglesa, multimillonarios, entradas a 300 usd, se hospedan en los hoteles mas caros y se voltean a las modelos mas lindas… Sin embargo el ‘rolinga argento’ está convencido que ‘los rolin’ son populares y nacieron en La Matanza. En ningún lado del mundo Los Rolling Stones generaron semejante creencia popular totalmente distorsionada y basada en la nada misma”En la catarsis racista anida una verdad: en el mejor malentendido histórico que celebró por estas tierras el agonizante siglo XX, secuestramos a unos vejetes ingleses y los hicimos parte del nosotros; se borraron las diferencias geográficas, culturales, etarias, se desplegó capilarmente una simpatía por Sus Majestades de carácter inédita; una traducción que no necesitó de diccionarios bilingues ni de intérpretes ilustrados; un gesto arbitrario, azaroso, extraño (aquí no tiene nada para decir el verso sociológico que siempre intenta explicar los “errores” de masas; y tampoco sirve la historiografía roquera).
No hubo re-interpreación argenta del fenómeno Stone. Acá, como Stones, fuimos –y somos– “primeros escuchas”. No hay original a resignificar, no hay experiencia menor, no hay plagio o imitación: hay solo la significación primera que se re-produce en cada escucha. Quizá la simpatía por Sus Majestades fue expresión –y causa– del encuentro con las fuerzas desconocidas, paganas, inéditas que habitaban en nosotros: las fuerzas necesarias para rechazar familiarismos, morales oxidadas y caretas, modos oficiales de valorizar la vida. Como sea, el encuentro es del orden de lo misterioso, tan indescrifrable como lo que sentimos durante estas tres noches cuando sonó Midnight Rambler o Can’t you hear me knoking y la historía del rocanrol nos atravesó el cuerpo. Mick juega con estas fuerzas de abajo y pregunta risueño, “¿son acaso el país más Stone del mundo?”. No quedan dudas.
escuela de rock y educación sensible
Por eso no se trata de sacudir a los Rolling Stones para buscar (im)posturas políticas, manifiestos militantes, críticas a los mandatarios por el calentamiento global, o línea ideológica para los movimientos globalifóbicos. “Visitaron a Menem en la quinta de Olivos”, “Son multimillonarios”, “son ingleses”, bla, bla, bla… No hay que buscar gestos políticos en la superficie (para eso los argentinos tenemos al Papa Francisco o a la Princesa Máxima), con Los Stones supimos del lado afectivo, deseante, sensible que funda lo político de la vida de los cualquiera. Con Sus Majestades aprendimos que “primero hay que saber vivir”; primero hay que inocular la vida de preguntas hasta lastimarla, y es desde ahí, desde ese umbral corporal, íntimo pero no personal, desde donde se incia todo lenguaje político. Con Sus Majestades aprendimos que las intensidades se conquistan siempre contra la rígidez de los cuerpos que crea el Poder, y que en la expresión pública de esas rapacidades ganadas se juega una lucha por los modos en que queremos vivir. Los Stones nos sirvieron para la verdadera y primordial batalla cultural (en el lenguaje/cuerpo) que necesita toda política que quiera transformar el mundo. Con los Stones aprendimos que en el pliegue más profundo, las vidas no se determinan por coyunturas políticas, económicas o sociales: una vida “feliz” (felicidad: llegar a ser lo que uno es) no es la expresión del mundo que la rodea, sino la capacidad de hacer mundo. Con los Stones aprendimos a fundir Vida y Política. De los Stones no se sale necesariamente crítico o militante; pero sí se sale con ganas de vivir (como salimos después de cada escucha solitaria o en banda, en un fiesta con amigos, en un bar nocturno y embriagado o en un cuarto adolescente o en un living adulto o en un celular que nos aísla de la ciudad, como salimos después de los trances de cada uno de los shows). Claro, despúes cada uno verá qué hace con esas ganas: negativizarlas como insatisfacción e inquietud para estallar una forma de vida que apriosiona, volverla nafta anímica para emprender planes colectivos y agites comunes, o usarla como recurso para –únicamente– retornar de buen semblante a gestionar exitosamente la vida laboral y social.
Mientras escribimos estas líneas circulan por las redes sociales las imágenes de los Stones con la familia Macri acompañadas de algunas críticas “progres” de muchos comentaristas que probablemente sigan creyendo que los escenarios sociales se erosionan a pura pedagogía política, ignorando el plano de los afectos y las sensibilidades. La lengua de los Stones es un logo, pero un logo encarnado; un logo que sigue teniendo adherido en sus bordes vitalidad y energía. Una lengua íntima pero también social, una lengua aliada, disponible para el agite. Sacar esa lengua a la sociedad es también expresar públicamente (políticamente) un nivel afectivo-íntimo desde el que se piensa y se vive. Con esa lengua roquera aprendimos que todo lenguaje calienta o no, y punto. No hay mucho más que hacer.
viendo a los niños jugar
Una langosta verde se posa en la guitarra, recorre el mastil, se detiene en el clavijero. Keith la mira encantado y sonríe, le hace un gesto a Ronnie que se acerca y contempla la escena. Luego se suma Mick que parece no comprender, con una mueca Keith le señala al bichito y los tres se ríen sin dejar de tocar. Parecen niños, en ese gesto hay inocencia, asombro y juego. La escena proyectada en las pantallas recuerda al homenaje que Werner Herzog le hace a Kinski en Mi enemigo íntimo, cuando lo retrata jugando encantando con una mariposa que revolotea a su alrededor. En la escena también se puede percibir la misma sustancia vital que derrama Richards en su documental (Keith Richards: Under the Influence, 2015), cuando sostiene que “la adultez llega cuando te entierran”. Ni forever young ni adultez agilada de final de juego. Se subraya el verdadero límite, el viejo y conocido final, pero para empujarlo al fondo del pasillo, hay fade out, pero aún quedan intensidades por desatar y noches enteras por bailar.
La mayoría de las coberturas periodístas acentuaron el atletismo, la buena salud de los vejetes, y lo mágico de las performances (magia entendida como detención del tiempo, por la vigencia de lo que debería haberse degenerado, para usar un término con el que se los impugnó en sus inicios desde la sociedad pacata). Sí, hay magia y salud, pero por otros motivos. La vigorosa salud es la que alimenta la intensidad (no la capacidad de los pulmones y los músculos) y la magia es hacer con lo que hay otra cosa: magia es tocar un millón de veces los acordes de Satisfaction y gozarlo con la alegría de la primera vez. Magia es hechizar a más de 50 mil personas de un modo inolvidable. Sus Majestades Satánicas hicieron de la juventud una estética vital y no un mandato estético –como logró trampear el mercado y las publicidades. Una estética que sabe sensiblemente que es mentira el cuento de la maduración: nadie madura, simplemente se cansan. Lo azaroso de la langosta en la guitarra de Keith y las risas complices con Mick actualizan –como infinidad de veces a lo largo de estos 54 años, más allá de las peleas y los quilombos– aquel viejo choque fundante en la estación de trenes, cuando ambos llevaban un disco bajo el brazo y el rostro lleno de acné. Lo mejor y más perdurable del rocanrol nació en ese tren en marcha, en ese momento infinito y eterno (por ausencia de fines) que aún hoy seguimos recreando: un tren en movimiento, un auténtico rocanrol que sigue sonando, cuerpos que siguen girando, la vida entendida como duración e intensidad, tan simple y encantador; Like a Rolling Stone.
Fotografia: Julián Rulli
(Fuente: http://revistacrisis.com.ar/)

Obama y Macri, un 24 de marzo // Lobo Suelto!

Imaginemos el acto que Macri con Obama planean realizar el próximo 24 de marzo. En Casa Rosada, en la Embajada o donde sea. El presidente de EEUU viene de paso hacia Cuba en “histórica” visita. Y, de paso, toma la palabra en Buenos Aires, en el momento en que se conmemoran los cuarenta años del golpe militar corporativo que dio lugar a la última dictadura. Macri, Obama: ¿hablarán contra el terrorismo global y el narcotráfico? Gran acto de conversión, de adecuación global de la Argentina: los derechos humanos despojados de toda significación ligada a luchas populares. Enorme capitalización de los derechos humanos como marca global, en favor del orden. ¿Puede concebirse mayor servilismo?

Morales Solá anuncia el acto hoy en su columna del diario La Nación: «La visita de Obama a Buenos Aires coincidirá con el 40° aniversario del golpe militar del 24 de marzo de 1976. Ambos gobiernos están trabajando en un acto conjunto de los dos presidentes, que se realizará ese día para rendir homenaje a los derechos humanos violados durante la dictadura. El kirchnerismo ya adelantó su protesta. Nadie podía imaginar una cosa diferente de esa fracción política ni un aporte más valioso».
¿Morales Solá se sumará a la fiesta? Sería fácil citar aquella amarga premonición –tantas veces cumplida- de Benjamin según la cual si el enemigo vence –y no para de vencer- ni los muertos estarán a salvo.  No está de más tenerlo en cuenta, aunque habría que evitar, ahora mas que nunca, hacer del 24 de marzo un acto congelado de la memoria, un acto meramente defensivo, de competencia de fracciones o despojado de tramas populares. Sobre todo ahora que queda ratificada la fecha del 24 de marzo como momento clave respecto de la capacidad de desafío al consenso que el macrismo quiere instaurar; un consenso adecuado al orden que el occidente entero sueña con imponer por cualquier medio.   
Ni mera memoria, ni lucha parcial de los organismos, ni polarización entre fracciones. No es posible no percibir que de esta disputa fundamental dependen también los temas de los que se conversa a diario: de las paritarias a la educación, de la política exterior del país a los planes sociales, de los despidos a los protocolos represivos,  de los femicidios a la criminalización de los pibes en los barrios, de la inflación a la inseguridad.
No es cierto que el 24 de marzo recordemos “violaciones de los derechos humanos”. Lo es, en cambio, que en esa fecha rechazamos con toda nuestra fuerza el uso del terror como fundamento político de la concentración/económica pasada, presente y futura. Los 24 de marzo pensamos a fondo sobre las continuidades entre explotación y represión; entre desposesión y violencia estructural del régimen de acumulación.
Nada más actual,  más urgente, que afirmar el próximo 24 de marzo, en la calle y en donde sea, el contenido democrático y rebelde de los movimientos populares. No como modo de posponer las discusiones sobre nuestros los límites políticos (no hay porqué acallar ninguna diferencia, ¡al contrario!), sino como delimitación elemental a partir de la cual habrá que volver a la pregunta de fondo: ¿cómo ligar política y transformación sino a partir, justamente, del rechazo a toda imposición de adecuación al orden?

El 24 de marzo, ahora queda más claro que nunca, tenemos una gran cita. 

Disciplinar la investigación, devaluar la docencia: cuando la Universidad se vuelve empresa // Amador Fernández-Savater

Entrevista al colectivo de profesores y estudiantes Indocentia sobre la transformación neoliberal de la Universidad


«¿En qué nos estamos convirtiendo?” Esa pregunta dispara uno de los textos del colectivo Indocentia dedicados a analizar críticamente la transformación de la Universidad española en estos últimos años.
Efectivamente, ¿en qué se convierte la Universidad cuando la reducción del gasto público incrementa la presión competitiva por fondos y estudiantes? ¿En qué se convierte el ejercicio de la docencia cuando se considera una actividad de segunda, al tiempo que se estandariza e instrumentaliza la relación pedagógica? ¿En qué se convierte la investigación sometida a criterios y rankings que valoran principalmente lo cuantificable, exhibible y comercializable?
Convertir, mucho más que convencer. Transformar los comportamientos, mucho más allá de las opiniones. Lo que está en juego en la transformación neoliberal de la Universidad es la relación con el saber y con uno mismo. Hemos aprendido a enfrentarnos a poderes que se nos oponen como algo exterior, coactivo y represivo, pero ¿qué pasa cuando se trata de poderes que se presentan comoevidentes y deseables?
El colectivo Indocentia agrupa a profesores, profesoras y estudiantes de la Universitat de València. Su reflexión sobre la universidad española arraiga en los problemas particulares del modo de producir conocimiento en las ciencias sociales (psicología, educación, sociología, etc.), problemas que, aún compartiendo muchos elementos en común, se manifiestan seguramente de forma diferente en las humanidad o en las ciencias experimentales.
Los miembros de Indocentia que han contestado colectivamente a las preguntas de esta entrevista son: Lucía Gómez, Francisco Jódar, Almudena Navas, Carmen Montalba, Joan Carles Bernad, Antonio Santos, Manolo Rodríguez, Clara Arbiol, María Jesús Bravo y Daniel Sánchez. Contacto: indocentia@gmail.com
La revolución cultural neoliberal
1. Afirmáis en  uno de vuestros textos que el problema actual en la Universidad, contra lo que me parece que aún es el sentido común crítico, ya no es exactamente la endogamia, la pasividad, la burocracia, la rigidez, lo memorístico, la apatía… ¿Por qué se mantienen esos clichés entonces? ¿Qué es lo que nos impiden ver y pensar?
Indocentia: Estos viejos problemas forman parte de una crítica mediática y supuestamente progresista que no atiende a los problemas de la universidad actual. Por ello, es importante mostrar el uso político que se ha hecho de ellos, su valor pragmático, la función que han tenido y tienen como justificación de reformas de carácter neoliberal en el ámbito universitario.
Reformas que apelan a la endogamia para avanzar en la desregulación laboral de quienes empiezan y enfrentar a colectivos precarios; a la pasividad para implementar mecanismos de (pseudo)participación neoempresarial en la gestión y procedimientos pedagógicos estandarizados e infantilizadores en la docencia; a lacalidad para disciplinar la producción de conocimiento de acuerdo a lógicas competitivas; al academicismo para supeditar el sistema educativo al productivo…
De ahí la necesidad de desvelar la contradicción entre la retórica con la que se presentan las reformas y los efectos que generan. Por ejemplo, en el caso de la crítica a la endogamia, no deja de sorprender que las medidas nunca hayan pretendido otorgar seguridad a las posiciones más precarias para evitar su dependencia de los poderes locales y de toda una lógica relacional insoportable (redes clientelares que no solo perviven, sino que se han acomodado perfectamente a las nuevas exigencias productivistas y “meritocráticas”).
Por tanto, entendemos que es importante llevar a cabo una “crítica en tiempo real”, que cuestione los efectos de las transformaciones recientes de la universidad: la exigencia de hiperactividad vacía e inocua, la progresiva mercantilización del conocimiento, la devaluación de la docencia, la fragilidad y dependencia de las posiciones más precarias…
2. En esa transformación neoliberal de la Universidad, decís que es esencial el “cambio de cultura del profesorado”. Las directrices europeas que citáis en vuestros textos insisten mucho en esto. Me interesa especialmente este aspecto de “revolución cultural” que implica el neoliberalismo. ¿En qué consiste? ¿Por qué es tan importante que el profesorado se vuelque en la investigación? ¿En qué tipo de investigación?
Indocentia: Sí, los distintos documentos que desde la Comisión Europea vertebran la construcción del Espacio Europeo de Educación Superior no ocultan que el éxito del proceso de reforma depende de la transformación del profesorado de forma que se establezca una alianza entre sus ambiciones personales y los objetivos valorados por la institución. Algo que no deja de ser inquietante.
Las nuevas reglas del juego privilegian la investigación al tiempo que devalúan la docencia; una investigación sometida a las reglas que le permitan competir, una investigación que se pueda cuantificar y exhibir, una investigación obediente.
En primer lugar, se lleva a cabo una redefinición del profesor como investigador en términos de prestigio y estatus. Frente a la docencia, la práctica investigadora es transformada en una inversión en el propio currículum que sí reporta beneficios subjetivos (valoración) y materiales (compensaciones retributivas). La docencia se define como carga, actividad que hay que soportar para poder llevar a cabo las actividades de investigación que son las que generan distinción y reconocimiento.
Es ilustrativo en este sentido el Real Decreto-Ley 14/2012, de “medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo”, que establece que la actividad docente ha de graduarse en atención a la “intensidad y excelencia” de la actividad investigadora reconocida. La docencia queda directamente definida como “castigo”. La exigencia de rentabilizar los resultados de la investigación hace que el profesorado deserte de la docencia, que se convierte en obstáculo para la promoción académica. Dedicar esfuerzo a la docencia es “perder el tiempo”.
En segundo lugar, se encauza la producción de conocimiento en función de criterios globales de productividad/calidad que permitan competir. En este espacio de capitalismo académico, el conocimiento se somete progresivamente a indicadores de producción que tienen valor en circuitos cerrados. Como recoge claramente la Estrategia de Universidad 2015: “el conocimiento es un capital pero es necesario identificar en él lo que realmente tiene de valor para el mercado”.
Esta revolución neoliberal en curso está siendo un éxito. Sin apenas resistencia, ha sido capaz de construir investigadores emprendedores dispuestos a comprometerse en el proceso ciego y permanente de competencia por contratos, publicaciones, proyectos. Sin embargo, la misma función de la universidad pública se pervierte: la producción de conocimiento va perdiendo su dimensión social y se convierte en un valor de cambio ligado a las exigencias del mercado impidiendo suvalor de uso, su conexión con determinadas posiciones y problemas. Es decir, en un producto inocuo que ha de contar en el circuito virtual y autorreferente de los rankings.
3. Vuestros textos analizan pormenorizadamente esta cuestión de la “transformación de las subjetividades” en el proceso de mutación en marcha de la Universidad. ¿En qué se diferencia la transformación de las subjetividades de un cambio ideológico?
Indocentia: Los procesos de reconfiguración identitaria no afectan únicamente a nuestros ideas, valores o creencias, sino que modifican también nuestros deseos, aspiraciones, motivaciones, placeres, los modos de relación con uno mismo, transforman nuestra interioridad. Por eso no se trata solo un cambio ideológico.
Las nuevas formas de gobierno neoliberal modifican nuestras subjetividades: nos convertimos en investigadores competitivos, activos, polivalentes y flexibles, en “empresarios de nosotros mismos”. El “profesorado excelente” trabaja solo por y para sí. Incorporamos el cálculo coste-beneficio no solo a la hora de planificar una investigación, sino también a la hora de gestionar nuestras relaciones.
Dos aspectos favorecen la penetración en los cuerpos de esta lógica instrumental. Por un lado, la actividad investigadora es concebida como un proceso donde nos estamos jugando, no solo la posibilidad de progreso en nuestra carrera académica, sino también nuestra propia imagen, la posibilidad de reconocimiento, un proyecto de identidad que desborda lo profesional. Rankings, estadísticas, memorias de investigación, tablas comparativas, informes, plataformas o registros virtuales de citas, publicaciones, seguidores… nos proporcionan esa valoración, la posibilidad de ocupar un espacio-marca. Todo ello obliga a un proceso continuo de competición interna que fragmenta y enfrenta al profesorado.
Y por otro, estas formas de regular nuestra conducta dependen de nuestra iniciativa “voluntaria”. Es decir, aunque no se puede negar su carácter coercitivo (sobre todo para los que empiezan), operan también a través de la fascinación, de la identificación con estas reglas del juego. De ahí la enorme dificultad de ejercer la crítica a los dispositivos de dominación que nos configuran.
Discursos y prácticas: excelencia y evaluación
4. Vuestro análisis se centra en dos dimensiones materiales de esa “revolución cultural”: los discursos (excelencia, emprendimiento, etc.) y las prácticas (sobre todo la evaluación y la rendición de cuentas). Empecemos por los discursos. Afirmáis que importa menos lo que significa la palabra “excelencia” que lo que “hace hacer” en este contexto. ¿Qué “hacen hacer” esos discursos, qué efectos producen?
Indocentia: Discursos como excelencia, espíritu emprendedor, innovación, autorrealización… pretenden instaurar un sentido común compartido o regla de juego que naturalice la necesidad de competir. Desde los rectorados, se lleva a cabo un trabajo pedagógico-propagandístico dirigido a que nos identifiquemos individualmente con exigencias que no dependen de uno mismo y que no se cuestionan.
La excelencia es un concepto vacío pero que tiene poder performativo, nos incita a intensificar continuamente el rendimiento al tiempo que impide cualquier crítica: ¿hay alguien que quiera ser lo contrario de excelente? La excelencia pasa de ser una cualidad inaprensible a significar: ranking, competitividad, resultados. Permitiendo también lanzar el mensaje de que la universidad se está convirtiendo en una estructura administrativa semejante a una empresa, capaz de planificar estratégicamente, evaluar y ejecutar.
El emprendimiento asociado a la retórica de la iniciativa, la apertura, la asunción de riesgos y retos, la creatividad, la reinvención, la transformación de ideas en actos, el liderazgo de proyectos…. muestra su lado más desvergonzado y cínico cuando se nos demanda que en el aula incentivemos el espíritu emprendedor de los y las estudiantes. Aquí podemos ver en qué se ha convertido la universidad-empresa: ¿por qué se les pide a los y las estudiantes que asuman riesgos individuales mientras se invisibilizan las condiciones sociales que generan desigualdades en esa apuesta? ¿Por qué se publicita el emprendimiento y no se denuncia la precariedad que les espera?
5. En cuanto a los mecanismos de evaluación y rendición de cuentas, ¿de qué tipo son, cómo funcionan, qué generan?
Indocentia: Agencias de calidad como la ANECA (dirigida a acreditar la calidad del profesorado) y la CNEAI (que reconoce, a través de los sexenios, la actividad investigadora realizada en períodos de cinco años), priorizan como criterios de valor la publicación de artículos en revistas científicas incluidas en bases de datos elaboradas por dos empresas privadas, Thomsom Reuters y Elsevier (propietarias respectivamente de las bases de datos WoS y Scopus), en detrimento de otros formatos y modos de canalizar la actividad investigadora. Estos criterios de valor reproducen una lógica colonial, son un efecto de lógicas de poder geopolíticas (que marginan y desprecian las revistas científicas no anglosajonas, que imponen sin discusión el inglés como lengua neutra…) y, a pesar de las críticas de todo tipo que han generado, conservan intacta su capacidad de definir quién vale y quién no.
La bibliometría no ha traído resultados de investigación excelentes, pero sí sabemos que ha despertado la astucia y las triquiñuelas de una parte profesorado que adapta su trabajo hacia lo que se considera clave en la evaluación: se abandonan las monografías o libros porque puntúan menos y dan más trabajo frente a los artículos con índices medibles de impacto; se trocean las investigaciones de forma que salgan varios artículos, lo que está generando una inflación de papers inabarcable y vacía; se publica aunque la investigación no esté concluida y los resultados sean escasos o poco sólidos; se provocan («fiddling with the data…») resultados positivos porque los negativos son menos publicables; se apuesta por investigaciones breves, que puedan permitir publicar con rapidez; se recurre al autoplagio, al plagio, a las autocitas, a las redes de citas, a las guerras de citas, a no citar a posibles competidores.
En este escenario, son frecuentes las relaciones clientelares, las “familias” basadas en alianzas estratégicas, en intercambios interesados orientados a la maximización de resultados (autorías rotativas, contactos en revistas…) y no en la necesidad de producir formas colaborativas de pensamiento e investigación.
El conocimiento se somete, se pliega a estos criterios de valoración “internacionales”, supuestamente “neutrales”, pero que disciplinan, estandarizan y empobrecen el trabajo investigador (promueven metodologías legítimas, modos de enunciación autorizados, parámetros temporales, contenidos prioritarios). Esta dependencia se manifiesta de forma diferente en cada disciplina. En las ciencias sociales no es difícil percibir la estrecha relación entre las áreas temáticas que permiten financiación de proyectos de investigación y las actuales formas de producción y pensamiento hegemónico: empleabilidad, emprendimiento, inteligencia emocional, resiliencia, estrés positivo, prácticas de éxito escolar…
La producción de conocimiento, al margen de las posiciones teóricas y políticas de los investigadores, se encierra en un circuito privatizado, ajeno a cualquier compromiso con lo común, incapaz de intervenir en lo social. Ello afecta a la función de la universidad pública pero también a nuestra tarea cotidiana: pérdida de sentido, desilusión, impotencia política o cinismo.
6. Estas exigencias de disponibilidad continua, hiperactividad, optimización, movilización permanente… ¿qué efectos tienen sobre el pensamiento, sobre la enseñanza (una actividad “generosa, viva, inconmensurable” como decís), sobre los mismos cuerpos?
Indocentia: Es precisamente la hiperactividad aquello que está paralizando el pensamiento, la reflexión. La carrera investigadora no tolera ni tiempos vacíos ni logros acabados y duraderos. La valía se ha de actualizar continuamente en un proceso sin fin. De ahí la emergencia del llamado “sexenio vivo” y el uso que se está haciendo del mismo (se penalizan los períodos donde el ritmo de producción no ha sido constante). Se instala una relación con el conocimiento desencarnada, instrumental, acelerada, regida por el corto plazo. El ritmo de trabajo se ajusta a los requisitos temporales y estandarizados que exigen los dispositivos evaluadores.
Estas exigencias ponen en peligro el carácter artesanal y creativo de los procesos de producción de conocimiento. Lo que vale, lo que cuenta, lo que tiene valor (de mercado) es la acumulación, la superficialidad, la continua novedad sin raíz. Se trata de un nuevo modo de expandir la sumisión en el trabajo intelectual. Una pérdida de la dimensión crítica de la investigación que, paradójicamente, se asocia al aumento de la excelencia de nuestras universidades.
Dar una buena clase requiere mucho tiempo y esfuerzo en su preparación. Precisa entrega y generosidad. Continuamente experimentamos que la pasión que el profesorado transmite en el aula es lo que logra movilizar las ganas de saber de los estudiantes. ¿Es posible una medición de todo esto? La relación pedagógica no se deja apresar en términos instrumentales y rentabilistas. De ahí nuestra crítica a los dispositivos de control y gestión de la actividad docente como el infame programa Docentia. Un programa troyano, un software aparentemente inofensivo que al ejecutarlo ocasiona daños irreparables. Su principal efecto no va ser aumentar la calidad de la enseñanza, sino introducir la lógica del coste-beneficio en la docencia, de forma que también ahí orientemos nuestra conducta hacia los aspectos premiados. Y ello además, en un momento en que la docencia se devalúa y pasa a ser, como decíamos, el castigo para los profesores y las profesoras no excelentes (penalizados con muchas más horas de docencia) .
En la vida del profesorado se instala, no solo la angustia ante las exigencias evaluadoras, sino también la culpa por no estar a la altura de ese ideal deexcelencia. Y el padecimiento de estas afecciones de un modo individual y privado. Vidas fragmentadas y en deuda permanente. Cuerpos que no se pueden permitir una bajada de energía, de intensidad productiva. Cuerpos que han aprendido a no distinguir entre tiempo de trabajo y tiempo de no-trabajo. Cuerpos fuertes e independientes, sin debilidades ni vulnerabilidades. Cuerpos que no tienen que ser cuidados y que no cuidan a otros cuerpos. Cuerpos hiperproductivos y ajenos a los compromisos con la vida reproductiva. La excelencia mata, la competitividad enferma, decimos desde Indocentia.
Formas de resistencia creadoras, no nostálgicas
7. ¿Cuál es la actividad de Indocentia, su alcance, su eco?
Indocentia: Indocentia es un espacio, formado primero por docentes y que ahora se está abriendo también a estudiantes, que pretende abrir preguntas, mantener abierta la capacidad de extrañarnos, ensayar formas de desobediencia activa. Es un intento de problematizar en qué nos estamos convirtiendo en la universidad. En un momento en el que estamos más individualizados que nunca queremos politizar en común nuestro malestar. Construir una posición que nos ayude a sostenernos compartiendo lo que, en nosotras, resiste a encajar en el juego de la universidad neoliberal.
Buscamos enfrentar formas de sometimiento y vaciamiento del sentido público de la universidad. Creemos en una docencia que permita relaciones pedagógicas vivas. Queremos detenernos, pensar y abrir otros sentidos de lo posible.
Nos cansa ser empresarios de nosotros mismos, jugar al juego de instrumentalizar oportunidades, contactos, relaciones. Sabemos que nuestra autorrealización no depende de nuestra puntuación en cualquier ranking y sospechamos de la obligación misma de autorrealización y de implicación continua. Nos indigna que se ofrezca emprendimiento a nuestros estudiantes explotados.
8 ¿Cómo leer las resistencias a la transformación neoliberal de la Universidad? Se me ocurre que si el nuevo paradigma de poder y control pasa por los cuerpos (es “biopolítico”, como se dice), tal vez las resistencias se expresen también “físicamente” aunque en formas ambiguas: depresiones, bajas laborales, etc. ¿Veis esto en vuestro entorno?
Indocentia: Las condiciones que definen hoy la producción de conocimiento en la universidad (exigencias de flexibilidad temporal, funcional y horaria, inestabilidad laboral en las figuras precarias…) tienen consecuencias en la salud:ansiedad, desgaste psíquico, incertidumbre, culpa. Junto a esto, la deriva productivista, la gestión rentable vacía de sentido nuestro trabajo.
Pero esa realidad no cuenta, no se politiza. La lógica meritrocrática esconde que la posición de género, clase y la inserción en (determinadas) redes sociales en la institución definen desigualmente la posibilidad de alcanzar determinados resultados. Y provoca una peligrosa atribución individual del fracaso. Por ello, es importante releer, interpretar en clave colectiva, estas manifestaciones de malestar descalificadas o silenciadas como “privadas”. Aquí, también, lo personal es político.
9. Si hoy el poder es «interior» y “voluntario”, si pasa por nuestra propia adhesión subjetiva a las formas de autorrealización que nos propone seductoramente el sistema (reconocimiento, valoración, visibilidad), ¿qué se puede hacer, cómo se puede luchar o disentir? ¿Cómo se pueden construir otros espacios de pensamiento sin quedar relegados a la invisibilidad, a la auto-marginación? ¿Dónde veis esas resistencias y/o creaciones?
Indocentia: Para las posiciones más precarias, la posibilidad de disenso es difícil, están obligadas a cumplir las reglas del juego si quieren aspirar, en un horizonte incierto y competitivo, a mantener su puesto de trabajo. Pero sorprendentemente, quienes no ponen en juego su estabilidad laboral tampoco consiguen romper las identificaciones (motivaciones, aspiraciones, deseos) asignadas por la racionalidad neoliberal. Están capturados.
La producción de otros espacios de pensamiento y resistencia pasa por generar otras formas de reconocimiento colectivo a nuestro trabajo, distintas a las que nos ofrece la empresa Thomsom Reuters; por dar valor a vínculos en los que no solo haya instrumentalización del otro; por no someter la investigación a los circuitos rentables; por intentar construir espacios comunes a pesar de nuestra fragmentación y jerarquización; por no desertar de la docencia y proteger ese espacio de relación.
En todo caso la resistencia tiene que ser desobediencia y creación; una mirada nostálgica no tiene sentido. Una universidad pública y democrática está aún por construir.
10. “Iniciativa, apertura, asunción de riesgos, retos, creatividad, reinvención permanente, proyectos”… El lenguaje neoliberal es emocional, entusiasta y movilizador. ¿Cómo luchar contra él, cómo dar la pelea en el lenguaje? ¿Desenmascarando lo que esconden las palabras, tratando de reapropiárselas y darles otro sentido, inventando otras nuevas…?
Indocentia: A pesar del atractivo con el que se presentan, creemos que es importante mostrar los efectos de estos discursos en la universidad (efectos que dependen siempre de la relación que mantienen con dispositivos prácticos, como la tecnología evaluadora).
La excelencia se convierte en un incentivo para que aumentemos de manera constante e ilimitada la productividad; la calidad esconde sometimiento a estándares y formatos cuantitativos y arbitrarios; el emprendimiento actúa como ilusión de agencia y logro personal en el trabajo investigador; la audacia y el riesgocomo prescripciones que, cuestionando los derechos y protecciones laborales, convierten en deseables situaciones corrosivas y precarias.
La lucha tendría que conseguir, no solo evidenciar los efectos producidos por estos discursos, sino también por generar otra sensibilidad hacia ellosGenerar desafectos. Convertirlos en lo que son: estribillos estridentes e insoportables . Al mismo tiempo, tendríamos que ser capaces de incorporar otros elementos de valor al trabajo investigador y docente: trabajo compartido, trabajo artesanal, honestidad, compromiso. En esta línea encontramos la «Carta de la Des-excelencia»(Charte de la desexcelence) impulsada por un grupo de universidades francesas y belgas.
11. Si el poder es micro y pasa por la transformación de las subjetividades, ¿qué podría aportar positivamente un cambio macro, en el poder político, sobre la gestión y el gobierno de las Universidades? ¿Cómo veis el panorama al respecto, qué posición tienen sobre las transformaciones en curso de la Universidad las formaciones de la “nueva política”?
Indocentia: La transformación neoliberal de las subjetividades depende de un conjunto heterogéneo de discursos y prácticas donde los cambios organizativos y legislativos tienen un peso importante.
Esto se aprecia bien si atendemos, por ejemplo, a la regulación actual del sexenio a partir del Real Decreto-Ley 14/2012 que premia por la posesión de determinados tramos de investigación con una reducción de la carga docente y penaliza con un aumento significativo de la docencia. De forma que consigue dividir al colectivo, paralizar la crítica y la acción colectiva y consolidar un imaginario en el que la docencia no tiene valor. O si atendemos a los efectos subjetivadores que están produciendo en el profesorado universitario las normativas y disposiciones de las distintas agencias evaluadoras. Por tanto, no se puede renunciar a la posibilidad de producir colectivamente nuevas reglas, nuevas praxis instituyentes.
Es importante que aquellas formaciones políticas que han sido capaces de denunciar el efecto de las políticas neoliberales en algunos ámbitos, sean también capaces de hacerse cargo de lo que supone esta deriva en la universidad. Sin embargo, constatamos que la potencia del discurso mediático al que hacíamos referencia al inicio y la respuesta neoliberal que se ofrece como garantía de modernización y solvencia (calidad, competitividad, meritocracia, excelencia…) sigue impregnando algunas propuestas y diagnósticos de las nuevas formaciones políticas. Es necesario dar un paso más. Es necesario avanzar en la crítica. Es urgente comprometerse y disputar el sentido también en el espacio universitario. Hay demasiado en juego.
(Fuente: http://www.eldiario.es/)

‪#‎JUSTICIAPORIKI // Presentación de la Comisión de investigación sobre la violencia en el territorio


PARTICIPAN:

Alejandro Bercovich, Leonardo Grosso, Rafael Klejzer, Jose Schulman, Horacio González, Mario Santucho, Juan Grabois, Miguel Funes,Marcelo Parrilli, Victoria Donda, Pastor Pentecostal Diego Mendieta, Padre Paco “Francisco Olveira Fuster” cura de Opción por los Pobres, Lito Borello, Jorge Rivas, La Garganta Poderosa, Confluencia La dignidad-Katari-OPSA, Madres de Plaza de Mayo – Linea Fundadora, Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Patria Grande, Movimiento de Trabajadores Excluidos, Izquierda Latinoamericana, Organización Política y Social Los Pibes, Movimiento Evita, La Cámpora Matanza, Frente Popular Dario Santillán – CN, Comisión Política de la Iglesia Dimensión de Fe, Parroquia Ntra Sra de Fátima Isla Maciel
Contacto de Prensa: 1131476180 (Franco)

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Documento de convocatoria

(la convocatoria y participación de la Comisión Investigadora de la Violencia en los Territorios continua abierta)
El arribo al gobierno de la derecha empresarial en Argentina supone un severo desafío para las organizaciones populares, y para el todas las experiencias comprometidas con la democratización social. Rápidamente ha comenzado la desarticulación del sistema de mediaciones y garantías institucionales heredados de las gestiones anteriores, que proveían un cobijo precario (pero cobijo al fin) a la multiplicidad de agrupamientos que constituyen el campo popular. En paralelo, las dinámicas de acumulación rentística que penetran los territorios e imponen nuevas cotas de violencia social, desarticulando los lazos comunitarios y la vida pública, van a profundizar su despliegue. En este contexto la represión y la coacción ya están incrementándose, pero opera según nuevas modalidades, tanto estatales como paraestatales.
La Comisión Investigadora de la Violencia en los Territorios se propone desentrañar las tramas y los actores que se articulan en función de estos negocios, incluyendo la participación y la complicidad policial, judicial y del poder ejecutivo, para contribuir con información valiosa a las causas judiciales que se libren. Al mismo tiempo, nos interesa promover la denuncia y el debate público. En este sentido, la Comisión Investigadora se constituye como un órgano colectivo, amplio y heterogéneo, con la clara intención de afirmar una perspectiva radicalmente democrática de la justicia social y los derechos humanos. El caso concreto que motiva su creación es el intento de asesinato de Darío Julián, militante del Movimiento Popular la Dignidad. Pero su aspiración es involucrarse en todos aquellos casos que podamos asumir, de acuerdo a la potencia que alcancemos. Para tal fin, la Comisión Investigadora invita a organismos de DDHH, organizaciones populares, colectivos de investigación, medios de comunicación, instituciones y personas interesadas en general, a brindar su aporte.
EL CASO

Sucedió el viernes 12 de febrero, a las nueve de la noche, mientras se desarrollaba una asamblea vecinal en la plaza del barrio. Un aspirante a sicario irrumpió a los gritos y dirigiéndose a Iki y a su compañera Ivana, les espetó: «dejense de joder con la Sociedad de Fomento y el tema de las tierras». Acto seguido disparó en el pecho de Iki a una distancia de treinta metros. Tiró a matar.

Iki es Darío Julián, nacido y criado en Villa Celina, Municipio La Matanza. El playón donde tuvo lugar el intento de asesinato es uno de los sitios más concurridos del barrio Vicente López y Planes. Queda sobre la calle Avelino Díaz, a pocas cuadras de la General Paz y Avenida Roca, muy cerca del Autódromo Oscar Alfredo Gálvez.

La crónica no se agota en el hecho policial. No fue un hecho de inseguridad. Se trata de una muestra (una más) de los grados de violencia que está adoptando la ocupación territorial del conurbano por parte de un entramado de negocios con articulaciones políticas y complicidad institucional.

MOTIVACIONES

La víctima del embate es miembro del Movimiento Popular La Dignidad. La asamblea donde recibió el balazo fue convocada para compartir asuntos relacionados con el Jardín de Infantes que el Movimiento va a inaugurar en el mes de Marzo. El motivo del ataque es un conflicto que se remonta por lo menos al 2010, en torno a un predio de 18 hectáreas que linda con el barrio y aún no ha sido urbanizado.

Allí tiene su sede la Sociedad de Fomento “Barrio Parque Modelo Presidente Vicente López y Planes”, histórica institución vecinal que desde 2012 está en manos de una banda punteril y mafiosa. Ellos son los responsables del intento de homicidio. Desde el MP La Dignidad señalan a Marcelo Rostán (vicepresidente), Pedro Carlos Alberto Villarreal (Secretario General) y Georgina Laurenziello. También al Secretario de Actas Eduardo Daniel Ysnardes, quien habría traído a “Jony” para ocuparse de la seguridad. Jony, autor material del disparo, se radicó hace dos meses en Villa Celina, procedente de La Tablada.

El primer desafío de la investigación que nos proponemos consiste en desarticular este siniestro entramado de poder local y dejar a la luz la connivencia estatal y las responsabilidades políticas que garantizan estos negociados. Para ello es preciso comprender las articulaciones con que cuenta.

GEOPOLÍTICA

En el origen está la pretención urbanizadora de las dictaduras que supimos conseguir durante el siglo XX. En 1956, con la Revolución Libertadora en el poder, se creó la Comisión Nacional de Vivienda (CNV), responsable del primer censo de villas miseria en la Capital y el Gran Buenos Aires. En conjunto con el Banco Hipotecario se construyeron varios repartos de casitas de bajo costo, para relocalizar a los habitantes de las villas. “Plan de Acción Inmediata” fue el nombre bélico de aquel primer proyecto para la “erradicación” de villas. Como parte de esta impronta se inaugura a fines de los sesenta, durante el mandaro de Lanusse, el barrio Vicento López y Planes. El Pte. Sarmiento, barrio contiguo, tiene idéntica génesis. Luego se construyeron otros asentamientos en Villa Celina: Las Achiras, 17 de Noviembre, San Vicente, etc. Diferentes Cooperativas de Vivienda tomaron a su cargo estos más recientes impulsos habilitacionales.

El predio de 18 hectáreas ubicado entre las calles Ramón Carrillo, Alfonsina Storni, Avelino Díaz y General Paz es el último terreno disponible en la zona. Sobre Carrillo, linda con FEMSA (empresa embotelladora trasnacional, a cargo de los productos de Coca-Cola y accionista importante de Heineken), que a su vez limita con el Riachuelo, a la altura de La Salada. Un lugar estratégico para el negocio inmobiliario. En algún momento, la posesión del predio pasó de manos del Banco Hipotecario al Organismo Nacional de Administración de Bienes del Estado (ONABE). Y luego fue cedido al Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC).

EL OVILLO

En el IVC macrista hay que ubicar el origen de este ovillo. Desde allí sale en el año 2010 el impulso urbanizador, durante la gestión como presidente de Omar Abud, y de Daniel Garbelini como gerente general. Luego, sus sucesores Emilio Basavilbaso (Licenciado en Economía Empresarial por la Di Tella) e Ivan Kerr (Master en Derecho Empresarial por la Universidad Austral) ajustaron la iniciativa. El instrumento utilizado por estos gerentes-militantes es la Cooperativa de Vivienda Lozana LTDA, cuyo presidente Rubén Francisco Arias y su socio Francisco Bogado, se aliaron a los actuales directivos de la Sociedad de Fomento antes mencionada, para concretar el emprendimiento. Ellos fueron también los encargados, según versiones que han comenzado a manifestarse, de pre-lotear y vender con anticipación, las viviendas que se construirían en la futura edificación. Muchos de los compradores son propietarios de talleres textiles, principal actividad económica de la zona.

Un dato a tener en cuenta es la pertenencia justicialista de los integrantes de la Comisión Directiva de la Sociedad de Fomento. Lo cual no impide vínculos estrechos con un personaje como Miguel Saredi, surgido de las filas del magmático justicialismo matancero, quien hizo escala en el Frente Renovador, para luego recalar en el PRO como candidato a Intendente perdedor en las últimas elecciones. Recientemente fue nombrado como Director de la Autoridad de la Cuenca Matanza-Riachuelo (Acumar), y podría ser uno de los actores protagónicos del emprendimiento comercial en danza.

Los consensos transversales que tanto anhelan pero nunca concretan los partidos y candidatos cuando de políticas públicas se trata, sí se verifican cuando lo que está en juego son los negocios. Allí se cuece el neoliberalismo por abajo, responsable del aumento tangencial de la violencia en los territorios.

EL CONFLICTO

Durante los últimos cinco años Lozana LTDA avanzó furtivamente en el desmonte y preparación del terreno. La estrategia para no alertar a los vecinos de Vicente López fue dejar la vegetación exterior del predio. La estrategia del caracol invertida.

Al principio, sin embargo, el entonces presidente de la Sociedad de Fomento, de apellido Greco, se opuso. No era la primera vez que se intentaba lucrar con el preciado territorio. Muchos pobladores siguen exigiendo la construcción de un Polideportivo, con áreas verdes y espacios públicos, antiguo proyecto que nunca se ejecutó. Por eso, en el año 2012 los actuales directivos de la Sociedad Fomento desplazaron a Greco, garantizando así la complicidad con el negocio. Desde entonces, la SF vivió un proceso de privatización ostensible, con enrrejado perimetral y realización de eventos privados los fines de semana. Y es vox populi el lugar que ocupa la otrora insitucional vecinal en el flujo de drogas de la zona.

El conflicto sin embargo escaló cuando hace un año el barrio comenzó a inundarse de manera inédita. Darío Julián y sus compañeros de las distintas organizaciones territoriales, detectaron que el problema radicaba en las obras de manipulación del suelo que se llevaban adelante en el predio en disputa. Los canales que históricamente servían de desagote estaban completamente tapados por escombros y pedrucones. La explicitación del diferendo motivó incluso la intervención de la policía en varias oportunidades, siempre tendiente a garantizar el desarrollo de los negocios. Hace apenas unos meses, el propio Comisario amenazó al Darío: “cuando cambie el gobierno te la ponemos, gordo”. Y así fue.
LA VICTIMA
La bala, sin pedir permiso, entró por el pecho. Y fue diciéndolo todo sin hablar. Perforó el hígado y el pulmón de Iki, que no palmó de pedo. Ahora el herido se recupera en el Hospital Santojanni, donde fue intervenido en varias oportunidades.

Iki también recibió un tiro el 20 de diciembre de 2001, en los alrededores del Congreso Nacional. En esa oportunidad la bala entró por la espalda. Su testimonio forma parte de la causa judicial que espera ahora los alegatos de la defensa, y tras las réplicas y dúplicas de rigor, habrá sentencia.

Iki también fue baleado el 26 de junio de 2002, durante la misma escalada represiva en la que murieron Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Ese día la bala de plomo le dió en la pierna.

Dicen sus compañeros que si un cana dispara hacia arriba, es muy probable que la bala le caiga a Iki. Humor (para un porvenir) negro. En el medio pasaron 13 años, en los que Iki no recibió ningún balazo. Fin de ciclo.


A diferencia de los tiros recibidos a comienzos de siglo, el de la semana pasada no fue un disparo policial. Fue un soldadito. La violencia que brota de este nuevo tipo de conflicto social, que se gestó durante el paréntesis kirchnerista, impone otra clase de coordenadas. Más impredecible en su lógica, menos vertical en su ejecución, y mucho más letal.

Spinoza es lo que falta // Diego Sztulwark

La miseria actual de lo político es índice de una profunda normalización en curso ya desde hace años. El deseo de orden contrasta con las subjetividades de la crisis y resulta directamente proporcional a la fobia al conflicto y a la división que toda política efectiva conlleva. Despojada de antagonismo, la política pierde toda relación con la actividad crítica, todo fundamento en la dinámica material de la vida colectiva para buscar apoyo en la entronización de los valores del orden como máxima justificación. Este movimiento que va de la crisis al orden, de la crítica a la adecuación, del antagonismo a la norma es irremediablemente binario: distingue el espacio de la gestión del sistema de las necesidades; lo político de lo económico; lo subjetivo de lo objetivo. Lo político-subjetivo debe prevalecer y armonizar todo aquello que a nivel de lo económico-objetivo conduce al caos.
Lo político, para Carl Schmitt, hereda de la “forma” católica esta prevalencia normativa de lo espiritual por sobre lo objetivo-material reducido a económico técnico. Lo político teme a la vida espontánea de las cosas, también en el campo de lo social secularizado. Tanto lo neoliberal que privatiza la decisión política, como lo progresista que la equipara a lo público-estatal comparten la convicción naturalista según la cual la vida de las cosas libre de restricciones encuentra un orden racional propio: el del mercado. Para el reformismo laico, lo político viene pensado como un ámbito exterior que pretende “regular” los procesos materiales sin penetrar en ellos.  Y su polémica con los neoliberales gira en torno a las regulaciones necesarias para evitar que la economía desembozada acabe en polarización social, crisis y guerra.
En todos estos casos, lo social fue escindido de lo político y degradado frente a él. Lo político ha sido enaltecido en detrimento de la dimensión económica y material. Incluso en el caso de los neoliberales, para quienes lo político privatizado en el sistema de las corporaciones supone un pensamiento de la gestión de la complejidad. En todos los casos, lo político fue despojado de las subjetividades productivas. La vida concreta ha sido desprovista de toda dignidad política propia y convenientemente cauterizada. Lo político no es autogobierno de lo social sino forma-estado acaparada por la exigencia de gobernar sobre lo social.
Con sus importantes diferencias, todas estas variantes de la teoría política –de la tiranía decisionista a la gubernamentalidad neoliberal, pasando por los gobiernos llamados populistas- comparten el hecho de ser respuestas normalizantes a la crisis. Su carácter reactivo no se evidencia tanto en justificar su legitimidad en su potencia de conjurar el caos, como en el hecho de que para conjurarlo se introduzca una separación fundamental entre vida activa y sistema de lo político, un fundamento espiritual para establecer la validez del orden jurídico.
Spinoza ha escrito páginas imprescindibles contra este modo –tan dominante ayer como hoy– de lo político. En un tratado especialmente dedicado a este asunto escribió que la libertad de pensamiento era el fundamento de la auténtica paz y de la seguridad para el estado entendida como libre asociación humana. Aunque la tradición moderada de la ilustración leyó su Tratado Teológico Político como un manifiesto en pos de la tolerancia religiosa, hay en sus páginas una teoría alternativa del gobierno (el estado y la economía).  
La “libertad de pensamiento” de la que habla Spinoza no es simplemente el derecho a tener ideas propias, creencias religiosas privadas y a expresar opiniones disidentes. Más radical, lo que Spinoza defiende es una potencia de pensamiento que se descubre al poner en práctica premisas diferentes: un poder colectivo que surge de la composición entre los cuerpos. Esta puesta en continuo de afecto y concepto, entre derecho y potencia, supone un enfrentamiento con el fundamento de las teorías políticas del orden. A las que Spinoza llama teológico-políticas, en la medida en que sustituye el orden de la concatenación de los cuerpos por el de la superstición (lo que Marx llamará “fetichismo”). Lo teológico político es el sistema de las trascendencias capturando lo político, inoculando el temor y la superstición en la vida de las masas populares como técnica de gobierno por medio del sometimiento.
Por “superstición” Spinoza entiende el funcionamiento de unas imágenes separadas de toda potencia expresiva fundada  en su inserción en el juego de las relaciones entre los cuerpos; la transmisión de unas ideas escindidas de sus causas, la completa degradación del pensamiento sostenido en premisas afectivas y determinaciones específicas; la postulación de verdades trascendentes que actúan como signos arbitrarios que exigen credulidad y obediencia. La naturaleza primera de la superstición es la abstracción que separa a cada quien de lo que puede, la tristeza que aleja a cada quien de su involucramiento en el poder colectivo. La superstición es el mecanismo que secuestra el entendimiento de su propio fundamento material; el conjunto de clichés que circulan como supercherías propias de cada época. Es el conjunto de diques que impide la fuga de eso que define a un tiempo histórico como epocal.
La afinidad entre superstición y religión no es obvia ni necesaria. Spinoza antes que Nietzsche la atribuye a los teólogos. Son ellos quienes elaboran, en base a esta conjunción, los instrumentos para la dominación política a través del gobierno de los afectos. Tomada como técnica de dominación, la religión entra a formar parte de lo político, a título de una pedagogía de la degradación de lo material sensible que condena a mujeres y hombres a una vida sin enraizamiento en la potencia, sometida a la oscilación y la inconstancia anímica. Sin acceso alguno a un poder colectivo, de naturaleza (y racionalidad) diferente. La superstición, para Spinoza, sólo engarza en la vida humana mediante el miedo. El temor es su causa y su esencia. El terror es el fundamento del poder político separado, de lo político separado (de lo teológico político).
La libertad de pensar en Spinoza es ante todo la libertad que resiste a la superstición (en este sentido hay un Spinoza militante, muy bien retratado por Joanthan Israel en su libro La ilustración radical). Es la libertad de limitar el poder teológico. Es la capacidad de hacer del pensamiento un desafío respecto de todo aquello que difunde el terror y el sistema de la obediencia. El pensamiento libre es pensamiento libre de temor. Es decir, pensamiento que encuentra apoyo en el poder de los cuerpos, de los que dice que nunca sabremos del todo qué es lo que pueden, hasta dónde puede llegar su potencia colectiva. El pensamiento libre es investigación colectiva sobre la potencia de los cuerpos no sometidos al terror. 
La banalidad de la cultura en que se apoya la miseria de lo político actual mete miedo. En nombre del orden se extiende un ideal de vida como adecuación a los poderes. La misma abstracción, la misma separación. No es cierto que ya no estemos en el siglo XVII. La economía política, el mundo de las finanzas gobernando a través del mercado mundial los flujos de riquezas y, por tanto, de posibles vitales; el Estado como mera polea de transmisión entre ese orden de las finanzas y la temible normalización de las vidas reúnen todos los requisitos de lo teológico: la denigración de lo corporal como fundamento, la postulación de una instancia mediadora abstracta (el valor), la reivindicación de un mando trascendente. Particularmente el mundo de las finanzas, con sus cálculos de riesgo, sus sistemas estocásticos, sus redes digitales y su pretensión de subsumir el futuro a variables de mando del presente. Todo muy laico. Lo teológico político se ha secularizado, es decir, se ha realizado por completo. Su rasgo dominante, el terror, no ha dejado de propagarse a través de los caminos habituales (patriarcalismo, colonialismo, racismo, el fetichismo de las mercancías extendido al entero campo social a partir del sistema de la renta). Su pedagogía está más vigente que nunca. Tanto que se la festeja. Se la asocia con la inclusión, y con el cambio.
Falta Spinoza, quiere decir: falta romper la teoría política de la normalización.

Hacia una revolución de la crueldad: Antonin Artaud // Emiliano Exposto


Se trata de pensar una crítica de la economía colectiva y una crítica de la revolución pura a partir de operar una interpretación procesual y relacional del teatro de la crueldad. La cuestión es concebir una trasformación inmanente y permanente alrededor de las relaciones de producción capitalista, en el horizonte de cierto análisis que articula ontología, crítica de la economía política y teoría social. La tarea es pensar la organización de la producción y la producción de la organización, en sentido individual y colectivo, más allá del sistema de la representación y de la división social del trabajo.

La cuestión es evaluar la posibilidad de interpretar el teatro de la crueldad en cuanto que despliegue relacional y constructivo de una potencia creativa de las multiplicidades vitales, mediante la cual se componen procesos emancipatorios comunes en contra del desarrollo de producción capitalista. Por eso aquí se piensa el posicionamiento artaudiano en tanto que elaboración de una economía afectiva de los cuerpos según la cual se busca estallar el sistema de la representación y desclasar el esquema de la división social del trabajo, con motivo de desquiciar, en el mismo devenir, el Juicio de Dios, la “conciencia capitalista” y la lógica del Capital. De manera concomitante, se trata de pensar nuevos modos de producir organización y de organizar la producción en un sentido subjetivo y colectivo que permita habilitar otras formas de lo común. En el teatro de la crueldad quizás encontremos una modalidad inédita e intempestiva para pensar, sentir y movilizar eso que llamamos contra-poder, contra-violencia, o sencillamente cooperación entre nuestras carnalidades sufrientes.
¿Pero entonces se preguntar qué tiene que ver Artaud con todos estos problemas? Bueno, obsérvese que argumenta Henric en Artaud: Hacia una revolución cultural, el seminario dictado en la década de los setenta en Francia: “Hay que acabar con el fantasma de un lugar neutro, fuera del tiempo y del espacio, y sobre todo, fuera de la política. No hay fuera-del-libro, fuera-del-espacio, fuera-de-la-clase. Cualquier lugar esta recorrido por la lucha de clases. Dos líneas, dos vías, dos clases. Se está de un lado o del otro” (1977:186). De este modo, y partiendo de la lectura de Henric, nuestro objetivo es leer en la crueldad del teatro una manera histórico-política para disputar y modificar colectivamente la crueldad histórica de la lucha de las vidas y de la batalla económico-afectiva.
Primera parte
En esta primera entrega de “Hacia una revolución de la crueldad: Antonin Artaud”, nuestro objeto es esbozar algunas de las hipótesis y puntos de partida que creemos escencial para la comprensión de la escritura artaudiana en un sentido eminentemente materialista, vital y político.

Entendemos que es preciso señalar algunas precauciones metodológicas. Por eso, en primer término, es pertinente no reproducir un abismamiento radical entre la vida y las obras artaudianas, ya que es esa la técnica para desmembrar el efecto de resistencia en la escritura inmanente de sus textos. Y en ese sentido Artaud manifiesta: “si soy poeta o actor no es para escribir o declamar poesías, sino para vivirlas” (2011: 26). Ante ello es necesario suspender toda operación de demarcación dicotómica, y en consecuencia comprender que, tal como argumenta Oscar Del Barco, “la obra (de) Artaud” es un acontecimiento vital más allá de las oposiciones y jerarquizaciones (2010: 157-60). Se trata de un materialismo extremo y radical, allende los dualismos; empero, no exentó de nervios y tensiones que se hilvanan en la inmanencia misma de la sensualidad artaudiana. Y en consonancia Del Barco afirma: “Es  en  el texto  donde  se abre un  espacio revolucionario,  no-representativo. Artaud llega  a situarse en un espacio sin antinomias: el teatro de la crueldad. Cuando sale de Rodez se ha re- hecho, es otro: no está en el espacio de la afirmación/negación (cuerpo-espíritu, dios-materia, etc.) sino allí donde la afirmación y la negación ya no tienen sentido, fuera del platonismo, en una materialidad que no es la materialidad metafísica de la dicotomía idealismo/materialismo, sino la materialidad estricta del significante (2010: 156)”.

En Artaud no hay Dobles. No existe “ezpílitu” versus cuerpo, no hay una mera oposición cerrada entre idealismos contra materialismos, sino, teatro de la crueldad: espaciamiento y temporalización de la carne, escenario sin mutilaciones ni estratificaciones. El teatro de la crueldad es el campo de batalla de los cuerpos. Es un territorio en donde los afectos, los sentires y los desgarros de las carnes sufrientes se debaten entre la valorización de lo común o la sustracción capitalistas de esas vidas. El sentido político de una escritura artaudiana no radica en un programa pre-establecido o en un horizonte estratégico a priori, sino que el gesto estriba en una forma de potenciar, restituir y viabilizar los entramados de existencia en su patentización inmanente común. La anarquía coronada no es ni el desorden pleno, ni la expresión de un orden totalizante. Al contrario, Artaud afirma una paradoja: la anarquía coronada del teatro de la crueldad se explicita en una manera de la política que supone vehiculizar al mismo tiempo un “azar sistemático”, una “insurrección controlada”, una “necesidad programática” y una “destrucción aplicada”. Y así, el teatro de la crueldad es la “fiesta del azar y la necesidad” o la “anarquía que se organiza”.

El teatro es, ciertamente, el emplazamiento creativo de las carnes sufrientes. Por tanto no funciona en tanto representación de un afuera, ni como puesta en exterioridad de una interioridad segura de sí, ni como posesión del sentido perteneciente a un autor propietario. Derrida comenta: “El teatro de la crueldad no es una representación. Es la vida misma en lo que ésta tiene de irrepresentable. La vida es el origen no representable de la representación” (2003: 380). De esa forma, en Artaud, se suprime toda instancia de composicionalidad trascendente y binaria, y con ello, la convergencia entre jerarquización, dualismo, bi-univocidad y exterioridad racionalizada en torno al sistema de la representación; es decir, en Artaud la separación del agente de producción de sus productos y de las condiciones de su reproducción es conjurada.

La tarea es operar el resquebrajamiento de la mediación fetichizante, la descomposición de aquella condición espectral en que las potencialidades productivas entre los cuerpos aparecen enajenadas, descuartizadas y enfrentadas entre sí mismas por distancias exteriores e interiores, como “si fuese una relación social establecida entre las cosas, al margen de sus productores” (Marx, 2012: 52).

En segundo lugar, la cuestión será evitar ciertas operaciones de desplazamientos. Primero, hay que desgajar las interpretaciones místicas que revitalizan algún orden de trascendencia. Por ejemplo, es el caso de Aldo Pellegrini: “él confía en los poderes de la imaginación, afirma implícitamente lo sobrenatural” (2007: 15), y de Susang Sontag: “la poética de Artaud es una especie de hegelianismo último, maníaco, en que el arte es el compendio de la conciencia, la reflexión de la conciencia sobre sí misma, y el vacío en que la conciencia da el peligroso salto hacia la autotrascendencia” (1998: 24). Pues bien sabía Artaud que “El hombre está solo […] sin padre, sin madre, familia, amor dios o sociedad”. Y en efecto, sí Dios, léase aquí lo “sobrenatural” o la “autotrascendencia”, existe no es sino “la mierda”, o bien la “ladilla”. Por demás, en caso de ser existir, no es más que cierto “grupo incontrolable de ladillas”, a saber: “dios-ladilla” y “dios-la-caca”; multiplicidad de “microbios” que parasitan los cuerpos, temblores y asedios de lo Uno en tanto absoluta Otredad que alter-a la sangre.

Por eso el problema estriba en la “búsqueda de la fecalidad”. La cuestión radica en la plena obertura o en la cerrazón total del “bolsillo anal”. Se trata de decidir entre dos caminos: entre lo “infinito exterior”, o lo “ínfimo interior”, es decir, entre el “manoseo desmesurable” y el estrujamiento de la “CACA”, por un lado, y “el gran pedo/de vicio/y rebeldía”, por el otro. En el desamparo, es preciso desasirse, sobrar en las zozobras del significante material. Y en tal dilema se presenta la condición de posibilidad para la “ABOLICIÓN DE LA CRUZ” (Artaud, 2011: 18-29).

Es menester asimismo re-politizar y des-individualizar el desenvolvimiento textual del poeta negro, quién afirma que su teatro “es una organización materialista, transitoria y punitiva, de la que Lenin había comenzado ya la aplicación con justa crueldad” (1977: 187). Y por medio de tal motivo es posible restituirle a la categoría de crueldad artaudiana todo el movimiento de radicalización y de hipótesis estratégica que le es propio, en tanto y en cuanto manifiesta una técnica para la producción histórica de nuevas constelaciones existenciales. Caracterización que le permite al autor señalar: “Este teatro que es, a la vez, su propia escena, su propio texto, sus propios actores, este teatro en el cual los espectadores no pueden ser espectadores, porque son los actores forzados, agarrados por las construcciones de un texto y por los papeles de los cuales no pueden ser los autores puesto que es, por escencia, un teatro sin autor (2010: 12)”.

A continuación, y a la manera de tercera operación metodológica de lectura, hay que desmitificar su tratamiento, pues, como ya señalaban Derrida y en alguna medida Blanchot, Artaud no es ejemplo de nada. Se trata de una crueldad ética y política, para todos y para nadie. Y allí en efecto, funciona como imperativo para la “revolución fisiológico total”; como Marx, como Trotsky, como Nietzsche. Se trata de una modificación en la economía de las vidas, a nivel de la sensibilidad y de los afectos.

Y así es que Artaud escribe: “He venido a México en busca de hombres políticos, no de artistas”, y acto seguido dice: “esperamos de México, en suma, un nuevo concepto de revolución” (1977: 187). Entonces es cierto aquello que argumenta Derrida cuando escribe que “la afirmación revolucionaria de Artaud es revolucionaria en un sentido pleno y, en particular, en el sentido político. Todo El teatro y su doble puede leerse como un manifiesto político” (2003:391). Pues fue el mismo Artaud quién a partir de 1927 en Mensajes revolucionarios comenzó a realizar cuestionamientos sobre aquello que consideraba era la “orientación stalinista” de las perspectivas emancipatorias, mediante la cual el marxismo aparecía en cuanto que “ideología engañosa que caricaturiza el pensamiento de Marx”.

La politica, en el teatro de la crueldad, reside en tornar materia de política la formación de las subjetividades. La violencia artaudiana, la crueldad, no es equivalente, ni se espejea, con la violencia del terror social del capitalismo, puesto que en Artaud se trata de la crueldad en tanto materialidad física y afectiva que anida y alienta los cuerpos en su mismo ser. En sentido estricto, la crueldad es lo irrepetible, lo inabarcable, aquello que no se deje atrapar por los corsé de lo Mismo. La crueldad, por eso, no es más que la singularidad de una vida y la diferencia radical de cada lazo labrado en común.

Asimismo hay que abortar los procedimientos que atomizan la experiencia de Artaud por medio de un código de abstracción que tan sólo tensiona la efectualidad de la lectura en un gesto de recepción de cierto mensaje “claro y distinto” (recuérdese el violento cinismo y la jovialidad del Manifiesto en lenguaje claro de 1929). A su vez no hay que abrir brechas de distanciamiento interpretativo entre las obras o trayectorias vitales artaudianas. El mismo motivo nos dice que son erróneos esos ejercicios que establecen discontinuidades del tipo: antes o después del surrealismo, o más allá del internamiento, o más acá del viaje con los Tarahumaras. En cambio, los deslizamientos del Momo no son sino plurales insurrecciones contra la ejemplificación, intensidades que vulcanizan todo el “movimiento aparente” de la crítica neutral. En efecto, Artaud, a pesar de hacerse a sí mismo en cuanto suicidado de la sociedad, esto es: como aquel que encarna el asesinato continuo al que someten las carnes las lógicas afectivas dominantes de una era, sin embargo, comprendía que la tragedia que interrumpe y estropea las dinámicas sociales, afectivas, artísticas, políticas es la acción de vaciamiento que se realiza en torno a sus fibras intimas en común.

En consecuencia, no hay que coagular el múltiple devenir artaudiano tras las figuras de lo Mismo, sean bien del orden de lo estético, o bien del régimen del ejemplo. Porque la tarea es, al contrario, pensar a Artaud en los horizontes vitales inmanente a un proceso resistente plural y tenso. De modo que es preciso afirmar que del mismo modo que resulta apresurada la vitrificación de la “obra (de) Artaud” en los síntomas patológicos de la sin-razón institucionalizada, también es pertinente señalar que no existe una estética artaudiana en el sentido clásico de la palabra, puesto que sus textos no se presentan como un mero hecho artístico cerrado sobre sí mismo: “yo soy el enemigo del teatro”, escribió el Momo en los Manifiestos.

Al contrario de una estética tradicional, encontramos una sensibilidad, un modo de sentir artaudiano. Una estética en sentido amplio, político y radical que procura amplificar y prolongar las potencias de vida que surgen de los tejidos existenciales más mínimos, heterogéneos y conflictivos. Y así, el procedimiento escritural de Artaud surge desde, por y hacia la carne, y se pone en función de dar cuenta de la espectralidad que recorre a toda existencia y cambiar los índices materiales de sentido y las cualidades sedimentadas y entumecidas en los cuerpos, a fuerza de crueldad. La tarea, siempre, radica en crear otras configuraciones vitales, pero a partir de actuar sobre los excesos y potencias que emanan de esos mismos cuerpos. La crueldad artaudiana en torno a la subjetividad se da desde la materialidad misma de esa subjetividad social y personal: el escenario es el teatro de la crueldad.

No existe el canon- Artaud, dado que la “literatura es una marranada”, un bastión de la ideología de la clase dominante, se diría en términos marxista clásicos. En consecuencia, los “gritos-palabras del esquizofrénico”, como solía decir Deleuze, son escritos desde las profundidades y, principalmente, son concebidos en función de los “analfabetos” y como expresión de los expropiados del lenguaje. Los temples anímicos que viabilizan los textos artaudianos operan como “aviones y bayonetas” para los proletarios de las letras; o según la fórmula de Marx a propósito de El Capital, Artaud no es sino un “misil para la burguesía”.

“No más obras maestras”, señala Artaud, desvalorizando y desbordando la razón del orden y de la normalización espectral con las que se devalúan las obras y las vidas canonizadas, fantasmeadas, aterradas. Y contra eso Artaud agrega: “me doy cuenta de que ya no es hora de reunir a la gente en un anfiteatro, incluso para decirle verdades, y que con la sociedad y su público ya no hay otro lenguaje que el de las bombas y las metrallas y todo lo que sigue” (2010: 166).

Para finalizar, es preciso leer ese todo lo que sigue artaudiano. Allí no se observa otra cuestión que la búsqueda por disputar el terreno de los cuerpos contra todas las encrucijadas que maniatan al ser social. Por lo tanto, “no podemos separar al teatro de la crueldad de la lucha contra nuestra cultura”, dicen Deleuze y Guattari (2010: 91). Ahora bien, una vez revisado el carácter político de la “obra-Antonin Artaud”, en próximas entregas profundizaremos en la fibra última de la potencia política que hallamos en el teatro de la crueldad.
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Bolivia, los riesgos de manipular los movimientos // Raúl Zibechi

Los seis muertos en una manifestación en El Alto, Bolivia en la que militantes del MAS atacaron la alcaldía escudados en una manifestación de padres de alumnos, merece una reflexión sobre la cooptación y la manipulación de movimientos sociales por el Estado.

En la mañana del miércoles 17 de febrero, días antes de la celebración de un referendo para decidir si Evo Morales se puede presentar a una segunda reelección, una manifestación de padres de alumnos llegó hasta la alcaldía de El Alto, desbordó un escaso cordón policial y un grupo de cien manifestantes ingresaron por la fuerza al recinto provocando un incendio en el que murieron seis personas.

El relato periodístico de los hechos muestra la relación entre los manifestantes y el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS). “El edificio fue asediado desde las 8 de la mañana por los violentos manifestantes, en su mayoría padres de familia, liderados por ex autoridades municipales y militantes del partido oficialista MAS. Los atacantes cercaron la alcaldía alteña e ingresaron violentamente a las oficinas para quemar documentos, computadoras y mobiliario” (Bolpress, 17 de febrero de 2016).

El viceministro de Régimen Interior y Policía, Marcelo Elío, acusó a la alcaldía de El Alto de haber perpetrado un “autoatentado”. De forma inmediata en las redes sociales circularon fotografías de los cabecillas que incendiaron la alcaldía y provocaron las muertes, en las que destacan “ex candidatos del MAS y dirigentes de ´movimientos sociales´ afines al gobierno como Braulio Rocha, entre otros”.

La alcaldesa Soledad Chapetón identificó a funcionarios de la gestión del ex alcalde Édgar Patana (del MAS) en la violenta movilización. Explicó que el ataque, saqueo y quema de documentos tiene relación con la proximidad del fallo judicial sobre 120 funcionarios “fantasmas” que cobraban su sueldo pero no iban a trabajar, bajo la gestión de Patana (La Razón, 17 de junio de 2015).

Poco después, el ministro de Gobierno, Carlos Romero, lamentó lo ocurrido y anunció una inmediata investigación para encontrar a los culpables intelectuales y materiales. Al día siguiente el Ministerio de Gobierno informaba que Rocha había sido detenido, al igual que Wilmer Sarzuri Apaza, excandidato del MAS a concejal de El Alto, por su presunta participación en los hechos que se saldaron con la muerte de seis personas.

Rocha fue acusado en varias oportunidades de ejercer violencia  contra sus adversarios sindicales en la organización de comerciantes de El Alto. Los medios aseguran que “en las pasadas elecciones municipales, Rocha apoyó a Édgar Patana del MAS y cuando ganó Chapetón la amenazó con ser ´su peor pesadilla´”. Según testimonios de los vecinos, padres de familia y funcionarios municipales, “los responsables de los desmanes fueron personas infiltradas cercanas a Braulio Rocha, al exalcalde Édgar Patana y a otras personas afines al MAS” (Página Siete, 19 de febrero de 2016).

En paralelo, fue destituido el comandante de Policía de El Alto, ya que la alcaldía cercada desde la 8 de la mañana pidió auxilio policial que llegó varias horas después cuando el recinto ya estaba en llamas. Este retraso parece estar mostrando la connivencia del aparato estatal con los manifestantes ligados al gobierno.

En las elecciones municipales de 2015 la alcaldía de El Alto fue ganada por Soledad Chapetón con el 55% de los votos. Es la primera ocasión en que una mujer ejerce la alcaldía y además lo hace en nombre de la oposición (pertenece al partido Unidad Nacional, de derecha). Para el MAS fue una derrota impensable en uno de sus principales bastiones, la ciudad aymara de un millón de habitantes protagonista de las principales luchas populares contra el neoliberalismo. Desde que Evo Morales es presidente es la principal derrota electoral de su gobierno.

Una vieja práctica perfeccionada

Los hechos de El Alto muestran algunas particularidades del gobierno de Morales: de la cooptación y subordinación de los movimientos sociales se pasó a la utilizarlos contra sus adversarios políticos, pero también contra otros movimientos de base.

Las relaciones entre Estado y organizaciones sociales siempre han sido problemáticas a lo largo de la historia. Tanto los gobiernos socialdemócratas como los nacidos de revoluciones, intentaron subordinarlas ofreciendo cargos a sus dirigentes para garantizar la fidelidad de los movimientos a sus proyectos políticos. Sobre esta cuestión –que se ha dado en llamar “cooptación”- existe una larga tradición en las izquierdas del mundo.

Más recientemente, desde la implantación del modelo neoliberal, los gobiernos de derecha comenzaron a utilizar a los movimientos sociales como una suerte de brazo de sus políticas. En el Cauca de Colombia, el gobierno de Álvaro Uribe utilizó “movimientos indígenas” creados desde su gobierno para enfrentar al movimiento nasa que había adquirido una fuerza considerable y estaba colocando a los terratenientes a la defensiva[1].

Dos organizaciones surgieron desde arriba, Asonasa y OPIC. Según Manuel Rozental, “Asonasa es una organización cristiana fundamentalista, penetra el territorio, aprovecha la pobreza y la angustia de la gente, promete y trae recursos a cambio de que comuneras y comuneros indígenas abandonen la organización”.

Ambas reciben apoyo del gobierno. “La OPIC (Organización Pluricultural de los Pueblos Indígenas de Colombia), recibe todo el respaldo del gobierno, que organiza su lanzamiento en el Coliseo de Popayán con presencia del Ministro del Interior. La OPIC pretende dividir al proceso indígena en el Cauca, quitarle legitimidad y recoge una estrategia económico-religiosa”[2].

En Chiapas la contrainsurgencia militar ha conseguido subordinar a varias organizaciones campesinas para utilizarlas contra las bases de apoyo del EZLN, como quedó palpablemente demostrado a raíz del asesinato del maestro Galeano (José Luis Solís López) en La Realidad, por integrantes de la Central Independiente de Obreros y Campesinos-Histórica (CIOAC-H) el 2 de mayo de 2014.

No es el único caso, pero es probablemente el más grave y reciente. Buena parte de la lucha contrainsurgente en Chiapas reposa en este tipo de organizaciones más que en los militares, ya que de ese modo se busca instaurar la confusión y pretender que se trata de enfrentamientos entre campesinos.

Lo que sucede en Bolivia tiene algunas particularidades, ya que se trata de un gobierno que se reclama de “los movimientos sociales”. El gobierno ha creado un Viceministerio de Coordinación con los Movimientos Sociales ocupado por Alfredo Rada. La página web del Ministerio de la Presidencia dice que el organismo se propone “empoderar a las organizaciones sociales y sociedad civil en su participación político y social, en el proceso de cambio” y además “consolidar la participación efectiva y corresponsable de los movimientos sociales y la sociedad civil en la construcción del Estado Plurinacional”[3].

No es común que un gobierno tenga una repartición dedicada a los movimientos. El gobierno boliviano ha podido influir en los movimientos, no sólo a través de la cooptación de sus núcleos de dirigentes sino de modo más directo, incorporándolos a su proyecto político. Pero el verdadero rasgo distintivo se hizo visible en 2011, durante la marcha en defensa del TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure)[4].

El gobierno pretendía construir una carretera que atravesaba el parque poniendo en riesgo la economía de sus habitantes más antiguos, pero los ocupantes recientes (dedicados al cultivo de coca, o sea cocaleros), apoyaron la iniciativa por conveniencia económica. Las organizaciones indígenas CONAMAQ y CIDOB[5]apoyaron la octava Marcha por la Defensa del TIPNIS que comenzó el 15 de agosto de 2011 en Trinidad, hacia La Paz.

El gobierno movilizó a los cocaleros, que integran la CSUTCB[6], pare frenar a los marchistas. El politólogo Luis Tapia destacó que “se han movilizado algunas organizaciones campesinas contra una marcha indígena, y han operado como un brazo represivo del Estado”[7]. Sostiene que quienes se movilizaron son quechuas y aymaras que bloquearon y asediaron la marcha, “política y discursivamente”, y encarnan la expansión del capital comercial en la zona.

De hecho, el enfrentamiento entre cocaleros y defensores del TIPNIS fue entre organizaciones que antes estaban en el Pacto de Unidad que sostuvo durante los primeros años al gobierno del MAS. De este modo el gobierno tomó partido por una parte de los movimientos más afines y los utilizó para atacar a los que enfrentaban su política. La socióloga Silvia Rivera asegura que, de la mano del MAS, se produjo “la reedición de los estilos políticos del viejo MNR”, que consistieron en “la división de las organizaciones sociales y el prebendismo”[8].

A través de organizaciones afines, como el CONISUR (Consejo Indígena del Sur), el gobierno promovió una “contramarcha” para defender la carretera, que tuvo muy poca repercusión y escaso apoyo popular (mientras la octava marcha fue recibida por cientos de miles de personas), pero los marchistas recibieron el apoyo material de los sindicatos y del gobierno que puso autobuses a su disposición.

Efecto boomerang

Los hechos de El Alto sucedieron en un contexto de elevada crispación social y política, a cuatro días de un referendo decisivo para el futuro de Evo Morales y el MAS, en el que se decide la posibilidad de una nueva reelección, que llevaría la presidencia del cocalero hasta 2025, casi 20 años ininterrumpidos en el poder.

El riesgo de manipular a unas organizaciones contra otras, está a la vista. Antes de eso, es necesario recordar los “golpes de Estado” dados por el gobierno contra CONAMAQ y CIDOB para expulsar a los líderes contrarios a su política y colocar en su dirección a los afines[9]. La manipulación de las organizaciones forma parte de una cultura política que los dirigentes medios y hasta las bases del MAS practican habitualmente, a veces con “excesos” como los del El Alto.

Raúl Prada es sociólogo, integró el grupo Comuna junto al actual vicepresidente Álvaro García Linera, fue miembro de la Asamblea Constituyente en 2006 y viceministro de Planeación Estratégica en 2010. En un artículo titulado “El acabose de un gobierno tramposo”, escribe: “Lo que ha ocurrido en la ciudad de El Alto, a apenas a tres días del referéndum, es un suceso más de lo que ha venido ocurriendo, por lo menos, en el último quinquenio” (Bolpress, 17 de febrero de 2016).

Argumenta que “un partido que se pretende partido-Estado, ha monopolizado el control de las instituciones del Estado y de los órganos de poder, además de la subordinación ilegal de las instituciones de emergencia del Estado, los aparatos armados, de la policía y las fuerzas armadas”. Por esa razón, dice Prada, durante horas transcurrió “una marcha de militantes del MAS, que atacan a una alcaldía donde se instaló el gobierno municipal por medio de elecciones”, sin reacción de las autoridades.

La conclusión de Prada es muy fuerte, pero la formula alguien que conoce desde dentro el aparato estatal bajo el actual gobierno: “Este panorama no es otra cosa que el teatro cruel de la decadencia política, ética y moral de una forma de gubernamentalidad clientelar”.

Un reporte de agencias sostiene que en las calles de El Alto la gente está muy indignada y comenta: “Es una advertencia de la gente del Evo, nos están amenazando, nos están insinuando lo que pueden hacer si los sacan del gobierno” (Bolpress, 17 de febrero de 2016).

[1] Introducción a “Contrainsurgencia y pobreza”, Desdeabajo, Bogotá, 2010.
[2] Idem.
[4] Raúl Zibechi, “Bolivia: Un nuevo triunfo de la gente común”, 23 de octubre de 2011 en http://www.cipamericas.org/es/archives/5629
[5] Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu y Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente de Bolivia.
[6] Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia.
[7] Luis Tapia, “Los pueblos de tierras bajas como minoría plural consistente”, en La victoria indígena del TIPNIS, La Paz, 2012, p. 288.
[8] Silvia Rivera Cusicanqui, Mito y desarrollo en Bolivia. El giro colonial del gobierno del MAS, Plural, La Paz, 2015, p. 24. El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) fue el partido hegemónico surgido de la revolución de 1952 que desde el poder cooptó a las organizaciones sociales.
[9] Raúl Zibechi, “Desarrollismo y movimientos sociales en Bolivia”, 20 de noviembre de 2014 en http://www.cipamericas.org/es/archives/13517

La democracia de los libres y de los pobres en Europa // Marco Bascetta y Sandro Mezzadra

Entrevista con Yanis Varoufakis
Nos encontramos con Yanis Varoufakis al día siguiente del  lanzamiento del Movimiento para la Democracia en Europa (DiEM 25) en el teatro berlinés  Volksbühne am Rosa-Luxemburg-Platz. Es una oportunidad de hacer  balance de los temas que se han discutido en los últimos días y para examinar con él los aspectos  que parecen más delicados y controvertidos. Vamos a empezar la conversación pidiéndole una breve descripción del proyecto.
En 2015 hemos tenido en Europa una especie de tormenta perfecta, por la conjunción de múltiples factores de crisis: el choque entre el gobierno griego y la troika, los refugiados, la ausencia de política exterior europea sobre lo que ocurre en el norte de África y Siria, pero también en Ucrania. Estas crisis tienen dos consecuencias principales: una tendencia a acelerar la desintegración de la Unión Europea, pero al mismo tiempo, y esta es la buena noticia, alarman incluso a quienes en los últimos años no han tenido posiciones críticas sobre Europa. Muchos demócratas liberales, moderados, afectos a la democracia, difícilmente pueden sentirse a gusto en esta Unión Europea tras lo sucedido en 2015. Esta incomodidad deja espacio para  nuevas coaliciones, entre demócratas liberales, socialdemócratas, radicales de izquierda, verdes, activistas como los de Blockupy. Es una oportunidad que no va a durar mucho tiempo. Si no la aprovechamos, si no construimos un movimiento «paneuropeo» capaz de detener la tendencia a la desintegración de Europa y al resurgimiento del nacionalismo, creo que dejaremos sin cumplir una tarea crucial. DiEM trata de hacer precisamente esto.
El proyecto y el manifiesto de DiEM se centra en la cuestión de la democracia. ¿Pero cómo pretendéis superar la crisis de la democracia representativa, evidente no sólo a escala europea sino también en los Estados miembros? Nos parece que hay razones estructurales que empujan hacia la emergencia de gobiernos «post-democráticos». Y que, por tanto,  la referencia a la democracia debe hacerse de una manera radicalmente innovadora.
Creo que hay que distinguir dos aspectos. Hay una crisis general de la democracia, en la época del capitalismo financiarizado. El capital financiero es enemigo de la democracia, en cualquier parte del mundo, en Estados Unidos y en Europa. El problema es universal, por así decirlo. Pero Europa cuenta con una especificidad tóxica: no tenemos una federación con instituciones democráticas propias, el mismo Banco Central Europeo tiene un estatus singular, no comparable, por ejemplo, al de la Reserva Federal de EEUU. Por supuesto, también hay una crisis de la democracia en EEUU. El ascenso de Bernie Sanders, que representa la desafección hacia el  establishment, es en el fondo un síntoma positivo de ello, con el crecimiento de Donald Trump es un síntoma de signo contrario. Pero en Europa no tenemos ni siquiera los mecanismos de control y equilibro básicos que caracterizan a la democracia. De hecho, hay dos asuntos que deben distinguirse. En primer lugar, está la pregunta sobre si la democracia podrá seguir existiendo y desarrollándose en las condiciones del capitalismo contemporáneo. Estoy convencido de que la respuesta es no. En segundo lugar, hay un problema específicamente europeo: aquí la democracia está simplemente ausente.
La propia crisis de la democracia en los estados nacionales está vinculada a la forma en que funciona la Unión: ésta  toma todas las decisiones que son importantes para un país como Italia, por ejemplo, y el demos no tiene ninguna posibilidad de intervenir. Sus representantes nacionales no tienen poder para cumplir sus promesas, como hemos visto en Grecia.
Nos parece, sin embargo, que así no se logra eludir la dificultad de proponer a escala europea soluciones institucionales centradas en la representación, cuando ésta hace frente a factores de crisis que han sido definidos como «universales». Estos factores, y en particular la relación antagónica entre el capital financiero y la democracia, ¿no comprometen quizá la eficacia de un proceso democrático tradicional sea cual sea el nivel al que se propongan?
No soy federalista en el sentido conservador del término, no creo que la solución radique simplemente en que los gobiernos se reúnan y decidan algún tipo de federación. Pienso por ejemplo en las propuestas de Schäuble: no conducirían a la democracia sino a la autocracia, darían lugar a una especie de despotismo fiscal. Insisto en que la unión política no es necesariamente democrática, tenemos muchos ejemplos, empezando por la Unión Soviética… La clave reside precisamente en que no creemos que la democratización pueda venir desde arriba. Sólo puede venir desde abajo, y esta convicción es lo que hace de DiEM un movimiento, no algún tipo de grupo de reflexión o de partido federalista europeo. Entendemos que el primer paso es la transparencia en la toma de decisiones: estamos convencidos de que este asunto no es marginal, ya que puede cambiar las reglas del juego. La segunda prioridad, para discutir con sensatez sobre la democratización de la Unión Europea, es eliminar los factores que han estado conduciendo hacia la desintegración. Pienso en medidas radicales sobre la deuda, sobre el sistema bancario, sobre la baja tasa de inversión, sobre  la pobreza y sobre las migraciones. Esto se puede hacer mediante una reinterpretación de las normas vigentes, no simplemente invocando la «flexibilidad», es decir, la amable concesión de que no se sigan las reglas. Debemos reorganizar las instituciones existentes, cambiar la política del BCE y del Banco Europeo de Inversiones. Se puede trabajar dentro de las reglas, pero reinterpretándolas de manera radical, lo que por cierto hace constantemente Schäuble, a su manera. Y de ahí debe pasarse a plantear la urgencia de una asamblea constituyente.
La desintegración de Europa, de la que has hablado, tiene algunos aspectos que se pueden definir en términos geográficos. A la división Norte-Sur se ha añadido, de manera muy abrupta, la división Este-Oeste, no sólo en lo que se refiere a los refugiados, sino a la idea misma de la relación entre gobernantes y gobernados. En estas condiciones, ¿cómo se puede desarrollar una iniciativa «paneuropea»?
En efecto, la brecha entre Este y Oeste cruza todos los ámbitos, desde el tema de los migrantes al de la organización de la zona del euro, así como la política exterior. Muchos países de Europa del Este  piden una política agresiva y militarista contra Rusia, piden nuestra solidaridad en ese campo sin ofrecer recíprocamente la suya en asuntos como la  reestructuración de la deuda pública. ¿Cómo podemos construir puentes entre Este y Oeste? La única forma es a través de movimientos capaces de implicar a los demócratas, progresistas, desde Hungría hasta los países del Báltico, ofreciéndoles una oportunidad. Imaginad que sois jóvenes disidentes húngaros, que carecen de una iniciativa, de un sujeto al que adherirse. La Izquierda Unitaria Europea no acepta afiliaciones directas, es una confederación de partidos políticos nacionales, y sus representantes en países como Hungría o la República Checa están muy desacreditados. Si DiEM, a través de su manifiesto y de sus campañas, logra afirmarse como un punto de referencia creíble y atractivo para los demócratas en Europa del Este, se podrían construir puentes.
La relación con Rusia nos parece crucial y plagada de peligros. Tras esa cuestión se encuentra otra, la relación entre la Unión Europea y los Estados Unidos, y en particular el papel de la OTAN. ¿Qué opinas?
He trabajado mucho tiempo en EEUU y tuve colegas que habían colaborado previamente con la OTAN. Muchos de ellos están convencidos de que la OTAN ha dejado de ser útil. Si ellos piensan eso, ¿qué debemos decir nosotros? El problema es que la OTAN está buscando constantemente razones que legitimen su existencia, una vez finalizada su razón de ser. Tiene que inventar constantemente nuevos enemigos. ¿Eso es lo que queremos en Europa? No creo. Pensemos, por ejemplo, en Putin. Lo considero un criminal de guerra, no por lo ocurrido en Ucrania, sino por lo que hizo en Chechenia. El mayor regalo hecho a la carrera política de Putin ha sido la expansión de la OTAN hacia el Este. Puede decir a su pueblo que el autoritarismo en Rusia se justifica por la amenaza de un enemigo. Hoy en día la OTAN proporciona una sensación ficticia de seguridad a Estonia, Georgia, Ucrania. En realidad su expansión hacia el Este implica militarización y comporta continuas ocasiones de conflicto con Rusia. Una Unión Europea consciente de sus intereses, simplemente no debería participar en este juego.
El objetivo a largo plazo de DiEM es la convocatoria de una asamblea constituyente en Europa. ¿Cuáles son las condiciones para que se dé ese paso, que, en la historia, siempre ha seguido a  grandes rupturas y tumultos sociales? ¿Cuáles son las energías sociales ya  en movimiento que pueden determinar la ruptura necesaria para abrir el espacio constituyente?
Mi compañera, que es artista, me dijo una vez: ¿por qué hay en lo aviones una caja negra que después de una catástrofe nos podrá decir por qué hemos muerto? ¿No sería mejor tener una caja negra que se pueda abrir antes del accidente para que éste no suceda? Me parece una excelente pregunta: ¿por qué deberíamos esperar al desastre para organizar una asamblea constituyente y no hacerlo antes para que no suceda? Las condiciones objetivas para una asamblea constituyente se dan en Europa, dada la fragmentación ante la que nos encontramos.  Necesitamos un conjunto de movimientos que impongan a las instituciones europeas un programa de estabilización en el sentido que he intentado explicar antes. Sólo sobre esa base se puede crear un sistema electoral inclusivo y verdaderamente europeo para la elección de la Asamblea Constituyente. Los alemanes, por ejemplo, deben tener la oportunidad de votar candidatos italianos o franceses (y viceversa, por supuesto). Una buena fuente de inspiración puede ser los proyectos de investigación financiados por la Comisión en las universidades europeas: para pedir financiación hay que crear un consorcio de universidades de al menos siete países. ¿Por qué no imaginar que las listas a la  Asamblea Constituyente debiesen tener candidatos de al menos diez o quince países diferentes?
En estos días has hablado de la austeridad como una forma de «guerra de clases» desde arriba. ¿Pero, hoy en día, de qué fuerzas puede disponer el campo de «abajo», no sólo para defenderse de los ataques, sino para ejercitar un poder constituyente real? Nos parece una pregunta ineludible, que obliga a tomar en consideración los profundos cambios en la composición del trabajo y de las formas de vida. Estas transformaciones obligan a la búsqueda de instrumentos políticos y organizativos diferentes a los del pasado.
Muchos compañeros y amigos me han recriminado por hacer referencias demasiado generales a la democracia. Pero hay que pensar en la definición que dio de ella Aristóteles, que no era un demócrata: el gobierno de los libres y los pobres. Es una buena definición: los pobres, los subalternos, los explotados, son de hecho la mayoría. Por lo que una verdadera democracia sólo puede ser dominada por los movimientos de los pobres. Las democracias liberales, que tienen sus raíces en la tradición de la Carta Magna, han sido otra cosa. La Carta Magna es una carta de los barones, de los terratenientes ante el Rey, que les garantizaba tener sus propios siervos y que no se los quitaría el soberano. La democracia liberal tiene este árbol genealógico. Por ejemplo, si leéis Federalist veréis claramente que el problema se reduce a cómo evitar que la multitud gobierne. Esta democracia ha llegado a su límite con el capitalismo financiarizado. Un movimiento democrático hoy  es, por definición, un movimiento que tiene como objetivo poner fin a la lucha de clases desde arriba mediante la organización de un contraataque desde abajo.
Esto plantea el problema, fundamental a nuestro entender, de pensar  una nueva articulación entre el movimiento democrático y la lucha de clases. ¿Cómo ves  concretamente esa articulación? ¿Cómo pueden cruzarse positivamente las insurgencias sociales y diversas formas de acción institucional?
Si, como he dicho, el problema fundamental en Europa es la estabilización, eso no es posible sin el crecimiento tumultuoso de un movimiento democrático. Los poderes existentes no son capaces de hacerlo. Pondré un ejemplo sencillo y absolutamente concreto: imaginaros un movimiento que imponga al Banco Central que comience a comprar la deuda del Banco Europeo de Inversiones en lugar de comprar la de los bancos alemanes o italianos, para financiar un ambicioso Nuevo Acuerdo Verde para Europa. Así que, en lugar de generar moneda para los circuitos de capital financiero, se generaría para financiar la cooperación productiva, para crear puestos de trabajo en sectores innovadores, creando al mismo tiempo condiciones favorables para la organización y la lucha de los trabajadores y chocando con la mercantilización y la precarización del trabajo.
DiEM tiene la ambición de establecer una fuerza transnacional de nuevo tipo, que agrupe a activistas, políticos, intelectuales, artistas, sindicalistas, en un ámbito directamente «paneuropeo». No es una apuesta fácil y hay pocos modelos en los que inspirarse. ¿Cuál es el proceso innovador que tienes en mente?
La desintegración de la Unión Europea es algo nuevo, contradice una historia basada en el avance progresivo de la  integración. Para  hacer frente a este problema es necesario un instrumento totalmente nuevo. Los partidos de izquierda europeos tienen su base en los estados nacionales y la IUE es una especie de confederación que no cuestiona este fundamento nacional. Esta es una de las razones de su impotencia. No es cuestión de mala voluntad: el hecho es que por su acción a escala nacional se ven obligados a articular programas de gobierno que nunca va a poder ser aplicados. Si este diagnóstico es correcto, una plataforma común para los demócratas en Europa debe construirse de manera diferente, a través de una acción política no basada en los estados nacionales. Y no puede ser un partido, porque un partido es  por definición jerárquico. Los militantes de los partidos de izquierda pueden unirse a DiEM y seguir siendo miembros de su partido a nivel nacional. Pero en DiEM abordaremos nuestros problemas comunes independientemente de la afiliación partidista o las  convicciones filosóficas que cada cual tiene. La respuesta a vuestra pregunta sólo podrá encontrarse de forma gradual. Es un work in progress, un camino que se hace al andar. Como dijo Brian Eno el martes en el teatro Volksbühne, si no tenemos una receta, empecemos a cocinar, ya llegará la receta.
Por último, ¿cuáles son los próximos pasos de DiEM?
Ya hemos anunciado una petición, dirigida a los presidentes del Eurogrupo, del Consejo Europeo y del Banco Central Europeo, pidiendo que retransmitan por streaming sus reuniones, salvo en el caso del BCE, al que hemos pedido que haga como la Reserva Federal, publicando las actas de sus reuniones dos semanas después de su realización. También será una oportunidad para comenzar a organizar el movimiento en torno a una campaña específica. Nos estamos preparando para crear grupos de trabajo para desarrollar una plataforma digital eficiente y segura, que nos permita intervenir en el debate público y articular nuestro trabajo. Hemos identificado cinco áreas temáticas cruciales para el futuro de Europa: el Nuevo Acuerdo Verde que he mencionado antes, la cuestión de la deuda y el sistema bancario, las migraciones y las fronteras, la transparencia y el tipo de Constitución que Europa necesita. Queremos disponer de cinco documentos sobre estos temas en el plazo de un año. Vamos a empezar  haciendo una lista de problemas y preguntas para cada una de estas áreas temáticas, con el fin de poner en marcha una gran campaña de consultas en diferentes lugares y países. De estas reuniones surgirán propuestas que serán «filtradas» y «recombinadas» por grupos de trabajo que presentarán el resultado en grandes asambleas temáticas. Estas asambleas votarán un documento final, que luego será sometido a la aprobación de todos los miembros de DiEM. Es un proceso que puede ser definido como  democracia en acción, del cual surgirá un verdadero manifiesto de DiEM, no una mera declaración de principios.
(Versión original en italiano: acá http://www.euronomade.info/?p=6701)

Qhananchiri // Silvia Rivera Cusicanqui

Qhananchiri (“el que ilumina”) fue la chapa del hoy Vicepresidente García Linera, cuando jugaba a las guerrillas, y junto a su hermano Raúl, mandaba a riesgosas operaciones a militantes aymaras del EGTK, que costaron la vida a más de uno. No podía haber ironía más cruel para calificar a este tenebroso personaje. Su persona, palabra y mente son laberínticas y llenas de penumbras y dobleces. Extrae los papeles que actúa de su vasto archivo de estudios del poder, para aprender las estrategias que, según cree, le permitirán seducir audiencias y arrear rebaños de votantes. Un discurso paternalista ridículo y patético, le llena la boca al mirar con condescendencia y asco a sus conmilitantes indios de las comunidades; otro, de fascinación birlocha, al mirar las piernas de las modelos en las pasarelas. Y cuando ofrece a los terratenientes de Santa Cruz cambiar cualquier ley o decreto para favorecerlos, le sale el q’ara aspirante a oligarca, encaramado en el estado y dispensando favores de perdonavidas. A este oscuro personaje le debemos los cambios en la Constitución que se hicieron a puerta cerrada el 2008, y él es el principal estratega de esta nueva re-elección, que cuenta con la complicidad engolosinada del propio Evo Morales. No soy quién para decir si éste es un “falso” o “verdadero” indio, pero conociendo la sociedad dominante, tanto como a sus aspirantes – pues fui criada allí y deserté justo a tiempo – reconozco en él a uno más de los arribistas que han llenado nuestro trayecto de oprobios, indignidades y derrotas. El tenebroso ex qhananchiri no se saldrá con la suya en este referéndum, si somos capaces de invocar la energía de nuestra conciencia rebelde y la luz de las enseñanzas indias y plebeyas de nuestra historia.

Bolivia, el impronunciable ocaso del patriarca // Raúl Zibechi



“Aquí la gente no tiene miedo”, sonríe el taxista mientras se abre paso, demasiado con lentitud exasperante, por las imposibles calles de El Alto, rumbo al centro de La Paz. “No tienen miedo”, repite encogiendo los hombros. Casi un mantra con el que parece explicarlo todo, desde el caos del tránsito hasta la increíble fuerza interior de las mujeres –omnipresentes en la ciudad aymara- trabajando como hormigas, cargando bultos, haciéndose cargo de la vida.

La ciudad luce cambiada, sobre todo por el asfalto impecable de sus calles y los edificios de cuatro y cinco piso, los cholets, estilo arquitectónico mestizo nacido en El Alto de la mano de una pujante burguesía comercial aymara. Nadie parece alarmarse por el confuso episodio de la ocupación y quema del municipio alteño por padres de familia que se saldó con seis muertos, en el mismo momento en que el taxista repetía su mantra.

La alcaldesa Soledad Chapetón, que venció en las elecciones municipales con el 55 por ciento de los votos en un bastión oficialista, acusa a ex ediles del MAS por el asalto e incendio de la alcaldía. El gobierno, por su parte, asegura que se trató de un “autoatentado” de la alcaldía alineada con la oposición. Los hechos de El Alto cobran especial relevancia en la recta final de la campaña electoral para el referendo del domingo 21, en el que los bolivianos deben decidir si se reforma la Constitución para permitir una segunda reelección de Evo Morales.

La avenida principal de La Paz, en el centro de la hoyada, medio kilómetro debajo de El Alto, lleva varios días cortada por manifestantes. Hileras de cholas con sus polleras y sombreros, sentadas serenamente cortan las calles, mientras los varones disparan cohetes. La mayoría pertenecen a asociaciones de jubilados, pero detrás de ellos llegan los mineros, los petroleros y diversos sectores que aprovechan la coyuntura electoral para arrancar una demanda adicional al gobierno.

“Reclamamos por el segundo aguinaldo”, explica una mujer cuando se le pregunta el motivo de la protesta. La semana previa al referendo es testigo de la multiplicación de manifestaciones populares, una confluencia espontánea de los más diversos sectores que creen que es el momento oportuno para exigir.

RESULTADOS INCIERTOS. “¿Usted está de acuerdo con la reforma del artículo 168 de la Constitución Política del Estado para que la presidenta o presidente y la vicepresidenta o vicepresidente del Estado puedan ser reelectas o reelectos por dos veces de manera continua?”. Esta es la pregunta que deberán responder seis millones de bolivianos este domingo.

La iniciativa partió de la presidencia y muchos creen ver la mano del vicepresidente Álvaro García Linera, cerebro gris detrás del primer mandatario. Morales llegó a la presidencia en 2006 con el 54 por ciento de los votos. Fue reelegido en 2010 con un abrumador 64 por ciento y en 2015 con 61 por ciento obtuvo un tercer mandato que concluirá en 2020. Ahora pugna por presentarse nuevamente, lo que podría llevarlo a ejercer el poder hasta 2025, o sea 20 años consecutivos.

La pregunta que se hacen muchos bolivianos, es porqué se promueve un referendo con tanta anticipación ya que las elecciones nacionales se realizarán dentro de cuatro años. Lo cierto es que el referendo partió al país en dos mitades. Con el Si están alineados el MAS y los movimientos sociales que apoyan al gobierno, entre ellos la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la más importante organización social del país. Pero también algunas figuras locales de relieve, como los ex futbolistas Marco Etcheverry y Erwin Sánchez.

El No a la reelección es mucho más heterogéneo. Entre sus filas destacan el expresidente Carlos Mesa, el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, ambos de la derecha, pero también el gobernador de La Paz, Félix Patzi y la exministra de Defensa Cecilia Chacón, que pueden ser considerados de izquierda.

Las encuestas son una lotería. Las difundidas en febrero, apuntan a un empate en torno al 40 por ciento para cada opción, correspondiendo la definición a los indecisos. En el cierre de la campaña oficialista, el miércoles 17, miles de personas aclamaron a Morales en la avenida Costanera de la zona Sur de la capital.

“Nos hemos liberado e impulsamos desde los movimientos sociales un instrumento político de liberación y en diez años hemos cambiado la imagen de Bolivia”, aseguró Morales quien destacó que su proclamación para una nueva elección general fue producto del “pedido de los movimientos sociales y del pueblo organizado”.

A la misma hora estudiantes de la Universidad Pública de El Alto (UPEA) protestaron cerca de la plaza Murillo, aludiendo al último escándalo que vincula a Morales con la empresaria Gabriela Zapata Montaño, quien se habría beneficiado de su relación privilegiada con el presidente. “Evo, Zapata, devuelvan la plata”, coreaban los estudiantes que junto a organizaciones de jubilados colapsaron el centro de la ciudad.

Según la prensa opositora, las personas que participan en los actos oficialistas son funcionarios que asisten de modo obligatorio. Apenas finalizó el discurso del presidente, “funcionarios públicos y miembros de organizaciones sociales se afanaban en estampar su nombre y firma en las listas de asistencia del cierre de campaña del Sí que organizó el MAS en la ciudad de La Paz” (Página Siete, 18 de febrero de 2016).

Una de las movilizaciones más concurridas fue la realizada en la noche del miércoles 17 en la céntrica plaza San Francisco por los partidarios del No, en la que participaron organizaciones sociales importantes (como CONAMAQ) que antes estaban a favor del gobierno y que le dieron la espalda en 2011 cuando la marcha en defensa de un territorio indígena y parque natural que iba a ser atravesada por una carretera, fue reprimida por las autoridades. “Fue la manifestación más numerosa y ruidosa realizada por la oposición boliviana en una década en La Paz” (Agencia Fides, 18 de febrero de 2016).

UN GOLPE DEMOLEDOR. Una semana antes del referendo estallaron dos bombas que afectan la credibilidad del gobierno. La de menor potencia se relaciona con el vicepresidente, en cuya libreta militar figura como “licenciado en Matemáticas” cuando nunca finalizó sus estudios. En sus numerosos libros también aparece como titulado. En la solapa de “Sociología de los movimientos sociales en Bolivia”, dice que es matemático y sociólogo, lo mismo que otras de sus publicaciones.

El sábado 13 se presentó ante los medios y declaró, con la soberbia que le ha granjeado numerosas antipatías: “Álvaro García Linera estudió matemáticas en México, no concluyó su licenciatura porque se vino a Bolivia a organizar una guerrilla para luchar contra los neoliberales, lo dije hace dos años, hace tiempo atrás”, dijo el vicepresidente.

La agencia Fides informó que una biografía que estaba publicada en la página web de la Vicepresidencia, había sido retirada. En ella se señalaba que García Linera “obtuvo su pregrado y postgrado” en la UNAM de México. Ahora existe otro texto, que señala solamente que “estudió matemáticas” (Pagina Siete, 15 de febrero de 2015).

Pero el petardo mayor estalló en las narices de Morales. El periodista Carlos Valverde denunció que Morales realizó tráfico de influencias para beneficiar a la empresaria Gabriela Zapata Montaño, quien representaba a una empresa china en Bolivia. El presidente reconoció que mantuvo una relación con la joven empresaria y que en 2007 tuvieron un hijo que falleció, aunque no dio detalles, pero negó que su empresa se hubiera visto beneficiada por la relación sentimental.

Según la denuncia, Morales conoció a Zapata en 2005 cuando ésta tenía 19 años y el presidente 45. Ella es una asidua en las páginas sociales de la ciudad de Santa Cruz, trabaja para la empresa China CAMC Engineering, que mantiene millonarios contratos con el Estado. La acusación sostiene que el gobierno la favoreció en contratos que superan los 500 millones de dólares. Fue el primer golpe directo al mentón de Evo, que puede haber afectado tanto su credibilidad como los resultados del referendo del domingo

El gobierno contraatacó con fuerza, señalando que el periodista fue jefe de la inteligencia boliviana entre 1989 y 1993, en pleno período neoliberal, y que actualmente tiene relaciones estrechas con la embajada de los Estados Unidos. Según el argumento oficialista, Washington está intentando frenar el avance chino en la región sudamericana lo que explicaría el hecho de que los contratos con la empresa que representa Zapata estén en el ojo del escándalo.

Ambas cosas pueden ser ciertas. Que el periodista trabaje en función de los intereses estadounidenses y que la empresa china se haya visto favorecida por la especial relación entre el presidente y la empresaria.

EL EXTRACTIVISMO EN EL CENTRO. Lejos del ruido mediático, el debate más de fondo coloca en el centro la cuestión de modelo productivo impulsado por el MAS, centrado en la explotación y exportación de hidrocarburos, minería y monocultivos de soja. En suma, el mismo modelo que caracterizó al país a lo largo de toda su historia, desde la colonización española.

Los cuestionamientos se deben al continuismo del modelo bajo los gobiernos del MAS, que habían prometido ir más allá promoviendo un “salto industrial”, que no sólo no se produjo sino que se asiste a la profundización del extractivismo. Ahora el vicepresidente habla de un “extractivismo temporal”, que permitiría la acumulación de recursos para invertir en la industrialización. Sin embargo, fuera de una reactivación de la industria textil en manos de pequeños y medianos productores, los cambios no llegan.

El investigador Pablo Villegas del Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB), sostiene que la caída de los precios de las commodities en el mundo está provocando una aguda crisis en el país. “Esta crisis tiene dos aspectos”, dijo a BRECHA. “Por un lado tenemos un endeudamiento externo creciente y un importante aumento de impuestos, y por otro una incapacidad institucional para afrontar la crisis. De ese modo vamos a tener un gobierno con recursos en un país sin recursos y con una población estrangulada por altos impuestos”.

Meses atrás el Cedib, cuya sede está en Cochabamba, fue una de las ONGs amenazadas por el gobierno de expulsión, por sus permanentes críticas al oficialismo. Los gobiernos de Venezuela, Ecaudor y Bolivia se han caracterizado por su no aceptación de críticas cuando provienen de las izquierdas. Villegas no es optimista respecto al futuro inmediato, y sospecha que de agravarse la crisis el gobierno puede optar por una salida represiva contra los movimientos sociales y las inevitables movilizaciones callejeras que forman parte de la cultura política del pueblo boliviano.

“Todo su plan es mantenerse en el poder”, sostiene Villegas respecto al MAS y a Evo Morales. “La alternativa es recuperar la democracia”, ya que considera que una característica común de los progresismos es “la corrupción, como lo muestran los gobiernos de Brasil, Chile y Bolivia”.

El sociólogo Luis Tapia, por su parte, asegura que “el excedente de las exportaciones de commodities no se ha utilizado en la transformación productiva sino en lubricar redes clientelares para aumentar el control político de las sociedades y facilitar el ascenso de una nueva burguesía”.

Tapia fue miembro del grupo de intelectuales que se denominaron Comuna, y trabajó años junto al actual vicepresidente García Linera, del que mantiene una distancia tanto personal como intelectual. Reflexiona sobre lo que denomina como “presidencialismo colonial”, que consiste en “procesos electorales permanentes para legitimar decisiones tomadas fuera de los ámbitos institucionales e incluso fuera del país, usando los procesos plebisicitarios como fachada para evitar cambios de gobierno”.

Pero la crítica más demoledora la realiza la socióloga aymara Silvia Rivera Cusicanqui, un mito boliviano, tanto para los intelectuales como para los movimientos. Es autora del más importante libro sobre la historia social boliviana, “Oprimidos pero no vencidos”, que relata y analiza la historia del campesina aymara y quechua desde 1900. Rivera es tanto intelectual como activista, y es la pensadora boliviana más reconocida dentro y fuera del país.

En una carta difundida el martes 16, en que defiende el voto contra la reelección, acusa a García Linera de haber pergeñado una alianza con los terratenientes de Santa Cruz a quienes habría ofrecido “cambiar cualquier ley o decreto para favorecerlos”. Va más lejos al destacar que “reconozco en él a uno más de los arribistas que han llenado nuestra trayecto de oprobios, indignidades y derrotas”. Convoca las “energías de nuestra conciencia rebelde y la luz de las enseñanzas indias y plebeyas de nuestra historia”, para evitar que gane la reelección.

Llama la atención la mutua desconfianza, y hasta el odio, que se prodigan mutuamente los miembros del gobierno y quienes fueron parte del mismo proyecto hasta que comenzaron a transitar caminos opuestos. En efecto, hasta 2005 unos y otros se batieron juntos en las guerras del agua (2000) y del gas (2003 y 2005), en decenas de marchas y acciones colectivas a lo largo y ancho del país. Para los oficialistas, los críticos “hacen el juego al imperialismo”. Para los opositores de izquierda, los nuevos gobernantes “han traicionado la agenda de octubre”, una lista de demandas que se rubricó con sangre en las jornadas de octubre de 20034, donde murieron 67 manifestantes y 500 fueron gravemente heridos.

Un diálogo imposible que muestra los límites de los procesos de cambio y de las propias alternativas por izquierda.

Neoliberalismo ¿Será como dicen que es? Preguntas, incógnitas,…, situadas // Alberto Sladogna


Escribo estas líneas con sumo pesar, en las actuales circunstancias que  vivo en Argentina y que se viven, según testimonios, en América Latina; una experiencia que vivo en una práctica local, de orden micro, el análisis.  Trato de abordar un tema sensible: el neoliberalismo que desata un poco demasiado respuestas prefabricadas, mismas que he cargado y lanzado en más de una ocasión. Esas respuestas no tienen preguntas sobre el tema, por eso, cuando las hicimos, sin saberlo avalamos sin miramientos la defensa de un régimen previo, por ejemplo- : el Estado benefactor, Estado de Bienestar. Paul B. Preciado subrayó:
Parece que los gurúes de la vieja Europa colonial se obstinan últimamente en querer explicar a lxs activistas de los movimientos Occupy, Indignados, dicapacitadxs-trans-gays-lésbicos-intersex y post porno que no podemos hacer la revolución porque no tenemos una ideología. Dicen “una ideología” como mi madre decía “un marido”… Pero nosotrxs no vamos a llorar por el fin del Estado de Bienestar, porque el Estado de Bienestar era también el hospital psiquiátrico, el centro de inserción de los discapacitadxs, la prisión, la escuela patriarcal-colonial-heterocentrada
Esas situaciones descriptas en el tema nunca se dieron en América Latina, donde hoy lo que queda o quedaba del Estado benefactor se encuentra sin desplegarse y para colmo, en una situación terminal, corresponde señalar que la única excepción está constituida por el Estado en Bolivia, lugar dónde ese Estado está recién comenzando a funcionar a partir de un rizoma con la comunidad de las etnias, comunidades de la “pobreza”, hecho social inédito en otros países de la región. Álvaro García Linera actual vicepresidente de Bolivia, fue un discípulo activo de Bolívar Echevarría en México, lector de Lacan, de Foucault, de…, este intelectual no es ajeno a esas novedades bolivianas. ¡Extraño! algo semejante ocurre con el subcomandante Galeano, en Chiapas!

¿Cómo abordar el neoliberalismo?

La cuestión del neoliberalismo ocupa un lugar cada vez más central en el “pensamiento” contemporáneo. En efecto, el neoliberalismo transformaría el funcionamiento de “nuestro” mundo. Eso ya es una constatación. Redefiniría las reglas de la economía: pasaje de la economía política a la economía sin relato. Más grave, estremece la organización tradicional de la sociedad. Su movimiento, su mar de fondo quebrantaría el orden social,  se verían afectadas cada una de las instituciones sobre las que se apoya (el Estado, la escuela, la familia, el derecho, etc.). Estaría cristalizando una manera insólita de concebir la articulación entre la política, lo jurídico y lo económico. El neoliberalismo considera de otra forma las articulaciones individual/colectivo ¿Cómo elaborar una práctica radical del análisis, una filosofía crítica y una práctica insumisa en la era neoliberal? ¿Cómo hacerlo cuando las políticas “neoliberales” en Argentina y México para tomar dos extremos no dejan de nutrirse de personajes y prácticas del Estado Benefactor?

Una transgresión

Los cursos dictados por Michel Foucault reciben comentarios, en particular Nacimiento de la biopolítica. Es sobre todo, en muchos aspectos, el más polémico:  al dictar un curso consagrado a la tradición neoliberal, Foucault comete la transgresión de pasar una frontera inscrita en el campo intelectual. Su curso no es una conversión al neoliberalismo: Foucault no da  a ese sistema el carácter de “mundo”, cuyas recomendaciones y programas haya que aceptar y seguir. Su propuesta es sutil: consiste en valerse del neoliberalismo común  utilizado como instrumento de crítica de la “realidad y el pensamiento”. Él trata de leer, de escuchar de lo que esa tradición dice para cada uno de nosotros mismos efectué un análisis.  Enfrentar una doctrina concebida como el «negativo» de “nuestro espacio habitual” de reflexión equivale enfrentarnos, en cierta forma, a “nuestro inconsciente”, a los límites de nuestra propia reflexión. Eso obliga a interrogarnos sobre lo que tenemos por evidente, aquello que sin saberlo, hacemos a un lado cuando formulamos “nuestros problemas” ante el neoliberalismo. Foucault resume en estos términos el discurso del sociólogo alemán Werner Sombart pronunciado entre 1906 y 1934:

¿Que produjeron la economía y el Estado burgués y capitalista? Una sociedad en la que los individuos son arrancados de su comunidad natural y se juntan en una forma, de alguna manera, chata y anónima que es la de la masa. El capitalismo produce las masas. Y por consiguiente, produce lo que Sombart no llama exactamente unidimensionalidad, pero da su definición precisa. El capitalismo en la sociedad burguesa privaron los individuos de una comunidad directa e inmediata de unos con otros y lo forzaron a comunicarse sólo por intermedio de un aparato administrativo y centralizado. Por lo tanto, los [han] reducido a la condición de átomos, sometidos a la autoridad, no autoridad trata en la que no se reconocen. La sociedad capitalista impuso asimismo los individuos un tipo de consumo masivo que tiene funciones según información y normalización. Por último, esta economía burguesa y capitalista condenó los individuos, en el fondo, anoten entre sí otra comunicación que la que se da a través del juego de los signos y los espectáculos. (Michel Foucault, Nacimiento de la vía política, página 156)

Es urgente deshacernos de esas matrices «con las cuales suele abordarse el problema del neoliberalismo», sólo son críticas en apariencia, subrayó Foucault. «Reducen el presente a una forma reconocida en el pasado» y consideran el primero como una simple «repetición» del segundo. Algo semejante ocurre en el análisis, a nivel de su teoría cuando se traslapa al Lacan que abandonó la dictadura de la cadena significante, se traslapan sus primeros seminarios, donde esa dictadura se instalaba ante ciertas  y precisas condiciones. ¡Extraño!, La cadena significante es una formulación normativa, normativizante que acompaña a la forma Estado Benefactor: si es normal todo es interpretable.

«Me gustaría mostrarles que el neoliberalismo es, justamente, otra cosa. Será cosa o no, no sé, pero sin duda es algo. Y lo que querría tratar de aprender es ese algo en su singularidad» (página 156 y 157)

¿Cómo desactivar la potencialidad del pasado vivido o  de reacción inscrita en el corazón de “todo” proyecto crítico? ¿Cómo poner en entredicho un orden presente sin desembocar, casi automáticamente, en una adhesión al orden antiguo o en la percepción de ese momento que no puede sino añorarse? ¿Cómo concebir una lectura del neoliberalismo que no presente una nostalgia por lo que éste deshace y nos aferre, consciente o “inconscientemente”, a los “valores” pre liberales? ¿Cómo construir una práctica crítica, analítica en lo nuevo de la forma neoliberal?

Esa ausencia en la perspectiva crítica, al focalizarse en los peligros que entraña el advenimiento de esta nueva situación, termina por no ofrecer más que como horizonte concebible el retorno al pasado.

El neoliberalismo, una utopía

Se suele decir, en otras palabras, que el neoliberalismo se sitúa resueltamente del lado del Status quo. Encarnaría una de las principales fuerzas de resistencia al cambio. Representaría la ideología de “la clase dominante”,  la clase de unos individuos que tienen interés en perpetuar la situación tal y como es. Lo extraño es que a nivel de sus teóricos, citados por Foucault, el neoliberalismo rechaza, al igual que el análisis rechazaría cualquier intento de ejercer un dominio.

El mercado por todas partes

Una de las propuestas del neoliberalismo es difundir el mercado por todas partes:
«[el gobierno neoliberal] debe intervenir sobre sociedad misma en su trama y su espesor. En el fondo, tiene que intervenir sobre esa sociedad para que los mecanismos competitivos, a cada distante y en cada punto del espesor social, puedan cumplir el papel de reguladores.” (Página 179)

Para el neoliberalismo, el interrogante no era para nada saber cómo podía recortarse, disponerse dentro de una sociopolítica atada, un espacio libre para el mercado. El  neoliberalismo, al contrario, pasa por saber cómo se puede ajustar el ejercicio global del poder político a los principios de una economía de mercado. En consecuencia, no se trata de liberar un lugar vacío sino de remitir, referir, proyectar un artede gobernar ciertos principios formales de una economía de mercado. (Página 157) El mercado se presenta como un nudo desanudado, semejante o igual al diagrama borromeo que está guiado por  pocos principios formales: lo  que pasa por arriba de lo que está debajo; no está anudado, no es una metáfora… No hay más honorarios fijos más que los dictados por el mercado; no hay forma práctica canónica…

La justificación «científica» del mercado

Cuando se describe al neoliberalismo con los rasgos de una “pequeña” o “gran” doctrina económica “de clase”, desaparece su dimensión conceptual. En especial, presentar el mercado como “la ideología de la clase dominante” atribuida a los teóricos neoliberales en función de un sistema teórico contra el cual ellos se definen, es mirarlo, es hacer crítica desde un punto de vista exterior. Es aplicar una categoría que sus exponentes rechazan. Está claro que, a priori, una actitud como esa no es ilegítima, no obstante, ha impedido estudiar las irregularidades de su paradigma, los nuevos tipos de interrogantes planteado por el, su nueva manera de plantear cuestiones, la ambición de Foucault sería antes bien esforzarse para situarse en el lugar de esos autores neoliberales para captar su visión del mundo.

De la pluralidad

Foucault sostiene un concepto  la pluralidad sin Uno, es nodal, al neoliberalismo no le interesa “la libertad”. En otras palabras, el neoliberalismo puede leerse como una meditación sobre la multiplicidad, un ejercicio respecto de un socius que sitúa en su “centro” a la pluralidad. La especificidad de ese paradigma estriba en que fuerza a preguntarnos qué implica y qué quiere decir vivir en una sociedad -o lazos culturales- compuestos de “individuos” que experimentan modos de existencia diversos. La forma mercado implica para estos teóricos un modo cercano a las características esenciales de las sociedades contemporáneas: la diversidad de los sectores de actividad y la pluralidad de las formas de su existencia. Esta forma mercado se enfrenta así a  la forma Estado.

Para los neoliberales el  socius moderno es heterogéneo, la industrialización generó un movimiento masivo de división del trabajo, la especialización amplió una proliferación de los sectores de actividad; el mundo contemporáneo está más diferenciado que el mundo antiguo:

El control y el dirigismo no presentan dificultades en una situación lo bastante simple para permitir a un solo hombre como a un solo Consejo abarcar todos los usos. Pero cuando los factores que deben considerarse se tornan tan numerosos… es imposible tener una visión sinóptica de ellos, entonces -pero sólo entonces -se impone la descentralización.

Foucault describe sin saberlo una operación que, en ocasiones, sucede, a lo largo de un análisis.

El Estado pretende sustituir al mercado a nombre del interés general, el bien común, el bienestar social…la salud mental ¿Qué sentido tienen esos valores en un mundo diverso? ¿Cómo concebir un plan «colectivo» en el cual se reconozcan todos los “individuos”? ¿Cómo pretender poseer un código moral completo y universalmente válido para imponer una dirección en la cual “todo” el mundo quiera ir?:

Ninguna mente podría abarcar la infinita variedad de necesidades, diversos individuos  que se disputan los recursos disponibles y atribuyen importancia determinada a cada uno de ellos.

Un neurótico obsesivo, si es que eso existe, no tiene nada que ver, decía Lacan, con otro neurótico obsesivo, no hay LA MUJER, hay –por suerte- mujeres en plural y múltiples. El futbol de los equipos de mujeres muestra la emergencia de colectivos que no aplastan la singularidad al momento de alejarse del modelo estatal del fútbol de hombres. Es una singularidad real gracias a que es compartida; no hay singularidad en soledad.

Sociedad, comunidad, unidad

Foucault señala que los teóricos neoliberales formulan una reinterpretación de la filosofía del contrato social y de la Ilustración. A menudo se asocia la tradición neoliberal a la lucha contra la particularidad étnica, racial o cultural. Se afirmaría la superioridad de un supuesto universalismo contra el influjo de las pertenencias locales en nombre de los valores de la autonomía personal, la libertad individual y la igualdad formal. Sin embargo, para los neoliberales, la Ilustración es una manera de instituir, de imponer una forma de comunidad, es otra manera  por la que ese “pensamiento” liberal somete a los individuos de las comunidades naturales para encadenarlos a un nuevo tipo de colectivo: la “comunidad política” ¿Qué significa para la Ilustración un ser “autónomo”? No es ser independiente o estar libre de trabas. “Ser autónomo” es no querer obedecer a las propias pulsiones, pasiones, inclinaciones naturales, la autonomía es el «apartamiento exitoso respecto… de las fuerzas de las que yo mismo no seré responsable». En ese marco, la «libertad» se concibe como el acto consistente en  «armar en mí mismo órdenes a las que obedezco porque soy libre de actuar«. En otras palabras al sujeto de la Ilustración no le gusta elegir por elegir, no le gusta la elección como tal: siempre está a la búsqueda de la “buena elección”, la supuesta “buena oportunidad” que nunca viene. Es libre si y sólo si se da por ley su ley «verdadera», su «verdadera voluntad». La “comunidad política” es la que va concebirse como la instancia de elaboración de esa ley superior que, según se supone todo ser racional debe querer y reconocer como suya.

Los análisis de Rousseau en El contrato social suponen un estado en el cual los hombres deben enfrentar obstáculos perjudiciales para su conservación: el estado primitivo, pone en peligro la especie y la supervivencia de cada cual, por esa razón, los hombres están obligados a unirse, es preciso instituir un pueblo, lo cual supone, según Rousseau, salir del estado individuos tomados en forma aislada para dar nacimiento a una «comunidad». Aquí aparece la distancia entre una sociedad de “masas” que requiere el Estado Benefactor y una sociedad neoliberal que aparece como si su impronta fuerte sería el “individualismo” o “el culto a la singularidad”. En el neoliberalismo de forma abrupta aparece una forma artesanal (Carlo Ginzburg fue claro al respecto) de producción mientras el Estado benefactor impone una producción estándar para hacer frente al “bienestar general”.

La apuesta del contrato social implica que la constitución de la comunidad política es un acto de represión de las «divergencias». El contrato social no es un contrato, es el nombre dado para un momento en que los individuos renuncian a lo que los define como particulares y parciales -es decir, aquello que los separa y distingue a los unos de los otros – para constituirse como individuos «morales», que se asignan como voluntad la voluntad «general»: Se trata del pasaje o sustitución de la individualidad por la comunidad. Un “pueblo” requiere o supone un acto de fundación por medio del cual el interés y la voluntad «general» destruyan el juego de los intereses particulares [L. Althusser, Política e historia: De Maquiavelo a Marx. Cursos de la Escuela Normal Superior, 1955–1972] El contrato analítico es anárquico, en cada ocasión es diferente de si mismo.

Esta nueva forma de encontrar un pacto social implica que

«cada uno pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; [así] cada miembro [es tomado] como parte indivisible del todo…los asociados toman el nombre de pueblo…y de súbditos por estar sometidos a las leyes del Estado«

Un Estado es la unificación de una multitud de hombres bajo leyes jurídicas, conjunto que es necesario promulgar universalmente para producir un Estado jurídico con sus derechos públicos. Se trata pues de un sistema para uso de un pueblo, es decir, una multitud de hombres o de una multitud de pueblos que, al mantener relaciones de influencia recíproca, requieren, para ser partícipes de lo que es el derecho, un estado jurídico obediente a una voluntad que los unifica: una copia… así se podría concluir que la política de la acción consistente en «ordenar» una «muchedumbre de seres racionales». Eso que se conoce, desde Freud y otros,  como “las masas”.

Deshacer la sociedad

Los teóricos neoliberales enfrentan a la Ilustración, a sus herederos indicando que ese pensamiento está obsesionado con una fantasía de «totalidad armoniosa», ambición de establecer una sociedad de seres racionales que persiguen fines colectivos que comunican una especie de unanimidad. La premisa fundamental de esta corriente sería que: los hombres están hechos para buscar la paz y no la guerra. Los disensos, los conflictos, la competencia entre seres humanos serían el sello de un supuesto proceso patológico: puede ser que estas tendencias sean inevitables en determinada etapa de su desarrollo, pero no dejan de ser anormales porque no realizan los fines que todos los hombres como hombres, tienen forzosamente en común: las metas permanentes y compartidas que los hacen humanos.

Los  teóricos neoliberales se van a sublevar contra esa obsesión por la unidad, contra esa voluntad de dar siempre “coherencia a la sociedad”. El «mundo común», lo «colectivo», la «voluntad general», la búsqueda perpetua de algo que sea del orden de lo «universal» son mitos, mitos peligrosos. En este sentido, la idea de una «solución de conjunto» a todos los problemas humanos, que, si tropieza con resistencia, puede exigir el recurso a la fuerza para protegerla, esta misma idea, lleva al derramamiento de sangre y a la intensificación del sufrimiento humano. Los seminarios “internacionales” de intelectuales o de analistas son formas de obsesión, la teoría “única” es válida para todos en cualquier lugar del mundo.

En contra de las apariencias, el comunismo no es un pensamiento del conflicto y la pluralidad; es una de las últimas encarnaciones del monismo en política: las observaciones de Marx sobre «las contradicciones y los conflictos inherentes al progreso social son simples variaciones sobre el tema el progreso ininterrumpido de los seres humanos y el de su síntesis en virtud de la comprensión y el control de su entorno y de ellos mismos«

Ética liberal y ética conservadora

Los teóricos neoliberales indican un hecho comprobable en la historia, al menos en la historia de las ideas y de las actuales prácticas de la política del espectáculo, suele ser frecuente ver a los socialistas, con el transcurso los años, terminar siendo conservadores y convertirse al conservadurismo, mucho más escasos son los que se convierten en liberales. El hecho de que el socialista arrepentido encuentre la mayoría de las veces un nuevo remanso de paz mental intelectual en el regazo conservador, y no en el regazo liberal no se deben nada al azar es la demostración de que existe una articulación entre el conservadurismo y el socialismo, mientras que el liberalismo es un sistema completamente distinto. En lo esencial el conservador y el socialista compartirán funciones de orden, tendencias al paternalismo y la adoración del poder. Los filósofos de la Ilustración convocan a la subordinación de las cifras particulares a la voluntad general, los socialistas pretenden volver a dar sentido a lo «colectivo» o al mundo común contra el individualismo: el conservador no se tranquiliza ni se dará por satisfecho hasta que una sabiduría superior vigile y supervise los cambios y él sepa que  hay una autoridad encargada de garantizar que dichos cambios se produzcan en orden. Frente a esto el neoliberalismo se pone del lado del desorden, de la inmanencia, y por lo tanto del pluralismo. Un mundo neoliberal jamás podrá estar unificado, totalizado. No se construye en el horizonte de «lo común» por venir; se concibe esencialmente plural y por consiguiente animado por lógicas contradictorias entre sí e irreconciliables. Son las fuerzas de aquello que es necesario, de aquello que  es contingente, de aquello que es imposible, así suelen aparecer micro luchas, como también un análisis, también se inventa un analista.

La teoría social del neoliberalismo apunta a desmentir la presunta necesidad de que un «plan» superior establecerá un «consenso» entre los individuos, o un «contrato» fundado en la represión de los intereses particulares a nombre de las exigencias más generales. «El orden del mercado, en particular, no se apoya en metas comunes», sino en intereses particulares que con suerte quizás coincidan en el bienestar general, si no ni modo otra vez será… Es la sorpresa del Ing. Macri (Argentina) que bajó las retenciones al agro y ahora, esos sectores, no le venden ni un gramo especulando con la suba del dólar…  En este aspecto la teoría neoliberal formuló un desafío ¿Será posible producir sin que haya una intervención deliberada para controlar esa producción?

Inmanencia, heterogeneidad y multiplicidad

Los neoliberales proponen una especie de deconstrucción en que la forma mercado brinda la posibilidad de quitar sobre el mundo cualquier invocación a una instancia trascendente (Ya tome forma política, jurídica, sociológica o cualquier otra) instancia que supuestamente unifica y organiza la diversidad social. El neoliberalismo acepta la imagen de un mundo desorganizado por esencia, un mundo sin centro, sin unidad, sin coherencia, sin sentido. ¿Un mundo en red, una matrix sin gobierno aparente? Con ello desbarata lo que Didier Eribon llamó «concepciones hegelianas y sintéticas» de la realidad, grilla de lectura que no logra pensar la pluralidad y la heterogeneidad porque siempre busca alcanzar la «convergencia» o la «alianza». Foucault refiriéndose al tema del hombre económico formula lo siguiente:

«El mundo económico es opaco por naturaleza, es imposible totalizar por naturaleza. Está originaria y definitivamente constituido por punto de vista cuya multiplicidad es tanto más irreductible cuanto que ella misma asegura al fin y al cabo de manera espontánea su convergencia. La economía es una disciplina atea; es una disciplina sin Dios; es una disciplina sin totalidad (página 332).

Éste tema fue importante para Foucault porque fue uno de los ejes de su crítica al marxismo (y asimismo al psicoanálisis), que llevo adelante desde mediados de la década de 1970 ¿Qué teoría sería más capaz de producir efectos de emancipación? ¿Qué analítica brinda la posibilidad de comprender de la manera más adecuada la mecánica del poder, permitiendo desestabilizarla, frenarla, trastocarla, cambiarla?

Una intuición de Foucault es que el marxismo y el psicoanálisis son doctrinas insuficientes, por ser insuficientemente críticas. El inconveniente esencial del marxismo es no haber indagado  la forma totalización: hizo suya en su integridad la ambición de construir una visión unificadora de la realidad, es decir, de reducir lo que pasa en la sociedad a unos cuantos principios elementales y predeterminados. Al comportarse de esa forma, en el momento mismo en que esa doctrina pretende suministrar armas contra la dominación, ejerce a su vez efectos de autoridad. Someter la reflexión sobre la sociedad a nuevos «trascendentales», oculta necesariamente luchas parciales y realidades minoritarias presentes o venideras que escaparon a su odisea. Foucault en Defender la sociedad realizó una crítica de las teorías «innovadoras», en particular a partir de 1978 fue notoria la aparición de una multitud ofensivas “parciales», «discontinuas», «particulares», «locales» que apuntaban al funcionamiento de la institución psiquiátrica, la moral, contra la jerarquía sexual tradicional, el aparato judicial y penal. A Foucault lo impresiona  la extensa y extrema productividad de esos discursos regionales. Menciona entonces la «sorprendente eficacia de las críticas particulares». Para el autor de Vigilar y castigar esas críticas sólo pudieron salir a la luz en el marco de un cuestionamiento de las lluvias totalizadoras: esas luchas sectoriales surgieron a través de un combate contra los paradigmas centralizados, así reaparecieron «saberes sometidos» «marginados», «descalificados», «sepultado”, “enmascarados” . Las luchas de las mujeres, las luchas de los estudiantes, de las madres, de  los padres de los 43 de Ayotzinapa, luchas combaticas por la sociedad pues son una expresión runfla intolerable. Carlo Ginzburg se apoya y menciona eso respecto del paradigma indiciario. Se trata de recuperar el saber de las gentes de a pie, olvidado por el marxismo y que no es en absoluto  un saber «común, un buen sentido sino, al contrario, un saber particular, un saber local, regional, un saber diferencial, incapaz de unanimidad”. Un saber artesanal

Al decir de Foucault hay que liberarse de la «tiranía de los discursos englobados«: las teorías «totalitarias«, como el marxismo y el psicoanálisis, tienen un efecto fundamentalmente «inhibidor«. Llevan «de hecho, a un efecto de frenado«. No rechaza plenamente esos saberes, los acepta a condición de que la unidad teórica de esos discursos quede suspendida o en todo caso recortada, que lo añada hechos añicos, invertidos, desplazados, caricaturizados, representados, teatralizados etc. En esa situación podrán ser empleadas. Esas teorías condenan a la condición de menores de edad a los sujetos de la experiencia, se trata de sacar a la luz el reverso de los procesos de totalización, definiendo una empresa “romper el sometimiento de los saberes históricos y liberarlos, es decir, hacerlos capaces de oposición y lucha contra la coerción de un discurso teórico unitario, formal y científico» (página 23/24) Se trata de colocar en el núcleo de su teoría del poder: «inmanencia», «realidad», «multiplicidad». Esto despliega su propuesta respecto del poder: «parece que por poder hay que entender en primer lugar la multiplicidad de las relaciones de fuerza que son inmanentes al dominio donde se ejercen, y que son constitutivas de su organización» (página 121 y 122). El poder está en todas partes; no es que lo englobe todo, es que viene de todos lados (página 121/122).   En el absolutismo se intentó centralizar el poder, el movimiento ilustrado  acabó con el poder feudal (que era diverso, caótico), permitió el orden de la mano invisible del mercado que estalla y produce los totalitarismos del siglo XX,  luego el Estado de Bienestar frente a las masas,  para llegar al “individuo singular” y el neoliberalismo con su horizonte de: Estado mínimo máximo Mercado (toda intervención estatal es un error). Se trata del método de la lectura parcial, metonímica que abjura del disco duro pleno de todos los seminarios y textos.

Escepticismo y política de las singularidades

«La sociedad no existe» fórmula típica de la doctrina neoliberal, constatación  teórica  coincidente con lo que Foucault se planteó desde 1970: el poder se ejerce de manera difusa; está en todas partes, actúa de manera diseminada, y las luchas parciales, locales, diferenciales que surgen a intervalos irregulares no se inscriben en un conjunto más antiguo y global dentro del cual haya que resituarlas para comprenderlas y discernir su sentido. Esta lucha contiene en sí misma su propio valor, su propia significación.

La formulación «la sociedad no existe» puede ser leída en otro sentido, el acceso local no niega la existencia social,  no lo abandona, más bien abandona la totalización llevada a cabo a nombre de algo que se llamaría la sociedad. Lo que no existe,  no es el mundo social, no existe en LA propuesta unificadora. Foucault se enfrenta a Sartre, al marxismo, al psicoanálisis que pretenden la instalación de un intelectual universal, es decir, el intelectual que se hace «escuchar como representante del universal«, como la «conciencia de todos» (Verdad y poder en Microfísica del poder). Herederos de la ilustración…los analistas hacen seminarios en China, en Francia, en Argentina, en México, en Kuala Lampur, en…

Los filósofos iluministas habrían fabricado un mito filosófico de consecuencias políticas peligrosas: el de la omnipotencia. La Ilustración cree que la razón posee un poder ilimitado, el racionalismo de la Ilustración se negaría reconocer los límites de la razón, sostienen una supuesta única forma de razón, la suya. Una Ilustración: Hitler hablaba de que había que saltar sobre la propia sombra, eso era lo imposible…  Por ello iban a ser recordados los SS, porque hicieron lo que tenían que hacer, lo que debían de hacer en nombre de las leyes de la raza, para ello utilizaron el trabajo, como medio de liberarse de los “subhumanos”; es otra forma de ver el anuncio de la puerta de Auschwitz…  Los campos de concentración y los hornos de gas fueron iluminados por esa razón. Se legitimaría una forma de narcisismo intelectual que lleva a los científicos y los filósofos (¿a los psicoanalistas?) a pensarse como centro el mundo, únicos capaces de acceder a una revisión total de la sociedad y escapar a la parcialidad. Este intelectualismo erróneo  derivaría a menudo en la creencia de los méritos científicos o en lo extenso de sus saberes de sus actos.

La crítica de las ideas «generales», de las teorías «totalizadoras» con los pensamientos del  «fundamento» constituye el punto de partida para la invención de una nueva forma, de una forma política que se definirá por qué trabaja a partir de la singularidades, una política que acompaña y respalda las luchas múltiples, los combates sectoriales, no pretende unificarlos, se trataría del punto de partida, en pocas palabras, de la reinvención de una política  de la insubordinación que no sería política. El analizante solo busca desplegar la invención que ya tiene su deseo, requiere liberarlo de las inhibiciones del pasado y de los temores que su novedad podría desatar.

No ser gobernado

El Nacimiento de la biopolítica realiza una demostración: a través del neoliberalismo se elabora y se introduce algo liberador, emancipador, crítico: se trata de cuestiones que  no se formulan en nuestra actualidad inmediata y concreta, Foucault precisa «¿De qué se trata cuando se habla de liberalismo, cuando nosotros mismos nos aplican la actualidad una política liberal? ¿Y qué relación puede tener con esas cuestiones de derecho que llamamos libertades?» La potencialidad crítica que se inscribe en la racionalidad neoliberal radica en el hecho de que esa tradición se afirmó en el marco una oposición al Estado o, mejor, era enemiga de la razón de Estado.

Un neoliberal afirma «Dios sabe que temo la destrucción del mundo por la bomba atómica, pero al menos hay otra cosa que temo tanto: la invasión de la humanidad por el Estado» Foucault demostrará que el neoliberalismo está atravesado por la idea de que «siempre se gobierna demasiado» o, al menos, de que «siempre es necesario suponer que se gobierna demasiado» (Freud indicando a Ferenczi quien ha de ser su novia; Lacan al proponer el Edipo como normalizador; otros dando indicaciones sobre el fin del análisis…) El neoliberal cuestiona la posibilidad misma del Estado, impone dar una respuesta a esta pregunta «¿Por qué, entonces habrá que gobernar?» No se trata de denunciar que psicoanalizar, educar y gobernar son imposibles (Freud, Lacan) Foucault percibió al neoliberalismo como una encarnación contemporánea de una tradición crítica. En 1978 en su conferencia titulada «¿Qué es la crítica?» asocia la crítica a una actitud, a un gesto consistente en situarse al lado de los gobernados y levantarse contra formas de gobierno, esta reivindicación de libertad no se basa en un rechazo encantado contra todo gobierno, se apoya en una voluntad más modesta, más difusa. Da testimonio de la intención, del deseo de no ser gobernado por “ este modo, por esto, en nombre de estos principios, con vistas a tales o cuales objetivos y por medio de tales o cuales procedimientos, no de aquel modo, no para eso, no por ellos» define a esa crítica como «el arte de no ser tan gobernado«, coincide con el arte neoliberal y con las expectativas de Lacan respecto de aquello que el análisis requiere recibir del arte, allí donde lo precedieron  intensamente Deleuze y Guattari.

Política, derecho, soberanía

Foucault demostró que el poder funciona en forma difusa, desperdigada, diseminada, y que las sociedades contemporáneas deberían describirse en términos de sociedad disciplinaria cuyos numerosos dispositivos normalizadores visten los cuerpos y modelan la subjetividad.

El discurso de la Ilustración no introdujo en la historia del pensamiento la ruptura que se le atribuye, su característica esencial fue regresar contra la monarquía el discurso jurídico que esta misma había inventado: «El mecanismo teórico por medio del cual se efectuó la crítica de su monarca,…, con instrumentos del derecho, que había sido establecido por la propia monarquía» (Estética, ética y hermenéutica, en obras esenciales, página 238). Se trata de demostrar que «el sujeto del derecho» es un sujeto sometido desde siempre al soberano cuya superioridad, cuya trascendencia debe reconocer. Ese dispositivo jurídico que puede haber tenido un papel revolucionario y que, a veces,  puede encarnar un instrumento de limitación del poder del Estado en nombre de los  «derechos humanos», no deja de ser, por cierto, algo que se mantiene encerrado en el marco de la razón de Estado y es, por lo tanto, solidario del ejercicio de la razón jurídica.  Paradojas de ese tema: el Ing. Macri y el presidente Obama, el 24 de marzo del 2016, aniversario de la instalación de la dictadura cívico-militar de Argentina, ambos visitarán la Ex ESMA, instalaciones de lo que un un campo de exterminio. Se dijo, se dice, “detrás de cada necesidad un derecho”, solo que también  esto es bien “individual” y ¿neoliberal? pues convoca a una responsabilidad impuesta por un derecho ofrecido, se cumpla o no con ella.

La obsesión del pensamiento jurídico siempre fue determinar, constituir una «unidad política» definida por «la existencia de un soberano individual o no, poco importa, pero poseedor por un lado de la totalidad de sus derechos individuales y al mismo tiempo principio de la limitación de estos derechos» (Nacimiento de la biopolítica p. 236).  Foucault pretende demostrar que la concepción de esa legitimidad fundamental supone necesariamente la fabricación de cierta imagen real del sujeto:
¿Qué caracterizan sujeto de derecho? Que al principio tiene derechos naturales, claro está. Pero en un sistema positivo se convierte en sujeto de derecho cuando acepta al menos el principio de ceder esos derechos naturales, de renunciar a ello, hizo ninguna limitación de sus derechos, acepta el principio de la transferencia. Es decir que el sujeto del derecho es por definición un sujeto que afecta la negatividad, acepta la renuncia asimismo, acepta, de alguna manera, escindirse y ser en cierto nivel poseedor de una serie de derechos naturales inmediatos, y en otro nivel acepta el principio de renunciar a ellos y se constituye por eso como sujeto de derecho superpuesto al primero. La división del sujeto, la existencia de una trascendencia del segundo sujeto en relación con el primero, una relación de negatividad, de renuncia, delimitación entre uno y otro, caracterizan la dialéctica o la mecánica del sujeto de derecho, en ese momento surgen la ley y el interdicto» (Nacimiento de la biopolítica página 315-316).

La filosofía política se sitúa por el mantenimiento de cierta forma del orden, venerando al Estado, proporciona a los gobernantes un discurso que les da derecho a gobernar.  Es interesante: es un derecho para los gobernantes, no para las asambleas…legislativas o las ciudadanas.

Foucault estudió una batalla ocurrida en el año 1066, la invasión de Inglaterra por las tropas de Guillermo el conquistador¿Para qué revive ese pasado? Lo hace para destacar que la guerra fue la que presidió el nacimiento del Estado libre. Ese Estado no representa al pueblo sino a un grupo particular de conquistadores que se fuerza por mantener su dominación sobre otros, entonces la política no representa a los ciudadanos más allá de sus intereses particulares. No es el dominio de lo común, sino de la conquista, es la «continuación de la guerra por otros medios«. Una vez que los vencidos, los derrotados, los «débiles» prefirieron la vida a la muerte, una vez que cedieron, detuvieron la batalla, suscribieron un contrato y por eso mismo «constituyeron una soberanía, hicieron de sus vencedores sus representantes, volvieron a instalar un soberano» en otras palabras, no es la guerra, fue la derrota la que funda de manera brutal la ley y el nacimiento del Estado, es la voluntad de los vencidos al detener la guerra. Se instaló un poder supuesto impersonal ¿Qué consecuencias implican colocar com impersonal la “función” dela anlista?. Dice Foucault:

«el miedo, la renuncia, el miedo… Esto es lo que abre las puertas del orden de la soberanía y un régimen jurídico que es el poder absoluto la voluntad de preferir la vida la muerte: esto va a fundar la soberanía, una soberanía…tan ilegítima como la constituida según el modelo de institución y el acuerdo mutuo» (p. 92)

Aquí encontramos la subversión del sujeto de Lacan acompañando de cerca el acontecimiento propuesto por Guattari. El sujeto es objeto de una subversión, la acción  lo trastoca a él, se trata de un sujeto subvertido, nuevo sin articulación con el pasado.

El soberano tiene derecho sobre la vida y “dejaría” (¿…?) de tenerlo sobre la muerte.  El derecho de hacer vivir y dejar morir:   «la vieja potencia de la muerte, en la cual se simboliza el poder soberano, se halla ahora cuidadosamente recubierta por la administración de los cuerpos y la gestión calculadora de la vida» (Historia de la sexualidad,  pág. 174).

Foucault no desconoce que el poder soberano de dar muerte sigue en pie en la modernidad capitalista. Pero es la vida ahora la que el poder busca gestionar. Por ello insiste en que «el dominio que pueda ejercer sobre (los seres vivos) deberá colocarse (ahora) en el nivel de la vida misma …Más aún, haber tomado a su cargo a la vida, más que la amenaza de asesinato, dio al poder su acceso al cuerpo» [pág. 172-173-218, Michel Foucault, Defender la sociedad. Ese volumen recoge su curso de 1975-1976]

El ciudadano que quiere ser gobernado está en el extremo opuesto de un proceder crítico, que tomaría por objeto las relaciones de sujeción para estudiar cómo fabrica subjetividad. En otras palabras, debemos situarnos necesariamente fuera del marco de la filosofía del derecho, de los mitos de la política para buscar cómo fundar una práctica teórica de la resistencia, la lucha y la insumisión.

No dejar hacer al gobierno

¿Cómo salir del discurso del Estado? ¿Cómo combatir al Estado sin recurrir a las armas, los vocabularios, los conceptos que se exhiben, de hecho, en un dispositivo estatal y que rápidamente los configuran, por lo tanto, como sujetos obedientes, sometidos a un soberano?

Se trata de organizar una nueva tradición inventando una forma de analizar al Estado y oponerse a la razón de Estado (los treinta mil muertos en Argentina, los estudiantes de Ayotzinapa, son consecuencia de la razón de Estado). Su característica principal será no participar en el juego del soberano, no utilizar las categorías del derecho. No plantea la cuestión de la legitimidad de la acción del Estado, se interesa por algo completamente diferente, es decir, se interesa por aquello que fuese de «utilidad». Deleuze y Guattari, en particular Guattari insistió en visitar al utilitarismo (William James, Un universo pluralista. Filosofía de la experiencia)

Según Foucault la propiedad esencial de esta nueva política es que lograría emanciparse, liberarse del pensamiento del Estado, debido a la aguda desconfianza con respecto a los dirigentes y los gobernantes, se puede decir que esta forma fabricó algo inédito: una forma de analizar, de hacer política de manera no política. Se valora la ley desde el punto de vista de su utilidad o su inutilidad, es decir, de sus consecuencias perjudiciales o no. Se trata de frenar la transferencia de los propios derechos a otros, no se trata de una sustracción, en una dialéctica de la renuncia sino que por el contrario de una dialéctica de la multiplicación. En las sociedades contemporáneas el poder político funciona a fuerza de obediencia, de resignación, de negatividad.

El homo económico, la psicología y la sociedad disciplinaria

Gary Becker que obtuvo el premio Nobel escribió un célebre artículo en 1968 titulado «Crimen y castigo: un enfoque económico«: el criminal ya no se reduce sólo a un mero acto de transgresión de la ley. Es un comportamiento arraigado en una psicología. El criminal deja de ser concebido como un hombre normal; se lo construye como una «personalidad falsa». Así Foucault sostiene en Los anormales:

«En la pericia psiquiátrica permite doblar el delito, tal como lo califica la ley, contó una serie de otras cosas que no son lento mismo, sin una serie de comportamientos, manera de ser que, claro está, se presenta en el discurso perito psiquiatra como la causa, el origen, la motivación, el punto de partida del delito. En efecto en la realidad de la práctica judicial, para constituir la sustancia, la materia misma susceptible de castigo.» (Página 28)

El poder psiquiátrico, psicológico, e incluso el psicoanalítico fabrican un nuevo tipo de hombre, el hombre criminal, caracterizado por el hecho de que para definirlo, es menos pertinente su acto que su vida, en cierta forma el criminal existe con anterioridad a su crimen. Como si el psicoanalizante ya estuviese construido antes de efectuar un análisis.

El hecho de llevar a cabo actividades criminales o, a la inversa, actividades ilegales o eróticas no es expresión de tendencias inscritas en un psiquismo. Esa elección depende sencillamente de las incitaciones objetivas que reciben los individuos, de los beneficios (con los costos) que son capaces de extraer al realizar tal acto. Un criminal sobresaliente corre el riesgo de ser castigado por la ley porque, en la situación concreta en la que se encuentra, la anticipación de la ganancia del crimen es superior a la anticipación de la pérdida que surgirá si lo detienen o castigan.(Ver filme : La chica danesa, 2015)

La economía neoliberal produce hacer lo que  Foucault llama “la borradura antropológica del criminal”. Si, con el neoliberalismo queda potencialmente desestabilizada o se derrumba la totalidad del sistema penal. Algo que  se apoya en la patología son el criminal y el poder psiquiátrico:

«En ese sentido, se dará cuenta de que el sistema penal ya no tendrá que ocuparse del crimen y el criminal. Se ocupará de una conducta, en una serie de conductas que producen elecciones, y estas acciones, de las que los actores eran una ganancia, son afectadas con un riesgo especial que no es el de la mera pérdida económica sino el viejo penal e incluso en esa misma tarde económica infligida por un sistema penal. El propio sistema penal, por lo tanto, no tendrá que enfrentarse con criminales, sino con gente que produce ese tipo de acciones» (Nacimiento de la  biopolítica, página 293 301,302)

Epílogo: Ubicar las cuestiones en sus diversas situaciones

Sitúo este texto ¿Cuál situación? Practico el análisis, tengo un lugar al que los interesados  se dirigen, no trabajo en una institución privada ni estatal. Tengo reparos frente al Estado y a las políticas de los gobiernos respecto de ese tema.  No dudo que mis posiciones sean o ¿no sean? libres de pre y perjuicios, solo que desde ahí escribo. El Estado no esperó mi contratación para intervenir, asistir, modificar la actividad de mi vida, mi práctica,   incluso perseguir esa actividad. Una reciente devaluación ataco a cada una de las sesiones, sesión por sesión, afectando a los hermanos: el analizante y el analista. Los márgenes de la sociedad son parte del Estado que rige ese socius.

Tengo ilusiones, solo que no comparto que el lugar del analista sea neutro o que se situé al margen de la sociedad en la que ocurre  cada análisis. El socius inunda el diván, está en los sueños, en los chistes, en los lapsus, en la vida subjetiva de cada quien: “El hombre de los lobos” tenía sus sueños, entre otras cuestiones por los avatares de la revolución rusa; “Dora”, la amada de Freud desconfía de la energía libidinal de su padre afectado por la crisis industrial de Viena; la “Joven homosexual” no fue ajena a los avatares del nazismo en Viena;  a Freud los nazis le colocaron sendos guardias de la SS , dentro de su casa, en la puerta de su consultorio; Lacan guardo silencio y cerro su puño durante la ocupación nazi de Francia, así como no dejo de recibir en análisis a un guerrillero, Serge Leclerc, quien conservó ese nombre de guerra como suyo a partir de su…análisis.

Como analista opero a partir de estar o ser afectado por hechos subjetivos, cada hecho subjetivo es social, está dotado de una forma de singularidad que solo se realiza con otros, ni más ni menos. No hay síntomas ni santhóma sin los otros, de ahí que los santos vienen marchando como dice una letra musical.
Estás líneas son una cita con un texto, como decía Borges cada frase es una colección de citas. Borges rendía homenaje a su amigo Alfonso Reyes, “regiomontano universal”, quien en su obra completa, veintidós tomos,  no hace referencias. ¿Por qué?  “Si leo un texto lo tengo incorporado, si lo cito confieso que no lo he leído”. Jacques Lacan, en sus seminarios orales practicaba algo semejante.

Análisis, neoliberalismo, política sin política del espectáculo ¿Qué nudo? El neoliberalismo  afecta mi práctica, el análisis es una práctica neoliberal. Se trata de salir junto con el analizante de la sujeción, de estar sujetado a una autoridad  que trata de imponer cómo vivir, cómo tener sexo, cómo vivir el cuerpo. Nuestra actividad no es independiente, es neoliberal, está desregulada respecto de los horarios, días de “atención”, frecuencia, “honorarios”, no tiene aguinaldo, ni prima ni consuegra vacacional. Ninguna analista está asegurado de seguir siéndolo en la próxima sesión de tal o cual analizante. La autoridad  del Estado pretende por vía del saber, de la teoría, controlar al analista para indicarle cómo debe analizar, cómo debe intervenir,  esas autoridades proponen indicaciones sobre el ejercicio analítico y sobre su final. El análisis en tanto practica neoliberal se acerca, se confunde, comparte el horizonte de las vidas runflas quienes viven en la insumisión de no dejarse gobernar. El análisis junto con l@s runfl@s hace una política que no es política, es local, es micro, es circunscripta, se trata de la micropolítica del deseo que descubrió Felix Guattari y luego amplió Michel Foucault… ¿Debido a qué razones Guattari en su vista a México y a Brasil quedo sorprendido por las vidas runflas de Tepito (barrio malevo de México, DF)  así como de las favelas o luego de las gans de la ciudad de New York, EEUU? Entonces ¿Cómo ejercer una práctica activa de no gobernar? ¿Cuál practica singular, cuál saber singular elaborado en sociedades como las que existen, en las vivimos y practicamos en América Latina? Los horizontes abiertos por Bolívar Echevarría, entre otros, con La modernidad de lo barroco, 1998; Modernidad y blanquitud,  2010, están disponibles.

Subrayado situacionista: he mencionado a Lacan, Deleuze,  Foucault, Guattari y otros:  efectuaron sus hallazgos, desplegaron sus propuestas viviendo el Estado Benefactor (1945/1946) que  funcionaba, mal o bien, pero funcionó: analizantes de Lacan pagaban sus sesiones pues recibían buenos sueldos de empleos en el Estado; Lacan recibió durante  varios años su sueldo de psiquiatra en Saint-Anne; su vivienda tenía un régimen de renta casi congeladas;  Félix Guattari obtenía un sueldo del Estado en la clínica Laborde; Gilles Deleuze tenía ingresos fijos por la Universidad ; Michel Foucault no dejaba de percibir un  salario en el College. Esos ingreso decentes  permitían una vida vivible y algo más… Hoy esa situación está en franca retirada en Francia, en Europa, a lo cual añadimos América Latina, el mismo Foucault –ver sus exposiciones en Brasil- donde reiteró una y otra vez que no conocía el régimen del seguro social de salud y de empleo  o el régimen de distribución de la renta nacional en ese país, indicaba que percibía diferencias extensas con lo que vivía en Francia. Mi ubicación  está dentro de un continente en que ese Estado de Bienestar no hizo ni raíces ni rizomas, no muchos, cuando lo hizo fueron desmontadas y su intento de re-instalarse vive serias dificultades que lo llevan a un Estado calamitoso.

Citas con textos:

Michel Foucault:
Nacimiento de la biopolítica, FCE. ; Defender la sociedad, FCE;
Karl Marx, Crítica del programa de Gotta, Aguilera
Friederick Haye, Los fundamentos de la libertad, Unión. Y “Los intelectuales y el socialismo”, Unión; Camino de servidumbre, Alianza.
Filme, La ley del mercado, Francia, 2014
Milton Friedman, Capitalismo y libertad, Rialp.
Isaiah Berlín, Cuatro ensayos en diálogo con Ramin Jahambe-gloo, Anaya.
Emmanuel Kant,  Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Tecnos.
John Rawls, Liberalismo político, FCE.
Didier Eribon, Escapar del psicoanálisis, Bellaterra.
Alberto Sladogna, Lacan: ¡Adiós a la cadena significante! ¡¿Y nosotros que la queremos tanto?! , en http://www.escucharte.info/2012/12/lacan-adios-la-cadena-significante-y.html
Geoffroy de Lagasnerie, La última lección de Michel Foucault…,FCE.

Caspar Friedrich pintó un óleo // Juan Ritvo

“La acronía no consiste en la yuxtaposición indiferente, sino más bien en el entrelazamiento de las épocas, siguiendo el modelo de un trípode, en una serie de estructuras que se rejuvenecen. Se puede desplegar como un acordeón, y entonces hay mucha distancia entre los extremos, pero también se pueden encajar unas en otras como muñecas rusas y entonces las paredes que separan las épocas quedan muy próximas.”
Elisabeth Lenk 
Tomado del epígrafe de la Medea de Christa Wolf.
La acronía es el recurso para evitar la obstinada necrofilia de las evocaciones, sea Viena, sea Venecia, sea la ciudad que fuera: amar al muerto y tratar de revivirlo a condición de que no reviva.
Por ejemplo, pasar de von Kleist y de su extrema soledad, a la soledad terrible de Turner según otro solitario, Ruskin.
De pronto, se me impuso la figura de von Kleist, aunque él no estaba ligado ni al agua ni a la piedra veneciana – a lo sumo al Sena, que visitó en la época más desdichada, más sonámbula, de su corta vida–, sino a la llanura dilatada, a los bosques y, por sobre todas las cosas, al fuego: de los cuatro elementos, suyos eran el fuego y la tierra.
(Así como me quedo fuera de Venecia, fuera de ese portal dirigido a los extranjeros y que los lugareños  desdeñan, como si su vida actual, lejos de los fastos de antaño, sólo encontrara refugio en las pequeñas plazas secas donde hay bancos para sentarse frente a pequeñas iglesias, recoletas, donde sólo se habla veneciano, fuera del objeto acrónico de memoria monstruosa y deshilachada…)
Entre 1808 y 1810, Caspar Friedrich pintó un óleo, titulado Monje junto al mar. En este último año, mientras el poder de Napoleón, inmenso todavía, comenzaba a agrietarse y Prusia se preparaba para tomar revancha, el lienzo fue expuesto en la galería nacional del museo estatal de Berlín, donde lo contempló y adquirió el rey de Prusia, Federico Guillermo III.
El llamado “monje” ( quizá por su extrema soledad y desvalimiento), una endeble línea vertical en el cuadro, sirve como medida de la inmensidad en la que se superponen varios y densos barnizados.
El  horizonte cubierto, formado por tres capas horizontales, desde el negro intenso del mar,  donde se aplican manchas blancas que semejan el oleaje – lo único que denuncia algún  movimiento en el cuadro–, hasta una masa que se va aclarando hasta permear un gris casi claro, blanquea más arriba, sin perder su aire amenazador: en el margen superior, a la derecha del espectador, el gris retoma su inquieto vínculo con el negro.
¿Dónde ubicar aquí la mirada si la ausencia de perspectiva aplasta al espectador?
Heinrich von Kleist escribió en el mismo año de la exhibición, un año antes de su suicidio, una nota sorprendente. Dice que es hermoso avizorar, bajo un cielo turbio, al desierto marino, pero que ante el cuadro, esto es imposible. “Lo que yo debía encontrar en el cuadro – escribe – lo encontraba entre mí y el cuadro.” Lo que debía mirar, el mar, no estaba allí. “Nada puede ser más triste y más precario que esta posición en el mundo: una única chispa de vida en el imperio de la muerte, el solitario punto medio del círculo solo.” Y agrega algo que quiero subrayar, más allá de las asociaciones sibilinas y desasosegantes con los pensamientos nocturnos de Young y el Apocalipsis, “… este cuadro carece  de otro primer término distinto al del marco: cuando se mira es como si a uno le arrancasen los párpados.”
Si el primer término no se diferencia del marco, es por una única y poderosa razón: la mirada no tiene lugar donde descansar. La mirada, cuando sostiene la visión del espectador, evita la pesadilla del ojo sin párpado. En cualquier caso, el parpadeo, involuntario, sostiene la voluntad de imaginar, de percibir, de entrever. von Kleist, confundido con el supuesto monje, se identifica con la chispa de vida alojada en el imperio de la muerte.
En las palabras finales reconoce la dolorosa escisión entre un sentimiento desolado y una inteligencia cuyo poder analítico, lejos de proteger al individuo, lo devuelve a una soledad sin redención.
“Mis propios sentimientos acerca de esta maravillosa pintura – asevera – son, de todos modos, demasiado confusos, por eso, antes de formularlos por completo, me he propuesto dejarme instruir por las expresiones de aquellos que, en pareja, pasan ante ella de la mañana a la tarde.”
¿Se dejó instruir o el paso de las parejas lo dejó en ese estado de oscuro ensimismamiento de quien se toma una taza de café negro, bien cargado, antes de irse a dormir, solo?
No lo sabemos; pero sí sabemos que el infinito romántico que supo imaginar Friedrich,  no es sólo ni fundamentalmente una alianza del anhelo con la angustia – es también inmovilidad, suspensión, inminencia de la catástrofe que acontece cuando la chispa de vida se extingue en el imperio de la muerte.
(fuente: https://entrelazosblog.wordpress.com)

El paro de ATE y una breve historia de la Pato Bullrich Luro Pueyrredón // Mariano Pacheco

Se estipula que el segundo semestre del año comenzará con un 18% de aumento en los índices inflacionarios. Lo reconoce el propio diario Clarín. Por otra parte, según un estudio realizado de manera conjunta entre el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra), perteneciente a la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), y el área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso, sede Argentina), los aumentos de precios implican un retroceso del salario real a partir de septiembre de 2015 de entre el 9,7 y el 12,2 por ciento, con el consiguiente incremento de pobreza e indigencia. De allí que en una columna dominical, publicada en el diario Página/12, el periodista Horacio Verbitsky –citando dicho informe- haya sostenido que el piso del incremento salarial para recuperar ese poder adquisitivo perdido tendría que estar “en torno del 35 por ciento y no del 20-25 por ciento que pretende Macri”.


Lo cierto es que las cúpulas sindicales (las de la CGT, al menos) se reunieron con el presidente y no solo no plantearon la principal demanda del movimiento obrero argentino (frenar los despidos que se vienen sucediendo) sino que hasta concedieron que podía ser una “buena idea” cerrar las paritarias ahora, con un porcentaje no mayor del 23% y volver a discutir en el segundo semestre, donde –se supone, según la versión oficial del PRO- la situación inflacionaria sería controlada. Lo cierto es que con las últimas paritarias (2015), llegar a fin de año sin perder poder adquisitivo fue prácticamente imposible. Queda para ejercicio imaginativo del lector elucubrar cómo sería este año, si las cosas siguen el curso tal como lo delinearon Don Mauricio junto a “los muchachos de la CGT”.
La Digna Resistencia
Desde el momento mismo en que Mauricio Macri asumió la presidencia, un dilema se abrió al interior del campo popular argentino: ¿resistencia u oposición? Tema que abordaremos en una próxima columna, pero que –de todos modos– no quisiéramos dejar mencionar, al menos en una línea: ante la ofensiva conservadora en marcha (la “Revolución Libertadora con votos”, según la denominó Jorge Falcone), las organizaciones populares comenzaron a esbozar dos líneas de acción, claramente diferenciadas: prepararse para resistir, y volcarse a desarrollar una oposición que pudiera combinar lucha social con disputa parlamentaria, pero “sin sacar los pies del plato”. Es decir, que diera pelea siempre en los límites del sistema, y jerarquizando lo “político-institucional” por sobre otras dinámicas, siempre abiertas al desborde.
De allí que, en jornadas como las del día de mañana, se ponga de manifiesto un doble desafío: priorizar la unidad en la lucha, la coordinación de acciones o al menos golpear de conjunto, a la vez que dejar en claro las diferencias respecto de los modos de posicionarse frente a la actual coyuntura. Parece un ejercicio esquizo, pero no lo es, ya que la unidad en las calles no tiene por qué evitar la disputa ideológica y política.
Por eso mañana es un día importante para mostrar unidad en las calles (del sindicalismo de base, la izquierda en sus distintas variantes, los movimientos sociales, el movimiento estudiantil, los sectores kirchneristas consecuentes con el ideario “nacional-popular”, los intelectuales críticos) y enfrentar uno de los objetivos centrales de la actual gestión nacional del Estado: instalar el ajuste como algo inevitable, naturalizarlo a nivel de sentido común entre las masas. Esto, por supuesto (como las paritarias), no solo afecta a quienes trabajan en blanco, sino al conjunto de la clase, porque el avance sobre el empleo registrado disciplina a los ocupados y se monta sobre la desocupación para tirar atrás los salarios, dejarlos por detrás de la inflación, flexibilizar las condiciones laborales (aún más) y golear el ingreso de todos quienes de un modo u otro vivimos de nuestros trabajos. Por eso esta lucha por sostener el empleo y subir el piso de las paritarias, es una pelea estratégica del conjunto de la clase laburante.
Ahora, ¿es nuestra la ciudad?
En el medio, entre que la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) convocó a este primer paro nacional contra el macrismo, y mañana, el ministerio de Seguridad de la Nación aprobó el nuevo “Protocolo de Actuación en Manifestaciones Públicas”. Y no solo eso, sino que la ministra Patricia Bullrich largó por Radio La Red las “declaraciones de la semana”: les daremos 5 o 10 minutos, se les pedirá por favor que se retiren por las buenas y que hagan la manifestación en otro lado, dijo. “Si no se van, los sacamos”, sentenció “La Pato Luro Pueyrredón”.
La misma que siendo ministra de Trabajo de la Nación de la Alianza UCR–FREPASO se había puesto al frente de la ofensiva contra los movimientos sociales, de fuerte base territorial, que entonces protagonizaban las luchas populares más intensas. Por aquel ahora lejano 2001, la ex-militante de la tendencia revolucionaria del peronismo, devenida ferviente servidora del modelo neoliberal, denunció a dirigentes piqueteros, argumentando que “se le estaba sacando plata a la gente a cambio de un Plan Trabajar”, aludiendo a los $4 que cada integrante aportaba voluntariamente para sostener los movimientos. Para la ministra, eso era ilegal. Comenzaba, de esta forma, una campaña para limitar el derecho a la organización
La misma que calificó una de las puebladas en la localidad de General Mosconi, Salta, como un “problema de seguridad” y no una “cuestión social”.
La misma que arremetía con sus bravuconadas desde las páginas del diario La Nación, donde recomendaba “desgastar a los manifestantes”. Esto es, dejarlos con el corte de ruta hasta que la falta de respuestas, ya que tras el paso de los días bajaría la tensión social. “Frente a eso la experiencia indica que los verdaderos afectados por la crisis económica se retiran del piquete y quedan expuestos los activistas. Si éstos no se repliegan, por lo general lo hacen en esas condiciones, entonces sí se actuaría con la fuerza pública” (La Nación, 11 de mayo de 2001).
La misma que responsabilizaba a los movimientos por cualquier “violación a la intimación, bajo advertencia de las sanciones previstas por la ley”, sin desmedro “de las acciones penales por daños y perjuicios que pudieran corresponder por afectar la vida, la seguridad, la salud y la propiedad de la población” (Clarín, 27 de agosto de 2001).
Macri no es De la Rúa, y el PRO no es la Alianza, aunque ya hay quienes denominan la coalición gobernante (donde, vaya sorpresa: ¡otra vez están los radicales!) como La Segunda Alianza. Moyano ya no es el dirigente del Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA), esa fracción “rebelde” –aunque burocrática- de la CGT, dispuesta a coordinar acciones de lucha junto a la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y la Central de los Trabajadores de la Argentina (CTA), ahora ya no es la central sino las centrales (La “Autónoma” y la “De los trabajadores”), más allá de los rumores de unificación que circulan como un secreto a voces. Por supuesto, los movimientos sociales ya no tienen la radicalidad de entonces, tras una década larga de recomposición institucional. Pero, como el propio rock nacional canta, “la paciencia de la araña no es eterna”, así que no habría que apresurarse en sacar conclusiones pesimistas.
Como siempre, los clásicos pueden ser inspiración. Así que, a no olvidar el viejo lema marxista: “la historia suele tener más imaginación que nosotros”.
Para cerrar, solo afirmar que mañana no solo se juega una pelea sectorial, importante, de los estatales. Ni siquiera un primer paso respecto de la lucha sindical en torno a las paritarias y las posibilidades de poner freno a los despidos: mañana se juega una primera batalla contra el Nuevo Modelo Neoliberal, donde se medirán fuerzas y se sacarán conclusiones para las peleas que se avecinan.

Otras marchas // Diego Valeriano

Hay que tener el corazón muy ortiba para no sentir que estos casi tres meses de la restauración careta fueron furiosamente anti populares. Ni una cosita, aunque sea una, que no sea en benéfico de ellos mismos. Algunas les cuestan un poco más, algunas muy fáciles. La verdad sea dicha, están haciendo lo que se les canta el orto y no se los impedimos.

 

Ahora, en un mes se cumplen 40 años del golpe, es como que todos lo estamos esperando. Algo tiene que pasar. Ciertamente lo de Obama es mucho. Mucho lo que nos indigna, mucho que venga. Tal vez haya una exageración compartida  en la visita de Obama, tal vez. De todas maneras la marcha es nuestra cita obligada, aunque seguramente ahí ya no pase nada.

Pienso en las otras marchas,  más vitales, más transformadoras, que se dan a diario, veo fugas y esperas. Hay marchas de Catan a Liniers, de Olmos a La Plata, de Perú a San Telmo. Marchas donde no sabes qué hacer con lo que te pasa, sentís más cosas de las que tu cuerpo puede resistir y sin embargo se resiste.
Estas marchas no son una certeza, no se trata de encontrar algo perdido, de llenar un vacío o completar la pieza que falta.  No hay modo de reflejar lo que no se comprende. Una fuga que no se sostiene en la creencia de algo original, clave o esencial. Consumo, fiesta y conflicto. Una marcha que es poco percibida, que balbucea apenas una consigna. Una transformación que no cesa, una huida que no responde tanto a una persecución como a una espera. Hacer mundo como porvenir de una fuga que siempre comienza, que nunca se alcanza, que no se completa, que desespera.
Marchas sin opinión, sin reflexión. Pura carga vital, pura conservación de la interioridad como manifestación de resistencia. Y al llegar, quedarse: resistir, fiesta y conflicto; como los cartoneros en Paternal, como los puesteros en Once, como mujer de preso alrededor del penal, como la puntera Rosa totalmente zarpada en impoder.
La de los 40 años es cita obligada, como no serlo! Pero también estan estas marchas de los otros en que la identidad (nunca definida del todo, siempre runfla) se sustenta como fuga y no se sostiene en una creencia clave o esencial.
Hay una marcha que siempre me gusto y lamento que haya terminado, es la que se da en el video de Intoxicados, el Pity va esquivando balas con su bicicleta y se le empiezan a sumar rolingas, pibas, parejitas jovenes, murgueras, vecinas, nenitos en cuero, turros por venir y cuanto runfla ande por ahí. Siempre quedo manija al verlos avanzar ocupando toda la calle, contentos de tan prepotentes. Tal vez si esa marcha continuaba las cosas eran bien distintas, tal vez ante la insensible crueldad del tiempo, no hay mejor verdad que el absurdo.

 

La alegría humillante // Lucas Paulinovich


La desactivación de los programas nacionales inclusivos y la limpieza de empleado públicos, muchos de los que ejercían funciones claves en políticas de intervención social directa, va dando forma al estado moderno del gobierno de Cambiemos. Una sustitución del papelerío: las obligaciones administrativas surgidas con las políticas que amplían derechos, son vistas como cargas burocráticas. El estado tiene que hacerse liviano, ágil, eficiente, lo sabemos, un hábil articulador con oenegés para que realicen el trabajo asistencial.

La cercanía es para cuidar, normativa. Nada del estado en el territorio produciendo nuevas relaciones. Contención benefactora de organizaciones no gubernamentales, sin politicidad reconocida, privadas. Meros agentes en la circulación del dinero, no solo por su vínculo estrecho con el lavado de activos, la desviación de fondos y las maniobras de reducción/evasión de impuestos, sino en tanto aportan fluidez al circuito, permiten el capital siga girando. Versión careta del filantropocapitalismo, simpáticos y compasivos, haciendo saber lo bien que hace ayudar. La circulación alternativa de las oenegés es reinversión del sistema financiero, una gran olla que cocina el humanismo globalista/securitista.     

Son otros efectos del 2001, vueltos a leer. La politicidad conciente, ideológica, conflictiva, con su lenguaje y pedagogía militante, lo vimos, tuvo poco que hacer ante la apelación a esa otra politicidad, orgánica, surgida del mero hecho de existir en una comunidad, que se anuncia como superadora de toda crisis. El Pro asimiló esas politicidades, quita la carga de conciencia, el agotamiento de la exigencia militante, y recupera el componente afectivo, ese simple formar parte, aprogramático, de puro voluntarismo. Las políticas inclusivas ahora viran en políticas de adecuación, acomodarse a las circunstancias, no problematizar.  

La inconsistencia discursiva de su militancia, aún durante la campaña, sin saber bien cuáles eran los ejes específicos de su propuesta, las medidas concretas que tomarían, solo un estar mejor, vivir en paz, salir adelante, es una seña de ese acuerdo ciudadano: para formular los planes de gobierno, hay especialistas, el esfuerzo común es de optimismo para que salga bien. No hay encuadramiento, solo adhesión simpatizante: compatibilidad de formas de existencia. Todos queremos vivir bien, no hay que dejarlos solos. Macri, a diferencia de Cristina, no deslumbra como cuadro ni legitima su autoridad en su formación, su argumentación, su retórica o capacidad de conducción, es evidente, sino que se iguala como persona, se pone en pie de simetría y produce empatía.   

El propio presidente se asume desconocedor. No sabe qué hacer, por eso pide ayuda. Tiene un equipo de especialistas. Puro antiintelectualismo Pro, no solo de sabotaje y desfinanciamiento de la cultura e imposición de lo mercantil en toda relación creativa/creadora: puede rastrearse una humillación gnoseológica básica, no saber y no querer saber, el temor al conocimiento. El saber es tecnológico –know how-. Tiene fines precisos, objetivos inmediatos, la búsqueda de soluciones efectivas, un saber para ejecutivos. Se aprende rápido para poder trabajar, entrar al sistema. Las empresas generan cursos, compactan conocimientos y los ofrecen. Cómo hacer, cómo ganar, dónde ir. La educación sigue al corporativismo más allá de los aportes que hacen las multinacionales a las escuelas y universidades. Se trata de una nueva dimensión utilitaria, menos ligada a un funcionamiento práctico-material, que al flujo de valor en la esfera virtual de los intercambios. 

La política es un saber-hacer. Ahí están los que actúan. Es una telenovela que reduce la elección democrática a una dicotomía de simpatía/antipatía con los personajes, simple emotividad, canje de praxis política por práctica de consumo, elección en un presente absoluto entre los productos que ofrece el mercado. El acto democrático anclado en una elección privada, cada uno compra lo que quiere. En ese sentido, Cambiemos supo identificar las demandas, nombrarlas, elaborar productos y venderlos con método de autoayuda: generalizaciones abstractas, donde todos quedan incluidos, y centralidad de las vivencias actuales, presente sin historia, lanzado hacia adelante, a cambio de la experiencia subjetiva, arraigada al devenir histórico, demasiado sucia de política. Pócima contra el terror, de prime time, garantía de rating.    

La lucha por la vida

Los que quedan afuera de los cargos gerenciales, la toma de decisiones, pueden prescindir del saber. No lo necesitan, no hace falta. Son coletazos del “no te metás”, esto no lo preguntes, de aquello despreocúpate, la pisada de horror y pasividad hundida en la tierra misma de la democracia argentina. Que hagan los preparados, de buen curriculum. La inseguridad no puede entenderse solo como temor al delito, el miedo a la lesión de la integridad física o la vulneración callejera, de cara a todos. El humillado no quiere que lo humille otro humillado. La inseguridad se compensa con el fanatismo de la tranquilidad, las sensaciones leves, no conmocionantes. De ese pesimismo resignado, el miedo a saber, mejor no hablar de ciertas cosas y el andar con cuidado, se sirve el antiintelectualismo del equipo de gobierno. La ineficacia del argumento político, racional, ante el aliento emotivo a la alegría es un síntoma de eso que carburó en silencio y que está en la base del consenso amplio a favor de la desñoquización y la represión.  

No importan tanto las instituciones republicanas y la salubridad del poder adquisitivo cuando lo que se pone en juego es la vida misma, cuando entra en valor esa inseguridad vital. La distancia, el desconocimiento, la nebulosa de fuerzas que opera sobre cada uno, engendra terror. La ilegitimidad de lo político se reconvierte en confianza en la racionalidad empresarial, lo privado es la salvación de lo público, su evolución última. Los que están ahí hicieron funcionar lo suyo, demostraron, cumplieron. Y se conoce para saber funcionar en el juego, ganar la partida. Las ilegalidades están aceptadas, con sus propias reglas y condiciones de uso.

Del otro lado quedan los subalternos, humillados. La ilegalidad prohibida, objeto de represión. No pudieron entrar, no llegaron. Un humillado tiene dos opciones: o acepta su condición y se entrega a cambio de ayuda; o intenta sortear todos los obstáculos que se le interpone, se hace buen alumno, aprende, se desarrolla y alcanza uno de los puestos donde se decide algo. Sentarse y decidir, aunque sea el pase a disponibilidad de otros humillados, es un acto de resucitación. En eso también se aprecia el odio a los que se rebelan, los inconstantes, pura potencia caótica, imprevisibles, que revuelven, que la agitan. El protocolo de intervención en las protestas institucionaliza esa pauta de autoridad, quién manda y quién obedece, cuál es el “espacio de negociación”. El fundamento de autoridad no entra en discusión, no hay conflicto político, intereses concretos en contradicción, el estado se reconoce en la legitimidad de los ganadores. Por eso y desde ahí se propone negociar, contener los excesos: asigna un margen para la discusión, planta soberanía, establece los límites para el ejercicio de un derecho. Limitar la manifestación, contener y controlar, “todos saben a qué atenerse”. 

El orden nuevo

Ese nuevo paradigma de orden desconoce la participación popular como asiento de lo político. Hay que ordenar el caos, capturarlo y manejarlo. Lo político es la gestión de esa complejidad, conseguir el mínimo de adversidad para la fluidez. Ese fondo extractivo explica el autoritarismo del gobierno, el manoseo a los docentes, las extorsiones a los sindicatos y las amenazas no tan veladas: no se trata solo de provocar a la militancia, buscar una reacción que justifique el endurecimiento de las acciones, sino de una simple demostración de poder. La afirmación del nuevo paradigma de gobierno, toda una reorganización en el contenido de las instituciones democráticas.

Ante la entronización del saber humillante, que calla, relega, selecciona, la búsqueda del no-saber, como negatividad, adquiere un papel insurgente –por eso criminalizado-: abre nuevos espacios, frentes de incertidumbre, prácticas revoltosas no gobernadas por la lógica tecnocrática. Instintos de vínculos y formas de hacer que inventan otra calidad de las presencias, están de otra manera. No tienen identidad, no pueden ser contenidos con los lenguajes establecidos, se escapan, no se dejan modelar, definir, conceptualizar. Hay que “aislar e identificar”. Están en permanente dinámica, ritmo de lo vital. Son parte central de “lo indeterminado” que llevó a la victoria de Macri en las urnas. Los actores que concentran novedad, intuición, creación, fuerza en expansión. Figuras que operan en el trasfondo de la escena política, reflejos por detrás de las grandes discusiones y definiciones. Son ese caos que inquieta a todos.  

El intento de normalización busca uniformizar, previsibilidad. Hay técnicas de manejo para lograr la estabilidad, se estandariza la relación de estímulo-efecto, se normalizan las intensidades vitales, elabora una moral de variables limitadas de lo ambiguo, lo ambivalente, un gran supermercado de comportamientos, de ondas. Es el privilegio del heredero/niño prodigio. La mayoría entra al juego ya derrotado, tiene que conseguir los avales, ganar los premios o hallarse en una moda exitosa. Se ingresa con el estigma de la inferioridad, hay que dejarse humillar para ser reconocido por los que ya ganaron algo. El premio vale más que la vida que lo produce.

Cambiemos supo captar esas sensibilidades que componen la mayoría silenciosa en busca de consuelo y revancha. Hartos, cansados, impedidos. Odiando todo lo convulsivo, lo que mete miedo y pone en peligro los premios. Hay una historia salvaje que intimida a los humillados. En el pedido de tranquilidad no entran las consideraciones ideológicas, la formación política, la doctrina ni las retóricas alineadas, es una necesidad agresiva y violenta como la fuerza aterradora ante la que se enfrenta. La historia moderna de los gerentes identifica ese salvajismo de los bastardos, los que no se ganan su derecho y actúa en consecuencia. 

De ahí surge otra vez la armonía cómplice entre el poder ejecutivo, sus representantes parlamentarios, los miembros de la familia judicial y las fuerzas de seguridad. Tienen un mismo objetivo, pueden acordar procesos. Si bien la base legal que dejó el kirchnerismo y los antecedentes de Sergio Berni en la secretaría de Seguridad son un territorio fértil para la sanción de leyes y la adopción de medidas que endurezcan el perfil represivo, ahora es el poder ejecutivo el que se pone al frente de la avanzada antiterrorista, es una decisión política desmontar todo el armazón institucional de protección de los derechos humanos construido la última década y acelerar la cacería de todo lo que excede.

Es el anverso/reverso de los valores centrales de la gran clase media expandida, esa mayoría silenciosa que sostuvo la implantación asesina de los militares, que calló los desfalcos y el despilfarro hasta que se quedó afuera y se sumó a los sectores que venían movilizándose, piquete y cacerola, la lucha era una sola. No es casual que la revolución de la alegría llegara justo cuando comenzaban a avanzar las investigaciones sobre la complicidad civil en la última dictadura militar, merodea esa pregunta, espiral de influencias que se ensancha y alcanza la cotidianidad misma de la indiferencia y el servilismo anónimo, la angustia y el aburrimiento.

Esos humillados vuelcan su fe aterrada en los herederos o prodigios de esas mismas firmas que empezaron a poblar los expedientes judiciales. El diálogo, el optimismo, la alegría y la unidad de todos los argentinos están plagados de gestos, guiños y alusiones que componen su reverso odioso. Esas apelaciones eran una contraseña, una conjura del marketing contra todo ese terror proyectado, esas figuras espantosas que dejan visible toda la miseria engendrada, toda la zozobra que los sumerge en su condición de humillados, todos compartiendo una vivencia redentora, la calle no es caos y la televisión está entretenida, salir a comprar, nueva era de la boludez.    

Y la policía a libre discreción, la orden es actuar, cualquiera de los recursos de la protesta puede ser flagrancia, todo es motivo para abrir una causa, averiguar antecedentes, intervenir sin resolución judicial. El pañuelo, las ramas, la pirotecnia, las gorras, el torso desnudo, las banderas, el aliento, es simbología ligada al terror. Pura intuición represiva. Todo se hace para prevenir la comisión de un delito, y el delito es protestar, no estar alegre con tanta oferta.  

La arbitrariedad de lo precario

La precariedad es una arbitrariedad, se impone en todos los registros vitales, todos los ámbitos, prácticas, hábitos, deseos y relaciones, es el modo mismo en que se construyen los vínculos que se establecen en el ejercicio cotidiano. Moral unidireccional, de dimensión circular, financiera. Y cada uno es inexcusable ante esa precariedad. La arbitrariedad es una condición, no se puede renunciar. Pero no todos aceptan vivir según una única forma de relacionarse con la materia. Cambiemos fue promesa de tranquilidad publicada en lo más cercano de las experiencias cotidianas, una seguro de neutralización para fuerzas distorsivas, problemáticas. Un registro del futuro en acumulación, la mejora, la felicidad como el ansia definitiva, de eso se trata la revolución de la alegría.

Es alto el objetivo, ambicioso, y es demandante el trayecto. Prima el resultadismo: no importan los términos de la relación, importa su efectividad, conseguir el objetivo, transacción terminada. De eso se desprende una épica corporativa que es ritualizada desde los medios concentrados, la industria del espectáculo, una oda al esfuerzo dirigencial en la negociación, la prepotencia del patrón. El hábil ministro domesticando buitres, convirtiéndolos en acreedores y pagándole todo lo que desean. Lo político se privatiza, es la administración de la complejidad, controlar y extraer beneficios, gestionar recursos. Se despoja de los cuerpos que producen, se desmaterializa, determinada en la esfera virtual del valor, sin experiencia de fuerzas materiales, sin vidas que se gestan.

Tiende a la computarización, reducción al mínimo virtual, binarismo, negación de la materia: todas las empresas corporativas se sumaron al fervor modernizador e iniciaron reestructuraciones, reemplazaron mano de obra, automatizan, excluyen, generan residuos para los tratamientos de reciclaje o eliminación. Todas las relaciones interpersonales se reconfiguran bajo esa modernización autoritaria: todos son mandados a trabajar, a padecer los mismos males, sufrir las mismas humillaciones, resignarse de la misma manera. La rebeldía es un asunto que se tramita en la esfera del consumo, ese es el paraíso de libertades.    

Si el asunto es no problematizar, rechazar el conflicto, lo vital se reseca, se vuelve rígido. El cuerpo no es lugar de lo político. La intimidad es toda privada, un refugio amenazado. Hay un mandato estético, de la imagen personal, el caretaje, que es soldadura de los deseos represivos o directamente asesinos de esa mayoría silenciosa. El consenso manodurista se afirma en esa moral estética que habilita la selectividad. Es una clave para acceder al eje del acuerdo generalizado por el sacrificio que alcanza a los sectores medios asalariados, los barrios populares, la clase media expandida, el amplio registro de los humillados. Hay derecho adquirido en el desprecio. El resultado se produce en un presente por fuera de la historia, no hay procesos, derivaciones, complejidades, un momento donde los ganadores, ganan. En toda competencia, siempre alguien pierde.

Ese financierismo elemental es el que mide al estado por la tasa de ganancia inmediata, los flujos de circulación del capital, y no por el desarrollo del conjunto de fuerzas sociales que lo integran, que viven en el territorio. Esa temporalidad extractiva/financiera, el intercambio de dependencias, es la del estado y el bloque agroexportador, las desregulaciones y el retaceo de liquidación como forma de presión. Y está en los hábitos primarios de las relaciones interpersonales, esa superficie de inestabilidades sobre las que se despliegan las vidas. Aterradas de sí mismas, odiando por fuera todo lo que odian en ellas. O asumiendo esa potencia, sumándose y escalando posiciones. Los mundos nuevos no son posibles, la utopía es unidireccional. 

Bernie Sanders y la razón neoliberal // Ángel Luis Lara

Reflexiones a partir de tres preguntas de Toni Trobat

¿Cómo ves a los movimientos sociales y a lo que pueda quedar del movimiento Occupy Wall Street con respecto a la candidatura de Sanders? ¿Puedes hacer una breve radiografía de cómo es ese espacio en USA y cómo se posiciona políticamente? (eso que en el Estado Español llamaríamos «espacio alternativo» a la izquierda de las izquierdas institucionales)
En Estados Unidos no existe realmente la izquierda institucional, ni siquiera en el ámbito de las identidades políticas, la mera retórica o los significantes. Únicamente se dan dos opciones que apuestan decididamente por el ejercicio de una gubernamentalidad neoliberal. Cada una de ellas, la Republicana y la Demócrata, representa en cierto sentido un modelo de acumulación diferente. Ambas escenifican una ruptura por arriba que expresa dos tipos de élites diferenciadas, con intereses e inclinaciones éticas y estéticas diversas. En los tiempos del último gobierno de Bill Clinton comenzó a hablarse de la batalla de la familia del petróleo y la industria armamentística contra la familia de la financiarización, Internet, las nuevas tecnologías y las energías renovables. Es, en cualquier caso, un conflicto interno al orden de lo existente y cuyo sentido únicamente se juega por arriba. Demócratas y Republicanos constituyen opciones que viven atrapadas en la fidelidad a la razón neoliberal como único horizonte de sentido y principio de realidad. Por ello se ven incapaces de proponer una salida, ni real ni ficticia, a la irreversible crisis sistémica por la que transitamos y que en pocos años va a dislocar por completo el pírrico equilibrio que sostiene el crítico estado de cosas presente.

Occupy Wall Street supuso, precisamente, la posibilidad de la enunciación colectiva de una ruptura con ese orden de cosas y con ese universo de sentido. Lo interesante es que no partió de un discurso ideológico, sino de la materialidad de un diagnóstico del presente que marcaba como necesidad ineludible para la superviviencia una ruptura con los parámetros tradicionales de constitución del hecho político en Estados Unidos. Por primera vez en décadas surgía un agente político que, al margen no sólo del sistema de partidos, sino sobre todo de las formas tradicionales de codificación e institucionalización del disenso en Estados Unidos, ponía sobre la mesa del debate público la necesidad de un cambio general de sentido. Occupy movió una energía que conectó con el estado de ánimo de millones de personas en el país. Con un sesgo étnico muy notable y con una composición social muy limitada, el movimiento funcionó como un ejercicio de enunciación cuyo efecto, que usualmente se nombra como la capacidad de “cambiar la conversación”, aparentemente sólo fue capaz de producir una intervención real en el orden de lo semático. Sin embargo, Occupy, aún plagado de límites y problemas, modificó radicalmente el orden de lo simbólico e hizo posible enunciar y pensar cosas que antes resultaban indecibles e impensables. Su valor en ese sentido resulta vital.

No obstante, fruto de sus límites, el movimiento Occupy fue incapaz de darse continuidad. La apuesta de Bernie Sanders y la energía que está movilizando por todo el país representan, precisamente, un vehículo hipotéticamente capaz de darle continuidad a la energía activada por el movimiento. Tanto Bernie como Occupy comparten su capacidad para movilizar la inmensa decepción generada por el profundo carácter perverso de Obama. Es precisamente de la fidelidad a la energía y a la ética activada por Occupy de la que depende la suerte de Bernie Sanders, no para ganar la nominación a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata (algo altamente difícil), sino para posibilitar la continuidad y la organización política de una razón antitética a la neoliberal, más allá de lo que pueda ocurrir en torno a las elecciones y a los modos tradicionales de práctica y representación de lo político.

En este sentido, Bernie no opera tanto como un político tradicional a la caza del voto, sino que más bien está funcionando como una herramienta que, tal vez, sabe que, aún siendo importantes, las elecciones de noviembre no son ni el objetivo final ni el punto de llegada, sino que esta campaña puede servir de excusa para poner la primera piedra de un cambio general de sentido capaz de articular en los próximos años el principio de un movimiento ciudadano masivo de cambio realmente democrático en Estados Unidos. Solamente si se disloca decididamente la lógica electoral y de la representación para activar hasta el final de sus consecuencias una acción política otra, Bernie podrá funcionar como esa herramienta necesaria y oportuna. En cierta medida, su discurso a lo largo de la campaña apela en algunos momentos a eso. Su insistencia en señalar la necesidad de un movimiento democrático masivo y en centrar el sentido de su campaña en “Bring People Together” (“Juntar a la gente”)[1], la construcción de una suerte de multitudinaria comunidad del sentido común en rebeldía capaz de desbordar los límites de lo establecido, de algún modo está señalando que desafiar realmente a la razón neoliberal no pasa tanto por intervenir en la esfera de la política formal, como por activar procesos capaces de movilizar una suerte de potencia antropológica que rompa con la cultura de soledad, impotencia, competitividad e invividualización que asola toda forma de vida en Estados Unidos.

La racionalidad instrumental, la lógica del capital humano y la cualidad de la forma mercancía no son ya instancias exteriores que disciplinan la vida de los individuos, sino que operan como razón interior que ha penetrado la vida misma hasta hacerse cuerpo y conformar el ethos básico y generalizado de toda existencia en Estados Unidos. No es en el campo de la política formal y de las elecciones donde se juega la partida decisiva por agujerear la tupida telaraña con la que la razón neoliberal ha intervenido y modificado la vida. No digo que no pueda resultar importante, lo que planteo es que no es el campo de batalla decisivo. Lo que está en juego hoy en día en Estados Unidos son cosas vitales como la derrota del azar, la extinción de la sociabilidad o la imposibilidad definitiva del amor. Me temo que eso no se combate en un parlamento o a partir de la conquista de un poder ejecutivo al que, por cierto, se le ha sustraído toda capacidad real de gobernar.
  
Comunicativamente, ¿cómo ves la campaña de Sanders? ¿Por qué arraiga tanto? 
El impacto profundo de décadas de régimen neoliberal ha generado niveles de desigualdad social extremos, ha segregado todavía más la sociedad estadounidense abriendo una brecha insoportable entre negros y blancos, ricos y pobres, al mismo tiempo que ha convertido el endeudamiento masivo de las personas y las familias en una prisión que hoy resulta ya irrespirable para millones de estadounidenses. La crisis iniciada en 2008 no ha hecho más que acelerar e intensificar un malestar que ha erosionado enormemente algunos de los mitos básicos del universo simbólico y las narrativas que han sostenido el proyecto de país en torno al que las élites en Estados Unidos habían logrado una legitimidad y un consenso incuestionables. Además de ser susceptible de funcionar como herramienta, Bernie Sanders es, sobre todo, un síntoma del carácter profundo y extendido de ese malestar. De igual modo, la potencia movilizadora expresada por el Tea Party años atrás entre una parte significativa de la población blanca de clase trabajadora había sido ya el primer síntoma de la profundidad de dicho malestar, como lo es hoy la popularidad del propio Donald Trump entre muchos jodidos. Bernie Sanders, en las antípodas de Trump, coincide con éste en su cualidad de síntoma de la crisis profunda de sentido por la que transita Estados Unidos, así como del enorme desafecto de millones de personas con Washington y con el sistema de partidos. Ambos se presentan como outsiders, del mismo modo que Obama colocó esa misma condición en la estrategia electoral que le llevó a la casa Blanca en 2008. El valor de la campaña de Bernie ha sido, precisamente, tener la capacidad de activar la ilusión de mucha gente sacándola de la desafección y la decepción provocada por el carácter profundamente sistémico de Obama, al mismo tiempo que ha logrado disputarle la hegemonía a Trump y al Tea Party en la movilización del descontento y el malestar social en el país.

Esa capacidad expresada de manera eficaz por Bernie Sanders, sin embargo, no servirá de nada si no logra tener continuidad y constituirse en movimiento ciudadano más allá de la suerte que corra la apuesta electoral. Ese es, tal vez, el mayor límite al que se enfrenta el deseo de cambio radical de Bernie: su marcado carácter electoral corre el riesgo de quedarse atrapado en la cualidad de toda racionalidad electoral como mera movilización temporal de las emociones colectivas sin capacidad de darse continuidad más allá de la representación política y del ciclo electoral. El otro límite del proyecto de Bernie es, tal vez, el carácter imposible de su apuesta de gobierno. Con un sistema político completamente roto que sujeta el poder ejecutivo a los designios de un poder legislativo en manos de los republicanos, las corporaciones y los sectores más recalcitrantemente conservadores del país, el ejercicio de gobierno resulta, sencillamente, imposible. De ahí que Bernie apele una y otra vez a la construcción de un movimiento ciudadano capaz no sólo de ganar las elecciones de otoño, sino de activar una revolución democrática que desaloje a los republicanos y a las corporaciones del Congreso y del Senado. Sin ese movimiento, el proyecto institucional de Bernie es del todo irrealizable. Una pura entelequia.
Por otro lado, el éxito de la campaña de Bernie Sanders descansa en una comunicación protagonizada por la gente común. Se trata, sobre todo, de una campaña hecha y financiada por la gente. Sólo después de las campañas virales, del boca a boca digital, del carácter masivo de las micro-donaciones que han batido todos los records en la historia electoral estadounidense y del impacto de esa energía en los primeros caucuses, los medios de comunicación masivos han comenzado verdaderamente a tomarse en serio a Bernie Sanders. La forma movimiento y la lógica rizomática están siendo claves en el fenómeno Sanders, como ya lo fueron en la primera campaña de Obama en 2008. Sin embargo, Bernie no es Obama. No sólo lleva décadas defendiendo y tratando de hacer lo que ahora le está proponiendo al país, sino que a lo largo de la campaña está demostrando que escucha, incorpora propuestas, sensibilidades y que, cuando hace falta, asume la autocrítica. Hay poco marketing en Bernie y, aunque cueste creerlo en un político, hasta el momento transmite una cierta dosis de verdad. Subrayo el  “hasta el momento”. Como dicen por aquí, “esto es América y nada es lo que parece, babe”. Ya sabemos lo que suele ocurrirnos cuando confiamos en los políticos.
¿El mundo hispano/latino va a apoyarle?
El mundo hispano/latino no existe. Existen muchos mundos culturales, sociales y políticos entre la población hispana o latina. No es lo mismo el americano-cubano acomodado de Miami, que el migrante indocumentado que trabaja como bracero en la industria agrícola de California o la mujer chicana que malvive con tres trabajos en Nuevo México, por citar tan sólo algunos ejemplos que habitan mundos enormemente diferentes. Hay una diversidad de formas de vida, de condiciones existenciales y de posiciones dentro de la estructura social del país entre las personas y colectivos hispanos o latinos. Esta circunstancia nos obliga a no admitir como válido ningún razonamiento que nos imponga un universo de sentido homogeneizado y único.

No obstante, hay tal vez un estado de ánimo que está muy generalizado en la población hispana o latina: la decepción enorme con la administración Obama por inclumplir su palabra de regularización de las personas indocumentadas en Estados Unidos y por replicar y endurecer aún más las políticas de criminalización de las personas migrantes implementadas por las anteriores administraciones (Obama es el presidente que ha deportado a más personas en la historia de Estados Unidos). La desafección con la política y con los políticos entre muchos latinos es enorme por este motivo, al mismo tiempo que entre las élites hispanas la inclinación por el apoyo a Hillary Clinton es probablemente notable. Creo que Bernie lo tiene difícil con las personas latinas. La radicalidad de su discurso y de su propuesta seguramente pudiera conectar con aquellos que ni siquiera pueden ejercer el derecho al voto: las personas migrantes indocumentadas, aunque la mayoría de ellas no sigue la campaña y seguramente vea a Bernie como un “blanquito” ajeno por completo a sus vidas. De la movilización de los hijos e hijas de las personas migrantes indocumentadas, nacidos en Estados Unidos y por ello ciudadanos con derecho a votar, dependerá en gran medida la suerte de una necesaria conexión con los universos latinos capaz de alterar el estado de cosas presente y de movilizar el voto. Es, en cualquier caso, una suerte incierta. La movilización del voto entre las personas latinas e hispanas resulta una tarea altamente complicada y en la que los Clinton cuentan con mucha ventaja por su conexión con el establishment hispano y con algunos de los dirigentes de referencia en los universos latinos.


[1] https://www.youtube.com/watch?v=ptJf3ju3X1g

El peso del machismo // María Galindo

El peso del machismo fue uno de los factores más importantes de la derrota del MAS. No importa cuál sea el resultado final, si un apretado Sí o un apretado No, cualquiera de los dos resultados representa en sí mismo una derrota.

En esa llamada guerra sucia, el papel de las mujeres en la vida privada del Presidente puso en examen público el machismo del Presidente. Su respuesta frente a las acusaciones de tráfico de influencias, de decirnos que Gabriela Zapata era cara conocida, nos colocó frente a un hombre para el cual las relaciones sexuales y afectivas con las mujeres no tienen ningún valor. Que las mujeres son sustituibles y descartables. Es ésa su respuesta machista, la que generó un rechazo social, que no es responsabilidad de esa «derecha” malvada con la que el MAS se justifica hasta el cansancio.

Tampoco es una simple trampa, sino un machismo acumulativo que desde las coplas, pasando por decenas y decenas de humillaciones públicas del Presidente para con las mujeres, humillaciones, todas justificadas y aplaudidas por las Gabrielas Montaños que lo rodean y por las bartolinas llevaron a esta relación humillante a un punto final, donde todo lo dicho se revirtió contra la figura del Presidente como hombre.
No estoy segura que ése haya sido un factor decisivo para el voto de las mujeres, porque las mujeres en Bolivia aún estamos lejos de hacer un cuerpo social colectivo, pero puedo asegurar que esa respuesta del Presidente ha impactado en las mujeres de una manera muy diferente que entre los hombres, y que la empatía no ha sido con el Presidente sino con la mujer humillada y negada. No por simpatía con ella, sino por ese lugar común de humillación cotidiana, que tan bien conocemos todas.
Llevarnos a un referendo explicable sólo desde el capricho personal, con el cuento ridículo de que este referendo era voluntad de las organizaciones sociales, tiene que ver también con ese núcleo machista que alimenta una visión caudillista del poder. Donde ya no es el proyecto político ideológico el que importa, sino la persona mostrada como redentora única.

Ese perfil machista también generó rechazo y desconfianza. Este referendo es un error histórico que puede tener muchas explicaciones circunstanciales en la superficie, pero que en el fondo representa la idea caudillista del poder. Evo Morales no había sido único e insustituible, sino que había sido sustituible, como cualquiera de nosotros y nosotras.

Él no había sido el centro del universo, ni el único horizonte posible para la sociedad. Estamos en una sociedad destituyente y rebelde. No es que los jóvenes no saben historia, no es que chatean y facebuquean mucho, sino que la sociedad de los caudillos redentores se está resquebrajando, porque también en la cotidianidad de la gente la figura de ese padre salvador está rota, dando paso a la construcción de realidades sociales más complejas, menos fáciles de controlar desde la idea machista de la redención masculina.

Por último, está toda la envoltura estética y ética de la campaña del Sí. Una envoltura que tiene indiscutiblemente que ver con el machismo. Acá sus componentes: el monólogo, que se traduce en sólo yo tengo derecho de hablar sin que nadie me replique; la posesión absoluta de la verdad, sólo yo sé lo que es bueno para el país sin que nadie, sino a través mío, tenga derecho de proponer nada; el paternalismo de todo el discurso en torno a los bonos, a la nacionalización e, inclusive, de la historia que se traduce en yo soy el padre bueno; el amedrentamiento de los y las periodistas; la humillación de las mujeres periodistas, que han conquistado hace décadas un lugar social propio y que, tanto el Presidente como el Vicepresidente, pisotean cada que pueden; y el miedo que han provocado en la generalidad de periodistas que los han entrevistado, es el diálogo condicionado a su voluntad. Ellos, Presidente y Vicepresidente, son quienes han ahogado el debate, igual que lo hace el cura sermonero, igual que lo hace el padre autoritario en la mesa del almuerzo.

Eso también tiene que ver con un machismo que no tiene directamente que ver con la relación con las mujeres, sino con el manejo de la autoridad. La cuestión del machismo no es pues tan simple como tener mujeres en el Parlamento y el gabinete para restregarnos todos los días que ahí están, sino con la construcción misma de la autoridad.

Una autoridad que hoy, desde todo el país, se pone en cuestión. El machismo es la debilidad de los hombres y no su fortaleza: ¿queda claro?

Las complejidades del proceso de Cambio // Tomás Astelarra

(cómo transformar el “no” en una esperanza)
Preferiría no hablar de las razones de la “derrota” del MAS, Evo Morales, y el llamado “proceso de cambio” en Bolivia. Mas bien hablemos de la esperanza de esta “derrota”. Porque si la derrota no sirve para buscar en nuestros propios errores y corregir el rumbo, estamos fritos. Como dijo el gran capitán Obdulio Varela en esa histórica gesta revolucionaria llamada Maracanazo: “los de afuera son de palo”.
Pensar que un presidente que llegó al poder desde su humilde lugar de campesino y dirigente sindical tras años de vivir perseguido por la DEA, la CIA y ser calificado de “narcotraficante” en la televisión mundial, tras diez años de ejercicio del poder institucional, con un enorme aparato no solo estatal sino de movimientos sociales y un enorme apoyo a nivel internacional, puede perder un referendum debido al “imperio” y “los medios”, me parece un argumento falaz. Al menos menor.
Patear la pelota afuera.
Las “razones” de la “derrota”, que si se entienden con humildad y pensamiento critico pueden generar una “esperanza”, deben rastrearse, físicamente, al interior del movimiento, y temporalmente, bastante más atrás que la campaña por el referendum. Ponele 2008, año en que gracias a un inédito apoyo de los movimientos sociales y populares en alianza con sectores intelectuales de clase media (el llamado Pacto de Unidad), el gobierno del MAS y el Evo Morales logran consolidar su “poder” dentro del estado boliviano, derrotando las fuerzas imperiales de la Media Luna (gesta digna de la Guerra de las Galaxias).

Paradójicamente la victoria tuvo enormes concesiones. Dicen que fue el propio vicepresidente Álvaro García Linera el encargado de negociar con el sector más moderado del empresariado cruceño (hoy representado por Rubén Costas) algunas desviaciones en el rumbo del llamado “proceso de cambio” con el fin de garantizar “la paz” para el país. Una de esas concesiones fue la reforma a última hora y puertas cerrada de la nueva constitución, donde se descartó la posibilidad de una democracia directa fundada en las organizaciones sociales por un esquema continuista de la partidocracia neoliberal y capitalista. La otra, como denunció el propio viceministro de Tierras, Alejandro Almaraz, fue el freno de la reforma agraria y la apuesta en el oriente (soja, maíz y otros cereales), centro (coca) y occidente (quinua) por una agricultura extensiva y de exportación. En este punto se generó una nueva alianza entre los antiguos terratenientes cruceños (leales socios del imperio, que no solo financiaron la casi guerra civil del 2008 sino también todo los golpes militares que hubo en Bolivia) y los nuevos terratenientes campesinos quechua-aymara nucleados en las seis federaciones cocaleras del Chapare (cuyo presidente sigue siendo Evo Morales) y la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), cuya historia fusiona la mítica lucha katarista de los años setentas con un prontuario de sangrientas internas, corrupción y abusos de poder en los noventas y la actualidad. A estos conclaves se le suma la poderosa Federación Nacional de Cooperativas Mineras de Bolivia (Fencomin), de importante factura en el esquema de poder del gobierno de Evo Morales. Y también importantes facturas pendientes con la Pachamama. Por abuso indiscriminado de recursos, explotación laboral y asesinato sistemático de dirigentes sociales. Eso sin contar la evasión tributaria. No son multinacionales, pero mantienen la misma lógica. “Queremos socios, no patrones”, aclara una y otra vez Evo Morales. ¿Socios para que?
El año 2012 marca otro quiebre para el “proceso cambio”. La represión por parte del gobierno de la VIII Marcha Indígena por la Defensa de los Territorios, la Vida y la Dignidad y los Derechos de los Pueblos Indígenas, fue la gota que rebalsó el vaso. La caminata desde Trinidad a La Paz había sido convocada para evitar la construcción de una carretera que atravesaba el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure (TIPNIS) y que misteriosamente, además de tumbar selva y desplazar poblaciones originarias, coincidía con la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura  Regional Suramericana (IIRSA), una viejo anhelo del “Imperio” (que ahora además de Estados Unidos, se llama Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, BRICS). El anhelo “imperial” de exportar soja y minerales brasileños a China coincidía con el de los “lacayos” imperiales en Bolivia de exportar granos y aceites industrializados a China y coca a Brasil (segundo consumidor de cocaína en el mundo). Claro que el término “lacayos imperiales” en esta parte de la historia se empieza a poner difuso. Ya que incluye a los campesinos “cocaleros” del Chapare transformados en terratenientes sojeros en Santa Cruz escuchando al vice García Linera decir que el “buen vivir” es también tener un televisor y mandar a sus hijos a la universidad y que para eso la única opción es multiplicar por diez la superficie agrícola aceptando el uso de agroquímicos y en alianza con la agroindustria cruceña. ¿Y la Pachamama? Bien gracias, cómodamente instalada en los discursos del Evo en la ONU y las pocos cultivadores de coca orgánica que quedan en Bolivia frente al avance de los agrotóxicos con el fin de aumentar la rentabilidad para “vivir bien”.
El TIPNIS marca la ruptura definitiva del “Pacto de Unidad”, la coalición de movimientos sociales e intelectuales de clase media que llevaron y defendieron al Evo en el “poder”, de organizaciones y personalidades fundamentales para este proceso. Por dar una somera lista: el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Kollasuyu (Conamaq), la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB), el vocero de la Coordinadora del Agua, Oscar Olivera, los intelectuales de Comuna (grupo de reflexión que integraba García Linera) y varios ex ministros y funcionarios, incluyendo al intelectua aymara Felix Patxi, ex ministro de Educación y hoy gobernador de La Paz. La “derrota” del domingo pudo anticiparse en las elecciones departamentales y de alcaldes del años pasado, donde además de perder la gobernación en manos de Patxi (algo asi como la izquierda aymara), el MAS debio dejar la alcaldia de El Alto en manos de Soledad Chapetón (algo así como la nueva derecha aymara), aymara, hija de un policía y una comerciante, estudiante de Ciencias de la Educación, del partido Unidad Nacional (UN), del empresario, ex-ministro del Goñi Sánchez de Losada, y principal oponente del Evo Morales en las elecciones presidenciales, Samuel Doria Medina (alias el “Macri” boliviano). Chapetón representa una poderosa nueva burguesía aymara que contrabandea informática, vestimenta y automotores chinos, compra chalets en el exclusivo barrio de Cala Coto o construye palacios neotiwanakotas en El Alto, viaja en cuatro por cuatro, inunda los shopings y restaurantes de lujo y manda sus hijos a la universidad privada. Esta poderosa clase comercial aymara ha tenido más de un enfrentamiento con el gobierno del MAS en su afán de lucha contra el contrabando y la evasión de impuestos. Una vez empoderados simbólicamente por el presidente “índigena”, quizás prefieren negociar con la antigua derecha, que ahora además toca sus puertas y les ofrece los cargos que Evo les retacea.
El “no” no pone en peligro el gobierno del MAS. En primer lugar porque aún le quedan más de dos años y medio de gestión. En segundo lugar porque muestra una oposición fragmentada y dispersa, con intereses a veces antagónicos más allá de posibles alianzas. A saber: a) antiguos empresarios, terratenientes y políticos de las derecha neoliberal, b) nuevas burguesías comerciales aymaras (¿de derecha?) no alineadas con el gobierno, amen de consumidores globales que como en el resto de países del mundo confían mucho más en la derecha a la hora de mantener sus privilegios individuales (la tan mentada “seguridad”), c) movimientos sociales, intelectuales y personas desencantadas del nuevo rumbo extractivista, antipachamamesco, imperialista, consumista y criminalizador de los movimientos sociales por parte del gobierno (no es un dato menor la vía libre a la represión de los pueblos que contiene la nueva ley de Minería aprobada por el MAS y el acuerdo de Seguridad Interior con el históricamente genocida gobierno colombiano), d) ciudadanos o campesinos normales hartos del avance en los casos de corrupción, verticalismo, soberbia y abuso de poder en el MAS. Estos casos tocan cada vez más cerca al presidente y los líderes de los movimientos sociales que siguen apoyándolo. Son no sólo numerosos, sino reales, más allá del uso que de ellos haga el “imperio” y “los medios”.
¿Y si Evo no puede ser reelegido? Al revés que en el caso de Cristina Kirchner o Hugo Chávez, son varios los posibles delfines. Por dar un ejemplo: David Choquehuanca, sindicalista, intelectual y político aymara ligado a la teoría del Buen Vivir y ministro de Relaciones Exteriores. Uno de los pocos que ha quedado en su cargo desde el principio del “proceso de cambio”. En su gabinete resisten los defensores de la Pachamama en el gobierno del MAS, los casos de corrupción no lo han tocado, tiene buena proyección internacional y apoyo de los movimientos sociales. La única piedra en el zapato es haber liderado el proceso electoral del año pasado en que el MAS perdió en el distrito de La Paz. Pero: ¿a que votante u hombre común le interesan las internas de un partido? Desafortunadamente en estos días que corren, tampoco son muchos los votantes u hombres comunes a los que les interesa un proyecto de gobierno. La sociedad individualista y capitalista que también se ha infiltrado en esta nueva Bolivia “rica” e “insertada en el mundo” no pone sus ojos en la Pachamama. Compra Evo como compra Coca Cola. Es permeable a ser convencida, coptada, por el “imperio” y los “medios”. Pero hay una esperanza, la de esos pueblos originarios que hoy en Bolivia, como en todo el mundo, están siendo criminalizados por el gobierno. Una verdadera base social y electoral contra la cual el “imperio” y los “medios”, nada tiene que hacer. Ni las balas le importan. Así, con esa gente, fue que llegaron Evo y el MAS al poder. Bueno lo recuerden para reconducir el “proceso de cambio” y transformar la derrota en esperanza.

Valor de uso de la crisis // Diego Sztulwark

Claudia Chávez

in memoriam


La crisis como fuerza del Orden

Macri es la Cultura. De otro modo, no habría razones para ocuparse de él. Es la Cultura en el sentido que el Orden da al término: instauración de un código funcional adaptativo, un modo de procesamiento colectivo de adecuación activa a la Normalidad. Este juego no se organiza a partir de una referencia a cualquier otro orden alternativo, sino que se da como una dialéctica cerrada en torno a la Crisis
El empleo productivo que el Orden hace de la Crisis viene señalado en A nuestros amigos, el libro del Comité Invisible que la editorial Hekht está por lanzar: la presencia de la crisis funciona como un momento constituyente del Orden. De la inminencia de la crisis extrae el Orden su legitimidad. Una legitimidad que no se restringe a la de los poderes ejecutivos de los estados, sino que se extiende sobre un espacio postnacional determinado por redes y dispositivos de “gobierno”. El Orden es el gobierno de la logística. De la comunicación. De las estructuras que capturan y organizan la movilización de la vida.
La crisis como palabra de Orden es el reverso perfecto de la Cultura como adecuación. Lo político-cultural trabaja en él como elaboración de un código capaz de volver todos los segmentos del campo social compatibles entre sí y con el comando que crea el código. El éxito del sistema es la redundancia. Junto a una  férrea violencia excluyente. Hay una relación directamente proporcional entre el esfuerzo invertido en ofrecer un código de compatibilización -que permita a cualquiera adaptarse al Orden- y la expectativa de desbrozar el espacio de la conectividad de todo obstáculo, de cualquier trayecto vital que introduzca opacidad al sistema.
En la Cultura del Orden las instancias de producción de ese código provienen, lo sabemos bien, del mundo del marketing, de las finanzas y las empresas.  Su lenguaje es el de los “equipos” dedicados día y noche a la “gestión”, a la “modernización” y a la continua promesa de “normalidad”. Sus tecnologías resultan cada vez más penetrantes: no es sólo la sofisticación encuestológica y los Focus Group, sino también toda una avanzada de especialistas portadores de un conocimiento digital, comunicacional, de cientistas de la imagen y de las redes sociales. Uno de los indicadores más nítidos de normalización política en curso es el hecho mismo de que los estudios de mercado sean los principales proveedores de saberes y esquemas de comprensión de lo social.
Y es que la racionalidad del paradigma de gobierno propio del Orden no recae, en última instancia, en los políticos sino en una amplia trama de operadores culturales capaces de ofrecer una interface viva entre el mundo de los mercados financieros (de su heroica tentativa por ofrecer marcos de inteligibilidad y de estabilidad a unas operatorias a futuro dominadas por la incertidumbre) y los modos de vida. Lo Cultural busca, en la traducción entre vida y finanzas, modos de sostener la promesa de previsibilidad y hasta de seguridad: propone un estado de ánimo y un modo amigable de asumir el estado de “en riesgo”.  Gobierno de la crisis y coaching ontológico.
Desde el punto de vista de la política local, el macrismo se muestra hoy como vencedor en este juego. Y alardea de haber sustituido al kirchnerismo en la tarea de ofrecer mediaciones para gobernar la crisis. El macrismo se revela así como un análisis del kirchnerismo, del mismo modo que el kirchnerismo era ya un análisis de la crisis del 2001. Retomó, de modo ultra reaccionario, la idea según la cual no hay orden posible sin negativizar las subjetividades de la crisis. Pero donde el kirchnerismo combinaba su tributo al orden con militancia, participación e inclusión, el macrismo dio un paso al asumir la crisis de acuerdo a la tipificación proveniente de la agenda del orden global: “seguridad” y “narcotráfico”.
Con estilo gerencial, el nuevo gobierno se da el lujo de licenciar –sin reconocimiento y no sin violencia– a aquella parte del andamiaje kirchnerista identificada con la “politización” del estado. Esa parte ya no corresponde a este nuevo período. Su liquidación pública simboliza la transición a una nueva disposición subjetiva en la que domina la confianza plena en los dispositivos del mundo de los mercados, en su eficacia integradora, en su mecánica a la vez fluida y jerarquizante de la organizar lo social.  
En el pasaje del kirchnerismo al macrismo lo político termina así de hundirse en esta redundancia ultra-codificada del orden por el orden. En el kirchnerismo, a diferencia de la actual utopía del orden macrista, había una politización paradojal: un concepto de lo político capaz de denunciar la neutralización empresarial-corporativa de la soberanía, una denuncia abierta de lo antipolítico capaz de abrir procesos de movilización. Lo que nunca llegó a constituir el kirchnerismo, sin embargo, fue una convicción en la socialización de la decisión política, ni una aprehensión de la crisis como un momento de horizontalidad productiva, de la cual extraer un paradigma antagonista respecto al del gobierno del Orden, que es el único que manda.  
Eterno retorno
Convocado como su reverso dramático por el Orden, 2001 no deja de volver. Y no dejará de hacerlo mientras la crisis siga siendo invocada como fundamento, imagen a conjurar, base sobre la cual suscitar el miedo y, con él, la fuga hacia el Orden. En el momento en que el orden tambalee, vacile, la crisis estará irremediablemente allí, como grado cero del orden. Sólo que vendrá ya negativizada: ¿conservará la crisis así tratada algún poder insurreccional?  Es el riesgo que corre el Orden al manipular la Crisis como su fundamento.
De allí la difícil relación entre crisis y resistencia. Del lado de la llamada resistencia, el problema consiste en cómo evitar el abrazo al orden, presente en el temor a la crisis. Y desde el punto de vista de la crisis misma, ¿no es evidente que la imagen que podemos hacernos hoy de la insurrección ya no se ajusta en nada al 2001, con el fuerte contenido comunitario de muchos de sus protagonistas?
Parece que el problema, la encerrona que enfrentamos, al fin y al cabo, es la falta de toda imagen positiva de la Crisis. Tal el éxito, la penetración alcanzada por el Orden. Parece que no pudiéramos ya imaginar la afirmación de la crisis, sino como triunfo mortífero del Caos. Como si no alcanzáramos a adoptar un punto de vista que no fuera ya el del Control. Tal es la fuerza de adherencia del Orden: su capacidad para privatizar y neutralizar todo desafío.
Al margen, la peor herencia de 2001 es la estereotipización de las organizaciones sociales y las militancias autónomas. También estas imágenes trabajan para el Orden.
Precursores oscuros
A Nietzsche le gustaba la idea del precursor. En un célebre y emocionado pasaje de su obra narra lo que sintió cuando descubrió en Spinoza un “precursor”. Ya no la soledad, o en todo caso ahora, ¡una soledad de dos! No es Borges enseñándonos a inventar desde el presente nuestra propia tradición, a elegir nuestros legítimos predecesores. Lo que Nietzsche siente es el impacto que en el presente autoriza a seguir su curso, hasta entonces algo confuso o inhibido. Un curso aún no autorizado.
Contra el actual operador cultural, coaching ontológico -maestro en la serena adecuación-, el precursor de Nietzsche reúne en el presente las fuerzas para lanzar el desafío. Descubre en el pasado hasta entonces inexplorado el apoyo que precisaba, un antecedente que viene a confirmar lo que León Rozitchner decía haber aprendido de joven de Paul Valéry: que hay que ser arbitrario para crear cualquier cosa.
Los precursores avanzan en la pura opacidad, donde aún no hay senderos delimitados. Son oscuros aún si anticipan una nueva luz, sin la cual no llegaríamos nunca a visibilizar la materia de los posibles que en ella convergen.  Anuncian una luz que aún no les es propia. Su tiempo es intempestivo, como la declinación (clinamen) de un átomo, un desvío que aparece justo antes del relámpago que ilumina al cielo seguido por el trueno. Los precursores operan en diferentes series sin pertenecer del todo a ninguna de ellas.
Conocemos, en nuestra historia política, precursores reaccionarios (desvíos que funcionan desde el comienzo en favor del orden, no son propiamente oscuros). Por muchos años recordaremos el apellido Menem. Un términos que perteneciendo a la serie Peronismo, que supo formar parte también de la serie Liberalismo, sin que los liberales puedan apropiárselo del todo, sin que los peronistas suelan, en su mayoría, reconocerlo como propio. Menem mostró cómo se podían insertar partes de liberalismo entre las capas del propio peronismo. Esa inserción, luego rechazada durante años como “traición” por el peronismo, no ha sido del todo revertida. Lo vemos claramente hoy día.
Tampoco deberíamos olvidar con facilidad los precursores insurrectos que a lo largo de las últimas décadas han creado vasos comunicantes entre las subjetividades de la crisis. ¿O no hay un clinamen inesperado en el momento en que aquellxos de los que se espera que actúen como víctimas reclamando derechos (familiares de desaparecidos; los “sin” trabajo o “sin” techo, los “sin” patrón) actúan creando contrapoderes efectivos?
Un punto de vista que busca en la crisis no el mero negativo despotenciado a partir del cual se crea orden sino la emergencia, en roce con el caos, de una nueva razón (¿política?). Desplegar este punto de vista podría ser, aún hoy, la mejor parte de la herencia de 2001.
Mientras tanto el precursor oscuro que no apaga su fuego en la adecuación al código de Orden aparece como una suerte de ética (una ética a su modo más política que la política misma): vivir sabiendo que no somos seguidores de ningún curso nuevo, admitir que ningún camino novedoso se ha desencadenado con la potencia esperada y, al mismo tiempo, rechazar la adecuación al orden que se nos propone, como si cada uno de nosotrxs fuese por su cuenta –aunque no necesariamente de modo aislado- el oscuro precursor de un saber posible que alguien necesita, para quien nuestra resistencia pueda ser, en efecto, anticipación salvadora. La fuerza que hoy no tenemos sería entonces, también, la fuerza que a pesar de todo se forja oscuramente en una reunión que aún no sabemos entender bien. Un modo de no renunciar a esa cita.  Quedaría entonces flotando en el aire que cada quien respira la pregunta que en su hermoso libro, Hijos de la noche, formula Santiago López Petit: ¿cómo hacer para recrear a nivel colectivo lo que en la vida asumimos como desafío?

El desprecio escondido (Apuntes coyunturales) // César Gónzalez

  
Fenómenos como Le pen son más bien desfavorables para la derecha (…) De nada sirve asustarse. Quedaron lejos los tiempos donde la democracia liberal era la menopausia de las sociedades occidentales y el fascismo su demonio de mediodía. Las democracias han entrado en una especie de senil de la tercera edad, ya no tienen suficiente energía para suscitar un enemigo interior poderoso como lo era el fascismo mítico (…) Le Pen no es más que un eczema o un ave de corral desollada, que, mucho más que su propia fuerza demuestra la debilidad intrínseca de todos los sistemas públicos actuales”
Solo quedan unas masas fluidas y silenciosas, ecuaciones variables de los sondeos, objetos de test perpetuos (…) Todos los representantes (partidos, sindicatos) se sirven de una supuesta exigencia de las masas para escapar a la política”
(Jean Baudrillard “La izquierda divina”)
“Cuanto más poder se le da al monarca tanto más fácilmente puede pasar a otro ese derecho”
(Spinoza, “Tratado Político”)
La tragedia se repite cuando el guion es el mismo, los personajes y lugares también. Como hace 100 y 200 años somos un país que se reivindica colonia de la peor Europa, ni siquiera de la Ilustrada. Un país, o una gran porción de él, que celebra ser visitado por el presidente de la nación más imperialista y cruel que conoció la humanidad. Donde nuestras emociones dependen de lo que haga la casta política, lloramos y reímos según las decisiones que toma esa familia cosmopolita, que juega a los celos y que todo lo hace por despecho o endorfinas. Donde pocos de esa casta viven acordes a sus manifiestos, que se refugian atrás de la palabra pueblo, y dicen ser su necesarios representantes porque según ellos el pueblo no sabe hablar por sí mismo y es un sujeto sin rostro, torpe y esquizofrénico. Por eso un día es tratado como redentor y al otro como psicópata. Donde el pobre jamás ocupará un cargo político relevante, y a lo sumo como si fuera un milagro será asistente o puntero de algún diputado, concejal o ministro. Una sociedad de 40 millones y 3 millones cuadrados de superficie y atormentada por un escaso puñado de pibes chorros, una sociedad que acostumbrada a resolver todo mediante la fuerza hoy renueva su sed de sangre. Que mantiene y cuida como a un dios la nostalgia del genocidio de la última dictadura militar.
Y quienes enfrentan a los reales inquisidores son falsos profetas. Que en público lloran por las injusticias pero en privado pretenden de los pobres obediencia debida y masajes en la espalda. Ahora ellos dicen que por culpa de los pobres se perdió la última elección presidencial. Hasta ayer esos pobres eran las masas iluminadas, el territorio donde se forja un verdadero militante, ahí donde nacen las bases de la movilización, ese otro por el que la patria es, pero que hoy es el otro culpable por el que la patria no será. Ahora dicen que se jodan esos negros de mierda desagradecidos con todo lo que hicimos. Ayer eran el objeto de la lírica revolucionaria, hoy son el sujeto responsable del oscuro cambio. Que histérica es esa sensibilidad que dice amar a los pobres y ante la mínima adversidad los pasa a odiar, o algo peor, a despreciarlos desde una postura arrogante y con gestos de superioridad, que se atribuye todo el poder de dar órdenes desde un trono supuestamente obtenido por los kilómetros de barro pateado en la militancia orgánica. Esa perfecta síntesis moderna llamada Facebook es la evidencia material de dicho fenómeno. Los días posteriores a las últimas elecciones presidenciales uno se cansaba de leer comentarios de estrictos militantes o ciudadanos “comunes” con afinidad apartidaria al último gobierno, que arrancándose las vestiduras en feroces movimientos, exponían rabiosos su bronca hacia los sectores populares que votaron a Mauricio Macri, dando por hecho que las elecciones se perdieron por la ignorancia de dichos sectores, que no saben votar, que eligieron consientes al diablo como presidente, que ya van a ver lo que les espera, ¿Qué porque nos hicieron esto a nosotros que hicimos tanto por ustedes? etc… Sin tener la certeza de que el voto de los pobres haya sido la causa determinante para la victoria de la derecha más conservadora, muchos de los revolucionarios del siglo 21 salieron inmediatamente a culpar a estos por la derrota. 
Ahora bien, como habitante de una villa miseria puedo decir que es verdad que hubo muchos vecinos de aquí que se inclinaron hacia la fórmula del PRO, y obviamente es llamativo como un pobre puede votar a alguien que no proviene de su clase, o como un trabajador puede votar a un empresario, pero fueron solo algunos casos, que suceden en cada elección pero que esta vez no fueron la mayoría. En los días previos al balotaje presidencial presencié en el barrio una actividad política como nunca antes. Los vecinos mismos repartiendo boletas, preocupados en convencer al prójimo que Scioli era mejor que Macri. Los más inquietos y eufóricos eran aquellos que poseen un almacén, un pequeño negocio de ropa, una verdulería, etc. Esos que en estos últimos años experimentaron un evidente crecimiento económico a partir de las medidas que potenciaron el consumo interno y el trabajo. Sacando conclusiones desde el puro sentido común del bolsillo, sabiendo que hoy por la villa se ven un montón de autos nuevos o usados, como otro gran síntoma de ese crecimiento inédito que experimentaron muchas familias villeras gracias al ingreso estable que obtuvieron y mantuvieron durante el kirchnerismo. Muchos, no todos (como en cualquier asignatura de la vida) que en los noventa pasaron hambre real y no metafórica, aquellos que cartoneaban y veían como la policía mataba y luego preguntaba, aceptaron ver una diferencia entre ambas fórmulas y se inclinaron por Daniel Scioli. Quizás no convencidos ni contentos, mucho menos orgullosos de votar a un político que como gobernador ni siquiera jugo a hacerse el popular, y que iba a los barrios solo a dar conferencias de prensa en medio de los siempre violentos operativos policiales y que pocas veces se lo vio demostrando empatía hacia los pobres. Recién en campaña y seguramente por recomendación de sus asesores de marketing, montó un personaje al que no le molesta el olor de las masas, un método que repiten y repetirán hasta el infinito de los tiempos todos los políticos en la previa de una elección, cualquiera sea su procedencia de partido. 
La historia no es lineal y miren si esta época no será políticamente novedosa que hasta la derecha debe simularse y mostrarse populosa. Pero entonces si en los barrios pobres la fórmula del PRO en su mayoría fue rechazada y los pobres optaron por el peronismo representado por Scioli, ¿Por qué muchos eligieron ante todo y como primera reacción enojarse con los pobres que según ellos votaron mal? Y si así hubiese sido verdad que Macri haya sacado el 100% de los votos en cada villa miseria ¿Cómo es que tan rápidamente esas multitudes que hasta ayer eran hermanas hoy son consideradas enemigas? ¿Quiere decir que esa aparente sensibilidad y empatía hacía la clase baja dependía solo de una elección? ¿Qué detrás del envase de popular había una sospecha antropológica de la capacidad intelectual de los pobres? ¿Como si tuvieran la certeza de que estos están limitados neurológicamente a comprender los problemas sociales de la realidad? 
Es tan ridículo nuestro catálogo racional, que los pobres siguen siendo tratados y se siguen dejando tratar como bestias encontradas en la selva y traídas a la ciudad, que poseen diversos rasgos humanos pero que necesitan por el bien común ser controlados e higienizados moralmente, moldeados como hace un alfarero con su jarro. Un barato material descartable que me sirven para reciclar como objeto de discurso o como tesis para finalizar una carrera universitaria. La derrota electoral fue la gran excusa para que muchos que usan el disfraz de rebelde a donde van, puedan desahogar todo su racismo que venían tragándose por conveniencia.
Resulta intolerable la hipocresía de esos que ahora lloran por idénticos hechos que antes veían pero callaban, son igual a los verdugos que denuncian esos que actúan de abejas holgazanas que recién hace un rato lograron darse cuenta de que la policía, la gendarmería o la prefectura reprimen e inundan de balazos a los morochos villeros, incluido niños y ancianos. Cuando eso sucede en la villas desde que tengo uso de razón y nací en el 89, ya viví acá bajo 4 gobiernos de expresiones políticas distintas; el neoliberalismo erótico, carismático  y polígamo o mal peronismo de Menem, el neoliberalismo alianzistico hipnótico y aburrido de De La Rua, el neoliberalismo light, magnánimo y romántico o “buen peronismo” de los Kirchner, y el neoliberalismo fashion, resentido y eficaz actual de MM. Todos conciben y concibieron a los barrios pobres como la prueba piloto de los experimentos de la represión y el control social.Lo que da vergüenza ajena es que muchos ahora se hagan los que lloran por como son reprimidos los villeros y antes elegían callar y muchos hasta lo negaban.
El kirchnerismo fue y es completamente o en sus máximas figuras representativas blanco-clase media y a diferencia del primer peronismo no cuenta con un bárbaro mito fundacional. Néstor no fue proyectado como líder de masas por la barbarie de los cabecitas negras descalzos en las fuentes de plaza de Mayo, ese grasoso hecho simbólico que inaugura nada menos que una nueva era en la historia argentina. Cuando fueron las elecciones del 2003 ya había pasado mucho tiempo del argentinazo cacerolo-piquetero del 2001 y Néstor Kirchner no era ni siquiera conocido por arriba en el imaginario popular, a diferencia de Perón que en su cargo como Secretario de Trabajo fue tomando varias medidas a favor de los trabajadores que le hicieron ir ganando la simpatía plebeya, sindical y hasta de algunos anarquistas, numerosos en esos tiempos. Ya que tales políticas eran toda una novedad para la historia del país, por primera vez el trabajador empezaba a ser reivindicado y considerado sujeto con derechos. No se puede negar los progresos materiales que conocieron la mayoría de los argentinos durante esta última etapa, y todo aquel que se considera de izquierda debe valorar la apertura de la memoria colectiva y la tolerancia institucional a que se hable de los 70, fue gracias al kirchnerismo que se pudo sacar del sótano de la tortura a lo que aconteció en esos años, sino aun la versión oficial seguiría siendo la del manual kapeluz, que no mencionaba ni siquiera a los desaparecidos, mucho menos al secuestro de bebes, o las violaciones y mutilaciones sufridas hasta por muchos pre-adolecentes. Ningún pueblo que se proclame civilizado puede esconder una barbarie y carnaval de muerte de tanta magnitud como la sucedida entre 1976 y 1983, aunque sean muchos los que aun justifican y hasta celebran las torturas y violaciones a jóvenes, que a veces solo habían cometido el pecado no de leer a Marx sino El principito. Nadie esconde el agradecimiento por todo lo bien hecho, pero si es en cuestión de ideales los de estos años son muy diferentes a los sueños y a la ética de esa generación dorada, que no conocía la fatiga y soñaba jamás burocratizarse. Al kirchnerismo le faltó épica y mística, pero tampoco tenía con que construirlas, pocos de los que hoy se nos ofrecen como líderes tienen una vida lejos de la vulgaridad del lujo, al revés de esos votos de pobreza y humildad obligatorios que tenían los setentistas. Hoy no hay líderes que despierten pasión, de la juventud se ha hablado mucho, pero no hay figuras ni en el sindicalismo ni en los grandes partidos que generen un estruendo emocional y conmuevan a las masas, no se ven jóvenes cuadros políticos que hagan arder la fibra del campo popular. Y no hay que confundir el aplauso obligado o anteponer en cada oración “Porque Nestor y Cristina”, con los dispositivos orgánicos que reinaban en las organizaciones de los 70, porque no todo verticalismo es igual ni tiene los mismos objetivos.
Aquel al que algo le duele lo injusto sabe apreciar que la famosa movilidad ascendente es mejor que todo tipo de ajuste, que gente comiendo lo que quiera es mejor que personas comiendo lo que haya o no comiendo. Que es mejor gente con trabajo a la desocupación masiva. Pero hasta el mejor peronismo sigue siendo capitalismo. Y si hay capitalismo se reproduce una forma precisa de vida que siempre hace querer más posesión de bienes, donde los pobres consiguen empleo pero siempre dentro de un acotado repertorio de labores y donde se nos obliga a convivir con una tabla de valores donde la competencia y la opulencia no se cuestionan. Donde sea cual sea el estilo de gobierno se hace un uso idéntico de la policía frente a los barrios pobres. El peronismo es el eterno retorno del mismo orden económico y financiero pero camuflado, un capitalismo camaleón, donde los dueños de la propiedad privada, los bancos y corporaciones son los mismos de toda la vida, pero obligados a dar una limosna en la misa de las masas. Y vale aclarar que el peronismo nunca mintió en eso, a muchos nos gustaría creer que el peronismo es un movimiento popular pero cada vez queda más en claro que es solo un conglomerado político funcional a la democracia liberal, quizás en una época de la historia el solo nombrarlo atraía espíritus libertarios, pero hoy lo que hay como grandes figuras que representan al peronismo es una banda de monigotes feudales, amantes desbordados del dinero, y bastante propensos a ejercer la mano dura en sus cargos como intendentes o gobernadores. Tal queda evidenciado con la adhesión de la mayoría de los gobernadores peronistas al famoso protocolo represivo anti piquetes de Patricia Bulrich. O cuando escasos días posteriores a las elecciones se pudo escuchar a uno de los grandes referentes del PRO, Federico Pinedo, decir “que el peronismo iba ser muy importante para que ellos sostengan su gobernabilidad” es decir una dialéctica hegeliana pura; la derecha no es “sin” el peronismo, el peronismo no es “sin” la derecha. 
Obviamente pasaron muchas cosas en el medio entre el arresto de Perón, el 17 de Octubre de 1945, la formación del partido justicialista, etc y el hoy. Hubo miles de muertos y desaparecidos. Y cuesta aceptar que esos ríos de sangre solo hayan desembocado en el mar conservador que es lo que el peronismo terminó siendo actualmente. Pero esa actualidad no es el simple resultado de hechos aislados acontecidos solamente desde la recuperación de la democracia en adelante. El que revisa la historia encuentra que desde sus principios el peronismo tiene como emblema alcanzar el objetivo de generar una burguesía nacional a través del fortalecimiento de la industria nacional, un país con “buenos patrones”, “capitalistas de acá”, “Una patria de jefes civilizados”, que acompañen la distribución de la riqueza, que aceptan el control de las importaciones, que potencian el crecimiento del mercado interno, etc. Al peronismo y a los peronistas les aterra la sola fotografía de una sociedad sin clases, y ese no es el problema, cada partido con su doctrina, el problema es que nos quieran imponer hoy al peronismo como el único canal posible de organización y resistencia, porque entonces ¿quiénes serían la vanguardia iluminada, esa que vive aunque sea un poco como grita en sus discursos? ¿Qué tiene que ver la sensibilidad de un militante con el cristianismo policiaco de Scioli, Espinoza, Urtubey, Gioja, Insfran, (por nombrar a los peronistas más famosos y televisados) o ¿qué tiene que ver la disciplina de un militante que un sábado a la mañana va a las villas conmovido a alfabetizar, con la cómoda silla de la burocracia a la que se aferraron miles en estos últimos años? 
Es que el número de militantes reales, sensibles y coherentes, es insignificante frente a la cantidad de seudos militantes que se meten en la política como si lo hicieran a un partido de fútbol y como una carrera personal. Hoy lloran porque el mercado cambió de gerente y sus pautas de convivencia, pero el dueño del mercado siempre fue el mismo. El peronismo nunca se propuso alterar ningún orden financiero, ya en sus raíces filosóficas no hay ni siquiera la sugerencia de que en algún momento de la historia se debe abolir la comodidad en la que vive tanto el pequeño-mediano y gran burgués, siempre a costa de la incomodidad de los cabecitas negras. Maldecir al capitalismo ni siquiera es parte de su simbología, salvo la frase de su marcha donde dice “combatiendo al capital”, pero que en los hechos quedó claro que nunca lo combatió sino que con mucho esfuerzo lo pasteurizó. Porque un mundo sin clases sociales implicaría mucha demanda de subjetividad, mucho aporte real de cada sujeto con sus actos más que con sus dichos, más trabajo artesanal que mental, mucha mano de obra física y no tan cognitiva, y el pequeño o gran burgués, multiplicado a miles por el peronismo (sabido es que es parte de su tragedia, incrementar la clase media que luego lo sepulta para posteriormente exhumarlo y revivir el cadáver) sabe trabajar a lo sumo con su cerebro, los trabajos que requieren esfuerzo físico tienen dueños claros y si el burgués es bueno, como cuando es peronista, le pagará a su siervo en blanco, y si no es peronista le pagará poco o nada, con latigazo incluido y el esclavo hasta deberá agradecer.
Las grandes opciones del menú político argentino producen acidez conservadora antes de elegir el plato. Solo hay dos opciones en la carta; derecha moderada y democrática, (Peronismo, Kirchnerismo) o derecha corajuda y atrevida (PRO-Frente Renovador Gobiernos militares) y una vez que terminamos de comer hay que decir que fue la comida más rica jamás saboreada. No hay bebida, no hay postre, y la receta del comunismo que ni se mencione porque nadie sabe cocinarla ni sabe cuáles son los ingredientes, porque es algo lógicamente imposible y uno es abstracto, ridículo o resentido solo con invocar su leyenda, porque según dicen es una idea muy linda desde la utopía aunque irrealizable en la vida real. Yo prefiero vivir bajo el hechizo de una utopía irrealizable como la del comunismo que conformarme con la utopía de las clases sociales conciliadas y en armonía que propone el peronismo, que el rico siga feliz en su lugar, que el pequeño burgués siga alquilando pero teniendo la herencia de la casita que le dejan sus padres cuando se mueran, mientras los grasitas sean los que transpiren y edifiquen las casitas que nunca habitaran, pero con vacaciones y ART. 
Cada uno elige su sueño, yo con el mío duermo feliz y sin ayuda de la ciencia. Y capitalistas somos todos, consumimos y estamos dentro de este sistema, pero somos pocos los que estaríamos de acuerdo y preparados en despojarnos de la comodidad para vivir en un mundo sin shoppings, donde no exista un palacio a dos centímetros del hambre, donde haya que comer lo justo y necesario si es en beneficio de erradicar tanta obscenidad en la desigualdad. Esas cosas que implicarían la vida en comunismo, que un pobre por antonomasia ya sabe hacer y ni que hablar alguien que estuvo preso, como quien escribe. Si uno mantiene el capitalismo debe abstenerse a las consecuencias, que a veces son evidentes y en otras ocasiones como durante el peronismo se ponen un velo. Porque está en la naturaleza política misma del capitalismo y es necesario para su conservación tener etapas de cierto progreso para las multitudes, con estable cantidad de asalariados y salarios en alza, consumo para todos y todas, etc y otras etapas donde la lógica es sálvese quien pueda y miles se sumergen en la miseria, para luego otra vez retomar el sendero del progreso, a continuación regresar a la quiebras de la industria nacional, y así sucesivamente hasta el abismo.
El futuro será cada vez más conservador, si el cuasi reformismo del kirchnerismo es el límite de todo el deseo y goce. Si tenemos que estar contentos con aquellos que regocijándose en Keynes marcan la frontera para la ansiedad de querer una sociedad organizada de otra manera. Muchos dicen que lloran por la injusticia eterna que vive un obrero, un campesino, un minero, un vendedor ambulante, etc. Pero solo por estrategia y agenda política y no por un amor real, que trascienda al discurso o sea inmanente a él. Si realmente sintiéramos lo que sienten esos cuerpos directamente otro sería el mundo.
El kirchnerismo no quiso y no quiere dialogar con el sentido común, nunca le dio importancia, en plena era del marketing y las redes sociales decidió aislarse y negar interactuar con el ciudadano de a pie, cuando todos aconsejaban que revise su estrategia comunicacional más recrudecía la soberbia, como si el mismo kirchnerismo estuviera haciendo campaña para Macri. Aún hoy persisten en ese criterio, en vez de salir a seducir gente, cuando nuestra sociedad es un rebaño muy fácil de domar y domesticar, salen a insultar y humillar al votante de Macri. Y acusando de ingratos a los ciudadanos que presentan algún tipo de queja o crítica. 
¿No es llamativo como se le entregó con moño el manantial de la opinión pública al que dice su eterno enemigo? Cuando (sería un gran chiste pero no lo es) el grupo Clarín fue el que más millones de pesos recibió por parte del estado en concepto de pauta oficial durante los gobiernos kirchneristas. No fueron la negación ni lo contrario de la derecha como ahora se presentan, sino su rama moderada, una derecha con buenos modales. Fue la trampa perfecta para cazar la ferocidad ciudadana luego del argentinazo del 2001. Es una trampa, porque son miles los jóvenes en toda la Argentina que hoy sienten una gran pasión militante, que desborda emocionalmente y supera en esplendor a cualquier político, pero toda esa energía es contenida y casi desperdiciada por las grandes organizaciones dentro del kirchnerismo.
Hay siglos de distancia entre el amor de un militante y la falsedad de todos esos que se atrincheran en sus espacios de poder, así estos sean mínimos. Pero tampoco hubo en estos últimos años unas bases militantes lo necesariamente críticas con sus guías. En argentina hubo una movilización en la conciencia popular casi irracional luego del 2001, la gente necesitaba canalizar broncas, ideales, sueños, proyectarlos en algún espacio político y la aparición de Nestor Kirchner y su comportamiento gubernamental absorbió esa energía rápidamente. Hoy la situación es similar, hay más movilización y rechazo al gobierno del PRO entre los ciudadanos comunes que entre los líderes partidarios, o en todo caso es otra capa muscular la que se ve afectada y demanda atención, porque el ciudadano común sufre las consecuencias de cualquier política en su cotidianeidad material inmediata. Y ahora quienes subestiman a las masas son el partido gobernante, creyendo que todos esos que presentan quejas son militantes orgánicos y afiliados en su totalidad al kirchnerismo.
En los grandes medios se ha instalado que la sociedad emprendió un camino irreversible hacia la derechización universal, que todo discurso progresista, igualitario y humanista es cosa del pasado. No se equivocan, pero tampoco es una verdad absoluta. Pueden tener argumentos de sobra al ver que la tendencia en el mundo es el avance del control total de la población y que la doctrina ultra reaccionaria se expande como en una nueva globalización y es aceptada rápidamente por cada gobierno pero creer que la historia ya está escrita es no haber leído lo escrito hasta ahora. El acontecimiento y la contingencia son dos elementos claves de la historia, no toda la sociedad argentina se ha resignado a ser de derecha, nadie creía 4 años atrás en el panorama actual, cuando Cristina sacó el 54% de los votos y la segunda fórmula más votada fue la encabezada en aquel momento por Hermes Binner, que al menos se identifica con el socialismo, es decir que fueron elecciones donde la mayoría de los votantes se inclinaron hacia fórmulas macro-progresistas, ¿por qué creer entonces que está garantizado que el futuro será cada vez más fascista y la sociedad en cada elección solo deberá elegir entre matices de la derecha? Porque no creer que solo se tratan de “relevos” en palabras de Jean Baudrillard, que hacen las masas en cada elección.
No se puede decir que volvimos al 76, no se puede hablar de dictadura, eso es insultar la memoria de los desaparecidos, es cagarse en su dolor, banalizar y ridiculizar la lucha de esos años. ¿O acaso duele lo mismo que te echen de un puesto muchas veces esencialmente burocrático en el estado a que te torturen horas y horas para luego arrojarte vivo al mar? Pero hay una diferencia fundamental y es que en ese periodo tan oscuro no existían las redes sociales, un elemento que ha cambiado el transcurso de la historia humana, hoy la información ya no es monopólica, cada medida tomada por un gobierno es juzgada por un gigante tribunal civil, llamado Facebook o twitter. Todas las medidas tomadas por Martínez de Hoz o Cavallo, todas las muertes durante la dictadura o el gobierno de Menem pasaban desapercibidas, y muchos años después recién nos pudimos enterar cuales eran los planes económicos ejecutados, a diferencia de hoy, donde cada medida toma conocimiento público y es súper difundida en cuestión de segundos.
Desde los grandes medios y desde los grandes partidos buscan persuadirnos de que la realidad política está predeterminada, que el bienestar se alcanza obedeciendo al programa patronal y que no queda otra. Y si bien el kirchnerismo ni siquiera tiene un discurso anticapitalista y cree en los modos de producción del capitalismo, para la mayoría de los argentinos algunas de sus medidas de tono igualitario fueron más que motivo suficiente como para no votarlos nuevamente y permitir la revancha vigente.
Las discusiones principales en cuestiones de política coyuntural siempre deberían resolverse con soluciones del centro hacia la izquierda, porque allí siempre habrá más dinámica, compasión y solidaridad, la derecha es conocida por su canibalismo e inmovilidad, por eso nadie le cree cuando baila, pero pareciera que lo máximo que está dispuesta a soportar la sociedad argentina es un derechoso centro. No solo los grandes medios, históricamente y mundialmente símbolos de la derecha conspiran y trabajan por una sociedad horrible, sino también todos aquellos que se autodenominan de izquierda y que piensan que los pobres no pueden intervenir en política sino es a través de voceros, que creen que los pobres son incapaces de pensar y representarse solos. Aquellos que bajo una remera de Evita o del Che tienen un enano fascista muy bien escondido, y que supuestamente son los que liberaran la patria y nos llevaran a la victoria.
Tampoco esta crítica se sostiene en la ingenuidad de afirmar que en las villas o en las poblaciones conurbanas hoy pasa algo grande en lo político, por lo cual resulta doblemente cruel la postura de subestimar y burlarse del pueblo villero. El villero tampoco pelea mucho por representarse, la cumbre de la felicidad es tener un tutor que le deje poner su nombre en una revista progre. A los villeros vienen unas personas de afuera, le pintan las paredes con los rostros de ciertos próceres revolucionarios que en la villa casi nadie conoce, se sube la foto a Facebook de la jornada muralista y ya pareciera que en las villas hay una “re movida”. Cuando lo verdadero, lo original, lo novedoso, lo justo y lo coherente sería pintar también rostros de villeros muertos, sean trabajadores o pibes chorros, rostros de personas que pertenecieron a ese hábitat. Lo distinto sería leer y que nos dejen escuchar el real dialecto que hay en las villas y no que se anule a ese lunfardo desde una moral infantil que no deja al villero hablar como quiere porque “hay que hablar bien” y el villero “habla mal”. Aunque ciertos valores de convivencia comunitaria aún se conservan en las villas, aunque todavía sobreviven ciertas dosis de compañerismo, en los últimos años hubo un cambio de paradigma y aquellos vecinos que en el pasado trataban de ayudar a los pibes perdidos en la droga o en la violencia, hoy abrazan con llamativa furia los discursos más insensibles y monstruosos sobre los pibes, repitiendo el pedido de la clase media; “que los maten no sin antes torturarlos”. Incluso hasta festejando cuando muere un pibe, que podría ser su propio hijo. Y en eso tuvo mucho que ver la filosofía peronista de sacralizar la fábrica y ofrecerla junto a la obra en construcción como máximo paraíso posible para el villero, de ahí resulta que el albañil y el obrero, con el cuerpo explotado y doblado odie y deteste más a los pibes chorros que a quien lo explota por migajas. 
“¿Por qué siguen robando si creamos 5 millones de puesto de trabajo y les dimos un montón de cosas? “Entiendo que roben en los 90 cuando había hambre pero no hoy que hay trabajo”, han sido frases que he escuchado decir a grandes cuadros del kirchnerismo. Y una de las grandes parodias de esta época fue escuchar en los medios que el kirchnerismo era condescendiente con los pibes chorros, que inundó todos los tribunales de garantismo, que casi negaba ser a la policía, cuando hasta las estadísticas oficiales exhiben un incremento exponencial y descomunal de los casos de gatillos fáciles o “muertes en enfrentamientos”, de los “suicidios en comisarías” y ni hablar del hacinamiento en las cárceles. Y si es verdad que aumentó la delincuencia durante la década ganada, como decía Foucalt, justamente sobre cuando se habla si aumenta año tras años la cantidad de delincuentes; “Es un hecho que nunca se ha podido comprobar con rigurosidad estadística”. Pero sin embargo según los grandes medios pareciera que el kirchnerismo era casi anárquico y fomentador de los pibes chorros, pero la realidad es que acribilló a miles y cuasi-militarizó muchas villas. Se podía escribir uno o varios libros enteros sobre el accionar horroroso que tuvieron las fuerzas de seguridad en las villas durante el kirchnerismo, llegando a abusos extremos, torturas y violencia de género explícita hacia niñas y pre adolescentes inclusive. Hasta reemplazaron el término represión por uno más suave «Violencia institucional», para que no quede en la conciencia popular que el kirchnerismo reprimía.
“No existen los gobiernos de izquierda” decía Deleuze, entonces ¿De dónde nace esa extraña necesidad de obligarnos a creer que el kirchnerismo o los peronismos fueron gobiernos de izquierdas? Mi versión es porque la sociedad argentina a pesar de tanta carnicería a lo largo de su historia mantiene una chispa de insubordinación, que a veces se hace llama y otras veces ceniza. Hay personas que se han esforzado por mantener vivo a los mártires emancipadores, y aunque la cantidad de argentinos que reivindica ciertas luchas sea escasa, es garantía de futuro, es semilla arrojada en tierra fértil. Si el kirchnerismo no sabe interpretar esa rabia lo harán otros movimientos, y si trabaja para ser solo un mero partido más de la rancia y putrefacta democracia capitalista, serán sus mismos militantes los que romperán los cercos y portones y se fugaran hacia otras expresiones más valientes. Porque hay durmiendo en la sociedad desde hace tiempo otra fuerza y propuesta diferente a todo lo visto, una potencia que no va a conformarse, que se vio seducida por el kirchnerismo, ya que venía de décadas de desilusiones, fracasos, derrotas y resignaciones y ¿quién no necesita aferrarse a algo cuando en apariencia comparte nuestras utopías? Pero estamos ante la primer gran prueba que tiene ese espacio político que contuvo y sembró la esperanza en tantos para ver si realmente es un proyecto popular, para ver hasta donde se anima a resistir, hasta donde cede en el congreso, con cuanta pasión defiende a los desocupados, cuanto repite o contradice lo que imponga la agenda mediática, si trabajará para fortalecer y dejar radiante a la democracia capitalista o si se atreve aunque sea a cuestionarla. Si deja que sus militantes por lo menos obtengan el permiso para usar la imaginación y crear novedades y no recrear o simplemente hacer remakes de películas antiguas. 
Porque el kirchnerismo fue uno de los perfeccionistas en esa derechización de la sociedad, no salió a interpelar nunca firmemente a los discursos reaccionarios sino que los incorporó a su gobierno, muchos reaccionarios fueron ministros y parte del gobierno saliente. Cuando prometió profundizar fue cuando más se volvió conservador, cuando más apoyo tuvo de la gente para tomar medidas arriesgadas en favor de las masas, fue cuando devaluó y estancó la economía. Fueron años donde nos obligaron a aceptar al kirchnerismo como la cúspide de las ideas de izquierda, cuando en todos sus grandes referentes el modo de vida es igual al de la “gente de derecha”, se visten, hablan y comen en los mismos lugares. Tampoco pido esa puesta en escena de pobreza a lo Pepe Mujica, no me interesa que el presidente sea hippie sino le toca el culo a las multinacionales, sino saca leyes que generen igualdades. La década ganada fueron tiempos de una compleja ambigüedad, donde convivieron en la misma casa algunos ideales socialistas con oligarcas clásicos y eclesiásticos, durmiendo en la misma cama el que piensa en asistir y el que piensa en reprimir, tanta pluralidad que nadie sabe bien que piensa el kirchnerismo. Una ensalada de farsas y posturas que algunos llamaron transversalidad o frente, y ahí tienen los resultados, ni 3 meses de la derrota y cada vez son menos los que se reivindican kirchneristas.

El territorio existencial (¿una zona a defender?) // Oscar Monti

Hacerse un territorio existencial colectivo consistente y, sin embargo, no replegado sobre sí mismo, sigue siendo una exigencia fundamental de los individuos y de los grupos humanos.
En sus últimos escritos y entrevistas, de su llamado período ecosófico, Félix Guattari vuelve una y otra vez sobre la noción de “territorio existencial”. Esta noción, que en la metamodelización guattariana va siempre conectada a las dimensiones de flujo, máquina y universo de valores, puede servirnos tal vez para pensar algunas pequeñas cosas en el contexto del desmoronamiento subjetivo al que “asistimos” en los últimos años.
Se puede decir que toda tradición filosófica se forja siempre en una doble operación de ruptura y estabilización. Ruptura porque hay que hacerse paso a como dé lugar, a los codazos, ahí donde todo parece ceñido, cual bondi a hora pico. Estabilización porque, naturalmente, cuando uno ya encontró su lugar, se queda más bien quietito y busca cohabitar con los que allí estaban antes que uno. Así, simplificando mucho, podríamos decir que la noción de existencia, en su momento, ganó su derecho de (valga la redundancia) abriéndose paso entre varios pesos pesados, en ruptura y continuidad con toda una herencia, en gran medida cartesiana, y ajustando cuentas y cuerpos sobre todo con el marxismo, el psicoanálisis, la fenomenología. De modo muy sumario, la noción de existencia venía a reponer el sujeto, como problema de la subjetividad.
Se puede decir, nuevamente siendo muy arbitrario y conciso, que la noción de territorio existencial viene a inscribirse en esta zaga, pero ya completamente transfigurada. No solamente porque al sumar el término “territorio” al de “existencia” Guattari se aleja de los temas del viejo existencialismo, sino también y de manera fundamental porque con la noción de territorio existencial, que implica justamente una asunción radical de finitud y de singularización, ya no estamos en el viejo coqueteo sartreano entre el Ser y la Nada. Continuidad y ruptura entonces, una vez más: es el mismo tema de la subjetividad, pero completamente transformado.
Ya que, ¿de qué nos habla el territorio existencial? Hay que entenderlo como proceso de singularización que al tiempo que nos sustrae, o busca sustraernos de los universales dados (universales que nos separan de lo que nuestra subjetividad puede, que nos subjetivan de modo alienado), busca crear un prensión existencial, un grasping dirá Guattari, un modo de “agarrarnos” al mundo, de no quedar boyando en el aire. Singularización que sin embargo no es repliegue sobre sí mismo, sobre el territorio del yo. Y que requiere, antes que un psicoanálisis de compensación constante, mapas cartográficos conectados a los territorios existenciales que se van conquistando.
¿Y a qué viene todo esto? A que nuestras subjetividades, reconozcámoslo, están por el suelo. Lo que nos pasó en los últimos años, aunque lo hayamos edulcorado en el nivel discursivo, es todo un desplome de los territorios existenciales. Nos hemos revolcado en todo tipo de universales, de redundancias que nos separan de la invención, de ese plus de existencia que hace un territorio propio. Y en el fondo, la singularización es la prueba del territorio propio. Qué defendemos cuando resistimos. 
Porque es tiempo de resistencias, ¿no? Pero lo que se defiende, cuando se resiste, puede ser muy variado. Lo que vemos, a grandes rasgos, en los que se sienten atacados por lo que se viene, en los que resisten los domingos en el parque, es una triple defensa: defensa del consumo, defensa del trabajo, defensa de la ilusión política. Es lo que se resiste a morir. Las preguntas que no se hacen, y no se quieren hacer, es: ¿Hay vida más allá del consumo, hay vida más allá del trabajo que nos dan, hay vida más allá de la ilusión política?
Pero la idea de defensa tal vez pueda funcionar en otra clave. Se trataría de indagar qué tipo de defensa, y sobre todo qué región, qué zona de nuestra vida vamos a defender. En el caso de la ilusión que nos dan, del trabajo que nos dan, y de lo que nos dan a consumir, nunca estaremos muy seguros de qué defendemos. Otra posibilidad es hurgar en nuestras vidas y con los otros cercanos qué zona de potencia podemos delimitar, cercar y defender. Tejer una tela de araña. O tal vez al modo en que la garrapata “se agarra”, “se prende”, con mucha modestia, al mundo. Allí la resistencia no es una mera táctica del “con aguante” que “vamos a volver”, sino que se parece más a una creación.  

Katz y el nihilismo fofo // Diego Sztulwark

Según su propia mitología, el PRO es el primer partido del siglo XXI porque las ideologías le importan un bledo. Pero el gobierno de los CEO´s ya tiene quien le escriba. Alejandro Katz fue uno de los intelectuales post-orgánicos que acudieron al llamado del nuevo Presidente, para ayudarlo a interpretar la época. El obsceno oficio de pensar sin dignidad.
Ya bajo los efectos de la locura, Nietzsche describió su praxis bélica en cuatro postulados prácticos:  a) “sólo ataco cosas que triunfan”; b) estos ataques se realizan a nombre propio, sin aliados; c) no se ataca nunca a personas: se sirve uno de ellas “tan sólo como de una poderosa lente de aumento con la cual se puede hacer visible una situación de peligro general” y, finalmente; d) sólo es lícito atacar cuando está excluida toda cuestión de enemistad personal.
Bajo esta recomendación, aunque sin respetarla al pie de la letra, propongo prestar atención al modo en que triunfa, en el plano de la escritura reflexiva en el que pretende desenvolverse el ensayista Alejandro Katz, algo que podemos llamar “lo obsceno”: un tipo de argumentación en la que lo impúdico se deja traslucir sin explicitárselo del todo. Se lo hace pasar distraídamente, como si de un accidente de la comprensión se tratase, mientras se aparenta hablar decorosamente.
mail prólogo
Todo surge de un breve mail que el periodista Gabriel Levinas introduce a modo de prólogo en su reciente Doble agente, la biografía inesperada de Horacio Verbitsky, libro canalla si los hay. El autor de ese correo electrónico es Katz. Levinas lo introduce, nos dice, para evacuar las dudas que pudieran subsistir respecto de sus motivaciones y de la legitimidad misma de difundir la “información” de “enorme relevancia” que, según cree, el libro en cuestión contiene: “fue la opinión del filósofo y ensayista Alejandro Katz la que, de manera más categórica, ayudó a comprender la razón de este libro”.
Katz comienza su intervención distinguiendo las controversias que el libro desea suscitar. Hay algunas que son de incumbencia del autor y otras que no. Entre estas últimas designa, en primer lugar, la controversia en torno a la “veracidad de la documentación” acusatoria de Verbitsky. No se presenta para Katz problema alguno a elucidar, sino “una cuestión fácil de resolver” que “depende de expertos, de peritos que pueden confirmar que cada una de las pruebas utilizadas es verdadera”. ¿Lo son? ¿No ha refutado punto por punto estas “pruebas” Horacio Verbitsky?
Como sea, Katz no se hace ninguna pregunta sobre las prácticas diversas de veridicción, ni siquiera cuando resulta evidente que acusador y acusado se oponen precisamente en este campo. Levinas personifica de modo lineal el lenguaje de los medios, mientras que Verbitsky abreva en las fuentes del periodismo de oficio, en el procesamiento militante de información –tradición que arranca con Prensa Latina–, y en el trabajo de archivo de los organismos de derechos humanos en procura de volver públicas las articulaciones jurídicas, económicas, teológicas y políticas del genocidio. El conflicto que aquí se presenta no es menor: Levinas no hace en su libro sino impugnar, precisamente, este modo de trabajo de Verbitsky al que percibe como un procedimiento de acumulación ilegítima de poder. Y apunta a desprestigiar el esfuerzo actual por ampliar los juicios al personal de la última dictadura al campo de los ilegalismos financieros. Katz, en cambio, se despreocupa de estos asuntos, dejando que del problema de la verdad se encargue la policía.
Una segunda controversia que según el filósofo no le corresponde asumir al autor, tiene que ver con los motivos mismos de la publicación. Cuestión que se resuelve automáticamente gracias a una suerte de ética del periodismo según la cual no vale la pena preguntar qué es lo que debe hacer un periodista con la información, puesto que el verdadero periodista sólo conoce un tipo de reacción: publicar todo lo que le llega. Lo relativo a la evaluación del sentido de la oportunidad y de los efectos de la intervención queda por tanto delegado a la demanda de las empresas y los dueños de la comunicación.
La controversia que sí interesa al filósofo y la que se propone sostener es la siguiente: “¿por qué es de interés público la vida que otro llevó en la dictadura? ¿Quién puede decir que el modo de actuar de otro fue el modo justo, el modo intachable, y por qué?”. Entre las palabras con las que el filósofo Katz fundamenta a Levinas contra Verbitsky, encontramos la siguiente caracterización vinculada a la última dictadura: “nadie en un régimen de terror tiene, ya no la obligación, sino  tampoco la posibilidad de actuar como un santo o como un héroe”. La perfección de la frase ejemplifica el funcionamiento de lo obsceno en política al sustituir el problema que la situación del genocidio plantea (¿cómo se llegó a eso?, ¿qué fuerzas lo operaron y por qué medios?) por una evidencia incontestable: el hecho que las personas, en condiciones de amenaza de muerte, no suelen sino obedecer. Semejante sustitución cancela la fuerza ética en el pensamiento, y aniquila toda dignidad. En adelante sólo podemos comunicarnos sobre la base de la evidencia.
ser-para-el-consuelo
Ya no se trata sólo de eludir la reflexión sobre aquel terror cuya eficacia consistió en destruir el lugar resistente que en lo colectivo e individual siente y piensa contra la obediencia. Ahora el pensamiento mismo que se practica está definitivamente asentado sobre el borramiento de toda potencia subyacente, de la que sólo puede tenerse representaciones religiosas o literarias (“un santo, un héroe”).
Katz se sitúa en un lugar fuera de toda “mística”. Él dice: en la realidad “gris” que debieron vivir millones de personas durante la dictadura, a él no le resulta fácil delimitar “qué significa colaborar, qué es resistir, qué es ser cómplice”. Pero entonces: ¿por qué tomarse, filósofo y periodista, el trabajo que se toman en atacar a Verbitsky con acusaciones sobre su conducta de aquellos años? Katz ofrece dos razones: porque se trata de un hombre “público” vinculado a la valoración de esa época y porque “tiene un discurso público sobre lo que otros hicieron”.
A Verbitsky, en definitiva, se le reprocha no haberse adecuado a esta nueva realidad post-genocidio. Se le cuestiona obrar extemporáneamente, usurpando una facultad de juzgar que no le pertenece por derecho a él sino a los jueces de la república: “poco derecho tiene nadie, entonces, de juzgar qué han hecho los otros, cuando lo que hayan hecho no merezca estar bajo revisión judicial”.
La filosofía sirve, entonces, para rectificar “el modo en que desde el presente se juzga ética y jurídicamente a muchos de los protagonistas de aquella época”. Siempre el llamado al orden: ¿en qué consiste esta rectificación? Sencillamente en “restituir a nuestra vida en común los claroscuros que personas como Verbitsky pretenden disimular, o directamente, borrar: para comprender que no se trata de señalar a los demonios y a los puros, sino de reencontrar lo humano en nuestra propia, frágil, débil humanidad”.
Más que una reedición de la teoría de los dos demonios, una ontología del ser-para-el-consuelo. Sin lugar para aquello que Spinoza llamaba una “vida humana”, organizada en torno al descubrimiento de la virtud y la utilidad común. ¿Qué se afirma en el terreno de la ética? La nada misma, la mera aspiración a perdurar, el más fofo de los nihilismos. Sólo lo “humano débil”. Es lo único que se quiere escuchar.
protocolo de actuación del pensamiento
¿Qué queda entonces de la esperada palabra filósofa? Sólo el mantra antropológico de la finitud y el conformismo.  ¿Es todo lo que lo contemporáneo en nuestra época puede pensar? Consumo y seguridad. ¿Pura domesticación?
Colonizada por la tecno-semiótica, la filosofía –otrora campo de la lucha de clases en la teoría- ya no responde a sus viejos imperativos del estado y/o la revolución. Ahora se ofrece en los mercados como terapia de la existencia en dosis aceptables, como parte de una pedagogía más amplia destinada a enseñar a vivir. Ella participa del combo de las sabidurías diseñadas para evitar riesgos. Porque, en el fondo, lo que manda es la indolencia. Lo único que se acepta pensar, el máximo de tensión ética admisible, lo que se llega a imaginar como espacio político, no pasa de una módica escena pedagógica y moral.
Se dirá que de todas formas la argumentación ya no pesa demasiado, y eso es estrictamente cierto. No es la defensa del pensamiento lo que importa. Y tal vez nunca haya importado demasiado. Se agregará que casi todos los episodios de la llamada “batalla cultural” han estado dominados por similar indolencia. De hecho, no hay tanto que rescatar de esas escaramuzas.
Lo que cuenta, sí, es aprender a defenderse del régimen de lo obsceno, aprender a combatirlo, porque en él se esteriliza al lenguaje y se anula su poder de participar en la creación modos de vida.
(fuente: Revista Crisis http://revistacrisis.com.ar/)

Clinämen: ¿Qué bicho nos picó?

Iniciamos nuestra temporada 2016 tratando de darnos algunas preguntas para orientarnos en la coyuntura amarilla. La política tomada por la Cultura del Orden, La banalidad: la obviedad y el “fascismo posmoderno”. ¿2001 y la crisis como deseo de normalidad? ¿Qué está en juego de cara al 24 de marzo?



http://ciudadclinamen.blogspot.com.ar

Felicidad asegurada (I) // Carolina Di Palma

Visibilidad y vigilancia: capitalismos no democráticos y dispositivos de excepción

Damos comienzo a una serie de clases sobre “Privacidad y vigilancia en entornos digitales” realizadas por Laura Siri a través de Fundación Vía Libre, curso que tuvo por objetivo comprender la importancia del derecho a la privacidad y estudiar el impacto de la vigilancia corporativa y estatal sobre los derechos humanos en este momento histórico.

Reconsiderar en Argentina pero también en Latinoamérica, y en realidad, a nivel global, lo que entendimos por Derecho a la Comunicación a partir de los años  60 y luego con el Informe Mac Bride nos lleva sólo a la punta del iceberg de lo que leerán de aquí en adelante en estas veintitrés publicaciones. Repensar las relaciones entre visibilidad, vigilancia y derechos son los temas que nos convocan hoy a raíz de las transformaciones que la nueva arquitectura digital, ya implementada, produce en las relaciones de poder y en los capitalismos, hasta ahora, democráticos.

Mientras la lucha política de la comunicación social hasta los años 60 y 70 fue la de, no solo acceder a la información, sino la de poder brindarla, es decir “hacer visible la propia voz”, el capitalismo se reconfiguraba hacia el capitalismo financiero y, tomando y escuchando las resistencias que clamaban por el “derecho a dar la voz”, inventaba nuevas formas de control dándonosla toda (la voz). El pasaje del capitalismo industrial al financiero y, específicamente hoy, a la New economy, son posibles gracias a nuevas formas de organización social que nos son las de la disciplina y el encierro.

Fue en el Valle del Silicio donde hizo rizoma la revolución digital contemporánea. A mediados de los años 70, con fondos del estado norteamericano,  a través de la Universidad de Standford, para investigaciones militares ligadas  a las nuevas tecnologías, surgieron los primeros circuitos integrados con semiconductores de silicio,  las computadoras personales que hicieron posibles a los millones de usuarios, las interfaces y softwares que nos permitieron entrar en contacto con las máquinas, e internet, esa gran nube virtual de soporte numérico en la que hemos entrado los seres humanos con cuerpo de signos. Luego, la caída del muro, el fin de la guerra fría,  y reconversión de la URSS, hizo posible que grandes capitales privados rusos invirtieran como capital accionario de riesgo en el desarrollo de star ups que funcionarían a nivel global. 

Hacia el año 2000 la Cumbre del G8/ G7 que se realizó en Okinawa decidió impulsar la Sociedad Global de la Información con lineamientos políticos y estratégicos. Las Naciones Unidas, a su vez, aprobó en el año 2001, la Cumbre Mundial sobre la sociedad de la información (CMSI) en conjunto con la Unión internacional de Telecomunicaciones. Dos años más tarde, en el 2003,  se realizó la Cumbre  Mundial sobre la Sociedad de la Información de Ginebra donde se hizo un “llamado a la comunidad internacional para que se fomente la transferencia tecnológica y que los países del Tercer Mundo accedan a los mecanismos de financiación, así como los destinados a mover recursos internos. Y finalmente, un poco después, la UNESCO dispuso un plan de acción y seguimiento para esta implementación que gestionamos hasta hoy en la duración continuidad dictadura-democracias-neoliberales.

Las preguntas entonces no son por el acceso, la inclusión o la tecnología sino por la democracia y la libertad vocablos que desaparecen de los horizontes políticos tal como los conocimos en la modernidad, sobre todo si pensamos que el apagón analógico está previsto en este país para el 2019.

En este momento histórico, por ejemplo, la nueva Ley Digital Argentina está enmarcada en este lineamiento del G8 que se llevó a cabo hace más de 10 años para todo Latinoamérica junto a una reorganización del capitalismo financiero que conduce hacia el gobierno de las finanzas. Este capital accionario transnacional  y global no responde a las fronteras nacionales del siglo pasado ni necesita de las instituciones de la modernidad para el orden y reproducción social. 

La producción cada vez más automatizada requiere mucho menos trabajo mecánico del cuerpo humano y este nuevo semiocapitalismo o capitalismo cognitivo asigna valor al trabajo abstracto intelectual y a la producción de sentido en la bolsa, más allá de la economía real. El  plusvalor hoy se extrae del consumo al monetizar el tiempo de ocio en los espacios virtuales de excepción donde el mercado interpela a los nuevos consumidores sin mediación alguna de las instituciones de la modernidad.
Para desviarnos de las disputas de sentido de izquierdas y derechas, kirschnerismos  y macrismos, o quizá para no desviarnos de los problemas reales contemporáneos, hacemos esta inmersión en las nuevas relaciones de fuerza que dan forma los nuevos dispositivos que organizan el capitalismo de la vigilancia, las democracias seguras y otros significantes posibles.
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¿Qué es la privacidad?

Laura Siri  (Fundación Vía Libre –  Aula virtual Artica)
¿Qué contestarías si te pregunto qué es la privacidad? 

Te cuento que para muchos directivos de grandes empresas tecnológicas la suya parece ser “algo que no existe, que no debe existir y, si existe, ya nos encargaremos de liquidar”. Algunos ejemplos:
  • En el 2000, el entonces gerente general de la compañía Sun Microsystems, Scott McNeally, dijo: “la privacidad ha muerto, supérenlo”.
  • Larry Ellison, fundador de otra gran tecnológica, Oracle, dijo en 2001 (Enlaces a un sitio externo.): “Bien, esta privacidad que les preocupa es en gran medida una ilusión. Y todo lo que deben abandonar son sus ilusiones, no su privacidad. Ahora mismo pueden ir a Internet y conseguir un informe de crédito sobre su vecino y averiguar dónde trabaja, cuánto gana, si está al día con su hipoteca y un montón más de información”. Casualmente, Sun Microsystems fue comprada por Oracle, pero eso es otra historia.
  • En 2010, el exgerente general de Google, Eric Schmidt, dijo (Enlaces a un sitio externo.): “nos das más información sobre ti y sobre tus amigos, y podemos mejorar la calidad de nuestras búsquedas. No necesitamos que tipees nada. Sabemos dónde estás. Sabemos dónde has estado. Podemos saber aproximadamente en qué estás pensando”.
  • En el mismo año, el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, sugirió que la privacidad ya no constituye una “norma social” (Enlaces a un sitio externo.).
  • Su hermana Randi, exdirectora de marketing de la compañía, fue aún más lejos al año siguiente cuando expresó que: “el anonimato en Internet tiene que desaparecer (Enlaces a un sitio externo.)” porque, en su opinión, la gente se comporta mucho mejor si no se le permite ocultar su nombre real. 
Generalmente, como ves, no definen qué es esa cosa que debe desaparecer o que ya desapareció. O bien resaltan solo un aspecto de la privacidad, como si ésta no fuera un derecho multidimensional y contextual. La verdad es que existen diferentes formas de privacidad, así como numerosos conceptos vinculados, pero no sinónimos ni antónimos lineales. Por ejemplo, intimidad, secreto y anonimato. Hay un trabajo de la British Royal Academy of Engineering (2007) (Enlaces a un sitio externo.) que, sin ser el único ni necesariamente el mejor, resulta útil para comenzar a hacer distinciones en función de “aquello que uno quiere mantener privado”. Así, se puede entender la privacidad como: 
  • confidencialidad: cuando queremos mantener en secreto cierta información sobre nosotros o sobre terceros.
  • anonimato: representa la intención de que algunas de nuestras acciones no puedan ser relacionadas con nosotros como individuos específicos. Es muy combatido por las empresas de Internet, que quieren tener datos veraces de todos para poder segmentar publicidad. Y también por las agencias de seguridad que, virtualmente, consideran sospechoso a todo aquel que no quiere aparecer online con su nombre verdadero. Sin embargo, el anonimato online es imprescindible muchas veces para garantizar efectivamente el derecho a la libertad de expresión y el disenso político.
  • identidad: podemos querer mantener nuestra identidad desconocida por cualquier razón, incluso cuando queremos separar nuestra identidad personal de la de una función pública. Las discusiones al respecto también surgen en el marco, por ejemplo, de los documentos “de identidad” obligatorios y biométricos (que, en realidad, son de “identificación”, que no es lo mismo).
  • autodeterminación: podemos considerar que algunas de nuestras acciones, actitudes y comportamientos son asunto nuestro y no incumben a nadie más (esos otros pueden ser desde empleadores hasta el Estado). No necesariamente implica ocultar un secreto (aunque el derecho a tener secretos también debería ser reivindicado).
  • libertad de “ser dejado tranquilo”: es una acepción de privacidad muy clásica, ya que fue enunciada de este modo en un famoso ensayo de los jueces Samuel Warren y Louis Brandeis (Enlaces a un sitio externo.) en 1890. Implica poder dedicarnos a nuestros asuntos sin ser escrutados por parte de nadie. Curiosamente, fue motivada por la aparición de un invento técnico: la cámara de fotos personal. Los mencionados juristas de Estados Unidos, con agudeza aún hoy vigente, decían que “La soledad y la privacidad se han hecho más esenciales para el individuo; pero la empresa moderna y la invención, a través de la invasión de su privacidad, lo han sometido al dolor mental y el stress, mucho más de lo que podría infligir una mera herida corporal”.
  • control de los datos personales: se relaciona con el derecho a controlar la información que circula sobre nosotros (ej.: dónde se almacena, quién la ve, quién se asegura de que sea correcta, etc.). Por ejemplo, todos encontramos perfectamente correcto que nuestro médico conozca qué medicamentos tomamos. Pero muchos encontramos chocante y peligroso que haya empresas dedicadas a transcribir y almacenar en bases de datos, para luego venderlo, el historial de consumo farmacológico de cada ciudadano. 
En general, más allá de qué es lo que “queremos mantener privado”, lo importante es que esa voluntad siempre depende de un contexto. En efecto, como dice Helen Nissenbaum en su libro “Privacidad amenazada”, una acción o práctica viola nuestra privacidad en función del contexto en el cual la actividad tiene lugar y también según cuál sea el tipo de información en cuestión y los roles sociales en los que las personas están inmersos. Los contextos sociales, tales como los de los servicios de la salud, la educación, el comercio y la religión, se rigen por normas sociales complejas y relaciones de poder. La privacidad, o integridad contextual, tiene que ver entonces con un subconjunto de dichas normas vinculado con los riesgos del traspaso de ciertas “fronteras” informacionales. Este tipo de normas prescriben cómo ciertos tipos de información sobre ciertas personas específicas, actuando en roles específicos, deben fluir entre las demás personas. Por ejemplo, en un contexto de amistad, los amigos comparten recíprocamente informaciones, no por obligación, sino por elección. Si lo que uno habla con sus amigos saliera de contexto, esas mismas informaciones funcionarían de modo muy distinto. El problema es que hoy en día sí salen de contexto habitualmente, solo que no prestamos atención. Porque, por ejemplo, cuando creemos estar hablando en privado con amigos en Facebook resulta que hay robots de esa plataforma haciendo análisis textual para encontrar piezas de información de valor comercial, y también hay autómatas de organismos de seguridad nacionales y extranjeros tratando de detectar actividad “sospechosa”.
Entonces, de acuerdo con la teoría de la integridad contextual de Nissenbaum, las mencionadas normas informacionales establecen expectativas contra las cuales ciertas acciones y prácticas son confrontadas. En particular, brindan una guía para evaluar nuevas prácticas sociotécnicas, cuyo respeto por la integridad contextual de los sujetos involucrados es juzgado de acuerdo con varios factores:
  • El contexto que las rige
  • Si la nueva práctica cambia los tipos de información en cuestión
  • Si la nueva práctica causa un giro en quiénes están involucrados como remitentes, destinatarios o sujetos de la información
  • Si los nuevos patrones del flujo de información encajan con los principios relevantes para la transmisión 
Entonces, cuando uno tiene la impresión de que ciertas prácticas sociotécnicas son violatorias de la privacidad es porque son percibidas como violatorias de normas informacionales que se asumen como apropiadas en determinado contexto, sostiene Nissenbaum.
Pero los contextos y la consecuente necesidad de repensar qué es la privacidad vienen cambiando a medida que también cambian las posibilidades técnicas:
  • En cierto momento, lo “inviolable” (salvo casos especificados por ley y con garantía judicial) era apenas lo que la cuarta enmienda de la constitución de los Estados Unidos predica. Es decir, el domicilio, los papeles privados, las posesiones personales que uno lleva consigo, el cuerpo.
  • Warren y Brandeis introdujeron los componentes de autonomía y aislamiento.
  • Con el creciente uso de los teléfonos, se comenzó a discutir la privacidad en las telecomunicaciones.
  • Las tecnologías de la información, con la posibilidad de confeccionar bases de datos personales, dieron lugar a un nuevo enfoque: la “privacidad informacional”.
  • Las luchas por los derechos de los gays y a favor de la despenalización del aborto también dieron lugar a argumentaciones basadas en la “privacidad”, esta vez ancladas en el derecho de cada uno a hacer lo que quiera con su cuerpo sin que otros se inmiscuyan.
  • El clásico “derecho a ser dejado en paz” experimenta una reactualización a medida que las cámaras de vigilancia se vuelven omnipresentes.
  • Con la existencia de dispositivos con capacidad de geolocalización, como los modernos teléfonos móviles, aparece el concepto de “privacidad de las ubicaciones” y la controversia acerca de si uno puede o no tener expectativa de privacidad cuando se encuentra en lugares públicos, como la calle.
  • La privacidad como confidencialidad resurge en los debates a medida que crece la conciencia de cómo nos espían las redes sociales online y los sitios de comercio electrónico.
  • Las historias clínicas digitales también han generado debates, en este caso debido a que ya no solo el médico tratante tiene acceso a los datos de salud.
  • Las presiones en distintas partes del mundo para implementar sistemas de voto electrónico dispararon dudas acerca de cómo dichos sistemas podrían comprometer el secreto del sufragio. Esos debates mostraron particularmente cómo la falta de privacidad puede comprometer seriamente la mismísima democracia.
  • La privacidad corporal no solo está puesta en cuestión por el creciente uso de biometría y recolección de ADN con diversos fines, sino también con los experimentos que hay en neurotecnología, que hacen abogar por una “privacidad de la mente”.
También hay que tener en cuenta que los riesgos para la privacidad generados por una de las prácticas previamente enumeradas interactúan sistémicamente con aquellos generados por las demás, y que una pieza discreta de información personal, recolectada en determinado momento y contexto, podría perfectamente terminar siendo usada para otros distintos y en combinación con otras piezas de información para conocer aún más íntimamente todas las particularidades de la vida de las personas.

Bernie Sanders y la razón neoliberal

Una entrevista a Ángel Luis Lara

¿Cómo ves a los movimientos sociales y a lo que pueda quedar del movimiento Occupy Wall Street con respecto a la candidatura de Sanders? ¿Puedes hacer una breve radiografía de cómo es ese espacio en USA y cómo se posiciona políticamente? 
En Estados Unidos no existe realmente la izquierda institucional, ni siquiera en el ámbito de las identidades políticas, la mera retórica o los significantes. Únicamente se dan dos opciones que apuestan decididamente por el ejercicio de una gubernamentalidad neoliberal.
Cada una de ellas, la Republicana y la Demócrata, representa en cierto sentido un modelo de acumulación diferente. Ambas escenifican una ruptura por arriba que expresa dos tipos de élites diferenciadas, con intereses e inclinaciones éticas y estéticas diversas. En los tiempos del último gobierno de Bill Clinton comenzó a hablarse de la batalla de la familia del petróleo y la industria armamentística contra la familia de la financiarización, Internet, las nuevas tecnologías y las energías renovables.
Es, en cualquier caso, un conflicto interno al orden de lo existente y cuyo sentido únicamente se juega por arriba. Demócratas y Republicanos constituyen opciones que viven atrapadas en la fidelidad a la razón neoliberal como único horizonte de sentido y principio de realidad. Por ello se ven incapaces de proponer una salida, ni real ni ficticia, a la irreversible crisis sistémica por la que transitamos y que en pocos años va a dislocar por completo el pírrico equilibrio que sostiene el crítico estado de cosas presente.
Occupy Wall Street supuso, precisamente, la posibilidad de la enunciación colectiva de una ruptura con ese orden de cosas y con ese universo de sentido. Lo interesante es que no partió de un discurso ideológico, sino de la materialidad de un diagnóstico del presente que marcaba como necesidad ineludible para la superviviencia una ruptura con los parámetros tradicionales de constitución del hecho político en Estados Unidos.
Por primera vez en décadas surgía un agente político que, al margen no sólo del sistema de partidos, sino sobre todo de las formas tradicionales de codificación e institucionalización del disenso en Estados Unidos, ponía sobre la mesa del debate público la necesidad de un cambio general de sentido. Occupy movió una energía que conectó con el estado de ánimo de millones de personas en el país.
Con un sesgo étnico muy notable y con una composición social muy limitada, el movimiento funcionó como un ejercicio de enunciación cuyo efecto, que usualmente se nombra como la capacidad de «cambiar la conversación», aparentemente sólo fue capaz de producir una intervención real en el orden de lo semántico. Sin embargo, Occupy, aún plagado de límites y problemas, modificó radicalmente el orden de lo simbólico e hizo posible enunciar y pensar cosas que antes resultaban indecibles e impensables. Su valor en ese sentido resulta vital.
No obstante, fruto de sus límites, el movimiento Occupy fue incapaz de darse continuidad. La apuesta de Bernie Sanders y la energía que está movilizando por todo el país representan, precisamente, un vehículo hipotéticamente capaz de darle continuidad a la energía activada por el movimiento.
Tanto Bernie como Occupy comparten su capacidad para movilizar la inmensa decepción generada por el profundo carácter perverso de Obama. Es precisamente de la fidelidad a la energía y a la ética activada por Occupy de la que depende la suerte de Bernie Sanders, no para ganar la nominación a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata (algo altamente difícil), sino para posibilitar la continuidad y la organización política de una razón antitética a la neoliberal, más allá de lo que pueda ocurrir en torno a las elecciones y a los modos tradicionales de práctica y representación de lo político.
En este sentido, Bernie no opera tanto como un político tradicional a la caza del voto, sino que más bien está funcionando como una herramienta que, tal vez, sabe que, aún siendo importantes, las elecciones de noviembre no son ni el objetivo final ni el punto de llegada, sino que esta campaña puede servir de excusa para poner la primera piedra de un cambio general de sentido capaz de articular en los próximos años el principio de un movimiento ciudadano masivo de cambio realmente democrático en Estados Unidos.
Solamente si se disloca decididamente la lógica electoral y de la representación para activar hasta el final de sus consecuencias una acción política otra, Bernie podrá funcionar como esa herramienta necesaria y oportuna. En cierta medida, su discurso a lo largo de la campaña apela en algunos momentos a eso.
Su insistencia en señalar la necesidad de un movimiento democrático masivo y en centrar el sentido de su campaña en ‘Bring People Together’ (‘Juntar a la gente’), la construcción de una suerte de multitudinaria comunidad del sentido común en rebeldía capaz de desbordar los límites de lo establecido, de algún modo está señalando que desafiar realmente a la razón neoliberal no pasa tanto por intervenir en la esfera de la política formal, como por activar procesos capaces de movilizar una suerte de potencia antropológica que rompa con la cultura de soledad, impotencia, competitividad e invividualización que asola toda forma de vida en Estados Unidos.
La racionalidad instrumental, la lógica del capital humano y la cualidad de la forma mercancía no son ya instancias exteriores que disciplinan la vida de los individuos, sino que operan como razón interior que ha penetrado la vida misma hasta hacerse cuerpo y conformar el ethos básico y generalizado de toda existencia en Estados Unidos.
No es en el campo de la política formal y de las elecciones donde se juega la partida decisiva por agujerear la tupida telaraña con la que la razón neoliberal ha intervenido y modificado la vida. No digo que no pueda resultar importante, lo que planteo es que no es el campo de batalla decisivo. Lo que está en juego hoy en día en Estados Unidos son cosas vitales como la derrota del azar, la extinción de la sociabilidad o la imposibilidad definitiva del amor. Me temo que eso no se combate en un parlamento o a partir de la conquista de un poder ejecutivo al que, por cierto, se le ha sustraído toda capacidad real de gobernar.
Comunicativamente, ¿cómo ves la campaña de Sanders? ¿Por qué arraiga tanto?
El impacto profundo de décadas de régimen neoliberal ha generado niveles de desigualdad social extremos, ha segregado todavía más la sociedad estadounidense abriendo una brecha insoportable entre negros y blancos, ricos y pobres, al mismo tiempo que ha convertido el endeudamiento masivo de las personas y las familias en una prisión que hoy resulta ya irrespirable para millones de estadounidenses.
La crisis iniciada en 2008 no ha hecho más que acelerar e intensificar un malestar que ha erosionado enormemente algunos de los mitos básicos del universo simbólico y las narrativas que han sostenido el proyecto de país en torno al que las élites en Estados Unidos habían logrado una legitimidad y un consenso incuestionables.
Además de ser susceptible de funcionar como herramienta, Bernie Sanders es, sobre todo, un síntoma del carácter profundo y extendido de ese malestar.
De igual modo, la potencia movilizadora expresada por el Tea Party años atrás entre una parte significativa de la población blanca de clase trabajadora, había sido ya el primer síntoma de la profundidad de dicho malestar, como lo es hoy la popularidad del propio Donald Trump entre muchos jodidos.
Bernie Sanders, en las antípodas de Trump, coincide con éste en su cualidad de síntoma de la crisis profunda de sentido por la que transita Estados Unidos, así como del enorme desafecto de millones de personas con Washington y con el sistema de partidos.
Ambos se presentan como outsiders, del mismo modo que Obama colocó esa misma condición en la estrategia electoral que le llevó a la Casa Blanca en 2008.
El valor de la campaña de Bernie ha sido, precisamente, tener la capacidad de activar la ilusión de mucha gente sacándola de la desafección y la decepción provocada por el carácter profundamente sistémico de Obama, al mismo tiempo que ha logradodisputarle la hegemonía a Trump y al Tea Party en la movilización del descontento y el malestar social en el país.
Esa capacidad expresada de manera eficaz por Bernie Sanders, sin embargo, no servirá de nada si no logra tener continuidad y constituirse en movimiento ciudadano más allá de la suerte que corra la apuesta electoral. Ese es, tal vez, el mayor límite al que se enfrenta el deseo de cambio radical de Bernie: su marcado carácter electoral corre elriesgo de quedarse atrapado en la cualidad de toda racionalidad electoral como mera movilización temporal de las emociones colectivas sin capacidad de darse continuidad más allá de la representación política y del ciclo electoral.
El otro límite del proyecto de Bernie es, tal vez, el carácter imposible de su apuesta de gobierno. Con un sistema político completamente roto que sujeta el poder ejecutivo a los designios de un poder legislativo en manos de los republicanos, las corporaciones y los sectores más recalcitrantemente conservadores del país, el ejercicio de gobierno resulta, sencillamente, imposible.
De ahí que Bernie apele una y otra vez a la construcción de un movimiento ciudadano capaz no sólo de ganar las elecciones de otoño, sino de activar una revolución democrática que desaloje a los republicanos y a las corporaciones del Congreso y del Senado. Sin ese movimiento, el proyecto institucional de Bernie es del todo irrealizable. Una pura entelequia.
Por otro lado, el éxito de la campaña de Bernie Sanders descansa en una comunicación protagonizada por la gente común. Se trata, sobre todo, de una campaña hecha y financiada por la gente. Sólo después de las campañas virales, del boca a boca digital, del carácter masivo de las micro-donaciones que han batido todos los récords en la historia electoral estadounidense y del impacto de esa energía en los primeros caucuses, los medios de comunicación masivos han comenzado verdaderamente a tomarse en serio a Bernie Sanders.
La forma movimiento y la lógica rizomática están siendo claves en el fenómeno Sanders, como ya lo fueron en la primera campaña de Obama en 2008. Sin embargo, Bernie no es Obama. No sólo lleva décadas defendiendo y tratando de hacer lo que ahora le está proponiendo al país, sino que a lo largo de la campaña está demostrando que escucha, incorpora propuestas, sensibilidades y que, cuando hace falta, asume la autocrítica. Hay poco marketing en Bernie y, aunque cueste creerlo en un político, hasta el momento transmite una cierta dosis de verdad. Subrayo el «hasta el momento». Como dicen por aquí, «esto es América y nada es lo que parece, babe». Ya sabemos lo que suele ocurrirnos cuando confiamos en los políticos.
¿El mundo hispano/latino va a apoyarle?
El mundo hispano/latino no existe. Existen muchos mundos culturales, sociales y políticos entre la población hispana o latina. No es lo mismo el americano-cubano acomodado de Miami, que el migrante indocumentado que trabaja como bracero en la industria agrícola de California o la mujer chicana que malvive con tres trabajos en Nuevo México, por citar tan sólo algunos ejemplos que habitan mundos enormemente diferentes.
Hay una diversidad de formas de vida, de condiciones existenciales y de posiciones dentro de la estructura social del país entre las personas y colectivos hispanos o latinos. Esta circunstancia nos obliga a no admitir como válido ningún razonamiento que nos imponga un universo de sentido homogeneizado y único.
No obstante, hay tal vez un estado de ánimo que está muy generalizado en la población hispana o latina: la decepción enorme con la administración Obama por inclumplir su palabra de regularización de las personas indocumentadas en Estados Unidos y por replicar y endurecer aún más las políticas de criminalización de las personas migrantes implementadas por las anteriores administraciones (Obama es el presidente que ha deportado a más personas en la historia de Estados Unidos).

La desafección con la política y con los políticos entre muchos latinos es enorme por este motivo, al mismo tiempo que entre las élites hispanas la inclinación por el apoyo a Hillary Clinton es probablemente notable. Creo que Bernie lo tiene difícil con las personas latinas.
La radicalidad de su discurso y de su propuesta seguramente pudiera conectar con aquellos que ni siquiera pueden ejercer el derecho al voto: las personas migrantes indocumentadas, aunque la mayoría de ellas no sigue la campaña y seguramente vea a Bernie como un «blanquito» ajeno por completo a sus vidas.
De la movilización de los hijos e hijas de las personas migrantes indocumentadas, nacidos en Estados Unidos y por ello ciudadanos con derecho a votar, dependerá en gran medida la suerte de una necesaria conexión con los universos latinos capaz de alterar el estado de cosas presente y de movilizar el voto.
Es, en cualquier caso, una suerte incierta. La movilización del voto entre las personas latinas e hispanas resulta una tarea altamente complicada y en la que los Clinton cuentan con mucha ventaja por su conexión con el establishment hispano y con algunos de los dirigentes de referencia en los universos latinos.

Prólogo a «Se han adueñado del proceso de lucha» // Raquel Gutiérrez Aguilar


Hay periodos, a lo largo de los reiterados ciclos de reproducción de la vida social, cuando anhelos y búsquedas desplegados colectivamente a partir de enérgicas luchas previas parecen detenerse y sumergirse en una cotidianidad ajena que, a modo de la “nada” de la Historia sin fin de Michael Ende –como dice Amador Fernández Savater- carcome la vitalidad previamente compartida, atrapando y diluyendo las apuestas más subversivas y filosas para la transformación de la vida económica y política de las naciones, las cuales se ponen en movimiento desde las luchas de abajo. En Bolivia, después de 2009, algo así parece estar ocurriendo.

Evo Morales ocupó el gobierno boliviano en enero de 2006, como una –y quizá la más visible- de las resultantes de la agitada y febril ola de movilización y levantamiento protagonizada entre 2000 y 2005 por miles y miles de hombres y mujeres en lucha, que fueron capaces, una y otra vez, de detener los rasgos más enloquecidos del belicoso afán expropiador de la riqueza social propugnado por coaliciones de intereses transnacionales entreveradas con viejas élites ferozmente machistas y racistas. En medio del estruendo del antagonismo desplegado, de la vorágine de los levantamientos en marcha y de las exigencias cotidianas, organizativas y estratégicas, que los y las movilizadas confrontaban, se produjo colectivamente, como decisión común, la hasta ahora llamada “Agenda de octubre”: auténtico plan general de lucha y de transformación profunda de las relaciones sociales que se orientaba por un lado, hacia la tendencial reapropiación colectiva de la riqueza material anteriormente usurpada por el capital privado y/o la burocracia tecnocrática (en particular la tierra, el agua y los hidrocarburos) y, por otro, hacia la reorganización política del país desde sus fundamentos mediante la realización de una Asamblea constituyente que terminara de hacer colapsar la vieja estructura política de corte colonial ya muy desgastada tras el incontenible tsunami de movilización y rebeldía.

Huáscar Salazar ha estudiado con rigurosidad y paciencia los principales acontecimientos políticos ocurridos en Bolivia después de 2006, rastreando con agudeza, en particular, los diversos esfuerzos de lucha colectiva por abrir y dar sentido y forma a un horizonte de transformación comunitario-popular que se expresaron de muy diversos modos, explícita y enérgicamente hasta finales de 2008. El recuento y análisis de numerosas acciones y discusiones protagonizadas por fogueados luchadores sociales, el registro de sus argumentos y de los nuevos conflictos que comenzaron a surgir a la hora de buscar desbordar y subvertir, en la Asamblea Constituyente y no únicamente en ella, la institucionalidad heredada –ahora parcialmente ocupada por cuadros del MAS- constituye una parte notable del esfuerzo de Salazar para contribuir a conservar vivo en el recuerdo y la memoria histórica -no sólo de bolivianos, sino de los luchadores sociales del mundo todo- aquello que colectivamente fue hilvanado como deseo común, como proyección de un presente deseable y un futuro posible en los tiempos finales del Pachakuti que remeció los Andes centrales a comienzos de siglo.

A partir de ahí y sin ningún afán de exagerar el significado del trabajo de Salazar, considero que éste se inscribe en una fértil tradición de estudiosos e historiadores de las revoluciones, cuyos trabajos han conservado, como brasas ardientes, conocimientos fértiles para el camino de la lucha y la auto-emancipación colectiva que, de otra forma, hubieran tenido el destino triste de las cenizas cuando la hoguera de las luchas parece extinguirse. Charles Bettelheim y su muy importante Historia de la lucha de clases en la URSS -obra hoy, lamentablemente, de muy poca circulación- o K.S. Karol y su extraordinario recuento analítico de La segunda revolución china –tan rico en experiencias de transformación social protagonizadas por hombres y mujeres durante el período de la Revolución cultural, actualmente todavía más negada y oculta- son, sin duda, antecesores en el tiempo del trabajo de Salazar y su registro exhaustivo de los caminos que configuraron no sólo el horizonte interior de los levantamientos sino, también, la posterior expropiación por unos cuantos del portentoso proceso de lucha protagonizado por muchos, por muchísimos hombres y mujeres que habitan en el país corazón de América del Sur.

Sin embargo, a diferencia de los historiadores mencionados, Huáscar Salazar encaró una tarea todavía más ardua, doblemente difícil. En contraste con aquellos otros que se propusieron registrar los anhelos de transformación anidados en las entrañas de las sociedades rusa y china, para volver inteligibles las dificultades que los luchadores fueron confrontando a lo largo de los años, cuando las reverberaciones de los momentos más audaces y más creativos de la revolución desplegada iban perdiéndose en el tiempo, sofocados, eso sí, por la estridencia de los discursos y argumentos de las estructuras estatales-nacionales reconstituidas para infundir nuevos bríos a la acumulación del capital; a diferencia de ellos, que contaban con un marco de intelección más o menos compartido de los sucesos sociales, que permitía organizar tanto la expresión de las ideas como la discusión de los conceptos, Salazar debe transitar un camino mucho más incierto. Documentando y escribiendo sobre sucesos de la historia boliviana reciente, al tiempo que avanza en el análisis riguroso de acontecimientos y debates, simultáneamente reflexiona sobre lo que tales acontecimientos alumbran en relación a las posibilidades mismas de pensar la revolución hoy, se empecina por desbloquear caminos posibles para la transformación cotidiana de las relaciones sociales capitalistas, cada vez más asfixiantes. Es, en tal sentido, un libro esperanzador pese a que describe un momento obscuro.

El camino andado en esta dirección es, también, fértil y sugerente. Partiendo de una relectura del siglo XX boliviano desde donde encuentra las claves de la lucha por tierra y autogobierno como ejes centrales de las históricas disputas protagonizadas por polifónicos y diversos entramados comunitarios de muy variado origen, enfrenta el análisis del período de gobierno del MAS con un ojo crítico a la vez sagaz e implacable. Esa es la densidad que se recoge, como cosecha, del estudio crítico y meticuloso de la historia. De ahí que sus posteriores análisis de las tensiones y antagonismos crecientes entre un profundo –aunque frágil y peligroso- horizonte comunitario-popular en construcción y la decisión explícita del gobierno de Morales de reconstruir una institucionalidad estatal ceñida al más conservador esfuerzo nacionalista disfrazado de “pluri-nacionalismo” medianamente populachero, no quede atrapado en el muy consabido género de la “denuncia”. Salazar va mucho más allá de ello, elaborando conceptualizaciones sobre sucesos que ve reiterarse en el transcurrir de la historia, dialogando y aportando a los argumentos de otros estudiosos de la historia boliviana reciente. Y contribuyendo, con ello, a refrescar la reflexión sobre los sentidos más íntimos que conjuga la lucha contemporánea.

“Se han adueñado del proceso de lucha”. Horizontes comunitarios-populares en tensión y la reconstitución de la dominación en la Bolivia del MAS, es un libro destinado, seguramente, a generar polémica y también, que es lo más importante, a abrir brecha para las nuevas luchas que reinaugurarán, más temprano que tarde, el camino del Pachakuti, hoy atrapado en la disputa palaciega por prebendas o en la obscura maniobra por influencia y dinero. Es para mi una alegría inmensa, que agradezco de corazón, acompañar con mis palabras en estas breves páginas, el destino de este esfuerzo que hoy ve la luz en la tierra para la cual fue escrito. Gracias Huáscar y estoy segura que comienzas a sembrar, otra vez, en buen momento.
Puebla, México, mayo de 2015

“La derechización está en curso por la propia dinámica del gobierno `progresista´” // Verónica Gago y Diego Sztulwark

Entrevista a Huáscar Salazar Lohman


Economista boliviano, activista ligado a organizaciones sociales y miembro de la Sociedad Comunitaria de Estudios Estratégicos, Huáscar (1983) publicó el año pasado el libro Se han adueñado del proceso de lucha. Horizontescomunitario-populares en tensión y la reconstitución de la dominación en laBolivia del MAS (2015) (SOCEE/Autodeterminación), con prólogo de Raquel Gutiérrez Aguilar, una investigación académica de largo aliento que trata de comprender lo ocurrido desde la llegada de Evo y del MAS al gobierno desde el punto de vista de las tramas comunitario-populares, que hasta entonces desarrollaron un enorme poder de veto contra las políticas modernizantes del estado neoliberal al punto de desestabilizar el conjunto de las categorías jurídicas, políticas y económicas de la dominación.

Luego de esa fecha, en cambio, y a contrapelo de la retórica oficial, esas mismas tramas retroceden ante la nueva síntesis estatal que no ha dejado de plantear intensos conflictos con sus iniciativas modernizantes de tipo neodesarrollista. Huáscar sostiene que no se entiende el proceso boliviano sin considerar que “la derechización ya está en curso por la propia dinámica” del gobierno “progresista”. Encontramos a Huáscar en octubre de 2015 en Puebla, en el Congreso de Comunalidad, y retomamos la conversación durante el verano para seguir de cerca el referéndum convocado por el gobierno boliviano en el que fracasó la iniciativa reeleccionista.
 
¿Qué es lo comunitario-popular en Bolivia y qué papel ha jugado en las luchas de los últimos años? ¿Qué valor tiene hoy día y qué horizonte abre?

Lo comunitario-popular es un horizonte que se establece a partir de una forma específica de producción de lo político, la cual parte de lo que Raquel Gutiérrez Aguilar –quien propone y desarrolla el término– denomina la reapropiación colectiva de la riqueza material disponible.[1]Un horizonte comunitario-popular es, entonces, la expresión política y de lucha de una serie de relaciones sociales que se tejen en torno a garantizar la reproducción de la vida, partiendo de formas autónomas, autorreguladas y siempre colectivas de ejercicio del poder y de la gestión de bienes comunes; contrapuestas siempre –aunque nunca en estado de pureza– a las que son impulsadas a partir del ordenamiento capitalista de la sociedad.

La defensa y el despliegue de esas relaciones, que básicamente implica resguardar y recuperar la capacidad colectiva de decidir sobre una base material que nos es común, es la lucha política empujada desde un horizonte comunitario-popular, el cual no parte del objetivo de la toma del poder estatal, sino que más bien tiende reapropiarse de prerrogativas sobre el ámbito material y simbólico expropiadas por la institucionalidad estatal y funcionalizadas al capital.

Si se revisa la larga historia de las luchas bolivianas, ese horizonte comunitario-popular ha sido un denominador común, el cual se ha expresado de diversas maneras en cada contexto particular, incluso en muchas ocasiones entremezclado con luchas centradas en la “toma del poder”. La Revolución Nacional del 52, por ejemplo, hubiera sido impensable sin los levantamientos indígenas y campesinos que la precedieron –muchos de ellos promovidos por el afán de recuperar sus tierras y sus propias formas de autogobierno– y que debilitaron las estructuras de dominación de ese entonces. No fue sólo una rebelión obrera, como se suele interpretar a este hecho histórico.

El ciclo rebelde de 2000-2005 fue una expresión profunda de ese horizonte, distintas fuerzas comunitarias, urbanas y rurales, lucharon sistemáticamente por la reapropiación colectiva del agua, los hidrocarburos, el territorio, además de poner en cuestión la forma de la política del Estado neoliberal. Era gente organizada a partir de asambleas, sindicatos agrarios, juntas vecinales, y otras formas organizativas centradas en la deliberación colectiva. En la mayoría de los casos no existían vanguardias iluminadas, sino que eran las formas cotidianas y autónomas de organización social las que se desplegaron en las calles. De ahí que se debe entender que si bien el Movimiento Al Socialismo emerge del movimiento cocalero en ese contexto de luchas, nunca fue la vanguardia de ellas y tampoco se debe pensar que esas luchas tenían como objetivo llevar a Morales al gobierno, ese fue un resultado más, que si bien fue importante, no expresaba el núcleo del horizonte que iba mucho más allá.

Lo comunitario-popular, entonces, se basa en la práctica colectiva de gestión de la vida social y la vigencia de este horizonte no depende de la presencia un discurso ideológico, sino más bien de la capacidad de la puesta en práctica de aquellos mecanismos que permiten recrear la relación social comunitaria. Estos, aunque no desplegados, siguen muy vigentes en la realidad boliviana, aunque eso sí, también están fuertemente golpeados por la dinámica estatal de la presente coyuntura.
¿Cómo caracterizas al gobierno del MAS? ¿Qué papel juega desde su asunción,  a partir de 2006? Tu modo de exponer el proceso boliviano, que no se hace expectativas con el papel del estado y que ve en el MAS una fuerza de normalización quita esperanza a mucha gente, no sólo de Bolivia. ¿Cómo asumís este choque con las ilusiones que aún despierta en muchos lugares la figura de Evo?

Ha habido una gran dificultad para caracterizar y nombrar al gobierno del MAS. En un primer momento, desde la llegada de Morales al gobierno hasta, yo diría, el cierre de la Asamblea Constituyente, en 2008, pudimos evidenciar una forma de ejercicio de la política estatal en la que los gobernantes se vieron obligados a responder a una serie de presiones permanentes que venían desde distintas organizaciones populares –aquellas que habían asumido las banderas de luchas entre 2000 y 2005–. La fuerza política de estas organizaciones era la base social del gobierno, que le daba legitimidad y capacidad para enfrentar a las fuerzas más conservadoras del país. En otras palabras, estas organizaciones empujaban al gobierno a cumplir una agenda popular, al mismo tiempo que le dotaban de la fuerza e impulso para lograrlo. Distintas leyes –como la de Reconducción de la Reforma Agraria– y la propia Asamblea Constituyente fueron resultados de esta dinámica, que finalmente fue impulsada desde los entramados comunitarios.

Sin embargo, aquella no era una situación cómoda para los gobernantes y menos para el ejercicio que realizaban del poder estatal. Si se revisa cuál fue la actitud del MAS en los primeros años de gobierno frente a ese empuje popular, lo que vamos a encontrar es una disputa en la que el gobierno buscaba limitar la capacidad de presión de las organizaciones sociales, expropiando prerrogativas de decisión política que éstas habían logrado a través de la lucha, y para lograr esto la estrategia fue la de establecer alianzas con las élites dominantes.

Es así que, por ejemplo, si bien en el gobierno del MAS se estableció la Asamblea Constituyente por la presión de las organizaciones, fue el propio gobierno quien produjo una serie de límites para contener las posibilidades más profundas de transformación social que aquellas organizaciones sociales intentaron plasmar en ese proceso constituyente. Tanto es así que la Constitución Política del Estado aprobada por la Asamblea Constituyente no es la que está vigente, sino que quedó una modificación de ella, la cual se realizó en una negociación a puerta cerrada entre gobierno y fuerzas conservadoras, sin organizaciones sociales. En esa negociación se modificaron más de cien artículos quitando la esencia de aquella agenda popular. La muestra más clara: tenemos una Constitución Política del Estado que constitucionaliza el latifundio, cosa que antes no había sucedido.

Lo que hizo el MAS, en tanto fuerza gobernante estatal, fue expropiar la capacidad de decisión política sobre distintas cuestiones públicas, la cual había sido reapropiada por las fuerzas populares en casi seis años de lucha previa. Para esto se vio en la necesidad de, primero, desarticular las fuerzas populares que pugnaban por dar forma a la política estatal e instrumentalizar al gobierno –en la medida de lo posible– según las heterogéneas agendas que tenían. Para lograr esto subordinó y disciplinó a las cúpulas de las principales organizaciones sociales, y a las que no logró alinear a la política gubernamental, las intervino y las reprimió.

En segundo lugar, el gobierno del MAS asumió como suyo el proyecto de los nuevos y viejos sectores dominantes, desde las transnacionales hidrocarburíferas hasta la oligarquía terrateniente, pasando por las cooperativas mineras, capital comercial, etc. Esta no es una aseveración menor, pero basta una revisión detallada de la política económica de este gobierno para evidenciar –más allá de una serie de políticas de bonos y subvenciones– que el MAS logró consolidar en Bolivia buena parte de la agenda que el neoliberalismo intentó imponer pero no pudo; sólo que lo hizo en un contexto económico internacional favorable que le permitió financiar el corporativismo que ha asumido la estructura estatal y también lo hizo a partir de formas distintas.

Entre esas formas está la retórica reproducida por el gobierno, la cual también puede considerarse como un despojo de los discursos que articularon las luchas populares previas al gobierno del MAS. Esa retórica se ha sostenido como contraparte de una política que en esencia no tiene absolutamente nada que ver con ella y su enunciación se vuelve cada vez más vacía en el imaginario popular boliviano, lo que, por supuesto, quita esperanza y produce mucha frustración, era un proceso que no necesariamente tenía que tender a esto. El MAS, como lo esperábamos muchas y muchos de nosotros, podía haber coadyuvado a profundizar las transformaciones sociopolíticas que habían impulsado las luchas populares desde las calles, abriendo un tiempo histórico fértil para pensar alternativas sociales, y no debía ser el agente que más bien se encargara de cerrar ese tiempo.

Quizá todo esto es menos evidente afuera del país, y más si tenemos en cuenta que el gobierno boliviano ha establecido, como política de legitimación internacional, la sistemática difusión de un discurso altamente seductor para una izquierda progresista latinoamericana, la cual, lastimosamente, no está haciendo el esfuerzo por ver más allá de lo que el gobierno boliviano quiere mostrar. Esas redes de apoyo internacional, que otrora eran profundamente útiles como cajas resonancia de las voces críticas existentes al interior del país, ahora están apagadas e, incluso, muchas de esas redes –las más institucionalizadas–, se han convertido en operadores intelectuales “iluministas” que se encargan de deslegitimar las voces críticas y las luchas populares que poco a poco emergen en la realidad boliviana.

Yo creo que la actual Bolivia estatal debe dejar de ser un referente de esperanza, porque es una esperanza vacía y esas esperanzas son estériles. Lo que puede convertirse en fuente de esperanza fértil –y que pasa acá y pasa en muchos lados– son las luchas populares que se empiezan a re-articular desde abajo.
¿Cómo evalúas la coyuntura de Bolivia a la luz de los cambios geopolíticos en Sudamérica?

Se habla del fin del ciclo “progresista” en América Latina, y si bien no me gusta mucho la idea de que veamos estos procesos como un “ciclos”, creo que la figura es útil para entender lo que se viene después de estos gobiernos que se autodenominaron como “progresistas”. Y sobre esto quiero puntualizar un aspecto: el horizonte que, desde la democracia formal, nos dejan este tipo de gobiernos es un horizonte de derecha. Me explico y lo ejemplifico en el caso de Bolivia –aunque por lo que conozco de otros países podría, guardando las diferencias, pensarse algo similar.

Por lo que expliqué anteriormente, más allá del discurso, el gobierno de Morales ha asumido como política de gobierno los intereses de lo que históricamente denominamos como derecha en Bolivia; es decir, esta aparente izquierda, desde una retórica popular, operativiza los intereses de la derecha, por lo que en este caso la derechización ya está en curso por la propia dinámica del gobierno “progresista”. Pero lo que también este gobierno hizo fue desarticular y aplastar los proyectos políticos críticos, aquellos que desde la heterogeneidad construían sus propias alternativas, incluso, muchas de ellas de corte electoral. El intento de monopolizar el ámbito de lo que entendemos por “izquierda”, llevó al MAS a aniquilar otros proyectos que emergieron desde abajo, un ejemplo fue el barrido y la destrucción del Poder Amazónico y Social (PASO), que era un esfuerzo de campesinos e indígenas del norte amazónico por estructurar su propio instrumento político electoral, como éste hay varios ejemplos más.

Hace unos días, un intelectual del gobierno expresaba “tenemos un solo proyecto y un solo líder”. La lamentable realidad de sus palabras nos muestra que, en la democracia formal boliviana, aparentemente nos quedan dos opciones: el MAS que se perfila para seguir gobernando como la nueva derecha, y la única alternativa pareciera ser la derecha de siempre, la tradicional. En otras palabras, el gobierno progresista pareciera que nos deja un horizonte de derecha como única opción.

Yo creo que esta dinámica de derechización de la región va a venir con fuerza, bajo distintas formas pero de manera sistemática. Sobre esto habrá que ver cuál es la capacidad de reorganización de fuerzas populares que, más allá de que participen o no en el escenario electoral, mantengan su centro de gravedad hacia abajo, ya que ese podría ser el contrapeso principal para limitar dicho proceso.
¿Qué tipo de síntesis social no-estatal imaginas como perspectiva posible?

Debo admitir que siempre me exasperan las vertientes epistemológicas que tienden a reducir la posibilidad de lo político al ámbito estatal, en primer lugar, porque se corresponden con la vocación totalizante del Estado; es decir, una epistemología de este tipo reconoce al Estado como ámbito único y privilegiado para la producción de la decisión sobre los asuntos públicos. En segundo lugar, porque son desconocidas como legítimas y válidas otras formas de producción de lo político. Lo político desde abajo, que se hace desde los “márgenes”, en palabras de Raúl Zibechi, o el “subsuelo político”, en palabras de Luis Tapia, queda simplemente invisibilizado.

En ese sentido, pensar en una síntesis social parcial no-estadocéntrica –que no necesariamente es no-estatal–, implica pensar una sociedad en el que el Estado no ejerce el monopolio de la decisión política, sino que también se despliegan una multiplicidad de formas sociopolíticas de gestión de la vida, las cuales, permanentemente –y recalco esto porque es un proceso siempre inacabado– destotalizan la vocación totalizante de la relación estatal, a partir de formas autónomas y colectivas de ejercicio del poder.

No concibo una síntesis parcial no-estadocéntrica como una imagen prefigurada, sino más bien como el despliegue de una práctica que se vivió en Bolivia desde el 2000 hasta el 2008. En todo ese periodo, las fuerzas populares bolivianas cercaron al Estado y establecieron una serie de límites a la política desde su institucionalidad. A medida que eso pasaba, los hombres y las mujeres que luchaban se fueron re-apropiando, desde su vida cotidiana, de una serie de capacidades de decisión sobre asuntos que les importaban. Incluso en los dos primeros años del gobierno de Morales, distintas fuerzas políticas no estatales se desplegaron e intentaron plasmar una Constitución Política del Estado en la cual, más que establecerse las bases de una nueva “nación”, se buscaba consolidar de manera sostenible en el tiempo una serie de límites al Estado desde su propia gramática. La idea de territorios indígenas autónomos, la participación de autoridades originarias de manera directa en la democracia formal o la propuesta de consolidar un “cuarto poder” por medio del cual las distintas organizaciones tuvieran capacidad de veto sobre todas las decisiones del legislativo y ejecutivo, entre otras propuestas más, fueron reivindicaciones que iban en ese sentido.

Entiendo, entonces, que esa fuerza desplegada desde distintos horizontes comunitario-populares, y que se posicionó en la realidad social boliviana de manera efectiva –no solamente prefigurada–, nos permitió experimentar sobre las posibilidades de producir una síntesis social parcial y no-estadocéntrica. Lo que también se aprendió de esa experiencia es que no basta producir una síntesis de ese tipo para luego transferir, por las buenas o las malas, las prerrogativas recuperadas a un gobierno que consideras “aliado”, ya que la dinámica estatal recompondrá las relaciones de poder a favor del Estado.
¿Qué repercusiones tendrá la reciente victoria del NO en el Referéndum para el proceso político boliviano?

La puesta en escena del referéndum de reforma constitucional para que Morales pueda ser re-elegido por tres periodos consecutivos marca claramente las prioridades que tiene esta administración: la consolidación de una estructura de poder dominante en torno a la figura de un caudillo. Era la primera reforma a la nueva Constitución Política del Estado y los temas más importantes, como el problema de la constitucionalización del latifundio u otros más, ni siquiera fueron pensados como una posibilidad de reforma desde este gobierno. Así pues, podríamos decir que el denominado “proceso de cambio” no sólo necesitaba habilitar a sus líderes como candidatos en 2019 para seguir existiendo, sino que, poco a poco, el “proceso de cambio” se ha convertido en eso.

La victoria del SÍ en el referéndum hubiera significado la consolidación del MAS como partido gobernante hegemónico, lo que, a su vez, se habría traducido en un clima aún más agresivo y de hostigamiento hacia cualquier intento producción de alternativas políticas populares. Y, por tanto, también hubiera significado el afianzamiento del proyecto de la nueva derecha que: reprime indígenas (masacre de Chaparina o la brutal represión de Takovo Mora); que permite el incremento de la producción cultivos transgénicos (la producción de la soya transgénica pasó del 20% al 99% en 10 años del MAS); que promueve la devastación de bosques (el perdonazo legislativo a los agroindustriales que desmontaron 5.5 millones de hectáreas); que promueve la construcción de carreteras para el gran capital pasando por territorios autónomos de indígenas sin consultar (el caso del TIPNIS y la represión a los indígenas); que ha generado una estructura prebendal nunca antes vista a todos los niveles de gobierno (empezando con el reciente caso de corrupción multimillonaria relacionada a la empresa china CAMC); que nacionaliza los hidrocarburos para pagar subvenciones a las petroleras (incentivos que llegan a otorgar el 74.5% del valor de la venta de los hidrocarburos a las transnacionales); que más allá del discurso es colonial en esencia (un vicepresidente que por fuera del país habla de pomposos conceptos y teorías, pero cuando le habla a la gente sencilla de su país, desde el paternalismo y soberbia que lo caracterizan, les dice que “Evo es como cristo resucitado”[2]); que utiliza el miedo como mecanismo de propaganda política (amenazas para quitar el apoyo a quienes no voten por el MAS[3])….En fin, la nueva derecha, esa nueva dirigencia política de las clases dominantes se habría visto fortalecida.

La victoria del NO, en cambio, ha significado la apertura de un espectro de posibilidades políticas. Por supuesto que entre esas está la derecha tradicional de este país, que es la que ahora trata de capitalizar el momento político, aunque sin mucho éxito. Esta vieja derecha le disputa el poder al MAS en el plano de la dirigencia, pero no en el plano del proyecto político; por lo que una discusión sobre cuál es menos malo es bastante estéril. Lo importante es el respiro que, esta pérdida de legitimidad y resquebrajamiento de hegemonía que ha sufrido el MAS, le da a distintas fuerzas políticas que posiblemente veremos emerger nuevamente en los próximos años. Que después algunas de estas alternativas se fortalezcan desde abajo y otras pasen a la democracia formal, será otro tema y habrá que ver de qué manera lo hacen. Pero en este momento lo que tenemos son cuatro años hacia adelante en el que continúa un gobierno de derecha pero debilitado y enfrentado con una derecha tradicional; y, en paralelo, tenemos una serie de fuerzas populares diversas y polifónicas que poco a poco encuentran cauces para su accionar político emancipador; estos son procesos que llevarán su tiempo pero que ahora la tienen un poco más fácil.

Siento que en Bolivia hemos pasado por distintas etapas frente al proceso del MAS, quizá la primera fue la de intentar  “reconducir” el “proceso de cambio” a la cabeza del actual gobierno, para pasar a un momento de  gran frustración e impotencia, que dejaron inmovilizados a las fuerzas populares, sin embargo, esta última etapa que estamos viviendo puede ser leída como un momento en que esas fuerzas empiezan a re-encontrarse y re-encausar sus esfuerzos, y lo hacen ya no interpelando al gobierno como un aliado, sino más bien como un contendiente político representante del nuevo orden dominante.


[1] Al respecto ver: Horizonte comunitario-popular. Antagonismo y producción de lo común en América Latina, 2015, SOCEE/Autodeterminación, Cochabamba.
[2] http://eju.tv/2013/12/vicepresidente-compara-a-evo-morales-con-jesucristo/
[3] https://video-frt3-1.xx.fbcdn.net/hvideo-xat1/v/t42.1790-2/10983953_455388304614160_1749238546_n.mp4?efg=eyJybHIiOjMwMCwicmxhIjo1MTIsInZlbmNvZGVfdGFnIjoicmVzXzQyNl9jcmZfMjNfbWFpbl8zLjBfc2QifQ%3D%3D&rl=300&vabr=146&oh=c1d69cffc0d38d41129c5e0e51e59c2d&oe=56D0FE48

La plaza vacía y victoriosa.// Diego Valeriano

La foto mostraría una derrota política en los términos de José Pablo Feimann, pero tal vez ese el primer error. La foto tal vez hable de una victoria de algún tipo en términos de Alejandro Rozitchner, siempre optimista, siempre entusiasta.
La verdad es que Sabatella y Cerutti meten más gente en una plaza que Macri. Y hay que verlos a ellos exultantes, felices, importantes, codeándose con los artistas repletos de alegría militante. Macri es presidente y Sabatella ex director del AFSCA.
Tal vez la foto muestre la inutilidad de la movilización popular, siempre tan sobrestimada. Y en ese mostrar, también nos muestre la poca relevancia de los imprescindibles: artistas, militantes, empoderados.
La militancia es bovarista, tiene el poder para concebirse otro del que es y, por consiguiente, de crearse una temperamento ficticio, de desempeñar un papel al que se atiene a pesar de su verdadera naturaleza y de los hechos. El militante bovarista tiene la actitud del individuo que por falta de autocrítica se imagina superior a sus parientes, amigas y compañeros de trabajo; solo ellos no se dejan captar por los medios y reclaman consideración a la personalidad idealizada que ellos mismos se han forjado.
La militancia es un trabajo más, casi como cualquier otro, hipervalorizado por quien lo ejerce, demasiado denostado por el resto.
Sabemos que la víctima es la única que hace política. Si no hay víctima no hay política. También sabemos que no es fácil ser víctima: es una compleja construcción de valores, una disputa del sentido común, alianzas, coyunturas y legitimaciones. Ninguna víctima nace víctima. (Madres, Once, Blumberg, mujeres)
Estos meses de la restauración careta mostraron que la militancia no hace política, ni transforma absolutamente nada, es más bien algo para sentirse pleno uno mismo. Nadie terciariza sus dolores, ni la sed de venganza. Los militantes no saben estar al acecho, están demasiados ensimismados en la propia como para estarlo. Y sabemos que quien no está al acecho, no está haciendo ninguna.

Mujeres huecas // Natalia Caprini

Toro posa su mano pesada, dulce y un poco bestial. Abarca el coxis, el culo todo y, con los últimos filetes de lo dedos, la concha y el clítoris. Afortunadamente se abstiene de querer dar vueltas a buenas y primeras con mi clítoris, como si fuese la manivela de uno de esos fonógrafos viejos, como el que usaba mi abuela para escuchar el tropicana -¿qué soñaría mi abuela cuando bailaba con sus pasitos cortos, mirando al cielo y escuchando el tropicana?¿recrearía con imágenes viejas, las calles de piedra de su pueblo en Calabria, la iglesia, la fiesta en la calle?¿O se creería en una película tipo Carmen Miranda, o Rita Haywort, con un galán de traje claro de lino, y bigotito finito?-. Toro espera, la mano pesada y como dormida empieza lentamente a presionar parejo, al mismo tiempo el coxis, el culo, la concha y el clítoris, despacio (parece que hoy se le desconectó ese cable de 220 que siempre tiene enchufado en el orto) y cuando empiezan a ablandarse mis carnes y a hincharse como si fueran una esponja, descubro lo dura que estaba, lo duro que aún sigue estando todo el resto del cuerpo: los músculos que están a cada lado de la columna -esos que son como dos lomitos- las axilas , la lengua, todo duro, como de piedra. Todo eso pienso en un flash, un pantallazo de imágenes que parecen durar mucho pero que seguramente no duran casi nada; y pegado a eso me aparecen imágenes de la cuadra donde vivía con mis viejos cuando era chica, en la calle Aráoz, pero la Aráoz de antes, con calles de empedrado y colores sepia; y aún más, tengo tiempo de pensar que siempre cuando empiezo a calentarme, cuando comienza a ponerse en marcha esa increíble maquinaria de la calentura (como si se encendiesen las calderas de esos barcos que andaban a carbón, con tipos oscuros y musculosos, y autómatas y subterráneos, con los cuerpos naranjas del fuego, echándole leña a la cosa), siempre me viene esa misma imagen de la calle Araoz, siempre del mismo sepia, y siempre sin porqué. Y las imágenes se esfuman porque mi atención es atraída por mi cadera, que en algún momento empezó a moverse, y algo en mí se alegra de que mi cadera se haya librado de la piedra y haya empezado su baile loco. En una inhalación me empujo con las manos y todo mi cuerpo avanza hacia atrás, como si mi culo fuese la proa de un barco que presiona la mano de Toro, que está a punto de excitarse como un loco y apresurar así el estofado, pero logra rescatarse a fuerza de una voluntad de monje de  clausura. Sigue presionando y despresionando haciendo un movimiento como de vivorita que aplasta con el talón de la palma el coxis, con la palma el culo, con los dedos los labios y con las puntas de los dedos el clítoris. Advierto que ese bailecito magistral ocurre al son de una música, la música exacta, como si el movimiento de la cadera y la mano fuesen la partitura que la orquesta va siguiendo e interpretando. Descubro después de un rato bastante eterno que esa música es mi respiración y la de Toro, que se acerca con su boca y con sus dientes y me muerde la nuca, hijo de puta, siento con el hueso del cráneo el filo de sus dientes y todo lo que venía siendo un ensueño de color naranja y un poco color caramelo y que tenía algo de cueva y de fuego y de pintura rupestre estalla por el aire, como si hubiesen puesto una bomba en la cueva y el techo y la montaña hubieran salido volando y Toro y yo también, y la luz del sol, por el contraste, nos hubiera enceguecido en ese vuelo que tiene algo de caída, o de promesa de caída. Luz, viento y movimiento acaparan mi atención, como si fuéramos a toda velocidad en el techo de un tren que va por la pampa, o por un desierto, o una estepa. Y la mordida me sacude como un rayo que me recorre desde el centro de la vulva,  subiendo  por la médula espinal, por adentro de la columna, en una onda, una ola que me estremece como a un gato. Y hay algo de cortocircuito, de saturación, de convulsión; ese pulso que me hinchaba la concha, ese bailecito autómata y redondo se extiende hacia arriba y me toma el cuello y los hombros, me afloja la mandíbula, me hincha un poco el labio inferior, me hace caer un poco de agua desde la boca y pienso por un instante en el cosito ese para morder durante la noche, el mordillo infame del bruxismo, símbolo inequívoco de la claudicación, de la aceptación de que la vida es una locura y de que dormir con las muelas apretadas es la respuesta más lógica y más ecológica a esa locura. Pienso eso, o una forma protoprimaria de eso; siento que se me afloja la mandíbula y que ese gesto, esa distensión, la boca que se abre, la lengua que se pone más gorda dentro de la boca sucede al mismo tiempo que una contracción en la concha, pero en la concha profunda: es el útero el que comienza esa contracción que llega hasta la concha, desde adentro.
Y  descubro que otra vez estoy adentro, en la cueva, con la luz del fuego, cambiante y llena de oscuros. La cueva y las sombras se mueven al compás de la respiración, pero la cueva es más grande que antes y tiene en las paredes el dibujo de las manos, como en las grutas del sur, y es al mismo tiempo el interior de un perro, no sé como, pero estamos adentro de un perro que respira como sibilando y que talvez está corriendo jadeante por una selva.
Y cuando todas esas imágenes llegan a un punto de saturación que las hace empezar a vibrar, el hijo de puta de Toro me empieza a chupar la concha: estoy en cuatro patas, o algo parecido y el loco se manda por abajo de mí como si fuera un mecánico que va a revisar el cárter del auto,  el cigüeñal, o como quiera que se llame y saca la lengua y la deja quietita, nada de nada, y mi clítoris que sube y baja empieza a crecer como las gotas de lluvia en el vidrio del baño cuando llueve desde la avenida…
La excitación aumenta y me da por decir palabras soeces. Empiezo bien bajito a decir “pija”, “pija”, deteniéndome en cada consonante, en la “p”, en la “j”, y cada letra desencadena una pequeña serie de explosiones en mi concha, y la onda expansiva me recorre, y todas las durezas de mi cuerpo van cediendo y sumándose al bailecito loco. Y como si estuviéramos dentro de una coreografía, sin decirnos nada, desarmamos la extraña figura que terminamos formando y me acuesto boca arriba, tiro la cabeza hacia atrás, abro las piernas y le ofrezco a Toro mi concha refulgente. Estoy lista. Todo mi cuerpo es un pulso que espera, con todas las membranas hinchadas: la concha, el culo, las tetas, la lengua, todo hinchado y pulsante.
Toro me mete la pija; todo este jueguito previo lo dejo en el borde de lo humano y si alguien le hubiera preguntado en ese momento cualquier cosa, seguramente habría mirado al infinito, como un mono perdido, y no habría podido responder. Está re-caliente y tiene la pija dura, muy dura y muy hinchada. Entra en mi concha y tengo la imagen de un cuchillo al rojo vivo que  atraviesa lentamente un enorme pan de manteca que se derrite y se pierde en la nada. Nos trenzamos en una danza frenética, en un galope alocado donde ya no hay imágenes, y no hay palabras, hay solamente un pulso que va tomando nuestros pensamientos y nuestros limites y nuestros nombres y los transforma en calor y en vacío. Soy un pulso, soy solamente pulso.
Acabamos como panteras en medio de gritos que no parecen de placer, sino de desesperación, de perpleja desesperación.
Vibro por todas partes.
Soy hueca.
Soy un hueco que pulsa.
Y aunque sé que esa es mi sensación, producto del garche espectacular que acabo de tener, se me aparece como universal, como si el cosmos todo fuese un hueco que pulsa. Y aún dentro de ese pulso existe, persiste un filo de mi conciencia, que siente que en ese estado estoy cerca de la verdad, de la gran verdad, y sabe también que ese estado es efímero, una nada que ya se esta desvaneciendo, y esa parte mía se aferra, lucha, no quiere salir de allí, del pulso universal, la verdad de las verdades, pero sabe, porque ya lo está sintiendo, que el estado empieza lentamente a evaporarse como la niebla matinal cuando sale el sol, y sé -me da una bronca inconmensurable pero sé- que en un rato me va a tomar la pelotudez, y que voy a ver por la tele el gran escándalo de lady Gaga, que mostró, oh horror, una teta en la entrega de los grammy, y seguro que después, caminando por la calle, me miro en el reflejo de una vidriera y pienso “estoy re gorda” y allí la pelotudez, irrevocable, hará presa de mi, y me llevará, pelotuda de pelotudas, a rodar por el mundo.

Repatriación de los cuerpos // Lucas Paulinovich

entre las mesas del bar
asomaba una cabeza de espantajos
en el humo espeso y duro
                   y hablaba
                   y exponía
                   y soltaba etílicas sus frases
esa cabeza arrapada decía:
                  “somos por experiencia de vida”
                  “tuvimos idea de la idea por necesidad”
nos encontramos en un cuerpo, nos descubrimos preguntando
qué hacer con él
qué tomar qué meternos o sacarnos o ponernos
                   qué inventamos con nuestro cuerpo, ¿cómo inventarlo?
de qué manera excitarlo, nos preguntamos
                                           dejarlo demandante, activo, absorbente
¿no nos absorbemos, en todo caso, en los cuerpos?
¿qué puede, en efecto? ¿puede reír, robar, mentir, blasmefar?
                                           ¿todo eso, un cuerpo? ¿el nuestro?
inmediatamente antes lo hicieron temblar
transpiraron las manos, cayeron gotas verdes de los ojos
ulceras en la piel
alucinaron o vieron más de lo que hubo y debían mirar
¿qué ve un cuerpo?
                    ¿cómo y cuándo mira? ¿muestra su abismo o crea un devenir?
¿es producto, un cuerpo, o es materia prima?
                   ¿mirando es posible hacer un cuerpo? ¿se lo trabaja?
¿es, también, un acorralamiento?
siempre lo hicieron, ¿acaso no dijeron que somos spinozianos?
                   ¿acaso no es ese nuestro compromiso o nuestra oportunidad?
algo semejante a una liberación
eso supone nuestro destino, así como la fatalidad
                   pero recién ahora lo asume como durable, quizás
como una galería abierta/repleta/a la eternidad, ¿lo eterno?
                                   ¿tiene que importarnos a nosotros, que tenemos cuerpo?
                   ¿tenemos que buscarla por afuera?
somos spinozianos, en fin, por la irritación y las erecciones
                                   por el agua agridulce de las llegadas, también
                                   por la verga y el pezón, las lenguas, el polvo enamorado
                                   por la saliva ácida resbalando el paladar
                                   el fondo de la garganta benéfico por el óxido
por nuestra fe, tal vez, en algo que no creemos
                   ¿qué necesidad, con estos cuerpos?
si todo lo que el sol quema y la lluvia moja y el tacto eriza
si todo somos en el cuerpo, ¿y esas imágenes?
¿esas figuraciones revoltosas que van y vienen
                   desequilibran los parantes de todo lo percibido?
¿qué son esas luces que un cuerpo despide?
¿o despliega y después las enrolla, otra vez, a su propio centro?
                   ¿a esa glándula donde la ubicaron?
¿no son contingentes esos bordes y esas geometrías, nuestro cuerpo?
                   ¿o ese instante desordenado?
¿tiene la fuerza de los lanceros que sueña, de esos arcos y esas flechas?
                   ¿o, mejor, las lanzas, los arcos y las flechas
son los que en verdad están soñando?
¿y nuestro cuerpo, que se pliega, repliega y se extiende?
                   ¿es todo sueño?
¿en el sueño se hace nuestro cuerpo?
                   ¿qué materia lo forma para ser concreto y abstracción
para que lo dividan en partes
                   para que caigan las guillotinas?
¿es sangre lo que cae de los cuerpos, o son también sus imaginerías?
                   ¿perece el cuerpo en su entierro o su abandono?
no hay exilio posible, ¿es cierto?, ninguna ausencia
                   ¿para qué llorar, entonces? ¿por qué lloran todos esos?
                   ¿qué más del cuerpo tienen las armas, los ejércitos
y las otras tropas gobernadas, todos? ¿les queda un cuerpo?
                   ¿lo usan como a un traje?
¿se le resta vida a una carne hecha alimento?
                   ¿hay podredumbre o son cuerpos que se rescatan?
¿mueren, se desintegran los cuerpos?
¿o son, además, la muerte, su primer momento?
para qué íbamos a interrogarnos, a fin de cuentas
                       si toda la duda las gozamos en el cuerpo.

Reencarnaciones en Plaza Miserere // Diego Valeriano.

Un viejo de mil años intenta convencer a una trava de algo, insiste, está manija, imagino que no tiene plata y pretende igual algo de cariño; pero solo imagino eso de careta y solitario que soy. El baile de los evangelistas se vuelve frenético, pagano, solitario. Rodeo el monumento y me encuentro con dos viejas besándose; ni erotismo, ni amor, tal vez un poco de belleza por el reflejo del sol. Un chabón  a los gritos me explica que es la reencarnación de Perón, intento no prestarle atención, pero esgrime un dato certero que hace que me detenga: Perón es la reencarnación de uno de los tres Reyes Magos.
Chorras, transas, cocineros, turros, desquiciados, una pintada que nos anuncia que CFK  vuelve, una pareja muy joven con su bebe que lo crían a fuerza de viajes, fiesta, amor y consumo. Dos chicas comparten una tortilla y un cafecito antes de encarar para Merlo. Es sábado, casi las cuatro de la tarde y al pisar plaza Miserere se teme la vitalidad de otras vidas, de otros mundos.
Diego Sztulwark en una de sus excelentes notas, nos habla de los precursores (Nietzsche) y que estos avanzan en la pura opacidad, donde aún no hay senderos delimitados. Son oscuros aún si anticipan una nueva luz, sin la cual no llegaríamos nunca a visibilizar la materia de los posibles que en ella convergen. Anuncian una luz que aún no les es propia. Intuyo que Plaza Miserere, Flores, toda la Pueyrredon de Rivadavia a Corrientes, la Peatonal de José C paz, la calle José León Suarez o cualquier feria prepotente del conurbano ya no anuncian esa luz, más bien la irradian.Habla de los precursores insurrectos que a lo largo de las últimas décadas han creado vasos comunicantes entre las subjetividades de la crisis. ¿O no hay un clinamen inesperado en el momento en que aquellxs de los que se espera que actúen como víctimas reclamando derechos (familiares de desaparecidos; los “sin” trabajo o “sin” techo, los “sin” patrón)
Nadie habla de las vidas runflas y tal vez no lo hagan por la inmoralidad y promiscuidad política que los sustenta. Inmoralidad que impide clasificaciones e incómoda análisis. Seguramente  ni se debería  hablar de política. Las vidas runflas son el otro incomprensible e inabarcable. Los militantes  y gestores solo los ven como víctimas o victimarios. Jamás como precursores insurrectos imbuidos de una potencia de transmutación, insurrección y destrucción de normalidades, restauraciones y cultura dominante.
Dos chicas cruzan la plaza de la mano, las dos con el mismo peinado y un piercing un poquito arriba del labio, sin duda son un homenaje a Amy Winehouse, o su reencarnación, la carga política viene por detrás.  Sin saberlo tejen una telaraña en su andar. O mucho más runfla, se agarrapatan, “se agarran”, “se prenden”, con mucha prepotencia, al mundo. En ellas y en todos los demás que componen esta plaza la resistencia no es una mera táctica “con aguante” que “vamos a volver”, sino que se parece más a una creación. Me detengo a mirarlas, ellas también se fijan en mí, bajo la vista. Ellas siguen ahí, en lo importante, en la creación de otros mundos.

Treinta años de espera, dos siglos de condena // Verónica Gago

Entrevista a Rita Segato


La antropóloga Rita Segato fue una pieza clave en el histórico juicio que, en Guatemala, por primera vez expuso un crimen de género como un crimen de Estado. Las quince mujeres mayas festejaron las condenas a 240 y 120 años de prisión para quienes las sometieron a esclavitud sexual y doméstica en un cuartel de descanso del ejército cuando ya empezaba el proceso de paz. Segato, responsable del peritaje que desnudó la maquinaria de sometimiento como rutina militar en la guerra represiva, explica cómo se aplicó aquí su concepto de “pedagogía de la crueldad” y por qué esta sentencia y sus fundamentos sientan un precedente en todo el continente y aportan también para pensar los femicidios y el cuerpo de las mujeres como campo de batalla.
Por primera vez, una nación juzga un crimen de género como crimen de Estado cometido durante el período de la guerra represiva en Guatemala. Las protagonistas de esta victoria histórica fueron quince mujeres mayas q’eqchi’es que desde hace tres décadas piden justicia por lo que sucedió en el período autoritario, durante los años 80. El tribunal acaba de concluir sus trabajos, que se desarrollaron durante todo el mes de febrero, y terminó por condenar a 240 y 120 años de cárcel, respectivamente, a los dos militares responsables: el coronel Esteelmer Reyes Girón y el ex comisionado militar, Heriberto Valdez Asig. Pero su eficacia legal y simbólica los sobrepasa ampliamente ya que este caso –conocido como Sepur Zarco, el nombre de la aldea q’eqchi’ donde se ubicó el “Cuartel de descanso” militar– es, sin lugar a dudas, un hito ejemplar tanto por la condena como por los argumentos que le dieron cuerpo. Y, sobre todo, porque provee un vocabulario, una voz querellante y un precedente jurídico sin igual para la elaboración conceptual, política y de teoría de género para las múltiples formas de guerra que hoy se despliegan contra las mujeres, haciendo de su cuerpo el principal territorio de la contienda.
Para prepararnos para el 8 de marzo conversamos, una vez más, con quien fue otra de las mujeres clave para esta victoria: la antropóloga argentina Rita Segato, a cargo del peritaje antropológico de género, cuyo objetivo fue desentrañar la maquinaria de “la esclavitud sexual y el servicio doméstico forzados como rutina militar en la guerra represiva”. Segato leyó su informe ante el tribunal por más de dos horas y media; luego fue interrogada por la fiscalía y por la defensa. Al leer su trabajo de más de cien páginas, además de su rigor y compromiso, no deja de sentirse ahí la fuerza de un pensamiento que deviene herramienta práctica de combate. Por las fotos que circulan, puede revivirse el estremecimiento jubiloso de las mujeres querellantes al escuchar la sentencia. Esa fuerza ya es de todas.
¿Cómo fue el encuadre del caso?
Agentes de un Estado sometieron a un grupo de mujeres indígenas a esclavitud sexual y doméstica –esta última sentida con tanto dolor como la primera por las querellantes-, durante seis años, de forma rutinaria y “coreografiada”, como dije en el juicio, en un cuartel militar “de descanso”, después de desaparecerles a sus maridos porque aspiraban a los títulos de su tierra ancestral. Decimos que se trata de un crimen de género de lesa-humanidad porque agentes estatales son acusados de trato inhumano, cruel y degradante mediante rutinas de acceso sexual forzado como forma sistemática de ejecutarlo, así también como otras formas igualmente importantes de sometimiento compulsorio como la entrega forzada de servicios domésticos y la obligatoriedad de presencia en “turnos” en el espacio del cuartel militar o, como única alternativa, la condena a muerte de sus hijos en el destierro a la montaña. Mi argumento central, que conseguí probar, es que no se trató de un proceder espontáneo y de causa libidinal, resultante de la testosterona de la soldadesca, sino de una estrategia de guerra. Una estrategia diseñada quirúrgicamente, resultante ciertamente de una asesoría de expertos, llevada a efecto mediante una programación que llamé “neurobélica” de los soldados que luego, cuando se decide que la guerra terminó, es suspendida por la misma secuencia de mandos que la había instalado.
¿Cómo usas la palabra esclavitud para la cuestión sexual y doméstica específicamente en tu peritaje?
Ese es el tenor de la denuncia elevada a la Corte por Mujeres Transformando el mundo, organización que, presidida por la abogada Paula Barrios, condujo de forma magistral, francamente deslumbrante y efectiva, este proceso que hizo llegar, después de recorrer un camino azaroso y lleno de obstáculos, la voz de las mujeres hasta la tarima de los jueces. La “obligatoriedad de disponibilidad sexual y doméstica” es lo que se entiende por “esclavitud sexual y doméstica”. Argumenté que allí se dio una rutina de sometimiento e intervención expropiadora en el territorio-cuerpo de las querellantes. El término “esclavitud doméstica” la diferencia del servicio doméstico contratado y, en mayor o menor medida, remunerado y libre. Mediante el uso del término “esclavitud” se indica su extracción por coerción, la ausencia de remuneración y, en este caso, además, se suma el onus –carga– de la obligación de aportar los insumos por parte de las víctimas, retirándolos de sus propias familias para entregarlos a una tropa de ocupación que eliminó a sus cónyugues desaparecidos, torturados, y localizados en una fosa común. (N.de E.: Como surge del testimonio de las querellantes, ellas debían aportar la harina para las tortillas que debían cocinar a los militares y también el jabón para lavar sus uniformes, todo bajo amenaza de muerte).
Una vez más, ¿por qué el cuerpo de las mujeres? ¿Qué se juega ahí?
Se trata de una estrategia de las guerras difusas contemporáneas que entiende que en la agresión por medios sexuales al cuerpo de las mujeres se alcanza el centro de gravedad que mantiene en pie el edificio de la comunidad. Por eso digo que es una guerra entre hombres que se hace en el cuerpo de las mujeres. Así se rasga el tejido social comunitario, se instala el autodesprecio, el endo-racismo y el racismo intrapsíquico, pues el método es la profanación. El cuerpo de la mujer alegoriza el cuerpo social, y la dominación sobre el mismo simboliza el poder jurisdiccional sobre un territorio. Las mujeres y sus crías, además de ser seres humanos que sufren en su cuerpo y en su espíritu la saña de los verdugos, son además figuras de intenso poder enunciativo y símbolos de futuro de sus comunidades y pueblos, y la pieza intermediaria, la interpuesta persona a través de la cual se atraviesa el daño a la colectividad en su conjunto. En el daño a sus mujeres y sus crías, también, se revela la impotencia de un colectivo que debería ser capaz de mantenerlas bajo su protección y custodia: éste es un esquema arcaico, ancestral, que permanece intacto en el imaginario colectivo.
¿Podrías explicar un poco más estos conceptos de racismo?
El endo-racismo se genera mediante el reclutamiento forzado de hombres indígenas de las aldeas ocupadas para actuar como Comisionados y Patrulleros a cargo de tareas compulsorias de delación, represión y masacre, y de participar en la apropiación del cuerpo y servicios domésticos forzados de mujeres de su mismo pueblo. Podríamos llamarle de acriollamiento forzado, es decir, la captura del hombre indígena y mestizo a la función de apropiador, lo que requiere que pase a despreciarse a sí mismo y depende de que sea dócil a la pedagogía racista que le impone despreciar su raza en sí mismo y en aquellos que vienen de una historia común consigo.
¿Cómo sería el vínculo que marcas entre racismo y guerra entonces?
Es evidente que la violencia no pasa de los hogares campesino-indígenas a la guerra, como ha sido, en general, la lectura eurocéntrica y en especial de la cooperación española. Y sí, en cambio, de la guerra a los hogares. Al punto que no existe en lengua maya queqchi, y en general en las lenguas mayas, ninguna palabra para “violación”. Por eso quedé perpleja cuando mi tesis fue respaldada por el peritaje lingüístico. Cuando las mujeres empezaron a contar lo que les había sucedido no tenían léxico, no tenían en su lengua ningún término para el acto de violación, y la palabra que usaron, lo más próximo que encontraron es la palabra maya para “profanación”. (Rita se refiere a la palabra “muxuk”, reproducida en varios medios locales, junto a otra frase de las querellantes: “Maak’al chik inloq’a”, que se traduce como “me quedé sin respeto/sin dignidad”). Es esencial alejar la comprensión de estos hechos tanto del mundo de la intimidad, como de la violencia de género de orden doméstico y también de una espontaneidad fruto del caos y del descontrol propios de la guerra. Y sobre todo es necesario dejar de atribuir al orden de género de los hogares campesino-indígenas las causas del mal que les sobrevino a partir de la guerra y como consecuencia de la guerra. Las violencias sexuales que se ejecutaron en la guerra, tanto las violaciones como la rutina de esclavitud sexual y doméstica a que fueron reducidas las mujeres son de manual, fueron pautadas y practicadas por los soldados a partir de lo que se podría llamar “programación neurobélica” y obedecieron a una secuencia de mandos. Nada tuvieron de espontáneas o de resultantes de una “cultura machista”. Así lo revelaron los soldados a las mujeres en algunas ocasiones y, sobre todo, se comprueba con la suspensión de esa práctica cuando las mujeres fueron recogidas en cuarteles de cuidado y rehabilitación al iniciarse el proceso de paz.
¿Se trataría más bien de lo que venís llamando “pedagogía de la crueldad”?
Por un lado, la truculencia es la única garantía del control sobre territorios y cuerpos, y de cuerpos como territorios, y, por el otro, la pedagogía de la crueldad es la estrategia de reproducción del sistema. Con la crueldad aplicada a cuerpos no guerreros, sobre todo, se aísla y potencia la función propiamente expresiva de estos crímenes, función que, como he destacado en todos mis análisis anteriores, es inherente e indisociable en todos los tipos de violencia de género. Es necesario recordar y reafirmar que éstos no son crímenes de motivación sexual, como los medios y las autoridades siempre insisten en decir para privatizar y, de esa forma, banalizar este tipo de violencia ante el sentido común de la opinión pública, sino crímenes de guerra, de una guerra que debe ser urgentemente redefinida a la luz de una expansión constante de una esfera para-estatal en nuestro continente. Ese proceso continúa. Las guerras represivas se transformaron en guerras de corporaciones armadas de tipo mafioso, escena en franco proceso de expansión en nuestro espacio continental.
¿Esta guerra tiene a la desposesión de bienes comunes, en particular la tierra, como uno de sus objetivos estratégicos? Hablaste también de una población no completamente conquistada, ¿en qué sentido?
La elección de las víctimas, todas ellas esposas de hombres que, en los Comités de Tierras, intentaban informarse sobre la situación de títulos de las tierras que ancestralmente ocupaban, compitiendo de esta forma con los intereses de los finqueros de la región delata una definida selectividad. El interés de los finqueros era seguir explotando la tierra sin otorgar derechos a sus ocupantes ancestrales y contar con la mano de obra indígena fragilizada, que perpetuaba el régimen servil colonial semi-esclava o servil de los habitantes de las aldeas que, como Sepur Zarco, se encontraban dentro o en el borde de sus fincas, en una situación de títulos de propiedad inciertos. Y sí, considero Guatemala un país donde la conquista no logró concluirse, un país todavía victorioso frente al dominio conquistador. No podría de otra forma ser país de una mayoría maya tan vital y deslumbrante. De ahí el manifiesto odio y tenebroso racismo de las elites blanqueadas, que pierden control por ese hecho y que, también, son presas de la furia al ver en el espejo su propia imagen como habitantes de un país no-blanco, un país vencedor frente a la blancura, un país que, en su gran mayoría, no desertó de su mayanidad.
Esta “crueldad expresiva”, como vos también la nombrás, sin embargo excede a contextos y paisajes comunitarios, ¿verdad?
La crueldad expresiva denota la existencia de una soberanía para-estatal que controla vidas y negocios en un determinado territorio y es particularmente eficaz cuando se aplica al cuerpo de las mujeres. Este “método” es característico de las nuevas formas de la guerra no convencionales, inauguradas en nuestras dictaduras militares y guerras sucias contra la gente, en las guerras internas, en las guerras llamadas “étnicas”, en la soldadesca asalariada de las empresas militares privadas, en el universo de los sicariatos que trabajan para las mafias, y en el accionar para-estatal de las fuerzas estatales de seguridad en tiempos de “democracia real”. Por eso hablo de una nueva conflictividad informal y de guerras no-convencionales que configuran una escena que se expande en el mundo y, en especial, en América Latina, con muchas fases. Allí, la crueldad expresiva es la estrategia, y el cuerpo de mujeres y niños es el objetivo táctico, para alcanzar, por la ejemplaridad y truculencia, el tejido social en su centro de gravedad.
¿Cuál es la singularidad y la importancia de este juicio?
El Estado guatemalteco constituyó un tribunal para juzgar exclusivamente y como tema central del juicio un crimen de género, perpetrado por medios sexuales, como crimen de guerra -en este caso de guerra interna, represiva. Esto nunca había sucedido anteriormente, pues siempre estos crímenes fueron mencionados y considerados como agregados a los crímenes de guerra de interés general y significación universal: aquéllos contra los hombres y contra poblaciones en su conjunto, y en los casos en que se juzgó por esclavitud sexual como crimen de guerra separadamente siempre fue en tribunales de conciencia o simbólicos, como en el clásico caso de las mujeres coreanas por los japoneses. La importancia fue enfatizar la forma quirúrgica en que, a través de la mujer, se agredió la comunidad y los principios de reciprocidad y mancomunamiento que la articulan, pues en el mundo comunitario el par conyugal garantiza los intereses reproductivos y productivos de la aldea, de la comunidad, del pueblo, es decir, garantiza la posibilidad de su continuidad, el proyecto histórico de continuar como pueblo.
Su significación es también especial para el continente, donde la cuestión de los femicidios parece no tener límite…
Se lo dije a la jueza: este juicio y su sentencia no solamente interesan a las mujeres querellantes, sino también a toda la nación guatemalteca, a América Latina por entero, también al mundo, incluyendo a los propios acusados, que muy probablemente no tuvieron noción de qué pieza jugaron en esa guerra sucia ni para quién trabajaron. Los acusados tuvieron penas de más de un siglo y la última foto muestra el júbilo de las mujeres maya queqchies después de esperar treinta años por justicia y reparación. Un aspecto muy importante de la reparación material, moral y comunitaria que ellas reclaman, entendida desde su propia perspectiva, es que el Estado, a través de la sentencia ejemplar, declare y establezca públicamente su inocencia, condición indispensable para que la comunidad las reintegre y pueda reconstituirse, sanar su tejido social. Lo más impresionante fue su gran coraje todo este tiempo, sin asustarse –pues el enemigo nunca dejó de ser truculento– y sin desistir.

Los Desaparecidos // John Gibler

La crónica del 26 de septiembre de 2014, el día en que 43 estudiantes mexicanos desaparecierony por qué esto puede ser un punto de inflexión para el país.



PARA LOS PRIMEROS DÍAS DE OCTUBRE, la cancha exterior de básquetbol de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, una población del estado mexicano de Guerrero, se había convertido en una sala de espera de la desesperación. El dolor irradiaba como calor. Bajo el alto techo de lámina corrugada de la cancha, los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos se reunían a enfrentar las horas entre las expediciones de búsqueda, las protestas y las reuniones con funcionarios del gobierno, trabajadores de derechos humanos, y antropólogos forenses. Reunidos en grupos a la orilla de la cancha, sentados en el piso de concreto o en sillas plegables de plástico acomodadas en semicírculos, hablaban en voz baja y entre ellos. La mayoría había viajado desde pequeñas comunidades indígenas y campesinas de Guerrero. Muchos habían llegado sin una muda de ropa. Todos habían venido a buscar a sus hijos.

La noche del 26 de septiembre de 2014, en la ciudad de Iguala, a 125 km, policías uniformados emboscaron cinco autobuses de estudiantes de la normal y otro que llevaba a un equipo de fútbol profesional. Junto con tres sicarios no identificados, dispararon y mataron a seis personas, hirieron a más de veinte, y “desaparecieron” a 43 normalistas. El cuerpo de una de las víctimas fue hallado en un campo a la mañana siguiente. Los asesinos le habían quitado el rostro. Los soldados del 27º Batallón de Infantería, cuyo cuartel está a menos de tres kilómetros y que tienen la misión de combatir el crimen organizado, no intervinieron.

La noticia del ataque fue recibida inicialmente con muda indignación, sobre todo porque la información que llegaba de Iguala, una ciudad montañosa de 110,000 habitantes, era confusa. Durante varios días circularon conteos contradictorios de los normalistas desaparecidos. No fue sino hasta el 4 de octubre, cuando la procuraduría estatal anunció que habían descubierto la primera de una serie de fosas comunes a las afueras de Iguala, que los medios nacionales e internacionales descendieron sobre la región. Cuando los forenses confirmaron que el primer cuerpo de los treinta restos calcinados no era de los estudiantes desaparecidos, la ira y el horror se extendieron. A lo largo de octubre, hubo marchas y vigilias por todo el país. En Chilpancingo, la capital de Guerrero, estudiantes de Ayotzinapa rompieron ventanas e incendiaron edificios del gobierno estatal. En Iguala, manifestantes saquearon y quemaron el palacio municipal.

A pesar de no ser un evento aislado ni la peor masacre en los últimos años, lo ocurrido en Iguala caló hasta la médula de la sociedad mexicana. Quizá haya sido la magnitud de la violencia, o la absoluta brutalidad, o que las víctimas eran estudiantes normalistas, o que los autores materiales fueran en su mayoría policías municipales, o que el presidente municipal de Iguala, su esposa y el jefe de policía probablemente estuvieran detrás del ataque, o que los gobiernos estatal y federal fueran falaces en su investigación e insensibles en su trato a las madres y padres de los desaparecidos. Cualquiera que haya sido la causa y probablemente fuera una combinación de todas estas razones es imposible exagerar el efecto que los ataques han tenido sobre el país. Los mexicanos hablan de Iguala como sinónimo de trauma colectivo. México ahora es una nación de luto, y en el corazón de ese dolor están esas cuarenta y tres familias en la cancha de básquetbol de Ayotzinapa y su agonizante demanda: Vivos se los llevaron, vivos los queremos.

CADA AÑO, 140 ALUMNOS DE NUEVO ingreso llegan a la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, un internado varonil, provenientes de algunos de los lugares más golpeados económicamente del hemisferio, donde las escuelas primarias suelen ser estructuras de adobe de un solo cuarto sin electricidad, agua corriente ni plomería. Estos son de los jóvenes más comprometidos de sus comunidades, para quienes el sistema dice que no hay lugar: aquellos aparentemente destinados a ingresar a las filas más bajas de los ejércitos de la guerra del narco o a cruzar el desierto de Arizona en desbandada para ir a pizcar pimientos en California o lavar platos en Chicago. La escuela normal, conocida como Ayotzinapa, les ofrece una ruta diferente: una profesión. Ayotzinapa les dice: “Aquí perteneces.”

La colegiatura, el alojamiento y las comidas son gratuitos. El gobierno estatal proporciona un presupuesto alimentario que equivale a unos $50 pesos por estudiante por día, lo cual suele significar una dieta de huevo, arroz y frijoles. Los estudiantes se encargan de limpiar todo, de servir y de buena parte de la cocina. Los dormitorios de primero son cajas de concreto sin ventanas ni muebles. Llegan a dormir hasta ocho alumnos por cuarto, tendiendo cartones y cobijas como camas. Algunos cuelgan huacales en la pared para usarlos de cómoda.

Las escuelas normales rurales fueron creadas después de la Revolución mexicana para promover la alfabetización en el campo. Para mediados del siglo XX, llegaron a ser 36. En 1969, el gobierno federal cerró numerosas escuelas, y ahora sólo quedan 14. Ayotzinapa fue fundada en 1926, y como todas las escuelas normales, tiene una larga tradición de movimientos estudiantiles de izquierda. En los murales de la escuela no sólo aparecen figuras revolucionarias de renombre internacional como el Che Guevara y el rebelde zapatista Subcomandante Marcos, sino también los líderes guerrilleros de los años 1970, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, ambos egresados de Ayotzinapa. Varios murales conmemoran a dos estudiantes que la policía mató en el 2011, durante una protesta exigiendo un aumento a la matrícula de la escuela y a su presupuesto alimentario.

Una de las “actividades”como los normalistas llaman a sus acciones más comunes, es la toma de camiones. Viajar a observar a maestros en zonas rurales es parte esencial del currículo, pero la escuela nunca ha tenido muchos vehículos ni presupuesto para alquilarlos o adquirirlos. (A principios de septiembre, la escuela sólo tenía dos camiones, dos urvans y una camioneta a su disposición.) Desde hace mucho tiempo, para conseguir transporte, los normalistas acuden a las terminales de autobuses cercanas o hacen un bloqueo en la carretera, luego abordan un autobús detenido y le informan al chofer y a los pasajeros que el vehículo será empleado “con fines educativos para la Escuela Normal de Ayotzinapa.”

Los funcionarios del gobierno condenan las acciones de los normalistas, que califican de robo. Los estudiantes insisten en que no son ladrones y que siempre “llegan a un acuerdo” que incluye un pago. Los choferes no abandonan sus vehículos; a veces acampan en la normal, donde les dan los alimentos, por semanas y en ocasiones hasta meses. Cuando los estudiantes bloquean las autopistas, normalmente lo hacen en las casetas de cobro. Rodeados por los estudiantes, los conductores tienden a “donar” el pago al fondo de transporte de la escuela normal. Ninguna de estas tácticas es exclusiva de Ayotzinapa, pero lo que los distingue es que ellos las han integrado en el funcionamiento cotidiano de la escuela.

En mayo de 2013, Adela Micha, reportera de Televisa, entrevistó al gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero. Ella le preguntó cómo era posible que el robo de autobuses por parte de los normalistas fuera una práctica habitual. Aguirre respondió que Ayotzinapa “se ha convertido en una especie de búnker. Ni la autoridad federal ni la autoridad estatal tenemos acceso porque es un espacio también que se ha utilizado por parte de algunos grupos, sobre todo para llevar adoctrinamiento a estos jóvenes, para irles a sembrar mucho rencor social”. Micha le preguntó quiénes estaban detrás del adoctrinamiento. Aguirre respondió: “Algunos trasnochados de la guerrilla en Guerrero”.

EL PLAN PARA EL 26 DE SEPTIEMBRE nunca fue Iguala. “Nos interesaba Chilpo,   me dijo Iván Cisneros, uno de los estudiantes de segundo año que coordinaron las actividades aquella tarde, refiriéndose a Chilpancingo  . Donde vamos a hacer las actividades es a Chilpo. Estaban súper calientes las cosas allí, y no nos queríamos ir para no arriesgar a la gente, supuestamente, y por eso optamos por ir hasta Iguala”.

(La siguiente crónica de lo ocurrido la noche del 26 de septiembre está basada en entrevistas con catorce estudiantes que sobrevivieron a los ataques y a más de diez residentes, incluyendo cuatro periodistas, que también los presenciaron. Los nombres de los estudiantes que sobrevivieron son seudónimos).

A mediados de septiembre, un grupo de alumnos de segundo año expropió dos camiones en la terminal de Chilpancingo. Necesitaban los vehículos para transportar estudiantes a una práctica de observación de aulas de tres días. A su regreso, se quedaron con los autobuses y los choferes porque muchos de la escuela planeaban viajar a la Ciudad de México para la marcha del 2 de octubre, que conmemora lo que es considerado el evento más infame en la historia mexicana moderna: la masacre de cientos de estudiantes a manos del ejército en 1968. El problema era que Ayotzinapa no tenía suficientes autobuses para transportar a todos.

Para conseguir más autobuses, los coordinadores estudiantiles casi todos de segundo año programaron una actividad para la tarde del viernes 26 de septiembre. Pero decidieron evitar Chilpancingo porque los granaderos, policías antimotines, estaban apostados en la terminal de autobuses. En vez de ir allí, la actividad se llevaría a cabo en la dirección contraria, cerca de Huitzuco, una pequeña ciudad a unos 110 kilómetros de la escuela.
A eso de las 5:30 p.m., los coordinadores llenaron los dos autobuses con unos 80 alumnos de primer año y salieron. Según todas las versiones, el ambiente en los autobuses era festivo. Los normalistas habían llegado al campus hacía más o menos un mes. Para muchos, el viernes había sido el primer día de clases, y ahora estaban a punto de participar en uno de los ritos de iniciación de la escuela, su primera actividad. “No sabíamos a qué actividad íbamos”, me dijo un alumno de primero. “Nada más nos dijeron, Vámonos, para acá.”

Pararon a las afueras de Huitzuco, y los normalistas empezaron a pedir donativos, atentos a los autobuses que fueran a Chilpancingo. Empezó a oscurecer, los automovilistas eran hostiles y no llegaba ningún autobús. Cisneros llamó a uno de los otros coordinadores y le dijo, “No, pues esto ya valió, no vamos a poder llevarnos ninguno”.
Los coordinadores se disponían a regresar a Ayotzinapa cuando un camión se aproximó. Los estudiantes se pusieron de acuerdo con el chofer, que les solicitó primero ir a dejar a sus pasajeros a Iguala, como a 20 minutos. El autobús llegó a la ciudad a las 8:00 p.m., y todos los pasajeros bajaron, excepto los nueve estudiantes que lo habían tomado. El chofer les dijo que necesitaba autorización antes de salir hacia la normal. “Sí, espérenme un momento”, les dijo.

A unas cuantas cuadras, la élite política de Iguala y unos 4,000 acarreados se hallaban reunidos en la Plaza Cívica de las Tres Garantías para escuchar lo que estaba anunciado como el segundo informe anual de actividades del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (dif) en Iguala. Una oficina regional del dif difícilmente derrocha dinero en flores, luces y sonido, comida y grupos musicales para su informe anual. Los periodistas que cubrieron el evento dicen que fue una fiesta de precampaña apenas disimulada para la esposa del alcalde, María de los Ángeles Pineda, que esperaba ser su sucesora. Notable entre los presentes, había un coronel del 27º Batallón de Infantería.

Electo en 2012 como presidente municipal, José Luis Abarca y su esposa trataban Iguala como su feudo desde hacía mucho. En años recientes, adquirieron 31 casas y departamentos, nueve negocios y trece joyerías. El Ejército Mexicano donó parte del terreno en el que la pareja construyó un centro comercial de $23 millones de dólares a las afueras de la ciudad. En diferentes ocasiones, las procuradurías estatal y federal han acusado a los padres de Pineda y a sus tres hermanos (dos de los cuales han sido asesinados) de encabezar un grupo del crimen organizado llamado Guerreros Unidos. En Iguala, la opinión generalizada es que la policía y los Guerreros Unidos son sinónimos. En una ocasión, Pineda amenazó a un reportero en público, “Si le sigues te voy a cortar las orejas”.

Abarca ha sido acusado de asesinar al activista Guerrerense Arturo Hernández Cardona en 2013. Un testigo declaró ante la procuraduría federal que Abarca le disparó a Hernández Cardona en el pecho y en la cara. Hernández Cardona llevaba cuatro días desaparecido cuando su cuerpo torturado fue encontrado a la orilla de un camino.

Entre quienes desconocían las acusaciones contra la pareja gobernante de Iguala y el hecho de que estuviera en un mitin a pocas cuadras de allí, se hallaban los nueve estudiantes que esperaban impacientes a que regresara el chofer del autobús. Lo veían, mientras seguía hablando con los guardias de seguridad de la terminal, que a su vez hablaban por sus teléfonos y radios. Temiendo que el chofer se negara a subirse otra vez al autobús, los estudiantes llamaron a sus compañeros que seguían en la autopista, cuya respuesta fue rauda: juntaron piedras, abordaron nuevamente sus dos autobuses y salieron hacia la terminal.

Cuando llegaron, los normalistas estacionaron los autobuses en la calle y se lanzaron sobre la terminal, sus rostros cubiertos con las playeras amarradas a sus cabezas. Los nueve estudiantes que esperaban abandonaron el camión y, junto con los demás, tomaron otros tres. Ahora a bordo de cinco autobuses, la policía sin aparecer, los normalistas les dijeron a los choferes que los sacaran de la ciudad lo antes posible. Dos autobuses enfilaron hacia el oriente por Periférico Sur, que rodea el centro de la ciudad y ofrece una salida directa hacia la autopista. Los otros tres camiones se dirigieron hacia el norte por la calle Galeana, hacia la Plaza Cívica. Ignorando las exigencias de los estudiantes de acelerar, el chofer que iba a la cabeza avanzaba a vuelta de rueda. Para entonces eran como las 9:30 p.m. En el mitin político, habían terminado los discursos y estaba tocando la banda.

Cuando los tres autobuses pasaron por la Plaza Cívica, patrullas de la policía llegaron, con las sirenas encendidas. Una patrulla se metió enfrente del primer autobús, frenando la caravana. Los normalistas bajaron de un salto para quitar la camioneta del paso. Llegaron más policías y empezaron a disparar al aire. Los normalistas de Ayotzinapa daban por hecho que pelear con la policía era un poco como jugar al gato y al ratón: si te agarraban, te iban a golpear y arrestar, pero los balazos no eran parte del juego. Se lanzaron a la patrulla, apedreándola y obligando al conductor a retroceder. “Yo iba en el tercer autobús. Cuando escuchamos los disparos, nos bajamos”,me contó Ernesto Guerrero, un estudiante de primero. Y un compañero de nosotros de la academia, de segundo, nos dijo a los demás No se asusten, paisas, son disparos al aire. Pero cuando íbamos, vimos que no eran al aire, que eran contra el autobús, incluso eran disparos contra nosotros. Es cuando tomamos la decisión de empezar a defendernos. En el camino yo encontré cuatro piedras, y cuatro piedras son las que arrojé.”

Con el camino despejado, los tres autobuses pasaron por la plaza y siguieron por la calle Juan N. Álvarez, que se extiende unas quince cuadras antes de llegar a Periférico Norte, una de las principales avenidas. Las camionetas de la policía los persiguieron, llegando de los lados y desde atrás, disparando en repetidas ocasiones. Los autobuses estaban a pocos metros del cruce con Periférico Norte cuando una patrulla les cerró el paso. Esta vez, el chofer abandonó la camioneta. Cuando los normalistas del primer autobús empezaron a empujar la patrulla para quitarla, la policía abrió fuego. El estudiante Aldo Gutiérrez Solano recibió un disparo en la cabeza. En la confusión, los normalistas que estaban moviendo la patrulla por poco la echan encima de él. “Ya al final les señalamos y se dieron cuenta que el compañero estaba tirado, estaba sangrando de la cabeza de un balazo”, me contó Edgar Yair, alumno de primero. “Lo queríamos levantar. Y en cambio de que los policías dejaran que lo levantáramos, pues, más nos disparaban, más fuerte, más rápido eran los balazos.” En ese momento, los estudiantes se dieron cuenta de que todo había cambiado. Las presuntas reglas se habían desintegrado.

Los normalistas corrieron, algunos se volvieron a meter al primer camión, otros se escondieron entre ése y el segundo. Llegaron más policías, disparando pero sin acercarse. Los normalistas gritaron pidiendo una ambulancia. Cuando finalmente llegó una, la policía le impidió acercarse, pero la ambulancia rodeó por atrás y los paramédicos por fin pudieron llevar a Gutiérrez Solano al hospital, donde le declararon muerte cerebral.

La mayoría de los policías se agrupó por detrás del tercer autobús, atrapando a los normalistas que estaban adentro. “Escuchamos que se gritaban”,me contó Jorge Vázquez, un alumno de primero que se escondió en la parte de atrás del primer camión. “Pero después me asomé de una ventana y vi donde estaban subiendo a varios compañeros a las patrullas, que ya se los llevaban.” En los siguientes 90 minutos, dicen los sobrevivientes que la policía obligó a los normalistas del tercer autobús a tenderse boca abajo en la calle, con las manos en la nuca, antes de subirlos a sus patrullas y llevárselos. Estos eran entre 25 y 30 de los normalistas que desde entonces no se han vuelto a ver.

Mientras ocurría este ataque, los dos autobuses que salieron por el Periférico Sur se separaron. Uno, con catorce normalistas, quedó detrás del autobús que llevaba al equipo de futbol de tercera división los Avispones de Chilpancingo, que volvía a casa tras haber derrotado al equipo de Iguala esa misma tarde. “Ya en el último puente, ya para salir rumbo a Chilpancingo”, me contó Alex Rojas, uno de los catorce normalistas, “fue cuando miramos que debajo, justo debajo del puente estaba un autobús Estrella de Oro, y atrás y adelante había muchas patrullas, ahí se veían las torretas.” Ése era el quinto autobús. Los estudiantes que iban a bordo están entre los desaparecidos.

Al ver el retén, el chofer del camión de Rojas trató de darse la vuelta, cuando la policía llegó velozmente y lo obligó a detenerse. Los normalistas abandonaron el autobús y echaron a caminar hacia el otro lado. A sus espaldas, oyeron a los policías gritar, “¡Cáiganle a la verga! ¡Si no, van a valer verga ya!” Perseguidos por la policía, los catorce escaparon a un campo cercano. En las siguientes tres horas, trataron de llegar a los autobuses en la calle Álvarez pero la policía se los impidió, les disparó y los persiguió por un cerro, donde se ocultaron hasta la mañana. Sicarios atacaron el autobús que llevaba al equipo de fútbol en la carretera a Chilpancingo, y mataron al chofer, a un jugador de 14 años, y a una mujer que iba en un taxi que pasaba por ahí, e hirieron a por lo menos nueve más.

PARA LAS 11:30 P.M., la policía dejó la escena del primer ataque, tras recoger los casquillos y limpiar la sangre de la calle. Poco a poco los normalistas fueron saliendo de sus escondites. Montaron guardia y colocaron piedras y artículos de basura alrededor de los casquillos y las manchas de sangre que quedaban, en un esfuerzo por preservar la escena del crimen. El interior del tercer autobús, del que la policía se había llevado a todos los estudiantes, estaba cubierto de sangre. Poco después, dos urvans de normalistas llegaron de Ayotzinapa habían recibido las llamadas de auxilio en los primeros momentos del ataque y poco a poco, unos cuantos periodistas y vecinos empezaron a aparecer.

Cerca de la media noche los periodistas, tras fotografiar los balazos en los autobuses y los casquillos en la calle, pidieron una entrevista con el presidente del comité estudiantil de Ayotzinapa, que había llegado en una de las urvans. Las cámaras de video y grabadoras de audio llevaban unos cuatro minutos rodando cuando empezaron a sonar ráfagas de ametralladora. “Exactamente cuando se está terminando la conferencia ellos dicen sus nombres, y empezamos a escuchar las detonaciones”,me contó uno de los periodistas. Eran ráfagas. Eran una infinidad de disparos. Los cristales de muchos carros empezaron a reventar. Entonces todos empezamos a correr en dirección a los autobuses.” El reportero dejó su grabadora encendida mientras corría. Se puede escuchar la descarga de tiros y gritos. Dos normalistas, Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava cayeron en la calle, muertos.

Coyuco Barrientos, un alumno de primero, fue de los pocos que pudo ver a los sicarios. Dijo que eran tres, que vestían ropa negra tipo militar, con pasamontañas, y disparaban fusiles de asalto desde la cintura. “El primero,” me contó Barrientos, “empezó a disparar al aire. De ahí, empieza a tirar hacía nosotros. Y yo regresé a ver y claramente se veían las chispas de las balas donde se iban en el suelo, parecían cuetes de Navidad. Todas las chispas iban rebotando en el suelo hacía nosotros. Así que, pues lo que hicimos en ese mismo momento, fue correr. Después se bajaron otros dos sujetos y empezaron a tirar contra nosotros. Eran ráfagas, no dejaban de tirar.” La mayoría de estos estudiantes lograron refugiarse en casas cercanas a unas cuantas cuadras, donde los vecinos los llevaron a los cuartos del fondo y apagaron las luces.

Juan Pérez, un alumno de primero que en el primer ataque recibió un disparo que le atravesó la carne de la rodilla, iba corriendo por la calle cuando un compañero cayó a su lado. Le habían disparado en la boca. Varios normalistas ayudaron a Pérez a cargar al compañero herido. Una mujer les gritó desde una ventana en un primer piso que se podían esconder en su casa, pero ellos le pidieron direcciones para llegar a un hospital. Sobre esa misma calle, dijo ella, había una pequeña clínica privada. Golpearon la puerta y las ventanas, y dos mujeres los dejaron entrar. Casi veinticinco estudiantes y vecinos entraron corriendo. Las mujeres mintieron, diciendo que eso era un laboratorio de rayos X y no una clínica. Les rogaron a las empleadas que llamaran una ambulancia.

Después de veinte minutos, los normalistas oyeron que llamaban a la puerta. Afuera había soldados del 27º Batallón de Infantería con uniforme y equipo de combate. Cuando los normalistas abrieron la puerta los soldados, apuntando sus fusiles, ordenaron a gritos que todos se echaran al piso. “Nos habían quitado los celulares. Nos tomaron fotos”, me contó Yair. “Y un comandante de ellos nos dijo que pues nosotros no teníamos necesidad de estar allá, que adónde nos fuimos a meter, que nosotros buscamos nuestra propia muerte. Y nosotros empezamos a decirle que éramos estudiantes aquí de la normal. Y él nos decía que no, que para él éramos unos delincuentes”. En algún momento entre las 12:30 y la 1:00 a.m., llegó el director de la clínica, pero se negó a atender a los estudiantes heridos. Él y los soldados expulsaron a los normalistas a la calle. A unas cuantas cuadras, una familia les brindó asilo, mientras un grupo pequeño de estudiantes encontró un taxi para llevar a su compañero herido a un hospital.

En algún momento como a la 1:30 a.m., después de pasar por un retén de la policía en la carretera, el primer grupo de reporteros de Chilpancingo llegó al cruce de Periférico Norte y Juan N. Álvarez. Hallaron los cuerpos de los dos estudiantes muertos, tirados boca abajo en la calle, los autobuses y carros acribillados a tiros, y soldados embozados parados a los lados de la escena del crimen.

A la mañana siguiente, los normalistas acudieron a la procuraduría estatal en Iguala. Identificaron a veintidós policías que los habían atacado, hablaron con trabajadores de derechos humanos, e hicieron una lista de los desaparecidos. Allí fue cuando se enteraron de que los normalistas a quienes la policía había bajado de los autobuses nunca llegaron a la cárcel. Cuando llamaban a sus celulares, no contestaba nadie. Inicialmente, la cifra de normalistas cuyo paradero se desconocía llegó a 57, pero luego supieron de los catorce normalistas que habían escapado hacia las afueras de la ciudad.

Como a las 7 a.m., empezó a circular una fotografía en las redes sociales. La última vez que se había visto a Julio César Mondragón Fontes, un alumno de primero originario de la Ciudad de México lo cual era una rareza en Ayotzinapahabía sido como a media noche en la calle Álvarez. Estaba hablando con Juan Ramírez, otro alumno de primero, y estaba asustado. “Me comentaba pues que él, al siguiente día, se iba a ir a su casa me contó Ramírez, porque no quería arriesgar su vida. Él decía que pensaba en su familia, pues, en su esposa, su hija. Que es lo que le importaba más.” Momentos después, los tres sicarios enmascarados abrieron fuego. En la fotografía, la camisa roja de Mondragón Fontes está levantada hasta su pecho, exhibiendo moretones oscuros alrededor de su torso. Le desollaron la cara y las orejas. Le arrancaron los ojos. Sus amigos lo identificaron por la bufanda gris alrededor de su cuello.

CUANDO LOS PRIMEROS REPORTES DE IGUALA empezaron a surgir, México supuestamente estaba viviendo su Momento. A dos años de iniciado su sexenio, el presidente Enrique Peña Nieto había promovido extensas reformas en educación y energía, y el arresto de Joaquín “el Chapo” Guzmán, el criminal más buscado de México. Las imágenes de violencia que definieron la anterior administración de Felipe Calderón habían dejado de dominar los diarios. La revista Time puso a Peña Nieto en la portada de su número de febrero de 2014, con el encabezado “Salvando a México”. Las noticias a mediados de septiembre de una masacre perpetrada por el ejército en Tlatlaya llevó al arresto de los soldados implicados, algo que no hubiera ocurrido bajo el gobierno de Calderón. Desde lejos, quizá parecía que México finalmente estaba saliendo de uno de sus periodos más oscuros.

Durante los últimos ocho años, en la llamada “guerra contra las drogas”, unos 100 mil mexicanos han sido asesinados y por lo menos 20 mil han desaparecido (las organizaciones de derechos humanos consideran que la cifra es mayor). Estos cálculos no incluyen las decenas de miles de migrantes de Centro y Sudamérica asesinados y desaparecidos en México durante el mismo periodo. La lista de masacres se ha vuelto tan común que desensibiliza. En septiembre de 2008, se encontraron 24 cuerpos botados cerca de un parque afuera de la Ciudad de México; diez estaban decapitados. En enero de 2010, sicarios irrumpieron en una fiesta en una casa y mataron a quince estudiantes de preparatoria y universitarios de Ciudad Juárez. En agosto de 2010, 72 migrantes de Centro y Sudamérica fueron hallados masacrados en una bodega de un rancho en San Fernando, Tamaulipas. Ninguna de estas masacres condujo a protestas nacionales. Las movilizaciones después del asesinato en 2011 de siete personas en el estado de Morelos, entre ellos el hijo de un respetado poeta católico, dieron voz al dolor de la nación pero perdieron impulso después de que los intentos de negociar con el gobierno federal se estancaron.

La lógica oficialista de la guerra contra las drogas en México ha permitido que muchos acepten como algo normal los asesinatos, masacres, desapariciones forzadas, tortura y un aparato político que en muchas ocasiones no sólo permite que estos crímenes queden impunes sino que, en demasiados casos, los consiente. En un reporte de 2014, Amnistía Internacional documentó que el uso de tortura por parte del ejército y la policía mexicana es extenso y rutinario. De hecho, el concepto mismo de la corrupción en México ha quedado caduco: en la mayor parte del país, las fuerzas del estado y los “narcos” están plenamente integrados, y ninguno de los principales partidos políticos está exento. Como dicen en México: “La gota que derramó el vaso”. Para muchos, Iguala fue la gota que derramó el vaso. Destrozó la insistencia del gobierno en que en la guerra contra las drogas existe una clara distinción entre los buenos y los malos, entre la ley y la ilegalidad.
El 27 de septiembre, la policía estatal arrestó a los veintidós policías de Iguala que los estudiantes identificaron. El 30 de septiembre, el presidente municipal Abarca, su esposa y el jefe de policía se dieron a la fuga. El presidente Peña Nieto canceló un viaje que tenía programado a Guerrero, alegando condiciones climatológicas desfavorables pero también dando la impresión de que los asesinatos y las desapariciones no eran asunto suyo. Al respecto, le dijo a un reportero: “Espero que la autoridad de Guerrero asuma su propia responsabilidad”. El plan de búsqueda en la primera semana consistió en que la policía estatal llevaba a grupos de padres de familia por Iguala, y a veces se detenían frente a una casa y les sugerían que tocaran la puerta y preguntara si sus hijos estaban escondidos allí.

Luego, el 4 de octubre, el procurador estatal anunció el descubrimiento de cuatro fosas comunes en los cerros a las afueras de Iguala. La excavación inicial reveló un número indeterminado de restos humanos calcinados. El método que condujo a la policía estatal a las fosas clandestinas al parecer fue la tortura. “Apretaron a uno de ellos”, me contó un oficial, “y cantó.”

Al otro día, el procurador estatal declaró que un hombre detenido había confesado que él y otros miembros de un cartel habían asesinado, quemado y enterrado a los estudiantes en esas fosas. Para entonces, el gobierno federal se había hecho cargo de la investigación, ejerciendo su poder de asumir jurisdicción sobre los casos que involucren al crimen organizado, un reconocimiento tácito por parte de la administración de que las consecuencias políticas no podían seguirse ignorando.

Después del anuncio sobre las fosas comunes, el recién formado comité de padres dio una conferencia de prensa en Ayotzinapa e hizo un llamado al gobierno a cambiar su búsqueda. Decenas de hombres y mujeres angustiados estaban sentados en filas detrás de los tres familiares elegidos para hablar a nombre de todos. “Sabemos que el gobierno y sus policías fueron los que se los llevaron y saben donde están”, me dijo Manuel Martínez, uno de los representantes. “Lo único que puede parar esto es que se nos entreguen con vida a los 43 jóvenes.” Los padres anunciaron que un equipo independiente de antropólogos forenses argentinos los representaría en la investigación del gobierno.

En las siguientes semanas, los padres emprendieron una serie de fuertes protestas. Junto con los normalistas, bloquearon carreteras federales, marcharon por ciudades, rompieron vidrios e incendiaron el Congreso estatal de Guerrero y el Palacio de Gobierno. Cuando el análisis de adnconfirmó que los restos hallados en las fosas comunes no eran de los normalistas, las protestas se extendieron a ciudades por todo el país. El 23 de octubre, el gobernador Aguirre anunció su renuncia. Seis días después, los padres se reunieron con el presidente Peña Nieto y le dijeron que si no podía encontrar a sus hijos con vida, debería seguir el ejemplo de Aguirre.

Para noviembre, Iguala se había convertido en la peor crisis de la administración de Peña Nieto. Desde el inicio, su gobierno subestimó la profundidad de la ira suscitada por lo de Iguala y ahora trataba, a menudo de manera errática, de controlar los eventos. El 4 de noviembre, las autoridades federales arrestaron al ex alcalde Abarca y su esposa en la Ciudad de México (el jefe de policía sigue prófugo). Luego, el 7 de noviembre, el procurador general Jesús Murillo Karam dio una conferencia de prensa y anunció que el gobierno tenía confesiones grabadas en video de tres hombres que afirmaban ser miembros de los Guerreros Unidos.

Según Murillo Karam, la noche de los ataques la policía entregó a los normalistas a un grupo de narcos que los llevó al tiradero de basura a las afueras de Cocula, un pequeño pueblo a unos kilómetros de Iguala. Cuando los tres hombres llegaron al tiradero a cielo abierto, descubrieron que quince normalistas ya estaban muertos o inconscientes. Los hombres interrogaron a los demás normalistas, preguntándoles a qué habían venido a Iguala. “Dijeron que venían por la esposa de Abarca, nomás así dijeron”, afirmó uno de los hombres. Luego, según la versión oficial, los hombres mataron a los normalistas, echaron sus cuerpos al tiradero y quemaron los cuerpos, usando madera, llantas, gasolina y diesel para nutrir las flamas.

Después de quince horas, sólo quedaban fragmentos de hueso y cenizas. Los hombres echaron los restos en bolsas para basura y vaciaron todas menos dos en el cercano río San Juan. Esas dos bolsas, dijeron, las echaron cerradas. Murillo Karam explicó que agentes federales habían recuperado las dos bolsas con los fragmentos diminutos de hueso, que serían enviados al prestigioso laboratorio de adn de la Universidad de Innsbruck en Austria. A 58 minutos de iniciada la conferencia de prensa, tras explicar las confesiones a los reporteros, Murillo Karam interrumpió la pregunta de un reportero, diciendo, “Ya me cansé”,y se marchó poco después.

Si el propósito de la conferencia de prensa era dar por terminado el caso y reducir las protestas, tuvo el efecto contrario. Las palabras de Murillo Karam pronto se volvieron virales, convertidas en objeto de burla en las redes sociales. En pocas horas los usuarios de Twitter estaban siguiendo el hashtag #YaMeCanse. Algunas respuestas populares fueron: “Si ya te cansaste, vete”, “Ya me cansé del miedo”, y “Ya me cansé de los políticos”.

La versión de Murillo Karam generó más preguntas de las que respondió. ¿Cómo pudieron tres hombres someter a 43 jóvenes activistas? ¿Cómo pudieron quemar 43 cuerpos en la lluvia? ¿Por qué en el tiradero no se encontraron rastros de fibras de acero de las llantas que los asesinos afirman haber usado en el fuego? ¿Por qué los asesinos habrían de vaciar cuidadosamente seis bolsas de cenizas humanas al río pero echar las otras dos cerradas? ¿Cómo es posible que los estudiantes les dijeran a los hombres que iban a protestar contra la esposa del presidente municipal, cuando eso nunca fue parte de la actividad de esa noche? Más preocupante, ¿por qué el gobierno no presentó las confesiones grabadas en video de los veintidós policías identificados por los normalistas como sus atacantes? ¿Por qué el gobierno no ha dado a conocer las transcripciones de los radios policiales y celulares, incluyendo los de Abarca y Pineda, de aquella noche?

Para muchos observadores, la versión del gobierno parecía demasiado fácil. La versión de Murillo Karam se enfocaba tanto en los tres presuntos sicarios que Abarca, Pineda y la policía quedaban desdibujados. Las contradicciones y anomalías en la versión oficial de los hechos alimentaron temores bien fundados de que al gobierno federal le interesaba más el encubrimiento que una investigación rigurosa.

Esa investigación tendría que atender los numerosos reportes de que la propia policía de Iguala constituía una banda del crimen organizado. De acuerdo con un periodista de la localidad, “La fachada es la policía municipal. Pero es una fachada. No son policías municipales”. Son narcos que usan uniformes de la policía, armamento de la policía y patrullas de la policía. Se llaman ‘los Bélicos’. Son policías que están dentro de la policía municipal”. Según un funcionario de la ciudad, “Los famosos Bélicos. Son los que maneja el hermano [de Pineda]. Son policías con patrullas y todo, pero operan en las noches con capuchas, parando gente. Les daban una hora para juntar $10 mil pesos, y si no…”. Una investigación examinaría cómo Iguala se había convertido en un “narcomunicipio”, en palabras de Mario Patrón, director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez. Una investigación preguntaría cómo podía operar ese narcomunicipio, teniendo una base militar en la misma ciudad.

Al día siguiente de la conferencia de prensa, los padres miraban desde la otra acera mientras normalistas de Ayotzinapa apedrearon las ventanas que quedaban del Congreso estatal de Guerrero y llevaron camionetas hasta las escaleras de entrada y les prendieron fuego. Poco después, padres y normalistas partieron en tres caravanas, recorriendo el país en busca de apoyo. El 20 de noviembre, en el 104º aniversario de la Revolución mexicana, las caravanas convergieron en la Ciudad de México y llevaron a decenas de miles de personas al Zócalo, el corazón simbólico de la nación.

En los días previos y posteriores a la marcha, adondequiera que uno volteara, allí estaba Ayotzinapa: en las primeras planas de los diarios y las portadas de las revistas, en los programas de radio, en las conversaciones oídas al pasar, en el arte de grafiti y esténcil. En la estilosa colonia Roma había un altar de velas y carteles exigiendo justicia para los 43. En la popular colonia Obrera, en un muro blanco, letras rojas de un metro y medio declaraban: “Ayotzinapa: fue el Estado”. El diario deportivo Récordsacó una primera plana en negro con el encabezado: “#indignación: México está harto. México está de luto”. Figuras tan diversas como el Papa Francisco, el futbolista estrella Chicharito, y la banda ganadora del Grammy, Calle 13 han dado declaraciones en apoyo a las familias y los normalistas. Un domingo temprano, unos 700 corredores organizaron una carrera espontánea a lo largo de la avenida Reforma; todos llevaban el número 043.

El 6 de diciembre, el laboratorio austriaco confirmó que la identidad de uno de los fragmentos óseos correspondía a un estudiante de 19 años llamado Alexander Mora Venancio, uno de los 43 normalistas desaparecidos. En conferencia de prensa, Murillo Karam resumió la investigación del gobierno, diciendo que habían arrestado a 80 sospechosos, entre ellos Abarca, Pineda y más de 40 policías municipales. “Esta prueba científica”, dijo, “confirma que los restos encontrados en una de las escenas coinciden con la evidencia de la investigación y con la declaración ministerial de los detenidos, en el sentido de que en dicho lugar y forma se privó de la vida al grupo de personas”.

Las palabras de Murillo Karam confirmaron los peores temores de muchos observadores: el gobierno estaba haciendo todo lo posible por cerrar el caso. El equipo de forenses argentinos que había estado trabajando en conjunto con el gobierno, rápidamente se distanció de la versión de Murillo Karam. “Por el momento”, dijo en un comunicado de prensa del 7 de diciembre, “no hay suficiente certidumbre científica o evidencia física de que los restos recuperados en el río San Juan por peritos de pgr[Procuraduría General de la República]… correspondan a aquellos retirados del basurero de Cocula, como indicaron los inculpados por pgr”.

Lo que significó que a once semanas de los ataques, los padres de familia contaban con poca más información sobre sus hijos, de la que les dieron en los días siguientes a las desapariciones. Esto es lo que sabían. Esto es lo que sabemos. La policía, auxiliada por sicarios, mató a tres personas, hirió a más de 20, y desapareció a 43. Tres sicarios enmascarados vestidos de civil volvieron a la escena de uno de los ataques y mataron a dos estudiantes e hirieron a otros más. Alguien asesinó y mutiló a Julio César Mondragón Fontes. Alguien asesinó y quemó a Alexander Mora Venancio. El ejército sacó por la fuerza a estudiantes heridos de una clínica privada pero más allá de eso no intervino. Todo lo demás sobre lo que pasó con los normalistas después de que se los llevó la policía es rumor, especulación o está basado en confesiones dudosas.

En respuesta a la declaración de Murillo Karam, los padres de familia advirtieron sobre mayores protestas. Muchos vieron la noticia durante una marcha en la Ciudad de México, e hicieron el anuncio parados ante el colosal Monumento a la Revolución. Felipe de la Cruz, uno de los padres de familia, le dijo a la multitud, “No nos vamos a sentar a llorar, vamos a seguir luchando por la presentación con vida de los otros 42.”

Para entonces esta exigencia esta exigencia desgarradora e irreprochable había llegado a representar no sólo a los hijos desaparecidos de Ayotzinapa, sino el profundo anhelo de encontrar a México mismo y sacarlo de todo el horror. 
Ilustraciones de Clay Rodery
Traducido por Juan Elías Tovar
Fuente:https://stories.californiasunday.com

Del Estado de derecho al Estado de seguridad // Giorgio Agamben

«No es posible comprender lo que realmente se juega en la prolongación del estado de emergencia en Francia si no se lo sitúa en el contexto de una transformación del modelo estatal que nos es familiar. Es crucial, primero que nada, desmentir el propósito de las mujeres y hombres políticos irresponsables, según los cuales el estado de emergencia sería un escudo para la democracia.

Los historiadores saben perfectamente que lo que es cierto es lo contrario. El estado de emergencia es justamente el dispositivo mediante el cual los poderes totalitarios se instalaron en Europea. Así, en los años que precedieron a la toma del poder por Hitler, los gobiernos socialdemócratas de Weimar habían recurrido tan a menudo al estado de emergencia (estado de excepción, como se lo denomina en alemán) que se puede decir que Alemania había dejado de ser, antes de 1933, una democracia parlamentaria.
Ahora bien, la primera acción de Hitler, después de su nombramiento, fue proclamar un estado de emergencia, que jamás fue revocado. Cuando la gente se sorprende de los crímenes que pudieron cometerse impunemente en Alemania por los nazis, se olvida de que estos actos eran perfectamente legales, porque el país estaba sometido al estado de excepción y las libertades individuales estaban suspendidas.

No vemos por qué un escenario semejante no podría repetirse en Francia: podríamos imaginarnos sin dificultad un gobierno de extrema derecha sirviéndose para sus fines de un estado de emergencia al que gobiernos socialistas han habituado a partir de ahora a los ciudadanos. En un país que vive en un estado de emergencia prologando, y en el que las operaciones de policía sustituyen progresivamente al poder judicial, cabe aguardar una degradación rápida e irreversible de las instituciones públicas.
Esto es tanto más cierto que el estado de emergencia se inscribe, hoy en día, en el proceso que está haciendo evolucionar las democracias occidentales hacia algo que hay que llamar, ya mismo, Estado de seguridad («Security State», como dicen los politólogos estadounidenses).

La palabra «seguridad» ha entrado tanto en el discurso político que se puede decir, sin temor a equivocarse, que las «razones de seguridad» han tomado el lugar de aquello que se llamaba, en otro tiempo, la «razón de Estado». Hace falta, sin embargo, un análisis de esta nueva forma de gobierno. Como el Estado de seguridad no atañe ni al Estado de derecho ni a aquello que Michel Foucault llamaba las «sociedades de disciplina», conviene arrojar aquí algunas referencias con miras a una posible definición.

En el modelo del británico Thomas Hobbes, quien ha influenciado tan profundamente nuestra filosofía política, el contrato que transfiere los poderes al soberano presupone el miedo recíproco y la guerra de todos contra todos: el Estado es aquello que viene precisamente a poner fin al miedo. En el Estado de seguridad, este esquema se invierte: el Estado se funda duraderamente en el miedo y debe, a toda costa, mantenerlo, pues extrae de él su función esencial y su legitimidad.

Ya Foucault había mostrado que, cuando la palabra «seguridad» aparece por primera vez en Francia en el discurso político con los gobiernos fisiócratas antes de la Revolución, no se trataba de prevenir las catástrofes y las hambrunas, sino de dejarlas advenir para poder a continuación gobernarlas y orientarlas a una dirección que se estimaba beneficiosa.

De igual modo, la seguridad que está en cuestión hoy no apunta a prevenir los actos de terrorismo (lo cual es, por lo demás, extremadamente difícil, si no imposible, porque las medidas de seguridad sólo son eficaces después del golpe, y el terrorismo es, por definición, una serie de primeros golpes), sino a establecer una nueva relación con los hombres, que es la de un control generalizado y sin límites —de ahí la insistencia particular en los dispositivos que permiten el control total de los datos informáticos y comunicacionales de los ciudadanos, incluyendo la retención integral del contenido de las computadoras.

El riesgo, al que nos enfrentamos en primer lugar, es la deriva hacia la creación de una relación sistémica entre terrorismo y Estado de seguridad: si el Estado necesita el miedo para legitimarse, es entonces necesario, en última instancia, producir el terror o, al menos, no impedir que se produzca. Se ve así a los países proseguir una política exterior que alimenta el terrorismo que se debe combatir en el interior y mantener relaciones cordiales e incluso vender armas a Estados de los que se sabe que financian las organizaciones terroristas.

Un segundo punto, que es importante comprender, es el cambio del estatuto político de los ciudadanos y del pueblo, que se suponía que es el titular de la soberanía. En el Estado de seguridad, vemos producirse una tendencia irreprimible hacia aquello que hay que denominar una despolitización progresiva de los ciudadanos, cuya participación en la vida política se reduce a los sondeos electorales. Esta tendencia es tanto más inquietante en cuanto había sido teorizada por los juristas nazis, quienes definen al pueblo como un elemento esencialmente impolítico, cuya protección y crecimiento debe asegurar el Estado.

Ahora bien, según estos juristas, hay una sola manera de volver político este elemento impolítico: mediante la igualdad de ascendencia y raza, que va a distinguirlo del extranjero y del enemigo. No se trata aquí de confundir el Estado nazi y el Estado de seguridad contemporáneo: lo que hay que comprender es que, si se despolitiza a los ciudadanos, ellos no pueden salir de su pasividad más que si se los moviliza mediante el miedo contra un enemigo que no lo sea solamente externo (eran los judíos en Alemania, son los musulmanes en Francia hoy en día).

Es en este marco donde hay que considerar el siniestro proyecto de pérdida de la nacionalidad para los ciudadanos binacionales, que recuerda a la ley fascista de 1929 sobre la desnacionalización de los «ciudadanos indignos de la ciudadanía italiana» y las leyes nazis sobre la desnacionalización de los judíos.
Un tercer punto, cuya importancia no hay que subestimar, es la transformación radical de los criterios que establecen la verdad y la certeza en la esfera pública. Lo que impresiona en primer lugar a un observador atento a los informes de los crímenes terroristas es la renuncia integral al establecimiento de la certeza judicial.

Mientras en un Estado de derecho es entendido que un crimen sólo puede ser certificado con una investigación judicial, bajo el paradigma securitario uno debe contentarse con lo que dicen de él la policía y los medios que dependen de ésta —es decir, dos instancias que siempre han sido consideradas como poco fiables.

De ahí la vaguedad increíble y las contradicciones patentes en las reconstrucciones apresuradas de los eventos, que eluden adrede toda posibilidad de verificación y de falsificación y que se parecen más a chismorreos que a investigaciones. Esto significa que al Estado de seguridad le interesa que los ciudadanos —cuya protección debe asegurar— permanezcan en la incertidumbre sobre aquello que los amenaza, porque la incertidumbre y el terror van de la mano.

Es la misma incertidumbre que se encuentra en el texto de la ley del 20 de noviembre sobre el estado de emergencia, que se refiere a «toda persona hacia la cual existan serias razones de pensar que su comportamiento constituye una amenaza para el orden público y la seguridad». Es completamente evidente que la fórmula «serias razones de pensar» no tiene ningún sentido jurídico y, en cuanto que remite a lo arbitrario de aquel que «piensa», puede aplicarse en todo momento a cualquiera. Ahora bien, en el Estado de seguridad, estas fórmulas indeterminadas, que siempre han sido consideradas por los juristas como contrarias al principio de la certeza del derecho, devienen la norma.

La misma imprecisión y los mismos equívocos resurgen en las declaraciones de las mujeres y hombres políticos, según los cuales Francia estaría en guerra contra el terrorismo. Una guerra contra el terrorismo es una contradicción en los términos, pues el estado de guerra se define precisamente por la posibilidad de identificar de manera certera al enemigo que se debe combatir. Desde la perspectiva securitaria, el enemigo debe —por el contrario— permanecer en lo vago, para que cualquiera —en el interior, pero también en el exterior— pueda ser identificado como tal.

Mantenimiento de un estado de miedo generalizado, despolitización de los ciudadanos, renuncia a toda certeza del derecho: éstas son tres características del Estado de seguridad, que son suficientes para inquietar a las mentes. Pues esto significa, por un lado, que el Estado de seguridad hacia el que estamos deslizándonos hace lo contrario de lo que promete, puesto que —si seguridad quiere decir ausencia de preocupación (sine cura)— mantiene, en cambio, el miedo y el terror. El Estado de seguridad es, por otro lado, un Estado policiaco, ya que el eclipse del poder judicial generaliza el margen discrecional de la policía, la cual, en un estado de emergencia devenido normal, actúa cada vez más como soberano.

Mediante la despolitización progresiva del ciudadano, devenido en cierto sentido un terrorista en potencia, el Estado de seguridad sale al fin del dominio conocido de la política, para dirigirse hacia una zona incierta, donde lo público y lo privado se confunden, y cuyas fronteras provocan problemas para definirlas.

Fuente: http://artilleriainmanente.blogspot.com.ar

La nueva estrategia de poder del capitalismo mundial // Suely Rolnik


Este texto presenta dos extractos de la entrevista de Aurora Fernández Polanco y Antonio Pradel a de Suely Rolnik para Re-visiones (# Cinco – 2015) [1] Fue reformulado por la autora durante los últimos dos meses y fundamentalmente a partir de los últimos hechos políticos ocurridos en Brasil, cuyo corolario momentáneo ha sido el allanamiento de la residencia del expresidente Lula da Silva y de su instituto, y su conducción coercitiva a declarar ante la Policía Federal.

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Extracto 1 (acerca de las izquierdas)
AFP/AP.- ¿Cómo ve usted lo que está pasando con los gobiernos de izquierda en América Latina?
SR.- Yo creo que lo que pasó en la Unión Soviética y lo que ahora estamos viviendo con los gobiernos de izquierda en América Latina son experiencias muy tristes y decepcionantes, pero también muy valiosas. ¿Por qué? Porque nos permiten reconocer lo que puede la izquierda y también lo que no puede, dados sus límites infranqueables inherentes a su propia lógica. Pues bien, lo que la izquierda puede es practicar el máximo grado de resistencia en el ámbito del Estado. Una forma de resistencia que tiene que ver con luchar por una democracia que no sea solamente política, sino que también sea económica y social: por la distribución más justa de la riqueza material, lo cual incluye los derechos a la vivienda, a la salud, a la educación, etc. Por eso siento gratitud para con los ancestros de izquierda, que son los que lucharon en el contexto de la democracia burguesa, pese a que unos hayan sido más lúcidos, más valientes, más persistentes e, incluso y sobre todo, más íntegros que otros. En este sentido, yo he sido, soy y, probablemente, seguiré siendo de izquierda. Incluso, más que pensar en términos de izquierda y derecha, me gusta la idea de Laymert Garcia dos Santos de que deberíamos pensar en términos de una menor o mayor permeabilidad del Estado al neoliberalismo, a sus supuestos y al modo en que éste actúa a escala planetaria[2] codo a codo con el Capitalismo Mundial Integrado, tal como lo llama Guattari al capitalismo financiarizado, que ha colonizado el conjunto del planeta.[3] Ser a favor de un Estado más justo y con menos permeabilidad al neoliberalismo es lo mínimo de lo mínimo; no tener ni siquiera esta conciencia moral ya es del dominio de la psicopatología, con fuerte tendencia a la psicopatía.
AFP/AP.- Y más allá de lo que puede la izquierda, ¿cuáles son sus límites?
SR.– Si hemos vivido el destino de las así denominadas revoluciones del siglo XX como una traición es porque todavía manteníamos la creencia de que un día existiría esta totalidad llamada Revolución (un vestigio de la idea monoteísta de Paraíso, no sólo por la supuesta ausencia del mal, sino y por sobre todo a causa de su supuesta perfección eterna, donde estaríamos también supuestamente libres de las turbulencias ineludibles de la vida y de las diferentes reacciones frente a ellas, con los conflictos que esto involucra). Sin embargo, lo que está pasando en América Latina nos lanza hacia otro nivel de lucidez, que depende de un saber ético, más allá de una conciencia moral: lo que puede la izquierda choca contra su propio límite, el límite del régimen antropo-falo-ego-logo-céntrico del que ella misma forma parte. Incluso es eso lo que, en algunos países del continente, la ha llevado a extremos de autoritarismo, como ha sido el caso de Cuba y, actualmente, también el de Venezuela y el de Ecuador, de distintos modos y en distintos grados. Es esto también lo que la ha llevado en otros países del continente a altos grados de corrupción, tal como en los casos de Argentina y de Brasil. Resulta evidente que este derrocamiento de las izquierdas no sólo en el continente sudamericano sino en el ámbito internacional es peligrosísimo (la masa fascista y toda esa mierda); pero, por otro lado, sirve para darnos cuenta en nuestra experiencia corporal que no basta con actuar macropolíticamente. ¿Por qué? Porque, desde el punto de vista micropolítico, por más que se haga, por más brillante que sean las ideas y las estrategias, por más valientes que sean las acciones, por más éxito que tengan, por menos autoritarias y corruptas que sean, lo que se logra en la mejor de las hipótesis es una reacomodación del mismo mapa, con la única diferencia de que sea más justo. Y todo vuelve al mismo lugar. Yo no me sorprendo para nada de que todo se repita y vuelva a aquello de lo que pretendíamos salir. No siento ni resentimiento, ni rabia, ni odio ni tampoco me siento traicionada, porque sé que en el marco de esta lógica no podría ser de otra manera y, además, porque gracias a esta situación podemos reconocer más claramente que hay que desplazarse de la micropolítica dominante, la micropolítica reactiva del inconsciente colonial-capitalístico que comanda al sujeto moderno que todavía somos.
AFP/AP.- A esta noción de inconsciente colonial usted la creó hace algunos años y la ha venido trabajando desde entonces. ¿Como la definiría hoy en día, que ha pasado a denominarla “inconsciente colonial-capitalístico”?
SR.- Sí, tiene razón, es importante aclararlo para nuestra conversación… Para eso necesitaré plantear algunas ideas que nos tomarán un poquito más de tiempo. Tengo que hablar de dos tipos de experiencia que hacemos del mundo. La primera es la experiencia inmediata basada en las capacidades de percepción y de los sentimientos del yo. Éstas sirven para descifrar las formas del mundo según los contornos actuales de la cartografía cultural. Es decir, cuando veo una forma, o cuando escucho, o cuando siento algo, lo asocio inmediatamente con el repertorio de representaciones que poseo, de manera tal que lo que voy a ver, escuchar o sentir está marcado por ello. Desde luego que esto es muy importante, pue4s hace posible la vida en sociedad. Pero no es más que una de las experiencias de la subjetividad; es la dimensión de esa experiencia que llamamos «sujeto» En nuestra tradición occidental se confunde «subjetividad» con «sujeto», porque es sólo esa capacidad la que tiende a estar activada. Sin embargo, la experiencia que la subjetividad hace del mundo es mucho más amplia y más compleja.
El otro tipo de experiencia que la subjetividad hace del mundo, al que llamo el «afuera-del-sujeto», es la experiencia de las fuerzas que agitan el mundo como un cuerpo vivo que produce efectos en nuestro cuerpo en su condición de viviente. Y esos efectos consisten en otra manera de ver y de sentir lo que pasa en cada momento (lo que Deleuze & Guattari llamaron «perceptos» y «afectos», respectivamente). Es un estado que no tiene imagen, que no tiene palabra. No es que el mundo como supuesto «objeto» influya sobre nosotros como supuestos sujetos, sino que el mundo «vive» en nuestro cuerpo bajo el modo de afectos y perceptos. Y como este estado es el de una especie de mundo larvario que no tiene ni imágenes ni palabras y es, por principio, intraducible en la cartografía cultural vigente, ya que es exactamente lo que escapa a ella, se genera una fricción entre ambos. Dicha fricción produce una experiencia de desestabilización, de desterritorialización que promueve una inquietud, un malestar. Ésta es una experirencia inevitable en cualquier tipo de cartografía cultural y en cualquier época, pues resulta de la propia esencia de la vida. Lo que cambia de una cartografía a otra, o de una época a otra, es el tipo de relación con la inquietud que predomina en la subjetividad. Es algo que tiene consecuencias muy importantes porque es precisamente esa experiencia la que convoca al deseo a actuar para recobrar un equilibrio vital. Y ahí es donde todo se juega, pues son distintas las perspectivas que orientarán esta acción: si estas dos capacidades se encuentran activas, y si la subjetividad se sostiene en la tensión de la desestabilización que promueve la relación entre ambas, el mundo larvario que la habita encontrará una posibilidad de germinación. Es la acción del deseo la que se encargará de engendrar esa germinación, en un proceso de creación impulsado por los efectos de las fuerzas del mundo en nuestro cuerpo que tiene su propia temporalidad. La acción pensante del deseo consistirá en seleccionar conexiones para inventar algo que, convertido ya entonces en imagen, palabra, gesto, obra de arte u otra manera de alimentarse, de amar, otro modo de existencia, sea portador de la pulsación de aquello que pide paso. Y si logra hacerlo…
AFP/AP.- ¿Y…si logra hacerlo?

SR.- Si logra inventar una forma portadora de esta pulsación, el mundo larvario se vuelve sensible y tendrá un poder de contagio, de contaminación inmediata; porque cuando los cuerpos afectados por las mismas fuerzas lo encuentran, se establecen las condiciones para que la subjetividad logre sostenerse en el estado de desestabilización, de manera tal que el proceso de creación pueda desencadenarse llevado por su propio deseo. Son distintos devenires de uno mismo y de su campo relacional. La brújula que conduce al deseo en este proceso es una brújula ética. Su aguja apunta hacia la propia vida, hacia lo que está pidiendo paso para que ésta siga respirando, pulsando. Una brújula que no orienta al deseo según una forma o un contenido, pues es precisamente eso lo que tendrá que ser creado para que la nueva manera de ver y de sentir encuentre un lugar. La referencia que orienta a esa aguja es la perseverancia de la vida como criterio primordial de evaluación, es lo que Spinoza denominó conatus.
Es totalmente distinto lo que pasa con el deseo desde una perspectiva antropo-falo-ego-logocéntrica, que es la que define al inconsciente colonial-capitalístico. De forma muy resumida, ésta consiste en anestesiar los afectos y los perceptos, la capacidad que tiene el cuerpo de descifrar el mundo desde su condición de vivo, o sea, desde los efectos de las fuerzas del mundo en las fuerzas que lo componen. Es la experiencia de la subjetividad afuera-del-sujeto lo que queda bloqueado. La subjetividad pasa a existir solamente en su experiencia como sujeto. En esas condiciones, la fricción entre los territorios vigentes y su cartografía, por un lado, y el estado de extrañamiento que la experiencia de las fuerzas produce, por otro, se vive como una amenaza. Sin acceso al mundo larvario que se ha generado, la subjetividad sucumbe a una interpretación apresurada del sujeto. Como el sujeto es inseparable de una determinada cartografía cultural y se confunde con la misma, como si fuera el único mundo posible, interpretará el desmoronamiento de «un» mundo, el supuestamente suyo, como una señal del fin «del» mundo y de sí mismo. Desde esa perspectiva, para interpretar la causa de su malestar solamente le resta al sujeto encontrarla en una supuesta deficiencia de sí mismo o proyectarla en el mundo, escogiendo a un otro específico como pantalla de su proyección. Y éste otro puede ser una persona, un pueblo, una color de piel, una ideología, un partido, etc.
AFP/AP.- ¿Y qué pasa en cada una de esas interpretaciones?
SR.- En la primera, cuando el yo proyectará sobre sí mismo la causa del malestar y de su supuesto desmoronamiento, se va a intoxicar de culpa. Pasa a verse a sí mismo como insuficiente, incapaz, inferior, débil, fracasado, looser, no deseable… una mierda… Ahí una de las maneras de actuar del deseo para recobrar el equilibrio será el consumo de algo desde donde la subjetividad se rehaga un contorno reconocible, de manera tal que pueda librarse del sentimiento de exclusión. En el marco de la política de subjetivación dominante, los objetos de ese consumo serán productos de toda índole que le ofrece el mercado: si soy una mujer, en los momentos que me encuentro atrapada en esa política del deseo, me entregaré, a veces compulsivamente, al consumo de cremas, de ropas…, o miles de cosas para la casa; si soy un hombre atrapado en esa trampa, los objetos de consumo que capturarán mi deseo serán el coche, de ser posible, un último modelo y el más caro, por supuesto cero kilómetro, u otras cosas por el estilo (en Brasil este tipo de comportamiento es todavía muy generalizado, incluso entre las capas más desfavorecidas, que han aumentado sus ingresos durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores, el PT). Pero los productos por consumir también pueden ser visiones del mundo, y entonces lo mismo da la iglesia evangélica que Marx o Deleuze & Guattari (es cuando el dúo se vuelve desodorante de lujo para neutralizar los olores de la vida cuando se ve sofocada y evitar enfrentarlos), porque la intención es una sola: mimetizarlos para recobrar un contorno y un sentido. Visiones del mundo, ya sean religiosas o laicas, ideológicas o teóricas, pasan a funcionar como un sistema moral como cualquier otro, desde el cual nos orienta este tipo de brújula.
Desde la perspectiva paranoica, el yo proyecta la causa de su malestar sobre el otro (de raza, género, clase, ideología, etc.) y lo demoniza, y va a intoxicarse de odio y resentimiento. Esto puede llevar a acciones extremadamente agresivas, cuyo poder de contagio tiende a crear las condiciones para el surgimiento de una masa fascista. Actualmente en Brasil, por ejemplo, estamos viviendo algo así: mediante la manipulación de imágenes, se proyecta sobre Dilma y el PT el malestar de la crisis que el país está atravesando. Más allá de Brasil, la experiencia de extremada desestabilización que estamos viviendo hoy en día en el planeta es igualmente portadora de este tipo de riesgo. Es éste un triste destino de la experiencia de la desestabilización, si consideramos que la misma es una experiencia primordial de la subjetividad, pues funciona como una alarma que nos indica que la vida nos ha llevado a un estado desconocido, ya presente en el cuerpo pero todavía sin imagen, ni palabra, ni gesto; un estado que le impone al deseo una exigencia de pensar-actuar para darle una consistencia existencial. Son momentos en que la imaginación colectiva es accionada para inventar una nueva manera de existir, otras alianzas, nuevos sentidos, etc. Es precisamente la potencia del deseo convocada por la desestabilización la que es cafisheada (chuleada, proxenetizada) por el capital a través de los medios, que refuerzan el fantasma de peligro inminente fabulado por el sujeto, propagando el miedo para transformar el estado de desestabilización en potencia de sumisión. Éste es el peligro real y que resulta del peligro imaginario del Yo, instrumentalizado por los medios, los principales coadyuvantes del capital en la contemporaneidad. Éstos son los dos destinos de la política del deseo conducida por el inconsciente colonial-capitalístico del sujeto moderno en su versión actual.
AFP/AP.- ¿Entonces es al inconsciente colonial-capitalístico que usted se refería cuando decía que lo que puede la izquierda choca contra su propio límite; el límite del régimen de subjetivación al que denominó antropo-falo-ego-logo-céntrico, del que ella misma formaría parte?
SR.- Sí, exactamente, el poder del inconsciente colonial-capitalístico abarca a la subjetividad de la propia izquierda. Incluso entre los militantes de izquierda, el sujeto moderno tiende a afirmarse aún más acríticamente, pues sus ideologías justifican la negación del valor de la resistencia en el ámbito de la política de producción de subjetividad y de deseo, por considerarlo burgués e individualista. Este prejuicio tiene que ver con su tendencia a reducir la subjetividad al sujeto, no sólo teóricamente, sino también en su modo de existir, lo cual caracteriza a la política de subjetivación antropo-falo-ego-logocéntrica.
Desplazarse de este modo de subjetivación pasa por un «devenir revolucionario», como decía Deleuze. Dicho devenir es impulsado por las irrupciones de afectos del saber-del-cuerpo que nos fuerzan a reinventar la realidad, cosa que no tiene nada que ver con «la» Revolución, total y con R mayúscula. La idea de Revolución pertenece a esta misma lógica del inconsciente colonial-capitalístico, en su versión de izquierda: cuando la experiencia afuera-del-sujeto se encuentra anestesiada –me refiero a la experiencia de los efectos de las fuerzas del mundo vivo en nuestro cuerpo vivo– no tenemos la posibilidad de descifrar el mundo desde los afectos de desestabilización y nuestra única brújula es el mapa cultural donde estamos ubicados. Entonces vivimos “ese” mundo como una totalidad absoluta, eternamente cerrada sobre sí misma. En este caso, no tenemos cómo imaginar desplazamientos en su cartografía, ni tampoco suponer que eso sea posible o deseable. Lo máximo que se puede imaginar es otra supuesta totalidad que la reemplazará como un solo bloque, mediante la toma del poder del Estado. Una totalidad proyectada en el futuro, supuestamente más perfecto y cuya eternidad esté más asegurada gracias al poder absoluto del Estado, lo que es inherente a la idea de Revolución.
Es ésta la idea que orienta las acciones del deseo en la política de subjetivación antropo-falo-ego-logocéntrica en su versión de izquierda. Por no tener cómo actuar en el sentido de reinventar la realidad en los puntos donde sea necesario desde y ante lo que la vida pide, el deseo termina por actuar contra la vida; se vuelve reactivo. Un ejemplo obvio son los giros totalitarios que incluyen a ciertos gobiernos de izquierda en nuestro continente como los que acabo de mencionar; e igualmente graves aunque menos obvias son las acciones gubernamentales relativas al medio ambiente, que parten de una absoluta sordera ante la catástrofe ecológica que está amenazando las propias condiciones de la vida en el planeta; y esto vale también para ciertos gobiernos mínimamente de izquierda, o no totalmente permeables al neoliberalismo, como los de Dilma y Lula ( lo propio ocurre en esos gobiernos con su manejo catastrófico de la grave cuestión indígena en Brasil).
Éstas son las razones por las cuales, para mí, no supone ninguna sorpresa que todo vuelva al mismo lugar. La figura de Hannah Arendt me inspira para lidiar con la experiencia tan difícil que estamos viviendo en el planeta, especialmente en América Latina, que es la realidad que vivo más directamente. Cuando ella estaba presente en el juicio a Eichmann[4], en vez de ponerse en el lugar de la víctima, invadida por los sentimientos de odio y resentimiento, pudo mantenerse en contacto con los afectos del malestar que habían irrumpido en su cuerpo provocados por aquella escena, los cuales además la conectaban con la memoria del cuerpo de su propia experiencia del nazismo en el campo de concentración. Acercarse a esos afectos y encontrarles un decir requiere tiempo, y Arendt pudo esperar ese tiempo. Por eso no pudo respetar la dead line de su reportaje para el New York Times y necesitó un año para encontrar las palabras adecuadas para decir aquellos afectos. Logró así describir cómo se produce el mal y cómo está presente en la banalidad de la vida cotidiana. Por haber mantenido activo el pensamiento para descifrar los afectos del nazismo en su propia subjetividad, apartando los sentimientos tóxicos originados en el miedo, logró identificar el origen del mal justamente en la ausencia de pensamiento. Así ella se salvó del destino nefasto que estos efectos podrían haber generado en su subjetividad, que sería precisamente el colapso de su capacidad de pensar. De cierto modo, su idea de ausencia de pensamiento como origen del mal tiene que ver con mi idea de la política de producción del pensamiento bajo el inconsciente colonial-capitalístico, aunque es otra la dimensión de ese fenómeno en el que Arendt trabaja teóricamente.
AFP/AP.- ¿Y cómo contribuye esto para afrontar la situación actual?

SR.- Tal como lo dije anteriormente, y lo repito ahora, no me siento mal con relación a lo que está pasando, estoy más bien atenta y muy movilizada, con muchas ganas de encontrar personas y grupos que lo estén pensando, para compartir ideas sobre la situación que vivimos, así como maneras de enfrentarla. Creo que estamos en una situación muy favorable para problematizar la idea de resistencia e ir más lejos no solamente en sus supuestos, sino también y sobre todo en el ámbito de la vida humana donde ésta interviene y en los tipos de prácticas que involucra. El neoliberalismo, la teoría política del Capitalismo Mundial Integrado, es el discurso único, el “occidéntico”, tal como lo llama Laymert, que se impone a la vida humana y sobrecodifica sus múltiples formas y su permanente variación. Es en este sentido que la resistencia pasa por enfrentar lo que molesta a la vida en cada momento y en cada contexto. Estamos delante de la urgencia de hacer un giro en esa dirección: para eso hay que activar el saber-del-cuerpo y actuar micropolíticamente, incluso con relación a los problemas que se plantean en el plano macropolítico. Desde esta perspectiva, en lugar de decir que soy de izquierda o, más bien, a favor de un Estado más justo y menos permeable al neoliberalismo, yo diría que me siento parte de un tipo de comunidad transnacional que resiste a lo intolerable, luchando por la afirmación, la preservación y la expansión de la vida, mediante actos de creación que respondan a sus demandas. Y si bien –y por supuesto– esta lucha incluye la dimensión macropolítica, no puede reducírsela a ella. El objeto de la resistencia en el sentido micropolítico es mucho más amplio, sutil y complejo que el objeto de las luchas en el ámbito del Estado, principalmente cuando éstas se reducen a la conquista del poder.
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Extracto 2 (acerca de la nueva estrategia del poder)
AFP/AP.- ¿Y su ilusión pasada y su implicación con Lula?
SR.- Creo que Lula ha sido importantísimo para Brasil: su presencia ha producido un desplazamiento de la política de subjetivación engendrada por el abismo de clase que caracteriza al país que resulta de su formación colonial-esclavista, y que nunca se ha movido verdaderamente. Y pese a que haya mucho más por desplazar, éste es un proceso irreversible. Para mí, se trata de un logro micropolítico de suma importancia. Fue la primera vez desde la fundación de la República en Brasil que el presidente es un obrero, y además un migrante del nordeste del país (una región muy pobre de donde provienen la mayor parte de los obreros de São Paulo), y que, más que todo, mantiene los gestos y el habla propios de esa clase social, y lo hace sin ninguna interferencia despotenciadora del trauma de clase. Eso ha movido el inconsciente colonial tan poderoso en Brasil. Por ello siento por Lula admiración y gratitud. Al inicio de su gestión publiqué un ensayo sobre esto y sigo pensando lo mismo.[5]
Si bien es cierto que la crisis por la cual está pasando el gobierno en Brasil resulta, por un lado, de la actual crisis económica local e internacional y, por otro, de la imposibilidad de los gobiernos de Lula y de Dilma de imponer límites más severos al neoliberalismo, su magnitud y el modo como sucede son producto de una nueva estrategia de poder introducida por el Capitalismo Mundial Integrado, que se está instalando internacionalmente. El capitalismo industrial se basaba en una sociedad disciplinaria, tal como Foucault lo descifró tan bien. Una sociedad gestionada por un Estado de Bienestar Social en el así llamado Primer Mundo, mientras que en el así llamado Tercer Mundo, cuando las fuerzas de izquierda amenazaban tener demasiado poder, ésta era gestionada por dictaduras impuestas mediante golpes militares, concretamente apoyados por los centros de poder del capitalismo internacional. Sin embargo, para el nuevo tipo de capitalismo, que se viene instaurando aproximadamente desde 1976 en adelante, esos regímenes resultan inadecuados para su modo de funcionamiento, y se hace necesaria una neoliberalización de los Estados. Incluso las dictaduras en América Latina y en la Unión Soviética se acabaron no sólo por la presión de los movimientos sociales y de resistencia contra el totalitarismo, sino que, y quizá por sobre todo, sucumbieron por la presión del capital financiarizado. El nuevo régimen necesita una flexibilidad de la subjetividad y de la sociedad, como así también del Estado para seguir los intereses del capital en su movimiento frenético. Es muy distinto al modo rígido e identitario propio de la sociedad disciplinaria, tanto en su versión del Estado de Bienestar Social como en los regímenes dictatoriales. En estos últimos, la rigidez y la idea de identidad individual, cultural y nacional se vuelven mucho más exacerbadas y, además, suelen estar acompañadas de un fervoroso nacionalismo. Todo esto está en las antípodas de la fluidez del movimiento mundial e integrado del capital financiarizado.
AFP/AP.- ¿Y cómo funciona ésta nueva modalidad de poder?

SR.- La diferencia de esta nueva modalidad de poder radica en que opera en el plano micropolítico, y por eso es mucho más sutil e invisible y, por consiguiente, resulta más difícil combatirla. Su principal dispositivo son los medios de comunicación, cuya estrategia se nutre de información resultante de investigaciones sobre actos de inconstitucionalidad basados en una operación conjunta de los poderes judicial y policial que forma parte de la misma estrategia de poder. Este dispositivo consiste en componer un discurso ficticio a partir de una selección de esa información que se les impone a las subjetividades como si fuera la propia realidad, tal como lo plantea Laymert. Yo añadiría que la imposición de esa simulación de realidad tiene como base el abismo existente entre la subjetividad y su experiencia del mundo como cuerpo viviente, un abismo propio del inconsciente colonial-capitalístico que la estructura. Con la operación de los medios de comunicación, dicho abismo se amplía y se profundiza a tal punto que ya no hay manera de transponerlo, lo cual lleva a adoptar la narrativa ficticia de los medios como la única referencia para describir lo que sucede.
Forma parte de esa misma estrategia que la realidad inventada por los medios sea apocalíptica y que su causa se le atribuya a algunos personajes de la escena pública, que pasan a ser sistemáticamente demonizados. La inseguridad que esto genera en las subjetividades se vuelve tan intensa que refuerza su disociación con relación a los afectos de las fuerzas que las han generado, los cuales son entonces sustituidos por los sentimientos de odio y resentimiento: es precisamente de estos sentimientos que se alimenta el poder del CMI. Una estrategia de control muy distinta a la estrategia del poder disciplinario, ya que no impone formas de comportamiento ni determina lo que se puede y lo que no se puede hacer (una estrategia moral), sino que actúa directamente sobre la propia producción de subjetividad y del deseo. La primera interviene en lo visible y la segunda en lo invisible. En lugar del adiestramiento de la subjetividad y del deseo, en la nueva estrategia de poder la subjetividad actúa positivamente a favor de los intereses del régimen desde su propio deseo. La subjetividad fija y dócil del poder disciplinario queda así reemplazada por una subjetividad fluida y flexible. Ésta es ciertamente una de las razones por las cuales Deleuze propone el concepto de “sociedad de control” para calificar al nuevo régimen de poder.
Si tomamos el ejemplo de lo que estamos viviendo acá en Brasil, esta operación encuentra un suelo especialmente fértil, ya que en este país los medios forman un bloque monolítico en el espacio oficial de la información, es decir, en la prensa gráfica y en la televisión. Informaciones más críticas y cercanas a la realidad pueden encontrarse solamente en internet, a través de iniciativas de una prensa autónoma, pero que es frecuentada por una pequeñísima parcela de la población del país, o en Facebook, donde este tipo de información tampoco llega a todos, ya que su difusión se restringe a determinados círculos. El chivo expiatorio del discurso apocalíptico de los medios, en el caso de Brasil, es la presidenta de la República y el partido gobernante. Esta operación toma como base el malestar de la sociedad que es producto de las dos crisis que mencioné anteriormente. En su estrategia micropolítica de poder, el CMI instrumentaliza la realidad de esa doble crisis y el malestar que genera a través de su sustitución por una realidad ficticia construida por los medios, lo que causa una grave crisis de credibilidad del gobierno.
AFP/AP.- ¿Esta nueva estrategia del poder, que actúa micropolíticamente, sustituye a la estrategia macropolítica?
SR.- Sin duda no. La implementación de la estrategia micropolítica de poder, que interviene en el deseo, no sustituye a la estrategia macropolítica, sino que lo que cambia es el modo de conquistar y mantener el poder del Estado. La diferencia reside en que además de garantizar el poder del Estado micropolíticamente, se hace un uso micropolítico de las operaciones macropolíticas, seleccionando la información de modo tal de atomizarla en elementos de la composición de la narrativa ficticia construida por los medios. Tengo dos ejemplos más que obvios del uso micropolítico de operaciones macropoliíticas en Brasil.
El primero lo constituyen las investigaciones de actos de inconstitucionalidad, cuya información los medios editan de modo tal que solamente aparezcan aquéllos que han sido cometidos por miembros del partido de gobierno, en una estrategia conjunta entre sectores del Poder Judicial, de la Policía Federal y los medios. Ésta triple alianza se hace desde el gobierno de Lula, pero se ha venido agravando en el gobierno de Dilma (en el caso de Dilma, algunos de estos actos no son ni siquiera contra el bien público, sino que tienen que ver con cuestiones de gestión de la economía, en momentos en que existe una urgencia y la única vía para resolverla es la transferencia de una parte del presupuesto de un sector a otro durante un período breve de tiempo, y ese tipo de giros de fondos es inconstitucional). Lo que se investiga es sobre todo la corrupción, y lo más curioso es que dichas investigaciones empezaron con una iniciativa del propio gobierno de Lula, cuya intención era la de acabar con la impunidad inherente a la tradición colonial y prerrepublicana tan presente, aún hoy en día, en el Estado y en las elites del país (cabe acotar que ambos tienden a estar compuestos por los mismos personajes). En esa operación surgen innumerables casos de corrupción, incluso de muchos miembros del propio Partido de los Trabajadores, lo cual revela, entre otras cosas, que la corrupción forma parte de la propia lógica de la maquinaria del Estado, a la cual muchos miembros de la izquierda no escapan. Sin embargo, los medios «recortan» la información y privilegian exclusivamente la corrupción de miembros del PT, mientras que toda la corrupción de miembros de los demás partidos desaparece; y cuando no queda más remedio que mencionarla, lo hacen en algún rinconcito de una página secundaria y en algunos segundos del noticiero televisivo, siempre precedidos y seguidos por ataques al gobierno.
El segundo ejemplo de operación macropolítica usada micropolíticamente, que se lleva a cabo en simultáneo con la primera, se basa en el hecho de que la Cámara de Diputados y el Senado están tomados por los así llamados «coroneles», como se les dice en Brasil a los capitostes de las elites rurales prerrepublicanas, y por las fuerzas más contundentemente ignorantes y conservadoras de las clases medias y de las elites urbanas. Ellos representan a sectores de la sociedad brasileña que no soportan que, desde el gobierno de Lula, los «pobres» y los «negros» frecuenten los lugares que desde siempre han sido los suyos y que marcaban claramente los límites de clase y sus privilegios (los aeropuertos, los shopping centers, etc.). Incluso en sus manifestaciones callejeras declaran impúdicamente su odio contra los pobres y el PT, y llegan a pedir que vuelva la dictadura. En ese escenario, diputados y senadores tienden a actuar privilegiando la disputa de poder y sus intereses privados en lugar de asumir su responsabilidad para con el bien público. Los legisladores boicotean sistemáticamente las propuestas de la Presidencia que permitirían avances sociales o, lo que es más perverso aún, las leyes necesarias para enfrentar la crisis económica internacional y retomar el desarrollo, de lo cual depende incluso la posibilidad de asegurar avances en el plano social. Con ese boicot de las oposiciones, se intensifica la crisis económica y se instaura una crisis político-institucional gravísima y de vasto alcance, cuya causa los medios de comunicación maquillan al atribuírsela a la incapacidad del gobierno.
Con base en el recorte de la información acerca de esas dos operaciones, se construye un discurso ficticio que, tal como lo ve Laymert, se va imponiendo como una realidad paralela que termina por reemplazar a la propia realidad. La simulación de realidad se hace por la vía de una destrucción paulatina de la imagen de Lula y, acto seguido, la de Dilma y la del partido de ambos, el PT. Dicha operación empezó durante el segundo gobierno de Lula y se ha venido intensificado desde el comienzo del primer mandato de Dilma, cuando, entre sus primeras iniciativas, la presidenta intentó ponerles límites más severos a los bancos, bajando la tasa de interés. El ataque de los medios a su imagen y al partido de gobierno se ha vuelo violentísimo y fue arreciando más aún desde entonces; y pasó a abarcar de nuevo, más recientemente, la imagen de Lula y mucho más gravemente. Y así se la va humillando, humillando y humillando durante un largo tiempo, el tiempo necesario como para que el malestar de la población resultante de la crisis se transforme en un odio y un resentimiento contra el gobierno que la lleven a expresarse masivamente a favor del impeachment –el juicio político– en un proceso supuestamente «legal y democrático».

AFP/AP.- ¿Ésta sería entonces una nueva modalidad de golpe de Estado?
SR.- Es una pregunta muy pertinente, pues así lo están considerando algunos sectores de las izquierdas en Brasil que todavía apoyan al gobierno. Sin embargo, el denominarla golpe puede generar malentendidos, ya que se trata de una toma del poder del Estado sutil y que no se vale de la fuerza de las armas, sino que actúa micropolíticamente utilizando la fuerza del deseo, por la vía de su operación mediática. Para el CMI, la interrupción del mandato de un presidente, que es lo que se está intentando hacer con Dilma, tiene que ver con el hecho de que le quedan aún tres años en la Presidencia, por eso la estrategia micropolítica de poder del CMI apunta a destituirla del gobierno. Esto está pasando igualito con Bachelet en Chile en los últimos doce meses y ya pasó en Paraguay, con el juicio político de Fernando Lugo en 2012, pero allí resultó más fácil. Pese al grado patológico de estupidez y a la falta de dignidad descarada que en este momento emerge por todas partes en Brasil, insufladas por la operación de esa nueva estrategia del poder, sucede que la población más pobre ha sido en su mayoría militante o simpatizante del PT desde su fundación, habiéndose identificado fuertemente con el partido. Hay que destruir esa identificación para que, masivamente, la gente exprese un «sí» al impeachment. Esto vuelve más lenta la preparación de este nuevo tipo de “golpe de Estado”, que actúa con base en una operación micropolítica que le permite maquillar su naturaleza y presentarse como un proceso democrático. Acá no puede perpetrárselo así nomás, sin más ni menos, en dos minutos y adiós, como lo hicieran con Lugo en Paraguay. La estrategia de la triple alianza de los medios con sectores del Poder Judicial y de la Policía Federal tiene que legitimarse en un cúmulo de inconstitucionalidad y con argumentos jurídicos mucho mejor construidos. Lo mismo pasa en Chile, donde la destrucción de la imagen de Bachelet, que ya lleva un año, no ha logrado reducir significativamente la aprobación de la presidenta.
AFP/AP.- ¿Y en qué punto se encuentra este proceso en Brasil en estos momentos?
SR.- Sólo ahora este abuso perverso del malestar de la población está logrando demoler totalmente la credibilidad del PT y su identificación con éste, y, más allá del partido, con las izquierdas en general. Sin embargo, si bien dicha demolición con relación al PT me parece que es irreversible, no es precisamente lo que se dice sólida, ni tampoco irreversible con relación a la aspiración de justicia social y, por ende, a la creencia en los ideales de la izquierda en su mejor sentido.
Le doy un ejemplo. Cuando hablo con la gente, sistemáticamente sale el tema: «el PT es una mierda, igual que todos los partidos y todos los políticos». Y esto lo dice incluso gente que era del PT o que se identificaba plenamente con éste antes de su decepción generada por la operación macabra de los medios. Frente a esto, suelo decirles: «bueno, respeto tu opinión, pero quiero compartir contigo mi modo de pensar acerca de lo que está pasando. Siempre busco basarme en mi experiencia para analizar si lo que está sucediendo es bueno o malo para la vida y esto me sirve de referencia para formarme mis propias ideas y hacer mis elecciones. Con esta referencia, cuando escucho la Globo (la cadena de televisión privada líder absoluta de audiencia en Brasil), me doy cuenta de que lo que dice casi nunca corresponde con lo que mi experiencia me indica; es como si fuera una especie de ficción muy alejada de la realidad”. Y cuando el interlocutor pertenece a una clase más pobre, que es la gran mayoría de la sociedad brasileña, le pregunto: “¿si tú tomas como base la experiencia de tu propia vida actualmente, la de tu familia, la de tus amigos, la de la gente de tu barrio, la de tu trabajo… para analizar lo que pasó efectivamente desde el primer gobierno de Lula, que dirías? Y antes de que me contestes te digo que todo eso podría no importarme para nada porque soy de clase media, estoy relativamente bien, pero me importa y me afecta muchísimo porque además de sentirme sumamente molesta con esas falsas informaciones que se transmiten todos los días sin el menor escrúpulo, me molesta aún más lo que está detrás de ellas: mantener el abismo entre las clases sociales que hay acá desde siempre, y el racismo que lo acompaña, como si todavía estuviéramos en la esclavitud, y eso para mí es insoportable. Bueno, aunque puedo estar equivocada, pero mi impresión es que ha mejorado muchísimo la situación de la gente más desfavorecida, que es la gran mayoría del país. Dime, ¿a ti te parece que estoy equivocada?». Y es muy frecuente que la respuesta sea: «no, no, eso es cierto, mi vida ha mejorado mucho» y que, a partir de ese momento, la charla haga un giro y comience un intercambio de ideas muy fecundo.
Esto es lo que pasa cuando uno consume televisión como su única fuente de información y se encuentra totalmente a merced de su ficción (lo que en Brasil es muy generalizado) o que, aunque no sea solamente televisión lo que uno consume, en ese caso se reduzca a leer los periódicos y las revistas de opinión (lo cual en este país se restringe a las clases medias y altas); y estos, sin excepción, participan activamente en la construcción de esa misma ficción. Sin embargo, es sorprendente cómo en Brasil basta con plantear ideas fuera de ese ámbito ficcional y más cerca de la experiencia que hace el cuerpo de las fuerzas que agitan la realidad para que el interlocutor despierte de su hipnosis mediática y vuelva a pensar. Por supuesto que esto sólo es posible cuando el interlocutor todavía no está completamente esterilizado por el inconsciente colonial-capitalístico en un grado de patología histórica que ya no tenga cura (ése es desgraciadamente el caso de gran parte de las clases medias y altas en el país).
AFP/AP.- ¿La nueva modalidad de poder pasa entonces por el juicio político de los presidentes?
SR.- Seguro que no. Es importante señalar que la orquestación de esta nueva estrategia de poder no pasa necesariamente por el juicio político de los presidentes, ni por el acortamiento de sus mandatos, que es lo que está pasando ahora en Venezuela con Maduro. En los casos de gobiernos de América Latina con tendencia de izquierda que están al final de sus mandatos, la estrategia es otra. En Perú, por ejemplo, cuyo presidente actual, Ollanta Humala, es de izquierda, pero el país está en vísperas de elecciones, es en ese ámbito que interviene el “golpe” mediático del capital financiarizado, haciendo que sea casi segura la victoria de una candidata de derecha. Dicha candidata es además la hija de Fujimori, un dictador tenebroso que gobernó el país entre 1990 y 2000, y que incluso sigue en la cárcel con una condena de 25 años por sus crímenes de corrupción, secuestro y asesinato. Eso sencillamente se borra de la memoria, de cara al poder de la realidad ficticia construida por los medios que pasa a ser la propia realidad, en la cual se asocia a la hija Fujimori con la salvación. Un otro ejemplo de esta índole ha sido el caso de la destrucción del kirchnerismo en Argentina. El caso más reciente es el de Bolivia, donde el “golpe” mediático del CMI se concentró en el referendo para decidir sobre una nueva postulación de Evo a la presidencia y la decisión fue el “no”.
Estos ejemplos hacen evidente que el carácter nítidamente micropolítico de la nueva estrategia de poder instalada por el CMI, que se alimenta de la producción de subjetividad y de deseo, no reemplaza a las luchas de poder en el plano macropolítico. La novedad, tal como lo mencioné anteriormente, es que el CMI las utiliza igualmente para alimentar y fortalecer su estrategia micropolítica y viceversa: el nuevo régimen utiliza su estrategia micropolítica para fortalecer sus intervenciones macropolíticas. Con esta doble operación, la base de sostenimiento de su poder macropolítico es el propio deseo de la población.
La nueva situación que estamos viviendo mundialmente es sumamente compleja y difícil de descifrar, y el análisis que estoy haciendo es seguramente insuficiente y debe afinarse. Los textos sobre esa situación que afortunadamente están circulando cada vez más en la web, un reciente encuentro con pensadores amerindios de distintos países de América Latina y otros pensadores[6], así como algunas charlas con amigos me han dado pistas interesantes para lograr dar algunos pasos más. Entre esos amigos, en una charla con Amilcar Packer[7] (que ha sido el curador del mencionado encuentro), él cuestionó mi análisis, argumentando que los gobiernos de Lula y de Dilma no han obstaculizado para nada los intereses del capital financiarizado, lo cual invalidaría mi hipótesis sobre el motivo fundamental del ataque a sus figuras y a su partido. Su comentario me pareció muy pertinente pues, aunque Lula y Dilma hayan logrado aumentar los ingresos de la población más pobre y mejorar sus condiciones de vida significativamente, resulta efectivamente incuestionable que sus gobiernos han sido muy permeables al neoliberalismo. Los bancos, las constructoras, etc., se han beneficiado muchísimo, más que en gobiernos anteriores; los números lo comprueban. ¿Entonces qué pasa? ¿Por qué quieren destituir a Dilma y al PT del poder?
AFP/AP.- ¿Y logró encontrar alguna respuesta a estas preguntas?
SR.- Sí, lo he estado pensando. Una primera respuesta indica que la nueva estrategia de poder no depende del grado en que un gobierno sea de izquierda o perjudique al capital financiarizado. Más que el poder de Dilma y del PT, el objetivo del CMI consiste en destituir el poder del imaginario de izquierda asociado a ellos. Incluso es eso lo que ya está sucediendo en Brasil con mucha gente de clase media que era tradicionalmente de izquierdas. Y tal como lo mencioné anteriormente, también entre la gente más desfavorecida esto ya está sucediendo, con una aniquilación de ese imaginario más profunda que la mera destrucción de su identificación con el PT. Aunque gran parte de esa población no use la palabra “izquierda” para calificar a las acciones sociales del gobierno, lo que importa es que su creencia en la posibilidad efectiva de conquistar una dignidad social y económica se ha quebrantado.
Por supuesto, dicha aniquilación no tiene un poder absoluto; siguen sucediendo acciones de resistencia tanto macro como micropolíticas. Un ejemplo de acciones macropolíticas lo constituyen los movimientos sociales, como el de los Sin Tierra en el campo y el de los Sin Techo en las ciudades, que siguen en sus luchas. Y un ejemplo de acciones micropolíticas es el surgimiento de nuevos tipos de activismo, principalmente entre los jóvenes y sobre todo entre las chicas, tanto en las periferias como en las clases medias, que resisten trazando líneas de fuga del actual estado de cosas, tal como viene sucediendo desde algunas décadas por todo el planeta. Ellos no se identifican con el modo de actuar de la izquierda, lo que no significa que son pasivos o despolitizados, sino que tienen una nueva manera de descifrar la realidad, de plantear los problemas y de actuar críticamente, es decir, tienen una concepción distinta de la política. Logran acceder en sus cuerpos a los efectos de la estrategia micropolítica de poder del capitalismo financiarizado y es desde allí que le hacen frente, resistiendo en ese mismo plano. Entre los ejemplos en Brasil de esa nueva forma de activismo están las vastas manifestaciones callejeras de junio de 2013, que empezaran con el rechazo al aumento del precio de los pasajes del transporte público. Y, más recientemente, el movimiento de los estudiantes secundarios que ocupó las escuelas públicas (que en éste país son exclusivamente frecuentadas por la población de bajos ingresos) contra el proyecto de la gobernación del estado de São Paulo de cerrar 94 de esas escuelas. Su manera de manifestarse no pasa tanto por las consignas, sino por la performatización de su mirada crítica, creando dispositivos que puedan potencialmente provocar la activación del pensamiento en la sociedad.
Pero desde una perspectiva más sutil, yo diría que, en definitiva, el objetivo de la estrategia micropolítica de poder del CMI es, más ampliamente, la destrucción del imaginario de cualquier forma de resistencia y no sólo de la que viene de la tradición de las izquierdas. Se trata de disolver por completo la creencia y la confianza en la posibilidad de pensar desde los afectos y obrar críticamente, recreando la realidad en los puntos en que esto se impone como urgencia. Hay que disolver el poder de ese imaginario en la conducción del deseo y en sus acciones pensantes, así como en la potencia de contaminación que dichas acciones portan. En suma, hay que aniquilar la ética del deseo, su poder de conducir sus acciones desde y para las demandas de la vida. Esto es lo que efectivamente perturba el libre flujo mundial del capital financiarizado y la gobernabilidad sin barreras para proteger sus intereses (un Estado neoliberal). El efecto de esta estrategia es la paralización del pensamiento, creando así las condiciones para su sustitución por el discurso mediático. Así se consolida la sociedad de control. En esta operación, el inconsciente colonial-capitalístico adquiere un poder más sutil y más fuerte que nunca.
AFP/AP.- ¿Y cómo está reaccionando la izquierda ante esta nueva operación del CMI?
SR.- El imaginario de izquierda no logra alcanzar la dimensión micropolítica en la cual interviene el CMI y, por consiguiente, no puede ofrecernos instrumentos como para resistir en este terreno; ésta es probablemente la razón que está llevando a los jóvenes activistas a desplazarse de ese imaginario. Es también la razón de la imposibilidad de la izquierda para reconocer hasta ahora la dimensión política de la contracultura en Brasil en los años 1960. Una clara señal de esta imposibilidad es que la violencia que sufrió la contracultura por parte del Estado militar en Brasil no ha sido reconocida por la Comisión de Amnistía creada en 2001, cuya definición de quienes tienen derecho a la reparación se limita a aquéllos que militaron en partidos u organizaciones políticas, o sea, los que actuaron macropolíticamente. Lo mismo sucede con la Comisión Nacional de la Verdad creada en 2012 que, a pesar de haber reconocido también a los indígenas como víctimas de la dictadura, lo cual constituye sin duda un paso fundamental, no incluyó en su lista ni a la gente de la cultura, ni a las minorías que han sido violentamente perseguidas por el régimen militar. Podemos incluso considerar al nuevo tipo de activismo como una reactivación del imaginario de resistencia que caracterizó a la contracultura. Sin embargo, hay un cambio significativo en esa actualización de los ideales de la contracultura en la nueva generación: en lugar de demonizar a las instituciones y hacer sus experimentaciones en espacios supuestamente no institucionales –tal como era el caso de los contraculturales, que se imaginaban en un mundo paralelo–, los jóvenes de hoy saben que no hay un mundo afuera de este mundo y actúan en el seno de las instituciones vigentes, buscando producir desplazamientos de su cartografía (ejemplo de ello es el caso de las escuelas públicas que acabo de mencionar).
[1] Re-visiones es una revista de arte y pensamiento visual contemporáneo, indexada, bilingüe, de libre acceso, con una periodicidad anual y adscrita desde sus inicios a proyectos I+D: “Imágenes del arte y reescritura de las narrativas en la cultura visual global” (2009-2012) (HAR2009-10768) y “Visualidades críticas: reescritura de las narrativas a través de las imágenes” (2013-2016) (HAR2013-43016-P) del Plan Nacional del Ministerio de Economía y Competitividad del gobierno de España. Dirección electrónica: http://www.re-visiones.net/​. Enlace la entrevista mencionada:http://www.re-visiones.net/spip.php?article128 ; ISSN: 2173-0040.
[2] Idea propuesta por Laymert Garcia dos Santos, pensador brasileño, en su ponencia intituladaLenguajes Totalitarios, en el Programa de Acciones Culturales Autonomas (P.A.C.A.). São Paulo: Casa do Povo, 12/11/2015 (apoyo: proyecto Episodios del Sur, Goethe-Instititut São Paulo y America del Sur). Disponible en: https://vimeo.com/153449199 .
[3] El Capitalismo Mundial Integrado (CMI) es una noción de Guattari que he recuperado muy recientemente releyendo nuestro libro Micropolítica – Cartografías del deseo, para prepararlo para la edición de Cuba. Su idea es que el capitalismo es mundial e integrado porque logró colonizar el conjunto del planeta y que no hay ninguna actividad humana que no esté impregnada de esta operación; no le gusta el término globalización porque se refiere a un fenómeno exclusivamente económico y capitalista que, además, encubre y pasa por alto su dimensión colonizadora.
[4] Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal (Barcelona: Lumen S.A, 2003); título original: A Report on the Banality of Evil (USA: Penguin Classics, 2006).
[5] “L’évenement Lula”. Parachute Art Contemporain_Contemporary Art, Montreal, nº 110: Économies bis, 04/05/06 2003; L’effet Lula”, Chimères, Paris, nº 49: Désir des marges, Paris, 2003. En castellano: “Lula”, Radarlibros, Página 12. Buenos Aires, 02/03/03 y también “O acontecimento Lula”/ «El acontecimiento Lula», GLOB(AL.) – Global América Latina/Brasil, Rede Universidade Nômade, LABTeC/ UFRJ, Río de Janeiro: Instituto de Estudios del Trabalho y la Sociedad y editorial DP&A, nº (0), ene. 2003. Edición bilíngüe (portugués/ español).
[6] Me refiero al encuentro intitulado Buen vivir o vivir bien, organizado por el Goethe-Institut de La paz y São Paulo y con curaduría de Amilcar Packer en Casa do Povo, en São Paulo, el 26.01.2016 (uno de los eventos de Episodios del Sur, proyecto de la gestión de Katharina von Ruckteschell-Katteen en el Goethe-Institut de São Paulo y América del Sur). El encuentro duró un sábado entero, desde las 9:00 hasta las 22:30. Con intervalos para el almuerzo que compartimos en una gran mesa, y pasamos todo el día recostados en hamacas y almohadones dispuestos en el espacio. Cada uno presentaba sus ideas acerca de las urgencias del presente y su noción de “buen vivir” y los demás las discutían. Por supuesto, las distintas definiciones del buen vivir tenían en común el hecho de ser muy “distantes de la ontología del trabajo, del bienestar social, de las democracias occidentales, de los ideales de vida burguesa y de las aspiraciones de ascensión de clase y de riqueza y placer material, profesional o sexual”, tal como lo había planteado Amilcar en el texto de divulgación del evento. Se ha problematizado igualmente el uso fetichizado de esa noción, una moda actualmente en los debates intelectuales en Occidente.
[7] Amilcar Packer, brasileño de origen chileno, artista e investigador, trabaja conmigo –junto con el boliviano/ alemán Max Jorge Hinderer Cruz (curador, ensayista y crítico de cultura) y con la brasileña Tatiana Roque (matemática, filósofa e historiadora de la ciencia)– en el Programa de Acciones Culturales Autónomas (P.A.C.A.), que desarrollamos desde 2014 con la intención de crear una plataforma de producción colectiva de pensamiento ante las urgencias del presente.

El día de las pibas // Diego Valeriano

No es una mujer palestina, pero sufre la ocupación territorial de la policía y de los pibitos que como roban se creen grandes y machos. Ambos con sus fierros y sus pijas desenfundadas. No es una estudiante heroica, jamás podría tomar el Nacional, quiere terminar la secundaria con el FinES en una Unidad Básica que está a dos cuadras. Y en una de esas  puede conseguir laburo en algún lugar mejor.
Es perseguida desde antes de tener tetas. Sufrió el abuso del padrastro, la complicidad de la madre, el silencio de las hermanas mayores, la risa traidora de los hermanos. El vecino le muestra la pija desde que ella recuerda, el vecino envejece a fuerza de falopa y escabio, pero sigue ahí con su pija en la mano.
Nada heroico se asoma en ella. No hay lucha política en pintarse para ir a bailar, en clavarse el shorcito en acomodarse el escote, tomarse el tren y juntarse  con sus amigos en el obelisco a escabiar, siempre con el cuidado suficiente de no ser violada por alguien si queda hecha un despojo. No es una comandante del EZLN, no es Ramona, no es reivindicada por nadie un 8 de marzo. En la jungla está sola, ella y su cuerpo.
A sus 14 tiene más vida sexual que la psicóloga que da el taller de sexualidad en el centro comunitario. Más conocimiento real de la justicia que el trabajador social que la citó al servicio social de la municipalidad. Más saber sobre política que la piquetera con el pañuelo palestino que anda dando vueltas en algunas fotos.
Y ahí va con su cuerpo, con su deseo, con su placer. Con la certeza de lo que un cuerpo puede a pesar de lo sufrido. Fiesta, viaje y consumo. Es permeable a cada mirada, crece con ellas, se fortalece, su poder interior se expande. Tiene el poder de la esponja. Camina y va acomodando su cuerpo a los horrendos gestos de aprobación que recibe de los otros. Con las miradas deja las frustraciones y tristezas bien atrás. Lejos de cualquier aplanamiento de su vida en un fetiche amoroso, este tipo de curiosidad expande su práctica hacia una multiplicidad de figuras corpóreas, para encontrar allí su tránsito hacia una pequeña trascendencia. Ninguna piba nace heroína, es solo un transitar.

Decir sin miedo: Europa constituyente // Raúl Sánchez Cedillo , miembro de la Fundación de los Comunes

Seguramente, lo más preocupante del momento político europeo no es la gravedad objetiva de la situación, esto es, los datos que nos hablan de un cuadro que no mejora en ninguno de los órdenes y que camina hacia una tragedia política y humana en el continente peor aún que la que estamos conociendo en estos días. Lo que inquieta es que el comportamiento de los actores políticos, lejos de ser capaz de iniciativa autónoma, tiende a no ser más que otro dato de la situación, que muestra ceguera, mala fe, fatalismo, dogmatismo y cada vez más lo que en Alemania llaman Ressentimentspolitik.
Se supone que el faro de la esperanza del continente es nuestro Reino de España, y si de la esperanza hiciéramos un sucedáneo de la fe religiosa entonces podríamos decir que los gobiernos portugués y griego indican el camino de salida de la austeridad y el autoritarismo en la UE, al que se sumará con un espaldarazo definitivo el nuevo y esperado «gobierno del cambio» español. Si ésto es esperanza, ¿qué podemos decir de lo que cabe esperar de la situación francesa, alemana, italiana, por no hablar de las islas británicas? El corazón fundacional de la Europa unida apesta a cadáver, y cuando se cierre la ya angosta trampilla de luz centroeuropea sabremos que el sepulcro habrá sido sellado.
Algo se mueve, sin embargo, con paso ambivalente. Espoleado en buena medida por el golpe de fuerza del Eurogrupo contra el gobierno Tsipras del pasado 13 de julio. Por un lado, el pasado 9 de febrero tuvo lugar en Berlín el lanzamiento del Movimiento por la democracia en Europa 2025 (DiEM 25), cuyos principales puntos de atracción son a día de hoy dos: la gracia –el carisma– de Varufakis y el énfasis en la cuestión de la democracia como clave determinante. Por el otro, el ya de suyo ambiguo Plan B para Europa, que gravita entre el franco nacionalismo de los Mélenchon, Lafontaine o Fassina y el altereuropeísmo de Urbán, Pisarello o Zoe Konstantopulu. Esta ambigüedad se pone de manifiesto en los dos polos de organización del PlanB que, simplificando, podríamos cifrar como el parisino y el madrileño. Por un lado, un centro de fuerza en torno a los significantes ‘euro – nación – soberanía’ y, por el otro, ‘otra Europa – democracia – movimientos’.
Si quisiéramos, con William James, considerar el aspecto práctico de las creencias, la pragmática que sostienen, tal vez podamos desenmarañar un poco esta maraña que paraliza los esfuerzos para desbaratar la tragedia europea. El nacionalismo de gran nación de las izquierdas francesa, alemana e italiana sencillamente sigue la corriente que hoy domina las escenas francesa e italiana y cada vez más la alemana: el nacionalismo xenófobo y agresivo unido al populismo fiscal y social. Esta derrota se fraguó hace ya dos décadas, cuando no fueron capaces de construir un sujeto político, social y sindical europeo serio que impugnara y desbaratara la constitución neoliberal de la UE, entre Maastricht y Amsterdam. La noche de las vacas negras de la lucha francesa contra el TCE en 2004-2005 supuso el final de partida. Para ellos, sencillamente, el europeísmo ‘no vende’, no permite acumular poder y consenso electoral.
Sin embargo, en la reunión madrileña del PlanB pudimos ver entre las brumas otro espíritu constituyente, que equipara soberanía a democracia real de toda la ciudadanía y sobre todo de los subalternos en la UE. Pudimos ver un enfoque mucho más pragmático del problema del desmontaje de la UE ‘austeritaria’ y autoritaria dentro y contra su diseño neoliberal. Y pudimos ver un énfasis en la construcción transversal y desde abajo que caracterizó al 15M, junto a una presencia de las candidaturas y ayuntamientos municipalistas como determinación concreta de otra Europa constituyente. Esta fuerza esbozada en el PlanB madrileño, la de asaltar la UE neoliberal y autoritaria desde abajo y desde sus cuatro puntos cardinales, compuesta con el llamamiento directo a la democracia europea como programa que proclama el DiEM, bien podrían revelarse como operaciones complementarias y funcionales para salir del marasmo y el espanto que nos atenaza.

En la calle. La ciudad de Carlos Correas // Guillermo Korn

“El escritor debe decirlo todo a un público que lo pueda hacer todo. Pero para ello necesitamos estar en el asunto, enterrados hasta el cuello, saboreando el cáliz infinitamente amargo de nuestra ciudad y de nosotros mismos.”
Carlos Correas, 1953
Así finalizaba Correas una reseña publicada en el primer y único número de Las ciento y una, que se sumaba a las que habían escrito Adelaida Gigli,¹ Ramón Alcalde,² y Francisco Solero.³ Ese cuarteto conformaba al grupo de los críticos de diente de leche, como los definió Valentín Fernando, el autor de Desde esta carne, la novela comentada. En esa respuesta, advertía sobre la gravedad que aquejaba a la literatura nacional. A excepción de cuatro o cinco nombres no existe, decía Valentin Fernando, una tradición que respalde a los jóvenes narradores: “Tenemos que empezar desde abajo. Tenemos que hacerlo todo desde el principio.”
Decirlo todo, proponía Correas. Empezar de cero, propugnaba Fernando. La gravedad de la denuncia o el consabido gesto generacional de declararse sin deudas filiales emparentaba ambas posiciones. Los dos autores se pensaban como jóvenes, como nuevos en un mundo narrativo que uno definía como inexistente, y el otro como caduco.
Carlos Correas aprovechaba la reseña para hacer un texto casi programático en el que ensayaba la crítica sobre el tipo de narraciones que merece la ciudad: “nuestra tarea de porteños consiste en destrozar día a día, sin mucha pena y sin mucha pasión, la poca dignidad que aún le queda a Buenos Aires”, decía.
Y comparaba Desde esta carne, novela sintomática de los primeros años cincuenta, con las novelas arltianas. Las diferencias que encontraba con la ciudad inventada por Arlt eran varias. La una, caldera inmensa, rebosante de locura, “es la sucia faena de la destrucción hecha a escondidas, hecha por proscriptos cuya única solidaridad radica en la lujuria de negarse en todo momento”. En cambio, la otra, la ciudad de Fernando, o la de Correas mismo, es monstruosa en lo cotidiano, indestructible. Desesperante a fuerza de vulgar, viviendo –dice– más dentro de nosotros que nosotros en ella.
Por ello: su programa se proponía pensar la narrativa de esas calles, ese territorio singular en su propia literatura. ¿Como narrar su oprimente vulgaridad?
Hay líneas programáticas, dije. Y la pregunta ineludible es cómo afectan la escritura de su propio autor.
Si la literatura argentina, según el propio Correas no había superado a comienzos de los años 50 la etapa del regionalismo, apropiarse de la ciudad era más que enumerar calles y escenarios conocidos a los lectores escasos. Aunque fuera más que eso, hacerlo era necesario, era un modo de trasuntar lo urbano en la trama narrativa. De esa reseña, Correas tomará más de un elemento para pensar su escritura futura. Por un lado, la cuestión de la ciudad. Valentín Fernando y Carlos Correas parten de su aprendizaje como lectores de Arlt. Se ha hecho un lugar común decir que el primer rescate generacional sobre el autor de El jorobadito fue hecho por la gente de Contorno al dedicarle su segundo número, sin embargo unos años antes Valentín Fernando había publicado un largo escrito en la revista Davar.4 Ahí se presentaba su ensayo como una valoración representativa “de la actitud admirativa de sucesivos contingentes de lectores juveniles”. Fernando planteaba que Roberto Arlt remozaba la literatura argentina con tres novedades: una lectura imaginativa, “una psicológica angustiada y desaforada; y por último, una conciencia del escritor moderno contra todo trance y eventualidad”.
La coincidencia será, entonces, tomar a Arlt como punto de partida.
Correas agregará a su propia narrativa –de a ratos– lo que remarcaba como marca original en Fernando: la técnica del estrangulamiento del tiempo, la condensación en unas pocas horas, acciones concentradas, fusionadas, ruptura de la linealidad temporal, con una impronta fuertemente cinematográfica.
Los tres autores (Arlt, Fernando y Correas) serán de los pocos que tematicen la presencia de la homosexualidad en la literatura. Recordemos: el Astier de Arlt, que comparte un cuarto de pensión con un chico que le cuenta sobre su travestismo y lo acosa. En Desde esta carne, en cambio, una casi violación por parte de los compañeros a un chico judío, intelectual, en un baño del Nacional Buenos Aires. Y en La narración de la historia, con una situación de levante y de manoseos compartidos.
Primer yiro
La narración de la historia es –doblemente– un relato de iniciación. Su autor se presenta al mundo de las letras, provocándolo desde una revista universitaria, y el cuento relata instancias de la iniciación de un adolescente al mundo de la homosexualidad. En las tres partes que componen La narración existen modos de la errancia en la ciudad. En la primera, el recorrido urbano de su protagonista, Ernesto Savid, traza un mapeo que va de Avellaneda a Constitución, caminata por la calle Montes de Oca, visita al Riachuelo, ya acompañado continúa por Costanera Sur, vuelta a Constitución, y cierra en Lope de Vega y General Paz.
En el segundo movimiento, el recorrido es circular: Constitución, Barracas, Constitución. En el último: el paseo es por la avenida Corrientes, estación Retiro, San Isidro, cierre en Retiro.
En la ida a la Costanera Sur, hay un momento donde Ernesto y Juan Carlos Crespo, el chico, visitan la estatua de Las nereidas. Esa estatua en los años veinte debió ser mudada por la exhibición de desnudos femeninos “licenciosos” y “libidinosos”. Antes, casi a fines del siglo XIX, cuenta el subcomisario Adolfo Batiz sobre sus propios paseos por el sitio original del grupo escultórico, en Alem y Perón, a pasos de la actual Casa Rosada. Allí decía el subcomisario-escritor no era uno de los puntos de encuentro entre pederastas, a diferencia del emplazamiento vecino de la estatua de Manzini. Varias décadas más tarde, los paseantes imaginados por Correas volverán a fascinarse con la estatua de Lola Mora.
En el largo recorrido que propone el cuento encontramos dos componentes: el deseo y los mutuos aprendizajes que se dan al recorrer la ciudad.
Esta Buenos Aires que propone Correas tiene escenarios muy marcados: presencia de estaciones de tren, lugares de tránsito, transportes y márgenes. Pero la frontera del territorio es la línea divisoria que traza el paso del deseo a la satisfacción.
La ciudad termina siendo hostil y peligrosa para hacer visible una relación clandestina, se hace necesario atravesar sus límites. Hacia adentro es ciudad del deseo, ciudad del levante, ciudad del yiro, pero también aparece como ciudad del miedo: “Ernesto se sentía avergonzado y hubiera querido esconder al morochito de las miradas”, “felizmente, en el subterráneo no había ningún conocido”, “tenía miedo que el morochito quisiera volver al hall de la estación”.
La indefensión y el susto permanecen, pero al bajar del ómnibus y entrar en los terraplenes de la avenida General Paz no son los otros el infierno, no es la ciudad, sino que el territorio a temer es el cuerpo deseado de la compañía buscada. El temor no es a la mirada enjuiciadora o a la sanción moral, es nervio que recorre el cuerpo: “Ernesto tenía miedo; pasaron por un terreno baldío y cruzaron varias calles desiertas”, “quizá lo llevaba adonde vivía el amigo; éste podía salir de cualquier parte y le robarían y lo desnudarían. Quizás el chico lo traicionaba”. Pero no, la traición llegará desde otro lado. Finalmente habrá caricias, masturbación y un abrazo compartido. Será tras las fronteras de la ciudad donde el deseo se realiza. En esa línea que permite el repliegue en quien recorre las calles, temiendo que la mirada de flaneur, se vuelva sobre sí mismo, sobre su sospechosa conducta, sobre su proceder exótico, su rareza. “Yo he querido ser otra cosa –dijo, con la cabeza gacha–. He querido ser un hombre duro y libre. Algo así como un hombre solitario que camina por la noche: disponible y dispuesto a todo”, dirá el protagonista de “La narración de la historia”. El disponerse a todo nos hablará de otro encuentro, en este caso entre Ernesto y un conocido con el que tendrá nuevamente que atravesar los límites de esa ciudad, esta vez hacia el norte, San Isidro, donde finalmente –se narra– “pasó lo de costumbre”. Ese encuentro más parecido al que tendría con una mujer es más tranquilizador, es liberador, más coherente con sus propias elecciones: no será necesario volver a decir que “Alguna vez tendremos bastante dinero como para comprar esta ciudad y tirarla al río”.
Breve hilván entre el primer yiro y los dos siguientes
En Los reportajes de Félix Chaneton, se establece una referencia al cuento –publicado en 1959– que mencionamos.
Dice su narrador: “En otra época, digo ahora: ‘años atrás’, yo te habría abandonado, te habría dado una cita y luego te habría dejado plantado, para que te resintieras y te volvieras rencoroso, pero ahora virilizado, te consigo trabajo, te pongo en el mundo real”. La reminiscencia al plantón y abandono hacia el chico de “La narración de la historia” está narrado por un personaje que se llama Chaneton pero que supo ser Ernesto Savid.
Ahora sí, segundo yiro
El primero de los reportajes, el de 1956, “Rodolfo Carrera, un problema moral”, se abre desde el mundo del paraíso de un teatro: refugio –se dice– “para los que hartos y excluidos de las calles sacábamos la entrada”, refugio entonces a la promesa de la aventura. De allí en más, las paradas de un largo recorrido serán más o menos las mismas: plazas, bares, con abundancia de cerveza y anfetaminas, cines piojosos, semivacíos, con algunos hombres solos.
Recorridos donde se parece aceptar los consejos de un comisario: no se debe andar por el centro, “adonde va tanta clase de gente.” Esa clase de gente en el relato tendrá distintas nominaciones pero similares características: minos, maricas, cocotas, el mundo del loqueo.
Pero los consejos no hacen mella en un joven, Félix Chaneton, que dice estar “expulsado de mí mismo, a la calle, a vagar”. Esas pequeñas memorias son sobre una búsqueda doble: la del hijo de Rodolfo Carreras, pero también hacia la creación ficcional de una ciudad que conjure a esa ciudad “encogida, contrita” que “tenía la hostilidad de los muertos”.
La apuesta a la errancia, al peregrinaje era un modo de la transformación para Chaneton. Así se da la inversión del sueño de Mansilla, aquel donde aparecía proclamado como emperador de los ranqueles, con el título de Lucius Victorius Imperator, coronando a la china Carmen como emperatriz. En el sueño de Chaneton, en cambio, se figura inventando escritos que le valen la expulsión de la Argentina. La partida hacia la nada lo convertiría en una especie de judío errante que paga con su yire el castigo por sus invectivas, por su prosa violenta. “Ahora pienso que lo que me salvó –y me sigue y me ha de seguir salvando– del intento de realizar ese sueño, dirá Chaneton, fue Buenos Aires: Boedo, Nueva Pompeya, la Avenida del Trabajo, el Bañado de Flores, Mataderos y Avellaneda, Lanús, Valentín Alsina, Piñeyro, el Dock Sur… Una y otra vez, por obstinación y por necesidad, yo volvía a esos sitios, y lentamente fui comprendiendo que Buenos Aires y la Argentina también era un lugar habitado por los hombres.”
Tercer yiro
Es el que coincide con la tercera parte del Chaneton y que se llama: “El último recurso”. Fechado dijimos, en 1973. El 24 de mayo de 1973, un día antes de la asunción de Campora. Curioso momento para que Chaneton asuma una personal búsqueda hacia el hombre nuevo y se pregunte cómo romper con la soledad en medio de la multitud. Aquí la ciudad cambia. Las caminatas que como bien observó Ramón Alcalde, en el relato anterior iban de Norte a Sur, de Este a Oeste, de la ribera y el puerto a los confines australes de Buenos Aires, viran en este relato a “paseos exploratorios” con una joven alumna. Los sitios son Cabildo y Juramento, el puente Pacífico, Gorriti y Godoy Cruz, el cine Regio, o el Mercado Dorrego. Ese callejear compartido, se distancia de aquel otro que en los años cincuenta Chaneton había hecho con Carrera. Aquel intento de descubrimiento personal, ese transcurrir por lugares nuevos de la ciudad se va perdiendo. Ahora Chaneton se auxilia –nos dice– con la Guía Filcar. Con el correr de las páginas y mientras se aproxima el cierre del relato, la presencia de la ciudad se va atenuando. Va quedando atrás, y las calles con multitudes quedarán extramuros, la mutación será hacia un mundo interior: las piezas de hotel, de departamentos, o a cierto repliegue interno que lleva al protagonista a proponerse la escritura de un libro de memorias, de un libro sobre sí mismo.
La promesa final de hacer un libro de memorias será un modo de recogimiento o de autocontemplación. Semejante quizá a la idea de caminata que Correas proponía en elArlt literato: un caminar por el caminar y la contemplación, una forma especial de paseo que nos devuelve a nosotros mismos.
Coda
El escritor Carlos Correas, habitaba un pequeño departamento en Pasteur 42, en el barrio de Once. En esa biblioteca tenía un libro de fotografías de la Buenos Aires de los años treinta, fotos donde su autor –Horacio Cóppola– sintetizaba el paisaje de los bordes de una ciudad en tránsito: entre la tradición y lo moderno. Algunas de ellas ilustraron la primera edición del Carriego de Borges Allí, en ese departamento, Correas también escribió algunos ensayos que hoy se han mencionado, llamados, como las casas proscriptas, de tolerancia.
En uno de esos ensayos y a propósito de los paseos juveniles de Borges, remite a uno propio y como muestra de su propia síntesis, de su propia búsqueda y también de su cálida malicia, concluyo leyéndolo:
“No ignoro la diferencia entre vivir en Lafèrrere y vivir en Palermo y visitar Lafèrrere; digo que estas visitas, y análogas, significan un consuelo ocasional, y no hemos de desdeñar los momentos en que el consuelo se vuelve forzoso y confortante; aquí el consuelo de vagabundear por las afueras de franca pobreza y miseria es una suerte de resarcimiento de la estupidez y canallería de los barrios residenciales o señoriales y de sus correspondientes habitantes; entiendo que así lo habrá entendido el muchacho Borges. Por lo demás, yo ya no visito Lafèrrere ni afines; he cambiado de consuelos; apuesto a que otros lo hacen y lo harán por mí: son andanzas buenas y realmente didácticas”.
1.-  En Centro 5, mayo 1953
2.- En Buenos Aires literaria Nº 8, mayo 1953.
3.- En Sur Nº 223, julio agosto 1953.
4.- Eso fue en abril de 1949. Tres años antes, Valentín Fernando había publicado “El matiz desesperado de Roberto Arlt” en la revista Todo.

Policía de la memoria (en réplica a Marcelo Birmajer y sus ataques al Parque de la Memoria) // Ana Longoni

A lo largo de las últimas semanas, el escritor y periodista Marcelo Birmajer publicó tres columnas en el diario Clarín (tituladas “El parque y la memoria”, el 5/2, “Un cartel para adulterar la historia”, el 24/2, y “Con derecho a cuestionar también a los artistas”, el 7/3) en las que ataca con saña al Parque de la Memoria, uno de los más relevantes monumentos construidos en homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado en Argentina.
Lo hace fundamentalmente a partir de una tendenciosa lectura de “Carteles de la Memoria”, la intervención allí emplazada del Grupo de Arte Callejero (GAC). Sin mencionar nunca ni la obra ni su autoría, interpreta pasajes de un par de los carteles que son parte de esta instalación, como si se tratara de definiciones de la política institucional del Parque de la Memoria.1
Semejante ataque no es para nada banal ni inocuo, en medio de las actuales y sinuosas redefiniciones de las políticas de la memoria respecto de la represión dictatorial impulsadas desde el Estado argentino. Más aún en la medida en que se propaga desde un medio de comunicación constructor por excelencia de opinión pública (de “sentido común”, cabría decir), y dado que coincide con otras peligrosas declaraciones de autoridades de la cultura y de reconocidos intelectuales. Me refiero -en particular- a los dichos del Ministro de Cultura de la Ciudad, Darío Lopérfido, cuestionando el número de desaparecidos, y a la entrevista brindada a La Naciónpor el historiador Luis Alberto Romero en la que acusa a los juicios de lesa humanidad de estar “afectando el estado de derecho y los Derechos Humanos” y ser expresión de venganza2. Merece, en este contexto, detenernos a analizar las tergiversaciones que supone la lectura de Birmajer, previendo que su insistente diatriba no es un pataleo en el vacío, sino que pretende contribuir a desencadenar concretas secuelas políticas.
Primera falacia: la obra del GAC devenida en discurso institucional
Aunque Birmajer se refiera en sus dos primeras notas apenas a dos carteles, la instalación del GAC está compuesta por cincuenta y tres carteles en un abigarrado recorrido, emplazado en uno de los senderos del Parque de la Memoria lindante con el Río de La Plata. “Carteles de la memoria” porta una larga historia que puede remontarse a 1997, cuando el GAC nacía y empezaba a colaborar activamente en los primeros escraches impulsados por HIJOS. La obra emplazada en el Parque cita, recupera y condensa un procedimiento que el grupo propuso desde entonces, y que está inscripto en la memoria colectiva de las luchas contra la impunidad impulsadas en los años noventa y primeros dos mil.
Desde 1998 el GAC produjo los característicos carteles que evocan y a la vez subvierten el código vial institucional, simulando ser señales de tránsito convencionales (por su forma, color, tipografía, tamaño y emplazamiento) que para un espectador no advertido podrían incluso pasar desapercibidos. En la preparación de cada escrache se colgaban en postes en medio de la trama urbana, en las inmediaciones del lugar a escrachar, así como se usaban como estandartes en las manifestaciones con las que concluía cada escrache. Los carteles realizados por el GAC colaban en cualquier punto de las ciudades o a lo largo de las rutas que recorren el país, señalamientos que alertaban y llamaban la atención en nuestros aletargados trayectos cotidianos sobre la convivencia con la impunidad que imperaba en aquellos años. Así, un peatón o automovilista podía toparse de repente con un cartel que lo alertaba sobre la proximidad de la vivienda o el lugar de trabajo de un ex represor, el lugar adonde funcionó un centro clandestino de detención y exterminio, una maternidad clandestina en la que nacieron cientos de bebés apropiados por el régimen, el lugar del que partían los llamados “vuelos de la muerte”, el sitio donde ocurrió un fusilamiento ilegal o una masacre, o una comisaría en la que se seguían aplicando torturas a los detenidos o casos de “gatillo fácil”.
Con extrema capacidad de síntesis y economía de recursos, la eficacia de estas señales radica en gran medida en su condición mimética: son dispositivos que se confunden con un código institucional para trastocarlo radicalmente, afectando no solo la señalética del tránsito sino el orden político que (a través de las leyes del perdón y los indultos) había instalado la impunidad y la desmemoria en nuestra sociedad. Trastocar es una de las tácticas del activismo artístico (junto con agitar, disputar espacios públicos vedados, insistir sobre lo negado), e implica afectar un orden, generar un cortocircuito que apueste a introducir un ejercicio crítico.3
Los carteles propuestos por el GAC (nunca firmados, siempre disponibles para que otros se los apropiaran e hicieran suyos) proporcionaron una visualidad característica a las prácticas sociales de protesta que emergieron en esos años y fueron empleados desde entonces no solo en numerosos escraches, marchas e intervenciones callejeras. También fueron reconocidos en el mundo del arte como una de las manifestaciones del emergente activismo artístico, y formaron parte de numerosas exposiciones y publicaciones dentro y fuera del país.
En 1999 el GAC decidió presentar la propuesta de “Carteles de la memoria” al concurso de esculturas en homenaje a los detenidos desaparecidos y asesinados por el terrorismo de Estado en la Argentina. Entre 665 proyectos postulados por artistas de todo el mundo, fueron uno de los ocho ganadores, elegidos por un jurado integrado por nueve reconocidos artistas, curadores y expertos en arte público, junto a dos destacados representantes del movimiento de derechos humanos, Estela de Carlotto y Adolfo Pérez Esquivel.
Ya desde su primera formulación, aún como maqueta preliminar, la secuencia de carteles insistía en ubicar las trágicas secuelas del terrorismo de Estado en una historia más vasta y compleja, de alcances regionales (aludiendo al Plan Cóndor y a la injerencia de la CIA en las dictaduras militares sudamericanas del período), deteniéndose en las dimensiones de complicidad de civiles, de la cúpula de la iglesia católica y de medios masivos, en los inicios de la transformación neoliberal de la economía (en particular, el abrumador incremento de la deuda externa, del que hoy volvemos a saber), la complicidad de corporaciones y empresas (como Ford, Mercedes Benz, el Ingenio Ledesma), los delitos económicos (robos y apropiaciones del “botín de guerra” por parte de los represores), el desmantelamiento de la industria nacional, etc. Los carteles del GAC ubican los mecanismos de dispersión del terror concentracionario4 en una historia más larga que viene de antes del golpe de Estado de 1976 (al aludir a la Triple A y a los decretos de aniquilamiento del gobierno de Isabel Perón) y que prosiguió después (la práctica del gatillo fácil, el reciclamiento de las fuerzas represivas en empresas de seguridad privadas, etc.). Planteados a fines de la década menemista, denunciaban las privatizaciones de las empresas públicas y las condiciones penosas de vida de un gran sector de trabajadores (afectado por la desocupación masiva, la precarización laboral, la miseria y pauperización).
Cuando finalmente la obra fue emplazada en el Parque, recién en 2005 a causa de demoras administrativas, el GAC actualizó los textos presentados en 1999. Las políticas de Estado –indiscutiblemente- estaban cambiando, y no solo en materia de derechos humanos. Ya entonces la participación del GAC en el Parque de la Memoria desató algunos debates dentro del activismo e incluso más allá de él, básicamente en torno al riesgo de “institucionalizar” y neutralizar una práctica callejera tan potente como el escrache dentro de una iniciativa oficial.5 Sabiendo que ocupaban un lugar incómodo, sus integrantes defendieron la “finalidad educativa”6 de ocupar ese espacio memorial interpelando –con un lenguaje visual conciso- a las nuevas generaciones que visitan y visitarán el predio con una serie de señales que más que componer un relato cerrado (como Birmajer insiste en sostener), abre la cuestión del genocidio a nuevos materiales, indicios y preguntas, y nos interroga con agudeza sobre sus efectos en tiempo presente.
Segunda falacia: el Parque como apología de Montoneros
“Los kirchneristas usaron el Parque de la Memoria para la construcción de su relato con dinero del erario; peor aún, mancillando y negando la gesta del Juicio a las Juntas y el Nunca Más y haciendo apología de grupos criminales como Montoneros” (Marcelo Birmajer, “Con derecho a cuestionar también a los artistas”, Clarín, 7 de marzo de 2016).
Con este discurso desbocado, la operación de Birmajer se cimenta en la deshistorización de un relato (y no “el relato”) que -lejos de hacer apología de Montoneros o de reivindicar la lucha armada setentista- indaga en las condiciones históricas que hicieron posible que tantísimos miles de jóvenes optaran por esa vía no solo en el país sino en buena parte del mundo, en una época signada por un horizonte de expectativas de transformación revolucionaria inminente. Es muy cómodo pararse en los tópicos discursivos que se volvieron hegemónicos en la posdictadura para señalar con dedo acusador las definiciones políticas previas. Más riesgoso es indagar en los contextos epocales precisos: considerar que desde 1930 los golpes de Estado habían sido una constante en la vida política argentina, desde 1955 estaba proscripto el peronismo y desde 1966 lo estaba todo el arco opositor (eran perseguidos no solo los políticos, sino también sindicalistas, estudiantes, científicos, artistas y hasta las chicas con minifalda y los muchachos con barba y pelo largo). No puede obviarse en la radicalización de buena parte de la sociedad el impacto de sucesos como la guerra de Vietnam, la invasión norteamericana a Santo Domingo, el asesinato del Che Guevara en Bolivia, el de Martin Luther King en Estados Unidos, la masacre de Tlatelolco en México y tantas otras evidencias de la aplicación sistemática de la violencia represora que convencieron a muchos –inclusive a Jean Paul Sartre-7 de que la única salida legítima y efectiva era replicar con violencia insurgente. Esto no significa reivindicar a Montoneros ni al ERP, ni sus metodologías ni sus actos, sino aproximarnos a esa experiencia extrema de manera situada, reponiendo las discusiones políticas y teóricas que tuvieron lugar entonces, considerando la época con menos prejuicio y más ánimo de entender y dilucidar. Ello sin desactivar la crítica e incluso la autocrítica, en un ejercicio diametralmente diferente a la caza de brujas a la que parece incitar Birmajer.
Bien sabemos que las memorias respecto de la historia reciente son múltiples y en conflicto, que las construcciones o argumentos que dominan un período dado no son estáticas ni inmutables, y pueden ser desplazadas, discutidas o transformadas en un momento posterior. Si la última dictadura quiso negar la existencia de los desaparecidos, el movimiento de derechos humanos bregó -en condiciones muy adversas- para darles entidad y reclamar por su aparición con vida, primero apelando a su condición de víctimas y mucho más tarde reivindicando su militancia. Si los militares pretendieron abandonar el poder sellando un pacto de amnistía, el gobierno de Alfonsín encaró una dura pelea por enjuiciar a los comandantes que integraron la junta militar y abrió con la CONADEP la posibilidad de denunciar públicamente los crímenes cometidos, aunque luego terminó cediendo ante las presiones de las Fuerzas Armadas al promulgar la ley de Punto Final y la ley de Obediencia Debida. El gobierno de Menem deshizo lo avanzado otorgando los indultos, a pesar de la enorme movilización popular que repudiaba esa medida. En ese tiempo de rotunda impunidad es que surge HIJOS y se emprenden las luchas –inicialmente aisladas y fuertemente reprimidas- de las que el GAC es parte activa. Aún con sus diferentes modalidades y tácticas, los HIJOS se reclamaron continuidad de la larga lucha de Madres y Abuelas, en medio del páramo. Al calor de la revuelta popular de diciembre de 2001, muchas de estas políticas minoritarias adquirieron visibilidad y protagonismo. En los últimos años, varios de sus reclamos (como “juicio y castigo”) adquirieron un carácter de políticas de Estado. Evidentemente esas conquistas están en riesgo en la actualidad, a la vez que las persistencias de esa larga lucha prosiguen y seguramente vislumbrarán nuevas formas en los tiempos venideros. Hace pocas semanas, el hijo de un amigo –un muchachito de trece años que acaba de ingresar al Colegio Nacional Buenos Aires- fue detenido por un policía en la valla que interrumpe la Plaza de Mayo porque tenía puesta una remera con la cara del Che. No lo dejaron pasar aludiendo a una incierta “portación de ideología”. ¿Quizá este alucinante acto de intolerancia y prepotencia sea una inesperada señal de cómo una figura que ha devenido en rotundo mito mediático e incluso en emblema turístico pueda recargarse de alguna condición disruptiva?

Cierre
En síntesis, cuando Birmajer elude considerar esta historia compleja y elige reducirla a dos referencias fuera de contexto que pretende orgánicas a lo que llama “el relato kirchnerista” está falseando los hechos y pasando por alto de una manera burda infinidad de mediaciones:
1) Toma la obra del GAC como manifestación directa del discurso institucional del Parque de la Memoria, evitando mencionar su condición de obra específica y su autoría, así como el dato nada menor de haber sido seleccionada en un concurso público internacional.
2) Cuando la refiere como parte del “relato kirchnerista”, pasa por alto que la obra fue gestada en 1999 –cuando el kirchnerismo no existía-, y ni sus autores ni la institución pública que cobija esta intervención -y que por cierto depende del Gobierno de la Ciudad- se pueden asimilar al kirchnerismo sin cometer un arbitrario forzamiento8.
3) En lugar de sumergirse en la obra y en la compleja historia que despliega, descontextualiza dos fragmentos para disparar contra el Parque de la Memoria (y por elevación contra el movimiento de derechos humanos que tiene una trayectoria que empezó muchísimo antes del kirchnerismo y prosigue más allá de él).
4) Contra las acusaciones que desliza Birmajer en su última nota, vale señalar que los integrantes del GAC trabajaban entonces y siguen trabajando como docentes en escuelas y universidades públicas, y no eran ni “empleados” del Parque de la Memoria ni “artistas contratados por el Estado”.
Marcelo Birmajer tiene derecho a pensar lo que quiera. Lo que carece de toda ética intelectual es usar su lugar privilegiado en los medios masivos para erigirse en policía de la memoria y sembrar franca confusión y odio, mucho más cuando empieza a haber señales claras de violencia política (sin ir más lejos, este fin de semana hemos sabido consternados de balazos a militantes políticos y de manifestantes sindicales heridos).
1 Como lo señala agudamente Laura Malosetti Costa, en “Polémica con Birmajer”, Clarín, 6 de marzo de 2016.
2 Jorge Fernández Diaz, Entrevista a Luis Alberto Romero en La Nación, 22 de febrero de 2016.
3 Cfr. Alerta que salpica, https://mega.nz/#F!t8sgCZRK!DhCXde5hnhnL_cKk2Koe4w), p. 62.
4 Pilar Calveiro, Poder y desaparición, Buenos Aires, Colihue, 1997.
5 A ello apuntaba la crítica de Adrián Gorelik en “Preguntas sobre la eficacia” (revista Punto de Vista nº 82, Buenos Aires, agosto de 2005).
6 Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado. Parque de la Memoria., Buenos Aires,
7 Véase su prólogo al libro de Frantz Fanon, Los condenados de la tierra.
8 El GAC ha explicitado posiciones críticas hacia el kirchnerismo en varias ocasiones, por ejemplo en relación a la museificación del Casino de Oficiales en la ex ESMA, en 2014.

Hacia una revolución de la crueldad: Antonin Artaud. Capitalismo de la conciencia y revolución fisiológica // Emiliano Exposto


Tercera Parte.

La noción artaudiana de “capitalismo de la conciencia” constituye el núcleo problemático en torno al cual gira esta tercera parte de “Hacia una revolución de la crueldad: Antonin Artaud”. Comenzaremos con una fragmento del autor: No sentirse vivir como individuo equivale a escapar a esa forma temible de capitalismo que yo llamo capitalismo de la conciencia. Aquí está la clave alrededor de la cual se organiza lo que podríamos llamar, de manera rozitchneriana, la cura individual y la cura colectiva de la forma capitalista de codificar nuestras conciencias encarnadas.

Desde Marx ya sabemos que no es la conciencia del hombre laque determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determinasu conciencia (Marx, 2010: 17). Y con Artaud hay que señalar que el cuerpo consciente o la conciencia encarnada habitan  el desgarramiento y desdoblamiento del hombre en toda la formación social capitalista: la “conciencia capitalista se enajena de los cuerpos y domina las carnes.

La conciencia capitalista se presenta en tanto que propietaria absoluta de los medios de privatización del cuerpo y como la instancia complementaria en la organización divina de los órganos operada por Dios ladrón. La conciencia es capitalista en tanto se autonomiza y sustrae los órganos; se insiste en ello porque es central entender que la conciencia es al cuerpo aquello que el Capital es al trabajo asalariado, esto es:propietaria de los medios necesarios para su producción y consumo; atenazamiento de toda potencialidad intensiva y explotación de su fuerza de trabajo. El resultado del tal procesión esla capitalización de las carnes, de acuerdo a una supuesta independencia y jerarquización de la conciencia, en sentido abstracta y espiritual (no encarnado), por sobre el cuerpo. La subordinación de los órganos, y por demás, la determinación cosificante de las carnes en tanto individuo (no sentirse vivir como individuo”,es decir, no existir bajo la forma petrificante de una y solo una identidad global y especifica de la conciencia) conforma la fibra última de este planteo.
Ahora bien, tal situación no es posiblesin el ya mencionado trabajo del Dios ladrón” en Artaud, o del Capital y el Estado (el “capitalista total ideal”) en Marx. Es manifiesto que es allí donde se realizan las escisiones de la carne vs la conciencia, de lo privado vs lo público, del orden económico vs lo político, las cuales velan el problema alescindir los rminos de la relación. Ante esta situación,Artaud apuesta por reconquistarme violentamente, de irrumpir brutalmente en mi ser, de adelantarme al avance incierto deDios (2005: 103). Y en el mismo sentido escribe: “El hombre está enfermo porque está mal construido. Atenme si quieren, pero tenemos que desnudar al hombre para rasparle ese microbio que lo pica mortalmente, dios. Y con dios, sus órganos, porque no hay nada más itil que un órgano. Cuando ustedes le hayan hecho un cuerpo sin órganos lo habrán liberado de todos sus automatismo y lo habrán devuelto a su verdadera libertad (2011: 31).

Los cuerpos artaudianos están modulados, por un lado, por la organización funcional y utilitarista de Dios como organismo trascendente, y por otro, por la privatización de los órganos en la conciencia. Ambas tecnologías constituyen los elementos heterogéneos e irreductibles del mismo dispositivo, a saber: la producción de corporalidades sólo en apariencia independientes uno de los otros, distancias, según las necesidades tanto de verticalidad representacional como de individualización para la división social deltrabajo. Y puesto que estas cnicas son elaboradas en las condiciones concretas de producción capitalistas, es claro que todo este despliegue, universal y particular, es desarrollado a partir de lo que en la Primera Parte llamamos la “acumulación carnal originaria” como la otra cara necesaria de la reproducción ampliada y de la acumulación constante del valor del Capital: “El único Universal Concreto de nuestra época (Zizek, 2004).

Entonces en Artaud existe una realización de movimientos en los cuales, primero, se da la eclosión de las fijaciones identitarias por medio de un flujo incesante deestallidos que acontecen en el cuerpo y se presentan como volcanes en el yo: he sido mi padre, mi madre, mi hijo, escribe Artaud. Pero el problema es que, de inmediato, incluso antes del nacimiento sostiene el Momo, esos saberes y energías del cuerpo son neutralizados por el dúo conciencia/Diosladrón a los efectos de des-sensibilizar, hegemonizar y diseccionar la multiplicidad delas carnes, confeccionando una mismidad propietaria cerrada sobre sí y distanciada del tejido territorial compartido con los otros. Así pues, el cuerpo ordenado, normalizado y espectralmente descarnado sólo vehiculizará un tipo de nexo social-afectivo abstracto puesto al servicio de la infinita cuantificación del Capital y de la cualificación desmaterializada de la conciencia vaciada de soporte efectivo en la realidad de las fuerzas.

De manera que esto último permite que en el campo social general acontezca, según Artaud, una enajenación como condición absoluta de la economía colectiva de los seres y una jerarquía distanciadora al interior de esa enajenacn. Todo ello no es otra cosa más que un resultado del proceso labrado por la “conciencia y el “Dios ladrón, es decir: un efecto históricamente determinado de las personificaciones artaudianas del Capital.

Para continuar hay que leer a Del Barco: “en el teatro occidental Artaud descubre el funcionamiento de la sociedad. La estructura del teatro (que debe ser destruidapor el teatro de la crueldad) posee la misma estructura que la novela, que la gica, que elEstado, que la producción económica y, en última instancia, que el lenguaje. De manera que es menester, siguiendo los lineamientos teóricos y tácticos de Del Barco, realizar una revoluciónfisiológica total, en todos los frentes, según una acción definitiva e integral. Se trata del mismo problema que en Marx: sustraer la abstracción de la Sociedad separada del individuo, horadar las robinsoneadas del capitalismo fetichizante mediante la revolución social como perspectiva de la totalidad. En Artaud, esa totalidad, ya se verá, es cuerpo sin órganos; en Marx en cambio, ser genérico del hombre osimplemente comunidad. Proletariado aquí y cuerpo sin órganos allá, son nombres de un idéntico proceso, intensidades móviles de cierta maquinaheterogenética: los signos materiales de una efectualidad llamada a transgredir y martillar, de una vez y para todas las veces, todos los microbios de dios, el Invisible, el Otro, el Capital. La revolución física y materialmente completa es la manifestación del devenir emancipatorio.

La tarea es hacerse un cuerpo nuevo en la escena del teatro de la crueldad: un cuerpo sin órganos. Para lograr la transformación orgánica y física verdadera del cuerpo humano (1977: 200). Y a la terapéutica y el diagnostico artaudiano es el siguiente: el origen y elfinal, diferidos en el mismo movimiento, se desenvuelven en tanto que cuerpo sin órganos. La sociedad capitalista junto al Dios ladrón, en cambio, aparecen bajo la forma de quiebres dicotómicos y desfondamientos. Por lo cual habría que hablar ahora de la descorporalización de la realidad, de una ruptura aplicada, puesto que la operación de subversión necesita de modo urgente un continuo esfuerzo de exaltación, de abolición, de precisión, de apetito, de deseo informulado de transformacn.

Perotodo levantamiento artaudiano de las carnes es, a la vez, unificadoy ltiple, como el azar organizado de la anarquía coronada. Entonces la descomposición de los estratos espectrales del cuerpo sólo es posible en tanto se extiende, se verifica y se despliega en lo común. Por lo tanto, se desprende que el acto revolucionario es crueldad y unidadde la acción, o mejor dicho, insurrección sistemática y sagaz. En Artaud la tarea no es sino “perseguir la perversión y la destrucción de toda clase de valores y órdenes.

Y finalmente, a manera de conclusión para el diagnosticoy terapéutica señalado más arriba, Artaud propone la Anarquía Coronada, o el reino de Heliogábalo. Y en efecto en función del rey Heliogábalo se señala que Anarquía es ni Dios, ni señor, y más manifiesto aún: Heliogábalo fue anarquía en acto, el dios unitario, que reunía al hombre y la mujer, los dos polos hostiles, pues el UNO y el DOS, era el final de las contradicciones,la eliminación de la guerra y la anarquía, pero por la guerra […] La anarquía hasta el punto que Heliogábalo la llevó, era poesía realizada. En toda poesía hay una contradicción escencial. La poesía es la multiplicidad (1972: 90) Entonces pues, al ser la poesía realizada de Heliogábalo multiplicidad” y “contradicción escencial”, es menester que, en el marco anti-capitalista de los afectos corporales, sea entendida como proceso relacionalantagónico, y con ello, como lucha de clases y batalla por los sentires. O más precisamente la “anarquía organizada de Artaud no es más que la lógica autoorganizada de lo colectivo en un enlace creativo y diferente, en oposición a la lógica representativa del Capital; y eso con miras de instituir, en el sentido de Castoriadis, nuevos modos deexistencia.

En suma: organización de la autonomía y autonomía organizada. Es anarquía yorganización, y por tanto resulta ser Anarquía Coronada. Sin principios primeros de sujeción trascendentes y allende las dicotómicas descendentes: junto con la revolución económica y social indispensables, todos esperamos una revolución dela conciencia que nos permita curar la vida” (2010: 163).

Para“curar la vida, es decir para crear nuevos modos de existencia inmanente, hay que pensar que la metafísica occidental y el modo de producción capitalista funcionan, en el mismo movimiento de mostrarse como tal, de manera ontológica y estructurante. En consecuencia, superar la “conciencia capitalista” es lo mismo que transgredir el Juicio de Dios, subvertir el sistema de la representación y disolver la división capitalista sobre las corporalidades. Ya que hay una triple alienación en la carne deltrabajo: separación trascendente entre producto y cuerpoproductor en las mismas condiciones materiales de produccn, alienación del cuerpoproductor en torno a mismo, separación entre la multiplicidad de los cuerposproductores en sus relaciones de composicionalidad. Ciertamente, el trípode en el cual se sostiene la mencionada triple alienación no es otro que la articulación entre: la operación de organización funcionalistade Dios ladrón, la posesión privatista del cuerpo desde la “conciencia capitalista, y por sobre todas las cosas, el procedimiento inmanente de las relaciones sociales capitalistas en las cuales todos los sentidos físicos e intelectuales han sido sustituidos por la simple enajenación de todos estos sentidos:el sentido del tener” (Marx, 2011: 130).

La propiedad privada del Dios ladrón acontece pormedio de un robo, ya lo seña Proudhon. De forma que de Marx a Artaud, pasando por Proudhon, el imperativo en función del acontecimiento revolucionario se presenta en tanto desrealización del cuerpo tal y comoha sido hecho. La tarea en efecto es des– funcionalización y desconcientizacn, esto es: expropiación de los expropiadores. Es decir, suturar el utilitarismo de la carne y la extracción de su energía destituyendo la usurpación de Dios ladrón, abolición de la propiedad privada de los órganos bajo el enseñoreo de la conciencia. Y ello significa desprenderse de ese acondicionamiento de misórganos tan mal adaptados a mi yo, dice Artaud. Ciertamente es necesario aniquilar tanto a la conciencia como a Dios, pues ambos son los agentes históricos del modo capitalista de producción. De hecho la crueldad artaudiana no es sino rebelión contra un sistema social inocuo” (1977: 200).
Por eso en la estrategía de neutralizar el Juicio de Dios son necesarios soldados, ercitos, aviones, acorazados, pues el autor entiende que: las fuerzas revolucionarias de un movimiento son aquellas capaces de desequilibrar elfuncionamiento actual de las cosas, de cambiar el ángulo de la realidad” (1977: 79). En Artaud no se trata tan sólo de tomar o no el poder: ello es necesario, se podría decir, pero no resulta suficiente. Porque, en sentido pleno, hay que destruir toda relación social capitalista: revolución permanente y transformación inmanente. Y en efecto es menester tanto la modificación económica, social y política indispensable, como el aniquilamientode Dios ladrón” y de la “conciencia.
De manera que se ostenta una idea univoca de la revolución en tanto lucha política por la tomadel poder de Estado o socialización de los medios de producción, todo combate está al servicio de tal batalla, y el teatro de la crueldad es revolucionario sólo en su remisión exterior y referencia hacia otro orden: el signo transformador le adviene desde afuera, por representación, y peor aún, operaría en exterioridad a los cuerpos reales que pueblan y producen las fuerzas del campo social-afectivo. Sin embargo eso es nada más que metafísica revolucionaria, un mero concepto de la revolución pura.

El teatro de la crueldad es la creación de un territorio común en tanto que campo de lucha en el  cual dar la batalla, continuo y sin final, por las vidas. Y ello se opone a una sedimentación de las estrategias, de las tipologías tácticas y los aparatos de resistencia en torno a la unidad del centro y al monopolio del sentido que, en la tradición, se enquistaron en una forma de política cristalizada y perimida.El problema no estriba en los diagramas programáticos, ni en elecciones de dirección; no se trata de un quiebre súper-estructural: “el concepto de ideología es un concepto execrable que oculta los verdaderos problemas, siempre de naturaleza organizativa(Deleuze, Guattari, 2010: 124). La cuestión es estrictamente práctica, es decir organizativa: ¿cómo pensar la composición colectiva de la política y la política en las composiciones colectivas? Y en ese mismo sentido, en carta a Bretón, Artaud aclara en qué consiste su posicionamiento emancipatorio: “hay, en este aspecto, una revolución siempre por hacer, a condición de que el hombre no se piense revolucionario únicamente en el aspecto social, sinoque crea que debe también, y sobre todo, serlo en los aspectossico, fisiológico, anatómico, funcional, circulatorio, respiratorio, dimico, atómico y eléctrico (1977: 88)”. Se trata de una resistencia desde y por las carnes sufrientes a nivel sintiente, simbólico, imaginario, etc…, en todos los ámbitos a la vez y con todas las fuerzas de nuestros cuerpos en común. Eso es la “revolución fisiológica total” que intenta pensar Artaud mediante las figuras del teatro de la crueldad, el cuerpo sin órganos y la anarquía coronada. 

Felicidad asegurada (II), hacia los capitalismos no democráticos y los dispositivos de excepción // Carolina Di Palma

Seguimos con la segunda clase sobre “Privacidad y vigilancia en entornos digitales” realizada por Laura Siri a través de Fundación via Libre, textos que comenzamos a publicar en Lobo Suelto desde el mes de marzo. En este caso la importancia de la privacidad como fundamento de las democracias modernas nos introduce en el debate acerca de cómo la implementación de las “leyes antiterrorismo”  de estos últimos tiempos en diferentes regiones del planeta y las  nuevas formas de hacer inteligencia funcionan en paralelo al sistema de derecho y sus marcos legales. Pero, sobre todo, también transforman el paradigma de “la presunción de inocencia” vinculado a la certeza de las pruebas hacia el paradigma de la “prevención del delito” vinculado a la probabilidad estadística y combinación algorítmica de nuestros datos y metadatos.

¿Por qué es importante que hablemos de privacidad?

Por Laura Siri 
Fundación ViaLIbre aula virtual Artica

Creative Commons

La privacidad no necesariamente es un fin en sí mismo, sino que puede ser vista como un medio para obtener un fin. Y dicho fin no tiene por qué ser un beneficio individual, como el enfoque de “dejar tranquilo” podría dejar traslucir. Más bien, la privacidad importa por la función social que cumple para permitir la libertad y la democracia.
Quizá oíste hablar de Edward Snowden, el excontratista de los servicios de inteligencia de Estados Unidos que, en 2013, reveló cómo ese país espía las comunicaciones online de gran parte de la población mundial (y, si no, no te preocupes que volveremos sobre él mas adelante). Él dijo que (Enlaces a un sitio externo.)hay al menos dos razones para oponerse a la invasión de la privacidad. La primera es que, evidentemente, la gente modera su conducta cuando sabe que la vigilan. “Bajo observación, actuamos de modo menos libre, lo que significa que efectivamente somos menos libres”, dijo. La segunda es que si se están recolectando todos los datos de todos, se están creando registros permanentes de nuestras vidas, aunque no seamos sospechosos de nada. Así, si algún día sí somos objetos de una investigación, ya será abstracto nuestro derecho de no declarar contra nosotros mismos porque nuestro registro ya habrá declarado todo lo declarable, y más. “Quizá no recuerdes dónde fuiste a cenar el 12 de junio de 2009, pero el gobierno sí se acordará”, ejemplificó Snowden.
Según el libro de Helen Nissembaum que ya citamos, (2010: 98), la privacidad es fundamental para el ejercicio de: 
  • La individualidad: porque la oportunidad de un desarrollo personal satisfactorio, creativo y saludable depende en gran parte de la posibilidad de experimentar sin el temor a la desaprobación, censura o el ridículo y, sobre todo, sin la presión de adecuarse constantemente a las normas convencionales. La exposición exacerbada produce que los individuos repriman actitudes, comportamientos o pensamientos para evitar represalias tales como la pérdida de un trabajo o el aislamiento social.
  • La autonomía: la privacidad es de hecho una manera de mantener la autonomía con respecto a cierta información que una persona considera que no debe ser revelada a terceros. El valor que ha adquirido la información en la actualidad amenaza directamente la autonomía y por lo tanto la privacidad de las personas, ya que las empresas y los gobiernos manipulan los datos personales sin el consentimiento consciente de los individuos.
  • Las relaciones sociales: la autonomía de alguien para disponer de los elementos que conforman su vida privada le permite revelar voluntariamente a ciertas personas y en ciertos contextos la información personal que considera oportuna, útil y necesaria.
  • La participación política: la privacidad es un valor esencial de todo sistema social y político legítimo. Es un valor público en la medida en que es constitutivo de otros derechos tales como la libertad de asociación y de discurso, y sobre todo de la votación secreta sobre la que se funda la democracia. La privacidad además protege a los individuos de intromisiones por parte del gobierno y de las empresas.
La privacidad, por lo tanto, es fundamental para evitar las consecuencias que puedan resultar de los errores deliberados o accidentales que surgen de la acumulación de datos, así como de las malas interpretaciones y prejuicios. También es imprescindible para protegerse de posibles extorsiones y abusos de poder por parte de las personas físicas y jurídicas que acceden a los datos. Y, por qué no, para evitar ser nada más que “prospectos” dentro de un esquema comercial que puede ser muy agresivo, aunque su aspecto sea amigable, como en el caso de las redes sociales online. La falta de privacidad, en suma, amenaza todos los derechos humanos que apreciamos hasta el momento.

Ayotzinapa: itinerario oficial del silencio // Raimundo Dreiklang

Ayotzinapa y otra vez el reclamo. Otra vez el clamor sollozo de las familias. Otra vez la intensa e incesante lucha contra el olvido y la desmemoria.

En el profundo océano de la impostura, la palabra corre peligro de exiliarse. El pensamiento corre el riesgo de terminar en el más oscuro de los ostracismos. Pero por ahora transita el laberinto de la incertidumbre, y esa incertidumbre crece a medida que pasan los días.

Tras su viaje a México el pasado 12 de febrero, Jorge Bergoglio en su circunstancial rol como jefe de la Iglesia Católica bajo el nombre de “Francisco”, olvidó referirse a los 43 normalistas desaparecidos, ni siquiera los mencionó durante su estancia en ese país. Preocupado por temas relativos a la actualidad que acucian a la sociedad mexicana como el narcotráfico, la migración, la violencia y la desigualdad, parece no haber tenido espacio en su apretada agenda la cuestión de los jóvenes desaparecidos. ¿Qué pasó? ¿Por qué el sumo pontífice en sus cinco días de visita oficial omitió de su itinerario este asunto tan trascendental para la justicia y los derechos humanos?

Dudo mucho que Bergoglio sea testigo de Jesucristo, ignorando por completo una situación que desvela al pueblo mexicano. Dudo mucho que sea representante de su legado en la tierra cuando desoye las voces de los que están sufriendo descarnadamente por este terrible dolor. Dudo mucho que sea un “Papa prometeico” cuando elige ser portavoz del silencio, tan cómplice como la mano asesina que le arrebató la vida a esta juventud maravillosa.

Si lo que estoy diciendo es una infamia, pues déjenme decirles que soy un gran infamador, pero de la mentira y la impunidad.

La historia no se repite, pero tiene puntos de encuentro, puntos de semejanza. Ayotzinapa nos debe interesar, sin duda que nos debe interesar y nos tiene que interpelar como contemporáneos. Es un hecho que nos tiene que tocar como defensores de los derechos humanos y debe constituirse como parte de nuestras vidas, para tenerlo siempre presente y cerca de nosotros. En nuestra memoria, en nuestra conciencia histórica, pero fundamentalmente en nuestra praxis cotidiana. Su exhortación no tiene que surgir lejos de nosotros, de nuestras coordenadas éticas y morales.

Al pueblo mexicano le decimos: “¡háblennos de Ayotzinapa!” “¡háblennos de sus hijos!” “¡háblennos de su historia, de sus historias!” “¡háblennos de sus biografías!” “¡háganselas conocer al mundo!” Lo que ocurrió en los tiempos del Plan Cóndor, ocurre en estos tiempos de democracia con el sabor amargo de la impunidad estatal, la corrupción, el narcotráfico y la criminalidad.

Es menester que el pueblo de Iguala y de México hagan conocer Ayotzinapa. Es una obligación de este tiempo traerla a la memoria, al presente perpetuo, a la vida. Traerla a la conciencia de aquellos que la desconocen, que la ignoran, que apenas saben sobre su existencia y que por esa razón el olvido y sus esbirros no le tienen demasiada simpatía.

Por medio de distintas voces alternativas se habla sobre Ayotzinapa: quiénes fueron, qué pretendieron cambiar, qué sueños tenían.

En esta búsqueda por la verdad y la justica, debe estar incluida la memoria. Sin ella, todo esto no tendría sentido. No valdría la pena seguir luchando y todos los esfuerzos por borrar los signos de la impunidad habrán sido en vano.

Hasta ahora no hay nada concreto. Sólo intentos leves que vienen generando algunos resultados, pero nada que deje certezas reales.

El Estado mexicano -encabezado por Peña Nieto desde 2012- a través de sus fuerzas de seguridad aniquiló a esta cuarentena de estudiantes, lo que constituye a todas luces un “crimen de Estado”. Su complicidad basta y sobra para hacerlo responsable de este hecho aberrante. Los Estados nacionales mantienen en su naturaleza la matriz represiva y desaparecedora. Conservan intactos los dispositivos que proyectan y cristalizan la pulsión de muerte en la sociedad civil.

Mientras tanto, ¿qué ocurre con el dolor que angustia a las familias?, ¿cómo explicamos el sufrimiento de una madre que está muerta en vida? ¿Se puede describir esta agonía con las palabras? No alcanzan. Tampoco la manera de usarlas, ni la creatividad lingüística para intentar explicar un dolor que es infinito. Nosotros, testigos del presente, no podemos pasar desapercibidos por esta tragedia, sintiendo el mismo dolor como si nos pasara a nosotros, como si estuviésemos allí.

La visita del Papa a tierras mexicanas avivó el fuego de Ayotzinapa, pero sin muchas expectativas más que las que provienen del rostro de la resignación.

Es una gran injusticia no ser recordado. Quizá la peor de todas.

Representa la indiferencia sepulcral, quedar expuesto al abandono, indefenso ante los que empuñan el sable del silencio y afirman con benevolencia desempeñar la tarea de abolir a los impíos de la humanidad.

Para los familiares, permanecer aislado es confinarse al dolor, a ese territorio donde no hay posibilidad de apelar a la solidaridad y el amparo de nadie, ni de adentro ni de afuera. Es terminar desterrado, vagando por un desierto de inmenso dolor.

México, en estas circunstancias, ha recibido pocas manifestaciones de apoyo y de repudio a sus asesinos.

Las desapariciones de Ayotzinapa poco a poco se están volviendo letra muerta y cada vez que se menciona, parece que cayera en saco roto, sin llevarnos a nada, sólo a hundirnos aún más en la incertidumbre. El único sospechoso en esta trama es el propio Estado, al que la justicia probablemente descarte como autor intelectual y material del hecho.

Sin embargo, no alcanza con saber lo que ocurrió. No alcanza sólo con reconocer el hecho. Lo que se debe hacer es continuar la búsqueda, ininterrumpidamente, como si se acabara el mundo. Ese es el mayor acto en pos de la justicia.

México debe cesar con el imperio de la impunidad de una vez por todas y crear el cisma con la cultura represiva que tanto perturba y martiriza a su pueblo.

“¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” Este grito nunca debe extinguirse, a pesar del dramático silencio que despierta de las fauces del poder, cualquiera sea su origen o mandato social. Esperemos que esa indignación pronto se transforme en justicia.

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