La Kafkología, a esta atlura sería la ciencia que estudia a Kafka y a todos sus legados. Resulta quizás demasiado arborescente, infinita, un laberinto del que tampoco hay salida y del que siguen surgiendo historias increíbles. Sus cuatro biografos más importantes: su amigo Max Brod, Claus Wagenbach, Reinter Stach, Ronald Hayman, han tratado de encontrar la huella de su vida en todos lados: su manías, vículos, la imagen dejada en aquellos que lo conocieron (“Cuando Kafka vino hacia mi”, Hans-Gerd Koch, edit. Acantilado, 2009), el testimonio de cada uno de sus afectos, a la vez ha implicado otras biografías: Milena Jesenská, Dora Diamant, Felice Bauer, acaso la de Brod mismo en Telaviv y hasta de su secretaria Esther Hoffe, que se quedó con parte de los papeles kafkianos y generó todo un culebrón legal de carácter internacional. Ni qué hablar de los dibujos de Kafka que desde hace dos o tres años se han podido rescatar en su totalidad. O el material legal del abogado Kafka, los llamados “papeles de oficina”, publicados en Estados Unidos donde se compendian dictámenes elaborados por el técnico en evaluación de riesgos de las Aseguradoras del Reino de Bohemia para las que prestó servicio; que dejan ver que allí había un profesional superlativo, pionero en los derechos de la seguridad social.
Reiner Stach, por ejemplo, ya terminada su monumental biografia, no satisfecho con esa magna obra, escribió “99 hallazgos ¿Este es Kafka?” (Acantilado, 2021) breves biografemas y curiosidades, que son como perlas del mosaico siempre incompleto que evoca su figura.
Entre estos laberintos Kafkianos también está la interpretación, ya no biográfica, sino conceptual: Bataille, Deleuze y Guattari, Marthe Robert, Walter Bejamin, Maurice Blanchot, en J.L Borges, Roberto Calasso, Hanna Arendt, Canetti, etc. etc. etc. Hay una recepción francesa de Kafka, como una Inglesa, otra China, otra Española (vía revista Occidente-la metamorfosis-traducción de Ramón María Tenreiro, 1925) y una recepción puramente Argentina (vía Revista Sur-vía Ortega a Victoria Ocampo-Borges) que después se extendió a la editorial Losada y Emecé con traducciones de sus libros.
En este Aleph Kafkiano, que funciona como un tour de force universal (que bien podría pensarse desde una suerte de chat-bot-IA-Kafka, que escriba y hable igual que el escritor, porque ha capturado sus conexiones neuronales-cerebrales y logrará un tipo de singularidad que ni la máquina de la Colonia Penitenciaria podría llegar a tener), aparece el capítulo de “El Kafka en las pampas” que tiene una genealogía propia: de las alusiones de Borges a Martinez Estrada de conferencia en Moscú pos Stalin, a Ricardo Piglia y los cruces Hitlerianos, pasando por las derivas psicológicas de Carlos Correas, o Jorge Isaakson y sus laberintos, los cuentos de Marco Denevi, el teatro abierto de Carlos Somigliana, ritornellos de Kafka-Duchamp en César Aira, Octavio Prenz, o rarezas como los animales narrativos o el Zama de Di Benedetto, y hasta el ya “rarísimo” Gabriel Ruiz de los Llanos, un nazi argentino que escribe opusculos sobre Kafka. Esto ya es excesivo, nadie se queda afuera en este mapa local.
Por eso en esta geneaogía larga de la recepción argentina del escritor checo, llega ahora Diego Sztulwark para alojarse en un lugar central. Porque su libro El temblor de las ideas… reconstruye esa línea de lecturas que menciono, pero bajo un dispositivo propio de asimilación; en esa avidez de devorarlo todo sobre K y -a la vez- armar un aparato conceptual político-filosófico que reordene el mapa y devuelva el aura, después de tanto uso de la figura.
Una potencia, una búsqueda por fuera del “clishé” que el tiempo ha colocado como una cáscara (un callo) que se ha formado de tanto uso sobre lo kafkiano y que queda como com “K”itch, mero adjetivo. Hacerlo fresco, lectura más juguetona, en la humorada (por decirlo de una manera también kafkiana del humor negro de Praga), pero no por ello menos rigurosa y profunda como parte de la investigación sobre la silueta.
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Propongo algunas claves o hipótesis sobre el libro de Diego, al solo efecto de tener en cuenta como guía de su lectura:
1) Kafka no es una biografía, es un personaje conceptual
Deleuze y Guatari definen en su ¿Qué es la filosofía? al personaje conceptual como una figura ficticia o semi-ficticia que sirve para encarnar y explorar conceptos filosóficos. Estos personajes no se trata de meros individuos con rasgos psicológicos, sino entidades que encarnan y materializan ideas abstractas, ayudando a hacerlas más tangibles y comprensibles. Y en esto, los personajes conceptuales no serían simples representaciones de conceptos, sino que los habitan, los viven y los despliegan en diferentes contextos.
Kafka es un amigo intelectual de Diego Sztulwark, que lo conduce (Kafka conducción) a través de la trama para develar-decontruir una línea de pensamiento. El producto de una política de la amistad en la lectura obsesiva y placentera.
“El heroe kafkiano, tiene poco de héroe, en en todo caso es un anti-heroe, un hombre sin nombre, apenas una letra y un punto que lo identifica. Es la tensión permanente tensión entre un ser fungible y una divinidad encerrada dentro de sí, en el sentido que le da Spinoza” a ciertos acontecimietos que esconden la potencia de Dios. ¿Cuántos Kafkas hay en el Temblor de las ideas? Muchos, sin duda. Se multiplican.
Pero todos están conectados por un hilo invisible. Lo que también permite conectarlos como planos posibles con otros personajes conceptuales: Kafka y Benjamin. Kafka y Toni Negri. Kafka y Guevara. Kafka y Spinoza. Kafka y Borges. Kafka y Gramsci, etc.
Este es el mapa de lecturas que se propone, pero también una interpretación de la Historia Argentina desde estos últimos 50 años, contados a través de este prisma-personaje-conceptual que se va reconfigurando a medida que avanza en la lectura de los procesos políticos, como un diario (político) que busca alguna respuesta.
2) Kafka como estratega
¿Qué significa que Kafka sea una estratega? Sería la de aquel que desarrolla una tactica y una estrategia bélica, quien se posiciona en un campo de batalla a través de conceptos que desafían las estructuras de pensamiento establecidas, abriendo nuevas posibilidades y líneas de fuga.
En esto Diego también es Deleuziano. El objetivo no es solo comprender el mundo por medio de la figura de Kafka-personaje, sino encontrar una salida existencial como la que él en su vida buscó; y que sea (también) salida política colectiva (que es la que Kafka en su vida nunca encontró).
¿Sun Tzu, Carl von Clausewitz, Von Giap o Kafka?
A diferencia de los teóricos tradicionales de la guerra, en Kafka personaje-conceptual, la posición antagonista es la ley y el guardian (la triada: Dios, padre, la ley). Es decir, no el otro-contricante-enemigo que quiere ocupar mi campo de batalla. La política no parece ser la guerra por otros medios (el Estado de excepción), sino una suerte de guerra de guerrillas contra uno mismo. Los varios focos de la subjetividad rasante. El resto es fuga. Un devenir otra cosa, identidad o ser; alguien más o menos imperceptible (Kafka nunca busca notoriedad, es el padre del bajo perfil, cuanto más invisible mejor). La posibilidad de devenir animal (que roe, que aulla, que murmulla). Insecto que se metamorfosea o busca su propia condena en una entrega.
El estratega en K. intenta dar con un camino que su padre no recorrió (recuerdo la cita con la que abre Mauro Libertella la novela sobre su padre Héctor). Un camino que la ley no previó. Para decirlo con un Haiku de M. Bascho: “Nunca busques en tus antepasados, busca lo mismo que ellos buscaron”. La solución imaginaria frente al padre (en la “Carta al Padre”), que puede ser leida como solución generacional: “econtrar un camino donde ellos nunca lo econtraron”.
El estratega Kafkiano que lee Stulwark (un Kafka de tipo situacionista, parido en diciembre de 2001) no neutraliza al enemigo ni lo captura, busca en todo caso crear nuevas formas de existencia paralelas, allí donde la tradición no las tuvo en cuenta, es multitud. Nuevas subjetividades y nuevas relaciones afectivas con el mundo que se derrumba.
Y en esto también deviene máquina de guerra que rompe lógicas pre-establecidas y crea espacios de libertad, en especial allí donde las generaciones anteriores no parecen haberla encontrado nunca (en su encuentro con el fascismo; pues cada generación tiene su propia cita con el fascismo).
- La estrategia redencional Kafka
Salir de esa pesadilla fantasmal con el que la tradición de las anteriores generaciones oprimen el cerebro de las nuevas generaciones vivas y destilar un tipo de mensaje donde esté la clave, ¿un mapa del tesoro hacia un tipo de mensaje que permita salir del laberinto?
Para encontrar el propio camino, allí donde Hermann Kafka, su padre, nunca lo encontró (recordemos que murió poco tiempo después que muriera Franz, seguramente no pudo soportar ni siquiera entender el diferendo con su hijo). Porque es allí en donde Franz no se siente a gusto, en una ley que no le pertenece por ser ajena (de allí nace su “Carta al padre”). El momento coincide con la fuerza oscura que succiona a su generación hacia un tipo de ente o burocracia cuyo destino está trazado en Auschwitz.
Aun cuando K. intuye ese lugar sin decirlo, busca una clave, aun enfermo de tuberculosis, escribe como poseso, quizás la literatura diga algo, la pieza escondida la llave que modifique esa teleología que reescribe el imperativo kanteano: “actúa de forma tal que los ángeles tengan que hacer”. Pero cuando la muerte sea ya algo irreversible, cuando no quede nada de esperanza, decidirá quemar su obra, lo que queda de ese resto que le daba vida. ¿Qué haremos nosotros frente a la ley que nos tocó, buscaremos nuestra pieza de redención o seremos succionados por el agujero negro que supimos ver?
- Perón, Benjamin y Kafka
Hay dos citas muy interesantes que me impresion por su parecido. Diego hace una referencia de mi texto como una entrada de su diario en la pág. 81. La primera es de Juan D. Perón en una carta (¿del padre?) dirigida a la generación del año 2000, escrita en 1947 (mensaje que fuera arrancado en el 55` por la Fusiladora de una piedra fundamental en Plaza de Mayo), dice así:
“La juventud argentina del año 2.000 querrá volver sus ojos hacia el pasado y exigir a la historia una rendición de cuentas…”.
La frase tiene un espectacular parecido con una cita de Walter Benjamin en sus Tésis:
“A nosotros como a cada generación del pasado nos fue concedida una débil fuerza mesiánica, sobre la que el pasado hace valer un requerimiento” (Tesis IV).
Tanto la rendición de cuentas de Perón, como la débil fuerza mesiánica de Benjamin, pueden ser leídos desde Kafka a partir de la resonancia mesiánica de transmisión del pasado. En línea con Gershon Scholem, cual susurro o rumor subyacente de cosas verdaderas. Me refiero al pliegue y repliegue cabalísitico de un modo insólito, como salto de la invención ficcional, que es también invención política.
Creo que el libro de Diego es una apuesta por descubrir esta tensión en el mensaje a descifrar que lleva a la invención: ¿Qué dice ese mensaje de nuevo que no haya sido dicho? Hay un cifrado, un secreto, que es como un tesoro a descubrir por las nuevas generaciones y que está econdido entre las ruinas y la catástrofe Argentina, y que no ha sido develado, y por donde “los ángeles son testigos impotentes”.
Solo hay un elemento cierto en esa pista de salida de ese laberinto: La esperanza subsiste como un reflejo en los rostros de ciertas criaturas desesperadas. Yo agregaría en la belleza, en la profundidad de los ojos de humillados y ofendidos. El rodeo Kafkiano es entonces, citando con Diego a Henri Meschonnic, la búsqueda de premisas de una capacidad fundante.
Dice Diego “El héroe llega a serlo cuando deja de ser hijo del heroísmo de sus padres”, o “Una nueva generación es también un modo de pulir cristales, de usar el lenguaje”.
- El estilo de un Diario
Para que el personaje conceptual-estratega Kafka se pueda mover en espirales conceptuales, es necesario contruir un hilo conductor, un dispositivo narrativo adecuado para el ensayo.
Y este es el punto nodal del “Diario” de Kafka (que va de 1910 a 1923, un año antes de su muerte) que funciona como un dietario, una “inquietud de sí” (para ponerlo en términos del último Foucault), e implica una práctica constante de atención a los pensamientos, las pasiones y las acciones, buscando una relación ética con uno mismo. También el cuidado del cuerpo, la relación con el placer, la amistad, y la escritura. La «inquietud de sí» foucaultiana también se relaciona con la crítica al poder (la pharresía), ya que implica una reflexión sobre cómo las estructuras que moldean la subjetividad y cómo el individuo puede resistir esas influencias a través de prácticas de libertad del decir.
La práctica del diario es la forma con la que se elige abrir una entrada. El estilo de ese diario está en como se abre por cada fecha. El dispositivo que construye El temblor de las Ideas es un equivalente. Diario de autor y su amistad con el personaje conceptual K, cuya peripecia avanza por fragmentación de hechos políticos que se suceden y disparan con el (fallido) disparo de Sabag Montiel sobre la cabeza de CFK.
La entrada del 2 de agosto de 1914 es la entrada más famosa del diario de Kafka, en ella se marca ese estilo:
“Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar” .
Los dos sucesos muestran que la catastrofe ingresa en el cotidiano del inicio del siglo XX, pero también que -desde entonces- esa generación de jóvenes va a convivir con esos dos planos insólitos: la guerra mundial y el natatorio por la tarde.
Son dos planos de la existencia que se reflejan todo el tiempo en la escritura solapandose, porque el clima del ambiente europeo se enrarece, y la muerte comienza a llenar/invadir todos los espacios cotidianos, sobre todo el mundo judío.
El libro de Diego está todo el tiempo jugando con esa misma entrada y ese estilo. En Diego funciona así:
“20 de noviembre de 2022. Murió Hebe de Bonafini… Releo el último libro de Jun Fujita Hirose”.
En esta contraposición de Diario con Diario, se abre un juego de hechos que permite darle dimensión de historicidad a la lectura en la contrucción de una identidad literaria y política.
Otra entrada:
“2 de septiembre de 2022. Durante la mañana, conversaciones desbocadas entre amigos… Al mediodía la Avenida de Mayo está colmada. Los grupos organizados cantan: Si la tocan a Cristina, que kilombo se va armar…”.
Conversaciones desbocadas entre amigos, suponemos que Diego está en la radio y conversa desbocadamente con Daniel Tognetti. Luego sale y se choca con la marcha. Es la vorágine política de registrar la entrada de los sucesos y reflexionar sobre los mismos a través de la figura de Kafka.
O este:
“23 de mayo de 2024, Los comedores y merenderos hacen cola frente al megaministerio…. 25 de mayo de 2024, Presidente y vice asisten al tradicional Tedeum…”
Así, la acumulación fáctica de entradas en el diario de Diego, abre simetrías/equivalencias con las entradas del Diario de Kafka, en una progresión de circunstancias que se adentran en un clima que va cargándose de oprobio.
El fascismo lo va invadiendo-inundando todo, incluso el tono del estilo.
- ¿Fogwill y Kafka? Derrota o emancipación
Pensaba trazar un paralelismo con algún libro argentino con esquema similar o tipo de dispositivo narrativo-ensayístico, como el que concibió Diego. Un libro que asuma el lenguaje de la transición.
Y vino a mi mente Libros de la Guerra de Enrique Fogwill, que de alguna manera funciona como diario, porque está fechado con notas en prensa que escribió desde 1981, y donde aparece un tipo de cuestionamientos históricos bastante similar: Malvinas, la apertura democrática, las complicidades del alfonsinismo, el transito (farsesco) de la política de consenso. Como León Rozitchner, Fogwill también creía que la democracia no nacía del deseo, sino del terror mismo. La lengua utilizada para dar cuenta de esos tiempos además de mediocre, era canalla. La democracia ganada como la guerra sucia por otros medios.
Pero a diferencia de Rozitchner, donde anida la utopía del materialismo ensoñado; en Fogwill solo se percibe nihilismo antiprogresista y critica corrosiva (lejos de una apuesta emancipadora que parece dar por perdida-derrotada, el personaje Fogwill augura los 90´) Y en este esquema, si acaso Libros de la Guerra puede colocarse en el mismo plano que El temblor de las ideas, sería en la búsqueda de una lengua para la transición, que asuma riesgos y nazca del deseo.
- La cuestión del fascismo y su naturaleza
Kafka es un estratega frente al poder. Diego no falla en esa caracterización del personaje conceptual dentro del laberinto. El sujeto frente al Estado se establece a partir de una relación jurídica asimétrica y de dominación. El derecho es violencia y está representada (disimulada) en sus órganos, en sus aparatos, en el castigo, en el estado de excepción al que debe acudir muy seguidamente cuando (en determinadas circunstancias) suspende la vigencia de ley.
Dios, El Castillo, el Padre, el Tribunal, el guardian representan una zona de dominio y opacidad, la ley que ejerce esa relación misteriosa a descifrar donde los condenados de la historia trasuntan algo que no dimensionan, pero que está escrito delante de sus narices. En sus espaldas.
Cuando la jaula de hierro del Estado de Weimar, la Constitución cincelada por el imperio Prusiano basada en el del Derecho puro Kantiano-Weberiano-Kelseniano (Marburgo), devenga el Estado de emergencia y excepción, el único Soberano posible ya será el Furher. Es el lento e irreversible ascenso del fascismo al poder que Kafka intuye como nadie en Berlín, viviendo junto a Dora, y que afecta su cuerpo que lo lleva al sanatorio de Kierling.
La pregunta ¿Qué tipo de fascismo es este? Es una pregunta reiterativa. De pronto el fascismo no es un movimiento de masas, es una actitud, es una relación, es un afecto, una circulación ¿Qué tipo de fascismo es este?
El temblor de las Ideas es una disección de esa pregunta a través de Kafka, profeta del fascismo y víctima temprana del mismo. La pregunta trasladada hasta aquí es: ¿Qué tipo de fascismo es el anarcopapitalismo?
El repaso de lecturas sobre el fenómeno del poder actual implica pensar un fenómeno concatenado a procesos anteriores (no hay “proceso” histórico, sin cambio, continuidad, retrocesos y saltos).
No hay un “alien” de extrema derechas que aterriza cual OVNI en el tejido social; siempre hay algo que “nosotros” no supimos conseguir y de lo que fuimos sus engendradores; ya sea como producto de errores, falta de pericia política, cobardía, incapacidad de autocrítica, omisiones, negligencia, estupidez, imposibilidad de lectura.
Buscar el problema afuera, es parte de la incomprensión general. Kafka entiende que todo lo que pronto le va a pasar, no vendrá desde afuera. La respuesta de escribir el “Diario” es poder mirarse y encontrar que, aquello que -tarde o temprano- lo va a devorar, estaba ya dentro de sí mismo.
¿El capital no hace más sofisticados sus mecanismos, a medida que atrapa y es máquina de captura del deseo, la vida de la resistencia/ potencia que se le opone?
¿La izquierda se ha quedado sin consignas? ¿el peronismo sin pase generacional?
No hay orden más reaccionario, que el orden cotidiano y sus hombres grises que lo ejecutan (nosotros mismos y los otros).
No hay orden más reaccionario que aquel que se apoya en los deseos de sus propias victimas propiciatorias (la servidumbre voluntaria).
El estratega Kafka es el plano para el despliegue de muchas explicaciones posibles de la salida por derecha, que nos incluyen como protagonistas enredados en esa vida de derechas (o “vida de derechas”, para ponerlo en palabras de Silvia Schwarzböck).
- Kafka y nosotros. Tipos de Laberintos.
Creo que el último capítulo de El temblor… es el mejor. Lo creo porque hay una lectura fina, personal y profunda de la obra de Franz Kafka escritor (ya no mero pesonaje conceptual).
No quisiera spoilear cómo hace el héroe kafkiano que describe Diego para salir del laberinto del la vida de derechas.
Pienso en otras figuras del laberinto:
En la casa de Asterión: En el cuento de 1947, donde Borges refiere al Minotauro, Asterión (podemos pensar en el Guardian de Ante la Ley) que duranten un sueño espectral espera a un redentor que le da muerte y lo libera de su vida soledad. La historia termina con una línea de Teseo: «¿Lo creerás, Ariadna? El Minotauro apenas se defendió.»
En la salida de Icaro: fragmento de Laberinto de Amor, 1936, poemario de Leopoldo Marechal dedicado a su esposa María Zoraida Barreiro: “Señor –le dije-, clavo la rodilla y la frente, /pero, ¿cómo salir de la noche doliente?” /Y respondió: “En su noche toda mañana estriba: de todo laberinto se sale por arriba /“si el alto Amor lo quiere. Pero la Ciencia dijo: En horas de tiniebla no te apresures, hijo.”
Diego Stulwark indaga la salida Kafkiana, que no supone dar muerte al Monstruo ni salir por arriba del laberinto: ¿Buscar una salida donde no la hay? ¿Acaso construir las tuneleras como en el cuento La Madriguera? ¿Acaso la metamorfosis de Samsa? ¿Forzar la entrada a la ley?
La salida como espera absurda, ante la puerta abierta que invita a pasar. Lo que Kafka llama “el aplazamiento indefinido” en la política, es lo que debe dar lugar a la acumulación para la oportunidad.
Volvemos al destino donde el padre no lo encontró.
“Un escritor de notas emancipatorias en un mundo en ruinas y un necio que no cejará en su búsqueda de redención en el reverso de la nada”