por Euronomade
(Traducción de Nemoniente)
Hemos llegado a la conclusión provisional de las negociaciones sobre la crisis griega. Se ha firmado un acuerdo. Es difícil predecir qué sucederá en Grecia en los próximos días, pero está claro que el desarrollo de los próximos años estará condicionado profundamente. Y no sólo en Grecia.
El “acuerdo” lleva el signo de la vendetta, de una vendetta de inaudita ferocidad, contra el gobierno Tsipras y contra Syriza. Es inútil entrar en detalles: #ThisIsACoup, este hashtag viralizado dice lo esencial. A fin de cuentas una única lógica ha dictado los tiempos y modos de las negociaciones estos días: la violencia pura, la relación de fuerza que el gobierno alemán –respaldado por sus satélites y protectorados– ha impuesto prácticamente sin mediación. Sólo la tenacidad de Tsipras ha impedido la completa humillación, el embargo de los bienes comunes y públicos griegos y su transferencia a un fondo exterior con sede en Luxemburgo.
Hemos dicho en muchas ocasiones que en los últimos años, tal y como se ha gestado la crisis, se había determinado una transformación profunda en la propia constitución material de la Unión Europea. Hasta ahora todo esto había sucedido a través del lenguaje neutro de la governance, si bien con costes humanos y sociales intolerables come precisamente la situación griega muestra de modo más que evidente. Ahora nos encontramos frente a un cambio de ritmo, frente a una decisión política que marca un salto radical en el propio proceso de integración en Europa. ¿Era necesario un “castigo colectivo” a los Griegos para sancionar este paso? Così sia.
#ThisIsACoup, por tanto. Pero el golpe no es sólo contra el gobierno griego, es sobre la estructura total –política, económica, monetaria– de Europa. El euro, en particular, deja de ser una moneda sin política y se transforma en una moneda alemana, que incluye y sincroniza dentro de un sistema de cambios fijos, mediante una geometría variable de subordinación, las monedas de los países miembros de la eurozona. La vendetta contra la Grecia de Syriza debe servir de advertencia a cualquiera que se atreva a desafiar la compatibilidad y el consiguiente “rigor” fiscal.
Alemania vuelve a ser claramente un peligro para la estabilidad y la paz del continente. Habíamos hablado de un escenario bismarckiano, pensando en el proceso de unificación “por arriba” de Alemania, a partir del centro prusiano, en los años sesenta del siglo XIX. Hoy, por desgracia, vienen a la mente los planes de “nuevo orden europeo” que los alemanes persiguieron durante la Segunda Guerra Mundial. Un “gran espacio” económico organizado jerarquicamente en torno a la hegemonía alemana, con grados diferenciales de subordinación y vasallaje. Es cierto que muchas cosas han cambiado: ya no hay necesidad de enviar panzer y soldados (al menos por ahora); el terror se ejerce a través de la moneda y las finanzas; los “parásitos” que viven del “trabajo alemán” han cambiado la piel; en lugar de imponer un préstamo forzoso a Grecia se puede hipotecar todo el país. La devastación y el saqueo son los castigos reservados para quien se atreva a alzar la cabeza.
La lección impartida por Merkel y Schäuble a Grecia tiene evidentemente también otros objetivos: los electores portugueses, españoles, irlandeses, que votarán en los próximos meses, el propio gobierno francés, come repite estos días Yanis Varoufakis. La derrota de la socialdemocracia es completa, preparada cuidadosamente en las últimas décadas. Pero sería miope no ver que el NO en el referéndum griego, si por un lado ha roto definitivamente la ilusión de la democracia y la cooperación dentro de las instituciones europeas, por otro ha hecho emerger contradicciones y líneas de conflicto destinadas a profundizarse.
¿Puede tolerarse (no solo para Francia, sino también para los americanos) una Europa come la que Berlín está intentando construir? Hay razones para pensar que el escenario que está delineándose es muy inestable: la extraordinaria fuerza del NO griego continuará circulando en Europa donde ya a estas horas se ha traducido en una onda de indignación claramente perceptible, incluso en Alemania.
En un contexto marcado ya por la violencia y la prepotencia, la cuestión de la deuda permanece abierta (como subraya el propio Tsipras tras la negociación). Ha sido el tabú constitutivo de toda la negociación, identificado como tal por el grupo de los keynesianos críticos como Krugman o Stiglitz. Pero, incluso después del “acuerdo”, la cuestión ha reaparecido inmediatamente, casi para exorcizarla una vez más, en las declaraciones de Hollande y hasta de la propia Merkel. Es el auténtico fantasma que los asusta. Y no es una cuestión que ataña a Grecia.
Hemos repetido en los últimos meses que un solo gobierno europeo, tanto más el gobierno de un país pequeño como Grecia, no podría llevar a cabo victoriosamente una batalla victoriosa contra la austeridad. El terror financiero, avalado por el mismo Mario Draghi, ha apostado en los hechos por anular el margen de maniobra del gobierno Tsipras. Ciertamente, otras opciones habrían sido probablemente posibles, especialmente durante los días del referéndum. Pero no era ni es una alternativa salir del euro, junto a las nacionalizaciones, el cierre de los puertos y el bloqueo de los intercambios con el exterior que alguno ingenuamente auspicia. ¿Cuánto duraría, en las condiciones actuales, esta farsa de remake del “comunismo de guerra”?
Varoufakis, decepcionando a quienes lo imaginaban emitiendo dracmas,explicaba que en estas condiciones, sería el equivalente a una devaluación anunciada anticipadamente, la mejor manera de vaciar completamente el stock de capitales griegos, y añadimos que sería el mejor modo de que todas las cuentas recayeran en la multitud de los pobres y los trabajadores -no por nada es la solución preferida de los halcones. Permaneciendo en el euro, al menos Grecia recuerda a todos que el problema tiene dimensiones continentales, que no puede reducirse a la escala de un pequeño país en la periferia del sudeste de Europa. Debemos estar agradecidos a Syriza y a los NO griegos haber aclarado definitivamente lo que está en juego.
Por lo tanto, se trata de continuar luchando en condiciones de extrema dureza. Primero, en Grecia, como señala el propio comunicado oficial de Alexis Tsipras, profundizando las experiencias de autogobierno, de solidaridad, de mutualismo, que durante estos años han construido un muro de contención contra la violencia de la crisis; ejercitando en las calles y en las plazas un poder de veto contra la aplicación de las medidas más odiosas que el gobierno se ha visto obligado a aceptar. Sólo mediante una dialéctica vigorosa, hoy más necesaria que nunca, entre dinámicas sociales y funciones de gobierno se puede intentar tener abierto y extender el horizonte de la alternativa al régimen europeo del miedo, y no participando en el juego de “la izquierda”, de acuerdo a persistentes viejos vicios, sobre la ”ingenuidad europeísta”, la “capitulación” o la “traición” de Syriza.
Y se trata de seguir luchando también en Europa: organizando la resistencia, articulando el rechazo a la involución autoritaria impuesta en el proceso de integración. Intentando construir seriamente una campaña de masas por el ’“OXI europeo”, buscando cuáles puedan ser las formas más eficaces para oponerse al régimen de la austeridad auspiciado por Berlín y articulado en las instituciones de Bruselas y en los gobiernos nacionales. Preparando el terreno para nuevas rupturas, allí donde se presente la ocasión, las únicas que pueden asegurar una salida digna para Grecia y un futuro distinto a todos los explotados, los endeudados, los empobrecidos de Europa.
Sin embargo, hay que ser claro: tanto en Grecia como en el resto de Europa, la lucha se enfrenta hoy frente a peligros de inaudita gravedad. El gobierno alemán ha abierto un escenario ideal para la acción de las fuerzas nacionalistas y fascistas. No es paradójico afirmar que las fuerzas motrices de todo populismo nacionalista en Europa están aliadas con el gobierno de la Grosse Koalition. Schäuble preferiría un gobierno de tecnócratas en Atenas y quién sabe cómo reaccionaría viendo las banderas de Amanecer Dorado ondeando sobre el Partenón.
(fuente: www.euronomade.info)