Nuestros sueños no caben en una urna, pero si nuestras pesadillas. Nuestros peores temores, el ajuste, la deuda, sus maneras de concebir la vida. Nuestras formas de vida no se deciden en octubre, pero si tal vez algunas posibles alianzas, algunas fiestas, ciertas subsistencias, ese agite que necesitamos en diciembre.
Las risas, los asados, la barra libre en los 15 y eso tan lindo que es invitar sin hacer la cuenta. No tener que exponerse yendo tanto al bajo, no subsistir quemando cobre, limpiando cordones, ni tomandonos el tren cada puta mañana. Vender, votar, plantarse, gastar a cuenta. El aire a 21 toda la noche, que las cuotas nos salven la navidad y que las pibas no tengan tanto miedo cuando pasa un patrullero.
Votar lo que podamos, consumir lo que queramos. Vagar, ranchar, rascar subsidios, arrancar, geder, comprar casacas de la Champion. Sostener el estado de ánimo, hacer cualquier cosa menos trabajar. Que estos chetos no nos rompan lo poco que ya ganamos. Esconder a los guachos, tener plantas, bancar a las turras, saltar cuando quieren levantar a los vendedores ambulantes, adherir a todos los paros. Mentir por amor, segundear a quienes queremos.
Asumir que esta guerra civil sigue en las urnas, aunque estas alianzas sean horrendas, aunque votemos traidores de palacio, esposas de jetones y encubridoras de abusadores. Guerra civil por los modos de vida, por las vitalidades, por esta manija que no para, por un cachito de aire, porque el consumo si o si esta vez libera.