Diego nos dice que los amigos y amigas son aquellos con quienes reunimos los ánimos necesarios para huir de nuestro tiempo. ¿Acaso queda otra cosa que la amistad con los guachines y las pibas frente a este garrón que es la vida? Su vida, nuestra vida, este tiempo. Frente a los ministros machos, el silencio militante, el griterío de los medios, la violencia de la gorra que no cesa ni se controla, frente a la ética vigilante del equipo de la escuela, ¿acaso es posible hacer otra cosa que segundearnos, ayudarnos. esperarnos?
Ni docencia, ni militancia, ni posteo de funcionaria de niñeces, ni papá garrón, ni cura villero. Amiga, amigo, cómplices. Ponernos pillos para no ser pollo. Compartir un tiempo, buscar el aire necesario para respirar, darnos el empuje suficiente para combatir, huir, desafiar el estado actual de las cosas. Una amistad para poder habitar el mundo de otra manera, para manejar los tiempos, para entrar en una, para reírnos de pavadas, para aprender todo lo que no sabemos. Para superar la ilusión, la piedad y el miedo. Para desertar las veces que sean necesarias.
Una amistad cero vigilante que rechace esa manija insaciable de juzgar, de enseñar, de controlar. Una amistad para estar en las que hay que estar. No siempre, no en cualquier momento, no para jugar roles prefijados y aburridos. Estar es estar en las bravas. ¿Hay algo más importante que la amistad a la la hora de enfrentar toda esta crueldad? ¿Hay algo más importante que bancar sin una idea clara, sin jefas, sin especulaciones, sin ideología, sin mezquindades? ¿Hay algo más importante que aguantarla como sea y donde sea por esta amistad?
Amistad como ejercicio posible, crítico, anímico, manija: las cosas y las formas de dominio a veces cambian, a veces no, a veces mas o menos, pero la amistad encuentra siempre el modo de ser una revuelta, refugio, encuentro. Amistad para volvernos Facundo, rocha, Joana, negro, piba, Marquitos, turro. Amistad, como dice Luciano, para volvernos mejores, para volvernos guachines.