Si es fiesta, fiesta; si es agite, agite; si es vagar mejor aún; si es deserción, que así sea. ¿Cómo podría ser otra cosa? Huir como una rocha, colgarla la noche entera en esa esquina, saltar del andén. Segundear, vagar, caminar por la vía muerta hasta perderse. No tener nunca más miedo, ni preocupaciones, ni culpas. La mochila lista, la SUBE cargada, la mente pilla, una buena nota. No dejar rastro, que nadie se de cuenta, borrar todo. Ni futuro, ni trabajo, ni curriculum, ni esperar paciente a ver que onda lo poco que toca. Ni diseño de rutinas, ni zoom, ni ascenso social. Ni barrer cordones, ni hacer una cola de una cuadra para ese trabajo horrible, por ese bolsón de tan poquitas cosas. Ni flashear causas perdidas, ni abstracciones de otros, ni gato de nadie. Dejar de intentar encajar en esta nueva normalidad , en este mundo horrible donde nadie segundea a nadie, donde todos señalan a todos. Romper todo sabiendo que todo ya está roto. Pavear sin rumbo, no hacer caso nunca más. Encontrar una oportunidad en esta que les está pasando, que les pasa ahora, una posibilidad de algo nuevo, sin las esperanzas chamuyo de siempre. Construir otras esperanzas más cercanas, más gozosas, más posibles. Arrancar como otra forma de decir ternura, vida, huida. Nunca más garrones ajenos, segundear y vagar. Hacerlo como único gesto, como lo que sirve ahora, como forma de acompañar la vida. Una búsqueda de atajos permanentes a la nada o a un kiosco 24 horas, al mundo entero o al transa, a la parada del 136, a lo de una amiga, al infinito. Un tanteo intuitivo, un tiempo todo roto, una lectura del mientras tanto, un encuentro con amigas y amigos para encontrar una fuerza, para que todo alcance lo máximo que pueda alcanzar, para que lo que se desvía, se desvíe de manera gozosa, plena, festiva, imposible.
Posfacio con deudas // Ricardo Zelarayán (1973)
No sé cómo empezar esto pero empiezo nomás. Hoy estaba almorzando en