Tres movimientos de Néstor Sánchez // Hugo Savino

En los medios de la crítica y de la teoría literarias, la sordera francesa de los años sesenta y setenta representa un caso de estudio. Un día despertará el interés de los especialistas en estas transferencias culturales. Asombra mucho más cuanto que coincide con la ola sin precedentes de experimentadores de todos los horizontes. Hoy es difícil entender que, durante los años llamados teóricos, el refinamiento metafórico, el grado de complejidad y de sofisticación narrativas de esta obra no haya atizado la curiosidad. Las acrobacias de la narratología habrían encontrado aquí un trapecio a la altura de sus deseos; los cazadores de monólogos interiores una presa de gran calidad. Mientras los seminarios parisinos solo zumbaban alrededor de Mallarmé, Faulkner, Pound, Joyce o Céline, el caso Arno Schmidt sigue siendo un punto ciego. Arno Schmidt no forma parte de la familia.

Stéphane Zékian

Néstor Sánchez volvió a la Argentina en 1986. Nunca estuvo en la familia. Pero, por las dudas, lo expulsaron. La Institución de las Letras ya se había organizado, sus burócratas, con mucha experiencia, tenían sus poetas y sus narradores, sus críticos jóvenes, todos ellos muy obedientes, y con la lección aprendida, ya sabían que no podían salir del régimen Sujeto-Verbo-Predicado.  Apenas unos amagos de ruptura, ese concepto prêt-à-porter,  pero consultados con la autoridad. 
La manera Néstor Sánchez quedó afuera. Se prohibió la huelga ante la sociedad  por consenso y pacto corporativo. Él fue el último escritor en huelga. Como Asger Jorn fue el último artista que rechazó un premio.
La biografía que escribió Jorge Antolín: Néstor Sánchez, La conducta iluminada. lo muestra bien. El armado, palabra de la política, se organiza en función de lo que se excluye. Y lo que se excluye se supone que pone en peligro la comunicación con el público, o la clientela. Como se quiera.
Néstor Sánchez nació «en huelga ante la sociedad» (Mallarmé), o contra la sociedad. Elijan la preposición. Pasó del tango a escribir en épocas del «bueno de Sartre» como lo llamaba. Sartre no se ocupaba de la sociedad, era la Sociedad. Todos se ocupaban de él.
Resumo: una de las censuras que encontró Sánchez en el arranque.
Cuando regresó a la Argentina después de 18 años, la censura estaba más afinada, y esa nueva corporación, que reunía poesía-prosa-crítica, esa trinidad obsoleta, ocupaba todo el terreno.

Sánchez intentó algunos movimientos. Uno fue la publicación a regañadientes por parte de una editorial de La condición efímera. Fue masacrado por la prensa e ignorado por la corporación oficial y por la corporación de los nuevos monstruos rebeldes, ambas financiadas  por distintas instituciones. No fue un complot, es que esa manera ya no tenía espacio. Hubo algunas reacciones patéticamente defensivas. Como presentar la reedición de un libro suyo y laminarlo sin haberlo leído, solo para no dejarlo reaparecer, ese miedo que se le tiene a algunos autores muertos. Miedo que llega hasta el temblor trasmigratorio, hasta la ronda de los espíritus del más allá. El socialismo, más el ocultismo, más el consenso,  regresan como transmigración. Se arrodillan en el altarcito de Augusto Comte. Todos trabajaban en la envoltura crítica que consiste en hacer coherente lo que no tiene coherencia. Porque no sigue las reglas del estilo. Egresados, no es tan difícil. ¡Un esfuerzo, para leer! La manera Sánchez y su historicidad, un capítulo lleno de escritores argentinos que nunca se dejaron alcanzar por el estilo, quedará borrada o en manos de productores de textos con bibliografía.

El segundo movimiento de esta huelga sánchez es el libro de entrevistas con Carlos Riccardo. Carlos Riccardo, además de ser un gran poeta no alineado en la capúa del verso, fue el oído secuaz de ese otro intento de huelga. Los perezosos de la trinidad obsoleta pueden leer. Advertencia: es un libro no permitido.


El tercer intento fue la fundación de un grupo llamado grupo de los diez. No una institución, tampoco una impugnación de ella, Néstor Sánchez tenía un gran sentido político como para perder el tiempo en esa disputa, además, no le interesaba tomar el poder. Su sentido de la huelga estaba más del lado de la multiplicación del trabajo que de su cese.
Sería una clandestinidad en medio de un consenso literario sin fisuras. Contra el murmullo del sometimiento en el gallinero de la poesía (pongo a toda la trinidad bajo este nombre). En el gallinero de lo cumplido, de los deberes hechos.
El grupo de los diez es un acto incumplido hasta donde sé. Solo conozco a tres de sus integrantes, de confesiones de rondas de café entre secuaces confiables.
Hasta donde sé, no se conocen sus nombres.
No contaré el programa entero. Se puede leer en la revista Las ranas nº 3.   

Sánchez desertó y saboteó. No presentó La condición efímera. «Abrir el espectro cultural, desaprender en todo lo posible lo aprendido oponiéndose de paso al juicio conformista de la tribu con sentido de justicia autotranquilizadora, me  demostraron poco después que se volvía fatalmente necesario partir, verse lejos, superar esa segunda limitación espantosa que el individuo enfrenta después de la familia: el azaroso sitio natal con sus actores de reparto.»  No fue a buscar jóvenes estrellas del momento. Sabía que trabajaban en la mecánica del relato, ese invento para medir lo que excede el marco de la Literatura organizada. Banda de sumisos que convertían en autoridad incluso a  los que no querían. El Perpetual-Motion-Food fue el alimento que eligieron. La esperanza de que ninguna Sombra supere ese  límite.

No pudo llevar a cabo los puntos del Grupo de los diez. Cada uno de esos tres integrantes los hizo suyos, a la manera de cada uno. Y cada uno, en su rincón, escribió lo que pudo. No pidieron premios ni recompensas al jetón de turno que distribuye los lugares. Nunca se juntaron. Apenas se entrevieron. 
Los que no se adaptan, los desertores, pueden no conocerse, mejor, y leerse y armar sus estrategias, no de fuga, esa palabra tramposa, no, de clandestinidad, hasta la individualidad radical.

La cuarta prosa

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