No se amplía el campo de batalla, siempre estuvo ahí, sólo que ahora gobierna la normalidad careta y entonces todo está más expuesto.
El runflerío (inmigrantes paganos, travas, negros, rochas, transas y locos) no deliberan ni gobiernan, ni a través de sus representantes. La restauración los quiere eliminar, pero hay otros que los quieren organizar y explicar.
El aparato mediático, más la justicia, más el dolor de una madre lo condenó. Jorge lo durmió de una piña y listo. Ni víctima, ni victimario (categorías obsoletas): a Jorge le re cabió, y perdió, como decían en los ‘70. El problema son los explicadores, los que se arrogan la representatividad de los que eligieron no tener voz. El ministro de seguridad quiere prohibir los trapitos, y está bien, están en guerra. La otra parte de la política busca justificarlos, organizarlos, redimirlos. Esos, esos son peores.