En mi país la educación pública no es entendida como un derecho. Se piensa que educarse es un privilegio. En Perú se cree que la educación pública sólo existe en países como Finlandia. También se piensa que educarse asegura una movilidad social ascendente. Entonces, eso también es un privilegio, si sucede.
La Universidad Nacional Mayor de San Marcos, es conocida como “la decana de América”, por haber sido la primera universidad fundada en la región. Larga historia la de San Marcos. En el medio del siglo XX y XXI, creo que lo que más marcó su historia fueron los años de violencia. En Lima, San Marcos fue un importante centro de acción del llamado Partido Comunista Peruano Sendero Luminoso – PCP SL, como en otras universidades. Pero recuerdo San Marcos, las imágenes que vi siendo niña por la televisión, de las fuerzas armadas ingresando al campus universitario, ocupando el lugar, desmantelando todo, tirando abajo una estatua del Che Guevara y toda imagen que ellos asociaran a la de “terrorista”. Esos años ser universitario, ser de San Marcos, era sinónimo de ser terrorista. Así aparecía en los medios de comunicación.
Estaba a punto de pasar a la secundaria, en un colegio de gestión cooperativa. Los estudiantes de secundaria pintaban la hoz y el martillo en las paredes y se unían a las huelgas de docentes. Era una época en la que la guerra entre el Estado, de un lado, y el PCP SL y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru – MRTA, del otro, saltaba todos los días en las pantallas de TV y en la radio. Al dormir, tenía un sueño recurrente. Soñaba que terminaría el colegio e iría a la universidad, que estudiaría en San Marcos y sería terrorista. Eso soñaba. No era un sueño de deseo, me generaba mucho miedo, no quería ser terrorista, no quería ir a San Marcos, no quería pasar a la secundaria, pero lo veía venir, ese devenir, en mis sueños de niña.
Vengo de una familia de migrantes de la sierra sur. Mi abuela materna era docente, mi madre también, enseñaban en escuelas públicas en Abancay – Apurímac. Un día mi mamá se hartó de la impotencia de ser docente y se fue a escribir su tesis al Cusco. Ahí conoció a mi papá, que era de ahí, pero había migrado de Cusco a Arequipa y de ahí a La Plata – Argentina para estudiar en la universidad. Estaba de regreso en Perú, no había resistido la soledad en Argentina y abandonó sus estudios. Se enamoraron, se casaron, y tuvieron un hijo, mi hermano. Con la familia formada fueron migrando dentro de Perú, mi papá se dedicaba a construir puentes y viajaba adonde lo llamaran. Mi mamá lo seguía, siempre tenía alguna escuelita donde dar clases. Hasta que un día se volvió a hartar, porque lo mismo que vio en Abancay lo vio en Puerto Maldonado en la selva y quién sabe dónde más. Ambos ingresaron entonces al Estado, a un ministerio en Lima, a hacerse burócratas. Por esas épocas nací yo. Luego vino Fujimori y echó a mi madre como a tantos otros empleados públicos. Mi padre ya no estaba en el ministerio para entonces, ni con mi madre.
Vengo de una familia de migrantes, decía. Los peruanos migramos mucho dentro del país. Y afuera también. La migración te permite salvar el aquí y el ahora. No te permite reservar mucho para el futuro, al menos que vengas de generaciones con reservas. Mi familia era de clase media “cultural”, por así decirlo, pero muy precaria económicamente. Con mi madre pasamos años de pobreza dura, en plena crisis del país. Yo sabía o creía saber que tenía que ir a la universidad para tener una carrera y salir de esa situación. Por eso veía a San Marcos como un destino. Pero no quería pasar por ahí. Conscientemente, no creía que ser sanmarquino fuera sinónimo de terrorista. Pero ahí estaban esos sueños. Y mi rabia interna también de tanta pobreza.
Veinticinco años después de aquella toma de las fuerzas armadas en San Marcos – cuando además Fujimori ordenó la ocupación del Congreso de la República en el llamado “autogolpe” -veo a la distancia las mismas imágenes en la prensa sobre los estudiantes sanmarquinos. Desmantelado el PCP-SL, quedando unos rezagos en el MOVADEF (Movimiento por la Amnistía y Derechos Humanos), quieren identificar como terroristas a estudiantes que como medida de protesta tomaron esta semana la universidad. La toma es en reclamo por una serie de cobros que hace la universidad, que siendo pública, no tendría por qué cobrar. También denuncian la corrupción de las autoridades universitarias. Se les exige pagar un derecho de matrícula, un “aporte voluntario” que según dicen no es nada voluntario, además de pagar para hacer uso de algunos servicios dentro de la universidad.
En Perú, para ingresar a una universidad pública en Lima, hay que rendir un examen de admisión. No sé cuánto es la proporción ahora, pero cuando salí del colegio a fines de los noventa, según la carrera que una quisiera estudiar, podía llegar a ser que de 20 postulantes ingresaba 1. Sí, uno. Es común que los chicos al salir del colegio pasen uno o dos años enteros en academias de preparación para ese examen, postulando a la universidad, hasta que ingresan. Yo tuve el privilegio de ir a un colegio en el que estudié becada. Mi madre hizo el esfuerzo de su vida para pagarme una academia y que yo pudiese ingresar a una universidad privada, pero donde tampoco el ingreso era sencillo (de 10, 1 ingresante). Tuve el privilegio de tener un préstamo universitario en esa universidad, que recién terminé de pagar hace poco, un poco con mi trabajo y otro poco gracias al sostén familiar. Pude estudiar Sociología, lo que quería, gracias a esa autonomía que de alguna manera me daba el préstamo, muy paradójicamente. Vi luego en el campo laboral cómo ser de una universidad privada era una ventaja.
Me fui del Perú hace siete años para hacer una maestría, que concluí en Buenos Aires en una universidad pública. Trabajé también, aporté también al país, sí sí, porque los migrantes también aportamos. Me tocó desde el call center hasta la mismísima Jefatura de Gabinete de Ministros, hasta que me echó Macri como Fujimori hizo con mi mamá, más o menos. Me mudé a Montevideo hace un año. Sigo la tradición migrante de mi familia. Creo que sin los recursos educativos al menos, no podría hacer esta maestría de la vida misma en movimiento, en un abrir y cerrar procesos constante, que eso es la migración.
Es triste que a un estudiante le digan terrorista por reclamar sus derechos. Que el estudio no sea valorado porque finalmente no produce capital, al menos de manera inmediata. Que a nadie le importe en qué condiciones un estudiante pobre va a la universidad pública en Perú, sí, porque ahí cualquier servicio del Estado es para pobres. Y ahí están luego, reeligiendo fujimoristas como presidentes, volviendo chispas del PCP-SL en la forma del MOVADEF, la derecha en su peor marca, una pobreza de humanismo enorme… Eso sigue siendo el neoliberalismo, el capitalismo en el Perú.
Fuerza estudiantes. Fuerza San Marcos.