No se homenajea, no se recuerda, no se extraña, apenas se busca reconocimiento. Lo que importa es lo que tenemos que decir. El régimen de la opinión es el que manda. Ser compartidos, reconocidos, monetizar. Esperamos ansiosos las efemérides para rascar algo: unos pesos, unos likes, ser visibles, decir algo, mostrarnos. Kiosko, emprendimiento, posicionamiento político. Un libro falopa y oportuno, el tuit de una piba que flashea que lo extraña, unos chabones que creen ser dueños de lo plebeyo y meten publicación a las apuradas sobre él. Este posteo, la tele, la radio, los funcionarios, la comisaria política de unos pobres textos, el militante siempre en línea, la docente que no erra fecha para parecer lo que no es, unos intelectuales que la van de populares y hablan sobre su agudeza lingüística. Todos lucramos con Diego. Una frase, cierta línea política, una cuenta, un abrazo, mucha sobreactuación, la serie, una anécdota, algo que ni es. Su irreverencia a la que nos animamos, su crueldad que no nombramos, tanta falopa. Ruido, mercancía, espectáculo, opinión, llanto en cámara, publicación. sensibilidad de mercado, monetización anímica. Ya no hay silencio amoroso, anonimato, fábula o deserción. Ya ni recordamos, sólo scroleamos. Ya no sentimos, solo esperamos notificaciones. Ya no nos maradonianos, delegamos nuestro estado de ánimo para que el algoritmo siga haciendo lo suyo. Todo se expone en su obviedad. La efeméride solo es en beneficio propio. El homenaje es puro fracking, su cadáver commodity, nombrarlo coartada.
Todos lucramos con él // Diego Valeriano
1 Comment
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Me gusta la radicalidad de los textos de DV, y el espíritu crítico interpelando la propia posición cada vez. Escribir contra uno mismo. Al caretaje ni justicia.