TODO LO QUE EL PODER ODIA // Natalia Gontero y Sebastián Gago

Todo lo que el poder odia. Una biografía de Viviana Avendaño (1958-2000) es un libro de investigación periodística que reconstruye la vida de la militante revolucionaria, lesbiana feminista, educadora popular y activista piquetera cordobesa, criada y formada en las luchas de Villa El Libertador. No encontramos una definición mejor para esta biografía escrita por Alexis Oliva que las palabras que María Eugenia Ludueña le dedica en el prólogo: “Todo lo que el poder odia le imprime a la increíble vida de Viviana Avendaño un aura de justicia narrativa: visibiliza y reconstruye una historia que nunca antes se había contado”.

 

Reconstruir historias casi desconocidas y nunca antes contadas significa liberarlas de su prolongado y –casi siempre– injusto entierro. Se requiere para ello un trabajo artesanal que no contempla caminos prefijados. De hecho, Oliva tuvo que moverse entre una madeja formada por documentos judiciales y policiales, material periodístico de archivo, entrevistas a funcionarios y a personas relacionadas con la protagonista, fuentes personales de diverso tipo y hasta la propia intervención del autor del libro en una serie de acontecimientos del tramo final de la vida y de la muerte de Avendaño, líder piquetera que también fuera guerrillera guevarista en los años setenta.

 

Durante los primeros días de junio de 2000, Viviana encabezó una pueblada en repudio a la represión policial a un corte de ruta de los desocupados en Cruz del Eje, que reclamaban trabajo y ayuda social al Gobierno. En medio de ese conflicto que sacudió a la provincia de Córdoba, la militante falleció en un dudoso accidente de tránsito.

 

Por tratarse de un caso singular, original, invisible públicamente y probablemente irrepetible, la investigación que el periodista y docente realizó sobre Avendaño comenzó y terminó de la misma manera: con la búsqueda de indicios.

 

Del norte cordobés es un 2×4

 

Fruto de varios años de trabajo y editado en noviembre de 2015 por el sello Recovecos, Todo lo que el poder odia va por la tercera edición –de 500 ejemplares cada una– y una treintena de presentaciones en varias provincias. Una de ellas, en junio de 2017, dentro del Curso de Invierno de la asignatura Teorías Sociológicas II, de la Licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba (FCC-UNC).

 

Durante la clase, Alexis Oliva definió así a la protagonista de su libro: “La pienso como un personaje que atravesó la historia y a su vez la historia la atravesó a ella. Y la motivación principal, la primera en orden cronológico, de reconstruir esta historia, nació de los últimos días de la vida de ella, y de un conflicto social en los prolegómenos de que el país entrara en conflicto social”. El profesor de Redacción Periodística II de la FCC se refería a los ya mencionados cortes de ruta en Cruz del Eje de junio del 2000, promediando el primero de los dos años del fracasado gobierno de Fernando De la Rúa.

 

Al relatar el contexto de los últimos días de Viviana Avendaño, el autor cita una investigación de las profesoras Mónica Gordillo y Ana Natalucci, de la UNC, sobre el primer corte de ruta en Cruz del Eje, producido en mayo de 1997, tiempo de menemismo en el poder. En ese trabajo las investigadoras señalan que en el imaginario colectivo cruzdelejeño existía una sensación de “despojo de un tiempo pasado de esplendor” que se terminó. “Y se terminó por situaciones arbitrarias, como que la dictadura cerró el taller ferroviario, y ahí empezó la decadencia de Cruz del Eje; eso, en otras palabras, es el tangazo cruzdelejeño, la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”, analizó Oliva, y agregó que él mismo, hijo y nieto de trabajadores ferroviarios, ha llegado a reproducir ese lamento tanguero. En su referencia a la investigación de Gordillo y Natalucci, Oliva rememoró que, para paliar esa debacle local, distintos gobiernos provinciales anunciaron una “reparación histórica” de la región, prometiendo inversiones y una recuperación económica que nunca llegó.

 

Al respecto, el periodista destacó el rol que jugó Avendaño en los cortes de ruta del 2000, poco después de aquella primera pueblada. Según el autor, Viviana logró trascender el imaginario colectivo local para transmitirles a los desocupados y desposeídos que “ellos son oprimidos por una cuestión de clase, y que es un problema de largo plazo, del que no vas a liberarte por obra y gracia de un gobernante que cumpla una reparación histórica que baje desde el poder, como si fuera Papá Noel. No, tenés que hacerlo vos”. Para Oliva, esa concepción del mundo de Avendaño logró anclar en la gente de Cruz del Eje, perdurando hasta hoy.

 

Calificada “irrecuperable”

 

“Irrecuperable” llegó a ser un título tentativo de Todo lo que el poder odia, obra que combina en dosis equilibradas fragmentos depurados de testimonios de allegados a la protagonista y funcionarios públicos, con una narración de los hechos de lectura ágil y apasionante. Para Oliva, el adjetivo “irrecuperable” define en varios sentidos a Viviana Avendaño, una mujer de vida intensa y muerte poblada de preguntas. Irrecuperable fue por haber despertado en los desposeídos cruzdelejeños la conciencia de clase, el saber que si son oprimidos es porque alguien los oprime y no por una maldición que vino desde arriba. Viviana ejercía eso que su amiga y camarada Claudia Korol denomina “pedagogía del acompañamiento, de la coherencia”.

 

La legitimidad social y moral de Avendaño ante la gente provenía de su valentía y capacidad de organizar y poner el cuero en las bravas y difíciles: “Ella decía ‘¡vamos!’, pero iba al frente, primero ella. Eso también es significativo”. Un tipo de liderazgo que, tras su muerte, ningún otro dirigente social de Cruz del Eje pudo continuar. El periodista relató cómo en aquellos días de junio del 2000 no faltaron intentos de la Policía y personas funcionales al poder político provincial de entonces para denigrar a Avendaño y minar su legitimidad, poniéndole los rótulos de “infiltrada” y “lesbiana”, en su versión popular “tortillera”.

 

Es que ella vivió en carne propia, tanto dentro de los espacios sociales a los que perteneció como de las instituciones que procuraron ordenar y normalizar su comportamiento, el hecho de chocar con un esquema de inteligibilidad cultural donde lo masculino y lo femenino son “fijos”, se oponen y complementan. También fue un caso disruptivo respecto de esas relaciones de coherencia y continuidad: sexo / género / práctica / deseo. Ese cuestionamiento de lo femenino como esencia estable y natural, lo leemos en esta biografía de Avendaño, a quien le decían “La Negra” (mujer, negra, pobre, izquierdista, ex presa, lesbiana, no le cabían más “inestabilidades” respecto de la norma).

 

“Irrecuperable por no escarmentar, no aprender, no domesticarse –dice Oliva–. Y también fue  irrecuperable por lo que significó su pérdida para toda esa gente con la que yo fui hablando, y no hablemos para Cruz del Eje que se quedó huérfano; allí luego la protesta social prácticamente desaparece, porque además después vino un proyecto muy inteligente del poder político provincial de llevar la cárcel y la Escuela de Policía a Cruz del Eje. Entonces, eso planchó el conflicto, con el reclutamiento de las fuerzas de seguridad del Estado a los mismos sectores populares que iban a la ruta”.

 

La reconstrucción histórica que nos provee Oliva nos remite a la “fuente original” de esa condición de “irrecuperable” de Avendaño, quien en los setenta, con dieciséis años, se convirtió en la presa política más joven de la última dictadura en Córdoba. Trasladada a la cárcel porteña de Villa Devoto, en plenos años de plomo, Viviana fue destinataria del Proyecto de Recuperación de Pensionistas, cuyo objetivo fue “quebrar” la voluntad de las presas políticas y convertirlas en colaboracionistas del régimen. Como si se tratara de un experimento científico eugenésico, Viviana fue definida como “irrecuperable”. Una clasificación social, política y moral que marcaría el resto de su trayecto vital. De origen humilde, hija y nieta de madres solteras, hermana de una desaparecida, guerrillera, dirigente comunista, lesbiana asumida, educadora popular, militante feminista, líder piquetera… Viviana Avendaño concentró en su persona todo lo que el poder aprende a odiar.

 

 

Muerte en las sombras

 

En el libro, Oliva relata cómo un día antes de su fallecimiento Avendaño fue acusada de infiltrada y amenazada por el Jefe de la Policía de la provincia de Córdoba: “Le habían dicho: ‘Sabemos quién sos, vos no sos de acá, aquí no tenés nada que hacer’”. Ese y otros sucesos y datos recolectados en expedientes, entrevistas y en el escenario de los hechos abonan la sospecha de que el accidente en el que Viviana perdió la vida junto a su pareja Laura Lucero habría sido provocado. El autor prosiguió: “No es descabellado pensar que si a vos te amenaza el Jefe de policía de la provincia hoy, y mañana estás muerto; encima en el choque parece absolutamente inverosímil que alguien haga una maniobra como esa sin tener algún tipo de disparador de eso, hay muchos elementos…”. Se refería a las sospechas sobre un motociclista que hostigó a Avendaño mientras conducía por la ruta nacional 38, y la habría obligado al viraje abrupto que terminó con su auto dando de frente con un camión, 24 horas después de la jornada en que la protagonista lideró la pueblada en Cruz del Eje.

 

Oliva plantea de forma contundente una hipótesis que puede leerse como gramsciana, que indica que la muerte de Avendaño cayó como anillo al dedo al poder político, que había optado por el “malo conocido” a la hora de definir quién representaría al movimiento social en Cruz del Eje: si un dirigente social tradicional e inserto en la vida política e institucional de la región (el referente de la Coordinadora de Desocupados, exconcejal y candidato a intendente Sergio “Ralo” Ávila), o una mujer, formada y formadora como cuadro político, militante en derechos humanos y protagonista de espacios de educación popular, con capacidad oratoria y habilidades en materia de prensa y propaganda, organización de la seguridad y la logística en las marchas y manifestaciones, todo un saber hacer tanto en articulación política como en el trabajo con las bases en el territorio. Todo lo que el poder odia nos presenta un entramado de relaciones y de estrategias que el poder pone en ejecución a la hora de restablecer la dominación, a través del descabezamiento de los cuadros dirigentes de los sectores subalternos.

 

Pese a la falta de evidencias definitorias (en particular, testigos que por miedo se han negado a hablar) que abonen la tesis del choque provocado, Oliva logró concretar en su obra una pormenorizada reconstrucción y análisis de hechos que nos permiten pensar a Viviana Avendaño como un personaje heroico cuya existencia, hasta ahora, sólo venía dada por lo que el poder había escrito sobre ella. El haberse apartado invariablemente de los cánones ideológicos, políticos, pedagógicos, de rol de género y sexualidad, la convierte en una heroína tan singular como invisible.

 

Así pues, el valor central de esta pesquisa periodística reside en echar luz sobre su particular historia, una historia que condensa las luchas sociales y políticas en la Argentina de los últimos cuarenta años. Pero todo texto es también su contexto. El libro sale del horno en el punto justo y es un cross a la mandíbula, porque al poco tiempo de que llegara a los estantes de las librerías el Gobierno nacional actual lanzó el Protocolo Antipiquetes, cuyo responsable es la misma funcionaria que integraba el gabinete nacional en tiempos de la pueblada en Cruz del Eje. Hoy, una vez más, los intentos de imponer normalidad y orden frente a los conflictos sociales logran sólo reproducir la desigualdad y la opresión de los sectores populares, y más ambivalencia en torno a qué queremos ser como sociedad.

 

Justamente, lo que siempre vuelve es el odio del poder. Ese odio, en un principio incorporado, hecho cuerpo, por quienes detentan el monopolio del ejercicio legítimo de la violencia, que luego, por efecto de un mecanismo de derrame, se esparce a otros estamentos y sectores de la sociedad que actúan en ese sentido. Y esa tendencia se cristaliza durante los conflictos sociales. Parece que la historia se repite varias veces y bajo formas distintas, decía un célebre pensador judeoalemán.

 

Revista Islandia

www.islandia.com.ar

*Natalia Gontero y Sebastián Gago son profesores de la materia Teorías Sociológicas II de la Licenciatura en Comunicación Social, Facultad de Ciencias de la Comunicación, Universidad Nacional de Córdoba.

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