Testearse el yo (obediencia horizontal)// Juan Manuel Sodo

Alguna vez un cumpleañero o cumpleañera se va animar a postear en facebook: “Gracias a todos por los saludos. La verdad es que no la pasé para nada bien. El día se me hizo interminable y me aburrí. Pero gracias igual”. ¿Qué tan feliz puede llegar a ser algo si presupone tener que acreditarlo? Por lo general tenemos una imagen de la obediencia que es asimétrica y vertical. Hay alguien arriba que nos manda, inculca, baja línea o nos viene a adoctrinar. Una jefa, un político, el profesor, un padre, una madre, el cura, el superior, un creativo publicitario o el dueño de un medio de comunicación. ¿Y si la obediencia funcionara también de un modo horizontal, desde abajo? 

Con sus dispositivos especiales (la indignación, la sobre-interpretación calificada, el repudio, la corrección bien pensante, la cancelación), los ambientes autopercibidamente más avanzados de la cultura y la política se van volviendo un foco de moralización. Varones y mujeres, pares obedientes a lo que se puede, a todo lo que está bien, en un fuego cruzado de vigilancia entre nosotros. Ir a la presentación de un libro, a la inauguración de un evento, o a un asado en la terraza de un ph porteño “politizado” es participar de esa gran supervisión colectiva urdida de preguntas (en qué estás trabajando, qué estás investigando, qué tal las vacaciones, qué proyecto vas a presentar, qué terapia estás haciendo, qué estás escribiendo, cómo estás cocinando), acaso hechas para testearse y medirse el yo más que por un interés genuino en los otros.

Siempre me acuerdo que cuando la gendarmería desapareció a Santiago Maldonado se armó una cadena en la que cada usuario contaba quién era, dónde estaba, qué estaba haciendo y, como remate, se preguntaba dónde estaba Santiago. Lo llamativo, si recordamos la secuencia, fue que la pregunta nos sorprendió a todos haciendo cosas bien interesantes. “Soy… estoy en mi casa leyendo una novela… terminando un artículo para publicar… mirando el atardecer desde el balcón… jugando con mi pequeña hija… acariciando a mi gato… y me pregunto ¿dónde está…?”. Curiosamente nadie estaba solo, o deprimido, o mirando porno. Postear lo correcto, acreditar felicidad, reforzar identidad. Obedecer hasta para hablar y participar de las causas más nobles.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.