Anarquía Coronada

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Venezuela, balance desde Argentina // Diego Sztulwark en Subversiones Radio (audio)

En una nueva intervención de Diego Sztulwark en Subversiones con la columna de Lobo Suelto, en diálogo con Pablo Ramos, analizan lo que acontece en Venezuela. ¿Cuáles fueron los limites de los procesos socialistas, progresistas en América Latina? ¿Cómo leer esas decepciones?

“La situación de Venezuela puso en su lugar a los revolucionarios de manual” // Entrevista a José Duque

Por Mariano Pacheco

“Estamos en un momento en que ya se hace urgente e inevitable hacer un recuento de lo que hemos hecho como pueblo y como sociedad”, subraya José Roberto Duque, periodista y escritor venezolano, en esta entrevista con revista Zoom.

Me interesa comenzar esta conversación poniendo el foco en una afirmación (“estamos en guerra y en revolución”), que aparece en tu libro, para relacionarla con la consigna chavista de “Socialismo del siglo XXI”, para desde allí proponerte pensar en aquello que, en su libro “Sobre la Revolución”, Hannah Arendt dice respecto del Siglo XX. A saber: que no puede pensarse el siglo XX sin tener en cuenta los conceptos (y las experiencias) de guerra y de revolución. El siglo XXI de algún modo se caracterizó por iniciarse con un discurso de fin de la historia, fin de las guerras y fin de las revoluciones. Pero el alzamiento zapatista en México (1994)y la emergencia del proceso bolivariano en Venezuela (triunfo de Chávez en 1999, a una década del “Caracazo”) dieron cuenta de lo efímero del discurso del fin de la historia, así como las agresiones desatadas por EE. UU contra Irak (1991)  dieron cuenta de lo efímero del discurso del fin de las guerras. ¿Qué pasa con la revolución? Pocos o casi ninguno de los denominados “gobiernos progresistas Latinoamericanos se refirió a sí mismo como “Revolución”. Pero la Venezuela Bolivariana sí.

¿Qué hay de guerra, qué hay de revolución, entonces, en el proceso venezolano?

La guerra es la situación más obvia que tenemos acá ahora, y no sería honesto restringir esa conclusión a lo que ocurre en Venezuela, es una situación planetaria. En algunos países esa situación es más evidente y dramática que en otros, pero es obvio que esta generación asiste a un momento de confrontaciones bastante duras y con objetivos físicos y simbólicos muy claros: desde las simples movidas geopolíticas, que en ajedrez vendrían a llamarse “posicionales”, hasta el control efectivo y violento de territorios y recursos. El gobierno de Estados Unidos ha dicho que derrocará por cualquier vía al gobierno de Venezuela, ya eso es una declaración de guerra. Pero incluso ya sin esa declaración palmaria y directa tenemos noticias del despojo de recursos y entidades por parte de Estados Unidos y sus satélites, tenemos unos preparativos de intervención armada desde Colombia y media docena de planes invasores y magnicidas, descubiertos y derrotados: eso se llama estar en guerra.

Las evidencias de que en Venezuela existe una Revolución en marcha trascienden el ámbito de la acción gubernamental. Es decir, los países no necesitan que su gobierno declare que es revolucionario para comprobar que está ocurriendo una Revolución. Si forzamos un poco el análisis y lo emparentamos con el modo de acercarnos a la evidencia de la guerra, pudiera decir que en todo el planeta hay una Revolución en marcha, con distintos grados de desarrollo según los países y regiones. Al final, las revoluciones no las hacen los gobiernos sino los pueblos, y no las propicia una vanguardia sino un estado de cosas. Caso concreto de Venezuela: Estados Unidos quiere hacer colapsar el tipo de sociedad que el mismo Estados Unidos impuso acá, y esa misión coincide con la misión de los revolucionarios. Los dos bandos en pugna hacen esfuerzos para alcanzar el mismo objetivo: el colapso de un modo de vida. Es tan peligroso como fascinante. Es una situación de crisis revolucionaria.

 

En la gacetilla de prensa de la editorial Tinta limón, con la que se promociona tu libro en Argentina, puede leerse: “En el mapa político llamado Revolución Bolivariana el autor se define como un defensor del proceso que sostiene al chavismo en el poder pero no sujeto a líneas oficiales o partidistas”. Teniendo en cuenta cierto peso que el stalinismo tuvo en la intelectualidad de izquierda Latinoamericana y el camino recorrido por el chavismo en estas ya dos décadas de existencia: ¿Cómo caracterizarías la relación entre chavismo e intelectualidad crítica venezolana?

Como suele suceder cuando se producen situaciones de conmoción real y radical en el sistema de costumbres, cuando hay un estremecimiento en las zonas de confort y en la apacible cotidianidad o “normalidad”, la revolución que ocurre suele desbordar la paciencia y la capacidad de análisis y de resistencia de algunos sujetos. Muchos intelectuales de izquierda parecen muy radicales en el discurso, pero su modo de vida es más bien pequeñoburgués, acomodado o alejado del pueblo que sufre. Como la gente no es lo que dice sino lo que hace, la situación venezolana ha puesto en su lugar a muchas luminarias que invocaron y teorizaron sobre una revolución de manuales y libros durante décadas, y ahora se espantan ante la dureza de una Revolución de verdad.

En un mundo cada vez más tomado por la lógica de la instantaneidad (redes sociales, frases cortas, primacía de la imagen por sobre la palabra), me interesa conocer tu punto de vista respecto del trabajo que implica escribir un libro como el que recientemente publicaste.

Lo que seduce o invita a leer no es la frase corta, es el sabor y la magia con que la escribes. Estoy convencido de que el interés por las largas lecturas no ha desaparecido, al menos no por culpa de la pereza mental de los lectores. Creo más bien que hay demasiados autores pesados, discursos insufribles, análisis pretendidamente densos que, al diseccionarlos, no son profundos ni importantes sino simplemente aburridos. Hay autores capaces de hacerte bostezar incluso en una entrega o trino de Twitter. La captación de nuevos, interesados e interesantes lectores la logra el esfuerzo de quien escribe, no la capacidad o disposición de los lectores para seguirte. O escribes para una élite de momias, habitantes de catacumbas seudofilosóficas, o escribes para el pueblo que desea y entiende propuestas de lectura terrenales, callejeras y musicales. Esta generación no es floja ni propensa a las lecturas superficiales (y muchas lecturas cortas no lo son), sino que hay autores que, sencillamente, no provocan leer.

¿Cómo vivís este doble trabajo que implica escribir un libro y ponerlo a circular, pero también, escribir un libro en el que –como sucede en “Cómo fue que la historia nos trajo hasta aquí”– se busca inscribir la actualidad en su historicidad?

Creo que es un solo trabajo, no dos: estás incrustado inevitablemente en un mundo actual, sobre el que tienes muchas cosas que decir, y no puedes decir nada interesante sobre esa actualidad si no volteas a ver qué te trajo a este momento.

Por último: el libro salió en un contexto de pandemia mundial. ¿Alguna reflexión que quieras compartir al respecto? Sobre el modo en que Venezuela enfrenta esta situación, o las implicancias que el virus trae a la realidad actual de la humanidad.

Al principio me invitaste a reflexionar sobre dos asuntos en marcha en Venezuela: guerra y revolución. Hay un tercer asunto que completa el panorama y el carácter de este tiempo, tal vez porque es la consecuencia lógica de los dos anteriores: el colapso. Con los síntomas del colapso hemos vivido varias veces los venezolanos durante este siglo, pero esos síntomas no se habían instalado en nuestra cotidianidad con la potencia con que los vivimos ahora mismo. La pandemia ha hecho que el proceso o la sensación de colapso sea más patente, más opresiva e incluso más dolorosa. Aunque en Venezuela no tenemos la situación dramática de otros países del entorno, respecto a los efectos o estragos del Covid 19 (altísima mortalidad, sensación de desamparo médico o sanitario, desinterés o negligencia de las autoridades respecto a la pandemia) estamos en un momento en que ya se hace urgente e inevitable hacer un recuento de lo que hemos hecho como pueblo y como sociedad. Es un buen momento para un libro que busca hacer precisamente ese ejercicio. Esto último parece una declaración un poco oportunista y cínica, y seguramente lo es. Porque no es hora de fiestas ni celebraciones, sino de ajustarnos el cinturón y saltar hacia otro tipo de relación de la especie humana con el planeta.

en Revista Zoom

Venezuela: quiebre en la oposición y pulseada en la Asamblea // Marco Teruggi

Con los votos del chavismo y parte de la oposición, Luis Parra, del partido Primero Justicia, asumió al frente de la Asamblea Nacional. Sin embargo, Juan Guaidó denunció que no lo dejaron ingresar al edificio, desconoció el nombramiento y fue reelecto en una sesión paralela. La reacción de Estados Unidos y la convocatoria a las próximas elecciones legislativas.
 

 

La Asamblea Nacional (AN) de Venezuela tiene una nueva junta directiva. Juan Guaidó, quien había asumido el año pasado en esta misma fecha, ya no es el presidente del Poder Legislativo. En su lugar fue nombrado este domingo, día de la sesión para elegir la junta, otro diputado de la oposición para el período 2020-2021: Luis Parra, del partido Primero Justicia.

La elección de Parra sucedió en una sesión marcada por las dudas y las especulaciones. Ya se sabía, desde la mañana, acerca de la existencia de dos propuestas de junta directiva: una encabezada por Guaidó y otra por un sector de la oposición que había manifestado su desacuerdo con la coalición de Guaidó en los últimos meses, en una disputa marcada por acusaciones mutuas de corrupción.

Ese escenario político tenía la incertidumbre acerca de quién lograría la mayoría de votos necesarios: si el bloque de Guaidó o el de la oposición encabezada por Parra que, se sabía, contaría con el apoyo de los votos del bloque de parlamentarios del chavismo.

Sin Guaidó en la Asamblea Legislativa
La jor
nada se vio además marcada por la denuncia que realizó Guaidó desde las calles cercanas al Palacio, donde afirmó que el operativo de seguridad le impedía entrar a la sesión para presidirla y ganar con la mayoría que aseguró tener. Junto a él se encontraban otros diputados, algunos de los cuales están inhabilitados por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

Esa versión fue desmentida tanto por los parlamentarios del chavismo, así como, por ejemplo, por Luis Parra y el diputado opositor José Britto, quienes aseguraron que Guaidó no ingresó a la sesión en vista de que sabía que no lograría los votos suficientes. Guaidó habría optado por mostrarse impedido de ingresar al recinto y así no perder la presidencia por los votos.

Ante la ausencia de Guaidó para dirigir la sesión, asumió la dirección el diputado más antiguo de la AN, Héctor Agüero, para presentar la propuesta de la lista encabezada por Parra, que obtuvo los votos necesarios.

“Treinta diputados de las regiones que nos cansamos del secuestro, que queremos abrirle un camino a la despolarización del país, dejamos claro cuál era nuestro planteamiento, presentamos nuestra alternativa, se dio una votación por aproximadamente 150 diputados que están registrados en cámara”, afirmó Parra luego de su elección al frente de la AN.

 

Un punto de quiebre
La elección de la nueva junta directiva marca un punto de quiebre en el conflicto: el reconocimiento internacional de Guaidó como presidente encargado de Venezuela estuvo construido desde la hora cero a partir de su presidencia del legislativo. Al quedar desplazado de ese cargo queda abierta la pregunta acerca del reconocimiento internacional sobre su presidencia interina.

Esa pregunta tuvo una respuesta temprana por parte del gobierno norteamericano que, a través de Mickael Kozak, subsecretario adjunto de la oficina de asuntos del hemisferio occidental del Departamento de Estado, quien calificó la sesión como de “farsa” y aseguró que “Juan Guaidó sigue siendo el presidente interino de Venezuela”.

Guaidó, por su parte, instaló en horas de la tarde del domingo lo que denominó una sesión de la Asamblea Nacional fuera del Palacio Federal Legislativo, para elegir la nueva junta directiva y ratificar su presidencia para el periodo 2020-2021. Este escenario podría abrir las puertas a la existencia de una AN, presidida por Parra, y una AN paralela presidida por Guaidó.

No sería la primera vez que la oposición busca crear una institución paralela, como el caso del denominado TSJ “en el exilio”, creado en el 2017 y, desde entonces, fuera del país.

 

¿Qué harán Guaidó y Trump?
¿Qué intentará hacer luego Guaidó? Responder esa pregunta significa indagar acerca de qué buscará hacer el gobierno norteamericano en el expediente Venezuela. Hasta el momento sus cálculos han resultado errados: el caso del TSJ “en el exilio” nunca logró impactar, Guaidó nunca construyó un esbozo de gobierno paralelo y su capacidad de movilización tuvo su último fracaso en el mes de noviembre.

Esa pregunta por Estados Unidos (EEUU) lleva a analizar el escenario norteamericano, donde Trump, enfrentado a un juicio político, cuenta con el apoyo de su partido que lo defenderá en el Senado y en las urnas del 2020, pero ese respaldo se ha traducido en la mayor apertura interna a los sectores neoconservadores.

El escenario de escalada e inestabilidad en Irán, con su impacto en el aumento de precios del petróleo, puede traducirse en una necesidad de acelerar el desenlace en Venezuela. Lo sucedido el domingo, calificado mediáticamente como un golpe de Estado en el Parlamento, puede ser una oportunidad para justificar un nuevo escalón en el ataque contra el gobierno venezolano y el proceso político que encabeza.

El tiempo político ha vuelto a acelerarse en Venezuela luego de varios meses de relativa estabilidad política, un mejor cuadro económico de superficie que ya ha comenzado a resquebrajarse con un nuevo aumento acelerado del dólar y un ataque a dos cuarteles militares en diciembre que logró ser controlado.

Los próximos pasos a esperar serán la sesión de la AN paralela presidida por Guaidó, las medidas públicas y operaciones encubiertas que tomará EEUU, y la convocatoria a las próximas elecciones legislativas que, en vista de los acontecimientos, no serán reconocidas por el gobierno norteamericano. 

 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/240124-venezuela-quiebre-en-la-oposicion-y-pulseada-en-la-asamblea

Marco Teruggi: diario urgente de Venezuela // Clinämen

“Mañana será historia” es el nuevo libro de Marco Teruggi. El periodista, escritor y activista narra el cotidiano venezolano lejos de los discursos que buscan a derrocar a Maduro y a distancia prudencial de las narrativas estatales. Con él charlamos sobre el método de escritura, es decir, un modo de vida y contacto con lo que ocurre en las conversaciones desde abajo.

 

Quinta declaración – Ante el golpe en Venezuela -Imperialismo e imperio- (13/04/2002) // Colectivo Situaciones

1- Tal como lo vaticinara el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ha comenzado, hace ya un tiempo, la Cuarta Guerra Mundial. Como toda guerra, pretende reorganizar, geográfica, política, económica y militarmente buena parte del mundo. Desde Europa Central -la antigua Yugoslavia- hasta América Latina -Colombia, Chiapas, Venezuela, Ecuador, etc.- y desde el cercano Oriente -Palestina, Afganistán e Irak- hasta el extremo -China, Corea del Norte-. Hay guerra en el imperio.

2- Uno de los obstáculos de pensar el planeta en términos de imperio era, hasta ahora, la imagen abstracta de mundo que esa idea nos provocaba. Desde el atentado del 11 de setiembre queda radicalmente claro que bajo el imperio subsiste y se agudiza la diferencia estructural, la heterogeneidad social, económica y política. Los sucesos recientes del Plan Colombia, la invasión a Afganistán, el genocidio palestino y el golpe al gobierno de Hugo Chávez en Venezuela confirman esta hipótesis: el imperio no se priva de actuar como imperialismo tradicional, e incluso de adoptar formas coloniales en el Tercer Mundo.

3- Actualmente en Venezuela las fuerzas del imperio y del gobierno de los EE.UU han atacado directamente al Gobierno de Hugo Chávez. La represión clandestina adquiere características abiertamente brutales y se carece de toda información mínimamente confiable al respecto. Esta situación pone a todos los pueblos de América Latina en estado de alerta frente a las peores hipótesis sobre el futuro inmediato, a la vez que se extiende de manera imparable la solidaridad con el pueblo humilde y bolivariano de Venezuela.

4- Bajo el imperio, los protagonistas de las guerras ya no son exclusivamente los estados nacionales y sus intereses geopolíticos. De allí que no se hable de imperialismo. Se trata ahora de fuerzas fundadas en formas productivas, comunicacionales y militares que refuncionalizan los aparatos nacionales – como los gobiernos de los países imperialistas (EEUU, Europa Occidental, Japón)- según la racionalidad biopolítica del imperio: la economía y tecnociencia como verdaderos dioses de todos los hombres.

5- La Guerra Actual no se da entre «dos potencias» (Guerra Fría) que toman bajo su control al planeta en su conjunto. No se trata tampoco del «Choque de Civilizaciones» difundido por el Departamento de Estado de los EE.UU para justificar la extensión de la guerra al Oriente Medio. Ni siquiera estamos frente a una «guerra ideológica» (ya que el imperio no domina por medio de la ideología). La lógica de esta guerra es diferente. No se trata, ante todo, de aniquilar a un enemigo predefinido. No, se trata fundamentalmente de la conquista y la colonización, por parte de las redes biopolíticas del imperio, de recursos naturales fundamentales para sostener niveles de producción y consumo actuales (petróleo), y de apropiarse de la materia prima de alta productividad (biodiversidad). Ese es el objetivo definido. Ya el Che Guevara había denunciado hace tres décadas este hecho fundamental del «subdesarrollo» y de los orígenes de las guerras imperialistas. Este proceso se ha sofisticado. En buena medida su naturaleza ha variado. Pero hay algo que se mantiene: se impone la guerra a los pueblos para despojarlos de sus recursos. El imperio confirma y radicaliza la norma del capital: la expropiación del control de los procesos vitales que hacen a la existencia de los pueblos.

6- La red biopolítica se organiza en el mercado: ha desarrollado sus propias formas del dominio político, que ya no pasan por las tradicionales «políticas de derecha» (aún cuando estas sean actualmente requeridas): se trata de formas específicamente posmodernas fundadas en la diferenciación del consumo, en la producción de imágenes mediáticas, la guerra tecnocientífica, la publicidad y las nuevas formas de valorización del capital a partir de su carácter inmaterial, intelectual y afectivo. Pero también de la velocidad de la circulación del dinero y las mercancías. Los medios de comunicación en la era del imperio son pura forma. Sin embargo, durante las guerras del imperio, los medios de comunicación operan bajo la modalidad imperialista clásica: la mentira, la desinformación y la censura. No se trata simplemente de un funcionamiento ideológico. Se trata de la inserción de los medios, como empresas, en la densa red de negocios que es hoy el imperio. Las grandes cadenas de la comunicación son parte fundamental de la estrategia militar del imperio.

7- Resulta indudable que desde el 11 de setiembre se despliega una brutal ofensiva: Palestina, Afganistán, Colombia, Venezuela, en amenazas China, Corea del Norte, Irak, etc. Pero no es sólo esto. Está también la amenaza sobre Cuba y la militarización de la Triple Frontera (Argentina-Brasil-Paraguay) y la ampliación de los presupuestos de inteligencia y gastos militares del gobierno de los EE.UU. La situación argentina no es ajena a estos movimientos: intentos de implantar bases militares en territorio nacional, dependencia absoluta de las políticas antinacionales dictadas por los organismos de crédito internacionales, desestabilización política provocada por movimientos financieros y guerra social entre «excluidos» y fuerzas policiales y paramilitares, forman parte de este panorama.

8- Y, sin embargo, estas observaciones no logran aproximar una idea del paisaje actual. Falta aún mencionar el desarrollo exponencial de las luchas, de la emergencia de un contrapoder múltiple y extendido en varios puntos del planeta. Desde enero de 1994 -aparición del EZLN- han crecido las resistencias al neoliberalismo en todo el mundo. La situación argentina (a partir de la insurrección de diciembre) y la italiana (a partir de las movilizaciones de Génova) nos hablan del desarrollo alcanzado por las manifestaciones populares. Tenemos presentes las experiencias de Ecuador, Seattle, Palestina, Brasil y México, por nombrar las más evidentes (habría que sumar las luchas ocurridas en Asia y África, de las que lamentablemente conocemos muy poco). Pero estas referencias bastan para dar un cuadro de la actual contraofensiva de un contrapoder. Este punto de vista nos otorga un punto de implicancia, una verdadera perspectiva para pensar la actual coyuntura.

9- Los estados ya no son los protagonistas del drama global. Existen y operan, pero bajo parámetros diferentes a los clásicos. Su norma es la reproducción del capital, no el desarrollo de los pueblos. Y la reproducción del capital ya no se asocia a la construcción de naciones, democracias y formas generales del bienestar. El imperio, en la situación actual, implica una guerra a muerte contra la vida.

10- La guerra en el imperio es la constatación de la emergencia de un estado de guerra. No se trata, como en Hobbes —imperialismo- de intervenciones que busquen nuevos equilibrios u órdenes estables sino de la generalización de un verdadero estado permanente de guerra. La crisis actual no es excepción sino generalización de la excepción. En el imperio la guerra es norma. El imperio ya no piensa como su antecesor colonial-imperialista: la guerra ya no es la continuación de la política por otros medios, como decía Clausewitz, sino la forma que hoy asume la política.

11- El lenguaje humanitario y el lamento por el horror presente, si no pasa a asumir prácticas concretas en medio de la guerra, corre serio riesgo de funcionar como modalidad políticamente correcta de habitar este estado de guerra y de convivir con la muerte. En este sentido el humanitarismo abstracto (moral) es uno de los discursos del imperio.

12- Las experiencias de contrapoder que se vienen desarrollando en todo el mundo tienen un desafío gigantesco ante sí: asumir la guerra sin desarrollarla. No hay posibilidades de sostener una ética -materialista- si se pretende ganar esta guerra. La guerra es siempre asunto de los poderosos. Pero a la vez no hay ética posible si se desconoce el suelo común sobre el que se desarrollan hoy nuestras vidas, nuestras resistencias: el neoliberalismo y la guerra del imperio. Esta situación no es abstracta y nos impone una reflexión práctica sobre las vías disponibles y deseables (múltiples y no centralizadas) de enfrentar esta lucha.

13- El contrapoder es la producción de formas asimétricas de existencia con relación al capital. Asumir la guerra quiere decir asumir lo que la guerra nos impone como realidad y condición: la presencia directa de la violencia imperial en puntos múltiples del planeta. Desarrollar formas concretas de solidaridades, de autodefensa, denuncias, pero sobre todo, potenciar lazos capaces de producir otras formas de sociabilidad que, como decía el Che, bloqueen las posibilidades del enemigo. Asumir la guerra, entonces, como forma de impedirla.

Hasta siempre,

Colectivo Situaciones

El Maizal y la pregunta por las comunas // Marco Teruggi

La Comuna El Maizal se convirtió en centro de gravedad del debate comunero. Las razones son tres: la realidad productiva y política que ahí existe, la vocación de crecimiento, y la respuesta del poder constituido ante esa situación. Están concentradas variables de manera nítida, con tal evidencia que se produjo un movimiento de solidaridad de organizaciones, individuos y comunas en torno al conflicto que emergió a finales del año pasado.

Qué es lo que se defiende en lo concreto del caso: el reconocimiento de la victoria de Ángel Prado, vocero de la comuna, como alcalde ganador del municipio. Ángel, constituyente electo, no fue autorizado por el Consejo Nacional Electoral ni la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) a presentarse como candidato para las elecciones del pasado diez de diciembre. Las razones en lo legal para impedirle presentarse fueron poco sólidas, en cuanto a lo legítimo nunca tuvieron con qué sostenerse. En términos sintetizados, le impidieron presentarse, consiguió hacerlo, y le quitaron los votos que le daban la victoria.

La traducción en términos políticos es que el poder constituido le cerró violentamente las puertas al poder constituyente, un poder con la legitimidad de la construcción comunal y el liderazgo genuino.

Sería necesario darle contenido al concepto de “poder constituido” en el cuadro del proceso revolucionario. ¿El Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) es ese poder? Si se lo ve en términos de dirección lo es, en particular porque esa misma dirección es quien está en los principales puestos de gobierno. Si se lo ve en términos de las bases del partido, que hacen vida política en los territorios, resulta difícil afirmar lo mismo. ¿La ANC es el poder constituyente? En su proceso de emergencia lo es, en su composición también, en las lógicas de su funcionamiento se aleja de ese sentido. Se pueden complejizar estas respuestas, el asunto es que las ideas de poder constituido y poder constituyente son flexibles y complejas en un proceso donde lo constituyente pasa a ser constituido y cuestionado por un nuevo constituyente.

En este caso el constituyente es El Maizal, que se propuso no solamente conformar una experiencia productiva y de gobierno comunal -algo de una gran dificultad de por sí- sino también disputar el poder político de la alcaldía. El razonamiento es sencillo: si, como en el caso de la mayoría de las comunas, el vínculo con la alcaldía es malo en el sentido del no reconocimiento al sujeto comunal, entonces por qué no acceder a esa institución y poner en marcha experiencias de cogobierno y cogestión. Significaría ampliar el campo de acción, de posibilidades, de crecimiento.

Esa conclusión, producto del desarrollo colectivo, no fue exclusiva de El Maizal. También sucedió en la Comuna Cagigal, estado Sucre, y en el Municipio Páez, estado Apure. En el primer caso se trata de una experiencia similar al Maizal, donde el vocero principal fue propuesto para la candidatura, en el segundo, un candidato proveniente de la construcción de la Ciudad Comunal Campesina Socialista Simón Bolívar, impulsada por la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora. En Cagigal ganó por fuera del Psuv, en Apure yendo como candidato del Psuv.

No resulta sorprendente que varios procesos lleguen a síntesis similares. Descartar la disputa del poder político estatal sería una mirada zapatista, algo que nunca estuvo planteado en el proceso chavista. Al contrario, Chávez siempre desarrolló la idea de un círculo virtuoso -¿imposible?- entre el Estado como impulsor de políticas contra el mismo Estado. La disputa por el Estado fue un punto nodal: el Estado no hace revoluciones, pero no se puede transitar un proceso revolucionario sin el Estado. Que varias comunas se propongan disputar espacios institucionales, al tiempo que construyen una nueva institucionalidad en su territorio, es una maduración que era esperable. Las respuestas desde el poder constituido también lo eran.

Digo “las respuestas” porque los casos de Cagigal y Apure ayudan a complejizar el cuadro y no llegar a la conclusión de que siempre el Psuv actúa de manera cerrada, o que ningún comunero tiene posibilidad de acceder a una alcaldía por fuera del Psuv. En el caso de El Maizal es innegable que la respuesta fue autoritaria, burocrática, desconociendo al sujeto de la revolución, al chavismo que resiste la avalancha de dificultades económicas, construye y vota a favor del proceso.

Estas diferentes resoluciones no pueden tampoco desdibujar el trazo generalizado respecto a la cuestión comunera: no está en agenda. No estar en agenda significa que casi no aparece en medios oficiales, y que las políticas de gobierno no suelen apuntar en esa dirección, llegando a veces, en algunos territorios, a ir directamente contra. ¿El Clap es la forma de comunalizar el poder en esta etapa de enfrentamiento de guerra? Puede ser un argumento para intentar tapar una orientación. No significa que los Clap no sean imprescindibles, que muchas comunas no trabajen con los Comités, los hagan parte de las dinámicas comunales: las políticas no son lineales, son el resultado entre orientaciones y capacidad de (re)significar en cada lugar. Pero en términos generales la situación es de un poder constituido que no reconoce al constituyente comunal, lo percibe como amenaza, no piensa en transferencias de recursos, competencias, en abrir espacios. No es algo nuevo.

Se puede contestar a esto con la afirmación de que quienes no han estado a la altura han sido las comunas, el movimiento comunero, que no logró construir instancias reales de autogobierno y autogestión. Sin dudas existen dificultades, debido a lo ambicioso de los objetivos, a la complejidad de poner en pie experiencias con esa potencia, los tiempos que toma conformar un sujeto histórico que se autogobierne, las culturas políticas del chavismo dependientes del Estado. No creo que la hipótesis de la igualdad de responsabilidades sea válida, por las evidentes desigualdades de poder, recursos económicos, herramientas.

En estos casos concretos, El Maizal, la Comuna Cagigal, y la experiencia de Apure, son reales, producen -3 millones de kilos de maíz en el 2017 en el caso de El Maizal- avanzan en la capacidad de ejercer poder, y lo hacen en esta época donde la situación general barre con fuerza. Son muchas más experiencias en todo el territorio nacional.

Hay algo más, y es la defensa del proyecto comunal, es decir la construcción colectiva que busca la transformación de raíz, que puede permitir el desarrollo de lógicas políticas, económicas, culturales, que vayan más allá del capital. Las comunas no son un capricho, son una de las llaves centrales para abrir pasos al camino del socialismo, que no es los mismo que políticas sociales combinadas con administración imposible del capital en tiempos de guerra. Debatir las comunas es debatir el proyecto estratégico, una de las principales posibilidades para la transición.

Por ese conjunto de razones El Maizal cobró centralidad, volvió a poner el tema comunal arriba de la mesa, aunque todavía no alcance masividad. Según han dicho irán en dirección a la conformación de dos Ciudades Comunales en el municipio, al tiempo que resistirán a los ataques que les han hecho, como la quema de parte de sus tierras. El Maizal muestra una voluntad que vive en el chavismo, que empuja a pesar de las adversidades, los fuegos cruzados, y que conducirá a que los votos vayan a favor de Nicolás Maduro el 22 de abril. Porque las únicas condiciones que puedan existir para avanzar en las comunas serán en el marco del chavismo, con sus límites y potencias. El asunto es poner en pie una correlación de fuerzas que permita empujar en las direcciones revolucionarias de la revolución. Significa que uno de los mayores actos de solidaridad que se pueda hacer con el universo comunal es construir comunas.

 

Fuente: 15 y último

¿Qué está pasando en Venezuela? // Marco Teruggi

https://www.youtube.com/watch?v=raTLrucxECU&feature=youtu.be

15 de octubre: la pelea por el tiempo // Marco Teruggi

El tiempo ha vuelto a estirarse como pantano. El cotidiano son los precios que suben, los sueldos más flacos, los antibióticos que no aparecen, los billetes que escasean, la liturgia de campaña demasiado idéntica a sí misma. Los días ya no están comprimidos, a punto de estallarnos en la cara.

La guerra ha retomado su ritmo de desgaste silencioso y omnipresente que nos envuelve. Se mostró desnuda en su asalto al poder entre abril y julio. Ahí estaban las tendencias en Twitter que marcaban focos armados, los municipios asediados durante días, los toques de queda. Era clara, y sus dirigentes, dentro de sus mentiras, también. Ya no lo es, y sin embargo es la misma, con cambio de ritmo, parada sobre lo más seguro ‒la economía y el imperio‒ mientras las tropas locales, en crisis, reorganizan su fuerza.

Debemos seguirle el rastro. Su táctica está en la alternancia de las formas, en la frontalidad seguida de la cobardía del que esconde la mano, en la negación de sí misma, hacernos creer que se fue. Nunca se va. Y este domingo tendrá una nueva batalla que reacomodará una parte del tablero: las elecciones a gobernadores.

***

Un voto de guerra, para retener poder político. Esa es una de las características del 15 de octubre. “Toda revolución es una forma de conquistar tiempo”, analiza Álvaro García Linera. Y en estos últimos años hemos visto cómo el tiempo, electoral/político/armado, ha sido foco de la batalla. La pregunta es: ¿ganar tiempo para qué? Para cuatro cosas:

1.- Impedir el avance de trincheras de la contrarrevolución

Podemos pensarlo en términos de posiciones. Cada gobernación sería un espacio que, en caso de ser ocupado por la derecha, se convertiría en un nuevo territorio desde donde intentarían avanzar. Funcionarían como las alcaldías y gobernaciones que entre abril y julio estaban bajo su dirección. Desde allí hubo apoyo logístico por debajo de la mesa y explícito a los grupos de choque, retiro de las fuerzas de seguridad locales, liberación del territorio para la escalada incendiaria.

Cada espacio institucional que consigan podría convertirse en esa plataforma. Seguramente de otra manera: las fases de violencia callejera no son iguales unas a otras, parten de líneas similares, luego aumentan en sus formas y métodos. Así lo muestran las comparaciones entre las jornadas de abril de 2013, febrero/abril 2014, abril/julio 2017. Y quienes dirigen los hilos, es decir Estados Unidos, saben que la sorpresa es un factor clave.

2.- Esperar que mejoren las condiciones internacionales

El conflicto venezolano es parte de la disputa geopolítica. Por un lado, Estados Unidos y sus alianzas subordinadas construyen escenarios diplomáticos, comunicacionales, militares y económicos, por el otro el chavismo juega sus cartas: relaciones con China, Rusia, países emergentes, petroleros, intentos de evitar la asfixia impuesta a través de la fuerza del dólar. En Venezuela se condensa una de las batallas del mundo.

El mapa de alianzas actual está ligado también a la peor correlación continental de los últimos años. No será eterno, el año que viene habrá elecciones en México, Colombia y Brasil, países que pueden reequilibrar la correlación. Pero es más que eso, la cuestión de las relaciones internacionales remite a la vieja pregunta: ¿puede desarrollarse una revolución en un solo país? “El tiempo se convierte en el núcleo del hecho revolucionario: tiempo para esperar que otros hagan lo mismo”, dice Linera.

3.- Estabilizar la economía

El tiempo se obtiene, entre otras cosas, con estabilidad económica. Es justamente ahí donde el pantano-retroceso se siente con fuerza. Son al menos tres años en este cuadro, con una agudización de los problemas: precios, dólar ilegal, medicinas, billetes, repuestos, higiene. Es también en ese punto donde se dificulta prever una mejora. Por la fuerza del ataque/bloqueo exterior y de los grandes empresarios, los precios internacionales del petróleo, por la corrupción que atacó áreas estratégicas, por las señales contradictorias de hacia dónde ir para resistir y avanzar, el poco impacto de las medidas tomadas en la cotidianidad.

La economía no solamente golpea los bolsillos populares sino también las subjetividades. Podemos preguntarnos qué efectos causa en las consciencias, los sentidos comunes, una economía que amplía sus áreas de microcorrupción, ganancias extraordinarias ilegales, reventas en el mercado negro de medicamentos, billetes, comida, negocios a costa de las demandas cada vez más urgentes de los sectores populares. La derecha ha ganado posiciones en esa batalla cultural. Nuevamente, con análisis de Linera: “Nunca hay un triunfo político sin un previo triunfo cultural”. La derecha también puede ser gramsciana.

4.- Avanzar en el desarrollo de la sociedad por-venir

La revolución no es una fecha, un acto, sino un proceso. Tiene días fundantes, momentos de reflujos, avances y expansiones democráticas, aprendizajes colectivos, delegación en los gobernantes o acción directa por parte de las clases populares. La revolución tampoco es el Estado, sino, centralmente, la ampliación de la comunidad y su construcción de poder. Resulta difícil evaluar en qué situación se está en ese punto, ¿qué indicadores para medir qué exactamente? Una cosa es clara: es dentro de la revolución donde pueden desarrollarse las formas de la sociedad socialista, con centralidad comunal.

Ese desarrollo tiene que ver en parte con la voluntad ‒o no‒ de la dirección y del andamiaje institucional, así como de la fuerza que impriman los diferentes vectores políticos/sociales organizados. El Estado proporciona condiciones para crear comunidad/organización, o, al contrario, burocracia ‒política e institucional‒ para operar como freno de mano del mismo proyecto que conforma. El cuadro bajo gobierno de derecha no sería debatir las tensiones internas, las contradicciones creadoras o destructoras, sino cómo resistir a la revancha que se descargaría ‒los cuerpos incendiados entre abril y julio fueron una antesala de eso.

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Ganar gobernaciones no significará un cambio de vínculo entre gobernadores y tramas comunales ‒por lo general no son buenas‒ tampoco se traducirá en una mejora de las condiciones materiales, un alivio de los puntos de asfixia, ni creará nuevas condiciones significativas en el plano internacional. Permitirá mantener poder político, continuar con la construcción del proceso, el desarrollo de las tensiones internas, ganar tiempo en el marco de una revolución que resiste al aislamiento continental y a las agresiones norteamericanas.

Resulta extraño que, en una guerra, bajo asedio, se piense en regalar posiciones como forma de castigo a los generales. Esa idea encierra otra de trasfondo, errónea y peligrosa: si la derecha gana se creará un cuadro que depurará las contradicciones del chavismo y permitirá un retorno liderado por los sectores no burocráticos. El problema es que la política y la historia no son un juego de ajedrez, las condiciones que permitieron gestar este proceso no se repetirán, y el enemigo, en caso de hacerse con el poder político, no perdonará.

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