Anarquía Coronada

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Valeriano - page 2

La dékada ganada

por @valeriano2015

(Textos anteriores de esta polémica: Los JM (de Marcelo Laponia) // Laponia la tenés adentro: la polémica con Valeriano (de Diego Valeriano); ¡Siga chupando, Valeriano! (de Marcelo Laponia)

Chuparla es algo maravilloso, es la sumisión máxima: gozar y dar placer. Placer doble, doble erotismo.
Confundir tenerla adentro con homofobia es mirar las cosas de forma binaria. 
Cincelar la palabra, sumarle firuletes a las oraciones es pura debilidad disfrazada de sutilezas.
¿Hablamos de mis torpezas conocidas o de la letra K?
Con trazo grueso o sin él, lo importante es que la dékada ganada tiene doble entrada en su construcción de arriba y de abajo. Por un lado, la cooptación de las estructuras tradicionales de poder y, por el otro, la nueva, desordena, inteligente, caótica y trazogruesista transfiguración en las periferias. 
La dékada ganada no fue sutil, jamás nadie gana siéndolo. 
La K la tenemos adentro y es imposible que la cambiemos con simples letras. La K no lo es. Es otra kosa como bien dejo Laponia, es un estilo de vida, es la rekontrucción del hedonismo popular, del placer de consumir, de la felicidad de tener guita y reventarla en giladas.
Cristina convoca a ganar otra década, no es necesario. Eso ya sucedió.

Amor a la sumisión

por Marcelo Laponia

Textos anteriores de esta polémica: Los JM (de Marcelo Laponia) // Laponia la tenés adentro: la polémica con Valeriano (de Diego Valeriano) // ¡Siga chupando, Valeriano! (de Marcelo Laponia) // La Dékada Ganada (Diego Valeriano) //


Amo polemizar con Valeriano. ¡Despierta mis pulsiones homosexuales y asesinas!  ¿Cómo no amar a alguien que va tan directamente a las cosas, sin miedo de tragárselas en el camino? La maravilla del goce y de la sumisión arman maquina fascista sin complejos críticos. Brindo por la libertad del buen salvaje que todos traemos dentro.  
Lo que no me esperaba, lo confieso, es esa creencia repentina en la política ¿No es que la política la hace la víctima? ¿O viene ahora eso de las máquinas de cooptación? Valeriano imagina un universo entero en torno a la letra que clavada lleva en su trasero: inteligencia, astucia, generosidad.  No me esperaba de su parte un lenguaje militante (“la década ganada”!). ¿No que la militancia no existe?
Resulta insostenible su afirmación de que la K que llevamos tan adentro no resulta sustituible por “simples letras”: ninguna letra es simple en políticas del deseo. ¿O lo es acaso la P de Perón, la E de estado, la M de mercado, la D de dios…? (a todas ellas las llevamos adentro, y sin embargo, la lengua se mueve, las letras se desplazan). Sólo una ilusión de sumisión (hasta de castración –como decimos en mi oficio-) puede pretender detener el lenguaje en torno a una letra única (significante amo).
En otras palabras: ninguna letra recubre por entero y por siempre a la Cosa (hoy la Kosa). Salvo que aceptemos lo que sólo Valeriano parece dispuesto de aceptar: que la k de Kirchner remite a la de Kapital.  Y entonces sí, la sumisión de Valeriano emerge gloriosa, triunfal, mostrando el lugar del konsumo con sus determinaciones y concretas y contradictorias, como hecho de servidumbre y libertad.

El debate no es el otro

por @valeriano2015
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No amo polemizar, me aburre. Y más me aburre esa cancioneta tan repetitiva de que en este breve intercambio no se hable de la idea sino de quien la expresa. Valeriano esto, Valeriano aquello. Aburrido.
Vamos a hacerla bien simple Marcelo: tenés la más absoluta razón en todo lo que planteas de mi. En lo que no puedo darte la razón (ya que lo único que haces es dármela vos a mí) es respecto a tu búsqueda inicial de otras letras ya que la K te genera culpita.
La K la tenes tan adentro que te ves ¿obligado? a recurrir a Dios, Perón, Mercado o Estado para refutar o extirpar la K. De todas maneras, me parece que la K remite inequívocamente a un determinado periodo de nuestro país y no a ninguna otra cosa. ¿La D remite a Dios? ¿la E a Estado? Nunca asocié esas letras con esos sentido. La V y la P una arriba de la otra si me remite a Perón, pero la P sola en lo más mínimo.
No sé si la «k» remite a Kapital, si lo hace a Konsumo. Pero lo que es bien claro es que cuando a una palabra que va con «c» se la escribe con «k» (konsumo, dekada, kumpa, korrupción) cualquier con medio milímetro de frente y sin culpita de intelectural progre sabe de qué estamos hablando. 

Cuando el pensamiento religioso se come al salvaje

por Marcelo Laponia

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Cuando el antropólogo estudia a la tribu que baila para hacer llover extrae la siguiente conclusión: la danza no es irracional, satisface la exigencia de mantener al pueblo unido en tiempos de sequías. Esta deducción es demasiado laica. No alcanza a comprender cómo es que la danza de ese pueblo acaba por hace llover. Problemas como este han recorrido desde siempre al pensamiento occidental. Más desea aproximarse a la diferencia, más necesita controlarla.  
Vuelvo a la polémica que me ha planteado el ahora aburrido Valeriano. El defiende que la k de kirchnerismo simboliza de modo absoluto el aumento en la capacidad de consumo en las periferias. No importa si ese consumo viene de antes, si es regional, si tiene causas parcialmente ajenas a las políticas del gobierno. La k, dice el creyente, nos atraviesa y determina a todxs. Cuando le argumento (como al antropólogo) que no hay konsumo (danza) sino para el kapital (la lluvia), su argumento se deprime, se apaga, pierde todos sus rastros de salvajismo y se torna demasiado laico, se refugia en una tibia fe nacional: “no sé si la K remite a Kapital, sí lo hace a Konsumo y lo que es bien claro es que cuando a una palabra que va con C  se la escribe con K (Konsumo, dekada, kumpa, korrupción) todos sabemos de que estamos hablando”.  

Esta polémica no puede durar. Ambos disfrutamos de la k. Kafka fue un enorme escritor, y los Kirchner los mejores presidentes que tuvimos. Sin embargo, y en la medida en que nuevas fuerzas trabajen en la coyuntura ninguna letra la tiene tan fácil para eternizarse en el imaginario que su folklore propone. Allí está, como ejemplo, el avance de la P. Pcde Papá Castrado, Pb de Papa Bergolgio, de Pgh de Peronista de Guardia de hierro, PPde Papa Peronista, PCC de Populismo conciliador de clases, de Pl de Pobrismo latinoamericano.

Aburridos vuelven a casa

por @valeriano2015


No entiendo qué pasó en Brasil con toda esta movida de la gente en las calles, no digo ahora con Francisco, sino antes cuando todos se movilizaban no precisamente para festejar. Aquí y allá leí algunas cosas, pero siempre se sobredimensiona la movilización callejera en cualquier lado (recuerdo un volante de algún grupo de izquierda que festejaba la movilización callejera del heroico pueblo de Kirguistán). Se sobredimensiona y se sobrefactura: cualquier análisis quiere cobrar como propio lo que pasa en otro lugar y eso pasa en especial con aquellos que jamás pueden cobrar como propio algo por estas pampas.

En los muchos análisis que se hicieron, obviamente se comparó lo que estaba pasando en la tierra de Neymar y Xuxa con las últimas multitudinarias movilizaciones que ocurrieron en nuestro país. Se habló del poder de los medios y estos hablaron de uno y otro gobierno, en especial resaltaron la capacidad y vocación de diálogo que tuvo siempre Dilma y cómo escuchando a los manifestantes tomó sus reclamos y modificó el aumento del bondi.

Dilma escuchó, dialogó, concedió, y ese fue su gran error: les dio la puntita y fueron por más. No es difícil imaginar a Cristina llamándola y diciéndole que los ningunee, que los niegue, que mande a cualquier portavoz a decir que son golpistas, o rojos, o títeres de los medios, y que en especial no le conceda nada de nada. Solo la gente que está muy al pedo puede sostener varios días una movilización: el ninguneo los desanima en forma rápida, pero darles la razón los alienta y empuja en busca de más cosas.

¿Qué nos enseña el cristinismo con respecto a la movilización callejera? Ignorarlos hasta que se aburran. Y, de todos modos, si esto no alcanza para desorganizarlos y desmovilizarlos, siempre está el troskismo para mandarlos a casa.

La Izquierda es la antipolítica

por Diego Valeriano


Ahora que es evidente el agotamiento de la militancia, queda en primer plano un hecho innegable: la izquierda es la anti política. Su práctica apunta al corazón de la política para desgastarla hasta que queda vacía. Lo que no deja de ser llamativo, dado que sus militantes creen de modo ciego exactamente lo contrario. ¿Se dan cuenta de lo cerca que están de Miguel Del Sel, por ejemplo? Me animaría a decir, incluso, que son cara y cruz de la misma moneda. Y no me refiero a la imagen idiota de los «extremos que se tocan”: hablo del mismo cuerpo y de la misma idea. Destruir la política, vaciarla hasta que sea un cadáver, una cascarita.
Ya me escucharon decir en más de una oportunidad que si no hay víctima no hay política, que es solo ella y en torno de ella que se hace política. Pero si a los poderes de gobierno las víctimas se les imponen y deben gestionar los efectos de su aparición; la izquierda, en cambio, sale tras ellas como un tiburón que huele sangre: se mete en cuanta injusticia cree distinguir, la intentan copar, conducir y llevar a buen puerto. El puerto de ellos. Pero en este recorrido hostigan a la víctima hasta matarla políticamente. Como decíamos: vacían la política, deslegitiman la víctima.
Emociona o enoja (ahora no lo sé) ver cómo se meten en asambleas de lo que sea (del 2001 a La Plata: todas) y ejercitando su gran gimnasia oratoria la van copando de a poco. Radicalizan el discurso, filtran sus consignas, son voluntariosos y tienen fotoduplicadora. Trabajan, trabajan y trabajan duro… hasta que no queda nada. Esta anti política es en extremo burda, carente de cuidados estéticos y con mohines de asesino torpe que gusta de ser descubierto. Tiñen manifestaciones de rojo, acusan a cualquiera, complejizan discusiones, dan argumentos sólidos.
Y de vez en vez captan alguna víctima, la pasean por aulas universitarias, le presentan a sus siempre eternos y perfumados dirigentes, pintan una pared con sus nombres y escriben volantes sobre el tema mientras todo lo demás sigue su curso. Es un fenómeno raro, indudablemente, la izquierda: pareciera muchas veces que sus militantes solo buscan interpelarse entre ellos. Un soliloquio. Un diálogo de sordos. El fin de la política.

Proselitismo

por @valeriano2015


Bajo del Sarmiento y como ando holgado de tiempo opto por caminar hasta el trabajo. Ni bien piso la plaza Miserere me aborda una bella chica de Unidos y Organizados que me invita a votar a los candidatos de Cristina en la ciudad. Pensaba seguir caminando, pero como buen antropólogo de la sociedad actual que no soy decido quedarme a escucharla. No sé bien que decía: sus ojos y su corta edad nublaron mi entender. Sí noté un entusiasmo militante tan piantavotos que me sacó de mi embelesamiento de viejo verde y le plantee lo difícil que es hablarle de «década ganada» a alguien que acaba de bajarse del Sarmiento. Sin embargo, aún mayor garra militante comenzó a hablarme del «menemismo entreguista», de la «burocracia sindical» y del «troskismo saboteador». Tenemos que organizarnos para defender a Cristina, dijo, y no me conquistó. Me alejo azorado y muñido de una única certeza: si quiero votar a los candidatos de Cristina, no tengo que escuchar a los simpatizantes de Cristina.

Cruzo la plaza y mientras voy esquivando a los tantos hermanos latinoconurbanos que la pueblan me aborda un joven medio jipi con la propuesta de Camino Popular. Vaya uno a saber por qué creí que le podía ceder unos minutos de mi tiempo y comencé a escucharlo. Si bien la tonada es bien porteña, me tira una consigna tras otra, a lo René de Calle 13. Me habla de Monsanto y de la megaminería; también de que no son ni anti ni a favor del gobierno, y resalta tanto la «participación popular» que me lleva a pensar para qué mierda van de candidatos si todo el trabajo lo voy a terminar haciendo yo. Esto los emparenta con la gente del FIT que están en la esquina de Rivadavia y Jujuy, con los que tuve un breve intercambio que permitió ver algunos desplazamientos, solo que en lugar de «participación popular» casi todas las cosas tienen que estar bajo control obrero. (¿no entienden que yo no quiero controlar cómo anda el tren, sino tomármelo y que ande bien?) y en lugar de convencerte con onda para que los votes, te cagan a pedos y maltratan (¿creerán que los obreros hablan así?)

A una cuadra hay otra mesa del FIT, pero en los afiches aparcen otros candidatos. Con tanto curiosidad como masoquismo, me acerco y les pregunto la razón del cambiazo. Me explican que son de la juventud del PTS, que son parte del Frente y que buscan captar el voto joven. Me hablan de que tenemos que seguir el ejemplo de Brasil y parar el ajuste K, que tenemos que expulsar a la policía de nuestros barrios (pienso en Merlo Gómez sin policía y una gota helada me cae desde la nuca hasta la mismísima raya del ojete). Me dan un folleto, “para un sobrino o hermano menor”, me dicen, y decido que a estos, por irrespetuosos, no solo no los voto sino que además les afano todas las boletas del cuarto oscuro. 

Estoy a diez cuadras del trabajo, me quedan unos minutos y quedé medio manija con las mesitas políticas. Veo a lo lejos (atrás de un puesto de panchos, de un evangelista poseído, de dos senegaleses con sus valijas de almohada, de tres putas dominicanas, cinco pibes-limpiavidrios, varios borrachos deprimentes y algunos perros mugrientos) una chicas del PRO y avanzo decidido a su encuentro: imagino una panzada con estas muchachas insustanciales, más promotoras que militantes, que basan su campaña en estrategias de marketing de dudosa eficacia . Pero, vaya sorpresa, me como una paliza ideológica que me deja descolocado. Las cuatro mesas anteriores sin duda colaboraron en la solidez de estas chicas. O tal vez, con los años –como siempre me decía el gorila de mi viejo- me esté volviendo «de derecha». O nada de eso: menos peliculeras, estas chicas fueron cálidas, no agresivas y nada más me pidieron que los vote. 

«I like Ike», me resuena en algún lugar recóndito del cerebro y me invade un irresistible deseo de entrarle a un panchó con lluvias de papas (con gusto a humedad,como los de Osvaldo). Mientras busco un diego que se soterra en el fondo del bolsillo, apuro el paso: por boludear otra vez estoy llegando tarde al laburo.

Fernando Peña y el cierre de listas en la capital

por Diego Valeriano


La noticia es esta: Gustavo Vera, de la ONG La Alameda, encabezará la lista de Coalición Sur, la alianza entre el cineasta Pino Solanas y Lilita Carrio. Es amigo de Jorge Bergoglio, con quien luchó contra la trata de personas.

La moralidad católica tiene lista propia en Capital. Alabado sea Di@s. Un viejo cajetilla que exhala nobleza nacional y popular, una ultracatolica y un cristianuchi que terceriza la defensa de los esclavizados plantan bandera y dan la lucha electoral. Asco, siento un verdadero asco. Tanta anti-entrega nacional, tanta anti-corrupción y tanto “el sufrimiento es el otro”, tiñen a la política de unas texturas y colores opacos y super aburridos. Me imagino a los tres autolamiendose en TN con Bonelli, o mejor aun con el Dr Nelson Castro,  mirándolos con su cara de ACV mal curado y asintiendo ante cada denuncia.

Como salidos de una mala película los cristianuchis vuelven a escena. Francisco se aprovecha de la debilidad de Cristina, le hecha sal en las y visibiliza los daños colaterales del modelo. No la corre por derecha, tampoco po izquierda; la corre desde la bondad. El hasta hace poco ignoto Vera entrará a la cancha para hacer las delicias de los medios (siempre que no hinche las pelotas con las empresas que auspician este programa) para mostrarle al camporismo que “el otrx es mas esclavo y oprimido” que un inundado en La Plata. Para mostrarnos y demostrarles que, en la competencia por la moral, denunciar un taller clandestino es mucho más noble que ser parte del voluntariado universitario, y que un luchador a-partidario siempre paga mejor con uno con pecheras.

El francisquismo detona la moralidad nacional y popular por varios frentes: con Pino ataca desde adentro del modelo, con Lilita desde la derecha honesta y con Vera desde la podredumbre misma. La moral siempre es el costado más débil de cualquier gobierno, de los populistas aun más. Pero hasta ahora ninguna fuerza política podía correr seriamente a Cristina desde ese lugar.

Francisco juega; avisa que puede jugar mucho más. Desde su exilio divino no da puntada sin hilo, todxs tendríamos que preocuparnos, porque ademas de poderoso ha dejado de ser obvio. Ya no encabezará cruzadas medievales contra los trolos o esas cosas. Su lucha comienza a desarrollarse en voz baja y con paciencia. No tiene apuro ¿porque tenenerlo? Si esta seguro de la vida eterna. No simula moralidad, pone moral real en juego. Frente al doble discurso de las demas fuerzas políticas, moral real frente al crecimiento desmedido del consumo.
Preocupémosnos realmente, corramos a cobijarnos bajo Horacio González, o mejor encomendemos las elecciones a Satán. Hace unos meses se cumplieron cuatro años de la muerte de Fernando Peña: una lástima, hubiera sido un gran candidato testimonial contra el francisquismo que se viene.

@valeriano2015

Ni bajando a 8 años la edad de imputabilidad…

por Diego Valeriano


«Ningún pibe nace chorro» es una noble frase que por más que la repitamos no va a dejar de parecernos idiota. Andá a explicarle eso a una doña que dos pibes le rompieron la puerta para robarle la garrafa. Seguramente casi ningún pibe es narco de los grosos, o maneja un prostíbulo. Menos aún, un garito de juego o un desarmadero donde cortan autos. De hecho, ningún menor maneja una comisaria. No hay dudas que los delitos grosos no son llevados adelante por pibes y que esta discusión sobre la baja de la edad de imputabilidad en los pibes aparece siempre en momentos electorales.
Discusión que siempre tiene gusto a poco. Discutir sobre la baja en la edad de imputabilidad de los pibes nos lleva sin paradas intermedias a la hoguera de las obviedades, en donde conocidos de un bando y de otro nos dirán su discursito/kiosco que ya todos más o menos conocemos. La llamada derecha mediática, con argumentos cortos e imágenes contundentes, y el progresismos con ideas mas complejas e imágenes pobres.
Discusión eterna que tomará ribetes multicolores: un pibe matará a una vieja; dos ratis torturarán a un niño que no quiso robar para ellos… discusión para la que muchísimos están entrenados.
La verdad, no sé por qué un pibe de quince que comete delitos no debería ir preso. Mi razonamiento me lleva a pensar que sí debería ir. No me parece ilógico que un pibe frente a un delito pueda tener un abogado defensor y que un fiscal que lo investigue.  ¿Debido proceso? ¿Nadie es inocente hasta que se demuestre lo contrario? ¿Baja en la edad de la procesabilidad? La verdad, no lo sé. Pero intuyo que si un pibe va preso a los 8 o a los 19, el delito y la violencia no van a cambiar demasiado. Tampoco la situación de los pibes.
Voy a tomar las palabras de nuestro novel Ministro de Seguridad provincial, Don Alejandro Granados: “estamos en guerra”. Pero a diferencia de lo que plantea el flamante encargado de la policía, esta guerra no es entre delincuentes y honestos. Esta guerra, silenciosa y fuertemente territorial, es por el derecho al consumo. Lucha bien plebeya y liberadora, sin códigos, sin moral y sin prisioneros.

Una guerra de sujetos cínicos (seres de puro cálculo) y oportunistas (seres sin estructuras fijas) dispuestos a todo con tal de obtener el necesario botín.
Y en esta guerra, como en la vida en general, los cachorros son los más voraces.
@valeriano2015

De la serie: La guerra por el consumo

Los Killer-Runfla 

(tics de la revolución)

Por Diego Valeriano



La guerra por el consumo tiene cotidianamente pequeñas batallas a muerte: se es  víctima y victimario según el momento y el lado del mostrador. Y lo mejor de esta guerra es que solo hay un bando.
Sí existen killers-runfla que actúan como tropa de ocupación de algunos territorios. Estos killers son cuerpos indóciles que parecen haber abandonado los límites de la moral. Estos cuerpos, son los cuerpos jóvenes (cómo no serlo) que dominan territorios mutables a través de la violencia machista. ¿Cuerpos indóciles? Tal vez, no tanto.
Los killers-runfla parecen cuerpos atrevidos que desafían el orden barrial aunque, muy por el contrario, lo sostienen. Controlan desde la esquina, carpetean a cada quien que pasa; cobran peaje, verduguean, denigran pibitas, se jactan de quienes creen que son; muestran los fierros y la pija: ese es su territorio y hacen lo que quieren.
Algunos podrán decir que son terciarizados del control social y no sería errado pensarlo así. Negocian con la bonaerense, intercambian figuritas, hacen un trabajo más capilar. Los policías ya con más edad, un poco más controlados, negocian y evitan quilombos. Evitan quilombos y obtienen ganancias.
La guerra por el consumo es aceptada siempre y cuando sea una guerra “sorda”. Los killers-runfla, en cambio, con su desborde y prepotencia machista son demasiados ruidosos. Y en democracia, cuando el ruido se vuelve descontento que interfiere en lo electoral, algo hay que hacer.
El gobierno mandó gente leal al campo de batalla, los gendarmes van a disputar el territorio allí a dónde la policía había acordado una tregua que solo les servía a ellos. Lo llamativo de esto que está comenzando a pasar es la similitud del accionar de uno y otro: los gendarmes copian el despliegue territorial de los killers: son tropa de ocupación, cobran peaje, verduguean. Se paran desde la prepotencia machista, muestran los fierros y la pija.
No hay duda alguna que las primeras batallas las va a ganar la gendarmería. Pero solo las primeras, hasta que el capitalismo runfla los axiomatice y los transforme en parte del paisaje.
Jesi tiene 16 años. Los lunes cuida una viejita hasta las 12 de la noche. De ahí se va caminando hasta su casa, la separan solo seis cuadras. Son las 12 y media, tiene que cruzar la plaza ¿Qué tropa de ocupación prefiere cruzarse?

De la serie: Guerra por el Consumo: Máquina de Guerra

por Diego Valeriano

Cuando no hay un puto peso ni para cargar una tarjeta, Carina siempre recurre a Mara: de sus hijas más grandes es la única que no tiene hijos, a las más chicas todavía no les puede pedir esa entrega. Sus hijos varones son unos egoístas que no colaboran nunca, y con su marido no puede contar absolutamente para nada. Si el muy turro cada vez que cobra la asignación se pone en pedo con los borrachines del barrio. Además Mara conoce mucha gente que siempre la ayuda. Mara es un cuerpo nuevo que descubre la plenitud y el vacío. Tiene amigos por todos lados, que si ella se los pide le prestan plata y después va viendo cómo se la devuelve. También las gendarmes del puesto que pusieron en el barrio hace dos años son amigas de ella y la llevan a sus casa para que limpie por hora o le cuide a sus hijos. Hay veces que trabaja cama adentro, o eso quiere creer su mamá, y no vuelve por quince días.
El consumo es una maravilla: le enseña a ser ella misma. Es una princesa, una bailarina, una máquina de guerra, un tubo que cilíndricamente se conecta con el devenir mercancía. El consumo es placer, su cuerpo es placer: cada vez que exista el placer existirá ella. Le gusta verse cogiendo. No entiende bien porque, pero le gusta más verse que coger. Disfruta muchísimo que la quieran coger, la cara que ponen los chabones cuando se sienta arriba de ellos y comienza a moverse con un determinado ritmo. El placer por lo que obtiene y la conexión con lo que obtiene la acercan momentáneamente a cierta plenitud. Siempre va arriba así los tiene más controlados, así los mira mejor. Los mira a los ojos y descubre el instante exacto que ya no dan más, cuando solo quieren metérsela, cuando solo quieren acabarla. Domina el ritmo, siempre lo hace; acelera cuando es preciso y baila según el momento se lo indique. Transpirados, agitados y desnudos son muy débiles, casi accesibles. Esos tipos, en la vida real, tienen mucha más fuerza que ella. Si quisieran agarrarla ella no podría zafarse. Con sus catorce, caería presa de ellos; pero en la guerra no hay edades. Esos tipos, en tiempos de paz, de un empujón la podrían hacer volar por el aire (en tiempo de guerra también lo hacen), pero cuando ella está desnuda su pequeño cuerpo adquiere más poder que el de ellos, y se deja llevar por ese poder de dominarlos a su antojo, al tiempo que descubre otras superficies de inscripción, mucho más hondas.

De la serie «La guerra por el consumo»: Armisticios

Por Diego Valeriano


Partamos de la base de que un  armisticio es una situación de facto que no equivale a un tratado de paz. En la guerra por el consumo, desatada en todas las periferias del mundo, la paz es solo un lujo de los que ya no quieren nada. Un armisticioconsiste en la suspensión momentánea de las agresiones en pequeños territorios (¿momentos?).
Entendamos que armisticio no es tampoco una tregua, es decir, una suspensión más extendida, más duradera y más pensada de la guerra. El consumo no da treguas.
Momentos de alto el fuego se viven a diario, sin que esto signifique reacomodamientos o claudicaciones. Roli fue detenido con un 25 y llevado a la 3era de Pacheco. Después que le armaron la causa y antes de dejarlo ir el oficial a cargo le preguntó si tenía más plata para ir a comprar de nuevo. Roli medio asombrado le contestó que no, y el oficial le regaló dos porros, aclarándole que eran flores.
Dicen que en Padua hay un jefe de calle que se apiada de los pibitos que arrebatan a los descuidados. Si bien los persigue, los agarra y les pega; también los deja ir y los reta como un padre. Incluso algunas veces les da plata de su bolsillo.
A las doce de la noche de un miércoles caminar por cualquier calle de un barrio es el peor lugar para una mujer sola. Luana eso lo sabía pero no le quedaba otra e iba apurando la marcha. Y pasó lo que tenía que pasar: dos pibes un poco más chicos que ellas la cruzaron y le pidieron el celular y la billetera. No sé si fue por sus ojos negros y enormes, por el celular de mierda que tiene o porque sí, pero la cosa es que los pibes desistieron de robarla y le ofrecieron de acompañarla hasta la avenida.
Hay un killer runfla en la zona de Brian que a las doñas cuando le roba el celu les devuelve el chip.
En ruta 4, a la altura de Transradio, se estaba dando una toma muy grande. La policía de Berazategui había sido superada y la Gendarmería intentaba poner orden. Era diciembre y la temperatura estaba cerca de los 40. Los muchachos de verde, cuando cambiaron de turno, en lugar de volver a Campo de Mayo le pidieron permiso a la gente del camping del sindicato textil que estaba a dos cuadras de la toma para comer un asadito y usar las instalaciones. Al poco tiempo de estar relajados unos quince muchachos de los que estaban en la toma fuero a pedirle a los gendarmes que intercedan con las autoridades del camping para que les permitan hacer un asado a ellos también. Una vez finalizados ambos asados, compartieron la pileta y jugaron varios partidos al vóley.
Los armisticios no dejan de ser excepciones que nos confirman que estamos en guerra.

De la serie: La guerra por el consumo: «Experimentación, subsistencia y creación»

por Diego Valeriano



No tiene la menor duda de que a la persona que más quiere es a Ludmila, su sobrinita. A ella le compra todo lo que puede y si alguna vez piensa en una casa, es para que Ludmila la disfrute. Quiere/imagina una piecita para ella sola, llena de Barbies,  peluches y un equipo de música. Cuando Caro quedó embarazada la envidió secretamente. Ya a sus trece sabía que jamás le pasaría a ella. ¿Una Ludmila le traería algo de paz?

El papá de Ludmi es un pibe que trabaja de remisero cuando puede y también cuando puede hace de padre, o eso dice él hábilmente cada vez que parte de la familia le pide que se haga cargo de su hija, o que por lo menos le pase plata; algo, unos pesos para los pañales. A Mara íntimamente no le importa que el pibe aporte, cree que lo mejor sería criarse sin ese gil: está segura de que ellas la puedan educar y cuidar mejor. Si se le puede sacar plata mejor, siempre que eso no implique que vaya a su casa a pasar días con él o, peor aún, con su mamá que es re conventillera y arma siempre bondis mal.
Ahora Ludmi tiene casi un año y quieren programar un gran cumpleaños. Mara en algún momento soñó con un gran cumpleaños de quince, pero en este momento le parece una chiquilinada. Sabe que lo que la haría muy feliz es organizar el cumpleaños más grande y lindo para Ludmila. Hace un mes que con Caro se la pasan armando cada cosa que van a hacer para la fiestita y sacando cuentas de cuánto les va a costar todo.
Pocas veces sale tan temprano de su casa: es domingo y casi no durmió porque se quedó con otras pibas del barrio charlando y escuchando música toda la noche. Después del bondi, se toma el tren y tras una hora y media de viaje llega a Chacarita, donde la espera Ramón. Caminan por Corrientes para el lado del centro, hablan de la historia de Ramón, de porque es gendarme, de cómo extraña a su hija y que cree que en tres o cuatro semanas va a poder ir a verla. Doblan dos o tres veces, entran en calles como laberintos. Llegan a una casa vieja y destruida, los dos se miran sabiendo que llegaron. Ramón golpea la puerta, antes de que alguien las atienda le explica que el no puede entrar, que no se preocupe por nada, que va a ser bien tratada y que después pasa a buscarla. Una señora de unos 60 años pero que aparenta un millón, la hace pasar indicándole que espere sentada en una silla de madera, a los diez minutos vuelve y le pregunta si sabe para qué vino. Mara sabe para qué vino, no es tan boluda, y también sabe por qué Ramón le dijo a ella y no a otra piba. Sabe bien qué tiene y cómo usarlo. La lleva hasta una habitación y le pide que espere, hay una cama y no mucho más; el primer tipo que pasa es horrible y huele más horrible aun, pero le gusta la cara que pone al verla. Pasaron cuatro tipos en poco tiempo aunque se le hizo eterno, no la trataron mal pero tampoco bien, la señora entra y le dice que puede descansar un par de horas que vaya para el fondo que están las demás chicas. El fondo es un cuartito oscuro donde hay tres camas ocupadas y dos colchones en el piso.
En estos tres días estuvo con dieciséis hombres; ya se vuelve para su casa y tiene que arreglar los números con Haydee. Se sientan en la  habitación oficina y le da mucha menos plata de la que Ramón le había dicho: “te cobro alquiler de la habitación y comida, además fueron catorce tipos, no dieciséis”. No le queda otra que aceptar. Ramón la espera afuera, cuando le da su parte nota que es bastante menor de lo que esperaba pero no se queja, le pregunta si no quiere ir a tomar un café con leche, pero ella prefiere volver a su casa. Ramón la acompaña hasta la estación, pero se despide antes que venga el tren desde retiro. Tiene que ir a Campo de Mayo y si no se apura va a llegar tarde.
En el tren de vuelta Mara hace cálculos y cree que puede hacer mejor las cosas. Este acontecimiento muestra lo que su vida tiene de intolerable, pero también siente que le aparecen nuevas opciones (de experimentación, de subsistencia, de creación). Entender que se está en guerra abre posibilidades nuevas y reacomoda los deseos. Sus «posibles» le generan contradicciones que no le interesa resolver. Le duele todo el cuerpo, solo quiere llegar a su casa, estar con Ludmila y, si tiene suerte, dormir un poco.

De la serie: “La guerra por el consumo”: Poema conjetural

Por Diego Valeriano


Zumban las balas en la tarde última. Hay viento y hay cenizas en el viento, se dispersan el día y la batalla deforme, la victoria es de los otros. Hay dos killers enchalecados y fierros por todos lados.
Las doñas no entienden bien cuál es la pelea y la quiosquera pone los tablones en la ventana para evitar que las balas se metan. Vencen los bárbaros; los gauchos vencen; vencen los transas.
Los Rosales superados en número y actitud se saben perdidos, huyen hacia el fondo de Zavaleta por arrabales últimos. Como aquel capitán del Purgatorio que, huyendo a pie y ensangrentando el llano, fue cegado y tumbado por la muerte. La noche lateral de los pantanos y zanjones acecha y demora.
En estas guerras, ya lo dijimos, no se toman prisioneros. Facundo está rodeado -las befas de su muerte, los jinetes, las crines, los caballos- se ciernen sobre él… Ya el primer golpe, ya el duro hierro que le raja el pecho, el íntimo cuchillo en la garganta.
Aparecidos como del humo de la quema, Jorge y Laprida entran a los tiros para rescatarlo. Las balas salen en todas las direcciones. El momento es de ellos, pero afecta todo el territorio
Cuando la bala perdida atravesó su cuerpo descubrimos que Kevin al fin se encontraba con su destino conurbano. A esta ruinosa tarde lo llevaba el laberinto múltiple de pasos que sus días tejieron desde un día de la niñez.

En el espejo de esta noche alcanzo su insospechado rostro eterno.

De la serie «La Guerra por el Consumo»: Gente mirando Luján

Por Diego Valeriano


Bily bajó del 86 en Liniers, la peregrinación oficial estaba por comenzar y buscó un lugar para ponerse a trabajar. No podía creer la cantidad de gente que había, toda la calle era un río de creyentes que se alborotaba por estar cerca de la virgen más grande. Nunca había estado en un lugar con tanta gente y tenía miedo de perderse.
Caminó hasta encontrar un lugar sobre la Rivadavia después de la General Paz, sin dejar de mirar asombrado a toda esa gente que pasaba cantando, riendo y rezando. Se puso a armar su paño con fotos de la Virgen, de Francisco y pins con imágenes de la Basílica. El humo de los choripanes era el olor de fondo de la fe de todos los que encaraban para Luján. A su lado una peruana se ponía a vender remeras con la imagen de la virgen y más allá su hermana -o hija, o pariente- se ponía a vender banderas.
Sobre su espacio -o lo que el creía que era su espacio-, se metió un tipo con una heladerita repleta de latas de cerveza. Bily lo miró entre asombrado y enojado, pero el gordo intruso tenía una cara de bueno que lo pudo y le dijo de muy buena manera que había lugar “para los dos”.
Con su paño listo se dispuso a trabajar. Dispuso también su cuerpo: sus piernas, su voz, su mirada, su atención, su estado de ánimo. Miró al gordo, miro a la peruana, observó un poco más allá y vio cómo los del puesto de chori no paraban de vender.
A los 5 minutos de laburar ya había vendido trece fotos de Francisco a diez mangos y el gordo se había tomado dos cervezas. Otros habían querido meterse en su espacio y el gordo les aclaró, elevando el tono de su elevada voz, que ese era el lugar de ellos dos.
A la media hora de laburo, dos pibes con camiseta de Velez vinieron a cobrarles a todos por estar ahí. Bily ya había visto que el viejito que vendía soquetes les había dado 100 pesos y que habían sacado a un pibito de su misma edad que vendía agua natural. Él no podía darles esa plata, ni ninguna plata. Tenía miedo de que lo echen o, peor, de que le peguen y le saquen la guita.
Por lo de la peruana apenas pasaron, ella algo les dijo que hizo que ni se detengan. Cuando llegaron a su puesto y le pidieron 200 mangos se le estrujo el bolsillo. Doscientos mangos era lo que a él le quedaba después de darle al viejo, pensó que ni en pedo le daba esa plata y que si se tenía que parar de mano prefería que le peguen e irse a poner la guita.
El gordo saltó en su auxilio. Le dio una cerveza a cada uno y les explicó que el pibito estaba trabajando porque la mamá estaba internada y que a él no lo jodan porque era amigo de Cepillo y que paraba en la parrillita de Néstor con todos los demás. Los pibes se retiraron y el gordo abriendo otra cerveza le guiño un ojo.
Las peruanas, el viejito, los del chori y todos los que estaban a la orilla de Rivadavia no paraban de vender lo que sea. Hasta al gordo, que estaba más preocupado por escabiar que por vender, le sacaban las cervezas de la mano. Bily hizo cuentas y estaba más que satisfecho, había ganado bastante en poco tiempo. Podía volver al barrio mucho más temprano e iba a pasar por lo de Joel a jugar a la Play.
Le quedaban cinco pins, pero decidió que el día había terminado. Cuando doblaba su paño para retirarse sintió la pezada mano del gordo sobre su hombro: “¿Sabés por qué te fue bien?” le dijo apenas modulando: “Porque yo te cuide”. Y, acto seguido, le exigió 500 mangos.
¿500 mangos?, pensó Bily indignado mientras intentaba zafarse de la garra enorme del gordo. ¿Éste está loco? Miró a su alrededor, todos seguían en la suya. Gritó, pero entre la música, los rezos y las risas su súplica quedó apagada. El gordo debería pesar 100 kilos más que él y le llevaría unos 30 años pero a eso Bily qué podía importarle: tenía que zafarse como sea. Le ofreció 100 y el gordo, con media sonrisa, más amenazante que borracho, movió la cabeza de derecha a izquierda varias veces. Miró para todos lados en busca de ayuda… pero nada, solo pasaba gente mirando Luján.

Serie “Guerra por el consumo”: Metamorfosis

por Diego Valeriano


Todo se transforma a partir de la energía desatada por el consumo. Nuestras formas de vivir quedaron inexorablemente afectadas para siempre. Parecería que estamos ante un nuevo umbral de transmutación ante el cual nuestros núcleos inestables se alteran en un proceso de adaptación constante. En una inquebrantable vigilia, nuestros cuerpos se vuelven pequeñas fortalezas de defensa y ataque.
Piquetero, ladrón de medidores de gas, puestero, operario en Siderar, remisero. Somos todos cuerpos superficiales en permanente metamorfosis. El que profundiza pierde (aunque ya nadie pueda hacerlo).
El capitalismo runfla tiene la maravillosa virtud de la luminosidad (bien de superficie).
Siguiendo la vieja lógica de lo que no crece perece, pero modificando ciertos aspectos  (tal vez los esenciales), los dispositivos de guerra conectan rápido hacia el nuevo umbral, asimilando la crisis que sea.
Transa, mamá, alumna plan Fines, operadora de remis, chica por hora.
La vida brota una y otra vez en la superficie, donde la luz y la información se asimilan de manera veloz.
La transmutación constante nos habla de “momentos” como única medida de tiempo.
Alumno, killer, mujer del pabellón, papá garrón, remisero, prófugo, victima.
Fertilidad y metamorfosis como sinónimos, como otra forma de decir “combate”.
Cuerpo y territorio cambiando sus estados materiales hasta fusionarse uno en el otro por la acción del calor; química y vida linkeando nuevos umbrales.
Microguerras de los momentos que vendrán.

Serie “Guerra por el Consumo”: Microorganismos

Por Diego Valeriano


De pequeño que es todo, casi que ni se ve. Sólo algunos curiosos observaban a los policías registrando a los pibes. Sólo lo hacen para ver si son ellos los que siguen. Es 7 de octubre y todavía con la resaca de Lujan, la fe se renueva en Liniers. Los puestitos brotan como microorganismos siguiendo la fila de fieles que buscaban la bendición de los dos curas vestidos de blanco: Cds, chipá, estampitas, cargadores y fundas para celulares. La policía se lleva a los pibitos en el patrullero y nada cambia demasiado. Todo encaja perfectamente: si no somos demasiados exigentes, solo podríamos mostrar como una contradicción estética al patrono del trabajo convocando a esta microrunfla capitalista.
Cada mercado es un cuerpo, pero carece de órganos y sólo sirve por cómo se reproducen las bacterias. Policías, puesteros, pibes, devotas, pibitas y curas, como microbios que son, poseen tres características en común en ese mundo: 1) Realizan rápidamente su proceso de nutrición absorbiendo vorazmente lo que su fuerza de combate les permite. 2) Intercambian sustancias con el exterior, alterando su composición química debido a su núcleo inestable y 3) poseen una reproducción muy veloz, a partir de un solo microbio en pocas horas van creando simbióticamente nuevos mundos.
Cuando las condiciones del medio son desfavorables –y siempre lo son-, ya sea por nuevas migraciones,  cambios de temperatura, dólar caro o si disminuye la cantidad de los nutrientes (o solo si desean otros), los microorganismos exponen cruelmente sus mecanismo de defensa y ataque. Cada mundo se afirma por lo pequeño que es, por sus posibles palpables; los microorganismos realizan  un papel funcional ecológico específico en el capitalismos runfla ya que con su voracidad consumen todo lo existente y a la vez integran su metabolismo con el de los mercados.
La policía detiene el patrullero a unas tres cuadras, bajan a los pibes y les dicen que por hoy no vuelvan, que no hinchen más las bolas. Los pibes de desmemoriados que son seguramente van a volver siguiendo su instinto.
Las relaciones simbióticas entre microorganismos han sido un proceso evolutivo que es parte esencial de la vida misma. Una relación simbiótica es la interacción conjunta que tienen dos microorganismos diferentes, siendo un proceso de asociación íntima, producto de una historia evolutiva entrelazada… producto de la vida runfla misma. 

Serie «Guerra por el Consumo»: Desambientados

por Diego Valeriano
En sus mentes reina la confusión, todo cambia a su alrededor y buscan explicaciones en sus otras vidas sin advertir hasta qué punto sus viejas creencias se van transformando en aire y vacío.
Incapaces de hallar nuevos enlaces a la situación, buscan refugio en idea en desuso. La vida tal como la conocían ha dejado de existir y no se muestran aptos para asimilar lo que ha sobrevenido en su lugar. Desambientados. Así viven quienes nacieron en otra época, o por motivos diversos intentan escapar al territorio de las periferias. Apelan a recuerdos  de una vida anterior y distinta de esta que hoy los consume. Y emplean enormes esfuerzos para sobrevivir sin entrar en combate directo. Sus impulsos inhibidos han arruinado sus reflejos y ya ni saben reaccionar ante los hechos más habituales. Del mismo modo en que son inoperantes para actuar, lo son para pensar.
Hipersensibles. Les duele tanto mirar lo que hay que ver que apartan la vista e incluso cierran los ojos. Se sumergen sistemáticamente en el desconcierto. ¿Vieron realmente lo que vieron? Acuden a abstracciones para completar la realidad dolorosa que se les escapa. Rellenan los agujeros por medio de un notable esfuerzo explicativo: “condición social”, “lógica del Sistema”, “historia de las últimas décadas”… Historia. Observan con “categorías” para desentenderse de aquello a lo que le han quitado la mirada, y los habría puesto en riesgo. La observación preservativa es una actividad que sirve para “conocer” y no para linkear mundos posibles. No usan los órganos de acuerdo a la exigencias de la guerra: no ven en superficie: sólo quieren ver en profundidad… entender.
De allí que se les presenta este dilema: si por un lado precisan sobrevivir, adaptarse, actualizarse, defenderse y aceptar las cosas tal cual son; por otro lado, para alcanzar ese estado deben aceptar, junto a la imposición de esta realidad, la destrucción de aquellas razones y motivos por las que se sintieron alguna vez nobles animales políticos.
Para vivir la vida runfla plenamente es necesario morir políticamente y no quedar atado a apelaciones nostálgicas, explicaciones absurdas y artificios morales. Morir como gesto: soltar el cuerpo político como último cuerpo posible.
Pero, ¿quién deserta del último bastión moral? Cuando el mundo de los otros se vuelve inabarcable; cuando la guerra por el consumo anuncia nuevas formas de vida resistente a todo moldeado político, el gesto político moralista deviene banalidad extrema como último recurso.

A esta clase de último hombre (el militante, el investigador, el moralista) se le impone la vida runfla, se le vuelve inexorable, y así y todo la resisten: no saben, no quieren, no pueden entender la metamorfosis. Así y todo se ven involucrados en ella, forman su parte más retrasada, más conservadora, más impotente.

Serie “Guerra por el consumo”: Veterana de guerra

por Diego Valeriano


Camina y va acomodando su cuerpo a los gestos de aprobación que recibe de los otros. Es permeable a cada mirada, crece con ellas, se fortalece. En compañía de las miradas deja las frustraciones y tristezas bien atrás. Su estado de ánimo es el otro.
Dobla en la esquina, toma la calle asfaltada y los conos naranjas le marcan el camino por donde debe pasar. Mantiene el paso firme, serena por fuera pero en ebullición por dentro. Sus hormonas pujan por salir, le dictan desafíos. Ahí están sus enemigos, su salida, sus posibles, sus verdugos.
Es la hora justa: todos ellos están más relajados, ya casi no pasan autos. Como una peleadora (street fighter) los encara en busca de sus miradas. Es el momento hora ideal para luchar. Cruza el puesto y casi todos los gendarmes se dan vuelta para mirarla, le dicen algún piropo entre dientes, ella -de tan impune que se siente y dentro de lo que cabe- le devuelve una mirada a cada uno.
A sus quince es una veterana de guerra. Cada secuela se le transforma en hábito; cada faena en un entrenamiento para la improvisación. Zafó una y mil veces del destino conurbano, del peligro que le toca en suerte por el sólo hecho de ser mujer. Y todavía no lo reconoce, la veteranía la confía demasiado.
Ella sabe, porque lo vio, que un elevado porcentaje de veteranos de guerra tiene secuelas físicas o psicológicas de tal seriedad que les impide encontrar el camino a la normalidad (o felicidad) y recurren al suicidio o a la vida común, como salida a sus problemas.
Lejos de cualquier aplanamiento de la vida en un fetiche amoroso, la curiosidad que la saca a la calle expande su práctica de vida hacia una multiplicidad de figuras corpóreas en una guerra que se define cuerpo a cuerpo e intenta encontrar allí su tránsito hacia una pequeña trascendencia.
Programa su estrategia de combate: alguna pasada más por el puesto de control -ella sola como cebo, como guerrillera-, jugando al límite del kamikaze. Luego empujar a sus amigas para que la acompañen, sostener la mirada lo suficiente y seguir siendo así de linda. 

Serie “Guerra por el Consumo”: Micro-química

por Diego Valeriano


Todxs hemos sufrido de manera inexorablemente transformaciones en esta guerra. La alteración de lxs cuerpos, desde su composición material hasta su estructura y sus propiedades ha sido notable en lo que va desde que todo esto comenzó.
Desde un punto de vista microscópico, lxs cuerpos involucradxs en esta guerra han padecido por efecto de innumerables reacciones químicas, producto del intercambio constante de energía con su entorno.  Da igual que se trate de víctimas, victimarios, mujeres, killers o veteranos. Todxs, fatalmente, hemos visto aumentar en lo que va de esta guerra, el contacto con tales reacciones químicas. Y lo que es peor: ya no podemos abandonar el círculo vicioso que se constituye como flujo de energía entre el sistema y su campo de influencia.
Nuestra guerra no posee formas definidas explícitamente, su dinamismo es completamente abierto, inacabado. Se transforman los cuerpos y el deseo en función del contacto con la energía, y con de modo en que ella nos influye.  Está allí, entre las cosas, entre todas las cosas, en todos los actos, en la envidia, en la misma voluntad, en el cuerpo que siente, en las compras, en los estados de ánimo, en las mutaciones, en todos los encuentros.
La guerra produjo la transfiguración continua de los territorios hasta volverlos incomprensibles, inabarcables, irracionalizables e ingobernables. Química y disputa, energía y acción. Pequeñas partículas de energía que de tan vitales se vuelven universales.
Tal macroquímica de la guerra orienta los mecanismos de combate hacia los cuerpos mutantes, como vapores que han penetrado la epidermis, y se apoderaron de los gestos, de los comportamientos. Nos hemos vuelto volátiles, nuestra materia ha devenido en constante cambio por la oscilación de la energía que atraviesa nuestros territorios. Hemos llegado a ser impredecibles: el consumo nos ha liberado de la fijeza de nuestros antiguos roles.
De un tiempo a esta parte han caído en desuso hasta volverse completamente impensables antiguas nociones “aprendizaje” y “mejoramiento”. Hay quien aún las nombra, pero ya no aportan nada. Hemos quedado instalados en un presente exclusivo y total. Vivimos este presente en el cual lo que define es el dinamismo de la energía buscando reacciones. En este espacio todo lo relevante se convierte en individual, en una lucha apasionada de transformación de la materia.
No cabe duda alguna que el consumo libera. Una potente energía ha sido emancipada y sin cause recorre como un fantasma la alegría y la vitalidad de los de abajo.

Miserables

Por: Diego Valeriano


Lxs hijxs de desaparecidos son miserables. Bueno, perdón: lxs hijxs de desaparecidos que aparecen en la tele son miserables. 
Un video editado, una operación de prensa inmensa llevada adelante por Clarín, un diputado medio nabo que se la deja picando; un combo demasiado obvio en el que todos se desesperan por ser parte. Cartas,  twits, opiniones; todo esto genera “el caso Cabandié”. Todo es parte de la campaña, y está bien que así sea, pero…
El martes pasado en el programa de la pata progre de TN, “Palabras más…”, tres hijxs de desaparecidos daban lecciones sobre moral y política a su ¿colega? Juan Cabandié. Sin cuestionar en qué medio estaban, sin preocuparse de que un gendarme filme a un ciudadano y cuestionando sólo a Cabandié. Se despacharon sin asco contra la persona en cuestión, en particular, y contra la política de DDHH, en general. Palos, oportunismo, cinismo, clima electoral. Con  caras de compungidxs y decepcionados con “Juan”, hilvanaban torpemente lo de Juan en una serie maltrecha junto con el proyecto X, la asunción de Granados, el caso Julio López y la maldita bonaerense.
A ningunx se lo ocurrió decir: “este Juan es un boludo, el video está demasiado editado, esto es una operación de prensa -mínimo de Clarín y Gendarmería-, no tengo más que opinar”. Por el contrario, siguiendo los mandatos de sus jefes políticos e imbuidos de la moral de la víctima, salieron a participar del juego. No a jugarlo plenamente, se ofrecieron como meras piezas.
Su miserabilidad y oportunismo, la verdad, a mi mucho no me gustan. Es más, si me apuran soy más afín al tipo miserabilidad de Cabandié, más pequeñito, más runfla; del tipo que medio borrachín te chapea con cualquier cosa con tal de zafar.

Serie «Guerra por el Consumo»: Destino Conurbano

por Diego Valeriano



Al destino  -como a la vida runfla- le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías…
…Mili sale de la escuela casi volando, se toma el 163 y mientras hace la tarea arriba del bondi juega a que sueña cosas. Quiere ser maestra o cantante o maestra de música. Baja en la estación de Bella Vista, cruza la barrera corriendo y ayuda a la mamá a prender el fuego para hacer las tortillas…
…el Iraki que no para de cortar shāwarmā en cada feria que gana. Escapo de una guerra para desembarcar en otra, tiene marcas que habitan su mundo, su veteranía se constituye de momentos feroces. Es un desertor y ese gesto es el indicado para su nueva guerra…
…Marina no es varias cosas y además vende chipá, Marina es un cuerpo mercado, un estado de ánimo que consume. Se desgarra recorriendo las calles para encontrar un pequeño lugar para ponerse. Es un organismo unicelular que necesita guita diaria. Vende chipá, relojea con precaución al paraguayo que vende Cds, mira su suerte en cada devoto de San Cayetano, postea en Facebook, hace cuentas mientras canta y baila al ritmo del Get Lucky…
… Martha tomó un despojo y con la fuerza que solo tiene un maternaje lo fue transformando. Primero en animal humano y después en hijo. En ese camino hizo todo, se paró frente a la casa del transa y con toda  voz que tenía le aclaro que si le volvía a envenenar a su hijo era hombre muerto. Hablo con el jefe de calle y le pidió comprensión. Expulsó de su casa al padrastro que no entendió que Milko era lo más importante; no tuvo miedo de quedar sola y con el tiempo se dio cuenta de que era lo mejor…
… robaba cables de teléfono, fue pequeño transa de faso, seguridad de la Verón, chofer de salideras, pintor en altura, hizo dos supermercados. Silvio había hecho todo lo que se podía hacer y esquivado casi todo lo que se podía esquivar. Cansado de muchas cosas, consiguió un puesto en una cooperativa de la municipalidad. Cuando lo efectivizaron compró un LCD y, a los meses, una motito en cuotas. No la había usado ni tres semanas cuando un camión de La Serenísima lo pasó por arriba…
… todos se encontraban, al final, con su destino conurbano.

Un cuerpo

Por Diego Valeriano


Suenan disparos alborotados, el ruido seco a chapa silencia la tarde. ¿De quién es un cuerpo tirado en la calle?
Al principio solo se acercan los perros, huelen sangre y lamentan lo sucedido. Luego, un grito que sale desde el fondo de un terreno llega corriendo… noooo, no, no y las lagrimas vuelven ininteligible el resto. ¿Quién reclama genuinamente para sí a un pibe de 11 años, al Chuni, atravesado por siete perdigones de una recortada?
Los vecinos salen de a poco, un par de guachines corren a sus casas, todavía hay olor a pólvora que dejo el enfrentamiento. ¿Y ahora?
Alguien llama al 911. El puntero llama al jefe de calle. ¿Qué es el cuerpo de un pibito tirado tan cerca de la zanja que la sangre se une con el agua? Se acuerdan que hay que llamar a la ambulancia, también llaman a la remisería; la llaman a los gritos porque está a una cuadra. ¿Quién debe pagar?
La hermana mayor agarra unas piedras y comienza a tirarlas contra la casa de Cuchillo, inmediatamente se suman sus amigas. ¿Debe pagar alguien por los daños colaterales?
Con lo que le queda de movilidad, la mamá de Cuchillose arrastra con muletas y le grita a Daiana; le hace entender que ellos no tienen nada que ver y le señala la casilla perforada por los tiros. ¿Cuánto vale un guachín?
Daiana llora hasta desmayarse a la vez que Cuchillose escapa por el fondo, corre mientras todos gritan y lo putean; corre como para nunca más volver aunque no tenga ni idea a dónde donde ir ¿Qué es lo que puede un cuerpo?
Fermín tira radios frenéticamente, quiere anoticiar al Jefe de Gabinete antes de que se arme un escándalo y debilite aun más al Intendente: un guachín muerto a los tiros siempre es un problema político ¿Cómo se aprovecha un muerto?
El padrastro enfierrado y bastante en pedo balbucea preguntas, acusa a la mamá de Cuchillo hasta que llega un Bora, lo levantan y salen cagando para el barrio de los paraguayos a buscar a los pibes que hicieron los disparos. ¿Puede Chuniser bandera?
Fermín mira de reojo, están llegando los del comedor de la otra cuadra y empiezan a agitar con que esto pasa porque la policía liberó la zona. Llega la ambulancia. ¡Vayamos a la comisaría! grita uno de los flacos y los pibitos son los primeros en encarar. ¿La política es el comercio por otros medios?
Los flacos del comedor copan la situación, agitan y dicen que van a llamar a los abogados. Del otro lado del teléfono, la abogada llama a los medios y arma el comunicado. Tiene uno estándar, basta con cambiar un par de cositas. ¿La mamá de Chuni comprende el hecho político de la muerte?
El secretario del Jefe de Gabinete llega un minuto después de que casi todos arrancasen para la comisaria. Daiana, que no se puede ni mover, habla con el jefe de calle que esperó que se vayan todos para acercarse. Fermín vuelve a copar la situación y se asegura de que esos flacos tengan problemas si deciden volver. ¿Todo muerto es sujeto político?
A los manifestantes los espera pacientemente la infantería. La abogada está llegando justo a tiempo para declarar frente a las cámaras. ¿Un nuevo ciclo de luchas políticas?
Una lluvia de piedras cae sobre la infantería que tiene la orden de mirar. Cada vez se suman más pibitos y más militantes compañeros de los del comedor. El Jefe de Gabinete habla con el comisario, con el Intendente, con el Ministro; el jefe de calle con su transa del barrio de los paraguayos, la abogada con la radio ¿Nuevo conflicto social?
Los pibes saquean el kiosco que está enfrente a la comisaría y después queman un auto, los ratis de civil los esperan a una cuadra, las cámaras del municipio captan y avisan. La orden es clara: no detengan a los militantes. ¿Nuevo mapa de poder y control social en un territorio?
El jefe de gabinete ordena que detengan a los que mataron a Chuni o los maten o al que sea; el ministro anuncia que descabeza la cúpula de la tercera, el jefe de calle entra a la villa de los paraguayos y todos se corren. Nadie defiende a unos atrevidos que mataron un guachín. Llega a la casilla donde le señalaron que se esconden. Ya quemaron diez motos, dos patrulleros y saquearon dos locales… ya fue demasiado, la infantería actúa. La abogada acusa a la policía de represión y denuncia que sigue intacto el aparato represivo de la dictadura ¿Cómo se construye una víctima?
El quilombo no le conviene a casi nadie, ni a los de adentro, ni a los que entran ¿Cuánto vale un victimario?
Los pibes que supuestamente mataron a Chunison recontracagados a palos en el lugar donde fueron encontrados, también le pegaron a la novia de uno de ellos y no la violaron porque no tuvieron tiempo. Camino a la comisaría le gatillan varias veces. El secretario del Intendente llama al de policiales del canal para avisarle que van para la departamental con los culpables del asesinato. Intendente, cámara y patrullero legan a la vez. ¿Inseguridad?

Daiana consiguió un par de pastas para estar más tranquila: hace guardia en la morgue para saber cuándo le entregan el cuerpito. Su mamá no puede más del dolor y es consolada por la madre del Cuchillo; las dos aun están tiradas en la calle de tierra cerquita de la zanja.

Serie «La Guerra por el Consumo»: Todo se torna un poco peor

por Diego Valeriano



Siempre vuelve tarde del trabajo, 12 o 1 según la suerte en el bondi. La abuela le enseñó que lleve un pedazo baldosa en la cartera por si alguien se quería propasar. La abuela volvió a Tucumán hace mucho y el barrio se volvió uno de los peores lugares posibles del mundo. No usa cartera, tiene mochila con los apuntes de enfermería,  un gas pimienta que le regalo la señora donde trabajaba hace un año y no mucho más. Nunca lo usó, solo lo deja para una situación extrema. ¿Una tocada de culo no es extrema? El 238 la deja a cinco cuadras o a dos según decida ella cruzar o no el terreno siempre azaroso de la Base. Medita como puede sus opciones. La posibilidad de cruzar el terreno conlleva enfrentarse con los pibes que eran amigos de su hermanito, piensa que la memoria de él la puede proteger pero no puede estar segura ¿hasta qué hora un recuerdo es inviolable? Sabe lo que les paso a las dos pibitas hace un mes. La posibilidad de llegar antes a su casa la arroja por el sendero que hace diagonal en el terreno ¿Cuántas veces puede poner en juego su suerte? A medida que camina por el terreno escucha la estropeada música que sale de un celular, camina confiando en que no van a concretar la repetida y secreta amenaza de violarla. Le encantaría pensar que no son ellos cuando hacen giladas pero los conoce muy bien. Camina sabiendo que si la rodean tiene que tener la templanza suficiente y no demostrar temor, eso los excita, lo incentiva, les da la razón. Los olores se mezclan, pero sobresale el inconfundible olor a plástico quemado, saca el gas de la mochila y prepara todo su cuerpo para el enfrentamiento. Se arrepiente un poco del camino elegido, pero ya no puede volver, está a diez metros de encontrarse con ellos. Retroceder y que la descubran le anularía la posibilidad de caminar tranquila de aquí a la eternidad. Dudar es peor que lo que le puede pasar si no lo hace. Camina y las risotadas imbéciles cesan al ver que se acerca. Ojala se acuerden de Migue, de que paraba con ellos, de que eran amigos. Uno de los pibes se mueve de su lugar, no sabe si es para dejarla pasar o para tomar carrera y lanzarse sobre ella, dos la observan detenidamente moviendo apenas la cabeza, cree ella que calculándola. Los mira rápidamente, quiere entender el territorio donde se puede librar la batalla. Quiere no pensar, que se suspenda todo y llegue a su casa sin problema alguno, para dormir y poder descansar. Apenas desacelera el paso para inmediatamente volver a acelerarlo, siente que el corazón le va a salir por la boca y sabe que si es así no puede parar a buscarlo. Tiene miedo, estaría muy bien en este relato decir que los pibes también lo tienen pero no es así; ellos no le temen a una piba indefensa, solo la esperan. Cortan el sendero por donde tiene que pasar Cecilia, la hermana de Migue, la que cuando ellos eran más guachines siempre los hacía delirar por Zumba y Gordillo que paraban con ella. La que los despreciaba y les decía negros. La que no se tatuó una lagrima negra, la que ni lloro cuando mataron a Migue, la que quiere ser enfermera del ejército. Tienen memoria y eso los hace indefectiblemente malditos. Está a menos de dos metros y los pibes no se mueven, nota que conoce a todos -como creció Joel- tiene que decidir si continúa por el sendero esperando que se hagan a un lado o si los rodea brevemente. Sus arterias se expanden, frunce el seño como para observar mejor; ve muy poco aunque hay luna llena. Joel, que está más lúcido que de costumbre, se aparte del sendero, da un paso atrás, la mira y con un gesto de desprecio le indica que puede pasar sin problemas. Ella no entiende el gesto y decide rodearlos para pasar por detrás de los otros dos pibes que no se acuerda como se llaman, pero sabe que haga lo que haga lo siguiente a eso es darles la espalda a esos negros de mierda y todo se torna un poco peor.
@valeriano2015

Serie «La guerra por el consumo»: Beliebers

por Diego Valeriano


Jesús y William están detonados, son las 4 de la tarde del domingo y recién entran al barrio después de uno de los fines de semana más largos de sus vidas.
Es jueves 3 de la tarde, William está cuidando su sobrinita mirando la justinmania en la tele, y no para de cagarse de risa de esas pibitas. Llega Jesús con un par de cervezas y siguen mirando la tele. A las 9 cuando llega su hermana, la pendeja hace una hora que llora de hambre pero ya tomaron demasiadas cervezas como para darse cuenta.  A los empujones son echados a la calle, William agarra un par de piedras y arremete contra el rancho de la hermana con tanta mala puntería que le rompe un vidrio al paraguayo y tienen que salir corriendo antes que los caguen a palo.
Sigue siendo jueves cuando se cruzan al Boli y a Ricardito, vienen de laburar y les fue muy bien. Tienen tres Ipod, cuatro celulares y como 200 violetas.  Se ponen manija con lo que les cuentan y deciden hacer lo mismo. Toman un par de cervezas cortesía de los amigos y se van para la parada del 136 para comenzar a acercarse a Puerto Madero.

Ya es viernes cuando un grupo de pibes que viajaban en el bondi los obligan a bajarse en Liniers, Jesús venía siendo un atrevido desde Haedo con unas pibitas y sus amigos no lo soportaron más. Cuando le pidieron que no las joda más, él intento copar la situación y se comió una mano que lo tiró en los asientos de atrás, William no llegó a sacarse el cinturón cuando lo agarran entre dos y con la complicidad del chofer lo arrojan a la calle. Jesús fue devuelto por el 136 dos cuadras más allá, lleno de moretones y con un puntazo en la pierna derecha. No sangra mucho, se ríen bastante y se van a la parada del 8 que los deja cerca del Faena Hotel.
Liniers explota de fiesta, no saben si seguir o quedarse por acá con todas estas pibitas bien turras que hay, también hay bolitas para robar. Se tientan mucho,  caminan  por Rivadavia y sus luces que nunca descansan los hipnotizan, ven en la tele del superpancho que la Justinmania continúa y recuerdan cuál es su objetivo. Esperan el 8 pacientemente.
Lo primero que hacen ni bien ponen un pie en Puerto Madero es correr de la prefectura, corren y los prefectos corren atrás de ellos. Corren hasta que dos tipos enormes los agarran y los tiran contra el suelo. Willians recibe en sopapo en la oreja que lo deja mareado, los ponen de pie y él vuelve a caer. Llegan los prefectos y Jesús grita que vienen a ver a Justin. Los de seguridad del Faena y los prefectos se les cagan de risa. Les precintan las muñecas y esperan a que venga el patrullero. Jesús observa desde el suelo que todo está lleno de ratis, hace una hora que están tirados sin que venga el patrullero y un tipo super trajeado que parece del hotel le pegunta al prefecto que se está comiendo el garrón de vigilarlos si no los pueden llevar a otro lado que están despejando la zona.
Nunca llega el patrullero, sí una camioneta del hotel. Ahí los suben, pero el prefecto no los acompaña. Toman por Avenida de Mayo y nuevamente Rivadavia, en Once el patova que los acompañaba en la caja les corta los precintos y les pide amablemente que se bajen. Jesús lo mira como para atacarlo y el chabón con dulzura y sabiduría le hace una seña que ni lo intente. Es viernes 4 o 5 de la mañana, sienten olor a cable quemado y se acercan al grupito de pibes.
La resaca de la base es pura ansiedad de seguir fumando, de seguir quedándose ahí con esos pibes, para siempre. El cuerpo les duele como si casi tuvieran cuarenta, con un enorme esfuerzo se despegan de esos pibes. Jesús sabe lo arruina guacho que es la base, lo arranca a William y lo lleva hasta el baño de Miserere. Cagan, mean y se lavan la cara mientras dos trolos dueños de ese mundo los miran. Jesús los putea y ni se inmutan. William especula, quiere volver a fumar y no tiene plata. Sin mediación alguna y sin consultar a su compañero le pregunta a los dos cuanta plata le dan si se los coge. Jesús lo mira enojado, los otro dos con desprecio. Con vos no cogería jamás negro paquero y andáte de mi baño que me lo estas llenando de olor. Jesús se ríe, William se indigna. Son cuatro en un baño diminuto, algo va a tener que pasar. El más alto saca de su cartera una picana diminuta y con la elegancia propia de quien sabe moverse en esos territorios  se la apoya en el cuello. William abre los ojos, está tirado debajo de la escalera que sube a Once y no entiende cómo llegó ahí, Jesús  sentado a su lado en silencio fuma tabaco.
River es un mundo de gente, tardaron demasiado en llegar y se perdieron la previa. Justin suena en el Monumental. Calculan que trabajito pueden hacer, observan y no se les ocurre nada. Caminan sin rumbo cuando se cruzan a Quilqui, un pibe del barrio que vende banderas y vinchas en casi todos los recitales. Se prepara para la salida, acomoda su espacio y productos. El pibe no les pasa cabida, es un laburante y conoce bien a estos dos. Lo cargosean un poco, le piden que les regale un par de banderas para hacer unos pesos, le dicen que lo ayudan, insisten un poco más y se sientan cerca de él a observarlo. Sentados deciden que cuando venda todo lo roban y listo. Lo quisimos ayudar y no quiso, le va a recaber por gil.
Ya es sábado cuando siguen a una prudente (eso creen ellos) distancia a Quilqui, es un mar de pibitas super fáciles para robar, pero ellos quieren dársela al gil ese. Sospechan que se va a encontrar con alguien para darle la recaudación y las banderas que sobraron, saben que tienen que actuar antes que eso pase y apuran el paso para alcanzarlo. Ahí lo tienen, a su merced, a tiro de caminar a su lado y con dos o tres certeras amenazas quitarle todo. Ya están uno de cada lado, Quilqui los mira y busca algún aliado para zafar de lo inexorable. Jesús que sabe un poco más le dice en voz baja alguna amenaza certera, William lo va midiendo para arrebatarlo por si quiere salir corriendo. Jesús lo seduce, lo persuade, Quilqui saca 300 mangos de un bolsillo y se los da, William le pega un cachetazo en la nuca y le exige la plata de verdad. Eso no, esa no la da aunque lo lastimen de verdad. Caminan 50 metros más hasta que Quilque se detiene. Jesús le da a entender a William que ya hay que irse. Caminan muchísimas cuadras hasta encontrar una parrilla abierta, se sienta en una mesa de la calle y piden una parrillada y cerveza. Gasta 245 pesos. Es sábado 4 de la mañana y se quedan dormidos en cualquier lado, creen que están por el río De La Plata.
No hace mucho calor pero igual se tiran al rio, en la rambla hay gente tomando mate y hasta algunos pescadores, pero en el agua son los únicos. Se secan tomando sol, tienen hambre y se van a comprar unas facturas. Camino a River se roban un par de viseras de esas que son bien caras y dos entradas. Es sábado por la noche y ya están adentro del estadio, nunca habían visto tanta gente junta. Las pibitas se están impacientando, ellos entran en la impaciencia general… sale Justin y el Monumental explota.
Justin suspende el show. Una chica llora, otra se desmaya, otra se descompone o algo así un poco más allá. Nunca vieron a tantas pibas llorar a la vez. Ya tienen dos celulares Sansung Galaxi, Jesús quiere un Ipod o un Iphone, Willian rescato una campera para su hermanita. La marea humana de hormonas y llanto los lleva hacia la salida, ellos se van riendo y nadie lo nota. Las cámaras de TV registran el dolor de las pibas y la indignación de las madres. Un grupo de Beliebers salta y canta demostrando el aguante, cada vez se suman más y más.  Se suman ellos también al aguante, están felices de gritar y saltar. Las cámaras se acercan y William en estado de inconsciencia absoluta se ríe ante un micrófono de estas pibas y cuestiona las dotes artísticas del canadiense, cerrando su opinión con un aguante la cumbia.
Una belieber que lo escuchó lo escupió en la cara y de ahí en adelante todo fue un caos. William le respondió con una trompada y dos amigas de ella se le fueron encima. Jesús fue a sacarlas y le rociaron la cara con gas pimienta, su cara dejo de ser de él. Ojos primero y garganta después se sumieron en un escándalo tal que ni sintió las patadas que le pegaban las demás chicas. Cuando pudo abrir los ojos vio a Jesús tendido y recibiendo millones de patadas al mismo tiempo que una piba o pibe muy parecido a Justin le robaba las zapatillas. Intento pararse para rescatar a su amigo, trastabillo y volvió a caer, estaba mareado y sin coordinación. Un golpe durísimo le sacudió las costillas y otro más en las piernas. William ya no podía reaccionar, no presentaba batalla y eso tranquilizo un poco a las Beliebers que dejaron de pegarle. Jesús pedía por favor que no le peguen más, mientras se arrastraba hacia su amigo. Dos chicas le sacaron todo lo que tenía encima, dejándolo solo con el pantalón y una remera. Llego junto a Willian y pensó que podía estar muerto, lleno de odio las insultó, pero ya nadie los miraba. Cuando el tumulto se iba alejando, una chica se acercó a ellos, con toda tranquilidad se agacho y les roció la cara con un aerosol. Era pintura.
Era domingo.

@valeriano2015

Diciembre

por Diego Valeriano



La solidaridad es algo que se ejerce largamente en los barrios, eso lo sabemos todos hasta tal punto que muchos creen que desde ahí se puede hacer algo. Pero este no es el punto, nunca lo fue. La solidaridad en la vida runfla no es valor, sino gesto. Nadie es solidario ¿Cómo serlo? Solo hace el aguante en algunas ocasiones. Ciertas, contadas, múltiples, dudosas.
Las fiestas, los días más largos dilatados por la temperatura, los quioscos con cerveza fría hasta las 01 hs, las chicas en shorcitos, las ventanas abiertas para que la música invada al vecino, el olor a podrido de la zanja son la vida runfla misma. Diciembre es el más bello de los meses. Previa de algo siempre, promesa, presente. Es la efectuación de una forma de vida, es el triunfo, el recuerdo que se hace presente de cómo es la vida.
Diciembre tiene la temperatura justa, los días exactos para la elaboración de liberaciones. Todo se prepara para que algo suceda, las expectativas maduran. Cada situación vivida puede ser reconfigurada bajo otro régimen de percepción. Sentir de otro modo, ver de otro modo, pensar de otro modo. Allí brota algo, como campos de posibilidades que sólo nosotros podemos imaginar este mes y no otro. Solo nos ponemos manija colectivamente en diciembre.
Los saqueos por venir son signo sobre todo de una sensibilidad proclive a interesarse por lo que pasa. Son signo de lo que tiene que pasar. Como el éxodo, como el amor, como la deserción. Todos tejen artesanalmente creyendo que la suma de operaciones decanta en algo. Ahora los medios van a hablar del aumento de precios, la iglesia hará lo suyo. Los compañeros explicaran que está todo preparado y así. Lo real, lo sensible, lo genuino es que es diciembre. Mes runfla, mes nuestro, es promiscuo. Mes donde ni la energía es la suficiente debido a nuestros fundamentalismos.
Todo está preparado para que suceda. Atracones de comida, aturdidos un martes, ir por trabas después de emborracharnos en la cena de fin de año. Los pibes esperan los saqueos ansiosos de pudrirla, los conspiradores están agazapados, hay fiestas inconclusas, suenan cuetes en horas de la siesta. Es un mes espeso y luminoso, es un mes de lujuria runfla, es el mes del te recabió. Bienvenidos a diciembre.

Las cualidades sensibles y la crisis terminal

por Diego Valeriano
Tengo los dos aire a full desde hace dos horas, se acerca la noche y sé que se va a cortar la luz. Los pagué en cuotas y los disfruto mientras pueda. Hasta que estalle el transformador de la esquina por todos los aire que hay en la cuadra, en la manzana, en el barrio. Son las siete y comienzan a caer todos detonados por el viaje que cada día es más largo. En diez años de crecimiento a tasas runfla, ir y volver del centro nos lleva el doble de la vida… siempre y cuando no pase nada, porque ahí nos lleva la vida entera. ¿Qué puede pasar? Nada, solo que ya no entran más autos en las calles, más gente en los trenes, más motitos yendo y viniendo. Un desvió, un reclamo, un tren demorado, un estallido, una obra, un temporal.

Desde hace un par de años las cosas ya no fluyen al ritmo de la corriente de nuestra interacción. Esta etapa aparece  en crisis: todos entramos a la fiesta, aunque no haya lugares disponibles. Nadie queda afuera. Se ingresa  a los codazos con la real percepción de que sufrimiento y placer es el par necesario de nuestras cualidades sensibles. Ni las calles, ni la energía, ni los lugares donde tirar la basura, ni los caños, ni los fravega pueden contener tanta feroz inclusión.

El capitalismo runfla es dramático y enigmático; ordinario, brusco y sutil. Ante todo, exuberante y gozoso. Las cualidades de este mundo son aprendidas desde el cuerpo: olores, gustos, colores, flujos, texturas, propiedades sensoriales y sensibles. Solo tenemos pensamientos y reflexiones complejas sobre la realidad a partir de categorías de la experiencia concreta.

Hacer la experiencia de una vida implica sobre todo una sensibilidad proclive a interesarse por lo que hay, abandonando el desencanto y la ideología. La abstracción es vulgaridad. El consumo libera.

Escuela emancipadora

por Diego Valeriano



Ayer egresó el más grande de mis hijos de la primaria, la fiesta no fue ni espantosa. 37, 38 grados dentro de un tinglado que en breve se cae, un equipo de sonido que ahogaba (por suerte) todas las voces y un power point con fotos de lxs chicxs que, mínimo, atrasaba 20 años, hicieron del ultimo día de clases una jornada olvidable. Lo único que me llevo como intuición y certeza de estos seis años es que la escuela pública es el mejor lugar del mundo donde puede estar un pibe.
Ni de cerca voy a hablar sobre lo curricular o contenidos, lo que no creo realmente que le importe a nadie. Para pensar en la escuela necesito abandonar el lenguaje y el punto de vista escolar. Esto tampoco puede ser una declaración de lo público versus lo privado. De hecho, durante mucho tiempo quise mandarlo a una escuela privada pero no pude. Solo es el descubrimiento, a fuerza de años observación, que la escuela tal como está hoy es el mejor lugar.
Los pibes se forjan en la escuela mientras la van forjando; mientras engañan a la otra escuela, a la de la burocracia y la de pedagogos. La escuela es su lugar de experimentación, subsistencia, sufrimiento y goce.
Los pibes en su sobrevivencia hacen lo público, lo inventan, lo perfeccionan. Casi ningún pibe puede renunciar a la escuela, entonces aprovechan las circunstancias y hacen de ese territorio un espacio donde albergar vidas.
A fuerza de convivir mínimo cuatro horas diarias, instauran relaciones, viabilizan posibles modos de existencia; desarrollan nuevos posibles, se alían de todas las formas viables. Se despliega con toda la fuerza el poder implícito que los encuentros pueden desplegar. En este sentido los encuentros son ocasión de imprimir nueva realidad al mundo. Realidad paralela a los que se espera de ellxs en la escuela. No es que enfrentan el dispositivo escolar, simulan estar en él y desarrollan otro en paralelo. No rechazan de plano maestras, porteras, el quiosco con sobreprecios, horarios, abanderados, obligatoriedades, sanciones y boletines. Saben que esa es la cancha donde jugar y ahí despliegan.
Se transforman en vaqueanos de la escuela. Devienen lectores, es decir, apreciadores de signos. Los encuentros crean nuevas disposiciones, posibles que los sumergen en una claridad que padecen, ya que para llegar a ella deben primero sumergirse en lo oscuro.
Lo que para las maneras adultas habituales de sentir y de pensar puede ser interferencia, a los chicos les sirve como material para comprender y hacer los encuentros. Muchas veces pasa que la escuela se nos presenta de tal manera que nos hundimos en lo caótico y sentimos rozar lo amenazante. En ellas, los pibes como reales hacedores de la escuela perciben proximidades inauditas, deseos, dolores reales y preguntas antes inaudibles.
La escuela se ha movido en torno de la intervención. Enseñar fue un acto de intervención; intervenir en la ignorancia tornándola saber. Educar…  gesto de intervenir en el sujeto para hacerlo sujeto civilizatorio. Ahora eso es imposible, la escuela esta intervenida por lxs chicxs. Pensar la escuela no es pensar su función, sino el real de su existencia.

Desde Córdoba… el consumo libera

por Diego Valeriano



Los saqueos en Córdoba se dieron porque se podía, porque estamos en guerra. Silenciada, diaria y que casi nadie pretende explicar, pero guerra al fin. Los  medios hablan de mezquindades políticas, de nuevo conflicto social, de bandas narcos y de política. Todo eso existe, pero se saquearon comercios porque estaba la oportunidad de hacerlo, simplemente por eso. En la guerra por el consumo, el consumo, justamente, es algo que late. Somos capaces de cualquier cosa por el consumo, incluso trabajar. Eso que late es un impulso de liberación, de transformación permanente de nuestras formas de vida, de nuestros gustos y prioridades. El consumo libera, sin lugar a dudas, ¿o acaso atacar ferozmente y en motito el derecho de las personas y empresas de obtener, poseer, controlar, emplear, disponer de capital, cosas y otras formas de propiedad no es un acto absoluto de liberación?
El consumo libera. Y este proceso emancipatorio y de lucha que libran enormes sectores de la población anteriormente postergados y que va transformando las grandes ciudades es indetenible. Solo un complejo y largo proceso de recesión y represión tal vez puede erosionarlo.
Se van a seguir sucediendo expresiones crudas y colectivas de esta guerra cada vez que la confianza de las vidas runfla (killers, doñas, pibitas, guachines, transas, jóvenes, inmigrantes) se los indique. Cada vez que crean que pueden. Y ahí el enfrentamiento se recrudecerá, será cuerpo a cuerpo con los comerciantes o con la gendarmería. Diciembre invita al saqueo: la memoria colectiva y la sabiduría de los nuevos consumidores anuncia que es el mes para hacerlo. El calor, los días largos y las fiestas ayudan a los oportunismos.

Yael y Roció

por Diego Valeriano



La duda de Yael es si lleva o no a Roció al outlet que están por ir a arrebatar. Está esperando a su mamá que quedó arriba del bondi por un piquete en la Savoia. En el último wasap le dijo que se venía caminando. Si la espera puede quedarse sin nada, si va con Roció puede ser peligroso y, además, va a agarrar muchas menos cosas. Hace dos horas le avisaron que iban a caerle al chino de Gaspar Campos, pero prefirió no ir. Al que abría que caerle es al mercadito de Rosana, por hija de puta. Pero a Rossana es imposible, tiene tanto arreglo con la policía que ya hay dos en su techo enfierrados y al jefe de calle dando vuelta en el Bora blanco con vidrios polarizados. Otro mensaje de la mamá le dice que está a 20 cuadras. “si keres dejala en la cuna q ya yego” Cómo voy a dejar sola a Roció, se indigna para sí. Cuando era más chica dejó varias veces solo a Pedro para ir a bailar, pero eso era antes.
Hace un calor insoportable que la pone más nerviosa aun. Está encerrada en la piecita del fondo con el aire a 16, en la tele hablan de problemas en algunos barrios, pero no dicen nada del de ella. Quiere unas Nike para llevarle al papá de Roció en Navidad, jamás le pudo llevar nada piola y quiere esta navidad poder hacerlo. Mira el aire porque no puede creer el calor que hace, marca 16, pero parece que no tuviera fuerza. Arroja una brisa tibia, se enoja. Le manda un wasap a la mamá pero solo marca un tilde. Espera, espera y no marca el otro. Ya uso la carga s.o.s y no tiene crédito ni para un mensaje. Se corta la luz.
Ni tele, ni aire, ni música. Sale a la calle y descubre que esta todo el mundo afuera. Algunos pibes comienzan a armar una fogata en la esquina. A lo lejos se escuchan explosiones, detonaciones la corrige Enrique. El Bora para en la fogata y da algunas indicaciones. Se acerca Cepillo y se quedan hablando un toque con el jefe de calle. Frenético como es, comienza a caminar y dar órdenes. En 5 minutos armó cinco fogatas/barricadas en tres cuadras a la redonda. “Se vienen los de las casitas”, escucha que dice el hermano de Cepillo. Lo único que ilumina la calle es la enorme fogata que llega hasta el cielo cerrado de nubes. Yael atiende el teléfono, es la mamá que le cuenta que se va a quedar en lo de su comadre, esta solo a diez cuadras pero no se anima a caminar sola. Le cuanta que se queda hasta mañana. Le agarra una bronca bárbara y después miedo de quedar sola. Cepillo no para de dar órdenes y contraordenes. Llega gente del municipio, todos los vecinos los rodean, Cepillo pide calma. Todos gritan, pero la que grita más fuerte es Mariela. Cepillo intenta calmarla, pero es en vano. Lo único que piden los del Municipio es que le garanticen seguridad a los de Edesur para arreglar el transformador. De nuevo empiezan los gritos y Mariela promete con su vida que nadie los va a tocar, pero que si no lo arreglan ella misma los va a cagar a corchazos. Yael decide acercarse a la avenida porque ya no soporta su cuadra. Camina mientras nota que cambia el viento “ojala refresque”. No hay luz en ningún lado. Un fuerte olor a lluvia la atrapa, intuye que sí, que va a refrescar, y eso la tranquiliza.

¿Un mundo feliz?

por Ver qué onda

Uno
La nota de Valeriano baraja el supuesto de que en una escuela hueca del pulso vital de otra época, los cuerpos que la transitan a fuerza de choques e inercia por no haber carriles predefinidos que hoy los interpelen, quedan librados a su propia dinámica. ¿Y qué pasa entonces? Esto los beneficia: dejados a su propio empuje, mucho lo pueden.
No se termina de entender en el discurso de Valeriano si se percibe que los chicos dejados a su propia energía configuran fácilmente circuitos propios que les permiten afirmarse desde un impulso autónomo, más inmanente a sus propias aspiraciones y deseos, o en cambio, como si apareciera alguien que les avisa que se fijen, que miren bien, que mejores condiciones que las que hay ahí en otro lugar no van a encontrar…  
Sea un caso u otro, se niega una ambigüedad constitutiva: no siempre los pibes la pasan bien en la escuela, no siempre saben armar planos de complicidad que les caben, como que pareciera que en nombre de las propias posibilidades de los pibes y pibas, apareciera una voz onda consejo, de esos que saben qué es lo mejor para los demás
Hay un supuesto que palpita en los párrafos de Valeriano: como si la interrupción de la maquinaria escolar implicaría automáticamente la potencia de los pibes de hacer sentido en ese escenario resbaladizo. La escuela innegablemente ocupa una zona oscura para muchos pibes: no solo por el aburrimiento, sensación vacua de la no-experiencia, sino de afecciones zarpadas como consecuencia de bardeadas, hostigamientos jodidos e, inclusive, de algo que escuchamos varias veces y que no da para subestimar: “acá no aprendemos nada, profe”. Contamos una escena de fin de año. Se hace un desayuno-despedida de los pibes de sexto de una escuela en Casanova. En medio de la comilona pregunta una de las docentes que la organizó “Y chicos ¿van a extrañar la escuela el año que viene?”; contesta una piba: “más o menos como que la escuela ‘ya está’, fueron un montón de añospero tampoco queremos ir a trabajar mil horas o ponernos a estudiar de verdad”. Si la escuela es un no lugar, un espacio donde es difícil conectarse, siendo positiva en tanto no se sufre como en otro espacio valorado como negativo, no obstante se dificulta percibir como abundantes esos mundos alternativos a lo escolar que se tallan según Valeriano Circuitos que nadie niega que existan y en relación con todo esto sería interesante saber qué pasa con esas configuraciones que se arman en la escuela cuando se ponen en juego en otros espacios sociales, sea al mismo tiempo que transcurren lo escolar como luego de concluir el ciclo educativo: la calle, gimnasios, canchita, esquina, compu, noche, la familia heredada y la que se arma, laburos, la facu, lo que pinte
Decir que la escuela puede ser el mejor de los mundos para los pibes nos parece algo arbitrario (al igual que decir que sería el peor de los mundos posibles). Nos suenan a frases cerradas que niegan una ambigüedad que percibimos todos los días, donde pasa un poco de todo, según quien sea, donde sea y como sea. Pero hay una secuencia más contundente en demostrar lo poco interesante que es la escuela para tantos pibes: los índices de ausentismo y deserción escolar. Si bien la única causa de la no permanencia en la escuela no se relaciona exclusivamente con el deseo del pibe de ir o no a la escuela –hay mambos económicos, familiares- es un claro síntoma de la negación de la escuela como el mejor lugar para trazar complicidades y simpatías para muchos pibes que en cambio decidieron desertar de ser alumnos, sujetos escolares (tanto de lo tradicional como alternativo).
Dos
El texto de Valeriano sostiene una especie de binarización escolar: los pibes son pillos y con todas las luces, los demás, bueno, los demás… Se invierte la dicotomía  docentes que saben qué es lo bueno para los chicos y los chicos que no aprovechan la oportunidad y están en cualquiera. A todo esto es como su irrumpiera una voz –la de Valeriano- que agita en medio del barullo: no: los pibes la hacen bien en no darle bola a ustedes docentes y son ustedes los que no entienden nada.
¿En cuántos territorios donde hay pibes que se conectan vitalmente lo hacen con docentes, y no solamente con una clase, típica y común, sino con docentes que remoldean o directamente salen de su rol? ¿O que ni siquiera en calidad de docentes que devienen otra cosa desde lo docente, sino que por fuera de lo escolar, tras el choque y conocimiento en la escuela, arman cosas en común? Y no se trata de leer estas preguntas en clave de coyuntura –en mi escuela esto pasa o no pasa- sino en función de posibilidad real, ontológica.
Pero algo más. ¿Cómo no compartir la necesariedad de ver los hechos escolares como lo que son, hechos? Nada de etiquetas onda “acá no pasa nada” o “esto es un quilombo”. No nos cabe percibir lo que pasa y verificarlo si está bien o mal en relación con un juicio armado de antemano por una institución, sea la escuela, la familia, o lo que fuera.
Ahora: ¿cómo jerarquizamos? ¿Todo es igual? Nosotros que nos dedicamos a dar clase: ¿no tenemos derecho a bancar un circuito más que otro? ¿Cómo salir del juicio pero sin reconocer la importancia de una evaluación inmanente, constante de la práctica escolar que incorpore nuestros afectos? Inclusive, si esos circuitos implicarían  no solo desdibujar rol y darle un nuevo contenido, sino salir de la posición de docente y que se evapore su figura en pos de algo que aun no conocemos Pero sabemos que parte de estas experimentaciones es saber que no podemos banalizar los roles. Ser docente es un trabajo: las consecuencias fallidas de armar encuentros no tradicionales condicionan la generación de billete. Si bien la frase “de algo tengo que vivir” es una frase muy canalla que cínicamente pretende justificar cualquier cosa, no deja de ser para nosotros un lugar de partida objetivo a considerar de nuestra estrategia escolar.
Resumiendo: nos interesa salir de cualquier binarización y de repartir postulados de que es lo mejor para los pibes y pibas; también obviamente nos interesa bancar las tramas no escolares que se arman en la escuela a partir y en contra de lo escolar, pero con el impulso de bucear en esas tramas seleccionando y ensayando desde nuestras inquietudes como docentes, que no dejan de ser hechos, como cualquier otros. Se trata de dinamitar los guetos y prestar atención a las movidas más promiscuas, ambiguas, entre diferentes personajes del mundillo escolar.
verqueondaeducacion.blogspot.com

El impulso vital de otra época

por Diego Valeriano

(esta nota discute con “¿Un mundo feliz?”, por Ver qué onda, que a su vez discutía con esta otra: “Escuela emancipadora”. de Diego Valeriano)

La ambigüedad es de lo tibios y a esos los vomitan seguro. Es necesario ser arbitrario para poder pensar, si no es imposible. La escuela pública es el mejor lugar del mundo para un pibe ¿Cuál otro sería entonces? La escuela está en su punto caramelo. Una burocracia totalmente permeable, unxs pibes en su mayoría voraces, el ideal sarmientino latente, las múltiples formas de ser docente y la asignación universal por hijo hacen un territorio fértil para que la escuela sea aquello que tantas veces se quiso que sea. Las paredes de la  escuela contienen encuentros que no se pueden producir en ningún otro lado y extienden esos encuentros a otras zonas.
Por supuesto que hay pibes que la pasan mal, desertan, los toman de puntos y demás. Pero, ¿eso hace que deje de ser el mejor lugar? Se aburrirán, lxs maestrxs no sabrán cómo motivarlos, se escaparán, se enamorarán, harán una radio comunitaria y traicionarán sus más nobles sentimientos. Una docente que intenta salir de la inercia, un profe de educación física medio milico, un calefactor que no anda, uno, tres, cinco, veinte chicxs con problemas, ¿y?. La maestra no deja correr en el recreo cuando juegan a la mancha y sin embargo juegan. Pasa todo esto y muchísimo más. En la escuela pasa todo. Y lo que prevalece es el impulso vital de otra época, pero hecho collage.
Como la dicha no es cosa alegre, mejor no es feliz. Ni pleno, ni absoluto, ni completo, ni bueno, ni carente de dolor, aburrimiento y frustración.
Mi fórmula para pensar que la escuela es el mejor lugar es el amor fati: no querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No sólo soportar lo necesario: menos aún disimularlo. Todo idealismo es mendacidad frente a lo que es necesario, dijo y me conquisto.

El cristinismo decepciona

Por Diego Valeriano



Es duro pero es así. Y no me refiero a lo de Milani o a Cristina bailando mientras diciembre se incendiaba o a la miserabilidad con que se movieron postragedia de Once. Hablo de decepciones más profundas que hacen que todo esté  a punto de explotar. No hay peor despechado que aquel que no sabía qué esperaba.

Primero la sorpresa e inmediatamente la pena. La furia está ahí, latiendo. El odio comienza a burbujear nuestra sangre. La decepción crece. Nos entusiasmamos con la posibilidad de consumir a niveles increíbles. Nunca nuestros espíritus estuvieron tan plenos, tan gozosos con todo lo que está  a nuestro alcance y en cuotas fijas. Tengo dos notebook y una tablet y no tengo luz. Tengo auto y me agarra un piquete. Tengo un Sansung Galaxi y me lo roban. Tengo trabajo y tardo tres horas desde casa.

El militante no se decepciona: justifica y está bien que así lo haga. Los daños colaterales del modelo no pueden crear  frustraciones muy severas. Pero la frustración de aquel que no creé es mortal. La sorpresa se alarga más de lo habitual, todo parece inmóvil, pero la pena es cortita. De la pena a las calles. Y en las calles, el odio.

La crisis energética produce la madre de todas las frustraciones. Surge la percepción de imposibilidad  de cumplimiento de la voluntad individual. Decepción de los que jamás creyeron. De la base electoral, del silencioso consenso cotidiano. Sin luz no hay refugio, no hay tranquilidad, no hay ritual individual. No hay escapatoria. No poder cumplir con esperanzas mínimas rompe el más sagrado de los pactos, el que se cocinó en los metamensajes del relato. La frustración epidérmica no entiende de explicaciones, ni se serena fácilmente. Late esperando una posibilidad, un descuido, una debilidad.
Un diciembre.

Guachines de mercado

por Diego Valeriano



Un día como el de hoy no hay dudas que el termómetro miente en Sol y Verde. 36 es muy poco. Tiene que hacer mucho más. ¿Dónde están todos? Los días como este, el tren llega solamente hasta José C Paz por que las vías se dilatan. Cuando la temperatura trepa, el tramo que está justo frente al destacamento de Frino se expande de manera asombrosa. Los rieles se hacen agua.

Los guachines a los que el calor no achicharra, revolotean la zona esperando que descarrile un tren que no llegó a ser avisado. Esperan mientras juegan. Practican una paciencia muy inquieta. Tienen la disciplina del oportunista débil. Los pastos crujen, los perros se revuelcan implorando y el tren no llega. Suben a la vía mirando para José C Paz. El horizonte bien cercano se mueve y confunde. ¿Solo 36 grados?

                -por ahí descarrila uno de carga.

                -el otro día me dijo mi hermano que descarrilo uno repleto de harina.

Los guachines son como palometas, chiquititos y voraces. Te enteras  que están cuando ya atacaron.  Brotan en el calor de la abundancia periférica. Pero comen la carroña de la fiesta. Huelen donde está la  plata, pero aun no pueden disputar certeramente ningún negocio, así que agudizan su olfato. Rascan oportunidades que los demás no vieron. Atacan cuando el número les favorece.

                -que descarrile uno con LEDs.

                -o con motos.

Son guachines de mercado. Son una muy pequeña unidad de negocios que persigue el itinerario de la plata y el consumo.  Nueva máquina de guerra que hace estallar por el aire las preliminares definiciones. Utilizan su ingenua belleza para protegerse de los transas y los gendarmes. Los killers los desprecian y los usan para hacer mandados. Ellos pacientes observan. Van a la escuela, al club y salen a cazar con la gomera. Saben quién vende qué y a qué precio.

                -la otra vez descarrilo uno con caballos

                -¿no era el del circo que fue a pilar?

Matan y mueren en el Counter hasta que la mamá de alguno los viene a buscar o el del ciber los echa. Buscan novias porque es lo que corresponde. Juegan al allanamiento y cuidan a sus hermanitos.

                -¿y si descarrila un Pilar?

                -le caemos a algún cheto.

                -¿y si se va a la mierda uno que lleva esos cosas de fierro?

Nadie responde porque aparece la dilatada imagen de un tren. Se lo ve tomando la curva. El  tren se acerca. El corazón se acelera. Disminuye la velocidad a la altura del destacamento. La expectativa es enorme, es uno de pasajeros. Pasa lentamente sin problemas. Los guachines observan con bronca. Arremeten a piedrazos contra la locomotora y los primeros vagones. Rompen un vidrio y festejan exultantes. Se ríen y discuten cual fue el que realmente lo rompió.

De la exaltación al aburrimiento en pocos minutos. El calor debe rondar los 40 grados. Todo está caliente. Alguien propone ir a colar a la quinta de los alemanes que tiene pileta. Comienzan a fumar, solo ellos pueden físicamente resistir este calor. Se sientan a esperar otro tren, otra oportunidad de algo. Escuchan la sirena, sus caras se iluminan. Comienzan a correr cuando aparece el patrullero.

Etapa superior del cristinismo

por Diego Valeriano


Lo genuino es lo verdadero. No se trata de una verdad como opuesta a la mentira. Lo verdadero acá es lo sentido, lo que nace de la indefensión que mañana diez mangos son nueve. La playa explota, uno al lado de otro. La arena ni se ve. Pasa uno que vende agua y la botellita está a 17, el próximo 20 y al que nos pide 25 le pedimos un pack. La guita quema al sol. La playa es el otro que pasa vendiendo choclos. Los seis a Carlitos todos los días. La inflación es la etapa superior del modelo, del hombre nuevo. La confianza no como abstracción, no como mero acto de fe sin consecuencias ni responsabilidades. Ya nadie confía, entonces consume. Siempre fue así, pero nunca estuvimos tan preparados para esto. Tan predispuestos. En la carnicería de Gesell hay que hacer cola para que te rompan la idem y mientras masticas un asado horrible te prometes que nunca más volvés. ¿tenes vacío hoy? Hay un nigeriano en cada balneario. Una feria en cada localidad balnearia… sale mucho la camiseta nueva del Barcelona, las remeras de los Stone y las Adinet. Los churreros atraviesan toda la costa y los taclean para que paren. ¿100 la docena? ¿estás en pedo? ¿vos querés?  Tres docenas. Clarín miente, pero más miente el pibito que me lo vende un jueves a 12… y se queda con tres porque no tiene cambio. La inflación es un coadyuvante del modelo, nos lleva a exigirnos más, a ser cada día mejores, a desarrollar nuestro cristinismo vital. Disciplinados de manera absoluta los cuerpos en el mercado, cada vez más preparados a los golpes para surfear la inflación. Ruta 2, puente 12, camino de cintura. Camping del sindicato con buffet y pileta de agua salada. Una, tres, cinco Quilmes. La suma de operaciones no decanta necesariamente en algo. Nuestros cuerpos de la década ganada forjados capilarmente se han disciplinado para actuar en la inmediatez. Un recargo del 7% todos los meses para no perder guita me explica la almacenera mientras me dice que las dos leches y el pan son 64$. Nuestras capacidades sensibles están disciplinadas de manera absoluta.  Los cuerpos de mercado construyen su soberanía a fuerza de liberarse. Que mejor que vernos en acción, en la medida en que los sistemas de signos no hacen lectores. En algún momento pensamos que la economía devino nodo. La inflación  podía presentarse como un caos, una enorme dispersión de fuerzas. Pero este verano algo nuevo nos aparece, hay un punto de conexión, sin ninguna cualidad que necesariamente la ordenara de manera previsible constituía una evidencia. El consumo te entrega un tipo de sabiduría llamativa, una sabiduría atolondrada, de hombre nuevo que hace que descubramos de manera luminosa que la inflación es la etapa superior del cristinismo.

Ajuste, devaluación. Guerra por el consumo

por Diego Valeriano


Los consumidores más espirituales, como son  los más fuertes, encuentran su liberación allí donde otros encuentran la decadencia. En la devaluación, en la experiencia, en el campo de la guerra por el consumo; ahí extreman sus habilidades. A la final hubo lo que no querían que haya. La temida devaluación cayó sobre nosotros y el billete de cien que no llegaba al piso ahora se evapora en el bolsillo directamente. La devaluación es la guerra por el consumo por otro medio (más). Ya ni pedir sirve ¿vas a juntar moneditas? De igual forma, la plata diaria urge y se hace de mil maneras. Lo único que ahora hay que agilizar la forma de recalcularla. ¿Volveremos al robo de medidores de gas?  ¿A ser nochero de remis? La adaptación va a ser veloz, ¿dejaremos la coca y volveremos a la Bichi Ahora? Todo suceder, todo proceso de pérdida de valor, todo devenir como un determinar de relaciones de grado y fuerza, es una guerra. La devaluación traicionera y necesaria no va a modificar la estructura de vida de los últimos años. Nuestros cuerpos constituyen la primera barrera para detener la hemorragia. El ajuste no es solución. Es enfrentamiento. ¿Podremos lograr que la sangre fluya de manera más lenta y pueda iniciarse el proceso de coagulación? Simultáneamente, nos volveremos aún más feroces, más voraces, más inmediatos. Los procesos de liberación se aceleran, los hijos del neoliberalismo están velando sus armas. ¿a cuánto se va a ir el Hamlet? Lamiendo las heridas, mirando el resumen de tarjeta naranja. En una sola cuota, la segundo con el 10%. No hay que dejar heridos, no se toman prisioneros. Los reducidores desempolvan las notebooks, volver a robar electrodomésticos es negocio. La hemorragia puede tener muchas causas, como así también muchas acciones. Los de arriba apuestan a la devaluación y tienen nula confianza en la economía local, en su estabilidad, en la misma moneda. La vidas runflas solo creen en la revaluación. Confían sin confiarse porque no puede hacer otra cosa.

La matriz ideológica de Cristina

por Diego Valeriano


Por más que lo intenten, no está en el ADN enfriar la economía. De no hacerlo terminaban chocando antes del mundial, pero no se lo creen. Y como todo es cuestión de creencias, no les va a salir. Hablando de creencias, ayer Cristina nos decía que ella cree en el desarrollo de la economía a partir del consumo. Ella sabe que el consumo libera, lo comprobó en estos años, lo aprehendió en estos años. Aumentar la capacidad de consumo de todos los argentinos como hizo el kirchnerismo mutó la matriz ideológica de Cristina. La devaluación es contraria a esta matriz. A emitir que se acaba el mundo.
Pasa algo y después se explica de mil manera convenientes. Diciembre -que es el mes más claramente expresivo- aun no terminó, siguen detonando bombas pequeñitas. No existe la “puja distributiva”: la pelea es por el consumo y se da de forma más bien capilar. Una capa, otra capa y otra capa más. Voy cumpliendo como puedo… Como todos los días de nuestro diciembre, cada quien hace su juego, habla y actúa en consecuencia. Creo que hay una alteración del orden en que suceden las cosas. Saqueos, festejo de la democracia, ola de calor, palometas… me incomoda el orden en que están presentados. No dicen cabalmente todo lo que va a suceder.
No hay duda alguna que la juventud maravillosa va a defender los pilares fundamentales de esta década: en la calle, con el cuerpo y desde los genes. Como lo hizo en diciembre, como lo hace ahora. Pero no aceleren sus corazones militantes, no hablo de los muchachones de pechera. Hablo de la verdadera juventud maravillosa, de la que brotó bajo el sol de esta década, la que tiene mensajes urgentes y simples del futuro. Genotipo y fenotipo de la liberación, vienen bancando este proyecto. Solo que lo hacen en moto y por calles paralelas para evitar los controles policiales.

Huevos y Relato

por Juan Pablo Maccia



Cristina ha sido reinventada por la multitud. No por el “pueblo-peronista”, ni por la militancia juvenil que la apoya (o la hunde), sino por los millones de consumidores que se apropian, de modo diferencial pero efectivo -y sea por el medio que fuese-, de objetos materiales y de prestigio como no  habíamos visto antes quienes pasamos holgados los cuarenta.

Aunque exagere (pero, ¿no se piensa acaso los extremos?) Diego Valeriano dio en el clavo cuando –ya casi hace un año- anuncio que el consumo, entre nosotros (y al menos por el momento) “libera”, es decir: activa, desplaza, moviliza, da poder).

Cristina lo entiende: los consumidores emancipados de todas las clases son el sostén auténtico del proceso. Éste es su partido y a ellos se debe. Más aun cuando, en los hechos, la “contradicción principal” del momento es enfriar o sostener el calor del consumo.

Dentro del campo popular de los consumidores, que es el campo popular sin dudas, es preciso despejar algunas cuestiones. Cristina se va en un año y medio y se impone la pelea por la sucesión. ¿Scioli, como dicen los diarios? ¿Domínguez, Lorenzetti, como dicen los corrillos?  Quiera que no, el asunto tiene su interés para el asuntillo del consumo: sin huevos –¿los tienen?- no hay  tortillas. 

Huevos y relato. Me doy cuenta de que estamos cada día más lejos de los Derechos Humanos más cerca de Fútbol Para Todos. No me escandaliza si es el camino para conservar cierto piso “material” indispensable.

Con todo, un modo de gobernar se acaba. Nuevos personajes asumirán el desafío de un cambio de contexto. Lo único que nos queda, mientras tanto, es garantizar que Cristina se ponga las re-pilas y vea la forma de evitar que el ajuste se vuelva estructural. Un movimiento que la banca y la defiende, ya está buscando su nuevo cauce. 

Claudicar es jodido

por Diego Valeriano
 
 
Del vamos por todo al vamos a cuidar los preciosClaudicar es jodido, porque –valga la paradoja- cuando se empieza es difícil detenerse. También es un signo de debilidad. El vamos por todo molestaba, indignaba y generaba temor porque era potente, prepotente, temerario. Ahora cuidamos los precios.
 
Cuidar los precios, llamar a no consumir, escrachar las casas de electrodomésticos nos muestra que La Cámpora es una patrulla perdida sin rumbo alguno. ¿Cómo se va a ir tan a contrapelo del ADN kirchnerista? Hay una anécdota que muestra a Néstor exultante recorriendo los pasillos de la Rosada con un papel que mostraba la evolución de la compra de aires acondicionado de los años 2003, 2004, 2005. ¡Ese es el Nestornauta que queremos!
 
Fútbol Para Todospasó de mostrarnos en sus publicidades las grandes obras públicas en las provincias a que dos nerds camporistas nos eduquen sobre cómo cuidar precios. ¿Tenés ese teléfono y mirás el precio de la leche? No seas ratón. Perdimos la batalla cultural.
 
No podemos permitir que el cristinismo nos llame a no ser voraces. Pongan a Milani, cierren con el Club de París, hagamos lo que haya que hacer; pero por favor no retrocedamos en lo que ganamos culturalmente. Quiero ser prepotentemente consumidor, quiero acceder a lo que jamás antes pude y no volver a la Manaos. Quiero vaciar las carnicerías, festejar los quince y salir todos los fines de semana. Que la guita queme en la mano, mirar la minipimer que nunca uso, hacer saltar el fusible de la calle porque tengo un aire en cada pieza y que el barrio explote por los fuegos artificiales.
 
El ajuste comienza cuando nos quieren convencer, cuando nos quieren enfriar. La saturación y el calor deben ser la etapa superior del cristinismo, no otra. El fuego que quema por dentro anuncia el principio de otras formas de libertad que están en proceso. Decirle a alguien que cuide los precios es condenarlo a ser desechable, racional, sustituible.  Esta acción desarticula, corrompe y destruye las relaciones entre los consumidos.
 
Borges, plantea que el “mundo superior” debería supeditarse al “mundo inferior”. El palacio, a la calle.  Nadie puede hacer política solo. Hay un modo de hacer, de gestar, de vivir mucho más rizomático que las situaciones requieren. Los consumidores son el sostén auténtico del modelo, porque encuentran a este proceso, que lleva una década, como el más fértil para continuar la emancipación. No es momento de claudicar.
13/2/14

 

Kalor

por Diego Valeriano

Alejandra toma sol en el patio de su nueva casa. Está de pie y refleja los rayos en su cara con una de esas pantallitas metálicas. De fondo la radio satura el enfermizo parlantito. De la habitación de las chicas se escucha a Rial hablando de Maradona. El volumen de todo es alto, incluso del balbuceo de Mateo que entra y sale con un cuchillo en la mano.  El patio es pelado. Ni una planta queda. Todo fue arrasado por la multitud que vive ahí. En el fondo se va acumulando las cosas que no pueden vender. La voz de la tele se mezcla con la advertencia de la radio sobre el alerta rojo por la ola de calor.  No hay que hacer ejercicio, hay que permanecer en lugares frescos, ingerir mucha agua, usar ropa suelta, de materiales livianos y colores claros, protegerse del sol poniéndose un sombrero. El vecino de enfrente insulta ferozmente al Choco que no deja de tirar petardos. La térmica de 43 en su cara ronda los 50, tiene los ojos cerrados pero casi que ve a través de los parpados de tan iluminados que están. Respira el calor de la pantallita, el olor del pozo ciego rebalsado, del jazmín del vecino. Ahora Mateo corre a su alrededor, como si fuera un satélite. Melisa está a su lado reclamándole que María la quiso desnudar. Francisco suma a la radio y la tele el compilado de grandes éxitos tropicales que le compro al Boli. El Choco se refugia tras Alejandra porque sabe que el vecino ahí no se anima. Con ella ningún vecino se mete. Siente que se le derriten los pómulos, que de a poco se incendian. Cambian de estado del sólido al líquido por la acción del calor. El reflejo tenaz transfiere calor a los átomos de su cara, los cuales vibran con más rapidez a medida que ganan energía. La tierra del patio esta agrietada, su cuerpo  comienza a tornarse ingrávido y gentil. Mateo, Melisa y el Choco parecen flotar. Ahora la radio aconseja evitar el golpe de calor. Llega el Togtu y el vecino lo ataja en la calle. Discuten. Togtu no defiende al Choco, pero no le gusta que nadie le hinche las pelotas. Los gritos se escuchan a pesar de las interferencias. Todos salvo Alejandra salen para la vereda. Su cara recibe radiación propagada en forma de ondas electromagnéticas por la pantallita plateada. Afuera el volumen de los insultos sube. Apenas distingue las voces, el calor se propaga de su cara hacia el resto del patio, su cara esta agrietada como el patio. Necesita tomar agua urgente, pero en todo el barrio no hay ni una gota. El camión de la municipalidad no puede llegar por el corte de la 197. Esta sofocada, vuelve el Choco a buscar un palo entre las porquerías que no pueden vender. Se le durmió el brazo izquierdo, los objetos a su alrededor comienzan a girar, lo nota a través de sus parpados. La tensión nerviosa crece por dentro, así como también la fiebre muy alta en la cara, el amor, las enfermedades crónicas, la maternidad, la guita, el trabajo desquiciado. Todo se torna ensoñación. Dejar caer la pantallita, se siente ardiendo. El calor intenso y sorpresivo le sale desde dentro del cuerpo, la temperatura profundamente tropical de la piel y del espíritu se mezclan. Sus ojos tardan en acostumbrase. En cuanto lo hacen, Alejandra comienza a correr.

Kirchnerismo intuitivo

por Diego Valeriano

La política discute por arriba, pero las cosas genuinas pasan por los de abajo. Sin lugar a dudas el infinito aumento de consumo de los sectores populares ha reconfigurado de manera absoluta los modos de cómo intentar gobernar a las poblaciones. El kirchnerismo ha intuido como nadie esto y sus cuadros más avezados ensayan su mejor gestión.
Se inyecta guita por abajo, amen de enfriar por arriba. Se tiene la ilusión de que lo principal es discurrir sobre las cosas y que a las cosas se las conoce cuanto más se habla de ellas. Pero sólo se comprende lo que puede reinventarse, lo que puede entreverse. La intuición intenta reencontrar un movimiento y un ritmo en el que se descomponen las relaciones, revivir la evolución creadora insertándose en ella un poco de casualidad.
En esta década la vieja gobernabilidad, aquella que producía exclusión social y desamparados de la forma tradicional en que aun se sigue observando, fue destruida desde abajo por las vidas runflas. El kirchnerismo, primero – de mejor manera- y el primer cristinismo, después, surfearon de manera bastante exitosa esta nueva realidad.  Esto es vivencia diaria para la inmensa población de la periferia.
Una fuerza desde afuera arrasa lo que hasta ahora entendíamos. Esta fuerza que destruye la organización tradicional capitalista vino justamente a fortalecer al capitalismo. Lo ensanchó, lo ensució, lo volvió vital y singular. Centro y periferia disputan formas y estilos. La transfiguración de los territorios se aceleró hasta volverlos incomprensibles, inabarcables, inmensos. De tan anchos entran todos y continúa la aceleración. Siempre desde abajo, hay una guerra por el consumo. Se trata de la fase nueva y superior del capitalismo, de raigambre popular y voraz.
Esta guerra es parte de un proceso en disputa. Algunos interpretan el mismo proceso que lleva al aumento del consumo como base de nuevas dependencias -siempre paga bien ser anticonsumista. Siendo riguroso, estas nuevas dependencias existen. Son nuevas formas inmanentes que sepultaron los valores de antaño. Así y todo, en estos procesos se fortalece una vitalización de los pobres desde el consumo y la violencia.  
Esta guerra, no se va a detener. Va a seguir explotando en cada esquina, en cada diciembre. Sin que nadie tome enemigos. El combatiente dura esencialmente, dura justamente porque elabora sin cesar lo nuevo y porque no hay elaboración sin búsqueda, ni búsqueda sin tanteo. Ni combate sin cálculo. Las batallas de este proceso de liberación son cotidianas y feroces. La confrontación crónica de los pobres con el aparato represivo estatal (y privado) va en aumento y, por lo que se avizora, no va a haber tregua alguna. La disputa es extendida y no se queda donde los militantes quisieran: va más allá. Destroza análisis y confianzas hasta llegar a lo personal. Advertir lo que puede el consumo es poner  a prueba la vida frente a lo que se vive como extraño.

La liberación del consumo

por Oscar Monti



“Por lejos que hayan descendido los geólogos en las profundidades de la Tierra, no han encontrado más que estrato sobre estrato. Pues hasta su eje, el mundo no es más que superficies superpuestas y estratos superpuestos. A costa de inmensos esfuerzos nos abrimos un camino subterráneo en la pirámide; a costa de horribles tanteos a ciegas, llegamos a la cámara central; con gran alegría vislumbramos el sarcófago; pero levantamos la tapa -¡y no hay nadie!- el alma del hombre es un vacío inmenso y aterrador.
¡Es seguramente en el río del mundo exterior que nadan la tenca y la perca dorada!”
Herman Melville
Desde hace tiempo el audaz animal que es Diego Valeriano viene asolando con sus tesis -disparatadas y/o/por exactas- la parsimonia habitual de este blog. Una de ellas llamó poderosamente mi atención, y de paso me sacó del letargo que la vejez otorga como un salvoconducto hacia la muerte: el consumo libera. Y no solo pronunció la tesis, sino que la señaló como tendencia del presente, fase superior de la época y de sus personajes, fuera de toda moral y juicio, en su desnudez.

El eslogan, jingle o axioma de Valeriano no es de por sí original, más bien es un robo a mano armada a la verba de nuestra presidenta, quien fue una de las primeras (junto a Néstor claro está) en detectar el vínculo indisoluble entre consumoy liberación. Millones de autos, de celulares, de splits, de militantes y de votantes así lo confirmaban. Pero veamos uno poco más de cerca que hay detrás de esto.

Es obvia la provocación, y no por obvia menos potente, pero hay que decirlo, su cinismo no es liberal, no es un festejo del acto libre de consumir, no es “soy libre ergo consumo” sino “consumo ergo soy libre”, o más bien me libero a través del consumo. Por tanto ahuyentemos de entrada la habitual reacción instintiva, que más que instinto denota estupidez, de los izquierdistas, sean kirchneristas o no. No digamos que Valeriano “le hace el juego a la derecha”… No, no, sus dardos parecen ir para otro lado…

Un amigo intelectual, al que le conté la ocurrencia, y amparado en el sólido arsenal de su racionalidad filo-marxista (con una pizca de new age, claro está), la rebatió de inmediato: “¿de qué nos libera el consumo?, ¿cómo puede el consumo liberarnos si justamente trama un vínculo de dependencia con los objetos, y por su intermedio con otros seres, y nos aliena de nuestra propia esencia, de nuestras cualidades humanas”. “Incluso un peronista, me dijo, es decir un librepensador, es decir un ente que no piensa, podrá percibir la diferencia entre, y cito textual ‘que un negro tenga ahora heladera, coche y televisor’, y ‘que se haya cumplido el sueño de la patria liberada’”. 

Nunca me sirvió hablar con él, digo, con mi amigo intelectual, no sé por qué lo sigo viendo… me da un poco de pena… siempre quiere hablar… por eso lo escucho…

Volvamos al asunto. Alguien que no entendía muy bien qué eran los intelectuales, aún cuando alguna vez pudo habérselo confundido con uno, decía que el poder consiste en imponer una tarea cualquiera a una multiplicidad humana cualquiera. En ese sentido, el poder es lo más abstracto del mundo. Por otro lado, decía que el poder no es una forma sino una relación de fuerzas, es la relación de la fuerza con la fuerza. Y en ese sentido es el abstracto más concreto y plural. Ni relación de una fuerza sobre una persona (violencia), ni relación de una fuerza sobre una cosa (trabajo), sino siempre relación de la fuerza con la fuerza. Hay una fuerza que manda y una fuerza que obedece, y ambas son fuerzas, por tanto variables, y no pertenecen ni se encarnan esencialmente en nadie.

Esos dos pensamientos me hicieron pensar (¡milagro!) en la tesis valeriana del consumo liberador. Y pude aclarar un poco más mi sospecha de que el consumo es aquí el consumo desnudo, consumo a secas, más allá de los objetos, bienes o servicios o seres, consumir por consumir como en una fiesta interminable, como se encarga de subrayar el homo-valeriano.

El consumo es la tarea cualquiera que se impone a la multiplicidad humana cualquiera… y agregaría… en un espacio abierto. Ya que la operación de poder también pudo haber funcionado bajo forma de encierro, pero ya no es mayormente así. El poder se ejerce en el espacio abierto. ¿Pero entonces, si se trata de una operación de poder, qué diablos podría tener de liberador? Un primer efecto de liberación, no desdeñable, es lo real. Ver lo real libera. Y sobre todo evitar el lamento por el contenido de lo real. El consumo, en tanto núcleo duro de lo real, libera. Pero sobre todo, localizar uno de los emplazamientos (por definición móviles) de poder permite emplazar focos (también móviles) de resistencia. Poder y resistencia van siempre juntos. No se resiste el consumo, sino que se resiste en el consumo. Se resiste en el real. Eso, si se quiere resistir…

Avanzamos un poco, entonces, el consumo como fuerza desnuda, más allá de todo objeto o ser, fuerza sobre fuerza, acción sobre acción, que induce, disuade, reparte, vuelve probable. Fuerza que envuelve a todos y todas. Por eso me retracto de mi escrito anterior, qué viejo boludo soy, pensaba que el nuevo poder pastoral se basaba en que la pastora velaba individualmente por nosotros, sus ovejitas… No, es la fuerza impersonal la que vela, es la fuerza sobre la fuerza, el consumo como fuerza, nuestro deseo como fuerza, fuerza que manda y obedece, que es “nuestra” sin que nadie llegue nunca a poseerla.

El consumo en su cruda desnudez libera. Y libera en tanto fuerza que da y recibe movimiento, en tanto devela otras fuerzas al intensificarse, en tanto desborda. De allí el temor al negro con plata, como al rolezinho, que progresa y prolifera. Negrus potens. El paso siguiente, en tanto se trata de una fuerza, es pensar su diagrama. Y es todo un programa social. Si los pobres no tienen su diagrama, tendrán su archivo. Archivados como pobres. Pobres con derechos. Pero, en última instancia, el diagrama no puede ser de pobres, ya que se define por su superabundancia. Peliagudo, porque entonces ya no puede ser un programa social.

Se dibujan entonces dos estrategias posibles ya no contra (lo que no sería una estrategia sino un estrato) sino en el poder. La que parece proponer Valeriano es atravesarlo, hundirse allí como quien busca que el torbellino libere una apertura, un resquicio, que “el fuego anuncie otras formas de libertad”. El riesgo es allí no encontrar nada, pues el alma del hombre es un vacío inmenso y aterrador.  La otra estrategia es salirse afuera, al elemento oceánico, donde nadan la tenca y la perca dorada, donde ya no hay estrato (mar molecular). Un afuera que es también un hundirse y atravesar.         


¿Cuántas gaseosas se pueden tomar en un día?

por Diego Valeriano


El Joel no sabe que significa un adulto. Solo cree que es lo que sus cuerpos puedan. Sabe lo que es la capacidad de obrar. Además de eso, sabe muy pocas cosas. Es poseedor de una comprensión proclive a interesarse por lo real. Por absorber lo real y actuar según sus inmediatos deseos.

¿Cuántas gaseosas se puede tomar en un día? Joel desorienta a las estadísticas de puro voraz que es. También va a la escuela (¿primero o segundo?), padre adolescente, una causa, CUIL, dos planes, una Honda 100. Los mensajes urgentes y simples del futuro lo empujan al presente. Joel sabe (ellos saben) que la transformación de los modos de vida en los últimos diez años los colocó en una posición ambigua: imposible de ser mejor y, a su vez, mortal. Hacedores y víctimas. Poderosos y frágiles. Es decir, con la ambigüedad propia de un proceso de liberación que es puro presente.

Lo bueno de las vidas runflas es que no se cuidan con las palabras. No ensayan justificaciones, no cuidan los modos. Van. Solo van en ese proceso absurdo y profundo. Van en moto, como insinuó la Presidenta. Un ruido insoportable acompaña la emancipación. Lejos, muy lejos de las estéticas de antaño. De tan real que es la liberación, se escapa de las explicaciones posibles, de las palabras morales, de las rimas necesarias.

¿Qué institución modera al Joel? Fuerza sobre fuerza, acción sobre acción, que induce, disuade, vuelve probable; detona. ¿Qué consigna es capaz de atrapar algo que estalla en la cara? El consumo libera, insinúan Joel y Mati cuando entran a capital por la Rivadavia en la Honda 100, cuando se cagan a piedrazos con la policía, cuando se arruinan en Chacarita, cuando acosan a una pibita en el barrio, cuando verduguean al boliviano que abre la verdulería a las cinco, cuando no aceptan esperar absolutamente nada; cuando solo obedecen a su voracidad (y le hacen otra Coca, la quinta sexta del día, al Chino). 

Notas y apuntes para una falsa novela de la década. Los que la sostuvimos y sostuvieron

por Juan Manuel Sodo
 

Sostenimiento de la década I: Generaciones
“Gorila”, “Liberación”, “Soldado de”… Co-problemáticos nuestros hablando como con bigotes, la mirada fría, el rictus duro de persecuta, la voz que se separa del cuerpo y se va, se va, se aleja en el tiempo, y vuelve, en blanco y negro. ¿Y habla con quién?
¿Nos nos subjetivamos (políticamente, ojo: no clínicamente; psicólogos abstenerse), entre otras cosas, a medida que nos vamos despegando de la lengua materna? Lo generacional es político. El único enunciado que vale es el enunciado que te toca. ¿Cómo elaborar una juventud ni nostálgica ni vieja?
Soldado de. ¿La soldadesca no se basa, por ejemplo, en obedecer? ¿Quién, nacido después de Malvinas, que haya tenido el raro de privilegio de pasar por los 12 años de sistema educativo formal y el de trabajar alguna vez en relación de dependencia, querría seguir obedeciendo?
Los campos semánticos de la década. Imágenes y lenguas.
Sostenimiento de la década II: Los que hoy tenemos entre 30 y 40
Memoria auditiva urbana generacional de la época; capas, restos, caja negra. Algo de lo que hemos dicho en estos diez años:
1. Nos vamos a Bahía en abril. Sacamos los aéreos en noviembre, con la tarjeta.
2. Hoy no puedo: tengo clase de canto y de ahí me voy para yoga
3. ¿No te presentas a posdoc este año?
4. Vi la última de Tarantino. Lo que más me gustó es la estetización de la violencia.
5. ¿Alguien sabe de algún PH en alquiler?
6. Son flores. De la terraza de un amigo.
7. Me voy el finde largo a Entre Ríos. ¿No me cuidas el gato?
8. El sábado estrenamos la obra. ¡Vengan!
9. La verdad que lo único bueno de Macri fue el tema de las bicisendas
10. No puedo, estoy con la tesis
11. Conseguimos un subsidio del Ministerio para ir a dar unos cursos sobre diversidad y género a Formosa.
12. El viernes toca Onda Vaga. Si querés nos encontramos ahí. Yo voy directo después de taller literario.
13. Ando a full con las ensaladas: el otro día me hice una de rúcula, huevo, queso parmesano, pepino y zanahoria.
14. Me publicaron esta crónica en Anfibia.
15. Estoy haciendo la Maestría en Memoria. 
16. A la tarde no puedo. Van a venir a poner el aire acondicionado y tengo que mandar unos sumarios a ver si sale alguna colaboración.
17. Son unas becas para hacer el Doctorado en Derechos Humanos en la UNLA.
18. ¡Ya nos entregaron el auto! ¡Podemos ir a ver al Indio a Mendoza!
19. En twitter leí que a Cristina y a los de La Cámpora les cayó muy mal el informe de Lanata.
20. Hoy laburo conectada desde casa porque Itza, la chica que lo cuida a Nahuel está enferma y no viene.
21. Me colgué y debo como una luca y media de monotributo.
22. ¿No tenés ningún amigo para Flor?
23. Una amiga entró a trabajar en un Programa en Desarrollo Social.
24. Pegamos ácido.
Sostenimiento de la década III: Sojeros
1. Viajaron mucho a Dubai comprando paquetes en agencias de turismo de Casilda.
2. Compraron departamentos a estrenar en la ciudad para cuando los hijos fueran a estudiar kinesiología a la UAI.
3. Fueron a ver Argentina-Brasil por eliminatorias en el 2009 a la cancha de Central y lo esperaron a Messi a la salida del vestuario.
4. Las mujeres se hicieron las tetas y empezaron a incursionar en la trampa con los maridos de sus amigas del pueblo.
5. Fueron a muchas cenas-show los sábados al Casino de Victoria.
6. Los hombres consiguieron el teléfono de Jesica Cirio.
7. Compraron una 4X4 para remolcar la 4X4 que se les quedó empantanada en el campo. Esa también se les quedó empantanada y entonces compraron una tercera 4X4.
8. Fueron a Esperanto y tienen la foto con el Ogro Fabiani.
9. En Rafaela compraron paquetes all inclusive para Isla Margarita. Se quedaron siempre en la sombra.
10. Fueron al Showcase a ver la última de Darín. Está muy bien hecha, dijeron.
11. Le hicieron paro a La Cristina y a toda esa manga de negros vagos de la ciudad. Se auto-convocaron por el blackberri. Después la votaron en secreto.
12. En las despedidas de soltero llamaron putas y se filmaron
13. Para el cumpleaños de uno, los varones comieron un asado, se bajaron varios cajones de Quilmes y terminaron haciéndole bromas pesadas al cumpleañero. Al final le metieron un pepino en el culo. Y lo filmaron.
14. Compraron paquetes turísticos de La Doce para ir a ver a Boca a Brasil por la Libertadores. Se aprendieron los cantitos. Dijeron haberlo visto al Rafa Dizeo.
15. Engancharon en un fin de semana largo un partido de Las Leonas y la largada del Dakar.
16. Se juntaron para el día del amigo en las pizzerías de la Avenida Pellegrini en Rosario. Se quejaron de los precios.
Sostenimiento de la década IV: Leyes
1. Derogación de indultos y (re)apertura de Juicios
2. Reforma del sistema previsional
3. Matrimonio igualitario
4. Ley de identidad de género
5. Ley de educación nacional
6. Asignación universal por hijo
7. Reforma del sistema judicial
8. Voto joven
9. Muerte digna
10. Ley de medios
Sostenimiento de la década V: Límites
>>> El racismo como límite de toda política progresista: los cuerpos-pibes y sus muertes por abuso y arbitrariedad policial; los cuerpos-ancestrales y sus muertes por desmonte, contaminación y desforestación de tierras a manos de neo-extractivistas, especuladores inmobiliarios y sojeros.
>>> La moral ciudadana, el abstraccionismo jergoso y la solemnidad culposa como límite de todo discurso militante.
Sostenimiento de la década VI: periodistas jóvenes progresistas.
1. No hay inflación. Lo que hay son medios monopólicos fogoneando el tema de la inflación.
2. Si toda esta gente que se manifestó está disconforme con el gobierno nacional, que armen un partido, encuentren un representante y se presenten a elecciones. Esas son las reglas de juego de la democracia. Le guste a quien le guste.
3. Darío Santillán y Maximiliano Kosteki eran militantes de los movimientos sociales que surgieron con la crisis del 2001. Hoy por suerte tenemos un montón de pibes que se han sumado a la política. Que saben que desde una organización van a tener mayor posibilidad de transformar la realidad.
4. Muy recomendable la nota del domingo de Mario Wainfeld.
5. Son los llamados ni-ni: los jóvenes que no estudian ni trabajan.
6. Lo dijo el Papa Francisco en su último discurso en el Vaticano.
7. Muy interesante la entrevista que le hizo a la Presidenta el periodista Jorge Rial.
8. Hay muchas quejas con respecto al funcionamiento de los servicios. Los trenes. La energía. Es indudable que falta mucho por hacer, porque la herencia del neoliberalismo de los noventa no se arregla tan fácilmente. Pero también hay que pensar que ahora los trenes están llenos porque la gente tiene trabajo, y que la energía eléctrica colapsa porque hay mayor capacidad de consumo. No nos olvidemos lo que era el país en el 2001.
9. Las tomas de tierras se podrían evitar si los que tienen los instrumentos legales para actuar lo hicieran a tiempo.
Sostenimiento de la década VII: Los pibes silvestres + El consumo libera

(Ver textos de Colectivo Juguetes Perdidos y de Diego Valeriano en Lobo Suelto)

Ingreso al consumo, pura prepotencia emancipadora

por Diego Valeriano


El ingreso al consumo es una acción de pura prepotencia emancipadora.

De imbécil y potente que es, darnos cuenta que el consumo liberava convirtiéndose en jingle post veraniego. Las cientos de batallas que se fueron moviendo de diciembre hasta acá -y las por venir- son su suave confirmación. Esta “intuición” no es una provocación ni mucho menos: que algo nos estalle en la cara no puede serlo. Un estallido en la cara es algo concreto y real. Sorpresivo, pero real. Y lo real es la fuerza que libera.

El consumo tiene la fuerza de provocarnos obrar en libertad. De perseguirla sin quererlo, de constituir acciones de puro reflejo en donde nos movemos de tal manera que no estamos ni sujetos, ni impedidos al deseo. El ingreso al consumo es una acción de pura prepotencia emancipadora. Vulgar y sin moral alguna. No soy libre porque consumo, ni mucho menos consumo, soy libre.

El consumo libera es una verdad colectiva y real. Es principalmente territorial. Surge desde y se ancla en las periferias. Sostiene al capitalismo, destruyendo todo hasta dejar solo lo que ya nos resulta indivisible. Y así lo vuelve más robusto, concreto, periférico y menos reglado.

Se provoca un desborde, un estallido, una fuerza que va arrasando convenciones obsoletas. Momentos de liberación. Acción y reacción. Vida, violencia, muerte, verdad, experimentación y goce. Una nueva voracidad crece embrionariamente. Incontrolable, nueva, inentendible.

Esta verdad del movimiento fortalece una vitalización de las periferias. Se rompe el eje centro / periferia por la metamorfosis continua de los territorios hasta que se vuelven incomprensibles, inabarcables, irracionalizables, Ingobernables y profundamente abundantes.

Joel no sabe que significa un adulto. Solo cree que es lo que sus cuerpos puedan. Sabe muy pocas cosas. Es poseedor de una comprensión proclive a interesarse por lo real. Por absorber lo real y actuar según sus inmediatos deseos.

Linchamiento en curso

por Diego Valeriano



Una pasión triste es no hacer ningún esfuerzo por entender. La verdad, no sé qué hacer frente a un linchamiento en curso. Tal vez siga de largo porque estoy apurado y no quiero comerme el garrón del Sarmiento en hora pico. Tal vez me meta a separar, tal vez mire un poco. He presenciado varios robos y, en general, no me indigno; más bien siento cierta lastima por la víctima, veo que todo esté bien y sigo. Siempre sigo, la idea es seguir y no detenerse. Llegar para refugiarse. Llegar antes de que oscurezca, antes de que se vaya el último bondi, antes de que cierre el chino. La ciudad es un collage hostil y bizarro  que nadie sabe explicarme. Hoy vi cómo se cagaban a trompadas en Liniers uno que quería subir y otro que pugnaba por bajar. Entre todos los separamos para que el tren arranque y podamos volver a casa.

Un fuego que le surge desde las tripas.

por Diego Valeriano


Noelia prende la tele y mira las noticias de la inundación de ayer, se fija en el celu si el agua afectó al tren. El último sorbo del café con leche lo toma parada frente a la pileta de la cocina. Sale de su casa a las 6:25 y agarra justito el de y media. Esas tres cuadras las hace atenta y vigilante, con el gas pimienta en la mano. Hay días que vienen dos bondis juntos y casi que puede viajar sentada. Si no parada, soportando que la apoyen de manera impune y aburrida. Espera que la suerte la acompañe cuando pone un pie en el andén de Castelar. Ya sabe dejarse llevar por la marea para entrar al vagón. Acomoda su cuerpo para que pueda filtrarse encontrando los espacios posibles. Tolera que le toquen el orto mientras no le toquen la billetera. No deja de asombrarse de cómo a alguien se le puede parar la pija a esta hora y en este lugar. Sube la escalera en Liniers de dos en dos a pesar de no tener piernas muy largas. Corre por el puente esquivando todos los obstáculos reales e imaginarios. Choca y tira a un viejo. Pide perdón sin detenerse. No sabe si creerle al viejo en el piso. Sabe que detenerse puede implicar perder el celular o un 34. Mira de nuevo al viejo y escucha como la putea. Hoy fue afortunada, agarro un 34 de los largos, viaja sentada. Dormita escuchando su música. Son 8:18, camina por Santa Fe hasta la casa de la patrona. Llega y la señora le pide por favor que lleve al nene al jardín que se durmieron. “tomate un taxi después te doy la plata”. 28,50 hasta el kinder, tiene que volver en bondi. Camina apurada hacia la parada cuando escucha insultos. La gente se junta en la puerta de un edificio, tiene que volver pero su curiosidad puede más. Un tipo está tirado arriba de un pibe, la gente se acerca lo insulta y lo patea. También lo escupe. Le da horror lo que está viendo. Siente miedo, el pibe se parece a uno del barrio amigo de su hermano. Tiene que volver para que la señora no se enoje. Un motoquero le patea la cabeza al pobre pibe. El del puesto de diario grita que hay que matarlo. Noelia siente un fuego que le surge de las tripas. Le duele la panza y necesita hacer algo. Tiene el cuerpo tomado. Hace dos pasos y patea al pibe en el estomago. El tipo que lo cubre la mira entre asombrado y triste. Ella pide perdón y se apura en volver al trabajo.

Turba linchadora

por Diego Valeriano

El consumo libera y salvo los hippies nadie piensa que un proceso de liberación puede darse de forma pacífica. Bueno el último Perón también lo pensaba, pero ya estaba grande. Los linchamientos, los choreos, los saqueos son parte del mismo proceso. Son la cara necesaria que nadie quiere ver sobre el masivo ingreso al consumo de los de abajo. ¿Qué querían? ¿Que hagan cola de forma ordenada?
Hay formas de pensar esto que denotan una paja tremenda de las neuronas. Pensar en blancos y negros es el menor ejercicio intelectual en años. Estas formas de contar lo que pasa anda buscando apoderarse de la víctima. La nutren de desigualdad y dolor. Raro ejercicio el de victimizar a un pibe runfla. Desde sus análisis culposos pasan a ser sus mejores abogados defensores o, por lo menos, discurso político de sus abogados.
Un policía de la Bonaerense fue linchado por un grupo de vecinos porque creen que violó a una pibita del barrio. Un grupo de madres quemó la casa de un transa que envenenaba a los pibes con la peor pasta base de todas.  Un almacenero de Córdoba descargó la 9mm contra el grupo que merodeaba su comercio. Los  amigos del pibe linchado en Coronel Díaz y Charcas, cuando se enteraron de lo que pasó, dijeron “perdió”.
No sé qué hacer frente a un linchamiento, como tampoco frente a un saqueo. Creo que es importante a quién se linche y qué se saquee. Oportunismo y cinismo, como decía alguien por ahí. Mi matriz de pensamiento me impide avalarlos; la realidad hostil me impide condenarlas. Tal vez alguna vez la azarosa vida que llevamos me ponga frente a un saqueo o un linchamiento y ahí veré qué hacer. Me imagino metiéndome entre la turba linchadora, observando al linchado, mirando todo entre divertido y curioso, pegándole una patada en la pierna. Y, después, pedir que no lo maten, que ya es suficiente.

Sobre (¿el fin de?) los tres mitos de la década ganada: el consumo, las provincias y las generaciones

por Juan Pablo Maccia

Ya no preciso ir a Buenos Aires para conocer el porvenir del país: vivir en Santa Fe resulta bastante más futurista. 
Los tres elementos míticos que conformaron mi cosmovisión durante esta última década (una década que fue, para mí, de una inesperada intensidad militante: creía yo por entonces que tras el fracaso del 2001 mi vida pública había terminado) resultan abiertamente cuestionados. Estos mitos movilizadores afirman: 1- que el consumo es la vía contemporánea para producir y extender derechos tan concretos como irreversibles; 2- que en las provincias se resguarda un tesoro de comunidad y de valores; 3-  que la juventud más joven –es decir, aquella que no ha tenido la experiencia de la gran transacción neoliberal– encarna la promesa de un pueblo nuevo, la gran renovación.
Puedo contar la historia de las ilusiones (y desilusiones) políticas de mi generación a partir de una serie de conversión socio-energéticas (bien lejos del new age). Ante todo, la conversión primaveral de los primeros dos años de la recuperación democrática. Después la de la gran decepción con Alfonsín, forzada por los carapintadas y los mercados concentrados, a la hiper le siguen las expectativas con el peronismo (el realmente existente: el de Carlos Menem). Toma del cuartel de La Tablada mediante y con el derrumbe del “campo socialista” nos vimos arrastrados por la ilusión neoliberal. Yo no entré en todo eso y los años 90 fueron para mí de entera desolación. Fueron años peronistas, sí: de agrupamientos menores entre peronistas que acusábamos de traidor al PJ (lo único bueno de esos años fue viajar y conocer más de una chica interesante).
Luego vino la “resistencia”. Y de allí el vértigo del 2001. Fue la conversión callejera. Gran experiencia: piquete y cacerola, MTDs y asambleas; la fábrica recuperada y la ilusión de recomponer la patria desde abajo. Todo esto duró, más o menos, hasta Kosteski y Santillán. Cuando vi que la gente no destruía todo ante el asesinato, me deprimí. En 2003 estuve por Néstor, pero contra Duhalde: es decir, milité en contra, pero interiormente lo quería a Néstor. Lo conocía y me gustaba, pero solo en lo personal. 
Hasta el 2008 la vi por TV, siempre orgullos del chavismo, del lulismo, del castrismo, del evismo, del derecho-humanismo. Pero lo que me sacó definitivamente de la cama fue -sobre todo, pienso ahora- la cuestión del consumo. Para todos y todas. Siempre supe que el PJ traidor acechaba. Pero el peronismo vital, ese que articula sustrato afectivo y hambre de devorárselo todo era más potente. Consumo y derechos: el mejor momento, el gran invento del kirchnerismo. Ni más ni menos, la gran conversión subjetiva de millones. Cristina, la más realista, le llamó entonces “capitalismo en serio”, y alguno de nosotros comprendimos la complejidad del asunto.
Resultó ser que entre nosotros consumo con derechos no redunda en conciliación de clases sino en formula explosiva. Por un lado, porque el esquema que habilita estas políticas se sostiene en inestables ecuaciones financieras. Y por otro, porque lejos de pacificar el país el “derecho al consumo” (diferente y mejor que el derecho del consumidor) intensifica la guerra social. Lo que Diego Valeriano bautizó –cierto que tardíamente- como “la guerra por el consumo”.
Pero esta etapa, se nos dicen, terminó. ¿Cuándo? Tal vez a fines del año pasado. En la secuencia que va entre las elecciones de octubre, los apagones y auto-acuartelamientos policiales (provinciales) de diciembre, y la corrida financiera de enero. ¿Será?
Con todo, confieso, le temo a los inicios de una nueva conversión de las energías colectivas (e institucionales) a la que los medios –insensibles y reduccionistas– llaman “fin de ciclo”. Se trata, por lo que hasta acá puede percibirse, de una recodificación de los consumos por la crisis. La violencia asociada a los consumos da lugar a un reforzamiento de los aparatos de seguridad (¡¿y hasta de defensa?!). 
Y sí: de pronto el guiso se agrió. Los jóvenes se volvieron pibes peligrosos. Los consumos, sospechosos. Los barrios fueron reconstituidos por bandas. Las policías (Córdoba, Rosario) se revelaron narcos… Ya no hace falta viajar a la capital para ver el futuro: a mi provincia llegaron 2000 gendarmes militarizados. Y hubo tranquilidad (que no es poco), aunque nada cambió. Lo dijo el Papa; apareció Super-Berni; los linchamientos y hasta el generalísismo Milani.
El 24 de marzo estuve en la marcha, en Capital. Lo que vi fueron 100.000 militantes de izquierda: de la roja y de la celeste y blanca. Los primeros van a participar de la disputa sindical y política, vía el FIT de Altamira. ¿Y los otros?, ¿nosotros? ¿Vamos a hacer la conversión securitista hacia el so-sciolismo? ¿Puede una generación militante constituir fuerza sin ilusiones? ¿Cuáles son hoy las nuestras? Cierto que nada se pierde, todo se transforma. Pero tal y como lo aprendimos la última década, sin mitos lo colectivo se diluye y la política se pierde.

Estado de excepción y Ejército Turro

por Diego Valeriano


El senador provincial Mario Ishii no cesa en su idea de debatir la implementación del Servicio Militar Obligatorio. La mayoría del arco político -en especial la progresía- lo rechaza. El chivo Rossi dijo que el debate sobre el servicio militar obligatorio atrasa 20 años. Hablan que la medida seria para los NI-NI y ahí está el problema. Como siempre la discusión real pasa por otro lado.
Ishii está loco. Su medida más que atrasar es futurista. Cuando hablan de los NI-NI creo que se refieren a un numero enorme de pibes y pibas que lo único que no hacen es estudiar y trabajar formalmente. Todo lo demás lo hacen: Matan, cogen, consumen, deambulan, trabajan, arrebatan, aman, se depilan las cejas, van al bajo flores, suben fotos enfierrados, aprenden, mueren, son culisueltas, andan en moto, roban motos, se caen de las motos, toman gaseosas, venden base, inventan dialectos, vino y pastilla, miran Los Simpson, se paran de manos, van al rio…construyen de puro vitales un mundo que a su paso se va destruyendo. Son como los Hunos. Son los Hunos.
La genial Silvia Duschatzky se preguntaba ¿Qué puede una escuela? Me animo a preguntar ¿Qué puede un ejército? ¿Qué puede un ejército frente a una fuerza que lo supera en número y en moral? ¿Qué puede un cabo frente a la potencia vital, brutal y de consumo de un pibe que lo mira de costado pasándose la lengua por el piercing?
El resultado de la  ecuación seria diametralmente opuesto a lo buscado por el bueno de Mario. En poco tiempo la voracidad de los pibes se apoderaría de las barracas, del casino de oficiales, de la armería, de los cuarteles. No habría medida disciplinaria que los contenga. ¿Con que amedrentas a un pibe que se para de manos desde los 8, que vende en un puesto desde que se acuerda, que se cruza con la bonaerense cada noche de calor? No quiero ser el sargento que los quiera hacer correr.
En menos de un año el ejército mutara totalmente. Desde lo profundo de la periferia surgirá el Ejercito Turro. Que baila al ritmo saturado de una cumbia que sale del celular. Que escabia Frizze azul  y tira tiros de FAL hasta la madrugada. Soldados con la pipa Nike rapada en la nuca. Con una lagrima tatuada en la mejilla. Aguante Campo de Mayo de los pibes.

Ejercito brutal, vital, poderoso e imparable. Superior por donde se lo mire. Imperialista que no entiende de fronteras abstractas. Que defiende y ataca territorios concretos, pequeños, ficticios. Que tira cortes en la moto anunciando que viene lo peor. Imágenes por revelarse. Estado de excepción transformado en tu realidad más palpable que nunca.

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