Anarquía Coronada

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Valeriano

El mundo que se nos abre a partir del afecto // Valeriano

Esquivar el algoritmo, amarlo en silencio, rajar del entretenimiento, gozarlo sin capturarlo, desertar. Entenderlo sin tantas palabras, afectarse sin postearlo, respirar. Resucitar en Punta del Este para seguir equivocándose. Hacer un poco de silencio y que lo nombren los murales, las risas, los tatuajes, la noche, los sueños, las barricadas. Un recuerdo, algo acá en el pecho, cualquier gilada que nos de risa, el mundo que se nos abre a partir del afecto. Que el silencio amoroso se haga consigna y que no lo nombren los funcionarios corte ricotero, las tuiteras de moda, los académicos que hablan sobre su agudeza lingüística, las panelistas de sobre, los chetos que flashean fútbol. Que no lo usen como excusa, coartada, bandera, commodity. Que no digan su nombre, ni su apodo, ni su intensidad nunca más. Que nombrarlo no de inmunidad, ni fueros. Que no nos cuenten nada porque ya sabemos lo suficiente. No lo manchen, no hagan informes, no lo traduzcan. No hagan otra vez la autopsia de su cuerpo, de sus dichos, de su vida. No lo victimicen dejándolo inmóvil, pollo, objeto.  Que no sea ruido, mercancía, espectáculo, junta médica, opinión, llanto en cámara, sensibilidad de mercado. Que nadie más haga extractivismo de su cuerpo, de su manija, de nuestra memoria. 

Valeriano sin marca // Agustín J. Valle

Valeriano escribe sin marca. Sin las marcas de la identidad o perfil establecido para alguien que escribe -sin la marca de su propia conversión en «imagen» de «yo-autor». Creo que es por eso que recurre al seudónimo, no para esconderse de los otros, sino de la cristalización de sí -para no agilarse-. Aunque claro que también de los otros: escribe sin tener encima la marca de lo correcto, del berreta superyó opinal, de la moral como todo llanto. Juega libre, juega suelto. A puro olfato, instinto, rechazo: expresiones mediadas de un amor íntimo -y si se ama, se aman existencias frágiles, heridas; amar al poder es oxímoron contranatura-. Amor por lo frágil, no lo débil. Su propia posición de escritura es frágil, de tan libre, de tan suelto. Porque la marca, la marca del contrario, a la vez nos contiene, nos sirve de justificación, nos delimita el terreno que tenemos permitido… Valeriano escribe bárbaro, escritura que es música y artillería: la música de las cosas en su verdad subyacente al caretaje ¿inevitable? del cálculo y las -aspiraciones a- posiciones fijas en el juego de hablar. Sin marca, allí donde nadie supuso que habría ataque, ni juego, ni lujo. Fuera de toda estrategia, pura táctica de ocupar rápido las zonas libres (libres de la defense enemiga y de la moral amiga). Allí, sin marca, lo que cabe es el segundeo, el estar, el no hacerse el boludo. Leerlo es un viento ético para el pulso político, y un viento de corporalidad para las letras estéticas. No por poner cuerpos con obscenidad, sino palabras, lenguaje, como hendijas de ventilación de un estado de los cuerpos quemado, invisivilizado por la saturación del orden normal del lenguaje.
 
 
 

Segundeo // Diego Valeriano

Pedro escribe y algo activa, nos activa. Ale invita a Ariel a caminar la toma, lo cuida, lo banca, se escuchan y empiezan a mirar todo de otra manera. Fiorela y las amigas deciden que en esta siguen juntas, que casi no importa nada más que respirar juntas, que descubrir el aire, que llenar los pulmones de ganas cuando van en la bici. Romi sube a la moto con Gonza, se calza esa mochila naranja horrible, lo agarra fuerte de la cintura, y sin decirlo saben que esta noche larga de repartos no va a ser tan garrón como lo es casi siempre. Ine y la No Sufras algo se dicen, se inventan, se ríen, se abrazan. El segundeo es una fuerza que se construye y se conquista. Se da, se recibe, se necesita, se comparte. Es otra forma de respirar, de evitar la asfixia que nos rodea, de ponerle palabras nuevas a las cosas. 

Mirta hace ñoquis como una nueva forma de estar entre amigas, como trinchera, mimo, segundeo, refugio. Como una manera de plantarse contra la orden de desalojo, contra los bien intencionados, contra los patrulleros que siguen ahí nomás. Se levanta bien temprano y mientras amasa sueña en cómo habitar la tierra nueva que por ahora solo tiene pallets, bolsas, chapas y palos. Esta tierra nueva llena amigas nuevas, amores nuevos, hijes de todas. Habitar, cocinar, caminar, escribir, seguir juntas, activar, estar en las bravas, descubrir nuevas complicidades. Enhebrar afectos, palabras y sensaciones comunes. 

En el segundeo se expresa la rareza de unas apuestas y sus desvíos impredecibles; en lugar de la ideología, irrumpe el deseo y su campo estratégico. Es el reverso de la militancia, de la inmovilidad, de la obediencia. Segundear no es un favor, no es darle una mano a alguien, ni voluntad de transformación: es una tarea vital, un gesto anímico, real, posible. Es un momento de libertad, una manija única, compartir algo. Es hacernos cargo de una especie de necesidad vital en medio de todo esto que es horrible, mezquino y cruel. Se segundea porque no se puede hacer otra cosa, porque es lo que hay, porque algo arranca, se activa, camina, se enlaza, crece. Porque es una fuerza imparable capaz de cambiarnos de una vez y para siempre.

(Imagen: El grito del sur)

Domingo de resurrección // Diego Valeriano

Hay vida más allá del pacto de encerrarnos, cuidarnos, preocuparnos, vigilantearnos. Hay formas de entender más allá de cheto, Alberto, Italia, aplausos, balcones, Estado presente, hacer la tarea con Tomi. También hay pasillos, almacenes sin débito, necesidad de fiesta, vagar sin sentido, cambiar la garrafa, cajeros vacíos. Hay padrastros, desconfianzas, refugiados. Hay comida pero no hay billete. 

Hay formas de entender la cuarentena: semana santa, domingo de resurrección, enamorarse del encierro, cuidar a quien siempre nos quiso, sesión por skype, leer lo que tengo atrasado, cocinar rico. Hay, también, una secuencia que se repite: pibas y pibes agitandola, ágiles y pillos frente a los territorios explotados, a las ciudades parapetadas, a los piquetes abundantes de ratis. Super atrevidos en el goce, entrenadas en cómo plantarse frente a la violencia económica, policial, machista. 

Hay iglesias, templos, centros comunitarios, ejército ayudando en las villas y posteos militantes. Hay quienes insisten en nombrar las cosas como otra forma más de apropiarse de ellas. También hay formas de vida runflas al margen de este y cualquier pacto. Vidas insurrectas, festivas, gedes, no politizables. Siempre transitando en los límites del mercado y el estado. Hay amanecidos que ni saben qué día es hoy, chinos abiertos, asados en la vereda, ferias clandestinas. Hay desplazamientos imperceptibles, nuevas ideas y posibilidades. Hay guachas que extrañan morir un jueves y resucitar bien piola el domingo siguiente.

Valeriano: un fake contra lo bienpensante // Soledad Sgarella

Este viernes 24 a las 21 hs., se presenta en el Centro Cultural Graciela Carena un cuaderno que compila textos de Diego Valeriano, en un formato “conversación pública” con la presencia del autor y moderada por Pablo Ramos y Claudia Huergo.

Valeriano es de esos que escriben y logran, en el mismo instante, que tengas vergüenza de hacerte la progre, pegarte un chasqui de angustia en medio del pecho o hacerte llorar de emociones diversas mientras describe, por ejemplo, una esperada precandidatura.

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Foto: Marina Chena

Diego Sztulwark afirma (en el prólogo del cuaderno) que el autor muchas veces puede ser leído como un provocador o un nihilista, “cuando es el último de los poetas románticos de la presencia”. Mientras, el propio Valeriano nos dice -sin ninguna seguridad- que escribe para ciertos y ciertas cómplices, que escribe porque frente a los que opinan le gusta fabular y que escribe -un poco- para perder la forma humana.

El colaborador de La tinta y de Lobo Suelto viene el viernes al espacio cultural de la calle Alvear convidado por Emosido Engañado, “un grupo de estudio informal de Córdoba, de miembros variables, que estudian cosas que les interrogan”, según la descripción que hacen los propios participantes. A la conversación abierta también invitan el Colectivo Cordobés de Psicólogxs Comunitarixs, el Ciclo de Cine Raros Somos Todos y el programa de radio El último proletario.

La psicóloga y escritora Marina Chena es una de las congregadas a compilar y editar este cuaderno y nos cuenta: “algunos de los textos que seleccionamos ya han sidopublicados y los pusimos juntos, con algunos criterios bastante laxos en verdad pero que así reunidos tienen una densidad distinta. Si bien son muy potentes en sí mismos, puestos juntos producen un efecto de reverberancia, de caja de resonancia, se van significando o resignificando unos a otros, se intensifican.


Reunir los textos en un formato como este es un poco salvarlos de la velocidad con que todo se procesa en las redes sociales, y aunque es verdad que son un poco en sí veloces y tienen un ritmo muy agitado, nos parece importante poder proponer una pausa, detenernos a prestar atención”.


El evento promete ser un espacio de encuentro, y según les organizadores, es la invitación a una fiesta entre amigos. «Mueran por coger» es, fundamentalmente, una excusa “para que esos textos, que son tan vitales, tengan una oportunidad de ponerse en diálogo con lectoras y lectores, que salgan a la cancha y ladren”, con una bienvenida de la banda local Esencia, y con Ramos Huergo tirando algunas líneas de conversación.

Valeriano es uno de los colaboradores que más publicamos en La tinta. Probablemente porque coincidimos con Chena cuando nos dice que “es una voz muy interesante, no solo en su faz beligerante (que ya en sí misma valdría la pena para publicarlos) sino porque, en cierta forma, resensibiliza la escena social colectiva y te diría, política. Vos poder estar de acuerdo o en abierto desacuerdo con lo que dice, pero hay algo a nivel corporal, visceral, que se mueve con su lectura”.

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Foto: Marina Chena

Todo ese runflerío que ciertos sectores desprecian con tanta fuerza aparecen en su escritura con una vitalidad que no puede no afectarte, es como que te toca y a veces produce incomodidad y a veces expresa una ternura inmensa. Valeriano aporta incluso desde ese mismo registro más bien corporal, o visceral, a interpelar un cierto consenso bien pensante.


“Es fácil decir Macri gato o gobierno de chetos meritócrata. Más difícil es cuestionar la progresía -fundamentalmente intelectual- y ahí es donde más posibilidades hay de romper ese sentido común, estabilizado en un conjunto de buenas intenciones. Creemos que es ahí donde Valeriano hace mella”, dice Chena.

El prólogo de Sztulwark empieza con un contundente “amor a los reventados” de Valeriano.

Y aquí volvemos a coincidir con Chena. Esa concluyente frase “es una imagen muy acertada: no es una reivindicación ideológica, es una profunda alianza afectiva con esas vidas”.

Nos vemos el viernes.

► “Mueran por coger” de Diego Valeriano. Se presenta el viernes 24 a las 21 hs. en Emosido Engañado (Alvear 157).

*Por Soledad  Sgarella para La tintaFotos: Marina Chena.

Corrida // Diego Valeriano

Corren los pibes por los pasillos, corren los chetos por la city, corren los operadores a las pantallas de Florida, corren los pobres pocos pesos. Corre el agua y se estanca donde lo hace siempre. Corre base por los pulmones de los que ya no pueden, corre el dólar, corren rumores de saqueos en las esquinas, corre el chino a buscar los fierros, corren los ortibas a denunciar, corre el gobierno al Fondo, corren algunas a postear opiniones, corren los amanecidos a escabiar, corren los militantes a levantar sus banderas.

Corren las pibas el rumor de que son libres, corren los guachos con el fierro en la cintura, los de 6to corren a la plaza cuando se ratean. Corren los delivery para no ser cazados cuando cruzan Rivadavia. Corren las travas al gil ese que ya tienen marcado. Corre el transa a fijar el precio, corren los taxistas a uno de Uber. Corre la familia entera cuando baja del camión, corren por ocupar un terreno y corren porque saben que cuando dejen de correr van a tener que correr a los que vengan. Corre el padrastro a la guardia del Paroissien con dos tramontinas en la espalda. Corre la nena a lo de la tía, corre el banquero por el country bien temprano, corre el de la local el bondi bien temprano, corren los dirigentes contentos al instituto Patria, corren los guachines el camión regador en esos días de diciembre.

Corren y es corrida, estampida, arrebato en la calle, fuga de guita, robo en poblado, saqueo, olor a diciembre todo el año, motín en la primera, toma de escuela, pelea a muerte en el bautismo de la sobrina, lluvia de piedras al patrullero a la salida del Jesse James. Es corrida que no para y se transforma en un río gediento que empieza a arrastrar a todo lo que cruza, que rompe los bordes, que no quiere prisioneros. Corren espantados, manija, frenéticos. Corren y ya nada alcanza: ni los acuerdos con el Fondo, ni la guita al jefe de calle, ni el ajuste a los jubilados, ni el trabajador social que hace que escucha, ni el silencio cómplice de los hermanastros, ni la bondad de la maestra, ni los dólares de la abuela, ni siquiera ya, la sangre derramada.

Te cabieron las pibas // Diego Valeriano

Te cabieron las pibas y su prepotencia arrolladora. Te cabieron porque no podés explicar lo que está pasando, porque en las reuniones quedás careta. Te recabieron a vos que marchás desde hace tantos años, a vos que creés que podés tener diálogo con ellas, a vos que creés que las comprendés pero que ya no sabés qué hacer con tu taller de los sábados porque se aburren, y lo decís.

Nos recabió su feminismo intuitivo forjado en las calles, en los recreos, en las noches de escabio. En los bondis que no llegan, en el miedo en las tripas cada vez que pasan por una obra en construcción, en el asco al padrastro, en la desconfianza a la policía, en las horas en las guardias de salitas inmundas. En el segundeo ese que solo pueden hacer las que entienden todo.

Te cabió porque así son ellas, no tienen referentes, no toman prisioneros, son una fiesta que no entendemos. Porque usan la palabra, la faca, el gas pimienta, la picana y también la purpurina. Porque cuando se cruzan un pañuelo en el tren saben que es un grito de guerra.

Nos recabió a todos porque convocan al Congreso a pura intuición. Porque hacen sus banderas y sus historias de Instagram dicen mucho más que los políticos panelistas. Porque se saben lindas. Porque no respetan ni la trayectoria ni la doctrina, y la orgánica les parece algo tan viejo como nosotros.

Y ellas pasan por las aulas a convocar a otras  pibas con la prepotencia de las que saben que van con la verdad. Se ratean a  la plaza  de la estación y hacen ahí una escuela de doctrina. Dejan plantados a los pibes. Saben que la amistad es un gesto político, y  ante cada agresión no hay una respuesta sino miles.

FOTO: Colectivo Pandilla Feminista / Cosecha Roja

 

 

La fiesta no se discute // Diego Valeriano

Se roba, se planta, se arranca, se va preso. Se tira, se aguantan años encerrado, se pincha. Si hay que matar, se mata. Se aprenden códigos, se escucha a los más grandes, se practican pasos frente a la tele, se hace todo el recorrido del 269. Se pasa frío, se miente, se sale un viernes y se vuelve el domingo, se rocía con gas a los giles que son atrevidos. A veces se acompañan a comprar la píldora. Se hacen un montón de cosas, pero la fiesta no se discute.

Se gasta todo lo que se trabajó, se es generoso, se invita a las pibas, se busca a las amigas que segundean, se deambula hasta perderse. Se toma falopa sin saber que ya son las tres de la tarde. Se va al límite, se escribe la piel. Se traiciona, se caretea para pasar, no se cuida a nadie, se gede fuerte. Se vuelve peor, no se separa del mercado, es la fase superior de la guerra por el consumo.

Se va a la guardia, se rescata a los heridos, se juega la vida cada vez, se juntan los pedazos de vidrio cuando ya todos se fueron, se consuela a la madrina, se llora junto a la madre y la novia, se arranca de nuevo. Se retrocede cuidando las espaldas, se patean cabezas cuando el primer sol aparece, se aguantan los golpes con Clonazepan y escabio, se sube una historia enfierrados y a 220 por Panamericana. Se juran venganza en un post cuando termina el día. Se vuelve tambaleando a la estación sin pensar demasiado, con el recuerdo aun presente, con la sensación de que esta vez otra vez se pudo, que mañana se arranca de nuevo, que la vida es a todo ritmo y que la fiesta no se discute.

 

Pensó que podía // Diego Valeriano

Pensó que podía. Como había podido con los dos guachos cerca de la estación la primera vez, como había podido con la pibita que le dijo que hacía cualquier cosa para que el viejo no se enterara mientras lo miraba con esos ojos negros enormes, como puede ahora cuando le pone el fierro en la boca a ese gil que se creía poronga y le dice que le diga pitufo. Como ellos pueden cuando dejan liberada ciertas zonas. Él siempre pudo, siempre caminó orgulloso con su uniforme, siempre creyó que hay que ser bien macho y tener huevos para andar enfierrado. Siempre lo creyó, siempre lo quiso. No cualquiera es policía local y se hace respetar así, piensa mientras camina haciendo algún trabajito extra en el centro de Avellaneda. No cualquiera se hace respetar a pesar de ser de la local, de esa boina de mierda que no quiere usar. A pesar de ser pitufo, de ser un poco gordo, de no ser policía del todo. No cualquiera sabe caminar de tal manera que el jefe de calle de la 1ra. confíe en él. No cualquiera ante un grito lleva la mano a la cintura, apunta y tira. Todo transcurre en un segundo. Grito, mano a la cintura, no duda y listo.

Él puede, ellos pueden, siempre se puede. Así lo aprendió desde hace cuatro años cuando se metió en la local y todo mejoró. Dejó de cortar pasto, empezó a tener un sueldo y algunos mangos extras, pudo por fin viajar y visitar a su hermano en Salta. Luis camina hacia el pibe que se desangra en la calle, apenas puede respirar y siente como todo el cuerpo se le llena de sangre.

Pablo mira que a unos metros un gordito con una 9 mm le sigue apuntando y camina hacia él. No puede creer que ese gordo cara de gil sea quien lo hizo perder, ni rati parece, parece ¿a quién se parece? ¿Por qué la va de justiciero? Intenta moverse, el cuerpo ya no responde. Piensa en Ivonne, en cómo la hace renegar, en las cosas que le va a decir cuando vuelva a la casa. También piensa en Valentina aunque hace mucho que no la ve. Piensa que ahora está solo. Piensa que no le duele nada. Siente mucho frío a pesar de la sangre hirviendo que corre por todo su cuerpo para escaparse. Siente orgullo también, no lo agarraron como a un gil. Y él vuelve mejor, vuelve grande. Va a caminar por esos pasillos que siempre soñó, con dos tiros. Va a caminar erguido, bien plantado, lo van a respetar. Va a ser paciente, va a conocer gente grande, va a aprender a escuchar, y después de unos pares de años va a volver al barrio, pero con un nombre, listo para lo que sigue.

A veces // Diego Valeriano

 

A veces, por la noche, caminamos por Rivadavia hacia el Congreso, caminamos juntos y creemos que puede ser, que esta vez puede ser. La noche está hermosa, a cada paso se van sumando amigos, conocidas, cercanos y hasta parientes que hace mucho que no vemos. Mandamos fotos, audios para que vengan, les gritamos a las doñas que miran desde los balcones para que bajen, que se unan, y el ruido de las cacerolas cada vez se hace más fuerte. A veces sentimos que puede pasar, que toda la bronca acumulada comienza a brotar y sale a la calle. Nos abrazamos, wasapeamos, cantamos y casi ni podemos creer que esté pasando lo que está pasando. A veces nos cruzamos a muchos que ya vimos en otras marchas, a una chica con la remera de Madres, a unos flacos que la agitan en los cortes de luz de hace dos veranos, a dos minas que siempre postean cosas de feminismo y creemos ver a una viejita que a la tarde se había parado delante de la infantería con un cartelito.

A veces nos emocionamos, nos apuramos, escribimos de manera ansiosa como si fuera importante, bajamos atolondrados para ir a Plaza de Mayo, mandamos videos de alguna esquina, llevamos limones, puteamos a la tele y dejamos de comprar por un tiempo en la esquina porque aún hoy el gordo sigue bancando a Macri. A veces nos caen simpáticos los troskos, hablamos sobre los pueblos originarios, retuitiamos a Evo, puteamos a la minería a cielo abierto, les creemos a algunos, posteamos fotos de infiltrados, compartimos opiniones de Errejón, le mandamos a un amigo una nota de Lobo, no nos olvidamos de Santiago y decimos que ante todo la respuesta tiene que ser pacífica, que el pueblo en las calles no sé qué, que no hay que entrar en provocaciones, que la violencia solo le conviene al gobierno.

A veces creemos que lo del lunes fue tremendo, que fue posible, una gesta que pasa a formar parte del acervo colectivo de las luchas sociales, que se dio un paso fundamental, que están heridos de muerte, que siempre en diciembre, que el malestar social llegó para quedarse, que nuestra violencia es existir, que no los va a salvar ni el blindaje mediático, que adonde vayan los iremos a buscar.

A veces pasan muchos días para que todo se normalice, a veces no, con una semana basta. A veces no recordamos los nombres de nuestros muertos y a veces solo los recordamos según quien sea el victimario. A veces el confort nos debilita, las profecías se cumplen, el impulso dura poco, prendemos el aire, leemos algo, puteamos en redes y aceptamos las derrotas de manera plácida y gozosa.

 

Foto de Emergentes

Necesitamos // Diego Valeriano

Necesitamos seguir sin aceptar lo que pasa, entender que a partir de mañana no puede ser un día más, necesitamos saber que estamos en guerra y atravesados de palabras inútiles, de una cantidad demente de palabras e imágenes que al pedo nos tranquilizan. Necesitamos que el cuerpo hable, que la excitación sea incontenible, dormir mal, que el miedo nos guíe, ser bellamente resentidos y esta vez no retroceder.

Necesitamos saqueos, un par de patrulleros quemados, que la gendarmería retroceda, que los enfrentamientos sean sin banderas y que el runflerío sea vanguardia. Necesitamos no volver al barrio, esperar que amanezca cerca de la estación, retomar fuerzas en el chino y cambiarnos la remera. Necesitamos sumar a los gedientos, a las turras, a la piba que odia al nene que cuida, a los que se ponen la remera como capucha en segundos, a las travas que caminan Zeballos, a los que cuando forma infantería se paran adelante agitando los brazos, a los que no tienen miedo de lastimar a otro, a Facu y León que solo quieren vivir lo que les contaron. Necesitamos que la vida cotidiana se rompa, que los ortibas no puedan, que la pelea sea familiar, oler el miedo de los caretas, que desertar sea un gesto, que navidad sea un garrón y que antes de año nuevo el calor y el asco pudran todo un poco más.

Necesitamos que ellos tengan miedo al volver a su casa, que desconfíen de sus vecinos, que hablen en voz baja por miedo. Necesitamos que las batallas crezcan lejos de la plaza, que broten donde nadie se la espera, que Claudio sospeche que los pibes de la esquina lo van a saquear en cuanto puedan, que tengan que ir con el uniforme en el bolso hasta Campo de Mayo, que en la fiesta de tan manija que están arranquen para otro lado, que los de la local agachen la mirada cuando los pibes pasan todo arrogantes frente a ellos, que les re cabió.

Necesitamos que crezca el rumor excitado de diciembre, el olor a zanja y pólvora, el neoliberalismo de los de abajo que nunca paró de latir, necesitamos saber que es posible deambular hasta rodearlos, que no importa donde pongan las vallas, que no les va a alcanzar todo su poderío porque las pibas son imparables. Necesitamos creer que ahora sí, que no importa la votación en diputados, que hay que brindar cada vez que se pueda, que es diciembre y que tal vez con esto, esta vez alcance.

Combates // Diego Valeriano

Al pibe lo rodean entre siete gendarmes, lo patean, lo escupen y lo arrastran. Claudio a esa hora está con su mujer atendiendo el almacén. No tiene tiempo ni para mirar la tele y chusmea de reojo lo que pasa en el Centro. Ella tampoco tiene tiempo, pero está más atenta. Mira fijo, se le empiezan a tensar las manos, el cuerpo se dispone de golpe como para una guerra, el pibe parece llorar sin consuelo, y ella, aunque no lo note, sonríe.

 

Hay quienes no pueden más de ortiba -andan así por la vida señalando a otros desde arriba de un patrullero-, politizan su vida cotidiana con la convicción de que es mejor que nos gobiernen los ricos porque no roban, asegurando que el orden es el principio de todo, diciendo que no quieren mantener vagos, posteando odio, catando pobres, denunciando a los guachines que pasaron con el carro revolviendo todo y dejando un desastre.

 

Marcela no quiere que Mavie sea parte del centro de estudiantes A la escuela se va a estudiar, le repite como un mantra, y cada vez que puede le dice que Santiago no tenia nada que hacer ahí, en el sur, tan lejos. Ahora mira la tele y está esperando que Mavie vuelva de rendir una de las tantas que se llevó para decirle lo que piensa de esos pibes, que no sabe de donde sacan tiempo para ir a romper todo al Congreso.

 

De soberbios no la vimos venir, sobreactuamos, no prestamos la atención suficiente cuando la abuela decía que había que matar a todos, cuando la mujer que ayuda en casa se quejaba que la AUH no le tocaba a ella, cuando Isabel asentía cada cosa que decía Feimann, cada vez que el gordo de la rotisería festejaba un pibe muerto. No vimos esto por culpa nuestra,  por justificar cualquier cosa, por militar para la jefa y no saber cómo se llama el vecino de al lado de la básica, por postear 30001, porque en el 2015 no nos dejaron opciones, por creer que era fácil, por solo recordar algunos muertos, por asegurar que todos son lo mismo, por vomitar nuestra indignación lejos de los combates,  por creer que somos mejores, por no entender que las peleas no se empiezan a ganar en las plazas sino muchísimo antes, aunque este lunes hay que estar.

 

Estos dos años de Macri // Diego Valeriano

Las viejas que quedaron solas y ya nadie visita, los policías exonerados, la tía Raquel, las dos pibas de la Franja que están en la mesita, mi mamá que se la pasa en Facebook compartiendo denuncias de corrupción y perritos perdidos, uno que es planta en el Concejo Deliberante de Pilar desde el 83, los que llaman al 911 una vez al mes,  Mirian a la que hacían movilizar y aun así muchas veces le descontaban, la odontóloga que se gano lo que tiene trabajando, las que jamás van a tener plantas en su patio, los que temen a los borrachos un lunes tipo 7, los porongueados por la orga, las que escuchan a Baby, los que tuvieron que ir obligados a la fiesta de Ottavis un fin de año, los que mandan videos al grupo de wasap, la vecina del Rulo que vio cómo cambió el auto cada año con la guita de la cooperativa, los machos, las chetas, Mariana Fabbiani, los que abrazan la catedral, las que no se llevan materias, los que nacieron así, las inspectoras de escuela, los que estudian para tener una salida laboral, los que se alegran creyendo que se agudizan las contradicciones, los que dicen periferia, las que se anotan en marketing, los que odian las ferias, los que cagan encima cuando quedan solos en el vagón con tres africanos, las que dicen feminazi, los que se creen emprendedores, las que se conmueven con cada atentado de ISIS, el gordo Miguel que de tantas veces que lo robaron se terminó comprando un fierro, las que creen que mantienen vagos, los que festejan que se ahogó, Abril que por fin tiene cloacas, los abogados penalistas, los que se les cumplió la profecía, las que hablan de educación de calidad, los anti aborto, las que creen lo de la RAM, los que odian a los trapitos, los trapitos educados, tu prima que habla de narcotráfico como si supiera, los que hacen la compra del mes en el hiper aprovechando los descuentos del Banco Provincia, las que tienen el corazón lleno de odio de clase, los cagones, las que miran la vida desde un patrullero y los dueños de cervecerías artesanales están contentos con estos dos años de Macri.

Tenemos // Diego Valeriano

Tenemos cosas que no sirven para nada, miles de marchas, posteos, banderas, lecturas e indignaciones. Tenemos la urgencia de decir algo, de acomodar lo que pasa a lo que ya creíamos, tenemos sábados enteros intentando que algo cambie, tenemos la necesidad de escucharnos y leernos. También tenemos remeras, un diciembre que casi se pudo, recitales gratuitos, mártires que ni conocimos y universidades populares.

Tenemos ganas de insistir a pesar de no ganar nunca, de festejar derrotas, de redimir a los demás, de hermanarnos con los oprimidos, de decir que nos gustaría vivir en La Matanza, de justificar cualquier cosa, de cometer delitos sin dejar de estar cómodos, de hacer talleres, de sentirnos bien diciendo que todo es político y también tenemos posteada una foto de una nena con un cartelito en la última marcha del 24.

Tenemos presos políticos, escritos urgentes sobre la revolución, militantes que dicen ser amenazados, desaparecidos, bibliotecas populares, discusiones estériles y un Che en algún rincón del departamento. Tenemos amigas que hablan de pedagogía, gente que habla por los demás, muestras de arte comprometido, miedo en Laferrere por la noche y la necesidad de mirarle la biblioteca cuando visitamos a alguien.

Tenemos que darnos cuenta de que los cambios nunca se producen como planificamos, que hay más vino y sustancia que otra cosa, que ya estás grande para sostener los dedos en v en cada foto. Tenemos que dejar de creer tanto en eso que leímos, en el heroísmo, en nuestra voluntad y más en los guachos. Tenemos que entender que solo somos parte de una constelación de afectos, que hay que estar para cuando sea necesario, que todo esto es pura suerte y que organizarse está bien, pero que tampoco es para tanto, solo hasta ahí nomás.

Tenemos dos años de Macri, que hacernos cargo que todo esto nos re cabió, que al final el gordo ortiba de la rotisería tenía razón, que nada alcanza, que nada sirve, que tal vez sea hora de cambiar porque ya no convencemos a nadie, aunque el algoritmo de Facebook nos haga creer otra cosa.

Reivindicar diciembre // Diego Valeriano

Reivindicar que las pibas quieren ser grandes, que el calor subleva, que los chinos tienen miedo, que cuando cruzás el Camino de Cintura sentís que un nervio espacial se activa, que sube la temperatura en el 338 y que a los guachines no los para nadie. Reivindicar que los veranos son más veranos en el Reconquista, las piletas de agua salada de Ruta 4, los camping sindicales, la pelopincho en la vereda, los asado de falda casi imposibles, el corte de Vergara para que venga Edenor y las cervezas hasta atontarnos en el quiosco de Raquel.

Reivindicar que pibas y guachos se segundean, que les gusta escuchar historias del 2001, que merodean el COTO de Ciudadela, que sueñan con que se la van a dar. Reivindicar la complicidad silenciosa de los gedientos, que la maestra, el educador y la trabajadora social están en modo vacaciones y ya no molestan, que la policía está preocupada para ver si le saca unos mangos a alguien, que el deambular de los pibes es peligroso, que los parientes se juntan, que sale Yamil, que en la unidad básica ahora venden cohetes, que van a bajar mercadería al barrio y que la militancia también es mercadería.

Reivindicar que diciembre puede ser de la pibas y pibes, que no se van a quedar quietos, que todo puede ser posible, que en sus nervios hay mensajes urgentes del futuro. Reivindicar las motos tirando corte el domingo a la madrugada, el vodka con jugo en la plaza, los shorcitos diminutos y desafiantes, la violencia insurreccional que se desata en un 15 en Castillo, los saqueos sin códigos a los comercios del barrio. Reivindicar el neoliberalismo de los pibes como un ataque a muerte a la realidad, como un intento de abandonar las formas de vida careta que gobiernan. Reivindicar que un pibe en un saqueo dice mucho más de política que cualquier discurso, que cualquier político en un panel de canal de noticias, que cualquier posteo.

 

Rafael Nahuel // Diego Valeriano

Nahuel corre por el bosque, por los pasillos del bajo, a todo ritmo en la Honda 100 por Ruta 4, salta del  Urquiza en movimiento, esquiva los de seguridad del Sarmiento, se planta unos pares de veces con lo de la local. Corre y le quema la garganta de odio, está  agitado pero no puede detenerse.

Tiene un disparo de prefectura que le quema desde abajo, un puntazo en las costillas que le dieron en Olmos, los ojos blancos de fumar base, tiene bastonazos de la montada cada vez que intenta ir a ver a Boca, un acuerdo con los de la primera para trabajar para ellos, tiene una marca en el hombro de cuando vendía plantas, también tiene los ojos que le explotan por las lágrimas contenidas cuando la mamá le jura que ahora su novio cambio.

Nahuel tiene un hijo, la necesidad de pelear, el ceño fruncido, varias noches encerrado, muchos golpes, la duda de cuál fue la suerte de una pibita que no vio más, tiene una bala alojada en el cuerpo, amigos muertos, corazones ortiba que lo señalan, apenas una casilla en el fondo y el cuero curtido de tantas mentiras.

Nahuel tiene una pelea casi perdida, tiene esa certeza cuando ve a los camiones, las tanquetas y el armamento, cuando vuela en la moto con los dos patrulleros atrás, cuando corre y sabe que ya lo alcanzan y lo linchan. Nahuel tiene la necesidad de no rendirse, convicciones urgentes, el mismo enemigo en cada lugar. Tiene un nombre y pasado del que está orgulloso y un abuelo que según le contaron tuvo su misma suerte.

 

Lo único que realmente empuja // Diego Valeriano

Desde el desalojo de Once, Rosa y Abdoulaye casi que ni se ven. Él no pudo más y hace pozos para una contratista de Edenor, y ella, cansada del Sarmiento, cuida a una señora en Merlo. A veces se encuentran los sábados o domingos en algúna parte de la ciudad, en Liniers o en Puerto Madero. Pasean, se ríen, a veces lloran, a veces duermen la siesta juntos. De la pensión de Constitución a Mariló hay mucho más que subtes, trenes y bondis. Hay un mundo inmenso que los distancia, los une y los consolida en sus creencias. Nunca les gustó mucho recordar, pero cuando se ven les vuelve esa sensación de cuando se encontraban en la recova. Ahí debajo y de espaldas a Jujuy, todo arrancaba. Saben que cualquier barrio de Asunción es África, y también Libertad, Bañado Norte, Catán o Leloir cuando el 269 lo pasa de punta a punta, cuando cruza el Reconquista. Senegal está lejos, muy lejos, y Abdoulaye ya aprendió que no puede volver, pero siempre puede wasapear con su hermano que está en Barcelona.

Ciertas vidas caretas no entienden que deambular es un delirio que estructura ideología. Viaje, formación y acción que se formulan interrogantes, que resisten de verdad, que hacen que se pelee la calle como si la revolución fuera posible. Se sale de una manera y se llega con otra plenitud distinta de la que se salió, aunque nunca se llega del todo. Las ideas son fáciles, pero de una construcción riesgosa. Lo que saben los cuerpos solo lo aprenden deambulando.

La guacha le da besos y ya casi no lo tolera. Él insiste en bajar en Flores, que ella lo espere y él se meta en los pasillos para hacer lo que tiene que hacer.  Los dos se sientan entre las bicicletas mientras dejan pasar las estaciones y la Champion satura desde el teléfono. Vienen desde Casanova y seguro que esa afinidad que los entrelaza la construyeron en un viaje. Tal vez se queden en la plaza de Flores y jamás lleguen al Bajo, tal vez sigan sin rumbo de manera inquieta, tal vez vuelvan a Casanova donde la mamá espera.

Lo que se cree, se vive, se arma o desarma es en función de modos de viajar, es efecto de los avatares del deambular. Las raras esperanzas anudadas de La Paz a Olmos, tomar un café con leche en Retiro stalkeando a los que se quedaron en Lima, ranchar en Paternal porque a Sol y Verde casi que no se quiere volver, los miles de kilómetros con el corazón en la mano, la certeza de que mirar para atrás es claudicar cuando se observa el mar en el invierno de Gessel, extrañar a Rosa cada sábado que no la ve es asumir sin andar diciéndolo por ahí que deambular es lo único que realmente empuja a resistir de manera genuina, a construir verdaderas ideas transformadoras, a ser vanguardia de las luchas futuras, a traspasar los propios límites.

2017-11-21

Macri nos re cabió // Diego Valeriano

Nos re cabió porque no entendemos, no sabemos, no queremos corrernos de la comodidad militante. Porque nos importa la víctima según quien sea el victimario, porque justificamos atrocidades espantosas y hasta las perdonamos. Porque hablamos de Clarín, porque no supimos dejar de cantar canciones que estaban bien hace 20 años, pero ya no. Porque mientras matan a una pibita hablamos del codificado.

Macri nos re cabio porque no sabemos escuchar a los que no hablan florido, porque manejamos planes, bolsones y subsidios, porque leemos cosas que ya son inverosímiles, porque despreciamos el miedo de una vieja cuando baja el sol en Morris. Porque de modernos que somos ya somos antiguos, porque queremos querer vidas heroicas. Porque Macri es la cultura y nosotros solo posteadores seriales de temas que no sabemos.

Nos re cabió porque creemos que si una vida es política tiene más valor, porque decimos cuadro político, compañero, estadista y algunos dicen jefa. Porque no nos reímos tanto, porque somos banales. Porque cuando el carnicero dice que hay que matar a todos le hablamos de derechos, escuela pública y posibilidades. Porque movilizamos como antídoto de todo, porque la revolución dejó de tener realidad práctica, porque estamos atravesados por una cantidad demente de palabras e imágenes.

Y porque casi que no dijiste nada por Luciano, porque usaron a Dario y Maxi. Porque por cualquier cosa hablamos de la dictadura, porque estamos solos, porque decimos demasiadas veces neoliberalismo, porque no entendimos y ellos sí, por eso nos re cabió. Porque es la tecnología y no la ideología. Porque creímos que todas nuestras miserias políticas eran buenas en pos de algo superior, porque hablamos en nombre de los otros. Porque creemos en la educación como herramienta de transformación, porque tercerizamos supuestos dolores, porque hacemos talleres en los barrios una vez por semana, porque casi todos nosotros somos empleados estatales.

Macri nos re cabió porque no todo se discute. Porque perdimos espontaneidad, porque hay sensibilidades que no se explican y sin embargo están, porque no vimos las constelaciones de afectos posibles. Porque desaprovechamos la oportunidad que tuvimos ese diciembre, porque todo esto es pura suerte, porque resistir es algo más de lo que estamos haciendo y porque no nos hacemos cargo de que hay lugares a los que nunca volveremos, aunque siempre volvamos.

2017-11-14

¿Quién necesita una revolución? // Diego Valeriano

Sin duda alguna los guachines, que de sueltos que andan molestan por igual a caretas y piolas, necesitan una revolución contra el adultismo agobiante que hace y habla por ellos, que los quiere proteger y siempre les recabe. Necesitan una revolución para correr el camión regador en las tardes de calor, para trepar al tren en cualquier estación, para seguir haciendo cualquiera en la escuela, para no aburrirse en esos talleres tediosos, para bajar a piedrazos a los que se suben al patrullero y proyectan de manera altruista futuro, amor del más puro, cuidados y educación. Necesitan una revolución sangrienta que termine de una vez por todas con la psicóloga, el trabajador social, la secretaria del juzgado y el educador militante.

Alejandra también la necesita, antes que nada para vengar la muerte de Marquitos y Lucas, para que alguien le crea alguna vez, porque le duele y sabe quién fue. Porque ella, de sincera que es, a veces miente o fabula que no es igual pero muy pocos entienden la diferencia. Necesita una revolución y así poder juntar a todos los pibes que ranchan en las estaciones del San Martín. Necesita una casa más grande, más vínculos collage, postear su dolor, que entiendan su deambular y sus ganas de festejarle los 15 a la Mili aunque ya tenga 18.

La nena de 9 que solo quiere crecer para vengarse, los transas, los delivery, el pibe que junta los bidones de pis de las viejas, el gede que pasea perros para seguir insistiendo en la fiesta, las chicas que esperan en Zeballos, Milton que hace de campana, las turras que desertan, la parejita de pibitos que se daban besos y odiaban con la misma intensidad de Morón a Flores, los que venden pollitos pintados en la estación de José C. Paz y la doña que se hizo cargo de todo el negocio cuando el hijo le quedó preso necesitan una revolución. Pero esta vez y de una vez por todas necesitan una que sea inmediata, voraz, genuina y ante todo una fiesta, porque para sacrificios, esperas y giladas ya tienen sus días.

Macri es la cultura // Diego Valeriano

Macri es la cultura porque de este lado no somos nada. Apenas somos una obra de teatro comprometida en algún centro cultural, una radio comunitaria con subsidios y sin oyentes, un taller de algo que ya se desgastó de tanto corregirlo y buscarle financiamiento, un pobre blog. Apenas un encuentro con algunos pibes del barrio, con los más fáciles, con esos que te escuchan con tal de cobrar una beca. Una biblioteca popular llena de libros donados que lo único que tiene para ofrecer es dignidad y solemnidad, justo ahí donde lo único bueno pasa a la noche cuando se olvidan esas dos cosas.

Macri es la cultura porque el Indio ahora opina y además al muy cagón ni siquiera le da regalarnos el único espacio vital que nos quedaba. Macri es la cultura porque de tanto militar nos olvidamos de la gestión política de nuestras vidas, porque nuestros compañeros de rebelión, escabio y calle desviaron algunos recursos, se volvieron caretas y dejaron de juntarse donde podían pasar las cosas, porque ya no segundean, porque envejecimos nosotros también y no supimos.

Hay un montón de corazones ortiba que quieren tranquilidad, poder armar su CV, postear sin saber, tener una carrera, algo de público, leer libros, opinar sobre arte, un poquitín de reconocimiento, que les festejen sus obviedades y mantener ciertos rituales privados. Macri es la cultura porque entienden cómo somos y saben qué hacer con eso. Macri es la cultura porque ya casi nadie quiere intensidad épica, y porque esa intensidad no fue genuina.

Macri será la cultura mientras sigamos abrazados a la inmediatez, a aquello que aún no es efectivamente real, mientras no nos hagamos cargo de que todo esto es pura suerte, hasta que la vida tal cual es se refleje por fin de algún modo, aunque más no sea como una estrategia de visibilidad que lo deforme todo. Como un espejo retorcido, peposo, cínico e irónico que muestre lo gede, guachín y piba que tenemos que ser para transformarnos en máquinas de guerra.

 

Los que van a seguir resistiendo // Diego Valeriano

Las genuinas, los que no tienen jefa, la familia de Santiago, los que tiran rimas en el Sarmiento y no van al 5to. Las que desertan, las familias enteras en una motito por Ruta 4, los desplazados que se curten en el viaje, los sinceros, las pibas que esconden a las amigas ante cada ataque. La casilla en el fondo del terreno de tu abuela, los que se tatúan al Che en una gamba, las dos pibas que se clavan unos shorcitos diminutos y viajan de Catán a Flores porque ahí está la fiesta. Los que no quieren salvarse solos, los gedes de 40 que van y van, Hebe, los que odian la cumbia cheta, los que no denuncian ni las injusticias, la Flaca que insiste con su maternaje de todos los pibes que la necesitan. Los que consumen para liberarse.

Los que seguirán saben que no hay que dar cabida a las resistencias impostadas ni creer en las luchas configuradas por convenciones estandarizadas. Resistir es otra cosa, es segundear -como dice Andrés-, es tirar una soga, compartir nuevas posibilidades, abandonar la careteada política. Es renegar de todo lo leído, dejar de creer que se es mejor.

La piba que se hartó del padrastro y se escapó, los que se ríen de los que tienen que ir a la marcha, los que siempre están ahí, los que convidan. La doña con la foto de Cristina en la copa de leche, las que abortan, los que no hacen cuentas a la hora de poner guita, los guachos que esquivan los controles de la local tirando cortes, los que dan el asiento aunque el cuerpo no les dé más. Las que se asquearon de la política, los traicionados, los pibes que hacen el mural de los 30.000 en Don Orione, los que se enteran el sábado que el domingo se vota, las madres, Mara usando su cuerpo para que Ludmila sea feliz, los guachines que no tienen miedo.

Los que van a seguir resistiendo no son caretas, no avisan, no opinan, no lo andan posteando, no saben, no tienen lectura crítica de nada, no son coherentes, casi ni lo decidieron. Para los que aún resisten, hacerlo es pura suerte y solo tiene algún sentido si forman parte de una constelación de afectos, afectos como fuerzas capaces de torcer ciertos modos de existencia.

Agite y saqueo en los barrios

Por Diego Valeriano

 


Agite y saqueos en varios barrios. Hay gente agitando, siempre la hay. Parece que en Bariloche hay unos grupitos medio anarcos, que agitaron bastante. Y cierta debilidad del gobernador, después de la muerte de Soria a manos de su esposa. Después, descontrol absoluto. Es decir, “efecto contagio”. ¿Cómo entender esta capacidad de contagio sin echar una mirada a las periferias hiper violentas, consumistas y sin estado?  ¿Sin estado?  Digámoslo así: se trata de territorios a los que el estado llega siempre “después”. Es siempre después que llega la policía, los planes, los funcionarios. Mientras tanto, alcanza con la presencia de diez pibes agitando en cualquier asentamiento o villa de las ciudades para que en media hora se acumulen unos cincuenta pibes frente a un super. Luego, el trabajo es de la tele. Las imágenes son las que contagian y arman clima. Y a la hora, pueden ser ya trescientas personas. La policía ni controla, ni reprime, y entonces nuevamente la tele y los rumores, y así…

¿Un nuevo conflicto social? Ante todo una forma de vida que se fue constituyendo en los últimos diez años: territorios dominados por mafias, oportunismo e intercambios. Nuestras formas de vida son así superdesbordantes y violentas. Los saqueos de estos días son solo una manifestación entre otras. Como en otro momento lo es la hinchada de boca rompiendo todo, o los afanos en los barrios, o los enfrentamientos a piedrazos entre dos banditas del conurbano. Hay un modo de vida runfla-droga-guita-planes-feria-tecnología-estado ausente en lo capilar-conflictiva-violenta.

Las organizaciones sociales no existen más. Por lo menos desde el 2004 dejaron de ser una realidad viva y autónoma en el conglomerado suburbano bonaerense. Se fueron transformando en pymes: ya no son sujeto de nada. Nada las conmueve, nada las interpela. De hecho, no hacen nada. Y por lo tanto no le disputan tampoco el territorio a nadie en ningún lado. Ante el “nuevo conflicto social”, son espectadores. De vez en vez, corren presurosos para la foto, con sus banderas y símbolos. Son pocos. Son grupos parapetados para sumarse a los reclamos de otros. Hacen política desde los “otros”, y no como muestra de solidaridad: juegan a hacer política. Esperan ansiosos a que pase algo para movilizar, discutir y poner todo su cotillón al servicio de los reclamos. En las últimas grandes luchas urbanas han permanecido prácticamente ajenas.

Las luchas hoy son llevadas adelante por un nuevo tipo de “ciudadanía popular”. De Susana Trimarco a los vecinos de caballito; de las asambleas ambientales a los familiares de contra el gatillo fácil o los grupos pro abortistas y las minorías sexuales. Se trata de grupos o personas que disputan efectivamente el espacio público y el sentido común. Que buscan la protección estatal, siempre. Y la ampliación de derechos. Buscan justicia, reconocimiento social o bien resguardo de sus privilegios. Su potencia reside en la no-representación, como así también en la no-afiliación. Porque tanto la representación como la afiliación restan potencia. Por un lado, al encuadrar dentro de un grupo, por otro al desprestigiar su reclamo. 

¿Existe posibilidad de politizar el nuevo conflicto social? Ante todo hay que adoptar un diagnóstico certero. Un tipo de neoliberalismo popular gestionado de modo informal por instituciones del estado con mucha guita en negro, negocio narco que financia campañas electorales; gestión policial de estos territorios, participación de jueces en esta trama: se trata de una trama cada vez más violenta, porque va depredando al ritmo del crecimiento del consumo.

Serie Año Nuevo: Capitalismo Runfla 2

El pueblo

por Diego Valeriano

En la periferia de la ciudad se inauguraron unas 30 cuadras nuevas de asfalto, y el Intendente visitó casa por casa a hablar con los vecinos. Caminata, golpes de puerta, conversación con los vecinos. La recepción es excelente. Los vecinos todos, de muy buena manera, contentos y agradecidos.

Acompañando a las autoridades, va un puntero que presenta a la gente al Intendente. Todos lo saludan. Se nota que es un referente fuerte del barrio.


En una de las cuadras está la casa del hermano del puntero. La mujer del chabón se pone a hablar el intendente de un modo super amable. Le dice que su cuñado es un garca, que si bien con el Intendente y los concejales está todo bien, su cuñado es lo peor de lo peor, que cagó a mucha gente del barrio (hermano y mujer militan para el Intendente). En eso sale el marido (hermano del puntero, allí presente), y saluda al Intendente de la mejor manera, y al mismo tiempo empieza a putear a su hermano, lo amenaza feo. Cruce de puteadas, las manos van y vienen; se alejan unos metros. Empieza a salir gente de todos lados: pibes, perros, viajas que esperaban al Intendente. De las puteadas se pasan a los puños. Había varios de la comitiva oficial que querían separarlos; los apartan amablemente. La mujer-cuñada del puntero pide disculpas al intendente por la situación y se mete en su casa.

La pelea es ya una batalla campal. El puntero y uno más que estaba con él cobran de lo lindo, van hasta el auto y sacan unos palas, encaran y vuelven a cobrar. Los pibitos corren felices y a los gritos; la gente sale de sus casas y le pide fotos al intendente que ya sale de la secuencia; la cuñada del puntero sale de su casa con una recortada gritando “el que toca a mi marido se va a comer un tiro”; de enfrente una vieja que debía andar por los 70 sale con una cadena de moto y empieza a putear a la de la recortada; unos cinco pibes ya un poco mas grandes empiezan a tirar cohetes para sumar desconcierto. El puntero y su secuaz van y vienen de los golpes que reciben. Hay muchos más, pero solo les pegan a ellos. Ni a funcionarios, ni a empleados ni a nadie más. Los agarran y los tiran en una zanja. Se escuchan tiros (¿o son solo petardos?). Ya en la calle debe haber unas 100 personas. Llega la policía, y los funcionarios y militantes se van yendo. Sólo queda el sonido de la cumbia a todo lo que da, en mescolanza con la sirena de los patrulleros.

Serie Año Nuevo. Capitalismo Runfla: 3

La organización social no existe más

Por Diego Valeriano


Pienso en qué fue lo que pasó con las organizaciones sociales. Se me ocurre poco: una intuición, una molestia incordiosa. 
Sea la organización contra el hambre y el neoliberalismo; sea la reacción ante la falta de cultura o de educación para el pueblo, veo siempre la misma cosa y es más o menos así: las organizaciones sociales se arman y viven en función de darle de comer a los pibes, educarlos de la forma que sea. O para resistir algo. Pero, ¿qué onda cuando el problema en los territorios pasa a ser es el de cómo se administran los negocios? Porque lo cierto es que una organización que trabaja en un barrio y no enfrenta el tema de la trata, ponele, o el negocio narco, o el gatillo fácil, no enfrenta ningún problema. 

Y si no enfrenta ningún problema es un kiosquito.
Ahora bien, ninguna organización social puede enfrentar estos problemas, porque no dura ni un solo round (a menos que se ponga a la cabeza la madre que perdió algún pibito). Sí, por supuesto que hay gente que reclama por sus terrenos, cloacas o por diferentes cosas que hacen a su mejor calidad de vida.
Cada vez que me pregunto por la organización social me fastidio. Y me respondo con la fórmula: ciudadanía popular.
Los territorios-vida-runfla frustran a las organizaciones sociales: o mejor, las mata la lucha contra el capitalismo-runfla. Pero la «lucha» no desaparece: es asumida por una ciudadanía popular que pelea siempre por democracia y  justicia.
No hay nuevas formas organizativas.

Serie «Año Nuevo». Capitalismo Runfla: 4

Vida-runfla contra el ajuste

Por Diego Valeriano


1.- El ajuste en los territorios lo enfrenta la vida runfla. Por supuesto que a su manera. Ninguna organización política o social tiene el plafón, credibilidad ni capacidad de enfrentarlo.

2.- Las organizaciones sociales y políticas no enfrentan el ajuste. Hacen negocios propios.

El ajuste se enfrenta desde la vida-runfla, porque sí nomas. Se enfrenta solo porque la vida runfla cataliza algo. 



3.- La vida-runfla es la forma de vida post-2001 en los territorios de la abundancia. Es el resultado del modo en que se administró tanta plata que empezó a dar vuelta:  tanto negocio. 

4.- ¿Quien mató y neutralizó a las organizaciones sociales? La verdad es fácil de entender: enfrentar un ajuste neoliberal es más fácil que enfrentar en los territorios a las organizaciones runflas. ¿Qué organización social puede disputar hoy la abundancia? ¿Quién le da vida a las organizaciones sociales? ¿Quién da voluntad y capacidad de lucha las organizaciones: los sujetos o o los ciclos económicos?

5.- Insisto, las organizaciones sociales ya no existen. Subsisten, por supuesto, formas organizativas que se dan algunos.

6.- Los saqueos son una muestra especialmente visible de la vida-runfla.  Porque inquietan a la política mediática. Mucho más que las  muertes y choreos cotidianos. Puede ser un nuevo conflicto social, o simplemente formas de vida que son así. Son transacciones, consumo y adquisición de lo que sea que venga a la mano.

7.- El nuevo conflicto social es la vida-runfla articulada con negocios globales (trata, minería o drogas, da igual).

8.- ¿No es esta la auténtica ecuación de la administración?

Serie Año Nuevo. Capitalismo Runfla: 5

Saqueos

por Diego Valeriano
MIGUEL


Nos enteramos por Luis, uno de los flacos que hacen la noche, que tiro un radio que estaban vaciando el Auchán y que la policía no estaba, que nos apuremos que por ahí agarrábamos algo. Esperé unos cinco minutos a Miguel que había ido a hacer un viaje a la estación y cuando llegó, cerré la agencia y nos fuimos en el auto que él maneja para allá. 

Cuando llegamos era un bardo enorme: un montón de pibes que conozco del barrio rompían la vidriera con lo que tenían a mano y colaban para adentro sin importarles nada. Bajamos con Miguel más que nada a mirar qué onda y nos pusimos a hablar con una  vecina que nos contaba que hasta hace unos minutos había un patrullero y que los pibes lo echaron a piedrazos. Los que iban al frente no eran más de 10 o 15 pibes, a uno lo conozco bien porque es vecino de mi cuadra, hijo de Raúl que hace unos años trabajo en la agencia hasta que consiguió trabajo en Siderar. Atrás de los pibes entraron primero unas pibitas que deberían ser amigas y atrás unas treinta personas más. Miguel me preguntó que hacíamos y ni le conteste, estaba inmóvil, con un poco de miedo y sin saber si entrar o no.


En el revuelo de gente que entraba y salía, lo veo a Luis que esta hablando con dos de los pibitos. Cuando me ve viene corriendo hacia nosotros y después de abrazarnos, nos dice que metamos el auto de culata así cargamos unos LCD. Con Miguel ni lo dudamos y los pibes nos cargaron siete teles gigantes por todo el auto. Quedamos que nos encontrábamos en la casa de Luis y salimos rápido de la zona. 

Cuando agarramos para lo de Luis a la altura de la Ruta un patrullero nos cruza y dos poli con las armas en las manos nos apuntan y nos empiezan a carajear y a decirnos que nos bajemos, nos pusieron boca abajo con las manos en la nuca. Miguel conocía a uno de la cancha y le pedía que no nos hagan nada, que nos deje ir y éste le pego una patada en las costillas para que cierre la boca. Cargaron dos LCD en el patrullero y se fueron inmediatamente con la sirena prendida a toda velocidad en dirección contraria al supermercado.

AGUIJÓN Y SERVIJO

Jorge trabaja en el reparto de Coca-Cola y su horario es de 4 de la mañana hasta el mediodía, los jueves y viernes antes de ir para el trabajo para con sus amigos de la infancia que están en el maxikiosco que queda de camino a la parada del 178. Se conocen desde guachines y tienen mil historias juntos. Del grupo original de 20 pibes quedan la mitad y sí o sí una vez por mes comen un asado en el club «Mártires de Acassuso» donde jugaban al papi. El asado siempre lo pagan Jorge y dos pibes más que son los que trabajan bien, cuando hay los demás también aportan, pero eso es lo de menos.

Ese jueves hubo asado en el club, habían escabiado bastante y Jorge le pidió un poco de merca a uno de los pibes para que se le vaya el pedo. Como nadie tenia dijeron de ir a buscar a lo de El Aguijón que siempre les vende a cualquier hora. Caminaron las cuatro cuadras hasta su casa y cuando llegaron El Aguijon estaba saliendo en su Berlingo. Cuando los vió, les grito que se apuren, que estaba yendo para las cinco esquinas que iba a empezar a haber saqueos. Los cuatro sin dudar saltaron y se treparon a la camioneta. En el viaje de veinte cuadras les paso un papel para que no lo fastidiaran más. 

Cuando llegaron las cinco esquinas eran un mundo de gente que no dejaba negocio en pie; serían unas cien personas que iban y venían sin control alguno. El Aguijón tiró la camioneta a un par de cuadra, corrieron hasta llegar al corazón de los disturbios. Ya poco quedaba por hacer: todo estaba arrazado; y el Aguijon discutía con Servijo otro transa de barrio y le gritaba que lo habían dejado afuera de la jugada y varias cosas más. La discusión se puso espesa y ya no importaba lo de esta noche, se fueron a las manos y los cuatro se metieron a separan, o a pegar, o porque había que meterse. 

De un auto negro con vidrios polarizados bajaron dos tipos que indudablemente eran de la banda de Servijo, sacaron fierros y empezaron a tirar al aire. Jorge que no estaba del todo metido en la pelea, sintió un pinchazo y después la sensación que algo le quemaba por dentro, se llevó la mano al pecho y se le tiñó de rojo.

MITRE Y MÉNDEZ


El patrullero cruzaba a toda velocidad las cuadras que lo separaban del DÍA. Méndez iba cargando la escopeta de posta de goma por las dudas. La orden que le tiraron era clara “aguanten hasta que llegue la infantería, pero no hagan giladas”. Méndez y Mitre saben que cuando le dicen que no hagan giladas es que no tienen que hacer nada. Ni bueno, ni malo, absolutamente nada. 

Cuando llegan al super habría unos cincuenta pibes de la villa del fondo, algunos intentando abrir la persiana, otros tirando piedras a los vidrios de arriba y un grupito armando un fuego con basura. Cuando vieron la llegada del patrullero retrocedieron hasta la esquina. Policía y pibes quedaron separados a unos cincuenta metros y en el medio el supermercado. Pasaron quince minutos, los pibes dejaron su pasividad y comenzaron a avanzar de a poco. Méndez fue a buscar la escopeta al patrullero, mientras Mitre se comunicaba con la comisaria sin obtener respuesta. A cada minuto los pibes avanzaban un poco más y parecía que se habían olvidado del supermercado. Mitre recibió por Handy la orden de no abandonar el lugar que ya estaban llegando los del Grupo Halcón, 

Comenzaron a llover piedras y tuvieron que refugiarse detrás del patrullero. Las piedras y las amenazas eran cada vez mayores. Mitre y Méndez conocían a los pibes y los pibes los conocían a ellos. Veinte de los pibes hacían llover piedras sobre el patrullero mientras el resto, a los que se le habían sumado mujeres y pibitos; comenzaron a vaciar el supermercado. No sabían que hacer, no querían hacer giladas, y giladas es muy genérico. Los pibes estaban a unos diez metros y se habían separado en dos grupitos; llamaron por última vez y el jefe de calle les dijo que si se iban les cortaba las bolas. Méndez comenzó a disparar para asustarlos, pero ni los hizo retroceder siquiera. Mitre saco la 9mm y tiró un par de tiro al aire, pero los pibes seguían avanzando, una baldosa destrozo el parabrisas delantero, ahora Mitre tiro a pegar, sin lograr dar en el blanco. Los dos tiraban y retrocedían, el patrullero quedo atrás y paso a estar en manos de los pibes, doblaron la esquina y comenzaron a correr para salir rápido del barrio, tenían pocas balas y no estaban acostumbrados a recorrer la zona indefensos. 

Cuando estaban a unas tres cuadras del super escucharon una explosión y supieron que era del patrullero. Sabían que en breve les iban a cortar las bolas y todo era culpa de esos pibes.

EMILCE


Ayudó en un comedor del barrio, lo hago desde el 2003 cuando los piqueteros me dieron el plan por  marchar. Antes el comedor era de ellos, pero después se hizo de una concejal. Pienso que fue mejor, empezó a haber más cosas y también tuvimos que marchar menos y, además, cuando lo hacemos, nos llevan en colectivo. 

También es verdad que en el barrio estamos bastante mejor que en aquella época, aunque hay más inseguridad. Lo de lo saqueos me enteré por mi yerno que me llamó para decirme que no vaya para el Carrefour, y como una es de no hacer caso, le dije a mi comadre que me acompañe y nos acercamos hasta la colectora. Había un mundo de gente, conocía a muchos, pero otros no sabía quiénes eran. Había también un montón de gendarmes. Estaba todo muy tranquilo, los gendarmes hablaban con la gente y un grupito hablaba con gente del super, me imagino que negociaban la entrega de bolsones porque después nos dijeron a todos que hagamos la cola que nos iban a dar. 

Yo hice la cola y como soy una señora grande me dijeron que me ponga entre las primeras. Esperamos como una hora y recién ahí nos dieron algo, la verdad una bolsita de mierda con una sidra y algo más. Con Emilce cuando nos íbamos vimos unos policías de civil iban arrestando a unos jóvenes que les robaban las bolsas a señoras como nosotras.

Serie Año Nuevo. Capitalismo Runfla: 6

Ciudadanía popular




por Diego Valeriano

La ciudadanía popular es la forma de lucha que adoptan las vidas infames frente a la crueldad fiestera del capitalismo runfla. Es más eficaz que otras formas históricas de “protesta”, porque no aspira a contraponer valores alternativos y superiores. Su fórmula elemental es la suma de tres componentes, sin ninguna mediación: territorio, (literalmente, de cualquier territorio); estado (se le exige protección y se le enrostra complicidad) y los medios (con los que se establece fuertes alianzas, indispensables para atravesar el umbral de percepción -ser visible, audible- para volverse irrefrenable). 
Cuando no hay sujetos, hay ciudadanos. Activistas inmediatos del derecho a la ciudad del desborde, cuando la idea moderna de inclusión ya no opera. Una genealogía elemental de la ciudadanía popular sobre suelo runfla se fijaría en los siguientes hitos: Abuelas de Plaza de Mayo; Cutral-Có; Blumberg; Arruga; Cromañón; los transa; Verón-Trimarco; ambientalista de Famatina; Once.
Runflas y ciudadanos populares comparten algo: la infamia. Ni oficialistas, ni opositores, ni críticos, ni disidentes. Sujetos de consumo. Sólo que allí donde el runfla goza, el ciudadano popular enfrenta un dolor insoportable, que lo arroja a la intersección truculenta de victimismo y heroísmo, que es la lengua propia de la conmoción pública para decir que las autoridades descuidan el contenido ético elemental del estado: la preservación de la vida y el sentido de la dignidad que sólo es posible a partir de esa seguridad. Es el lenguaje de las madres que pierden a sus pibes; de los familiares, de los afectados, de los sobrevivientes, de los testigos y de una larga serie de voces testimoniales que se instituyen entre el lenguaje jurídico, periodístico, religioso y mediático avasallando las resistencias de lo político.
Así, la ciudadanía popular disputa el sentido común partiendo de sus bases mismas, tomando como punto de partida un manojo de verdades democráticas que nadie puede contrariar en voz alta.
La ciudadanía popular funciona como tenebroso mensajera del horror que domina en un trasmundo en el que cualquiera puede caer. Doblez narco de los territorios, reverso mafioso de las instituciones. El doble perverso se conjuga en cada operación financiera, cada fuerza de seguridad, cada sindicato, cada figura parental, sacerdotes, ministerios públicos.
El capitalismo runfla no es marginal, residual, ni excepcional. Es el reverso activo del capitalismo “en serio”. Sus hilos se tejen en la misma trama republicana a la que apelan los moralistas. Sus fuerzas se desdoblan a partir de las mismas instituciones que se suponen que debieran regularlos según reglas diferentes.
La ciudadanía popular surge de este saber, y se orienta a denunciarlo. Así irrumpieron, por ejemplo, los vecinos para frenar el acuerdo entre el Frente para la victoria y el Pro, destinado a la intensificar los negocios inmobiliarios en la ciudad de buenos Aires. La potenciación mediática es imprescindible. Combina justicia, derechos y negocios según una lógica inscripta en los hechos. Los medios no son peores ni mejores que los demás dispositivos del capitalismo-runfla.
La ciudadanía popular le pone el pecho a un flagelo antropológico que no sabemos asumir. La modernidad no cumplió con su promesa de despejar la vida de toda amenaza. No logró imponer su utopía de superar definitivamente al “mal”. No contamos –como otras culturas- con saberes para convivir con las miserias, las tormentas y las plagas. El capitalismo runfla es la vuelta gozosa de todo ese mal que creíamos haber superado o reprimido. Su ética vitalista consiste en gozarlo hasta el final. La ciudadanía popular reacciona como puede ante los efectos mortíferos de ese goce, y en base a un dolor bíblico conmueve a gentes de todos los estamentos, nichos y clases sociales.
El capitalismo runfla es la superación gozosa y cruel de los reparos y promesas de la modernidad. Crece por todos los costados. Donde hay miseria, y mas donde hay abundancia. Donde hay instituciones republicanas y donde no las hay. Donde hay retórica progresista y donde aún se habla la lengua natural del neoliberalismo. La ciudadanía popular es post-moderna (no es “crítica”), pero es, sobre todo, post-postmoderna (no se pavonea en su ya no ser “crítica”). 

Serie Año Nuevo: Capitalismo Runfla 1

Balance con fernet. Sobre saqueos y territorios

por Diego Valeriano



Fin de año, sí: seamos vulgares y hagamos balances. El 2012 fue del todo picante: Once; Ciccone;  ley de medios; barras bravas; YPF; esperar mucho el bondi; Clarín y Lanata; vuelta de River a la A; negocios llenos de gente; Unidos y Organizados; trata; 13S; 8N; 7D; 20N; territorios narcos; aguinaldos que no se pagaron; mercenarios de ambos bandos; cautelares; 9D y, por fin saqueos.  


En esta breve enumeración distinguimos dos planos. El de las ficciones creada por la macropolítica, en donde mercaderes -políticos, formadores de opinión y demás- desempeñan su añeja labor de estimular el enfrentamiento de las opiniones mientras todxs nosotrxs miramos excitadxs, y seguimos participando; mientras ilustrados politólogos y militantes de diferentes rangos nos mezclamos con nuestras tías y vecinos disputando las migas de una verdad que se sostiene en el enojo y la pasión: este plano es el más divertido; el más infértil.


El otro plano es más verdadero; en él se nos va lo real de la vida: allí matamos y morimos. Ese es el nervio de nuestras felicidades y garrones. Es el espacio y el tiempo en que late y vibra la verdadera existencia, esa que brota en todos lados, en las estaciones, avenidas o donde pueda. Vida que no es ni mejor, ni peor, sino verdadera; juego cuerpo a cuerpo, en la pugna por la administración de la abundancia: la guita que surge en la periferia; donde hay mucha. Vida: violenta disputa, que es el fondo de toda administración y distribución de la riqueza.

En otros momentos, en los cuales lo que se administraba era la miseria, emergían como hongos distintas formas organizativas. Algunas tradicionales, otras más novedosas. Convengamos: gestionar la miseria es más fácil; la confrontación se vuelve ideología y las solidaridades mayores. Al dividir el campo político entre orden y revuelta, cada quien hace su juego con más soltura. A muchos se le fue la vida en esto, décadas pasadas, y no voy a ser yo quien niegue o relativice la violencia asesina a la que se confrontaron muchas organizaciones sociales. Digo, sí, que hacer organización social en la miseria es posible; en la abundancia es imposible.

La abundancia requiere acciones y herramientas que una organización social no está dispuesta a usar. La administración de la abundancia en la periferia es llevada adelante por complejas estructuras que fueron aprendiendo con los años qué hace y qué no, para llevar adelante sus negocios. No tienen problema de matar, arrasar, negociar o inscribirse en la Afip. 

Si para hacer estado en épocas de miseria hay que hacer organización social, para hacer organización social en la abundancia hay que hacer estado.
La ecuación sin embargo, no es tan sencilla. Cuando hay negocios, el estado deviene mafia, al mismo ritmo en que la mafia deviene estado. La organización social actúa en el contexto de esta solida ecuación.

Las mafias administran la vida abundante, vida runfla de bolsillos llenos, de electrodomésticos y casilla; de laburantes y chorros; de códigos novedosos y tiroteos fáciles.  Vida runfla, gozosa y consumidora, donde los derechos se regulan por la capacidad compra y de fuego.

La política, el amor, la solidaridad se entretejen con la remisería de la esquina, el operario que vuelve de la fábrica, el puesto de chori al costado de la ruta y el transa de base que arruina muchos guachos, y por eso lo pudieron ir corriendo.
Música fuerte sin temores, fiestas de las vírgenes morenas que siempre terminan mal; ladrillos sobre ladrillo edificando fortalezas; antena de DirecTV; miles de motitos; 9mm para defender la hermana, y Bora 2011.

¿Qué organización social puede hacer pie en este universo? Cuanto peor mejor, cuanto mejor peor… Cuanto más abundante, más vital.

Las organizaciones sociales no existen más. La razón es sencilla: es imposible, en este contexto, hacer sociedad de modo autónomo. ¿O hay alguien que cree, en serio, que una vida runfla vota a Cristina por el trabajo barrial de los cumpas? ¿0 alguien que cree que un pibe cobra “conciencia de sí” porque dos flacos le hablen desde la educación popular? O peor aún: ¿alguien cree que el voluntarismo organizativo puede truncar un destino runfla?

Una vida runfla puede ser parte de una organización cuando es una de las tantas posibilidades de generar recursos.

Los negocios se expanden por doquier: todos runfla. Capitalismo runfla. Diferencias en lo micro:  Once es una tragedia macro runfla que nos afectó en nuestro modo de vida (runfla). Esperar un bondi 40 minutos en el conurbano es consecuencia del capitalismo runfla que nos expone a cualquier cosa; la trata de personas es un negocio en que miles son parte, pero administrado y gerenciado por vidas runflas.

Sí, digo “administrado y gerenciado”. No hay vida runfla sin instituciones runfla, sin finanzas runfla: drogas; toma de terrenos; enfrentamientos filiares; remises de estación; viajar colgados hasta la muerte; fiestas abundantes; aires acondicionados frio-calor; imágenes de miles de vida runfla.

La hora de las Masas

Por Juan Pablo Maccia

Con rostro inesperado, las masas han retornado. Y en pleno año electoral. Están reunidos todos los condimentos para garantizar la incerteza de un tiempo político que sigue girando en torno a la -cada vez más dramática- sucesión presidencial.
Y si bien las masas están con nosotros desde hace rato, una breve genealogía nos demuestra lo inquietante de su presencia actual: a la disolución de la institución de las masas a las que aspiraba la transición democrática –con la hiperinflación de fines de los años 80 y de comienzos del menemismo- hubo de dar respuesta el peronismo de rostro neoliberal, organizando un memorable “bloque histórico” que, al ritmo de las privatizaciones y de la convertibilidad, duró todo lo que pudo hasta estallar en el rostro del progresismo de la Alianza. La disolución de las masas neoliberales vino acompañada por gérmenes de masas revolucionarias –movimientos sociales, sobre todo de desocupados y ocupaciones de fábricas-, hasta que el peronismo de rostro inclusivista (vía consumo y derechos humanos) volvió a sentar las bases para una nueva integración, asunto que marchó bastante bien hasta la muerte del Jefe Néstor (menos resistente biológicamente a la presión política que el revalorizado Jefe Chávez), momento en el cual el proceso político se disyunta entre el mito (la presidenta lo es, ya, sin dudas) y un incipiente proceso de desagregación de masas “runflas” (como las llama en LS! Diego Valeriano), esas que hicieron su inauguración en el Parque Indoamericano y que retornaron en los saqueos navideños de hace unas pocas semanas.
Queda claro, entonces, que las masas que –a mi juicio- debieran preocupar a la presidenta, no son las masas caceroleras (que, a fin y al cabo, sólo constituyen un dato saludable para la recomposición del sistema político del que el oficialismo se ufana), sino de estas masas acosadas por el narcomenudeo, amparado por las instituciones que más saben de regulación estatal de los mercados (la justicia y la policía). Que estos días la ciudad de Rosario sea noticia, no quita que sería un festín poner la lupa en otros territorios como, pongamos, el sur del Conourbano Bonaerense. 
Lo lindo de este verano santafesino es la atención que hemos concitado en el resto del país, lo que motivó una visita familiar que esperaba largamente. Me refiero a mi primo Mario, conocido columnista político, que por fin volvió a pasar el fin de año con los suyos (toda la flía aceptó reunirse para festejar además, mis pasados cuarenta) y por la necesidad de conocer de cerca el flagelo del “narcosocialismo”. Mario dice que la cosa no es para tanto. Pero yo creo que es un dato de la realidad que el socialismo y el Frente para la Victoria (que juntos son la base progresista para impulsar la reelección presidencial) han sido enfrentados por la aparición de las masas runflas, abriendo de nuevo al PJ de la provincia la posibilidad de ganar en el 2013 las elecciones en toda Santa Fe. Más o menos en la línea de lo que viene escribiendo, dice que la suerte de Cristina depende de las legislativas. De cómo logre rosquear las listas y de la magnitud de su triunfo (trinunfo que –no sé por qué- da por descontado). Como sea, para él la reelección está casi descartada (para lograr la reforma de la Constitución habría que forzar el sistema político al extremo).
Pero –creo que esta es una primicia- apuesta a que Scioli tampoco llega. ¿En qué evidencia sostiene su –autorizada- intuición política? Simple: Cristina no le va a dar el gusto al manco. Simplemente, esto no es imaginable y no va a suceder. No se trata, como creen los “sabatellistas” (ese objeto del odio del peronismo realmente existente), de un problema ideológico sino de un problema de “pelotas”: Scioli, sencillamente, no se la banca. Nada que ver con tipos como Massa o Boudou. Cada uno de ellos, a su turno, y bien formaditos por el liberalismo derechoso de la UdeCdé, se animó a inspirar algunos de los gestos más audaces de Néstor y Cristina. Scioli no. No se animaría a jugar fuerte (¿será?) y, por esa falta de audacia, su presidencia pondría en riesgo todo lo hecho en la última década. Este es, afirma mi primo Mario, el verdadero problema con Scioli.  
El otro frente de problemas es el de los “cuadros”. Tantos años de pedagogía política han resultado estériles a nivel de la línea de los gobernadores. Son uno más guacho que el otro y los que son amigos están perdidos (miren Tucumán, San Juan o Chaco). No se puede contar con los “gobernas” (como les dice Mario) y a los “pibes”, los nuevos cuadros, no les da para jugar todavía. Capaz que en el 2015 sí, pero para eso falta y aún tienen que mostrar que pueden competir en serio. ¿Qué queda? ¿Abal Medina? (¡pobre Sarlo!).
Otra visita de verano de cumple años, Quique -hijo de un tío paterno-, militante y cuadrito de La Cámpora, ahora “Unidos y Organizados”, anda inflamado, pero al revés: banca tanto el proceso que está ilusionado incluso, con la derrota. Dice que la Presi es conducción hasta la muerte, siga o no en el Gobierno; y que si lo que se viene es Scioli o Massa hay que bancársela, porque “no hemos sabido construir algo mejor”, y tratar de volver rapidito (porque, qué duda cabe, “la gente nos quiere”).
Corroboro, entre empanadas, que la parte históricamente más peronista de la familia acompaña con menos entusiasmo que la parte “gorila” (progre), que se ha volcado a un kirchnerismo particularmente sentido, hasta las entrañas. Inesperado cambio de papeles. Mi prima Laura es el más bello y mejor ejemplo de lo que digo. Joven docente de filosofía de la Universidad Nacional de Rosario, y uno de los vástagos más brillantes de la cultura del comunismo ilustrada de la ciudad, alterna sus días entre abstrusas lecturas de Adorno (y su grave problemática de cómo pensar el mundo sin dejar de pensar en Auschwitz) con una desmedida defensa del MTD Evita (“son los únicos que combaten en nombre de Néstor y Cristina a la oligarquía en los barrios”). La angustia, sin embargo -y en esto noto su coherencia teórica- la cosa en los territorios. Cuenta que la cosa está pesada en serio, y que se puede esperar cualquier cosa (de allí lo de Adorno y Auschwitz, imagino).    
Yo los quiero a todos y, en el fondo, no disiento con ninguno. Sólo que, concluyo, la cuestión de las masas se está volviendo peliaguda. Aunque vacilo: el cambio de década me volvió más inseguro. Ya se sabe que, por más avisado que esté uno, los cuarenti son –implacablemente- los años del pifie asegurado (sobre todo a nivel de la estética). Desde allí reflexiono. Y no puedo dejar de revisar las paradojas de la última década, y de sentir cierto dolor por la evolución de estas masas de las que hablaba al comienzo, de aquellas organizaciones sociales que mandaban en los barrios y hoy son corridas por las redes de trata de blanca y venta de paco.
Me apena que la “transformación” política a la que tantos apostamos pueda quedar atrapada en el nivel puramente simbólico, sin penetrar con fuerza las estructuras sociales (¿será que la generación de los que aguantamos los trapos en el 2001 y luego apostamos por este proyecto nos hemos esforzado demasiado en retrasar la pérdida de la ilusión política que marca el pasaje a la adultez?).
¿Lecturas de verano? Desde que ya no se puede leer a Feinmann, pocas. Los diarios: La estatización del predio de la rural, un golazo, como la Presi evocando a Ho Chi Min en Vietnam. Una pena lo de la Fragata. Justo cuando hacíamos del barquito un símbolo de la soberanía, se hunde un buque de guerra en nuestro propio puerto. Queda la carta de la Presi a Darín…
Lau me trajo una revista de filosofía de Buenos Aires. Me gustó un artículo –“adorniano y peronista”, dijo, como todo lo que ella me trae- que dice, por fin, algo así como que si los kirchneristas seguimos recostados en la cultura nacional-popular tendremos, al menos, que buscar mejores enemigos (como lo fue Borges en su día), porque si seguimos peleando contra Clarín y compañía vamos a terminar con el cerebro tipo Coscia, y ya nada nos va a distinguir de Felipe Pigna, Mariana Moyano o Pacho O´Donnell.
Todo lo cual me devuelve a la incomprensible polémica de Cristina con el bobo de Darín, una de las más recientes ventanas abiertas a la -¿cómo calificarla?- “subjetividad” presidencial. Le tengo fe a un librote que me trajo Quique. Un flaco del “palo” que hizo una novela “nacional popular”, pero inteligente, o incompresible, presumiblemente del Nacional Buenos Aires, cuyo título es una extraña consigna: “Espía vuestro cuello”.
Será la resaca del morfi y de las visitas, pero no puedo dejar de pensar, repasando nuestra generación, que sólo un jueputa aparece con la capacidad de mando sobre las masas runflas de los barrios. El único que en el peronismo, y apoyado hasta por su apellido, tiene la audacia que al manco le falta, y por lo cual va a manquear sobre el final. ¿Sabrá que hacer la presidenta con el intendente de Tigre?

El Líder

Por Diego Valeriano

Sin que nadie me invite, me meto en la “controversia” entre Maccia y Ranciere. Y lo hago por tres razones: uno, Maccia –con quien solo tengo un ex amigo en común– me menciona en su nota; dos, fui a la “fantochada” de Flores (donde habló de La Noche de los Proletarios, no precisamente a proletarios –¿por qué los habría? –, sino a una nutrida concurrencia mayormente femenina) y, tres, la prima adorniano-peronista del santafecino me interesa (al margen, nunca entendí bien a los intelectuales y menos a sus fans: los primeros plantean cosas absurdas y sus seguidores aplauden a rabiar). 
Y me meto para decir que Ranciere no le contesta a Maccia, principalmente, porque lo que dice es absurdo, irreal. Plantea el franchute, a nosotros, argentinos, que lo que mejor puede hacer un líder es irse rápidamente. Pero es sabido: de Alfonsín a De la Rúa tenemos una desagradable experiencia de la brevedad. La verdad es bien distinta: si la gente no puede seguir sin el líder es muy sencillamente porque la gente –aquí, como en Francia– no existe sin el líder. Quizás todo sea al revés de lo que piensa Ranciére y sea el líder quien crea al pueblo. Una idea que incómoda, pero que, en tanto tal, habría que hay que pensar a fondo.
El capitalismo runfla no deja de traer, una y otra vez, estas preguntas.

Conversación de Juan Pablo Maccia con Carta Abierta


La política se arruina cuando se hace de la opinión un negocio



Durante el mes de febrero la Juventud de Carta Abierta organizó una serie de encuentros para charlar de forma abierta con militantes e intelectuales que sostienen diferencias amables con el kirchnerismo. A continuación publicamos el encuentro con Juan Pablo Maccia. Agradecemos la gentileza del envío a Ricardo Foster.
JCA.  -¿Por qué publicar hoy en un blog, en tu cao Lobo Suelto!, y cómo definís tu apuesta por la comunicación política en el actual contexto de la “batallas de las ideas”?

JPM: -Lo único que retengo de mi paso frustrado por la carrera de comunicación, en Rosario, es lo siguiente: que la comunicación es el peor de los clichés. Que pasa por ser la respuesta a todos los males cuando en realidad se trata del más pesado de los lastres. Esto funciona, sobre todo, para el discurso que se quiere político. Lejos de toda pretensión de comunicar algo del orden de las imágenes y los sentimientos (eso que hoy pasa por lucha “hegemónica”) apuesto por la paradoja y el simulacro dado que sólo encuentro verdadera fiesta en la incomunicación. Eso es lo que extraño del 2001 y de ciertos momentos excepcionales del gobierno de Néstor: un escenario político en el cual felizmente teníamos poco y nada que decir y todo por experimentar en el nivel de la creación de lazo, de imaginación, de economías en diversos órdenes.

Es cierto que hoy publico principalmente en medios electrónicos, blogs y diarios digitales, de hecho en este momento es mi única actividad pública, pero éste es para mí un fenómeno muy nuevo. A fin del año pasado escribí sobre  un extraño libro llamado Posthegemonía, de un tal Jon Beasley-Murray, que aporta una argumentación que me interesa mucho. Él dice que está harto –y lo dice de un modo realmente muy sencillo pero verdadero– del carácter culturalista con que se recubre la política “populista”, en el sentido positivo con que se usa hoy entre nosotros el término. Él se pronuncia por un retorno a los afectos y a los hábitos (es decir, una dimensión ajena a la representación), como lo real de la política.


Lo que me gusta de esta posición es que se interesa por la política fundada en las intensidades. Y que confía mucho menos en el aspecto retórico. No se trata de una desconfianza ingenua de la lengua, sino de una nueva atención a la sensibilidad y a los problemas que surgen de la estructura material de nuestras sociedades antes de ser organizados por el régimen mediático y representativo. Creo que, contra lo que dicta la actual profesionalización de las militancias, una sensibilidad de este tipo requiere de mucho laburo, de pensamiento en serio, cosa que la mayoría de los intelectuales públicos más talentosos han ido abandonando en favor de un tipo mucho menos interesante de intervención, ligada a un ideal de la batalla política puramente argumentativa, pseudo-belicista, muy verbal y excesivamente preocupada por cuestiones de estilo.

JCA: ¿Y cómo concebís entonces el compromiso político en tu tarea?

JPM: -Lo que yo siento, la verdad, es que buena parte de los intelectuales, así como una mayoría de los militantes y del público “comprometido”, dan vida a una formidable división ideológica, muy importante por razones que todos conocemos, pero que por desgracia tiende a agotarse casi exclusivamente en el reino de la opinión. Encuentro que en el presente lo importante es mostrarse con una opinión. Es la gran satisfacción. La opinión política se ha convertido en la actualidad en uno de los códigos sociales más difundido. Es una gran novedad, digo, el hecho de que el discurso político funcione según la los requerimientos de una ecuación mercantil del tipo: tener una opinión = tener una identidad. Es como tener un valor propio para circular. Y ojo que no es una boludez, se invierte mucho esfuerzo en todo esto, en adquirir una opinión, en confrontarla, en defenderla a muerte. Lo curioso de todo esto es que la opinión nunca implica una práctica. Las prácticas han desaparecido bajo el rubro emergente de la pura opinión. Creo que la política está en problemas cuando se reduce a este juego.

Respondo más directo, entonces. Me interesa la política, desde ya, pero la política es para mí, si se me disculpa el exabrupto setentero, “creación y lucha”. Cuando digo que la política se da en el nivel de las prácticas hablo, como es lógico, de las prácticas inseparables de la cuestión del poder. No me interesa demasiado el discurso del que “sabe” de política, el discurso que en definitiva tributa a la cosa universitaria. Menos aún el discurso periodístico, que se ha vuelto muy pobre. En fin, no me siento contento con las retóricas que hoy nos gobiernan, porque las veo animadas por una tendencia muy despolitizante.

JCA: -Es extraño esta afirmación en un período de politización tan intensa, sobre todo de la juventud… 

JPM –Pero es que justamente desconfío de lo que hoy se llama “politizarse”. Al contrario de lo que se suele escuchar y leer casi en todos lados, mi impresión es que la política surge de los conflictos materiales de la vida en su conjunto. Y si bien la retórica es parte de cualquier política (y no dudo de que, efectivamente, vuelve a existir hoy un condimento político en los discursos sociales) no me resulta admirable el hecho de que la verba del sujeto político se autonomice, se aparte a tal punto de los problemas que van surgiendo, del modo en que surgen, digo. Los problemas políticos son sobre todo de mucha complejidad y están ligados a problemas como el trabajo, la infraestructura, la tenencia de la tierra, el tipo de tecnologías a las que tenemos acceso, la imagen de felicidad y de desarrollo (es decir, de bienestar) que estamos consumiendo, en fin, toda una gamas de cuestiones que son inseparables de un enfoque a fondo de lo que podemos seguir llamando, ¡por qué no!, la lucha de clases.

JCA: -No comparto tu desprecio por la opinión… me hace recordar lo que dice Rancière del “odio a la democracia”.

JPM: -No tengo gran simpatías por el señor Ranciére (como sabrán, hace poco se pronunció en contra de la re-relección presidencial con una irresponsabilidad que, en definitiva no debería sorprendernos tanto). Pero vuelvo, entonces, a la opinión. El punto, para mí, es que la opinión deja de ser la sustancia común de la democracia cuando es trabajada al modo del mercado. Yo rescato totalmente la opinión como expresión genuina de las pasiones, de la capacidad de deliberación entre iguales, pero creo que hoy no debemos ser ingenuos con el modo en que funciona el “régimen de la opinión” como parte de una administración comercial muy desarrollada.

En este contexto, me parece que hay que dejar atrás toda una épica del “dar la palabra”. El periodista comprometido no tiene nada ejemplar que hacer o decir, sino que su valor depende de su capacidad para participar de modo sensible (es decir, inteligente) en el  enhebrado colectivo. Se trata hoy de devolverle a lo colectivo su capacidad de variación. Y para eso tenemos que enfrentar la estructura emergente del poder simbólico que pretende instalarse de forma ominosa e irreversible. Me refiero, de nuevo, al hecho de que la opinión se vaya transformando en una fuente –a veces muy notable- de renta simbólica, como parte de un mercado surcado por todo tipo de intereses económicos y afectivos que no tienen ya nada que ver con lo que me parece que es la interrogación política.

JCA: -Pero entonces, ¿qué sería para vos la política?

JPM: -Yo creo en lo que llamo “la interrogación política” como brújula de las militancias. No es nada raro, sino lo que pasa cada vez que los acontecimientos nos fuerzan a actuar sin libreto. Este tipo de virtuosismo sólo existe hoy en el kirchnerismo. Sin embargo su modo de existencia es paradojal: se nos ofrece cada día como espectáculo a la vez que se nos veda a nivel de la experiencia cotidiana (es el sentido de programas como 6, 7 y 8, que todos los días nos cuentan muy pedagógicamente qué pensar ante lo que pasa).

Pensemos nomás en lo que pasó durante este verano. Es más fácil hablar sobre la Fragata, o sobre el escrache a Kicillof que sobre los saqueos, o sobre lo que Diego Valeriano viene llamando el “capitalismo runfla” (piensen, sino, en lo que sucede estos días con la violencia narco y policial en los barrios del Gran Rosario). Mientras que la primera serie de acontecimientos son “fáciles”, porque se nos dan de inmediato los recursos subjetivos para tratarlos –y por eso se habla y habla sobre ellos-, los segundos son mas jodidos, y por eso se los hurta del régimen de opinión (o se los manipula de modo indigno, como podemos ver a diario en medios como C5N, Radio 10, la señal de TN y Canal Trece, etc). Para mí, la militancia consiste en plantear desde abajo los verdaderos problemas. Son ellos los que nos hacen crecer, porque nos devuelven una imagen de nosotros mismos que no esperamos, que a veces no queremos, y, sobre todo, que arruina nuestro jueguito de la opinión-satisfacción.

JCA: Me parece injusto que digas que hay cosas que se sacan del debate. Este gobierno puso, como nunca, todos los temas del país en discusión como ningún otro.

JPM: Sin dudas, sin dudas. No quiero ser un boludo quisquilloso (por lo menos, no uno quisquilloso). Lo que digo es que si diferenciamos el régimen de la opinión (donde todo tiene un lugar, y en esto no es nada menor el mérito del gobierno) del debate en serio nos vamos a encontrar con cuestiones que son verdaderamente difíciles de elaborar. Por ejemplo: ¿con quién y cómo se discutió el hecho tan cargado de consecuencias para todos nosotros de que la “salida de la crisis” se desarrollase en base a la exportación de dos o tres granos, en condiciones completamente impuestas por la especulación financiera a nivel del mercado mundial, cuestión que –agrego condimentos nada simpáticos, lo sé bien- posee implicancias sociales desastrosas (lo que es aún más claro si ampliamos la lente hasta incluir a las economías extractivas a gran escala, a cargo de grandes multinacionales y del estado nacional)? Digo, este tema no es un tema abierto a la discusión. Podes, desde luego, ensayar una “opinión” y, va de suyo que todos queremos tener una posición al respecto sea del tipo “no a la minería” o al contrario, una afirmación del “crecimiento con inclusión”, bancándote estos costos. Pero, de hecho estas opiniones en torno de las cuales surgen las mayorías y las minorías, no surgen de un debate profundo. Digo ¿no había opciones? ¿hoy no podemos pensar opciones? Y no es sólo el tema de la soja, repito, son todos los problemas políticos de fondo.

Les doy otro ejemplo más indisimulablemente político: ¿por qué las transformaciones que se hacen hoy desde el gobierno deben apoyarse sí o sí en la estructura del peronismo, en su poder sindical y territorial, si ya es bastante claro, para la cúpula que está hoy –afortunadamente- en el gobierno, que esta estructura es una parte fundamental del problema y no de la solución? La respuesta es sencilla: tal y como sucede con la soja, o con los planes sociales como modo de tratar la pobreza, hay estructuras que debemos aceptar, porque en los hechos se escapan a la discusión política. Se nos presentan hechos duros, inmodificables, que los que bancamos este proyecto nos habituamos a aceptar sin más. Surgen así verdades catastróficas de este tipo: sencillamente no se puede derrotar ni ignorar al peronismo, y entonces hay que admitirlo como base fundamental de apoyo. Y sabemos que no es gratis, ¿no?  Por eso, como les digo, todo esto no se pone en discusión, salvo como parte de las internas, de la tácticas chiquitas, la chicana. Y aclaro de inmediato que si pongo este tipo de ejemplos, que conciernen nuestro gobierno, es porque el resto de las expresiones políticas son demasiado patéticas, no vale la pena hablar de ellas.

JCA: -Aunque yo diría las cosas de otro modo, puedo entender en general lo que decís. Lo que no entiendo bien es cómo asumís tu papel en la batalla de las ideas, desde un espacio que no es “kirchnerista”, aunque vos sí lo seas, sin enfatizar que todos estos problemas que planteás se dan dentro de un proceso innegable de cambios muy positivos en el país y en la región.

JPM: -Sí, sí, por supuesto, en este ámbito estoy dando por sobre-entendido la importancia de los cambios que se dan en muchos campos, y que conocemos de memoria. Tal vez soy anacrónico, pero, como les vengo diciendo, yo creo en la crítica con respecto al propio espacio ideológico. Y lo cierto es que escribo, a pesar de todo lo que vengo diciendo, notas “de opinión” como cualquiera. Pero intento escribirlas sin inocencia, aportando una dosis fuerte de ironía ante tanta paparruchada que nos agobia. El texto que me interesa escribir es el que es capaz de forzar al máximo la veracidad del propio género de “opinión”, poniendo en cuestión –ojalá lo lograse- el valor y el prestigioso del que goza.

En los hechos, mi argumentación busca la apariencia de quien sigue todas las reglas la opinión calificada, que incluso logra anticiparse a ella (como pasó hace poco cuando Beatriz Sarlo hizo referencia a un texto mío), pero por debajo y en el fondo la apuesta pasa por introducir la paradoja, y de introducirla a partir de radicalizar el propio juego de la opinión en el que estamos todos inmersos. Quizás sea un propósito algo triste y no pase de mostrar que en partes vivimos en un juego miserable. No me parece contradictorio con que en otros niveles pasen cosas muy positivas. Creo que vivimos un período “objetivamente fértil” y “subjetivamente estéril”, que muchos prefieren simplificar, llamándolo “apasionante”. Yo creo que hay un poco de ilusión en tanto apasionamiento.

JCA: Pero la pasión y la ilusión son parte de un nuevo clima, luego de tanto desánimo y frustración. Lo que decís me recuerda aquello del “pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”…
JPM: ¡Es que estamos atrapados! Cuando pensamos libremente damos una falsa impresión de desanimo. No me parece justo. Aceptar esto es conceder demasiado a las posiciones de las que me estoy quejando. No es cierto que nos falte buena voluntad o ánimo optimista. Si de algo carecemos es de oportunidades reales en las que poner en juego todo el entusiasmo, y hasta el desparpajo del que somos capaces. Pero para eso hay que cortarla con toda esa mojigatería ideológica a la que uno debe someterse cuando habla en público, ¿no creen?
JCA: Lo que yo creo es que hoy el entusiasmo y la libertad no son abstractos, sino que parten de defender claramente el rumbo del gobierno…

JPM: Está bien, está bien, ¿ven? Es desalentador todo esto. También yo banco el rumbo del gobierno. No veo otro (y los que veo son horripilantes). En todo caso, tomo esta charla como ejemplo vivo de lo que digo. Lo que más me interesa, ahora, es buscar un lugar… ¿cómo llamarlo? Digamos, un lugar “inexistente”, desde el cual zafar de toda esta carga tan fastidiosa… yo quiero un espacio con suficiente libertad para sorprenderme de mis propias impresiones e ideas.

JCA: La verdad es que tu posición es bastante inclasificable…

JPM: -Me doy perfecta cuenta. Y de hecho, para mucha gente soy, o bien un operador del gobierno, o bien alguien que está en contra el gobierno (aunque nunca oculté mis simpatías por el kirchnerismo). ¡Y hasta se ha sugerido que mi nombre es falso, un pseudónimo! Gracioso sería que más que una persona de carne y hueso mi nombre tuviera un destino colectivo (“La Maccia”, por ejemplo). Pero lo entiendo, después de todo, mi vida, por fuera de mi escritura, no es más que la de un monotributista de provincias.

Sucede que me llevo mal con la cultura “progre”. En mi vida personal tomo posiciones firmes, pero no creo en eso de “tomar de la palabra” como modo de amplificar mi subjetividad. En este terreno –y espero que sólo en este- me siento más bien un liberal clásico. Para mi la palabra pública tiene que ser siempre crítica y nunca apologética. Y con relación a la escritura, les confieso que me repugna cuando se trata meramente de trasladar al texto de una opinión que se tenía de antemano. No veo dignidad alguna en esta tarea. Escribir es algo muy distinto, más vinculado con un proceso “involuntario” en el cual uno adquiere conciencia de quién es realmente y qué lugar ocupa en el flujo de la mente social. Creo que recordar que Sartre tenía este tipo de reflexiones sobre la escritura en relación a una libertad y no a una autolimitación de tipo moralista (no sé si luego él mismo no se habrá traicionado en esto).

JCA: En algunos de tus textos tomas a las generaciones como objeto de reflexión política. Si recuerdo bien, sostenes allí que tanto la generación que militaba en el 73, como la juventud que actualmente ingresa a la política arrancan con experiencias históricas primaverales, mientras que situás a la que protagoniza el 2001 –en  la que te inscribís- como “otoñal”…  ¿es así? ¿Los que tuvieron la experiencia de “militar contra el estado” hoy se sienten más proximidad con las cacerolas que del kirchnerismo?

JPM: Aclaro que mi generación es la de los “setentas”, la de quienes nacimos en los setentas. Somos los hijos de la década loca y siniestra de la de historia nacional. Mi generación, que hizo su bautismo luchando contra el poder, contra el estado (la dictadura, la impunidad, el estado neoliberal) no puede ser hoy cacerolera. Es algo que no logro entender. La palabra “dictadura” es demasiado importante como para que quede en manos de los descerebrados que “toman la palabra” y usan las redes sociales pidiendo “libertad”.

Estoy convencido, y lo escribí en mi última nota, que para nosotros lo político es totalmente inseparable de una larga reflexión sobre la relación entre capitalismo y dictadura, un tema clásico –muy caro para Lenin, que para mí sigue siendo el gran maestro de la política- que estamos obligados a pensar en nuevas condiciones. En ese artículo me pregunto si nuestra cultura política ligada al rechazo de la dictadura y de todo autoritarismo (Hebe y Foucault, digamos), es un capital a reactivar para enfrentar o, al contrario, un nuevo lastre que nos impide asumir los nuevos problemas.

¿Sigue siendo el del terror el fundamento de la hegemonía del capital y de las finanzas? ¿O debemos abandonar definitivamente esta tesis leninista, con rumbos desconocidos asumiendo, por ejemplo, como hoy dicen muchos, que el mundo neoliberal o post-neoliberal va dejando atrás el núcleo duro de la violencia, el autoritarismo y la dominación? No veo que se pueda comprender el significado histórico que tiene el kirchnerismo para mi generación sin ensayar alguna idea –aun si provisoria- respecto de de estas cuestiones.

JCA: Mientras te escuchaba pensaba que por momentos ligas tus comentarios a la crítica de las izquierdas al kirchnerismo (que es banal, que es falso) y por momentos pareces tomártelo muy en serio, como el síntoma real de este presente. 

JPM: Es que el momento actual es el de una mezcla muy extraña entre motivos muy caros, muy profundos e importantes con una dosis impresionante de banalidad, también en los actos de gobierno. Muchas veces me pregunto de dónde surge este sentimiento de que todo es tan trucho, y no encuentro una respuesta acabada: ¿surge del modo de apelación a la juventud? Es evidente que, como decíamos antes, es un tema –el generacional- bastante clave y bastante patético por momentos; ¿proviene del contraste entre una retórica militante y una contraparte que se revela (como decirlos…) de una fuerte subjetividad consumista?; ¿o procede más bien del hecho de que banderas como la de los derechos humanos quede en manos de cuadros del PJ? Seguramente es una mezcla de todo esto.

JCA: Bueno, vamos terminando, esperamos que te hayas sentido cómodo, ¿querés agregar algo más?

JPM: -No, sólo decir que para lo difícil realmente jodido de esta época es que para hablar de estas cosas tenés que inventarte un personaje. Porque siempre va a pesar sobre vos la pregunta ¿“desde donde hablás”? Y yo detesto la identidad personal como lugar de elaboración política. No creo en la coherencia, sino en la inspiración. Creo que somos unos cuantos los que vivimos estos años haciendo de nosotros mismo una máscara. Nietzsche –y parece termino como empecé, recordando textos mal leídos hace demasiados años-  hablaba de esto, creo. Una máscara es un falso rostro que no esconde debajo nada auténtico. Lo único que importa en el enmascarado es la mutación de los rasgos que habilita. Y al final la máscara, que pretendía ocultar bajo unos rasgos inconmovibles una forma demasiado débil para exponerse por sí misma, acaba siendo ella misma el objeto de la mutación, la fisonomía alterada. Y todo esto sólo puede decirse con humor, con sano humor.         

Imágenes Paganas

Por Diego Valeriano 


Cruzo la plaza rumbo al Pago Fácil. Veo gente amontonada en las escalinatas de la Catedral: cada vez son más. Cuando vuelvo unas doscientas personas festejan la buena nueva. Flamean algunas banderas vaticanas. Los autos que pasan tocan bocina en señal de  apoyo. 

Me llama un amigo de La Cámpora y me dice: «¿Viste que hija de puta la derecha? Poner a Bergoglio… ¡Cómo odian a Cristina!». En ese instante suenan unos petardos: eran los pibes de la Juventud Católica que le estaban poniendo onda y cotillón a la cosa. 

Decido cortar con mi amigo y me meto entre la gente para escuchar qué decían. Todos contentos, muchos se conocían de misa: llegaban, se abrazaban, gritaban, se reían de los K y deslizaban algún comentario contra los homosexuales. Querían esbozar algún cantito, pero claramente no es lo suyo. Pensé que si me ponía a cantar «Ole, ole, ole, ole, ole, ola y el aborto no lo tienen nunca más» mas de uno se habría enganchado, pero no les quise dar ese gusto.
A los veinte minutos y bastante aburrido, decidí hacer tiempo chusmeando las redes sociales y me divertí bastante. Los mejores son los troskos: uno declaraba orgulloso que admiraba a Altamira, porque era el único político argentino que se oponía a la designación de Bergoglio. En ese momento siento algunos gritos y veo que se arma tumulto. Entre las personas salen corriendo dos pibitos, de no mas de 12, con la mochila de un fiel creyente que descuidó sus cosas. Bajan las escalinatas tras de ellos tres jóvenes claramente rugbiers. A los veinte metros los alcanza y mientras recuperan la mochila, le pegan una buena paliza. Mi indignación hace que me vaya de la catedral y decido meterme en un bar a tomar un café con leche reparador. La tele clavadísima en TN, que tiene una super cobertura, me permite enterarme de que Francisco era jesuita como los de la peli La Misión.
Apuro el café con leche y encaro de vuelta la calle: mientras puteo la fresca que avisa el fin del verano, pienso que, en el fondo, siento cierta simpatía con que un argentino llegue a algo tan groso.

Habemus Runfla

 por Valeriano


Tres gambas al Jefe de calle le tuvo que poner Ricardo para poder vender frente a la Catedral, tres violetas antes de empezar, a eso de las 11 de la noche del lunes. Y sabía que si veían que le empezaba a ir bien antes de las 3 le iban a pedir otros 300 mangos.
 ¿Qué puedo trabajar en la Catedral?
El viernes a la noche Ricardo llamo a Pablo, su contacto cuando necesita  cualquier cosa para vender. 
              
  Fijate hermanito, tienes banderas, camisetas de San Lorenzo, calcos y pósters.
A las 6 de la mañana del sábado se subió al Sarmiento, se bajó en Flores y se tomó el bondi para el Bajo.  Recibió un mensaje de Pablo: que no lo podía ir a buscar a la esquina, que lo esperaba en su casa.  En la entrada le dijo a unos de los pibes que iba para lo de Pablo y le hicieron una seña para que pase. Caminó por Bonorino justo a la hora en que todos salen y se metió en el pasillo que lo lleva a lo de Pablo. La casa era un depósito donde se guardaba hasta lo imposible: bolsas, cajas, cosas sueltas. Tardo bastante en encontrar lo de Ricardo, por las dudas le iba ofreciendo otras cosas.

 ¿No quieres unos póster o unas banderas?

Encontró la bolsa con los calcos, pagó y salieron juntos hasta la entrada principal. A Pablo lo estaba esperando un paisano que había llegado hace unos días y que iba a pegar trabajo en una cocina. Se trepo al 132 como pudo y se volvió para Ituzaingo.

 Si querés laburar tenés que poner tres gambas.

-No tengo esa plata todavía.

 Problema tuyo.
Tenía esa guita encima por las dudas, pero le pareció excesivo lo que le estaban pidiendo. Quiso negociar, pero no le dieron oportunidad: tres gambas o a tu casa. Y le aclararon que no hinche las bolas porque le secuestraban la mercadería. Sobre el final de la charla el oficial se puso conciliador y le aclaró que era para que nadie lo jodiera.
A las 12 empezó a llegar mucha gente y las calcos con la cara de Francisco comenzaron a moverse. Las cobraba diez mangos y se los sacaban de la mano.  Observó que lo que mejor andaba eran las banderitas papales y se lamentó de no haber podido juntar unos mangos más para comprar, por lo menos, algunas. A eso de las dos se acerco a la parrilla que estaba sobre la avenida Rivadavia a comerse un pati completo.  

 ¿Cuánto te piden por poner la parrillita?

 Nada, es de los muchachos

A  las tres explotaba de gente. Cuando por los parlantes comenzó a escucharse la voz del Papa Francisco, se hizo un silencio emocionante, las miles de personas que estaban se unieron para escucharlo. El estallido, cuando terminó de hablar, fue similar al de un gol. Le arrancaron las calcos de la mano en muy pocos minutos. De diez mangos, las subió a quince y de quince, a veinte. Igual las vendió todas y lamentó no haber comprado algunas más.

  ¿Vendiste todo, papá?, le dijo el oficial con el que había hablado cuando llegó.  Mirá que si querés vender más son 500 mangos.

Roberto le sonrió, sin resignación ni odio. No tenía nada más para vender y se quería volver a su casa. Encaró caminando por Rivadavia, tranquilo, rumbo al oeste. 

Huevos al plato y Militancia

por Valeriano


Puede ser por mis 42 y mi incipiente calvicie, puede ser por las mil derrotas y mi cinismo de fracasado. Mil motivos o ninguno tengo para afirmar que la militancia del 24 de marzo me tiene los huevos al plato.
La plaza se va a llenar dos veces hasta rebalsar de burócratas que nos dicen que son los Derechos Humanos; unos diciendo que están cumpliendo el sueño de los compañeros; otros que están continuando su lucha; ambos kioscando ideológicamente con los compañeros. También va a estar llena de militantes sueltos que cumplen con su cuota anual de compromiso callejero, para refugiarse el resto del año en Facebook.
A 37 años del golpe cívico/militar/eclesiástico (agregue usted, avezado lector, lo que le parezca); la plaza está cada vez más llena de obviedades. El 24 se ha convertido en el como si del arco ideológico que va de la centro- izquierda a la ultra-izquierda, incluyendo la izquierda peronista (hoy estética dominante). Cientos de miles se cargan de moral y en tono festivo salen a recordar, a luchar, a continuar, a decir, a saltar y cantar, a estar bien con ellos mismos.
Pero 37 no son pocos años: son muchos años de luchas y derrotas; pero también de convicciones y victorias. Como son muchos, muchas boludeces hemos tenido que escuchar en estos últimos tiempos.  Jode ver a Hebe meter, ante cualquier medida del gobierno, el sueño de sus hijos; o ser testigos de una discusión imbécil y sin sentido frente a un asado en la ESMA (viendo a un chabón que pasó por ahí, que fue torturado, compungido frente a Nelson Castro porque alguien hizo unos patys: ¡Horror! Patys y choris en la ESMA). Es tremendamente estúpido que no se pueda usar la palabra desaparecido porque algún comisario político y moral te va a corregir un “Che, me desapareció la lapicera”). Ofenden nuestra inteligencia las columnas de banderas rojas que nos vienen avisando, desde Diagonal Norte, que no se reconcilian con no sé quién, justo ellos que jamás estuvieron en la discusión. Harta ver a Estela de Carlotto enfocada cada vez que Cristina habla como garante moral del gobierno; ejemplos tenemos miles y seguramente a cada uno de los pocos que lean esto se le viene alguno ahora mismo).
Un amigo mio me contaba el otro día que tuvo que ir al Olimpo, no sé bien por qué, y que al entrar vio a un grupo de unas diez personas que, se enteró más tarde, eran una especie de militantes de 678. Al salir de la reunión que tenía, justo al pasar cerca de la asamblea seisieteochista, escuchó que comenzaban a gritar “30 mil compañeros…”.
Y como si fuera, poco hoy por hoy, las redes sociales multiplican hasta el hartazgo la imbecilidad militante.
Pero creo que mis huevos al plato con el venticuatro de marzo no se deben ni a mi claro envejecimiento; ni mucho menos a los boludos sueltos que polulan por ahí; ni a la utilización que hace el Kirchnerismo, o a la utilización que hace cualquiera.  Se debe a que se ganó.
A 37 años del golpe podemos decir que la verdad, la memoria y la justicia prevalecieron en nuestro país. Por supuesto que faltan cosas todavía y que siempre hay que estar atentos. Oca, pero la lucha principalmente de Abuelas, Madres e Hijos después (ciudadanía popular) dio claro resultados. Ganaron. Ganamos.
La Marcha del 24 es, entonces, la disputa por el contenido de la victoria. ¿Quién se queda con la Copa? Y eso me llena tremendamente los huevos. La marcha del 24 es un compendio de obviedades, de clichés, de simulaciones. Lo único bello y rescatable son las miles y miles de pibas y pibes menores de 23 que van felices a la Plaza.
Por lo expuesto, señor lector, quiero proponer que no se haga más la Marcha del 24 de marzo: fuimos valerosos en la lucha y la derrota; no seamos imbéciles en la victoria. ¿Usted cómo la ve?

El consumo libera: seis hipótesis sobre el pasaje del viejo neoliberalismo excluyente al nuevo capitalismo runfla (que lo incluye y supera)

por Diego Valeriano

1. Durante la primera década de este siglo, y en paralelo con la crisis del capitalismo europeo, amplias capas de los sectores populares del mundo urbano (de Argentina y de otros lugares del mundo) viven un ciclo, favorable, de incorporación al consumo. Se puede pensar este nuevo acceso a la riqueza como parte de un proceso de liberación (y no, como reza la tradición “crítica”, como enajenación), a condición de definir con mayor precisión esta idea de “liberación”.


2. Con el aumento de consumo cambian los modos de sentir y de pensar, los vínculos, los modos de ser, de amar, de gozar y de morir. Se abren nuevas posibilidades y declinan los saberes tradicionales sobre cómo gobernar las poblaciones. Lejos de cualquier recaída en formas clásicas de organización, la acción colectiva se abre a un nuevo cauce, un tiempo inédito e imprevisible. De este proceso forman parte, muchas veces más allá de su voluntad, los más diversos actores, desde los sindicatos, ONG’s y organizaciones de base hasta vecinos que reclaman justicia y movimientos sociales aliados o no a los gobiernos.

3. El viejo neoliberalismo, aquel que producía exclusión social, fue destruido, antes que nada, desde abajo: esto es vivencia diaria para la inmensa población de la periferia. Sobre su cadáver se construyó, siempre desde abajo, lo que venimos llamando capitalismo runfla. Se trata de la fase nueva y superior del neoliberalismo, de raigambre popular e inclusiva. El estado, en concordancia con esta fase, despliega una retórica populista y toma medidas para sostener e intentar guiar este proceso.

4. Si nos animamos a plantear la liberación es porque el motor de este capitalismo “runfla” es el consumo de masas. Esto sucede, al menos por el momento, en buena parte de lo que en otra época era la periferia del sistema-mundo y en la actualidad conforma el formidable eje sur/sur (o corredor BRIC). La salud de este tipo de capitalismo depende, queda dicho, del acceso al consumo, auténtico motor político de estos procesos y de las transformaciones en curso. Es en este contexto que se pone en juego la posibilidad de la ruptura de lazos históricos de dependencia sur/norte en varios los planos (nacionales y regionales).

5. Este proceso de “liberación” hay que entenderlo de modo siempre relativo y como parte de un proceso en disputa. Es cierto que el mismo proceso que lleva al aumento del consumo puede ser interpretado como la base de nuevas dependencias (de tipo “objetivas”: mercado mundial, sistema financiero y tecnológico; y de tipo “subjetivas”, patrón de consumo, creciente subordinación del tiempo al mando ajeno para garantizar el consumo, etc.). Aún así, insistimos en el hecho de que en estos procesos se fortalece una vitalización de los pobres desde el consumo (por otro lado, largamente postergado). Los pobres, sin dejar de serlo (aunque tienden a liberarse, también, de este modo de categorizar de esa categoría) aprenden a explotar, en su beneficio, las jerarquías sociales. Y lo hacen, sobre todo, mediante la táctica de la transfiguración continua de los territorios hasta volverlos incomprensibles, inabarcables, irracionalizables. E Ingobernables (al menos, para los viejos saberes del arte de gobernar).

6. Esta fuerza que no se va a detener, esta “vitalidad de los pobres”, es confrontada desde múltiples ángulos: las estadísticas, la solidaridad, la reciclada “pobreza” franciscana (¿no es el énfasis en el “amor” cristiano un intento por reconducir lo que este proceso tiene de liberación?). Las batallas de este proceso de liberación son cotidianas y feroces. La confrontación crónica de los pobres con el aparato represivo estatal (y privado) va en aumento y por lo que se avizora no va a haber tregua alguna. En todo caso, el capitalismo “runfla” es inseparable de una generalización de micro-guerrillas urbanas, micro-políticas de la vida.

Cartografías políticas

Notas para la investigación política en el seno de las paradojas del post-neoliberalismo
Por Diego Sztulwark
Los conceptos son cócteles molotoff contra la realidad, armas con las que intervenir en el combate en el que todos estamos metidos
Santiago López Petit

1.      Tres nombres propios para describir una mutación

Partimos de tres términos imprecisos para describir un pasaje, un movimiento, unas circunstancias. Tomamos tres nombres propios bien conocidos del relato político argentino: los 90la crisis del 2001; y el modelo (de “crecimiento con inclusión”). Como sabemos, los 90 son recordados sobre todo como aquellos años en los que el “clima” propicio para los “negocios” (la apertura al flujo de capitales) socavó buena parte de la infraestructura pública y terminó por sumergir en la miseria a una buena parte de la población. Se trata de una síntesis parcial, pero contundente. Aquellos años fueron también los de una revolución capitalista en el agro en base a la incorporación de nuevas tecnológica, licencias, técnicas de gestión. Como veremos, no es este un dato menor.

La crisis del 2001 es recordada frecuentemente como una exposición general de las miserias y padecimientos que conlleva el neoliberalismo para las mayorías populares. La destrucción de puestos de trabajo, de derechos laborales, de mercados, de servicios sociales y de patrimonio estatal. Es cierto que el momento de la crisis coincide con la consolidación de nuevos movimientos de resistencia sindical y social, de una nueva y extendida subjetividad política. Pero por lo general, se acepta que la crisis del 2001 es un momento interno al neoliberalismo de los años 90, caracterizado como crecimiento con exclusión, desarrollo sin sensibilidad, puro movimiento de divisas incapaz de generar/distribuir nuevas riquezas. Desde este punto de vista, el valor de las luchas que emergieron durante la crisis es meramente negativo, pura impugnación. No poseen las claves para anunciar un nuevo tiempo, sino que disponen apenas de la fuerza suficiente para la clausura de un tiempo injusto.

Todas estas percepciones, memorias, concepciones pertenecen a la perspectiva actual, caracterizada como la de un período de transformaciones presentado como modelo de  “crecimiento con inclusión”. A diferencia de los 90, las retóricas del desarrollo del presente ya no se auto-representan como exteriores al mundo popular, a las razones de la comunidad. La idea de inclusión se ha vuelto fundamental. Más allá de la retórica que enfatiza en la reparación, en las políticas sociales y en la extensión del empleo, se verifica una ampliación de derechos vía ampliación del consumo. La articulación entre la exitosa inserción de la Argentina productora de alimentos y energía en el mercado mundial provee, mediación financiera mediante, de los recursos para la intervención del estado en políticas sociales. Y una nueva voluntad estatal, anclada en un contexto nacional, regional e internacional que la favorece, alienta la actividad económica como principal variable del proceso político en curso.

La situación ha cambiado respecto del pasado reciente. El sistema político se ha aproximado a lo social. Una nueva articulación entre política y sociedad se fue constituyendo luego del 2003. Más allá de los juegos artificiales entre oficialismo y oposición, del ejercicio retórico de críticos y defensores de la acción del gobierno, la sociedad ha gozado esta última década de un nuevo período de estabilidad, de consenso y convivencia sostenida en un ultra-activismo del estado, de la política, de la justicia, de la economía, de los medios.

2. ¿Adiós al neoliberalismo?

Vale la pregunta, entonces: ¿estamos dejando atrás al neoliberalismo?  Si prestamos atención a las retóricas gubernamentales así como a ciertos actores de peso en ámbitos diversos como el académico, de los derechos humanos, del sindicalismo, de las organizaciones sociales y de los medios de comunicación pareciera que sí, que la mutación se orienta en una nueva dirección. Esta impresión se consolida si echamos una mirada regional (la práctica de los nuevos gobiernos progresistas), e incluso internacional (el contraste entre la crisis de Europa, y la activación de una economía sur-sur con eje en el corredor BRIC).

Es desde todo punto de vista alentador verificar cómo las antiguas élites vinculadas a las dictaduras así como a la aplicación salvaje de las políticas promovidas por los organismos financieros internacionales parecen sumirse en la impotencia en aquellos lugares del mundo que aún gobiernan, mientras pierden su hegemonía en regiones enteras del planeta que se reapropian de su capacidad de autogobierno y de producir riquezas.

Cierto que surgen críticas, sino verdaderas luchas, que por lo menos relativizan la potencia de esta retórica post-neoliberal. A nadie se le puede escapar que la producción de riquezas, en nuestros países, depende siempre de una “neo-liberalización” de masas en lo que hace a las pautas de consumo. Lo mismo debemos decir respecto de los parámetros que articulan la exportación de alimentos, y energía.  

3. Nuestras paradojas

Encontramos, entonces, una serie de paradojas que vale la pena explorar,  y que tomamos en cuenta sobre todo en la medida en que afectan y determinan nuestros modos de vida y nuestras prácticas discursivas:

La conquista de una autonomía mayor en la región respecto del sistema imperialista normalmente representado por los EE.UU. coincide con una nueva integración subordinada en el mercado mundial. Esta inserción supone dinámicas violentas de mercantilización de la tierra, del régimen de producción y circulación de alimentos y de energía, con su correlato de padecimientos sociales en el campo (contaminación, destrucción de economías regionales, desplazamientos forzados de comunidades), y en la ciudad (contaminación, pérdida de calidad de alimentos, pérdida de soberanía alimentaria).

La constitución de una nueva voluntad política-estatal (que no se da sólo en la Argentina, sino que adopta diversas formas en la región y en muchas partes del mundo) ha resultado eficaz a la hora de reconocer actores y procesos históricos en el ámbito de la producción de derechos; de legitimar el sistema institucional y político nacional,  de incluir contingentes sociales en la ampliación de la esfera del consumo; de consumar procesos de inserción –sobre todo neo-extractivos y de producción de alimentos- en el mercado global; y de integración política regional. Sin embargo, su activismo no ha alcanzado a sustituir (ni por “arriba” ni por “abajo”) el poder de la razón neoliberal (Verónica Gago). Por arriba, porque los designios de los actores globales -tales como los mercados financieros y las grandes empresas multinacionales- no han sido desplazados por una nueva espacialidad social e institucional capaz de regular los procesos estratégicos (como la determinación de precios y regulación de contratos; la creación de dispositivos tecnológicos y pautas de consumo); por abajo, porque la ampliación del consumo y de derechos no ha venido de la mano de una nueva capacidad pública de comprender y regular las prácticas depredatorias ligadas a la promesa de “abundancia” (de la especulación inmobiliaria a las redes narcos;  de la economía informal a al lavado de dinero; del trabajo neo-esclavista, a la trata de personas).

Estas paradojas determinan las prácticas discursivas a la vez que se alimentan de ellas. Bien se concilia con las mismas admitiendo la complejidad con la que nos toca lidiar, bien se toma conciencia de las tendencias biopolíticas que ellas viabilizan (y que acaban por reconfigurar  la vida en común) y se las convierte en objeto de investigación política. 

4.      Tres orientaciones para la investigación política

El cambio de paisaje es evidente. Basta echar una mirada al mundo del trabajo, del campo, de los territorios, de los discursos intelectuales y políticos (Mezzadra). Sin embargo, la energía comunicacional, los debates de la esfera pública parecen agotarse en la lucha política inmediata en torno al control de la decisión política. La tarea de la investigación política queda relegada del debate público, y cae bajo sospecha de operar en función directa de esta disputa. De este modo, la primera víctima de la polarización política es la práctica del discurso político no especializado, aplastado por el sistema de la opinión, caracterizado por un lenguaje preelaborado por el mundo de los medios.

Esta es otra de nuestras paradojas: la ultra politización de la opinión (régimen periodístico, militante, jurídico, etc), acompañada de una pérdida relativa de la capacidad de elaborar lenguajes y preguntas de un modo autónomo. Llamamos investigación política a la invención de procesos de recuperación de potencia en relación con la capacidad de los no especialistas de elaborar preguntas, lenguajes, saberes sobre la existencia colectiva. 

Una primera orientación apunta a reconocer una disposición indispensable para la praxis de la investigación política: lo que podríamos llamar la “arbitrariedad” (palabra en la que insistía León Roztichner), es decir, las formas de la autorización que nos damos para advertir peligros. Para avisar sobre la connotación negativas que pueden tener determinadas prácticas, aunque nazcan de zonas queridas de nuestra propia experiencia.

Una segunda orientación fundamental refiere a la dirección de nuestra atención hacia lo que podríamos llamar, inspirados en la filosofía de Nietzsche,  las “zonas oscuras” de la existencia social, aquellas en las que se elaboran las fuerzas que luego nos afectan, y nos fuerzan a pensar. Esta dimensión opaca puede referir a zonas de la subjetividad, de la política y de la economía, a aquello escapa a la legalidad y a los umbrales de visibilidad instaurados por el régimen de la opinión (Guy Debord).

Una tercera indicación, que atribuimos a Foucault, tiene que ver con el método de la “problematización”, pretendidamente extra moral, que indaga en las mutaciones de las prácticas (prácticas discursivas) para evaluar tanto aquello que, en contacto con nuevas realidades, estamos dejando de ser, como aquello que estamos comenzando a ser. Con Foucault aprendemos a mirar más allá de la distinción legal/ilegal para captar dispositivos y diagramas.

Una cuarta observación surge de una enseñanza de la filosofía de Deleuze retomada por Jon Beasley Murray para la política. Se trata de tomar en serio el mundo de las intensidades, no sólo el de las significaciones discursivas. De poner en primer lugar “afectos” (y “hábitos”, es decir, articulación entre afectos), en contra posición con la inflación de “linguismo” que caracteriza a la idea de “hegemonía” o “batalla cultural” de las retóricas del llamado “populismo” sudamericano.  

Una quinta orientación de la investigación concierne a su propia vocación de participar de las formas actuales de politización (Rodolfo Walsh), referidas en muchos casos a las articulaciones menos visibles de lo que en un sentido amplio podemos llamar la “maquinaria” de gobierno de lo social (Félix Guattari) de producción de imágenes, gobierno de la moneda, soberanía en los territorios, gestión del consumo, etc.
5.      Semiología para un cambio de paisaje
Como enseña la antropóloga Rita Segato (La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez) la investigación política depende de una sensibilidad relativa a los signos. De hecho, oscuridad, nuevas fuerzas, peligros, nuevos fenómenos, son todas expresiones que requieren de un agudo sentido semiótico.

Efectivamente, procesos como la violencia dirigida a las mujeres, organizaciones de pandillas ligadas a la negocios que pueden alcanzar dimensiones globales, aceptación del “vitalismo” que acompaña al goce del consumo, la adrenalina del riesgo, son todos motivos de una fina comprensión de lo que ocurre en territorios en los que el neoliberalismo pulsa con las culturas populares, como lo indica la expresión “capitalismo runfla” (Diego Valeriano).

Se trata del mundo de la excepción permanente (Giorgio Agamben, Paolo Virno), en la que se conjuga hábito social, fuerza fáctica de los poderes y elaboración del derecho y las instituciones. Se trata también del gobierno de la producción de riquezas a partir de dispositivos financieros (Marrazzi/Vercellone). La hipótesis que intentamos abrir parte del hecho de que el poder del capital financiero es el de gobernar el mundo de la cooperación desde “afuera” (Negri), que esta exterioridad de la valorización capitalista respecto de los procesos de creación de valor del común (bienes, infraestructura, saberes) está en el corazón del sistema de la depredación.

Y a la inversa, que este mundo del común es también activa producción desacatada de imaginarios (Machete, Robert Rodríguez; Estación Zombi, Barrilete Cósmico).

Buenos Aires, abril de 2013

392

por Diego Valeriano


Agua, muchísima agua, el paquete de velas 20 mangos en Villa Elvira, cinco trabajadores esclavos que perdieron todo y tienen que pagarlo, Club Med; calles como ríos. Subiendo las cosas a la cama y después al armario y después se ahogan conmigo. Infinidad de gritos en la oscuridad, celulares última generación que no responden, redes sociales, cruzar nadando la calle para ayudar a la vieja que vive sola y los hijos nunca pasan a ver; una, dos, tres, cuatro horas y no para, autos flotando. Un chabón subido a un árbol en la plaza, sigue lloviendo, la 7 es un río tempestuoso que se lleva puesto todo. Paró, silencio, oscuridad. Los perros comienzan a ladrar, los chicos lloran y nadie duerme, el agua baja de a poco, solidaridad entre víctimas. Sale el sol y empiezan algunos saqueos, pocos, poquitos porque no quedo mucho, plasmas al lado de los cuerpos; bomberos, policías, municipales, militantes, funcionarios desconcertados. Aparecen más cuerpos, miles de miles de victimas, quince vecinos en la única casa de la cuadra con planta alta, gente deambulando, lagrimas, llantos, gritos de dolor; basura. Celulares que no andan, miedo, limpieza; aparecen más cuerpos, Facebook, rumores, me contó mi hermana que vive en Villa Motoro, solidaridad entre parientes. Macri, Bruera, Scioli, Cristina, Magnetto, Lanata; administración de las propias carreras; planes de emergencia, Twitter operando, medios operando, miedo operando. Dormir en el suelo, mandar los pibes a lo de un amiguito, no encontrar a la Tía. Agua potable y lavandina, bidón de cinco litros de agua de mesa a cuarenta pesos, Espadol y cagadera. Corte de calle, solidaridades; solidaridad oficialista, solidaridad opositora, volanteada convocando a la asamblea; colchones. Transformadores de Edelap, comida podrida en la heladera, comunicados de prensa, camiones de basura repletos que no pueden más, va volviendo la luz y quitando algo el miedo; gente que sale a correr, festeja cumpleaños y entierra a sus muertos. Marca a un metro setenta, rumores, especialistas, todos los muebles a la calle, olor que empieza a subir, gatos muertos, nenes que no aparecen. Gendarmería en los barrios destartalados de antes, hacemos un chino, militantes con todos los dientes entrando de pechito. Bandas con pecheras, bandas enfierradas, camiones repletos de mercadería que no llegan ¿Dónde compro merca? Solidaridad cristiana, solidaridad antipolítica en el club de rugby. Yo, yo y yo llevo la ayuda. Solidaridad televisada, oportunistas y calculadores. Hundidos y flotando, cagan a trompada a la peruana que vendía las velas a 20 mangos, reventa, cortes de calles, asambleas, clase media a la altura de la catástrofe, mezquindades, obviedades, asueto y bandera a media asta. Recolección de residuos, camiones y más camiones, ¿Por qué no paran en mi cuadra? Diputado oportunista dona su sueldo ¿a quién se lo dona? En la radio una señora lo felicita, termina el círculo. Panelista indignado, periodista se relame, cambio climático, ciudadanía movilizada feliz de hacerlo. Llamo a la radio y dejo el mensaje, posteo en facebook, puteo en twitter. Calculo infinito, desprecio por las víctimas, cada quien a su juego. Empezar de nuevo, todo a la calle, una mesa que trajo mi cuñada de Burzaco, una  tele que estaba en la pieza de Mateo; lo que más me duele son los libros, y también las fotos, si, si las fotos. Colchones que no hay, ropa que sobra; la ropa se seca, solidaridad con lo que sobra, solidaridad con lo que no se tiene. Dolor en el pecho, angustia y tristeza. Gimnasia empató y River le ganó a Racing: normalidad que comienza a salir a flote. 392 milímetros que no muestran nada nuevo.

La víctima, el político y el diluvio

por Marcelo Laponia y Diego Valeriano


“Sólo la victima descubre descarnadamente la ficción de la vida en sociedad, la victima ya sin nada que perder comienza un camino de restituciones y justicia, la victima deja de ser cómplice, a la víctima le cambia el escenario de su vida. Reconfigurando su futuro y sus temores”
I.
Desde el origen de los tiempos el diluvio depura, la catástrofe elimina a los injustos. El arca que preserva la vida ya no es la de Noé con sus animalitos, sino una fuerza movilizadora en torno a la víctima, que ha dejado de ser una figura pasiva para volverse el motivo más potente de movilización.
II.
La catástrofe es general porque además de la ruina de las vidas privadas lo que se destruye es el mecanismo mismo de hacer sociedad, de hacer ciudad. La catástrofe pone en descubierto que nadie está a salvo: ¡welcome to hell!
III.
Juan Cabandié –que no es precisamente una luminaria— fue quien vio más claro el asunto cuando dijo: “sin militancia, no hay estado”. Porque si un saldo, además de los muertos y los destrozos, dejó esta catástrofe es que las redes de solidaridad hicieron las veces de la “militancia”, y la militancia se convirtió en el dispositivo de emergencia para que el estado se haga –bien o mal– presente.
IV.
Entre los bienes destrozados conviene contabilizar también la idea misma de que el estado popular (en vías de desarrollo a tazas chinas) garantiza la seguridad de la población a través de la creación de infraestructura pública y de un cuidado pastoral sobre las vidas. Never in the puta life.
V.
Porque, al fin y al cabo, qué es la política sino el arte de someter a discusión aquello que no se discute. Así entendida (y tal como anotó esa tal Rosa Lugano), la política ya no existe entre nosotros. Hemos vivido en el pasado momentos intensos de política en los que los militantes inventaban organizaciones revolucionarias para tomar el poder del estado y acabar con las miserias estructurales, económicas y morales. Desde que esos militantes fueron derrotados política y militarmente quedó fuera de la discusión la propiedad de los medios de producción y apropiación de las riquezas. Incluso, bien obvio, el problema de la desigualdad. Siempre y cuando sostengas los niveles de consumo.
VI.
Desde entonces (salvo la irrupción de movimientos sociales de nuevo tipo en torno a la crisis del 2001) lo que hay espolíticos sin política. Los políticos hacen muchas cosas: por ejemplo, participan del espacio mediático y representativo. También asumen responsabilidades de gestión en ésta o aquella repartición pública. De allí que tengan discursos, equipos, imagen. Sin embargo, ninguno de esos atributos le es esencial. Un político puede cambiar de partido, de discurso, de equipos y de repartición pública.  Lo único que es real, en serio, para el político es su carrera (el self made man). Nada que reprochar en esto. Al contrario, este hecho elemental lo aproxima a personas que en las más diversas situaciones tienen también como real más verdadero su propia carrera (sea ésta en una empresa, en la universidad, en los medios, en el deporte, etc. etc.). Sin embargo, la carrera de un político es particularmente difícil: debe poner en juego surostro y exigir al máximo cuerpo, en especial para ascender; debe poder entrar y salir de todo tipo de discusiones. Pero, ante todo, debe “medir”: su dependencia de la imagen, de la encuesta, del mercado es implacable.
VII.
El odio a los “políticos” es demasiado fácil y está exageradamente difundido. Lo que se odia en el político son dos cosas. Una más evidente: se le acusa de que vela por el bien común con un ojo puesto en sus cálculos personales. Otra es más solapada: se le recrimina el no disponer de una voluntad suficiente para transformar la sociedad en un sentido de mayor justicia. La hipocresía que se agita en este tipo de odio es también doble: no solo porque se reniega del hecho de que todos nosotros somos parte de ese mercado post-político que se ilusiona y decepciona con los políticos, linchándolos cuando la desilusión es grande; sino además porque se espera del político una fuerza de cambio que sólo tendría si hubiese una fuerza popular colectiva en la que ya no creemos.
VIII.
El político debe saber de -y posicionarse ante- todos los temas: energía, matrimonio igualitario, ley de medios, despenalización del faso, reformas fiscales, vericuetos de la justicia y política internacional. Solo un tema le es ajeno: elrégimen de propiedad de la tierra, el control de los resortes de producción de riqueza, la invención de los modos dereapropiación de la riqueza. En esto el político se debe a su pueblo: si el pueblo no lucha, el político no se ilusiona con causas poco realistas que exigen demasiado esfuerzo.
IX.
En épocas en que no hay política la reflexión colectiva se aplana y el único vector consistente es el consumo. El consumo popular libera, moviliza, incentiva, asusta, forja aprendizajes. Aunque, sin duda, también condiciona (a nivel económico menos que a nivel del imaginario). La ausencia de política conduce, en este contexto, al encuentro catastrófico: consumo sin infraestructura del común.
X.
Bajo esas condiciones, sólo catástrofe hacer pensar: Once, Cromagnon, La Plata, pero también la inseguridad o la trata.En la catástrofe emerge la potencia de las víctimas.
XI.
No hay militantes revolucionarios. Hay políticos, a veces en alta, otras en baja. No hay más organizaciones sociales, sino kiosquitos en los territorios y redes de protagonismo basadas en una nueva ciudadanía popular profundamente vinculada a esta potencia de las víctimas.
XII.
Esa potencia hace las veces de diluvio purificador. Solo van a sobrevivir quienes en esas aguas se bañen. En ese poder redentor que hoy encandila se arropan las nuevas militancias,proyectando la imagen “bergogliana” de unos políticosnuevos que ya no tendrían por meta central sus propias carreras. ¿Será?
XIII.
En las calles anegadas hemos visto solidaridad, coraje y vidas runflas.

Sexo y política en Lugano

Por Marcelo Laponia


A partir de una involuntaria recomendación de mi viejo camarada Diego Valeriano he seguido con el mayor interés las tesis presentadas por Rosa Lugano en estas mismas páginas, así como las polémicas que éstas han generado entre sus sagaces lectores. A contracorriente de la tendencia politicista dominante en este tipo de intercambios, voy a enfatizar una perspectiva otra desde la que interpelar lo que se juega en estas escrituras vinculadas al peculiar momento político que estamos transitando.

Y lo hago a partir de la preocupación que me causa la “desatención” con las que son tratadas las cuestiones vinculadas al deseo y a la sexualidad en los debates que se vienen auspiciando. Como parte de una generación que vivió en carne propia la represión cultural y política (que son, obviamente, casi la misma cosa) no puedo sino llamar la atención sobre el riesgo –muy real a mi juicio– de insistir con un lenguaje irónico y un tono cínico que no hacen más que reproducir una cultura de muerte y de desapego afectivo que ya de por sí domina en la gramática de los grandes fenómenos de comunicación. Pero, ¿cuál es la tonalidad específica de nuestra generación? ¿Sobre qué signos –o sobre qué sentidos– se afianza?

El recordado Juan Pablo Maccia –a quien lamentablemente no he llegado a conocer más que por sus luminosos textos– escribió hacia el final de su vida sobre la fundamental cuestión de la represión en relación con las distintas generaciones. En ese sentido, los más jóvenes parecen vivir el fin de la violencia política ejercida por el Estado como una liberación absoluta. Sin embargo, no parece indagarse lo suficiente sobre el tipo de terror que produce el poderoso régimen neoliberal de circulación de las mercancías.

La circulación mercantil es, ante todo, un régimen de enunciados (Lacan lo llamaba el “discurso del Amo” o del “Capitalista”). Un régimen de enunciados y una disposición de los cuerpos y de las almas. Una reorganización de las voluntades y de las energías sociales e individuales. Es así como un nuevo tipo de servidumbre voluntaria comenzó a difundirse, sobre todo, entre los más jóvenes como resultado del proceso mediante el cual el capitalismo neoliberal aprende a ligar las búsquedas de un plus de goce con la máquina de la producción/circulación de mercancías. Y todo en nombre de valores tales como la libertad, la autenticidad y la creatividad. Este es el sesgo del Nuevo Amo.

¿Qué nos muestra la maquinal escritura de la bella Rosa sino, justamente, la impotencia del sujeto crítico –de la subjetividad política– ante la imposibilidad de “tomar el poder” de un destino colectivo orientado al goce de las multitudes? Melancolía pura. El objeto perdido no es sólo el de la política revolucionaria, sino el mismo discurso del saber –decía Lacan– universitario.

Los lectores de Lugano malentienden lo que está en juego cuando le piden, no sin cierta candidez, “ejemplos y demostraciones” a fin de hacer más consistente y persuasivo su discurso del saber. La malinterpretan cuando la creen decepcionada de un ideal estatal-desarrollista o cuando le espetan un izquierdismo abstracto que bordea lo reaccionario. Malheridos por una espina de su pétalo, equivocan el camino (porque lo sobre-politizan). Pues lo que se afirma en los textos de Rosa Lugano es la lógica femenina del No-Todo (que de Lacan a Adorno constituye un modelo potente de racionalidad contra la consistencia de lo fal(s)o-universal).

La escritura de Lugano (como ya evidenciaba hace mucho tiempo en sus maravillosas polémicas con Maccia) hace del discurso político una ocasión para desmontar esa totalidad ilusoria que sostiene la coherencia discursiva de lo político, junto a un irrefrenable deseo de huida. Es notable que los lectores que intervienen en la polémica no hayan destacado lo que a mi juicio es la gran enseñanza de esta aguda pensadora: el vínculo entre poder pastoral y sexualidad en la Tesis 11 (al margen, es demasiado obvio, Rosa, incluso infantil, el juego con aquella tesis 11 sobre Feuerbach en la que Marx llama a la praxis transformadora).
No pueden clausurarse estas reflexiones sin atender –aunque sea de modo sucinto– a los artículos de mi compadre Diego Valeriano. Con los matices del caso, creo que no se llega a apreciar tampoco aquí el papel jugado por el elemento sexual en lo que creo es, esencialmente, un discurso del deseo. Valeriano, lo conozco bien, es un perfecto perverso, en la medida en que su tentativa es la de destruir toda nostalgia crítica: esa a la que Lugano se apega para agujerear el Todo, para re-investir una realidad-Todo, afirmándola por entero y, a la vez, apaciguando lo que en ella hay de siniestro para revestirla de “vitalidad”. La fórmula principal, la insigne Vida Runfla, positiviza (masculiniza) y arma plenitud donde Rosa Lugano ubicaría la inconsistencias.

   

Los textos de Valeriano hablan de otro modo hasta constituirse en un intento de “fuga hacia adelante” (y no de repliegue o de huida hacia otra lógica): renuevan la realidad como fuente de goce. Su fuerza proviene del gesto viril de poner el pecho a la frustración narcisista (un intento de enmascarar la herida subjetiva, en medio la melancolía generalizada). Valeriano es una máquina libidinal de re-investimento sobre “todo lo que existe” (una versión potente de aquel viejo y deprimente “es lo que hay”) sobre fondo de un mundo des-erotizado, en el que escasea el vigor como rasgo estratégico de constitución subjetiva.

La astucia de Valeriano –su singular “perversión” – consiste, pues, en violentar los puntos de apoyo de la subjetivación crítica, acudiendo para ello a una –demasiado voluntarista, a mi juicio– hipostación de la “vida”.  El famoso vitalismo del mundo runfla: el consumo “libera” en la que se pierde lo rico –el No-Todo– de la operación de subjetivación: el corte que distancia y reorganiza las fronteras entre vida y lenguaje. No es sino la fragilidad en la que se mueve quien palpa y hace mundo en la inconsistencia de las cosas del mundo.

Esta subordinación sutil de lo simbólico a lo real tiene por meta eliminar el momento propiamente vaginal de la política. Borrar toda hendidura en lo real, todo no saber del lenguaje. Tal forzamiento (sin duda una vil violación) es lo que hay que desmontar. Su tarea apunta a dar por ya-hecho lo que la operación subjetiva debiera justamente poner en juego. Es la coartada última del perverso: la geni(t)al operación de Narciso-herido que hace del ultravitalismo el borramiento final de toda política femenina (de un goce no conocido).

Como se aprecia, lo que importa tras la apariencia del discurso político es la diferencia sexual. No quisiera excederme con el análisis emprendido. Continúo fiel al principio según el cual toda interpretación fuera de situación –terapéutica– equivale a una agresión. Sólo quiero indicar que los textos de Rosa Lugano (en contraposición con los de Valeriano), leídos como una política del deseo, dan en la tecla al permitirnos comprender nuestro presente en torno a la reanimación del “nombre del Papa”; así como nos permiten acceder a lo que se juega en la escena política fundamental de nuestro país en la cual una sensual-mujer-presidenta debe resistir los embates de un Padre cuya debilidad fálica lo conduce a sobreactuar un amor puramente espiritual.

Y, ya lo dijo Rozitchner, no es joda la figura del Padre que oculta su impotencia castrando a sus hijos: no es otra cosa que lo social afectando de castidad a las diferentes figuras del mundo político y penetrando con su mortífera vocación patriarcal a los pobres, esos sujetos que se han dedicado a gozar de estos años consumo y que hoy se intenta convertir –vía castración del espíritu– al amor-asexuado.

Creo que no debiéramos dejar pasar la ocasión para repolitizar la dimensión sexual del deseo que las militancias políticas –ellas mismas eunucas– debieran promover.

La clase media es el Otro

Por Diego Valeriano y Juan Pablo Maccia[1]


Todavía existe la política por el impulso constante de los sectores medios. De hecho, si no fuera por la clase media en este país no militaría absolutamente nadie. Nadie. 

Y esto se debe a que la clase media ostenta una moral superior basada en cuestiones estrictamente estéticas. Es esta moral la que le da fuerzas para entrar a la arena pública, para hacer vivir la política y para triunfar en ella. Ningún otro sector social se siente poseedor esas verdades, ni de los argumentos para confirmarlas.

Hay una cuestión de voluntad, claro: la clase media tiene ganas de militar, le gusta, lo necesita, cree que es importante. Discuten de política en las redes sociales, alzan la voz en las cenas familiares y tienen verdaderas peleas entre amigos de muchísimos años. La clase media crea y nutre, una y otra vez, cualquier ideología, le pone palabras e imágenes a cada grupo político que ande por ahí. 



Todos nosotros sabemos que la clase media es la clase que gestiona lo simbólico: los ricos controlan la riqueza y la vida runfla tiene lógicas que pasan por otros lados. La clase media es la que lee y escribe, la que comunica, la que administra los asuntos del alma y del sentido. La clase media se encarga de la ley, de la moral, de la literatura y de las ciencias. De la universidad, la universalidad y la cultura. La clase media es la clase que hace pedagogía, la que sabe y la que aprende. ¡Y la única con auténtica conciencia de clase! 

Se trata, en síntesis, de una clase que no quiere trabajar y que no tiene de qué vivir por fuera de esta gestión de los símbolos.

Por todo esto, la clase media es la clase del estado. Haciendo política hace estado y haciendo estado encuentra su verdadero destino en sociedad (La clase media sólo fue genuinamente anti-estatal cuando no hubo promesa de estado –entre el fracaso de la Alianza y los logros de Duhalde– que anticipaban ya al actual kirchnerismo, rebosante fiesta de la middle class).

Solo la clase media hace política, solo ella piensa en el otro, habla por el otro. Sólo ella vibra deseosa de representar a los otros. Habla que te habla de Trabajadorxs, de Niñxs, de Originarixs, de Justicia, de Pueblo, de Tercerizados, de Derechos Humanos, de Republica, de Soberanía, de Inclusión, de Patria, de Libertad. Hablan, ponen el cuerpo y se lukean

Así, hacer política queda siempre entre lo absurdo y lo heroico: lo absurdo se da en el modo de vestirse con la piel del otro, impostando y creyendo; lo heroico se da al jugarse por el otro hasta pagar con la propia vida. Lo que está en juego es el simbolismo en torno al cuerpo de la víctima: ir hacia ella y, en el límite, ocupar su lugar. Si la Patria es el Otro la solidaridad es la mejor de sus arma; y el sacrificio su ejemplo más extremo.

Las vidas runflas no hacen política, no les interesa perder tiempo en la fórmula del otro. La heroicidad o el absurdo son mucho más cotidianos: no es necesario salir a buscarlo afuera. Las vidas runfla se liberan de la política desde el consumo para no ser, siquiera, espectadores. 

La política es el Otro, esa es sin duda la mejor fórmula para la nación. El Otro es la categoría ética superior de nuestra política de clase media.

El problema del consumo en Diego Valeriano


(Subimos esta bien interesante reseña que nos envía el taller de Cartografías Políticasen el que, parece, se están discutiendo los textos de Diego Valeriano sobre Capitalismo Runfla).
Introducción
Analizamos una serie de textos de Diego Valeriano sobre capitalismo runfla, que es la fórmula con la que el autor se refiere a lo que pasa en los territorios luego de la transición de una situación de miseria hacia un contexto de cierta abundancia. La circulación de dinero trae aparejada un aumento de la capacidad de consumo, que Valeriano asocia a una mayor vitalidad en las periferias. El consumo, entonces, no queda automáticamente ligado al apaciguamiento y el control de los grupos sociales marginales, sino que introduce una complejidad que requiere ser pensada. 
Acerca de este nuevo escenario, la serie de textos sostiene las siguientes afirmaciones:
·          Hay una intensificación del capitalismo a través de la abundancia y no una “salida” del capitalismo.
·          La runfla reemplaza la organización social solidaria de la época de la crisis. 
·          Hay protagonismo de una ciudadanía popular centrada en la figura de la víctima.
·          La vida runfla es la instancia más activa en la lucha contra los ajustes del liberalismo económico.
Hipótesis
En torno a la vitalidad, Walter Benjamín dice en su “tesis IV” de Sobre el concepto de historia: “La lucha de clases es una lucha por las cosas burdas y materiales y sin las cuales no habrá las espirituales y refinadas… Pese a todo, estas últimas se encuentran presentes en la lucha de clases, pero no como la idea de un botín que gana el vencedor. En esta lucha están vivas en tanto que confianza, valentía, humor o astucia”.
A partir de esta cita, podemos preguntarnos si es pensable que aquella vitalidad que el marxismo preveía que se daría en la lucha de clases se esté dando hoy bajo la forma de una movilidad ligada al consumo. 
Decimos
·          No se trata de un fenómeno de inclusión en un modelo de las clases medias como producto de un ascenso social (vía consumo): aunque las clases bajas consuman más no ingresan al modelo cultural tradicional de la “clase media”. Esa topografía social (de lo alto- lo medio-lo bajo) se desacopla. Por eso, es muy impreciso hablar de “inclusión vía consumo”.
 
·          Cuando sectores antes postergados acceden al consumo, se genera una lucha por el sentido (por la significación) de los bienes, por los valores que traen asociados. Se abre una disputa que afecta al juego de la imagen de las marcas, por ejemplo. En este punto, el consumo puede ser democratizador.
·          Durante el primer peronismo hubo un acceso masivo de las clases populares al consumo. Habitualmente, este antecedente es narrado en términos de inclusión y de adquisición de derechos vinculados al mundo salarial del trabajo.
·          Para saber qué pasa en acceso actual al consumo quizás sea necesario mirar lo que sucede “antes” del consumo: ¿cómo se accede al poder de adquirir? Hay fuentes múltiples de ingresos: se llega al consumo a través del trabajo en blanco, en negro, ilegal; cobrando un plan social, una renta, un subsidio; o mediante el robo, el saqueo, etc. Un aspecto a tomar en cuenta cuando se busca una dimensión “emancipativa” está asociada al desacople entre consumo y trabajo.
·          Es posible pensar que la vitalidad asociada al consumo sea también una vitalidad que se genera a partir de una nueva productividad social, ya que las poblaciones de las periferias pasaron de una situación de exclusión del sistema de producción de valor a ser la franja más activa de la economía.
·          La tesis que asocia libertad y consumo (extensivo a sectores populares) pertenece a un neoliberalismo modificado, no-noventista. No hablamos de un neoliberalismo de austeridad y privatización (que avanza vía exclusión), sino de uno en el cual el consumo no es potestad exclusiva de las elites.
·          El caso argentino no es asimilable al neoliberalismo actual en los países europeos (similar al de los ‘90 en Argentina y al aún vigente en Chile). ¿Se trata, por eso, de un modelo no-neoliberal? ¿O estaremos en una “segunda etapa” del neoliberalismo (al que podemos llamar “post-neoliberal”)?
·          En la genealogía del capitalismo runfla ocupa un lugar central el peronismo, que, desde sus inicios, afirma el derecho popular al goce (al consumo) hasta entrelazar altos índices de consumo popular con legitimidad política del gobierno. En ese sentido, no se trataría de un desarrollismo de manual, en el cual el Estado piensa en términos estratégicos qué sectores potenciar para generar un tipo de crecimiento económico integral y sustentable, sino de una apuesta al crecimiento guiado por el derecho al goce para todos.  
·          Que la preocupación del Estado sea cómo hacer para asegurar que todos los sectores accedan al consumo genera la necesidad de sostener una velocidad de crecimiento, unas fuentes de energía, una determinada gestión de la divisa, del ambiente… En este contexto, la concepción de desarrollo deviene inseparable de una determinada concepción de la política.  
Próxima Reunión: Intensidades: afectos y hábitos en política
Materiales para la próxima: Prólogo y cap. 1 del libro “Poshegemonía”, de Jon Beasley Murray.
Taller Cartografías Políticas – partesnaturales@gmail.com

Mosquitos

por Diego Valeriano



Ya pasó un mes de las trágicas inundaciones en La Plata, el agua por suerte bajó y dejó al descubierto la inexistencia de la política. Lo primero que descubrimos ni bien el agua comenzó a irse fue la mezquindad y sectarismo del gobierno nacional, la inoperancia del provincial y la mentira y desorientación del municipal.  

El gobierno nacional decidió dejar la asistencia a las víctimas en manos de una ONG de militantes voluntarista y solidarios, pero sin ningún conocimiento del territorio y con un faccionismo obtuso. La provincia, responsable legal de la cuenca hídrica, se desentendió en absoluto del tema. Y el municipio hace y deshace pequeñas cosas sin una orientación clara.

Sería injusto –si hablamos de política­– quedarnos en los oficialismo gobernantes y no ahondar en cómo jugaron (sí, jugaron) las demás fuerzas (y fuercitas) políticas. Podemos hablar de las asambleas de vecinos, que justo son todos vecinos troskistas, orgánicos e inorgánicos. Como una remake del 2002 el PO salta de asamblea en asamblea agitando y creyendo, ¡vaya uno a saber por qué!, que pueden ser portavoces de las víctimas.

Pero no solo el PO hace “entrismo” y nutre las asambleas, el FAP también lo hace, pero esgrimiendo moderación, profesionalismo, socialmendemocracia y buscando votos para el futuro cercano.

El PTS tuvo su punto alto cortando, al otro día de la catástrofe, la esquina donde llegaban y salían las donaciones: después de semejante demostración de genialidad clasista no se los vio más.

Las organizaciones universitarias –felices como perro con dos colas– iban de aula en aula denunciando a todos por esconder los 370 muertos. ¿Cuánto peor mejor?: la catástrofe es el momento ideal para poner en juego las dos o tres pobres ideas/consignas que se tienen.

Y hablando de consignas, el Frente Popular Darío Santillán –siempre original–, salió a pintar una muy piola que ahora no recuerdo.

Antes de irme de los grupos políticos formales, quería hacer una especial mención a Vilma Ripoll que engalanó con su cara sonriente, su delineador celeste y su peluca ochentosa unos afiches que exigía que el gobierno dijera el número real de muertos por el temporal, y que Bruera, Cristina y Scioli eran los verdaderos culpables de las muertes.

Los que hacen política desde la antipolítica también tuvieron su momento de gloria; ya sea Caritas, el La Plata Rugby Club o la sociedad de fomento de Cadorna hicieron todo lo posible por ser la esperanza blanca de la solidaridad y esgrimirse como los verdaderos asistentes de las víctimas.

El agua bajó y dejó barro. En el barro nacieron unos mosquitos así de grandes (va mi mano como evidencia). Mosquitos fuertes,  robustos y grandotes, bien distintos a la política y sus hacedores.

El descenso desde la ciudadanía popular a la parcialidad política

por Diego Valeriano

Creo que ya dije que la ciudadanía popular es el nombre/acción que realiza la víctima en búsqueda de justicia. Cuando la persona que perdió un ser amado se potencia en la búsqueda de justicia construye esa lucha una suerte de ciudadanía popular que nos interpela a tod@s. La secuencia es la siguiente: el primer paso consiste asumir a la víctima como tal: es tarea de la sociedad aceptar o no para alguien el estatuto de víctima. Puede tratarse de una víctima directa de las fuerzas de seguridad del estado, o bien haber sufrido la injusticia que surge de la complicidad de distintas mafias o haber caído en manos de la desidia y la corrupción que provoca muertes. La segunda, tiene que ver con el horizonte de estas luchas. La ciudadanía popular no pretende transformaciones profundas, sino que se constituye en el deseo llevar adelante demandas de sentido común: lo que dice la Constitución, que haya justicia. En tercer lugar, la intensidad de su lucha y el ejemplo de su sacrificio nos hacen partícipes, sentimos empatía por sus reivindicaciones y cada quien a su modo termina simpatizando, acompañando. En cuarto lugar, resulta fundamental que a la víctima la acompañemos tod@s, que ayudemos incuso de un modo pasivo, a generar la visibilidad necesaria para que su lucha no pueda ser negada. Su lucha se vuelve la lucha de tod@s: de los medios, los políticos, los posteadores compulsivos, mi mamá, vos. Desde Blumberg a los familiares de Once son claros ejemplos de lo que hemos dicho.
Quería ahora marcar también un camino de tres estaciones que muchas veces se recorre en la constitución de estas luchas ciudadanas: de victima a ciudadanía popular, y de esta a la participación política. Madres y Abuelas  son un claro ejemplo de este trayecto. Este paso último, al transformarlos en políticos, los desangela y parcializa. Hace que dejen de ser de tod@s para ser –sólo- de un sector. En esta ultima semana Susana Trimarco dio definitivamente ese paso al hacer declaraciones sobre Lanata y Clarín. Al hacerlo ella rompe una alianza no dicha con los medios y se pone de una vereda. Dejó de ser de tod@s para ser del gobierno. Podríamos evaluar que de alguna manera frente a parte de la sociedad bajo un escalón. Nadie va a poner en duda su lucha, pero sí van a poner en duda otras cuestiones. Susana eligió dar un paso y puede hacer lo que ella le parezca correcto, lo que dijo de Lanata y Clarin es suave con respecto a lo ellos merecen que se les diga, pero al decirlo ella dio un paso que si bien no deshace todo lo que realiza y realizó por la lucha contra la trata de personas, sí le cambia el estatuto. A partir de ahora los apoyos y los ataques que reciba tendrán otra textura.

Apuntes sobre la Militancia

por Diego Valeriano


Militantes que rebosan solidaridad ante la Catástrofe, activistas aplicados que controlan precios o que viajan cientos de kilómetros para festejar el tiempo ganado; militante que gritan, lloran y le ponen el pecho al Proyecto; militantes organizados y militantes de la vida: cuanto más evidente es que la militancia ya no existe, más se la invoca. Y cuanto más resuena en nuestros oídos, más muestra su inexistencia. La presidenta de los 40 millones no deja de nombrarla cada vez que necesita que el Estado realice alguna tarea específica: ya lo dijo Juan Cabandié, “sin militancia, no hay Estado”.
Hablamos de festejos, hablemos del 25 de Mayo, esa formidable puesta en escena de la inexistencia de la militancia. La Plaza explotaba de gente (¿cuánta gente había? ¿500 mil almas, de las buenas?) Se puso guita, logística y simbología en abundancia. Y no pasó nada de nada. Bellas teatralizaciones, puro fuego de artificio. Un día entero de obviedades y no mucho más. Un feliz domingo de la juventud, para todos y todas.
Para que sea más claro lo que quiero decir, comparemos lo del 25 con el día que murió Néstor: misma lugar, distinto día. Ese 27 por la noche la plaza no estaba para nada llena, se podía ir y venir con bastante comodidad y casi no había banderas. Había dolor, tristeza, pocos militantes y la convicción de que se estaba allí «por si las moscas», sin saber bien para qué. Tal vez se estaba en ese lugar para lo mismo que el 19 y 20 de diciembre. La plaza del 27 fue contundente, imponente y determinante para lo que vendría, para estos últimos años. La del 25, en cambio, se diluyó de inmediato en su esterilidad.
Otro lugar en donde flamea –siempre inexistente- esta palabrita mágica es en las redes sociales, ligada en general a cuestiones de Derechos Humanos. Su día de mayor esplendor fue el de la muerte del viejo choto de Videla. Gran desfile de forros indignados o con algo para decir y compartir entre amig@s y seguidor@s. Murió Videla, 7 “me gusta”. Los dinosaurios van a desaparecer, 15 “me gusta” y 3 veces compartido. Y mejor ni hablar del grupete de mercedinos que sobreactuó la oposición a que los restos de ese siervo de la Iglesia fuesen enterrado en su ciudad. ¿Por qué alguien haría algo así, más que para salir en Página/12? Preciosa combinación de militancia y DDHH: noble y fácil.
Pero cuando pensaba que ya no había más nada que agregar y me disponía a dar una vuelta de página en la historia de la política vernácula, cuando creía que el kirchnerismo era el evidente fin de la historia militante, entro a mi bitácora cotidiana y veo una, qué digo una ¡DOS notas haciéndole bombo a ese mamarracho autodenominado Marea Popular! ¿Lobo Suelto! cerró un acuerdo con ellos? ¿Se sumó ese frente “emancipador” cuyos paladines son el gordo Lozano y esa especie de nieto no reconocido de Rolando Hanglin?
Posta que ni me importa, pero de elegir preferiría que no. Igual, como estaba al pedo me puso a ver el video al que llevaba el link y descubrí, no sin cierto estupor, que son una especie de izquierda descontracturada y silvestre que se sitúa estéticamente entre los troskos y La Cámpora, y que –herederos bastardos del 2001– busca ocupar el escenario militante con colores propios y palabras cuidadas.
Sobre llovido, mojado, pensé: en mi próxima clase en la Universidad Austral voy a usar este video para demostrar, una vez más, la absoluta inexistencia de la militancia.
Desde hace décadas, quizá incluso desde la dictadura, no existe la militancia. Desde hace décadas, los procesos de transformación y cambio los llevan adelante, o bien las víctimas, o bien el mercado con sus condimentos de Estado, mafias, catástrofes naturales, accidentes enormes, precio de la soja, suerte y alguna otra cosita.
Nadie más.
A menos que llamemos “militante” como llamaríamos “músico” al que rasga impiadoso la guitarra o “escritor” al que luce sus pavaditas en algún blog ignoto: solo son cosas para llenar la vida mientras nos vamos muriendo.

La droga es el otro.

por Diego Valeriano
Legalizar o no la droga parece una discusión bastante demodé, se me hace que es  un debate de foros internacionales o de medios de comunicación que creen que como algunas personas lo creen de la patria, la droga es el otro. Es más, me arriesgo a decir que es algo más bien de la década de los noventa, cuando el consumo de drogas comenzaba a masificarse y las políticas represivas no iban para ningún lado. En ese sentido me gustaría debatir algunos de los términos esgrimidos en este mismo medio Lucas Gordon,con nota Basta de guerra: repensar la política sobre drogas.
En el capitalismo runfla la legalidad o ilegalidad solo son categorías validas cuando a alguien le conviene ¿en que se modificaría la legalidad de la droga? Según el articulo citado, “la liberación  vaciaría la fuente de renta del crimen organizado, controlaría la calidad de las sustancias consumidas, liberaría el desarrollo de investigaciones científicas con sustancias hoy ilegales y demonizadas”; pienso en negocios que no están para nada prohibidos como la venta de ropa y siguiendo el mismo razonamiento noto que la ropa que todxs consumimos cada vez es de inferior calidad, esta manchada con sangre de las víctimas de la trata, financiando la renta del crimen organizado ¿alguna actividad más? Pensemos en la minería, una remiseria en el Doque o los agrocultivos; siendo supuestamente legales (ay! Maravillosa soja) están tan manchados de muerte, injusticias y sangre como la pasta base.
Otro de los datos alentadores que nos da la nota  es que liberar de la tutela del Estado” el uso de su propio cuerpo por parte de los individuo ¿Dónde pasa eso realmente? Cualquier consumidor de cualquier cosa hace con su cuerpo cualquier cosa menos estar bajo la tutela estatal ¿Qué legalidad estatal separa a un  individuo del consumo de merca? En el capitalismo runfla el Estado es un actor más que lejos de regular negocia y disputa con dispar éxito algunas pocas cosas. ¿Tutela estatal del uso del propio cuerpo de un pibe de 12 en la 1.11.14 a la hora de fumar base?
El nuevo capitalismo runfla, el de la abundancia y los cuerpos, donde el consumo libera está lejos de moverse en términos de legalidades o ilegalidades. Todo negocio es sangriento y se lleva puesto a los dóciles por  supuesto que hay gente que va presa o no, que hay jueces y policías pero solo como otros actores más del negocio. Muchas veces principales y muchas no.
¿Legalizar o deslegalizar? No cambiaría absolutamente nada porque  ya no importa. Despenalizar es un buen paso para evitar que nos hinche las bolas algún rati mala leche, aunque los usuarios ya llevamos la despenalización a las calles.

Apuntes para la militancia II

por Diego Valeriano
Un sinnúmero de llamados telefónicos, de mails, de guatsap, de comentario en radios y blogs, de gritos por la calle, varias amenazas y algún agradecimiento (¡Es lo que siempre quise decir y no sabía como decirlo», me dijo un petiso de sandalias ayer en la cola del chino) fue el saldo de mi última intervención. Ejemplos y más ejemplos de la inexistencia de la militancia, pidieron unos; que explique por qué agotada la militancia solo la víctima es política, indagaron otros con sinceridad. Ambas cuentas son saldadas aquí abajo. Y el que se envicie o le sobre paciencia puede pasar a las inevitable reflexiones críticas que me asaltaron al encontrarme con esta nota en este mismo pasquín (allí sugiero que nada es más estéril y anacrónico que impulsar la legalización de las drogas) y que se encuentran en la entrada siguiente.
1- Militancia, ¡no existís!


2- Sólo la víctima es política
Retomo allí donde habíamos dejado: la militancia no existe. Las ideologías y la organización no son más que ficciones. Flacos simulacros. Nadie que haga política y tenga más de veinticinco años puede contradecir, con una mínima convicción, esta realidad. ¿Qué es, entonces, aquello que existe en el lugar de la militancia y de los militantes? Existen los negocios, las carreras personales, los egos, la guita, organizar el tiempo en torno a algunas cosas, las excusas, las necesidades, el vedetismo, la gestión y administración, los guetos y microempresas, la búsqueda de trascendencia, el deseo, el ascenso social, las ganas de ser parte, las pertenencias, el amor, el odio, la inquietud, la vergüenza, la competencia, la potencia y la venganza. Mi dirán: ¡una crítica moral! Nada más lejos: no hay aquí valoración, sino juiciosa descripción.
Existen, eso sí, las víctimas ¿Qué es una víctima? Es una persona que, por una acción u omisión externa, vio truncado el tranquilo y normal desarrollo de su vida. Cuando hablo de “acción u omisión”, especifiquemos, me refiero al Estado. El Estado no pudo, no supo, no quiso, entonces, evitar que se vea transformado negativamente el normal desarrollo de la vida, de una o de un grupo de personas. Lo que la habilitará a encarnar un tipo de ciudadanía popular basada en la búsqueda de justicia. “Cuando la persona que perdió un ser amado se potencia en la búsqueda de justicia construye esa lucha una suerte de ciudadanía popular que nos interpela a tod@s”, decíamos en un apunte anterior.
Sin embargo, hay que afinar más el lápiz y buscar algo de precisión, sobre todo para repeler el obvio todos somos víctimas. Cuando hablo de “transformación del normal desarrollo de una vida”, me refiero a una transformación radical: que por mi otrora apacible cuadra comience a pasar La Lujanera o que construyan un edificio al lado de casa con jardín no me vuelve víctima, más allá que entorpece el normal desarrollo de mi vida. Cuando hablo de transformación radical digo: muerte, secuestro, desalojo, deshecho de un modelo económico, incautación del futuro familiar.
La existencia de las víctimas es la clara muestra de la particular existencia de la política, precisamente allí donde ya no exista. Mejor dicho: existe en tanto orden que regula con eficacia nuestras vidas y el que, por acción u omisión, todos estamos de acuerdo, pero no una herramienta organizada de transformación que se oponga al mercado.
La guita deja un tendal de cuerpos, no siempre víctimas. Un narco boleteado bajo las reglas correspondientes por la policía, no es una víctima –como no es el “barra brava” que ayer mató la yuta. El hijo de un falso ingeniero secuestrado y asesinado por una banda mixta, sí –por no hablar de la piba de la que hablan todas las radios. Un pibe chorro muerto por un tiro en la espalda es una discusión.
Dos categorías diferentes, entonces.: la víctima purala pre (o semi) víctima. La víctima pura accede inmediatamente al welfare mediático y a los derechos que éste habilita. El pibe chorro es una pre-víctimasus familiares y amigos deberán dar una primera pelea por transformarlo en víctima plena y así intentar conquistar la opinión pública. El pibe chorro deviene victima si ciertas almas nobles que habitan medios, palacios gubernamentales y juzgados logran sensibilizarse frente a su historia. La pre-víctima comienza un trabajo desde el dolor para ser escuchada y comprendida. 
Porque si no se es víctima, no se es nada.

Entre los fierros

por Diego Valeriano

Entre los fierros brota sangre y cansancio. Ya el Sarmiento no da ni bronca, solo hastío. Pienso, no ya en la vieja herida que hace dos minutos ayudé a bajar del tren, ni en el pibe que vi quebrado, sino en cómo mierda voy a la facultad. El 136 que me deja cerca de Rivadavia y Puán no para en ningún lado y, según dicen, en Ituzaingó cortaron Rivadavia. Busco un remis y tampoco hay ninguno por ningún lado. Viendo el panorama, decido irme a un barcito que esta frente a la estación: ¿que hago ahora varado en Castelar? Intento llamar por teléfono y no tengo servicio de red. El mozo me explica que, por el accidente, el ministerio de seguridad (recién pasó Berni), bloquea todas las lineas para liberar el espectro. Lo miro con asombro y le pido un café con leche con dos medialunas. Estoy al medio de todo, ni en casa ni en el trabajo y, para colmo, me olvidé la notebook. Leo el diario y según las especulaciones, la lista del FPV la encabezan Insaurralde, Randazzo y algunos más. Me imagino a Randazzo ahora con cara de «me quiero matar» y despidiéndose de esa lista… aunque uno nunca sabe. 
¿Y ahora? La Patria es el Otro, pero las penas son de nosotros. Las ambulancias van y vienen, dos helicópteros sobrevuelan la zona. 
Estoy aturdido y con las bolas llenas. No sé para que lado salir. Pago y salgo a la calle, miro para ambos lados de la vía y decido salir caminando para casa, por ahí en tres o cuatro horas llego.

Desprecio

por Diego Valeriano


No sé bien qué significa el “desprecio”, pero creo que tiene que ver con la falta de respeto por el otro, por lo que el otro es, por lo que significa. Medio que vivimos en ciudades donde nos despreciamos todxs: solo con estar un día fuera de tu casa sobreviviendo somos despreciados 287 veces y desprecias unos 301. Odiamos y tememos muchas más. Despreciar al otro te permite volver a casa a salvo.

Despreciar es como odiar, pero peor. El despreciado es un ser indigno, es (soy) tomado por boludo. El despreciador mira con desdén, con altanería y superioridad. Devalúa arteramente al otro.

Pero desprecio, lo que se dice desprecio, es lo que sienten muchos de los que hacen política con las víctimas. Para comprobarlo basta leer a los ciber-militantes en twitter o facebook que, sin saber una goma, tiran desde teorías conspirativas (no sólo el gordo tranza piquetero) hasta culpabilidades absurdas; denunciadores felices posteando a lo pavote. Declaraciones altisonantes, dirigentes de mini partidos mendigando aire, noteros de TN, programadores de noticieros, vecinos de enfrente: todos despreciando a las víctimas con tal de aparecer, o ser.

Superando con creces a los militantes (como corresponde institucionalmente) a operadores y demás, los Pimpinella recargados fueron más allá y se la jugaron con todo: acorde con las mejores escenas del desprecio por la vida volvieron a hacer de las suyas:

Joaquín Galán: “¡Yo también sufrí un hecho traumático y sé lo que se siente!”.

Lucía Galán: «Además de la solidaridad también tengo que decirlo, siento un poco de bronca e impotencia, ¡porque la verdad es que estamos poniéndole todo!«.


No sé bien qué significa el “desprecio”, pero me doy cuenta al toque que en su mundito siempre un poco mugriento no es un problema importante.

Victimas y victimistas

por Diego Valeriano
(@valeriano2015 )


Sabemos que la víctima es la única que hace política. Si no hay víctima no hay política. También sabemos que no es fácil ser víctima: es una compleja construcción de valores, una disputa del sentido común, alianzas, coyunturas y legitimaciones. Ninguna víctima nace víctima.
La victima siempre está en el centro de la escena política, las gestiones siguen su itinerario; ya sea para atenderlas, atacarlas o anularlas. Un hecho que produce víctimas cambia la agenda sí o sí; hace sonar teléfonos, genera reuniones, opera medios, despierta ambiciones.
Ahora bien, la víctima hace política y otros hacen política desde la víctima. Estos serían los «victimistas». Algunas fuerzas política cooptan su propia víctima afín a su ideario; otras corren desesperadas tras alguna victimas vacante.

Hay, sí, grupos especialmente victimistas. La izquierda es victimista por excelencia, desde los Mártires de Chicago hasta nuestros días. Es celebratoriamente victimista: lo confirman sus efemérides así lo confirman. El victimismo de la derecha lo asumen, en general, los medios de comunicación y se centra sobre la víctima anónima y común. Y cuanto más anónima, mejor: así pueden moldearla a su imagen y semejanza. 

También hay víctimas a disputar y los victimistas que las persiguen van cambiando con los años y las coyunturas. El kirchnerismo/cristinismo también asume una política victimista y, al hacerlo desde el Estado, le otorga un plus sorprendente. Sale a la caza de las víctimas y las va ganando una a una… y no duda en disputárselas, incluso, a sus familiares. Muy pocas víctimas quedaron fuera de su influencia: las legitima hasta destrozar su legitimidad. Juega con ellas, las pone a su merced como el gato maula. Pero en este proceso las reconoce, les da el valor que jamás tuvieron y hasta consigue que obtengan esa justicia que buscaban y nunca nadie les había dado.

Tarea difícil, entonces, la de las victimas que en su lucha por la ciudadanía popular van  dotándose de sufrimientos, dolores y algunas victorias. Victorias testimoniales y nobles, unas; y otras contundentes, pero pírricas.

Moreno

@valeriano2015



Sobre fines del 2006 fue re-inaugurada la estación de Moreno: el país estaba en pleno despegue y esta construcción moderna intentaba acompañar ese despegue. La mega obra de más de 11 mil metros cuadrados fue pensada para recuperar el uso residencial revitalizando, reordenando y renovando el uso comercial, recreativo y cultural de la ciudad de Moreno.

El país estaba en pleno despegue, pero al carretear todo se fue transformando. El vuelo devino runfla y el crecimiento no fue todo lo estéticamente ordenado que puede soñar un urbanista.

Lejos de las bonitas intenciones y bajo esos 11 mil metros fue creciendo el capitalismo de los de debajo con prepotencia, abundancia y desorden. El sujeto feria, el pensar runfla es un collage que se amontona y expande en cualquier superficie.

Si bajas del tren más o menos a la mitad te vas a encontrar con un ascensor (único en el Sarmiento) que no sabemos si funciona o no porque justo delante de su puerta hay dos caballetes y una tabla. Detrás de ellos, una señora vende todo lo posible que se pueda comer. Subimos las escaleras y nos dirigimos a la dársena de los bondis, tras el puente de unos cincuenta metros entramos de lleno a un centro comercial que explota de camisetas de fútbol, equipitos de audio chinos que saturan hasta el infinito,s joggings, vendedoras con colas rebosantes, zapatillas, cedés, maquinitas de peluches, ropa interior, camperones de barra, dvd, celulares libres. Todo moviéndose en la danza de los millones con Nene Malo de fondo… compran las rochas, también las chetas.

Bajo las escaleras y un oficial de la federal ya entrado en años cancherea con una pibita que vende algodones dulces de color lila, unos metros mas allá dos pibitos relojean todo para ver a quien caerle. La dársena explota: es domingo y miles de familias vuelven a sus casas. Como están con hijos e hijas compran y comprar para calmarlos. En la entrada de la estación una señora de mi edad vende pollitos bebé teñidos de varios colores; a unos metros su hijo, que también podría tener mi edad, tiene unas cotorritas también teñidas. 

El chipá fresco sale como trompada. Cruzo la calle y compro Guerra Mundial Z (me asegura que es calidad final), dos flacos me apuran de mal modo para que les compre unos alfajorcitos espantosos que hicieron en su granja de rehabilitación, por su boca pastosa pareciera que estuvieron comiendo los alfajorcitos de maicena que venden. Logro esquivarlos, pero en el movimiento pateo dos frascos de Plusbelle en el puesto de un tipo que tenía artículos de limpieza a la venta; nos miramos a lo ojos, me insulta, algunos transeúntes también nos miran; miro los precios: ¡dos Plusbelle diez mangos! Compro. Lo doy un billete de 20 y el muy cararrota me dice que no tiene cambio “llevate un rexona”, acepto porque me conviene. Me dirijo a la remiseria que esta a diez metros de los semáforos, sobre la esquina hay unos pibes oscuros, pero no tanto, que hacen hip hop. Dudo entre acercarme con carpa a escuchar lo que cantan o alejarme con carpa y matar  una tuca: el 504 destartalado que me toca en suerte anula toda vacilación. 

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