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Guerra y demencia senil // Franco Bifo Berardi

Aniquilar

Anéantir, el último libro de Houellebecq, es un volumen de setecientas páginas, pero la mitad sería suficiente. No es el mejor de sus libros, pero sí la representación más desesperada, resignada y colérica a la vez, del declive de la raza dominante.

 

Francia profunda. Una familia se reúne en torno al padre de ochenta años que sufrió un derrame cerebral. Coma interminable del anciano patriarca que trabajaba para los servicios secretos. El hijo, Paul, que también trabaja para los servicios secretos y también para el Ministerio de Finanzas, descubre que tiene un cáncer terminal. El otro hijo, Aurelien, hermano de Paul, se suicida, incapaz de afrontar una vida en la que siempre se ha sentido derrotado.

 

Queda la hija, Cecile, una católica fundamentalista esposa de un notario fascista que ha perdido su trabajo, pero encuentra otro en los círculos de la derecha lepenista.

 

La enfermedad terminal es el tema de esta novela mediocre: la agonía de la civilización occidental. No es un bello espectáculo, porque la mente blanca no se resigna a lo ineluctable. La reacción de los viejos blancos moribundos es trágica.

 

El escenario en el que se desarrolla esta agonía es la Francia actual, culturalmente devastada por cuarenta años de agresión liberal, un país fantasmal en el que la lucha política se desarrolla en el cuadrado mefístico del nacionalismo agresivo, el racismo blanco, el rencor islámico y el fundamentalismo económico.

 

Pero el escenario es también el mundo posglobal, amenazado por el delirio senil de la cultura dominante pero en decadencia: blanca, cristiana, imperialista.

 

 

Agonía guerra suicidio

 

En la frontera oriental de Europa: dos viejos blancos juegan un juego en el que ninguno puede retirarse.

 

El viejo blanco americano ha vuelto de la derrota más humillante y trágica. Peor que Saigón, Kabul permanece en la imaginación global como un signo del caos mental de la raza gobernante.

 

El viejo ruso blanco sabe que su poder se basa en una promesa nacionalista: se trata de vengar el honor violado de la Santa Madre Rusia.

El que se retira lo pierde todo.

 

Que Putin es nazi se sabe desde que terminó la guerra en Chechenia con el exterminio. Pero fue un nazi muy bien recibido por el presidente estadounidense, quien, mirándolo a los ojos, dijo que entendía que era sincero. También muy bien recibido por los bancos británicos que están llenos de rublos robados por los amigos de Putin tras el desmantelamiento de las estructuras públicas heredadas de la Unión Soviética. El jerarca ruso y el angloamericano fueron amigos muy queridos cuando se trataba de destruir la civilización social, el legado del movimiento obrero y comunista.

Pero la amistad entre los asesinos no dura. De hecho, ¿de qué habría servido la OTAN si realmente se hubiera establecido la paz? ¿Y cómo terminarían las inmensas ganancias de las empresas productoras de armas de destrucción masiva?

 

La ampliación de la OTAN sirvió para renovar una hostilidad a la que el capitalismo no podía renunciar.

 

No hay una explicación racional para la guerra de Ucrania, porque es la culminación de una crisis psicótica de cerebro blanco. ¿Cuál es la racionalidad de la expansión de la OTAN que arma a los nazis polacos, bálticos y ucranianos contra el nazismo ruso? A cambio, Biden obtiene el resultado más temido por los estrategas estadounidenses: empujó a Rusia y China a un abrazo que Nixon había logrado romper hace cincuenta años.

Por lo tanto, para orientarnos en la guerra inminente no necesitamos geopolítica, sino psicopatología: quizás necesitamos una geopolítica de la psicosis.

 

De hecho, está en juego el declive político, económico, demográfico y eventualmente psíquico de la civilización blanca, que no puede aceptar la perspectiva del agotamiento y prefiere la destrucción total, el suicidio, a la lenta extinción de la dominación blanca.

 

Occidente-Futuro-Declive

La guerra de Ucrania inaugura una carrera armamentista histérica, una consolidación de fronteras, un estado de violencia creciente: demostraciones de fuerzas que son en realidad un signo del caos senil en el que ha caído Occidente.

 

El 23 de febrero de 2022, cuando ya habían entrado las tropas rusas en el Donbass, Trump, expresidente y candidato a la próxima presidencia, considera a Putin un genio pacificador. Sugiere que Estados Unidos debería enviar un ejército similar a la frontera con México.

 

Tratemos de entender lo que significa el obsceno Trump. ¿Qué núcleo de verdad contiene su delirio? Lo que está en juego es el concepto mismo de Occidente.

Pero, ¿quién es Occidente?

 

Si damos una definición geográfica de la palabra «Oeste», entonces Rusia no forma parte de ella. Pero si pensamos en esa palabra como el núcleo antropológico e histórico, entonces Rusia es más occidental que cualquier otro Occidente.

 

Occidente es la tierra de la decadencia. Pero también es la tierra de la obsesión por el futuro. Y las dos cosas son una, ya que para los organismos sujetos a la segunda ley de la termodinámica, como lo son los cuerpos individuales y sociales, futuro significa decadencia.

 

Estamos, pues, unidos en el futurismo y la decadencia, es decir, en el delirio de la omnipotencia y la impotencia desesperada, los occidentales de Occidente y los occidentales de la inmensa patria rusa.

 

Trump tiene el mérito de decirlo claro: nuestros enemigos no son los rusos, sino los pueblos del hemisferio sur, a quienes hemos explotado durante siglos y ahora pretenden compartir con nosotros las riquezas del planeta, y quieren emigrar a nuestras tierras. El enemigo es la China que hemos humillado, el África que hemos saqueado. No la muy blanca Rusia que forma parte del Gran Occidente.

 

La lógica trumpista se basa en la supremacía de la raza blanca de la que Rusia es la avanzada extrema.

 

La lógica de Biden es la defensa del mundo libre que naturalmente sería el suyo, nacido de un genocidio, de la deportación de millones de esclavos, sistémicamente racista. Biden rompe el Gran Occidente en favor de un Occidente sin Rusia, destinado a desgarrarse a sí mismo y a involucrar a todo el planeta en su suicidio.

 

Tratemos de definir Occidente como la esfera de una raza dominante obsesionada con el futuro. El tiempo tiende hacia un impulso expansivo: crecimiento económico, acumulación, capitalismo. Precisamente esta obsesión por el futuro alimenta la máquina de la dominación: inversión del presente concreto (del placer, de la relajación muscular) en valor futuro abstracto.

 

Quizá podríamos decir, reformulando un poco los fundamentos del análisis marxista del valor, que el valor de cambio es precisamente esa acumulación del presente (lo concreto) en formas abstractas (como el dinero) que se pueden intercambiar mañana.

 

Esta fijación en el futuro no es en modo alguno una modalidad cognitiva humana natural: la mayoría de las culturas humanas se basan en una percepción cíclica del tiempo, o en la expansión insuperable del presente.

El futurismo es la transición hacia la plena autoconciencia, incluso estética, de las culturas en expansión. Pero los futurismos son diferentes y hasta cierto punto divergentes.

La obsesión por el futuro tiene distintas implicaciones en el ámbito teológico-utópico propio de la cultura rusa, y en el ámbito técnico-económico propio de la cultura euroamericana.

 

El Cosmismo de Fedorov, el Futurismo de Mayakovski, tienen un aliento escatológico del que carece el fanatismo tecnocrático de Marinetti, y sus seguidores americanos como Elon Musk. Quizá por eso le corresponde a Rusia acabar con la historia de Occidente, y ahora lo tenemos.

 

 

El nazismo está en todas partes

Pasado el umbral de la pandemia, el nuevo panorama es la guerra que opone el nazismo al nazismo. Gunther Anders había presagiado en sus escritos de la década de 1960 (Die Antiquiertheit des Menschen) que la carga nihilista del nazismo no se había agotado con la derrota de Hitler, y volvería al escenario mundial como resultado del poder técnico, que provoca un sentimiento de humillación de la voluntad humana, reducida a la impotencia.

 

Ahora vemos que el nazismo resurge como la forma psicopolítica del cuerpo demente de la raza blanca que reacciona airadamente a su implacable declive. El caos viral ha creado las condiciones para la formación de una infraestructura biopolítica global, pero también ha aterrorizado la percepción de la ingobernabilidad de la proliferación caótica de la materia que pierde el orden, se desintegra y muere.

 

La mente Occidental ha removido la muerte porque no es compatible con la obsesión del futuro. Remueve la senescencia porque no es compatible con la expansión. Pero ahora el envejecimiento (demográfico, cultural e incluso económico) de las culturas dominantes del norte del mundo se presenta como un espectro en el que la cultura blanca ni siquiera puede pensar, y mucho menos aceptar.

 

Así que aquí está el cerebro blanco (tanto el de Biden como el de Putin) entrando en una furiosa crisis de demencia senil. El más salvaje de todos, Donald Trump, cuenta una verdad que nadie quiere escuchar: Putin es nuestro mejor amigo. Ciertamente es un asesino racista, pero nosotros no lo somos menos.

Biden representa la ira impotente que sienten los ancianos cuando se dan cuenta del declive de las fuerzas físicas, la energía psíquica y la eficiencia mental. Ahora que el agotamiento está en una etapa avanzada, la extinción es la única perspectiva tranquilizadora.

 

¿Podrá la humanidad salvarse de la violencia exterminadora del cerebro demente de la civilización occidental, rusa, europea y americana, en agonía?

Sea como sea que evolucione la invasión de Ucrania, que pase a ser ocupación estable del territorio (improbable) o acabe con una retirada de las tropas rusas tras haber llevado a cabo la destrucción del aparato militar que los euro-americanos han proporcionado en Kiev (probable), el conflicto no puede resolverse con la derrota de uno u otro de los dos antiguos patriarcas. Ni uno ni otro pueden aceptar retirarse antes de haber ganado. Por tanto, esta invasión parece abrir una fase de guerra tendencialmente mundial (y potencialmente nuclear).

 

La pregunta que actualmente aparece sin respuesta se relaciona con el mundo no occidental, que durante algunos siglos ha sufrido la arrogancia, la violencia y la explotación de europeos, rusos y finalmente estadounidenses.

En la guerra suicida que Occidente ha librado contra el otro Occidente, las primeras víctimas son los que han sufrido el delirio de los dos Occidentes, los que no quieren ninguna guerra, sino que deben sufrir los efectos.

 

La guerra final contra la humanidad ha comenzado.

 

Lo único que podemos hacer es ignorarla, abandonarla, transformar colectivamente el miedo en pensamiento y resignarnos a lo inevitable, porque sólo así puede suceder lo impredecible, en los contratiempos: la paz, el placer, la vida.

Venezuela: quiebre en la oposición y pulseada en la Asamblea // Marco Teruggi

Con los votos del chavismo y parte de la oposición, Luis Parra, del partido Primero Justicia, asumió al frente de la Asamblea Nacional. Sin embargo, Juan Guaidó denunció que no lo dejaron ingresar al edificio, desconoció el nombramiento y fue reelecto en una sesión paralela. La reacción de Estados Unidos y la convocatoria a las próximas elecciones legislativas.
 

 

La Asamblea Nacional (AN) de Venezuela tiene una nueva junta directiva. Juan Guaidó, quien había asumido el año pasado en esta misma fecha, ya no es el presidente del Poder Legislativo. En su lugar fue nombrado este domingo, día de la sesión para elegir la junta, otro diputado de la oposición para el período 2020-2021: Luis Parra, del partido Primero Justicia.

La elección de Parra sucedió en una sesión marcada por las dudas y las especulaciones. Ya se sabía, desde la mañana, acerca de la existencia de dos propuestas de junta directiva: una encabezada por Guaidó y otra por un sector de la oposición que había manifestado su desacuerdo con la coalición de Guaidó en los últimos meses, en una disputa marcada por acusaciones mutuas de corrupción.

Ese escenario político tenía la incertidumbre acerca de quién lograría la mayoría de votos necesarios: si el bloque de Guaidó o el de la oposición encabezada por Parra que, se sabía, contaría con el apoyo de los votos del bloque de parlamentarios del chavismo.

Sin Guaidó en la Asamblea Legislativa
La jor
nada se vio además marcada por la denuncia que realizó Guaidó desde las calles cercanas al Palacio, donde afirmó que el operativo de seguridad le impedía entrar a la sesión para presidirla y ganar con la mayoría que aseguró tener. Junto a él se encontraban otros diputados, algunos de los cuales están inhabilitados por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

Esa versión fue desmentida tanto por los parlamentarios del chavismo, así como, por ejemplo, por Luis Parra y el diputado opositor José Britto, quienes aseguraron que Guaidó no ingresó a la sesión en vista de que sabía que no lograría los votos suficientes. Guaidó habría optado por mostrarse impedido de ingresar al recinto y así no perder la presidencia por los votos.

Ante la ausencia de Guaidó para dirigir la sesión, asumió la dirección el diputado más antiguo de la AN, Héctor Agüero, para presentar la propuesta de la lista encabezada por Parra, que obtuvo los votos necesarios.

“Treinta diputados de las regiones que nos cansamos del secuestro, que queremos abrirle un camino a la despolarización del país, dejamos claro cuál era nuestro planteamiento, presentamos nuestra alternativa, se dio una votación por aproximadamente 150 diputados que están registrados en cámara”, afirmó Parra luego de su elección al frente de la AN.

 

Un punto de quiebre
La elección de la nueva junta directiva marca un punto de quiebre en el conflicto: el reconocimiento internacional de Guaidó como presidente encargado de Venezuela estuvo construido desde la hora cero a partir de su presidencia del legislativo. Al quedar desplazado de ese cargo queda abierta la pregunta acerca del reconocimiento internacional sobre su presidencia interina.

Esa pregunta tuvo una respuesta temprana por parte del gobierno norteamericano que, a través de Mickael Kozak, subsecretario adjunto de la oficina de asuntos del hemisferio occidental del Departamento de Estado, quien calificó la sesión como de “farsa” y aseguró que “Juan Guaidó sigue siendo el presidente interino de Venezuela”.

Guaidó, por su parte, instaló en horas de la tarde del domingo lo que denominó una sesión de la Asamblea Nacional fuera del Palacio Federal Legislativo, para elegir la nueva junta directiva y ratificar su presidencia para el periodo 2020-2021. Este escenario podría abrir las puertas a la existencia de una AN, presidida por Parra, y una AN paralela presidida por Guaidó.

No sería la primera vez que la oposición busca crear una institución paralela, como el caso del denominado TSJ “en el exilio”, creado en el 2017 y, desde entonces, fuera del país.

 

¿Qué harán Guaidó y Trump?
¿Qué intentará hacer luego Guaidó? Responder esa pregunta significa indagar acerca de qué buscará hacer el gobierno norteamericano en el expediente Venezuela. Hasta el momento sus cálculos han resultado errados: el caso del TSJ “en el exilio” nunca logró impactar, Guaidó nunca construyó un esbozo de gobierno paralelo y su capacidad de movilización tuvo su último fracaso en el mes de noviembre.

Esa pregunta por Estados Unidos (EEUU) lleva a analizar el escenario norteamericano, donde Trump, enfrentado a un juicio político, cuenta con el apoyo de su partido que lo defenderá en el Senado y en las urnas del 2020, pero ese respaldo se ha traducido en la mayor apertura interna a los sectores neoconservadores.

El escenario de escalada e inestabilidad en Irán, con su impacto en el aumento de precios del petróleo, puede traducirse en una necesidad de acelerar el desenlace en Venezuela. Lo sucedido el domingo, calificado mediáticamente como un golpe de Estado en el Parlamento, puede ser una oportunidad para justificar un nuevo escalón en el ataque contra el gobierno venezolano y el proceso político que encabeza.

El tiempo político ha vuelto a acelerarse en Venezuela luego de varios meses de relativa estabilidad política, un mejor cuadro económico de superficie que ya ha comenzado a resquebrajarse con un nuevo aumento acelerado del dólar y un ataque a dos cuarteles militares en diciembre que logró ser controlado.

Los próximos pasos a esperar serán la sesión de la AN paralela presidida por Guaidó, las medidas públicas y operaciones encubiertas que tomará EEUU, y la convocatoria a las próximas elecciones legislativas que, en vista de los acontecimientos, no serán reconocidas por el gobierno norteamericano. 

 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/240124-venezuela-quiebre-en-la-oposicion-y-pulseada-en-la-asamblea

Valores Fundamentales: Elementos para una crítica a las (no tan) nuevas derechas // Colectivo Vitrina Dystópica

 

  1. Valores fundamentales

 

Hay una serie de estas nuevas. Una serie que se llama The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada, 2017), basada en un libro de Margaret Antwood (1985), en la cual se propone – para variar – un futuro dystópico. ¿Qué sucede en este futuro? Algo ha ocurrido con la fertilidad del planeta y no solo las cosechas son escasas, sino que también lo son los hijos, los cachorros humanos. Entonces, una especie de régimen totalitario se instala en, al menos, parte de lo que era Estados Unidos. Una especie de régimen totalitario que, apoyándose en una suerte de fundamentalismo cristiano, reinstala la más explícita dominación masculina: literalmente convierte a las mujeres que aún son fértiles, en esclavas de la casta dominante, para proveer de hijos.

 

El discurso oficial les llama criadas. El discurso oficial dice que eligieron serlo en beneficio de la humanidad. El discurso oficial dice que esas mujeres y las mujeres de la casta dominante, no son esclavas de los hombres (únicos autorizados a los puestos de jerarquía), sino que éstas fueron liberadas ¿Liberadas de qué, perdón? De la liberal (sic) “ideología de género”, por supuesto, pero también de los opresivos cánones de belleza que el neoliberalismo articula(ba) para su propia mantención. Vuelta a los valores tradicionales, entonces, como forma de salvar lo que queda de “comunidad”, lo que queda de “país”, lo que queda de “mundo” e, incluso, de por fin liberar a las mujeres de esas tontas ideas que conllevaría la ideología de género, pues como lo dice uno de los personajes (El Comandante), ahora pueden dedicarse libremente a cumplir con su objetivo biológico: tener hijos.

 

La protagonista de The Handmaid’s Tale siendo aleccionada. Serie realizada por Hulu.

 

“Según el censo de 2013, la comunidad evangélica en Chile representa el 16,62% de la población, es decir, 3,5 millones de personas, de las cuales 2,5 millones estarían habilitadas para votar: un botín nada despreciable que los candidatos cada vez miran con mayor atención”, así abre la nota sobre “el factor evangélico” un periodista de la revista Qué Pasa, por supuesto de COPESA, en plena “carrera” presidencial de 2017.

 

Esta fuerza religiosa ha tenido un crecimiento disperso, pero sostenido desde el guiño de la dictadura y los coqueteos con los demócratas, lo que la ha convertido, por tanto, en una fuerza política. Aunque no es difícil saber que ya era fuerza política desde el principio, su masividad, pero sobre todo la capacidad de fijar puntos y lograr unidad en la diferencia, es decir, la posibilidad de constituir una axiomática en apariencia muy sencilla, consigue llamar la atención de cada vez más “candidatos”. Y no olvidemos que en nuestra economía afectiva la atención llama a la atención, o sea, redobla su fuerza.

 

“Hay un tema transversal en que convergemos con Franco[1] y que tiene que ver con la vuelta a los valores. Uno de los discursos de Franco es que él no le debe nada a nadie, no tiene compromisos con el mundo financiero. En ese sentido estamos de acuerdo… – explica el pastor Molina, acompañado de su esposa [la pastora Zuñiga], en un café vegano budista de Providencia”. Franco, esta vez fue apoyado por un partido que se llama Unidos en la Fe y, a pesar de lo tenebroso del nombre no es este movimiento el “principal” peligro, sino la axiomática que articula.

 

La “marcha por la vida”, fue un momento fundamental consigna Qué Pasa, pues se reunieron católicos y evangélicos, superando sus “históricas disputas”. Esto fue posible, pues como señala, el antes UDI y hoy también independiente, José Antonio Kast: “[coincido] plenamente con la mirada valórica que ellos tienen, en todos los temas provida (…) estoy convencido de que una política de género es muy dañina para la sociedad y en lo [último] que coincido es en la libertad”.

 

Marcha «provida», Santiago de Chile, 2017. Foto autoría desconocida (se agradece información)

 

 

  1. Puritanismo y finanzas

 

¿La libertad? Cualquiera que mantuviera aun al menos cierta inquietud, estaría tentado a preguntarse algo como eso, de qué libertad me habla Kast. Y cabría adelantar así en bruto, velozmente, una hipótesis: la libertad de no mezclarme, la libertad de protegerme. ¿Qué? ¿Entonces, ya no es la libertad de consumir, la de elegir, la de explotarme, la de ser un individuo, todo eso que, sabemos, es la cumbia del neoliberalismo? Sí, claro que lo es, pero renovado ahora sobre un discurso de la comunidad. Los solos constituyeron comunidad y, por cierto, atravesada, enarbolada, ensamblada por el miedo.

 

Prototipo barrio cerrado «cul-de-sac», o sea, con calles sin salidas. Foto Plataforma Urbana.

 

 

Si el principal elemento de consumo era en realidad un estilo de vida y, entonces, todo lo que consumíamos se trataba finalmente de la propagación del modo de vida imperial. Y si, por cierto, esa democratización de las posibilidades se desmentía una y otra vez en la deuda, mostrando toda la articulación valórica neoliberal al modo de los libros de autoayuda, es decir, como un inmenso vacío en el que hay que hacer como si todos tenemos ya la vida que se supone debemos tener, porque solo depende de nosotros (y, entonces, fotos en Instagram).

 

Desmentida, también, en su recíproca, es decir en la estetización de la posición depresiva, compañera estructural del como si neoliberal y, por cierto, de la proliferación de la autoayuda y las terapias. Entonces, aun si, o mejor dicho porque se desmentía constantemente, no basta para asegurar la acumulación. Esta comunidad que no rehuiría del vacío, sino que lo buscó gestionar como sociedad de oportunidades, es decir, plenamente nada. Nada más que la obligación tácita de incorporarte a la forma de producción dominante, o morir. Esta comunidad hubo de agregar, ante la catástrofe que es el presente, a lo menos, un axioma: su defensa como tal.

 

 

Famosa marcha de los camiones quemados en 2015. Quemados, como se supo posteriormente, por sus propios dueños y no por supuestos terroristas mapuche. Foto La Tercera.

 

Es que acá todas las frases en apariencia nacionalistas, como America first o Chile para los chilenos, no pueden separarse de otras como make America great again o vienen tiempos mejores. El desmentido constante del reino de las oportunidades ha sido movilizado en favor de la acumulación y no en su contra. El nacionalismo como muchas veces antes, pero quizá con mayor claridad, es vector de una global dominación de clase. Los tiempos mejores que vienen o que vuelven, implican reconstruir aquel fallido paraíso de las oportunidades y si nunca existió, entonces, culpar a alguien. ¿A quién? A los que ingresaron. ¿Cómo trazar la frontera? ¿A quiénes de los que ingresaron expulsar? Pues a quienes muestren debilidad en su fe.

 

Son sospechosos todos, entonces, quienes mediante su ingreso hayan afectado algo anterior, o sea, algo tradicional. Mujeres, homosexuales, migrantes, insistentes. Y, aun así, bienaventurados los esforzados, pues la comunidad será de ellos y ellos serán de la comunidad. El nacionalismo puede menos que la adopción del dogma. La producción del deseo de purificación y su fascismo, es un problema de clase o de casta, antes que de nación. Mejor dicho, es sobre todo un poder de cacería. La relación con las finanzas, entonces, no sería realmente de oposición como quería el pastor, sino una continuidad compleja, incluso para los financistas. Las finanzas especulan con un mundo infinito, los fascismos puritanos saben que no lo es y que, por tanto, hay que proteger a la comunidad, antes que defender la sociedad. Parecería haber, entonces efectivamente, una oposición, pero a condición de olvidar que las formas de exclusión son modos de incorporación en desventaja. O sea, que, por ejemplo, querer cerrar fronteras no significa que no haya migrantes, sino que entran en peores condiciones y, fundamentalmente, dirigidos a satisfacer demandas de grandes agentes financieros. O sea, en condiciones, que permiten mayor extracción de plusvalía, tanto por ser casi esclavistas o, por la obligación de inculcarse el dogma de la producción de valor (para otro).

 

Si se busca relativizar cuestiones como la catástrofe medioambiental, es porque, sencillamente, es indesmentible. Y si eso es así, entonces, se puede movilizar la sensación de que no caben todos. Y la comunidad se muestra en toda su violencia y desea la muerte. Desea la muerte en general, los chivos expiatorios se irán eligiendo. Ahora bien, ese “no caben todos”, supone la mantención del aumento en el crecimiento sobre la apropiación de la riqueza, aun en circunstancias de su manifiesta imposibilidad. Dadas nuestras circunstancias actuales, como ya ha sido dicho, la generación de riqueza descansa básicamente en desposesión de los demás y que, si “los más ricos” quieren seguir siéndolo cada vez más como a hasta ahora, es a ellos a los que les conviene el “cierre de las comunidades” que quiere decir sobre todo controlar el ingreso para su beneficio. Pero dado que hubieron “democratizado” ese vacío como estilo de vida, esa inseguridad, ese miedo como comunidad, el encierro devino genuinamente un deseo colectivo, al que había que ponerle palabras y enemigos. De paso modificar la estructura normativa y así como por valores humanitarios, pero sobre todo tradicionales, abrir el paso a otra tecnología de poder para dar caza a todo cuerpo que amenace a la comunidad de productores de valor (para otro). La inseguridad fue territorializada, por diversas especies de puritanismos que, movilizando el deseo de protegerse, aseguran la mantención de la apropiación de la riqueza en condiciones de catástrofe. O sea, literalmente, administran la ruina.

 

Foto campos de paltas en Petorca, donde el monocultivo de la dichosamente exportada y transada en la bolsa Palta Hass, reventó la capacidad hídrica de la región. Según consta en la web de Radio Universidad de Chile: «desde la segunda mitad de la década de los 90 en adelante pasó de 2 mil héctareas de paltos a más de 16 mil.  La provincia de Petorca es la más relevante en términos de la producción y exportación de palta hass en el país. La provincia concentra un 30,5 por ciento de toda la oferta exportadora del país y ese cambio en la estructura productiva se originó con la plantación de paltos en suelos sin actitud de cultivo y la devastación de los ríos. En este sentido, el Rio Petorca, fue declarado agotado en 1997 y el Río Ligua entró en la misma condición en 2004”.

 

  • Finanzas y catástrofe

 

La mención al mundo financiero no es algo a despreciar. Su despegue se da coincidentemente en la misma época en que emerge la catástrofe medioambiental como problema mundial y que las tecnologías permiten, precisamente, un mercado financiero global. Sin ninguna necesidad de una mesa coordinadora, ni de una gran conspiración, la financiarización de la economía posibilita hacer rentable incluso la devastación planetaria. En ese sentido, tampoco es despreciable que el periodista haya consignado que los pastores se encontraban en un café vegano budista.

 

Vista en el espacio del Roadster de Tesla, lanzado al espacio gracias a la otra empresa de Elon Musk: SpaceX. Foto Infobae.

 

 

Elon Musk, exitoso empresario preocupado por el desastre ambiental, promotor de energías renovables, es también dueño de la compañía espacial privada estadounidense SpaceX, cuyo objetivo es hacer viajes turísticos al espacio y establecer una civilización humana multi-planetaria, ante, digamos, el mismo diagnóstico. Recientemente, lanzó su primer cohete de prueba con el objetivo de enviar a Marte un auto, por supuesto eléctrico, de otra empresa de su propiedad llamada Tesla. El principal objetivo, sin embargo, además de la publicidad, era probar el sistema de propulsión reciclable, es decir, que debía arrojar a la nave al espacio, pero volver a tierra para poder ser reutilizado, pues de otro modo la empresa simplemente no funciona. El primer viaje turístico a la órbita lunar está pronosticado para finales de 2018. Y su declaración parece muy humanista “Esto representa, señala Musk a la BBC, una oportunidad para que los seres humanos vayan al espacio profundo por primera vez en 45 años». Los turistas son dos. Las identidades de los turistas son desconocidas, pero Musk, según consigna la misma nota, asegura que no son de Hollywood y que “ya han pagado un depósito significativo”. No es difícil imaginar, entonces, cuál será la humanidad multiplanetaria.

 

Desde las crisis financieras de los 2000 y los movimientos de 2011, algo evidente queda expuesto: que el motor de la economía financiera es el riesgo, pero que también este tiene consecuencias nada abstractas. Sin embargo, ante la debilidad de la imaginación política de izquierda y el peso de, precisamente, aquellas fuerzas globales, la protección se instala como necesidad básica. Los afectos que movilizaron críticas al corazón del sistema de valorización contemporáneo terminan siendo encausados por retóricas que, situándose como si estuvieran fuera de las finanzas y políticas corruptas, permiten la elección de millonarios políticos evidentemente corruptos. Cambiando el foco de atención, designando a quienes con su sola presencia parecen perturbar el orden de los valores tradicionales como amenazas, logran disponer para su beneficio del terror a la crisis, siempre anunciada como si aún no llegara del todo. Lo único que no se puede tocar no es la nación, es la acumulación. Su vía: las finanzas.

 

7 Policías defendiendo bancos en el extremadamente pacífico Occupy en Madrid, 2011.
Foto Daniel Yustus.

 

 

  1. Cacerías y desobediencia

 

Supongámosle al capitalismo un axioma y solo uno: tienes que producir valor para otro. O sea, alguien debe apropiarse de tu trabajo como fuerza de trabajo, lo que quiere decir, no como un producto concreto, sino como la energía de tu cuerpo, la creatividad, la fuerza, la concentración, etc. Y es sobre todo gracias a la explosión de la financiarización que es posible apropiarse de eso no tan solo en las antiguas fábricas e industria, sino que de manera continua. Desde el trabajo a la “diversión”. Lo que en parte explica la dificultad para saber cuándo se deja de trabajar en las formas de empleo más propias de la economía contemporánea.

 

 

 

8 Propaganda de la empresa monopolistas de tarjeta bancarias, tratando de que compremos TODO mediado por la posibilidad de especulación.
Imagen del sitio de Redcompra

 

Lo anterior contribuye también a entender la importancia de la financiariación frente al agotamiento de la economía material en los 70’s. Así no solo se dispone de una inmensa masa de trabajadores radicalmente precarizados y explotados en los talleres e industrias de las marcas globales, sino que también se dispone de otra masa conectada a un taylorismo digital, explotada menos en sus capacidades físicas clásicas y más en las de procesamiento de información que exige nuestra interacción con las máquinas contemporáneas. Luego, todos arrojados a comprar, publicitar y trabajar gratis corporal y virtualmente para los gestores de la ruina del mundo. Es decir, que lo que no se puede tocar es la financiarización global que habilita la posibilidad de producir valor en condiciones de catástrofe.

 

9 Hace tiempo sabemos que nuestra ropa la hace mano de obra fundamentalmente esclava. La industria de moda rápida, simplemete la exacerba (Zara, H&M, etc.). Foto Nguyen Huy Kham taller promedio industria global.

 

 

 

«Hay que distinguir dos cosas – señala en febrero de 2018 la diputada joven electa de Renovación Nacional, Camila Flores. De lo que hablamos nosotros es de la protección férrea y potente del derecho a la vida del que está por nacer, no del derecho de los que ya nacieron«

 

¿Qué significa defender una vida así en abstracto? Una vida sin ningún atributo, en medio de nuestro modelo de organización es, disculpen si lo ofende señor conservador, la defensa de un cuerpo-batería del cual es susceptible extraer valor desde antes que diga su primera palabra. Los que ya nacieron deben vérselas por ellos mismo en el reino de las oportunidades que, como dijimos, no es otra cosa que un inmenso interregno repleto de nada más que la obligación de vender tu fuerza de trabajo. Y, bueno, si fracasa, se le podrá extraer valor como desecho.

 

10 Escena de The Matrix. Neo despertando en medio del campo de baterías humanas.

 

El problema comienza si es que se resiste. Y acá resistir no quiere decir nada muy tremendo en primera instancia, tan solo, por ejemplo, no querer seguir soportando lo que cierto feminismo llama brecha salarial o, el elemento estrechamente asociado, del trabajo doméstico no pagado. O si a las y los migrantes, se les ocurre tener los mismos derechos que los otros animales humanos que, casualmente, nacieron dentro de una determinada organización jurídica que, algunos adoran como “su país”. Cualquier cosa que amenace la mantención de la acumulación, o sea, la capacidad de desposesión. Para qué decir si lo que se quiere es defender otra forma de vida. Ahí la intensidad de la guerra civil en curso se muestra prístina.

 

11 Policía militarizada en una de sus constantes operaciones de asedio contra la resistencia de otras formas de vida en el Wallmapu.
Foto El Ciudadano.

 

 

Entonces, ninguna contradicción entre mercados globales y fronteras cerradas. El movimiento de aparente cierre no es otra cosa que un mecanismo de incorporación, a la vez que la articulación de un nuevo paradigma de vigilancia. La producción de la exclusión no busca tanto la expulsión de grupos en su totalidad, como la de aquell.s que se resisten a la mantención de la acumulación exponencial (ninguna sorpresa por Le Pen, entonces). Táctica de demarcación, otorga la legitimación a la cacería de cuerpos que, no queriendo asumir su lugar en la escala de explotación, amenazan con volver a dirigir la atención colectiva al problema tan absurdamente evidente, como aparentemente invisible, de las inadmisibles tasas de ganancias de los especuladores de todos los países que poco importan ya. Tan inadmisibles que los más exitoso de este modelo no pueden sino imaginar la posibilidad de una humanidad interplanetaria para sostener el crecimiento de sus riquezas.

 

12 En enero de 2015 Oxfam publicó un informe titulado «Riqueza: tenerlo todo y querer más». En el informe de 2016, señalan que “En 2015, sólo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones (la mitad más pobre de la humanidad). No hace mucho, en 2010, eran 388 personas”

 

En The Handmaid’s Tale, el régimen totalitario se instala fundamentalmente para mantener condiciones de acumulación (siguen haciendo negocios internacionales, por ejemplo), en medio de la más evidente devastación. La movilización de los valores fundamentales solo permite justificar la nueva escala de intensidades de explotación. Y ahí, uno de los elementos más interesante de esa serie cobra relevancia: el relato de la transición en apariencia imperceptible entre un mundo tal como el nuestro, en donde nos reímos de Trump y Piñera y Macri, a una vigilada vida puritana, en la cual una serie de espacios rígidamente demarcados, permiten la caza, o sea, atrapar y dar muerte, a todo quien los trasgreda.

 

13 En febrero en Santiago de Chile, con base en la humanitaria defensa de una niña violada y asesinada llamada Sophia, personas marchas pidiendo la reinstalación de la pena de muerte en la justicia ordinaria, es decir, la modificación de la pena máxima y, por ende, de toda la arquitectura jurídica nacional.

 

En estas circunstancias, la sobrecodificación securitaria de los sistemas jurídicos nacionales, que incluye la discusión sobre la pertinencia de la pena de muerte, adquiere un cariz político fundamental. No se trata únicamente de las fronteras, de las corporalidades o de la soberanía sobre las vidas, lo que se juega también en este terreno es la modificación del aparato en su conjunto, habilitando justamente a la “ley” como cacería y a sus detentadores, cada vez más intocables, como las aves de rapiña de los cuerpos resistentes al capital global.

 

¿Cómo pensar, entonces, las resistencias nuevamente? ¿Cómo interrumpir en lo local, con el cuerpo y con la tierra, y a la vez en el dominio de la programación financiera? ¿Cómo articular, en estas circunstancias, una desobediencia colectiva? ¿Qué implica, qué significa una desobediencia hoy? En definitiva: ¿cómo devenir, cómo construirnos, un cuerpo-hacker?

 

 


14 Pintura del compañero Papas Fritas, al cual agradecemos por el uso de su obra. La serie a la cual pertenece se llama: Folklor Insurrecto.

 

[1] Franco Parisi, candidato presidencial “independiente” que, para las anteriores elecciones apoyaba el aborto en 3 causales y el matrimonio igualitario, pero luego de volver con su esposa tras haber sido acusado de acoso sexual en Estados Unidos y de unas sesiones de rezos por Skype (según consigna la misma nota de la misma revista), pudo resolver los temas valóricos y rechazar tan erradas opciones.

La Jerusalem de Trump // Diego Sztulwark

El Cohete a la Luna, 16 de Diciembre 2017.

En la base de los procesos de formación de los Estados nacionales se encuentra el problema de la distribución de la tierra y de los modos de acceso a ella por parte de comunidades y personas. En su formidable libro Indios, ejército y frontera, David Viñas enseña hasta qué punto los mecanismos de apropiación de la tierra —para el caso, la Campaña del Desierto— corren paralelos con la formación de las categorías mentales de las clases sociales dominantes y herederas de la matriz colonial de la conquista. En el mismo sentido, el intelectual palestino Elias Sanbar afirma que “Palestina no es solamente un pueblo sino también una tierra”. La frase apunta a mostrar el funcionamiento de un modo particular de colonización más preocupada por apoderarse de territorios a los que se concibe como desiertos que por explotar la fuerza de trabajo bajo ocupación. Por debajo de la afinidad geopolítica estadounidense-israelí, dice Sanbar, opera una misma formación inconsciente, una modalidad de ocupación fundada en la fantasía de un espacio despoblado.

La similitud de funcionamiento entre estas máquinas coloniales (religiosas y militaristas) reposa en una comparable negación imaginaria: se concibe la fundación del Estado como el asentamiento de un pueblo sobre un vacío previo. Si la guerra se impone de un modo tan obsesivo, se debe a que no hay cómo reconocer, desde sus propias categorías, el lenguaje de las poblaciones preexistentes que reclaman su territorio obstinadamente poniendo en cuestión la matriz colonial de constitución de lo nacional. Palestinos, pieles rojas y mapuches se sitúan así en la línea de fuego antiterrorista.

El filósofo argentino León Rozitchner escribió hace medio siglo que ser judío no era simplemente saberse relacionado con cierto pueblo subsistente de la antigua Palestina, sino sobre todo haber padecido la mirada fría del antisemita, lo “inhumano en lo humano”. La más radical de las hostilidades es aquella que se dirige a lo que uno es (al ser en tanto que ser, lo que se es y no hay como cambiar). Esa experiencia vivida por los judíos era para Rozitchner un indicador de una transición posible hacia la izquierda: habiendo sufrido el dolor de la negación humana en su ser personal, al judío se le abre el camino a la identificación con aquellos despreciados en su ser negros, indios, mujeres o proletarios. Y palestinos. En lugar de esto, la política del Estado de Israel (y aquí en la Argentina, la de los judíos de la DAIA) se orientó paradójicamente a abrazar el complejo de fuerzas técnicas, teológicas, económicas y geopolíticas que convergieron en las causas del genocidio nazi. Durante sus últimos años, Rozitchner se preguntaba si aun era posible seguir siendo judío (pregunta que en sí misma lo colocaba en el linaje humanista en que se reconocen los textos de Spinoza, Marx y Freud).

Escandaliza pero no sorprende la decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como ciudad capital de Israel. Cerrar la ciudad sobre la maquinaria nacional-colonial en lugar de abrirla a circuitos plurinacionales, pluriétnicos y plurirreligiososes un acto incompatible con las condiciones mínimas que la comunidad internacional concibe como base para acuerdos de paz en la región. La política reaccionaria que promueven Trump y Netanyahu no se limita a forzar la guerra en Oriente Medio. Parte de allí, pero se prolonga a nivel global a través de circuitos financieros y de inteligencia militar que la Argentina consume cada día más como una terminal de tecnologías, doctrinas y tecnologías belicistas. No hay diferencia entre política nacional e internacional: la transformación en curso de los Estados de nuestra región se modula bajo el influjo de conexiones con mercados de crédito y promesas de inversiones. No hay contradicción alguna entre neoliberalismo y estado belicista activo: la oferta de oportunidades económicas no es sino un eufemismo para la concentración de capitales, respaldada en un accionar agresivo de fuerzas represivas como última instancia del orden. La Jerusalén militarizada de Trump es el modelo de ciudad espiritual que nos proponen los nuevos cruzados de Occidente.

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