Anarquía Coronada

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Sensibilidad de las desobediencias // Silvio Lang

Una vez más la Feria del Libro de Buenos Aires fue escenario del escándalo. Como dijo alguna vez Eduardo Rinesi: “La derecha no soporta el escándalo”. Así como lxs lectorxs descarriadxs de la Biblioteca Nacional le sacamos los carteles NO A LA BIBLIOTECA OFFSHORE, en el acto de Inauguración de la Feria del 2016,  a Alberto Manguel, designado por el Ministro Pablo Avelluto como director de la Biblioteca, ahora lxs pibxs de los Institutos de Formación Docente de la Ciudad le sacaron los carteles a Avelluto NO AL CIEERE DE LOS BACHIS POPULARES. La “Acción carteles por la Biblioteca Nacional” ampliada. Agitprop del “in your face”. En la misma sala de inauguración de la Feria, en el predio que la Sociedad Rural ofrece a  los mercados rentables. Hay una historicidad, o mejor, una sensibilidad comunitaria de las desobediencias. “¡Señor, señora, no sea indiferente, nos cierran los terciarios en la cara de la gente!”, cantaban anoche, estudiantes, profesores. La misma canción versionada que las compañeras travestis -Lohana Berkins y Diana Sacayán- inventaron para denunciar la persecución policial: “¡Señor, señora, no sea indiferente se mata a las travestis en la cara de la gente!”. Claudia Piñeiro, oradora principal de la Feria denuncia las políticas públicas de la industria del libro en pleno acto y cita a otra mujer, Griselda Gambaro, quien fue la primera oradora mujer en los 40 años de Feria: “La necesidad de la disidencia como espacio de alerta”. El mismo miedo ante los poderes que se enfrentan; el mismo coraje para actuar y defenderse del sufrimiento e impoder que nos causan; la misma vergüenza ante las víctimas que abrazamos. Hay que buscar esas fuerzas desobedientes de nuestras sombras, nuestros muertos, de nuestros amigos y amigas para boicotear el presente, para cruzar el cerco de la realidad que nos imponen.  Desadaptarnos de la vida neoliberal; desencajarnos donde sea necesario; aprender a pegar patadas; sacar el hocico del propio plato como los perros; pegar un grito fuerte para que nos escuchen; desplazar nuestras prácticas endogámicas; conectar nuestros mundos con otros improbables; transversalizar las luchas. Hacerse no una vida, si no un entramado de vidas en un teatro social de las fuerzas desobedientes.

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