Anarquía Coronada

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Sinceramente

Escritora de la vagancia // Diego Valeriano

Termeo, devoción, ficciones y haters antiimperialistas. Dedos en V como grito de guerra, como posteo urgente, como provocación en el grupo de wasap de la familia. Abrazos con las que solo ves en las marchas, encuentros y selfie con los famosos que se van acercando. Tomar el tren con lo que ya cansa eso, y después un bondi y caminar bajo la lluvia para verla a ella, para estar bien cerca, para que sepa que nunca va a estar sola. Calor y olor a humedad, primera fila llena de figurones. Ser locales otra vez y saltar aunque las rodillas casi ni den, aunque el día fue una mierda, porque cada día falta menos. Saltar felices en el patio de la puta oligarquía, en su cara. Comentar encuestas, programas de radio, posteos. Enumerar traidores, olvidar lo que hay que olvidar, comerse sapos, indignarse con cada nueva medida del gobierno. Pedir que te sigan, contar likes, fijar tweet, machear entre kumpas como la mayor demostración de atracción y compromiso. Putear porque no hay señal, ni datos, porque no sube la foto. Comentar por lo bajo cuando pasa la notera de TN, no entrar en provocaciones, no darle de comer a la carroña mediática. Remera de Néstor, de la orga, pañuelo verde en la mochila, bandera de Venezuela y cartelito de amor incondicional. Paraguas, dirigentes sindicales, intendentes efimeros, panelistas y artista que opinan. Querer ser más negro de lo que se es, simular gedencia, flashear pasillo, soñar rebeliones. Agitar esos berretines setentistas. Penguin Random House, pantallas gigantes y aplauso fácil. Reivindicar los gritos, las risas y la incorrección. Ser festejante de uno mismo, de lo que fue y puede volver a ser. Festejar que fuimos felices. Cantar la marcha, rockearla, ser hincha de Perón, ofrecer la juventud. Millonarios VIP, populismo, caricias en el alma y que vuelva la fiesta. Cuotas, Coca chorra, el aire a 23, miles de motitos, fines de semana largos, altas llantas y una alianza indisoluble con los guachos. Saber que el consumo libera. Escucharla con la sonrisa en la cara, con amor ingenuo. Escucharla con la emoción, la manija y la esperanza de volver.

El que compra el libro de Cristina // Diego Valeriano

Opina de Venezuela, de las Lebacs, los chalecos amarillos, los atentados en Sri Lanka, la ley de medios y la interna en la AFI. En la guerra comercial entre China y Estados Unidos sin dudarlo está del lado de China. Cree que si esta cárcel sigue así todo preso es político y cualquier cosa que no coincida con sus ideas es neoliberalismo o le hace el juego a la derecha.

Admira a Putin y llamativamente repudia a Bolsonaro. Discute en el 15 de la sobrina con quien haya votado a Macri y cuando se pone en pedo canta la marcha a los gritos buscando aliados a los empujones. Me explica, con raros argumentos, que no es el mismo caso el de Santiago que el de Luciano y a pesar de viajar en el Sarmiento insiste que la masacre de Once fue culpa del maquinista.

Tiene fácil la palabra traidor, termea fuerte y cree que movilizar a plaza de Mayo es un estado superior de la lucha política. Putea a la CGT y a cualquier gremio que no haga un paro por tiempo indeterminado para derrocar a Macri, sueña con saqueos a los que no iría, porque no serían como sueña. Es un chabon de cuarenta que usa pañuelo verde en la mochila, es casi troska, casi ricotero, casi enfrento a la infanteria en una marcha, casi siempre es estatal o psicóloga.

Es industrialista, latinoamericanista, anti milicos, pro cubano y quiere que todo esté despenalizado. Es buena onda, solidario, amigo, pilla, aguante todo y jamás se para del lado de los ortibas. Banca fuerte a Madres y abuelas. El Diego antes que Messi, siempre.

No se hace cargo que el consumo libera, que lo mejor de Cristina fue esa alianza difusa con los guachos y la ausencia absoluta del Estado en extensos territorios hasta que se volvieron inaccesibles, ingobernables, vitales. Está dispuesto a dar la batalla cultural, bancar a la jefa, fiscalizar en donde sea y un montón de cosas más para que se vayan estos chetos arruina guacho, pero ni se imagina lo bravo que se va a poner todo una vez que gane ella.

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