Anarquía Coronada

Tag archive

Santiago Maldonado

Santiago Maldonado, sinónimo del presente // Agustín J. Valle

Santiago Maldonado es una vida que huye del destino mediático, una vida que recibe el odio realista y por eso el orden puede matarla. Las voces condenatorias dicen “¿qué tenía que hacer ahí, en la ruta, con los mapuches?”: justifican así su asesinato, bajo la implícita idea de que no estaba viviendo la vida como debe ser vivida. El régimen mediático domina el sentido: las cosas valen solo en tanto medios para otra cosa, el Rendimiento es un mandato, y el orden, una obviedad. La experiencia de vida debe someterse a la programática: es el orden normal. Cualquiera que se aparte está en falta, obviamente en falta, y es un estorbo. Una vida no enteramente mediatizada es una vida que no es del todo una vida, no una vida realmente -porque la Realidad es patrimonio del rendimiento y la forma empresa, de la representación especular…-.

La ansiedad conectivista de elegir nuestros contactos, eliminar o bloquear lo que nos disgusta, mutear lo que molesta, el ideal de encapsulamiento selectivo de la vida celular -tan dominante en el espacio público-, organiza una seudo fuga del cansancio, y proyecta un deseo (odiante) de que nada -más que el orden naturalizado del rendimentismo sacrificial- ose estorbarnos. La proyección de sí y del mundo como especulación lisa y brillante no puede tolerar un cuerpo que la manche. Un cuerpo, pues, molesto, es un extranjero que no participa de lo que es la vida tal como es obviamente. Por lo tanto, una vida así puede eliminarse sin que se perciba como atrocidad.

Vidas que prefieren -incluso la incertidumbre de- intentos presentificantes: se las odia. El Presente coexiste con la Actualidad pero clavándole preguntas. Esas vidas le recuerdan al orden su condición de artificio -su tigrez de papel, o de bits…-. Y los cuerpos asimilados por completo a la racionalidad mediática -cuerpos que son carne del cúmulo mediatizante que va del cielo judeocristiano a las tic’s-, odian a quienes la rajan: el orden desprecia la vida con resentimiento, porque la vida llegó primero. La vida es por naturaleza previa al orden y su Realidad normal; por eso la racionalidad del orden la odia: una vida que escapa de la programática, es en sí misma una impugnación del sometimiento general de la vida a lo obvio.

La mediatización segmenta y asigna destinos. Pero se había auto-exceptuado de la condición deudora, Santiago. Su cuerpo impugna el cuerpo pulcro del eficientismo. Reivindicarlo es reivindicar una vida no sometida a los mandatos de la mediatización. Y recibe el desprecio de los que tienen sus vidas bien definidas, los que saben bien los fines y los finales de su vida; los límites de su concernimiento. Los que ya saben exactamente en qué consiste su vida, y qué desearán desde hoy hasta morir; vidas que rechazan el problema de tener que vérselas en la experiencia con qué es lo deseable, vidas mediatizadas y de derecha: odian al presente. Por eso Santiago Maldonado es casi sinónimo de: Presente.

Corre Santiago // Diego Valeriano

Corre, le explota el corazón, le quema la garganta, escucha las amenazas de los gendarmes como promesas que se cumplen. Corre, siente el miedo en la boca, le hierve la sangre, extraña a su vieja. Corre Santiago, como corrió Luciano. Corre Rafael, corre Pablo con sangre en las manos, corren los pibes. Corren solos, rajan, se arrepienten con la certeza de que ya es tarde. Corren perseguidos, corren sabiendo que pierden, que siempre pierden.

Corren los guachos y van a ser grito, posteo, especulación, oportunismo y olvido. Las balas cada vez más cerca, los perros ya los alcanzan y las lágrimas que casi no los dejan ver que hay adelante. Corren como corren todos los pibes por los que casi nadie marcha, corren porque no queda otra. Corren queriendo atravesar lo inexplicable, queriendo ya no estar, queriendo que todo termine porque muchas veces es peor seguir. Corren y no imaginan ser bandera, pintada, foto, avatar, mentiras.

Corre Luciano y miraron para otro lado los que descubren ahora que la policía es brava, que hay represión, que las cárceles están superpobladas. Corre picadas el Negrito mientras la abuela espera sentada en una de esas sillas de jardín, corre Lorena antes que vuelva el novio de la mamá.

Corre Santiago hasta las generales, aunque la senadora no se acuerda más, hasta que cambiamos el avatar. Corre el olvido, corren los militantes a confirmar un toque lo que ya querían que pase. Corren todo, pero no corren la mentira. Corremos todos torpemente mientras los pibes se desangran tirados en la calle.

 

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatilloResumen LatinoamericanoContrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta

¿Cómo leer hoy lo que pasó con Santiago Maldonado? // Reflexiones entre Soraya Maicoño, Neka Jara y Maura Brighenti

Una conversación “circular” entre Soraya Maicoño -werken de la Pu Lof en Resistencia Cushamen-, Neka Jara y Maura Brighenti -ambas militantes populares de la zona sur del Conurbano-.

 

NJ: ¿Cómo leer hoy lo que pasó con Santiago Maldonado?

SM: Santiago estaba ahí para pedir la libertad del Lonko Facundo Jones Huala que había sido detenido ilegalmente, hacía un mes, sometido a un segundo juicio de extradición. Lo que nos habían contado es que Santiago tenía mucha empatía y mucho compromiso con la lucha del pueblo mapuche y que había estado anteriormente en otras comunidades principalmente en Chile. Cuando se enteró que había una volanteada en la ruta 40 pidiendo su libertad, él pidió para estar en esta lucha. Pasó un año de su desaparición y aparición sin vida y el Lonko sigue preso. Es evidente que el poder político, jurídico, económico y mediático no tiene ningún problema a tener gente presa ilegalmente, aun sin sentencia.

A Santiago lo desaparecieron el 1 de agosto con un ingreso ilegal de gendarmería a la comunidad de Resistencia Cushamen. El territorio es muy amplio y generalmente la gente no mapuche no lo transita demasiado más que en el puesto de guardia y eso le jugó en contra a Santiago, porque los otros lamien supieron, de alguna manera, resguardarse de la persecución de gendarmería. Llegado al río ya no supo para donde seguir y se lo terminaron llevando. Siempre pensamos qué reacción habrá tenido la gendarmería cuando le quitaron la capucha y se encontraron con un blanco porque ellos, en verdad, iban a balear y a detener a cuantos mapuches pudieran.

A partir de ahí es como que empezó una historia nueva, que tiene que ver con el hecho de que la desaparición de Santiago en una causa mapuche, sin ser mapuche, visibiliza la situación que estamos viviendo como pueblo. Como pueblo en general, no sólo como Pu Lof. Porque situaciones de desaparición y de muertes de hermanos mapuches venimos sufriendo constantemente. Ya sea porque desaparecen y nunca más sabemos de ellos, o porque aparecen muertos y nunca se puede llegar a esclarecer lo que pasó. Hay muchos intereses inmobiliarios en nuestros territorios y también situaciones de mucha tristeza, de extrema pobreza, donde muchos terminan muriendo ante el hecho que nada alcanza para defender sus territorios.

Esta situación también ayudó a tomar un poco más de conciencia de lo que está pasando con la tierra, con la extranjerización en manos de un puñado de empresarios que hablan de la posibilidad de generar trabajo para la gente a cuesta del avasallamiento del territorio, del empobrecimiento, saqueando la tierra y dejándola inservible, alterando las condiciones climáticas, con sequias y contaminación de las aguas.

Nosotros siempre decimos, y esto no lo digo yo ni tampoco la Pu Lof, lo escuchamos mucho de Isabel Calfullanka que es una lamien que hace 5 años atrás le desaparecieron a su hermano y a su sobrino en Cholila. Eran testigo de un conflicto que había sobre unas tierras, desaparecieron. Todavía no sabemos nada de ellos. Ella decía que no espera justicia, porque la justicia no está hecha para los pobres, pero si por lo menos que se sepa la verdad, qué se sepa que pasó, dónde están, quién se los llevó. Si los mataron, cómo los mataron. O si no dónde los tienen. Esto es lo que nosotros también un poco sentimos, que la sociedad en general sepa en realidad lo qué pasó, porque los medios hegemónicos siempre han encubierto a gendarmería, al Ministerio de seguridad y a este Estado genocida.

Yo creo que esto lo permitió el hecho de que Santiago no era un mapuche sino un blanco. Y esto no lo digo porque una vida vale más que otra, pero cuando nos asesinan a Rafael Nahuel no tuvo la misma repercusión. El asesinato de Santiago involucró a una gran parte de la sociedad que sintió empatía y repudió el hecho.

 

NJ: Para nosotros el accionar de un Estado roquista nunca desapareció y hoy está más vigente que nunca. No podemos leer lo de Santiago Maldonado sin pensaren  el avance del Estado sobre comunidades que están en territorios “estratégicos”. Y no podemos leerlo desentendiéndonos de toda esta ansia de ocupación de territorios a través del extractivismo y de los negocios inmobiliarios.

Para nosotros, a cumplirse un año de la desaparición de Santiago, es un desafío fuerte poner en palabras cómo en el último año el Estado ha avanzado muchísimo en cuanto a control y ocupación de territorios a través de la militarización, la represión y los asesinatos.

 

SM: Antes era la doctrina Chocobar y ahora son las botas. Es importante no descontextualizar. Nosotros siempre decimos a Santiago no se lo llevaron de un boliche, no fue un caso más de gatillo fácil, que tampoco es menor, fue en un contexto de una recuperación territorial en dónde la autoridad máxima de este territorio está detenida ilegalmente. La desaparición de Santiago y su aparición sin vida no están por un lado y la causa mapuche por otro. Santiago estaba ahí porque creía en la importancia de la recuperación de este territorio para la vida de una comunidad.

La sociedad argentina tiene que empezar a trabajar hacia adentro su plurinacionalidad, porque cuando uno empieza a recordar quien es y a recuperar su memoria, también empieza a darse cuenta de la necesidad de recuperar el territorio.

El estado nunca va a reconocer que nosotros estamos recuperando, para ellos estamos usurpando y Benetton parece más autóctono que nosotros. No recuperamos con la especulación con la que lo hace el Estado y lo pueden comprobar en cada recuperación territorial que se haya hecho. Lo hacemos para sostener el territorio y la naturaleza en su estado de equilibrio, que es un estado que necesitamos para estar bien también nosotros, un equilibrio que en las ciudades se pierde. El ser urbano a veces pierde este norte, la posibilidad de verse, no solo como trabajador o ciudadano, sino como ser humano que tiene ancestros que dejaron atrás pueblos, culturas, historias, buscando mejores condiciones económicas. No dejaron solo un lugar geográfico, sino toda una ancestralidad, una forma de vida. Y al perderla compran el discurso hegemónico, racista. El territorio para nosotros es la posibilidad de autodeterminación, de autonomía. Es una forma de vida diferente a la que nos propone el capitalismo, que es adormecimiento y vacío espiritual. Te llena una heladera, una alacena, te da un cero kilómetro, pero te vacía el corazón. Te vuelve esclavo.

Nosotros como pueblo tenemos nuestras prácticas ancestrales, nuestras ceremonias, nuestra educación, nuestra medicina. No nos interesa, como se dice a veces, crear un estado paralelo, sino ya que nos pusieron alambre en nuestro territorio, adentro del alambre decidimos como ser, quienes ser y bajo nuestras propias formas sin que ningún gobierno nos imponga qué ser y cómo hacerlo.

 

NJ: Otra cosa que pudimos pensar mucho a partir de Santiago Maldonado es el tema de los derechos humanos en la actualidad. Para nosotros, fue muy importante después de la última dictadura el rol que jugaron los movimientos de derechos humanos y las diferentes luchas que surgieron a partir de esto. Hoy las luchas por los derechos abren nuevos desafíos, como esto que señalabas, los derechos de los pueblos a recuperar sus territorios y a cuidar los bienes de la tierra. El derecho a la autodeterminación, etc.

 

SM: Por eso hablaba de la importancia de la lucha plurinacional. Hay que reconocer que en Argentina no hubo un solo genocidio

 

NJ: Y es la misma soga que amarra todos los genocidios…

 

SM: Existió un  genocidio hacia los pueblos originarios, hacia los negros… genocidios que fundaron el Estado argentino. Y esto hay que estudiarlo, reconocerlo.

 

MB: La libre determinación de los pueblos justamente tiene que apuntar a la posibilidad de ejercer su propia forma de justicia, lo que siempre se ha atropellado respecto de las comunidades originarias. El Estado no tendría por qué juzgarlos a ustedes.

 

SM: Nosotros tendríamos que tener la posibilidad de impartir nuestra justicia. La justicia que nos impone el Estado no tiene nada que ver con nuestros tiempos, nuestros ritmos. Para poder responder a lo que nos piden nos sacan de nuestros propios tiempos. Permanentemente nos obligan a entender las leyes, los códigos, los protocolos, pero nunca hacen el mínimo esfuerzo por entender y respetar nuestras propias pautas culturales. Como por ejemplo lo que planteaba nuestra hermana Lolita Chávez de Guatemala, que no sólo el ser humano tiene derecho al agua, el agua también tiene derechos. Lo que para las empresas es un recurso, para nosotros es un bien de la naturaleza.

 

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Contrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

Fotos: Colectivo Manifiesto

Santiago Maldonado / Nahir Galarza: La didáctica disrupción de l@s blanquit@s // Jorge Falcone

El modelo de exclusión social que instauró la dictadura viene prorrogando el genocidio silencioso de cuantios@s desheredad@s, así como rebalsando prisiones con “ladrones de gallinas” sujetos a interminables procesos judiciales que esperan condena. Ambas circunstancias están absolutamente naturalizadas. Hasta que el infortunio roza a un (o una)  “semejante” de las clases medias biempensantes, que entonces sí se avienen a considerar el caso y sentar precedente.

 

El Cristo que expuso la matriz productiva de la Argentina colonial

El 1º de agosto de 2017, otro joven argentino – como Darío Santillán, como Luciano Arruga, como Mariano Ferreyra y tantos más -, llevó hasta las últimas consecuencias su defensa de nuestros recursos naturales y los territorios violentamente arrebatados a los pueblos originarios por antepasados y socios de la dirigencia que nos gobierna. El precio que pagó por su apego a los más altos valores humanos ya es de dominio público.

Hasta nuevo aviso, el informe oficial sentencia que Santiago Andrés Maldonado se ahogó en el Río Chubut. Pero es lícito dudar que en el libro del destino estuviera escrito que debía morir en dicha ocasión. Preferimos tomar por cierta la información desclasificada por el periodista Ricardo Ragendorfer, quien sostiene que su cadáver no estuvo en el agua más de cinco días, y que la única cámara frigorífica de la zona se encontraba en la Estancia Leleque, propiedad del Grupo Benetton, predio donde hay además una comisaría provincial y una escuela. Sus campos flanquean la ruta que va desde Esquel hasta cerca de El Bolsón por decenas y decenas de kilómetros.

En aquella circunstancia, cuando la Gendarmería persiguió a los mapuches después del corte de la carretera, Santiago terminó sumergido en el citado cauce. De modo que, tal como sucediera con tant@s patriotas secuestrad@s por la dictadura y luego reaparecid@s como abatid@s en supuestos enfrentamientos,  ninguna interna entre el oficialismo y sus fuerzas de seguridad consiguió disimular que el militante anarquista fue víctima de desaparición forzada y que esta se produjo durante el salvaje desalojo de la Ruta 40 solicitado por el Presidente Mauricio Macri a la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich.

Ahora bien, ¿quién era ese joven de apariencia crística en cuyo amigable semblante se espejó buena parte de la opinión pública multiplicando exponencialmente aquella imagen en stencils, proyecciones murales y redes sociales?

Santiago fue un artesano y tatuador nacido el 25 de julio de 1989 en la ciudad de Veinticinco de Mayo (provincia de Buenos Aires). Unos meses antes de su desaparición se había instalado en la ciudad de El Bolsón (provincia de Río Negro), a unos 70 kilómetros del lof donde se denunció su desaparición. Maldonado apoyó a las comunidades aborígenes en su reclamo por la propiedad de las tierras.​ La familia del artesano afirmó que el joven “nunca tuvo militancia política. Porque descree de la política. Él tiene un compromiso social”, y que no era miembro del grupo conocido como RAM (Resistencia Ancestral Mapuche).​ Personas cercanas a él calificaron sus ideas como anarquistas,​ indigenistas,​ humanistas y solidarias;​ su hermano Sergio ratificó a la prensa que Santiago “se definía como anarquista”. Maldonado se dedicó también a la pintura, siendo autor de varios murales realizados en su pueblo natal.

En conclusión, un joven de aspecto caucásico y mirada serena, dueño de una fisonomía absolutamente cercana a la media de nuestra inmigración europea urbana, y en las antípodas de la apariencia patibularia con que trascienden en la prensa los nadies que faena cotidianamente el “gatillo fácil”.

En todo caso, lo destacable consiste en que dicha “excepción” contribuyó a visibilizar como pocas veces antes la silenciosa extranjerización de nuestro patrimonio territorial y la afligente situación que vienen atravesando l@s antigu@s dueñ@s de la tierra desde la Campaña del Desierto.

Efectivamente, en 2011 el Congreso sancionó una ley que creó el Régimen de Protección al Dominio Nacional sobre la Propiedad, Posesión o Tenencia de las Tierras Rurales. Allí, no sólo se fijó el límite de 15% sino que también se estableció que el Ministerio de Justicia iba a estar encargado de hacer un relevamiento de la propiedad de todas las tierras a nivel nacional.

Catalogado como “pueblo histórico” en Salta, San Carlos se encuentra a 24 kilómetros de Cafayate, en los Valles Calchaquíes. Tiene la particularidad de encabezar el listado confeccionado por el Ministerio de Justicia: el 58,7% de sus terrenos fueron comprados por extranjeros.

Molinos (también en Salta), con el 58%, General Lamadrid (La Rioja), 57%, y Lácar (Neuquén), 53%, son otros departamentos que se destacan en el ránking. No hay que irse muy lejos igual: en Campana, provincia de Buenos Aires, el 50% de las tierras pertenecen hoy a extranjeros.

En tributo al solidario sacrificio de Santiago entonces, sería menester que una activa militancia mayoritariamente urbana y condicionada por la agenda diaria que obliga a combatir el hambre planificado, a menudo desencontrada de las asambleas ambientales que en contextos rurales reclaman soberanía alimentaria peleando contra los agrotóxicos, no desatienda en su abnegada lucha la causa de la tierra y el territorio.

 

La Barbie que expuso la misoginia de una Justicia digna de la Inquisición

Nahir Galarza también interpela desde su pertenencia social: es rubia, educada, “gente como un@”. Pero también intimida: mostrarla como fría y calculadora, nos releva de admitir que a menudo sostenemos relaciones insanas, y que la violencia no es necesariamente inherente a los hombres, sino un componente clave del ideario  patriarcal imperante.

Se trata del drama circular de una sociedad que ha canonizado el destino de Los Amantes de Verona como oscuro paradigma del amor romántico. Cuatro siglos después de aparecido el texto shakespeariano, su tanática impronta sigue gravitando sobre las relaciones amorosas. Y el comportamiento del Moro de Venecia también reaparece a diario en la crónica roja, involucrando incluso a las nuevas generaciones.

 

El asesinato de Fernando Pastorizzo, perpetrado por la bella joven entrerriana, ocupó durante un lapso prolongado la primera plana de los medios gráficos y el prime time de los televisivos. Ante el lugar común de los femicidios, la eliminación de un hombre a manos de una mujer en el seno de una relación signada por la violencia, capta la atención colectiva porque viene a invertir la norma. Y más aún, porque ella no encarna el arquetipo habitual de las personas que delinquen.

Culpable pues en mayor o menor grado, Nahir ya es la mujer más joven en recibir la pena máxima para un delito. Alevosa o desesperada, viene a ratificar el mito patriarcal de la “media naranja”, según el cual nadie está completo sin un otro que valide su totalidad. Marchitando sus 19 años en un calabozo o consiguiendo más temprano que tarde salidas transitorias, aún sin antecedentes pasará a la historia como aquel siniestro Robledo Puch  mediáticamente bautizado “El Ángel”. Para que los enemigos del “Ni una menos” tengan al fin su estandarte.

Ahora, para que el hecho no interpele a la media de la opinión pública, habrá que exorcizar el perfil de la victimaria a los efectos de mantener distancia con la supuesta desmesura de su proceder.

El ritornello de “la maté porque era mía” (o mío, en el caso que nos ocupa) tiene un carácter sistémico y por ende transgenérico, ya que traslada la noción capitalista de propiedad privada al universo de las relaciones amorosas, convocando – en situaciones límite – a descartar al ser amado ante la obsolescencia de su sentimiento. Alimentando dicha constante, los culebrones de consumo masivo consolidan la creencia de que la muerte es la prueba más categórica del amor absoluto. Mientras no deconstruyamos ese imaginario difícilmente se materialice la expresión de deseos que hoy surfea la “ola verde”, anunciando que “el patriarcado se va a caer, se va a caer”.

La inusual celeridad y dureza de la sentencia que mereció el proceder de Nahir Galarza nos habla entonces de una sociedad mejor dispuesta a defender su rancio statu quo que a darse tiempo para indagar a fondo el contexto de violencia que según testigos habría signado la relación. Con una saña a la que peligrosamente nos estamos acostumbrando, el aparato mediático hizo su faena de rigor “denunciando” que la joven “salía con cinco hombres simultáneamente”, en una verdadera reedición del Martillo de las Brujas, importante tratado publicado durante el Renacimiento, que prescribía cómo castigar a las mujeres que practicaran la libertad sexual o curaran con elementos naturales.

Bienvenida sea pues la visibilización de los fenómenos que los casos aquí considerados propiciaron, tanto de la alarmante enajenación de nuestras tierras como de las nocivas y caducas matrices de pensamiento con que tramamos nuestras relaciones. Pese a que por lo general no merezca la misma atención colectiva el vejamen de diverso orden que diariamente padecen l@s oscur@s de la Historia.-

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Contrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

Fotos: Colectivo Manifiesto

Santiago Maldonado: El Otro absoluto por el poder // Mariano Pacheco

El nombre de Santiago Maldonado ha aparecido mucho entre nosotros durante éste último año. Lo hemos invocado en reuniones, en las calles, en el estudio radial de la trinchera radiofónica, en distintos escritos publicados en papel y otros que han circulado en la red.

Es que como Darío Santillán en junio de 2002, tendiendo una mano a Maximiliano Kosteki herido de muerte; como Mariano Ferreyra en octubre de 2010, tendiendo una mano solidaria a los trabajadores precarizados del ferrocarril Roca, también Santiago Maldonado se caracterizó por ejecutar ese gesto que trasciende la solidaridad y se transforma en una actualización de lo más humano que tenemos como seres humanos: la capacidad de sentir en lo más hondo cualquier injusticia, cometida contra cualquiera en cualquier lugar del mundo, como supo remarcar el Comandante Nuestroamericano Ernesto Che Guevara hace poco más de medio siglo atrás.

Así como Darío Santillán es el nombre singular más claro de la experiencia colectiva que podríamos denominar bajo el nombre genérico de 2001 y Mariano Ferreyra de quienes crecieron al calor de ideas y prácticas de izquierda en pleno auge de las expresiones nacional-populares, el nombre de Santiago se torna fundamental –me imagino- para la nueva camada de las jóvenes militancias que están enfrentando con rigor esta nueva fase de ofensiva conservadora en la Argentina. Por supuesto, hay otros nombres, a veces menos recordados, como el de Rafael Nahuel, y algunos que aparecen otras veces englobados bajo consignas más genéricas, como #NiUnaMenos. Pero el de Maldonado logra sintetizar en una singularidad un clamor popular que es colectivo y va más allá incluso de la lucha en la que se encontraba inserto.

Santiago puso el cuerpo junto a la comunidad mapuche de Pu Lof, no sólo se solidarizó con ellos: se puso en su lugar. Sintió el lugar del otro transformado en Otro absoluto por el poder que domina las instituciones del país, y se expande horizontalmente con sus ideas y valores por el cuerpo social. Y eso no es un dato menor, sobre todo en tiempos neoliberales, donde prima la mirada autocentrada del individuo, o a lo sumo, el ejercicio de una solidaridad que implica una externalidad con las causas defendidas. Santiago Maldonado, por el contrario, supo ponerse en el lugar del otro de cuerpo entero, para que sentimiento, pensamiento y acción pusieran en jaque aquello que hicieron, aquello que están haciendo de nosotros.

La operación macrista fue absolutamente clara en un doble sentido: por un lado, se buscó reducir la experiencia activa de lucha de las comunidades mapuches a una organización caracterizada como violenta, terrorista, en medio de un contexto signado por la ejecución de la Ley antiterrorista aprobada durante la anterior gestión de gobierno. Por otro lado, se intentó propiciar la teoría del buen salvaje: el resto de los mapuches (es decir, aquellos que no participan activamente de una lucha) son mansos, propensos al diálogo y el acuerdo con las fuerzas estatales argentinas. Allí Estado, Iglesia y empresas hegemónicas de comunicación (la santísima trinidad) coincidieron en pleno. Los nombres propios que simbolizaron dicha operación son Germán Garavano (Ministerio de Justicia), monseñor Juan José Chaparro (obispo de Bariloche) y Joaquín Morales Solá (columnista del diario La Nación).

La reactualización de la teoría de los dos demonios, que intentó ser reactualizada una y otra vez desde diciembre de 2015, se puso en marcha a un ritmo vertiginoso con el caso Maldonado. Como con “los encapuchados” – o “los duros” del movimiento piquetero-, también con la cuestión mapuche el fantasma de la violencia política apareció en primer plano. En este caso, además, las cosas se le presentaron al poder de un modo favorable para agitar ciertos fantasmas: los mapuches están en zonas despobladas, alejadas de los centros urbanos, se mueven a caballo, todo da para colocarlos en el lugar de guerrilleros o bandidos rurales, lo mismo da (“Villa Mascardi: un cerro boscoso donde anida la resistencia mapuche”, es uno de los títulos de un artículo publicado en el diario de los Mitre). Además, se suma el componente racista y chauvinista (son unos pobres negros de mierda que quieren robar suelo argentino) y el hecho de que la Patagonia es “el culo del mundo” (visto desde Buenos Aires). Características que ayudaron a reducir la cuestión Mapu a la RAM, y luego incluso al “cocoliche” expresado en la frase “son los organismos de derechos humanos, la izquierda y el kirchnerismo”.

Como telón de fondo están los 250 casos de conflictos por la tierra contabilizados por Amnistía Internacional, dentro de los cuales hay que destacar el hecho de que, en la última década y media, el pueblo mapuche recuperó 250 mil hectáreas que estaban en manos de grandes terratenientes.

De allí que las 129 sentencias de desalojos suspendidas hasta el momento por la Ley 26.160 (que desde 2006 impide el desalojo de los pueblos originarios de las tierras que habitan) preocupen en demasía a la gestión Cambiemos y la clase que expresa en el gobierno. Y que también que consideren a la cuestión mapuche como la punta de iceberg de un conflicto mucho más agudo, al que consideran una “bomba de tiempo”, y que involucra a distintas comunidades indígenas protegidas por esta ley en Salta, Santiago del Estero, Jujuy, Tucumán, Formosa, Mendoza, Chubut y Río Negro, además de Neuquén. Contra ellas se erigen el grito de espanto de las fuerzas oscuras que golpean a las puertas: terrorismo mediático + terrorismo estatal + terrorismo vecinocrático: otra santísima trinidad.

A fines de la década del ‘50 del siglo XX, David Viñas escribe Los dueños de la tierra, novela que comienza fechada a fines de la década del ‘90 del siglo XIX. Dos personajes discuten sobre la mejor manera de cazar indios. “Como si fueran guanacos o cualquier cosa”, dice uno. Porque “matar era como violar a alguien. Algo bueno”, comenta otro. El relato avanza, y las frases pronunciadas por los personajes resuenan desde el fondo de la historia en esta cruda realidad del siglo XXI: “¿Nosotros venimos aquí a divertirnos o qué?”.

El interrogante es del libro de Viñas, no de la actual “Revolución de la alegría”, que a través de la Gendarmería Nacional reprimió una protesta protagonizada por una comunidad mapuche en la que se encontraba Santiago Maldonado (el joven anarquista, artesano, tatuador), quien apareció meses después flotando sobre un río, tras haber permanecido (¿allí?) desaparecido.

Para muchos, su aparición en el río es la prueba de que seguimos en democracia. Ergo: ya no se cometen delitos de lesa humanidad. Para otros tantos la autopsia no cambia algo sustancial: Maldonado escapaba de una represión (ilegal), desatada por Gendarmería Nacional. El artesano estaba en el sur del país, junto a la comunidad mapuche que resiste el avance represivo del Estado argentino, que ahora toma la Ley Antiterrorista para “inventarse” ese nuevo enemigo público. Ese mismo Estado, que casi un siglo y medio atrás recorrió similares latitudes en una campaña que denominó del desierto, pero resulta que ese desierto lo habitaban los indios, tan condenados entonces como hoy.

“Era famoso en toda esa parte de la Patagonia. Bond. Y cuando esos animales -o lo que fuera- caían, él los golpeaba hasta que agacharan la cabeza, no miraban más y quedaban completamente oscurecidos como su propia piel”, leo en la novela de Viñas, quien agrega: “lo que molestara tenía que ser eliminado”.

Las mismas tierras patagónicas en donde tiempo después, en una nueva represión a las comunidades mapuches, la Prefectura Nacional asesinara a Rafael Nahuel, otro joven de la economía popular (menos reivindicable por nuestras bellas almas progresistas, al parecer, porque no era blanquito y capitalino como Maldonado): las mismas latitudes en donde hace casi un siglo atrás el Estado exterminaba trabajadores criollos, de Argentina y de Chile, y también, inmigrantes. Esos que habían llegado por los planes de Don Faustino, el Sarmiento que había promocionado que pobláramos el “desierto” con gente de bien, europeos, y no negros de mierda –como ahora– venidos de países cercanos, o de tierras tan lejanas que no sabemos ni ubicar en el mapa (¿los negros que venden anillo son nigerianos o senegaleses?). Entonces, a “poblar la patria”, vinieron europeos, sí, pero resulta que esa gente de bien no era tan de bien, al parecer. Eran anarquistas, hombres y mujeres de espíritu libertario, no iguales pero parecidas a los gauchos e indios que en malones y montoneras se habían resistido a la captura operada por el Estado en su búsqueda por transformarlos en ciudadanos de la república burguesa, es decir, en fuerza productiva para el capital.

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatilloResumen LatinoamericanoContrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

 

Fotos: Colectivo Manifiesto para La tinta.

 

Muertes Políticas: una escritura para Santiago Maldonado // Diego Sztulwark

Una muerte política

Toda vida política, insubordinada, arrastra consigo un riesgo y una enseñanza. Un potencial de enfrentamiento con poderes asesinos y otro cognitivo que desmitifica zonas veladas del orden. Las muertes políticas no pueden, por tanto, ser tratadas como meras víctimas. Sería ignorar lo que ellas envuelven: un compendio libertario de saberes peligrosos y problemas irresueltos que un tiempo histórico prefiere acallar. De allí la naturaleza disyuntiva de estas vidas interrumpidas con violencia, como las de Santiago Maldonado o Rafael Nahuel. Esos saberes resultan aplastados por la industria de la memoria y por la concepción de peritajes a los que el Estado, responsable de esas muertes en la abrumadora mayoría de los casos, reduce el problema de la verdad. Esto plantea la cuestión antagonista de cómo continuar, en el orden de la investigación y la escritura, con el desafío que cada muerte política deja sin desplegar.

El caso de los asesinatos de Maxi Kosteki y Darío Santillán provocó una investigación y un libro, Darío y Maxi, dignidad piquetera. El Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón reconstruye en esta obra la coyuntura, el contexto de lucha, el dispositivo represivo y las responsabilidades. Puede decirse algo similar del libro ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, de Diego Rojas. Walshismo. Es decir, una escritura que documenta y prolonga una lucha. La función poética de tales escrituras tiende a eludir la romantización heroica, la criminalización patologizante y el olvido. Su tarea es establecer las conexiones posibles entre el archivo y el propio inconsciente de la escritura (una forma no estatal de la memoria) asomando al vértigo de la nada, esa insignificancia que amenaza a los cuerpos y los condena al olvido a la indignidad del mito de lo heroico, cuando borra y sustituye lo que las existencias políticas sintetizan, y cancela el principal desafío de este tipo de escrituras: retomar sobre sí la naturaleza del campo de batalla a punto de perderse con la aniquilación de la vida política en cuestión. Una escritura así se declara combatiente frente al olvido, pero también frente al miedo

Hechos y contexto

Los hechos: el 1 de agosto de 2017 se conoció la desaparición de Santiago Maldonado –joven procedente de Buenos Aires que solía viajar ganándose la vida como artesano–, en medio de una represión contra una comunidad mapuche de la Patagonia argentina, a cargo de la Gendarmería Nacional. Durante meses creímos, a partir de los testimonios de la comunidad, que Maldonado había sido capturado por la Gendarmería. Pero esto no resultó del todo aclarado puesto que, tras la aparición del cuerpo, los estudios forenses realizados hasta la fecha establecieron que este estuvo durante meses en el río. Mientras tanto, durante ese mismo lapso en el que hubo una extraordinaria movilización social organizada bajo la pregunta “¿Dónde está Santiago Maldonado?”, el gobierno hizo todo lo posible para confundir y evitar que las cosas se esclarecieran.

El contexto: el conflicto entre las fuerzas de seguridad del Estado y las comunidades mapuches en lucha se centra en el reclamo de tierras ancestrales del Sur del país ocupadas por grandes empresas como Benetton (producción ganadera, de lana, monocultivo forestal) o los grupos Roca, Bemberg, Lewis y otros. En todos estos casos, la apropiación de tierras es irregular e implica conflictos con las poblaciones desplazadas.

Estas disputas se han masificado e intensificado durante los últimos años debido al valor creciente de estos territorios. Para comprender la dinámica de este conflicto, es necesario intentar captar la superposición de dos lógicas complementarias: la concentración de la propiedad en torno a una economía extractivista, que cada vez más se desplaza hacia las fuentes de energía, y la tentativa de encuadrar como “terrorista” toda resistencia a la expropiación de territorios. De modo simultáneo, el gobierno de Mauricio Macri aceptó el diagnóstico del Comando Sur de los EE.UU. que incluye la lucha de los mapuches en la lista de nuevas amenazas a la seguridad del Estado. Es decir, se parte de la idea de que las comunidades mapuches y sus luchas por la tierra son estructuralmente criminalizables. La represión ilegal en la cual perdió la vida Maldonado estuvo comandada sobre el terreno por Pablo Noceti, jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, abogado de jefes militares de la última dictadura y apologeta del terrorismo de Estado. Ya había antecedentes serios. Durante el mes de enero del mismo año, hubo otra dura represión de la Gendarmería contra una comunidad mapuche en lucha. Como ahora, en aquella represión la Gendarmería actuó mas allá de toda orden judicial, pero con nítido apoyo político. Esta situación se inscribe en una serie represiva más amplia como lo fueron la represión a los docentes que intentaban poner una carpa en la plaza del Congreso en su lucha por salarios y defensa de la educación pública, a las mujeres convocadas por el movimiento Ni Una Menos en lucha contra los femicidios, a los trabajadores de Pepsico en lucha contra los despidos o a los grupos piqueteros que reclaman la emergencia social y alimentaria. Esta serie culmina con el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel por parte de la Prefectura y la declaración en apoyo de lo actuado por las fuerzas de seguridad por parte de la Ministra de Seguridad, y la masiva represión de diciembre de 2017 en el mismo momento que el Congreso Nacional aprobaba una reforma del sistema previsional. En todos los casos –hay más–, la violencia oficial forma parte de una política comunicativa, que está dirigida a la producción de una cierta “normalidad” a través de la amenaza y el miedo.

La violencia estructural

Ante este estado de cosas muchos nos preguntamos qué se entiende hoy por democracia en nuestro país, dado que la definición de democracia como vigencia del Estado de derecho nos resulta demasiado estrecha. Lo cierto es que la crisis política se viene arrastrando de lejos, y en la fase actual el gobierno está comprometido en un proceso de concentración de la riqueza de muy difícil aceptación popular. El modelo en curso –acumulación por desposesión, neoextractivismo, hegemonía de las finanzas y apelación al orden– no encuentra oposición política que demuestre tener un programa o plan político alternativo. Solo la calle resiste. ¿Entonces?

El problema de la violencia no ha dejado de plantearse como una cuestión absolutamente central en la historia del país. La desaparición de Maldonado, el conflicto mapuche, nos llevan a recordar la tesis del gran escritor David Viñas, autor de un libro clave publicado a fines de los años setenta, Indios, ejército y fronteras, para quien la conquista de la Patagonia, la guerra contra el indio y la expropiación de sus tierras no solo conforman las bases fundacionales del Estado, sino también la mentalidad de las clases dominantes del país (incluyendo lo que él denomina los “intelectuales colonizados”).

Hay una historia que es necesario tener presente porque sus líneas básicas siguen actuando en nuestros días. El bombardeo a la Plaza de Mayo y el derrocamiento del gobierno de Perón, sostenido por una movilización popular significativa, promovió décadas de violencia. Durante la última dictadura militar –1976/1983– se constituyó un “Estado terrorista” (es importante esta caracterización temprana hecha por Eduardo Luis Duhalde en un libro que lleva precisamente ese título). El terrorismo de Estado aplicó la violencia no solo para desarticular a las organizaciones armadas revolucionarias (cosa que logró en torno al año 1977), sino para remodelar quirúrgicamente la estructura social del país. Para decirlo pronto: impuso un modelo de acumulación fundado en la valorización financiera (cuestión que explica muy bien el economista Eduardo Basualdo y su equipo) y la difusión del terror como amenaza de aniquilación en el interior del cuerpo social (inevitable citar de nuevo la obra de León Rozitchner), y blindó la relación entre concentración de la riqueza y defensa armada de la propiedad privada, cosa que ninguno de los gobiernos democráticos posteriores alcanzó a poner en discusión. La democracia posterior a 1983 se funda sobre la base de una total falta de voluntad en cuestionar las principales líneas de continuidad de esta violencia en la que se sustenta la concentración de la propiedad privada. Bien mirada, esa relación entre economía y terror sigue siendo el problema principal de la democracia argentina: la imposibilidad de cuestionar la concentración de la propiedad de la tierra, del control de los alimentos, de los medios de comunicación o de las finanzas.

Ofensiva sensible de masas

La dinámica expropiadora del capital se completa con formas estatales y paraestatales de violencia. Pero hace ya años que a la pedagogía de la crueldad de los poderes se le responde con enormes movilizaciones. De 2001 para acá, la exigencia de las luchas sociales plantea la pregunta por los modos de superar una visión cada vez más restringida de la democracia. A contramano del proceso político, cada vez más reaccionario, en los últimos años se profundiza esta tendencia a las manifestaciones masivas: contra el beneficio del 2×1 a los genocidas condenados, por la aparición de Santiago Maldonado, contra la reforma del régimen previsional; las convocadas por el Movimiento de Mujeres, y las movilizaciones de trabajadores que no han escaseado y que tienen el interés renovado de combinar, como nunca antes, demandas conjuntas de trabajo en blanco con trabajadores de la economía informal popular. Lejos de una sociedad derrotada, asistimos a una renovada capacidad de movilización y organización. El interés de este activismo colectivo se redobla cuando lo percibimos en el nivel micro –en experiencias educativas, entre trabajadores de la salud, redes de trabajadores sociales o de artistas–, desplegado como una enorme tela de araña de procesamiento, de ruptura con la perplejidad, de resensibilización del campo social y de fermento de nuevos escenarios.

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Contrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

Fotos: Colectivo Manifiesto para La tinta. 

Santiago Maldonado: la encrucijada de una llama frente a los estamentos bajo cero // Lea Ross

Dossier Santiago MaldonadoUn aniversario de la desaparición seguida de muerte del joven artesano. Un escenario de dudas sobre lo ocurrido. Un pesar ancestral frente a un Estado nacido en una patria financiada. Los dilemas de la progresía. Y las dudas hacía la búsqueda de la rebeldía.

El 01 de agosto de 2017, alrededor de las 11:30hs., decenas de gendarmes entran al puesto del Pu Lof en Resistencia Cushamen. Uno de ellos saca una fotografía. Allí aparece Santiago Maldonado, con una campera celeste y la cara tapada, al costado del puesto mientras veía el avance de los gendarmes. Inmediatamente corre hacia donde está el río.

Lucas Pilquiman y Santiago se sumergen en las heladas aguas del río Chubut. Pilquiman lo agarra del brazo, sabiendo que “El Brujo” no sabe nadar y le tiene fobia al agua. “No puedo, peñi”. Y retrocede. Pilquiman sigue adelante y nada hasta llegar a la otra orilla. Mientras los gendarmes bajan, uno de ellos grita: “Tenemos a uno”.

Matías Santana, desde arriba de una colina, al otro lado del río, asegura haber sostenido con sus binoculares una figura celeste siendo capturado por los gendarmes y su cuerpo llevado al interior de un vehículo.

Minutos después, los gendarmes salen del río. El subalférez Emmanuel Echazú sube ensangrentado y con una escopeta Bataan en la mano. Las camionetas y unimogs se mueven.

Entre los vehículos presentes en la zona, se encuentra una camioneta blanca Ford Ranger, con patente OLW 237, que ingresó al puesto de la Pu Lof con dos conos viales. Luego, sale del puesto con un bulto envuelto en una bolsa negra. Tiempo después, la camioneta retorna al puesto sin ese bulto. Dentro del vehículo, el propio Echazú librá el acta por el allanamiento y los objetos incautados a los mapuches. No se encuentran armas de fuego.

El cuerpo de Santiago aparecerá 78 días después. 300 metros río arriba, a contracorriente.

Hasta el día de hoy, la causa a cargo del juez Gustavo Lleral, mantiene la carátula de desaparición forzada con un único imputado: Echazú.

Pasó un año que Santiago Andrés Maldonado perdió su vida y hasta el momento no hemos podido descifrar lo que le pasó. Detrás de su rostro de frente, de ojos cálidos, émulo de un Jesucristo, nos lleva a sumergirnos a las corrientes heladas de un transcurrir ancestral que nos deja helados.

 La pesada herencia

La sangre indígena lleva derramada desde que la patria no existía. Cuando comenzó a existir, vimos que el comienzo de la historia nacional del presidencialismo fue también el comienzo de la historia nacional del remate. El empréstito de la Baring Brother como inicio de la deuda externa, viajaba en paralelo con la “hipotequización” de las tierras públicas. Estaba emergiendo la figura del latifundio. Y de allí, la Oligarquía.

Faltaba la Patagonia. Había que esperar el ascenso de esa Oligarquía en el poder para concretarlo. Para eso, se tenía que construir el Estado Moderno, como lo conocemos hoy en día. Lo contradictorio era que si la base política apuntaba a la fórmula de Alberdi, “gobernar es poblar”, la prometida campaña desertificó más al “desierto” mismo. La Patagonia se llenó más de cadáveres que de personas vivas.

Tal como señala el historiador Ramón Minieri en su libro Ese ajeno sur: un dominio británico de un millón de hectáreas en la Patagonia, distintas empresas británicas se apoderaban de las tierras patagónicas, con la curiosidad que varios de sus directorios estaban conformadas por las mismas personas. De a poquito, las empresas se unificarían y conformarían la Compañía de Tierras del Sud Argentino S.A. o simplemente “La Compañía”. Para los años noventa del siglo XX, las acciones de La Compañía se venderían al magnate textil italiano Luciano Benetton, convirtiéndose en el mayor terrateniente de la Argentina con el alcance actual de 900.000 hectáreas donde habitan sus ovejas, cuya lana es exportada a Europa.

Hoy se estima que hay una treintena de pueblos indígenas u originarios en el actual territorio argentino, divididos en más de 1.600 comunidades. La quinta parte vive en zonas rurales, que abarcaría un total de 14 millones de hectáreas.

Cuando Mauricio Macri asumió la presidencia recibió como “pesada herencia” unos 185 conflictos indígenas en todo el país, según un relevamiento de Amnistía Internacional, mediante el aporte del periodista Darío Aranda. Hablamos de casos referidos a disputas de tierras, hechos represivos, contaminación en los territorios y causas judiciales, entre otros.

La tercera parte de ese mapa, se concentra en el suelo neuquino y sus alrededores, donde hay una fuerte presencia mapuche. Un caso judicial muy recordado, además del proceso de extradicción contra Facundo Jones Huala, fue la causa penal contra la dirigente mapuche Relmu Ñamku en 2015, de la comunidad Winkul Newen, que fue absuelta por tentativa de homicidio, en pleno conflicto contra una petrolera. La absolución fue acompañada por un jurado popular.

Las razones de por qué tanta saña contra la comunidad mapuche lo podemos encontrar desde tres variantes:

A) Desde lo geopolítico: el territorio mapuche llamado Wallmapu se divide entre el Gulumapu (región chilena) y Puelmapu (argentina). Este mismo abarca como media docena de provincias, desde el sur de Buenos Aires hasta Santa Cruz. Es decir, que la reivindicación mapuche como Nación propia es profetizada por distintas comunidades que ocupan una gran extensión. Desde el Estado moderno, eso genera mayor preocupación por su compostura liberal de competencia. Tratándose de un territorio transfronterizo, se permite al aparato estatal ser más plausible en la aplicación de fuerzas represivas fronterizas, tal como es el caso de Gendarmería, con lo cual la presencia del Estado por esos lugares termina siendo su faceta más violenta.

B) Desde lo social: el mapuche en general se abstiene de mostrarse como víctima y se posiciona bajo un trato igualitario frente al no-mapuche. En algunos casos, con un trabajo más aguerrido y de acción directa a la hora de no claudicar por sus reclamos. Sin mencionar que varios de sus dirigentes tienen formación política y académica; lo cual no sorprende que eso reaviva el recelo racista que hay en el argentino blanco. Y más aún si se trata de alguien que ejerce la actividad represiva en zona fronteriza, que llevan a tener una mayor carga chauvinista xenófoba.

C) Desde lo económico: en todo ese territorio donde habitan los mapuches, hay una gran cantidad de bienes comunes que son apropiables para ciertos intereses sectoriales y estatales. El agua es el más fundamental, como también el menos atendible, aún con los casos evidentes como la apropiación de Lago Escondido por parte de Joe Lewis. Pero a su vez, están los recursos energéticos y gasíferos, donde el acceso a esas reservas se han elevado a partir del acceso en estado no convencional que se extraen mediante el fracking, cuyo eje central es el grandoradísmo de Vaca Muerta. A esto se le suma la gran extensión de tierras en manos de terratenientes extranjeros. Con lo cual, las tensiones que se generan entre estos propietarios y los indígenas, pueden generar un ambiente dificultoso en la seguridad jurídica financiera para el Estado, al asustar las inversiones de afuera.

Se calcula que la cuarta parte de la localidad chubutense de Cushamen está extranjerizada. Según el lonko Facundo Jones Huala, en la década del ’20, parte de los ingleses de “La Compañía” habían adulterado los mapas que dividían las tierras de sus ancestros. Si esa información es correcta, el gran empresario de las ropas coloridas, Luciano Benetton, perdería una parte de las tierras de su “Compañía” y sería una derrota frente a los mugrosos indios que tanto aterra a las corporaciones. Algo no deseable para un modelo económico como el de Macri, que hasta el momento no logra atraer esas inversiones y solo se sustenta con el endeudamiento externo.

Y precisamente, la única fuente que cuenta el gobierno para paliar esa deuda eterna son las ganancias que se generan en Vaca Muerta, cuyo funcionamiento de infraestructura solo puede llevarse con un paquete de medidas como son la flexibilización laboral, los planes de Participación Público-Privadas (PPP) y los tarifazos de gas y combustible. Es decir, un megacanje para la emisión de petrodólares para paliar la deuda a costa de la población.

En particular, de las distintas comunidades mapuches, que liberan sus luchas contra las petroleras y sus derrames, sin mencionar el incertidumbre paquete de impactos que acompaña la extracción de recursos no convencionales conocida como fracking.

Billiken

Santiago Maldonado sería el último personaje de portada para la revista Billiken. Y quizás acorde a estos tiempos líquidos, y sin llegar a ser un cuadro político, padeció el más veloz proceso de “billikenización” de su persona. Todo un personaje cuyo contenido político es borrado bajo el encanto de su abultada barba negra. Es notable cómo el cristianismo atraviesa incluso al más ateo de todos y todas. La carga de su pasión se ha extendido a todos los sectores de pensamiento político, y apropiado por una gran parte de la militancia adherida al pensamiento progresista y/o nacionalista, a pesar de que Santiago era anarquista. Todo lo contrario a lo que ocurrió con el rostro de Mariano Ferreyra, con sus rasgos faciales semejantes a los de Santiago. La juventud adherida a la lucha de clases contempló a aquel mártir involuntario del Partido Obrero, no solo por la fascinación cristiana que todo latinoamericano lleva desde hace siglos, sino por lo explícito en cuanto dar el cuerpo por un proyecto político compadecido.

En el caso de Santiago, es curioso que gran parte de los que levantan su bandera por él, son los mismos que rechazan el uso de la capucha y las piedras en las marchas. ¡Pucha, che, qué mala la capucha! O que, directamente, el que tira piedras es un infiltrado. Como si el tira-piedra no merece ser una toma de discusión estratégica política, y se opta más por salir a “policializar” el caso y denunciarlo como un servicio.

Así también pasa por la figura del indígena como sujeto político. Tanto por derecha como por izquierda, el asunto indígena es leído por dos variantes: “la folclórica” y “la miserabilista”. Si no son los vecinos blancos o el mismísimo Presidente realizando la ceremonia de la Pacha Mama en Humahuaca, maravillados por los colores de la Whipala, son los distintos sectores políticos o mediáticos que solo hablan de las comunidades cuando hay una represión policial o puedan exponer casos de extrema pobreza o de desnutrición. Los indios: o son simpáticos o son víctimas.

Todo a contramano con los acontecimientos actuales que se libran en Latinoamérica, desde el ascenso de Evo Morales y todas polémicas que hay en su figura, como la organización y discusiones internas que se libran las comunidades indígenas en nuestro propio país. A tal punto que han emergido dirigentes que representan propuestas de los más disimiles. Desde el más confrontativo lonko Facundo Jones Huala desde las heladas de la Patagonia hasta el más dialoguista como el qarashe Félix Díaz, por los campos norteños y cálidos del país. A pesar que ciertos activistas de las grandes urbes aseguren que éste último es un servicio de Clarín.

De todas maneras, queda presente el planteo sobre la contraposición entre las figuras de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, donde supuestamente el segundo permanece siempre en un segundo plano, al no contemplar los requisitos antropológicos que fascinan a los sectores blancos organizados (y cristianos reprimidos). Sin embargo, para el presente cronista no lo ve tan así. Si bien uno puede creer que la búsqueda en masa, reclamando justicia por Rafael, tuvo como impulso inicial lo ocurrido por la desaparición seguida de muerte de Santiago, es más que probable que si Rafael hubiera sido asesinado antes, la reacción iba a ser la misma.

Quizás pocos lo recuerden. Pero el día que salió la noticia de su homicidio, en manos de Prefectura, la versión de que los mapuches llevaban armas se había disparado dentro de los canales apegados al Gobierno Nacional. En medio de eso, salió a responder una fotografía de “Rafita” trabajando en un taller de oficio. La imagen fue subida por un referente social, a cargo de los cursos de capacitación para los jóvenes, señalando que no era ni un “delincuente” o un “violento”.

Aquel mensaje fotográfico, de un pibe laburante y dispuesto a capacitarse para obtener un cargo laboral fue quizás lo que ha encandilado a una parte de ese pueblo de apoyo organizado.

Curiosamente, una actitud distante a la de Santiago, que se rehusó a aceptar toda ayuda del Estado y tomar los pocos billetes que tenía, con mochila en mano, partiendo rumbo al sur hacia un destino incierto.

Producciones

Hasta el momento, existen dos producciones literarias y dos fílmicas que giran en torno al caso de Santiago. Un primer libro, El caso Maldonado escrito por Marcos Novaro, apunta en duros términos a los organismos de Derechos Humanos al postular que el hallazgo del cuerpo “desarmó la fábula”; y, en menor medida al Gobierno, solo por no saber actuar con prevención o por fallas de la comunicación (curiosamente, la misma crítica que se inculca a si mismo el Gobierno en distintos ámbitos como la Economía). Según la conclusión del propio autor, esto demuestra que se vive en una sociedad donde los hechos no importan (posverdad).

Y un segundo libro, que acaba de publicarse, con una mirada crítica a la cobertura de los medios de comunicación masivos, lleva de nombre Pasen música: el caso Santiago Maldonado en la era de la posverdad, escrita por Mariana Romano y Diego Rojas. Es decir, que lo metadiscursivo o la disputa de sentidos sobre Santiago Maldonado pasa exclusivamente al formato libro.

En cuanto a películas, ambas documentales, se espera a estrenarse El camino de Santiago: desaparición y muerte de Santiago Maldonado, dirigida por Tristan Bauer, co-escrita por Florencia Kirchner y bajo la tutela periodística de Juan Alonso, y Lechu Vive: un documental sobre Santiago Maldonado.

 

A partir de los respectivos trailers, podemos visualizar que la versión de Bauer, recolecta los registros realizados por una serie de documentales que filmaron Daniel Tognetti y el propio Alonso para el canal C5N. En estos trabajos, se observa la secuencia de la represión, a partir de los registros de celulares, con un montaje vertiginoso que emula un desorden, semejante a otras producciones audiovisuales, apegados al kirchnerismo, a la hora de analizar las jornadas represivas de 2001 y la Masacre de Avellaneda de 2002: una pesadilla donde no se logra dilucidar un ordenamiento entre toma y toma por causa y efecto. Esa proclama de orden (y progresismo, fórmula que caracterizó el periodista Martín Rodríguez al proyecto kirchnerista), se hace denotar por la ausencia de la figura del encapuchado o de los que habitan en el puesto de la Pu Lof, donde convivió Santiago hasta su muerte.

En cuanto a Lechu Vive, es un proyecto más colectivo, que se financia por aportes solidarios mediante plataformas virtuales y sin financiamiento del INCAA (o sea del Estado). Está basado en el artículo de la Revista Anfibia escrita por María Florencia Alcaraz, titulada Lechuga Not Dead, con registros fotográficos de Constanza Niscovolos sobre las muraleadas y tatuajes que realizó Santiago en la ciudad de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires, su pueblo natal. Dicha crónica no debe sorprender que sea la que canaliza las ideas y delineaciones estéticas a la hora de buscar una construcción biopic sobre el joven artesano y sus comienzos como aventurero, más alejado del impacto de su desaparición, seguida de muerte.

“Seguimos sosteniendo la veracidad de los testimonios”

Según la resolución de levantamientos de medidas cautelares 2/2018, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), se “considera pertinente recordar que de conformidad con los artículos 8 y 25 de la Convención Americana, el Estado de Argentina se encuentra obligado a investigar de manera diligente las circunstancias que dieron lugar a la muerte del propuesto beneficiario. En este sentido, corresponde al Estado investigar de manera exhaustiva la totalidad de las hipótesis que han surgido a lo largo la propia investigación, garantizando una adecuada participación a sus familiares y representantes. La Comisión Interamericana insta al Estado a continuar la investigación y esclarecer las circunstancias relacionadas con la muerte del señor Santiago Maldonado, de ser el caso, estableciendo las responsabilidades de cualquier índole a que dieren lugar”. Fecha: 13 de enero de 2018.

Dos semanas después, el Ministerio de Seguridad, a cargo de Patricia Bullrich, denunció a ocho testigos (siete mapuches y un amigo de Santiago Maldonado) por falso testimonio. Otras dos semanas después, Gendarmería denunció a los dos abogados, junto a los mapuches, que presentaron la denuncia por desaparición forzada ante la CIDH por “asociación ilícita”. Y un mes después, la propia Bullrich denunció a los dos abogados por distintos delitos penales: propiciar fraudulentamente sanciones políticas contra el Estado argentino, inducir a sufragar en contra del gobierno nacional, falsa denuncia, estafa procesal, asociación ilícita y usurpación de títulos y honores.

Carlos González Quintana es uno de esos letrados que se presentó ante la CIDH y denunciado por el Estado Nacional. Reconocido interviniente de distintos conflictos socio-ambientales de la provincia de Córdoba, asegura creer todavía en el testimonio de los mapuches y que la autopsia no ha podido revelar el momento y el marco en que murió Santiago. Además, afirma que hubo una operación mediática para ayudar al Gobierno Nacional para desprender toda responsabilidad a los gendarmes.

“Yo creo que no han sido contradictorios los testimonios dados entre Santana y Pilquiman, y entre lo que nos dijeron a nosotros y lo que finalmente se incluyó en la causa. Fíjense que el testimonio de Santana es exacto entre lo que declaró en la CIDH ante instancia nuestra y lo que declaró ante los tribunales de (Guido) Otranto (primer juez de la causa). El testimonio de Pilquiman puede tener matices. Pero eso no lo pone en un falso testimonio. En absoluto. Eso es una operación que está implementando el Estado, con el único objetivo de quitarle valor convictivo a los únicos testimonios que involucran a Gendarmería en el hecho y cerrar el caso. Claramente nosotros seguimos sosteniendo la veracidad de los testimonios que nos fueron aportados en ese momento, con la reserva lógica que no declaran bajo el juramento de decir la verdad. Pero con ese otro aliciente con una relación de confianza que se generó con la comunidad, a partir de un trabajo que se venía realizando desde hace un año”.

“Lo que consigue responder puntualmente la autopsia son solo unas pocas de la cantidad de preguntas que tiene esta causa. Una es la causa eficiente de muerte: que Santiago ha muerto por inmersión, coadyuvado por un cuadro de hipotermia. El otro es el tiempo en que ha estado bajo el agua, con tres fórmulas que dan distintos días, que dan desde los 56 días hasta los 73 días. Y después, la cuestión de las diatomeas como factor determinante para ésta conclusión pericial de que Santiago murió ahogado. Pero hay algo que la pericia no determina que es cuándo murió Santiago. Acá se determina de qué murió pero no cuándo. Tampoco consigue esclarecer en qué contexto murió Santiago. Eso lo tenemos más o menores reconstruido a partir de los testimonios de Lucas Pilquiman y Matías Santana, en ese intento por cruzar el río y no conseguirlo, y regresar a la costa”, señala el abogado González Quintana, en algún lugar del monte cordobés.

Prosapia de un país bajo cero

Santiago Maldonado habría cumplido recientemente 29 años de edad. Entre los múltiples apodos que tenía, desde Lechuga por su peinado, o El Brujo por sus conocimientos sobre medicina natural, se dice que le gustaría ser recordado como LHT: Las Hice Todas. Anarquista, vegano y antiespecista, experimentador musical y tatuador por profesión, Santiago Maldonado renegaba las imposturas dadas de su lugar de crianza, donde el agronegocio era la envidia emprendedora y la labor urbana como un pasar de sustento vital.

Tal como lo sintetiza María Florencia Alcaraz: “Santiago Maldonado no quería tener hijos, ni pasar los días encerrado en una fábrica como todos sus amigos; tampoco quiso terminar una carrera universitaria porque no quería nada del Estado. Desertó de ese futuro preestablecido. Sustituyó la ética capitalista del trabajo productivo por una búsqueda personal que desbordaba vitalidad. En 25 de Mayo no tenía lugar para ser joven: los niños se vuelven viejos sin intervalos”.

Y allí, a mil kilómetros y medio de distancia, por las heladas aguas del Río Chubut, su cuerpo sin ingesta de la cantidad y calidad de nutrientes requeridas, con temperaturas nunca antes expuestas, padeció el inicio de su martirio corporal. Quizás lo suficiente como para retornar a la orilla y, en caso de ser capturado, recibir los golpes necesarios para ser tumbado y ser aprestado a la eternidad.

Escribía Mijaíl Bakunin, autor que Santiago habrá leído muy seguido, en su libro Dios y el Estado, en épocas en donde la Argentina ya tenía conformado su Estado bajo las arriendas de la Oligarquía: “La rebelión del individuo contra la sociedad es más difícil que su rebelión contra el Estado. El Estado es una institución histórica, transitoria, una forma pasajera de la sociedad, como la iglesia misma de la cual no es sino el hermano menor, pero no tiene el carácter fatal e inmutable de la sociedad, que es anterior a todos los desenvolvimientos de la humanidad y que, participando plenamente de la omnipotencia de las leyes, de la acción y de las manifestaciones naturales, constituye la base misma de toda existencia humana. El hombre, al menos desde que dio su primer paso hacia la humanidad, desde que ha comenzado a ser un ente humano, es decir un ser que habla y que piensa más o menos, nace en la sociedad como la hormiga nace en el hormiguero y como la abeja en su colmena; no la elige, al contrario, es producto de ella, y está fatalmente sometido a las leyes naturales que presiden sus desenvolvimientos necesarios, como a todas las otras leyes naturales”.

Es en esa rebelión contra la dichosa sociedad que Santiago mantiene aún después de su fatal desenlace. En plena disputa e interpelaciones que nos lleva su figura, imagen, rebeldía y coraje, donde se va mutando y dando forma nuestros pesares a pensares. Y de allí, tomar en nuestras manos el fuego de una rebeldía que siempre persiste en nosotros, frente a los helados estamentos de los poderes que pretenden mantenernos bajo cero. Pero que siempre le costará opacar esas llamas tan presentes y tanto se requieren para cambiar(nos) a un mundo mejor.

Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Contrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.

*Por Lea Ross.

*Periodista. Columnista de cine en el portal y programa radial La luna con gatillo. Integrante de Radio Panamericana FM 99.3 (Huerta Grande, Córdoba). Columnista del portal Striptease del Poder.

 

Fotos: Colectivo Manifiesto para La tinta. 

Presentación del Dossier Santiago Maldonado: del lunes 30 de julio al viernes 3 de agosto

El próximo miércoles 1° de agosto se cumplirá el primer aniversario de aquella fecha en que desapareció Santiago Maldonado, joven cuyo rastro se había perdido por aquellas heladas tierras de la localidad de Cushamen, provincia de Chubut, en pleno activismo en apoyo a la resistencia mapuche, reclamando la liberación del lonko Facundo Jones Huala. En ese día del año 2017, las fuerzas de Gendarmería emprendieron un desalojo contra un corte en la ruta 40 y la posterior entrada del Pu Lof. 78 días después, el cuerpo de Santiago aparecería en el Río Chubut, a varios metros río arriba y a contracorriente.

Desde aquel primero de agosto, la imagen de Santiago -aquel joven veinteañero anarquista, tatuador y viajante- se dispersó por los distintos puntos del país y del mundo. Movilizaciones, marchas, reclamos, producciones artísticas, debates, disputas de contrahegemonía mediática, etc. Su rostro viene disparando varias aristas, planteos y discusiones para una realidad que todavía no se ha saldado.

Distintos medios de comunicación hemos emprendido la tarea de llevar a cabo una serie de artículos en formato dossier, mediante distintos géneros discursivos, con la intención de retomar y de re-discutir lo que implica el nombre de aquel personaje. Desde los colectivos de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Lobo suelto, Contrahegemonía y La Tinta, nos dimos la tarea de preparar (para publicar entre el lunes 30 de julio y el viernes 3 de agosto) dos artículos diarios, escritos por distintos autores, con tema libre, donde se apunte a plantear determinadas aristas en torno a la desaparición de Santiago.

Para este lunes, arrancamos con el periodista Lea Ross con un extenso trabajo sobre aquel acontecimiento, una profundización del conflicto mapuche y con una crítica política de la cultura de la progresía. A su vez, con el director de Resumen Latinoamericano, Carlos Aznárez, planteamos que con el asesinato de Santiago Maldonado, “el gobierno de Mauricio Macri decidía comenzar una nueva fase de su guerra contra el pueblo”.

Ya para el día martes, el ensayista Diego Sztulwark, de Lobo suelto, se propone trabajar sobre el caso Maldonado un “walshismo” asado en una escritura que documente y prolongue una lucha, y que se proponga “eludir la romantización heroica, la criminalización patologizante y el olvido”. Una escritura que se declara “combatiente frente al olvido, pero también frente al miedo”. Por otra parte, con el conductor de La luna con gatillo, Mariano Pacheco, se describe a Santiago como aquel que “sintió el lugar del otro transformado en Otro absoluto por el poder que domina las instituciones del país, y se expande horizontalmente con sus ideas y valores por el cuerpo social”.

Para la llegada de la fecha aniversario, el día miércoles, Jorge “Chiqui” Falcone describe la ironía de aquel “joven de aspecto caucásico y mirada serena, dueño de una fisonomía absolutamente cercana a la media de nuestra inmigración europea urbana, y en las antípodas de la apariencia patibularia con que trascienden en la prensa los nadies que faena cotidianamente el ‘gatillo fácil’”. Y también, difundiremos una conversación “circular” realizada entre dos militantes del Conurbano (Neka Jara y Maura Brighenti) y Soraya Maicoño, werken de la Pu Lof en Resistencia Cushamen, elaborada especialmente para este dossier.

Llegando el jueves, el periodista popular Tomás Astelarra trae sus “Charlas en el monte” sobre un conversatorio ficticios entre jipis, sobre las masivas marchas y la paulatina desaparición mediática, entre otros temas con puchito en mano. Y con Mauro Berengan, de Contrahegemonía, también desde algún punto de la provincia de Córdoba, se abordarán “las tres patas que completan la mesa que mató a Santiago Maldonado: la tierra, la cultura y el Estado para pocos”.

Finalmente llegamos al día viernes con un poema de Diego Valeriano, de Lobo suelto, titulado “Corre Santiago”, para concluir con Miguel Mazzeo sobre las “dos argentinidades que se dejaron ver tras el caso Maldonado”. Es decir, la mamosa grieta, pero interpretada ésta vez en otra clave: de un lado el pueblo mapuche, del otro Benetton y especies similares: “Los rostros verdaderos que aparecen tras las máscaras que se caen”.

 

¿Dónde está Santiago Maldonado? // Entrevista Amador Fernandez-Savater a Diego Sztulwark

¿Dónde está Santiago Maldonado? Historia, contexto y análisis político de una desaparición forzada

El 1 de agosto, en medio de la represión policial contra la comunidad mapuche, desaparece el joven Santiago Maldonado. ¿Quién es? ¿Qué se sabe de él? ¿Cuál es el contexto social y político de esta desaparición forzada?
Entrevista con Diego Sztulwark, investigador-activista argentino

«¿Dónde está Santiago Maldonado?» La pregunta se repite por toda Argentina y también fuera, en las redes y las calles. Una impresionante movilización pide la «aparición con vida» de este joven desaparecido en la Patagonia argentina, tras una operación policial contra el pueblo mapuche en lucha contra la expropiación de tierras.

  Pero, ¿cuál es el contexto social y político de la desaparición de Maldonado? ¿Cómo se vincula esta desaparición con el momento presente del gobierno de Mauricio Macri, dos años después de llegar al poder? ¿Hay algún vínculo entre esta desaparición forzada y el «terrorismo de Estado» de la dictadura militar, de qué tipo sería? ¿Está respondiendo la sociedad argentina, cómo? 
Hablamos de todo ello con Diego Sztulwark, intelectual atípico cuya formación tiene más que ver con el mundo de las militancias políticas y las maneras autodidactas de trabajar que con la academia. Diego Sztulwark es co-editor de Tinta Limón Ediciones y del blog Lobo Suelto!, colaborador del programa de Clinamen de radio La Mar en Coche y ha producido varias intervenciones (en radio, escritas) al respecto de la coyuntura política argentina actual, atravesada por la desaparición de Maldonado.
Amador: ¿Quién es Santiago Maldonado? ¿En qué situación se da su desaparición? ¿Qué sabe de ella?
Diego Sztulwark: Hace ya bastante más de un mes -el 1 de agosto- desapareció, en medio de la represión de la Gendarmería Nacional a una comunidad mapuche de la Patagonia argentina, Santiago Maldonado, un joven procedente de Buenos Aires que solía viajar ganándose la vida como artesano. Lo último que se sabe de Maldonado, por testigos de la comunidad, fue que lo capturó la Gendarmería.
A: ¿Cómo responde el Estado? ¿Puede hablarse ya de “desaparición forzada”?
D: A pesar de una extraordinaria movilización social que se pregunta “dónde está Santiago Maldonado”, el gobierno ha hecho todo lo posible para confundir y evitar que las cosas se esclarezcan. El fiscal de la causa caratuló el caso como “desaparición forzada”.
La reacción del Poder Ejecutivo y de una impresionante mayoría de los medios de comunicación fue desconcertante. En lugar de investigar a la Gendarmería y al poder político, actuaron como si Santiago Maldonado se hubiese extraviado. Lo buscaron en provincias lejanas e incluso en Chile. ¡Luego afirmaron que había sido asesinado por un mapuche!
Se han dedicado a mentir, a desinformar. Ahora procuran culpar  a un par de gendarmes para salvar su propia responsabilidad orgánica en los hechos. La respuesta del Estado recuerda la propaganda de la dictadura: “Los desaparecidos están en España”. Esta reacción del gobierno y de los grandes medios ratifica el carácter “forzado” de la desaparición: no solo es una agencia del Estado (la Gendarmería) la que actúa en la desaparición, sino que es el Estado mismo el que luego impide que se investigue.

El contexto de la desaparición

A: ¿De qué tipo es el conflicto entre el Estado y el pueblo mapuche? ¿Cuál es su historia?
D: El conflicto entre las fuerzas de seguridad del Estado y el pueblo mapuche se centra en el reclamo de tierras ancestrales del sur del país ocupadas por grandes empresas como Benetton (producción ganadera, de lana, monocultivo forestal) o los grupos Roca, Bemberg, Lewis y otros. En todos estos casos, la apropiación de tierras es irregular e implica conflictos con poblaciones desplazadas.
Estas disputas no son nuevas, pero se han masificado e intensificado durante los últimos años. Para comprender la dinámica de este conflicto, hay que intentar captar la superposición de dos lógicas complementarias: la concentración de la propiedad en torno a una economía extractivista, que cada vez más se desplaza hacia las fuentes de energía, y la tentativa de encuadrar como “terrorista” toda resistencia a la expropiación de territorios.
El gobierno de Mauricio Macri ha aceptado el diagnóstico del  Comando Sur de los EEUU que incluye la lucha de los mapuches en la lista de nuevas amenazas a la seguridad del Estado. Es decir, se parte de la idea de que las luchas por la tierra y las comunidades mapuches son estructuralmente criminalizables.
Es importante entender que la represión estuvo comandada sobre el terreno por Pablo Nocetti, jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad, un abogado de jefes militares de la última dictadura y apologeta del terrorismo de Estado. Este dato hace imposible culpabilizar a la Gendarmería de manera autónoma sin implicar en la denuncia al poder político que da órdenes y conduce el procedimiento en el lugar de los hechos.
Por otro lado, ya había antecedentes serios. Durante el mes de enero, nos enteramos de una dura represión de la Gendarmería a una comunidad mapuche en lucha. Como ahora, en aquella represión la Gendarmería actuó mas allá de toda orden judicial, pero con nítido apoyo político.
A: ¿Cuál es el contexto social y político de la desaparición de Santiago Maldonado? ¿Cómo se vincula esta desaparición con el momento presente del macrismo, dos años después de llegar al poder?
D: Para conectar la desaparición forzada de Maldonado con el contexto hay que prestar atención a la estrategia de comunicación que el macrismo puso en juego desde marzo de este año hasta la fecha. Nos referimos a la represión de los docentes que intentaban poner una carpa en la plaza del Congreso en su lucha por salarios y defensa de la educación pública, a las mujeres convocadas por el movimiento Ni Una Menos en lucha contra los femicidios, a los trabajadores de Pepsico en lucha contra los despidos o a los grupos piqueteros que reclaman la emergencia social y alimentaria.
En todos los casos –hay más- la violencia oficial actúa de manera “expresiva”, como dice la antropóloga Rita Segato: más que conseguir objetivos puntuales, la violencia del estado comunica a la sociedad una estética de la crueldad(destrucción de la empatía y de la sensibilidad). Se busca completar de este modo una tarea de remodelación social del país que surge de la crisis de 2001. La aplicación de esta violencia represiva forma parte de la producción de una cierta “normalidad” –esto es, un sinceramiento cínico de las jerarquías y desigualdades- y a la creación de códigos para que cada quien pueda acceder de modo voluntario a las dinámicas de integración social fuera de las cuales toda existencia es percibida como una amenaza patológica o criminal.
En definitiva, resumiendo, se trata de una violencia ejercida en nombre de la paz que tiende a construir toda anomalía bajo el horizonte del terrorismo. La consigna parece ser “amigabilidad” para quienes viven dentro de la norma, acción represiva para quien se atreva a no cuajar en el orden. Es preciso aclarar que esta “norma” es la más banal del mundo: la forma empresa como modo de cooperar en la creación de riqueza; la forma policía para ofrecer seguridad; el estrés continuo en torno a la crisis para construir consensos crónicos sobre la gobernabilidad del país.
La desaparición de Maldonado reúne y permite comprender cómo funcionan todos los ingredientes de este régimen de instauración del orden: poder policial; tratamiento racista y estereotipado de todo lo que no encaja; prioridad de la propiedad de la tierra como mercancía al servicio de la forma empresa; estrés llevado al extremo en los medios y redes sociales.
A: Y supongo que en este mismo contexto puede entenderse también la detención de Milagro Sala…
D: Absolutamente. Lo que pasa en la Provincia de Jujuy es algo muy grave. Se trata de una provincia dominada por el ingenio azucarero Ledesma, que controla todo el sistema político de la provincia. Junto con la llegada de Macri a la presidencia, a fines de 2015 en Jujuy llega el temible gobernador Gerardo Morales (que es radical, participa de la alianza Cambiemos y accede al gobierno aliado con el Frente Renovador del dirigente bonaerense Sergio Massa), quien se ocupó de encarcelar ilegalmente a Milagro Sala, la dirigente de la Organización Barrial Túpac Amaru, y de desarmar las cooperativas y los planes de barrios de viviendas populares.
La situación es escandalosa. Al punto de que si Milagro Sala está hoy en un arresto domiciliario se debe a que la lucha por su libertad logró la intervención de organismos internacionales de derechos humanos como la Comisión Interamericana de DDHH. Desde el punto de vista del gobierno, se trata de desarmar un “estado paralelo” y de mostrar que ninguna mujer pobre e india va a desafiar el poder del ingenio y los partidos que le sostienen (el radicalismo y el peronismo). Horacio Verbitsky, periodista (principal columnista del diario Página 12) y presidente del Centro de Estudios legales y sociales (CELS), hizo unainvestigación, completa y en tiempo real, de la detención irregular de Milagro Sala.

El macrismo como forma de gobierno

A: En un momento en el que la derecha pujante y victoriosa electoralmente es proteccionista, soberanista, antiglobalizadora (Trump, Brexit), sorprende el macrismo. ¿Qué tipo de gobierno es? ¿Cuáles han sido sus líneas de actuación una vez en el poder?
D: Estos primeros dos años de gobierno de la alianza Cambiemos tuvieron como objetivo disciplinar a la sociedad y desprender al país del rumbo “populista” (como caracterizan a los gobiernos llamados “progresistas” de la región), aumentando la concentración de ingresos –con el consecuente aumento de la desigualdad-, transfiriendo poder a agencias represivas del Estado –que derivó en un aumento de la violencia represiva-, cuestionando la narración de la historia reciente basada en los aportes de las organizaciones de derechos humanos –lo que desinhibió mecanismos racistas, clasistas y patriarcales siempre presentes en la sociedad- y retomando el modelo de endeudamiento externo –renovando los mecanismos de valorización financiera, especulación y fuga de capitales.
A: ¿Representa el macrismo una cesura radical con respecto al kirchnerismo? ¿Qué continuidades y discontinuidades hay?
D: Como dijimos anteriormente, el programa del macrismo es reformar la sociedad emergente de la crisis de 2001 y, si se aplica con cierta gradualidad, solo se debe a que hasta el momento no posee la fuerza política para avanzar con mayor contundencia.
Al mismo tiempo, el macrismo es una correcta interpretación de las condiciones en las que la Argentina se inserta en el mercado mundial –productora de alimentos y energía- y de la pulsión por el consumo que, lejos de fortalecer la organización popular democrática (el programa de participación popular en el disfrute de las riquezas), más bien subjetivó a una parte importante de la población en términos neoliberales: modos de vida dominados por la estabilidad vía consumo, el consumo de modos de vida.
Desde ese punto de vista, no es posible hacer una crítica a fondo del macrismo sin hacer también una crítica del kirchnerismo, o sea, una crítica de la creación de un inconsciente de orden y estabilización que creó las condiciones para el surgimiento de una derecha que hoy pretende licenciar al peronismo como mediación fundamental. Junto a una ampliación de derechos, el kirchnerismo profundizo políticas neoextractivistas y de monocultivo como importantes pilares económicos, política de la que el macrismo se apropia plenamente.
Dicho esto, hay que decir con toda claridad que el macrismo es un fenómeno completamente reaccionario y que, por más que se endose los atributos de nuevo y democrático, reúne en un bloque la reacción conservadora del país contra los elementos plebeyos que emergieron con la crisis de 2001 y que tuvieron vínculos de negociación permanente con el kirchnerismo.
Por último, aunque no sea el momento de desarrollarlo, no es posible pensar la actualidad del macrismo sin ponerlo en una perspectiva regional, muy particularmente con relación al golpe institucional al gobierno del PT en Brasil.

Macrismo duro y macrismo blando

A: Has dedicado tiempo a analizar, para comprender la especificidad del nuevo gobierno de Macri, la figura y el pensamiento del filósofo Alejandro Rozitchner. ¿Por qué? ¿En qué sentido este personaje y su pensamiento funcionan para ti como “analizador”?
D: Lo que llama la atención de este filósofo, volcado a asesorar al presidente Macri y a su equipo de gobierno en cuestiones de comunicación, es su empeño en ofrendar a estos algunos contenidos engendrados en las contraculturas de los años sesenta, setenta y ochenta. Entre esos temas –de la marihuana a la entera cultura del rock, de las espiritualidades no religiosas a las citas de Nietzsche-, se encuentran elementos de la obra de su padre, León, un notable filósofo de la izquierda argentina comprometido en su momento con la proyección continental de la revolución cubana.
En los años sesenta, poco tiempo después de la publicación del escrito clave del Che Guevara sobre el papel de la subjetividad en la revolución -El socialismo y el hombre en Cuba- , León Rozitchner escribe un breve artículo llamado “ Izquierda sin sujeto». En este texto ya célebre, el filósofo advertía sobre la necesidad de incluir la transformación subjetiva –afectiva, psíquica- como parte de la transformación objetiva que la política de izquierda impulsaba. El aspecto material de la revolución debía incluir la dimensión sensual de la existencia que el capitalismo de cuño cristiano denigra.
Décadas después, su hijo ensaya una apropiación reaccionaria de estas tareas irresueltas, un vanguardismo irreverente al servicio del capital. Se diría que el hijo altera el título del libro de su padre y escribe “La derecha sin sujeto”: enseña a los nuevos agentes del desarrollo de las fuerzas productivas a incluir una ética del disfrute, de lo sensual y del entusiasmo. Esta tentativa tiene cierto valor para renovar la cara de una derecha que no desea verse reflejada en el espejo de la última dictadura militar. Alejandro Rozitchner es el comunicador de un discurso que enseña a amar las cadenas de lo neoliberal.
A: Dices que hay “cambio de clima” en Argentina. ¿Está sustituyendo ahora el “modo duro” de gobierno macrista (violencia, mentira, desaparición) al “modo blando” que puede simbolizar Alejandro Rozitchner?
D: El gobierno de Macri, su propia biografía y la de su familia estuvieron siempre ligados a la violencia. Para no remontarnos a antecedentes lejanos, podemos recordar la salvaje represión sobre la toma del Parque Indoamericano por parte de familias que reclamaban viviendas a fines de 2011, que quizá sea el episodio más nítido de esa concepción macrista de la violencia. Por entonces, Macri era el jefe del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y fomentó la violencia de vecinos armados, así como la impunidad para las policías que intervinieron en el desalojo hablando de una “inmigración descontrolada” y de “migrantes usurpadores”. Claro que inmediatamente después, durante la campaña electoral por la que fue reelecto, el gobierno llenó la ciudad con unos carteles donde mostraba a personas de todo tipo de aspecto –incluidos migrantes- y la leyenda “vos también sos bienvenido”.
Ahora bien, durante un largo primer año en la presidencia, el gobierno nacional se esmeró en mostrar una cara “amigable”, de “proximidad”. Eso se terminó en algún momento del presente 2017. Es posible fechar este cambio en la ya citada represión del mes de marzo a los docentes. A esa represión televisada a maestros con sus guardapolvos blancos, un domingo de lluvia, siguieron otras: la cacería de mujeres que participaron de una de las multitudinarias manifestaciones convocadas bajo la consigna “Ni una menos” y “Paro internacional de mujeres”; el salvaje desalojo de una manifestación de organizaciones de desocupados mientras se llevaban a cabo negociaciones con el gobierno; o la reciente represión a los trabajadores de la planta de Pepsico que resistían una tanda de despidos.
Para terminar de componer el cuadro de situación, es preciso recordar que en mayo de 2017 la Corte Suprema de Justicia falló a favor de aplicar una norma que reducía penas a un torturador activo durante la última dictadura. La norma invocada –llamada 2 x 1, que reducía penas a presos comunes si habían estado detenidos años sin pena- ponía a cientos de agentes del terrorismo de Estado en condiciones de escapar al cumplimiento de sus penas.
Por fortuna, una gigantesca manifestación de 500.000 personas en Plaza de Mayo y en todo el país acabó en una semana con esa posibilidad (los tres poderes del Estado acabaron volviendo sobre sus pasos), pero vale la pena reflexionar sobre dos sucesos que formaron parte de estos hechos: un día antes de la manifestación, el episcopado argentino había anunciado un proceso de “reconciliación” nacional reuniendo a familiares de víctimas y represores para “conocer” sus testimonios; y, por otro lado, la Corte Suprema de Justicia acababa de cambiar su composición y entre los nuevos integrantes ingresó un juez, Carlos Rosenkrantz –su voto fue decisivo en el fallo- que venía planteando una doctrina de impunidad para los militares. Por esta razón fue impugnado por organismos de derechos humanos cuando se aprobaron sus pliegues en el Senado, cámara entonces controlada ampliamente por el peronismo.
Si leemos de manera simultánea el encadenamiento de episodios represivos junto a la tentativa de consagrar la impunidad para los cuadros de la dictadura, podemos ver con más claridad porqué el caso de Santiago Maldonado es un punto de inflexión que tensa todas las energías democráticas del país.

Violencia, neoliberalismo y dictadura

A: Una tesis fuerte que puede leerse en tus escritos es el vínculo de la violencia actual y la dictadura. Hablas del “terrorismo de Estado” como algo muy presente: una especie de fondo latente, siempre activable. Puede sonar a exageración, a provocación. ¿Cómo se justifica esa historicidad?
D: El problema de la violencia no ha dejado de plantearse como una cuestión absolutamente central en la historia del país. La desaparición de Maldonado, el conflicto mapuche, nos llevan a recordar la tesis del gran escritor David Viñas, autor de un libro clave publicado a fines de los años setenta, Indios, ejércitos y fronteras, para quien la conquista de la Patagonia, la guerra con el indio y la expropiación de sus tierras no solo conforman las bases fundacionales del Estado, sino también la mentalidad de las clases dominantes del país (incluyendo lo que él denomina los “intelectuales colonizados”).
Hay una historia que es necesario tener presente porque sus líneas básicas siguen actuando en el presente. El bombardeo a la Plaza de Mayo y el derrocamiento del gobierno de Perón, sostenido por una movilización popular significativa, promovió décadas de violencia. Durante la última dictadura militar -1976/1983- se constituyó un “Estado terrorista” (es importante esta caracterización temprana hecha por Eduardo Luis Duhalde en un libro que lleva precisamente ese título). El terrorismo de Estado aplicó la violencia no solo para desarticular a las organizaciones armadas revolucionarias (cosa que logró en torno al año 1977), sino para remodelar quirúrgicamente la estructura social del país.
Para decirlo pronto: impuso un modelo de acumulación fundado en la valorización financiera (cuestión que explica muy bien el economista Eduardo Basualdo y su equipo), la difusión del terror como amenaza de aniquilación en el interior del cuerpo social (inevitable citar nuevamente la obra de León Rozitchner) y blindó la relación entre concentración de la riqueza y la defensa armada de la propiedad privada, cosa que ninguno de los gobiernos democráticos posteriores alcanzó a cuestionar.
La democracia posterior a 1983 se funda sobre la base de una total falta de voluntad en cuestionar las principales líneas de continuidad de esta violencia en la que se sustenta la concentración de la propiedad privada. Bien mirada, esa relación entre economía y terror sigue siendo el problema principal de la democracia argentina: la imposibilidad de cuestionar la concentración de la propiedad de la tierra, del control de los alimentos, de los medios de comunicación o de las finanzas.
A. No se trata simplemente de un análisis teórico, sino de una denuncia que podemos encontrar en los movimientos sociales argentinos, ¿no es así?
D: Más que una retórica de denuncias, esta descripción de los hechos constituye un saber de las principales luchas populares que durante estos años vinieron limitando e intentando cuestionar este estado de cosas: la aparición de las Madres de Plaza de Mayo y el movimiento de derechos humanos que aún hoy son el principal límite que encuentra el gobierno de Macri; la constitución del movimiento piquetero en torno al 2001 –y junto a este una pluralidad de subjetividades de la crisis, de las fábricas recuperadas a los escraches de HIJOS- que activó una fuerza comunitaria y de naturaleza insurreccional para destituir la dinámica neoliberal entonces hegemónica; y el actual movimiento de mujeres, capaz de mostrar el contenido patriarcal de la violencia estatal, económica y doméstica, de reconstruir la relación entre terrorismo de Estado y femicidio.
Estos tres movimientos tienen, a mi juicio, algo en común: constituyen una ofensiva en el campo de la sensibilidad –que es algo sobre lo que insiste Rita Segato y no solo ella- como el campo en el cual actúa la estética de la crueldad ya nombrada. El gran legado del movimiento de derechos humanos es una lúcida compresión del carácter desensibilizante de la violencia que crea terror. Y la necesidad, por tanto, de crear espacios de sensibilización donde sea posible elaborar esa violencia, dar lugar a una contra-agresividad de otra naturaleza, y traducir –en ese medio de lo sensible- luchas que carecen de lenguaje común a priori.

El campo social de las fuerzas

A: En varios textos afirmas que el neoliberalismo no se impone simplemente desde arriba, sino que es una dinámica más compleja. ¿Y la violencia?
D: La violencia represiva no es un invento de Macri, sino una intensificación de una constante que no había desaparecido durante el gobierno anterior. El “crecimiento económico” de los años posteriores a la crisis tuvo su traducción cotidiana en la consolidación de la precariedad de la existencia, laboral y afectiva, y en una creciente demanda de “seguridad” que permeó en todos los niveles de la sociedad.
Para comprender esto es necesario recurrir nuevamente a las hipótesis de Rita Segato, para quien el establecimiento de una economía rentística que se valoriza por fuera de toda regulación de poderes públicos tiende a constituir modos de regulación clandestinos que segregan una violencia informal, capaz de crear una soberanía oscura en los territorios. Episodios de linchamientos, gatillo fácil policial, justicia “por mano propia” o mensajes salvajes en las redes sociales ya advertían sobre la difusión de un odio violento a todo lo que obstruye un cierto ideal de orden y normalidad, que en la precariedad es a veces una utopía movilizadora.
El gobierno de Macri retoma esa pasionalidad oscura que se venía desinhibiendo y le da cauce simbólico e institucional. Hace política con ella. La conjuga con una promesa de orden basada en la multiplicación de fuerzas de seguridad en los territorios y en la promoción de un código de identificación con el cual cada uno puede sentirse parte integrante del nuevo orden.
A: ¿Qué resistencias están apareciendo y te parecen más desafiantes prometedoras? ¿Pasan por la movilización, lo electoral, una combinación de ambas?
D: La idea que el gobierno intenta difundir es que hoy no hay oposición legítima a su proyecto, que se ofrece como purgación de la sociedad luego de la violencia de la crisis y la fiesta del populismo. Nada sería más catastrófico que creerle (cosa que podría pasar si en octubre las elecciones de medio término desalientan las expectativas que puedan haber con el kirchnerismo o las opciones de izquierda).
Al contrario, tanto las manifestaciones masivas contra el 2 x 1 o por la aparición de Santiago Maldonado; las convocadas por el movimiento de mujeres y las movilizaciones de trabajadores -que no han escaseado y que tienen el interés renovado de combinar, como nunca antes, demandas conjuntas de trabajo en blanco con trabajadores de la economía informal popular-, nos habla de una sociedad que no ha sido derrotada y posee capacidad de organización.
El interés de este activismo social se redobla cuando lo percibimos a nivel micro, en experiencias educativas, entre trabajadores de la salud, redes de trabajadores sociales o de artistas. Un nuevo ejemplo de eso es la oposición masiva de los estudiantes de colegios secundarios contra un proceso de reforma que elabora el gobierno de la ciudad de Buenos Aires a favor de la adaptación educativa al mundo de las empresas. Hay fuerzas procesando el nuevo escenario, intentando romper la perplejidad, y está en marcha –muy probablemente- una recreación de afectos e ideas, ojalá una nueva agresividad intelectual.
FUENTE: http://www.eldiario.es/

Ir a Arriba