Santiago Maldonado, sinónimo del presente // Agustín J. Valle
Santiago Maldonado es una vida que huye del destino mediático, una vida que recibe el odio realista y por eso el orden puede matarla. Las voces condenatorias dicen “¿qué tenía que hacer ahí, en la ruta, con los mapuches?”: justifican así su asesinato, bajo la implícita idea de que no estaba viviendo la vida como debe ser vivida. El régimen mediático domina el sentido: las cosas valen solo en tanto medios para otra cosa, el Rendimiento es un mandato, y el orden, una obviedad. La experiencia de vida debe someterse a la programática: es el orden normal. Cualquiera que se aparte está en falta, obviamente en falta, y es un estorbo. Una vida no enteramente mediatizada es una vida que no es del todo una vida, no una vida realmente -porque la Realidad es patrimonio del rendimiento y la forma empresa, de la representación especular…-.
La ansiedad conectivista de elegir nuestros contactos, eliminar o bloquear lo que nos disgusta, mutear lo que molesta, el ideal de encapsulamiento selectivo de la vida celular -tan dominante en el espacio público-, organiza una seudo fuga del cansancio, y proyecta un deseo (odiante) de que nada -más que el orden naturalizado del rendimentismo sacrificial- ose estorbarnos. La proyección de sí y del mundo como especulación lisa y brillante no puede tolerar un cuerpo que la manche. Un cuerpo, pues, molesto, es un extranjero que no participa de lo que es la vida tal como es obviamente. Por lo tanto, una vida así puede eliminarse sin que se perciba como atrocidad.
Vidas que prefieren -incluso la incertidumbre de- intentos presentificantes: se las odia. El Presente coexiste con la Actualidad pero clavándole preguntas. Esas vidas le recuerdan al orden su condición de artificio -su tigrez de papel, o de bits…-. Y los cuerpos asimilados por completo a la racionalidad mediática -cuerpos que son carne del cúmulo mediatizante que va del cielo judeocristiano a las tic’s-, odian a quienes la rajan: el orden desprecia la vida con resentimiento, porque la vida llegó primero. La vida es por naturaleza previa al orden y su Realidad normal; por eso la racionalidad del orden la odia: una vida que escapa de la programática, es en sí misma una impugnación del sometimiento general de la vida a lo obvio.
La mediatización segmenta y asigna destinos. Pero se había auto-exceptuado de la condición deudora, Santiago. Su cuerpo impugna el cuerpo pulcro del eficientismo. Reivindicarlo es reivindicar una vida no sometida a los mandatos de la mediatización. Y recibe el desprecio de los que tienen sus vidas bien definidas, los que saben bien los fines y los finales de su vida; los límites de su concernimiento. Los que ya saben exactamente en qué consiste su vida, y qué desearán desde hoy hasta morir; vidas que rechazan el problema de tener que vérselas en la experiencia con qué es lo deseable, vidas mediatizadas y de derecha: odian al presente. Por eso Santiago Maldonado es casi sinónimo de: Presente.