Anarquía Coronada

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Fuerza mayor, fuerza de ley, fuerza de trabajo // Raúl Sánchez Cedillo

No estoy seguro que el mejor enfoque para analizar el estado actual de las libertades y los derechos en España, Europa y cada vez más el resto del mundo sea el del Estado de derecho y su vigencia durante esta pandemia y después de ella.

En primer lugar, porque enseguida desembocamos en un callejón sin salida: el estado de alarma (y cada vez más de excepción) ha sido declarado conforme al procedimiento constitucional recogido en la Ley orgánica correspondiente. Lo mismo podría suceder con la declaración legal de los estados de sitio o de excepción si hay una mayoría absoluta parlamentaria que la apruebe.

 

LA LÓGICA DE LA FUERZA MAYOR
Estamos ante un caso de fuerza mayor, que presenta además una extensión planetaria. No hay en los archivos ningún ejemplo de una respuesta de este tipo a una pandemia global. La fuerza mayor llama a la fuerza de la ley. Sí, las medidas excepcionales demuestran que el esfuerzo de construir el consentimiento no es suficiente para producir obediencia en la población. No hay tiempo ni espacio para las diferencias de opinión o comportamiento. Ante esa situación de coacción desnuda por parte de los gobiernos, se despierta la preocupación ante el abuso de poder por parte de las fuerzas de seguridad y los comportamientos de acoso y delación por parte de policías espontáneos de balcón o de barrio. En el caso del Estado español, algunos juristas se plantean la ilegalidad constitucional de las medidas de confinamiento y emprenden una denuncia contra el gobierno Sánchez.

 

LA FUERZA DE LEY Y EL REGRESO DEL ESTADO QUE NUNCA SE FUE
Ahora bien, si miramos las cosas con detenimiento, nos damos cuenta más bien de la profunda impotencia de los Estados y de la incertidumbre profunda en la que viven. Por ejemplo, los Estados de la UE pugnan entre sí en las subastas de productos sanitarios de primera necesidad, arrodillados por especuladores de ocasión. Pero esto también está sucediendo dentro de Estados Unidos entre unos Estados y otros de la Unión. Si la gobernanza neoliberal de las consecuencias sociales de las crisis no estaba preparada ni programada para una crisis del sistema financiero en 2008, ante la pandemia del Covid-19 sólo puede declarar la catástrofe y reaccionar como un robot enloquecido: “sálvese quien pueda, es decir, nosotros”.

Este derrumbe de la falsa seguridad neoliberal devuelve al Estado fuerte, intervencionista, nacionalizador, al primer plano. Se afirma que esta pandemia señala el punto de inflexión histórico del cambio de hegemonía mundial, desde el sistema atlántico dominado por Estados Unidos al subsistema chino, a la Tianxia. Pero se trata tan sólo de una predicción, que no tiene en cuenta el modo en que se lleva a cabo ese desplazamiento e incluso los sucesos posibles que pueden impedirlo. Que el neoliberalismo esté acabado como fórmula de gobierno de la economía y la sociedad no significa que haya perdido su poder efectivo sobre las instituciones financieras y las administraciones estatales ni, sobre todo, su capacidad destructiva. Sencillamente busca reconstruir en la catástrofe las condiciones de la permanencia de su dominio. No sólo se trata de las terapias de choque, de difícil aplicación ante una catástrofe sanitaria y económica que impone una reducción al mínimo de la actividad económica y una fuerte atención a los negocios de las grandes corporaciones. Se trata más bien de lo que estamos comprobando en el Eurogrupo con el bloqueo de Merkel, Rutte, Kurz y Marin a la adopción de los llamados coronabonos, es decir, de la primera forma de mutualización de las deudas públicas de los Estados de la UE.

Antes que las consecuencias de un fanatismo ideológico ordoliberal, estamos de nuevo ante un juego de la gallina en el corazón de la UE, un juego en el que los Estados con las cuentas públicas saneadas quieren imponer programas de austeridad a los países con déficit, ampliando la situación griega a todo el sur de la UE. De esta manera, la parálisis del confinamiento dará paso a la movilización general de los endeudados para no sucumbir al hambre y la destitución completa, mientras los Estados endeudados aplican con sangre y fuego los programas de recorte de gasto social para cumplir para poder seguir financiándose en los mercados secundarios. De esta manera, vemos que la obstinación en su supervivencia del modo de dominación neoliberal crea contradicciones insolubles que abren paso, inevitablemente, a la centralidad del Estado (o de sistemas confederados de Estados) como potencia económica y financiera. Así, pues, lo esencial consiste en determinar qué tipos de alternativas abre esa transición en acto.

Mientras tanto, en todas partes estos Estados mermados en sus capacidades operativas frente a la pandemia se legitiman en nombre de la vida. Los puntos de vista malthusianos han asomado y siguen asomando la cabeza, como recordatorios de la tradición sempiterna de los holocaustos victorianos estudiada por Mike Davis, pero por el momento el estado de alarma o excepción se instaura en nombre de la protección de la vida y en la lucha contra la muerte.

 

UNA (DES)MOVILIZACIÓN POR LA VIDA
Estamos ante una movilización total global sin precedentes en tiempos de paz. Pero que se presenta como una (des)movilización por la vida. En ello reside su principal poder de generar consentimiento, sin menoscabo de la amenaza de la fuerza de la ley. Quienes no colaboran o disienten sobre las medidas son objeto de represión y de oprobio público, además de presa predilecta de macarras con o sin uniforme. Son los gajes de la (des)movilización por la vida. “Estamos en esto unidos”. “Juntos saldremos de esta”.

Hace tiempo que Santiago López Petit ha descrito ese tipo de “movilización total por lo obvio”, pero en el contexto de la gobernanza urbana de ciudades como la Barcelona post-olímpica. Para López Petit este tipo de movilización total por la vida, a la que “nadie que no sea un canalla” puede sustraerse, es una forma de lo que denomina fascismo posmoderno. En este, la Vida se convierte en la prisión del querer vivir, que sólo se puede romper con el odio a la (propia) Vida. Sin embargo, esta (des)movilización es algo diferente. En primer lugar, no consiste en una explotación integral de la cooperación de las fuerzas vitales, sino en una inmensa suspensión de las actividades productoras de ganancia capitalista y de distribución de rentas salariales, que se traduce en una catástrofe económica global sin precedentes y que todavía resulta incalculable.

Las tensiones que esto está produciendo entre gobernantes y dirigentes del Estado, por un lado, y directivos y propietarios de capital, por el otro, no harán más que crecer a medida que las exigencias de la ganancia entren en contradicción con el principio de la preservación de las fuerzas vitales de las poblaciones o, hablando en marxiano, de las fuerzas de trabajo. Sin brazos y cerebros, sin corazones y músculos, no hay ni consumo ni producción, no hay futuro para el vampiro del capital rentista, ni lo hay para las variantes de capitalismo de Estado que empiezan a postularse como recambio. Estamos, de hecho, en una huelga general por fuerza mayor.

En el confinamiento total, nuestra fuerza de trabajo se ha vuelto abstracta, potencial, latente, pero sólo para el sistema de la economía basada en el valor de cambio. La realidad es que seguimos trabajando, cooperando, comunicando, luchando para conservar nuestra vida y la de nuestros allegados, produciendo valor de común. Ante esta situación abstracta que nos viene impuesta por la fuerza de ley, nuestro principal objetivo es dotarnos de un instrumento igualmente abstracto de sostenimiento de nuestra fuerza de trabajo, productora de común. Y aquí el uno de la movilización por la vida se divide necesariamente en dos. No todos los cuerpos, no todas las fuerzas de trabajo pueden conservarse igualmente en el confinamiento. Las estructuras de clase, género y raza y de grupos de edad continúan operando en la concreción de los domicilios y en la abstracción de las medidas de confinamiento. En los consejos de administración virtuales se rifan nuestra carne y se proponen cuotas de sacrificios humanos pensando en la “recuperación económica”. Aquí nace la escisión y aquí nos damos cuenta de que no saldremos juntos de esta.

 

CONTRA LA ABSTRACCIÓN DE LA GANANCIA, RENTA DE EMANCIPACIÓN
Nunca en la historia y, por añadidura, nunca en la larga crisis terminal del capitalismo neoliberal, las relaciones de fuerzas, las guerras de movimiento y de posiciones, lo posible y lo real se han confundido hasta tal punto. La incompatibilidad entre la exigencia abstracta de la ganancia y la renta y la universalidad de las fuerzas de trabajo comunes impide toda unidad no impuesta por la violencia, a la par que abre a un antagonismo de las mayorías subalternas contra el régimen de la renta y la ganancia parasitarias. ¿Vamos a ser capaces de encarnar el común de las fuerzas de trabajo confinadas? ¿Vamos a ser capaces de señalar la dualidad irreconciliable entre las exigencias de su cuidado y su reproducción y las exigencias de la ganancia y la renta parasitarias?

Seguimos confinados, no sabemos aún hasta cuando. Mientras, sobre nuestras cabezas se mueven las cantidades abstractas de las maniobras financieras de salvación de la ganancia, la renta y la propiedad. Billones, trillones, dígitos que se mueven de un balance a otro como dados que deciden la suerte de los perdidos y los salvados del planeta. En esta situación, no podemos dejar de advertir que el tiempo de confinamiento es también el tiempo posible de la constitución del común en la huelga, la lucha, la resistencia, la desobediencia, la dualidad del trabajo vivo planetario contra los Estados de movilización para restaurar la ganancia y la extracción de renta de nuestras fuerzas vitales. En esta universalidad abstracta del estar todos confinados, en esta situación inaudita del planeta, el primer acto de constitución del común de las fuerzas mundiales del trabajo es la exigencia previa de la garantía de la reproducción digna de nuestras vidas en todas partes. Una exigencia cuyo cumplimiento sólo depende de un redireccionamiento de los dígitos de los balances financieros, de una serie de decisiones políticas. A la garantía de esa exigencia la llamamos renta de emancipación, antes que renta básica. Porque se trata de que su incondicionalidad, individualidad y universalidad son las únicas condiciones que puedan satisfacer la exigencia universal de conservación digna y libre de las fuerzas comunes del trabajo.

La abstracción monetaria tiene que ponerse al servicio de la concreción universal de nuestras vidas en juego. ¿Dónde, cuándo, cómo, con quién? Todo ello se está decidiendo en estos momentos. Así es. Tras 12 años de devastación austeritaria, de autoritarismo y fascismo crecientes y de calentamiento global desencadenado, sumados a una pandemia cuyas consecuencias ponen en vilo la continuidad de nuestras vidas, la emancipación (esto es, poder tener una vida que no está obligada a pasar por el mercado de trabajo del capital para vivir con dignidad) no puede ser ya el punto final diferido, sino que ha de ser el punto de partida para que, durante y tras la pandemia, estemos en condiciones de construir en las luchas los términos más favorables de la convivencia con el sistema de la ganancia y la destrucción de la biosfera, mientras preparamos las batallas decisivas de su extinción, en nombre de la vida emancipada del chantaje de la muerte y el hambre. La vida común es potente y puede demostrarlo.

Fuente: El Salto

Reseña de La Condición Intelectual: Informe para una academia, de Raúl Rodríguez Freire // Claudio Celis

2018
Mimesis Ediciones

 

El libro de Raúl Rodríguez Freire constituye una publicación necesaria en un contexto en el cual, tal como el propio autor sugiere (p. 11), la publicación académica se torna una moneda de cambio central para la universidad neoliberal. Con gran rigurosidad, pero despojado de los manierismos propios del “paper” académico, La condición intelectual interpela al lector a preguntarse por el rol del intelectual al interior de una universidad colonizada por la lógica del capital. Esta rigurosidad fija el tono para cualquier discusión futura sobre el trabajo académico, desmitificando tanto la ideología del discurso neoliberal como la fetichización de la figura – ¿ya obsoleta? – del intelectual moderno. Desde esta perspectiva, este libro constituye un aporte fundamental para enfrentar aquel desafío no menor que significa pensar el incomodo espacio en el que se ha tornado la universidad contemporánea.
En particular, quisiera utilizar esta oportunidad para concentrarme solamente en uno de los muchos puntos abiertos por este libro. Me refiero a la rigurosa y sistemática argumentación desplegada por rodríguez freire respecto al problema de la teoría del valor en el capitalismo contemporáneo. Este punto se enmarca dentro de lo que se podría llamar una crítica inmanente al capital y que habría sido inaugurada por el propio Marx. Creo que solo a partir de una discusión seria en torno a los problemas teóricos que están en juego en la reflexión de rodríguez freire sobre la teoría del valor (algo que claramente no podré hacer aquí) será posible plantear la pregunta por la posibilidad o la imposibilidad de la crítica intelectual en el contexto de la universidad neoliberal (y, con ello, por la posibilidad o la imposibilidad de un afuera al campo inmanente en el cual aparentemente se ha constituido el capitalismo global).

La teoría del valor de Marx en la era de la universidad neoliberal
La condición intelectual podría muy bien llevar de subtitulo “La teoría del valor de Marx en la era de la universidad neoliberal”. A través de sus casi 150 páginas, este libro desarrolla una rigurosa argumentación en torno a lo que se ha llamado la “controversia del valor” en la obra de Marx (controversia que si bien surge junto a las primeras recepciones de la teoría económica de Marx a fines del siglo XIX e inicios del XX ha experimentado un importante renacimiento al interior de las recientes discusiones acerca del pasaje desde un capitalismo industrial hacia un capitalismo post-industrial). Dicho de otro modo, la supuesta transición desde un capitalismo industrial (fordista/taylorista) hacia un capitalismo posindustrial (post-fordista) que estaría ocurriendo desde la década de 1960 ha gatillado un intenso debate acerca de la validez o la caducidad de la teoría del valor de Marx para desarrollar una crítica al capitalismo contemporáneo. Y más que una mera exegesis o sobre-academicismo en torno a la obra de Marx, lo que está en juego en esta discusión es precisamente la posibilidad de una crítica al capital y de una reflexión en torno a sus alternativas. rodríguez freire enmarca el problema del trabajo intelectual al interior de esta discusión, y por ello que la importancia de este libro no se limite al mero campo académico, sino que ofrece pistas para avanzar en la compleja pregunta acerca de la relación entre trabajo y valor en la sociedad contemporánea.
En términos generales, la emergencia de nuevas formas de producción flexible (o post-fordismo) desde la década de 1960 ha contribuido una doble discusión conceptual: a) una reflexión acerca de las mutaciones en la naturaleza del poder; y b) una discusión sobre la persistencia de la categoría de trabajo abstracto en el capitalismo contemporáneo.

A. Poder: de la disciplina al control
En primer lugar, las transformaciones en el modo de producción y acumulación capitalista han gatillado una discusión en torno a lo que Gilles Deleuze ha denominado el paso desde una sociedad disciplinar hacia una sociedad de control. Para Deleuze, el post-Fordismo habría generado un desplazamiento de las formas de ejercer el poder a través de instituciones disciplinares (escuela, fábrica, hospital, cárcel, etc.) hacia nuevos mecanismos en mayor sintonía con la flexibilidad de la esfera productiva (formación permanente, cálculo estadístico, sistemas de control informático, mecanismos de crédito financiero, etc.). Desde esta perspectiva, la universidad neoliberal contemporánea sería un ejemplo de los nuevos mecanismos de poder de la sociedad de control en la cual el sujeto como “empresario de sí mismo” aparece como centro de los mecanismos de reproducción social, desplazando el carácter esencialmente disciplinar del aparato educacional. La formación y evaluación permanente, la transformación del saber en índices y estadísticas, la auto-imposición de mecanismos de perfeccionamiento y control, el desplazamiento de los mecanismos de seguridad desde la institución (disciplinar) hacia el individuo (empresario de sí), son todos síntomas de una universidad neoliberal cuya lógica de funcionamiento se asemeja a aquello que Deleuze describió como sociedades de control (y no responden ya a la lógica disciplinar propia de la universidad en su fase moderna). Ante esto, rodríguez freire propone una doble aclaración. La primera sugiere que la universidad neoliberal no debe ser pensada simplemente como una sustitución de un régimen disciplinar por un régimen de control, sino como una rearticulación de estos regímenes de poder que surgen de necesidades del mercado “y que la universidad tiende a fortalecer naturalizando la lengua del management” (p. 57). La segunda aclaración sugiere que, dado que es el mercado el que ha contribuido a esta rearticulación de los mecanismo de poder, entonces una discusión más profunda sobre el pasaje de la universidad disciplinar moderna a la universidad “del management” y el control (pasaje de un régimen de poder a otro) no puede estar ajena a la pregunta sobre las transformaciones en el proceso de valorización del capital (p. 74).

B. La persistencia del trabajo abstracto en el régimen post-fordista
En segundo lugar, y en directa relación a este último punto, es posible sostener que la emergencia del post-fordismo ha generado una importante discusión en torno a la validez o caducidad de la teoría del valor de Marx para explicar los nuevos mecanismos de producción y acumulación capitalista. Planteado de manera esquemática, se puede decir que hay dos grandes interpretaciones en torno a este fenómeno en la literatura marxista contemporánea: por un lado, la lectura liderada por el Operaismo Italiano que plantea que con el pasaje del capitalismo industrial al capitalismo post-industrial la teoría del valor de Marx entra en crisis y, por el otro, la lectura liderada por el grupo Krisis que sostiene la persistencia de la teoría del valor de Marx para comprender el capitalismo contemporáneo.

i. Operaismo Italiano
En la primera línea, autores como Mario Tronti y Antonio Negri han sugerido un “Marx más allá de Marx”, es decir, un Marx más allá de la teoría del valor. El argumento central para estos autores se sostiene sobre la crisis de la mensurabilidad del valor en un contexto en el cual la producción de valor comienza a operar en el marco de la “fábrica social”, guiado principalmente por el “intelecto general”, la cooperación y el trabajo cognitivo (o inmaterial). Dicho de otro modo, en este nuevo contexto de producción cognitiva e inmaterial, “el trabajo abstracto socialmente necesario” ya no podría funcionar como única medida del valor. Esta crisis del concepto del tiempo abstracto como medida del valor exige que se redefinan las categorías de explotación y de plusvalía (que en Marx no es posible sin la teoría del valor/trabajo), impulsando un retorno a la categoría de renta y a una centralidad de los conceptos de trabajo inmaterial y de “general intellect”. Toda esta reorganización conceptual trae por consecuencia una redefinición de la composición de clase y por ende de las nuevas formas de lucha y resistencia (por ejemplo, la categoría de “multitud” en Hardt y Negri).
Ahora bien, esta centralidad de los conceptos de renta, trabajo inmaterial, capitalismo cognitivo, e intelecto general para pensar el capitalismo contemporáneo ha hecho del Operaismo Italiano un marco privilegiado desde donde pensar la explotación del trabajo académico. Desde esta perspectiva, la universidad se nos aparece como un caso ejemplar de la “fábrica social” en la cual la producción de saber es explotada a través de mecanismos de captura que rentabilización una plusvalía surgida de la colaboración y la comunicación y que no puede ser reducida a las categorías de trabajo y tiempo abstracto características de la teoría del valor de Marx.

ii. El grupo Krisis
Por otro lado, la interpretación diametralmente opuesta se erige sobre la persistencia de la teoría del valor de Marx para la comprensión del capitalismo contemporáneo y está representada principalmente por el trabajo de Moishe Postone y del grupo Krisis (liderado inicialmente por Robert Kurz). Para estos autores, el post-Fordismo no implica un nuevo modo de producción y acumulación capitalista, sino una profundización de las categorías propuestas por Marx en su teoría del valor. Dicho de otro modo, a diferencia del Operaismo Italiano que quería imaginar un Marx más allá de la teoría del valor, Postone y Kurz postulan que el capitalismo contemporáneo es inexplicable sin los fundamentos originales de la teoría del valor que comprende la plusvalía a partir de la capacidad de medir el valor en términos de tiempo abstracto.

iii. La persistencia de la teoría del valor en la universidad neoliberal
La condición intelectual asume una clara posición teórica en línea con la segunda interpretación. Como propone el propio autor, “el post-fordismo no constituye una nueva forma del capitalismo, sino una heterogénea distribución de sus elementos” (p. 133). Así, este libro intenta pensar la universidad neoliberal a través de un prisma diferente al del Operaismo Italiano, enfatizando que a pesar de su carácter “inmaterial” y “cognitivo”, el trabajo académico sigue operando bajo la lógica de la producción de plusvalía basada en la explotación del tiempo de trabajo abstracto. Como propone el autor, en la universidad contemporánea el tiempo abstracto no ha cesado de ser la medida del valor (p. 129). Esto significa que el carácter cognitivo del trabajo intelectual “no debe llevarnos a pensar que la categoría de trabajo abstracto se encuentra obsoleta” (p. 74). Por ende, concluye, la reflexión sobre la condición intelectual en la universidad neoliberal exige “retornar a la teoría del valor esgrimida por Marx en El Capital” (p. 54).
En contra de las categorías de trabajo inmaterial y capitalismo cognitivo, y distanciándose del entusiasmo suscitado por el redescubrimiento de la categoría de “general intellect” por parte del Operaismo Italiano, este libro recupera la distinción entre trabajo improductivo y trabajo productivo propuesta por Marx (primero en El Capital y luego en las Teorías de la plusvalía) para pensar desde este lugar la condición del trabajo académico actual y del trabajo intelectual en general. Que el trabajo sea productivo o improductivo, nos dice Marx, nada tiene que ver con el producto del trabajo (y por ende con su valor de uso), sino que depende estrictamente de su capacidad para contribuir al proceso de valorización del capital (p. 84). Si bien es cierto que en el contexto histórico de Marx el concepto de trabajo improductivo refería más bien a formas pre-capitalistas de producción no subsumibles por completo a la lógica de valorización del capital, Marx “no tenía cómo conocer el devenir de lo que llamó trabajo improductivo” (p. 74) en el contexto de la actual producción intelectual. Esto no justifica, sin embargo, “borrar de un plumazo el trabajo abstracto, subsumiéndolo en el trabajo inmaterial” como hace la interpretación del Operaismo Italiano. Y pese a que el pasaje del capitalismo industrial al capitalismo post-industrial ha significado una transformación radical de las “condiciones del trabajo y del mundo en general”, estos cambios no modifican el núcleo fundamental de la valorización capitalista y por ello que la categoría de trabajo abstracto y la distinción entre trabajo productivo e improductivo siga siendo fundamental para un crítica del capital. Sólo así, propone rodríguez freire, “podremos percibir lo que implica la crisis del trabajo hoy y cómo esta afecta el trabajo intelectual en particular” (p. 74).

Desde este lugar, rodríguez freire se preguntar en qué medida y bajo qué forma la actividad intelectual deviene trabajo productivo y hasta qué punto preserva un resto de trabajo improductivo irreductible a la valorización del capital. Dicho de otro modo, la pregunta Benjaminiana sobre “el lugar del intelectual en el proceso productivo” debe ser reformulada en términos del trabajo intelectual en su condición de trabajo productivo o improductivo. Y dado que la singularidad del trabajo intelectual se encuentra en que en él el trabajo abstracto no puede ser separado de modo categórico del producto de su trabajo, siempre existirá un residuo de trabajo improductivo en toda actividad intelectual, un residuo no reducible a la lógica del trabajo abstracto. Este es el punto central tanto para pensar la privatización y consecuente explotación de la actividad intelectual así como para esbozar su potencial de resistencia.
A partir de esta hipótesis general, el libro de rodríguez freire intenta pensar una alternativa a la subsunción del trabajo intelectual por la lógica del capital. La lectura del trabajo académico desde la teoría del valor de Marx y desde la distinción entre trabajo productivo y trabajo improductivo le permite reflexionar en torno a la producción del saber como una forma de resistencia al proceso de valorización sin caer en la nostalgia o la fetichización del intelectual moderno. Esto quiere decir que, en contra de la interpretación del Operaismo Italiano, la forma inmaterial del trabajo universitario, marcado por un carácter comunicativo, cognitivo y colaborativo, “no debe llevarnos a pensar que la categoría de trabajo abstracto se encuentra obsoleta” (p. 74). El carácter crítico de la actividad intelectual no pasaría entonces por las nuevas relaciones sociales propias de la “multitud”, sino por su capacidad para delimitar de manera clara entre el trabajo productivo y el improductivo, y por inducir formas de producción y de asociación que se resistan a su subsunción en la lógica de la valorización.

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