… // Norman Briski
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Lo imprevisible sería previsible si contáramos con el cuento chino de la inmunidad. Invenciones del miedo, en vez de asumir la bella ignorancia del inusitado camino del deseo que el rizoma se encarga de bifurcar. Las guerras siempre existieron y las plagas como las palabras por ahora son “inevitables”. Guerras todas ellas hechas por ellos. Se deben a la competencia envidiosa de quien será el próximo poder, el dominio, el imperio sobre el cuerpo sensual de la merca del mercado de la góndola adicta. (Ubre de la leche entera) Ahí están los ojos, los hígados, nombres propios, lenguajes, la tabla de la ley, pero nuevos mandamientos de la moral de los estantes triunfantes, finanzas cuya velocidad derrota a otras que fenece. Sin consolador de los armamentos, hoy por hoy hay por hoy filósofos, ciencias, obispos, actores, Da Vinci, Dante, Boch, Charles Huston, Miguel Angel, fundaron la estética del poder divino. El arte ese que se inventó para las paredes de palacios y dentistas, tan ligados a las mininas y a los sueldos de porteros. Su genealogía esta en el Olimpo arrojando cuerpo de outlet. (morfología del habilidoso). Un full time para la aburrida corona. (Juan Sebastián Bach y sus doce hijos en una sola clave.)
¿Entonces? La guerra de esta plaga como las otras radica hoy en el dominio sobre Dos. Celulitis y animales. Estamos en la encima de la intimidad de las células y los perros, gatos, ratas, monos, con estos sujetos experimentales que ahullan y huelen. Finalmente llegamos al imbatible virus, que los conocemos por sus caprichos sin horarios para estar fuera de su célula. Acróbatas neomortales. La guerra establece un microscópico campo de batalla que terminaría con las pantallas. El que la pesque al virus con una canita de bambú, no le será necesario tanto metal, tendrá veneno para su cáncer de empleado municipal. Entonces otro reloj para esa vacuna (Vacuna con ese pedacito de enemigo en nuestra propia sangre) tantos relojes que el consumo les pone las agujas.
La intensidad no tiene ni luz ni oscuridad ni veinticuatro horas, tiene la cuerda floja de la vida, los suspensivos puntos de los justos. Locos, homicidas, atrevidos los únicos en el universo finito de la igualdad. La puntuación entonces será inercia colonial…
¿Cuánto falta? Es igual a As you like, Asi como voce le parezca, Il mai nalla. Comme vous le voyez.
Y faltan suspiros, taquicardias y un leve temblor del rodillar… rescatando residuos para adivinar el mensaje… y aquel entusiasmo por lo imposible.
NB