Anarquía Coronada

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Carri y el carácter flotante de lo plebeyo // Diego Sztulwark

En su libro Isidro Velázquez, formas prerrevolucionarias de la violencia, Roberto Carri investiga las rebeliones populares espontáneas a partir de un caso de bandolerismo social sucedido en el Chaco durante los años sesenta. Sus protagonistas: Isidro Velázquez y Vicente Gauna.

Velázquez, “honesto peón rural de origen correntino, sufrió una serie de hostigamientos por parte de la policía de Colonia Elisa (Chaco), que culminaron con su detención y posterior fuga de la cárcel local”. Desde entonces, “comenzó una vida fuera de la ley y durante más de seis años tuvo en jaque a toda la policía provincial”. A pesar de que la acusación oficial contra él es de robo, reiteradas versiones insisten en que se trata de una persecución arbitraria, “un típico acto de violencia policial injustificado” que deriva en un alzamiento contra la ley. Entre los años 1962 y 1967, Velázquez –prófugo de la justicia– junto con Gauna –un “salvaje irreductible”– serán los bandidos que roban a los ricos (secuestran estancieros) y se burlan de las fuerzas del orden interpretando fugas desopilantes y acciones espectaculares. La leyenda, oriunda del pobrerío rural y de la comunidad indígena de la zona que les brindaba apoyo, le atribuye a Velázquez poderes especiales como el de volverse invisible para escapar de las emboscadas, así como su capacidad de dominar al enemigo con la mirada.

Carri se propone desentrañar el fenómeno que representa la popularidad de Velázquez: la enorme simpatía y la solidaridad activa que despertó entre los sectores más pobres de la población –“criollos de origen correntino, santiagueños e indígenas”–. El odio de estos sectores se proyecta sobre Velázquez, un rebelde individualista, convirtiéndolo en un héroe que enfrenta al régimen colonial dominado por los grandes propietarios blancos y sus fuerzas armadas. El autor caracteriza a estos trabajadores pobres que apoyan a Velázquez como un “proletario total”, muy diferente de las fracciones obreras urbanas integradas en la industria moderna, a las que la teoría revolucionaria (y a su modo también el desarrollismo) otorga el papel central del proceso emancipador. Junto a la desposesión total, este proletariado rural se caracteriza por su condición deambulatoria, migrante. En la página 44 de la edición de Colihue, puede leerse el siguiente texto: los trabajadores del monte, en su mayor parte provenientes de la provincia de Corrientes -principal exportadora de carne humana del país junto con Santiago del Estero- y en segundo término paraguayos y santiagueños, no pueden volver a su lugar de origen y deambulan por la provincia en busca de trabajo. Los más audaces van hacia las ciudades cercanas o al sur a engrosar la población de las villas miseria. Esta población que ha dejado de ser rural, todavía no se ha incorporado a la actividad económica urbana, forma un semiproletariado flotante de carácter semirural y semiurbano a la vez. En estos hombres y en los integrantes de las colonias indígenas va a encontrar Isidro Velázquez el mayor apoyo”.

El autor plantea elementos para una teoría no populista de la rebelión plebeya en torno al carácter deambulante de este semiproletariado. La historia de la violencia colonial es la historia de una tentativa por imponer al indio nómade la razón sedentaria y fijarlo en la explotación extrema del obraje. Hay en este estado de flotación un potencial de no obediencia que Carri capta sobre todo como la conservación de una solapada propensión a la venganza (a Velázquez se lo llama popularmente “el vengador”). La memoria de la desposesión y la criminalización del nomadismo (el hombre de piel oscura que se lleva a la mujer blanca, dice Carri) hacen del prófugo armado una figura límite o de contrapoder, una condición migrante o de vagabundeo que contrasta con la integración del proletariado urbano que trabaja en la industria, base del vandorismo.   

Pero esta efervescencia plebeya no da lugar a revoluciones triunfantes, y Hobsbawm la califica de “prepolítica”. Carri no acepta este punto de vista. Le parece que las izquierdas formalistas ignoran el potencial político contenido en esta flotación semiproletaria, un magma explosivo en el que convive el odio del indio, el pobre y el migrante ante la tentativa colonial de fijarlos en el espacio de explotación, junto a un estado de sospecha ante la integración en el Estado moderno del desarrollo (también en Marx se encuentra la indicación sobre el potencial revolucionario de la comunidad agraria, la que no necesariamente ha de ser disuelta por el moderno capitalismo, como se afirmó en nombre del marxismo durante décadas, sino que puede jugar un papel importante en la lucha por su superación, tal y como podemos estudiarlo en los apuntes marxianos publicados bajo el título Comunidad, nacionalismos y capital, textos inéditos de Karl Marx, editados por la Vicepresidencia de Bolivia en 2018).

Carri escribe sobre Velázquez siendo un joven sociólogo de 28 años. El libro, publicado originalmente en 1968 por la editorial de Ortega Peña, tiene un sentido polémico contra los reformadores progresistas que practican un tipo de pedagogía moral, modernizante, que pregona la extensión de las buenas formas sin reparar en la necesaria reforma de las estructuras materiales; se opone a las izquierdas formalistas que conciben la revolución según un prolijo guion o modelo que se despliega según reglas predeterminadas; y está en contra de los bandoleros sociológicos “que utilizan el conocimiento técnico al servicio de la coacción y el mantenimiento de orden”.

La sociología tercermundista de Carri –lector de Franz Fanon y del Eric Hobsbawm de Rebeldes primitivos– se interroga sobre el papel de las revueltas en las condiciones específicas en las que un moderno capitalismo prolonga relaciones sociales de tipo colonial basadas en la división de dos sociedades sin comunicación entre ellas, y sobre la utilización de la violencia policial como principal instrumento público de estabilización y, a la vez, de racialización de la pobreza, estrechamente asociada al color de la piel. Para Carri, la violencia de quienes soportan la desposesión total es justa.

La peligrosidad política del fenómeno Velázquez es percibida con claridad por las fuerzas del orden. “Después de muerto Velázquez se producen impresionantes desfiles populares frente a sus restos y los de Gauna” prohibidos por la policía. Y no solo eso. A partir de entonces se adopta la fecha del primero de diciembre como día de la policía loca: “es una revancha que toman los vigilantes ante el desprecio y el dolor del pueblo”.

¿Y Gauna? Carri lo describe como un “delincuente total”, un ser asocial que sigue a Velázquez –hombre de buenas formas y sensibilidad popular– por razones puramente delictivas, pero que desempeña, sin embargo, un papel fundamental en la constitución del sentido radical de la campaña: “el carácter irreductible de Gauna, en cierta forma, impide a Velázquez arribar a acuerdos con la ciudad, con la civilización”, preserva al héroe de la política local. Gauna, sujeto cruel y enemigo de la sociedad, bloquea la posibilidad del pacto y de la traición, y garantiza la fidelidad de Velázquez al pueblo, al tiempo que es él quien pone en peligro la vida de los hacendados y comerciantes. “Velázquez es más peligroso desde que Gauna está junto a él”.      

La fuga al monte, el apoyo popular, la vida nómada, la capacidad de escondite y las acciones espectaculares hicieron de Velázquez un precursor capaz de encender e intercomunicar un sentimiento de rebelión colectiva. Velázquez fue la expresión de la rebeldía comunal, encarnación del odio popular y de un profundo sentimiento de redención, la personificación más acabada de un deseo de venganza largamente postergado.

Leo este libro de la colección Puñalada (Colihue), a cargo de Horacio González, en cuyo epílogo Eduardo Luis Duhalde recuerda la trayectoria militante del autor, su paso por el Peronismo de Base y por Montoneros, y su desaparición, a los 36 años, en manos del terrorismo de Estado. Fue publicado en 2001. Seguramente es una casualidad.

Diálogos: La ofensiva sensible [Episodio 1] // Sztulwark – Horowicz

Primera de una serie de piezas audiovisuales que produjimos Caja Negra Editora en alianza con Fiørd tomando como punto de partida LA OFENSIVA SENSIBLE, el libro de Diego Sztulwark que publicamos a fines del año pasado. A partir del diálogo del autor con otrxs autorxs buscaremos expandir y profundizar las premisas del libro, confrontarlas con la coyuntura y con otras lecturas y conceptos. En esta oportunidad, el invitado es el historiador y ensayista Alejandro Horowicz, autor de libros como «Los cuatro peronismos» y «El huracán rojo». Los límites del progresismo, el propio malestar como índice de verdad histórica, la situación actual en Chile, la diferencia entre el peronismo como populismo y como plebeyismo, son algunos de los ejes sobre los que trabajaron. Esperamos que les guste y aspiramos a que sea la primera emisión de CAJA NEGRA TV.
 
Idea y realización: Fiørd Estudio
Música: Países Bajos (gentileza de Priusdiscos)
Muebles y escenografìa: Gonzalo Arbutti

A propósito del 19 y 20 de diciembre // Entrevista a Diego Sztulwark

En dialogo con Sergio Tagle en el programa Bajo el Mismo Sol , Diego Sztulwark analizo el escenario político actual.

Valeriano: un fake contra lo bienpensante // Soledad Sgarella

Este viernes 24 a las 21 hs., se presenta en el Centro Cultural Graciela Carena un cuaderno que compila textos de Diego Valeriano, en un formato “conversación pública” con la presencia del autor y moderada por Pablo Ramos y Claudia Huergo.

Valeriano es de esos que escriben y logran, en el mismo instante, que tengas vergüenza de hacerte la progre, pegarte un chasqui de angustia en medio del pecho o hacerte llorar de emociones diversas mientras describe, por ejemplo, una esperada precandidatura.

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Foto: Marina Chena

Diego Sztulwark afirma (en el prólogo del cuaderno) que el autor muchas veces puede ser leído como un provocador o un nihilista, “cuando es el último de los poetas románticos de la presencia”. Mientras, el propio Valeriano nos dice -sin ninguna seguridad- que escribe para ciertos y ciertas cómplices, que escribe porque frente a los que opinan le gusta fabular y que escribe -un poco- para perder la forma humana.

El colaborador de La tinta y de Lobo Suelto viene el viernes al espacio cultural de la calle Alvear convidado por Emosido Engañado, “un grupo de estudio informal de Córdoba, de miembros variables, que estudian cosas que les interrogan”, según la descripción que hacen los propios participantes. A la conversación abierta también invitan el Colectivo Cordobés de Psicólogxs Comunitarixs, el Ciclo de Cine Raros Somos Todos y el programa de radio El último proletario.

La psicóloga y escritora Marina Chena es una de las congregadas a compilar y editar este cuaderno y nos cuenta: “algunos de los textos que seleccionamos ya han sidopublicados y los pusimos juntos, con algunos criterios bastante laxos en verdad pero que así reunidos tienen una densidad distinta. Si bien son muy potentes en sí mismos, puestos juntos producen un efecto de reverberancia, de caja de resonancia, se van significando o resignificando unos a otros, se intensifican.


Reunir los textos en un formato como este es un poco salvarlos de la velocidad con que todo se procesa en las redes sociales, y aunque es verdad que son un poco en sí veloces y tienen un ritmo muy agitado, nos parece importante poder proponer una pausa, detenernos a prestar atención”.


El evento promete ser un espacio de encuentro, y según les organizadores, es la invitación a una fiesta entre amigos. «Mueran por coger» es, fundamentalmente, una excusa “para que esos textos, que son tan vitales, tengan una oportunidad de ponerse en diálogo con lectoras y lectores, que salgan a la cancha y ladren”, con una bienvenida de la banda local Esencia, y con Ramos Huergo tirando algunas líneas de conversación.

Valeriano es uno de los colaboradores que más publicamos en La tinta. Probablemente porque coincidimos con Chena cuando nos dice que “es una voz muy interesante, no solo en su faz beligerante (que ya en sí misma valdría la pena para publicarlos) sino porque, en cierta forma, resensibiliza la escena social colectiva y te diría, política. Vos poder estar de acuerdo o en abierto desacuerdo con lo que dice, pero hay algo a nivel corporal, visceral, que se mueve con su lectura”.

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Foto: Marina Chena

Todo ese runflerío que ciertos sectores desprecian con tanta fuerza aparecen en su escritura con una vitalidad que no puede no afectarte, es como que te toca y a veces produce incomodidad y a veces expresa una ternura inmensa. Valeriano aporta incluso desde ese mismo registro más bien corporal, o visceral, a interpelar un cierto consenso bien pensante.


“Es fácil decir Macri gato o gobierno de chetos meritócrata. Más difícil es cuestionar la progresía -fundamentalmente intelectual- y ahí es donde más posibilidades hay de romper ese sentido común, estabilizado en un conjunto de buenas intenciones. Creemos que es ahí donde Valeriano hace mella”, dice Chena.

El prólogo de Sztulwark empieza con un contundente “amor a los reventados” de Valeriano.

Y aquí volvemos a coincidir con Chena. Esa concluyente frase “es una imagen muy acertada: no es una reivindicación ideológica, es una profunda alianza afectiva con esas vidas”.

Nos vemos el viernes.

► “Mueran por coger” de Diego Valeriano. Se presenta el viernes 24 a las 21 hs. en Emosido Engañado (Alvear 157).

*Por Soledad  Sgarella para La tintaFotos: Marina Chena.

Cuarta declaración  – La fuerza del ¡»NO»! (sobre la insurrección argentina de los días 19 y 20) (25/12/2001) // Colectivo Situaciones

25 de diciembre de 2001

Colectivo Situaciones

La insurrección de «nuevo tipo» en la que participamos los argentinos en el mes de diciembre nos enseña hasta qué punto es la potencia del pueblo en las calles, diciendo «NO», lo que verdaderamente cuenta. El poder mostró toda su impotencia. Aunque ahora digan -desde las sombras- que el Partido Justicialista movió los hilos, la verdad es que los dirigentes de todos los partidos y los sindicatos no hicieron otra cosa que correr detrás de la multitud. Resulta ahora fundamental producir nuestras propias formas de comprensión sobre las nuevas modalidades del protagonismo popular para evitar que los dispositivos de poder nos expropien el sentido de la pueblada y, sobre todo, para aprender de nosotros mismos y hacer más contundente la resistencia.

La insurrección de los días 19 y 20 fue ejemplar: no tuvo autor. Su protagonista exclusivo fue la multitud. Este protagonismo popular nos muestra características novedosas. En contra de las versiones que comienzan a circular en los medios de comunicación masivos, no hubo un poder por detrás de la gente, decidiendo por nosotros: nadie movió los hilos desde las sombras. Incluso quienes desde algún lugar de poder se presentan hoy como los impulsores secreto de la pueblada saben bien hasta qué punto no han hecho otra cosa que acomodarse siempre atrás de los acontecimientos. Sólo la ilusa imaginación de políticos y conspiradores puede presumir de haber manipulado semejante torrente de energías vitales que recorrieron el país.

La pueblada habló claro: dijo ¡»NO»!. Hay quien dice que eso «es poco», que » no alcanza». Que las luchas sólo valen si proponen un «modelo de sociedad alternativa». Hay que ser claros: el «NO» de la insurrección tuvo una contundencia indiscutible. Fue un no positivo tanto por la fuerza que demostró como por los devenires que inaugura. No se trata sólo de la caída de un gobierno: este «NO» rebelde le marca un límite al poder y afirma las fuerzas de la resistencia. No se trata tampoco de un acto «incompleto», ni de una «protesta sin propuesta», como dicen los «dirigentes políticos» y los «comunicadores», sino de un acto de fuerza que se autoafirma y demuestra el nivel actual de la resistencia popular. Este «NO», no deviene poder estatal: no necesita «legitimarse» mediante propuestas. No responde a la norma comunicacional que precisa de discursos seductores e imágenes atractivas. Se trata de la potencia del pueblo resistiendo la opresión. Y a la vez constituye un claro mensaje a los pueblos de América Latina y del mundo sobre las posibilidades de terminar con el dominio imperial y de los poderes locales, articulados en el «neoliberalismo».

La inteligencia popular rebasó las previsiones de intelectuales y estrategas. Resulta fundamental, a partir de ahora, ser capaces de pensar este fenómeno desde el mismo movimiento popular y no a partir de las interpretaciones -y categorías- del poder y sus organizaciones. En ese sentido habrá que tener en cuenta que:

1- La potencia de la base ha demostrado, de manera contundente, la impotencia del poder estatal, en su pretensión de autonomizarse de lo que pasa por abajo. El Estado de Sitio y la represión sólo funcionan con el miedo y el aislamiento. Como toda relación de dominio, el capitalismo trabaja a partir de la separación de los cuerpos y los lazos entre las personas: se alimenta de la tristeza y la impotencia de los pueblos, haciendo de estos, individuos aislados y promoviendo el miedo y las falsas esperanzas. El cacerolazo primero y la multitud en las calles, luego, han desarticulado las capacidades represivas del poder. Un pueblo auto-organizado y decidido es soberano, incluso, sobre el aparato represivo estatal.

2- Las organizaciones políticas y sindicales operan administrando «pequeños poderes» -sobre los que se constituyen los grandes-, mientras no somos capaces de construir espacios de gestión autónomos. No fue por casualidad que estas organizaciones quedaron totalmente marginadas de la insurrección. Ellas pierden su peso relativo frente a la presencia popular, decidida y espontánea. Cuando pretenden liderar las expresiones de este nuevo protagonismo social rebelde, caen en una ilusión absoluta. A sus militantes les corresponde reflexionar seriamente hasta qué punto su papel no es el de dirigir, hegemonizar o representar al pueblo, sino acompañar, asistir y ponerse al servicio de las luchas del movimiento de rebeldía popular, y de las nuevas formas de democracia directa, autonomía y radicalidad. En muchos casos estas organizaciones, que expresaron un ciclo de luchas obreras y populares, obstaculizan el surgimiento de elementos de un contrapoder que imagina sus propias formas de soberanía y de protagonismo.

3- La potencia del pueblo en la calle no radicó en una organización centralizada. Por oposición a quienes quieren «dirigir» a la multitud, la pueblada nos mostró hasta qué punto la multiplicidad de manifestaciones, puntos de concentración, grupitos de todo tipo, diversidad de formas organizativas, de iniciativas y de solidaridades fue precisamente lo que hizo imposible cualquier tipo de negociación, de acuerdos o de traiciones. Cada vez que, en nombre de la eficacia, aparece una «conducción», un «delegado» o un «representante», se crean las condiciones para la claudicación, la integración y la moderación de las luchas. Por eso es que la multiplicidad -que no es dispersión- constituye una clave central de la nueva radicalidad.

4- Habrá que ser capaces, ahora, de resistir todas las versiones dominantes que se abren paso desde la política y los grandes medios de opinión y que intentan explicar lo sucedido en los términos del poder, invirtiendo el sentido de los hechos, como si lo que fue producto de la potencia de la multitud en las calles no fuese sino un asunto de «internas de palacio». Como si al Gobierno de De la Rúa lo hubiera volteado el Partido Justicialista, etc. Estas interpretaciones ocultan y expropian el protagonismo popular. Nos hacen olvidar cómo el poder se asienta sobre las tendencias en la base difundiendo la creencia que desde el Estado se manejan los hilos de los acontecimientos. Este es el origen de la ilusión de la «toma del poder», que nos desvía del objetivo primordial: la constitución de una red de contrapoder capaz de democratizar los espacios de gestión desde abajo -o, de enfrentarlos con éxito, si no hubiese más alternativas.

5- La violencia insurreccional fue ejercida -como en los piquetes y los levantamientos populares de los últimos tiempos- como forma de autodefensa. La legitimidad de estos actos es autoconferida: no depende de ninguna aprobación externa. La autodeterminación y la lucha resistente constituyen elementos fundamentales de la libre expresión popular y son fuente de elaboración de criterios y valores de justicia.

Es este carácter «autodefensivo» e insurreccional de la violencia la base de una asimetría fundamental con respecto al ejercicio de la violencia producida por el poder, responsable tanto de las muertes provocadas directamente por las fuerzas represivas como por la psicosis siempre útil a la «ideología de la seguridad» (que reduce a hombres y mujeres a meros individuos retraídos y temerosos de todos los demás, que en su imaginación -y luego en la realidad- se convierten en potenciales enemigos). Las operaciones de inteligencia y «guerra psicológica» estuvieron destinadas a reforzar este mecanismo del poder.

Por eso resulta fundamental distinguir la violencia popular, la «autodefensa», de la violencia generada, entre pobres, por la «ideología de la seguridad». La autodefensa popular se constituye a condición de ir venciendo este aislamiento, este miedo «al otro» -que permite la manipulación desde el poder, y la pérdida de toda autonomía- para componer una fuerza común, integradora y amplificante, que potencia y continúa las fuerzas y deseos individuales  a escalas colectivas.

6- Será fundamental ahora la comprensión y la elaboración -desde la base- de las categorías y el lenguaje que nos permitan pensar con rigor lo que sucedió. Resulta imprescindible construir las claves de reflexión capaces de leer, desde la potencia (y no desde ninguna visión de poder), la novedad y la singularidad de las nuevas formas del protagonismo social.

7- La multiplicidad es una de las claves del nuevo protagonismo popular. No hay una forma de lucha, un discurso ni una vía de resistencia superior y exclusiva. Por eso es importante no decaer en el trabajo que se desarrolla previa y posteriormente a la pueblada. Igual que en la insurrección misma, el movimiento de la resistencia se va coordinando sin centralizarse en una organización única: se constituye bajo esta forma movimentista; sin conducción; sin «orgánica»; sin líderes únicos, sino situacionales; sin programas o modelos, sino con proyectos concretos, y sin estructuras que ahoguen la creatividad popular, sino a través de verdaderas experiencias de contrapoder.

8- La insurrección, como mezcla de cuerpos, ideas, culturas y lenguajes es la experiencia de desbaratar todo orden que se pretenda soberano sobre la multitud. Pero la insurrección no tiene por qué responder a las expectativas que la modalidad política de la representación revolucionaria se hace de ella. De hecho, la pueblada no constituyó un momento al interior de ninguna estrategia política, ni el final de ningún proceso de acumulación. No fue, tampoco, una «situación de situaciones», un momento de centralización en donde los retazos dispersos cobran, de pronto, un sentido, para perderlo, luego, en la fragmentación impotente. La pueblada fue, sí, un momento de autoafirmación, de descubrimiento de la potencia del pueblo, de encuentro de distintas formas de expresión popular y también del enfrentamiento y de constatación de la incapacidad de los poderes por «sostenerse en el aire». Será central pensar el hecho de que la lucha por la justicia ya no pasa fundamentalmente por la política (partidos políticos, gestión estatal, etc) sino por las prácticas que producen, efectivamente y en situación nuevos valores y experiencias de una sociabilidad no hegemonizada por el capitalismo.

9- La «representación política» sólo registra los «ecos», y no lo sustancial: lo que pasa a nivel de los cuerpos y las situaciones reales. Por eso hay que preservar la primacía de las experiencias de producción de nuevos saberes y valores. El atajo de la lucha por los «pequeños poderes» nos desvía hacia la reproducción de las formas de existencia del capitalismo sustituyendo las experiencias materiales por su representación jurídica, política y mediática.

10- Es momento de mostrar el coraje de resistir el surgimiento de liderazgos externos a las modalidades y al significado de este «NO», de este pronunciamiento popular que se ha constituido sin convocatorias organizadas, sin líderes mediáticos, sin promesas y sin falsas esperanzas.

11- Un valor puesto en juego en la pueblada fue, precisamente, la reapropiación del lazo social: estar en las calles y comprobar que cada uno de nosotros es parte de una multitud, de una fuerza social y material. Por eso no hay que perder de vista las operaciones expropiatorias de nuestra propia subjetividad individual y social en juego por los medios de comunicación y la sociedad del espectáculo, que busca borrar la marca insurreccional. En contra de las versiones que se difunden desde los centros de poder, las acciones espontáneas de los días 19 y 20 sobrepasaron cualquier intento de control y manipulación desde arriba: la misma multitud se movilizó sin «promesas», sin «dirigentes», sin «partidos» y sin «modelos». Esta fue su fuerza, y aquí radica la gran novedad del movimiento que hay que poder pensar, elaborar y desarrollar.

El gran desafío es producir experiencias de contrainformación, contraculturales, educativas, de derechos humanos, economías alternativas, grupos autónomos de investigación y talleres producción teórica y práctica colectivas, y demás modalidades de lucha capaces de alimentar redes potentes que, más allá de las estructuras representativas -partidos políticos, grandes medios, aparatos gremiales, ONG’s, etc-, vayan organizando el pensamiento y las prácticas de -y desde- la base.

Hasta Siempre,

Colectivo Situaciones

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