Anarquía Coronada

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La crítica de los gobernados [1] // Diego Sztulwark

Imaginemos un tipo nuevo de periodismo que no nos cuenta “lo que pasa”, sino que se ocupa de trazar la línea de actualidad de lo que somos: ningún episodio sería a priori banal o trascendente, sino que se situaría como síntoma de aquello que actúa sobre nosotros en el presente. Cada novedad para este periodismo estaría atravesada por una exigencia narrativa muy particular: explicar qué es lo que estamos dejando de ser y en qué nos estamos transformando. Esta idea de un periodismo filosófico aparece ¿Qué es la crítica? de Michel Foucault, un libro recientemente publicado en castellano. Allí se sostiene la tesis según la cual el trazado de la actualidad consiste en la activación de una voluntad política de quienes no quieren ser gobernados “pastoralmente”. La actualidad no sería entonces cuestión de consumo de información sino de disposición a trazar la línea de demarcación, de actitud crítica.

Lejos de un periodismo especializado en cuestiones de filosofía, lo que podemos imaginar leyendo a Foucault es un ademán filosófico propio de quienes buscan una libertad respecto del presente. Un gesto de conexión con aquello que, hoy en día, implica desplazamientos, transformaciones. Este tipo de nuevo periodismo asumiría la tarea de dotarse de herramientas intelectuales –pero también de los estados afectivos- para comprender y adentrarse en aquello está variando en el presente. En otras palabras, se trata de preguntarse qué es lo que tiembla, se agrieta y se diferencia por debajo de la espesa capa de cohesión y permanencia que Peter Sloterdijk estudió como stress colectivo provocado por los medios masivos de comunicación.

Mezcla de artista, analista y periodista, la comunicación crítica supone un nosotrxs en transición, entre fuerzas ellas mismas en conflicto. Foucault empleaba la formula “ontología de lo que somos” que parte de distinguir cuidadosamente la actualidad como presente (periodismo convencional) de  la actualidad como mutación. En Foucault, esta comunicación crítica logra pensar de otro modo sólo porque logra sentir de otra forma. La figura de la investigación “crítica” que de todo esto se desprende –seguimos imaginando-, que es capaz de esta doble mutación (intelectual y sensible), sería aquella capaz de articular el trabajo de archivo según las exigencias de esos catalizadores de transformación que son las luchas colectivas.

Pensar de otro modo y sentir de otra forma son consignas potentes que bien vistas tal vez supongan un tipo de actividad específica, y hasta de una relativa pasividad: para registrar las variaciones de lo que se ve y lo que se dice; para mapear relaciones de fuerza y elaborar nuestras estrategias. La actualidad, en ese sentido, se impone y se sufre. No hay transformación para quien no es capaz de padecer. 

Según Deleuze, la noción de dispositivo en Foucault está concebida como una combinación de líneas heterogéneas. Se trata de, al menos, cuatro: las líneas del “saber” (línea de lo visible, línea de lo enunciable -se trata de “formas”-), líneas de “poder” (se trata de fuerzas, que sólo pueden ser pensadas) y líneas de pliegue o de subjetivación (problemática ética), que van más allá del dispositivo en cuestión. Este más allá del dispositivo (esas resistencias que surgen dentro del dispositivo y van más allá de él) adquieren en el lenguaje de Deleuze el sentido de una “fuga” o “desterritorialización”.  La actualidad de la que venimos hablando remite, precisamente, a estos modos de fugar. Y así como cada línea pasa por todos los puntos –de modo que no hay afuera del saber ni del poder- las líneas de fuga los arrastran –si pueden- hacia zonas desconocidas. 

 

Fuga o desborde, la problemática de la actualidad en Foucault viene asociada a la constitución de una voluntad de no-obediencia (plebeya, anónima). La crítica lo es siempre respecto de las relaciones de fuerzas que en un momento constituyen un cierto presente. Y lo cierto es que Foucault fue uno de quienes mejor diagnosticaron el presente como neoliberalismo: una estrategia de individuación que liga las técnicas del placer y de ascesis (de auto-transformación) a las exigencias dominantes de lo que llamamos mercados. Reconocemos este estado de cosas, en el orden de la comunicación y de la postulación de una cierta temporalidad –un presente plano, un futuro promesa– en la pretensión de sometimiento que consiste en afirmar lo siguiente: la actualidad es neoliberal. 

Esta formula –la “actualidad es neoliberal”- es tan cierta como poco verdadera (si por verdad asumimos la línea de demarcación de lo que se transforma o fuga). El problema de un “nuevo periodismo” que tome sus premisas de lo que muta, con aquello que es capaz de existir mas allá de las líneas de saber-poder que regulan el presente, conecta con el segundo de los grandes temas de ¿Qué es la critica?: la cuestión del pastorado.

El neoliberalismo es el pastorado de nuestro tiempo. Si en el último período de su vida, Foucault reivindica una potencia especifica de los “gobernados” –aquellos sometidos al poder pastoral- es porque cree posible detectar en la pregunta ¿cómo queremos ser gobernados? la formación de una voluntad de no querer ser gobernados pastoralmente. Los gobernados en tanto que tales, sin deseo de convertirse en gobernantes, tan sólo como a partir de rechazar el ser gobernados pastoralmente, tendrían una palabra específica, capaz de romper la dialéctica del gobierno y de ir más allá de lo que la racionalidad del gobernante por sí sola establece. 

Para presentar esta particular capacidad de toma de la palabra del gobernado Foucault acude al término “coraje”, acto de valor específico que consiste en atreverse a decir una verdad que el gobernante no es -en principio- capaz de escuchar. Esto en Foucault recibe el nombre de parresía (el coraje de decir la verdad). En otras palabras, son las luchas de los gobernados las que informan sobre qué estamos dejando de ser y en qué devenir estamos entrando. Son ellas las que determinan la actualidad. Se trata de un tipo de discurso ante el poder, de una practica que desplaza al gobernado de toda sumisión. La parresía se funda un lugar de subjetivación y de resistencia específica al interior del dispositivo neoliberal de gobierno.

La figura ética y política de la parresía resulta atractiva, entonces, en la medida en que no quede restringida a una reducción académica de la política de la filosofía y nos brinde en términos prácticos -como lo recuerda Sandro Chignola en Foucault mas allá de Foucault– criterios de elucidación de la actualidad de los contrapoderes acordes con una imagen teórica post-soberana, en la que ya no se trata de cortarle la cabeza al rey, sino de desactivar un funcionamiento de la verdad pastoral determinado.

Es evidente que la relación entre periodismo, actualidad y crítica es crucial para definir la práctica de la democracia que, desde el punto de vista de los gobernantes, tiende a ser cada vez más definida a partir de una retórica del respeto de las instituciones, y, desde el ángulo de los gobernados, como una dinámica de creación de instituciones de una naturaleza nueva (un nuevo periodismo, por ejemplo).

En los textos de Foucault no encontramos una celebración de la novedad, sino una analítica de las discontinuidades. Se trata de una analítica extramoral atenta a los peligros inherentes a todas las formaciones colectivas de deseos insuficientemente problematizadas. La crítica no se confunde con la objeción: ya no se trata de un fenómeno de gusto o de opinión, sino de mutación. La crítica, en Foucault como en Marx, se resuelve como crítica practica. 

[1] Este texto es la reescritura de una reseña del encuentro que mantuvimos el jueves 23 de agosto de 2018 en el grupo de estudio Cartografías Micropolíticas.

Aquel diciembre… A dos años del 19 y 20. (16/12/2003) // Colectivo Situaciones

¿Qué quedó en nosotros de aquella conmoción a la que hemos llamado 19 y 20, haciendo alusión -de ese modo- al fenómeno insurreccional de fines de diciembre del 2001?

En principio una evidencia: ya no somos los mismos. Pero tal vez no convenga empezar por aquí: quizás esta evidencia esté demasiado gastada. Y, sin embargo, preguntar en primera persona del plural puede arrojarnos nuevamente al lenguaje de la política: ¿quiénes éramos «nosotros» antes de aquellas jornadas?, ¿un «nosotros» disperso, o «en formación»? Quizás ni siquiera eso. Puntos desconectados, resistencias sordas, crecientes y sordas. Sin embargo, el «nosotros» que surgió durante aquellos días se desplegó alimentándose de una vecindad pocas veces ejercida. Y aún así no deja configurar un nosotros claro, lineal y definitivo, sino uno más bien sinuoso, a veces orgulloso de sí, pero otras sumergido en la resignación y en el temor de la disolución.

Sigamos por este sendero. No somos los mismos, las cosas cambiaron. Y ese cambio no posee un mensaje nítido, único. El cambio es multidireccional, como es múltiple la espacialidad actual en que se ejercitan las prácticas y los pensamientos. Se dijo «NO», se abrieron búsquedas, se potenciaron luchas, se incentivaron discusiones, se trabaron relaciones, se ahondaron interrogantes, se hizo política. En pocas palabras: hubieron ideas y prácticas, rechazos y construcciones. El territorio se multiplicó en la medida en que fue siendo habitado de modos diversos.

Pero también, se escucha, «todo eso no condujo a nada». Que hubo desolación, desilusión, que los vínculos que se armaron también se desarmaron y que tras el verano largo del 2001 vino el reflujo y hasta el resentimiento respecto de los modos autónomos del hacer.

La contradicción aquí no es necesariamente un obstáculo. Constatar el entristecimiento de las fuerzas que pretendían un avance lineal de los modos de autoorganización popular no debería implicar una mistificación de esta declinación ni una minimización de la relevancia de aquellos acontecimientos: de hecho, no hay modo de comprender la Argentina actual sin considerar estas modificaciones, así como sus persistencias.

¿Las cosas podrían haber sido de otro modo?, ¿deberían haberlo sido? Tal vez las buenas intenciones merecían haber primado. O las buenas razones de los mas sesudos vaticinadores. En fin, el devenir de los acontecimientos debió haber ocurrido según otras leyes, y no bajo el signo complejo de la realidad. Pero las cosas son así nomás y no contamos hoy con grandes claves que doten de un sentido retroactivo a los sucesos de aquellos días. No poseemos ese corolario último de lo ocurrido que nos permita refutar definitivamente la íntima, la angustiante impresión de que todo pudo haber sido en vano: una obra inconclusa, un caudal de energía que se disipa, un manojo de ideas falsas, un espejismo colectivo que no supo asumir seriamente sus desafíos. La realidad juega fuerte contra los ilusos, pero también contra los sabios.

Y, aún así, contamos con la más firme de las certezas respecto de la contemporaneidad revulsiva de aquellas jornadas, al punto que siguiendo la huella de su potencia podemos acceder a los núcleos de inteligibilidad más profundos de los dilemas actuales. Como sucede ante todo punto de inflexión, la urgencia no radica tanto –ni tan sólo– en analizar meticulosamente sus causas (que tal vez no existan de modo separado de la ruptura misma), sino más bien en explorar las nuevas posibilidades prácticas, trazar los vínculos necesarios y cuestionar los nuevos límites de lo pensable.

Y bien, la gramática de los cambios (y no sólo sus posibles orientaciones) vuelve a reafirmar su carácter complejo. Al punto en que resulta pertinente preguntarse si tantas continuidades (políticas, sociales y económicas) no nos hablan de la inagotable capacidad de persistencia de aquello que por comodidad llamamos «la realidad».

En efecto, podría suceder que los sucesos de diciembre no fuesen sino un estallido relativamente suelto por falta de aguja que lo hilvane con otros trozos de tela. Sólo que la costura existe, y deja sus marcas. Una primera forma de verificar la marca radica en lo más inmediato: los discursos que se empeñan denodadamente en sostener que aquí «nada ha pasado». Son muchos, demasiados: esto es sospechoso. ¿Por qué negar con tanto énfasis algo que de por sí no posee existencia? Más aún: ¿no es esta misma energía denegativa índice de cierta modificación en el campo de lo discutible, lo pensable, lo imaginable?

En efecto, contamos con el «método de la sospecha», el más inmediato. Y contamos también con realidades firmes: la dignidad alcanzada por los movimientos sociales radicales. Sin ir demasiado lejos, toda la discursividad del gobierno actual no hace sino trabajar al interior de esta legitimidad, de esta dignidad, para anunciar desde allí que estos movimientos «fueron» muy importantes, pero hoy ya no hacen falta. La política vuelve y se nos dice que esto es motivo de fiesta. En nombre de esa vuelta de la política las personas que han ingresado en procesos de politización radical son tratados como tropas de un ejército vencedor desmovilizado: «gracias por los servicios prestados», ahora a casa.

Desmovilizados y peligrosos: aquellos que articularon sus demandas a la organización de la lucha y aportaron a la inauguración de un protagonismo social inédito, son ahora subsumidos en la gran fábrica de la subjetividad capitalista actual: la «in-seguridad». La paradoja está planteada: la política vuelve para despolitizar. Se trata ahora de apagar los fogones desparramados en todo el territorio. La política vuelve a pasar por la política: lo social debe despolitizarse… todo aquello que posee vida autónoma debe inmovilizarse y esperar la señal que lo habilite como actor legítimo.

La ofensiva de «la política» se torna particularmente aguda cuando pretende apropiarse del sentido de las jornadas de aquel diciembre. Definitivamente lejos de la inexistencia, entonces, aquellas fechas son reclamadas ahora como materia prima imprescindible para constituir una nueva legitimidad: un renovado juego de lenguajes y legalidades ha sido activado sobre la base de un fuerte deseo de normalización. De este sistema de transacciones entre lo «nuevo» y lo «viejo» se alimenta una rejuvenecida aspiración sobre las ventajas que se pueden obtener de la recomposición de los poderes de mando.

A tal punto que las fuerzas que han tomado la articulación de lo social en sus manos confiando en su capacidad de cooptar los elementos más novedosos de los movimientos sociales no pueden evitar ser desbordados continuamente por una tonalidad abiertamente reaccionaria.

Y probablemente sea este desacople (entre la narración política dominante de los procesos actuales y la tonalidad disciplinaria que se le adhiere) lo que permite revestir las actuales circunstancias con un patético manto «sententista». La esperanza deviene entonces espera: las luchas concretas deberán subordinarse a las más abstractas elucubraciones sobre unas relaciones de fuerzas completamente desprendidas de lo cotidiano, y las rebeldías (las experiencias de autoorganización de los movimientos sociales radicales) deberán ajustarse al nuevo «cronograma político».

Así, el mapa de la Argentina actual está cruzado por una línea vertical normalizante hecha de una reforzada y paradójica tendencia a la fragmentación social (tanto más paradójica en cuanto su fuerza radica en la promesa de integración fundada en una híper precaria inclusión laboral) y de ciertos rasgos de recomposición política. Pero también está atravesado por una línea diagonal, de multiplicidad, que trabaja en una variedad incontable de sitios pensantes. Una polarización atravesada por una transversal resistente. La cartografía de una polaridad socioeconómica y cultural, boicoteada por una resistencia de hecho, fundada en precarias redes difusas capaces de explicitarse una y otra vez.

Gobernabilidad, entonces, y estrategia de asimilación -con signo opuesto- de algunos elementos del autogobierno, o una nueva gestión de la fuerza de trabajo ocupada y desocupada bajo la promesa de trabajo para todos: de los planes sociales a los salarios de miseria, o la conversión de los planes sociales en exigua base salarial de un «neokeynesianismo» irrisorio. Invitación, en fin, a gestionar la precariedad de las vidas a las organizaciones políticas y sociales que oscilan entre autogobierno y cogestión. Explotación puramente política de la fuerza de trabajo a cargo de un humanismo victimizante que subordina (sacrifica) la vida a partir de negarle toda capacidad creativa autónoma.

Claro que esta misma formulación podría ser planteada sin demasiado problema a nivel continental, porque esta es la escala actual de los procesos de subsunción del trabajo y los recursos naturales al mercado mundial. La cuarta guerra mundial se profundiza. De allí que no esté demás considerar la transversalidad y la autoorganización popular como líneas defensivas de máxima relevancia.

En fin, 19 y 20 son fechas de conmemoración: ¿qué política de la memoria es aquella que se pone en juego estos días? ¿Qué se olvida cuando se recuerda? ¿De qué están hechas estas memorias? ¿En qué consiste la pugna actual por la conmemoración sino en una disputa por la elaboración de nuevas legitimidades, que trabajan a partir de una infinita tematización vaciadora?

Pero la pregunta inicial era otra: ¿qué quedó en nosotros –o de nosotros– a dos años de aquel diciembre? ¿Quiénes «somos» hoy? ¿En qué prácticas nos articulamos? ¿Qué ideas nos hacen fuertes si, como nos ocurre, no nos interesamos por los discursos que «bajan» limpios buscando realidades (cosas y vidas) a formatear? ¿Adónde conduce el camino de la verificación de las prácticas?

Después de todo, quizás sí haya un «nosotros» a partir de una cierta perspectiva de aquel diciembre. Tal vez podamos descubrir qué «somos» si somos capaces de percibir lo que posiblemente haya sido la develación más radical de aquellas jornadas: la inexistencia de toda garantía a priori –así como de todo pretendido sitio privilegiado– del pensar y del hacer.

Hasta siempre,

Colectivo Situaciones

16 de diciembre de 2003

Entre la crisis y el contrapoder. Paradojas de la negación. (17 notas inspiradas en la revuelta boliviana) (20/10/2003) // Colectivo Situaciones

1- La negación mueve. Disuelve lo que era. Toda des-configuración nos entrega a un espacio virtual poblado de posibles. La negación, negando lo que es, puede sorprendernos. No es que ella se torne positiva. Pero sí que ella se encuentre con lo positivo.

De hecho, al mover, la negación no es pura disolución. Toda nueva configuración implica un reencuentro con las potencias que le permiten ser, moverse. La negación como desfasaje, como imposible identidad, como verdad (en el sentido en que, según Adorno, la «totalidad es la no-verdad») es apertura, convocatoria al devenir. Pero el devenir es positivo o, mejor, puede ser experiencia –y por tanto– punto de perspectiva, terreno habitable, acontecimiento creador: afirmación. Afirmación que, a su vez, niega doblemente: se niega para no devenir falsedad –identidad-, pero también niega en el sentido que agrede, con su potencia, la quietud del contexto. La actividad de la potencia inquieta. Su expansividad promueve reacciones. Estas reacciones –podríamos decir– son también negativas. Pero esta negatividad es de un sentido –aparentemente– opuesto a la primer negatividad.

2- Tenemos entonces dos negatividades. Una que opera dentro de un contexto constituyente, deconstruyendo, pero también impidiendo la identidad plena, la quietud (llamémosle a ésta negación resistente), y otra que opera por resentimiento ante la constitución (o negación reactiva). Y aunque tal vez no nos sea posible distinguir a priori de un modo radical ambas negaciones, quizás podamos contar con un recurso práctico que nos permita distinguir la naturaleza –resistente o reactiva– de cada negación concreta, a partir de situaciones concretas.

Proponemos reconocer la «negación resistente» a partir de ciertos rasgos: a- su sentido es el de empujar hacia la multiplicidad, y contra la unidimensionalización de la vida; b- el tipo de resistencia que ejerce es expresión de una potencia (de trabajo, de habla, de goce, de creación); c- por lo tanto, su temporalidad no es segunda, sino primera: la negación es expresión de una fuerza productiva. En términos de una situación concreta la temporalidad de la negación suele manifestarse como fundante. La resistencia, el «no», la negación, el «grito» (como dice Holloway) abre las puertas a la potencia. Con respecto a la «negación reactiva», ella es segunda, su cartografía es la de los poderes centralizadores, jerarquizadores, clasificadores: la afirmación con la que se vincula es la conservación y el bloqueo de todo posible devenir.

3- Las crisis latinoamericanas actuales están atravesadas por ambas negatividades: una, fundada en la violencia del capital y la represión de los estados, y otra en la defensa de los recursos vitales, y en las capacidades de resistencia. Del levantamiento zapatista, a la reciente rebelión boliviana, pasando por la insurrección de diciembre del 2001 argentino, la resistencia popular opera como elemento deconstructor, a la vez que abre a devenires múltiples. La potencia popular, genera, a su vez, reacciones. La dinámica es polarizante.

4- El antagonismo –o polarización–, no obstante, produce asimetrías de todo tipo. Lógica de la reacción contra dinámica de la resistencia. Cada modo de la negatividad se vincula con la naturaleza de su contenido histórico específico: la negatividad de la reacción es manifestación pura del carácter ontológicamente segundo, parasitario y jerarquizante del capital, mientras que la resistencia, como negación de lo que «hay», es reencuentro con lo primero –que no preexiste en forma pura, claro, pero que es siempre evocable de modos muy concretos en situaciones concretas–, con las potencias constitutivas, de la producción, la creación, la amistad y la investigación. Lógica de la captura contra lógica de metamorfosis. Vínculo sin vínculo entre polos ontológicos y políticos asimétricos.

5- ¿Debe formularse la pregunta sobre la conversión, es decir, sobre los modos en que cada negatividad deviene positividad, según sus principios? (cómo la reacción existe como poderes efectivos; cómo las resistencias actualizan potencias reales) ¿O nos pondríamos –por esta vía– demasiado abstractos? Retengamos, al menos, que aún en un eventual pasaje de un estado a otro las naturalezas en juego mantienen sus asimetrías (como lo revela toda la analítica de Marx sobre la dialéctica capital-trabajo).

6- Polaridad y asimetría; desencuentro, coexistencia y enfrentamiento; tales parecen ser los modos exteriores de vincular poder y contrapoder. Y sin embargo hay otras conversiones a retener: aquellas que convierten elementos de una naturaleza en operaciones de un campo de naturaleza otra. ¿Cómo deviene múltiple lo uno? ¿Cómo se reabsorbe lo múltiple en lo uno? Exterioridades relativas que se penetran constantemente, robándose terreno, contaminando e invadiendo zonas enemigas: una espacialidad fragmentada, pero repleta de placenteros senderos o pasajes interiores, de túneles, de fronteras militarizadas y de umbrales.

7- Las crisis son grandes truenos de la reacción. Son sus bostezos y sus quejidos. Los dolores de su muerte y los de su despertar: su mañana y su noche. Como costas en las que se encuentran sin tocarse las playas y los mares. No se disuelven los términos, pero combaten duramente dando lugar –en el límite– a fronteras no lineales, produciendo nuevas figuras, inestables. Danza de una asombrosa interpenetración: de desgastes y destrozos. En las crisis se conoce algo más de los hombres y de las mujeres (a la vez que, por eso mismo, se deshacen amistades). En ellas se ocasionan encuentros incómodos entre quienes, desde una vereda, conciben toda ruptura del orden –normalidad– a partir de un extraño efecto producido por la creación de nuevas subjetividades, como si éstas fueran siempre negaciones resistentes; mientras que, en la vereda de enfrente, se aglomeran aquellos que persisten en considerar la crisis como un acontecimiento sistémico, ajeno y sólo pensable como «disfuncionamiento». Las ciencias –sobre todo las sociales– como negación reaccionaria, en la medida en que imaginan la crisis como conjunto de «desperfectos técnicos», objetivos (así se los considere insolubles). Nos interesan los primeros, porque son quienes tienen ojos para ver en la crisis un proceso de agotamiento de aquello que, precisamente, entró en crisis, y para verse como artífices y no como víctimas de tal agotamiento.

8- Y bien: Las crisis no son el grado 0 de la resistencia. La experiencia argentina, mexicana o boliviana nos hablan de la preexistencia de la resistencia, su presencia en la producción de las crisis y los modos en llevar la crisis hasta el final. ¿Qué configuraciones surgen a partir deallí? ¿Qué ocurre con la convivencia de las experiencias asamblearias y las subjetividades fragmentadas, dependientes, posmodernas? ¿Cómo se renegocia la presencia de las masas insurrectas y la nueva subordinación del mercado mundial? ¿Qué nuevas imágenes, nociones y experiencias estamos produciendo desde América Latina?

9- ¿Contamos con lenguajes, imágenes y procedimientos perceptivos para registrar, acompañar y desplegar las potencias que anidan en las resistencias? ¿Hemos asumido una perspectiva interior a la espacialidad del contrapoder (de las resistencias) capaz de producir subjetividades anticipatorias de las crisis, capaces de atravesarlas e ir más allá de ellas, haciendo de las resistencia producción de nuevos estilos de vida?

10- Estado capitalista, fuerzas de seguridad, mercado mundial, fetichismo de la técnica y despolitización de las tecnologías, espectáculo y cuantificación de los flujos, producción de subordinación en las relaciones laborales y de consumo: he aquí la fisonomía de la reacción. Si el nuevo protagonismo social interviene sobre un suelo trabajado por las condiciones posmodernas, éste rechaza, sin embargo, sus conclusiones: el «olvido» de la potencia.

11- Podemos ventilar nuestras dudas más íntimas: ¿qué proyecciones podemos hacer sobre la base del surgimiento de esta nueva radicalidad política, que trabaja a partir de una valoración muy fuerte de la autonomía organizativa y de pensamiento, de la interdependencia horizontal, de una clara idea del conflicto social y político, y de una solidaridad aceitada entre grupos que no están llamados a coincidir más que en enfrentamientos puntuales contra la represión? ¿Qué nos espera una vez que hemos producido –empleando para ello el máximo de los esfuerzos– enormes tajos en el cuerpo del capital, una apertura que nos invita a un trayecto completamente desconocido, una aventura para la cual, sospechamos, no cuentan ya demasiado el conjunto de los los saberes y las tradiciones instituidas del pensamiento y los hábitos de lo social y lo político?

12- No se trata de revoluciones políticas, aunque sí de auténticas revueltas. O una revolución en los modos subjetivos del hacer. Multiplicidad que va componiendo su trama alrededor de problemas tales como la autogestión de recursos y saberes, en la perspectiva de una producción material de la vida a partir de estos nuevos focos de producción de valores. En Argentina fue muy evidente la modificación del paisaje a partir de la acción de los movimientos piqueteros (trabajadores desocupados); las cientos de fábricas ocupadas autogestionadas por sus trabajadores; las asambleas barriales que redefinieron –en los hechos– los espacios públicos de la ciudad; las redes productivas de una economía solidaria; las experiencias en salud, educación, derechos humanos y contrainformación; las investigaciones sobre la producción de un nuevo arte capaz de problematizar desde lenguajes más densos estos tejidos emergentes, una nueva estética que logra presentar esta experiencia más allá de estereotipos y confirmaciones impuestas por la figura (espectacular) del espectador, y un nuevo lenguaje que renueva el sentido de una lengua saturada por expresiones provenientes de los mass media, de una academia irremediablemente alejada, y de una jerga política que entiende la palabra como objeto de manipulación.

13- La negación como resistencia, en la América Latina actual se emparenta con la formación de nuevos trayectos en un tablero despedazado: sobre este suelo fragmentado se experimentan desplazamientos subjetivos y recorridos éticos que van más allá e impugnan la imagen de la víctima que padece. La crisis puede ser asumida no sólo en sus efectos devastadores y disciplinantes: el desierto puede ser  también el terreno de agenciamientos de potencias productivas y subjetividades cooperantes.

14- Fuerza y fragilidad: negación deconstructiva, y carencia de modelos de totalización: Del repudio de la dominación a la configuración de nuevas prácticas y pensamiento.

15- Y todo esto en el contexto de una guerra reaccionaria. La cuarta guerra mundial. La hipótesis del contrapoder se torna imperiosa: extender redes concretas que protejan estos nuevos mundos emergentes. Si de un lado contamos con el peligro de una institucionalización que bloquee las capacidades creativas y los horizontes de expansión; del otro corremos un riesgo no menor en el llamado a reducir esta misma expansión a la «lógica del enfrentamiento», que privilegia la estrategia del espejo frente al poder.

16- Volviendo a nuestras preocupaciones más íntimas sobre la negación resistente: ¿con qué recursos contamos para expresar en imágenes, nociones generales y conceptos precisos este proceso de emergencia de un nuevo protagonismo social? Las descripciones que se intentan caen a menudo en un reduccionismo extremo, producto de una vocación descriptiva que no se interroga por los límites de sus propios recursos representativos. De allí que sea imprescindible el desarrollo de un pensamiento estético capaz de reorganizar representaciones novedosas que escapen a las ya agotadas mallas conceptuales de interpretación política.

Las resistencias han puesto en marcha una vasta operación (que es a la vez una nueva exigencia ética y estética) de intervención-lectura o lectura-intervención: un nuevo acoplamiento entre la materialidad de las prácticas y las capacidades del concepto; una encarnación de lo pensante y, a la vez, una pensabilidad del hacer; una destitución de la separación de la sensibilidad corpórea con respecto a la idea pura; movimiento este que dispone los saberes como inmediatamente operativos, volviendo posible la experiencia. Este nuevo territorio subjetivo, capaz de sostenerse por sí mismo y devenir fuente de juicios, enunciados, valoraciones, lecturas, actos, luchas, encuentros constituyen las claves del «pueblo por venir» (a veces presente, a veces ausente, y por tanto –como lo quería Deleuze– requiriendo del acto estético que lo preanuncie) . Se trata, sin dudas, de un territorio extraño, que se resiste a ser definido, reducido, objetivado. Una máquina capaz de seleccionar soberanamente su propio mundo relevante.

17- Si toda negación resistente implica un proyecto de agenciamiento (es decir, toda emergencia de un nuevo territorio subjetivo), este proyecto es a su vez producción de sus propias condiciones: la actual «crisis latinoamericana», o lo que ocurre bajo unos territorios que decidimos seguir llamando así, no será ya pues pensable sólo bajo la luz de las ciencias del mercado –esas profecías que nos hablan de los designios divinos de la diosa económica– sino, y sobre todo, del brillo de estos movimientos de recomposición, verdadero mensaje de las luchas latinoamericanas al resto del mundo.

Hasta siempre,

Colectivo Situaciones

Buenos Aires, 20 de octubre de 2003

De velatorios y príncipes (12/09/2003) // Colectivo Situaciones

Queridos A y A:

En estos días se respira en Bs-As un aire enrarecido. Dirán ustedes que esto es redundante, y que Argentina es sinónimo de enrarecimiento desde hace ya algunos años. Séa: pero ahora se trata de un nuevo enrarecimiento que opera sobre aquellas capas de enrarecimiento que ustedes han experimentado. Si aquel enrarecimiento primero (¿?) estallaba, este late

¿En qué consiste este nuevo enrarecimiento de los buenos aires locales? Difícil decirlo. Si aquella perturbación generalizada de diciembre estuvo hecha de una furia de rebelión irracional, (sí, profundamente irracional) esta calma parece hecha de buenas razones: espejismos agónicos e indiferencias demasiado pesadas.

Como sea: soplan aires raros.

Pero no sólo los aires, el tiempo se ha enrarecido. Los ecos de diciembre fueron demasiado… demasiado intensos, demasiado destructores, demasiada calle, demasiado destituyentes, demasiada contemporaneidad… el tiempo se ha aplanado. La serenidad actual –tejida de espejismos e indiferencias feroces- esconde aquello que todos hemos visto: hemos vuelto desfallecidos del mas allá. No tenemos palabras para contar lo que hemos visto. De allí que la tranquilidad actual es mas o menos frágil. No tanto porque amenace la sinrazón –como algo exterior que podría invadirnos- sino porque ella vive ahora en nosotros (ahora sabemos que estamos hechos también de su locura).

Pero habíamos quedado en hablarles de nosotros. De cómo intentamos substraernos, o mejor, de como habitar este trauma social.

Como les decíamos en una carta anterior, luego de la convulsión llega la hora de la revancha, es decir, de la interpretación. La mirada se vuelve inevitablemente exterior. Todos preguntamos ¿cómo ha podio ser? Como si aquellos que fuimos fueran otros. Como si, finalmente, se hubieran ido precisamente esos, que venían –por fin- a echarnos, a liberarnos… esos que gritaban “que se vayan todos”, y que ahora parecen haberse ido… como si lo que de nosotros deseaba persistir hubiese sido aún mas fuerte que aquello que quería que la explosión perdure.

Y sin embargo… hemos visto algo allí afuera… algo que no sabemos aún decir, pero que está aquí entre nosotros, como Alien. Hay un “octavo pasajero”. No sabemos lo que podemos parir…

¿Tiempo de revanchas, entonces? (de negación, por tanto). De un cierto resentimiento. Toni Negri nos escribía hace casi un año que en Argentina estábamos frente a una situación privilegiada: la de estar frente al príncipe (la multitud). Ahora las líneas se bifurcan entre quienes aceptan el trastorno de lo vivido -y desconocen su futuro inmediato- y quienes desean olvidar con todas sus fuerzas esa presencia. En contra de todo lo que se dice hoy día: sobre un enrarecimiento político se instaura ahora una renovada –resentida- vocación disciplinaria.

Y sin embargo, no cabe engañarnos al respecto: tal disciplina es sólo –y como mucho- un motivo de goce inmediato, un deseo imposible. Ni el mal, ni aquello que viene a curarlo se hacen tales ilusiones. Disciplina sí, pero una horrorosamente mas arbitraria que aquella que hemos conocido (“seguridad”, “consumo”, “clientelismo”, “gobernabilidad”, “protección”, “ciudadanía”, etc)…

¿Tiempos de reflujo? ¿Una nueva oscilación de la historia? Nada ha pasado… toda rebelión es miserable, y las buenas razones que aspiraba a destruir la esperan al final, como el saco que dejamos en la percha al entrar. Así, entrando y saliendo, descubrimos que el estallido es sólo una parte de lo normal. Nunca su verdad. No hay príncipe sino presidentes

El reflujo es la Idea del velorio. Es su teoría. Lo vivo debe ser transformado en memoria. Pertenecer aplazado. Objeto de conmemoración. Nunca recuerdo del presente.

Lo mismo sucede con otro velorio. El de los ´70. Sólo que aquel tiene un cuerpo: desaparecido. Este es más complicado, porque tenemos la experiencia de la locura con nosotros. No está… pero está…

¿Como se produce la figura del militante de investigación en estas circunstancias? Volver a la invisibilidad… Como dijera alguna vez El Filósofo: deberemos adquirir normas provisorias de vida. Una clandestinidad activa, un tender a la locura, un viaje a la decisión colectiva –un diálogo que evoca, solicita, verifica, produce y reproduce al príncipe-.

Hasta siempre,

Bs-As; 12 de septiembre del 2003

Colectivo Situaciones

The Shock of the New. An Interview with Colectivo Situaciones (25/04/2003) // Marina Sitrin

Buenos Aires, April 25th, 2003.

The Shock of the New
An Interview with Colectivo Situaciones

By Marina Sitrin

The social movements that exploded in Argentina in December 2001 not only transformed the fabric of Argentine society but also issued a ringing testimony to the possibility of a genuinely democratic alternative to global capital. The whole world was watching.

For all the theories about what constitutes and how to make revolutions, in essence they are nothing more than ordinary people coming together to discuss and fight for social possibilities that were previously beyond the horizon of historical possibilities. At its root, it is about the creation of new dialogues.

Colectivo Situaciones is a radical collective in Buenos Aires dedicated to stimulating these dialogues. They have tried to facilitate the most far-reaching aspects of the discussions that have unfolded among the social conflicts in Argentina through their books, which are (literally) structured as dialogues.

These discussions transcend national boundaries. Marina Sitrin interviewed Colectivo Situaciones while in Argentina this spring, where she was working on her forthcoming book, which will be a collection of interviews exploring the Argentine uprising through the political and personal experiences of those involved. She was awarded a grant by the IAS in July 2003 in support of her work (see “Grants Awarded” for more information).

Reprinted here is an excerpt from her interview. This interview explores the difficulty of creating concepts adequate to the new Argentine social movements, some of the political vocabulary that has emerged from these movements, and the meaning of engaged theoretical work. It was conducted in Buenos Aires on April 25th, 2003.

Chuck Morse

Colectivo Situaciones emerged from Argentina’s radical student milieu in the mid 1990s and, since then, have developed a long track record of intervention in Argentine social movements. Their books are dialogues with the unemployed workers movement, explorations of the question of power and tactics of struggle, and conversations about how to think about revolution today.

Their radical views pertain to practice as much as theory. They are genuinely a collective and all of their projects are collectively produced. Presently, in addition to their publishing work, they are also working in a collectively run, alternative school.

In a note printed on the back of many of their books, they describe their work as follows:
[We] intend to offer an internal reading of struggles, a phenomenology (a genealogy), not an “objective” description. It is only in this way that thought assumes a creative, affirmative function, and stops being a mere reproduction of the present. And only in this fidelity with the immanence of thought is it a real, dynamic contribution, which is totally contrary to a project or scheme that pigeonholes and overwhelms practice.

More information can be found on their website at www.situaciones.org. The IAS awarded a grant to Nate Holdren in July 2003 for a translation of their book 19 and 20: Notes for the New Social Protagonism (see “Grants Awarded” for more information).

Radicals have often been criticized for imposing ideas and dogmas upon events instead of attending to their real nuances and complexities. Colectivo Situaciones has tried to overcome the strategic and intellectual impasse that this creates by advancing a contextually sensitive approach to the world. I asked them to explain their method and to give background on their collective.

At a particular moment we began to see what, for us, was a fundamental lack of options for left libertarians and autonomists in general. We began to feel very dissatisfied with the discourse on the Left—of the activists, the intellectuals, the artists, and the theoreticians—and began to ask ourselves if we should put our energy in the investigation of the fundamentals of an emancipatory theory and practice. Since that day, we have continued pursuing that same question and, since that day, things have been appearing, like Zapatismo. Certain people also began appearing in the theoretical camp, asking very radical questions, and they influenced us a lot. We studied them, got to know them, and exchanged a great deal. Also, in Argentina there began to emerge very radical practices that also questioned all of this, carried out by people who were also searching.

During this process, certain key ideas kept appearing to us that we decided to develop and see where they would lead. One of the ideas that we came across was that, as much potential as thought and practice have, they cannot reach their full potential if not based in a concrete situation. In some respects, this is pretty evident, or should be, but normally developing a thought or practice within a situation is not easy. We decided to immerse ourselves in this work. We do not think that situations can be created, and this is the difference that we have with the Situationists of Europe in the late 50s and early 60s, who believed that a situation could be created, and who tried to create situations. We think not: situations are to be entered or taken on, but cannot not be invented by ones’ own will.

This gives rise to what Gilles Deleuze said: “creation as resistance, resistance as creation.” We consider our own collective an experience of resistance and creation, to create resisting in the area of thought, linked to practice.

However, for us it is difficult to speak in general terms. When you say “Piquetero movement,” you are creating a homogeneity—an equality of circumstances, of characteristics, of a quantity of things—that in reality does not exist. This has to be seen in context. We work in concrete experiences and part of our work consists of attempting not to make generalizations. We believe there are points, or practical hypotheses, that develop in distinct moments, and that each movement, each concrete situation, develops in a particular, determined form. For example, the influence that Zapatismo has had is evident as an inspiration, but to say that the Argentine movement is the Zapatista movement would be an absurd generalization. What we are working to make more general is the concept of “new social protagonism.” This concept is not something that lumps together various phenomena, but is rather a concrete way of working in specific contexts, that we believe will advance and radicalize the question of what social change means today. Not everyone has the same work, the same answers, nor develops in the same way. But, shared is the new social protagonism’s radicalism in posing these questions as well as bringing forward its practice. Generalizing is difficult because it hides the complexity of concrete situations.

Through the Argentine uprising many people began to see themselves as social actors, as protagonists, in way that they had not previously. I asked Colectivo Situaciones how such a rapid radical transformation could take place and how it could be so widespread.

The parties were a huge fraud for all the people, for everyone in general, but doubly so for those that had an emancipatory perspective. In addition, it is evident that the Argentine state failed, not only the political parties. The state in default, totally captured by the mafias, a state that neither manages to regulate nor generate mediations in society, ended up destroying the idea, so strongly installed in Argentina, that everything had to pass through the state. Thus, between this and the global militancy that was developing, the ideology of the network, plus the presence of the Internet and the new technologies, the new forms of the organization of work… these things reinforced the ideology of horizontalism. This also coincides with the most important ideas of the new social protagonism: Decisions made by all; the lack of leaders; the idea of liberty; that no one is subordinated to another; that each one has to assume within him or herself responsibility for what is decided; the idea that it is important to struggle in all dimensions; that struggle doesn’t take place in one privileged location; the idea that we organize ourselves according to concrete problems; the idea that it is not necessary to construct one organization for all, but that organization is multiple; that there are many ways to organize oneself according to the level of conflict one confronts; the idea that there is not one dogma or ideology, but rather open thinking and many possibilities. It also has to do with the crisis of Marxism, which was such a heavy philosophical and political doctrine in the 60s and 70s. Also, in Argentina, the collapse of the military dictatorship produced very strong experiences, such as the Madres de Plaza de Mayo, who showed early on that political parties are not an efficient tool for concrete, radical struggles.

But now there is an ambivalence, because there are many people doing very important things at the level of this new social protagonism: in a school, a hospital, a group of artists, a group of people creating theory; and perhaps the notion of horizontalism is not the most important for them. For example, we are working in a school where, of course, everyone makes decisions together, but not because the participants adhere to a horizontalist ideology, but rather because the situation itself makes us equals in the face of problems.

Thus, it seems there is a distinction. Many times, in asambleas, we see a discussion of horizontalism as a political identity. We say that it is not about the theme of horizontalism, but about political identity . We say that one is not organized according to pure imaginaries—I am a revolutionary, a communist, a Peronist, an autonomist… but rather one works on concrete problems. For us this is where nuclei of greater power exist: in some asambleas, neighbors, without anyone convoking them, without a political power, with any political representation, start discussing what it means to say that they want to play a leading role in something; what it means to take charge themselves, that the state is not going to take responsibility for them, that society is unraveled, is disarmed, disintegrates if there is not the production of new values by the base. Thus, this self-organization is very important from this point of view. Previously there were the piqueteros , who have a much longer history than the asambleas , and discovered all of this before.

The word “horizontalism” is part of the new political vocabulary that has emerged out of the Argentine movements. It is used by many in these movements—from the piqueteros and asambleas to those who have occupied factories—to speak of the political relationships being formed. I asked Colectivo Situaciones to share their thoughts on the meaning and usage of this word.

There is a question of leadership. The politics of horizontalism, in the most moral sense, supposes that when a group of people exercise leadership or are very active or tend to be organizers, that there is a danger of verticalism or institutionalization. To us, it seems that this can only be known in the context. What happens if every time a person talks a lot or is very active that person is accused of being an institution that restrains the movement? To us it seems that this reveals a significant exteriority of the situation and a big moralization.

Many times, in a simple perspective, it would seem that there is horizontalism when everyone speaks equally, because nobody does more than the others. But it is necessary to see that often subjugation is not the subjugation of a person: it can also be the subjugation of an ideal, or subjugation in the impossibility of doing things. There is the impotence and sadness that can exist in forms that appear horizontal from the outside.

Thus, we don’t celebrate the fact that there are asambleas in the abstract. Many asambleas don’t interest us, because even though everyone speaks, there isn’t really an opening, there isn’t really active power ( potencia) . Whereas other groups that are accused of not being sufficiently horizontal are creating possibilities and hypotheses and changing the lives of the persons so much that they generate a very strong attraction and very strong power. For example, think of Zapatismo . As in Zapatismo , as in some MTD (Movimiento de trabajadores desocupados/Unemployed Workers’ Movement)—like the MTD of Solano—there are people who are the most horizontal of the horizontals that question if there is sufficient horizontalism. But, to us it seems unnecessary to try to make an experience that functions a model for the majority.

Horizontalism is a tool of counter-power when it is a question—power is socialized, it is democratized, it is the power of all—but horizontalism is a tool of power when it is a response, when it the ends the search, when it shuts down all questions. Horizontalism is the norm of the multiplicity and the power of the people who are different, not of those who follow the conventional. The risk is that horizontalism shuts you up and becomes a new ideology that aborts experimentation. That is the risk.

Although Colectivo Situaciones’ books are highly theoretical—and often difficult reading for native Spanish speakers—they are decidedly anti-academic and try to produce a militant, engaged theory. I asked them to explain their approach to me.

Something that interests us is the struggle against academic thought, against classical academic research. It is often said that militant investigation is good, because it manages to show things closely, very internally, but that it is not good because it lacks distance and does not permit objectivity. We are developing an idea that is precisely the contrary. [We believe that] only by adopting a very defined perspective is it possible to comprehend the complexities and tensions of a situation. What we have is a position of work that demands deep practical engagement: it implies a lot of time, a lot intensity, a lot of study, and a high level of sensitivity. For us, it is not an obstacle to knowledge, but the only form that goes with the development of truly complex thought. Our experience is that, in the end, the Argentine academy—not only in the university, but also in the mass media and arts—tries to grasp what is happening without being engaged or fully developing ideas. We see very clearly the difference between us and them. Our work functions in exactly the opposition sense….

Translated from Spanish by Chuck Morse and Marina Sitrin

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