La Guerra Neoliberal: Militarización de la Seguridad Interior. Carta a lxs hermanxs argentinxs // Dawn Marie Paley
Carta a los hermanos y hermanas argentinxs:
Tratar de resumir los horrores de la guerra en México durante los últimos 12 años parece ser un ejercicio fútil. ¿Por dónde empezar? ¿Por las estadísticas que nos muestran que por la violencia ha descendido la expectativa de vida de hombres mexicanos, o por las tasas de homicidio que se han duplicado o por las 35,000 desapariciones que se han denunciado -es decir, sin contar aquellas de las que no se habla? ¿Por dónde empezar? ¿Recordando eventos con reconocimiento internacional, como la masacre de seis personas y la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en Guerrero el 26-27 de septiembre del 2014? O expresando lo que difícilmente se habla: cientos de miles de personas desplazadas, cientos de miles de restos humanos quemados y botados en los desiertos, miles de cuerpos bajo tierra dispersos a lo largo y ancho del país en sitios que se prestan al entierro. No hay forma de resumir los traumas intergeneracionales, la destrucción de entramados comunitarios y la violencia desplegada en medio de la confusión y el miedo, separa y estigmatiza a las víctimas y a sus familias.
No podemos, ni queremos argumentar que México fue un país pacífico antes del arranque de la guerra en diciembre del 2006. Pero desde entonces, nos encontramos viviendo la transformación del estado mexicano en un estado que se basa en el terror y la violencia más que en las dos caras de tutela y despojo que perduraron en la estela de la revolución mexicana.
Al nivel del discurso, esta violencia extrema, prologada e imposible de resumir apareció con palabras que parecieran neutras, casi de cajón. Desde el primer día de su mandato, el ex-presidente de México Felipe Calderón dejó en claro que la seguridad iba a ser una prioridad durante su sexenio. No fue un tema importante en su campaña, pero lo dio prioridad al momento de investidura: “Una de las tres prioridades que voy a encabezar en mi Gobierno es, precisamente, la lucha por recuperar la seguridad pública y la legalidad; las instituciones responsables de la seguridad pública requieren transformaciones profundas para incrementar sustancialmente su eficacia…”
A diez días de iniciar su presidencia, anunciaron la Operación Conjunta Michoacán, que consistía en el despliegue de 4,260 soldados, 1,054 marinos y 1,400 policías al estado de Michoacán, supuestamente para combatir la delincuencia organizada. Operación Conjunta Michoacán abrió el camino para la militarización de muchas más regiones del país, y también para la profundización de procesos de paramilitarización por parte de los llamados “carteles de la droga”.
A casi doce años del primer discurso de Calderón como presidente, México es un país en guerra, un país herido, y un país donde el capital transnacional ha florecido. Por eso, leemos la militarización y la paramilitarización del país, además de las políticas de austeridad y privatización puestas en marcha durante este tiempo, como huellas de una guerra neoliberal. La guerra neoliberal produce opacidad y confusión, y a pesar de beneficiar al capital transnacional y al poder represivo del estado, es despolitizada en los discursos oficiales que centran drogas, carteles y criminales como su objetivo. Se despliega a partir de la militarización formal, con crecientes presupuestos militares y policiacos. Y su forma es la contrainsurgencia ampliada, en la cuál son las diversas colectividades constituyentes del mundo popular y comunitario quienes terminan siendo los blancos de la desaparición forzada y la masacre.
Hace pocos días, supimos que Macri anunció que las fuerzas armadas iban a volver a tener un papel en la seguridad interior de Argentina. Sus palabras, al igual que las de Calderón, fueron bien medidas, como si fueran inocuas. “Los argentinos vivimos en una zona de paz y estabilidad, pero somos parte de ese mundo complejo donde las amenazas, los riesgos y los desafíos que afectan a los estados requieren de una coordinación y una articulación eficiente. Necesitamos que nuestras fuerzas sean capaces de enfrentar los desafíos del siglo XXI, pero tenemos un Sistema de Defensa desactualizado, producto de años de desinversión y de la ausencia de una política de largo plazo. Seguimos conservando un despliegue territorial para amenazas antiguas”, dijo Macri desde el Campo de Mayo.
Lo que esta haciendo Macri con este discurso y con la llamada reforma en el Sistema de Defensa Nacional es asentar las bases para imponer la guerra neoliberal en Argentina. Tendrá otras particularidades nacionales, por cierto, pero se viste en palabras muy similares a las de Calderón: hay que modernizar las fuerzas armadas, transformarles, hacerles más eficientes. Desde la experiencia en México, sabemos que la amenaza futura a que alude Macri es la fuerza de lo comunitario-popular en lucha, de las mujeres y su energía desplegada, de los movimientos sociales con fuerza creciente para defender y disputar la riqueza material en las urbes y en los territorios… Se amenazan las redes y tramas que sostienen la vida y dotan de capacidad a las luchas.
En su discurso en el Auditorio Nacional en la Ciudad de México el primero de diciembre del 2006, Calderón dijo: “Sé, que restablecer la seguridad no será fácil ni rápido, que tomará tiempo, que costará mucho dinero, e incluso y por desgracia, vidas humanas”. Entonces no imaginábamos los niveles de violencia, de matanza, de terror a los cuales iba a llegar el país. Por eso, escuchar a Macri decir “Sabemos que esta transformación no va a ser fácil, los cambios profundos nunca lo son” al final de su discurso, llamando a la participación de las fuerzas armadas en la seguridad interior nos da, desde México, escalofrío y pavor extremo. Les hemos visto marchando contra el anuncio de Macri, y les mandamos mucha fuerza: no pasarán.
Dawn Marie Paley, Puebla, México
Dawn Marie Paley es autora de Capitalismo Antidrogas: Una guerra contra el pueblo.