Prólogo a Moral burguesa y revolución, de León Rozitchner // Oscar Masotta
Los filósofos hablan de ética, pero ¿es posible la ética? Es decir, ¿existe el derecho a “hablar” de ética? Si la razón extrajera su criterio de validez sólo de su coherencia interior, bastaría hablar coherentemente de ética para ser morales. Pero ya lo sabemos: todo pensamiento es pensamiento de algo, porque ni la razón ni la reflexión se alimentan de sí misas. Pero entonces, usted, que filosofa, que conoce de algún modo aquello por lo cual pregunta, ¿cómo se las arregla para silenciar con su pregunta la presencia dramática de las guerras, de la muerte, de la revolución?
Por la paciencia obsesiva que Rozitchner pone en fijar y describir las estructuras de las conductas morales –cuando ellas no son casualmente las pacíficas del filósofo que sólo opera con conceptos– revela la significación de una mala filosofía, esa que se niega a poner a prueba la reflexión al contacto con el hecho de la muerte concreta, la muerte histórica, política. Los invasores de Playa Girón, un momento después de empuñar las armas contra sus hermanos, se muestran como filósofos agnósticos cuando son llevados por los revolucionarios a declarar ante las cámaras de televisión.
He ahí a este prisionero que declara que nada tiene que ver con los propósitos imperialistas en el momento mismo en que es apoyado por los aviones y destroyers norteamericanos, que no se reconoce cómplice ni responsable del gobierno de Batista cuando era funcionario de ese gobierno. La miseria, el hambre, la muerte de los otros no toca ni hiere a su buena conciencia y no reconoce otras exigencias racionales sino aquellas que le proporciona la razón estrecha de la ideología de clase a que pertenece.
Se comprende entonces el propósito oblicuo del hermoso libro de Rozitchner: tratar a los contrarrevolucionarios cubanos como si fueran filósofos para sugerir los puntos en común entre la ideología que los mueve y toda la filosofía ajena al marxismo. Y quien dice filosofía ajena al marxismo dice, en nuestro país, filosofía universitaria. Realizar la filosofía, decía Marx. Encontramos un filósofo a la obra en cada hombre concreto, nos dice Rozitchner, y atisbaremos
en los prisioneros de Playa Girón la miseria de la filosofía que los refleja. Si la filosofía es la filosofía sin clases sociales, sin mal y sin revoluciones nadie será menos filósofo que Rozitchner; pero si la filosofía no es más que un intento de mantener palpitante la exigencia humana de racionalidad y de universalidad al contacto vivo con el
mal y las tragedias de la historia, podremos llamar filósofo, contra su propio gusto, a Rozitchner. Uno adivina por detrás de su prosa revuelta y salpicada de tecnicismos filosóficos que han perdido su mero valor técnico hasta hacerse sarcasmos, toda la lucidez, el rigor y la presencia un poco sombría de un hombre que no se perdona
ser filósofo, y que habiendo elegido el terreno de la reflexión ética, sólo está a gusto al contacto con las cosas: la política de su país o la Revolución Cubana, la guerra o el hecho de la muerte, la lucha, la violencia, esto es, al contacto con la verdad.
Oscar Masotta, 1963
Prólogo a la primer edición