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Venezuela: quiebre en la oposición y pulseada en la Asamblea // Marco Teruggi

Con los votos del chavismo y parte de la oposición, Luis Parra, del partido Primero Justicia, asumió al frente de la Asamblea Nacional. Sin embargo, Juan Guaidó denunció que no lo dejaron ingresar al edificio, desconoció el nombramiento y fue reelecto en una sesión paralela. La reacción de Estados Unidos y la convocatoria a las próximas elecciones legislativas.
 

 

La Asamblea Nacional (AN) de Venezuela tiene una nueva junta directiva. Juan Guaidó, quien había asumido el año pasado en esta misma fecha, ya no es el presidente del Poder Legislativo. En su lugar fue nombrado este domingo, día de la sesión para elegir la junta, otro diputado de la oposición para el período 2020-2021: Luis Parra, del partido Primero Justicia.

La elección de Parra sucedió en una sesión marcada por las dudas y las especulaciones. Ya se sabía, desde la mañana, acerca de la existencia de dos propuestas de junta directiva: una encabezada por Guaidó y otra por un sector de la oposición que había manifestado su desacuerdo con la coalición de Guaidó en los últimos meses, en una disputa marcada por acusaciones mutuas de corrupción.

Ese escenario político tenía la incertidumbre acerca de quién lograría la mayoría de votos necesarios: si el bloque de Guaidó o el de la oposición encabezada por Parra que, se sabía, contaría con el apoyo de los votos del bloque de parlamentarios del chavismo.

Sin Guaidó en la Asamblea Legislativa
La jor
nada se vio además marcada por la denuncia que realizó Guaidó desde las calles cercanas al Palacio, donde afirmó que el operativo de seguridad le impedía entrar a la sesión para presidirla y ganar con la mayoría que aseguró tener. Junto a él se encontraban otros diputados, algunos de los cuales están inhabilitados por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

Esa versión fue desmentida tanto por los parlamentarios del chavismo, así como, por ejemplo, por Luis Parra y el diputado opositor José Britto, quienes aseguraron que Guaidó no ingresó a la sesión en vista de que sabía que no lograría los votos suficientes. Guaidó habría optado por mostrarse impedido de ingresar al recinto y así no perder la presidencia por los votos.

Ante la ausencia de Guaidó para dirigir la sesión, asumió la dirección el diputado más antiguo de la AN, Héctor Agüero, para presentar la propuesta de la lista encabezada por Parra, que obtuvo los votos necesarios.

“Treinta diputados de las regiones que nos cansamos del secuestro, que queremos abrirle un camino a la despolarización del país, dejamos claro cuál era nuestro planteamiento, presentamos nuestra alternativa, se dio una votación por aproximadamente 150 diputados que están registrados en cámara”, afirmó Parra luego de su elección al frente de la AN.

 

Un punto de quiebre
La elección de la nueva junta directiva marca un punto de quiebre en el conflicto: el reconocimiento internacional de Guaidó como presidente encargado de Venezuela estuvo construido desde la hora cero a partir de su presidencia del legislativo. Al quedar desplazado de ese cargo queda abierta la pregunta acerca del reconocimiento internacional sobre su presidencia interina.

Esa pregunta tuvo una respuesta temprana por parte del gobierno norteamericano que, a través de Mickael Kozak, subsecretario adjunto de la oficina de asuntos del hemisferio occidental del Departamento de Estado, quien calificó la sesión como de “farsa” y aseguró que “Juan Guaidó sigue siendo el presidente interino de Venezuela”.

Guaidó, por su parte, instaló en horas de la tarde del domingo lo que denominó una sesión de la Asamblea Nacional fuera del Palacio Federal Legislativo, para elegir la nueva junta directiva y ratificar su presidencia para el periodo 2020-2021. Este escenario podría abrir las puertas a la existencia de una AN, presidida por Parra, y una AN paralela presidida por Guaidó.

No sería la primera vez que la oposición busca crear una institución paralela, como el caso del denominado TSJ “en el exilio”, creado en el 2017 y, desde entonces, fuera del país.

 

¿Qué harán Guaidó y Trump?
¿Qué intentará hacer luego Guaidó? Responder esa pregunta significa indagar acerca de qué buscará hacer el gobierno norteamericano en el expediente Venezuela. Hasta el momento sus cálculos han resultado errados: el caso del TSJ “en el exilio” nunca logró impactar, Guaidó nunca construyó un esbozo de gobierno paralelo y su capacidad de movilización tuvo su último fracaso en el mes de noviembre.

Esa pregunta por Estados Unidos (EEUU) lleva a analizar el escenario norteamericano, donde Trump, enfrentado a un juicio político, cuenta con el apoyo de su partido que lo defenderá en el Senado y en las urnas del 2020, pero ese respaldo se ha traducido en la mayor apertura interna a los sectores neoconservadores.

El escenario de escalada e inestabilidad en Irán, con su impacto en el aumento de precios del petróleo, puede traducirse en una necesidad de acelerar el desenlace en Venezuela. Lo sucedido el domingo, calificado mediáticamente como un golpe de Estado en el Parlamento, puede ser una oportunidad para justificar un nuevo escalón en el ataque contra el gobierno venezolano y el proceso político que encabeza.

El tiempo político ha vuelto a acelerarse en Venezuela luego de varios meses de relativa estabilidad política, un mejor cuadro económico de superficie que ya ha comenzado a resquebrajarse con un nuevo aumento acelerado del dólar y un ataque a dos cuarteles militares en diciembre que logró ser controlado.

Los próximos pasos a esperar serán la sesión de la AN paralela presidida por Guaidó, las medidas públicas y operaciones encubiertas que tomará EEUU, y la convocatoria a las próximas elecciones legislativas que, en vista de los acontecimientos, no serán reconocidas por el gobierno norteamericano. 

 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/240124-venezuela-quiebre-en-la-oposicion-y-pulseada-en-la-asamblea

Marco Teruggi: diario urgente de Venezuela // Clinämen

“Mañana será historia” es el nuevo libro de Marco Teruggi. El periodista, escritor y activista narra el cotidiano venezolano lejos de los discursos que buscan a derrocar a Maduro y a distancia prudencial de las narrativas estatales. Con él charlamos sobre el método de escritura, es decir, un modo de vida y contacto con lo que ocurre en las conversaciones desde abajo.

 

15 de octubre: la pelea por el tiempo // Marco Teruggi

El tiempo ha vuelto a estirarse como pantano. El cotidiano son los precios que suben, los sueldos más flacos, los antibióticos que no aparecen, los billetes que escasean, la liturgia de campaña demasiado idéntica a sí misma. Los días ya no están comprimidos, a punto de estallarnos en la cara.

La guerra ha retomado su ritmo de desgaste silencioso y omnipresente que nos envuelve. Se mostró desnuda en su asalto al poder entre abril y julio. Ahí estaban las tendencias en Twitter que marcaban focos armados, los municipios asediados durante días, los toques de queda. Era clara, y sus dirigentes, dentro de sus mentiras, también. Ya no lo es, y sin embargo es la misma, con cambio de ritmo, parada sobre lo más seguro ‒la economía y el imperio‒ mientras las tropas locales, en crisis, reorganizan su fuerza.

Debemos seguirle el rastro. Su táctica está en la alternancia de las formas, en la frontalidad seguida de la cobardía del que esconde la mano, en la negación de sí misma, hacernos creer que se fue. Nunca se va. Y este domingo tendrá una nueva batalla que reacomodará una parte del tablero: las elecciones a gobernadores.

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Un voto de guerra, para retener poder político. Esa es una de las características del 15 de octubre. “Toda revolución es una forma de conquistar tiempo”, analiza Álvaro García Linera. Y en estos últimos años hemos visto cómo el tiempo, electoral/político/armado, ha sido foco de la batalla. La pregunta es: ¿ganar tiempo para qué? Para cuatro cosas:

1.- Impedir el avance de trincheras de la contrarrevolución

Podemos pensarlo en términos de posiciones. Cada gobernación sería un espacio que, en caso de ser ocupado por la derecha, se convertiría en un nuevo territorio desde donde intentarían avanzar. Funcionarían como las alcaldías y gobernaciones que entre abril y julio estaban bajo su dirección. Desde allí hubo apoyo logístico por debajo de la mesa y explícito a los grupos de choque, retiro de las fuerzas de seguridad locales, liberación del territorio para la escalada incendiaria.

Cada espacio institucional que consigan podría convertirse en esa plataforma. Seguramente de otra manera: las fases de violencia callejera no son iguales unas a otras, parten de líneas similares, luego aumentan en sus formas y métodos. Así lo muestran las comparaciones entre las jornadas de abril de 2013, febrero/abril 2014, abril/julio 2017. Y quienes dirigen los hilos, es decir Estados Unidos, saben que la sorpresa es un factor clave.

2.- Esperar que mejoren las condiciones internacionales

El conflicto venezolano es parte de la disputa geopolítica. Por un lado, Estados Unidos y sus alianzas subordinadas construyen escenarios diplomáticos, comunicacionales, militares y económicos, por el otro el chavismo juega sus cartas: relaciones con China, Rusia, países emergentes, petroleros, intentos de evitar la asfixia impuesta a través de la fuerza del dólar. En Venezuela se condensa una de las batallas del mundo.

El mapa de alianzas actual está ligado también a la peor correlación continental de los últimos años. No será eterno, el año que viene habrá elecciones en México, Colombia y Brasil, países que pueden reequilibrar la correlación. Pero es más que eso, la cuestión de las relaciones internacionales remite a la vieja pregunta: ¿puede desarrollarse una revolución en un solo país? “El tiempo se convierte en el núcleo del hecho revolucionario: tiempo para esperar que otros hagan lo mismo”, dice Linera.

3.- Estabilizar la economía

El tiempo se obtiene, entre otras cosas, con estabilidad económica. Es justamente ahí donde el pantano-retroceso se siente con fuerza. Son al menos tres años en este cuadro, con una agudización de los problemas: precios, dólar ilegal, medicinas, billetes, repuestos, higiene. Es también en ese punto donde se dificulta prever una mejora. Por la fuerza del ataque/bloqueo exterior y de los grandes empresarios, los precios internacionales del petróleo, por la corrupción que atacó áreas estratégicas, por las señales contradictorias de hacia dónde ir para resistir y avanzar, el poco impacto de las medidas tomadas en la cotidianidad.

La economía no solamente golpea los bolsillos populares sino también las subjetividades. Podemos preguntarnos qué efectos causa en las consciencias, los sentidos comunes, una economía que amplía sus áreas de microcorrupción, ganancias extraordinarias ilegales, reventas en el mercado negro de medicamentos, billetes, comida, negocios a costa de las demandas cada vez más urgentes de los sectores populares. La derecha ha ganado posiciones en esa batalla cultural. Nuevamente, con análisis de Linera: “Nunca hay un triunfo político sin un previo triunfo cultural”. La derecha también puede ser gramsciana.

4.- Avanzar en el desarrollo de la sociedad por-venir

La revolución no es una fecha, un acto, sino un proceso. Tiene días fundantes, momentos de reflujos, avances y expansiones democráticas, aprendizajes colectivos, delegación en los gobernantes o acción directa por parte de las clases populares. La revolución tampoco es el Estado, sino, centralmente, la ampliación de la comunidad y su construcción de poder. Resulta difícil evaluar en qué situación se está en ese punto, ¿qué indicadores para medir qué exactamente? Una cosa es clara: es dentro de la revolución donde pueden desarrollarse las formas de la sociedad socialista, con centralidad comunal.

Ese desarrollo tiene que ver en parte con la voluntad ‒o no‒ de la dirección y del andamiaje institucional, así como de la fuerza que impriman los diferentes vectores políticos/sociales organizados. El Estado proporciona condiciones para crear comunidad/organización, o, al contrario, burocracia ‒política e institucional‒ para operar como freno de mano del mismo proyecto que conforma. El cuadro bajo gobierno de derecha no sería debatir las tensiones internas, las contradicciones creadoras o destructoras, sino cómo resistir a la revancha que se descargaría ‒los cuerpos incendiados entre abril y julio fueron una antesala de eso.

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Ganar gobernaciones no significará un cambio de vínculo entre gobernadores y tramas comunales ‒por lo general no son buenas‒ tampoco se traducirá en una mejora de las condiciones materiales, un alivio de los puntos de asfixia, ni creará nuevas condiciones significativas en el plano internacional. Permitirá mantener poder político, continuar con la construcción del proceso, el desarrollo de las tensiones internas, ganar tiempo en el marco de una revolución que resiste al aislamiento continental y a las agresiones norteamericanas.

Resulta extraño que, en una guerra, bajo asedio, se piense en regalar posiciones como forma de castigo a los generales. Esa idea encierra otra de trasfondo, errónea y peligrosa: si la derecha gana se creará un cuadro que depurará las contradicciones del chavismo y permitirá un retorno liderado por los sectores no burocráticos. El problema es que la política y la historia no son un juego de ajedrez, las condiciones que permitieron gestar este proceso no se repetirán, y el enemigo, en caso de hacerse con el poder político, no perdonará.

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