Anarquía Coronada

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El consumo libera // Diego Valeriano

El escabio, la manija, los abrazos, los Redondos que saturan desde ese auto que rompe Rivadavia y el flaco de Rappi que pasa cantando la marcha a los gritos. Los wasaps urgentes, los emoji de Macri, los posteos y las lágrimas de alegría del viejo sentado en el banco de la peatonal de la estación mientras mira su teléfono. Las guachas que aguantaron las requisas, los verdugueos, las guardias inmundas, las comisarías. Los pibes que saben que no vuelven porque siempre estuvieron, que festejan, que se preparan, que juntan unos pesos para unas birras que vendrán. 

Los redoblantes que suenan a unos pares de cuadras a pesar de la hora, las motos tirando cortes de alegría, las pibas que sueñan que ahora sí y unos guachos corriendo a la rotiseria del gordo a hacerle unos escrachos en la persiana. Lucía que se duerme sonriendo con solo imaginarse el odio que va a tener la señora de la casa que trabaja los lunes en Devoto. Está felicidad piola, este grito desde el fondo de cada barrio, en los pasillos, en las casillas y la certeza que la vida no tiene que ser esto. 

Los bautismos que siempre son de fuego, la barra libre en los 15, los parlantes en la vereda a pesar de este frío y jamás renunciar a lo que se siente. No creer ni en los medios, ni en el mercado, ni en los bancos, ni en las promesas, ni siquiera en quienes votamos. No ser gato de nadie. Saber lo que se sabe, hacer lo que se hace, aprender de las amanecidas. 

Ni orden, ni integración a su mundo, ni obediencia, ni leyes del mercado, ni futuros venturosos. Un presente que sea lindo, fiesta, nuestro, que sea siempre. Capitalismo runfla, insurrección, desacato, desfachatez y segundeo. El consumo libera como única forma de pelearla todos los días, de revelarse, de querer vivir, geder, ser vagancia. Como única forma de vivir una vida anti ortiba.

Reirse de estos chetos // Diego Valeriano

Hay que reírse de estos chetos que nos gobiernan, usar la risa como castigo popular, decirles cosas hasta que lloren, hasta que los invada la tristeza, esa tristeza que te come por dentro por saber que te tomaron de punto, esa tristeza que les re cabe.

Reírse fuerte, hacer miles de memes, escribir ordinarieces en las puertas de los baños de la Rosada, contar chistes en el furgón. Frenar el ajuste con ingenio popular o por lo menos hacer que la burla los persiga, que la vergüenza los despierte en el medio de la noche, que nuestra risa los atormente: usar el humor como arma principal.

Que duerman mal porque se les ríe el chofer, los granaderos, el mozo que al principio lo respetaba. Que a la hija no le dejen usar la tablet para que no vea cómo se burlan de su madre que hasta hace poco era canchera y linda. Que mueran de odio cuando vayan a comer y les llegue el murmullo burlón de las mesas de al lado. Que lloren de bronca por saberse unos giles, por saber que son el centro de todas las risas, porque son conscientes de la gastada que se están comiendo.

Frente al ajuste y la miseria planificada, la burla como antídoto, como lluvia de piedras, como saqueo, como fiesta. Hacer chistes pavos, gritarles cosas para que la banda delire, descansarlos con sabiduría. Tararear instintivamente Boluda Total cuando aparece Michetti, usar de meme la cara de Majul, hacer un sticker de Pato escabiando, cantar en los 15 de tu sobrina el hit del verano pasado.

Hay que poner la cara que puso el Papá Noel que llevaron a la Rosada, los dedos en V y la sonrisa pilla como hizo el de la UOCRA, y putearlos como putean las viejas. Hay que reírse a carcajadas como se les ríen las putas de la colectora. Hay que esperarlos en los timbreos y reírnos en sus caras, hacer rimas con sus nombres, verduguearlos mal.

Porque esa vergüenza, la vergüenza que les da ser verdugueados, no se quita ni con guita, ni con viajes, ni con pastillas.

Largar la carcajada bien desde adentro, como en un asado a las cuatro de la tarde, como las pibas previando, como cuando fumamos mirando Los Simpson, como se ríen los guachines cuando se cae un viejo.

Porque les duele más la burla que el fierrazo. Les duele ser unos panchos más que cualquier movilización. Le temen más al desprecio genuino de un chiste que a esos chabones con pechera que ni se ríen. Porque la risa no la reprimen, porque el ingenio popular nunca descansa, porque aunque se escondan, aunque blinden sus actos, la gastada se les filtra.

Ahora que en diciembre se van y vuelven a sus casas bien chetas, a sus barcos, a sus viajes por el mundo, ahora que por fin se van, tienen que saber que adonde vayan los van a perseguir nuestras risas despectivas, esos memes que no paran, todos los apodos que les pusimos, nuestro desprecio genuino, nuestra pequeña, manija y duradera venganza.

Diego Valeriano para La Tinta

¿Gato de quién? // Diego Valeriano

No puede creer que la bolsa se fue a 150, no se acuerda bien cuando fue la última vez pero jura que estaba a 120. Eso fue hace unos pares de meses amigo, ahora 150 y me dijo uno de los peruanos que si sigue así la tienen que subir. En el barrio sale lo mismo, pero no se puede comparar con la del bajo, a Mauro en Texalar con dos bolsas no alcanza de lo que la rebajan y la manija que le queda es horrible.

Macri está empachado en gil dice mientras lamenta que no le va alcanzar para las tres bolsas. De las bolsa a la factura de gas y de ahí a lo que sale una birra en Once. Todos se van juntando en el furgón, charlan y cuentan cómo la guita ya no alcanza  ¿Y el aceite, ni me hables del aceite? 

Saca la plata de la media, cuenta y separa 60 pesos. Chau tres bolsas, solo dos. Es un garrón el aumento de todo. A él no le alcanza para las tres bolsas y a la vieja, entre luz, gas, análisis y remedios casi que ni le alcanza para una semana del mes. Además de la guita que se le va por tener que bancar al gil del novio que está engrupido de chorro y lo engoman robando medidores de gas.

Cada día se corta menos pasto, se venden menos medias, se mulea más, se rebusca mucho para ganar poco y lo poco alcanza cada vez para menos. Ni tres bolsitas, ni birra, ni vender, ni ayudar en la panadería de la comadre de la vieja, ni el chulengo en la 1001, ni changas de lo que sea. Casi que extraña pasarle plata a  Abigail que hace tanto que no ve. Extraña discutir con la madre, mirar de reojo al novio, los wasap que le reclaman que nunca cumple, extraña tener unos pesos de más.

Lee Macri gato en las paredes del puente nuevo y maquina enojado. El tema no es que es gato, eso es lo de menos, interrumpe a todos casi llegando a la estación. Porque está bien que los que nos gobiernan sean gatos, pero gatos nuestros, gatos de las pibas y la vagancia, gato de las abuelitas que cobran una mierda de jubilación, eso sí que está bien. El problema es que este gil es gato de los anti, del capital financiero, de las ortibas, de la oligarquía, de los caretas y de todos los que hacen todo, para que cada día vivamos un poco peor. Con el tren ya en Flores uno con la camiseta del Bayer dice lo que todos ya sabemos, que esto se pudre en diciembre, y sin decir más todos se apuran para saltar del andén y encarar para el bajo.  

Pasadas (y presentes) de rosca. Entrevista a Silvio Lang // Carolina Cobelo y Gabriela Cabezón Cámara

Lo primero que tenés que saber es que si vas a la Pasadas de Sexo y Revolución de Silvio Lang no vas a ver una obra: vas a una fiesta, un show, una marcha, un seminario fanzinezco de activismos sexo-desobedientes. Y sí, porque Pasadas de sexo y revolución te pasa y hace que te pase en el cuerpo. El show comienza con los culos parlantes, con los anos de los performers que te invitan a esta fiesta política de los cuerpos al canto “que se corra la bola, que se corra la bola, al patriarcado lo matamos con la cola” y, en sintonía con una genealogía de los movimientos de mujeres, travestis, trans, gays y lesbianas, te cuenta que toda revolución empieza con una revolución de las formas de estar, de las corporalidades, del deseo, de las subjetividades.

La política como fiesta es la tesis central. Si por un lado reivindica los dispositivos de lucha que tuvo y tiene la comunidad LGBTI en su historia de marchas y reivindicaciones, también es un diálogo con la coyuntura macrista. Al decir de Lang “si el movimiento macrista es antifiesta, nuestra fiesta es una forma de crear tramas grupales que nos permitan sacarnos de esa idea de derrota de la que creo que muchos de nosotros nos quedamos en este tiempo”.

Ese “sexo y revolución” que se cita en el título de la obra-fiesta es un manifiesto del Frente de Liberación Homosexual, el movimiento de putos revolucionarios de los 70 que tuvo entre sus líderes a bestias como Néstor Perlongher. Es la voz del marica.

Ese manifiesto y ese tipo de texto, esa voz, la de la marica, que está en extinción, ¿cómo se resignifica hoy?

-Hay una atmósfera actual que para mí es la reactivación de ciertos acontecimientos de los finales de los 60 y principios de los 70. Algo de lo que empieza a pasar en esa época con la revuelta feminista en Italia, con los textos de Carla Alonsi, Monique Wittig, la Unión Feminista acá, el FLH, esa radicalidad, ese pensar la figura de las lesbianas y los homosexuales varones como una figura revolucionaria para afectar todo el campo social. Mi hipótesis es que esa radicalidad se patentiza ahora. O sea: hubo un periodo de esconder esa figura, de esconder a la marica, a la torta guerrillera. Y la política LGTBI de los 80 es una política más relacionada con la conquista de derechos, la de los 90 hasta principios de los 2000 con políticas de la identidad y creo que hay algo que se reactiva ahora con el movimiento de mujeres, de lesbianas, trans y travestis que tiene que ver con ese proceso revolucionario. Esa especie de “destrucción del macho”, de esa figura del hetero-patriarcado, que se plantea en una serie de textos y revueltas de los 60 y 70, empezó a popularizarse ahora.

Sí, llevó todas esas décadas que el macho heteropatriarcal pueda ser atacado. Y además desde una posición tan radical. 

-Eso es lo que me interesaba. Recuperar esas energías de radicalización y cómo esas figuras de radicalización de la revolución sexual funcionan hoy. Creo que ahora tiene que ver con lo que pasa con las pibas y con las travas, no tiene que ver con los gays asimilados ni con la marica en extinción ya. Es como si hubiera una especie de trama afectiva histórica que se activa hoy con las pibas y con las travas. Y con las travas o personas trans como lo que viene también. Empezar a pensar ahí una abolición del género, de las categorías de sexo, como lo están planteando algunas activistas travas y trans, algo de descategorizarse en los términos de mujer-hombre, al menos como categorías sexuales, implica otro tipo de corporalidades, otro tipo de modos de vida y modos de existencia que tiene más que ver con una utopía trans, como dice Marlene Wayer. Pensar lo trans, como dice Marlene, como empezar a deshacerse de esas categorías, o sea lo trans no tanto como una corporalidad trava sino como el proceso de deshacerse, de dejar de ser hombre o dejar de ser mujer. Esto es medio complicado pensarlo en relación a los movimientos radicales anteriores porque entonces no había una alianza de las maricas y las tortas con las travas. Más bien eran raleadas. Pero si uno lleva a su extremo los planteos de esas textualidades de esa época, el paisaje es trans.

Pasadas de Sexo y Revolución también habla de la coyuntura la fiesta. Se sigue cantando lo que se canta en la calle.

-Hay una caracterización que hacen unos amigos del colectivo de Juguetes Perdidos, que dicen que el macrismo es un movimiento anti-fiesta. Además, por un lado hay toda una historicidad de la política como fiesta en la militancia sexual disidente, como esto que la izquierda no ha podido asumir, ese lugar de la corporalidad y materialidad del propio cuerpo militante. Me parece que en los activismos sexo-desobedientes eso siempre está presente y que se crean una serie de dispositivos de imaginería político sexual donde la fiesta está incorporada: las orgías, el artificio, el humor, la escritura, en los encuentros. En Pasadas… hay un recuperar esas experiencias festivas de los activismos sexo-desobedientes para repensar hoy la tristeza macrista.

¿Cómo es eso?

-Si el macrismo es un movimiento anti-fiesta, cómo nosotros nos reapropiamos de nuestros espacios y nuestros paisajes de goce y de placer y de conexión de los cuerpos. Cómo creamos tramas grupales que permitan sacarnos esa idea de derrota de la que creo que muchos de nosotros nos quedamos en este tiempo. Por eso lo planteamos como un show fiesta, tiene que ver con un ciclo que nosotros veníamos probando, “Entrenar la fiesta”, probábamos con el grupo una protesta al monopolio de la fiesta y del mercado de la noche, cómo se puede plantear otro tipo de fiesta más en relación con lo tribal, lo orgiástico, lo erótico que con el semblante social y con el consumo.

Y la reivindicación del ano, el ano como arma, ¿cómo juega en todo esto?  

-Esto está muy influenciado con el libro de Hocquenghem El deseo homosexual y el Anti-Edipo de Deleuze y Guattari, pero sobre todo El deseo homosexual, donde el plantea una relación entre la familia, el capitalismo y el ano. Cómo el ano puede ser un arma de política igualitaria, cómo desde el ano somos todas mujeres. Si vos desplazás el foco de la genitalidad a un órgano como el ano, que habitualmente desde el psicoanálisis es el órgano de la sublimación, y lo empezás a utilizar para otras prácticas: si el foco se corre desde la genitalidad al ano, cualquier órgano se pude conectar con cualquier órgano. Entonces ahí se plantea otro tipo de erotismo y otro tipo de conexiones corporales más allá de las categorías de hombre-mujer. El ano rompe también con las categorías de pasivo y activo: puede ser un ano penetrante, penetrador.

Hay una especie de suave pedagogía en la fiesta.

-Tiene algo de formativo la obra, como de pedagógico, de una pedagogía política del activismo sexo-disidente, o sea volver a traer armas, prácticas o dispositivos de lucha de estos activismos y también tiene que ver con esta idea de la fiesta, como un espacio de producir grupalidad. Hay un factor determinante que es el público. Casi todas las intervenciones de los performers son en relación al público. Para mí es interesante cómo componer grupalidad hoy. Pensar ese tipo de colectivos provisorios o colectivos efímeros que permiten subjetivaciones, que permiten modos de individualizarte o de hacer cosas que solo no podrías hacer, sino con otros.

Además la sensación del público es que vas a una fiesta como una continuidad de una marcha.

-Empezamos a pensar en esta obra un 8M. Interrumpimos un ensayo para ir todos a la marcha y estaba la carroza de chiques Kidz, y armamos un micro clima dentro de la marcha, de mucho agite, muy erótico, como aparece en la obra. En ese momento estábamos ensayando Diarios del Odio, cómo enlazar la política, el feminismo y la fiesta en el ámbito de la marcha. Hay algo ahí de cómo se transverbera en esos ámbitos: la política, la marcha, la fiesta, la practica escénica, y cómo armar tramas con todos esos planos. En la obra también esa masa funciona a veces como un coro tradicional a modo griego pero a veces funciona como una marcha, y a veces están muy organizados como si fueran ninjas, o luchadores arcaicos y por momentos son cuerpos absolutamente desquiciados.

Lo desbordado es lindo para pensarlo también en relación a la marea feminista. 

-Este feminismo que estamos conociendo ahora trae una idea de calle bastante festiva, trastoca las imágenes que tenemos de lo que es marchar, que ya no es una marcha sino que es una ocupación del espacio de estas maneras, rancheando, haciendo un fogón, un encuentro; hay ferias, se come, se toma, te montás. Es una actualidad que están marcando algunas formas que dejan de ser y otras que están apareciendo. Es una obra para los aliados, para generar alianzas, para los que estamos percibiendo las cosas de un determinado modo, para incrementar esa masa.

 

No es una obra de denuncia…

-No, es más bien un planteo, un interrogante de cómo generamos más grupalidad. Y cómo creamos un espacio tiempo para esa grupalidad. Son muchas personas las que trabajan acá, por supuesto gratis, para nosotros ya la situación de lo que está pasando en el proceso creativo con ese grupo es un montón, o como cada une se está subjetivizando ahí. Pensar la práctica escénica como eso, más que como hacer obras. No es tanto la idea de hacer obras, sino de componer grupos efímeros. O sea pensar más la práctica escénica como una micro política más que como una producción de obra.

Es una fiesta que es un llamado.

-Sí: no están todas las voces ahí, porque no hay una idea de representar las voces, hay una idea de asociarse, de alianzas. Ni yo ni nadie tenemos la capacidad, sería una postura re hetero, de unificar o de totalizar todas las voces. Sino de pensar qué voces se pueden asociar. Hay una particularidad de la creación de la obra que pasa por distribuir la dramaturgia. Yo primero armé un corpus de materiales de los activismos, después se complementó con un taller que hicimos con Nico Cuello y Mariela Scafati sobre la historia la imaginación político-sexual y cartelismo, y ese dossier lo fuimos compartiendo entre los performers. Hice una distribución posible para cada subgrupo dentro del grupo; entonces la dramaturgia fue un poco generada por cada subgrupo como si fuera una banda de música que armaron sus canciones y sus intervenciones performáticas.

Es interesante que sean performers tan jóvenes.

-Son una generación distinta a la mía, o sea, yo tengo 38 y ellos tienen en general veintipico. Editaron cosas que yo no hubiese editado, para mí fue importante descentralizar mi voz dramatúrgica y coreográficamente también fue así. Así se construyeron por ejemplo las bandas musicales que nosotros les pusimos unos nombres provisorios que son dúo marica, que son los chicos que trabajan los textos del FLH y el GAG, después están las lesbofeministas que laburan con textos de Wittig y de Fugitivas del Desierto, con consignas de Ni una Menos. Después hay unos que llamamos heteros en deriva que laburan con otros materiales, después están Las Travas que laburan con textos travas, después hay un pibe que labura con El manifiesto cyborg y con textos de Effy. Y después están todas estas acciones de la masa, que tiene que ver con cómo asociar prácticas que en un principio son improbables con la militancia y con el activismo. Trabajamos con esas imágenes que no son las imágenes de un artista, sino que son prácticas, son enunciados que están circulando por todas partes. Un poco Diarios del Odio también era así. Cómo correrse de ese lugar de sujeto de la enunciación y plantear una enunciación más colectiva. ¿Qué hacemos con eso, no? ¿Qué nos está pasando ahora?

Estreno: sábado 1 de septiembre a la medianoche en el Teatro El Cubo, Zelaya 3053

 

Pagina/12 Soy

 

Fiscal dictaminó a favor de los despedidos en Télam y pidió su reincorporación // Notas, periodismo popular

Durante el mediodía del martes, el fiscal Gabriel de Vedia dictaminó de manera favorable respecto a un amparo interpuesto por la asociación civil Mesa Nacional por la Igualdad, ante la Justicia Nacional del Trabajo, en la que se solicitó como medida cautelar la restitución en sus puestos de trabajo de las trabajadoras y trabajadores despedidos de la Agencia Télam.

Si bien el dictamen no es vinculante, la determinación del fiscal está fundada constitucionalmente y es un paso hacia la reincorporación efectiva de las 357 personas cesanteadas. Según consideró de Vedia, este trámite se debe sustanciar de manera sumarísima conforme las previsiones del art. 43 de la Constitución Nacional, del ordenamiento laboral y los art 321, y 498 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Además, señaló que “las medidas cautelares más que hacer justicia, están destinadas a dar tiempo al órgano judicial para cumplir eficazmente su obra y para hacer eficaces las sentencias de los jueces”.

Mientras tanto, la Justicia ya determinó la reincorporación de Eduardo Rapetti Salik, secretario Gremial del Circulo de Prensa de Santiago del Estero. La decisión fue tomada por la jueza nacional de Trabajo Mónica Pinotti, quien hizo lugar al amparo presentado por el trabajador.

De esta forma determinó “la suspensión de los efectos del despido” y ordenó la reinstalación en su puesto de trabajo “hasta tanto recaiga sentencia definitiva en la acción de fondo”. Los directivos de Télam tienen 48 horas para cumplir este fallo, caso contrario deberán abonar 3500 pesos de multa por cada día que pase.

 

Por su parte, la Comisión Gremial Interna (CGI) del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) denunció este martes al Directorio de Télam S.E, conformado por Rodolfo Pousá, Ricardo Carpena y Pablo Ciarliero. El triunvirato a cargo de la agencia nacional de noticias fue acusado de “incumplimiento de los deberes del funcionario público”, bajo las figuras de los arts. 248 y 249 del Código Penal, por “dictar órdenes y resoluciones contrarias a las constituciones o leyes nacionales” en medio del conflicto laboral ya que los despidos se llevaron a cabo “por razones ideológicas”, según confesaron públicamente los propios funcionarios.

 

Los trabajadores de Télam se encuentran ocupando de manera pacífica los dos edificios de la empresa desde el 26 de junio pasado y desde entonces han concretado diversas medidas a fin de que se reincorpore a los 357 trabajadores y trabajadoras. En la misma línea este martes realizaron un abrazo simbólico a la agencia en Belgrano 347 en conjunto con diputados y diputadas nacionales, personajes de la oposición, gremialistas y trabajadores de prensa.

notasperiodismopopular.com.ar

La rabia. Sobre Fuerzas silvestres – Laboratorio de Creación de Silvio Lang en el Teatro Cervantes // Alejandra Varela

 

 

El escenario se empieza a parecer a la calle. Barricadas de tacos aguja y tetas al aire. Polvareda después del piquete. Los cuerpos aquí no quieren negociar nada, le escapan a la ley mezquina de los acuerdos. Están sobresaltados, contagiados de un rabia tan bella que los pone al filo de la muerte.

Macri se llevó puesta la ciudad, el país entonces hay que callejear a lo loco. Lo real deviene en un estado de las cosas que no está en la razón instrumental del militante, que hay que olfatear en los barrios, estampida quejumbrosa de una guerrilla dislocada donde el género y el sexo se ponen en cuestión. La política de los cuerpos implica desnudarse pero también recurrir al disfraz como camuflaje ¿Qué pandilla travestida propone Silvio Lang en su teatro? Hay allí un runfla que se tapa la cara o la maquilla, suerte de personajes de Jerzy  Grotowski devenidos activistas del asfalto, estética degenerada que se zarandea en un perreo y encuentra allí, en ese movimiento que parecía enemigo, una liberación en mini short, forma desafiante y enfiestada del que quiere seguir de largo.

El teatro político fue tal vez, una máquina de pensamiento, un ejercicio de distancia para desandar ideologías. Lang entiende que la política, o lo que el teatro captura de ella, está en lo inconsistente de un deseo desparramado, en las ganas locas de que la negrada ya no pueda ser feliz, en el odio de clase devenido frase viscosa dicha en el colectivo o en el súper chino. Allí, en lo que no se comprende bajo el método materialista dialéctico, en el disfrute de la chica pobre y en el asco que genera su hermosura impiadosa y pendenciera, propone Lang poner la mira, atender a esa comezón, a ese sentimiento saturado que él convierte en fiesta delirante, en extravagancia de los cuerpos que rechazan toda disciplina. Moverse en escena para hacer del caos una estética y también una narración que exaspera y angustia. Las imágenes de los textos de Diego Valeriano convertidas en canciones punk apuntan a todo aquello que la izquierda bienpensante, el militante que sigue a la jefa, no puede abarcar con su relato mesurado. Si, allí hay una desmesura que hay que pensar para que el macrismo no nos trague.

Valeriano, suerte de indocumentado de las letras, inmigrante ilegal del pensamiento que no es, al parecer, un ser de carne y hueso sino un seudónimo fantasmal que esconde vaya a saber qué identidad dudosa, propone aprender de esa festichola que puede terminar a los tiros, de esa guerra que en Lang tendrá la mueca de un teatro que no busca la metáfora, que hace de la apropiación de lo real, de esos gestus que se producen como en una escena de un laboratorio polaco o ruso, algo que se reinterpreta con cierto extrañamiento, que sacado de su territorio puede pensarse como una válvula política, discurso sentimental de los cuerpos. También podría invocarse aquí a Tadeuz Kantor ,si pensamos el uso de los objetos bajo la lógica de un teatro de la muerte que los extirpa de su territorio. Caños, balizas que impiden el tránsito, palas de laburantes  maltratados, tierra arrasada después de una represión macrista. Si  Baruch Spinoza se preguntaba cuánto puede un cuerpo, aquí la pregunta es cuánto siente un cuerpo. ¿Qué le pasa a la mujer que vuelve al barrio cargada de hijos y de bolsas? ¿Hay allí algo del embalaje de los refugiados que Kantor puso en escena? Puede ser, pero Lang se alimenta de una poética de la rabia y esos cuerpos transpirados, que llenan el aire del teatro Cervantes de un tufo cálido, quieren obligarnos a mirar la calle de nuevo, con otros ojos, a transitarla menos desprevenidos. Si, hay una guerra, por eso el camuflaje que da cuenta de la farsa en plena contienda sirve para arrebatarle al poder su razón, su lógica de estado exterminador. Iremos a pelear convertidos en actores y actrices de una representación que toma del piberío su baile incómodo.

Pegada a la piel está la cultura de Macri como una fuerza invisible que no se explica, como una llamarada donde el joven siempre muere, donde los pibes van al matadero pero antes recuperan esa sinrazón del reviente. Hay que mirar allí, en la rebeldía que no teoriza sobre su rechazo a la trabajadora social y el tallerista de turno, que le patea el culo a la clase media que intenta ayudarlos ¿Y si en vez de entenderlos desde la piedad empezamos a copiarlos, a aprender de ellos, a detenernos a desmenuzar, desandar esa excitación del colectivo a la madrugada en pleno conurbano, el fierro guardado para sobrevivir?

En ese modo de decir, en ese canto que desarma la proclama, en ese mundo sin metáforas que Lang propone donde la realidad se toma como matriz distorsionada, se repite para entender y se piensa con el cuerpo. Hay algo que solo el teatro puede contar o desandar como una interrupción que nos devuelve a ese afuera y a los cuerpos desbarrancados en la lucha o la fiesta, en la protesta, en el piquete, en las formas de una prepotencia que ya no quiere calmarse, que está bellamente resentida. Hay algo que, tal vez, la realidad toma del teatro sin saberlo, que hace de la palabra una potencia que no dialoga sino que se empeña en decir lo que ve en una enumeración de todo lo que parece quedar afuera, de lo que hay que corregir y encaminar, de lo que muchos se proponen integrar pero que, tal vez ,sea la experiencia límite del sistema, que lo pone en jaque, que dice que allí ya no se puede hacer nada, que hay que destruirlo todo. Festival de neumáticos quemados y saqueos, odisea del fin del mundo. La fiesta como caldero y como revancha.

¿POR QUÉ GANÓ MACRI? // Ramiro Guggiari. Sobre Fuerzas Silvestres -Silvio Lang. Teatro Nacional Cervantes

Necesitamos seguir sin aceptar lo que pasa, entender que a partir de mañana no puede ser un día más, necesitamos saber que estamos en guerra y atravesados de palabras inútiles, de una cantidad demente de palabras e imágenes que al pedo nos tranquilizan. Necesitamos que el cuerpo hable, que la excitación sea incontenible, dormir mal, que el miedo nos guíe, ser bellamente resentidos y esta vez no retroceder.
“Necesitamos”, Diego Valeriano

 

Rancière habla de un teatro de los pensamientos en un texto breve pero enigmático. Siempre es enigmático hablar del pensamiento. Hoy vi a una obra de teatro pensar. ¿Qué es pensar? Pregunta dura y misteriosa. ¿Una obra de teatro piensa, puede pensar? La obra que acabo de ver, piensa, por ejemplo, sobre la pregunta: ¿por qué ganó Macri?, ¿por qué ganó Macri, ese 22 de noviembre de 2015, si la década estaba ganada? La gran pregunta que todo el pensamiento político argentino debería hacerse por lo menos durante varios años. Desconfiemos, en primer lugar, de toda respuesta fácil, conocida, sencilla, repetida. Desconfiemos de toda respuesta que no incorpore el misterio de la pregunta, es decir, que se presente como un saber, y no como un pensamiento. El que piensa no sabe, no explica (y si explica, sus explicaciones no explican nada). No sabe nada, se banca no saber (y hay que bancarse no saber). Navega. Viaja por significantes, imágenes, cuerpos, afectos, formas, navega el río del abismo, la nada asignificante, se banca la angustia de esa nada: y cada tanto, produce, así, nuevas constelaciones, condensaciones, que serán conceptos, fórmulas, sentidos, tal vez instantáneos, tal vez duraderos. Fundará recorridos, el pensamiento. Asociaciones, relaciones impensadas, desplazamientos, marcas. Se trata de una fuerza inconsciente. No cualquier obra piensa. Pero hay muchas que saben. Una obra puede saber mucho y pensar poco y viceversa. Para materializar lo que todavía no existe, hay que tener nada, un pedazo de nada, una sin-relación, una actitud dadaísta.

Un verdadero artista no es ese que nos gusta. No es ese de cuya obra salimos para decir: “qué buena obra”. Un verdadero artista nos hace preguntarnos qué carajo es eso que acabamos de ver: y sobre todo, ¿en qué nos implica?, ¿qué hacemos con esto?, ¿nos enojamos? Nos alejamos de la sala mascullando, sin verdades, abismados. Hay que tener una suerte de valentía, para sostener esa sin-relación, una especie de caradurez. Una fuerza propia. No una fuerza que vendría desde otro lugar.

Pensar por qué ganó Macri no es hacer sociología. No en esta obra. No para Diego Valeriano, no para Silvio Lang, no para las princesas del asfalto. Pensar por qué ganó Macri ese 22 de noviembre de 2015, es hacerse cargo de que a Macri lo votamos todos, que había ganado mucho antes, y que no nos dimos cuenta. Es dudar de lo que creíamos. El arte tiene su propia manera de hacerse estas preguntas. Se trata de una investigación sensible. “Macri nos re cabio”. No sabemos qué significa eso. “El votante pobre de cambiemos tiene odio de clase”. Son frases extraídas de los poemas políticos de Diego Valeriano. Acá estos enunciados ruedan a través de una multiplicidad heterogénea de gestos, movimientos, materialidades. Una palabra que (por el modo de construcción enunciativa de Valeriano) ya es revulsiva, porque sale dicha desde las tripas, ya es onírica, inconsciente, acá se potencia y se amplifica en una puesta en vómito, puesta zombi, postapocalíptica: puesta de la potencia de la muerte. Entonces, cualquier evidencia de sentido queda instantáneamente suspendida. Ya no podría permanecer en pie el significado de la palabra “pobre”, o de la palabra “votante”: otras materialidades han venido a cruzar la palabra. La indagación política de esta puesta en escena es fundamentalmente material, sensible. Ahora ya no son dos o tres imágenes las que aparecen con la palabra “clase”: son cien, se multiplican; y nuevas posibilidades de combinación de imágenes son posibles: nuevos sentidos aparecen. La puesta en escena de unpensamiento (y no de un saber) político.

En el teatro nos falta fiesta, nos sobran seguridades. Nos falta una rebelión. Nos falta gritar que hay cosas que están muy mal, y dejar de ser buenitos, posta decir dónde estamos parados. Llorar que no sabemos qué hacer. Dejar de ser tan caretas, por favor. Necesitamos saqueos y quemar una pila de patrulleros. En el teatro también, necesitamos saqueos, agite y fiesta. Necesitamos no entender, dejar de hablar de las cosas que sabemos, y de las obras que nos gustaron, y empezar a hablar de las que nos dejan sin saber qué decir, las que nos dejan balbuceando, como idiotas, mientras, íntimamente, sabemos que eso que decimos no es lo que queremos decir. Y que se produzca un silencio y un ataque de rabia y de calentura: que se escurra entre las axilas y se esparza por la nuca, que se te humedezca todo el cuerpo y la cara se ponga tensa, y te rías como tarado tratando de relajar, y que cuando quieras decir que ya pasó, sea mentira; que no pasó nada, que todo está ahí. Eso es pensar para mí. Sólo así se piensa, en guerra, con la cola abierta. Lo demás, son los saberes que repetimos. Pensar es horrible y profundamente erótico. Se piensa excitado, se piensa sin razones; fundamentalmente, se piensa intranquilo.

Los zombis ya murieron. Nada tienen para decir; como los condenados, los locos, los que no le adeudan nada al sentido. No explican: reivindican. Sus enunciados son pura performatividad. Como los muertos: la inmanencia de una vida desnuda.

 

CAMPO DE PRACTICAS ESCÉNICAS

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Fin del gradualismo y los desafíos de la unidad // Diego Sztulwark

Si en diciembre de 2017 se acabó el triunfalismo de Cambiemos, ahora se acaba el gradualismo. Según La nación, es la hora del «pragmatismo». Es decir, de buscar aliados políticos (dentro de cambiemos, en el peronismo, en el sindicalismo) para acelerar un programa fundado en la reducción de salarios y baja general de ingresos de la población (con el consiguiente aumento del disciplinamiento colectivo). Devaluación/dolarización, o movilización para defender el consumo popular. Según lo que se responda a esta clase de preguntas se podrá discutir, de aqui en más, qué clase de unidad (unidad «opositora», unidad «peronista» o unidad «contra el ajuste») política surgirá como reacción y defensa ante la ofensiva de las clases dominantes.
Una impresión personal: la unidad necesaria, al menos para quienes tenemos menos de 50 años -unos cuantos!- es aquella que adopte como referencia fundamental (mas allá de lecturas y posiciones diferentes adoptadas en las coyunturas recientes) las grandes luchas del 83 a la fecha: derechos humanos y antirepresivos, movimientos sociales y territoriales, reclamos sindicales (sobre todo las de contenido antiburocrático), luchas contra extractivismo y movimientos de mujeres. 

Frente al disciplinamiento financiero, sustancia y vino tinto // Diego Valeriano

 

Frente al disciplinamiento financiero, sustancia y vino tinto. Y tambien fiesta en las calles, falopa un domingo a las tres de la tarde en el baño de una parrillita de ruta 4. Frente al disciplinamiento financiero, llamar al transa hasta que apague el teléfono, quemar bolsas de basura en las esquinas, colar una pepa y perderse en el INTA, crear rumores de saqueo en el Coto de Ciudadela, fumar paraguayo antes de entrar a clases, cagar a piedrazos todas la cervecerías artesanales que se nos crucen. Clavarse un clona a las diez de la mañana.

Frente al disciplinamiento, aprender de los pibes. Entender qué significa tener sangre de chorro, vivir a todo ritmo, dar la vida en una moto. Aguantarla en un calabozo, no ser tan gato de tus ideas, ser más amanecidos y menos militantes. Dejarte llevar mientras el cuerpo aguante. Frente al disciplinamiento, aprender cómo caminan los indisciplinados, las que nunca aceptan, aprender cómo se plantan los que son despreciados de izquierda a derecha, las que arrancan, los que creés que son víctimas. Aprender de los que cuando tienen que tirar, tiran.

Frente al ajuste de los de arriba, capitalismo runfla. Consumo que libera. Neoliberalismo de los de abajo. Feria, puesto, saqueo, ir a pescar al Reconquista, robo piraña a un camión de La Serenisma que pinchó a unas cuadras del barrio. Una doña transa que sigue el negocio del hijo preso, senegaleses haciendo un asado al costado de la vía,  talleres de camisetas en Villa Celina. Frente al disciplinamiento ortiba, trueque, una piecita arriba de la otra hasta llegar al cielo, remis al barrio, tortilla a la parrilla, ex combatientes vendiendo banderitas con imán, kioskito las 24 horas, vino en bolsa en alguna fiesta de alguna virgen, vacipan en la 1001. Choripete en Soldati.

Porque esto no lo frenan los disciplinados, ni los que marchan ordenados, ni las panelistas desencajadas en los programas de cable, ni los que postean, y menos aún los que movilizan gatos del plan. Porque ya es hora de que nos hagamos a un lado: no damos más de panchos, el mercado nos recabió y comprar dólares es más destituyente que marchar.

Porque frente al disciplinamiento financiero hay que ser más piba, más guacho, más gede, más trava. Hay que abandonar el cuerpo político que no da más de careta. Hay que dejar de militar por lo menos dos años. Porque una fiesta, unos guachines planeando su primer robo, un saqueo, una maricona que grita y baila, una feria, una piba esperando el último bondi en el cruce Castelar son capaces de atacar cualquier tipo de disciplinamiento ortiba y contrario a la vida.

Devalúan // Diego Valeriano

Se devalúan las travas viejas del cementerio cuando llegan pibas nuevas, se devalúan esos pocos pesos guardados por las dudas. Se devalúan tus posteos, tus mezquindades y bajezas. Se devalúa la militancia que ya no cambia ni sus vidas, los que bancan a la jefa, las que aplauden panelistas. Se devalúan la esperanza, la alegría, las amigas. Se devalúan la teoría y bastante las palabras. Siempre devalúan los que hablan de la vida.

Se devalúan los talleres esos buenos para nada, los programas del PNUD y la educación redentora. De tanto que se devalúa ya se mata por muy poco, andar enfierrado paga menos que hace unos días. Se devalúan los guachines porque la plata les quema. Se devalúan de marchar las mamás luchonas, se devalúan los ortibas que se sienten traicionados y las chetas que esperaban otra cosa.

Se devalúan los careta porque la fiesta les explota, se devalúan los gendarmes porque extrañan a su hijas, se devalúa el peruano demorado en la frontera, se devalúan los quinteros y la tierra que no alcanza. Se devalúa la realidad que atacamos a pastillas. Se devalúan los padrastros porque las pibas son más pillas, se devalúan los dirigentes porque piensan en la propia.

Se devalúan amigos, cumpas y los setenta. Lo que pasa es que el escabio ya ni alcanza para atontarnos. El 2001 devalúa porque explicamos demasiado, se devalúa nuestra memoria de las calles de hace años. Se devalúan los posteos convocando a la nada, opinando como giles de las cosas que nos pasan, porque siempre devaluamos y valemos mucho menos.

Lo que no se devalúa es lo que pasa de verdad: las pibitas, los gedientos, las que llegan de mañana. Los que rompen noche, las que segundean en la clínica de Celina, los que corren en los pasillos tirando en la huida. Las maricas y sus gritos invitando a la vida, los amanecidos que chocan con la gorra porque queda de camino, las que arrancan, los que viajan bien manija hasta Flores y los pibitos que te asustan en las vía.

Corrida // Diego Valeriano

Corren los pibes por los pasillos, corren los chetos por la city, corren los operadores a las pantallas de Florida, corren los pobres pocos pesos. Corre el agua y se estanca donde lo hace siempre. Corre base por los pulmones de los que ya no pueden, corre el dólar, corren rumores de saqueos en las esquinas, corre el chino a buscar los fierros, corren los ortibas a denunciar, corre el gobierno al Fondo, corren algunas a postear opiniones, corren los amanecidos a escabiar, corren los militantes a levantar sus banderas.

Corren las pibas el rumor de que son libres, corren los guachos con el fierro en la cintura, los de 6to corren a la plaza cuando se ratean. Corren los delivery para no ser cazados cuando cruzan Rivadavia. Corren las travas al gil ese que ya tienen marcado. Corre el transa a fijar el precio, corren los taxistas a uno de Uber. Corre la familia entera cuando baja del camión, corren por ocupar un terreno y corren porque saben que cuando dejen de correr van a tener que correr a los que vengan. Corre el padrastro a la guardia del Paroissien con dos tramontinas en la espalda. Corre la nena a lo de la tía, corre el banquero por el country bien temprano, corre el de la local el bondi bien temprano, corren los dirigentes contentos al instituto Patria, corren los guachines el camión regador en esos días de diciembre.

Corren y es corrida, estampida, arrebato en la calle, fuga de guita, robo en poblado, saqueo, olor a diciembre todo el año, motín en la primera, toma de escuela, pelea a muerte en el bautismo de la sobrina, lluvia de piedras al patrullero a la salida del Jesse James. Es corrida que no para y se transforma en un río gediento que empieza a arrastrar a todo lo que cruza, que rompe los bordes, que no quiere prisioneros. Corren espantados, manija, frenéticos. Corren y ya nada alcanza: ni los acuerdos con el Fondo, ni la guita al jefe de calle, ni el ajuste a los jubilados, ni el trabajador social que hace que escucha, ni el silencio cómplice de los hermanastros, ni la bondad de la maestra, ni los dólares de la abuela, ni siquiera ya, la sangre derramada.

“Esto es un retroceso horrible, pero no borra lo que se avanzó” // Horacio Verbitsky y Diego Sztulwark

Adelanto del libro Vida de Perro, conversaciones de Horacio Verbitsky con Diego Sztulwark
Una extensa conversación con el investigador Diego Sztulwark le sirve al periodista y dirigente del CELS para ofrecer su mirada crítica sobre la historia y la actualidad argentinas. Desde el golpe de 1955 hasta la presidencia de Macri, realiza un balance de su experiencia vital, política y profesional. En este adelanto se ofrece un contrapunto entre los modelos kirchnerista y macrista y una mirada sobre el caso Maldonado.

Fuente: Pagina/12

Que no se termine marzo // Diego Valeriano

Que no se termine marzo, que no oscurezca temprano, que ser amanecido no sea tan largo, que escabiar birra no se ponga difícil. Que no se terminen las plazas repletas, la memoria piola, las columnas por Diagonal Norte, las pibas llenas de purpurina y porvenir, los bondis en la 9 de Julio, las viejas puteando por la tele. Creer que se puede. Que no se termine poner un punto de encuentro, pedir que te cuides, estar con las Madres y su vanguardia, reírte con amigas, ir aunque ya no tengas con quien marchar,  la dulzura del humo, encontrarte con amigos que hacía varias claudicaciones que no veías.

Que no se termine marzo como se terminó diciembre, que siempre se termina, que siempre estamos ahí de cerquita de que pueda pasar eso que soñamos. Nunca damos el paso de caretas que somos.  Que no se terminen las ganas de marchar, la prepotencia,  el odio, las interpretaciones idiotas, la verdad plebeya. Que marchar no sea barato o lo mismo o solo una fiesta. Que te quedes manija, que te enojes con los ortibas, que postear no te calme. Que la política se vuelva algo intuitivo, que ya no nos expliquen. Que al volver no estés tranquilo, ni satisfecha, que siempre te falte algo, que no te sientas del todo bien.

Que el gordo de la rotisería no dé más de odio, que Facu y León no vuelvan por la madrugada como si nada, que las calles sigan pobladas, que lleguen de todos lados, que el amor arranque, que saquear sea un rumor que crece, que Ale siga yendo a la asamblea, que Mica llegue porque el bondi esta vez pasó a horario. Que por una vez sigamos nuestros pálpitos.

Que no se termine marzo, que la ofensiva plebeya de diciembre no se frene  nunca, que dé una vuelta al año, que las calles sean definitivamente nuestras, que las fuerzas silvestres derramen todo, que el temor se apodere de ellos a punto tal que ya no tiren ni por la espalda, que nos plantemos en las calles como gedientos que de tan intensos ya no tenemos a donde volver.

Foto: Emergentes

Diciembre y la violencia: la aparición de la calle plebeya // Diego Sztulwark

Los cerebros invadidos por la televisión, ella señala de qué se debe hablar: la televisión color… Los periodistas ocupan escena y son autoridad intelectual del momento.

Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi, domingo 8 de junio de 1980.

 

La historia no se repite, pero insiste y enseña. Diciembre de 2017 no se comprende sin diciembre de 2001, fecha de inauguración de las paritarias callejeras que involucra a esa porción creciente de los trabajadores que valorizan sus vidas y los territorios en los que actúan fuera de convenio. Diciembre de 2001 es la sedimentación de un nuevo tipo de cuestionamiento social en torno a la calle (entonces fue el piquete y la asamblea), un modo de unir la lucha por los bienes materiales que aseguran la existencia con creación de modos de vida. Una dinámica destituyente que se nutre de la crisis y que despliega sus prácticas democráticas fuera –o más allá– del Estado. Diciembre de 2001 es más nuestro futuro que nuestro pasado.

 

Diciembre de 2017 es otra cosa. Es más la fisura que el corte. Menos el estallido de la crisis que la incidencia de la calle. En cualquier caso, se trata de una calle plebeya, es decir, una calle que, sin ser capaz de desestabilizar los tiempos de la dominación que regulan cotidianamente la vida urbana, introduce una tensión que limita el triunfalismo de las élites porque lleva consigo -en su eventual persistencia y desarrollo- la marca del grado cero de toda política y de toda institución, el cuestionamiento de toda autoridad fundada en títulos de propiedad o en jerarquía de color o de género. Aunque solo fuera por esto, el movimiento callejero fuerza una nueva comprensión sobre lo social: hace fracasar el modo en que piensa el Estado (un pensamiento gestionario que procede por inventarios, contando términos y creándole representaciones) y esboza en cambio un pensamiento por la vía de las conexiones (conecta potencias en fuga).

 

El temor a la calle es una pasión del Estado. Es uno de los pocos afectos que se le conocen a ese aparato que funciona conjugando la posesión de la tierra, del trabajo, de la moneda y de las armas al servicio de la acumulación de capital sobre su territorio. No se trata de un temor cualquiera sino del horror ante la posibilidad de perder esa potencia de conjugación que le es propia. Se nota en la psicología de los hombres y mujeres del palacio que se esfuerzan cuanto pueden por evitar que el miedo se propague entre las agencias de inversión. En medio del esfuerzo psíquico por controlar la situación, los más altos cuadros del orden padecen fenómenos de delirio persecutorio y llegan a ver inexistentes grupos terroristas y golpes de Estado.

 

El Estado carece de lenguaje para expresar su temor a la calle. De hecho, la calle plebeya tiende a desorganizar sus grandes recursos: la retórica del contrato social y los dispositivos de control urbano. En su desarrollo más propio, la calle plebeya no aspira a constituir una síntesis soberana, sino que es revocatoria y en todo caso productora de nuevas cartografías. Modifica el paisaje social por una vía que escapa a los designios del sistema político, desestabilizando la representación parlamentaria de la sociedad (¡macristas contra kirchneristas!).

 

La potencia cognitiva de la calle (de la multitud) redescubre aquello que permanece escamoteado en tiempos de normalidad: el lugar de fundamento abierto de la cooperación social productiva respecto del poder del Estado. Tras la equivalencia funcional entre Estado y capital, que domina el funcionamiento de la democracia, descubre una equivalencia más profunda y radical entre esas fuerzas colectivas y la invención de nuevas formas políticas. La potencia epistémica de la calle se sitúa del lado de Maquiavelo y contra Hobbes.

 

No cabe sorprenderse por lo tanto si los representantes del Estado –sean por derecha, o de izquierda– reaccionan ante la presencia de la calle condenando “todo uso de la violencia”. Son operadores de una máquina de presentimientos, sensibles a la cuestión de quién teme (¿quién teme, los gobernantes o los gobernados?) en una cierta coyuntura. Coherentes con sus propias premisas, reniegan de la violencia fundante del Estado –la identidad entre el orden jurídico y la concentración de la propiedad privada– y se perciben a sí mismos como representantes de una justicia (la cacareada defensa de la ley), como seres que actúan en defensa del bien común y de la paz. No son las pedradas lo que en verdad los inquieta, sino la desobediencia masiva puesta en acto.

 

 

La desaparición durante meses del cuerpo de Santiago Maldonado, su muerte en un escenario de guerra bajo la feroz represión ilegal de la Gendarmería, que los hipócritas del momento pretenden hacer pasar como un accidente, encuentran su explicación última en los disparos por la espalda de la Prefectura que recibió Rafael Nahuel, cerca del Lago Mascardi. Una vez más, la conducción política de las fuerzas de seguridad y el aparato de comunicación que les hace de eco mienten con alevosía (hablan de un enfrentamiento armado sin presentar una sola prueba) y tratan la lucha de los jóvenes mapuches por tierras y autonomía desde su estricto punto de vista, es decir, como   delitos mayores contra la propiedad en la que se fundamenta la legitimidad del Estado de derecho. Pero no se trata de señalar solamente el lazo indisoluble y evidente entre propiedad y represión (el derecho de facto del Estado a matar a quien lo desobedece). La cuestión de la violencia aparece también ligada a otro problema que es el de la mentira y la verdad: lo que llamamos la mentira oficial es realzada –ninguna novedad– como verdad de Estado a partir de la creación de discursos que aspiran a la verosimilitud.

 

El problema con la irrupción de la llamada “posverdad” no es que legitime las mentiras (de ser así, la verdad sepultada seguiría allí como potencia de develación a rescatar), ni que venga a señalar que toda verdad es el efecto de una cierta política o voluntad que la produce, sino que en nombre de un relativismo autocomplaciente bloquea la introducción de criterios que permiten desplazar ideas y crear verdades nuevas. El efecto de la “posverdad” (cada quien consume la realidad según sus convicciones) es, por lo tanto, el de una despotenciación política, puesto que la democracia, considerada más allá de una forma de gobierno, es el derecho a nuevas verdades (experimentar ideas y formas de vida). La irrupción de la calle plebeya –tal vez sea efímera, ya veremos– actúa también en este nivel (repotenciando la política), al menos en potencia. Lo hace al afirmar que no todas las verdades son iguales ni expresan la misma fuerza.

 

La novedad de la calle no es alumbrar la equivalencia entre verdad y potencia, sino el señalamiento de que toda potencia (como toda nueva verdad) nace por desvío y composición. Lo que implica que la relación entre lenguaje de Estado (contar cada término para representarlo) y lenguaje de la potencia (en desplazamiento y constitución) queda desfasado. En este desfase, el Estado ve socavada su capacidad de definición de la realidad. Aquí se encuentra el origen de la paranoia del Estado. Esto pone en evidencia su incapacidad para enlazar signos proliferantes en sus esquemas de resonancias. La potencia de la calle es peligrosa para el Estado en la medida en que disputa su capacidad de nominar la realidad: violencia es matar, violencia es expropiar. Y sabemos muy bien quien mata y expropia desde siempre en la Argentina.

Por su potencial disruptivo, este incipiente despertar de la calle como fenómeno cognitivo es el principal dato de nuestra coyuntura. El dinamismo de la movilización es el mejor antídoto contra el desmoronamiento intelectual y anímico en que se suele caer cuando se desvanece una poderosa ilusión. El valor de las luchas sociales, en términos de teoría del conocimiento y de los afectos, es también el de romper con las ideas-refugio, que solo sirven para la autojustificación, entre el lamento y el moralismo. La calle nos devuelve al mundo de las estrategias, desmitifica el problema de la organización, porque plantea en concreto qué es lo que podemos llevar a cabo con nuestros modos de hacer, y redistribuye el potencial de protagonismos colectivos. En otras palabras, habilita el paralelismo virtuoso entre capacidad de lucha y claridad de ideas. Lejos de tratarse de un espontaneísmo inconducente, el desborde y la creación de organización popular están en la base de las experiencias más relevantes de nuestra modernidad política: el 17 de Octubre de 1945, el 29 de Mayo de 1969, la lucha por los derechos humanos bajo el terrorismo de Estado, y el 19 y el 20 de Diciembre de 2001.

 

Pocas cosas más tristes y engañosas que el optimismo (el utopismo, que es una de sus formas más cándidas). Las imágenes que recibimos a diario no permiten esperar nada bueno del mundo, no nos es permitido ese lujo. Más que técnicas anímicas necesitamos ideas bien formadas. No aquellas que consuelan sino aquellas otras que aún cuando nos enfrentan sin piedad a la dureza de los problemas y a los fracasos constituyen el modo más valiente y transformador de la acción. Porque las ideas bien formadas tienen el valor de llevarnos a nuevas ideas (¡así como a retirar de circulación las que ya no sirven!). También esto concierne al problema de la violencia del que tanto se habla en estos días. ¿Es preciso asumir el delirio del Estado y preguntarnos si los movimientos populares desarrollarán en el futuro tácticas políticas violentas? Nuestra única violencia es existir, pero se trata de una violencia que ni mata ni busca el sacrificio. La violencia asesina es de derecha, mientras que la contra-violencia solo surge cuando se diferencia sin ambigüedades de la de los asesinos. La contra-violencia, decía León Rozitchner, no mata ni ofrece la vida por razones más profundas que las legales, emocionales o teológicas. No lo hace ni debe hacerlo, porque la naturaleza de su fuerza es inmediatamente colectiva, transindividual y vitalista. La fuerza que radica en el deseo de una vida y de una democracia popular provee mejores afectos, tácticas e ideas. Poner esta radicalidad a prueba supone un desafío organizativo y una prudencia mayor. Nuevamente: no se trata de ninguna clase de optimismo sino de una sabiduría elemental: el gusto por reconocer las extrañas ocasiones en las que florece una posibilidad en medio de lo oscuro. ¿Dónde buscar las ideas que necesitamos, por dónde comenzar? “¿Por los textos o por el mundo?”, se preguntaba Piglia en aquellos oscuros años 80. Tal vez podamos respondernos en estos días: comenzar por la calle sin otra expectativa que la de combatir los malos pensamientos, simplemente para encontrar y verificar, como sucedió en aquel diciembre de hace 16 años, las más adecuadas y menos previsibles de las ideas.

Monstruos, fantasmas y choricitos // Agustín Valle

El campo de batallas -muy en plural- da lugar a la mañana siguiente a una prolongada lluvia en la ciudad de los Monstruos. Durante horas cae elocuente el “sshhh!!” del cielo al Homo bobiens de estas pampas. De vuelta pues cada uno en su casa, o casado con su pantallita en el laburo o la calle o el bondi; ese recorte hace una realidad autogestionada, con una administración táctil del propio estrés, de la desazón que, con suerte, no llega a ser. El lunes el celular fue medio de encuentros y tráfico de informaciones; el martes vuelve a ser la luz individual que no te abandona. Todo sigue como si nada pero sin embargo.

La gigantesca maquinaria de la proximidad mediática opera sus choricitos: la opinión es un subproducto de la distancia con las cosas. Y las cosas cansan. Agotan, extrañan. Basta de cosas. Suficiente con lo inevitable; la intimidad inevitable con las cosas es suficiente… La proximidad mediática es una salida perfecta: ni localía a fondo (esto ahora acá es el centro del mundo), ni aventura en el mundo. Ni poesía ni política.

La maquinaria de la proximidad mediática rompe el continuo orgánico, inherente a las cosas, pero lo sustituye con la exhaustividad de los instantes. Por eso es la gran fuente contemporánea de las percepciones elaboradas con puros efectos sin premisas: “un grupo fue preparado para tirar piedras”. Mataron dos pibes en el sur, hubo represión todo el año y cacería humana el jueves. ¿Marchamos en bolas? Por lo demás, como resumió McLuhan, “la indignación moral es la estrategia tipo para dotar al idiota de dignidad”. Citar a un gran pensador de la técnica y la comunicación señala, también, la solidaridad del fetichismo tecnicista entre el telefanático y el agente robocopizado; uno goza con el control remoto y el click, el otro con el aerosolito, la moto y, también, su poderoso click.

Era bastante obvio que la aprobarían la ley garca; y no obstante fuimos una descomunal marea humana, por la tarde en el Congreso. Pocas veces, del 83 para acá, se vio represión a una multitud tan grande; no se podía ni correr. El caldo de odio, que constituye la mayor parte del consenso macrista, tiene declarado ni olvido ni perdón a todo ansia igualitarista.

Los Monstruos aparecen solo cuando el orden mediatizado de la ciudad -toda la vida convertida en medio para el rendimiento, toda la materia subsumida al helado saber de la Gestión-, solo se muestran cuando la normalidad de la consecución de instantes se ve suspendida, por la irrupción de una multitud que se opone a algo concreto sin tener exactamente definido su objetivo: sabíamos que la ley se aprobaría casi seguro, e igual estábamos ahí. La represión declaró de hecho Estado de Sitio, y la reacción nocturna popular lo des-realizó. Nadie sabía que seríamos tantos, ni que el Terror convocaría más movilización.

¿Por qué no dejan ocupar la plaza, en manifestación democrática? Esa obstrucción inicia la fase callejera de la violencia. Las fuerzas de seguridad -¿quién te usa, milico?- son ahí los cuerpos que prolongan la violencia político-económica. Marcos “Roger” Peña aludió a los recuerdos del 2001, para justificar la distancia del vallado. Aquel 19 de diciembre, el Congreso fue invadido, incluso prendido fuego y saqueado, en una pequeña parte. Si el Gobierno quiso detener a Hebe de Bonafini, si reprimió en la marcha Ni Una menos en marzo, a los docentes en Congreso, a los trabajadores de la economía informal en la 9 de Julio, a los de Pepsico, si asesinó cobardemente a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel, si ahora agita este diciembre, es porque quiere convocar lo que hay de vivo de toda la memoria de las protestas sociales de la Argentina contemporánea, para liquidarlo. Juegan con fuego y cuando el fuego crezca, muchos queremos estar ahí.

Foto de Colectiva fotografía a pedal

Pero nosotros también jugamos con fuego: el aliento del recuerdo de la revuelta, de la potencia de un nosotros enorme, abierto, potente precisamente porque no sabe lo que quiere más allá de juntarse (por eso abre zonas de creación), de afirmarse en sus intolerancias, que no precisa ofrecer alternativas programáticas y puede así variar el curso de la historia -incluso, puede suspender la historia y permitir que se muestren los Monstruos, que, también, todos llevamos dentro…- El aliento de la revuelta, digo, debe incluir el recuerdo de sus dolores. Fueron ¿33?, los hermanos muertos el 20 de diciembre de dieciséis años atrás: de ellos casi nadie se acuerda. Sí de Maxi y Darío, porque su vil asesinato insufló de tanto dolor al movimiento popular, que quedó disponible para que vengan un Jefe y/o una Jefa.

Está llena de muerte la ciudad: llena de vida también. De jueves a martes tuvimos una, dos, tres movilizaciones multitudinarias, insoslayables, muy lejos de ser acaparadas por el “vamos a volver”: pasos de un cuerpo colectivo nuevo, animado por el aliento de su historia. Nuestra tarea es que en este día y cada día quede claro que el orden de la Realidad está del lado de la muerte. Que es preciso una y otra vez revivir: nada es verdad, todo está permitido.

Foto principal: M.A.F.I.A

Contra la violencia machista y la reforma macrista // CEB + Ni Una Menos

Contra la violencia machista y la reforma macrista
Este 19 de octubre salimos a las calles

#QueNoNosRobenElFuturo

Coordinadora de Estudiantes de Base + Ni Una Menos

Hace un año, el 19 de octubre de 2016, desde el colectivo NiUnaMenos realizamos el primer Paro Nacional de Mujeres. Lo hicimos repudiando el femicidio de Lucía Pérez en Mar del Plata y el ataque a puñaladas que terminó con las vidas de Nuria Couto y Natalia Grenbenshicova, ambas de la Escuela de Bellas Artes “Manuel Belgrano”, de la ciudad de Buenos Aires. Hace un año, con el impulso de ese paro, denunciamos las violencias machistas y las violencias económicas y sociales que nos afectan especialmente como mujeres, lesbianas, trans y travestis. Por eso hicimos una medida de fuerza y un grito común: paramos para decir basta a las violencias que se traman contra nosotras, que nos quitan autonomía y nos tienen como territorio de conquista. Paramos también para encontrarnos entre nosotras y hacer duelo colectivo, compartir la rabia y politizar todos los trabajos que hacemos y no son valorados, ni reconocidos, ni remunerados.
Este 19 de octubre volvemos a tomar las calles. Somos ahora lxs estudiantes secundarios lxs que decimos basta a cómo se anudan las violencias machistas y las formas de ajuste que tienen como blanco a la educación pública. Rechazamos que nos quieran hacer trabajar gratis para empresas, en nuestro último año de escuela. Rechazamos que nos digan que nuestro futuro se explica en un power point y que se traduce en una pasantía. Rechazamos que la reforma educativa que se propone el Gobierno desprecie y excluya nuestras opiniones. Rechazamos que las modificaciones curriculares estén digitadas por exigencias que se firmaron como compromiso junto con la deuda externa. Rechazamos la deuda que asume el Estado y se nos impone con paquetes tecnológicos y reglas de competitividad. Reglas que nos son ajenas pues sólo agregarían más presión y precarización.
Desde hace semanas, nosotrxs también paramos y tomamos las escuelas. Más de treinta en la Ciudad de Buenos Aires y muchas otras en estado de debate y asamblea. Porque somos parte fundamental de la comunidad educativa no aceptamos no ser escuchadxs ni tenidxs en cuenta cuando se habla de nuestro futuro. Porque queremos discutir qué significa la implementación de la ESI (Educación Sexual Integral) de forma abarcativa; como una experiencia que involucra a docentes, alumnxs y directivxs. Hoy los cursos que garantizan la formación de la ESI se redujeron a menos de la mitad, su implementación no es permanente ni transversal y tampoco existe un programa o área específica en el Ministerio de Educación de la Ciudad. No aceptamos que ciertos aspectos de la sexualidad sean vistos como negativos y amenazantes, reduciendo el objetivo de la ley a la mera prevención. Nos preocupa cuando se reduce la ESI a un servicio tercerizado por expertos de ONGs, donde se borran los procesos que nosotrxs venimos haciendo, y se pone a la sexualidad como un saber especializado. La ESI tiene objetivos más amplios que incluyen que podamos vivir nuestros deseos de forma autónoma y placentera. 

También señalamos que es una deuda pendiente la implementación de los protocolos contra la violencia de género, la circulación de nuevas pedagogías que contrarresten los micromachismos, los abusos, el acoso en todas sus formas, las observaciones estigmatizantes y represivas sobre las vestimentas y las estéticas en todas sus manifestaciones, que ponga de relevancia las identidades sexuales autopercibidas y el aire que anhelamos respirar en las escuelas como lugar de pertenencia, formación, crecimiento personal y colectivo. En nuestro futuro caben todos nuestros deseos.   
Con las tomas de las escuelas hicimos visibles estas demandas concretas y exigimos una escucha real por parte del Gobierno. Escucha y atención que no nos dan porque les conviene infantilizarnos (al gobierno y a los medios). Somos interlocutorxs necesarios para cualquier política educativa que se quiera democrática. No pueden negarnos. A nuestras demandas, el Gobierno contestó de dos maneras. Por un lado, con simulacros de diálogo, cuyo fin es no demorar la implementación de los acuerdos pautados con los organismos internacionales de crédito. Por otro, criminalizando las tomas a partir del tratamiento mediático de una situación de abuso en el Colegio Nacional Buenos Aires, desconociendo desde las autoridades del colegio el protocolo a seguir y revictimizando a la compañera involucrada.
Hay una campaña que busca desprestigiar nuestras acciones. Nuestra capacidad de parar y tomarnos tiempo para pensar y discutir juntxs. Parar la reforma es parar una flexibilización sobre nuestros futuros. Parar la reforma es no aceptar la obediencia que implica esta imposición laboral para jóvenes que hoy toma el nombre de “prácticas profesionalizantes”.
¿Qué modos de vida nos plantea la reforma macrista? 

Nosotrxs sabemos que cuando discutimos la reforma educativa, también discutimos la reforma laboral y las violencias machistas. Desde nosotrxs, futuro, sexualidad, educación y trabajo arman una trama desde la que enfrentamos las violencias porque nos afirmamos en nuestra potencia colectiva y construimos cómo que queremos vivir.
Desprestigiar nuestras luchas y formas de protesta es la precondición necesaria para imponernos vidas precarias, flexibles y obedientes a favor de las empresas, o que quedemos disponibles como oferta de trabajo en las fuerzas de seguridad. Paramos y nos movilizamos contra los modos de vida que el Gobierno proyecta para nosotrxs. Paramos y nos movilizamos para que no nos roben el futuro. 
Por eso este 19 de octubre volvemos a tomar las calles.

Por todas las pibas que nunca volvieron. 

Porque sin educación pública de calidad y sin Educación Sexual Integral no hay Ni Una Menos.

Contra la violencia machista y contra la reforma macrista.

Vivxs y Libres Nos Queremos.
CEB + NUM

Apuntes más allá de la neblina electoral // Verónica Gago y Mario Santucho


Escribir bajo los efectos de una derrota suele ser catártico y contraproducente. Pero puede ser también un escenario privilegiado para recobrar lucidez. Los resultados de las PASO exigen un replanteo a quienes desde distintas perspectivas desplegamos la crítica al neoliberalismo, porque la adversidad va más allá del terreno de las urnas y sustenta el éxito de las políticas que resistimos.
Cambiemos está consolidando su dominio en todo el país, gracias al apoyo de sectores cada vez más amplios de la población. El oficialismo penetró con su noción de “cambio” en casi todos los rincones del país, hasta convertirse en (la principal) fuerza federal. Ganó en provincias impensadas. Arrasó en los grandes centros urbanos. Y aunque perdió en el conurbano con la principal candidata opositora, Cristina Fernández de Kirchner, incrementó su caudal de electores (a pesar del descontento por su primer año y medio de gestión que comienza a manifestarse). Es evidente, entonces, que la maquinaria amarilla ha logrado una importante profundidad territorial. Y parece haber tomado en serio la idea de transversalidad, ya que su voto no es fácilmente encasillable por clases sociales e interpela más allá de las estructuras partidarias.
Otro aspecto significativo: el actual gobierno cuenta con dos laboratorios políticos privilegiados, en su tentativa de transformación social. El primigenio y también el más avanzado se desarrolla en la Ciudad de Buenos Aires, donde el estilo de gestión insinuado por Horacio Rodríguez Larreta (con rivetes “progres” respecto de los gobiernos anteriores de Macri), y la entronización de Elisa Carrió como candidata del PRO, consiguieron una aceptación demoledora. El otro experimento es Jujuy, donde la metodología represiva y disciplinadora para domesticar cualquier desafío plebeyo fue revalidada en las urnas con el 36 por ciento de los sufragios.
Así las cosas, el predominio de esta nueva derecha ya no puede tomarse como algo pasajero y fortuito. Por lo tanto, es fundamental comprender en qué reside su superioridad respecto del resto de las fuerzas políticas y con qué argumentos se apropió de la iniciativa para determinar el formato de la discusión.
El macrismo se piensa a sí mismo, y es percibido por las élites latinoamericanas, como la vanguardia de la lucha contra el populismo en el Continente. El movimiento político que mejor encarna la crisis del ciclo de gobiernos populares surgido a comienzos del siglo (no hay que olvidar que el PRO es una interpretación en clave empresaria del “que se vayan todos” de 2001). A diferencia de lo que sucede en Brasil, destronó al peronismo través de elecciones en 2015. En 2016 contuvo la crisis y ensayó una transición, involucrando a muchas organizaciones sociales y a buena parte de la oposición. Ahora acaba de convalidar en los comicios de medio término su condición de faro, al recibir al vicepresidente norteamericano mientras festejaba la baja del riesgo país.
La gran promesa de Cambiemos, su horizonte ideológico, es la construcción de una sociedad posperonista. Y buena parte de su proyección se debe al modo en que traduce en clave emprendedora las expectativas de progreso popular, aprovechándose del agotamiento de la principal identidad política de la Argentina. Es notable que una estructura cuyos cuadros provienen en su mayoría de empresas o del universo de las fundaciones haya conectado con las nuevas subjetividades urbanas, y sea quien mejor esté leyendo las demandas de la población.
Como telón de fondo de esta operación de lecto-captura acontece un cambio casi antropológico: la disolución del axioma dignidad = trabajo, y su reemplazo por el anhelo de consumo y mérito. A caballo de esa verdadera fuerza motriz del neoliberalismo, desde las usinas PRO interpretan el deseo de las distintas clases sociales al ritmo del “tutun tutun”. Reformulan así la noción misma de inclusión, bajo los términos de una inclusión competitiva, pero no la desechan. Y como sucedía en los gobiernos anteriores, bloquea toda crítica a los modos en que esa integración se articula (motorizada por dinámicas financieras y extractivas). Tal vez en este punto la gobernabilidad macrista encuentre un límite insuperable, pues su incapacidad para imaginar estrategias de desarrollo al interior de nuevo orden global es evidente. Lejos de la lluvia de inversiones, aferrado al salvavidas de plomo del endeudamiento, y super-eficaces a la hora de asfixiar el mercado interno, la pauperización de las mayorías parece número puesto.
Y sin embargo, la nueva derecha ha podido apropiarse simbólicamente de banderas o significantes que tradicionalmente pertenecieron a las izquierdas y el progresismo, en su diversas variantes doctrinarias. No sólo se presenta como estandarte del futuro, con lo que eso implica de fe en el progreso y la innovación contra los valores tradicionales y el conservadurismo. También hizo suyo los valores de transparencia, contra las mafias y “los políticos profesionales” que pretenden eternizarse. Trasmiten una imagen del poder más horizontal y flexible respecto del caudillismo habitual. O reivindican el valor de la incertidumbre y el riesgo, contra el posibilismo del supuesto “círculo rojo”.
Obvio que hay muchísimo de marketing. No vamos aquí a desmentir punto punto estas supuestas fortalezas. La pregunta que tenemos que hacernos es por qué funciona. Y con qué conecta. La operación de sinceramiento que propone el macrismo implica “blanquear” las prácticas neoliberales que organizan nuestro cotidiano, más allá de las ideologías que vociferemos. La generalización de la alternativa fracaso/éxito a través del emprendedorismo, inocula por abajo los valores de la meritocracia que vuelven anacrónicos formas paternalistas o redentoras de interpelar a los sectores populares. El pack de expectativas de los CEOS está ahora disponible para todos y todas, estemos en el lugar que estemos, hagamos la actividad que hagamos. Más allá de lo que se diga, apuntan a lo que se hace. Por eso no importan los lapsus incontenibles, ni los patrimonios en crecimiento meteórico. Porque quizás lo que estén ofertando es una nueva modalidad de la representación política, donde se redefine el carácter mismo de lo democrático.
La nueva República que asoma es un territorio espinoso. Donde las instituciones ya no aspiran a superar las fracturas que, por arriba y por abajo, vacían su legitimidad. Donde la conflictividad social recrudece y motiva reacciones cada vez más clasistas, sexistas y racistas. Va siendo hora de romper con el discreto encanto neoliberal. A sabiendas de que no existe vuelta atrás. 
[fuente: http://www.revistacrisis.com.ar/]

¿Dónde está Santiago Maldonado? // Entrevista Amador Fernandez-Savater a Diego Sztulwark

¿Dónde está Santiago Maldonado? Historia, contexto y análisis político de una desaparición forzada

El 1 de agosto, en medio de la represión policial contra la comunidad mapuche, desaparece el joven Santiago Maldonado. ¿Quién es? ¿Qué se sabe de él? ¿Cuál es el contexto social y político de esta desaparición forzada?
Entrevista con Diego Sztulwark, investigador-activista argentino

«¿Dónde está Santiago Maldonado?» La pregunta se repite por toda Argentina y también fuera, en las redes y las calles. Una impresionante movilización pide la «aparición con vida» de este joven desaparecido en la Patagonia argentina, tras una operación policial contra el pueblo mapuche en lucha contra la expropiación de tierras.

  Pero, ¿cuál es el contexto social y político de la desaparición de Maldonado? ¿Cómo se vincula esta desaparición con el momento presente del gobierno de Mauricio Macri, dos años después de llegar al poder? ¿Hay algún vínculo entre esta desaparición forzada y el «terrorismo de Estado» de la dictadura militar, de qué tipo sería? ¿Está respondiendo la sociedad argentina, cómo? 
Hablamos de todo ello con Diego Sztulwark, intelectual atípico cuya formación tiene más que ver con el mundo de las militancias políticas y las maneras autodidactas de trabajar que con la academia. Diego Sztulwark es co-editor de Tinta Limón Ediciones y del blog Lobo Suelto!, colaborador del programa de Clinamen de radio La Mar en Coche y ha producido varias intervenciones (en radio, escritas) al respecto de la coyuntura política argentina actual, atravesada por la desaparición de Maldonado.
Amador: ¿Quién es Santiago Maldonado? ¿En qué situación se da su desaparición? ¿Qué sabe de ella?
Diego Sztulwark: Hace ya bastante más de un mes -el 1 de agosto- desapareció, en medio de la represión de la Gendarmería Nacional a una comunidad mapuche de la Patagonia argentina, Santiago Maldonado, un joven procedente de Buenos Aires que solía viajar ganándose la vida como artesano. Lo último que se sabe de Maldonado, por testigos de la comunidad, fue que lo capturó la Gendarmería.
A: ¿Cómo responde el Estado? ¿Puede hablarse ya de “desaparición forzada”?
D: A pesar de una extraordinaria movilización social que se pregunta “dónde está Santiago Maldonado”, el gobierno ha hecho todo lo posible para confundir y evitar que las cosas se esclarezcan. El fiscal de la causa caratuló el caso como “desaparición forzada”.
La reacción del Poder Ejecutivo y de una impresionante mayoría de los medios de comunicación fue desconcertante. En lugar de investigar a la Gendarmería y al poder político, actuaron como si Santiago Maldonado se hubiese extraviado. Lo buscaron en provincias lejanas e incluso en Chile. ¡Luego afirmaron que había sido asesinado por un mapuche!
Se han dedicado a mentir, a desinformar. Ahora procuran culpar  a un par de gendarmes para salvar su propia responsabilidad orgánica en los hechos. La respuesta del Estado recuerda la propaganda de la dictadura: “Los desaparecidos están en España”. Esta reacción del gobierno y de los grandes medios ratifica el carácter “forzado” de la desaparición: no solo es una agencia del Estado (la Gendarmería) la que actúa en la desaparición, sino que es el Estado mismo el que luego impide que se investigue.

El contexto de la desaparición

A: ¿De qué tipo es el conflicto entre el Estado y el pueblo mapuche? ¿Cuál es su historia?
D: El conflicto entre las fuerzas de seguridad del Estado y el pueblo mapuche se centra en el reclamo de tierras ancestrales del sur del país ocupadas por grandes empresas como Benetton (producción ganadera, de lana, monocultivo forestal) o los grupos Roca, Bemberg, Lewis y otros. En todos estos casos, la apropiación de tierras es irregular e implica conflictos con poblaciones desplazadas.
Estas disputas no son nuevas, pero se han masificado e intensificado durante los últimos años. Para comprender la dinámica de este conflicto, hay que intentar captar la superposición de dos lógicas complementarias: la concentración de la propiedad en torno a una economía extractivista, que cada vez más se desplaza hacia las fuentes de energía, y la tentativa de encuadrar como “terrorista” toda resistencia a la expropiación de territorios.
El gobierno de Mauricio Macri ha aceptado el diagnóstico del  Comando Sur de los EEUU que incluye la lucha de los mapuches en la lista de nuevas amenazas a la seguridad del Estado. Es decir, se parte de la idea de que las luchas por la tierra y las comunidades mapuches son estructuralmente criminalizables.
Es importante entender que la represión estuvo comandada sobre el terreno por Pablo Nocetti, jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad, un abogado de jefes militares de la última dictadura y apologeta del terrorismo de Estado. Este dato hace imposible culpabilizar a la Gendarmería de manera autónoma sin implicar en la denuncia al poder político que da órdenes y conduce el procedimiento en el lugar de los hechos.
Por otro lado, ya había antecedentes serios. Durante el mes de enero, nos enteramos de una dura represión de la Gendarmería a una comunidad mapuche en lucha. Como ahora, en aquella represión la Gendarmería actuó mas allá de toda orden judicial, pero con nítido apoyo político.
A: ¿Cuál es el contexto social y político de la desaparición de Santiago Maldonado? ¿Cómo se vincula esta desaparición con el momento presente del macrismo, dos años después de llegar al poder?
D: Para conectar la desaparición forzada de Maldonado con el contexto hay que prestar atención a la estrategia de comunicación que el macrismo puso en juego desde marzo de este año hasta la fecha. Nos referimos a la represión de los docentes que intentaban poner una carpa en la plaza del Congreso en su lucha por salarios y defensa de la educación pública, a las mujeres convocadas por el movimiento Ni Una Menos en lucha contra los femicidios, a los trabajadores de Pepsico en lucha contra los despidos o a los grupos piqueteros que reclaman la emergencia social y alimentaria.
En todos los casos –hay más- la violencia oficial actúa de manera “expresiva”, como dice la antropóloga Rita Segato: más que conseguir objetivos puntuales, la violencia del estado comunica a la sociedad una estética de la crueldad(destrucción de la empatía y de la sensibilidad). Se busca completar de este modo una tarea de remodelación social del país que surge de la crisis de 2001. La aplicación de esta violencia represiva forma parte de la producción de una cierta “normalidad” –esto es, un sinceramiento cínico de las jerarquías y desigualdades- y a la creación de códigos para que cada quien pueda acceder de modo voluntario a las dinámicas de integración social fuera de las cuales toda existencia es percibida como una amenaza patológica o criminal.
En definitiva, resumiendo, se trata de una violencia ejercida en nombre de la paz que tiende a construir toda anomalía bajo el horizonte del terrorismo. La consigna parece ser “amigabilidad” para quienes viven dentro de la norma, acción represiva para quien se atreva a no cuajar en el orden. Es preciso aclarar que esta “norma” es la más banal del mundo: la forma empresa como modo de cooperar en la creación de riqueza; la forma policía para ofrecer seguridad; el estrés continuo en torno a la crisis para construir consensos crónicos sobre la gobernabilidad del país.
La desaparición de Maldonado reúne y permite comprender cómo funcionan todos los ingredientes de este régimen de instauración del orden: poder policial; tratamiento racista y estereotipado de todo lo que no encaja; prioridad de la propiedad de la tierra como mercancía al servicio de la forma empresa; estrés llevado al extremo en los medios y redes sociales.
A: Y supongo que en este mismo contexto puede entenderse también la detención de Milagro Sala…
D: Absolutamente. Lo que pasa en la Provincia de Jujuy es algo muy grave. Se trata de una provincia dominada por el ingenio azucarero Ledesma, que controla todo el sistema político de la provincia. Junto con la llegada de Macri a la presidencia, a fines de 2015 en Jujuy llega el temible gobernador Gerardo Morales (que es radical, participa de la alianza Cambiemos y accede al gobierno aliado con el Frente Renovador del dirigente bonaerense Sergio Massa), quien se ocupó de encarcelar ilegalmente a Milagro Sala, la dirigente de la Organización Barrial Túpac Amaru, y de desarmar las cooperativas y los planes de barrios de viviendas populares.
La situación es escandalosa. Al punto de que si Milagro Sala está hoy en un arresto domiciliario se debe a que la lucha por su libertad logró la intervención de organismos internacionales de derechos humanos como la Comisión Interamericana de DDHH. Desde el punto de vista del gobierno, se trata de desarmar un “estado paralelo” y de mostrar que ninguna mujer pobre e india va a desafiar el poder del ingenio y los partidos que le sostienen (el radicalismo y el peronismo). Horacio Verbitsky, periodista (principal columnista del diario Página 12) y presidente del Centro de Estudios legales y sociales (CELS), hizo unainvestigación, completa y en tiempo real, de la detención irregular de Milagro Sala.

El macrismo como forma de gobierno

A: En un momento en el que la derecha pujante y victoriosa electoralmente es proteccionista, soberanista, antiglobalizadora (Trump, Brexit), sorprende el macrismo. ¿Qué tipo de gobierno es? ¿Cuáles han sido sus líneas de actuación una vez en el poder?
D: Estos primeros dos años de gobierno de la alianza Cambiemos tuvieron como objetivo disciplinar a la sociedad y desprender al país del rumbo “populista” (como caracterizan a los gobiernos llamados “progresistas” de la región), aumentando la concentración de ingresos –con el consecuente aumento de la desigualdad-, transfiriendo poder a agencias represivas del Estado –que derivó en un aumento de la violencia represiva-, cuestionando la narración de la historia reciente basada en los aportes de las organizaciones de derechos humanos –lo que desinhibió mecanismos racistas, clasistas y patriarcales siempre presentes en la sociedad- y retomando el modelo de endeudamiento externo –renovando los mecanismos de valorización financiera, especulación y fuga de capitales.
A: ¿Representa el macrismo una cesura radical con respecto al kirchnerismo? ¿Qué continuidades y discontinuidades hay?
D: Como dijimos anteriormente, el programa del macrismo es reformar la sociedad emergente de la crisis de 2001 y, si se aplica con cierta gradualidad, solo se debe a que hasta el momento no posee la fuerza política para avanzar con mayor contundencia.
Al mismo tiempo, el macrismo es una correcta interpretación de las condiciones en las que la Argentina se inserta en el mercado mundial –productora de alimentos y energía- y de la pulsión por el consumo que, lejos de fortalecer la organización popular democrática (el programa de participación popular en el disfrute de las riquezas), más bien subjetivó a una parte importante de la población en términos neoliberales: modos de vida dominados por la estabilidad vía consumo, el consumo de modos de vida.
Desde ese punto de vista, no es posible hacer una crítica a fondo del macrismo sin hacer también una crítica del kirchnerismo, o sea, una crítica de la creación de un inconsciente de orden y estabilización que creó las condiciones para el surgimiento de una derecha que hoy pretende licenciar al peronismo como mediación fundamental. Junto a una ampliación de derechos, el kirchnerismo profundizo políticas neoextractivistas y de monocultivo como importantes pilares económicos, política de la que el macrismo se apropia plenamente.
Dicho esto, hay que decir con toda claridad que el macrismo es un fenómeno completamente reaccionario y que, por más que se endose los atributos de nuevo y democrático, reúne en un bloque la reacción conservadora del país contra los elementos plebeyos que emergieron con la crisis de 2001 y que tuvieron vínculos de negociación permanente con el kirchnerismo.
Por último, aunque no sea el momento de desarrollarlo, no es posible pensar la actualidad del macrismo sin ponerlo en una perspectiva regional, muy particularmente con relación al golpe institucional al gobierno del PT en Brasil.

Macrismo duro y macrismo blando

A: Has dedicado tiempo a analizar, para comprender la especificidad del nuevo gobierno de Macri, la figura y el pensamiento del filósofo Alejandro Rozitchner. ¿Por qué? ¿En qué sentido este personaje y su pensamiento funcionan para ti como “analizador”?
D: Lo que llama la atención de este filósofo, volcado a asesorar al presidente Macri y a su equipo de gobierno en cuestiones de comunicación, es su empeño en ofrendar a estos algunos contenidos engendrados en las contraculturas de los años sesenta, setenta y ochenta. Entre esos temas –de la marihuana a la entera cultura del rock, de las espiritualidades no religiosas a las citas de Nietzsche-, se encuentran elementos de la obra de su padre, León, un notable filósofo de la izquierda argentina comprometido en su momento con la proyección continental de la revolución cubana.
En los años sesenta, poco tiempo después de la publicación del escrito clave del Che Guevara sobre el papel de la subjetividad en la revolución -El socialismo y el hombre en Cuba- , León Rozitchner escribe un breve artículo llamado “ Izquierda sin sujeto». En este texto ya célebre, el filósofo advertía sobre la necesidad de incluir la transformación subjetiva –afectiva, psíquica- como parte de la transformación objetiva que la política de izquierda impulsaba. El aspecto material de la revolución debía incluir la dimensión sensual de la existencia que el capitalismo de cuño cristiano denigra.
Décadas después, su hijo ensaya una apropiación reaccionaria de estas tareas irresueltas, un vanguardismo irreverente al servicio del capital. Se diría que el hijo altera el título del libro de su padre y escribe “La derecha sin sujeto”: enseña a los nuevos agentes del desarrollo de las fuerzas productivas a incluir una ética del disfrute, de lo sensual y del entusiasmo. Esta tentativa tiene cierto valor para renovar la cara de una derecha que no desea verse reflejada en el espejo de la última dictadura militar. Alejandro Rozitchner es el comunicador de un discurso que enseña a amar las cadenas de lo neoliberal.
A: Dices que hay “cambio de clima” en Argentina. ¿Está sustituyendo ahora el “modo duro” de gobierno macrista (violencia, mentira, desaparición) al “modo blando” que puede simbolizar Alejandro Rozitchner?
D: El gobierno de Macri, su propia biografía y la de su familia estuvieron siempre ligados a la violencia. Para no remontarnos a antecedentes lejanos, podemos recordar la salvaje represión sobre la toma del Parque Indoamericano por parte de familias que reclamaban viviendas a fines de 2011, que quizá sea el episodio más nítido de esa concepción macrista de la violencia. Por entonces, Macri era el jefe del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y fomentó la violencia de vecinos armados, así como la impunidad para las policías que intervinieron en el desalojo hablando de una “inmigración descontrolada” y de “migrantes usurpadores”. Claro que inmediatamente después, durante la campaña electoral por la que fue reelecto, el gobierno llenó la ciudad con unos carteles donde mostraba a personas de todo tipo de aspecto –incluidos migrantes- y la leyenda “vos también sos bienvenido”.
Ahora bien, durante un largo primer año en la presidencia, el gobierno nacional se esmeró en mostrar una cara “amigable”, de “proximidad”. Eso se terminó en algún momento del presente 2017. Es posible fechar este cambio en la ya citada represión del mes de marzo a los docentes. A esa represión televisada a maestros con sus guardapolvos blancos, un domingo de lluvia, siguieron otras: la cacería de mujeres que participaron de una de las multitudinarias manifestaciones convocadas bajo la consigna “Ni una menos” y “Paro internacional de mujeres”; el salvaje desalojo de una manifestación de organizaciones de desocupados mientras se llevaban a cabo negociaciones con el gobierno; o la reciente represión a los trabajadores de la planta de Pepsico que resistían una tanda de despidos.
Para terminar de componer el cuadro de situación, es preciso recordar que en mayo de 2017 la Corte Suprema de Justicia falló a favor de aplicar una norma que reducía penas a un torturador activo durante la última dictadura. La norma invocada –llamada 2 x 1, que reducía penas a presos comunes si habían estado detenidos años sin pena- ponía a cientos de agentes del terrorismo de Estado en condiciones de escapar al cumplimiento de sus penas.
Por fortuna, una gigantesca manifestación de 500.000 personas en Plaza de Mayo y en todo el país acabó en una semana con esa posibilidad (los tres poderes del Estado acabaron volviendo sobre sus pasos), pero vale la pena reflexionar sobre dos sucesos que formaron parte de estos hechos: un día antes de la manifestación, el episcopado argentino había anunciado un proceso de “reconciliación” nacional reuniendo a familiares de víctimas y represores para “conocer” sus testimonios; y, por otro lado, la Corte Suprema de Justicia acababa de cambiar su composición y entre los nuevos integrantes ingresó un juez, Carlos Rosenkrantz –su voto fue decisivo en el fallo- que venía planteando una doctrina de impunidad para los militares. Por esta razón fue impugnado por organismos de derechos humanos cuando se aprobaron sus pliegues en el Senado, cámara entonces controlada ampliamente por el peronismo.
Si leemos de manera simultánea el encadenamiento de episodios represivos junto a la tentativa de consagrar la impunidad para los cuadros de la dictadura, podemos ver con más claridad porqué el caso de Santiago Maldonado es un punto de inflexión que tensa todas las energías democráticas del país.

Violencia, neoliberalismo y dictadura

A: Una tesis fuerte que puede leerse en tus escritos es el vínculo de la violencia actual y la dictadura. Hablas del “terrorismo de Estado” como algo muy presente: una especie de fondo latente, siempre activable. Puede sonar a exageración, a provocación. ¿Cómo se justifica esa historicidad?
D: El problema de la violencia no ha dejado de plantearse como una cuestión absolutamente central en la historia del país. La desaparición de Maldonado, el conflicto mapuche, nos llevan a recordar la tesis del gran escritor David Viñas, autor de un libro clave publicado a fines de los años setenta, Indios, ejércitos y fronteras, para quien la conquista de la Patagonia, la guerra con el indio y la expropiación de sus tierras no solo conforman las bases fundacionales del Estado, sino también la mentalidad de las clases dominantes del país (incluyendo lo que él denomina los “intelectuales colonizados”).
Hay una historia que es necesario tener presente porque sus líneas básicas siguen actuando en el presente. El bombardeo a la Plaza de Mayo y el derrocamiento del gobierno de Perón, sostenido por una movilización popular significativa, promovió décadas de violencia. Durante la última dictadura militar -1976/1983- se constituyó un “Estado terrorista” (es importante esta caracterización temprana hecha por Eduardo Luis Duhalde en un libro que lleva precisamente ese título). El terrorismo de Estado aplicó la violencia no solo para desarticular a las organizaciones armadas revolucionarias (cosa que logró en torno al año 1977), sino para remodelar quirúrgicamente la estructura social del país.
Para decirlo pronto: impuso un modelo de acumulación fundado en la valorización financiera (cuestión que explica muy bien el economista Eduardo Basualdo y su equipo), la difusión del terror como amenaza de aniquilación en el interior del cuerpo social (inevitable citar nuevamente la obra de León Rozitchner) y blindó la relación entre concentración de la riqueza y la defensa armada de la propiedad privada, cosa que ninguno de los gobiernos democráticos posteriores alcanzó a cuestionar.
La democracia posterior a 1983 se funda sobre la base de una total falta de voluntad en cuestionar las principales líneas de continuidad de esta violencia en la que se sustenta la concentración de la propiedad privada. Bien mirada, esa relación entre economía y terror sigue siendo el problema principal de la democracia argentina: la imposibilidad de cuestionar la concentración de la propiedad de la tierra, del control de los alimentos, de los medios de comunicación o de las finanzas.
A. No se trata simplemente de un análisis teórico, sino de una denuncia que podemos encontrar en los movimientos sociales argentinos, ¿no es así?
D: Más que una retórica de denuncias, esta descripción de los hechos constituye un saber de las principales luchas populares que durante estos años vinieron limitando e intentando cuestionar este estado de cosas: la aparición de las Madres de Plaza de Mayo y el movimiento de derechos humanos que aún hoy son el principal límite que encuentra el gobierno de Macri; la constitución del movimiento piquetero en torno al 2001 –y junto a este una pluralidad de subjetividades de la crisis, de las fábricas recuperadas a los escraches de HIJOS- que activó una fuerza comunitaria y de naturaleza insurreccional para destituir la dinámica neoliberal entonces hegemónica; y el actual movimiento de mujeres, capaz de mostrar el contenido patriarcal de la violencia estatal, económica y doméstica, de reconstruir la relación entre terrorismo de Estado y femicidio.
Estos tres movimientos tienen, a mi juicio, algo en común: constituyen una ofensiva en el campo de la sensibilidad –que es algo sobre lo que insiste Rita Segato y no solo ella- como el campo en el cual actúa la estética de la crueldad ya nombrada. El gran legado del movimiento de derechos humanos es una lúcida compresión del carácter desensibilizante de la violencia que crea terror. Y la necesidad, por tanto, de crear espacios de sensibilización donde sea posible elaborar esa violencia, dar lugar a una contra-agresividad de otra naturaleza, y traducir –en ese medio de lo sensible- luchas que carecen de lenguaje común a priori.

El campo social de las fuerzas

A: En varios textos afirmas que el neoliberalismo no se impone simplemente desde arriba, sino que es una dinámica más compleja. ¿Y la violencia?
D: La violencia represiva no es un invento de Macri, sino una intensificación de una constante que no había desaparecido durante el gobierno anterior. El “crecimiento económico” de los años posteriores a la crisis tuvo su traducción cotidiana en la consolidación de la precariedad de la existencia, laboral y afectiva, y en una creciente demanda de “seguridad” que permeó en todos los niveles de la sociedad.
Para comprender esto es necesario recurrir nuevamente a las hipótesis de Rita Segato, para quien el establecimiento de una economía rentística que se valoriza por fuera de toda regulación de poderes públicos tiende a constituir modos de regulación clandestinos que segregan una violencia informal, capaz de crear una soberanía oscura en los territorios. Episodios de linchamientos, gatillo fácil policial, justicia “por mano propia” o mensajes salvajes en las redes sociales ya advertían sobre la difusión de un odio violento a todo lo que obstruye un cierto ideal de orden y normalidad, que en la precariedad es a veces una utopía movilizadora.
El gobierno de Macri retoma esa pasionalidad oscura que se venía desinhibiendo y le da cauce simbólico e institucional. Hace política con ella. La conjuga con una promesa de orden basada en la multiplicación de fuerzas de seguridad en los territorios y en la promoción de un código de identificación con el cual cada uno puede sentirse parte integrante del nuevo orden.
A: ¿Qué resistencias están apareciendo y te parecen más desafiantes prometedoras? ¿Pasan por la movilización, lo electoral, una combinación de ambas?
D: La idea que el gobierno intenta difundir es que hoy no hay oposición legítima a su proyecto, que se ofrece como purgación de la sociedad luego de la violencia de la crisis y la fiesta del populismo. Nada sería más catastrófico que creerle (cosa que podría pasar si en octubre las elecciones de medio término desalientan las expectativas que puedan haber con el kirchnerismo o las opciones de izquierda).
Al contrario, tanto las manifestaciones masivas contra el 2 x 1 o por la aparición de Santiago Maldonado; las convocadas por el movimiento de mujeres y las movilizaciones de trabajadores -que no han escaseado y que tienen el interés renovado de combinar, como nunca antes, demandas conjuntas de trabajo en blanco con trabajadores de la economía informal popular-, nos habla de una sociedad que no ha sido derrotada y posee capacidad de organización.
El interés de este activismo social se redobla cuando lo percibimos a nivel micro, en experiencias educativas, entre trabajadores de la salud, redes de trabajadores sociales o de artistas. Un nuevo ejemplo de eso es la oposición masiva de los estudiantes de colegios secundarios contra un proceso de reforma que elabora el gobierno de la ciudad de Buenos Aires a favor de la adaptación educativa al mundo de las empresas. Hay fuerzas procesando el nuevo escenario, intentando romper la perplejidad, y está en marcha –muy probablemente- una recreación de afectos e ideas, ojalá una nueva agresividad intelectual.
FUENTE: http://www.eldiario.es/

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