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La poesía no es un lujo, según Audre Lorde // Agustín Valle

Este texto de Audre Lorde, “La poesía no es un lujo”, me pareció buenísimo en varias cosas. Anuda diversas líneas que me parecen muy contemporáneas -en algunos otros pasajecitos queda pegada al tono de su época, como acaso corresponda a un viviente-. Por una parte, la idea misma de que la poesía no es un lujo. Es una idea-combate. Porque si el drama sociopolítico en que vivimos se convierte en un estado de urgencia, en la urgencia lo poético queda menospreciado como un lujo evitable (lo cual es un rasgo del estado de “respuesta urgente”). Qué ostentoso hacer poesía con las cosas que están pasando… Como si lo poético fuera un campo de mero esparcimiento.

“Nuestros poemas formulan las implicaciones nacidas de nuestro ser”, dice Lorde. Lo poético sería la instancia donde puede tomar forma nuestra naturaleza. Las verdades que intuimos, lo que presentimos, nuestro “ensueño” (Rozitchner). La concepción de vida que surge de nuestra experiencia sensible (con sus parámetros, sus reglas, su deseo, su ritmo), se convierten en algo que tiene consistencia, y puede jugar en el mundo, gracias a la mirada poética, al tiempo poético. Es necesario “soportar la intimidad”. Es necesaria una “atención disciplinada”. (Tiqqun: “llamamos comunismo a una cierta disciplina de la atención”).

Más que condenar involuntariamente lo poético como un lujo, en pos del deber de la respuesta urgente, de la indignación, ¿de la militancia?, etc., esta escritora nos insinúa que es al revés: que si hay derrota en el orden político, si la atrocidad tiene lugar, es porque hemos, colectivamente, debilitado el lugar y la legitimidad de lo poético. (Lo poético entendido en este sentido abarcativo y no circunscripto a la escritura en verso, claro).

Pero además Lorde afirma que esta potencia poética es femenina. Al orden masculino lo llama el orden de “Los Padres Blancos”, responsables del “modo de vida europeo”. El modo de vida europeo, propio de los padres blancos, se caracteriza por “concebir la vida como un problema a resolver”. Ella, desde “la madre negra que todas las mujeres llevamos dentro”, afirma que “la vida es una situación que debe ser experimentada”. Creo que incluso puede ser un problema a ser experimentado. Habitado.

Los padres blancos quieren resolver. Resolver el problema, eliminarlo, y proseguir. Para los padres blancos, además, lo más importante son las ideas, y hacen de la poesía un estéril juego de palabras; nos legan una concepción de las ideas insensibilizadas -una idea insensible de las ideas-, y una concepción de la poesía como algo, en fin, lujoso -frívolo.

Lo femenino según Lorde es un cúmulo de experiencia y una naturaleza que puede obtener fuerza de lo oscuro. De lo oscuro y profundo. Algo de los atributos corporales femeninos está claramente aludido: el útero, el embarazo, esa creación lenta, casi invisible desde afuera (acaso lo importante nace siempre escondido?). Ese oscuro del que todxs venimos. Al fin y al cabo el sol siempre fue macho, el dios sol, y la tierra, hembra. El iluminismo y la razón son modelos de verdad de cuño solar, masculino: deterministas, impositivos, que proceden por certidumbres. Lo femenino, como la tierra misma, muestran que la verdad se elabora siempre con una decisiva fase de oscuridad.

También los sueños, que Lorde pondera altamente, tienen a lo oscuro como condición de posibilidad.

Oscuridad, gestación discreta, rango existencial de lo poético: ideas-combate vitales para nosotrxs, sujetos al mandato de exhibición permanente, sujetos a la iluminación constante de las pantallas; nosotrxs que caminamos por calles inundadas de la luz blanquísima de las led que nos trata como sospechosos y como pacientes: son de interrogatorio y de quirófano. ¿Guardamos aún zonas para la oscura luz poética? ¿Con qué deben luchar, para tener sitio? ¿Qué aliados encuentran? ¿Qué procedimientos sostienen vivo y dan consistencia a lo poético?

 

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