Anarquía Coronada

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A propósito de la revista Literal y nuestra coyuntura // Jime Navarro

El gesto contornista: más que gesto es una mueca. Más que mueca, un tic. Algo casi involuntario, repetitivo, que se manifiesta a partir de ciertas contracciones musculares. A mí también me pasa: se me contraen los ojos cuando los leo.

Ayer a la noche terminé de leer Literal, y empecé a imaginarla como un antídoto contra el tic contornista. Llegué a ella buscando cosas de Ludmer, aunque me terminé enterando que escribió un par de artículos ahí por simple condescendencia con su entonces novio Osvaldo Lamborghini. Qué generosas somos las chinitas.

La cuestión es que me puse a copiar frases, juntarlas, reescribirlas y ya ni sé qué de lo que tengo delante mío es de la revista, qué palabras son mías, qué errores del azar. Pero ese revuelto que terminó quedando me sonó tan actual, tan de nuestros días, que pienso que esa mezcla inesperada tiene más fuerza que cualquier cosa que me hubiera propuesto escribir.

Sobre los que intelectuales de izquierda que viven abrazados al teclado (llamémoslos tecladofílicos):

“Hay que entender que no quieren subvertir nada: lamentan, solamente, la ineficacia de sus ilusiones, y trabajan para ver si el lenguaje se vuelve tan idiota como ellos y acepta el limitado papel de hacer transparente la supuesta coincidencia puntual entre las palabras y las cosas. Como ellos han contraído la vocación de servicio, todo tiene que servir: la posibilidad de una literatura sin librea los aterra”

Sobre los jóvenes lectores de diarios, siempre abrazados a la coyuntura (llamémoslos noticiafílicos):

“La noticia es una cama donde cualquiera puede acostarse sin que se le mueva el piso. Se entiende que alguien sea periodista porque hay diarios que pagan la función, hay ruinas cotidianas y reuniones de ministros. El periodista que cambia un sueldo por palabras que remiten a una realidad reconocida por otros, pareciera no haberse masturbado nunca. Ha nacido, más que comprometido, casado con la realidad que le asegura el sueldo en el vaivén de sus sobresaltos. Todo el mundo está seguro de que la información cumple una función social, hecho que el poder no deja de explotar. Cuando la palabra se niega a la función instrumental es porque se ha caído de la cadena de montaje de los ideologías reinantes, proponiéndose en ese lugar donde la sociedad no tiene nada que decir. No se trata del arte por el arte, sino del arte porque sí, como una afirmación que insiste en nuestra cultura, mediante la energía y el tiempo de algunos sujetos que no desean matar la palabra, ni dejarse matar por ella”

Esto por hoy.

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