Anarquía Coronada

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¿Lo recibirá el presidente para felicitarlo? // Diego Valeriano

El rati tira porque sabe que lo bancan, porque lo alientan, porque lo llamaron para eso, porque tiene huevos. Se siente segundeado. Tira sabiendo que no está solo, que detrás de él tiran varios, que varias le sostienen la mano. Sabe que tiene la razón y la fuerza. Tiene la palabra, la mano en la espalda, la justicia. Tiene los gritos, el odio, el hartazgo.

Mañana va a leer los posteos bancando lo que hizo, los wasap de aliento, los emoji en el messenger. ¿Será tapa de algún diario? Saca el cuerpo, apunta, dispara. El aire le da en la cara. La patrulla se mueve y él pierde estabilidad. Apunta y vuelve a disparar. Siente los gritos de su compañero, los ladridos que comienzan a multiplicarse, el silencio de la calle. Cree sentir el miedo de los pibes que rajan en ese auto de mierda y se le dibuja una breve sonrisa.

Tira de nuevo y la adrenalina le gana el cuerpo. Se siente pleno, furioso, al palo. Sin saber bien lo que está haciendo, sabe bien lo que hace. Posee una sabiduría rara, de perro guardián, de empleado del mes. Sabe cómo sigue; sabe que va a entregar el arma, que la tiene que dejar limpia, que lo van a suspender unos pares de días, que los compañeros lo van a cubrir, que el fiscal se va a apurar bien poco, que el ministro va a simular.

Están llegando a la ruta y casi ni tiene tiro. De todos modos lo va a intentar por última vez, una vez más va a probar su suerte para ver si cambia esta noche. Toma aire e intenta abstraerse de todo, pero no puede. Sus pensamientos son más fuertes, su sed más potente, su deseo muy manija. Imagina un futuro breve, un reconocimiento merecido. Mientras apunta por última vez a ese 147 que está por cruzar la ruta se pregunta si lo recibirá el presidente para felicitarlo.

 

Tres años de gobierno de Cambiemos: El gobierno más represor desde 1983 // CORREPI

A tres años cumplidos de gestión de Cambiemos, hoy el Archivo refleja el imponente salto represivo del gobierno que ha batido todos los récords de sus antecesores desde fin de 1983, y ya ha comenzado a superar los propios. A fin de 2017, decíamos que, por primera vez en los 35 años transcurridos desde el fin de la dictadura cívico-militar-eclesiástica, el actual gobierno había superado la barrera de un muerto por día a manos de su aparato represivo.

Señalábamos que, frente al promedio de un muerto cada 30 horas del conjunto de los 12 años de gobierno kirchnerista, e incluso frente al pico de uno cada 28 horas de 2015, el macrismo había incrementado la frecuencia exponencialmente, con un caso cada 25 horas para fin de 2016 y uno cada 23 al año siguiente.

Tres años después, el promedio de muertes bajo el gobierno del PR gravedad del dato, que es mucho más que un número, basta comparar el ritmo del crecimiento: Al kirchnerismo le llevó más de 10 años pasar de un caso cada 30 horas a uno cada 28. El macrismo, en apenas tres años, incrementó a más del doble la frecuencia.

En el curso de este año incorporamos 1.102 casos al Archivo, totalizando 6.536 hasta diciembre de 2018, y 6.564 si incluimos 28 casos ya chequeados de 2019, ocurridos en enero y primeros días de febrero, contra 5.462 que teníamos registrados hace un año.

Un total de 1.303 personas fueron asesinadas por el aparato represivo estatal durante la gestión de Cambiemos, entre el 10 de diciembre de 2015 y el 12 de febrero de 2019.

 

 

Más del 85% del total de personas asesinadas por el aparato represivo estatal estaban en un calabozo o caminaban por un barrio.

Las recurrentes y ampliadas campañas de “ley y orden”, al amparo del discurso oficial de la “inseguridad”, invisibilizan los homicidios de gatillo fácil contra jóvenes y pobres, que sólo trascienden en circunstancias muy particulares, o cuando son seguidos de una fuerte reacción popular que atraviesa el muro mediático. En estos tres años se da una paradoja significativa, al ritmo de la época: mientras los fusilamientos de personas desarmadas, en particular varones jóvenes, como se verá más adelante, crecen a un ritmo nunca antes visto, es cada vez menor el reflejo de esos hechos en los medios del sistema. Excluyendo los casos de contacto directo con la familia o amigos, son los medios de comunicación popular y las redes sociales los que nos permiten enterarnos la mayoría de las veces. A la vez, se desató como nunca antes una campaña de legitimación de estos fusilamientos, protagonizada por los funcionarios de primera línea del gobierno y amplificada hasta el paroxismo por los medios hegemónicos. El abrazo del presidente Mauricio Macri al policía de gatillo fácil Luis Chocobar y el de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich a la policía fusiladora Carla Céspedes son las dos fotos que ilustran uno de los rasgos distintivos de la gestión Cambiemos: la explícita y frontal reivindicación pública del gatillo fácil como política de estado, que se complementa con medidas normativas, como la Resolución 956/18 y el Programa Restituir.

En la categoría de muerte de personas privadas de su libertad, que incluyen cárceles, comisarías y todo otro lugar de detención (incluso patrulleros) confluyen los clásicos “suicidios”, que encubren, en una enorme proporción, la muerte por aplicación de tormentos, e incendios que se inician como medida de protesta o pedido de ayuda y que, invariablemente, no reciben auxilio o lo reciben tardíamente. En 2018, resulta inevitable destacar el caso de la comisaría de Transradio, Esteban Echeverría, que estaba inhabilitada para tener personas detenidas por la falta de condiciones mínimas para el alojamiento. De 27 personas hacinadas en un calabozo con capacidad para mucho menos que la mitad, 10 murieron como consecuencia de un incendio. Por otra parte, las muertes violentas por heridas de arma blanca son, en muchos casos, ejecuciones por encargo de los servicios penitenciarios, que usan para ello los llamados “coches-bomba” (sicarios). También se registran de manera creciente fallecimientos por enfermedades que nunca causarían la muerte con una mínima atención médica (apendicitis, hepatitis, tuberculosis, etc.).

En los pocos casos en los que podemos acceder a datos oficiales, como los de la Procuración Penitenciaria de la Nación respecto de las cárceles federales, o los de la Comisión Provincial por la Memoria bonaerense, constatamos que también en este “rubro” el gobierno de Cambiemos muestra su eficacia represiva, con un promedio cercano a las 150 muertes al año solo en unidades penales de la provincia de Buenos Aires. Es indudable que el aumento espectacular de la población carcelaria condiciona el incremento de las muertes intramuros. En las cárceles federales, con una capacidad para 12.235 personas, se hacinan hoy 13.529, mientras que las unidades bonaerenses, con capacidad para 29.000 personas, hay 38.000, sin contar las más de 4.000 amontonadas en comisarías de la provincia, con espacio para menos de 1.000 y sólo por períodos breves.

 

La casi totalidad de las muertes en comisaría corresponde a personas que no estaban detenidas por acusaciones penales, sino arbitrariamente arrestadas por averiguación de antecedentes o faltas y contravenciones. En esos casos resulta aún más incomprensible el argumento de la “crisis depresiva”, como dicen los partes policiales, pues son personas que en horas recuperarán la libertad. Rodolfo Walsh lo explicaba mejor que nosotros: “Como todo el mundo sabe, la melancolía que inspiran las altas paredes de una celda fomenta negras ideas en los jóvenes débiles de espíritu, los ebrios, los chilenos carteristas y, en general, la gente sin familia que pueda reclamar por ella. Otro factor deprimente que acaso contribuya a la ola de suicidios en tales calabozos son las inscripciones que dejan los torturados”.

Las casi 200 desapariciones registradas no están desagregadas como modalidad aparte, pues pueden concurrir tanto con fusilamientos de gatillo fácil como con muertes bajo custodia y hasta con asesinatos intrafamiliares u otras modalidades. Así, los casos en los que la víctima fue vista en una comisaría, o cuando la detenían, están listados bajo la categoría muertes en lugares de detención; los casos en que la víctima fue fusilada y luego desaparecida están bajo la modalidad gatillo fácil, y Santiago Maldonado, se sumó, junto a Rafael Nahuel, al listado de asesinados en la represión a la protesta y el conflicto social. En los casos que no se conoce lo sucedido, o no se trata de ninguna de las modalidades principales, se incluyen en la categoría “otras”.

Los asesinatos en el marco de causas fraguadas para “hacer estadística” y los hechos resultantes de otros delitos cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad, reconfirman la constante participación policial en delitos comunes, vendiendo información, proveyendo zonas liberadas, proporcionando armas o interviniendo directamente en la organización de robos tipo comando, tráfico de drogas y autos robados, secuestros extorsivos, trata de personas, etc., incluso a veces como parte de “operaciones de prensa” para ganar prestigio desbaratando los ilícitos que ellos mismos generan, o para ganar espacios en sus disputas de poder internas, potenciadas por la coexistencia de más de una fuerza en los territorios.

Los asesinatos en el marco de la protesta social, en marchas, movilizaciones y cortes de ruta, suman 91 desde 1995. El gobierno de Cambiemos inauguró en 2017 su cuenta, con la desaparición y asesinato de Santiago Maldonado, y el fusilamiento de Rafael Nahuel, por mano de GNA y PNA respectivamente, y sumó, en 2018, los asesinatos de Ismael Ramírez (13) en la represión a un piquete de desocupados en Sáenz Peña, Chaco, y de Rodolfo Orellana, militante de la CTEP, en la represión a un conflicto por tierra y vivienda en La Matanza.

Habrá sangre en las calles, sangre mezclándose sin discriminar // Luciano Debanne

Hay un delicado equilibrio de la violencia.

Rara vez es a todo y nada. Rara vez vale todo aunque te quieran vender lo contrario las señales de cable que tienen ESPN.

Hay un equilibrio precario de hasta donde se puede y hasta donde no. Un equilibrio que está hecho de reglas no dichas, cambiantes, prácticas, tensas, reglas que no se basan en la justicia sino en el poder.

Hay un equilibrio en el ejercicio de la violencia. Un hasta acá da, y un te fuiste al orto, eso no se puede, cruzaste una raya.

Eso no quiere decir que la violencia se ejerza solo dentro de esos límites, sino que esos límites son fronteras: afuera de eso la barbarie, lo inhumano, lo indecible públicamente.

Esos límites son simbólicos, en un sentido no blandito del término, en un sentido bien malevo, bien de te cae la furia social si cruzas la frontera. Furia posta. Pura irracionalidad.

Esos límites simbólicos, son los límites de lo razonable.

Como en toda disputa los que tienen el poder de golpear más duro, son los que tiene mayor capacidad de marcar la cancha, de poner las reglas. Después ganar el partido es otra cosa, pero si jugas de local y con tus reglas vas con ventaja.

El Estado Nacional ha decidido que disparar sin mirar a quién está dentro de lo razonable. Ha corrido los límites de lo irracional mucho más allá.

Quiénes resisten, ATR y de caño, juegan también con esas reglas. En una cancha nueva y con reglas nuevas. Condiciones peores si uno lo mira desde los derechos y las posibilidades de felicidad colectiva.

El equilibrio de la violencia ahora requiere más muertos, más balas, más furia, más víctimas.

Han desatado una balacera, han soltado a los perros de la muerte, han roto aún más lo que tenías que arreglar.

Habrá sangre en las calles, sangre mezclándose sin discriminar.

¿Cuánto menos vale una vida a partir de ahora? // Diego Valeriano

¿Cómo van a festejar el primer guacho muerto por la espalda? ¿Bocinazo, twitazo, posteo en facebook? ¿Cómo será de grande la sonrisa del gordo de la rotisería cuando la tele muestre la imagen de otro pibe muerto? ¿Qué dirán Macri, Bullrich, la mujer que limpia en tu casa? ¿Qué homenaje recibirá el que puso rodilla en tierra, apuntó y le metió tres balazos a uno que corría? ¿Cuántos abrazos le darán? ¿Qué tipo de alivio especial sentirá ahora que puede, ahora que sabe que lo bancan, ahora que no está nunca más solo?

¿Cómo se festeja cuando se cumple un deseo tan enorme? ¿Cómo contienen las lágrimas los que sienten que ya es tarde? ¿Cómo será el grito furioso del chabon de la camioneta para que el rati tire? ¿Cómo será tu silencio? ¿Cómo es ahora la angustia de una madre que sabe que el próximo es su hijo? ¿Cuánto llorarán las novias de los chorros? ¿Cómo se rompe una noche entera por Rivadavia sabiendo que ahora sí, que ahora hay que tirar primero?

¿Qué sabe Pato que nosotros ni sabemos? ¿Huele la sed de venganza de las que odian con motivo, de los que odian por odiar, de los que solo quieren llegar a su casa, entrar el auto, acostarse y odiar? ¿Sabe que la guita ya no alcanza, que el bondi ya ni pasa, que una moto en el medio de la noche te paraliza el alma entera? Sabe que entrar y salir de madrugada es tan garrón como quedarse, como mirar el teléfono, como escuchar la radio, como los celos, cómo mirar Netflix

¿Cuánto menos vale una vida a partir de ahora? Ahora que la guerra es más manija, que los vigilantes cumplen sus mejores pesadillas, que ser piba es un peligro. Ahora que la orden ya está dada, que los ortibas hoy son más ortibas, que los guachos son más guachos y que siempre te pueden matar de toque.

Así te arma una causa la Bonaerense. // Cosecha Roja

Los cuatro policías de la Bonaerense que allanaron la casa de Darío Ávalos en Arturo Seguí, en las afueras de La Plata, no tenían orden judicial. Dijeron que habían visto al joven vendiendole drogas en la calle a una mujer y se metieron en la casa por la fuerza. Revisaron todo, le robaron más de mil pesos, le plantaron medio kilo de marihuana en el auto y se lo llevaron detenido. Después le pidieron plata a su madre para bajarle la imputación.

La mamá de Darío denunció la extorsión y la fiscal Virginia Bravo abrió una investigación. Bravo recordó que unos días antes, mientras estaba de turno, había tenido en sus manos un acta policial que le había llamado la atención. Según el documento, dos días antes del operativo en la casa de Darío, la policía había detenido en la calle a un hombre que estaba vendiéndole drogas a otros dos en la puerta de su casa. En esa causa, la fiscal había pedido un allanamiento que dio positivo y después envió el expediente a la Unidad Fiscal de Investigación 1, que lleva adelante las causas por estupefacientes en el departamento judicial de La Plata.

La fiscal cruzó los datos y descubrió que los policías que intervinieron en ese allanamiento eran los mismos a los que había denunciado la mamá de Darío por extorsión. El modus operandi también era igual: “Los policías falseaban los procedimientos. Decían que se topaban en la calle con un ‘pasamanos’ y entraban en las casas sin orden judicial”, contó a Cosecha Roja la fiscal Bravo. En los allanamientos truchos robaban dinero y objetos de valor, plantaban drogas, detenían a algunas personas y extorsionaban a sus familiares. “Los testigos de actuación eran convocados recién cuando estaba hecho el procedimiento. Los policías se cuidaban de no de no decirles a qué diligencia iban”, explicó la fiscal.

***

El día que los policías llegaron a la casa de Darío, él no estaba. Los policías fueron recibidos por la mamá, la novia y otros dos familiares. Los agentes dijeron que era un operativo en una causa por drogas pero no les mostraron ninguna orden judicial.

A la novia de Darío la obligaron a subir a un Ford Escort de civil y le exigieron que los guiara hasta donde estaba el joven. Lo cruzaron cuando salía del gimnasio en su VW Gol, lo llevaron hasta la casa y revisaron todo. En una linterna sin pilas los policías tenían escondida la marihuana que le plantaron.

Como testigo del procedimiento habían traído a una mujer que vive a la vuelta de la casa y a la que en el barrio señalan como transa.

Mientras se llevaban detenido a Darío los policías le pidieron plata a la mamá para “favorecer” su situación judicial. Ella no alcanzó a pagarles porque una vecina ex policía intervino y habló con los agentes.

“La diligencia que culminara con la detención de Ávalos fue plasmada en un acta falsaria en la que se consigna el inicio del procedimiento a raíz de haber advertido una maniobra callejera de ‘pasamanos’ entre Ávalos y una vecina”, dice el expediente.

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Después de un año de investigación, la fiscal pidió la detención de cinco policías de la comisaría 12 de Villa Elisa. Fernando Pardo, Facundo Rodríguez y José Sosa quedaron detenidos. Rolando Morales y Jorge Porsella tienen pedido de captura y presentaron un pedido de eximición de prisión.

Los cinco policías están imputados y procesados por los delitos de abuso de autoridad, privación ilegal de la libertad agravada, allanamientos ilegal, tentativa de extorsión, hurto agravado por su condición de funcionario público y omisión de persecución de delitos y delincuentes.

Los investigadores creen que el comisario Cristian Demarco, en ese entonces a cargo de la comisaría de Villa Elisa, podría haber estado al tanto de los falsos operativos pero todavía no hay elementos para confirmarlo. El comisario estuvo al frente de la seccional hasta febrero de este año, cuando fue relevado por una investigación de Asuntos Internos.

 

http://cosecharoja.org

Mueran por coger // Diego Valeriano

Mueran por coger, ahora, en este momento, por abrir las piernas, por querer gozar, por acabar jugoso. Mueran en los hospitales inmundos, mueran en las guardias, mueran mientras el médico duerme, mientras alguien reza, mientras los senadores oportunistas ven que hacen.

Mueran por ser guachines, por no ser nenes, por ser irreverentes, por mal educados, por arrogantes, por plantarse en el aula frente al autoritarismo, por no aceptar ninguna gilada más, por no dejarse educar. Que mueran solos en el rancho devorado por el fuego, por una bala perdida, porque el agua tapo todo, que mueran mientras la trabajadora social está en el juzgado haciendo el expediente.

Mueran por pibas, porque nos dan miedo, porque desarman las pobres existencias, porque hacen vida cada vez, porque nos re cabio. Mueran mientras el patrullero no llega, mientras los cagones que postean militancia agachan la cabeza por la noche, mientras una amiga grita sola, mientras los ortivas festejan.

Mueran por travas, por estar ahí cuando llevo a mi hijo a la escuela, por la imagen que nos devuelven, por la falopa que les compramos, por la fantasía que nos despiertan. Que mueran por venir de tan lejos, por dejar todo atrás, por ser una vergüenza en la familia, por no pedir perdón.

Mueran por enemigos, por pibes, por romper la noche, por llevar el fierro en la cintura, por tomársela toda, por devolver la crueldad tal cual es.  Mueran en el calabozo, total todos lo sabemos, mueran en un patrullero total igual dormimos. Que mueran, total no es el primero de los hermanos que pierde, total las lágrimas de madre ya están tatuadas de antes.

Que mueran los gedes, las negras que piden, los locos, las turras que solo quieren divertirse, los que cagan a piedrazos el tren, las que esperan alguna oportunidad, los que matan sin preguntar, las putas viejas de colectora, los que no entienden de tu solidaridad, las que faltan a los talleres y se quedan fumando en el campito.  Que se mueran por voraces y descanseras, por estar de fiesta un martes y no dejarnos dormir, por reflejar la vida como un espejo peposo y cínico, un espejo manija que nos hace parecer bastante a eso que decimos enfrentar.

 

Foto: Colectivo Manifiesto

Gustos por la espalda // Agustín Valle

Recordé un par de cosas tras el asesinao de Facundo Ferreira con un balazo en la nuca. No solo el apoyo gubernamental a matar, que empezó mucho antes de Chocobar, cuando un carnicero de Zárate persiguió con su auto al tipo que le había robado en el local y lo mató atropellándolo; el Gato Matón dijo «el carnicero tiene que estar tranquilo en su casa», como si matar a un ladrón no te convirtiera en asesino. También recordé un posteo con foto de la marcha del paro de mujeres; una foto tomada al nivel de los cuerpos, es decir al nivel de la presencia, y que solo mostraba nucas y espaldas. Era un festejo de las nucas (“Pienso en las nucas que vi de cerca durante horas…”) . Uno de los valores de una movilización multitudinal aparece, así, en la capacidad de darnos las espaldas. No es meramente cuidarnos las espaldas. Es convertir lo que convencionalmente se rechaza (“dar la espalda”), en una intimidad multitudinal a la que se accede. Espaldas y nucas: la parte del cuerpo menos hecha vidriera; la faz del cuerpo que menos se conforma al patrón social mandatario. No solo son partes más vulnerables; también son la zona del cuerpo más silvestre. Nuestra parte cimarrón. Exceptuada de la obviedad de la forma humana. Si somos «animal que habla», la parte parlante está al frente y la animal detrás. En un movimiento democratizante -donde entramos todos en un deseo común, donde nos igualamos, iguales en nuestra capacidad de diferenciarnos-, las nucas aparecen como un logro elaborado de la cooperación. Y en la nuca se ve al cerebro, a la mente, como parte de nuestro cuerpo animal.

Pero recordé también el asesinato de Rafael Nahuel: por la espalda. Y el asesinato perpetrado por el ídolo oficial Chocobar: por la espalda. Y el asesinato incluso de Santiago Maldonado, también huyendo, también perseguido, es decir por la espalda. Tiene como una obsesión, la razón gobernante, que llamamos macrismo, con matar por la espalda.

Scioli ya era deleznable y revelador -o confirmador- de rasgos esenciales del kirchnerismo como máquina de gobierno. Pero el triunfo del Gato Matón es el triunfo de la cara del patrón. Ya cuando el término “cheto” pasó de ser peyorativo a ser admirativo, el deseo popular estaba bastante normalizado. La coronación de la cara del patrón es el broche. Por supuesto la noción de patrón es mucho peor que la de Jefa; no solo por la condición femenina de la jefa, sino porque la jefatura es una posición que se sostiene renovando sus condiciones constantemente; el jefe manda en un cuerpo vivo, donde hay que llegar a jefe y mantenerse jefe; el patrón es posición estructural, es decir que manda por castración a priori de la potencia viva de la mayoría. No necesita probarse. El patrón naturaliza el mando, negando al conflicto como dimensión inherente a la sociedad de clases. Por eso mata y remata a aquellos que escapan a su orden: los concibe sujetos arbitrariamente generadores de conflicto. La cara del patrón -rubio sin un solo rasgo agreste, garca que no necesita siquiera carisma- se entroniza  cuando -porque- la vida se ve regulada por su racionalidad. Primero el patrón de conductas, comportamientos, el patrón de deseos, el patrón de praxis. Después el rostro del patrón. Sus ojos celestes reciben reconocimiento de millones de caras. Las espaldas no: las espaldas aceptan su padecimiento, o escapan, o se comparten (en tres posibles que son análogos a los movimientos del esípiritu de Zarathustra: el camello que carga lo que debe -espaldón justamente-, el león que ruge que no, el niño que conquistó la inocencia.

Las espaldas son las partes naturales que pueden siempre decir que, si hay un patrón, no es suyo.  La espalda adaptada común saca selfies de su cara para participar del patrón general de existencia. El adaptado exitoso con poder es tan pura cara que requiere guarda espaldas. El compañerismo ve en las espaldas igualdad y libertad. El agente del orden ve, en las espaldas, cuerpos cuyas caras niegan reconocer(se en) la cara del patrón, cuerpos que escapan al patrón de la forma humana y por eso siente que puede matarlos sin concebirse asesino.

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