Anarquía Coronada

Tag archive

fuerzas silvestres

LANZAMIENTO! FUERZAS SILVESTRES VOL. 1 // PRINCESAS DEL ASFALTO

 

Luego de nuestro EP Fuerzas Silvestres (2019) lanzamos el Vol. 1 del disco, en una versión microscópica, cromática, viral. Trece temas amasados con los textos plebeyos que Diego Valeriano publicó en Lobo Suelto! durante el 2017/2018. Composición, producción y mezcla por Valentín Piñeyro y Nicolás Salvatierra. Arte de tapa: Endi Ruiz. Voces y arte visual de sus canciones: Lucía Amico, Araceli Atmadjian, Franco de la Puente, Julián Dubié, Marcelo Estebecorena, Julia Hadida, Rodolfo Opazo, Alejo Petriz, Nastya Rubert, Nicolás Salvatierra, Juan Pedro Scioli, Romina Trigo, Nehuén Zapata, Paulo Zogbe.

Nuestro colectivo Princesas del Asfalto surgió en el Laboratorio de Creación II del Teatro Cervantes –Teatro Nacional Argentino-, dirigido por Silvio Lang, en 2018, con la asistencia de Hernán Franco y la coordinación plástica de Endi Ruiz. Allí realizamos una investigación escénica, a partir del concepto “fuerzas silvestres” del colectivo de investigación militante Juguetes Perdidos. Cruzamos los textos sobre la cultura macrista y el plebeyismo neoliberal de Diego Valeriano, con los que compusimos canciones neo-punk, musicalizadas en vivo por nosotrxs, evocando la banda de rock argentina Dios. En el 2019 lanzamos nuestro primer EP Fuerzas Silvestres, y realizamos una residencia de creación performática en el Centro de Arte MUNAR, amplificando nuestra investigación junto a más de 30 artistas.

Movimiento de lo público. Sobre Movimiento Público de Silvio Lang y Celia Argüello Rena // Marie Bardet

“Movimiento público”, se llama la intervención que Silvio Lang y Celia Arguello Rena hicieron en la Usina del Arte, el sábado 13 de octubre, con la asistencia de Ari Lutzker, la colaboración artística de Rodolfo Opazo y Mariana de Latorre, y la asesoría teórica de Santiago Johnson en el marco del 10° Festival Buenos Aires Danza Contemporánea.

Como en otras ocasiones, con Silvio Lang, más que una obra exactamente, se trata de una experiencia sensible y de pensamiento, o una suerte de ensayo escénico, explotando toda la ambigüedad de la palabra “ensayo” que se estira desde el “ensayo” como “campo de batalla” (Alberto Ure) hasta inventar un estilo ensayístico para las prácticas escénicas. Pensar desde las prácticas escénicas, o considerarla como pensamiento, es el contrario de exponer ideas. No es que “Movimiento público” se queda con una propuesta teórica, la presenta “plasmándola” en escena. No, todo lo contrario. Se da cuerpo/imagen escénicxs a un modo de pensar, se piensa con y desde las líneas propias de la escena: cuerpos, gestos, lenguas, luces, vestuarios, ritmos, espacialidades. Tal vez porque su pensar, veloz y de estudio grupal, es de entrada un modo de intervención mucho más que una reflexión abstracta, o una postura teorizante SOBRE las cosas. En este sentido es que no tiene que buscar “plasmarse”, “traducirse”. Ya es, de entrada, un pensamiento por líneas de fuerzas, piedras de sensación lanzadas al espacio, gritos de “¡aire que no podemos respirar más!”, “¡un poco más de posible que nos estamos ahogando!”. 

En este caso, movimiento público interroga en una doble dirección cada término: lo público y el público; los movimientos de los cuerpos y los movimientos como transformación. A lo largo de la función, nos vamos metiendo en un movimiento público, interrogando sensible y conjuntamente un moverse del público y un movimiento de lo público. De alguna manera, se piensa y experimenta ahí lo que se plantea en muchos espacios, clase, grupo, proceso de creación: ¿cómo pensar cierta relación entre quienes hacen y quienes miran? Pero sin plantearlo de manera abstracta o teórica, como decisión formal o ideas al respecto, sino a través de una trama sensible de la danza de Celia Arguello, de sus expresiones de monstrua, de su manera de volver su cuerpo signos y señales en el espacio, de atravesar los espacios desmesurados forzándonos a desplazarnos. Y no es que sea una obra “participativa”.

En este sentido, es una manera de dinamitar -explotar y redinamizar- la lectura de Rancière (que supo encontrarnos con Silvio hace muchos años, en universidades, en talleres, en salas de ensayo, o en las calles). Dinamitarla para hacerla actual, apropiada y apropiando los espacios de artes escénicas en la ciudad de Buenos Aires, y sus modos de producción e invención específicos. En el Espectador Emancipado Rancière decía:  

Pero, en un teatro, ante una performance, igual que en un museo, una escuela o una calle, nunca hay más que individuos que trazan su propio camino en la selva de cosas, de actos y de signos que los encaran y los rodean. El poder común a los espectadores no reside en su calidad de miembros de un cuerpo colectivo o en alguna forma específica de interactividad. Es el poder que tiene cada uno o cada una de traducir a su manera lo que él o ella percibe, de ligarlo a la aventura intelectual singular que los hace semejantes a cualquier otro en la medida en que dicha aventura no se parece a ninguna otra. Ese poder común de la igualdad de las inteligencias vincula a los individuos, les hace intercambiar sus aventuras intelectuales, en la medida en que los mantiene separados los unos de los otros, igualmente capaces de utilizar el poder de todos para trazar sus propios caminos. Lo que nuestras performances verifican –ya se trate de enseñar o de actuar, de hablar, de escribir, de hacer arte o de verlo– no es nuestra participación en un poder encarnado en la comunidad. Es la capacidad de los anónimos, la capacidad que vuelve a cada uno/a igual a todo/a otro/a. Esta capacidad se ejerce a través de distancias irreductibles, se ejerce por un juego imprevisible de asociaciones y disociaciones.

En ese poder de asociar y de disociar reside precisamente la emancipación del espectador, es decir, la emancipación de cada uno de nosotros como espectador. Ser espectador no es la condición pasiva que tendríamos que transformar en actividad. Es nuestra situación normal. Aprendemos y enseñamos, actuamos y conocemos también como espectadores que ligan en todo momento lo que ven con lo que han visto y dicho, hecho y soñado. No hay forma privilegiada, ni tampoco punto de partida privilegiado. Por todas partes hay puntos de partida, cruces y nudos que nos permiten aprender algo nuevo si recusamos, en primer lugar, la distancia radical, en segundo lugar, la distribución de los roles y, en tercero, las fronteras entre los territorios. No tenemos que transformar a los espectadores en actores ni a los ignorantes en doctos. Lo que tenemos que hacer es reconocer el saber que pone en práctica el ignorante y la actividad propia del espectador. Todo espectador es de por sí actor de su historia, todo actor, todo hombre de acción, espectador de la misma historia.”

Se volvió evidente, palpable, ahí, ese sábado, que no es la inversión de los lugares entre quienes hacen y quienes miran, sino que estando ahí, mirando de alguna manera a Celia Arguello Rena en el despliegue a toda fuerza de su solo en la inmensidad del espacio, teníamos que singular y pluralmente ir decidiendo la orientación de nuestras cabezas, la inclinación de nuestras columnas, la dirección de nuestros pasos, avanzar o ir hacia atrás, ponernos en diagonal, no solo para “verla bien” entre las otras personas y las paredes entre las que se metía, sino que apareció algo más: por un lado, movernos para componer imágenes de ella con la muchedumbre, ya que no había manera que no entre el público en el marco visual en la que Celia se insertaba (lejos de la experiencia de la sala de teatro donde la oscuridad y las butacas intentan abstraer a lxs otrxs espectadores del campo visual de cada unx). Era una experiencia de componer mirando a ella y al público. Por otro lado, la sensación capilar de hacer movernos en masa, sin previo acuerdo, pero sin tampoco armonía preestablecida, ni bella sensación de conjunto. Amuchadxs, amasadxs, nuestros desplazamientos de público son olas sin mirar, cambiar de frente rozándonos sin chocar, evaluar a cada instante la distancia/cercanía con lxs otrxs. Las costillas y espalda como antenas o membranas con las que también estabamos “mirando” esos gestos-imágenes, percibiendo la dirección por venir, compartiendo las tendencias en el espacio de ese cuerpo y esa voz que pasaba del balbuceo a la vociferación. Y no es que esa voz se escucha por un lado, y los gestos se ven por otro, en una suerte de combinación intacta. Trabajan una materialidad continua entre las posturas, los enviones, las posiciones de las manos, las deformaciones del rostro, las corridas, los abrazos, desplazamientos y suspiros, gritos, la lengua que se ve y que yace en casi-palabras. Continuidad heterogénea que fabrica imágenes muy singulares y pregnantes: ensoñaciones materiales que se imprimen en su modo de emerger, al ras de la piel de Celia de-formándose. Mucho más que figuras ya hechas, son tendencias, y bichos emergentes en muchas direcciones, cada uno teniendo que durar lo que dura una vida, una vida de imágenes sensibles. Sin ningún criterio a priori organizado por oposiciones: ni de tenor: suaves O violentas; ni de velocidad: lentitud O rapidez; ni de escalas: detalles microscópicos O grandes desplazamientos.

El trabajo singular de Celia Arguello Rena nutre precisa y muy sutilmente esa potencia de hacer imágenes con gestos y movimientos propuesta por la dirección de Silvio Lang y la troupe de cómplices. Durante más de 40 minutos, habitó los cientos de metros cúbicos de este espacio de gran hall y escaleras, pasillos y balcones, con un timing de una justeza exquisita. Emergen imágenes a través de su piel, y de su vestuario petroleado que alude a cosmonauta o fiesta ochentosa, las sostiene en la duración de su emergencia. Su danza no escapa a las imágenes las más pregnantes y reconocibles que aparecen, ni las fija en posiciones o figuras. Transita de las más delicadas a las más escandalosas con una misma contundencia; destila la duración propia de una transformación y transfiguración, que no deja intactos los espacios públicos de presentación de las artes escénicas como es la Usina del Arte. No la caminaremos/veremos igual luego.

 

Foto: Nahuel Vec

ALIANZA DEMONÍACA Sobre Movimiento Público, de Silvio Lang y Celia Argüello Rena // Santiago Johnson

La metáfora arquitectónica de lo político recurre a la idea de “construcción” para analizar la relación entre poder y organización social de los cuerpos. La noción de arké -fundamento, fin y mando- ordena la vocación tectónica de la política hacia la producción de un tipo de espacio donde las corporalidades, subjetividades e identidades son moldeadas y disciplinadas. La arquitectura ha servido para materializar los “fundamentos comunes” en torno a los cuales se erigen las representaciones e imaginarios ideológicos y sociales. El espacio público representa un lugar especialmente rico para problematizar esta tensión, dado que por un lado constituye el sitio fundamental del condicionamiento y control de los sujetos individuales y colectivos, al tiempo que es el lugar donde se manifiesta la resistencia al poder y la emergencia de imaginarios políticos y comunitarios alternativos.

La ciudad es un cuerpo vivo y dinámico, redefinido constantemente por las fuerzas históricas que lo atraviesan: crece, muta, desarrolla una consciencia propia y narra su memoria. Pero al mismo tiempo es un fenómeno eminentemente superficial: sólo se exhibe a la mirada la forma presente o aquellos pasados actualizados como monumentos. El devenir de la ciudad está marcado por una sucesión de cristalizaciones materiales, donde operan mutaciones y pliegues sucesivos de visualización y borradura. Sólo llegamos a lo visible por medio del olvido, la ruina y el silenciamiento. Estos encadenamientos no son azarosos, sino que inscriben una relación de poder. Ahora bien, ¿se agota la relación entre poder, arquitectura y espacio público a la configuración inmediata que condiciona nuestro cuerpo y su modo de circular? ¿Hay resonancias, persistencias o evocaciones que rompan la linealidad del tiempo y de la acción, para irrumpir en el presente y reconfigurar cualitativamente el locus? ¿Qué cicatrices se esconden en el espacio? ¿Qué potenciales se activan por su intrusión en el tiempo presente? ¿Cómo se reconfigura la corporalidad y la subjetividad en un solapamiento espacio-temporal que rompa la unicidad y el orden arki-tectónico del presente? ¿Puede el espacio público ser pensado también en función de actuantes no humanos? Si esto sucede, ¿qué queda de la idea de lo público, la comunidad y el poder, si se cae el privilegio ontológico del sujeto blanco, heterosexual y occidental en el que se sustenta la distinción entre naturaleza y cultura que instaura la política como dominio?

Movimiento Público no es una obra de danza, ni un “work in progress”, ni una performance, ni una creación escénica. Es más bien una intervención pública donde el movimiento conjura e invoca aquellas fuerzas y tensiones que, aún siendo invisibles, persisten e insisten en el espacio horadando su superficie material-actual, para poner en cuestión las relaciones de poder que subyacen.

El cuerpo de Celia Argüello Rena deviene un campo de impulsos afectivos y materiales donde se componen y mixturan fuerzas actuales y latentes: arquitectónicas, visuales, sonoras y corporales. Opera como un germen de hibridación. Traduce y media entre los distintos planos de la espacialidad, la materialidad y el público, disgregándose y contagiando modalidades de movimiento que llevan a experimentar otro tránsito por el lugar. Los cuerpos, sometidos en un principio al orden arki-tectónico, comienzan a ser torsionados, desplazados, confrontados y re-compuestos.

Siguiendo las ideas de Bruno Latour, esta intervención trata de movilizar ensamblajes que nos permitan situarnos más allá de las narrativas del poder que sitúan al sujeto-constructor como eje y molde de lo real. El cuerpo de resistencia inventiva desplegado por Celia Argüello Rena se compone por alianza con una pluralidad de actuantes despojados dignidad subjetiva y política: los volúmenes, las formas, las materialidades, los sonidos, la presencia fantasmática del pasado, las ruinas y lo borrado… Todas ellas emergen del fondo silencioso en el que se encuentran recluidas para desplegar su agencia, y poner en cuestión la disposición árkica que reduce la perspectiva y la experiencia de lo público, a ser un mero espacio planificado e instrumentado por el poder para el dominio. La acción cataliza una multiplicación del cuerpo de Celia, pero no en término reflexivos, sino en tanto se disuelve su unicidad y se hibrida en la multiplicidad de actuantes que portan, cada uno en sí pero sólo a través del pasaje por un otro, una perspectiva única, una historia silenciada,  un mundo posible.

Movimiento Público indaga un interrogante fundamental de nuestro tiempo: ¿cómo es el devenir de un cuerpo como contra-poder frente al neoliberalismo? ¿Cómo opera un cuerpo en la composición de fuerzas afectivas y materiales? No nos inclinamos por la respuesta esclarecida de la metáfora arquitectónica, sino que siguiendo a Viveiros de Castro, apostamos por el equívoco juego de la traducción que deforma el aparato conceptual de quien traduce. Es en la alianza demoníaca con todo lo ajeno a la humanidad donde reside el resto para desarmar la subjetividad que ejerce el poder entendido como construcción disciplinaria de los cuerpos. La síntesis disyuntiva de lo humano con la multiplicidad de actuantes materiales e inmateriales que nos rodean en silencio y desde la invisibilidad, quizás sea un elemento catalizador para el devenir de corporalidades y tránsitos an-árkicos, a partir de los cuales recuperar y habitar el espacio público con imaginarios políticos y comunitarios alternativos.

 

PASADAS DE SEXO Y REVOLUCIÓN 

Manifiestos, canciones de protestas, poemas anónimos, consignas políticas, acciones de agitación y arte, teoría de fanzine de los activismos de la imaginación político-sexual desobediente, en Argentina, desde los años 70’ hasta nuestros días, son para ORGIE – Organización Grupal de Investigaciones Escénicas dispositivos poéticos-políticos a remontar. La política como fiesta. ¿Cómo siguen nuestras vidas procesando la revolución sexual? Pasadas de sexo y revolución es un show formativo de las luchas de mujeres, lesbianas, travestis, trans y maricas por una sociedad de nuevo tipo. Pero también una fiesta pagana con el público. El humor marica y un erotismo desmedido producen una poética anal de los placeres del cuerpo como barricada sensible.

 

4 ÚNICAS FUNCIONES: 01/09, 06 / 10, 03 / 11, 01 / 12 (primer sábado de cada mes, de septiembre a diciembre)
:
Show: 00.30 hs. | Fiesta: 02.00 hs.
El Cubo Teatro: Zelaya 3053.
:

Laboratorio, grito o toma de edificio // León Lewkowicz y Facundo Abramovich

En estos días recuerdo la lección de otras épocas: el trabajo, la literatura — desdichadamente—
no está desprendida de la realidad. No puede ser una «cura», ni un corte, ni una realidad
paralela.
De algún modo el error central de los narradores argentinos se detecta en sus metáforas
«tremendas» y falsamente literarias. Dan siempre una definición de cada situación, es decir,
siempre definen y le dan un sentido a las acciones de los personajes mientras suceden.

Los Diarios de Emilio Renzi -años de formación-, Ricardo Piglia

No hablar en “nombre de”, evitar toda representación: en su trascendencia, limita la riqueza de lo real. A ello apuestan Diego Valeriano en sus escritos y el Laboratorio de creación y experimentación escénico-política que dirige Silvio Lang en el Cervantes. Los textos de Valeriano trazan en el Laboratorio un paisaje cuando son cantados, gritados, punkeados. Y lxs performers no representan lxs personajes de Valeriano,  sino que, en última instancia, funcionan como insumos productorxs de nuevas fuerzas o devenires, sean libertarios o fascistas. Al mismo tiempo, se trata de volver absurdas todas esas representaciones, de llevarlas al límite mientras se las atraviesa, exagerarlas, para decir que despojados de ellas están los cuerpos que combaten. Investigar es producir un saber, por lo tanto, entrar en escena es empezar de nuevo la vida, de cero, con capacidad de producir una distinta a la que se tuvo antes.

El público, sorpresivamente serio. Nos parecía que la propia obra forzaba a salirse de las propias representaciones como espectador y abandonar la permanente paranoia que nos persigue: la de la constante búsqueda de sentido y significado. Había escenas donde, desde el público, se transitaban sensaciones de violencia, de furia, otros de seriedad y, por momentos, invitaba a la risa. La producción del sentido se daba en el acto y no en un supuesto “hilo claro” que algunxs espectadores repusieron en la conversación que hubo entre performers, directores, vestuaristas y espectadorxs. No decimos con ello que “no tenía sentido”, sino que la producción del mismo se daba entre el texto, la actuación y el espectador. La lectura de un “hilo claro” -o su búsqueda- habla también de nuestra educación en las prácticas teatrales hegemónicas o en la comodidad de Netflix, donde el sentido es obvio. 

Sí hay una pregunta y búsqueda que recorre el conjunto del laboratorio: qué significa experimentar modos de vida no neoliberales. La búsqueda, o la experimentación, es perseguir ese sentido. A veces sin lograr alcanzarlo. ¿Cómo sabe el o la performer que haciendo lo que hace dice algo? Exige del espectador un involucramiento en la propia experiencia y la elaboración de su sentido. Si entendemos experiencia como aquello que uno transita para salir distinto a como entró, el “laboratorio” debe tratarse de ello para los distintos actores-performers, directores o espectadores-. 

El Laboratorio es una intervención política, un grito contra las artes adaptadas -sea en sus formas o en su contenido- que transitan las calles de ésta ciudad. Desde el vamos, el Laboratorio se distingue por el carácter colectivo de su producción que roza el anonimato más allá de los talentos individuales puestos en juego. Podría decirse que “juega de visitante”: dentro y contra el Estado. Es casi una toma de edificio, un copamiento, un asalto, una burla, una provocación, una a-normalización de su vida, una anomia momentánea. El Cervantes deja de ser “Teatro Nacional” para devenir cuartel o trinchera.

 

 

Ir a Arriba