Anarquía Coronada

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diciembre 2017

Lo que nos tocó vivir // Anónimo

Sigo pensando en las jornadas que nos tocó vivir el día lunes. Pienso en las continuidades entre ese día y los acontecimientos del jueves. Entre ambas fechas no hubo un salto episódico. Muy por el contrario, diferentes tramas de organicidad social se fueron reproduciendo y generando un sentido colectivo acerca del momento al que nos estamos enfrentando: el Estado hidrante, como bellamente caracterizó el otro día Horacio González. Nos fuimos de la plaza corridos y perseguidos por los fuegos y el gas pimienta. Nos fuimos con bronca y con ganas de volver a ser parte del debate y de la correlación de fuerzas, mientras nuestros diputados ponían dentro lo mejor de cada uno para defender a los jubilados y al pueblo de este enorme saqueo diseñado y ejecutado por el poder de las finanzas. Replegarse es estar vivo, es un momento de la lucha que nos ayuda a recuperar fuerza, analizar los acontecimientos y volver a avanzar con nuevas tácticas, nuevas estratégicas. Y volvimos en la noche, primero a las plazas, a las esquinas y luego marchando hacia el congreso. Heroico. Conmovedor. En fin, lo del lunes fue tremendo. Una gesta que pasa a formar parte del acervo colectivo de luchas sociales.
Alguna vez alguien dijo, allá por 1890, que «la revolución está vencida pero el gobierno ha muerto». En lo personal, no creo que esta frase se aplique al 100% pero guarda un sentido que expresa la profunda derrota que sufrió el gobierno, que se expresó en el malestar social que ocupó las calle (porque es lo primero que podemos ocupar frente a un gobierno de ocupación como este) y la manifiesta muestra de despotismo y tiranía que este gobierno demostró ayer para todos aquellos que creían en el gobierno (o al menos una parte). Desde el lado del régimen político algo se ha roto: es algo más que una fisura, es un quiebre, literalmente una grieta que está gestando algo nuevo en las fuerzas de la oposición. Ayer hubo nuevos reagrupamientos que habrá que ir alimentando y cuidando para que crezcan con mayor fuerza.
En la calle también paso algo y es que el pueblo desobedeció. Me toco estar frente a la quinta de olivos (algo que jamás hubiera pensando, mucho menos a 16 años de aquel 19 de diciembre que me encontró en una batalla campal en plena avenida de mayo), donde hubo muchísima gente  que cantaban consignas que parecían revolucionarias «Patria si, colonia no»; «a donde vayan los iremos a buscar» «vos sos la dictadura». Y claro como no van a cantar estas cosas el pueblo, si este gobierno es la contra revolucion en persona (pisotean derechos todo el tiempo, invierten la juridicidad para desproteger a los sectores más débiles, para transferir recursos a los poderosos, han capturado la democracia para beneficio de las elites).
En algún momento alguien canto «vamos a volver» y otro grupo le replico de toque «que se vayan todos». Hubo mezcla de gente, de votantes anti macri y de macristas que vieron el despotismo y la ineptitud de un gobierno que ejerce el poder con la fuerza, el miedo, la extorsión y la persecución judicial. Por eso se movilizó tanta gente por todos lados y el error del gobierno fue no haber leído eso para frenar la sesión durante la madrugada. Se esta gestando un movimiento de desobediencia que también hay que alimentar. Hay que lograr potenciar esas expresiones pero encausarlas en canales que propongan una politización transformadora, que permitan armar programas de acción. Por eso, la consiga del vamos a volver, se vuelve un poco sectaria, desplaza y obtura la posibilidad que abre que la clase media esté cantando «unidad de los trabajadores». Pocas veces se producen estas amalgamas, pero cuando suceden es porque la historicidad de las revoluciones pasadas (de las rebeliones populares), se hace presente en acontecimientos llenos de rebeldía. Demos rienda suelta a la desobediencia civil porque «las calles son nuestras, en ellas hacemos la historia».
El peronismo en este contexto. Hay cuadros y compañeros valiosos que están dando todo; pero mucho traidor por dentro están descomponiendo las fuerzas de unidad popular.  Hay que dialogar y construir puentes y alianzas con lo más valioso, pero nuestra fuerza está en regenerar nuevas mesas de articulación, de dialogo con nuevas experiencias y sobre todo con lo mejor que ha dado la historia política de este país desde el 2001 en adelante: los movimientos sociales.
En el lado financiero, los mercados ya saben que este gobierno pierde legitimidad velozmente, porque gobierna con el miedo y no con la virtud. Los mercados no quieren este lio, no quieren muertos, quieren previsibilidad y paz social (llamase pacto de sumisión). Nada de esto logra construir el gobierno. Por eso la fuerza esta en las calles, en las barriadas y en las asambleas que puedan alimentarse de hoy en adelante. El efecto Piñera podría restarle inversiones a Macri por efecto desplazamiento, veremos si esto sucede con el correr del año próximo. Nosotros busquemos nuestros aliados en las calles chilenas. Chile es un país que tiene coordenadas de juegos más estables (lamentablemente no es bueno para un proyecto popular, pero Frente Amplio tampoco se animó a marcar una diferencia de conceptos que marque un nuevo rumbo). El sur tiene enemigos comunes: sus mandatarios presidenciales y las fracciones del capital financieros que se han apoderado de la democracia.
Por ultimo, la moneda porque en las calles también deberá surgir el debate por nuestra moneda nacional, por las monedas populares, por esas formas de experimentación financiera que rompen las coordenadas del establishment y se animan a pensar nuevos horizontes de liberación.
Anónimo.

Barajar y dar de nuevo // León Lewkowicz y Facundo Abramovich

Por primera vez en muchos años, la Capital Federal no estuvo tomada por el odio fascista. La movilización popular del lunes 18 de diciembre se extendió desde las primeras horas del día hasta la madrugada del Martes.
La represión feroz por la tarde logró despejar la plaza, pero no apagar la caldera popular. Sin dudas, la novedad ocurrió cuando empezaba a anochecer: cientos de miles de personas tomando las calles de la ciudad, culminando en la peregrinación al Congreso. Sorpresa, pero no mera reacción espontánea: la sedimentación de aprendizajes y saberes que carga el movimiento popular desde hace años dio pie a nuestra salida a la calle. Los cortes de calle, las asambleas improvisadas,  cacerolas (ya no de teflón), el grito de guerra del feminismo, y evocaciones a que «la sangre de los caídos se rebeló» dan cuenta de las heterogéneas luchas que anteayer se entrecruzaron. El grito masivo “unidad de los trabajadores” que se cantó de mañana a noche no fue “un dato más” de la jornada sino que debe mantenernos alerta el cauce que el cántico pueda tomar en la realidad.

Foto de M.A.F.I.A

Lo que se hizo explícito en esas plazas y calles es que la famosa grieta que divide a la Argentina no toma centro real en la figura de CFK (distinto puede ser el plano electoral); sino que más bien se trata de un enfrentamiento entre el movimiento popular (con su historicidad) y los cruzados del Orden. Una breve observación: fue parte de la base social propia del macrismo la que agitó sus utensilios la noche del 18 de diciembre. Incluso, en los barrios del norte de la ciudad (asumiéndolos como el epítome político, electoral y subjetivo del proyecto PRO) fue notoria la repetición de cacerolazos en el día de Martes.

Aunque no se pudo revertir la reforma, se ha logrado sortear el régimen policial en todo sentido: ni las fuerzas represivas, ni los medios de comunicación pudieron intervenir, dominar o controlar la irrupción callejera.
Por eso nada vuelve a la normalidad: ni para el Gobierno ni para nosotrxs. Se ha reabierto el mapa político, se ha expresado un descontento generalizado -quien mejor lo sintetiza es uno de Ellos: “La vida pública fue azotada por un huracán durante siete días. El paisaje quedó modificado” (Pagni)-. Mientras la arena se movió en las calles de la ciudad, las alianzas dentro del Congreso continuaron estancas. Ninguna fuerza política partidaria pudo apropiarse de esa movilización, mucho menos dirigirla. He allí un desfasaje: he allí lo interesante.

Ni optimismo de la voluntad, ni pesimismo de la razón.
El croupier se acomoda el saco. Las cartas se vuelven a repartir. La ruleta vuelve a girar.  Apostemos a la calle.

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