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La situación actual en Chile // Entrevista a Alicia Maldonado

 

Fuente: Radio Nacional Libertador

¿Cómo entender el lugar de los movimientos de los Derechos Humanos hoy? // Eva Tabakian

El hoy supone y exige una eficacia y una inserción en una actualidad que no puede leerse por fuera de la historia y los avatares de la práctica política.

Esta práctica lleva implícita modificaciones y espacios que se han ido desplazando a través de los distintos momentos del devenir político y las fuerzas en juego en cada uno de ellos: la dictadura militar, el gobierno alfonsinista, el menemismo y, si nos salteamos la aventura frentista de De la Rua, el kirchnerismo.

Los Derechos Humanos pensados como un colectivo convocatorio presenta la oportunidad de ver/vernos en un proyecto que se va modificando a lo largo del tiempo.  Significados distintos, desde el inicial hasta aquel que ahora se representa en el imaginario de las distintas generaciones, están presentes en la memoria común.

El significado como mito para algunos: un recuerdo de algo del pasado que aún sobrevive en el espacio social pero que ya no representa los lugares de lucha que se debieran dar. Es un espacio simbólico para la mayoría y, sin embargo, muchas veces un misterio para las nuevas generaciones que esperan, probablemente, respuestas que estas estructuras no pueden proveer. Sin embargo, a pesar de ello, estas funcionan como fundamento de lo que reúne y convoca en cada momento, en coyunturas diferentes. Será necesario abordar el estudio sobre qué consignas o qué preocupaciones anima cada 24 de marzo en su historia como movimiento inserto en la vida política del país, quiénes son los interlocutores de cada espacio.

Madres, abuelas, hijos, familiares aluden a un parentesco que convoca a cada uno desde un lugar distinto y no por ello indiscutible ni menos conflictivo, un vínculo no solo social sino también afectivo.  El efecto que esto provoca difiere según a quienes invoca: a los hijos que a ellas les fueron arrebatados, a los hijos de esos hijos, y a todos los actores sociales, militantes de cada uno de los colectivos (partidos políticos, sindicatos, agrupaciones sociales, grupos religiosos que se enfrentaron a la cúpula) que participaron de distintos modos en las diferentes batallas contra la dictadura y que se vieron representados en sus luchas. Abrir el camino para pensarlo, enfocarlo desde un hoy que las piensa me parece indispensable.

Habría que interrogar qué es lo que modifica el espacio que estos movimientos de los Derechos Humanos ocupan, cómo su propio discurso se reconstruye una y otra vez. Desde las primeras resistencias a la dictadura militar, que constituyó su identidad, al reconocimiento del gobierno alfonsinista con el juicio a las Juntas, un opacamiento que transcurrió en el período de los dos gobiernos siguientes –el menemismo y el frente delarruísta–, hasta la recuperación de legitimidad por el gobierno kirchnerista. Dejamos de lado los intereses de cada uno en la relación con esta temática.

Pero no se puede dejar de señalar el derrotero que va desde el reclamo del destino de sus hijos al pedido de castigo de los culpables, y a formar parte de un discurso político que incluso terminó por dividir el frente en varias agrupaciones con apreciaciones ideológicas diferentes.  

Sin embargo, a pesar de todas las objeciones y discusiones que hoy nos interpelan y que es necesario sustentar, seguramente, mañana las calles se llenaran de nuevo (como en la canción de Silvio Rodríguez) y todos participaremos de una celebración que acompaña y se sostiene como parte de una lucha de la que no hay que claudicar.

¿Nosotras somos mentirosas? // Manuela Luz Alvarez y Sofía Brihet.

Antes de afirmar intuitivamente que el universo de los Derechos Humanos sigue siendo una zona potente de creación de criterios de justicia, cabe volver a la pregunta básica: ¿qué es la Justicia? ¿Puede definirse lo justo? Está claro que no se trata de conceptos inertes: la construcción de criterios de lo que es considerado justo y la forma en que se ejerce la justicia son móviles, diferenciadas y no están exentas de conflicto.

¿Qué criterios de justicia se busca construir desde el actual gobierno nacional? Asistimos a una suerte de meritocracia del derecho. Para la ministra de seguridad, un policía que actúa como policía no debería pasar por un juzgado, aunque le haya disparado por la espalda a una persona que huye. Del otro lado, a quien le dieron el papel del ladrón, tampoco tiene la oportunidad de pasar por la justicia, porque ya está muerto. La lógica del que culpabiliza a las víctimas, aquel “algo habrán hecho”, sigue vigente en la idea de que el ladrón de algún modo merecía morir y vuelve incesantemente a la pregunta por el largo de la pollera de una chica violada.

En tiempos donde pareciera que todo es disputa semántica y espacios de opinión, importa recordar que las palabras pueden ser performativas y que los discursos envuelven acciones. La muerte es falsa en el plano de la ficción: el actor se levanta, se limpia el jugo rojo y vuelve a su casa. Todo se puede hacer y deshacer. Pero en la realidad, el cuerpo que cae no se levanta, la muerte es, y no se revierte ni se repara pidiendo perdón.

El uso de discursos ambiguos y cargados de eufemismos, que no afirman ni niegan los hechos, fue la estrategia de comunicación de quienes llevaron adelante el golpe de Estado de 1976. Videla afirmaba en una conferencia que “(…) mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está… ni muerto ni vivo, está desaparecido”. Nuestro macrismo busca instalar ese tipo de discursos donde la realidad parece ser secundaria y los poderosos, amparados en la posibilidad de cometer errores, pueden hacer sin querer queriendo. En la realidad, la violencia es ejercida sobre los cuerpos. Los intentos de invisibilizarlos y de despolitizarlos no borran el miedo y el dolor que se percibe sensiblemente en un contexto de incremento de la represión con el fin de ordenar a los muchos.

Durante la última dictadura cívico-militar, tanto el terrorismo de Estado como las políticas económicas y sociales buscaron generar una atomización social, una ruptura de las solidaridades de clase y la instauración de la sospecha sobre el semejante. La continuidad de un modelo individualista y la sujeción a una productividad ubican a cada individuo en el lugar que supuestamente se merece. Si nos desidentificamos con el prójimo, el otro no puede afectarme. Frente a esta escena, la defensa de los Derechos Humanos reaparece como una posibilidad de volver a lo colectivo y de apelar a una sensibilidad empática hacia un otro con derecho a la existencia. Un otro que puede ser pobre, negro, trans, mapuche, gay, inmigrante, militante y/o mujer.

En nuestro país, las mujeres fueron pioneras en la lucha por los Derechos Humanos. Frente a la urgencia de la desaparición de sus hijos, las Madres se organizaron por fuera de cualquier canal institucional o poder establecido. Hoy las mujeres nos levantamos masivamente contra los femicidios, la violencia de género y la trata de personas. Ante la complicidad de las fuerzas de seguridad, de jueces y de políticos, se alza una lucha que nace fuera de las entrañas del poder en defensa del derecho más básico de un cuerpo a existir, con pleno derecho, con plena posibilidad. Quienes atacan hoy a la lucha feminista la tildan de ser parcial, propia de un grupo de feminazis, de adolescentes de clase media porteña, de intolerantes. Y a las Madres se las acusaba de locas. Cuando en realidad se trata de movimientos por naturaleza universales, inclusivos, plurales, que apelan a lo que todos compartimos y, sobre todo, a una sensibilidad política cuya vitalidad nos interpela a todos.

Este carácter vital se afirma en las movilizaciones del 24 de marzo, así como en las marchas del movimiento feminista. Frente a la violencia, los cuerpos salen a la calle con pañuelos blancos y verdes, bañados en glitter, bailando danza afro, murga, tocando sikus o tambores, llorando, cantando, gritando, abrazándose y dejando que corra la emoción en el cuerpo. Son marchas performáticas, donde salimos a disputar un lugar en la lucha por definir lo que consideramos justo.

Para qué sirve marchar el 24 si total ya está. // Luciano Debanne

Para qué sirve marchar el 24 si total ya está.

Total ya nos ganó esta runfla de canallas, ya nos pasó por arriba el tsunami, nos llegó el agua al cuello, ya fue todo, vendo todo me voy a la mierda, Mauricio Macri la puta que te pario.

¿Para qué sirve si total ya volvieron ellos mientras nosotros cantábamos que íbamos a volver, si lo irreversible se revirtió, si el amor no venció y fue vencido, si el otro era la patria pero también era peor de lo queríamos que fuese?

¿Para qué sirve si total se mueren las viejas, con sus lágrimas y sus carteles a cuesta, y con los que quedan no estamos de acuerdo, si es un quilombo de peleas por ver quién va primero, si los que cantan son los de siempre y los que hablan también, si los choripanes son cada vez peores y más caros, si ya hay otras marchas carnavalescas, festivas, novedosas e ingeniosas para subir a las redes?

¿Para qué sirve marchar el 24 si al costado de la marcha van a estar los que duermen en la calle, los nenes pidiendo comida, los negocios cerrados, las prostitutas adolescentes de los pueblos chicos, los pibitos que se suben a la 4×4 por 50 pesos, los merenderos de techo de chapa y gotera, los hacheros que duermen bajo el nailon roto de la silo bolsa y toman agua con tierra de un tacho, las trabas que no fueron invitadas, la verdulera a la que le afanaron la caja del día la vez pasada, el remisero que tiene parado el auto porque se le hizo bosta el tren delantero en un pozo durante la ultima lluvia y no hay un mango para arreglarlo y no tiene qué hacer?

¿Para qué sirve marchar el 24 justo ahora que es año electoral, y se superponen los actos, y hay que decidir dónde poner la guita, y el sonido, la plata para los afiches, las ganas de movilizar, no podemos mover a las bases todos los días, vamos a convocar a delegados y cuerpos orgánicos, más que eso no nos da; decidir donde poner las fuerzas, y los jirones de ganas de activar que quedaron guardados en un frasco en el frezeer pero es lo último que hay?

¿Para qué sirve marchar este 24 por un 24 de hace tanto tiempo cuando todos los días estamos estrenando una miseria?

¿Para qué sirve seguir andando con las caras en blanco y negro si seguimos sumando carteles con gente nueva, si siguen desapareciendo gente, y también desapareciendo indios y trabas y wachos y presas y viejos olvidados en hospitales públicos y enfermos pobres de HIV?

¿Para qué sirve marchar el 24?

No sirve para nada.

Como no sirve para nada festejar los cumpleaños, ni encontrarse a comer asado con los amigos, ni mandar un mensaje preguntando ¿llegaste bien?, ni sacarle una foto al pibe el primer día de escuela, ni despedirse con un nos vemos, cuidate, qué estés bien.

No sirve para nada como no sirve leer un poema, escribir el nombre de quien te gusta en la parada del colectivo, stalkear al ex. No sirve como no sirve mojarse con la manguera en verano, ir al río, bailar, coger.

No sirve para nada como no sirve compartir el mate, ni reírse de los chistes boludos del compañero, ni besarse en la calle, ni decir te amo por primera vez mientras miras una serie de Netflix o te tomas una birra en la esquina o te escapas de la escuela. Como no sirve silbar, ni cantar en la ducha, ni leer mientras cagas. No sirve como no sirve el carnaval, ni la navidad, ni los feriados puentes, ni los cumpleaños. Ni burlarse del jefe por lo bajo, ni arrancarle los carteles a sus candidatos, ni putear a la línea de canas con escudos.

No sirve para nada, como no sirve reconocerse a lo lejos, saludar con la mano alzada, el puño cerrado o los dedos en V, o darse una abrazo mientras marchas por el medio de la calle, para recordar que aunque no sirva para nada acá estás ¿entendés? Acá estamos y ni toda esta camionada de mierda nos puede sacar.

No sirve para nada, y quizás esa sea la conquista: ir más allá de la estrategia,  más allá del cálculo, más allá del deber.

Justicia reconoce el asesinato de Rafael Nahuel como una violación a los derechos humanos

La apelación del organismo de derechos humanos barilochense había sido rechazada por el juez federal Gustavo Villanueva, quien entendió que los hechos investigados no revestían una violación de los derechos humanos como para permitir dicha participación.

Sin embargo, la Cámara Federal de Apelaciones de Roca interpretó que el asesinato del joven mapuche puede encuadrarse bajo esa figura y dio crédito al planteo de la APDH que, en base a fallos de Argentina de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sostuvo “la importancia de la participación de los organismos de derechos humanos, en causas en las que los órganos represivos del Estado son investigados como en el caso de Rafael Nahuel”. En ese hecho “su muerte se produce como resultado de un operativo represivo de las fuerzas de seguridad, donde se analiza el contexto de la represión a un grupo mapuche en el marco de una protesta social, el uso desproporcionado de la fuerza y el homicidio por la espalda del joven”.

De esta manera, la Cámara Federal citando jurisprudencia de la Corte Internacional entendió que la prohibición de ejecuciones extrajudiciales que señala el Derecho Internacional es una “grave violación de los derechos humanos”.

Para el Tribunal “hay un hecho no controvertido en la causa que es la muerte de un joven civil a raíz de un disparo de arma de fuego y la presencia en el lugar -lo que predica sobre su posible involucramiento en ese hecho- de integrantes de una fuerza de seguridad estatal”.

La presentación de la APDH fue realizada por su representante legal, Sebastián Feudal.

Con este fallo de la Cámara Federal no sólo los padres de Rafael Nahuel querellarán en la causa, sino también la APDH de Bariloche.

Para ese organismo el asesinato del joven mapuche fue “un homicidio agravado por alevosía y odio racial”, y debe actuarse “tanto contra los autores materiales como contra los instigadores y responsables del procedimiento represivo que culminara con dicha muerte”.

 

  enestosdías 

18/03/2019

 

Acompañar la resistencia y multiplicarla (A propósito de la represión en la provincia de Salta) (20/06/2001) // Colectivo Situaciones

20 de junio del 2001      

Acompañar la resistencia y multiplicarla (A propósito de la represión en la provincia de Salta)

Colectivo Situaciones

Lo que hasta hace poco tiempo era todavía una especulación teórica, hoy es una evidencia: la crisis de la nación y de la política se profundiza cada vez más. De hecho, se están produciendo acontecimientos de relieve.

Argentina se convierte en un campo de concentración: el poder decide con total impunidad «dejar morir» a la gente, o «matar» a los que se resistan. Claro, esto no es absoluto. Es sólo la realidad de una parte de la población. El resto, tiene las puertas abiertas: puede elegir no enterarse. La «política», así, se ha reducido a la competencia entre quienes, colaboracionistas, pelean por administrar el campo, y quienes, resistentes, luchan por sobrevivir.

El poder es transparente en sus palabras y en sus gestos: declara inexistente a una parte creciente de la población. Nuestro país se ha transformado en una ciudadela rodeada de «parias». La política del poder es muy clara al respecto: que los pobres, los marginales, «se maten entre ellos». Ya no hay siquiera una política de contención, ni siquiera de represión. Directamente sobran.

Pero si se organizan, entonces, sí, la respuesta será una sola: represión. ¿Cuánta?, la que haga falta.

Precisamente, esto es lo que está sucediendo: hay organizaciones populares que, día a día, se deciden a luchar por superar la marginación y la miseria, y avanzan en proyectos emancipatorios.

No hay que perder de vista lo esencial: la resistencia, la creación, viene y se afirma desde abajo.

Ya no se trata simplemente de reclamar que los marginales sean incluidos. Lo que está en juego ahora, creemos, es nuestra decisión de participar en las luchas, porque en ellas se está intentando crear otra vida, otra sociedad, otro horizonte.

Si lo que el poder quiere es lograr indiferencia y apatía, si lo que se quiere es promover el colaboracionismo, entonces, tenemos que ser muy firmes: nuestro lugar es al lado de aquellos a quienes se ha declarado inexistentes, y han comenzado a resistir este sistema de muerte que es el capitalismo.

El sistema político ha quedado obsoleto. Los cambios le pasan por los costados. Las luchas se desarrollan sin prestar demasiada atención a lo que hacen los políticos y sus operadores. Así, la creación y el pensamiento de la resistencia, van, mayoritariamente, por otro lado, inventando nuevos destinos y estaciones.

Sin embargo, frente a la represión, frente a la agresión del poder, no pueden caber dudas de la importancia de la unidad de los compañeros que vienen haciendo sus experiencias en las organizaciones populares con vocación parlamentaria, y están decididos a participar de la resistencia. Algo similar puede suceder en los sindicatos, los centros de estudiantes, los organismos de Derechos Humanos, y quienes, de hecho, son parte de la extensa línea de defensa que viene intentando frenar la barbarie.

Cuando se sale a reprimir a los compañeros que se organizan y se quiere «descabezar» sus organizaciones, no hay lugar para la «inocencia». Estamos todos llamados a pronunciarnos y a intervenir junto a los compañeros que están en la resistencia. Estos lazos de contrapoder tienen que ser concretos e inmediatos, una tarea actual y efectiva; no pueden quedar en una consigna, ni en una indefinida espera de un mañana.

Respecto a la violencia ejercida por los compañeros que están luchando, sólo podemos constatar lo obvio: que la violencia viene de abajo, que no está centralizada y que es defensiva. Es decir, se trata de un hecho absolutamente legítimo e inevitable.

¿Qué se puede responder a los fascistas del gobierno y del poder que atribuyen las responsabilidades del caos y la violencia a quienes resisten activamente a la miseria y la falta de proyectos? Lo evidente, que los responsables son transparentes: el poder económico, político, social, etc.

Pero lo importante es constatar que la violencia popular no es parte de una estrategia para la toma del poder, sino un elemento más de la resistencia a las injusticias.

Constatamos que la violencia actual es una respuesta a la agresión del poder, que no escucha los reclamos del pueblo y que sólo responde con represión.

Esta violencia popular, entonces, es un elemento de autodefensa, que se integra a las formas de lucha que se venían desplegando y como tal hay que saber comprenderla. Si hay un dato potente en estas nuevas luchas de resistencia no es el piquete en sí mismo, ni la capucha -como repiten una y otra vez lo medios de comunicación-, sino el hecho singular de que las formas de lucha y autodefensa no son practicadas por una organización central sino por redes de solidaridad entre los conflictos.

Es este carácter múltiple de la resistencia lo que hay que poder acompañar, especialmente, porque es la forma más eficaz: la que no permite negociaciones en las que se entreguen las luchas y, a la vez, la que desgasta más fuertemente al poder, tanto en su legitimidad como en su poder de represión.

Los lazos del contrapoder son la solidaridad concreta y la participación efectiva en las nuevas experiencias que pretenden superar esta sociabilidad podrida del individuo y la mercancía, donde los hombres y las mujeres sólo existen como clasificaciones de «excluidos», «desocupados» o «indigentes», y no como protagonistas de esa vida rica y múltiple por la que luchamos.

La resistencia popular es la riqueza de base que hoy nutre esos proyectos concretos de justicia y libertad.

Hasta Siempre,

Colectivo Situaciones

Los 5 riesgos de militarizar la seguridad interior // Sebastían Ortega para Cosecha Roja.

El Presidente pondría en marcha esta nueva política sin pasar por el Congreso, a través de dos decretos que modifiquen la ley de defensa. ¿Qué pasa cuando los militares cumplen funciones de policía? ¿Cuáles son los antecedentes en la región? ¿Por qué esta doctrina es una amenaza para la democracia y la soberanía nacional?

Acá te contamos las cinco claves de los riesgos que implica la intervención de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior.

1. Los derechos humanos en riesgo: las Fuerzas Armadas están preparadas para aniquilar.

La intervención de las fuerzas armadas en tareas de seguridad interior forman parte de la doctrina promovida por los Estados Unidos bajo la excusa de enfrentar “nuevas amenazas” como el narcotráfico y el terrorismo.

¿Cuáles son los riesgos? A diferencia de las fuerzas de seguridad, las Fuerzas Armadas -además de tener una mayor capacidad de fuego- no están entrenadas en el uso gradual de la fuerza. “Están preparadas para aniquilar”, explicó a Cosecha Roja hace unos meses la ex ministra de Defensa Nilda Garré cuando el gobierno ya insinuaba el cambio de doctrina.

“Nuestras Fuerzas Armadas no han sido capacitadas para cumplir con las tareas que cumplen las fuerzas de seguridad. Los elementos de combate de los militares argentinos están entrenados para el empleo de la violencia en su grado más extremo, y en un contexto de guerra, y no están instruidas para actuar bajo órdenes de fiscales y jueces, ni para aportar pruebas para procesos penales, ni para realizar inteligencia criminal, ni para investigar la comisión de delitos”, explicó la doctora en sociología Paula Canelo en un ensayo para revista Anfibia.

2. La intervención militar en conflictos sociales

El proyecto de militarizar la política de seguridad no es nueva. En enero de 2016 la vicepresidenta Gabriela Michetti firmó el decreto que declara la emergencia en seguridad en el territorio nacional.

“¿A qué llaman emergencia? A todo y a nada, y en eso reside su mayor peligro. El decreto disfraza y encubre su verdadero propósito”, explicó en ese entonces Ileana Arduino, integrante del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP) y ex secretaria de políticas de prevención y relaciones con la comunidad del Ministerio de Seguridad de la Nación. Sin una definición clara, cualquier grupo social puede constituirse en una amenaza de la seguridad nacional.

Hoy, con un helicóptero y una bandera argentina gigante como escenografía, Macri hizo el anuncio de una política planificada desde su llegada al poder. “Como parte de las nuevas misiones será fundamental la participación de las Fuerzas Armadas en la custodia y protección de los objetivos estratégicos”, explicó.

En esa lista de objetivos estratégicos están incluidas las centrales nucleares y yacimientos petrolíferos como el de Vaca Muerta, la formación de gas y petróleo más importante del país, un territorio en disputa entre empresarios y comunidades originarias.

“Hay un gran temor de que la definición de objetivos estratégicos alcance a lugares o situaciones que estén involucrados en dinámicas de protesta social”, explicó a Cosecha Roja Manuel Trufó, coordinador del equipo Seguridad democrática y violencia institucional del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).

La doctrina de las “nuevas amenazas” diseñada por Estados Unidos también establece la necesidad de utilizar a los militares para combatir el terrorismo. En Argentina el gobierno reconoce la existencia de una única organización terrorista: la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), una supuesta organización armada cuya existencia ni siquiera está probada.

Según un informe del Ministerio de Seguridad la RAM recibe armas y apoyo financiero de organizaciones internacionales pero ataca con cuchillos, martillos y serruchos. Entre la larga lista de atentados que el gobierno le atribuye están el ataque a piedrazos a gendarmes durante la represión en la que murió ahogado Santiago Maldonado y el supuesto “enfrentamiento” con integrantes del grupo Albatros de Prefectura en el que fue asesinado por la espalda Rafael Nahuel.

La “nueva doctrina” podría habilitar la intervención militar en conflictos con las comunidades mapuche o en situaciones de protesta social con otros actores políticos.

“Un caso para tener en cuenta es el de Perú, donde las Fuerzas Armadas tienen la misión de control y represión de la protesta social y se han dado casos con cantidades de muertos impresionantes”, explicó Trufó.

3. Colombia y México: el fracaso de estas políticas en Latinoamérica

En 2006, a poco de asumir, el presidente mexicano Felipe Calderón le declaró la “guerra al narco” y dispuso la intervención de las fuerzas armadas en el combate a los grupos criminales. La violencia no se redujo, sino que aumentó. Según organizaciones de la sociedad civil el saldo fue de aproximadamente cien mil muertos y 30 mil desaparecidos.

Las denuncias por torturas, asesinatos y desapariciones cometidos por efectivos de las Fuerzas Armadas se incrementaron un mil por ciento. Estas denuncias no fueron investigadas y permanecen impunes.

El caso de Colombia también es paradigmático. El país atravesó durante décadas un conflicto armado interno en el que intervinieron las fuerzas armadas. Según el último informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos se recibieron “denuncias de violaciones al derecho a la vida y a la integridad personal relacionadas con el uso excesivo o indebido de la fuerza por parte de los militares”.

4. La corrupción y desprofesionalización de las Fuerzas Armadas

El jurista Alberto Binder, presidente del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP), también alertó sobre el riesgo de enfrentar a las fuerzas armadas, inexpertas y mal equipadas, a un fenómeno criminal muy complejo como el narcotráfico: “Las acercás a un fenómeno con un gran efecto corruptor”, explicó Binder. El caso de México es un gran ejemplo de eso.

La intervención militar en asuntos de seguridad tiene otra grave consecuencia: la desprofesionalización de las fuerzas armadas. “Cuando se las utiliza como Policía o como guardianes de fronteras se va perdiendo la especificidad de la misión militar, que tiene que ver con la defensa de la soberanía”, dijo Trufó.

Según explicó el experto del CELS, detrás de la doctrina de las “nuevas amenazas” que impulsa Estados Unidos en la región hay otro objetivo geopolítico: “La transformación de las Fuerzas Armadas en policías y la renuncia de esos países a tener su propia política de defensa. Se busca desmantelar a las Fuerzas Armadas”, contó Trufó.

5. Las fuerzas armadas se convierten en un actor político de peso

La prohibición de que las fuerzas armadas intervengan en la seguridad interior fue un acuerdo que se sostuvo durante 35 años de democracia y que permitió desarmar el poder que habían tenido los militares como actores políticos durante casi medio siglo.

“Otro costo de esta política es el riesgo de que las Fuerzas Armadas vuelvan a convertirse en un actor político importante”, explicó Trufó. “Este no es un gobierno que se caracteriza por tener una fuerte política de control sobre las Fuerzas Armadas y las fuerzas de seguridad”, agregó.

“Esta es una pésima noticia. Se ha roto una de las políticas de Estado más firmes y con mayor consenso de la democracia”, explicó Binder.

 

http://cosecharoja.org

Derrames // Lobo Suelto

A las calles, de todas las formas posibles. En manada, los agrupamientos se organizan al galope: pura intuición plebeya. Desbordando todo orden ortiba fundado en el terror, la violencia y la mentira. Comenzando por la doctrina de seguridad oficial, que llama a confiar a priori en las fuerzas de seguridad cuando asesinan -como hicieron con Santiago, Pablo, Rafael , Luciano y con miles de pibes  que rompen la noche- en defensa del país de la propiedad privada concentrada. Cuantos más peritos ponen, más se les nota la intención de ocultar el crimen. Crean Estado en torno al crimen y al ocultamiento. A las calles, a darle la espalda a quienes disparan por la espalda: a frenar una política de la crueldad hecha política de Estado. A las calles como ante el 2×1 y el 8M: tejiendo el pañuelo blanco de las Madres y el pañuelo verde del aborto; sabiendo que las Madres y Abuelas vienen haciendo paro de mujeres todos los jueves desde hace 40 años. Sabiendo que las jaurías de pibas pasan por arriba de todos. Sus finanzas se salpican de nuestra sangre. Derrames: que la política de Derechos Humanos derrame sobre los barrios, las escrituras, los hogares, la economía, las instituciones. El último 18 de diciembre vimos resurgir la fuerza de la calle plebeya, reactivando nuestra capacidad de desobedecer todo el orden asesino que nos proponen. En marzo quedó en claro nuestro programa: la calle plebeya. 24 de marzo es memoria de la calle plebeya. Una calle que derrita las columnas, vuelva cenizas las banderas, desobedezca lo que  ya no dice nada y solo reconozca el amor de las Madres. Son relámpagos en instantes de peligro que bien pueden ser diluvios, derrames, tormentas.

23 marzo de 2018

De qué son bandera los pañuelos // Agustín Valle

1. Por qué esto, y qué se afirma

¿Por qué el 2×1 a genocidas encontró una reacción en contra tan impresionante? ¿Y qué se afirma en ese rechazo? ¿Qué se juega en ese consenso, virtualmente unánime, de que entre tanto palazo gubernamental -y vital-, este no podíamos dejarlo pasar? En la plaza había gente muy distinta entre sí (“¡capaz alguno que agitaba el pañuelo votó a Macri!”), pero eso no es tan importante como entender qué dimensión de valor es común entre aquellos juntos mas no revueltos. No importa tanto quiénes fueron, sino qué de lo común sensible sostuvo como intolerable que los torturadores murieran libres.
2 …si ya nos venían pegando abajo.

Ciertamente el Gobierno viene aplicando políticas de drástica gravedad desde que asumió; en sus primerísimos días, entre la quita de retenciones y la devaluación, multiplicó la renta de la oligarquía en proporciones y celeridad acaso nunca gozadas por los dueños de la tierra. Y desde entonces, mientras agigantó la deuda externa, implementó muchísimas medidas con impacto palpable en la materialidad cotidiana de las vidas:  los tarifazos, los aumentos en transporte y peajes, la suspensión de paritarias, los despidos, la recesión con inflación, la eliminación de trabas para la importación de manufacturas. Etcétera. Son medidas que afectan de manera mucho más inapelable la vida “de cada uno”. Sensibles y dañinas para la vida concreta; para una cierta concepción de la vida, la vida concebida en el plano de la Realidad, lo que se reclama como “mundo real”: mercantilismo y “liberalismo existencial”. El orden económico-político de la privacidad. La Realidad nos dice: más allá de lo que te guste pensar sobre vos y la vida, más allá de fantasías, opiniones y ensueños, bajo apuro vos no sos ni más ni menos que una realidad económico-privada. (En efecto, la Realidad nos apura, alta y cotidiana apurada)
3 …y esto no tocaba la vida de “cada uno”.

El 2×1 no toca nada del relato prosaico y seco de “la vida de cada uno”. “Si viajo en un bondi y se sube Muiña, no lo reconozco”. Pero la movilización no fue moral, ni adhesión opinológica. Al fin y al cabo derrotamos -en esa bola- a un acuerdo compuesto por el PEN, la Corte, la Iglesia, las FFAA, parte sustancial de la corporación de prensa… El vínculo con la reposición de la impunidad para los genocidas es sensible, no es moral. Una prueba -aunque sé que no le hace falta, lector- es la velocidad, lo rápido con que se multiplicó la movilización. No se construyó la convocatoria: se lanzó y todos supimos que ya estábamos ahí (casi que se señaló). De hecho, tuvo relativamente escasa difusión por parte grandes medios; tuvo algo de clandestinidad masiva(dimensión de existencia en las vidas multitudinales que no es visible salvo cuando se corporiza. La clandestinidad masiva, por cierto, existe en las antípodas del regimen de la Realidad corporacionista, donde solo gozan de reconocimiento de existencia los cuerpos con algún grado de corporativización).

La multitud de “cada unos” que se juntó -o se mostró junta- en la plaza, expresa una dimensión de la vida tocada por el intento de reponer la impunidad a los genocidas, que no coincide con la verdad mercantil sobre la vida. Una dimensión que no coincide con los grandes aparatos de individuación, que resiste a la codificación mediática de nuestra presencia. Una dimensión excesiva respecto del liberalismo existencial.

Habría que pensar: cómo es que las luchas en planos de la vida que forman más parte de la Realidad mercantil corporativa (como los ajustes de salario, nada menos), venimos perdiendo, mientras que cuando toca moverse por algo que no responde a cálculos individualistas de subjetividad empresarializada, triunfamos.
4. Propietarismo existencial (uno tiene su vida, tiene)

El triunfo del liberalismo existencial (plantea el libro El llamamiento, del “Comité invisible”, editado localmente por Folía) es el hecho político fundamental de las últimas generaciones, aunque ha pasado desapercibido como suceso, y consiste, simple y llanamente, en la evidencia naturalizada de que cada uno tiene su vida. Una complejísima construcción histórica, de larga genealogía, ha elaborado esta segmentación privatizante de la vida, ¿no? Una maravilla.
Cada uno tiene su vida, y vos lo sabés.

Veamos tanto el “cada uno” como el “tener”. “Cada uno”: la vida, la concepción práctica de la vida, la vida como producto histórico-político, se funda en yo y no en nosotros (y nosotros era fundante de la subjetividad no sólo en vastas versiones de la humanidad, sino que también es el sustrato en que abreva cada vida naciente). En todo estás vos, y vos sos uno, propiamente único. Pero además, cada uno tiene su vida, la tiene. Es decir que el sujeto es previo a su vida, a la vida: es y tiene, existe el sujeto y tiene su vida. Es, por tanto, su guardián. La vida como propiedad, como mercancía -la vida como valor de cambio-. Propietarismo existencial.

La subjetividad de “uno” que tiene su vida prefigura al sujeto como vigilante de ese bien, como maquillador de esa criatura, pero también como capataz, proxeneta de su vida (así le escuché decir  a Lobo Suelto)…

En la antigua Roma, contaba Ignacio Lewowicz, lo “privado” designaba no afirmativamente lo que es de alguien, sino lo que queda privado para la comunidad. Una tierra privada no es tanto algo de alguien, sino algo que no es de todos. La vida privada -el premio occidental- es menos la vida de uno que el nombre de la enajenación de la vida de cada cuerpo respecto de la sensibilidad común.
5. Madres amigas

El liberalismo existencial es el bioma en que vivimos como parte, en el bondi, en la sala de espera para el estudio médico, en los bares, todos saben. Pocas cosas lo desmienten: la reacción contra el 2×1 es una de ellas. Algo que no concierne a “tus cosas” tocó un lugar común sensible. (Un lugar que demostró, además, no sólo alta potencia política sino independencia del kirchnerismo. Las organizaciones kas estaban como uno más, no dieron ellas el tono).

Cuando vi por la tele que les estaban pegando a las Madres de Plaza de mayo, no lo dudé ni un segundo y salí a pelear”. Así decía un amigo al contar cómo vivió el veinte de diciembre del dos mil uno. Un amigo, propiamente, si, como le escuché decir a Silvia Duschatzky, un amigo es quien te saca de tu egoísmo.

El egoísmo, en el régimen del liberalismo existencial, es destinal. El viento de lo dado produce egoísmo. Hay composiciones, encuentros y alianzas por cálculos egoístas, por supuesto; dicho esto sin juicio moral. Liberalismo existencial: soledad saturada, soledad enajenada, pero soledad: no compartir los problemas, no compartir efectiva y afectivamente los problemas, y las alegrías (compañero: con quien se comparte el pan).

Se vio también el año pasado, cuando el Gobierno (no recuerdo si un juez o fiscal, activamente partícipe de la política gobernante) intentó detener a Hebe de Bonafini. En cuestión de horas, una banda de cuerpos se apersonó, para mostrar la densidad colectiva de ese cuerpo de Madre: cuerpo no detenible. No era un simple cuerpo de la Realidad. Algo de esas Madres, y lo que portan, es la médula de lo no domeñado de la vida local. No es un cuerpo sin más, es un cuerpo con más: es más que único. Ellas nos sacan de nuestro egoísmo; ellas son las amigas; son un fundamental principio de amistad política en Argentina.
6. Puesta en nosotros

¿Viniste? ¿Dónde estás? ¿Nos encontramos? Incontables mensajes cruzaban, ese miércoles, nuestra vivísima inmaterialidad, dulce enjambre no siempre empalagoso. Pero combinar encuentros era  casi imposible: el lugar, la plaza primordial de la Argentina y su extenso derredor, estaba disuelto como espacio trazable por la voluntad individual. La magnitud de la voluntad colectiva fundía a los cálculos personales. “No te podías encontrar con quienes querías, pero en ningún momento te sentías solo”. Juntura, complicidad, estar en confianza. “Y en otras situaciones masivas podés sentirte más solo que en soledad”.         
En el bondi, yendo, se convenía logística con cualquiera (dónde bajar, por dónde agarra chofer, etc), sin necesidad de explicitar que se estaba yendo al mismo lugar. Porque ya se estaba en el mismo lugar. En la pizzería posterior se hablaba animadamente con cualquiera, se regalaban cervezas… Una atmósfera sensiblemente distinta -especial- tomaba esos lugares consabidos. Un ambiente donde los guiños y los gestos tenían entendimiento inmediato; un lugar donde cualquiera podía asumir que éramos nosotros. La ajenidad mutua estaba aminorada. Mucho más aminorada que en otras marchas donde también se da (esa nosotrificación, puesta en nosotros). Incluso hasta la del 24, donde, un poco más que en esta, “cada uno iba desde su lugar”. Acá más bien se había tocado un lugar común donde ya estábamos. 
7. Pañuelos, banderas blancas

Es el nosotros, más que un partido, quien puede ponerle cotos al neofascismo simpático, al propietarismo, al garquismo, a la Realidad corporacionista, a la subjetividad pura del capital…. Los partidos valen si vehiculizan potencia nosótrica. Pero el partido, de por sí, es subjetividad política del orden de la Realidad, y acaso abroquele al fascismo, pero lo crispa, le da blanco para su reacción… El nosotros lo deja solo, y no se muestra tan fácil de golpear: los líderes, y los “puntos sólidos” en general, tienen una incidencia sustancialmente menor en el nosotros -esto, claro, hace también a su fragilidad-. La Realidad niega al nosotros, en “el mundo Real” no existe (hasta a las más consistentes organizaciones nosótricas puede leérselas, con mirada violenta, buscando por qué cálculos existen).

Es que el nosotros no sacraliza nombres propios. “Madres de plaza de mayo”, por ejemplo, no es un nombre propio (es una designación, o mejor aún: un señalamiento que nomina). La política centrada en los nombres propios es parte del propietarismo existencial. Las Madres no: sus pañuelos blancos, esos pañuelos cuyo dibujo tiene algo de nido, de espacio albergante, esos pañuelos blancos de las Madres fueron, el miércoles de la marcha, banderas blancas. Banderas blancas que llevan nombres, claro que sí: en tu corazón.
8. Nombres propios en tu agitación

Cuarenta días antes, había habido una movilización en defensa de la privacidad de las vidas, de los que quieren reglas claras del capitalismo sin más (“estar tranquilo”). Una marcha para limpiar de impurezas el liberalismo existencial (“quiero romperme el orto tranquilo sin que nadie me rompa las pelotas”, que la vejación sea desde atrás así puedo sostener la ilusión autogestiva de vida libre…). La diferencia icónica entre ambas movilizaciones es radical. El 1A, lejos de banderas blancas llenas de decisiones sensibles, ofrecía una saturación de símbolos patrios. Se agitaban banderas, vestían remeras, se portaban gorros celeste y blancos, se cantaba el himno, se alentaba al nombre del país; hasta la marcha de San Lorenzo cantaban, corderitos de dios… Acaso había más productos albicelestes que personas; la saturación era indudablemente síntoma de una desesperación, o, al menos, de una tapadera: evitaban  preguntarse con un mínimo de profundidad qué tenían de común los presentes. Los símbolos patrios, despojados de toda experiencia sensible de fraternidad, son un aglutinador abstracto, general, sin sujeto vivo (con sujetos que lo que ponen es una representación de sí). Así usados, los símbolos patrios son placebos de comunalidad. El placebo de comunalidad propio del liberalismo existencial.
9. Aglutinadores “viruseros”

Cuenta Rubén Mira que Mariátegui planteaba que es más difícil distinguir a un comunista de un fascista que de un liberal, porque es más difícil distinguir entre dos personas con valores que entre una con y una que se desentiende de afirmar abiertamente… Pero una diferencia sustancial está en que el comunista afirma la semejanza universal, afirma la igualdad de todos los hombres (varones y mujeres…), mientras que el “nosotros” fascista siempre es excluyente. De hecho, la declamación nacionalista del 1A, por su insistencia, por su barroca repetición, hasta por lo rebuscado de sus recursos (¡la Marcha de san lorenzo, por Alá!) es xenófoba.

(Los aglutinadores de identificación colectiva placébicos, tienen algo burroughsiano: lo que decimos como si fuera propio pero es una entidad externa introyectada y animándonos, como el virus del lenguaje…).
10. Crueldad, asesinato y semejanza

El liberalismo existencial es componible con estos aglutinadores de colectividad placébica y virusera. Ambos implican una negación del principio general de semejanza, del principio de igualdad. Dela fraternidad.

Lo cual invita a ver otra diferencia entre un comunista y un fascista, pensando en nuestra historia: la aplicación de tormentos, la violación como regla, el robo de bebés, el arrojo cotidiano de cuerpos al mar, en fin, la crueldad, es propia del fascismo. Eso que se llama extrañamente inhumanidad.

La tortura por supuesto implica un cierto reconocimiento al otro; la saña reconoce que hay alguien… pero crueldad (¡lejos de limitarse a una función informacional!) es una técnica de producción de desemejanza. Niega activamente la forma humana; reconoce en la negación la humanidad. Los actos llamados inhumanos no es que no sean humanos (de hecho desde cierto punto de vista lo son mucho más que comer o coger, prácticas animales…), sino que buscan negar la condición humana -es decir semejante- de un cuerpo.  

Matar no implica por sí una negación de la semejanza. El pelotón de fusilamento, por caso y como muchos recordarán, tiene como función disminuir la carga conciencial de haber matado (evitar concebirse como asesino), ya que no puede establecerse qué bala mató… Por eso los asesinatos de los guerrilleros no son crímenes de lesa humanidad: son atentados contra la vida de las víctimas (y contra su posición), pero no contra la humanidad que hay en ellas en cuanto tal. No niegan su condición humana.
11. Desaparecidos, número hermano

Un argumento difícil. No se sabe cuántos son los desaparecidos. Son tretina mil, claro: es un número fundado en una contundente verdad del alma. Ahí tenemos una verdad -común, multitudinal- que resiste al vil orden de la Realidad. Porque la exigencia de que “muestren la lista de los 30 mil” es una exigencia del imperio de la Realidad, propia de la racionalidad donde papers con números son la realidad verdadera.

No se sabe con exactitud inapelable cuántos son porque su destino fue la desaparición. El número es no-precisable por la atrocidad de no dejar cadáver. Ni contar los muertos nos dejaron. Y ahora, con redoblada crueldad, niegan el número que surge de la impresión de las víctimas. Hijos de yuta -no parecen hijos de madres (el texto donde habla la hija de Etchecolaz –ella no Etchecolaz-, cuenta que la madre quiso rajar con los dos hijos; la madre quería huir del horror. De la crueldad. No era suya.)

No se sabe cuál es el borde preciso del conjunto de muertos; el conjunto no tiene un nombre propio preciso. Es un conjunto abierto. Por eso entramos cualquiera. Es un espacio nosótrico sin propiedad. El espacio de los derechos humanos es el espacio de un conjunto abierto de hijos faltantes, que nos instituye como hermanos. Hermanos maternizados. Por eso “no es una reivindicación, sino el espacio sensible donde pueden fundarse todas las reivindicaciones”, como señaló Diego Sztulwark.
12. Cómo es posible el mal (qué produce…)

El torturador, que busca negar que los cuerpos combatientes están animados por la humanidad común, repone el viejo e inagotable misterio del mal. ¿Cómo es posible el mal? ¿Cómo es posible el goce en la aplicación de tormentos, en la negación de la humanidad a los cadáveres? ¿Para qué sirve el mal, qué sirve, qué da, qué produce? Lo dicho: para la tortura es necesaria una cancelación de la empatía. Es necesario que la jeta del otro no diga no matarás. Es necesario negar que estamos hechos de lo mismo (y por lo tanto podríamos componernos…). Esta negación es condición de posibilidad de la crueldad, y, a la vez, es producida por la crueldad. Pero la afinidad electiva entre crueldad y capitalismo es, en realidad, evidente, en este día, y cada día.
13. Movilización del derecho a la empatía

La indiferencia es también una exigencia de la vida contemporánea. Una de las “operaciones necesarias para habitar -o tolerar- las circunstancias” (como definía Lewkowicz la subjetividad) de la vida en Monstruópolis. La vida práctica en el mercado laboral, en el mercado de consumo, en la calle, en la noche, en las redes sociales, la vida en la ansiedad, en rendimentismo y el cagazo, requiere de grandes bajones de la empatía (algo así decía también Rita Segato para explicar las violaciones y femicidios).

Con la empatía reglando -con reglas empáticas- no se podría vivir en el orden de la Realidad.

La empatía herida, la herida empática, es un dolor esencial en la vida contemporánea. Un trago que embuchamos antes de empezar el día, antes de despertar, antes de soñar. La ajenización mutua de las vidas. Que es condición de la carrera del Valor. Su techo anímico, también. Ese dolor es un dolor común. Ese dolor es el que fue tocado por el intento de reposición de la impunidad a los genocidas, al genocidio, a la tortura y la crueldad.

El rechazo al 2×1 implica una afirmación: la afirmación de la empatía como potencia.

La defensa de un umbral mínimo de empatía, de un cierto grado de la semejanza que resiste; de un cuántum mínimo de comunalidad que aguanta: en esto consistió la puesta en nosotros, la movilización de la multitud. Nos tocaron allí, en ese frágil y ajustado estrato a donde sin necesidad de ser idénticos, somos nosotros. ¿Qué más puede, este deseo empático? ¿Qué fronteras activas y potencialmente crecientes tiene su sensibilidad?
* Escrito por Agustín Jerónimo Valle en base a una conversación con Verónica Cetrángolo, Nicolás Bacal, Juan del Bene, Lucía Scrimini, Rubén Mira y Jerónimo Liñán.

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