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Infancias, en el pensamiento de Milena Jesenská // Cynthia Eva Szewach

En 1921, Milena publica en Tribuna, una crónica titulada “Niños”. Le interesa contribuir con sus preocupaciones críticas acerca de los modos en los que la infancia es considerada, en especial por los checos. Plantea sus ideas y sus inquietudes y se basa en sucesos de la vida cotidiana o en la literatura fundamentalmente de los autores rusos como Dostoievski o Tolstoi. Parte entonces de lecturas, de una sensibilidad personal, pero en especial de la observación directa de escenas para pensar acerca del alma infantil.

Milena, quizá estaba al tanto del giro escandaloso producido en Viena por el psicoanálisis, acerca de la concepción de la infancia y lo infantil, la sexualidad como factor esencial y el retorno de lo reprimido, en tiempos no cronológicos, significados una y otra vez, valiosos por su incompletud y por sus sentidos y sin sentidos intermitentes.  Aunque no sabemos que haya leído a Freud, sin embargo, podemos encontrar algunas consonancias, en ciertos fragmentos que transcribiremos para comentar junto a algunos hallazgos del terreno de lo ético.[1]

La mentira infantil

Freud en 1905 en especial con “Tres Ensayos para una teoría sexual”, es donde asienta aún más, el carácter fundacional de su conceptualización sobre la infancia. Lo polimorfo sexual, el placer autoerótico no dado de antemano, lo no instintual. Bajo la égida de lo pulsional, el objeto de elección, amoroso y sexual, es móvil, diverso. Por lo tanto, la lectura que el psicoanálisis aporta afecta la noción de normalidad establecida y des- inviste a la infancia de una pureza, inmaculada.  En 1913 Freud escribe “Dos mentiras infantiles”. Allí le da un estatuto de verdad a la formulación de mentiras en la infancia, en tanto invención ficcional, salto simbólico e inaugural respecto del descubrimiento de que el otro no puede saber todo respecto del propio pensar. Es una forma de proteger el pensamiento, de tener un secreto, producto de imaginación y de ocurrencias verbales. No moralizar los hechos ni despreciar el propósito de la mentira, en tanto verdad semi-dicha, es esencial, acentúa Freud.  Sin duda los derroteros que tiene el arte de mentir y la mentira en cada situación, es un vitraux de múltiples engranajes, a veces como padecimiento. A su vez la lectura que pueda hacerse de la misma en la adultez, es diferente, puede ir del síntoma sufriente a la impostura o la canallada.

 Milena transmite que en tiempos infantiles se percibe con toda la piel, con el corazón, con la mente. La piel, esa envoltura primera. Se absorbe con el ser, la atmósfera de misterio, que quizá puede convertirse en miedo, en horror o en falsa explicación. Está atenta al misterio. En la niñez, dice, se encuentran las semillas de sensibilidad, que surgen a lo largo de la vida y en la adultez se “reacciona con el mismo gesto” como desde muy pequeños. El niño puede muy bien distinguir cuando se lo trata en forma genuina o impostada para complacer. Todo el artículo le da valor al respeto por singularidad de cada niño o niña, aunque acerca de la mentira infantil la autora es categórica respecto de no moralizar la respuesta:

 “Padres que obligan a sus niños a obedecer, simplemente porque es un niño y ellos son padres, enseñan a ser mentirosos, porque la mentira es la única defensa que tiene un niño contra la autoridad que no puede entenderlo. Padres quienes castigan a un niño en su primera mentira, cometen un crimen, un niño nunca miente poque si un niño miente, es impulsado por una necesidad, defensa o resistencia contra algo a lo que se opone con su ser entero, cuando su mente aún no puede oponerse”

Por un lado, ubica en algún sitio una “primera mentira”. Aquella que inicia la sorpresa para la infancia de la magia de su invención. Si el adulto no juega el juego, asesina una creación.

Segregaciones en juego

Hay un párrafo, que trata otras cuestiones y que nos llama a especial interés. Relata una escena con niños y niñas, al aire libre, a quienes ella se detiene a observar. Es una especie de “ilustración” que pone en cuestión la suposición de la creencia en la existencia de una bondad especial en la niñez, sin inclusión del odio o la maldad, como parte la misma. Desde ya, distintas de aquellas que le conciernen a la implicación en un adulto.

Transcribimos la escena:

 “Este año vi a algunos niños citadinos soplando burbujas a través de un sorbete. Era en el límite de una pradera, el sol brillaba y las burbujas eran lustrosas y coloridas, tan fascinante que me detuve a mirarlos. Estaban alegres, amigables, entusiasmados y todo andaba muy bien- hasta que apareció un obstáculo.

Viéndose atraída por el extraño esplendor, una pequeña niña que cuidaba unos gansos se acercó al grupo de niños. Muy tranquila y sin interferir en absoluto. Sin embargo, los niños la atacaron con tanto enojo que quedé atónita. La pequeña tuvo que irse; pero no logró resistirse mucho. Las burbujas volvieron a atraerla como un imán y luego de un rato regresó, y se paró al lado del niño que soplaba burbujas devorando las esferas de color con sus ojos. Esta vez fue peor. Ni un sólo niño la defendió; no se le ocurrió a ninguno ser bueno con ella. Hasta podrían haberla lastimado si yo no hubiera intervenido. Lo más curioso fue lo que pasó después: cuando pregunté por qué no la dejaban mirar, un niño con vergüenza dijo ‘no lo sé’. Una niña un poco mayor, que tal vez supuso que esa explicación no me alcanzaba, agregó ‘ es tan extraña’. Ciertamente la pequeña lo era. No tenía zapatos ni medias, su cabello rubio estaba aclarado por el sol y tenía una colita de caballo y pecas. ‘Pero es una pena. Seguramente quiere mirar y divertirse’, intenté explicar. ‘Entonces que mire’ decidieron los niños. Ambas, la niña y yo, entendimos con claridad: no se trataba de bondad sino que más bien obedecieron.”

¿Que leemos? Hay un juego que funciona, entre un grupo de niños y niñas, quienes son conocidos entre sí.  Milena los mira jugar. Su presencia parece en inicio no interferir, están alegres. Una niña que viene de “afuera” un huésped extranjero en la escena lúdica les hace de interferencia. Una niña que mira con anhelo impedido. Milena mira esa mirada atenta “de la ñata contra el vidrio” y es testigo de una segregación incluso cierto maltrato que se ejerce con una niña con carencias. No la incluyen en el juego, pero la registran con hostilidad ¿Qué estatuto tiene esa segregación en la infancia?

“La compasión por el sufrimiento, deformidad y dolor no es una emoción innata, así como sufrimiento, deformidad y dolor tampoco lo son”, un niño no las conoce desde siempre, va registrando en su recorrido de transmisiones dice Milena. En el acontecimiento relatado con el juego de las burbujas, están atravesados por algo que desconocen, de lo que no pueden dar cuenta, o que no se puede dar cuenta en la infancia, pero despunta una vergüenza, que insinúa lo que trasciende la intención. ¿Están bajo afectación de coordenadas de la época en un creciente contexto de atmósfera de entre guerras? Probablemente ¿Por qué no la dejan jugar? “No lo sé”, responden, o “es extraña” dice una niña más grande aclara Milena Una ajenidad en el semejante, en el par, que lo convierte en un prójimo extraño a “su burbuja”.  Queda descartada desde ya una responsabilidad respecto de la segregación en tiempos de la infancia, pero establecemos una pregunta, un enigma, en aquello que hacen recaer incluso con cierta ferocidad sobre un par.  La hostilidad, el enojo, en ese caso no era parte del juego. Acciones, que podrían darse en una escena de actualidad en una plaza, en una escuela.  Esas acciones están articuladas, comandadas de forma inconsciente desde otro lado, en el campo del Otro: padres, cultura, educación, contexto, a dilucidar a leer, a pensar.[2]

Con obediencia, no con deseo de incluirla, aceptaron que la niña “mire”. No hubo al parecer una transformación grupal de la posición que sostenían. En ese poco, la niña igualmente seguía quedando como intrusa sin formar parte.  Pero, lo que se transforma son las condiciones del juego.  Ya no tiene sentido.  Se detiene un maltrato, aunque se pierde un juego que está condicionado a cierta escena.  Ella les demarcaba un lugar otro que mantenían a distancia de sí, pero no indiferente.

 

[1] En este caso, los fragmentos fueron traducidos y revisados de la versión traducida al inglés en “The Journalism of Milena Jesenská” Berghahn Books New York, 2003, junto a una amiga y colega Moira Iglesias. Acordamos con Moira que en principio asienta Milena su posición ética respecto de una ética en la infancia.

[2] Moira Iglesias dice: El juego se vio interrumpido por un obstáculo. Lo extraño de aquella mirada de la niña suscitó un rechazo inmediato que interrumpió con hostilidad el decurso alegre y apacible del juego. La tromba pulsional rasgó la tela de la zona de encuentro compartido modificando las condiciones de resguardo que el jugar requiere. 

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