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Segunda declaración – Marines de los Mandarines (20/03/2001) // Colectivo Situaciones

-¡Voto por Cuba!-

«Los Marines de los mandarines,
que cuidan por vos las puertas del nuevo cielo…»

Desde que el capitalismo redujo la democracia a un procedimiento institucional «mínimo», quedó identificada con la idea del voto.

«Lo democrático» es aquello sobre lo cual se puede votar y así «los democráticos» son quienes se someten a votación. Ciudadanos, finalmente, son tales en la medida en que se consideran aptos para votar. He aquí el «abc» de la democracia (realmente existente).

En la última votación en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, por una elección simple -y con la diferencia de dos votos-, se resolvió una «condena» a Cuba. Esto implica una nueva recomendación para que la ONU «inspeccione» la situación de supuestas o reales violaciones de los derechos humanos en la isla.

Los derechos humanos quedan así definidos como algo natural y perteneciente a cada hombre de bien, dispuesto a jugar el juego de la democracia. Su garantía última la constituyen las instituciones del mundo global.

Los derechos humanos ya no son algo por lo cual luchar, como en la época del Che Guevara, época en que un jovencísimo Castro era eufóricamente festejado por muchos, incluso muchos de quienes hoy votan lo que votan y opinan lo que opinan. (Cuba ya no es la misma, sin dudas, muchas cosas han pasado. Pero nosotros sostenemos que, con todo, Cuba no cambió tanto como lo han hecho los antaño rebeldes, que hoy hacen «política seria». ¿Cuándo fue que los logros y las luchas del pueblo cubano pasaron a ser «poco importantes» para tanta gente «progre»?).

Los derechos humanos ya no son tampoco la lucha de los pueblos por un mundo mejor. No, esto ahora es tildado de «totalitarismo» (y frente a ello, no queda más recurso que el grito de guerra: ¡Nunca más!).

Los derechos humanos ahora son un «modelo» como de auto, o de mujer, sólo que aplicable a un país. Son un formato al que someterse, un diseño «for export», impuesto por la «gente de bien», que cree en la libertad individual.

Los derechos humanos son, desde hace unos años, una condición del libre mercado y la civilización occidental. Los derechos humanos, son también, un nombre para medir la obediencia de los pueblos, las personas y los estados a la norma que rige nuestros destinos. Y, a la vez, es un nombre cuya historia fue una y otra vez bandera de luchas, como sucedió en nuestro país. Por ello, cuando se habla de derechos humanos, desde el poder, lo único que se hace es cometer un absurdo. Los derechos humanos se entienden de dos formas: o como arma de los pueblos contra el poder, o como forma de los poderes para modelar el mundo. Y los gobiernos lo utilizan siempre en este último sentido.

El voto contra Cuba es un «acto democrático», perpetrado entre gente irreprochablemente «democrática», y «triplemente democrática» por el hecho de ser aplicado contra un pueblo y un gobierno de un país considerados como «altamente indemocrático».

Por supuesto que los líderes democráticos debieran haber oído la voz del pueblo argentino, que dice «no», que hay que votar en contra del bloqueo. Así, cabría la posibilidad de un voto más democrático aún si se hubiese recurrido a una votación «extra»: la encuesta de opinión. El «consensómetro». Pero justamente, la democracia admite sin problemas que en los temas que no son de fondo, la legitimidad de los hombres más votados pueda esquivar, de vez en cuando, a la opinión pública. Los representantes son dos veces democráticos, por ciudadanos y por votados y, entonces, claro, se toman sus atributos, «lógicamente».

Un eventual voto contra el bloqueo hubiese sido «más democrático», por más adecuado a los consensos reales de nuestro pueblo. Pero lo que no hubiese cambiado, es el hecho de que los presidentes y sus ministros sigan votando cuál será el próximo pueblo sobre el que descargar sus moralejas y sus misiles.

Lo curioso del caso es ver hasta qué punto el juego democrático empieza «entre nosotros», en un bar, charlando «¿vos por quién votás?».

Así, desde abajo, se sostiene toda la estructura representativa que fundamenta nuestra democracia. Si votar es «ejercer la democracia» y esto es «hacer política», no hay de qué quejarse, porque los representantes no son sino la fiel imagen de los representados.

No es que De la Rúa sea la fiel imagen nuestra -¡Por dios!-, pero sí lo es en la medida en que la existencia de una esfera «separada» de la política representa algo muy profundo de nuestras sociedades.

¿Por qué «los más votados» votan contra Cuba?

Porque «hace falta», porque garantiza algún «blindaje», porque Cuba no es «como nosotros» -ellos «no son democráticos»- o simplemente porque Fidel ya no va bien en este mundo y ¡hay que pegarle un codazo! (Los hombres de ideas democráticas -¿progresistas, no?- pueden sonreír. ¿»O no es hora ya de sacar de escena esos anacrónicos uniformes verde olivo que tan violentamente «afean» este mundo?).

Se vota por todo eso: porque la democracia se ha vuelto el sólo hecho de votar. Y porque reina como evidencia incontestable que existe un «espacio separado de la política», que tiene «sus razones» y que funciona a tal punto que todos los políticos, y muchos militantes, sólo sueñan con llegar allí. Se vota porque nadie quiere quedar afuera de la democracia y porque el uniforme de Fidel, por «fuera de época» y absurdo que les parezca, les pone la piel de gallina a todos quienes se arrepienten de haber pensado con cabeza propia y haber luchado por aspiraciones de justicia. (¿O alguien cree que Fidel es sólo Fidel?).

Cuba está en guerra, y si no pensamos en estas cosas, descubriremos que esta guerra es contra nosotros. No «repudiamos» al gobierno argentino porque votó «no estratégicamente», sino por todo lo contrario: porque actuó como casi todos nosotros, «por conveniencia». Y si hay algo que condenar es esa «conveniencia» que nos impide entender ya nada del mundo, y que obliga repetir lo que dice la norma hegemónica, a eso que tan acertadamente se ha llamado desde hace décadas, los «dictados del imperio».

Hasta siempre,

Colectivo Situaciones

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