Anarquía Coronada

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Amistades // Barrionuevo Toxico

 

Soy amigo de un pibe zombi y no cabe duda que se trata de un asunto de percepción. Es una amistad insólita que coquetea con la complicidad, con intuiciones mutuas, un vínculo que se cocina en la remundancia.

Pero no se apresuren, no estamos hablando de la amistad tal cual hablamos siempre, ni la que arrastramos desde la infancia o la escuela. Ni la de gustos o inquietudes comunes. Tampoco de las que bastan sólo con una mirada, nada parecida a la del barrio, menos aún la que banca en momentos difíciles, ni de la amistad consejera o del amigo en que se puede confiar siempre. Desconfiar del amigo o confiar sin confiarse; desconfiar del pibe zombi y viceversa él de mí. Siempre está la traición en esta amistad, el mordisco por la espalda, el consejo a mano, la transmisión o el ataque. La mutua desconfianza seguramente es el elemento más fuerte de nuestra amistad, el que la mantiene viva.

En una amistad como ésta no nos esforzamos en buscar ideas o palabras comunes. En verdad no hay palabras. Aunque balbucee, entiendo lo que quiere decir con sus gruñidos. Nos entendemos sin tener que explicarnos. Hay algo así como un pre-lenguaje común que hace que nos sintamos cómodos. No se trata en absoluto de la comunidad de las ideas, sino de algo bastante más misterioso. Mi amistad con el pibe zombi tiene la talla de una categoría filosófica, de una verdadera condición para transitar vorazmente estos territorios remundantes.

Ya sé, ya sé… no se puede ser amigo de un pibe zombi. Sí, ya lo sabemos. No somos iguales, no vivimos lo mismo, no padecemos lo mismo; ¿dónde quedaría la “responsabilidad” si fuésemos realmente “amigos”?, ¿y la “distancia”? Ocurre que sólo a partir de la violencia, el humor y del misterio de esta amistad que nos arrolla y nos empuja a producir; nos permitimos salir y generar situaciones. Nos volvemos mutuamente misterios.

El misterio de la vida cuando la entendemos como emisión de signos. Pura emisión. Signos que tenemos que interpretar, signo sobre signo, sin código. Queda dicho: no hablamos de entender palabras determinadas, ningún argot en especial. No se trata aquí de un asunto de traducciones. Sino de un asunto de intercambio de signos, de percepciones y repercusiones. De estar contentos, cómodos, preocupados –genuinamente preocupados–, de estar riéndonos, quejándonos, de estar también gestionando. De estar intercambiando, sin funciones. Tal vez los dos percibamos –y esto sea lo que más nos une– los signos de este  Apocalipsis.

Pedagogia Mutante 2 / Pibe, repugnancia y abundancia

Barrionuevo Toxico

Ed. Tinta Limón 

¿Tanto bondi por un chofer? // Diego Valeriano

 

El guacho esta tirado en una de las camas de la pieza de sus hermanas, es casi el único lugar en el mundo donde nadie lo molesta. ¿Tanto bondi por un chofer?, piensa mientras mira la tele. Los pibes no paran de mandarle audios que él ignora. Llamativamente está tranquilo y careta, pero no deja de pensar que es demasiado alboroto por el chofer. Fue un garrón quedar perdidos en el fondo, andar amanecidos, caminar todo lo que caminaron, estar enfierrados y tomarse el 620.

Todo fue un garrón, desde la mañana del sábado que arrancó y no volvieron. Y también un garrón todo lo que le viene pasando: el escabio, ser tan atrevido y que Caro no lo deje ver a Natahel. ¿Pero tanto escándalo por el chofer de un bondi? ¿Cuántas veces tiró y no supo qué paso después? ¿A cuántos hizo perder sin saberlo? ¿Cuantas veces la agito con el fierro para hacerse respetar? ¿Cuántas veces tuvo suerte? ¿Cuántas balas con su nombre? ¿Cuántas guardias de hospital, médicos clandestinos, enfermeras cura chorros o aguantarla en algún rancho con falopa, amoxicilina y vodka? ¿Cuántas lágrimas tatuadas, cuántos murales en los monobloks, cuántas novias llorando en las guardias tribunales?

Escucha que era el cumpleaños de una de las hijas y piensa en sus hermanitas. ¿Quién me llorará? También piensa en sus sobrinitos que vieron cómo el jefe de calle de la segunda les fusiló al viejo en la puerta de la casa, y cómo después se lo llevaron para tirarlo por ahí, diciendo que había sido un enfrentamiento. ¿Quién hace bondi por los pibes que perdieron, por los que murieron desangrándose en los calabozos, por los que cosieron a tiros en los pasillos, por los que caminaron con demasiado desde donde no correspondía?

Sabe que vienen  por él, demasiado alboroto y ya se metieron los políticos. Espera que sus hermanas vuelvan de la escuela para poder abrazarlas fuerte, para despedirse sin que se den cuenta. A la vieja no le va a decir nada, ella entiende todo y segundea siempre, aunque no esté de acuerdo, aunque se desgarre de dolor por los hijos que crio. Buscará refugio en el bajo donde todavía le quedan amigos, se guardará un rato hasta que todo pase, hasta que la gente se enoje por otra cosa, hasta que la tele  hable de otros muertos y después verá.

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