Anarquía Coronada

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Colectivo Vitrina Dystópica.

Valores Fundamentales: Elementos para una crítica a las (no tan) nuevas derechas // Colectivo Vitrina Dystópica

 

  1. Valores fundamentales

 

Hay una serie de estas nuevas. Una serie que se llama The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada, 2017), basada en un libro de Margaret Antwood (1985), en la cual se propone – para variar – un futuro dystópico. ¿Qué sucede en este futuro? Algo ha ocurrido con la fertilidad del planeta y no solo las cosechas son escasas, sino que también lo son los hijos, los cachorros humanos. Entonces, una especie de régimen totalitario se instala en, al menos, parte de lo que era Estados Unidos. Una especie de régimen totalitario que, apoyándose en una suerte de fundamentalismo cristiano, reinstala la más explícita dominación masculina: literalmente convierte a las mujeres que aún son fértiles, en esclavas de la casta dominante, para proveer de hijos.

 

El discurso oficial les llama criadas. El discurso oficial dice que eligieron serlo en beneficio de la humanidad. El discurso oficial dice que esas mujeres y las mujeres de la casta dominante, no son esclavas de los hombres (únicos autorizados a los puestos de jerarquía), sino que éstas fueron liberadas ¿Liberadas de qué, perdón? De la liberal (sic) “ideología de género”, por supuesto, pero también de los opresivos cánones de belleza que el neoliberalismo articula(ba) para su propia mantención. Vuelta a los valores tradicionales, entonces, como forma de salvar lo que queda de “comunidad”, lo que queda de “país”, lo que queda de “mundo” e, incluso, de por fin liberar a las mujeres de esas tontas ideas que conllevaría la ideología de género, pues como lo dice uno de los personajes (El Comandante), ahora pueden dedicarse libremente a cumplir con su objetivo biológico: tener hijos.

 

La protagonista de The Handmaid’s Tale siendo aleccionada. Serie realizada por Hulu.

 

“Según el censo de 2013, la comunidad evangélica en Chile representa el 16,62% de la población, es decir, 3,5 millones de personas, de las cuales 2,5 millones estarían habilitadas para votar: un botín nada despreciable que los candidatos cada vez miran con mayor atención”, así abre la nota sobre “el factor evangélico” un periodista de la revista Qué Pasa, por supuesto de COPESA, en plena “carrera” presidencial de 2017.

 

Esta fuerza religiosa ha tenido un crecimiento disperso, pero sostenido desde el guiño de la dictadura y los coqueteos con los demócratas, lo que la ha convertido, por tanto, en una fuerza política. Aunque no es difícil saber que ya era fuerza política desde el principio, su masividad, pero sobre todo la capacidad de fijar puntos y lograr unidad en la diferencia, es decir, la posibilidad de constituir una axiomática en apariencia muy sencilla, consigue llamar la atención de cada vez más “candidatos”. Y no olvidemos que en nuestra economía afectiva la atención llama a la atención, o sea, redobla su fuerza.

 

“Hay un tema transversal en que convergemos con Franco[1] y que tiene que ver con la vuelta a los valores. Uno de los discursos de Franco es que él no le debe nada a nadie, no tiene compromisos con el mundo financiero. En ese sentido estamos de acuerdo… – explica el pastor Molina, acompañado de su esposa [la pastora Zuñiga], en un café vegano budista de Providencia”. Franco, esta vez fue apoyado por un partido que se llama Unidos en la Fe y, a pesar de lo tenebroso del nombre no es este movimiento el “principal” peligro, sino la axiomática que articula.

 

La “marcha por la vida”, fue un momento fundamental consigna Qué Pasa, pues se reunieron católicos y evangélicos, superando sus “históricas disputas”. Esto fue posible, pues como señala, el antes UDI y hoy también independiente, José Antonio Kast: “[coincido] plenamente con la mirada valórica que ellos tienen, en todos los temas provida (…) estoy convencido de que una política de género es muy dañina para la sociedad y en lo [último] que coincido es en la libertad”.

 

Marcha «provida», Santiago de Chile, 2017. Foto autoría desconocida (se agradece información)

 

 

  1. Puritanismo y finanzas

 

¿La libertad? Cualquiera que mantuviera aun al menos cierta inquietud, estaría tentado a preguntarse algo como eso, de qué libertad me habla Kast. Y cabría adelantar así en bruto, velozmente, una hipótesis: la libertad de no mezclarme, la libertad de protegerme. ¿Qué? ¿Entonces, ya no es la libertad de consumir, la de elegir, la de explotarme, la de ser un individuo, todo eso que, sabemos, es la cumbia del neoliberalismo? Sí, claro que lo es, pero renovado ahora sobre un discurso de la comunidad. Los solos constituyeron comunidad y, por cierto, atravesada, enarbolada, ensamblada por el miedo.

 

Prototipo barrio cerrado «cul-de-sac», o sea, con calles sin salidas. Foto Plataforma Urbana.

 

 

Si el principal elemento de consumo era en realidad un estilo de vida y, entonces, todo lo que consumíamos se trataba finalmente de la propagación del modo de vida imperial. Y si, por cierto, esa democratización de las posibilidades se desmentía una y otra vez en la deuda, mostrando toda la articulación valórica neoliberal al modo de los libros de autoayuda, es decir, como un inmenso vacío en el que hay que hacer como si todos tenemos ya la vida que se supone debemos tener, porque solo depende de nosotros (y, entonces, fotos en Instagram).

 

Desmentida, también, en su recíproca, es decir en la estetización de la posición depresiva, compañera estructural del como si neoliberal y, por cierto, de la proliferación de la autoayuda y las terapias. Entonces, aun si, o mejor dicho porque se desmentía constantemente, no basta para asegurar la acumulación. Esta comunidad que no rehuiría del vacío, sino que lo buscó gestionar como sociedad de oportunidades, es decir, plenamente nada. Nada más que la obligación tácita de incorporarte a la forma de producción dominante, o morir. Esta comunidad hubo de agregar, ante la catástrofe que es el presente, a lo menos, un axioma: su defensa como tal.

 

 

Famosa marcha de los camiones quemados en 2015. Quemados, como se supo posteriormente, por sus propios dueños y no por supuestos terroristas mapuche. Foto La Tercera.

 

Es que acá todas las frases en apariencia nacionalistas, como America first o Chile para los chilenos, no pueden separarse de otras como make America great again o vienen tiempos mejores. El desmentido constante del reino de las oportunidades ha sido movilizado en favor de la acumulación y no en su contra. El nacionalismo como muchas veces antes, pero quizá con mayor claridad, es vector de una global dominación de clase. Los tiempos mejores que vienen o que vuelven, implican reconstruir aquel fallido paraíso de las oportunidades y si nunca existió, entonces, culpar a alguien. ¿A quién? A los que ingresaron. ¿Cómo trazar la frontera? ¿A quiénes de los que ingresaron expulsar? Pues a quienes muestren debilidad en su fe.

 

Son sospechosos todos, entonces, quienes mediante su ingreso hayan afectado algo anterior, o sea, algo tradicional. Mujeres, homosexuales, migrantes, insistentes. Y, aun así, bienaventurados los esforzados, pues la comunidad será de ellos y ellos serán de la comunidad. El nacionalismo puede menos que la adopción del dogma. La producción del deseo de purificación y su fascismo, es un problema de clase o de casta, antes que de nación. Mejor dicho, es sobre todo un poder de cacería. La relación con las finanzas, entonces, no sería realmente de oposición como quería el pastor, sino una continuidad compleja, incluso para los financistas. Las finanzas especulan con un mundo infinito, los fascismos puritanos saben que no lo es y que, por tanto, hay que proteger a la comunidad, antes que defender la sociedad. Parecería haber, entonces efectivamente, una oposición, pero a condición de olvidar que las formas de exclusión son modos de incorporación en desventaja. O sea, que, por ejemplo, querer cerrar fronteras no significa que no haya migrantes, sino que entran en peores condiciones y, fundamentalmente, dirigidos a satisfacer demandas de grandes agentes financieros. O sea, en condiciones, que permiten mayor extracción de plusvalía, tanto por ser casi esclavistas o, por la obligación de inculcarse el dogma de la producción de valor (para otro).

 

Si se busca relativizar cuestiones como la catástrofe medioambiental, es porque, sencillamente, es indesmentible. Y si eso es así, entonces, se puede movilizar la sensación de que no caben todos. Y la comunidad se muestra en toda su violencia y desea la muerte. Desea la muerte en general, los chivos expiatorios se irán eligiendo. Ahora bien, ese “no caben todos”, supone la mantención del aumento en el crecimiento sobre la apropiación de la riqueza, aun en circunstancias de su manifiesta imposibilidad. Dadas nuestras circunstancias actuales, como ya ha sido dicho, la generación de riqueza descansa básicamente en desposesión de los demás y que, si “los más ricos” quieren seguir siéndolo cada vez más como a hasta ahora, es a ellos a los que les conviene el “cierre de las comunidades” que quiere decir sobre todo controlar el ingreso para su beneficio. Pero dado que hubieron “democratizado” ese vacío como estilo de vida, esa inseguridad, ese miedo como comunidad, el encierro devino genuinamente un deseo colectivo, al que había que ponerle palabras y enemigos. De paso modificar la estructura normativa y así como por valores humanitarios, pero sobre todo tradicionales, abrir el paso a otra tecnología de poder para dar caza a todo cuerpo que amenace a la comunidad de productores de valor (para otro). La inseguridad fue territorializada, por diversas especies de puritanismos que, movilizando el deseo de protegerse, aseguran la mantención de la apropiación de la riqueza en condiciones de catástrofe. O sea, literalmente, administran la ruina.

 

Foto campos de paltas en Petorca, donde el monocultivo de la dichosamente exportada y transada en la bolsa Palta Hass, reventó la capacidad hídrica de la región. Según consta en la web de Radio Universidad de Chile: «desde la segunda mitad de la década de los 90 en adelante pasó de 2 mil héctareas de paltos a más de 16 mil.  La provincia de Petorca es la más relevante en términos de la producción y exportación de palta hass en el país. La provincia concentra un 30,5 por ciento de toda la oferta exportadora del país y ese cambio en la estructura productiva se originó con la plantación de paltos en suelos sin actitud de cultivo y la devastación de los ríos. En este sentido, el Rio Petorca, fue declarado agotado en 1997 y el Río Ligua entró en la misma condición en 2004”.

 

  • Finanzas y catástrofe

 

La mención al mundo financiero no es algo a despreciar. Su despegue se da coincidentemente en la misma época en que emerge la catástrofe medioambiental como problema mundial y que las tecnologías permiten, precisamente, un mercado financiero global. Sin ninguna necesidad de una mesa coordinadora, ni de una gran conspiración, la financiarización de la economía posibilita hacer rentable incluso la devastación planetaria. En ese sentido, tampoco es despreciable que el periodista haya consignado que los pastores se encontraban en un café vegano budista.

 

Vista en el espacio del Roadster de Tesla, lanzado al espacio gracias a la otra empresa de Elon Musk: SpaceX. Foto Infobae.

 

 

Elon Musk, exitoso empresario preocupado por el desastre ambiental, promotor de energías renovables, es también dueño de la compañía espacial privada estadounidense SpaceX, cuyo objetivo es hacer viajes turísticos al espacio y establecer una civilización humana multi-planetaria, ante, digamos, el mismo diagnóstico. Recientemente, lanzó su primer cohete de prueba con el objetivo de enviar a Marte un auto, por supuesto eléctrico, de otra empresa de su propiedad llamada Tesla. El principal objetivo, sin embargo, además de la publicidad, era probar el sistema de propulsión reciclable, es decir, que debía arrojar a la nave al espacio, pero volver a tierra para poder ser reutilizado, pues de otro modo la empresa simplemente no funciona. El primer viaje turístico a la órbita lunar está pronosticado para finales de 2018. Y su declaración parece muy humanista “Esto representa, señala Musk a la BBC, una oportunidad para que los seres humanos vayan al espacio profundo por primera vez en 45 años». Los turistas son dos. Las identidades de los turistas son desconocidas, pero Musk, según consigna la misma nota, asegura que no son de Hollywood y que “ya han pagado un depósito significativo”. No es difícil imaginar, entonces, cuál será la humanidad multiplanetaria.

 

Desde las crisis financieras de los 2000 y los movimientos de 2011, algo evidente queda expuesto: que el motor de la economía financiera es el riesgo, pero que también este tiene consecuencias nada abstractas. Sin embargo, ante la debilidad de la imaginación política de izquierda y el peso de, precisamente, aquellas fuerzas globales, la protección se instala como necesidad básica. Los afectos que movilizaron críticas al corazón del sistema de valorización contemporáneo terminan siendo encausados por retóricas que, situándose como si estuvieran fuera de las finanzas y políticas corruptas, permiten la elección de millonarios políticos evidentemente corruptos. Cambiando el foco de atención, designando a quienes con su sola presencia parecen perturbar el orden de los valores tradicionales como amenazas, logran disponer para su beneficio del terror a la crisis, siempre anunciada como si aún no llegara del todo. Lo único que no se puede tocar no es la nación, es la acumulación. Su vía: las finanzas.

 

7 Policías defendiendo bancos en el extremadamente pacífico Occupy en Madrid, 2011.
Foto Daniel Yustus.

 

 

  1. Cacerías y desobediencia

 

Supongámosle al capitalismo un axioma y solo uno: tienes que producir valor para otro. O sea, alguien debe apropiarse de tu trabajo como fuerza de trabajo, lo que quiere decir, no como un producto concreto, sino como la energía de tu cuerpo, la creatividad, la fuerza, la concentración, etc. Y es sobre todo gracias a la explosión de la financiarización que es posible apropiarse de eso no tan solo en las antiguas fábricas e industria, sino que de manera continua. Desde el trabajo a la “diversión”. Lo que en parte explica la dificultad para saber cuándo se deja de trabajar en las formas de empleo más propias de la economía contemporánea.

 

 

 

8 Propaganda de la empresa monopolistas de tarjeta bancarias, tratando de que compremos TODO mediado por la posibilidad de especulación.
Imagen del sitio de Redcompra

 

Lo anterior contribuye también a entender la importancia de la financiariación frente al agotamiento de la economía material en los 70’s. Así no solo se dispone de una inmensa masa de trabajadores radicalmente precarizados y explotados en los talleres e industrias de las marcas globales, sino que también se dispone de otra masa conectada a un taylorismo digital, explotada menos en sus capacidades físicas clásicas y más en las de procesamiento de información que exige nuestra interacción con las máquinas contemporáneas. Luego, todos arrojados a comprar, publicitar y trabajar gratis corporal y virtualmente para los gestores de la ruina del mundo. Es decir, que lo que no se puede tocar es la financiarización global que habilita la posibilidad de producir valor en condiciones de catástrofe.

 

9 Hace tiempo sabemos que nuestra ropa la hace mano de obra fundamentalmente esclava. La industria de moda rápida, simplemete la exacerba (Zara, H&M, etc.). Foto Nguyen Huy Kham taller promedio industria global.

 

 

 

«Hay que distinguir dos cosas – señala en febrero de 2018 la diputada joven electa de Renovación Nacional, Camila Flores. De lo que hablamos nosotros es de la protección férrea y potente del derecho a la vida del que está por nacer, no del derecho de los que ya nacieron«

 

¿Qué significa defender una vida así en abstracto? Una vida sin ningún atributo, en medio de nuestro modelo de organización es, disculpen si lo ofende señor conservador, la defensa de un cuerpo-batería del cual es susceptible extraer valor desde antes que diga su primera palabra. Los que ya nacieron deben vérselas por ellos mismo en el reino de las oportunidades que, como dijimos, no es otra cosa que un inmenso interregno repleto de nada más que la obligación de vender tu fuerza de trabajo. Y, bueno, si fracasa, se le podrá extraer valor como desecho.

 

10 Escena de The Matrix. Neo despertando en medio del campo de baterías humanas.

 

El problema comienza si es que se resiste. Y acá resistir no quiere decir nada muy tremendo en primera instancia, tan solo, por ejemplo, no querer seguir soportando lo que cierto feminismo llama brecha salarial o, el elemento estrechamente asociado, del trabajo doméstico no pagado. O si a las y los migrantes, se les ocurre tener los mismos derechos que los otros animales humanos que, casualmente, nacieron dentro de una determinada organización jurídica que, algunos adoran como “su país”. Cualquier cosa que amenace la mantención de la acumulación, o sea, la capacidad de desposesión. Para qué decir si lo que se quiere es defender otra forma de vida. Ahí la intensidad de la guerra civil en curso se muestra prístina.

 

11 Policía militarizada en una de sus constantes operaciones de asedio contra la resistencia de otras formas de vida en el Wallmapu.
Foto El Ciudadano.

 

 

Entonces, ninguna contradicción entre mercados globales y fronteras cerradas. El movimiento de aparente cierre no es otra cosa que un mecanismo de incorporación, a la vez que la articulación de un nuevo paradigma de vigilancia. La producción de la exclusión no busca tanto la expulsión de grupos en su totalidad, como la de aquell.s que se resisten a la mantención de la acumulación exponencial (ninguna sorpresa por Le Pen, entonces). Táctica de demarcación, otorga la legitimación a la cacería de cuerpos que, no queriendo asumir su lugar en la escala de explotación, amenazan con volver a dirigir la atención colectiva al problema tan absurdamente evidente, como aparentemente invisible, de las inadmisibles tasas de ganancias de los especuladores de todos los países que poco importan ya. Tan inadmisibles que los más exitoso de este modelo no pueden sino imaginar la posibilidad de una humanidad interplanetaria para sostener el crecimiento de sus riquezas.

 

12 En enero de 2015 Oxfam publicó un informe titulado «Riqueza: tenerlo todo y querer más». En el informe de 2016, señalan que “En 2015, sólo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones (la mitad más pobre de la humanidad). No hace mucho, en 2010, eran 388 personas”

 

En The Handmaid’s Tale, el régimen totalitario se instala fundamentalmente para mantener condiciones de acumulación (siguen haciendo negocios internacionales, por ejemplo), en medio de la más evidente devastación. La movilización de los valores fundamentales solo permite justificar la nueva escala de intensidades de explotación. Y ahí, uno de los elementos más interesante de esa serie cobra relevancia: el relato de la transición en apariencia imperceptible entre un mundo tal como el nuestro, en donde nos reímos de Trump y Piñera y Macri, a una vigilada vida puritana, en la cual una serie de espacios rígidamente demarcados, permiten la caza, o sea, atrapar y dar muerte, a todo quien los trasgreda.

 

13 En febrero en Santiago de Chile, con base en la humanitaria defensa de una niña violada y asesinada llamada Sophia, personas marchas pidiendo la reinstalación de la pena de muerte en la justicia ordinaria, es decir, la modificación de la pena máxima y, por ende, de toda la arquitectura jurídica nacional.

 

En estas circunstancias, la sobrecodificación securitaria de los sistemas jurídicos nacionales, que incluye la discusión sobre la pertinencia de la pena de muerte, adquiere un cariz político fundamental. No se trata únicamente de las fronteras, de las corporalidades o de la soberanía sobre las vidas, lo que se juega también en este terreno es la modificación del aparato en su conjunto, habilitando justamente a la “ley” como cacería y a sus detentadores, cada vez más intocables, como las aves de rapiña de los cuerpos resistentes al capital global.

 

¿Cómo pensar, entonces, las resistencias nuevamente? ¿Cómo interrumpir en lo local, con el cuerpo y con la tierra, y a la vez en el dominio de la programación financiera? ¿Cómo articular, en estas circunstancias, una desobediencia colectiva? ¿Qué implica, qué significa una desobediencia hoy? En definitiva: ¿cómo devenir, cómo construirnos, un cuerpo-hacker?

 

 


14 Pintura del compañero Papas Fritas, al cual agradecemos por el uso de su obra. La serie a la cual pertenece se llama: Folklor Insurrecto.

 

[1] Franco Parisi, candidato presidencial “independiente” que, para las anteriores elecciones apoyaba el aborto en 3 causales y el matrimonio igualitario, pero luego de volver con su esposa tras haber sido acusado de acoso sexual en Estados Unidos y de unas sesiones de rezos por Skype (según consigna la misma nota de la misma revista), pudo resolver los temas valóricos y rechazar tan erradas opciones.

Del amor revolucionario como insurgencia afectiva internacionalista. A 50 años del asesinato del Che Guevara. // Colectivo Vitrina Dystópica

Dedicado a los internacionalistas chilenos Tirso Montiel, Rigoberto Zamora Sasso y Elmo Catalán Avilés, desaparecidos en la Selva de Beni a manos del ejército yankee y los rangers bolivianos durante el proceso de reagrupamiento guerrillero del ELNB dos años después a la caída en combate de Ernesto Che Guevara.

 

A 50 años del asesinato del Che Guevara, escribir sobre su memoria sólo podemos plantearlo como una inclinación estratégica urgente de parte de las luchas presentes hacia las intensidades combativas acontecidas en la historia pasada. Una pregunta inquieta y desafiante por las memorias de las resistencias y las intensidades vitales que pusieron en juego tornando posible realizar una lectura a contrapelo de la siniestra y totalitaria realidad capitalista del presente, buscando propiciar una estrategia implicante, amical, con las y los que ya no están la cual nos permita definir algo así como un “nosotrxs”. Una pluralidad de modos de vivir y resistir, desde abajo y a la izquierda, haciendo persistir sus cuerpos frente a la condena capitalista de la servidumbre y el terror social con la que se nos diezma.

Totalitarismo transnacional de la deuda, que se acompaña de una reemergencia de las figuras más siniestras del neo-colonialismo y el neo-fascismo, ambas bajo una investidura, nazionalista, (neo)“desarrollista” y extractivista que agota y desertifica los bienes comunes de los territorios, declarando la guerra a las formas de vida que en ellos aún resisten y ejercen efectivamente la autodeterminación, como en el caso de nuestros pueblos indígenas. Al mismo tiempo, esa desesperación es alimentada por máquinas que vierten sobre la subjetividad de todas y todos, convertidos en espectadores de nuestra propia miseria, un goce con la crueldad a la que estamos expuestos diariamente, normalizando un trato insolente, aislante y desensibilizador con todas las expresiones de malestar y dolor social que lastimosamente componen el retrato de nuestra sociedad contemporánea.

Sin duda, la normalización del terror social, el aislamiento y la desensibilización, acompañadas de ortopedias identitarias que rebrota el facismo para permitir “aliviar” la incertidumbre y confusión con que nos contiene el capital en estado de impotencia frente a la derrota permanente, son las nuevas figuras del enemigo con la cual se reorganiza la lucha de clases en un contexto en que el capitalismo torna invisibles los rostros de los administradores de la miseria, o apela al borramiento de las fronteras para las vidas devenidas mercancías o empresa, no obstante las recrudece para las vidas que, expoliadas por la banca y el trabajo precario, se vuelven a la migración. Explorar la dimensión sensible y afectiva de los mundos en resistencia, se torna una exigencia histórica frente a este contexto globalitario de guerra económica en la cual todas y todos son abstraídos de sus capacidades transformadoras y empáticas a condición de ser “integrados” a la máquina financiera como cuerpos a los cuales no podamos dignamente llorarles ni menos vivir el duelo que les significará ser apresados, desaparecidos o embargados por resistir la muerte.

“El hombre está dirigido por un frío ordenamiento que habitualmente, escapa al dominio de su comprensión. El ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspectos de su vida, va modelando su camino y su destino…Las leyes del capitalismo… actúan sobre el individuo sin que éste se percate. Sólo ve la amplitud de un horizonte que aparece infinito… (cabría aquí la disquisición sobre cómo en los países imperialistas los obreros van perdiendo su espíritu internacional de clase al influjo de una cierta complicidad en la explotación de los países dependientes y cómo este hecho, al mismo tiempo, lima el espíritu de lucha de las masas en el propio país…)”[1]

Queremos referir antes que al nombre propio del Che, a las fuerzas afectivas y sensibles que su historia y presencia puso en juego y en acto como potencia revolucionaria anticapitalista: al internacionalismo como potencia afectiva e insurgente sin fronteras, por un lado, y al amor revolucionario como conciencia sensible de las particulares condiciones de resistencia de los pueblos explotados, por otro. Ambas articuladas como situaciones de con-frontación, en las que las fuerzas expoliadas por las operaciones trans-nacionales de devastación se ven inclinadas a estrechar alianzas estratégicas entre sí, compartir sus heterogéneas experiencias corporales respecto a las violencias que las mantienen en pie de lucha e interpretar los marcadores afectivos con que cada revuelta expresa, mapea, nombra y traduce las condiciones históricas y materiales de la acumulación capitalista a la que se enfrenta.

Internacionalismo pensado como propagación de “uno, dos, tres Vietnam”, comprendidos cada uno de estos como situaciones de organización e insurgencia estratégicas, en las cuales, las poéticas de la revuelta y los saberes locales desplegados por los grupos minoritarios en pie de lucha puedan volverse imperceptibles a las máquinas de aniquilación imperiales y asestar golpes desestabilizadores a las programaciones trans-nacionales y subjetivas de control capitalista. Por situaciones de con-frontación, articuladas en un internacionalismo materialista y sensible, apostamos por buscar alianzas entre los pueblos que puedan ponerle preguntas a su tiempo y lugar más allá de los marcos con los que se encierra la dignidad en la medida, calculable y capitalizada, de “lo posible”. Mundo de muchos mundos, amistades excéntricas y sin fronteras, que se permitan habilitar espacios de intercambio de acuerdo con la fuerza que puedan desplegar entre sí y como efecto de una práctica de intensificación de sus experiencias vitales, armándonos de nuevas estrategias de autodefensa coherentes a los marcos bélicos en los que se enquista y satura la imaginación política contemporánea. Con lo común del nombre del Che Guevara referimos a una piel y un con-tacto entre las vivencias de las pueblas minoritarias en conflicto, las cuales en torno a una presencia sin fronteras buscaron encuentros y compañías, premisas y lenguajes, narrativas y entusiasmos, para resistir las condiciones materiales del capitalismo imperial más allá de las fronteras y distancias, tanto geoterritoriales como subjetivas, que les aislaban entre sí al yacer  mediadas por un lenguaje del reconocimiento sobredeterminado por una gramática identitarista y chauvinista de los estados-naciones capitalistas.

La fuerza de lo común a la que hago referencia, el Che, la denominó amor revolucionario, e incluso la concibió como una potencia que pasó a constituir un rasgo cualitativo fundamental de toda campaña revolucionaria. En sus textos y discursos en esa fuerza sentimental es que se deposita la guía de toda inclinación insurgente, convirtiéndose en condición de posibilidad de la construcción teórica y analítica de la lucha de clases. En una de sus cartas señalará: «¿Quién ha dicho que el marxismo es la renuncia de los sentimientos humanos (…)?. Si precisamente (…) fue el amor al hombre, a la humanidad, el deseo de combatir la desdicha del proletariado, el deseo de combatir la miseria, la injusticia, el calvario y toda la explotación sufrida por el proletariado, lo que hace que de la mente de Carlos Marx surja el marxismo. Pero, ¿qué lo hizo ser ese intérprete sino el caudal de sentimientos humanos de hombres como él, como Engels, como Lenin? …”. Amor revolucionario como potencia activa de un materialismo sensible, basado en la capacidad de vinculación de los cuerpos y en la expresividad no-lingüística de la condición del malestar de las clases expoliadas como acción transformadora, como potencia revolucionaria. Hablamos de un materialismo que interpreta las condiciones del estado de las fuerzas históricas, antes bien, desarrollando una exploración corpórea de sus potencias deseantes, sus intensidades y vigores, armándose una pragmática revolucionaria sólo desde la capacidad que tengamos de intensificar ese estado subjetivo y corporal de las fuerzas insurgentes en resistencia y persistencia frente a la muerte a nivel mundial.

[1] El socialismo y el Hombre en Cuba, Ernesto Guevara de la Serna, marzo 1965.

 

Texto publicado en febrero 2018 en el Dossier a 50 años de la muerte del CHE de Revista Mala.

Mutación de la soberanía // Grupo de Estudios Discretos Paul K. Feyerabend, Colectivo Vitrina Dystópica.

Mutación de la soberanía:
Frente al sadismo instituyente y el masoquismo meritante, cambiar juntas las reglas del juego.

                                                  Grupo de Estudios Discretos Paul K. Feyerabend.         
                                           Colectivo Vitrina Dystópica.


I
 “Claramente, se está haciendo un modelo Stalin al revés: él decía yo lo obligo que sea estatal. Acá se dice: yo le prohíbo que sea estatal y lo obligo a que sea privado”, señala el rector de la Universidad de Chile, ya que, aunque habría un deseo juvenil de entrar en las universidades “estatales”, éstas se pauperizan sistemáticamente, especialmente con la nueva Ley para la Educación Pública con la cual el Estado corona más de una década de luchas en las calles “por una educación pública, gratuita y de calidad” y la traduce a una codificación “social” de mercado (neoliberal) a través de la obstaculización de la capacidad para acoger a los estudiantes, el debilitamiento de fondos de financiamiento directo, la participación democrática y la autonomía efectiva respecto de los gobiernos de turno, no obstante, mantiene el imperativo “público” de la universalidad.
Y no es que uno esté demasiado a favor de los rectores de lo que sea, pero esta vez expone con singular claridad una fuerza obligatoria del mercado que habría siempre que volver a revisar. La comparación con Stalin, en el sentido de un totalitarismo que “expulsaría” a un cierto Estado de las universidades es interesante, a la vez que engañosa. Interesante, en la medida, justamente del modo en que expone la capacidad impositiva, incluso institucionalmente respaldada, de lo que teóricamente debería implicar sobre todo “seducción” por parte de las ventajas que ofrece el privado. Pero es engañosa, precisamente, porque cabría entender la relación entre obligación y seducción como una de continuidad armónica antes que de oposición. Sadismo de la seducción para el sometimiento. Sadismo que descansa y produce instituciones. Sadismo instituyente.
 El deseo por entrar a las universidades en Chile, está íntimamente ligado a que fue construido como la única posibilidad de “no ser pobre”. Y esto es, simplemente, eso: el “no ser pobre”, gozar del mérito social que significa “hacer como que no lo somos” y disfrutar perversamente de él sobre quiénes demuestran “no tener el ánimo de superación” para dejar de serlo. Deuda contraída de antemano por los meritantes que se agolpan como “acreedores de su propia deuda” frente a un autoestimulante marco institucional neoliberal “que no asegura nada a nadie”, como dijera literalmente el propio Pinochet. Engaño acumulaticio, en la medida en que la obligación institucional ya existe y que adquiere una y otra vez la forma de la deuda que, bajo una economía estrictamente libidinal del emprendimiento y el mérito, permite un goce de autoadministración por medio de algo así como un masoquismo meritante.
De acuerdo con esta infraestructura libidinal del saqueo, las demandas a las instituciones estatales se lanzan al vacío, porque el Estado, al menos este Estado, dista mucho de ser el lugar de la inclusión infinita, estando estructuralmente dispuesto y depuesto a la vez, como parte de una situación estratégica mucho mayor. Acá, la famosa crisis o achicamiento del Estado, nunca fue otra cosa que el nombre de su increíble capacidad para autodestruirse o, mejor dicho, para dejar anclada, instalada, insertada en su mismo seno, su punto de fuga: la acumulación privada.
II
Santiago Maldonado desaparece en medio de protestas contra la arbitrariedad judicial en el caso del lonko Facundo Jones Huala. Facundo había sido detenido en mayo del 2016, en medio del uso que el grupo empresarial italianio “Benetton” hace de las fuerzas del Estado argentino, para apropiarse “legítimamente” de una exuberante cantidad de tierras en la Patagonia. De hecho, Benetton posee casi un millón de hectáreas, convirtiéndose en “dueño” mayoritario de una gran porción del territorio argentino. Las comunidades mapuche en resistencia, por supuesto, no tienen ninguna razón para reconocer tal inverosímil apropiación y, por tanto, no se dejan expulsar. Aun así, el año pasado la justicia había dado por cerrada la causa contra el lonko, puesto que los testimonios habían sido obtenidos bajo torturas. Y ahora, nuevamente, en 2017, Chile solicita la extradición, por actividades terroristas, y es detenido. Y Santiago Maldonado desaparece.
La institucionalidad que despliega la obligación, es articulada por élites locales, atravesadas por fuerzas que pretenden la acumulación global e ilimitada. Lo que significa que el extractivismo, la expulsión, destrucción y saqueo de las tierras locales, está íntimamente ligada al completo desinterés que tienen los inversionistas, respecto de los lugares físicos donde aterrizan sus flujos de capital, en apariencia, espectrales. Lo único que requieren es asegurar sus inversiones. Y para ello buscan, por cierto, hacer del estado otra de sus armas. Y la primera arma del estado neoliberalizado es la seducción como fuerza obligatoria del mercado a través de la cual se estetiza y decora la devastación de territorios y comunidades por medio de una compulsión perversa que prioriza la satisfacción individual del consumo antes que una pregunta ética por la dignidad de las comunidades. Compulsión publicitaria a una forma de vida, al movimiento frenético, a las autopistas y los edificios altos, a los celulares y televisores plasma, al emprendimiento individual y la autonomía de la autoexplotación. En fin, compulsión hacia todo aquello que se suele mostrar cuando se quiere hablar del progreso o de la virtud del modelo chileno, recurrente y siniestro ejemplo de desarrollo comercial y mercantil al sur del sur global. Obligación de dejarse seducir que se ancla en la desposesión y que, por tanto, si se le resiste, reaparece como estrategia de criminalización. De ahí que, la condición de cualquier inclusión prometida, sea la exclusión de cualquier aspiración distinta a la posibilidad de ser explotado y la neutralización de cualquier capacidad afectiva, vinculante, empática y responsable, por lo tanto, la desafección entre las y los sujetos con otras formas de vida.
III
Si el Estado fuera la idea de Estado, entonces, claramente la soberanía se encontraría amenazada, en tanto, se perdería la posibilidad de incidir democráticamente sobre aquello que acontece en el territorio que habitamos. En cambio, si entendemos el Estado como una resultante, un producto final, entonces, esta forma-estado y no otra cosa, es lo que tenemos debido a la situación singular de las fuerzas políticas. Y las fuerzas políticas, no son, ni han sido nunca sinónimo de “partidos”.
De ahí que, no cabría entender el neoliberalismo, sino como esa particular mutación de la soberanía que se articula en base a una arquitectura global de saqueo que ensambla estratégicamente un sadismo instituyente e invierte en infra-economía libidinal de la inmovilización, la desafección y un masoquismo meritante. En ese sentido, un Estado no se opone a la expansión del mercado, sino todo lo contrario, es impulsado a transformarse en brazo a(r)mado de la inversión global, la cual se nos ha señalado una y otra vez es, de hecho, la fuerza motriz del propio estado, toda vez que su éxito se mide en cifras macroeconómicas. La desmercantilización no está ya íntimamente vinculada a las instituciones del estado y, es más, buscará ser mostrada, como lo ha sido en Chile sistemáticamente desde la década de los 80, antes como un defecto técnico, que como una apuesta política válida. El proceso de acumulación global, el neoliberalismo o el neoextractivismo si queremos, tiene en esta articulación sadico instituyente y masoquista meritante uno de sus elementos centrales y TERRORISMO es el nombre de su nueva campaña conjunta.
IV
Al día siguiente del golpe de estado en Chile, la dictadura envía a los militares a pintar de blanco los muros de la ciudad, anteriormente cubiertos con murales que indicaban el momento histórico que se sentía atravesar y, por ende, al mismo tiempo, contribuía a construirlo. Ese gesto tan temprano, expone una preocupación mayor por los destinos de los espacios compartidos de la ciudad. Espacios que, en efecto, son aquello que hacen una ciudad y es en la ciudad, donde es posible involucrase con los asuntos comunes. Por ello, la difusión del miedo es fundamental para despejarlos. Convertirlos en inhabitables, hacer emerger peligros por todas partes. Y, por tanto, que el orden aparezca como lo más deseable. Muros blancos, orden y progreso. Deseo de seguridad, por tanto, de policía; tolerancia a las inspecciones, a los controles; entrega de información, construcción de las conductas sospechosas: ¿por qué no tienes Facebook?
Y el deseo de seguridad es solidario con la inercia del pacifismo. No se trata aquí tanto de una incitación a la violencia, como de una reflexión sobre los métodos. ¿Exigirle qué a quién? ¿Qué me cabe esperar de aquel que va dirigida mi queja? La demanda a instituciones cuya inscripción dentro de las fuerzas políticas no se conoce del todo o, incluso peor, se conoce, pero se hace como si realmente no fuera tan así, nos hace jugar dentro de unas reglas que, finalmente, refuerzan más aquello que ha hecho brotar la necesidad de su transformación. Brutal es el ejemplo de las leyes de la educación en Chile que, fruto de extensas y enormes movilizaciones tanto en 2006, como 2011, no terminan sino por hacer más intrincado el problema, manteniéndolo y gestionándolo en su ruina administrativa y económica. Y hay aquí un problema fundamental, como apuntara Pedro Yagüe en Lobo Suelto: el vínculo entre violencia y política.
La inercia de la marcha democrática, lleva a buscar excluir toda forma de violencia, como manera de protegerse de la brutalidad policial, pero también como forma de seducir a los medios de comunicación, apresurándose a aclarar siempre el carácter completamente pacífico que tiene la manifestación. Y el problema no es que sea pacífico, sino que los grandes medios no articulan, ni informan, ni transmiten nada hacia ni desde la opinión pública, sino que la construyen. La arman, la producen, es decir, juzgan los movimientos que transmiten por las pantallas y, con ello, los neutralizan cuando éstos pretenden recibir la supuesta aprobación de un supuesto telespectador, olvidando cualquier mediación. Por ello no sería extraño que las policías fueran ellas mismas las que ocasionan los disturbios. En efecto, con las marchas estudiantiles el horario de los enfrentamientos coincide incluso con la transmisión del noticiario del almuerzo. Sin embargo, esto no implica que toda la violencia sea un montaje, así como no implica que haya que excluir toda violencia por ir contra un “orden democrático”. Con base en estos procesos de reconfiguración de la noción de soberanía, en donde el Estado deviene brazo armado de otras fuerzas que, sin embargo, utilizan sus antiguas atribuciones, el “monopolio legítimo de la fuerza” para ser concretos; no es posible entender el orden democrático, esta paz social y ciudadana[1], sino como una intensidad de la guerra y, entonces, se hace necesario desbloquear el pensamiento sobre el vínculo violencia y política, sobre todo para dejar de ver política allí donde hay violencia y, en consecuencia, ser capaces de examinar las políticas de la violencia, para pasar de la inmovilización sacrificial a una ofensiva sensible.
V
GRITA TU NOMBRE. La avanzada neoliberal latinoamericana bajo la forma de una campaña del desierto corporativa orientada a una pacificación devastatoria no puede concretar su estabilidad basada en extracción, acumulación e inversión si no es por medio de la guerra, de la producción sistemática de terror y miedo, de amenaza y crueldad. Durante los últimos años Brasil, Argentina y Chile no han dudado en hacer usufructo de las técnicas de muerte y desaparición que dejaron impresas las dictaduras para justificar «la seguridad» de inversiones que trama la mediática idea de «paz social». La «paz social» del consenso neoliberal lleva el nombre de Santiago Maldonado, lleva el nombre de José Huenante[2], lleva el nombre de Macarena Valdés[3] y gritar sus nombres significa poner en evidencia los procedimientos de muerte que los Estados Democráticos neoliberales, como operarios de choque del mercado financiero, ejecutan sobre quienes se inquietan con vivir de otra forma, con vivir a cuidado del sadismo instituyente y las economías libidinales de un masoquismo meritante. “Grita tu nombre” decían las compañeras y los compañeros a quienes eran tomados por la fuerza y detenidos en la última manifestación por Santiago Maldonado, una única forma de diálogo en un estado de violencia y hostilidad represiva sin parangón, con excepción de las peores escenas de las dictaduras, convirtiéndose en un llamado a cuidarnos, a reconocernos y extender sensibilidades afectivas en medio de esta campaña conjunta, de esta operación Cóndor del último tiempo. “Grita tu nombre”, como una exigencia histórica que nos sacude y obliga a compartir los malestares que nos son comunes, es también el cuerpo de una ofensiva sensible capaz de desprogramar la economía libidinal de la rendición y habilitar nuevos códigos y prácticas de acción y autodefensa posibles entre nos, porque la guerra en curso al estar organizada bajo una gramática de «la nueva paz social» y de la inmovilización sacrificial nos quiere desaparecer. Quiere desaparecer los ánimos y los deseos de vida que se ponen en juego en cada revuelta, en cada amistad. Quiere desaparecer la capacidad colectiva de nombrar nuestro tiempo presente, de nombrarnos juntas. Quiere desaparecer la capacidad colectiva de cambiar las reglas del juego.


[1] Fundación del Agustín Edwards, dueño del periódico golpista El Mercurio, fundada una vez formalmente terminada la dictadura, para liderar el proceso de desplazamiento del discurso de la seguridad nacional al de la seguridad ciudadana.
[2] http://www.elciudadano.cl/justicia/puerto-montt-familiares-recuerdan-a-jose-huenante-a-12-anos-de-su-desaparicion/09/03/

[3] http://www.eldesconcierto.cl/2016/10/20/el-feminicidio-empresarial-de-la-activista-macarena-valdes-munoz-en-liquine/

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