Anarquía Coronada

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Colectivo Juguetes perdidos

todo lo que se pudre forma una familia // Leandro Barttolotta

Peta maneja un camión Iveco y Hongo corre detrás. Pero la amistad entre ambos es anterior a la división del trabajo que impone la recolección de residuos. Se pierde en noches de agite en murgas, plazas o centros culturales, jornadas de militancia y laburo barrial, corsos y recitales de rock. En parte por esas densas biografías barriales, por tener activo un gps catastral de la ciudad de Quilmes, se ganaron el laburo.

“Empezamos pidiendo un camión y armando un circuito, después nos pedían ‘tres camiones por día’ y dábamos vuelta para llenarlos. Llegué a pasar toda la basura de un ‘rolon’ -el container que instalan en los barrios a los que no accede el servicio de municipal- con la mano. Al tiempo y viendo que laburábamos nos ofrecieron la zona del centro”, recuerda Hongo que alterna el atletismo de la recolección con algunas horas como profesor de educación física.

Además de armar de cero un equipo de trabajo que completan otros dos corredores y un “achicador” -pibe que recibe una “ayuda” del sueldo de los propios laburantes y va juntando las bolsas de residuos
en esquinas, adelantándose al circuito del camión y agilizando la tarea de los que van en el estribo- el conocimiento de la ciudad les permitió reconocer las zonas conflictivas en las que por densidad poblacional se produce más basura, las avenidas que son arterias principales, los lugares públicos, los barrios en los que no hay canastos y al toque crecen minibasurales.

Un trabajo picante en el que la solidaridad orgánica entre choferes y recolectores refuerza las amistades previas y crea nuevos lazos formando una familia laboral. Enfrentar la precariedad extrema, la rutina extenuante, la indiferencia y el odio de la ciudad cohesiona a los bifes. “Acá no hay otra, si no te hacés amigo perdiste: unos tienen que correr, otros ir apilando la basura, yo tengo que sentarme y manejar; si no sos solidario te cortás la mano, te caés del camión”, sostiene Peta marcando la sociabilidad piola de los sub-25 y en menor cantidad de los sub-30 -los recolectores senior están en el turno mañana- en la que conviven murgueros, músicos, pibes que recién firmaron la condicional, trapitos part-time y mucha vagancia “con cicatrices en la cara y en las manos que son guerreros y nunca te van a dejar tirado”.

 

vahos del ayer

Recolección de residuos es un área morfapresupuesto municipal. En algunos distritos del conurbano entre el 25% y el 45%, superando a educación y salud. En el año 2014 y luego de un largo conflicto con el sindicato de Camioneros, Quilmes municipalizó el servicio que prestaba la empresa Covelia y sus empleados pasaron a ser municipales. Si desde lejos se los ve como una «aristocracia municipal» que cobra los sueldos más altos, aunque ni a palos se acerquen a los que tendrían con el convenio colectivo de Camioneros, no terminan de ser laburantes municipalizables. Lo cierto es que ante cada pequeño o gran movimiento -si asume un nuevo gobierno o secretario, si pasan a otra área- la mayoría de los choferes, recolectores y barrenderos viven la cotidianidad laboral con cagazo.

Es un mundo fragmentario en el que conviven viejos laburantes ex Covelia que perdieron poder adquisitivo con el traspaso y la brutal devaluación de estos meses y que aún sueñan con la llegada de la reprivatización que les devuelva el adjetivo de aspiracionales, laburantes contratados que ingresaron en la gestión anterior -que ahora padecen la genética antiobrera de Cambiemos versión municipal- y comparten con los laburantes recién incorporados la sensación de que el fantasma del retorno de los privados más que aumentarles los salarios los dejaría en la calle. Pero el último orejón del tarro laburante son los pibes que entraron con el PIL (Programa de Inserción Laboral que incorporó a trapitos y laburantes de la calle) y que oscilan entre esquivar las oleaditas de despidos y seguir corriendo detrás del camión o ser pollos y tener que volver full time a «garrar el trapo».

 

basura de clase

Un jueh rompe el silencio de la noche cuando la ciudad se está por ir a dormir. De lejos parece una onomatopeya de exhalación de algún tenista o un gritito de carrero a su caballo. Algo de eso hay, los pibes que corren van arriando a los camiones. “A mí a la cabina me llega: ooohhheeeehhhaaaahhh. Yo tengo (si están sanos) solamente los espejitos retrovisores; tengo que manejarme sí o sí con el oído. Uno se tiene que poner de acuerdo, no me puedo confundir el vamoooos para que arranque, el paraaaa cuando me estoy yendo al carajo, o el prensalooo prensa…que tengo que tener cuidado porque hay pibes que se cortan los dedos con la prensa”, dice Peta haciendo referencia a las órdenes que vienen de los de atrás.

Cuando se llena la prensa el gritocatarsis habilita una pausa breve en el trote continuo y una pequeña descarga liberadora que se dispara cuando se escucha el crujido destructor que tritura y se traga la basura acumulada. Un boxes más que necesario en medio de una maratón de tres horas que, de domingo a viernes, incluye más de doscientas cincuenta cuadras con calles repletas de edificios y comercios en los que no los dejan achicar y en donde los únicos cuerpos con licencia de runners son los que dan vueltas en la plaza del opulento barrio importado de Palermo.

Pero también desde la cabina se sufre por el tráfico, porque los frenos están hechos mierda, por la impunidad de las grandes camionetas que estacionan en medio de la calle y por el riesgo de que pisen a los pibes. Cuerpos «aplastables» y literalmente descartables para las sensibilidades mickyvainillescas que no distinguen la bolsa de residuo del humano que la carga y cuerpos «verdugueables» para los empleados de seguridad privada y la policía que patrulla la zona. “Hasta que nos conocieron, nos paraba siempre la gorra… por ahí viste que no te dejan ni caminar. Una vez el comando se llevó a uno de los pibes que estaba achicando por averiguación de antecedentes. Te ven dando vueltas por ahí y para ellos es merodeo”, cuenta Hongo.

 

sociología del olor

El plus militante y el amor a la ciudad son también inevitables y aceptadas trampas del corazón que intensifican el sacrificio laboral rellenando con el lomo y las ganas la precariedad urbana. No discriminan zonas ni se hacen los boludos y fantasmean en los barrios más alejados y se recogen los residuos de todo el distrito, aun de asentamientos postergados. Por día levantan entre 6000 y 7000 kilos de basura. En zonas de Solano la cifra puede superar los 11.000 kilos: los domingos y lunes la ciudad explota.

Las andanzas en el lado oscuro y podrido del consumo permiten armar mapitas que muestran la distribución geográfica desigual: “Vos diferenciás la basura de barrios populares de la zona en la que estamos ahora; acá en el centro hay una basura más limpia -ilustra cagándose de risa Hongo mientras Mariano, el más pibe de los tres y que se mantiene callado, sonríe a su lado- cuando ves la basura acá porque se abre la bolsa hay primeras marcas… de tipos que comen rebien: son medio jefes. En otros barrios los residuos son mucha yerba, cáscaras de papa, pañales, pañales y pañales; son bolsas muy muy pesadas”.

Peta -activando sus años de pasilleo en la carrera de Sociología- explica que a la distribución de los residuos y olores por clase y zona geográfica hay que sumarle las diferentes sensibilidades vecinales. “A veces en Solano o en otros barrios de Quilmes Oeste sale el chabón y te dice, ´tomá loco´ y te da una botella. Por más que no tenga nada te ofrece jugo o cualquier cosa para tomar. O tenés que achicar porque llueve y hay barro y se junta mucha cantidad de basura y el vecino te ayuda. Claro que siempre vas a tener los vecinos o las vecinas que te mandan a cagar porque no pasa el servicio hace cinco días y te echan la culpa a vos, pero en el centro es otro mundo; por ahí pedís agua y te dicen ahora vuelvo y no salen más. Tenés que ir a lugares donde el vecino te mira mal, te desprecia; al vecino le molestás porque sos olor”. Simmel, haciendo microsociología con el naso, decía que las impresiones olfativas son las más jodidas de vencer o salvar; como olés te tratan, si olés mal te mal-tra-tan.

Más que falta de conciencia ecológica hay indiferencia y odio de clase. “Yo conozco todos los canastos de la ciudad: conozco cómo vive la gente por su basura -acota Hongo dando cuenta de cómo se puede reconstruir una forma de vida desde sus residuos-, y hay canastos que ya sabés que te tiran jeringas y esos no los ´achicás´, lo mismo que las que tienen vidrios porque te cortan acá -se levanta el pantalón y se baja la «protectora» media negra de fútbol para mostrar las cicatrices en la rodilla-, una vez casi me desangro porque por acá pasa una vena jodida: zafé”. Un laburo a todo ritmo que expone lo insostenible del pataleo de estafados y estafadas de la meritocracia cuando se quejan por «ser profesionales y ganar menos que un basurero». “Hay mucha gente resentida. Igual cuando me dicen eso me cago de risa; no te das cuenta que trabajamos levantando basura, estúpido”.

 

pocos salen vivos de aquí

La basura tiene un ácido que se va comiendo la ropa; un ácido que se siente en el rostro, en los ojos que se irritan y amanecen con más lagañas que lo normal, en la nariz que pica, en la boca que se reseca. Un líquido verdoso que se mezcla con el fierro del camión y que cuando sopla el aire caliente corta la respiración y provoca una insoportable sensación de náusea a la que no queda otra que acostumbrarse. Pero no se trata solo del olor. Los riesgos y peligros urbanos son cotidianos y a la mayoría de los pibes no les pagan insalubridad, lo que contribuiría, según todos los miembros del equipo, a bajar el nivel de ausentismo, “es un laburo en el que a muchos pibes les cuesta ser constantes, más aún cuando te rompés todo el cuerpo laburando y no te dan días ni te pagan insalubridad; salís hasta los feriados, llueve o truene, con angina para que no te descuenten porque te arruinan.

A los cortes, que pueden ser por vidrios o porque algún hijo de puta tiró la rama de un rosal adentro de la bolsa, se suma el desgaste de trabajar en modo frío y calor: bancarse corriendo temperaturas de cuarenta grados o salir a hacer el recorrido con tormentas zarpadas con el riesgo de caerse del estribo o en zonas inundadas electrificarte con los postes de luz, laburar todos los días sin la ropa adecuada o saltando ´doscientas veces al día´ si tocó un camión que tiene un estribo que te llega a la cintura, levantar ´las cajitas de zapatillas en los supermercados Chinos´ que son nichitos para ratas, esquivar los alambres de púa que rodean algunos canastos, meter la mano en un charco sin saber qué carajo hay abajo (siempre imagino que hay bolsas con plata) -tira Hongo cagándose de risa-, o esquivar a los perros salvajes y hambrientos que son también recolectores y compiten a puro tarascón por las bolsas de residuo».

El demoledor ritmo de laburo y las condiciones de precariedad hacen que haya pocos recolectores mayores de cincuenta años: “tenés en el turno mañana veteranos de cincuenta años que son maratonistas, pero son pocos, esto tiene un límite; cuarenta y cinco años, ponele. Por el corazón, pero más que nada por las articulaciones, las rodillas; esto te destroza el cuerpo. Los que llegan vivos pasan a ser choferes o barrenderos que es un poco más tranqui”.

Cada noche finaliza con Peta yendo a volcar al Ceamse de Zavaleta y los pibes acompañándolo. En el camino también se suma cada vez más gente que pide subirse al estribo para que los arrimen hasta el basural. «Ir al vuelco» es el momento más esperado de la jornada: “vamos charlando, comiendo una pizza, escuchando música; si no tenés ese momento para calmarte te vas con una readrenalina -dice Hongo-. Igual creo que eso es lo mejor de estar en la calle: estamos latiendo al ritmo de Quilmes todo el día”.

 

Revista Crisis

Foto: Sebastián Andrés Vricella

Entender sin ortibarse. La Gorra Coronada de Juguetes Perdidos // Diego Valeriano.

¿Donde estan los amigos? se pregunta Diego y dice que amigos son aquellos con quienes reunimos los ánimos necesarios para huir de nuestro tiempo. Huir y pensar nuestro tiempo, nuestro estado de ánimo, los que nos queda de vida. Los Juguetes Perdidos hacen un esfuerzo bien piola para huir entendiendo, para decir lo preciso, para no ponerse ortibas cuando dicen, con lo difícil que es esto último.  

 

Porque cuando se trata de pibes y pibas ponerse ortiba es lo que siempre sale. Se engorran todos: la trabajadora social, el psicólogo, la doña de la copa de leche, los educadores populares, las talleristas, los gendarmes, la pedagoga, la militancia…. todas.

 

Leer la Gorra Coronada me hace escabiar, me pone pillo, me arde el cuerpo, me sonrió. Me lleva a infinitas situaciones vividas, le pone nombre a esas situaciones, me gustaría contarselas. Le pone palabras a cosas que decidimos con otros amigos, a posiciones tomadas a pura intuición, a deserciones urgentes que no pude explicar, a infinitas charlas sin sentido alguno.

 

Son originales y certeros. Mientras los leo me les hago amigo, hablo con ellos, me río, me vienen ganas de decirle al chabon que esta sentado al lado en el bondi que es así, que estos chabones tienen razón, que las palabras son estas, que nadie explica la vitalidad mejor que ellos, que el Macrismo y el Cristinismo son así, que el consumo libera, que el infierno está encantador.

 

Los Juguetes perdidos escriben como chabones, con esa dosis de amor y  miedo que se le tiene que tener a las pibas, con ese gesto segundero que se tiene que tener obligatoriamente con los pibes. Están seguros de lo que dicen y no andan con culpa, no disimulan, no se camuflan, no buscan congraciarse. Creo que no negocian. Corte que andan solos.

A los amigos se los descubre muchas veces de un modo impredecible. Así nos lo recuerda en sus clases Deleuze, cuando les dice a sus alumnos que busquen sus propias moléculas en los textos. Esta afinidad molecular que caracteriza a la amistad es prediscursiva o, en todo caso, difícil de decir.

Diarios del odio – Diario del macrismo // Silvio Lang

Fraternidad estratégica entre el colectivo Juguetes Perdidos y la Organización Grupal de Investigaciones Escénicas

En diciembre de 2015 asumía Macri, con varias batallas electorales ganadas desde el 2013. Sin embargo, en espacio Roseti, festejábamos un año de fundación de lo que supo ser nuestro búnker cultural. En la fiesta de cierre, en un acto contra-fóbico de agite, me subí a unos palets con micrófono en mano y recité el ensayo de tres páginas La Gorra Coronada. Sobre el devenir voto de la vida mula, de los Juguetes Perdidos –JP. La guitarra de La Rocketi Banda acompañaba de fondo. Había que gritar a la juventud bienalizada el peligro en el que estábamos. Habíamos metido a la policía en nuestros corazones. Habíamos policializado nuestro sistema nervioso. Estábamos haciendo de nuestras mentes un nuevo cementerio. El macrismo no era un voto ideológico sino un voto de confianza de las almas argentinas entregadas al orden de la empresa y la policía. Me sentía frente a las teatras como el wacho Ioshua recitando: “Yo, no soy un hérore / Yo, sólo yo yo y eso no es mucho / Yo, soy sólo yo y no alcanza / Yo, Soy mi propia manada”. A los pocos meses organizamos en Roseti, gracias a Juan Coulasso que nos abrió las puertas, las conversas públicas “La normalización de la cultura”, junto a Diego Sztulwark, los JP, Verónica Gago y Diego Skliar. Repartíamos como panchos el cuadernillo “Macri es la cultura”, editado de urgencia por Tinta Limón, Revista Crisis, Lobo Suelto y los JP. 2016 fue para algunxs de nosotrxs un año de repliegue en la intemperie, de abrir frentes de lucha; de generar espacios de encuentros y aguante; de solidarizarse con lxs damnificadxs directxs; de buscar nuevas alianzas. Mientras otrxs estaban viendo cómo acomodarse y adaptarse a la nueva gobernabilidad. También, fue un año de mucha “soledad política”, como declararon los JP, en la presentación de su último libro La Gorra Coronada. Diario del macrismo, la semana pasada. Algunxs cumpas se metieron para adentro. Y hubo que estar con ellxs, aunque nuestra estrategia vital era otra. Y pienso que hubo dos escrituras fraternas en su estrategia como máquinas de guerra sensibles que tomaron al toro por las astas: la de los JP con su Gorra Coronada y nuestra fundación de la Organización Grupal de Investigación Escénicas, con las que llevamos a escena el poemario Diarios del odio, de Roberto Jacoby & Syd Krochmaldny. Esas escrituras-diarios de guerra, una en forma de investigación política delirante y la otra en forma de indagación escénica-musical-pop, se desarrollaron a lo largo del 2016 y durante este año, 2017.

“Tomar el toro por las astas” no significa seguirle el juego a la “coyuntura”, sino ir en contra de la verosimilitud de la “coyuntura” que el macrismo ficcionaliza. Ficcionalizar es establecer un singularizar ordenamiento del modo de percibir los hechos. La representación funciona como la homogeneización y la totalización de esa ficcionalización. Se trata no de hacerle olé a la representación sino de descuartizar el verosímil de su obviedad totalitaria. Los JP y nuestra ORGIE somos baqueanos en el arte del carneo y del raje de la disidencia existencial. Ellos se fugaron de la Academia como representación del saber; nosotros nos fugamos del Teatro como representación del mundo heteronormativo.

La carne del macrismo es el odio. Un odio resentido activado en revanchismo. Lo que al macrismo le da existencia, carnadura en el mundo, es el afecto del odio. El odio es para nosotros una categoría política: produce organización, hegemonía cultural y gobernanza. El odio es una de las pasiones políticas que organiza a los pueblos. La otra pasión política es el amor. Habría que poder concatenar las categorías políticas críticas del progresismo con los afectos que producen modos de vida concretos. “Un gobierno de derecha con movimientos propios de una dictadura”, “ajuste”, “vaciamiento”, “despidos”, “endeudamiento”, “transferencia de ingresos a los grandes grupos económicos”, “criminalización de la protesta y persecución a los militantes”, “avance contra las políticas de derechos humanos”, etcétera… pueden resultar nociones abstractas e ineficaces si se las escinde de las subjetividades que interpela y modaliza el macrismo. Como sostienen los JP: “Si la ‘discusión’ se mantiene en ese plano, lo que se arma es un escenario (‘la coyuntura, la coyuntura’) que se aleja de las prácticas concretas y posibilidades reales de disputar sensiblemente una gobernabilidad inédita”. Necesitamos agujerear ese “realismo de la obviedad” tanto como la verosimilitud macrista.

Cuando comenzamos a ensayar Diarios del odio, lo primero que tratamos de investigar es qué odia este odio: cómo es que se llega a odiar tanto al punto de querer matar o mandar a matar. La primera intuición fue que lo que se odia es la relación de lo múltiple. Que este odio es un afecto particular de la impotencia de las posibilidades de relacionarse, de todo lo que se pone en relación más allá de un orden trascendental. Se odia lo que queda fuera del ojo de Dios. La sociedad macrizada –o mejor, la “vida mula” neoliberal fundada en la propiedad privada de la tierra, el cuerpo, el auto, la mujer, los hijos, la empresa– odia los desbordes del “juicio de Dios” que se producen por relaciones profanas. Odia que se mezcle lo inmezclable, según su orden de funcionamiento codificado. Este odio es la rabia de no poder con el caos de las diferencias sensibles; el pánico a lo heterogéneo; la paranoia a las relaciones inesperadas que se producen en la masa democrática. Es un odio de derecha a la experiencia plebeya. Un odio al pueblo avivado, es decir, a lxs que no portan títulos de poder, ni herencia de propiedad, meros hijos de la tierra que en movimiento se constelan o se juntan, devienen multitud y se autorizan como poder autónomo de existencia colectiva. No es sólo odiar a los negros, a las travestis, a los pibes y las pibas pobres, a las maestras de la escuela pública, a lxs militantes, a lxs migrantes latinoamericanxs… El odio de derecha es el odio a lo que puede un cuerpo heterogéneo en sus abiertos y azarosos encuentros. “No se sabe lo que puede un negro”, me dijo un amigo indio y artista que nunca leyó a Spinoza. Por eso nuestras primeras imágenes materiales para la escena fueron los movimientos de masa: manifestaciones, piquetes, pogos, rituales, ocupaciones, motines, levantamientos, caravanas, encumbramientos, orgías… Los enunciados de los foristas de los poemas de Diarios del odio devenían en la puesta en escena un odio paranoico al poder de la masa en movimiento, insumisa, amorfa, irrepresentable, pero de la cual los odiadores podían extraer fuerzas y relanzarlas contra todo.

El kirchnerismo en su ampliación de derechos e inyección de dinero para el consumo interno produjo, sin proponérselo, potencias desbordantes, existencias disidentes. Además de la controlada conducción kirchnerista, durante la “década ganada” hubo un “dejar hacer”. Desde las páginas de Diarios del odio y de Diario del Macrismo se entrevé, en las ciudades de la “década ganada”, un dinamismo de imágenes de modos de vida que son blancos del odio de clase, racista, xenófobo, homofóbico, travestofóbico, misógino. El desborde son los pibes y las pibas enfiestados tomando birra y fumando porro en la esquina del barrio; la piba pobre con plata para pagarse un aborto; wachiturros con Lacoste; lxs hijxs del albañil del Bajo Flores con notebook; las travestis y las personas trans con DNI; los putos y las tortas que se casan, festejan y postean; motitos inundando las ciudades; las Madres de Plaza de Mayo que construyen casas para pobres; los indios de la Tupac Amaru que se hacen casas con piletas; los indios y bolivianos que usan Tinder, Grindr y Manhunt para coger; los negros-cabeza del Conourbano que viajan en el tren colgados y van al Centro con zapatillas de marca; la legitimidad internacional de la gran feria de ropa “trucha” La Salada; turras riéndose y moviendo el smartphone con carga; lxs migrantes latinoamericanxs pobres que pueden entrar sin problema al país y en una semana obtienen el DNI; los negros africanos que venden joyería, anteojos y relojes en la vereda; la democratización del show del fútbol; la juventud envalentonada con ser militantes; la Biblioteca Nacional que deviene una usina de producción cultural, debates políticos y editorial de filosofía; la no represión de la protesta social que corta la calle todos los días; la intelectualidad y locuacidad pedante de la presidenta; el look femme fatal de la presidenta; el culto a la cumbia; los genocidas en cárceles comunes; las amas de casa con la Asignación Universal por Hijo, mientras que la vecina de al lado, un poco menos pobre que ella, labura de cajera en un súper; lxs científicxs que son becados para investigar cosas que ni se sabe para qué sirven; lxs cartonerxs organizadxs; el Centro Cultural Kirchner gratis y encima con el apellido de casada de la presidenta; lxs bolivianos que ocupan tierras del Estado en la Ciudad y como el Estado no los reprime los balean otros vecinos pobres argentos; lxs autonomistas y lxs investigadxres experimentales que tienen recursos para ir a los barrios a escribir con lxs pibxs, editar y traducir los libros que quieran, e invitar a filósofxs internacionales; recitales todo el tiempo; falopa y pastis todos los fines de semana para que lxs pobres anden súper bien; una mujer ex guerrillera conduciendo las Fuerzas Armadas; plata en el bolsillo para circular por cualquier lugar de la Ciudad y enfiestarse a cualquier hora; pibas que se sublevan ante los machirulos; cursos de Derechos Humanos para los militares; Educación Sexual Integral en las escuelas; viajes de placer en 24 cuotas para todos y todas; hijos con triple filiación; el crecimiento de la industria del libro hasta la apertura de un Museo Nacional del Libro y de la Lengua; autos Cero Kilómetro para todos y todas; el “todos y todas” como igualitarismo introducido en la lengua; lxs artistas que viajan y tienen más recursos; los cineastas que filman películas difícil de entender; la TV pública que produce mejor calidad de contenidos que los canales privados; la historia política y cultural de la Argentina vuelta espectáculo en la calle; los piqueteros o los pibes y pibas “en la Casa Rosada”; las exequias de Néstor Kirchner que se hacen públicas; una banda de rock o de cumbia tocando en un acto “patrio”; dos aires acondicionados por casa; un plasma por habitación; pibitos y pibitas escabiando vinos chetos; rochos y transas copando boliches en Puerto Madero o fiestas electrónicas; lo plebeyo con plata… “El consumo libera”, fue la gran tesis política de Diego Valeriano sobre la “década ganada”.

 

En fin, esa imaginería material de los desbordes produce un sensualismo de los cuerpos en movimiento acercándose y enfiestándose; estrechándose y abrazándose: rozándose y bordeándose; apretándose y apiñándose; allegándose e incluyéndose; hacinándose y confundiéndose; apropincuándose y anudándose; entrecruzándose y adicionándose; reuniéndose y ligándose; enlazándose y aglutinándose; enroscándose y adhiriéndose; contagiándose e intercalándose; entretejiéndose y entremezclándose; gozándose y deseándose. Pero ese movimiento co-existe con un movimiento de securitismo de la vida neoliberal privada del cuerpo de los otros. En grandes porciones de la población un miedo al contacto y un fuerte resentimiento a las vidas en devenir se fueron convirtiendo en “fuerzas anti-todo”, como las describen los JP. Estxs no enfiestadxs que viven, como vivimos todxs, en una movilización permanente de la propia cotidianeidad para garantizar las condiciones materiales que reproduzcan nuestras vidas neoliberales y mantengan nuestro estado anímico, mediante la extorsión del salario, se engorraron y llaman al orden, al punto de poner el cuerpo para linchar, armarse y delatar. Engorrarse es “devenir un tirano: de tu pareja, tu familia, tu vecino, o cualquiera que ande suelto por ahí e irrite las sensibilidades mulas”. Y la “vida mula”, de la que hablan los JP, es ese esfuerzo cotidiano de integración social que hacemos cada unx de nosotrxs para no caer del mapa totalitario del capitalismo financiero. Cualquier desvío de la norma neoliberal es sancionado moralmente por lxs mulerxs adaptadxs hasta desear la muerte del o de la inadaptadx. Apenas asume la Alianza Cambiemos al Gobierno Nacional y en la mayoría de las gobernaciones provinciales los enunciados del odio de este deseo de matar se vuelven un accionar y lxs inadaptadxs son acusados de “vagos”, “grasa militante”, “ñoquis” “mantenidos” y “terroristas”. Y son englobados bajo el significante totalitario “kirchneristas”. Entonces, se producen los despidos masivos en el Estado y las empresas; pibes chorros son linchados por los propios vecinos; los putos son golpeados en la calle… –es el imperio de la vecinocracia, en una suerte de distopía política anunciada por el Colectivo Situaciones en 2001– y lxs militantes y activistas brutalmente reprimidos, encarcelados, torturados y asesinados por las Fuerzas de Seguridad y las Fuerzas Armadas. Se recrudecen los ataques homofóbicos, travestofóbicos, los feminicidios y travesticidios; se encarcela a lesbianas por darse un beso en una plaza y defenderse de una violación en un barrio. Desde el gobierno se aviva a las fuerzas odiadoras en la población y se suelta a la policía como perros de caza. Los jefes verduguean a sus empleados y en las escuelas se desatan cruzadas contra cualquier gesto que se desvié de la vida gorruda. “En cada desborde, por mínimo que sea, hay una oportunidad para el engorramiento y el revanchismo”, escriben los JP. Es “el gobierno de las almas gorrudas” al poder.

 

Lo que el macrismo o “gobierno de la tranquilidad”, como lo describen los JP, viene a ordenar y finalmente a clausurar y reprimir es la fiesta de la existencia democrática: es decir, que lo cualquier pueda advenir. No hay derecho para nuestras propias alteraciones, ni para ningún desvío o fluctuación que crée vida más allá de la vida como empresa y policía. Lo que se cierra con el macrismo no son solo las más de 3000 fábricas industriales que entraron en bancarrota en estos dos años por la pérdida del consumo interno y la desregulación de las cláusulas de la importación; lo que se cierra es la Fábrica de lo Sensible del devenir de las existencias transversales. Estos desbordes crearon nuevas formas de vida desafiando el código de vida neoliberal y la normalidad heteropatriarcal del capitalismo más allá del propósito del kirchnerismo. El macrismo es el mejor lector-captor, desde 2013, de esta conversión subjetiva en la población: las subjetividades gorrudas y las subjetividades disidentes. “Nosotros sabemos lo que quiere la gente y sabemos cómo comunicarlo”, declaró el jefe de Gabinete, Marcos Peña Brown. El macrismo trabaja en el nivel de los afectos de la población. El macrismo supone que la gente quiere algo y que ellos pueden dárselo, como publicistas de las fuerzas oscuras de la sociedad. Sus enunciados políticos antes que ideológicos o como parte de un programa político del Pro son el blablá de los odiadores. Lxs dirigentes macristas repiten lo que dicen los odiadores en las redes y en los barrios. Por eso la práctica militante evangelizadora del “timbreo” macrista y los ejércitos comunicativos de trolls, community manager y hackers oficiales, muchos de ellos trabajando full time en la Quinta de Olivos. El macrismo es un Gobierno fuertemente comunicacional, pero no solo porque miente en sus contenidos sino porque utiliza la acción comunicativa como táctica de captura y ofensiva en el plano de las ideas y los afectos de la población, que responde a una estrategia de guerra total contrarrevolucionaria. Como expresa Diego Sztulwark: “La contrarrevolución macrista consiste, en todo caso, en una épica justiciera fundada en la decisión de las clases dominantes del país de ajustar los comportamientos sociales a las líneas de mando emergentes de las pulsiones del mercado mundial (…) Contrarrevolución, quizás, como labor continua de esterilización comunicacional y refuncionalización neoliberal de todo aquello que surge como elemento de fuga y resistencia a la coacción de la economía del valor.”

Los odiadores seriales necesitan, además, una estética terapéutica. Es decir, sublimar el goce de matar con acciones, relatos e imágenes comunicacionales de violencia cruenta contra lxs inadaptadxs, que resisten y fugan del código macrista. Las razias que la Policía Federal comenzó a ensayar en la última marcha del Ni Una Menos, y que son las únicas imágenes que la televisión emitió de la multitud, fueron puestas en escena de una estética de la crueldad. Hay un goce en ver a los policías arrastrando de los pelos, por el asfalto, a lesbianas activistas. Como hay un goce de los odiadores en ver a la Policía de la Ciudad avanzando violentamente, como en una película hollywoodense, sobre los jóvenes piqueteros que cortaron la Avenida 9 de Julio para reclamar por la emergencia alimentaria. Hubo una variación de punto de mira de la puesta en escena de la crueldad en las jornadas de protestas del jueves 14, el lunes 18 y la madrugada del 19 de diciembre. Por un lado, dieron luz verde para pegar a los efectivos policiales, gendarmes y prefectos, que demostraron una brutalidad de perros de cacería lanzados para destrozar a sus presas. Lo que se comunicó en las imágenes y la narrativa desde el imperio de los medios de comunicación fue un estado de guerra. El plan del macrismo es, ahora, inscribir en el humor social un peligro de terrorismo interno difamando a las organizaciones sociales para legitimar e institucionalizar el monopolio del ejercicio de la violencia genocida y así continuar con el proyecto de expropiación capitalista. Hay imágenes de la crueldad que esta vez no fueron televisadas y solo circularon por las redes sociales: los policías motorizados que primero uno atropella a un pibe de 18 años y luego otro le pasa la moto por encima; el poli que gasea en la geta a una vieja en camisón que estaba en la puerta de la casa mirando la represión y luego la golpean con la cachiporra; otro policía que gasea a otro viejo parado en el medio de la calle; el patrullero que le lanzan a otro viejo; las balas de goma dirigidas a fotógrafos de medios críticos; los cumpas que recibieron balas de goma en los ojos y la cabeza; el maestro que recibió 21 impactos de balas de goma y perdió un ojo; el policía de civil infiltrado que le reventaron un ojo sus propios compañeros policías; el viejo que se murió de un infarto en medio del cacerolazo del lunes a la noche; la cara quemada por el gas lacrimógeno de la diputada Mayra Mendoza, etcétera… Solo mostraron las 300 personas que tiraron piedras –municiones caseras que sacaban de las baldosas que rompían en la desesperación–, pero nunca mostraron a las 500.000 personas que manifestamos y fuimos encerradas en una emboscada por la policía y los camiones de Gendarmería, en el barrio de Congreso. La masa en pánico corriendo y replegando por los gases lacrimógenos de largo alcance; las tanquetas con chorros de agua; las balas de goma y las motos asesinas no fueron televisadas. Con la escenografía de la guerra al terrorismo en nombre de la paz, el macrismo hace girar el escenario de la violencia donde se expone a las organizaciones sociales como nuevos enemigos del pueblo. Sin embargo, lo que hemos aprendido con León Rozitchner es que a la “violencia de derecha” se la digiere y redirecciona con una estrategia de contraviolencia que implique una contraofensiva sensible de los cuerpos aterrados por el peligro de muerte.

Parte de una contraofensiva sensible son las acciones colectivas que realizamos para que no nos maten. Diarios del odio y la Gorra Coronada. Diario del macrismo funcionan estratégicamente como escrituras de resistencia en la calentura del presente. Comprendemos que toda obra es una desobediencia de la época. Se hace mundo desobedeciendo el presente. Es así como Henri Meschonnic planea la salida del posmodernismo que constriñe nuestra respiración y nos impone su política del ritmo hasta enfermarnos y separarnos de lo que podemos hacer, sentir y decir. Se piensa contra la época codificada; contra los aplausos de tus contemporáneos; contra los poderes estandarizantes del teatro –el texto, los personajes, el significado, el diálogo, el conflicto, la estructura, el actor, el director…–, y la sociología –el objeto y el campo de investigación, las estructuras, la estadística, la jerga y las categorías académicas…–. No queremos adaptarnos a la Cultura Macri, ni a la heteronormalidad teatral que lo co-produce. Más bien, nos desconectamos de su código y le hacemos cortocircuito. Producimos un movimiento irónico que nos desvincula del lenguaje del pensamiento heterosexual del “capitalismo absoluto” y sus teatros de operaciones. Producimos insolvencias semióticas; avivamos insurgencias afectivas; politizamos lo que nos pasa; intensificamos nuestros deseos estratégicos; desencadenamos actos no-conformados; investigamos mutaciones sensibles; materializamos contra-coherencias; le damos una sintaxis al grito. Destituimos esta humanidad y sus imperios en cada paso para crear otras relaciones con nuestro cuerpo, con la organización, con el ambiente, con la producción, con la sensibilidad. Componemos y dirigimos máquinas de guerra sensible. Exploramos las fuerzas que nos sobrepasan; revisamos nuestros propios microfascismos para desviarlos. El deseo de matar es el deseo-amo que el Capital, por su acumulación, aceleración y valorización infinitas pretenden modalizar en nuestras existencias. Nuestras estrategia inocula otras intensidades en el campo social. Para nosotros la resistencia es primera. Porque la existencia es un conjunto de operaciones estratégicas, en el plano del deseo, para que no te exploten, ni te esclavicen, ni te maten. Y quienes planeamos una fuga inventamos un política del deseo. Para nosotrxs la existencia es resistencia. Y la resistencia son insistencias. Escribimos escénicamente Diarios del odio y delirantemente Diario del macrismo para que no nos maten más. Es nuestra contraofensiva sensible.

Consideramos que el macrismo es la realización de un posfascismo. El fascismo histórico fue una fase preparatoria para el post-fascismo de la vida neoliberal o el “capitalismo absoluto”. El posfascismo es la violencia total en nombre de la paz. Es coerción de la paz del terror o la supervivencia. Es la “precariedad totalitaria” en la que vivimos, como dicen los JP, que produce un “terror anímico” a fuerza de emprendedurismo entusiasta. “No es un cambio ideológico, sino tecnológico”, dijo el jefe de Gabinete, Marcos Peña Braun, frente a los empresarios, en una entrevista con Carlos Pagni. Nuestra vida está evolucionando a fuerza de dispositivos tecnológicos automáticos que modalizan nuestra sensibilidad, nuestra manera de conocer, de vincularlos… Los dispositivos tecnológicos que capturan nuestra fuerza viva comienzan a sustituir al Estado y al mercado. El “capitalismo absoluto” es la idea de que todos nuestros comportamientos biológicos, físicos y sociales pueden ser programados y reprogramables para la acumulación infinita del capital y la circulación de mercancías y personas. Como sostiene Bifo, estamos frente a una “mutación antropológica”. Nuestra vida va a una abstracción y una desensibilización generalizada –o ausencia de empatía– gobernada por la lógica abstracta del signo tecno-financiero. Un deseo de orden, transparencia y claridad fundan esta gobernanza que avanza con técnicas de totalización, conjurando el acontecimiento, es decir, que algo que desordene pase. El sistema de comunicación y la tecnología digital son la policía del pensamiento puritano de este nuevo Imperio, que se apropia de nuestras máquinas de guerra o salidas críticas-inventivas, no sin violencia represiva como fueron los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Nos faltan máquinas de guerra en el plano de los signos, que generen proposiciones y ruidos indiscernibles por el código neoliberal de la vida mula, que produzcan cortocircuitos, sabotajes y desconexiones que escapen de la racionalización absoluta. Experimentar y vivir otros goces que desborden los dispositivos de orden. Una política que invente prácticas de sensibilización y nuevos protocolos de experimentación siguiendo nuestros desvíos. Devenir otra cosa que no sea un dispositivo tecnológico es asumir el derecho a nuestras propias alteraciones. Oponer otras formas-de-vida: otros intereses, otros gustos, otros goces, otras figuras, otros ritmos. Por eso hacemos Diarios del odio y muchas máquinas de guerra sensibles más. Se trata de tramar alianzas que saboteen el triunfo del posfascismo del gobierno de Macri.

Con Diarios del odio no hicimos la automática temporada del teatro independiente porteño. Organizamos una o dos presentaciones por mes, en diferentes espacios, para encontrarnos con públicos heterogéneos. Nos interesaba con cada presentación producir un micro-acontecimiento: reunir a una gran masa de público diverso que se encuentre a sí misma por primera vez y se piense y se afecte. También produjimos varios escándalos en los públicos porque, como dijo Eduardo Rinessi, “la derecha no soporta el escándalo”. Estamos de huelga con la endogamia y la autocomplacencia del público del teatro independiente porteño, y contra sus condiciones de producción neuróticas, impotentes y autoexplotadoras: queremos desarreglarlas y producir otros modos de encontrarnos en lo escénico y más allá de lo escénico. ORGIE somos un grupo que compone todos los planos de producción y creación colectivamente y estamos practicando dirigir nuestros deseos comunes. Somos una nueva generación de artistas –la policía y la normalidad teatral porteña nos reniega– que trabaja con lo real y lo común del presente que nos afecta a todxs: el posfascismo neoliberal.

 

A principios de octubre anunciamos las funciones de Diarios del odio como “motines”. Entendíamos que el sufrimiento, el miedo, el terror y el estrés que el gobierno está provocando en la población argentina necesitaban ser expresados. Como dijimos, el odio es una pasión política: el odio de las clases dominantes sobre lxs inadaptadxs, pero también el odio con el que resistimos las clases explotadas y marginadas. Para nosotros hacer la obra una vez al mes es una arenga, un agite de los cuerpos, de las ideas y de la percepción. El domingo 10 de diciembre realizamos una pegatina de afiches en la Av. Corrientes, a la altura del barrio Congreso, con los rostros de las mujeres patriarcales del macrismo –Michetti, Bullrich, Vidal, Carrió– y la palabra “MOTÍN”, que anunciaban la última función del 2017. Son las mujeres ventrílocuos del bloque de poder del capital financiero internacional que violentan al pueblo en nombre de la paz, en nombre del orden, del orden de sus ganancias y sus propiedades. Al otro día de la pegatina, la ciudad se amotinó en la Plaza de los Dos Congresos, durante las manifestaciones contra la conferencia de la OMC, tras fuertes represiones del gobierno. El miércoles 13 de diciembre el público se amotinó en la sala, en el barrio de Congreso donde hacemos la obra, antes de comenzar la función, contra unos espectadores violentos que nos querían someter a todxs a que cumpliéramos su poder de consumidores. El jueves la ciudad se amotinó en el barrio de Congreso contra el proyecto de reforma previsional. El lunes 18 volvimos a las calles donde se juegan nuestras posibilidades de actuar, donde tomamos el riesgo de avanzar juntos marchando sitiados, de enfrentarnos a la policía, de hacer nuevas amistades, de encontramos con otrxs.

Como los JP, consideramos que el macrismo es una reacción policial antifiesta del quilombo de la vida democrática. “Arriba la vagancia”, es uno de los lemas de los JP. Entonces, desde ORGIE, armamos y lanzamos el ciclo Entrenar la fiesta. Una suerte de seminario-happening-fiesta. En cada encuentro danzamos un genero musical diferente: funck carioca, electro house, reggaetón, pop… Apto para todo público, producimos un espacio de mezclas, donde las singularidades se manifiestan entre sus formas de moverse. Pasamos procedimientos de movimiento, con el propósito de crear capacidades que rehagan nuestros cuerpos; de cruzar umbrales de intensidades; de concatenar fuerzas que actúan sobre y entre los cuerpos; de reinventar la trama de la danza colectiva. La fiesta es, también, una lucha política. Disputar la noche, decimos. No podemos conceder a los políticos del orden que definan cómo gozan y desean nuestros cuerpos.

Nos pasa como a los JP: “Nuestro rechazo al macrismo es, antes que político o ideológico, sensible, odiamos su propuesta de vida. Alianza entonces con las fuerzas e intensidades que se desatan por ahí, en algún agite cualquiera y anónimo”.

“El macrismo surfea sobre fuerzas e intensidades que ya habían tomado a la sociedad” // Colectivo Juguetes Perdidos

En su nuevo libro “La gorra coronada”, el colectivo Juguetes Perdidos plantea que el triunfo de la derecha es producto de distintas derrotas y hace foco en las disputas que se vienen viviendo en los barrios en el plano de los afectos. El engorramiento y el cerrarse en la propia vida como un modo de lidiar con la precariedad y la manera en que el gobierno actual logra avanzar con el ajuste al actuar sobre un fondo de terror anímico e intranquilidad son algunas de las ideas que traza el grupo, desde una investigación política que escapa a lenguajes y miradas tradicionales.

Por Lucía Maina para La tinta

Unas diez personas miran a cámara. Algunas muestran palos, armas. Otras llevan gestos duros, aires de empoderamiento. Hay quien sonríe, quien saluda con alegría. Hay mujeres, hombres, incluso una niña. La fotografía fue tomada en Córdoba durante los linchamientos que siguieron al acuartelamiento policial de diciembre de 2013, y es la imagen que lleva como portada el nuevo libro del colectivo Juguetes Perdidos “La gorra coronada. Diarios del macrismo”. Esa imagen, esos gestos, son la puerta de entrada a una serie de apuntes y análisis que este grupo de investigación política escribió para entender y rastrear con un nuevo lenguaje las sensibilidades de nuestra época, los cambios que sufrieron los barrios y las formas de vida en los últimos años y que permiten explicar, desde abajo, la llegada de la derecha y el macrismo al poder.

Para trazar una cartografía política que se corra de lugares comunes y de análisis puramente ideológicos o coyunturales, el Colectivo Juguetes Perdidos lleva varios años inventando palabras y categorías: vida mula, precariedad totalitaria, salario anímico, disputas de intensidad. Nuevos conceptos que se nutren de maneras de investigar alejadas de la sociología tradicional y del lenguaje político militante y cercanas a los barrios. Sus textos nacen de talleres en distintos lugares del conurbano bonaerense, de charlas con pibes y pibas que desde sus experiencias de vida despiertan reflexiones y miradas sobre lo que nos está pasando como sociedad. Ese trabajo se expresó en su libro anterior, “¿Quién lleva la gorra?” y ahora continúa en “La gorra coronada”, una producción que empezó a escribirse después del ballotage de 2015 y que sus integrantes Ignacio Gago y Leandro Barttolota vinieron a presentar a Córdoba en los últimos días, en el marco de la 11ª Marcha de la Gorra.


La intención, explican, es pensar la política desde lo micro y lo macro para desentrañar cómo se incubó cierta sensibilidad sobre la cual hoy el macrismo surfea y gobierna. La intención, dicen, “es barrer un poco la cancha, correr lo que hay arriba de la mesa y pensar de verdad cómo replantearnos un lenguaje político que esté a la altura de las intensidades que siguen insistiendo y que puedan disputar la gorra coronada”.


—Hay una sensación, que sobre todo se vivió en 2015, de cierta sorpresa, de mirarse y preguntarse qué pasó, cómo fue que el macrismo ganó. A partir de sus líneas de investigación ¿cuáles fueron las cosas que no se lograron ver y que permitieron este triunfo?, ¿qué fue lo que se coronó?

Ignacio: Hay muchísimas tendencias o fuerzas que hoy se ven coronadas o replicadas a nivel estatal. En el libro anterior, “¿Quién lleva la gorra?”, hicimos un mapeo junto a un montón de pibes en los barrios y talleres en distintos lugares del conurbano bonaerense que lo usamos para crear la categoría de “nuevos barrios”, donde aparecieron dinámicas de engorramiento, de trabajo ensanchado, que estaban relacionadas con la lógica del consumo y el endeudamiento, de la familia y los hogares estallados, muy hacinados, con barrios atravesados por violencias difusas. Un montón de fuerzas y dinámicas que estaban por debajo y no eran leídas por los discursos oficiales de la época, ni por el kirchnerismo, ni por la oposición en su momento, ni por muchas investigaciones académicas e incluso por una mirada política que se quedaba mucho en la superficie mientras por abajo había mutaciones.

Leandro: Por eso es clave la idea de coronamiento, que te lleva inevitablemente a retroceder y ver cómo se fue incubando, cuáles fueron las sensibilidades y los laboratorios sociales en los cuales se fue creando eso que después se corona a nivel estatal. Entre otras cosas, los nuevos barrios eran expresión de las disputas por la intensidad, que se traducían en disputas por diferentes realismos. Un tipo de intensidad que impugnaba o iba en contra de la vida mula, o sea contra la vida muy tomada desde el trabajo ensanchado. Y por otro lado, había otras intensidades mucho más oscuras y sórdidas, intensidades de muerte que tomaba cierto vecinalismo, como la idea de los linchamientos y de agruparse para defender al costo que sea un rejunte o un fragmento o región de tranquilidad. Ese fondo de guerras sociales muy sórdidas también se expresa en los interiores estallados, en cierta intimidad envenenada, en lugares o espacios que habitualmente el lenguaje político no registra. ¿Cómo ganó el macrismo? ¿Cómo está haciendo todo lo que hace? Para responder esa pregunta y que la impotencia no te paralice tenes que ir un poco más atrás:  el macrismo es producto de un montón de derrotas . Pero una de las principales derrotas es no haber percibido esas intensidades y esas lógicas y fuerzas que estaban tomando los barrios, que después se vuelcan a la ciudad y toman a una sociedad entera. Esa es la primera derrota, incluso antes de una derrota electoral.

I: Encima son fuerzas y dinámicas que corrían sobre un fondo de precariedad, que nosotros llamamos precariedad totalitaria porque inunda todos los aspectos de la vida, de un barrio, una ciudad. Una precariedad que no llegó a morder el consumo, los nuevos derechos, los trabajos, pero es una especie de vínculo con las cosas que tampoco fue leída.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

—Ustedes plantean que hoy el ajuste económico se está dando sobre un rejunte ¿Qué significa el rejunte? ¿Cómo se relaciona con los linchamientos y con la idea de comunidad?

L: Lo que nosotros decimos es que el ajuste se da sobre un barrio que no es una comunidad, o ciertas imágenes de convivencia y acuerdos respaldados en cierta historia común, sino que ya se da sobre un rejunte, que fue uno de los modos posibles de habitar la precariedad. Un rejunte no preexiste, siempre es el efecto de eso que se da para defender una propiedad, el barrio, un consumo. Una de las cosas que no se pensó durante la década ganada fue que la batalla no era solo cultural, era una batalla contra la precariedad. Y realmente no hubo imágenes políticas constituyentes que traten de inventar otros modos de vida sobre esa precariedad que tomaba la totalidad de las vidas. Lo que hubo fueron rejuntes, que pueden ser desde agrupaciones familiares, de amigos, vecinos hasta organizaciones políticas y redes, pero que nunca termina de morder en ese fondo precario: intenta conjurarlo pero nunca termina de enfrentar cara a cara al terror anímico, que es esa especie de fábrica subjetiva de intranquilidad permanente. Entonces el engorramiento, o cierto gesto de cierre sobre la propia vida y de cuidar al costo que sea la propiedad adquirida o el umbral de tranquilidad, deja de ser algo ideológico o cultural, o meramente político, de que la sociedad giró a la derecha. Es uno de los modos producidos en ciertos hábitos y afectos para lidiar con esa precariedad.

I: De hecho la tapa del libro “La Gorra Coronada” es la imagen de un fotógrafo, Aníbal Greco, de los acuartelamientos policiales que hubo en Córdoba en 2013 y los linchamientos que se dieron en esa noche. Y es una foto de vecinos enfierrados para defender… Y ahí está la pregunta: ¿para defender qué? Porque no es una comunidad que se autodefiende, sino un rejunte con toda una liturgia y una mística del engorrarse que funciona muy bien en diálogo con la precariedad, con una forma de vida que se desmorona y que no tenía traducción política. Este grupo de vecinos, al engorrarse, es que terminan por ser vecinos, consumidores, votantes, identidades que no están aseguradas de por sí y engorrarse otorga retroactivamente ese status, un poner el cuerpo a través de eso. Por eso no son “vecinos de derecha”, y por eso no es un voto de gente de derecha sino que son procesos que se van coagulando en otro plano.


“Durante la década ganada hubo una ampliación del consumo popular pero el reverso del consumo siempre fue el engorramiento. Cualquier cosa que consumas con las cuotas después hay que bancarlo con el cuerpo. A menos elementos, a una vida en la cual cuesta mucho mas conseguir una propiedad, es inevitable que se intensifique el engorramiento: cuando tenes menos redes, menos cuidado por parte del Estado, no tenes seguridad privada al frente de tu casa, el engorramiento es casi uno de los pocos gestos que te quedan para defender al costo que sea ese mínimo umbral de consumo o de propiedad conseguida. Entonces la derechización efectivamente es tal pero no es ideológica, es afectiva, es existencial, y está curtida y sedimentada en hábitos, en afectos, en todo un roce cotidiano con cosas que la precariedad muestra en su rostro más feroz”.


—A partir de los talleres en los barrios también vienen analizando la presencia de la gendarmería, ¿Cómo cambió esa presencia ahora que la derecha está en el poder? ¿Cómo analizan ese tema a partir de lo que pasó en el caso de Maldonado?

L: Nosotros decimos que es bastante sintomático el tema de la desaparición de Santiago. Muchas veces es real que estaba la demanda en estos nuevos barrios de que esté la Gendarmería, porque si no estaba lo que aparecía eran los narcos cagándose a tiros en la calle y todas escenas de intranquilidad absoluta. Entonces lo que hace la Gendarmería es dejar una imagen de tranquilidad circulando en el barrio, que se conecta muy rápido con ese realismo vecinal. Pero a la vez despliega una especie de cuartel militar a cielo abierto en el cual verduguea a los pibes, los hostiga, los detiene. Y lo más complicado de todo ahora, que es uno de los efectos del boomerang, de cómo vuelve la gorra coronada, es que todas las fuerzas de seguridad están desatadas, se sienten empoderadas y habilitadas por la sociedad para hacer cosas que antes se contenían. Ahí si funciona la teoría del derrame: la gorra coronada si derramó sobre los barrios, el gorrudismo derrama, empodera.

I: Además del clasismo, del negocio inmobiliario, de un montón de dinámicas del poder, el conflicto con Maldonado y con la Gendarmería es también una disputa por la intensidad y una especie de combate contra fuerzas que estaban poniendo en discusión las formas de vida. Una lectura muy en clave de conflicto territorial, de Benetton y los mapuches, que hay que hacerla, también tiene que incluir esa disputa por las intensidades: ¿Qué hacía Santiago ahí? ¿Qué forma de vida estaba intentando poner en juego? ¿Por qué los vecinos apoyan las corrientes de odio hacia Santiago y hacia todos los que reclamamos por él en estos últimos meses?

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

L: Y parece que siempre la alianza política con esas vidas es a partir de la noción de víctima, o cuando esas vidas son interrumpidas, entonces hay un lenguaje político o un sistema de expectativas políticas que llega tarde. Muchísimas organizaciones llegan a una alianza cuando ya el pibe devino víctima de una situación de violencia institucional. Lo de Santiago es impresionante como una expresión de eso: él se monta una línea de raje y se va siguiendo su mambo y ahí está solo, por eso también es muy jodido y muy doloroso el mandato social. El macrismo nos dona imágenes de soledad política que son también fragmentos de la derrota. Cuando nos vamos de la forma de vida oficial y del contrato social hecho carne no hay alianzas políticas desde las imágenes más armadas de lo que es la política.


El problema de la época, y ahí hay una astucia del macrismo entre otras cosas, es que intensifica ese momento de soledad política, hoy más que nunca el vuelto de aislarte es mucho más profundo que hace unos años. Un pibe que no participa de ese consenso de lo que tiene que ser la vida está mucho más regalado ahora que hace cinco o seis años. Por supuesto también pasa con las imágenes de militancia. La gorra coronada es eso también: no solo revanchismo, sino también cobrar una serie de mandatos.


—¿Cómo analizan las últimas elecciones, con un triunfo o “recoronamiento” del macrismo en el país? Ustedes hablan de un “salario anímico” como una explicación de este triunfo que se mantiene a pesar de que el ajuste en la economía empeora.

I: Sí, porque se corrió el riesgo de una especie de economicismo en el análisis: ante un ajuste económico, un enfriamiento del consumo, la pérdida de laburo ¿cómo es que van a revalidar los votos? Nosotros tenemos la hipótesis de una especie de suplemento anímico, de salario anímico, que refuerza el ajuste del bolsillo. Por ejemplo, una docente que “acepta” congelar su salario pero a cambio tiene un plus anímico para ponerse la gorra en el aula, para verduguear a los pibes, para pararse frente a otros docentes y vecinos de otra manera: está empoderada en un nivel afectivo, anímico, a nivel más de gorra. Se da un diálogo entre la economía y el resto de las instancias de la vida que está armando mundo y armando realidad. Se reforzó otra instancia, no la del consumo, no la del laburo sino el engorrarse, vaciar la calle, asfaltarla, agilizar el tránsito del trabajo a tu casa, que va a una economía más anímica y que explica mucho más que los números.

L: El macrismo, por un lado, lee cierto enfriamiento libidinal; ya se estaba deshinchando el consumo e intensificando el gorrudismo antes del macrismo, y eso alimentaba los axiomas del realismo vecinal. Y también lee que ese realismo pillo de los pibes estaba en retroceso. Entonces no se iba a pudrir si los pibes pierden capacidad de consumo porque ya habían perdido una batalla con el vecinalismo. Nuestra hipótesis es que el macrismo lo que hace es surfear un montón de fuerzas que ya existen y que realmente habían tomado a la sociedad. De hecho de la imagen de un rejunte posible en la precariedad que podría ser, por ejemplo, un saqueo es claro que hoy en día el movimiento, la inercia, es hacia un linchamiento.

—Decían que muchas veces se sigue pensando en un estallido social como el de 2001 como salida a esta situación, sin tener en cuenta la implosión de las vidas que se está dando. ¿Qué implican estas implosiones? ¿A dónde mirar y aportar para buscar otra salida?

I: La intención es hacer un sacudón a las imágenes políticas establecidas, es bombardear ese nudo de ilusión. No es cinismo, pero si es cierto que hay una imagen de que esto termina en un quilombo, en el estallido social y que se van en helicóptero. Eso te impide pensar como hay microimplosiones todo el tiempo y como hay hipermovilidad. Porque también hay otra falsa imagen que dice “che, es increíble la inmovilidad del pueblo que no lucha ante el macrismo”. No: el pueblo esta hipermovilizado en mil luchas cotidianas y gestiones y eso explica mucho más al macrismo que la quietud. Lo que no quita pensar qué investigación hay que hacer para ver por dónde vamos a encontrar una especie de salida no fascista, de conexiones de esas implosiones o de maneras de leer el desborde que no sean implosionar.

—Sus investigaciones se centran en la dimensión de los afectos ¿Cómo ven el aporte o el proceso que se está haciendo desde el feminismo para poder pensar en esa clave?

I: La fuerza de las pibas es fundamental. De hecho hay un texto en el libro sobre eso porque este año lo vimos de lleno en los talleres: es una fuerza y una presencia que se lleva puesto todo, y una insistencia.  Capaz que la resistencia al macrismo se queda atrapada más en un régimen de obviedad, o de reacción, más a la defensiva y lo que hay que buscar es más lo que insiste que lo que resiste: qué fuerzas están ahí insistiendo con su modo de vida, armando otro escenario y otra realidad.  Y ahí obviamente que lo de las pibas es fundamental. La información está en el raje, no en el soportar. Cuando ves una piba que está rajando de su rol de madre como destino, de “mujer de” hay una potencia impresionante. Y a su vez la posibilidad de alianza de esa piba con el pibe que está escapando de un montón de roles patriarcales.

L: Lo que aparecía en los talleres con las pibas son los interiores estallados como pregunta política, no como un problema doméstico. Muchas oscuridades de la época se dan en esos momentos de implosión y no en los estallidos, lo que pasa es que estamos acostumbrados a encandilarnos con las llamas en el momento del conflicto social pero no a ver como algo combustiona, se va incubando.


Si la gorra coronada llega a este momento porque toma un montón de fuerzas que se habían incubado en los barrios también ahí aparecen un montón de insistencias e intensidades que le pueden disputar a las sensibilidades sociales mayoritarias.


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(Imagen: Eloísa Molina para La tinta)

—Este año el lema de la Marcha de la Gorra fue “El Estado nos mata, sus medios lo bancan”, ¿Qué rol ocupan los medios en este proceso? ¿Hasta dónde determinan este cambio en la sociedad?

I: Nosotros siempre nos preguntamos sobre qué sensibilidad corren los medios, para analizar con qué mirada y con qué alianza vecinal trabajan. Y cuando pensamos en el realismo vecinal lo pensamos en una alianza concreta y directa con lo mediático, pero no lo mediático como Clarín, el Trece, Cadena 3, sino lo mediático metido en las casas de la gente, como máquina de expresión y de lectura de lo que pasa en un barrio. Y esta alianza se solidificó: a los medios también les cabe esto del revanchismo.

L: Lo interesante para destacar de estos años es que lo mediático deviene una máquina de verdugueo más. Una máquina que aparece en el momento de la intimidad, del reposo, de la llegada al hogar y que intensifica mucho más a esa vida mula y al gorrudismo. Ahí hay un abroquelamiento bastante complicado: la gorra coronada no es solamente el palacio sino un complejo de gobierno donde está lo mediático, lo estatal, las fuerzas de seguridad, la justicia, los empresarios. Es un modo de gobernabilidad mucho más amplia.

* Por Lucía Maina para La tinta. Imagen de tapa: Aníbal Greco. Fotos interiores: Colectivo Manifiesto.

FUENTE: La Tinta

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