Esta crueldad planificada que nos recabio // Diego Valeriano
El secuestro, la tortura y una bacteria que no avisa. La miseria planificada, la maldad de los guachos, la garrafa vacía, el miedo de las doñas que ya no salen. Todas las pibas que mueren desangradas, la directora vuela por el tapial y al caer tal vez todo sea aún peor. Sí, peor para siempre. La crueldad y la muerte como único plan económico, como único programa diario, como único proyecto de vida.
Hacer la vida cada vez, aunque cada vez duele más. Los guachines que juegan al allanamiento en el comedor mientras la doña piensa en su hijo, en que ya ni lo visita, en que ya no lo quiere. Las nenas que necesitan perrear para salir del barrio aunque más no sea a Pasion de Sabado, las lágrimas tatuadas en vano, el recuerdo de Santiago y el olvido de Luciano. El carnicero que es héroe o asesino según quien postee y Mili que no entiende cómo esto tan hostil y desgastante puede ser la vida.
Porque frente a la miseria planificada es mejor ser maldita, dañino, verdugo, zorra, es mejor ser alguien, es mejor ser transa que esperar una hora en la vereda para ver si te toman en un trabajo de mierda, es mejor cualquier cosa que terminar la escuela, que tener 15 días de vacaciones, que ir al centro comunitario a hacer talleres, que limpiar por hora. Mili no quiere esta vida plagada de tristezas y preferiría que su cuerpo se desintegrara en lágrimas.
El muleo, la manija que no para, el desamor, el castigo permanente, la soledad en esta pieza repleta de parientes, el Sarmiento, el 269, caminar desde la estación porque 11 mangos es demasiado, 11 por veinte es casi todo. La miseria que se repite, la tristeza cada vez, la muerte interna como la opción más segura, el escabio y las pasti, la falta de ideas, la guerra en cada esquina, marchar por un plan, la fiesta que ya duele y esta crueldad planificada que nos recabio y nos dejó acá en dónde estamos.