El cacerolazo es la guerra por otros medios // Diego Valeriano
Cacerolean en Palermo, Belgrano, Devoto y San Isidro. También en Liniers, Ciudadela, Villa Sarmiento, y Morón sur. Suena largo, fuerte, peligroso. Suena a miedo, a odio, a frustraciones todas juntas, a hartazgo de una vida horrible . Suena el rumor que vuelve al barrio el hijo de Martha, el que era re maldito, el que ella siempre escondía, el que perdió un día que la tercera no lo banco más. Suena el wasap contagiando un sentimiento que no se puede aguantar.
Suena el odio en Belgrano, el miedo en Moreno, la guerra en todos lados. Suena en la tele la voz chillona de una hater, una voz que habla sencillo, concreto, efectiva, sin vueltas. La voz de una víctima que perdió un hijo. Suena y retumba en la doña que saca la basura, en la piba que vuelve tarde de noche, en el chabón que corre el bondi a las seis de la mañana no para llegar a horario sino para esquivar los guachos que paran en la esquina. En el corazón ortiba del gordo de la rotisería que está convencido que ya nadie se preocupa por él. Suena fake, manija, repetido y poco importa.
Suena la bocina del Uber, el aplauso al cobani, la notificación en el grupo de la comisaría, la frustración que la guita no alcanza. Un grito en el medio de la noche pidiendo auxilio, los perros cuando alguien cola por el patio, nuestras contradicciones políticas. Ciertas víctimas suenan muy convincentes y no las escuchamos. El cacerolazo es la guerra por otros medios, por estos miedos y por eso suena tanto.