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«Bolsonaro se cree capaz de esconder los cuerpos» // Entrevista a Vladimir Safatle

Entrevista a Vladimir Safatle realizada por Marina Amaral y publicada el 06/04/2020 en Pública.

                     

 

 

En el caos en el que nos encontramos, con la pandemia del coronavirus acelerándose, usted ha defendido el impeachment al presidente Jair Bolsonaro. ¿Usted cree que estamos en condiciones de vivir un proceso como ese en un momento en el que estamos encerrados en casa y el Congreso trabaja a distancia, ocupado con las medidas de la pandemia?

–Creo que la única cosa sensata por hacer en esta condición de pandemia es luchar por el impeachment porque quedó claro que Brasil no está condiciones para administrar las dos crisis al mismo tiempo y Bolsonaro es una crisis ambulante. Él traba todas las medidas, desarticula todas las medidas, incentiva sectores de la población a que burlen las medidas necesarias para las restricciones mínimas y aprovecha esa situación para generar un sistema de destrucción de cualquier posibilidad de garantías de la clase trabajadora, de la clase más desfavorecida. Con este Ministerio Público, la flexibilización de los despidos en una situación como esta, los trabajadores tienen hasta el 70% de su salario reducido, eso muestra como él potencia la crisis, él multiplica la crisis. Brasil no está en condiciones de soportar eso por más tiempo.

»Sobre la movilización: solo una acción hecha por tres diputados del PSOL, completamente minoritarios, fue capaz de juntar 1 millón de firmas que fueron entregadas por la diputada Fernanda Melchionna (PSOL-RS) al presidente de la Cámara, el diputado Rodrigo Maia. Las últimas encuestas que tenemos, las de Atlas Político, muestran que el 47% de los encuestados está a favor de que se lleve adelante el impeachment y eso sin ningún tipo de movilización. ¿Podés imaginar lo que sucedería si toda la oposición, o por lo menos todos los sectores de izquierda, tuviera una movilización constante? Ese grupo (a favor del impeachment) aumentaría sustancialmente, haciendo que vos tengas una fuerza muy clara, por un lado. Y por el otro, puede que no consigas poner mucha gente en la calle, pero hay otros dispositivos para presionar al gobierno, para mostrarle al gobierno que no tiene ninguna legitimidad de recaudar más. Huelga general, rechazo a colaborar en distintos niveles, desobediencia civil. El problema es que la izquierda no tiene ninguna gramática de combate más.

En su artículo para El País, usted también dice: “a los que dicen que es temprano para un pedido de impeachment, que es necesario componer calmadamente con todas las fuerzas, les diría que esto nunca ocurrirá. La izquierda brasileña ya demostró, más de una vez, estar en posición de parálisis y esquizofrenia.” Vimos la disputa dentro del propio PSOL por esta cuestión y no hay progresos en la idea de un frente amplio de izquierda. ¿Entonces quién lideraría este movimiento por el impeachment?

–De hecho, ese es un punto central. En realidad, yo ya no diría que la izquierda brasileña está paralizada, diría que murió. En este proceso de combate contra los descalabros del gobierno federal, quien estuvo al frente no fue la izquierda, quienes estuvieron al frente fueron los gobiernos de San Pablo y Río de Janeiro. Dória y Witzel.  La política brasileña se resume a una lucha entre la derecha y la extrema derecha. Simplemente no hay más izquierda. Creo que esta cuestión del coronavirus demostró esto de una manera pedagógica. La izquierda es completamente irrelevante. Creo que lo que sucedió dentro del PSOL también es un ejemplo clarísimo de eso. Un partido que va a la prensa a desautorizar a sus propios diputados que tomaron la iniciativa por el impeachment, que es popular; es un certificado de defunción de la izquierda en el sentido más fuerte del término. Entonces, ese es el problema más serio: no es solo una cuestión de quién va a liderar el impeachment, sino qué vas a ser con la oposición de acá en adelante.

»La izquierda fue el remolque de todas las decisiones, no tuvo capacidad de tensionar ni un proceso, de imponer una agenda o algo parecido, y creo que hay cosas mucho más profundas ahí, ¿no? Porque una cosa que podría nacer de esa experiencia de lucha colectiva contra la pandemia es un sentimiento político fundamental de solidaridad genérica. Una solidaridad que demuestra muy claramente: “mi vida depende de personas que no sé quiénes son”. Que no se parecen a mí, que no son parte de mi grupo, que no tienen mi misma identidad, y esas personas son fundamentales; tenemos un destino colectivo.    

»Solo la izquierda, de tan presa que está de otro tipo de agenda, no logra vocalizar una agenda de solidaridad genérica universal. Tiene miedo hasta de decir algo así. Entonces, por lo menos en Brasil, la capacidad de la izquierda de reorientar las discusiones a partir de la experiencia colectiva de algo como esta epidemia es pequeña.

Dentro del propio gobierno, vemos divergencias en relación con la gravedad de la epidemia y la manera correcta de conducirla. Hoy salió en los diarios, una vez más, el conflicto entre Bolsonaro y el ministro Mandetta y muchos analistas les atribuyen a los militares la “domesticación” parcial en el discurso del martes del presidente. ¿Usted cree que esas rupturas internas pueden favorecer el impeachment?

–Es difícil saberlo, algunas rupturas son más evidentes; entre un sector un poco más técnico y el núcleo ideológico del gobierno. Ahora, entre el gobierno y las Fuerzas Armadas es difícil saber si tienen algún tipo de tensión. Tiendo a creer que Bolsonaro hizo dos apuestas, ¿no? La primera es que él es capaz de esconder los cuerpos. Su ADN de torturador, de sótano de la dictadura militar, de amante de Ustra, hace que crea que puede hacer lo que normalmente se hace en Brasil que es desaparecer cuerpos, esconder muertes, hacer que esta pandemia pase más o menos incólume, quiero decir, el cree que es capaz de hacer eso. Vamos a ver si eso será posible o no. Y cuando venga la crisis económica él va a poner todo en las espaldas de los gobiernos estaduales, diciendo que él insistió para que no se haga eso, o intentará socavarlos de inmediato y escuchará al sector empresarial que lo apoya, un sector genocida, no hay otra palabra para describirlo. En todo el mundo ese sector es aborrecido. Yo diría, que son suicidas en el sentido de los imperativos económicos que ellos dicen defender. Basta con hacer un razonamiento simple: si suspendemos el confinamiento, vea cómo será de aquí a cinco meses. Vamos a tener montañas de muertos por todos lados, el gobierno va a intentar esconderlas, vamos a tener censura de la divulgación de las muertes, pero la opinión pública internacional no es tonta, se dará cuenta. ¿Y qué va a hacer? Con todos los países saliendo del confinamiento después de una experiencia dramática, lo primero que van a hacer es poner un cordón sanitario alrededor de Brasil. ¿Quién va a querer comprar carne brasileña en un país totalmente contaminado?

»Es algo completamente primario, eso demuestra que el empresariado nacional es de una estupidez indescriptible. Solo se justifica a partir de su matriz esclavista, que nunca fue superada. Piensan que están gerenciando un ingenio de esclavos. ¿Mueren dos o tres esclavos? El ingenio no va a parar por eso.

»Normalmente ellos usaban esta lógica para someter a una parte de la población; la clase trabajadora vulnerable, ligada a la raza negra. Ahora, la diferencia es que ellos están sometiendo a la población entera a esa lógica esclavista.

¿incluso a los otros miembros de la elite?

–El contagio es democrático, no ve clases, no ve nada, por eso digo que es una lógica completamente suicida la del Estado brasileño. Si yo estoy entendiendo bien, el sector que detenta los medios de producción todavía apoya al Estado a causa de ese ADN que nunca va a salírseles, que viene de generación en generación. Ahora, parece que incluso en la clase altas tuviste rupturas, ¿verdad? Estuve viendo una encuesta donde el 55% de los entrevistados que gana más de diez salarios mínimos, que eran la base de apoyo de la elite, está en contra de las medidas que Bolsonaro está tomando. Eso produce hechos.

»Insisto: tenés una situación perfecta para deponer al gobierno y salvar a la población brasileña. Para crear una política eficaz en el combate contra esta pandemia que le permita a la clase trabajadora quedarse en casa sin trabajar en esos tres meses porque los empleos están garantizados, los salarios están garantizados. Los habitantes que viven en lugares de alta densidad poblacional podrían ser acomodados en hoteles, todo eso sería posible. El Estado brasileño tiene posibilidades de hacer eso solo si va en busca de los que tienen posibilidades de pagar más impuestos. En principio, solo el cálculo de impuestos sobre grandes fortunas es de 80 billones de reales. Pero eso ni siquiera es pensado. Tuvimos 13 años de un gobierno de izquierda y una cuestión como esta no fue hecha, entonces nadie se acuerda de que es posible.

Volviendo a aquella cuestión de la desaparición de cuerpos que usted dijo, me acordé de que Bolsonaro se irritó mucho con aquella foto del Washington Post del cementerio de Vila Formosa, con aquellas filas y filas de tumbas recién abiertas. ¿Usted cree que ese papel de la prensa, de mostrar lo que está pasando, está siendo importante en este momento?

–Sí, la prensa subió dos tonos contra el gobierno porque se dieron cuenta del carácter suicida del gobierno. Es un tipo totalmente autoritario que se vuelca incluso contra la prensa propia. Esto es un clásico en la prensa brasileña, ellos apoyan a la peor alternativa y después descubren que hicieron una pésima elección. Como cuando ellos apoyaron la dictadura militar, y a cierta altura, se les volvió en contra. Pienso que, poco a poco, la prensa brasileña intenta dramatizar un poco, en el buen sentido del término, dar una narrativa en forma de drama para que las personas puedan sentir y prestar atención a la realidad del proceso. La prensa está aprendiendo a hacer eso porque nunca lo ha hecho.

Trump cambió de actitud en esta semana después de confrontarse con la gravedad y el alcance de la epidemia en los EUA. ¿Por qué Bolsonaro continúa comportándose de manera ciega y destructiva? ¿Por qué es tan difícil para él dejar de lado la lucha ideológica y asumir la responsabilidad de combatir la enfermedad y amparar a la población con políticas sociales de emergencia?

–Son personas que vienen de horizontes completamente distintos, ¿no? Trump es un empresario, una persona del marketing, y sabe que no puede esconder los cuerpos. No es esa la historia en la gestión de las guerras de los Estados Unidos. Y él tiene una elección en noviembre entonces sabe que tiene que hacer algo.

»Bolsonaro viene de los sótanos de la dictadura militar. Está ligado a los sectores torturadores, está ligado a las milicias, está ligado al poder paralelo. Es un dictador fascista, no hay otro nombre, venido de los sectores más bajos del Ejército. Viene de esa formación, trae esta lógica de que es posible usar una estructura para desacreditar y descalificar la información. No tiene interés en gobernar nada, él nunca quiso gobernar Brasil, ya está diciendo que Brasil es ingobernable… La cuestión de él es realizar un proceso de movilización continua entonces hace el siguiente cálculo: ¿qué hago para movilizar? Aunque cree pilas de cuerpos. Para él eso no hace la menor diferencia. Para una persona que dice que deberían haber matado a 30 mil personas más durante la dictadura, que mataron poco, no importa si son 40 mil o 50 mil. ¿Te acordás cómo fue su reacción cuando se rompió la presa de Brumadihno? cualquier estudiante de semiótica lo percibe claramente. Su reacción inicial fue: “no es responsabilidad del gobierno”. Listo. Ni siquiera reaccionó con la hipocresía clásica de la clase política, de mostrarse sensibilizado por las muertes, de llorar con los parientes de los muertos, ni eso.

»Imaginar que una persona como esa va a entender lo que significa una pandemia como esta es un completo absurdo.

Leí un artículo suyo en el diario GGN en el que usted dice: “el fascismo brasileño y su nombre propio, Bolsonaro, encontraron por fin una catástrofe para llamarla suya.” ¿Cómo una pandemia, una situación de crisis, puede favorecer a un gobernante? ¿Qué hay de positivo para él en eso?

»Primero, la posibilidad de movilización continúa de sus partidarios; segundo, esta es una tesis que viene de algunos teóricos del fascismo, como Hanna Arendt o Adorno, de que existe un deseo de catástrofe en el fascismo. Porque no es un gobierno, es un movimiento continuo. Por ejemplo, una guerra fascista no es una guerra de conquista, es una guerra hecha por la guerra misma, que no puede parar en hipótesis alguna; desde el punto de vista de la conquista, es una guerra irracional es una movilización de población por la guerra, no una guerra como forma de alcanzar algo. Entonces, enganchás a una parte de la población en una lógica donde ese movimiento puede darse vuelta contra las personas, ir en el sentido de la autodestrucción. Hanna Arendt tiene una postura interesante, cuando ella dice que ni siquiera cuando el movimiento nazi fue contra sus partidarios estos dejaron de apoyarlos.

Como pasa ahora cuando las personas saben que están corriendo riesgo…

–Exacto. Tienen una lógica de certeza delirante. Normalmente cualquier persona pensaría: “ok, esta pandemia es una cosa que nadie ha visto nunca”, entonces hay una incerteza respecto de ella. ¿Qué significa gobernar a partir de la incerteza? Desde los griegos sabemos que, en una situación de incerteza, la virtud esperada es la prudencia. ¿Qué es la prudencia? “Bien, no se si se va a dar el peor escenario, pero si este sucede, no hay vuelta”. Las personas muertas no van a resucitar. Si se da el mejor escenario puedo llegar a trabar la economía por un tiempo, pero se recupera. Entonces, por prudencia, trabajás con el peor escenario. Esa es una virtud de gobierno, cuando querés gobernar, reconocés la incerteza que de estar delante de un acontecimiento difícil de prever y desenvolvés toda tu estructura para evitar el peor escenario. Bolsonaro hace exactamente lo contrario. Usa un tipo de certeza arrogantemente delirante y dice: “yo sé”, pero nadie sabe lo que se viene. Tenemos proyecciones, que son proyecciones, se pueden dar o no. La ciencia tiene esa característica, la ciencia es el dominio de la incerteza, no de la seguridad. Entonces esta es la única cosa racional por hacerse, como gobernante, es trabajar con el peor escenario. Y cuando un sujeto hace lo que él hace, ¿qué demuestra? Demuestra que consiguió colocar a una parte de la población dentro de una lógica de autoinmolación, de autosacrificio. En una lógica sacrificial: “voy a tener coraje y voy a ir a trabajar sometido a las peores condiciones del mundo”, como si eso fuese una expresión de valentía cuando es pura idiotez. Volviendo a los griegos, ellos sabían diferenciar entre coraje y temeridad. El coraje es una virtud, pero el exceso de coraje es simple estupidez. Es ponerte en una condición donde seguramente sufrirás las peores consecuencias.

»Por eso es que digo: es una lógica suicida, y eso es un dato nuevo. No sirve de nada decir “eso ya está escrito, es la situación del Estado burgués” o algo parecido. No es verdad. Es un dato nuevo que raramente aparece. Tenemos una estructura necropolítica que viene de una sociedad esclavista, donde una parte de los sujetos son considerados cosas, entonces, si mueren, no hay luto, no hay dolor, no hay nada. Eso siempre estuvo presente en la sociedad brasilera, dependiendo de quién muere es un número, no es una persona, no es una historia. Solo que ahora tenés un dato diferente: el Estado, él generaliza ese proceso. Y él genera una nueva situación en la que él también se dirige hacia una catástrofe. El Estado Brasilero está yendo en dirección a una catástrofe. ¿Qué va a pasar si esto realmente sucede? Las personas van a ir a trabajar sin saber si van a volver vivas.

¿Y usted cree que, incluso así, sin que haya un movimiento fuerte por el impeachment, el gobierno de Bolsonaro puede sobrevivir a la pandemia? ¿Incluso fortalecerse?

–Una parte de la población que entró en esa lógica no sale. No tiene cómo salir. El sector que llegó con él hasta este punto, no lo va a abandonar. Va a morir con él, pero no lo va a abandonar. No es por nada que varios estudiosos, cuando hablaron de fascismo, tendieron a caracterizarlo como una lógica paranoica. Eso no era una metáfora, la analogía era útil porque tenías la movilización de un delirio de grandeza, persecución, y tenías esta certeza delirante que era imposible que sea modificada por la experiencia. No hay nada en la experiencia que pueda abalarla. Hay que entender esto de una vez. No hay ninguna posibilidad de diálogo con ese sector. Cualquier intento de crear un diálogo con ese sector es un suicidio para los demás. Y no hay una estructura de movilización para los demás, y es eso lo que hace falta: Que la mayoría no es verdadera mayoría. No logramos asumir eso.

¿Y usted cree que esa mayoría es capaz de movilizarse sin un liderazgo partidario?

–Y, la mayoría va a tener que aprender a hacer eso porque ahora es una cuestión de vida o muerte. Y dígase de paso, eso sería saludable porque las estructuras partidarias brasileñas no se mostraron a la altura de los desafíos del país. Y no solo hoy. Entonces, es fundamental que aparezca un tipo de estructura horizontal. Todo lo que está pasando ahora, por ejemplo, vivo en una zona donde hay cacerolazo hace diez, once días, todo absolutamente espontáneo sin una organización detrás. Esto demuestra muy claramente que hay una sociedad en resistencia contra el gobierno, sin que nadie consiga vocalizar eso. Tal vez no se tenga conciencia del nivel de drama en el que el país se puso. Hoy los únicos países que tienen este tipo de situación son Brasil, Bielorrusia y Turkmenistán. ¡Mirá dónde fuimos a parar!

Haciendo una pregunta más general, más allá de Brasil, estamos viendo que familias de todo el mundo no están pudiéndose despedir de sus muertos, ni siquiera hacer las ceremonias fúnebres. Como filósofo, ¿qué peso simbólico cree usted que esto tiene para la sociedad?

–Una sociedad se define a partir de la manera en la que lidia con sus muertos. Ese es un verdadero fundamento de la vida social. Los griegos lo saben desde Antígona. La sociedad que expulsa el ritual de memoria, de sus muertos, no logra sobrevivir. Independientemente de quiénes sean sus muertos. Lo que funda la universalidad es el derecho de memoria; todos tienen derecho de memoria. Si generás esa situación, de enterrar sin ritual, sin presencia, sin nada, eso va a traer un trauma social enorme. Vamos a sentir lo que eso significa. Lo que aminora esa situación es saber que esa supresión no es en vano, que hacés eso por solidaridad social. No te querés infectar, pero tampoco querés infectar a otros. Ahora en los países que no tenés ni eso, los afectados son casi losers. ¿Pero cómo te moriste por eso? ¡Es una pequeña gripe!

Hice un reportaje sobre el linchamiento virtual de los que tienen el Covid-19 e incluso uno de una casa de una persona que fue apedreada.

–Son comportamientos medievales potenciados por la construcción del gobierno. Claro, toda sociedad tiene su dinámica regresiva. Si tuvieras el mismo discurso que tenés acá en Noruega, tendríamos comportamientos parecidos. Porque liberás la dimensión regresiva de la sociedad. Legitimás esa dimensión. Por eso es por lo que yo digo: es imposible administrar este proceso con este gobierno.

¿Usted cree que va a emerger un mundo diferente luego de la pandemia?

–Sí, la única cuestión es qué mundo. Existen varios escenarios y es difícil saber para dónde va la cosa. Por ejemplo, tenés un escenario posible, que es el fortalecimiento de la extrema derecha y del fascismo. Pero desde el punto de vista europeo, donde la extrema derecha es antiliberal del punto de vista de la economía; no es una extrema derecha ultraliberal como en Brasil. Entonces allá puede haber un fortalecimiento del Estado de protección social, que debería circular cada vez más, y la extrema derecha puede agregar a eso el fortalecimiento de las fronteras y de las nacionalidades. Entonces, esto puede dar fuerza a la extrema derecha.

»Otro escenario: el modelo neoliberal anglosajón, el de Thatcher, de Reagan y de la Escuela de Chicago, ese que es implementado en Brasil, va a entrar en colapso. Eso es claro porque ya está colapsando; eso demuestra cómo una pandemia como esta reconstruyó la noción de gobierno. Porque no va a ser la última, tendremos otras, esta es solo la primera. Entonces vas a necesitar estructuras que puedan dar cuenta de esos procesos. Y estas estructuras exigen un tipo de cohesión social y de intervención estatal que el modelo de la Escuela de Chicago es incapaz de lograr. Solo que ahí viene otra cosa, porque el neoliberalismo tiene tres espacios de aplicación inicial: uno, Estados Unidos e Inglaterra, en el modelo Thatcher/Reagan; otro, el Chile de Pinochet, pero también el modelo alemán de los liberales del fin de la Segunda Guerra Mundial, que generaron una economía social de mercado. Uno que quedó y funcionó. Tanto que Alemania, de todos los países europeos, fue quien mejor lidió con la situación; su índice de muertes es extremadamente bajo. Entonces es posible que el modelo alemán –que viene de los años 30 y conjuga neoliberalismo y dinámicas de intervención y protección– gane fuerza. Y esto puede ocurrir en Brasil, una parte de la derecha se va desplazando hacia este modelo alemán, Armínio Fraga, esa gente, quiere hacer un poco eso. Ese es el segundo escenario

»Y tenés un tercer escenario que es, de hecho, que Brasil entre en una transformación efectiva, teniendo en cuenta la incapacidad completa del gobierno. Y ahí vos sensibilizás más a las personas que están a favor del proceso de desigualdad, de injusticia social, y ahí un proceso de izquierda puede ganar fuerza. Pero, en ese escenario brasileño, es posible que tengamos un golpe, que se decrete el estado de sitio. Es difícil saber, si sucede, cuánto va a durar, cómo va a ser, pero es un escenario que también está sobre la mesa.    

            

Traducción: Franco Calew

      

    

 

Nunca van a ser bandera // Diego Valeriano

Nunca van a ser bandera, mural, canción. Pero si tal vez esperanza cruel, promesa de venganza, pedido de auxilio en medio de todo esto. Nunca van a ser pintada, tatuaje, ni remera. Pero si grito de guerra en medio de un linchamiento, pedido de justicia por parte de una madre que no puede más, ilusión silenciosa de que pase algo cuando los guachos que te chorearon pasan por tu cuadra.

Esperanza de ortiba, murmullo desde patrullero, dientes apretados de doña que ya ni sale cuando baja el sol y espía por la rendija de la persiana. Trabajar, viajar, ir y volver. El UBER que no entra, el remis que no llega. El Sarmiento, las cuadras hasta la estación, el bondi que no para, el agua que no baja. Un suicidio y quedar varados sin tiempo en Ramos o Haedo, los piqueteros que suben en Morón meta escabio y cumbia. Los robos en la parada del 238 y una soledad aplastante.

Nunca grito de libertad, pero si de odio.  Resentimiento por como empeoro todo, como cada vez es peor. Odio sin saber, pero sabiendo bien, sabiendo todo, entendiendo todo. Asco a los que viven de la política. No quiere chamuyos, ni cuentitos, ni que le explican más nada. Odio por saber bien cuál es el arreglo de la del merendero con la comida y los planes, saber  como Juan pegó un cargo, se fue del barrio y se puso brackets. Odio a los dirigentes que siempre tienen tiempo para estar frente a las cámaras cuando la mayoría no tiene tiempo ni de mirar tele.

Odio a los retos, a las explicaciones, a los posteos de su sobrina, a que le cambien las palabras, a la imposibilidad de decir, a la prepotencia de algunas pibas, a quedarse unos pares de horas más sin cobrar horas extras. Odia que ya ni lo entiendan, estar en falta eterna, que cada día sea peor.

Ni consigna, ni memoria, ni nombre de un barrio de casitas todas iguales. Ni abuelas, ni madres, ni compañeros detenidos desaparecidos, ni posteo de nenita con el pañuelo verde y los dedos en V. Ni todo es política. Volver a un tiempo mejor donde todo era como debía ser. Vitalidad potente de lo que sí pasa, comprensión de todos los garrones diarios, soluciones mágicas, varoniles y crueles frente a muchos años de una vida horrible.

La Tinta. 

Devenir ortibas // Diego Valeriano

Lo que saben estos tipos. Eso que saben, que siempre supieron, que ahora lo saben un poquito más. Eso de ser contrarrevolucionarios aun sin revoluciones, de ser el puño de los que no dan más de llevar la vida que llevan, de ser venganza, ley del talión, orden. De  ser llanto hecho odio, hartazgo. Eso de devenir ortibas, patrullero, 911.

Ellos saben chasquear los dedos y listo. Saben sentirse deseados, admirados, temidos. Esa manija que tienen, esa sed, ese hambre voraz aunque recién comieron. Eso de saber que son los putos amos.

Esa amistad tan de ellos, esos silencios cómplices, esas obviedades que ni se dicen, esos whiskies en la terraza mientras Michelle y Juliana charlan adentro. Esas putas por venir una vez que ellas duerman. Ese tipo de deseo, de dominación, de crueldad necesaria. Esa satisfacción tan de ellos.

Esa manija, esa envidia casi mutua, esa admiración fingida. Está foto. Esa manera tan propia, ese orgullo de clase. Ese saber que cada uno pudo, que tuvieron el valor suficiente, que a pesar de todo son distintos, valientes, certeros. Que dicen lo que siempre escucharon, lo que otros no se animaron. Lo que aprendieron de chiquitos en esas escuelas llenas de caretas que necesitan de hombres como ellos para dormir bien.

Ellos saben lo que significan, saben lo que hay en juego. Una esperanza, una ilusión, una moneda que da vuelta en el aire. Se dicen ni un paso atrás, se envalentonan, se dan ánimo, se hacen chistes. Aunque no lo quieran se necesitan.

Viva Bolsonaro ¿Qué hacés con ese grito? // Diego Valeriano

¿Qué hacés si gritan “viva Bolsonaro” al lado tuyo mientras dos ratis arrastran el cuerpo de un pibe hasta la camioneta? Un cuerpo guachín que no pudo y que deja una marca de sangre larga, espesa, efímera. ¿Qué hacés posta?

Hay un tumulto, un patrullero, dos ratis con armas largas al cielo y el cuerpo de un pibe tirado ahí, inmóvil para siempre. Te acercás sin saber qué pasó, te acercás por inercia, por curiosidad, porque los cuerpos te llevaron hasta ahí. Te acercás con un gesto en la cara de asombro y temor. Te acercás, cómplice de esta guerra a muerte.

El que está a tu lado filma y relata, creés que dice uno menos. Quisieras que no lo haya dicho, pero sabés que es verdad, que lo dijo. Filma el recorrido de la mancha de sangre que deja el cuerpo arrastrado por los policías hasta la camioneta. Sigue esa mancha, y sabés que no va a parar hasta subirla como festejo, como enseñanza, como confirmación, para recibir unos me gusta.

¿Qué hacés cuando la vieja aplaude feliz y orgullosa al cobani que tiró sin preguntar, al gendarme que caga a bastonazos a dos guachos en el andén, a Patricia Bullrich cuando le hace el aguante a Chocobar? ¿Qué hacés ahí, en ese preciso instante en que un rati de civil patea el cuerpo de un flaco desangrándose por todos lados para ver si reacciona? ¿Qué hacés con la alegría del gordo de la rotisería, de la piba que volantea en la esquina, con la complicidad que busca en vos el venezolano con la mochila de Glovo?

Porque un pibe muerto, ahí, lleno de sangre, con los ojos blancos, con el fierro al lado, no es un militante. Porque ese pibe está solo, porque no tiene nada a su favor. Porque perdió del modo que jugó.

¿Qué hacés con todo lo que dijiste cuando el rati sonriente, conforme, exhausto es aplaudido de manera unánime? Estás rodeada y sola. Casi que ni se dieron cuenta de que no sos parte de esta fiesta aún.  ¿Qué haces con tus posteos, tus opiniones, tus movilizaciones, tu discusiones en el grupo de wasap de la escuela? ¿Arrancás a las piñas? ¿Levantás la voz? ¿Señalás al policía? ¿Corrés a postear? ¿Qué hacés frente a un hecho consumado? ¿Qué hacés con tus miedos reales?

¿Qué hacés cuando de a poco descubrís que tus miedos son iguales a los de todos, que tu umbral tiene forma de doña que no da más, que tus sueños caben en un Uber? ¿Qué hacemos con un grito tan lleno de odio, tan parecido a otros gritos, tan cercano que nos paraliza casi en forma preventiva?

¿Qué hacer cuando el odio se vuelve grito de guerra, consigna veraz, imágenes por venir que ya nos recabieron?

“Está explotando una bomba de tiempo que nadie quiso ver” // Entrevista a Vladimir Safatle

Según Safatle, la herencia nunca resuelta de la dictadura y la resistencia al programa neoliberal del pueblo brasileño marcan las condiciones en que los neoliberales decidieron que el único camino para implementar sus políticas es el autoritarismo. La no-campaña de Bolsonaro inaugura una forma de la política post liberal, llevada adelante por fuera del espacio público con un inaudito bombardeo de fake news.

Por João Soares para Deutsche Welle

 

Publicado el 9 de octubre de 2018

DW: ¿Cómo se explica la creciente adhesión al autoritarismo en Brasil?

 

Vladimir Safatle: Nada de la actual situación es comprensible sin remitirnos a lo que sucedió con el fin de la dictadura militar. Brasil fracasó rotundamente en conseguir superar su pasado dictatorial, que vuelve a asombrar ahora. Ningún país de América Latina tiene un riesgo tan explicito de militarización e incluso de un golpe de estado en los modos tradicionales como Brasil. Ninguno tiene una presencia tan fuerte en las Fuerzas Armadas en el cotidiano de la vida pública. Esto muestra, muy claramente, que la solución conciliatoria producida por la transición en dirección a la democracia fue la mayor cobardía histórica que el país conoció.

Ese paso conciliatorio conservó sectores de la clase política que estaban completamente vinculados a la dictadura, asi como preservó, en el seno de las Fuerzas Armadas, una mentalidad que justificaba situaciones de excepción que ahora vuelve. También preservó, en el seno de la sociedad civil, un potencial de apoyo a gobiernos aparentemente fuertes y autoritarios debido al hecho de que Brasil, en ningún momento, impuso un deber de memoria y justicia de transición, que sería fundamental para que no estuviésemos viendo regresiones como las de ahora.

DW: ¿Y cuál fue el papel de la Constitución de 1988, que acaba de cumplir 30 años, en este proceso?

VS: La Constitución de 1988 fue la expresión de esa gran política conciliatoria. Se dice mucho que es una constitución ciudadana, que garantiza derechos fundamentales. Por un lado, fue una constitución sin vigencia. Hasta hoy, tuvimos 95 enmiendas constitucionales, más o menos tres por año. Para aprobar una enmienda, el Congreso necesita de dos tercios. En el caso brasileño, esa negociación dura meses. Se llega a la conclusión muy clara, de que la función del Congreso Nacional desde el fin de la Constituyente fue simplemente de des-constituir la Constitución. Nació ya con este sello.

Por otro lado, 30 años después, hay leyes constitucionales que nunca fueron implementadas por falta de leyes complementarias. Es una aberración. La ley que establece el impuesto sobre las grandes fortunas es constitucional y nunca fue aplicada, por mera falta de ley complementaria. La constitución nace letra muerta.

Por otro lado, ella era resultado de una gran estructura de conciliación entre varios sectores de la sociedad brasileña, inclusive ligados a la vida militar. El ejercito llegó con 28 párrafos cerrados, prácticamente haciéndoselos tragar a los constituyentes. Entre ellos, el artículo que define la función de las Fuerzas Armadas. En el caso brasileño, la preservación del orden, otra aberración completa, porque la función de las FFAA es la defensa de la integridad del territorio nacional y punto. Entonces, lo que está explotando ahora era una bomba de tiempo que nadie quiso ver.

DW: ¿Es posible pensar en un gobierno de Bolsonaro en los moldes tradicionales, articulando en el Congreso para gobernar con mayoría?

VS: Dentro de un posible gobierno de Bolsonaro, varias opciones se ponen sobre la mesa. Estas van a depender mucho de los sistemas de resistencia que sucedan. Ahora, es importante recordar algunas cosas. La primera es que Brasil es una cierta aberración desde el punto de vista de los ajustes neoliberales hasta hoy.

Debido a los pactos de la Nueva República, no había condición de avanzar mucho, tampoco de retroceder. Había fuerzas sociales claramente constituidas que creaban un cierto equilibrio. Esto hizo, por ejemplo, que los grandes ajustes neoliberales aplicados en otros países latinoamericanos, como Argentina, no fuesen hechos acá.

Brasil llega a 2018 con dos de las más grandes empresas siendo públicas, así como dos de los más grandes bancos. Además de esto, con un sistema de salud que cubre 207 millones de personas y es gratuito, universal, cosa que ningún país con más de 100 millones de habitantes tiene. Hay, también, 57 universidades federales completamente gratuitas. No son universidades para la élite. Solo en la Universidad de San Pablo, 60% de los alumnos vienen de familias que ganan hasta diez salarios mínimos. Se percibe que Brasil llega a los días actuales en un situación muy atípica desde el punto de vista del neoliberalismo.

Los defensores de la agenda neoliberal comprendieron que la única manera de imponer sus reformas sería de una manera autoritaria, como en el modelo chileno de Pinochet. Es un neoliberalismo claramente autoritario, diferente del que tienen en Europa. Allá, la extrema derecha es anti liberal, proteccionista, que incorpora ciertas demandas sociales provenientes de la izquierda y usa la lucha contra el sistema financiero en su discurso.

Exactamente por esto, el neoliberalismo en Europa tiene que ser implementado por figuras más de centro. No es lo que sucede en Brasil. Hasta por que las encuestas muestran que 68% de la población brasileña está contra las privatizaciones; 71% contra as reformas en las leyes de trabajo y 85% contra las reformas previsionales.

DW: ¿La adopción de esta genda sería, por lo tanto, electoralmente inviable?

VS: Solo tienen una manera de implementarla: escondiéndola, no dejando que sea claramente expuesta y tematizada. La única forma de hacer eso es alimentar y resucitar los peores fantasmas autoritarios de la sociedad brasileña, colocandolos en el centro del debate político. Todas esas bravuconadas prejuiciosas son piezas fundamentales en la estrategia retórica de anulación del espacio político. Lo que vimos fue una anti-campaña, basada en el vaciamiento del espacio político, por medio de ese tipo de provocación a las minorías vulnerables –negros, mujeres, LGBT– que se movilizan, con toda justicia, y ese juego ocupa toda la escena de la campaña.

Por un lado, un potencial fascista que estaba más o menos reprimido gana derecho de existencia y aflora de manera muy fuerte. Esto viene de lejos. La dictadura militar tuvo apoyos civiles, y la gente conoce muy bien el patrón racista y prejuicioso de muchos sectores de la sociedad brasileña. Por otro lado, hay un elemento fundamental y absolutamente impresionante: la campaña sale del espacio público y se desplaza hacia el ambiente virtual, difícil de ser compartido por la sociedad. En ese espacio, la producción continua de imágenes y vídeos falsos de fuerte interpelación retorica, que pueden ser compartidos, termina poniendo el tono.

Vimos lo que pasó con los actos del sábado pasado [las movilizaciones contra Bolsonaro, con la consigna #EleNao]: grandes manifestaciones populares que ocuparon las calles de Brasil y, de repente, fueron anuladas. Nadie estaba sabiendo exactamente lo que sucedió. Justo después de esas manifestaciones, Bolsonaro tuvo un salto en las encuestas. Después fuimos entendiendo. Con una organización impresionante, una red muy vasta de circulación de imágenes, profesionalmente construida, se buscó anular ese acto con la construcción de un acontecimiento falso en su lugar. Hacían circular fotos que no tenían nada que ver con aquellas protestas, con el objetivo claro de denigrar sus propuestas. Consiguieron anular un acontecimiento callejero por medio de una movilización virtual.

Estos dos elementos constituyen otro modelo de campaña completamente fuera de los patrones tradicionales de la democracia liberal. Ella ya tiene sus límites, pero estaba obligada a conservar un espacio público al interior del cual la sociedad, como un todo, podía operar una opocisión. Ese elemento fue brutalmente retirado. El candidato Bolsonaro recibió una cuchillada y pasó la campaña entera fuera de ella. Todas las veces en que su vice o su economista hacían una declaración, eran dichos catastróficos, inmediatamente rechazadas. O sea, no hubo campaña, en el sentido tradicional del termino.

DW: Esta elección ya está marcada por la circulación masiva de las noticias falsas y el rechazo al periodismo. ¿Cómo es posible que haya debate si algunos grupos están cerrados a las discrepancias?

VS: La política nunca fue una cuestión de argumentación. Es un error creer eso. Se trata de la movilización de afectos, que, a su vez, expresan adhesiones a formas de vida distrintas y conflictivas. Vos no podes argumentar contra afectos, sino que los descontituís. Es un proceso diferente. No obstante, los afectos no son irracionales. Ellos tienen una dinámica propia y deben ser comprendidos en su especificidad. En cierto sentido, en una situación tecnológica como la nuestra, cualquiera puede producir fake news.

Cuando eran solo sectores consolidados de la prensa, existían manera de utilizar procesos judiciales para reaccionar y saber quien había sido. De una forma o de otra, un cierto nivel era preservado, pero, incluso así, está lejos de ser una cosa simple. Hay varias modalidades de construcción de noticias, utilizadas constantemente por grupos mediáticos. Pero ahora, hay un proceso en el cual esta función es invisible: uno no sabe quien lo produjo.

La campaña de Bolsonaro parecía un mamarracho, amateur, hecha a las apuradas. Pero empezamos a notar que no era así. Era extremadamente organizada, por la calidad del material que circulaba. Los materiales que anularon la manifestación contra él, comenzaron a circular horas después de los actos y eran extremadamente bien producidos. Yo me pregunto: ¿quién fue el responsable? ¿En qué productora fue hecho?

Ni siquiera se sabe quien es el publicista de Bolsonaro. ¿Será, entonces, que no había estrategia de campaña o, en realidad, ella está siendo pensada en otro lugar donde no llegamos siquiera a ver? Nada cierra en esta historia. Son organizadas redes en WhatsApp con más de 8 mil personas, que se articulan entre sí y proliferan un conjunto enorme de imágenes extremadamente bien editadas por profesionales.

DW: Los cientístas políticos acostumbran analizar la actual crisis política partiendo de la elección de 2014. ¿Pero cual es la relación del momento actual con las protestas de 2013?

VS: ese es un acontecimiento fundamental de la historia brasileña. El fenomeno de 2013 fue la mayor oportunidad perdida por la izquierda. Era una manifestación popular, que dejaba muy claro e nivel de descontento, frustración social, con una perspectiva de enriquecimiento que no ocurrió.

Podría, si, haber sido utilizada por la izquierda para decir: “Estamos presos de una camisa de fuerza para conseguir hacer un segundo ciclo de políticas de crecimiento y redistribución de renta. La gente precisa asumir esto y luchar contra varias barreras políticas” y cosas de esta naturaleza. Pero eso no fue hecho. La izquierda quedó con miedo del hecho de que las manifestaciones llevaron a la calle tanto a quienes estaban dispuestos a ir más lejos, como a sectores reactivos de la sociedad.

Toda manifestación popular convoca a los sujetos emergentes y a los reactivos. Si vos no sabes dar forma a los emergente, los reactivos toman la situación. Fue eso lo que sucedió. Un clásico, literalmente. Marx mostraba esto desde 1848, cuando intentó investigar como la revolución proletaria se perdió, transformándose en el ascenso de Napoleón Tercero, por el golpe del 18 Brumario.

Las protestas de 2013 muestran imágenes del pueblo contra el poder. Ante las imágenes del pueblo que fue a romper el Congreso Nacional y acabó prendiendo fuego el Palacio Itamaraty, siempre tenes aquellos que empiezan a gritar “orden”.

Comenzaron a hacer eso, y ahí llegó 2014. Después de la elección, yo escribí en el diario Folha de S. Paulo que la polarización no terminaría la semana siguiente y sólo iba a  profundizarse. Que era necesario estar preparados para eso. Que no iba a ayudar imaginar que la elección había pasado y ahora todo iba a volver a la normalidad. Pero el gobierno creyó que eso sí era posible e intentó crear un modelo de conciliación. Juntó a todos los sectores conservadores dentro del gobierno, desmovilizó su lado, mientras el otro lado fue para arriba ante el vacío, porque no había movilización en reacción.

En una sociedad polarizada, la primer cosa que tenés que hacer es fortalecer tu polo, porque a única posibilidad de sobrevivir es una especia de balance, juego de pelota parada. Vos ves que si avanzar demasiado el otro avanza también. Eso no fue hecho.

La izquierda brasileña quedó embalsamando un cadáver, que es el lulismo. Dio lo que tenía que dar, no daba más. Se dice que Lula tendría el 40% de los votos, y es verdad. Si estuviese en campaña, él ganaría, eso está claro. 

Por ese motivo, tuvo que ser puesto en prisión. En caso contrario, se volvía presidente. Pero el hecho es que esto ocurriría por una lógica muy racional de la población. El presente es catastrófico; el futuro, completamente incierto. Por lo tanto, vuelvo al pasado, que era mejor. De hecho, lo era. Esto no tiene nada que ver con el potencial de transformación que Lula representa, sino con una situación de pavor social. En tanto dinámica de transformación, el lulismo es un cadáver, aún cuando ganara.  

Ganó Chocobar // Diego Valeriano

Ganaron los linchamientos y también los que los festejan. Ganó el que atropelló al pibe en un piquete en Esteban Echeverría, ganaron los que silenciosamente justifican el acoso, las que trabajan todos los días, los que se alegran por los pibes muertos. Ganaron las que saben de los privilegios de la clase dirigente, los que están más pobres cada año. Ganó Baby y los que llaman a la radio. Ganaron las que odian todo porque vivir es horrible, porque viajar al laburo es horrible, porque volver es horrible. Ganó el que no puede creer que su vecino cobre el plan sin hacer nada mientras que él se come el garron de la vida cada día. Ganó Chocobar. Ganaron todos los traicionados, las que creyeron y todo siguió igual o peor cada día, los negacionistas. Ganó el gordo de la rotisería que es amigo del jefe de calle, y ganó la vieja que riega la corona de novia desde atrás de las rejas. Ganó, aunque más no sea un premio consuelo, la madre que recibió el llamado de la policía avisando que habían matado a su hijo en una entradera.

Ganaron los anti, las familias enteras que los domingos hablan de viajes y se quejan por el dólar, los que señalan desde el patrullero, y ganó la piba que marcha por el bolsón mientras que los payasos con pechera enloquecen frente a las cámaras. Ganó Pando, y ganó el que tiene que cruzar caminando el puente Pueyrredón cada día que se les ocurre cortar. Ganó Pato que quiere más sangre, y ganó la pobre doña que tiene la esperanza de que ahora sí, de que ahora de una buena vez le saquen el transa de la esquina. Ganaron ellos porque ya ni se puede creer en lo que creemos, porque en tren de justificar lo hacemos sin sentido, porque nuestras ideas no alcanzan, porque idolatramos panelistas verborrágicos creyendo que son dirigentes. Ganaron ellos porque cierta tristeza es para siempre, porque escabiamos para que no duela. Ganaron los que dicen poco, los que escuchan menos, los que piden venganza, los que odian mucho con ese odio que se enseña todos los días y en todos lados.

CONVERSACIÓN CON VLADIMIR SAFATLE SOBRE LA SITUACIÓN EN BRASIL // CLINÄMEN

El filósofo y docente analiza la coyuntura de cara a las elecciones que tienen como principales candidatos al fascista Jair Bolsonaro y al candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad. Además describe la situación del país como “una guerra civil de baja intensidad”.

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