Artista invisible. Notas del seminario-happening-fiesta Aprender un cuerpo en el encuentro de danza SUDA (Valparaiso)*// Silvio Lang
Tomar cualquier técnica de baile, o práctica deportiva, o un arte marcial que hayas frecuentado. El kalari, por ejemplo, esa antigua danza guerrera de la antigua India. Volver a entrenarlo pasándoselo a otrxs. Listar las figuras, los gestos, los movimientos de ese entrenamiento. Para luego tomar cualquier de sus partes y amplificarlas, exagerarlas, hasta deformarlas. Desplazar esas deformaciones en la pista, sentirse una materialidad mutante y transhumante. Condensar esos desplazamientos y esos agrandamientos. Discernir en ese tiempo resonante de la condensación las diferencias sensibles; decidirse por cualquier sensación diferencial; empezar a moverla; articularla con otra sensación, y con otra, y con otra… Seguir el despliegue de esa red de sensaciones o diferencias de grado posibles que relanzan el movimiento en un “plano de composición”. No se trata de componer una coreografía, un guión obligatorio, si no de aprender a componer un cuerpo de sensaciones dinámicas.
Lxs espectadorxs ingresan en grupo porque la sala está abierta, neblinosa y alisada. Es necesario orientarse; aprender autonomía como espectadxr. En lugar de las filas ordenancistas de butacas de la platea estriada hay un gran rectángulo desierto de luz y márgenes ínfimos de oscuridad como espacio común de performateo y tránsito del público. Los bordes son la arquitectura y algunas sombras en los márgenes. Vos te moves entre ese espacio de luz y de oscuridad, entre los cuerpos de lxs espectadorxs, que ingresan y se posicionan en cualquier parte. La mirada es multidireccional y multiperspectivista. Se puede ver y asistir de cualquier posición y punto de mira. Bailas a alguien, para alguien, desde alguien, sobre alguien y entre alguien. No es una exhibición, no es una seducción, no es una conquista. Es una invitación, una evocación de movimiento: una transverberación de los cuerpos entre sí. ¿Cómo inocularse un ritmo, una fisicalidad o una manera de moverse impropia, una forma de trazar el espacio? Incorporarse sustancia dinámica. Danzar es aprender un cuerpo. Una transformación energética entre los cuerpos. Se transponen y se confunden los cuerpos: ya no se sabe quién baila y quién es bailado; quién es espectador y dónde está el/la performer. Cualquiera baila, cualquiera se mueve entre otrxs. Bailar es desplazar esa sustancia trans-pasada entre un cuerpo y otro. El cuerpo performático se vuelve improductivo: no produce ninguna coreografía sino que es una superficie que hace pasar intensidades, fuerzas, movimientos, gestos, sensaciones, ritmos que circulan en el desierto de la sala. Prolifera, es decir, hace variar las informaciones sensibles que registra. Discierne diferencias sensibles, selecciona intuitivamente algunas, las articula y las despliega. Acelera y desacelera; condensa y relanza; agranda y desplaza por el lugar; conecta y des-varía. Más bien no baila, deviene. Trabaja para que las sensaciones que producen las afecciones se conecten y crezcan hasta tejer una potencia de actuar y crear singular. Entrena y experimenta la multiplicidad de lo que viene. Performatividad cromática. El cuerpo performártico es un cromo-activismo que implica a cualquiera. En esta transverberación de cuerpos ya no sabemos quiénes son los/las performers, les hemos perdimos el rastro, todxs bailan entre todxs. El artista se vuelve invisible. El goce se reparte. Método de la igualdad escénica deseante. No sólo se des-jerarquizan el cuerpo academizado y el cuerpo del género sino, también, el cuerpo narcisista del artista. El escenario público se vuelve escena común. Bailar es pensar y experimentar lo común. Es decir, lo que podemos conectar, interseccionar. Una puesta en común de órganos, ritmos, fisicalidades, gestos, procedimientos, conceptos, imágenes materiales, ruidos, ideas. Ese común en proceso hace consistir una ética o manera de relacionarnos con los seres y las cosas. Nos movemos en una red de co-existencias espaciales y temporales. Co-producimos potencia. Muchos ritmos mezclados; muchas sensaciones espaciales se traman al mismo tiempo y en el mismo escenario. Se crean alianzas de movimientos, de partes del cuerpo, de velocidades, de tonos físicos, de maneras de tocar, de desplazarnos juntxs. Se aprende y se intuyen procedimientos como recursos para vivir la experiencia y conceptos como cajas de resonancia para que la imaginación colectiva se efectúe. Los procedimientos que se comparten y los conceptos que resuenan en ese bloque de espacio-tiempo abren un conjunto de posibles específico. Ese conjunto de posibles hacen consistir narrativas escénicas improbables; insolvencias semióticas; ruidos boicoteros; gestos intempestivos; cuerpos mutantes; movimientos aberrantes, que desobedecen a la mente heterosexual obligatoria. Esto quiere decir que unx no sólo puede plegarse a una materia, a un cuerpo, a una técnica, si no, incluso, incorporarse a experiencias dinámicas o de movimiento colectivo que te subjetivizan, es decir, que transforman la relación con vos y con el ambiente. Plegarse y desplegarse en y desde las materias dinámicas que son éticas en devenir: formas de vida posibles.
Entonces, alguien te baila a vos, para vos, desde vos, sobre vos, entre vos. La coreografía como espacio vivo por el cual se aprende un cuerpo. Un cuerpo agigantado de salidas y entradas que hacen pasar gestos, figuras, ritmos, saberes técnicos de muchos otros cuerpos múltiples. La coreografía ya no sería esa práctica de ordenamiento y moldeado de los cuerpos si no la capacidad técnica de crear y cruzar umbrales de intensidades, de concatenar fuerzas que actúan sobre y entre los cuerpos. Como en una pista de baile de una milonga, una fiesta popular, o una rave electrónica se trama una “asamblea bailable” desbordada donde puede entrar y salir cualquiera para componer lo común.
* Aprender un cuerpo, se ideó para el capítulo 3 del ciclo de performance en espacios vivos “Pase y Cierre la Puerta”, en la antigua casona del bar Milión De Buenos Aires, el 15 de abril del 2015, con la curaduría de Juan Ignacio Retamal. En esa oportunidad se trabajó con un grupo de siete performers y su director escénico, Silvio Lang, oficiando de DJ. En aquella edición del “Pase y Cierre la Puerta” asistieron alrededor de 900 personas. En el salón asignado a Aprender un cuerpo se constituyó una verdadera “milonga” o “asamblea bailable” de música electrónica, funk carioca, reggueton, TRAP y pop latino, donde los cuerpos de los espectadores bailaron, sudaron, aprendieron, se erotizaron y se diviertieron, junto a los performers, como práctica colectiva de sensibilización y liberación subjetivas. La experiencia se repitió de forma ampliada, recién en el 2018, en el encuentro de danza SUDA, en el Parque Cultural de Valparaíso, como un seminario-happening-fiesta. Lang trabajó con un grupo de diesisiete performers durante una residencia artística donde se compartieron y probaron procedimientos que permitieran des-aprender el cuerpo codificado social y académicamente y aprender otra red de relaciones colectivas de los cuerpos y las subjetividades. Se realizaorn dos sesiones públicas en el teatro del Parque donde participaron alrededor de 200 personas que bailaron en la trama de una danza colectiva y erótica. En esta oportunidad se logró radicalizar la pregunta por la relación entre el publico y la escena.