Anarquía Coronada

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TIPNIS. La larga marcha por nuestra dignidad[1] // Silvia Rivera Cusicanqui (Colectivx Ch’ixi, Chukiyawu)

Resumen

Este artículo, a través de la táctica de testimoniar, recordar y releer, tiene la intención de estimular la memoria de quienes lo lean sobre lo ocurrido en las dos últimas marchas del TIPNIS y en la resistencia a la extemporánea consulta del 2012-2013. Plantea que la “crisis de Chaparina” fue un “momento constitutivo” de la conciencia política contemporánea y analiza sus implicaciones para la comprensión de la “trama oculta” del poder en Bolivia. Lejos de agotarse en un breve chispazo de tiempo, la crisis desatada en el TIPJNIS se desenvuelve y se despliega, implacable, hasta nuestros días.

¿Cómo contar una historia (re)vivida?

Lo primero que la colonialidad nos roba es el espejo de la memoria

Rita Segato[2]

            La octava marcha del TIPNIS comenzó en Trinidad el 15 de agosto de 2011, y en todo el transcurso del primer mes no había llegado ni a la mitad del camino, debido al sistemático acoso orquestado por el gobierno a través de alcaldías y grupos de choque afines, desde San Ignacio hacia el sur-occidente. El bloqueo de Yucumo, iniciado a fines de ese mes por cocaleros y colonizadores para impedir su paso, fue el pretexto para la presencia policial, que el gobierno justificó como acción disuasiva de los choques que podrían ocurrir entre indígenas y colonos (azuzados, éstos, por el propio gobierno). La intención represiva era evidente. Al llegar a la localidad de San Lorenzo de Chaparina, cuando las familias de caminantes se hallaban descansando en su campamento, sufrieron el sorpresivo ataque de centenares de policías, que gasificaron, golpearon y amarraron a las y los marchistas, provocando la dispersión de las familias y la desaparición de varixs niñxs. La gente detenida y amordazada fue subida a empujones en cuatro autobuses que partieron hacia Rurrenabaque, en cuya pista de aterrizaje los esperaba un avión de la Fuerza Aérea y se anunciaba la llegada de otros dos.

N.C., marchista tsimane:

“Habíamos ido a traer agua. Cuando llegamos, los policías ya habían tumbado [el campamento] cercano al camino. Entonces tomé a una de mis hijas y corrí al monte. Pero regresé porque mi otra hija no aparecía. (…) Luego gritaron: ¡Rápido, a recoger sus pilchas! y nos ordenaron rápidamente subir a los buses. Lo que más me preocupaba era mi hijita. Estuve preguntando a todos por ella”.

Entre tanto, su esposo F.C., había logrado huir a San Borja con sus otros hijos:

“Estaba en la guardia indígena pero no quise disparar mis flechas. Dios no me dejó porque yo no quería cargar en mi corazón con semejante mal. Me interné en el monte con dos de mis hijos y a mi mujer se la llevaron a Rurre. En la noche llegué a San Borja. En San Borja estaba con mi pequeña de un año. La niña no me dejó dormir dos noches, lloraba toda la noche porque extrañaba a su madre. Mi hija ha quedado muy enferma desde la intervención”[3]

La intención de este trabajo es provocar un flashazo de memoria en quienes lo lean, usando la táctica de testimoniar, recordar, releer y exponer los aspectos salientes de la experiencia vivida durante ese “momento constitutivo” de nuestra conciencia política, que aquí he llamado “la crisis de Chaparina”. Lejos de agotarse en un breve chispazo de tiempo, esta crisis se desenvuelve y se despliega, implacable, hasta nuestros días. Los hechos que hemos seguido atestiguando, las conversaciones con participantes directos, en fin, las lecturas y averiguaciones por Internet, me han permitido reconstruir a grandes rasgos lo acontecido antes y después de ese 25 de septiembre, para comprender cómo es que el gobierno intentó negar, desconocer y silenciar a esas comunidades en lucha, y adormecer a la conciencia pública con su política de olvido. Casi seis años más tarde, el 13 de agosto del 2017 fuimos testigos del bochornoso acto de promulgación de la Ley 969. En un escenario deportivo a puerta cerrada –que la gente trinitaria apoda el “platillo volador”– se dieron encuentro políticos, futbolistas, ganaderos, transportistas, cocaleros e “indígenas” bailando de macheteros, que me recordaron a los peones apatronados de las antiguas haciendas[4]. Vimos ese espectáculo por televisión desde la vigilia que la Subcentral del TIPNIS había instalado en la plaza principal. Ancianos y ancianas de la primera marcha, indignados de la octava y la novena, gente joven y adulta, niñas y niños, junto a colectivos llegados de La Paz y Cochabamba nos abrazamos y rompimos en llanto; la destrucción cultural y ambiental que esta medida iría a provocar nos pareció inminente. La ley 969 habilita la construcción del controvertido Tramo II de la carretera San Ignacio-Villa Tunari, que atravesará el núcleo del área protegida, de alta biodiversidad y escasa población. Como se sabe, en el llamado Polígono 7 se viene dando desde hace décadas una fuerte presión mercantil y parcelaria por parte de la población cocalera del Chapare, cuna política del MAS y del propio Evo Morales. El entonces (sólo) dirigente sindical, consiguió en 1990 la legalización de los asentamientos cocaleros en el territorio de la TCO (Tierra Comunitaria de Origen), y a pesar de haberse trazado una “línea roja” de contención, desde entonces la economía de la coca ilegal continúa ingresando al área protegida con cada vez mayor agresividad y respaldo estatal.

El TIPNIS como qhananchawi 

Lo más problemático es llegar a destino

Rita Segato

Vista retrospectivamente, la crisis tuvo un efecto de horror, pero también encendió la chispa de un develamiento[5], y esto me invita a una breve mirada autocrítica. Para cuando el MAS llegó al gobierno en 2006, los discursos colonialistas de los siglos pasados en torno a la cuestión indígena se habían remozado notablemente, incluso con la inadvertida contribución nuestra[6]. El katarismo de los años 80, los populismos de CONDEPA y Max Fernández, la renovada etnografía e historiografía que se iba posicionando en el espacio público desde la caída del muro de Berlín, crearon las condiciones para que un equipo de intermediarios mestizos de la vieja izquierda, con creciente visibilidad mediática, pudiera negociar los conocimiento adquiridos en vastas bibliotecas y foros académicos. ¿Cuál era la meta de esos varoncitos de avanzada? Capitalizar la efervescencia indígena popular de los primeros años de este siglo, conocer a esas multitudes para aprender a manejarlas; usurpar la plusvalía simbólica creada en siglos de producción y reproducción cultural, para mantener a los pueblos indígenas en condición de “minoría”, encasillada su diversidad en 36 “naciones”, hoy expatriadas, cercadas y acosadas. ¡Qué atrevidos esos jóvenes, ya tan maduros en las lides del poder!

Nosotras, tan enceguecidas por el entusiasmo de las multitudes como lo estuvimos al recibir la marcha del TIPNIS en octubre del 2011, no dudamos en apostar por la esperanza. Estábamos enamoradas de esa gente de a pie entre cuyo calor y color circulamos durante las movilizaciones de los primeros años del milenio. Ellas y ellos nos enseñaron día a día otras formas de hacer política. Esa ilusión duró hasta que la Asamblea Constituyente comenzó a hacer aguas por las maniobras de toda esa gente. La polarización de esos días entre la derecha oligárquica de la “media luna” y las multicolores representaciones MASistas (además de un reducido número de indígenas elegidos por sus organizaciones) nos dieron una señal equivocada. Unos años más tarde, el pacto del MAS con esas oligarquías depredadoras se sellará sin reparos. ¿Para qué entonces la estrategia confrontacional del 2007 en Sucre? Recién hoy podemos decirlo: para marear la perdiz.

Sin embargo, durante esos años de penumbra, yo quise aportar con alguna parcela, así sea chiquitita, de “descolonización del estado”, a través de una asesoría ad-honorem, primero a los diputados yungueños (2002-2005) y en 2006 al Viceministro de la Coca, el afroyungueño Félix Barra, en torno a los usos legales y legítimos de la hoja de coca[7]. Luego del fiasco del anuncio de “despenalización de la hoja de coca” en mayo del 2009[8] que sólo consistió en hurgar el avispero del artículo 25 de la convención de 1961, me retiré de la escena estatal con el fin de detenerme a pensar qué nos había pasado. El trabajo que presento es resultado de esa elaboración, y aprovecho aquí para llamar la atención sobre la única contribución que creo haber hecho al vivir bien y al pachakuti (mal rebautizado como “proceso de cambio”). Pienso que esa contribución consiste en hacer devenir el pachakuti, en silencio y por debajo del radar, a través de acciones senti-pensantes, alejadas de hábitos librescos y discusiones de café. El disfraz pachakutense que se le ha dado al “proceso de cambio” ya no puede tapar las huellas de su traición. El rey está desnudo. De eso me di cuenta en Chaparina.

Creo que mi desafiliación temprana de la política estatal me permitió asumir con serenidad la grave disyuntiva que me puso enfrente la octava marcha del TIPNIS. Tomé partido por las comunidades indígenas moxeñas, yuracarés y tsimanes, y me opuse al proyecto cocalero de la carretera con la que se seguirá destruyendo al bosque y a la gente. Tomar partido no es pasarse de un lado al otro. Es buscar un “entre” que me permita una comprensión no lineal de la historia que se disputa en el TIPNIS, donde también sale a la escena el tema de la coca. Y por eso, en mí y en mucha otra gente, comenzó una deriva hacia otro lugar desde el cual enunciar el pensamiento y ejercer la voluntad o el deseo de la acción. Veamos los hechos.

El TIPNIS alberga un vital ciclo histórico para las comunidades moxeñas, que desde Trinidad, San Ignacio y otras reducciones misionales emprendieron la búsqueda de la Loma Santa. En su libro De la Loma Santa a la Marcha Indígena por el Territorio y la Dignidad (1992), Zulema Lehm relata cómo las y los buscadores de esa tierra sin mal estaban recuperando sus áreas de caza y pesca del período pre-reduccional, internándose en lo más profundo de la selva. El territorio del área nuclear del TIPNIS fue precisamente ese espacio, libre de la intrusión y el acoso de los karayanas. Diez años después, Zulema Lehm y su equipo mostraron cómo en este proceso se formaron comunidades interétnicas a través de matrimonios mixtos, que permitieron a la gente moxeña aprender conocimientos vitales de los otros pueblos indígenas, para vivir sin penurias en los ríos y bosques de ese parque nacional. El último “brote mesiánico” (1984) fue conducido por una niña de 14 años, que a través de sueños y profecías les condujo hacia las áreas que hoy ocupan varias comunidades del TIPNIS (Lehm 1992, Lehm et al., 2002).

Lo interesante de estos dos libros es que, al leerlos juntos, nos permiten vislumbrar a la vez las fortalezas y las debilidades de esas comunidades y el modo en que, ante el creciente acoso karayana, ellas se dotaron de liderazgos capaces de interpelar, en castellano y con lenguajes modernos, al estado y a la sociedad entera con una idea central: Territorio y Dignidad. Desde entonces, la defensa de los bosques del oriente y el derecho a vivir en ellos libremente, gozando a la vez de reconocimiento estatal y ciudadanía[9], han sido la columna vertebral de las 9 marchas indígenas de tierras bajas que llegaron –o intentaron llegar– a la sede del poder[10]. Esto indica que la presión maderera, ganadera, mafiosa y agroindustrial no ha cesado y, como veremos, a ellas se añade hoy la presión estatal, cuya finalidad no es otra que la de cumplir con delirantes “iniciativas de integración regional” a escala sudamericana.

Lo enorme de la amenaza no quita lo pequeño, lo profundamente menor y significativa que es la población habitante y conocedora de esos ecosistemas, gente de los bosques, hablante de las lenguas moxeña, tsimane y tawuibo. Las comunidades multiétnicas del TIPNIS estuvieron entre las más activas y persistentes de las nueve marchas, por la magnitud de la invasión que se les venía encima. En medio de la confrontación de Evo Morales con los políticos de la Media Luna, se abre en 2008 un grave “momento de peligro” para esas comunidades, a raíz de la firma de los primeros convenios con Brasil para la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos[11]. El Tramo II de esa carretera, de apenas 75 km, cruzaría por el centro del parque, lugar sagrado que se extiende entre los ríos Isiboro, Ichoa y Sécure. Pese a la propaganda estatal, sólo unas pocas de las 64 comunidades que allí habitan, podrían esa costosa obra como vía de comunicación.

Estas constataciones se han ido abriendo paso en la conciencia pública y en la investigación académica durante las últimas décadas. Me he nutrido de ellas para escribir este trabajo, pero sobre todo he revivido los días de tensión y angustia colectiva que rodearon a la octava marcha. Recordé la rabia y la impotencia que sentimos; el rayo de indignación que electrizó a la gente al ver las imágenes de Chaparina, capturadas por comunicadoras indígenas y gente amiga/solidaria. En el transcurso del mes siguiente, una vez repuesta la salud de los marchistas y reorganizada la marcha, se le unió una delegación del CONAMAQ y varios grupos solidarios[12]. A su llegada, el 19 de octubre, fui testigo del ingreso a La Paz de esas inmensas columnas de marchistas, pude percibir su fatiga y alegría, su orden y su música, lo que me hizo ver una de las caras de la medalla, la más diáfana y luminosa. La luz (qhana) que significó el qhananchawi del TIPNIS (siendo la crisis de Chaparina su rayo anunciador) me ha ayudado ubicarme en un punto de mira por debajo del radar oficial, y a diseñar una táctica de comprensión de los hechos basada en el relato, testimonial y reflexivo, de la cotidianidad y de los momentos claves de esa crisis: las marchas, vigilias, conflictos y disputas en el territorio, donde también pude vislumbrar, a partir de sus huellas, lo que ha estado ocurriendo entre pasillos y cónclaves secretos, en el curso de los años del gobierno “indígena” de Evo Morales. .

El 19 de octubre del 2011 vivimos la conciencia compartida de que la protección al TIPNIS y el respeto a las formas de vida de sus habitantes eran posibles y habían sufrido sólo un bloqueo circunstancial. Jubilosas y esperanzadas, las multitudes caminantes nos mostraron la enormidad de las cuestiones en juego. El pasado inmediato aparecía también, como una nube oscura en el horizonte: los conflictos entre tierras altas y tierras bajas, el papel de los intereses estatales y regionales, las escaramuzas intestinas de los liderazgos… Pero en esos momentos, la luminosidad de la marcha entrando en La Paz, donde se conjugaban las nieves del Illimani con las plumas de aves amazónicas, era demasiado intensa como para preocuparnos por ello.

Después de los actos en una plaza San Francisco atestada de gente, volvimos a la vigilia, y estuvimos pendientes de lo que ocurría en los palacios y en las altas esferas del poder. En esos espacios a puerta cerrada, donde el gobierno negó el ingreso al equipo técnico de la CIDOB y del TIPNIS, se sucedieron complejas madejas discursivas, hasta que nos enteramos de que el gobierno había logrado marear la perdiz de los demandantes, introduciendo un término de doble filo: la “intangibilidad”[13].

¿Cómo es que este revés se habría hecho visible en Chaparina? Recordemos el fracaso del operativo militar que se había montado para liquidar la marcha, producto de la reacción en cadena de la población indígena y mestiza de San Borja y Rurrenabaque. Ellas y ellos rodearon a los buses, liberaron a lxs marchistas y se tomaron la pista para impedir el arribo de los aviones de la Fuerza Aérea. Con la llegada de la marcha a La Paz, esa articulación rural-urbana y mestiza-ch’ixi-indígena se había extendido hasta ocupar el centro del escenario político nacional. Se había (re)constituido un jiwasa, un nosotros inclusivo en primera persona.

La cualidad efímera e intensa de esas vivencias se trastocó en asombro e indignación al desplegarse rápidamente la estrategia contrainsurgente del gobierno, hilvanada con acciones prebendales, divisionismo y operativos de infiltración e inteligencia. A raíz del fiasco en Chaparina, las fuerzas militares y policiales no quisieron ponerse demasiado en evidencia, y el think tank estatal se las arregló para cubrirles las espaldas. Que fuesen otros indios y organizaciones afines las que orquestaran la agresión entre hermanos (¿la ch’ampa guerra del proceso de cambio?[14]). Ellos serían los más indicados para enseñarles la lección del desarrollo a las “salvajes” mujeres y hombres del TIPNIS[15]. En eso, se sucedieron vertiginosamente la marcha del CONISUR (diciembre 2011), la promulgación de la “Ley de Consulta” 222 (febrero 2012) y la Novena Marcha indígena (mayo-julio 2012), que terminó doblemente deshecha, por agua y golpes, sin que el gobierno se dignara a recibir a sus voceros ni a escuchar sus demandas. A partir de ese momento, todo lo que supe por los medios y en conversaciones con participantes directos, me hizo entender que la militarización del parque ya estaba en curso. Y este riesgo envuelve hoy lo más vital del oriente boliviano.

La reflexión política que estos hechos exigen nos muestra las implicaciones que tiene, hoy mismo y para el futuro, la masiva desforestación y devastación ambiental y social en curso. Esta amenaza está tomando proporciones gigantescas y sus efectos ya se han hecho sentir en las tierras altas, con la sequía del 2016 y los desórdenes climáticos que vivimos día a día. Pero en el TIPNIS, al igual que en Takovo Mora y otras TCOs, las comunidades viven también un proceso etnocida: la destrucción de los tejidos comunitarios, la incursión prebendal, la corrupción y el señuelo del consumo, van de la mano con la ocupación armada y la emigración forzada de la población. Violencias de todo tipo nos muestran cómo caen en saco roto las palabras y cómo se suceden los crímenes contra la madre tierra y el desmantelamiento ético-político del Estado Plurinacional. Esta situación, típicamente colonial, afecta la trama misma de nuestra vida en común.

 ¿Qué nos depara el futuro? ¿Un destino de conformismo frente a la sordera estatal, la ceguera política, la crisis moral y la extinción de las más vitales luchas por la salud del planeta y de sus portadorxs? ¿Un acto de resistencia heroico y desesperado? Quizás lo que se viene sea algo menos dramático: retomar el camino, proseguir la larga marcha por nuestra dignidad, reunir energías desde la derrota para reactualizarnos como personas y como colectividades. Al igual que los bosques que albergan a esas hermanas y hermanos, en lucha por seguir existiendo junto a los ríos y a múltiples especies de plantas y animales, queremos expresar un deseo: que nuestrxs hijxs y nietxs puedan respirar todavía el aire y la humedad que vendrá de la transpiración de ese incalculable número de seres vivxs, interconectados en relación eco-simbiótica. Y también el deseo ferviente de que las comunidades y familias moxeñas, yuracarés, tsimanes, guaraníes, tacanas… y centenares más, habitantes y cuidadoras de las selvas tropicales del subcontinente, beban el agua límpida de sus ríos, extraigan alimentos y medicinas de esos territorios, y gocen de la libertad y la justicia a que tienen derecho como seres humanos y como pueblos ancestrales, cuya existencia es muy anterior a las repúblicas y estados coloniales. Esta memoria futuro/pasado (qhipnayra) sugiere, en el presente, la imagen de una moneda de dos caras.

Anverso. Violencias a la vista, o Chaparina en carne viva

La impunidad se exhibe como espectáculo. Es un mensaje de supremacía que se manda con extrema crueldad y arbitrio

Rita Segato

Voy a acercar el lente a la experiencia vivida por mujeres, niñas y niños durante la octava marcha, al caer en la emboscada policial aquel 25 de septiembre. Allí, las fuerzas represivas intentaron convertir a las personas en entes sumisos y descartables, merecedores de castigo preventivo y silenciamiento colonial. Durante y después de la crisis ellas y ellos se arrancaron la mordaza y tomaron la palabra para expresar su desconcierto, su dolor y su negativa a seguir soportando tales brutalidades y mentiras.

L.M.S., comunicadora indígena[16]:

“Nos estábamos bañando, cuando un compañero llega: ´Ya están entrando los policías´. Y nosotras no les creíamos, porque ¡cómo! el gobierno al que apoyamos, por el que luchamos, que era supuestamente un gobierno indígena, cómo nos iba a mandar a hacer eso a nosotros”.

N.M.V., comunaria de base:

“Cuando miramos atrás venían los pacos, ellos bregando para pasar (…) nos hemos largado, así, a un arroyo. ‘Yo no sé nadar’, le digo yo a ella. Ella me dice ‘!No importa, lárgate, nos van a agarrar los policías¡’ (…) Me largué, y ya al otro lado, como se dice, me enterré en el barro y no podía salir. Ya la compañera estaba arriba y yo le grito ‘No me dejes’ y ya ella se regresa y me jala y de ahí otra vez nos fuimos. Ya cerca del campamento yo veía que venía la policía, porque la verdad, estábamos rodeados de pacos. Entonces nos largamos al monte. Estábamos enteritas embarradas, y el gas espeso, estábamos fatigadas”

Y.M.M., comunaria de base:

“Yo no podía creer que nos ataquen (…) Todo el mundo corrió, y estaban largando gases lacrimógenos, así, con unas como ametralladoras. Yo corrí, quise pasar el alambre y no pude: me agarraron, vino un policía y me agarró. Yo luché, sí, harto para poder defenderme ¿no?, para poder escapar. Porque ni siquiera intentamos flechearlos, esas cosas (…) Me caí boca abajo y me pisaron. Me preguntaban si yo era dirigente, que dónde estaban los otros dirigentes (…) Gracias a Dios, de lo que yo lloraba, no podía limpiarme mi ojo ni mi nariz (gesto con la mano en el rostro), y entonces se aflojó ya el masking que me habían puesto en la boca[17] (…), lo poquito que podía respirar, respiraba. Y más, yo amarrada, impotente…”

M.C.T., comunaria de base:

“Subiendo del barranco me agarraron tres policías, ojalá haya sido uno, pero eran tres, y yo una persona. Y me preguntaron que yo qué hacía en la marcha con mis tres hijos, y por qué no estaba en mi casa tranquila (…) y me preguntaron que quién nos pagaba a nosotros y yo le dije que no estamos recibiendo ni un solo centavo, que estamos peleando por nuestro territorio (…) Sería que no le gustaron lo que les dije y ahí fue que me empujaron, no sé si me habrán dado con su tolete, por los nervios. Justo con mi hijo caí de una tabla…”.

La determinación, la valentía y serenidad de esas mujeres y niñxs indígenas, que acababan de pasar por tan terrible experiencia, nos movieron, pues, el piso y la conciencia. Me había sumado desde el principio a la vigilia convocada por las Mama T’allas del CONAMAQ en la plaza San Francisco, que se llenaba día a día, y en ese escenario recibimos a mujeres y ancianos delegadxs por lxs marchistas, también a unos heridos de Chaparina y posteriormente a la gente del CONAMAQ, que llegó caminando desde Eucaliptus. Al recibir esas multitudes llenas de polvo y cansancio, me he sentido urbandina, he vivido la esperanza y el fervor de escolares, adolescentes, mujeres mayores y grupos de lo más heterogéneos que rodeaban con amor a lxs caminantes, especialmente a lxs más viejxs, a las mujeres y a lxs niñxs.

Reverso. La trama invisible de la violencia

El primer predicado del poder son los pactos secretos. El poder no puede ser observado. Sólo se lo conoce por epifenómenos ocultos y al mismo tiempo exhibicionistas

Rita Segato

Los acontecimientos de la octava marcha fueron percibidos con intensidad a través de diversos medios de comunicación masiva. Chaparina fue el más impactante de todos. El despliegue verbal que le sucedió revela una combinación de ocultamiento y exhibición, cuyos entretelones sólo se aclararán con el tiempo. No cabe la menor duda de que se trató de un operativo estatal tramado desde las esferas más altas del poder civil-militar. Como es de conocimiento público, sus principales responsables fueron el exministro de la presidencia Juan Ramón Quintana, el exministro de gobierno Sacha Llorenti, y el Vicepresidente Álvaro García Linera, que se encargaron de cubrir las espaldas a Evo Morales, anunciando severas investigaciones que jamás se realizarían. En un alarde de cinismo, el presidente llegó incluso a defenderlos y a recompensarlos por su actuación[18].

Un día después de Chaparina, el ministro Sacha[19] Llorenti, declaraba con voz monótona y dubitativa, bajando la mirada a algún papel que tendría en las manos (la toma era en plano medio corto):

“En caso de que se hubiera cometido algún abuso al margen de lo que establece… eh… la autoridad competente, entonces, por supuesto esos abusos tendrán que ser individualizados, procesados, de acuerdo a nuestro ordenamiento jurídico”.

Ese día el presidente, con gesto compungido, se veía más bien apenado y molesto, todo lo contrario de la fingida tranquilidad del Sacha. Evo acezaba al hablar y sus largos e incómodos silencios dicen tanto como sus palabras.

“Repudiamos los excesos… no comparto…, no compartimos… Una … violencia, un exceso, un abuso hacia los hermanos indígenas que estaban en la marcha”.[20]

Es significativo el lapsus de Morales cuando usa la primera persona del singular y luego se corrige con el plural “no compartimos”[21]. Seguramente, sus ejecutores le dirían que la operación iba a ser rápida, eficaz y sin escándalo. De ahí que su voz sonase cargada de culpa y de vergüenza, pues debía exonerar a todo su aparato político de la responsabilidad por la represión desatada (o por el fracaso de la misma). La reacción masiva de la población en apoyo a la gente de la marcha indígena había descolocado todo el plan. La brutal golpiza tuvo que justificarse ante una opinión pública soliviantada por la indignación.

En cuanto al comandante de la Fuerza Aérea, Gral. Tito Gandarillas, verdadero artífice de la frustrada incursión, nunca se lo vio en la escena de los hechos: los aviones bajo su mando tuvieron que retornar a la base sin lograr su cometido. A fines del 2011, cuando las cosas se habían calmado y el gobierno había reorganizado su estrategia, fue ascendido a Comandante General de las FFAA. ¿Por qué los poderes públicos desoyeron las protestas de las y los indígenas violentados en Chaparina? Al parecer, el general se había inculpado a sí mismo de tomar la decisión y “romper la cadena de mando”. Aunque ya en la cima del poder militar Gandarillas fuese misteriosamente destituido, en el caso Chaparina, el informe defensorial del 2012 es sugerente: “el comandante general de la Fuerza Aérea Boliviana (…) dispuso de bienes del Estado como aeronaves, combustible, además de personal para el traslado de los marchistas detenidos ilegalmente», agregando que  el general “puede tratar de encubrir su accionar buscando términos como supuestos vuelos solidarios que tendrían por objeto prestar ayuda humanitaria trasladando detenidos”[22].

En el momento de promulgar la Ley 180 de Protección del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), el 24 de octubre, la vergüenza de Evo Morales ante las cámaras se había transformado en rabia y mal humor. Severa y segura de sí misma, en cambio, fue su actitud, apenas cinco meses más tarde, cuando anunció la promulgación de la Ley 222, después de que arribara a La Paz, sin pena ni gloria, la bizarra marcha de los “indígenas” del CONISUR, encabezadas por el cocalero Gumersindo Pradel[23]. Ahí nos dimos cuenta de que los artificios de neutralización al movimiento indígena de tierras bajas habían cambiado de orientación táctica.

El testimonio de Canela Rojas, activista vinculada por muchos años al CONAMAQ, narra cómo la decisión de este organismo de sumarse a la Octava Marcha dio lugar a un acalorado debate interno, donde ya se mostraron fisuras alentadas por el gobierno, que se consumarán con la intervención de enero de 2014.

  1. Fue una discusión muy fuerte a nivel de CONAMAQ, porque ya había un sector disidente, un sector politizado. Ahí estaba por ejemplo el HM – que ahora encabeza el CONAMAQ trucho[24] – y había también uno de los afros que es manejado por el gobierno brutalmente, y un señor de Chichas que nunca tomó relevancia, pero que también era de ese lado. Y ellos decían “No, eso es político, es una marcha política”. Y ahí se impusieron realmente TR y el TB –aunque les costó una severa amonestación por parte de la dirigencia– porque ellos dijeron ‘Nuestra comisión es de Medio Ambiente y tenemos que apoyar la Marcha’. No fue una decisión unánime, porque tú esperas del CONAMAQ que la decisión sea unánime, y eso puede tardar meses[25]. Ahí ellos dijeron que desde la Comisión de Medio Ambiente habían decidido apoyar a la marcha. Y precisamente los primeros en ir [unirse a la marcha] fueron TR y el TB (…) A ellos, y sobre todo a TJ la gente del oriente los quiere mucho, porque han estado sin salir, militantemente, han apoyado en todo, han hecho todo lo que es interculturalidad: aprender a vivir con ellos, de esas otras maneras, ¿no? En la marcha, ellos con sus ponchos, ¡imagínate!

SRC. ¿Y las mujeres?

  1. Como respuesta a eso, la hermana A, la hermana C y la hermana TL dijeron: ‘Desde las Mama T´allas tenemos que impulsar esto’, y ahí decidieron convocar a la vigilia, eso fue el 21 de agosto.

La noche que me incorporé a la vigilia (22 de agosto) dormimos a la intemperie 30 mujeres y 2 varones. Más adelante, cuando llegó la marcha del CONAMAQ y ya se habían instalado carpas y colchones de múltiples colectivas y colectivos urbanos, el número había crecido notablemente. Para recibir a lxs marchistas de tierras altas se improvisó un acto discursivo, y ahí lxs oradorxs fueron 15 varones y 2 mujeres. Esto revela la configuración política “normal” de las organizaciones sociales en Bolivia, al menos desde la época del MNR. Pero además, uno de los varones que estuvo en la noche más difícil, era posiblemente un infiltrado, porque entrevistó a las principales dirigentes de las Mama T’allas y después no lo volvimos a ver. Canela nos cuenta otros entretelones de lo ocurrido en la vigilia.

  1. Pero en la vigilia, aquí, ha sido una cosa bastante complicada, también por la intervención de las técnicas, me atrevo a decir (…) Lo central de la vigilia, la idea de la vigilia, era recoger ropa y alimentos para mandar a la marcha. Eso fue muy complicado, porque las hermanas de aquí también tienen sus carencias y necesidades (…) Y algo que casi nadie sabe, habían infiltradas en la marcha, y entre las infiltradas estaba esta chica, la MR, que se hizo enamorada del Dirigente (D). Ella apareció de algún lugar y se enganchó con él. Esto casi no se sabe. Es decir, todos lo sabemos, pero es una cosa que no ha sido trabajada. Y ella comenzó a manejar todo: ‘A mí el D me ha encargado…’ Y había todo un enojo de las hermanas, porque claro, la esposa de él estaba ahí, y él entre gil y mil andaba con ella por ahí (…) Y esta chica debió de ser infiltrada por el gobierno, porque… Eso fue antes de Chaparina, pero ya se sabía que iba a haber la intervención a la marcha [y ella se comunicaba con D desde la vigilia]. Y dos días antes de llegar la marcha, esa chica dice ‘Bueno, nosotros vamos a levantar la vigilia, porque ¡esto no puede ser, aquí no hay orden, con el CONAMAQ no se puede coordinar¡’ (…) Llegó a decir: ‘ellas se llevan las mejores cosas, y nos dejan la basura’. Esa fue la discusión que ella promovió y ella incentivó. Después de ver, a la larga, yo me di cuenta de que era una cosa manipulada. Y así fue como ella pudo agarrar, como si fueran sus dirigentes, sus changos, a los hermanos del TIPNIS en la vigilia, a don S y a otro viejito que no me acuerdo su nombre, trajo yutes, les dijo ‘!Pongan sus cosas¡’, trajo un taxi y se los llevó. Poca gente se dio cuenta de eso. Y dejó solamente a la gente del CONAMAQ (…). Esta ruptura [con la Subcentral del TIPNIS] fue un día antes de la llegada de la marcha, una ruptura brutal, porque ella dijo ‘El D me ha dicho [que hay que hacer] esto’, y tal (…) Lo que quiero que me entiendas es cómo esta muchacha estuvo en todo el proceso y para mí fue la que logró desbaratar las cosas desde adentro (…)

SRC. ¿Y de dónde salió esta MR?

  1. Había sido bióloga, o bioquímica, y era profesora de la universidad. Y nadie sabe cómo se metió a la marcha. Nadie sabe cómo fue el contacto, solamente apareció. Nunca se vinculó con ninguno de los colectivos ni nada, pero ella daba las órdenes. Daba las órdenes y los hermanos le hacían caso, porque era la persona de confianza del D (…) Después de que eso pasó, el cuento es que ella terminó enganchada [en relación sentimental] con el abogado. Y ahí se peleó él con el D. Es una cosa de terror, pero para mí es interesante, en la lógica de lo que estamos hablando, [saber] cómo se manejan estas cosas (…) ¿Y sabes dónde terminó ella, dónde está trabajando ahora? (…) En el gobierno. Terminó con el abogado también y entró a trabajar al gobierno; ya está tres años[26].

            Al transcribir el largo diálogo que sostuve con Canela, he querido explorar la cara oscura de la crisis de Chaparina. Ella viene de una familia agricultora qhichwa hablante de Chichas, y además de maestra, es tejedora. También conversé largamente con Juan Isuna, naturista de casi 60 años que seguramente fue de izquierda y renegó de su familia desde la juventud. A raíz de Chaparina, decidió incorporarse a la Novena Marcha en mayo del 2012. Juan concuerda con Canela al señalar las raíces profundas de la crisis de liderazgo.

J.I. En realidad yo me he sumado a la Novena Marcha después de un proceso de frustración por lo que había pasado en Chaparina (…) Me acoplé en Bermeo, tres días después de que los hermanos habían salido de Trinidad, y decidí personalmente ser el hombre de la retaguardia. Les dije ‘yo soy el último hombre de la marcha, y he venido aquí por mi hija’. Porque lo primero que me preguntaron es ‘¿Usted de qué organización es?’, y les dije ‘no soy de ninguna organización, yo soy un hombre independiente, he venido aquí por mi hija, por mis nietos, y por preservar esto que se llama parques nacionales. He venido a acompañarles y a aprender con ustedes’. Y me incorporé en la retaguardia, y desde ahí me encargaba de todo lo que era la salud de los hermanos (…) Entonces, cuando llegamos aquí a La Paz, me acuerdo, creo que es la cosa más dolorosa que yo he sentido, cuando el Comité Político de la marcha decidió no entrar a La Paz, porque había la huelga de los policías. Hemos llegado a Urujara justo un día antes de la huelga y el Comité Político eran esos dirigentes… Una dirigencia masculina, sólo doña Bertha era representante de las mujeres, y de ella puedo decir que me saco el ch’ulu de su actuación en esa marcha. Ha sido una mujer guerrera, que se oponía a los varones, y que realmente quería ayudar a que esa marcha tenga un objetivo: que no se construya la carretera.

SRC. ¿Te refieres a Bertha Bejarano?

J.I. Si, ella misma. Jugó un rol muy importante como mujer, porque además, el gobierno le armó una bronca familiar con su marido, con su pueblo. Cuando hemos llegado a San Ignacio no nos han dejado entrar (…) Acorralados por la gente de San Ignacio que estaban a favor del gobierno y no nos dejaban entrar. Pero hubo un ejemplo, que he aprendido, y que es muy bueno en los pueblos indígenas: el pacifismo que tienen, y el respeto por los demás, y de cómo tienen que ser las cosas. Dijeron ‘No vamos a insultar a nadie, aun cuando nos quieran pegar o chicotear’. Y como yo era el último hombre de la marcha, he podido ver los insultos, he podido ver las cosas más nefastas que el gobierno ha organizado, que es la división de los pueblos indígenas. El gobierno, a partir de San Ignacio es que actúa de la forma más manipuladora y servil, dividiendo a los indígenas, generando problemas familiares…

SRC. ¿Servil hacia quién?

J.I. Hacia sus propios intereses políticos.

SRC. Ah, entonces no era un pacto con los ganaderos, madereros…

J.I. Todavía, en ese entonces no había ese pacto. Era servil hacia su política, decía ‘Tenemos que hacer la carretera para beneficiar a los cocaleros’. Ese era el mensaje que Evo ha dado cuando estábamos en la marcha. Ha sido un momento muy doloroso. Ver que en San Ignacio hemos sido agredidos por la población, por los indígenas y conforme íbamos subiendo hacia las zonas de colonización, por los colonizadores. Escuchar que la gente te diga ‘¡Flojos de mierda, trabajen, hay que trabajar, ustedes son unos vagos!’ Es no entender que la gente que estaba marchando no quiere esa vida. Entonces, a mí la marcha me ha ayudado a entender esa forma de vida (…) En el camino podías ver tsimanes que se entraban a sacar plátanos de los chacos, que vivían de las papayas que botaban de las flotas, es decir, recolectores. Estaban ahí, caminando con sus hijos a cuestas, comiendo lo que había. No estaban preocupados de qué vamos a comer mañana, porque en su vida cotidiana, ellos, en el monte, tienen su supermercado y saben qué sacar, de dónde, y todo para vivir dignamente (…)

SRC. ¿Y el acoso a la marcha, era de parte de militares o policías?

J.I. No. ¡Hemos tenido infiltrados, infiltradas en la marcha! Nosotros no sabíamos. Compañeras con las que yo he caminado, que después de la marcha han ido a mi casa, nos hemos enterado que eran infiltradas del gobierno. Eran muchachas muy hermosas, las infiltradas. Y aprovecharon la debilidad de los dirigentes, de ser mujeriegos. Los dirigentes andaban… eran capaces de dejar cualquier cosa por estar con estas muchachas infiltradas.

SRC. ¡Qué increíble!

J.I. Pero eso me enteré cuando llegamos aquí a La Paz, después de un mes de la marcha, cuando estábamos preparándonos para ir a la resistencia contra la consulta. Nos enteramos que había infiltradas que estaban a nuestro lado, llorando por Chaparina, llorando por los indígenas. Ahí nos hemos dado cuenta de que el gobierno había trabajado muy bien las debilidades de los dirigentes, de los hombres.

La crisis de la dirigencia, la tenaza que se cierra sin presencia militar abierta, pero articulando finas operaciones de inteligencia y veladas complicidades, tiene como sostén esa fratría o corporación masculina que une a gobernantes y (a algunos) gobernados en una suerte de pacto colonial, que les permite gozar, compartir y usufructuar cuerpos de mujeres (mestizas, “blancas”), algo que seguramente ya aprendieron en los prostíbulos que rodean la experiencia del cuartel[27].

Voces acalladas de la “consulta trucha”.

La violencia de género comienza entre los hombres. En la jerarquía masculina y en la obligación de algunos hombres de darles muestras a otros hombres que pertenecen a la cofradía; debido a la estructura extremadamente jerárquica y corporativa que tiene la masculinidad

Rita Segato

 

“A Quintana lo esperamos en el TIPNIS”, declararon los apaleados voceros de la Novena Marcha, al retornar a su territorio para reorganizarse, después de que les cerraran las puertas del palacio quemado y el parlamento, y se los empapara con agua helada desde enormes carros Neptuno. Vueltos al calor de su abrigada selva, no tuvieron que esperar mucho para ver llegar a las brigadas civil-militares a cargo de la “consulta”, estatuida por la Ley 222 del 10 de febrero de 2012[28], cuatro años después de que la ABC firmara los primeros contratos para la construcción de la carretera. Una movida fundamental para horadar preventivamente la resistencia a la anunciada carretera fue la conversión de las TCOs en TIOCs (Tierras Indígena-Originario-Campesinas), el año anterior a la Octava Marcha[29]. Esto le permitirá al gobierno incluir en la consulta del 2012-2013 a las comunidades cocaleras del sur del parque, que se habían desafiliado de la TCO-TIPNIS desde los años noventa. Esas comunidades, nombradas ahora “indígenas”[30] persisten en un modo de producción basado en la propiedad privada parcelaria y el monocultivo de coca, y participaron activamente en ese proceso, lo que le mereció el apodo de “consulta trucha” por parte de las comunidades en resistencia.

El eje de la Ley de Consulta era oponer la “intangibilidad” al “desarrollo”, y ciertamente, no fue ni “previa”, ni “libre”, ni “informada” (como manda la legislación vigente y la propia CPEP). No hubo acuerdo alguno con las organizaciones legítimas de la TCO ni se aplicó correctamente el procedimiento en la mayoría de las 64 comunidades que habitan el parque. ¡Qué idea más bizarra de los “derechos indígenas” y del “desarrollo” portaron consigo sus promotores! Juan Isuna, que se fue al TIPNIS para apoyar la resistencia a la consulta, relata:

J.I. Para empezar, el gobierno nos puso 3 embarcaciones, que pertenecían a los pueblos indígenas. Nos pusieron una en Gundonovia, una en Puerto San Lorenzo y otra en el rio Ichoa. Tres embarcaciones llenas de militares, que vivían ahí adentro, grabando, no se los veía, pero estaban haciendo un trabajo de inteligencia.

SRC. Pero esas embarcaciones, ¿cómo se las quitaron a los indígenas?

  1. Lo que pasa es que ahí empezó un problema de división. En Gundonovia las familias, que eran unidas, de repente uno se iba con el gobierno, otro en contra, ahí empezaron las prebendas, las compras de conciencia.

SRC. ¿Cómo compraban, qué daban?

  1. Entraban con embarcaciones regalando motores fuera de borda, llegaban en avionetas a las haciendas, reunían a cuatro o cinco personas, y firmaban que estaban de acuerdo con la carretera (…) Llegaron a entrar con una embarcación grande, de la ANH (Agencia Nacional de Hidrocarburos), llevando toneladas de toneladas de cosas, llevando equipos, alimentos. Si los españoles se compraron a la gente con espejitos, el gobierno entró con este tipo de cosas (…) En esa época también empezaron a querer hacer un “cuartel ecológico”; empezaron a sacar a los jóvenes para formar un batallón ecológico. Era una guerra de baja intensidad.

Sin embargo, la comunidad Gundonovia (sobre el rio Isiboro, en la entrada norte del parque) logró organizarse para resistir el ingreso de las comisiones del gobierno. En un gesto atrevido, la gente bloqueó el río colocando de orilla a orilla un alambrado de púas con el letrero “Resistencia Digna”. Según reportes de radio, 30 de 36 comunidades de ese río y del Ichoa habían rechazado la consulta.  El caso de don Victoriano Fuentes, de la comunidad Nueva Esperanza[31] y caminante de la primera marcha (1990), revela la fiera indignación de la gente ante la llegada de una comisión del gobierno, dirigida por el propio ministro de la presidencia:

V.F. Y ahora, que digan ‘Va a haber una consulta’ ¿Una consulta? ¿Por qué no recibió a los principales que tenían que ir a conversar con el presidente… por qué no quiso recibir? Y ahora, pué, que vuelva a mandar comisiones por comunidades: ¡Eso ya no vale! Yo le digo (…) Los hermanos marchistas estaban reunidos cuando pasaron [en helicóptero] la primera, la segunda: ‘Ahoringa va a volver’. ¡Como que llegó ese Juan Ramón Quintana! Se unieron los marchistas del 90 y de la Novena Marcha. ‘¡Ese es Ramón Quintana!’… No, pues… ‘¡Aquí queríamos verlo!’… Le sacudieron [los jóvenes] puro marchistas. Hasta yo también (…) Si yo hubiera podido ese ratito también, yo creo que tendría que hablar un pedazo con él… Pero ya los marchistas estaban, ya, pues, estaban a matar. ‘Este Ramón Quintana nos hizo una masacre en Chaparina. ¡Ahorita aquí no es Chaparina: es mi pueblo, es mi casa!’ Lo sacudieron… Le dieron… hasta donde quisieron, hasta donde ellos se cambiaron de destino. Para que sepa también ese Quintana, ¡¿por qué hizo eso?!

Todos los marchistas fueron (se golpea el pecho)… en su corazón (solloza al hablar)… harto yo vi… y me puse a llorar. ¡Por qué hace eso con nosotros! Por qué manda esas cosas… Por qué no recibieron a nuestros marchistas [que] fueron a La Paz. Diciendo que los marchistas no son del TIPNIS, que son comprados. ¡Cómo van a ser comprados! ¡Siendo nosotros toda la gente indígena! Han ido de mi pueblo, de mi rancho, de mi comunidad ¡han ido 25 personas! (el énfasis es nuestro)[32].

Doña Mercedes, de la misma comunidad y lideresa de la Subcentral:

  1. Decimos que hemos frenado ya varias veces [la carretera], ustedes son testigos de lo que nos han hecho, nos han apaleado, nos han gasificado, nos han amarrado, pero nosotros hemos puesto la resistencia de verdad, no nos hemos dejado. No nos hemos quedado ahí, hemos seguido luchando, defendiendo nuestro territorio. Cuando dice que hizo esa “consulta previa, informada”, nos miente, eso también nos molesta (…) Porque ellos nos han dicho ‘Acepten [la carretera] porque eso va a traer desarrollo’ (…) Yo fui la que he dicho la primera vez, en La Paz: ‘El gobierno cuando vaya a nuestro territorio, a nuestra Casa Grande, allá nosotros los vamos a sacar a flechazos’. Y eso ha hecho mi propia comunidad cuando fue a hacer la consulta el gobierno, paró en la comunidad Nueva Esperanza y lo han correteado los comunarios, no dejaron asentar el helicóptero, le han roto su… este, y ¿acaso el gobierno ha dado esa noticia? No, porque esa es la verdad, que nosotros hemos defendido nuestra Casa Grande.

“Casa Grande del Pueblo” es el título que le ha puesto el gobierno a un gigantesco palacio, equipado con todos los lujos, que servirá de nueva sede al poder legislativo. Al igual que “cuartel ecológico”, “consulta al TIPNIS”, “desarrollo” y tantas otras palabras mágicas, se trata de eufemismos: con ellas se busca encubrir la verdad (ver Rivera 2018). Signo colonial por excelencia, la brecha entre lo que se dice y lo que se hace marca hasta hoy las formas del dominio estatal en manos de las viejas y las nuevas elites. Ambos polos de la confrontación parecen habitar mundos ético-políticos abismalmente distintos.

La larga mano del estado en la Amazonía

El problema no es la impunidad, porque la impunidad se exhibe, es un espectáculo (…) Es un mensaje de supremacía, de soberanía territorial, un mensaje de poder jurisdiccional sobre la geografía.

Rita Segato

La agresión a las “fronteras de la civilización” en los llanos de Moxos y las selvas de “El Dorado” data de tiempos coloniales[33]. En el siglo diecinueve, el saqueo de quina y caucho mostraron la cara más fiera y genocida de ese proceso de invasión y expoliación, rasgo central del horizonte liberal inaugurado con las reformas de la década de 1870. Y ya en la década de 1950, con el gobierno del MNR, se inicia el ciclo “populista” de la acción estatal, que renueva el mismo impulso colonizador, pero esta vez a través de proyectos de “desarrollo” y “lucha contra la pobreza” auspiciados por la agencia estadounidense Alianza para el Progreso. La “marcha al oriente” del MNR[34] y la “marcha al norte” de la dictadura de Bánzer continúan arrasando bosques en una y otra dirección, con desastres como San Buenaventura y proyectos de desastre como El Bala, y El Chepete[35]. Narcotráfico encubierto, boom consumista y acción contrainsurgente –la fórmula infalible del banzerato y sucesores– parecen seguir su curso con renovados bríos. En el aquí-ahora del “proceso de cambio” esas cuatro fases de la acción colonial-desarrollista sobre la Amazonía y el oriente, se han condensado y comprimido en una gran masa “hojaldrada”[36], compuesta por sucesivas inversiones e intervenciones del gobierno, las fuerzas armadas y la empresa privada. Su resultado es la pérdida acelerada de la masa boscosa, el saqueo de madera y otros bienes, y la agresión/expulsión de las comunidades que habitan esos parajes.

En un estudio bien documentado, la investigadora Marlene Quintanilla revela que los empresarios soyeros y ganaderos de Santa Cruz habrían arrasado con los bosques en el 23% de su territorio. Las regiones con mayor pérdida de biomasa son la Chiquitanía y el Chaco, y las cuencas más afectadas, las de los ríos Mamoré, Iténez y Acre, lo que equivale a decir que todas las áreas fronterizas del oriente son actualmente escenario de la depredación. Veamos lo que plantea la autora:

“Desde 1976 la pérdida era relativamente baja: 731.000 hectáreas, y vemos cómo ha ido en ascenso hasta las 5.8 millones de hectáreas. Del 2005 al 2010 hay un crecimiento importante, porque es un período relativamente corto (…) La deforestación promedio anual podemos ver que era mínima, el promedio anual era de 39.000 hectáreas, aproximadamente. Desde 1975 a 1986 era muy baja y da un fuerte impulso desde 1986: la deforestación se incrementa hasta 125.000 hectáreas por año. Actualmente, en los últimos análisis que hemos desarrollado, la deforestación supera las 250.000 hectáreas de bosque por año” (Quintanilla 2016).

La duplicación de la tasa de desforestación en el primer período del gobierno del MAS se concentró en Santa Cruz, lo cual pone en evidencia la naturaleza colonial de la disputa regional. Pero a partir del 2010 son las cuencas de los ríos del Beni y Pando las que sufren el mayor impacto. En efecto, durante su segunda gestión, Evo Morales dio un paso fundamental en este sentido, con la creación de ADEMAF, la Agencia del Estado para las Macroregiones y Áreas Fronterizas. Con el aporte financiero de unos 23 millones de bolivianos anuales (sin contar ases ni espadas)[37] el gobierno dio luz verde a su inspirador y primer director, Juan Ramón Quintana. Este exmilitar, que apareció sorpresivamente como vocero del MAS en la primera campaña electoral de Evo Morales (2005), pudo así organizar la incursión masiva de equipamiento, logística y personal a todo el territorio amazónico. Agentes uniformados y encubiertos comenzaron a recorrer las fronteras y los territorios indígenas que se traslapan con ellas, con el fin declarado de llevar la presencia estatal a esas alejadas regiones. La crisis de Chaparina puso el foco de atención sobre otra frontera, la que separa a Cochabamba del Beni, donde precisamente se esparcen los ríos y selvas de una de las regiones más biodiversas del país y avanza desde el sur la mancha cocalera, articulada por décadas a los tráficos ilegales de las mafias militares. La incursión estatal en estas regiones no era entonces algo nuevo, pues tanto la Fuerza Naval como la Fuerza Aérea contaban ya con infraestructura (puertos, pistas de aterrizaje), que se vieron reforzadas y ampliadas primero por el narco[38] y luego por ADEMAF.

Los estamentos armados que controlan todo este sistema molecular de penetración en la Amazonía y el oriente son corporaciones masculinas cerradas, que en misiones de varios días han estado conociendo y reconociendo no sólo los espacios físicos sino las costumbres, las culturas y los hábitos de sus pobladores. En una entrevista realizada recientemente por el periodista Rafael Sagárnaga al nuevo director de ADEMAF, Gral Edwin de la Fuente Jeria, se hace explícito este programa de acción:

“Es importante resaltar que nos pusimos a investigar las características geográficas, pero, más que todo, las grandezas y fortalezas que tiene Bolivia como escenario con tanta diversidad. Esto nos permite entender también por qué las mentalidades sociopolíticas y socioculturales de las comunidades indígenas son tan diversas”[39].

La cobertura inicial de ADEMAF fueron cinco Macroregiones: la Amazonía, la Chiquitanía, el Pantanal y el Chaco en el oriente, y el Altiplano en el occidente. Su misión principal consistió básicamente en entrenamiento y operaciones de seguridad, inteligencia y “desarrollo”, a cargo de “brigadas solidarias” que han venido cubriendo miles de kilómetros, no sólo en la línea fronteriza, sino en toda la “Macroregión” de referencia. En la Amazonía, el programa cuenta a su favor con el curso de los ríos y con las famosas “barcazas chinas”, uno de los tantos proyectos a cargo de empresas militares que están metidas en el rollo del “desarrollo” [40]. El Gral. de la Fuente conecta así las dos dimensiones centrales del accionar de ADEMAF:

“Todo lo que se hace en desarrollo tiene una connotación en seguridad nacional y todo lo que se hace en seguridad nacional tiene una connotación en desarrollo”.

Aunque no define qué es para él el “desarrollo”, su declaración repite casi al pie de la letra los planteamientos de Robert McNamara, presidente del Banco Mundial entre 1968 y 1981, que orquestó el endeudamiento masivo de los países de América Latina con créditos para promover el “desarrollo” y la “lucha contra la pobreza” [41]. Las funciones de ADEMAF revelan también una continuidad con la labor de Acción Cívica de las Fuerzas Armadas en los años 1960. Esta repartición para-estatal operaba con el respaldo de USAID y Alianza para el Progreso, dotando de escuelitas y letrinas a las comunidades circundantes a la conflictiva región minera del norte de Potosí, entre muchas otras acciones (ver Harris y Albó 1976). Hoy ADEMAF instala en las comunidades selváticas centros de comunicación, antenas parabólicas, oficinas del Banco Unión y de la Contraloría, escuelas itinerantes y barcos-hospitales. Cosas más ostentosas y hasta inútiles, pero el mensaje es el mismo. Sin embargo, si lo comparamos con la fase NR[42], hay algo novedoso en este interés de los militares por la cuestión indígena. Sigamos la entrevista a de la Fuente:

“No se ha tratado sólo de crear una institución para que vaya a recorrer fronteras, sino además de tratar los temas específicos, como la cosmovisión chiquitano-pantanal, el mundo guaraní, etc. (…) No podemos entrar a hablar de desarrollo a esos lugares sin entender su vida, su sufrimiento”. (Entrevista citada; énfasis nuestro)

Sufrimiento y cosmovisión; folklor y dolor[43]. Dos actitudes que justifican la labor redentora de esos militares cochabambinos, artífices de ADEMAF y portadores de la misión nacionalista de ocupar, física y culturalmente, el territorio boliviano hasta la última frontera. El ingrediente pluri-multi injertado por los intelectuales del “proceso de cambio” quizás les ayude a encubrir por algún tiempo su misión más importante: conocer y reconocer (léase intervenir y domeñar) territorios y liderazgos de las comunidades y mancomunidades que los habitan, sea que estén en parques nacionales, en reservas de la biósfera, TCOs o áreas protegidas, y por cierto, también en zonas donde han estallado conflictos entre comunidades indígenas y poblaciones campesinas. Aunque el TIPNIS queda muy lejos de cualquier frontera, en el disputado límite entre Cochabamba y el Beni, la experiencia acumulada por ADEMAF en operaciones de seguridad, inteligencia y diagnóstico cultural de las poblaciones amazónicas ha debido ser fundamental para intervenir en esa región, antes y después del fiasco de Chaparina. Este revés habría obligado a Quintana y a sus fuerzas de combate a desplegar un trabajo envolvente que combina dádivas, amenazas, promesas y discursos; en fin, presencia física en los ríos y en las comunidades del TIPNIS, para hacer la labor de zapa de la degradación moral y comunitaria, el divisionismo y el cercamiento de los focos de resistencia.

La promulgación de la Ley 222 en febrero del 2012 subió el telón de este nuevo escenario, en el cual “inteligencia, seguridad y desarrollo” se convierten en la tenaza estatal que se empeña sin pausa en doblegar a las y los portadores de otra relación, más digna y sostenible, con la selva y los ríos del oriente. Ciegos a esta verdad, los operadores estatales han creído dar por terminada la historia, promulgando la Ley 969 el 13 de agosto del 2017, y preparándose para una nueva incursión violenta en el territorio del TIPNIS[44]. Pero, como dice Rita Segato, la historia es ingobernable: “La única utopía viva es el carácter indecidible, el carácter incontrolable de la historia. Ni el país que tenga un poder de muerte mayor que todos los otros países juntos, ni siquiera ese país puede, ni pudo jamás, controlar la historia”.

Los testimonios que hemos recogido sobre las movilizaciones indígenas en la Octava y Novena marchas y en la resistencia a la “consulta trucha” son sólo una pequeña muestra de las graves dimensiones que ha cobrado el tema del TIPNIS. Y puede verse que esta cúpula militar a cargo de las fronteras de la vasta región amazónica-chiquitana-guaraní es la primera interesada en la riesgosa apuesta por la re-re-reelección de Evo Morales, que para el Gral. de La Fuente parece tener el carácter de un acto de “obediencia debida”:

“Por una realidad histórica ADEMAF está destinada a crecer. Hace falta material, personal, oficinas, etc. Necesita crecer. Si en los próximos cinco años no creciera, se sentiría ahogada. Pero si lo hace como debe, hasta 2025 tendremos una institución que va a asegurar nuestras zonas fronterizas”.

El macro-contexto de la crisis del TIPNIS o el tamaño del elefante.

Aunque cansadas, viniendo desde lejos (…) ese cansancio nos da esa fuerza, esa voz para gritar. No le tenemos miedo, aunque sea un elefante grande el que está delante de nosotros (…) y les digo “yo como soy chiquita, me voy a prender de su colmillo grande y él no me va a ver, y ahí vamos a lograr vencerlo”

Mercedes Ríos, Lideresa Subcentral TIPNIS[45]

En un libro publicado en La Paz en 2018, el geógrafo brasilero Carlos Walter Porto-Gonçalves muestra con datos “duros” la enorme magnitud de los mega-proyectos que se están ejecutando en los países de la región amazónica y su continuidad con los sueños megalómanos de los gobiernos militares de los años 1960-70, que se prolonga en las políticas neoliberales de las siguientes décadas (Porto Gonçalves 2018: 51-63). Esta continuidad es algo que los operadores políticos del gobierno del MAS se niegan empeñosamente a reconocer, dándole un tinte de soberanía que no tienen a sus políticas en materia de hidrocarburos, minería, represas y carreteras. Horacio Machado, estudioso del extractivismo en la Argentina, sostiene que éste es un rasgo común a los llamados gobiernos “progresistas” de la región, presas de una “fantasía colonial desarrollista” que hace oídos sordos a las bien sustentadas críticas de los sectores más lúcidos en las ciencias sociales y ambientales latinoamericanas. Con información de primera mano, estos estudios muestran los graves impactos que estas obras tienen y tendrán sobre el medio ambiente, las economías locales y los derechos humanos y culturales de las poblaciones afectadas (Machado 2014: 71). En nuestro contexto, el estado ha venido intensificando en los últimos años el estudio, prospección y ejecución de diversos mega-proyectos extractivistas, carreteros y petroleros, de los que no informa nada a la población, pero a los que adorna con una profusión de consignas y discursos vacíos. Si bien esta retórica está cada vez más desacreditada, las acciones estatales prosiguen impertérritas y están alcanzando extremos delirantes en materia de endeudamiento externo, devastación ambiental y etnocidio.

Porto-Gonçalves revela que el portafolio de proyectos de la IIRSA (Iniciativa de Integración Regional de Sur América) fue propuesto a principios de los años 2000 por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo como corolario desarrollista del “consenso de Washington” y sus duras políticas de “ajuste estructural”. En 2010, el paquete completo de proyectos IIRSA-COSIPLAN –con una inversión programada de 130.000 millones de dólares– fue asumido con entusiasmo por la UNASUR. Según este mismo estudio, de los 31 proyectos considerados prioritarios, 14 afectan directamente a la Amazonía y su ejecución derivará en niveles insostenibles de endeudamiento y destrucción de ecosistemas y poblaciones (Ibid., p. 61). Pese a la deserción de varios países de UNASUR, y sin importar el signo ideológico de sus gobiernos, tanto Brasil y Argentina, como Perú y Colombia, van de la mano con Bolivia, Ecuador y Venezuela, por el camino de la entrega al capital transnacional y la renuncia a la soberanía, pues eso es lo que se juega con estas millonarias obras.

Tomando en cuenta este contexto de realidades estructurales de escala macro-económica y macro-política, he optado por acercar el lente a los detalles, a las percepciones e historias que circularon entre ese jiwasa (nosotrxs inclusivo) que logramos tejer entre las y los participantes de este ciclo insurgente, rastreando las huellas que nos muestran cómo es que funciona lo que llamamos la “trama oculta” del accionar estatal. Para ello he recurrido a un montaje de testimonios de las y los protagonistas de los hechos, que he intercalado con epígrafes tomados de una entrevista realizada a Rita Segato, investigadora que teoriza sobre las violencias estructurales en la sociedad contemporánea[46]. Ella nos habla del secreto como una de las condiciones estructurales del poder en el mundo globalizado. En el aquí-ahora de nuestro país, hubiera sido inútil, por ello mismo, desentrañar con hechos y nombres “judicializables” todos los eslabones de esa trama secreta que tejen las fuerzas en juego. Partimos más bien en busca de huellas, indicios tenues, pero recurrentes y sistemáticos, del obrar estatal en estos acontecimientos[47], así como de los roces y debilidades internas de la propia gente en lucha. Porque el poder es una enfermedad contagiosa, pensamos que esta compenetración nos remite a lo que los aparatos de inteligencia estudian y diagraman con cada vez mayor eficacia: la psicología de las personas, sus hábitos y problemas cotidianos, las crisis de pareja o sus necesidades económicas. Todo ello se utiliza, abierta o encubiertamente, para tramar el engaño, el retroceso y la derrota de sus luchas. Pero hay también otros procesos, menos visibles y más profundos, de protección y resguardo: cuidados, emociones y dolores compartidos, que ponen freno a tales intenciones, nacidas de la soberbia y del ansia de apropiación.

Epílogo

«Allá en el Mapuya (…) te será concedido conocer la razón verdadera, y no el pretexto, que trae a nuestra selva la llamada «civilización». Porque lo que es progreso para el blanco, para el indio es regreso (…) Para el blanco de hoy el petróleo es la vida, para el indio es la ruina, la peste, el desarraigo (…) Lo que fue cierto para el ayer no habrá de serlo para el mañana. El mismo tiempo anciano que nos trajo la muerte, nos ofreció la vida venidera.»

César Calvo[48]

Las mujeres somos más indias

Marisol de la Cadena[49]

Teresa Márquez, lideresa Subcentral TIPNIS:

Nosotros acá es machete y hacha, sería eso, machete hacha y pala. Por eso es que nosotros no hacemos tumbar tanto, tantas hectáreas, para cultivar harto, no, no como es en Chapare, ahí pues tienen maquinaria ¿no? Por eso ellos nos tratan de flojos, pero nosotros también como cuidando nuestro territorio, nuestra tierra. (…) Nosotros acá nos hemos acostumbrado como nuestros antepasados, nuestros abuelos o papás, directo nomás uno va y bueno, hace su sendita para hacer su chaco y lo roza su chaco, así, sin comprar el terreno. Porque es de acá pues, de nuestros antepasados, abuelos, ancestros, y lo seguimos viviendo así, y lo vamos a seguir viviendo (…) Mañana voy a ir al monte a cazar, traigo un tropero, y no estamos matando todo, o si no voy a pescar y no estamos comprando, sacamos de allá fresquito y ya estamos comiendo lo que no tiene ningún químico, ¿no ve? Y eso nosotros hartísimo cuidamos y así que es bien diferente para ir a vivir a la ciudad. Si uno no tiene diez pesos no come, no toma ni agua; hasta el agua hay que comprar.  Eso es lo que nosotros valoramos, para que no estemos ahí que mañana, pasado no haiga nada, para nuestros hijos y nietos que vienen. Por eso es que nosotras las mujeres hartísimo defendemos el territorio.

Mercedes Ríos, lideresa Subcentral TIPNIS:

“El TIPNIS tiene doble categoría: es territorio o parque nacional y es TCO. Bien lo decíamos, cuando fue la Primera Marcha en el noventa, era por el Territorio y la Dignidad, donde nosotras hemos aprendido de nuestros ancestros que hay que cuidarlo y defenderlo porque no sólo es para los pueblos indígenas sino para todo el pueblo boliviano. El que va al TIPNIS ya conoce el árbol centenario, bicentenario, ya conoce los animales, el delfín de agua dulce, el agua dulce que tomamos. Porque si eso acabamos no sólo vamos a ser afectados nosotros, sino todos, todos vamos a ser afectados. Por eso les digo a ustedes, que el gobierno miente (…). Ahorita estamos perseguidos, estamos denunciados, nada más por hablar mal de él, que “no queremos el buen vivir”, que “no queremos el desarrollo”. No es así hermanas (…) En la Novena Marcha ¿Qué nos hicieron? Nos han bañado con agua fría. Y nosotros más bien decimos, todo eso que nos han hecho más bien nos ha dado más fuerza para levantarnos, para tener más coraje, para tener más aliento. Y entonces decimos, nosotras no tenemos miedo, la verdad, lo que estamos demostrando es eso, lo que queremos es defender nuestro territorio. Porque nosotras decimos, nuestra consigna es el buen vivir. No es decir nomás”.

Bibliografía citada

Antezana, Luis H.      “Sistema y proceso ideológicos en Bolivia”, en René Zavaleta (comp.) Bolivia Hoy. México, Siglo XXI, 1983.

Arnez, Marco              Estéticas indigenistas: Revolución Nacional y Desarrollo en la Cinematografía de Jorge Ruiz. Tesis de licenciatura inédita, Carrera de Sociología, UMSA, 2018.

Calvo, César               Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía. Iquitos, Proceso editores y Gráfica Labor, 1981.

Canessa, Andrew       Minas, mote y muñecas. Identidades e indigeneidades en Larecaja. La Paz, Mama Huaco, 2006.

De la Cadena, Marisol            “Las mujeres son más indias: Etnicidad y género en una comunidad del Cuzco”. Santiago de Chile, Revista Isis Internacional, Ediciones de las Mujeres, No. 16. 1992.

Fundación Tierra        Marcha indígena por el TIPNIS. La lucha en defensa de los territorios. La Paz, F.T., 2012.

Gago, Verónica          La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular. Buenos Aires, Tinta Limón, 2014.

Ginzburg, Carlo          Mitos, emblemas, indicios. Morfologia e historia. Barcelona, Gedisa, 2008.

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[1] . Agradezco a todas las personas que han dado sus testimonios, frente a mi grabadora o frente a las cámaras de testigos de los hechos. Para la elaboración de este trabajo he recibido también valiosas sugerencias y aportes de Miguel Urioste y Sofía Benmergui.

[2] . Ésta y todas las citas de Segato provienen de la conversación que sostuvo con Ana Cacopardo, difundida en 2017 por Canal Encuentro, Buenos Aires, y accesible en https://www.youtube.com/watch?v=kMP21R_MQ1c.

[3] . Éstos y otros testimonios de participantes, analistas y activistas que se involucraron en el proceso, fueron publicados por la Fundación Tierra (Marcha Indígena por el TIPNIS), en febrero 2012. Un abundante registro visual siguió inmediatamente a los hechos, donde destacan los trabajos de la Colectiva Chaski Clandestinx, accesibles en su página web www.chaskiclandestino.wordpress.com . Sobre la octava marcha, la represión y la resistencia a la consulta, puede verse Intervención, agresión y secuestro (2/10/ 2011) https://www.youtube.com/watch?v=HvALbGQWaZI&t=7s

y Digna Resistencia (7/1/2013) https://www.youtube.com/watch?v=6JXWVldeb1o&t=570s . Más atentos a las voces femeninas son los videos El Camino es el Rio, del Movimiento Regional por la Tierra y el Colectivo Huayrurito  https://www.youtube.com/watch?v=Mco5-n0Tl64 y Resistencia, de Katari Producciones, https://www.youtube.com/watch?v=Tf5uob5eIaA Más adelante transcribiremos varios fragmentos de este material testimonial, utilizando pseudónimos para proteger la seguridad de esas hermanas y hermanos.

[4] . Posteriormente, vimos por Internet a funcionarios estatales repartiendo bolsas de arroz a la gente que el gobierno hizo llegar a Trinidad en camiones, barcazas y otros medios de transporte.

[5] . Qhananchawi, del verbo aymara qhananchaña, Dilucidar, aclarar y explicar un asunto, o qhanaña, Iluminar, alumbrar, dar luz (Layme Pairumani 2004) Con el sufijo wi, se convierte en el acto de hacerlo.

[6] . Es el caso de mi libro “Oprimidos peo no Vencidos”. Luchas del campesinado aymara y qhichwa, 1900-1980,que fue usado intensivamente en los años 1990 por la intelectualidad de izquierda que, ante la caída del muro de Berlín, estaba urgida de renovar su discurso para participar de las nuevas lides electorales, después de la debacle de la UDP. Aunque sé que el libro aportó al (re)conocimiento de la historia por las generaciones de jóvenes migrantes aymaras, no puedo dejar de mirar con espanto cómo las elites criollas son tan aceleradas en la adopción de nuevos discursos y tan lentas, o simplemente estáticas, cuando se trata de cambiar su modo de vida y sus prácticas cotidianas.

[7] . Pasé cuatro meses como asesora ad-honorem de Barra en el Viceministerio de la Coca (febrero-mayo 2006). Con el Dr. Mario Argandoña, autor de un estudio de la ONU sobre los usos de la coca (vetado por los EEUU en 1995), ya habíamos asesorado a la comisión parlamentaria de coca y sustancias controladas, y proseguimos con la elaboración de los “términos de referencia” para el estudio que iba a financiar la Unión Europea, sobre consumo tradicional de coca. Después de muchos traspiés, que llevaron a nuestra renuncia como miembros de la comisión, el famoso estudio hizo aguas por la falta de claridad política y los intereses creados de “investigadores” improvisados, que no lograron un cálculo plausible del consumo actual, ni mucho menos del consumo potencial de la hoja en productos elaborados, como fitofármacos, alimentos y otros; en suma, un despilfarro total de más de 1 millón de euros.

[8] . Este episodio consistió en presentar ante la ONU una salvaguarda para que en Bolivia se permita el akhulliku, cosa que ya había hecho el gobierno de Víctor Paz Estenssoro en los años ochenta al obtener, junto a Perú y Argentina, la despenalización de los “usos tradicionales” de la hoja, allí donde hubiera “evidencia histórica” de tales usos (Convención de Viena de 1988). Lo que hizo Evo fue volver a la Convención de 1961 y ¡anunciar tal movida como un gran triunfo despenalizador! En ese artilugio tuvieron un papel poco honroso los asesores de la Cancillería Pablo Solón y Tom Kruse.

[9] . Me refiero aquí, no a la ciudadanía liberal de la igualdad, sino a la ciudadanía de hoy, que es una ciudadanía de la diferencia.

[10] . Ver al respecto mi trabajo sobre la “etnicidad táctica” como forma de resistencia (Rivera 2015).

[11] . El proceso que siguieron estos contratos no ocurrió sin contratiempos. Primero, el gobierno optó por seccionar la obra en tres tramos, con el fin de iniciar obras en las dos puntas de la carretera, donde no existía oposición abierta a su construcción. La falta de licencias ambientales para estas obras y otras muchas irregularidades, llevaron a la renuncia del entonces Viceministro de Medioambiente, Juan Pablo Ramos, el 26 de julio del 2010 (Los Tiempos, 27-07-2010).

[12] . Aunque la mayoría se curó básicamente del susto, varias personas resultaron afectadas de por vida o incluso fallecieron a causa de la golpiza de Chaparina.

[13]. La ley 180 establece que la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos “no atravesará el TIPNIS” (Art. 3), pero en el Art. 1, que define al TIPNIS como “área protegida de interés nacional”, se introduce un acápite declarándolo “zona intangible”. El Art. 4 explicita: “Dado el carácter intangible del TIPNIS, se deberán adoptar las medidas legales correspondientes que permitan revertir, anular o dejar sin efecto los actos que contravengan a esta naturaleza jurídica”. Implícita en este artículo está la prohibición de las actividades productivas (proyectos de aprovechamiento silvicultural, eco-turismo y otros) que venían desarrollando las comunidades del parque. Ver al respecto Ortíz Echazú 2011.

[14]. “Ch’ampa guerra” fue el nombre despectivo que se dio a los conflictos internos entre comunidades del valle alto de Cochabamba a principios de los años 60. Proviene de la voz qhichwa ch’ampa, que Teófilo Layme Ajacopa traduce como “Tepe. Pedazo de tierra cubierto de césped y muy trabado con las raíces de esta hierba que sirve para hacer paredes” (Layme Ajacopa 2007) y seguramente se usó como proyectil en estos conflictos.

[15]. En el curso de la Octava Marcha, el dirigente campesino Roberto Coraite anunció el apoyo de la CSUTCB a la construcción “inmediata” de la carretera por el TIPNIS, con el siguiente argumento: “¿Cuál da más beneficio a nuestros hermanos del territorio? ¿La carretera, o es que mantenerse en la clandestinidad, mantenerse como indigentes… mantenerse como salvajes, por decir”  (accesible en https://www.youtube.com/watch?time_continue=89&v=cVLosac5H88 (Énfasis nuestro).

[16] . Todas las citas que provienen de fuentes publicadas o accesibles por Internet son de personas cuya identidad se ha preservado mediante iniciales o pseudónimos. Ver la nota 2 para las fuentes recuperadas de Internet.

[17] . Se refiere al masking tape, una cinta pegante muy resistente, con la que fueron amordazadxs las y los marchistas antes de subirles a rastras a los buses. Esta peculiar arma de guerra – tapar la boca de la gente, quitarles el derecho a la palabra y al grito – fue objeto de investigaciones periodísticas que quedaron en la nada, pues hasta la fecha el caso Chaparina no ha llegado a los estrados judiciales.

[18] . Quintana no sólo volvió a ocupar el Ministerio de la Presidencia, sino que goza actualmente de un “exilio dorado” como embajador de Bolivia en Cuba.  Después de renunciar a raíz del escándalo, Sacha Llorenti fue designado como representante de Bolivia ante la ONU. Por su parte, el Vicepresidente García Linera, como si nada hubiera pasado, aspira a encumbrarse en la cima de las ciencias sociales latinoamericanas, cargado de decenas de miles de libros y millones de neuronas.

[19] . En una pancarta de la vigilia en San Francisco se leía: “El único árbol que queremos ver tumbado en el TIPNIS es Sacha Llorenti. Sacha = árbol en quechua”.

[20] . Las declaraciones de Llorenti y Morales pueden verse en el video “Chaparina en la memoria”, ya citado.

[21] . Suponiendo que Evo hablara fluidamente el aymara, es obvio que no podía decir nanaka (refiriéndose a él y la cúpula), pero tampoco podía decir jiwasa, incluyéndolos en la cuarta persona del singular (la voz enunciativa jiwasa expresa al nosotrxs como voluntad común). De todas maneras, se nota una disociación entre el presidente y la cúpula.

[22] . Accesible en http://www.defensoria.gob.bo/archivos/Informe_Defensorial_Intervencion_Marcha_Indigena_DP.pdf.

Años más tarde, Gandarillas fue nombrado como director de aeropuertos (AASANA), de donde será destituido por denuncias sobre su responsabilidad en la caída de un avión de la empresa ilegal LaMia en Medellín, el 29 de noviembre del 2016. Para comprender mejor los vínculos de Gandarillas con Juan Ramón Quintana, es útil consultar los reportes en Internet del exiliado periodista Wilson García Mérida. Según este investigador, el “Imperio Quintana” abarca no sólo a la Fuerza Aérea sino a la Naval, que operan sin restricción alguna en la Amazonía. García Mérida también ha documentado el nexo de Quintana con redes de tráfico de cocaína y trata de mujeres.

[23]  Ciertamente, existen comunidades yuracarés, como Limo, que se han integrado completamente a la economía de la coca y a los modos de consumo “modernos”. La gente de la Subcentral considera que estas familias ya tienen propiedad parcelaria privada (un kato de coca), y por lo tanto han dejado de pertenecer al sistema comunitario de usufructo del territorio, propio de la TCO. Además, sus organizaciones son los sindicatos, no los cabildos ni los corregidores, que son la autoridad legítima en las comunidades del TIPNIS. Es decir, ya no son consideradas familias “indígenas” sino “cocaleras”.

[24] . Se refiere a lo ocurrido en enero de 2014, cuando el gobierno intervino las oficinas de CONAMAQ y entronizó a Hilarión Mamani, un cooperativista minero debidamente emponchado, como dirigente vitalicio, rompiendo toda la normativa indígena estatuida. Quien debía asumir legítimamente ese cargo rotativo era tata Félix Becerra, que poco después de la toma de CONAMAQ sufrirá dos años de prisión “preventiva”, injustamente acusado de haber participado en el escándalo de corrupción del Fondo Indígena (FONDIOC). El caso de Bertha Bejarano es aún más triste, pues tuvo que doblegarse ante la presión de su marido y de su comunidad, para recibir “proyectos” de este fondo. El uso de FONDIOC para desbaratar a los movimientos indígenas, es claro y evidente, pues incluso el más emblemático marchista de la Octava, Adolfo Chávez, tuvo que salir al exilio por el mismo asunto.

[25] . Se refiere al qhananchawi, reuniones prolongadas que se inician con consumo ceremonial de akhulliku y pedidos a la pachamama. Estas sesiones pueden durar varios días, en cuyo transcurso se da una búsqueda de consensos por la vía de la “palabra clara” (qhana-aru), proceso que puede derivar en la aquiescencia de las pocas voces disidentes, pero no sin antes haber agotado los argumentos y debatido todos los puntos de vista. Esta ceremonia se ha masculinizado progresivamente en los últimos 30 años, a medida que las diferencias lingüísticas y las relaciones externas (con el estado, las ONGs) obligaron a un creciente uso del castellano. Democracia de ayllu, aunque con sesgo patriarcal.

[26] . Rastreando diversas fuentes en Internet, se ha verificado que ella es parte de la “generación Evo” y militante del MAS.

[27]. En su estudio de una comunidad en la provincia Larecaja, Andrew Canessa muestra al prostíbulo como “un aspecto regular de la vida militar”, que les otorga a los conscriptos indígenas la oportunidad efímera de acceder a la ciudadanía boliviana por la vía del contacto con “otras raciales y étnicas, un privilegio generalmente visto como propio de los varones de origen europeo” (Canessa 2006: 134-35).

[28] . El Art. 4 señala que la finalidad de la consulta es:Lograr un acuerdo entre el Estado Plurinacional de Bolivia y los pueblos indígena originario campesinos Mojeño-Trinitario, Chimane y Yuracaré, sobre los siguientes asuntos:

  • – Definir si el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure – TIPNIS debe ser zona intangible o no, para viabilizar el desarrollo de las actividades de los pueblos indígenas Mojeño-Trinitario, Chimane y Yuracaré, así como la construcción de la Carretera Villa Tunari – San Ignacio” (el subrayado es nuestro).

[29] En octubre, el parlamento aprobó una ley por la cual las TCOs o Tierras Comunitarias de Origen reconocidas desde 1996 por la ley INRA, se convertirían en TIOCs. Para un análisis de esta norma, ver https://es.slideshare.net/FTIERRA2010/mauricio-diaz-cejis)..

[30] . La palabra “indígena” figura notoriamente en su sigla CONISUR (Consejo Indígena del Sur), implicando el Sur del TIPNIS. Esta organización se formó después del inicio de la Octava Marcha.

[31]. Nombre ficticio.

[32] . El llanto de don Victoriano muestra la frustración por la violencia con que su comunidad recibió al ministro, cuando la delegación del TIPNIS conversado y argumentado frente a frente, con el presidente y su gabinete. Pero hay también un trasfondo de dolor personal en ese llanto. Poco antes de la entrevista, su propio hijo le había dado una golpiza, seguramente porque la firmeza y legitimidad del anciano podían obstaculizar sus ambiciones personales. Un tiempo después, y a pesar del repudio de su comunidad, este hijo se prestó a la maniobra estatal de montar una Subcentral paralela en algunas comunidades del río Sécure.

[33] . Tristan Platt señala que el proyecto de penetración a los Moxos, cruzando por lo que hoy es el TIPNIS, “ya fue planteado en 1780 por el Gobernador de Mojos Ignacio Flores”. El autor comenta que los argumentos de este criollo mata-indios (acabó con el cerco de Tupak Katari a La Paz en 1781, entre otras hazañas) son “curiosamente similares” a los que esgrimió el CONISUR para apoyar la carretera. El artículo de Platt fue publicado por el matutino orureño La Patria el 25 de febrero del 2012 y reeditado en varios otros medios. .

[34]  Al respecto puede verse el estudio del imaginario de “desarrollo” en el cine nacionalista de los años 1950, en la tesis de sociología de Marco Arnez Estéticas indigenistas: Revolución Nacional y Desarrollo en la Cinematografía de Jorge Ruiz (2018).

[35] . Tanto el ingenio azucarero de San Buenaventura como la represa de El Bala fueron “proyectos estrella” de la prefectura de La Paz en tiempos de la dictadura de Bánzer. En el primer caso, la UMSA participó activamente en esta ilusoria propuesta –se dice que para operar a plena capacidad, tendría que sembrarse medio parque Madidi con caña de azúcar– por obra del entonces rector, hoy ministro de educación, Roberto Aguilar. En el segundo caso, fue el yerno de Bánzer y prefecto de La Paz, “Chito” Valle (hoy preso por malversación de fondos del estado) el más activo propagandista de las bondades de la represa El Bala.

[36] . Este término, propuesto por Verónica Gago en su libro La Razón Neoliberal, sugiere un palimpsesto de acciones que prolongan y a la vez repiten anteriores acciones, de modo que se rompe la continuidad lineal del tiempo histórico y hace aguas la idea de progreso (Ver Gago 2014). De hecho, el neoliberalismo produce una arcaización del vínculo social (nuevas formas de esclavitud, genocidios, etc.).

[37] . Me refiero a las múltiples empresas de las FFAA, como las constructoras, la naviera y otras, que sacan buena tajada de contratos, muchas veces fraudulentos, con ADEMAF y otras reparticiones del estado.

[38] . El 4 de marzo de 1995, la Agencia de Noticias Fides publicó una nota con los siguientes titulares: “Narco-naval «Sacate Justiniano» sería encarcelado por 25 años (…) La red contaba con sofisticado sistema de contra-inteligencia. El caso de tráfico de drogas en algunos niveles de la Naval se dividirá por fases”. Esta red mafiosa habría estado operando durante más de una década en los ríos del Beni.

[39] . Publicada en el suplemento OH! del matutino cochabambino Los Tiempos, el 26 de junio del 2017.

[40] . Las 16 barcazas chinas y 2 remolcadores objeto de un contrato fraudulento celebrado en 2012 entre la Empresa Naviera Boliviana y una corporación coreana, son sólo la punta de un ovillo más grande, pues otras tantas o más se hallan desde hace años en los ríos del oriente prosiguiendo su labor de reconocimiento y “asistencia al desarrollo”. Esto lo supe por testigos directos de su accionar en la zona de “tribus bravas” del departamento de Pando, donde los reclutas cargan troncas de madera en esas enormes embarcaciones para llevarlas de contrabando al Perú (ver también http://www.paginasiete.bo/especial01/2017/4/23/barcazas-chinas-nunca-llegaron-bolivia-135276.html)

[41]   Puede verse un ejemplo de sus planteamientos en el discurso que pronunció en la Universidad de Chicago en 1979, donde argumenta que la mejor política de seguridad para los EEUU sería el apoyo a los programas de alivio a la pobreza de los países subdesarrollados (McNamara 1979).

[42] . Nacionalismo Revolucionario, paraguas ideológico que, según Luis H. Antezana, cubrió opciones de la extrema derecha a la extrema izquierda entre 1950 y 1980, y resultó una fórmula o ideologema central en el proceso hegemónico del sistema político nacionalista (Antezana 1983).

[43]. Ver al respecto el acápite “Más allá del dolor y del folclor” de “Una retórica anti-conquista”, en mi libro Sociología de la Imagen (Rivera 2015).

[44]  Al igual que la Ley 222 del 2012, la 969 opone “intangibilidad” y “desarrollo”, pero además convalida la ilegal y extemporánea “consulta” que, como vimos, fue duramente resistida por las comunidades del TIPNIS.

[45] . Pseudónimo. Palabras vertidas en el primer Encuentro de Mujeres afectadas por megaproyectos, La Paz, 9 de marzo 2018.

[46] . Esta entrevista hace parte de la serie televisiva Historias Debidas de Canal Encuentro, Buenos Aires (17 de octubre de 2017). A pesar de que Segato ha publicado libros fundamentales, como Las Estructuras Elementales de la Violencia (2003) y La Guerra Contra las Mujeres (2017), he preferido citar esta notable conversación con Ana Cacopardo para mantener el carácter oral de mis principales fuentes. Ver nota 2.

[47] . Me apoyo para ello en la noción de “paradigma indicial” propuesta por Carlo Ginzburg (2008).

[48] . Tomado de la novela autobiográfica Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía (Calvo 1981). Agradezco a Sofía Benmergui por la sugerencia.

[49] . “Las mujeres son más indias”, es el título de un influyente trabajo que esta autora publicó hace más de veinte años. Como buena antropóloga, Marisol no se incluye en ese predicado, en tanto que aquí he optado por el jiwasa, nosotras incluyente, o cuarta persona del singular en lengua aymara (ver De la Cadena 1992).

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