Anarquía Coronada

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8A

El amor es presencia // Mariela Gouiric

Ayer todo fue una gran metáfora de algo que se escapaba de nuestras manos. La lluvia, el frío y el viento. Había que habitar el tiempo en la calle, mientras en el Senado se votaba por sí o por no, a nuestra Ley de aborto, legal, seguro y gratuito. Las pantallas de los bares que funcionaron de refugio, devolvían la imagen muda de quienes tienen en su poder darnos permiso para abortar. La oscuridad de la noche alimentó aún más la escena épica y significó el paso de este tiempo lento y difícil de poblar. Ya desde la tarde corría entre nosotras una verdad: estábamos perdiendo. Usamos gritos de guerra, cantos, humor, abrazos, bizcochuelos, vino, porro, paraguas, bolsas de nylon, glitter, capas y capas de abrigos, para mantenernos calientes y palear la tristeza de lo que se sentía como una derrota inevitable. Algo que se sentía como otra vez un montón de hombres, que nada saben de nosotras, decidiendo nuestro destino. Bajo la lluvia y el viento, bunkers de plástico, madera y cartón, terminaban de desmoronarse, se lavaban las pintadas de la calle, se mojaba la leña para el fuego, como si algo mayor a nuestras fuerzas y nuestras ganas insistiera en borrar nuestra palabra, nuestro dibujo, nuestro color verde, que pide la presencia del Estado y con ella su permiso y acompañamiento en este proceso enorme, largo y doloroso, en el que miles de nosotras inscribimos nuestro tiempo y nuestro cuerpo: el proceso de abortar.

En los discursos de los senadores, las palabras, mayor desnudez de la existencia humana, dejaron en evidencia sus intenciones: nos quieren mujeres heterosexuales y madres, funcionales a un sistema capitalista y patriarcal. Un senador, en su argumentación para su “no”, dijo que nunca esta ley podría iluminar algo tan oscuro como el aborto, entonces ¿Para qué? Somos lo que está a oscuras, lo imposible de iluminar. Lo inmoral, lo negro y lo pobre. Esta era una ley para las pobres. Lo somos y por eso nos dijeron que no, no nos dan el visto bueno, no nos aceptan. Somos un gasto para la salud pública y una verguenza para las familias. Por asesinas nos prefieren hundidas en la clandestinidad, en la noche sin esterilizar, infectadas de soledad y negación. No merecemos ser reconocidas, ni cuidadas, ni nombradas. No merecemos vivir con amor ni ser lloradas si morimos.

Sin embargo, quiero dar aviso que nosotras las aborteras somos todas y cada una de nosotras madres. Hemos demostrado en este tiempo, que todas nosotras somos las mejores madres. Maternamos una ley, maternamos la amistad, maternamos el calor, maternamos las ideas frescas, el deseo y el pensamiento. Maternamos alimentarnos con polenta y guisos de lentejas, abrigarnos en la noche, celebrar nuestros logros. Maternamos el cuerpo desconocido, lo extraño, lo que históricamente fue señalado con el dedo como lo imposible de iluminar. Maternamos la libertad sexual, el cuidado, el amor, lo comunitario, lo colectivo, lo cooperativo, lo sororo, lo animal, lo divertido, lo negro, lo pobre, lo gordo, lo lesbiano, lo trans, lo que no tiene manera de ser nombrado. El encuentro, la siesta, el campo, el fútbol, la ciudad, los viajes. Nos hemos maternado a nosotras mismas ante el odio y el rechazo por ser estas aborteras que somos. El odio de la sociedad, de la escuela, de los hospitales, de las iglesias y de nuestras familias que, por defender sus estructuras, nos castigaron y entregaron a los lugares oscuros imposibles de iluminar. Ahí en secreto nos maternamos y aprendimos a vivir sin que nadie nos de permiso. Pero ahora es un tiempo distinto. Estamos habitando el tiempo, poblando el tiempo, derrumbando el tiempo. Obligando a que nos vean: felices, libres, amadas, sueltas, musicales, alimentadas. Este tiempo es nuestro. Es el tiempo de abortar lo que no queremos maternar y no necesitamos permiso para eso. Abortamos al patriarcado, a la heteronorma, al capitalismo y al machismo. Abortamos nuestros lugares reservados en la cocina, a nuestros hijes no deseados, a nuestros padres golpeadores, a nuestras madres depresivas, a nuestros abusadores, a nuestros cuerpos obligados a verse flacos, blancos, ricos, femeninos. Abortamos lo impuesto. Al lugar oscuro que reservaron para nosotras y nos mantuvo como enemigas y desconocidas. Esta Ley que gestamos y maternamos ayer bajo la lluvia, el frío y el sentimiento de derrota ya trajo luz. Y no existe manera de oscurecer lo que ya fue iluminado. Esta ley que es nuestra, va a salir, sino fue hoy será mañana. Su fruto ya está entre nosotras y lo estamos disfrutando.

 

Mariela Gouiric // Emergentes

Será Ley: la calle y el Senado no votaron lo mismo // Analía Fernández Fuks

Día histórico. Por primera vez este año el proyecto de ley de la Campaña obtuvo estado parlamentario en lo que fue su séptima presentación que entró al Congreso con setenta firmas. Las expectativas eran grandes. Sin embargo se sabía: el escenario del Senado sería más hostil que el de Diputados. Y las tensiones previas al 8 iban expresando el clima de lo que sería la sesión. Rumores que fueron y vinieron de adelanto del horario de inicio y finalización que tenían como objetivo desmovilizar la masiva convocatoria que ya se preveía. Las placas rojas de Crónica anticipaban una imagen de lo que pudo leerse en la jornada: “Las pibas contra el Medioevo”, decían. Y lo que hubo fue eso: un abismo entre el recinto y la calle.

Mientras los argumentos adentro del recinto se iban volviendo más rancios con el pasar del tiempo, afuera la calle se volvía más fiesta y multitud. Así, la distancia entre un espacio y otro se hacía más notoria. La postura en contra del proyecto de la senadora nacional por Catamarca del bloque Argentina Federal, Inés Blas, le valió el cargo como titular de la Banca de la Mujer, que lo puso a disposición. En su intervención sostuvo: “La interrupción del embarazo termina abruptamente con la posibilidad de una vida en desarrollo”. A su turno, el senador de Cambiemos Esteban Bullrich, dijo que “el aborto es un fracaso de la sociedad” y explicó: “La vida es lo que hace que estemos hoy acá. Sin vida no hay Constitución Nacional, sanción de leyes ni lucha de géneros porque siempre es requisito para todo”.

Cuando le tocó exponer, el senador salteño del bloque justicialista, Rodolfo Urtubey manifestó su voto en contra al proyecto y cuando quiso defender su postura en relación a la despenalización por causales señaló que “hay algunos en que la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer, sino que a veces la violación es un acto no voluntario con una persona que tiene una inferioridad absoluta de poder frente al abusador, por ejemplo en el abuso intrafamiliar”. La senadora mendocina del Frente Para la Victoria, Anabel Fernández Sagasti le salió al cruce cuando le tocó hablar y el senador de Cambiemos, Federico Pinedo, a su momento, salió a defenderlo.

Mientras, las calles se colmaban. Durante la mañana, cientos de micros llegaron hasta Cerrito y Avenida de Mayo desde distintas partes del país. En los escenarios organizados por la Campaña, la música en vivo fue la protagonista y en las carpas, los debates y las charlas.

Y afuera del Congreso, la ola verde parecía subir con la lluvia. Como una marea revolucionada. Organizaciones sociales, colectivos artísticos, movimientos estudiantiles, referentxs políticos jóvenes de la región latinoamericana, grupos de pibas de secundarios con las banderas del colegio agitaron desde temprano lo que se quiso contener desde distintos sectores: la calle en movimiento. Y sostuvieron durante más de quince horas el foco ahí.

 

“El saldo es sumamente positivo más allá de la responsabilidad de los senadores que se vienen pronunciando en contra de este derecho. Somos conscientes de que estos senadores van a sufrir el escarmiento en las próximas elecciones. Un puñado de treintipico de senadores no pueden decidir sobre la vida de más de veinte millones de mujeres de nuestro país. Negar este derecho y este reclamo popular significa un retroceso en términos de lo que la sociedad está demandando. La marea verde los va a pasar por encima más temprano que tarde. Es un derecho que vamos a conquistar”, dijo la coordinadora nacional de Mumalá, Raquel Vivanco mucho antes de que comenzara la votación.

A las 21.30, cuando se leían algunas intenciones de desmovilizar, la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito convocó a una conferencia de prensa en el Hotel Castelar. “Hemos sufrido operaciones durante todo el día para desalentar la movilización, pero vamos a seguir en la calle”, advirtieron. La abogada e histórica referente de la Campaña, Nelly Minyersky pidió el micrófono y aseguró: “Nosotras ganamos, somos millones en las calles y si los senadores votan en contra de la ley, seremos nosotras las que pasaremos a la historia”.

En simultáneo, la Campaña tuvo que salir a pedir la permanencia en la calle frente a las palabras de la vicepresidenta Gabriela Michetti, que sugirió apurar las exposiciones para cumplir con un pedido del Ministerio de Seguridad de terminar el debate a las 22: “Tanto el Ministerio de Seguridad como nuestras autoridades de seguridad nos están pidiendo desde hoy temprano que terminemos antes de las 10 de la noche porque las fuerzas de seguridad se ven con mayor dificultad después”.

“Tenemos años de lucha y movilización pacífica y hoy no va a ser la excepción”, aseguraron desde la Campaña en la conferencia. “Estamos haciendo historia”, terminaron gritando todas juntas, con antifaces verdes de glitter. Llevaron esa misma frase verde en sus buzos negros durante todo el día.

Después de que terminara la lista de oradorxs, fue el turno de los cierres de lxs jefes de bloque que tuvieron media hora cada unx para realizar su exposición. Allí hablaron Maurice Closs, María Cristina Fiore, María Magdalena Odarda, Pino Solanas, Adolfo Rodriguez Saa, Cristina Fernández de Kirchner, Miguel Angel Pichetto y Silvia del Rosario Elías de Pérez. Tanto Pino Solanas como la ex presidenta escucharon los números de la calle. “Yo no quiero una juventud con pánico, una juventud con miedo a lo que viene”, dijo el senador de Proyecto Sur y agregó: “Sea cual fuera el resultado de esta noche, hoy no es una derrota. Es un triunfo monumental, porque hemos logrado instalar el debate de una causa que estaba prohibido.” Al comienzo de su intervención, Solanas había cruzado a Michetti por no dejar entrar a Norita Cortiñas a la sesión.

Minutos después de la una de la mañana fue el turno de la jefa del bloque del Frente para la Victoria que señaló: “Fue mi hija. No, no fue mi hija. Fueron las miles de pibas en las calles”. En su discurso mencionó al movimiento feminista. “Tenemos que entender, y sobre todo en mi movimiento político, que vamos a tener que incorporar la cuestión feminista”, dijo. /Nac Pop Fem/ fue lo que empezó a circular en redes ni bien terminó de decirlo la ex mandataria.

Luego hablaron Pichetto, Elías de Pérez y Naidenoff. Finalmente, Michetti dio luz verde para que comience la votación. Y al ver los resultados en la pantalla se escuchó un: “Vamos todavía!” desde el micrófono de la vicepresidenta que había quedado abierto, como le suele suceder.

Eran cerca de las tres de la mañana, y lo que quedaba en la retina era -una vez más- que las calles y el Senado no votaron lo mismo: la calle votó aborto legal, en el recinto votaron aborto clandestino.

 

 Analía Fernández Fuks // La tinta

De lo ortiba no se vuelve // Diego Valeriano

De lo ortiba no se vuelve porque ya es tarde, porque nacen así. Cómo es tarde para llamar al obispo y festejar juntos, porque monseñor duerme y no hay que molestarlo. Es tarde para entender a todas las pibas del mundo y tambien es tarde en Marbella donde vive la hija de la senadora que ya ni le habla, ni la escucha, ni la respeta. Es tarde para palabras, lágrimas y arrepentimientos. Es tarde, muy tarde para que el senador se haga cargo de manera feliz que le gusta por la cola.

También es tarde para dirigentes que usan el pañuelo verde como coartada, para viejos panelistas que hablan desde hace tanto, para marchar desde San Cayetano con Papa incluido al frente, para hablar en nombre de las pobres y de Francisco a la vez. Es tarde para la selfie con los dedos en V, para la mezquindad militante, para esa bandera roja que no deja ver el palco, para las esposas ocupando en las listas lugares ganados por otras.

Y como es tarde, todo se llena de amanecidas, de ranchadas, escabio,  abrazos, discusiones y canciones. Es tarde porque el orgullo piba es un orgullo nuevo, intenso y gediento. Un orgullo construido ahora que están juntas en aulas, jodas, segundeos y plazas. En deambulares eternos donde esquivar giles es  la única consigna válida de noche tarde.

Y es tarde, pero recién ahora, a esta hora, cuando los choferes los llevan a su casa en el medio de la noche, cuando se cruzan a miles de pibas empapadas, manijas y ni un poquito derrotadas, ahora se dan cuenta que ganando la votación y ganando la que ganan ya no ganan nada. Que solo pueden caminar sin agachar la cabeza en iglesias vacías, en cenas caretas, en clínicas privadas, en lugares sin pibas. Lo vivo las rechaza, el agite no es de ellos, la ética los vomita. Porque saben muy bien que las pibitas les recabieron y que nunca más van a poder mirarlas a los ojos.

8A EL FUEGO ES NUESTRO // NI UNA MENOS

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Bombachitas verdes // Diego Valeriano

Sentado en La Tarzán, achina los ojos para poder ver la tele que está arriba de la puerta. El zócalo de Crónica  anticipa que la ley no sale y se le dibuja una sonrisa rara, tan rara que casi no reconoce ese gesto en su rostro.  Siente alivio, un alivio ortiba, esclavo, un alivio anti. Rezonga para adentro porque igual esto ya se fue a la mierda, pero algo es algo. Respira profundo y vuelve a decir en voz baja: algo es algo. No es hipócrita ni tiene doble moral, el aborto le importa poco, solo que le gustan las cosas como eran antes. Cuando era más joven, cuando todavía trabajaba en los ferrocarriles, cuando podía volver de noche sin miedo. Cuando lo respetaban.

 

Falta la noche entera para que sea la votación y durante todo el día se cansó de ver pibas con pañuelos verdes en las paradas del bondi, en el tren, en la tele. Pibas manija que ponen como punto de encuentro la peatonal o la seca, pibas que ve ahora por la ventana, pibas que se abrazan. Piensa en esas pibas y se ríe. Casi sin saber bien porqué, le encanta el pijazo que se van a comer. Desea que las cosas vuelvan a ser como antes, poder vivir tranquilo, que nadie lo joda, porque ya lo jodieron mucho. Desea que aprendan que no se puede conseguir todo y que ahora se calmen un poco.También desea que, si no se calman, la policía les haga pegar un buen susto para calmarlas. Pero solo un susto, eh, nada grave. Si fuera por él ya se los habría dado, pero ahora por cualquier cosa te arman causa.

 

Tres pibas entran  y piden una cerveza. Las mira con desdén, codea al que tiene al lado y le pregunta si también tendrán las bombachitas verdes. Se ríe solo y fuerte. Las pibas hacen mundo, se sacan una foto, suben una historia, invaden toda La Tarzán con sus risas. Hablan fuerte, hablan de ranchar en el Congreso, hablan de la noche eterna, de amor, amanecer y libertad. Hablan sin decirlo explícitamente de una marea verde que se lo está llevando puesto a él.


Del desdén al odio en un solo movimiento. Un odio enorme, furioso, un odio que es un fuego de solo escucharlas. Un odio que no tuvo cuando lo echaron de los ferrocarriles, ni cuando lo lastimaron todo para robarle el remis, ni cuando se fue Martha con Micaela y nunca más las vio. Un  odio nuevo. Se pone de pie, vaso en alto como para brindar y les grita: Se van a tener que meter el pañuelito verde en el orto ahora que no sale la ley esa. Ni tiempo para el silencio incómodo hay. Las pibas lo empiezan a agitar de manera tal que él solo quiere irse. Lo filman, le gritan, lo humillan, lo deliran tanto que casi da lástima. Entre risas agarran sus cosas para irse, orgullosas y bien piolas encaran para la puerta y sin que nadie les pregunte nada, sin que nadie pueda nada, la de pelo violeta le dice al mozo que la cerveza la paga el viejo ortiba, ese que está parado ahí.

 

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