Anarquía Coronada

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2001 y 2002

La sociedad paralela: una revolución en el desierto (Noviembre – diciembre de 2002) // Colectivo Situaciones

Lo propio de los críticos de toda laya es organizar su existencia alrededor de un imperativo mayor: lo que se desea es la revolución. Y, sin embargo, no se trata simplemente de lo que «queremos», sino de lo que «está pasando». Los días 19 y 20 de diciembre de 2001 ocurrió algo que, a falta de nombres, podemos llamar una «insurrección de nuevo tipo»: sin «programa» ni «dirección», sin «promesa» ni «modelo», sin «organizaciones centralizadas» ni «dirigentes destacados»; aquellas jornadas destituyeron el «juego político» de la «posdictadura».

El grito que forzó la apertura -«que se vayan todos»- no se ha acallado en la ausencia de un político apto para representarlo; se multiplica en otras consignas como: «ocupar, producir, resistir», «si no hay justicia hay escrache» y «trabajo, dignidad y cambio social».

No se trata, entonces, de una revolución política clásica cuanto de una revolución en los modos subjetivos del hacer, de la invención de formas de habitar situaciones que reclaman ser aun desplegadas. Sobre todo, hay multiplicidad. Potencia y fragilidad, frustraciones y surgimiento de nuevos estilos, constituyen la textura de una sociedad paralela que trama redes de experiencias y saberes. Estos circuitos de encuentro y comunicación ensayan una sociabilidad que busca proyectarse más allá del corset del Estado y el mercado.

En el desierto, los esquemas revolucionarios heredados se revelan hoy como un estorbo. También la academia ha quedado sorda, ciega y muda frente a una ebullición inclasificable. Las modas se aceleran porque no hay categorías capaces de alcanzar –por sí mismas- ese objeto esquivo que se resiste, mutando y multiplicándose al infinito. Otros lenguajes contemporáneos (periodísticos, humanitarios y militantes), quedan desdibujados por la empobrecedora hegemonía cultural del mercado.

Si las viejas formas de pensar la revolución han caído y nuestros saberes parecen impotentes: ¿qué hacer? Y si lo que sentimos, sin embargo, no es desazón, sino felicidad: ¿de qué están hechas estas renovadas pasiones?

Habitantes del desierto, cada experiencia es lo que logre hacer de sí misma, en un devenir que elabora sus recursos a partir de la trama que la constituye, y del vínculo que se procura con otras experiencias (y lo que ellas hacen de sí mismas).

No podemos olvidar que hay armas cargadas: sombras exigiendo orden. Que hay represión efectiva, y más aún, agazapada, a la espera de una oportunidad mayor. Represión, hambre y carencia son los nombres de la (sobre)vida en el desierto. No asumir la guerra sería tan grave como jugar su juego. La exigencia de proteger estos nuevos mundos sin sacrificar su capacidad creativa de nuevas posibilidades para nuestras vidas, es raíz y programa del movimiento.

Una revolución de los cuerpos. Cooperativos y hormigueantes recorren una espacialidad desreglada, desértica, habitando y produciendo nuevas consistencias: sus fuerzas se multiplican en la persistencia del querer vivir.

Hasta siempre,

Colectivo Situaciones

Ante la salvaje represión ocurrida en la Argentina el día 26 de junio (26/06/2002) // Colectivo Situaciones

  (comunicación urgente del Colectivo Situaciones)        

Los sucesos del último miércoles 26 de junio nos hablan a todos y a cada uno de nosotros.

Hay dos compañeros asesinados -ambos militantes de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Anibal Verón-, más de 90 heridos y cientos de detenidos. En algunos barrios de la Provincia de Buenos Aires existe aún un virtual Estado de Sitio: un indeterminado número de compañeros no pueden volver a sus casas porque están siendo perseguidos o amenazados por las fuerzas represivas.

Lo que se juega, en este momento, en Argentina, es la existencia y el desarrollo de verdaderas redes de lucha contra el hambre, la represión, la miseria, por la salud, la educación y la dignidad, las que han crecido de manera sostenida y ramificada en los últimos años.

Toda esta multiplicidad de experiencias y luchas se tornaron visibles a partir de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, quedando expuestas tanto en su riqueza como en su fragilidad frente a quienes pretenden convertir a la Argentina en una verdadera «tierra de nadie» apta para una recolonización salvaje.

Esta nueva conquista de territorios y recursos se desarrolla hoy en buena parte del planeta -los zapatistas hablan de una auténtica Cuarta Guerra Mundial- y está llevando a una crisis sin precedente en todo el continente latinoamericano.

En este contexto se ha activado la represión legal e ilegal -de manera combinada, como en el pasado- para atacar directamente a este movimiento plural y complejo de redes, del cual las organizaciones piqueteras -qué duda cabe- son un componente fundamental y especialmente activo.

La represión se presenta hoy abiertamente con uniforme -policía, gendarmería y prefectura- a las órdenes del estado, o a partir de todo un abanico de modalidades que abarcan el permanente reciclaje de miembros de la última dictadura y de sus métodos: de los grupos parapoliciales y patotas a las agencias de seguridad -convertidas en verdaderos ejércitos privados- al servicio directo de empresas y/o facciones del poder político.

Todo este aparato represivo se complementó, durante las primeras horas, con un vergonzoso llamado al «orden» y a la justificación de la represión por parte de numerosos exponentes de la política y del periodismo profesionalizado, quienes ocultaron información y difundieron versiones abiertamente falsas -tales como que la violencia se debía a disputas internas entre los distintos grupos piqueteros-.

Esta variedad de formas represivas evidencian que los ataques a las experiencias radicales no tendrán una forma única; que no necesariamente hace  falta un golpe de estado clásico para aumentar la violencia contra las iniciativas populares y que intentarán, también en lo represivo, dividir al movimiento -de movimientos, de experiencias y organizaciones en lucha- en «sectores», con el fin de dispersarlo y retraerlo.

Por esto, porque lo que está en juego es la posibilidad misma de desarrollar este contrapoder transversal y difundido que se viene creando en los barrios, las asambleas de vecinos, las escuelas, las universidades, los hospitales, las fábricas ocupadas y las rutas, es que sería una estupidez imperdonable ejercer la indiferencia, el cálculo mezquino o la timidez, frente a la represión de los días pasados sin comprender hasta qué punto el ataque a las organizaciones piqueteras es una declaración de guerra a todo el movimiento.

Ahora más que nunca estamos llamados a poner en funcionamiento las solidaridades concretas desplegadas los últimos meses y años, colaborando con los perseguidos, denunciando la represión, movilizándonos, discutiendo entre amigos y compañeros, tomando iniciativas, protegiéndonos y creando nuevas modalidades de lucha. Desarrollar estas solidaridades y desplegar la potencia de las experiencias de base es la única manera de parar esta guerra.

Hasta siempre,

Colectivo Situaciones,

junio/ 2002

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