Sujeto del inconsciente, sujeto de luchas // Lila M. Feldman

Seis apuntes de lectura de Las máquinas psíquicas. Crisis, Fascismos y Revueltas, para una conversación por correspondencia

  • ¿Qué es politizar?

Todo síntoma, toda crisis, todo hecho psíquico es político. Ese es un punto de partida de Las máquinas psíquicas. Crisis, Fascismos y Revueltas. Ahora bien, politizar –aquí- no es centralmente un punto de partida sino un verbo, que Emiliano Exposto conjuga en dos modos: tiempo y espacio. Politizar, entonces, es ese verbo que se conjuga espacio-temporalmente. Su conjugación atañe por un lado a la cuestión de las velocidades (este libro se inscribe en el “acelaracionismo gótico”) y por otro lado a la cuestión espacial que ubica a la politización de dos formas espaciales antagónicas (politizar desde arriba –allí imperan el mando del capital, el orden neoliberal y los fascismos, un polo normativo- o politizar desde abajo –bajo la forma de revueltas, luchas populares, la potencia de la multitud, la investigación militante, disputa anímica, un polo disidente-. Este libro asume como posición lo segundo).

Las máquinas psíquicas se suma a un trabajo abierto, una batalla permanente, no se trata de la asunción o reivindicación de la realidad política de la vida, sino de situar o ubicar los asuntos sobre los que hemos de profundizar, desarrollar, abordar. Emiliano nos indica que se trata de “acelerar”, de agudizar, radicalizar. Propone un aceleracionismo que se enfrenta a la inmediatez eficiente y al automatismo del mando neoliberal, a la economía de tiempos y ritmos que distribuye y administra el capital. (Yo te leo, Emiliano, y pienso en Spinoza y su idea de potencia, con su economía de composiciones y alianzas fundadas en velocidades que alternan reposo y movimiento).

El verbo nos señala algo que define a este libro: es un libro de acción. Más para la calle que para la biblioteca. Este libro plantea que la vida política no es únicamente análisis o contemplación, tampoco moralización ni romantización (esto último es crucial). Es conflicto y lucha. Es disputa anímica, contra esa corriente culpabilizante y pasivizante propia del imperio neoliberal, ese es el campo de batalla. ¿Qué consecuencias abre ello en el campo de la salud mental (este libro para mí se inscribe en este campo)? ¿Y en el psicoanálisis en particular? Voy a intentar pensar algo de esto en estas incipientes anotaciones, de lectora febril de Las máquinas psíquicas.

 

  • De la crisis como punto de vista, a la lucha como punto de vista

 

Las máquinas psíquicas se dirige a los inconscientes que se rebelan, a los sujetos activistas y militantes (Emiliano define al análisis militante como aquel análisis que impulsa un movimiento de politización de las subjetividades). Reimaginar las revoluciones es también, y centralmente, reimaginar al sujeto. Sujeto del inconsciente es –aquí- sujeto de luchas. En luchas. Libro dirigido a los inconscientes que se rebelan, y yo leo allí “rebelión” como la capacidad inalienable del inconsciente, de revisar pero también reinventar de modo permanente e interminable la propia potencia. Retorno de lo reprimido pero a su vez radical creación, usina de acontecimientos. El inconsciente como victorioso inadaptado.

Luchar es trabajo des-alienante, contra los poderes psicologizantes, biologizantes y narcotizantes, en ese abanico de prácticas que se ubican entre un paternalismo y un punitivismo. Luchar contra el capitalismo que enferma, y a su vez contra el “capitalismo terapéutico”. Luchar es profundizar conflictos, no aquietarlos o acallarlos. Sobre todo es poder leerlos. Luchar es desarmar, desmontar el atrapamiento subjetivo planteado en términos de vasallajes. Un yo (je) vasallo no es un yo que lucha, sino un yo condenado o resignado a una perpetua sumisión y a incorporar en su funcionamiento la lógica de la opresión, a moverse dentro de determinados márgenes. Vasallo designa también una posición subjetiva, no únicamente a los términos a los que se enfrenta (ello, superyó, realidad exterior). Luchar es revisar ideales e identificaciones. Vigorizar inadecuaciones, síntomas, crisis. No temerles o rehuirles, en primer lugar no pugnar por normalizarlos.  Luchar se inscribe en una “política del síntoma”, tanto –agrego-  como en una “política del sueño”.

 “Investigación política de las crisis subjetivas desde el punto de vista de las luchas populares”, ese es el enunciado prínceps de este manifiesto epistemológico-político. Si el libro La ofensiva sensible de Diego Sztulwark, planteó la idea de la crisis como punto de vista, Emiliano en este libro propone ubicar a las luchas como punto de vista. El eje para ampliar los márgenes de lo pensable, y de lo posible, es decir los márgenes de libertad, son las luchas.

Las luchas abren potencias ambiguas y sientan premisas para una nueva inteligencia colectiva. Tienen un valor cognitivo. Este libro para mí también se suma a la lucha por revisar la potencia de la teoría y la clínica psicoanalítica.

 

  • El conflicto en la vida política y en la teoría psicoanalítica. Conflicto social y conflicto psíquico.

 

Resistencia, represión, defensa, censura, lucha, conflicto, Freud elevó esas palabras ligadas a la política o provenientes de la política, a conceptos teóricos para abordar y pensar el sufrimiento humano, y los transformó en herramientas de trabajo, creando un nuevo discurso. La lucha en torno y a partir de conflictos es parte de la dinámica intrapsíquica.  Las máquinas psíquicas aporta otros términos: conspiración, saqueo, insurgencia, sublevación, extractivismo, des-posesión, sabotaje. ¿En qué medida esas palabras posibilitan otras representaciones de los fenómenos psíquicos o anímicos? No me refiero únicamente a los contenidos que la historia y la coyuntura ofrecen y despliegan, sino a su incidencia en los modos de subjetivación y estructuración psíquica actuales, me refiero a nuestra posibilidad de dejar que la teoría sea permeable a nuevos modos de pensar el psiquismo humano. Si Freud tomó por ejemplo a los desarrollos de Le Bon para dar cuenta de los fenómenos de conformación de masas y a partir de allí la estructura del yo y las identificaciones, ¿qué seremos capaces de actualizar y pensar hoy, dentro del campo psicoanalítico, con los desarrollos teóricos y con las experiencias colectivas con las que ahora contamos? León Rozitchner, Silvia Bleichmar, Paolo Virno, son algunos autores que a muchxs de nosotrxs nos han permitido repensar y abrir nuevas cuestiones. Los feminismos y sus luchas populares también.

El conflicto es base y motor del aparato psíquico y de la vida psíquica. Y -podemos agregar e insistir- de la vida social y colectiva (¿hay vida psíquica, por empezar, sin vida colectiva?). El psicoanálisis recibe a la crisis, no le rehuye ni reprime, la aprovecha, la trabaja, la considera terreno fértil. El psicoanálisis también pone, y se pone, en crisis. Ha tomado a la crisis como punto de vista, en el mejor de los casos. ¿Podemos decir que el psicoanálisis toma a la lucha como punto de vista? ¿Qué posibilidades de pensar e intervenir tenemos si nos ubicamos allí?

 

  • Pensar en clases, pensar en opresiones

 

Las crisis subjetivas (crisis que revelan nuestra inadecuación con el capital) para Emiliano se organizan políticamente, admiten diversas formas de organización política. Una pregunta sería: ¿Cómo organiza la multitud, como recupera y disputa la multitud, aquello que el capital distribuye, produce y administra, para luego reprimir o subsumir en formaciones alienantes como la formación de masa? ¿Cómo crear líneas de rebelión y sublevación personales, singulares y colectivas frente a lo que el capital regula, indica y ordena? Emiliano sostiene en todo el libro la referencia a la lucha de clases, aclarando que desborda la oposición burgueses-proletarios. Yo prefiero leer mal (leer a mi modo), y plantearlo en términos de lucha frente a las opresiones, porque entiendo que esa es la matriz que incorpora la amplitud de las luchas que nos damos: feministas, indigenistas, antineoliberales, antipatriarcales, anticoloniales y antirracistas. La lucha, define Emiliano, es aquello que modifica nuestros territorios existenciales, nos rescata de aquellos circuitos del proceso salud-enfermedad cuyos márgenes fija el capitalismo: “estar sano es poder ser explotado, y recuperarse es volver a producir”.

 

  • Masa y multitud. Política del síntoma, política del sueño

 

Una política del síntoma y del sueño. ¿A qué nos referimos? A esas figuras de lo inalienable. Le conciernen al sujeto aunque sigan siendo presencia y testimonio de su existencia extranjera, a la persistencia de lo no colonizable, a construir y ampliar márgenes de libertad. He definido al sueño como bastión de la vida psíquica y de la vida colectiva, en consonancia con Emiliano cuando plantea que los sueños constituyen potencias políticas. Me gusta decir que son bastión, trinchera, porque allí nadie penetra a la fuerza, a pesar de tantos y tantos esfuerzos por controlar, medir, manipular, exacerbar o limitar nuestros sueños, el soñar se impone como territorio último de la subjetividad. En este sentido, recomiendo aquí la lectura del libro de Charlotte Berardt: Los sueños en el Tercer Reich. Testimonio del valor cognitivo de los sueños, más allá del régimen de la voluntad, tanto de las voluntades ajenas como, incluso, de las propias. El sueño es al futuro lo que el azogue al espejo, nuestras posibilidades de resistencia y creación e invención se fundan en él.

“El malestar contiene potencias ambiguas” escribe Emiliano. Las multitudes saben de sueños, las masas saben de espejismos. La multitud politiza los sueños, los vuelve acontecimiento, agrego yo. A un siglo de “Psicología de las masas y análisis del yo” cobra sentido repensar al sujeto y sus identificaciones a partir de la idea de multitud. La multitud como sujeto político de la revuelta.

Me interesa puntualizar un aspecto en el que se detiene el libro. Aquel que ubica al trabajo psíquico como trabajo ilegal, no reconocido jurídica ni legalmente, y como trabajo no pago. Afortunadamente, diría yo. Entiendo que el trabajo psíquico como todo trabajo tiene también potencias ambiguas, pero creo a su vez que su especificidad radica en que es trabajo no institucionalizado ni normativizado; sin ese trabajo ¿qué sería de la vida psíquica? Me distancio, sí, de la propuesta de una “huelga psíquica general”. Pienso que de las capturas capitalistas nos libramos sin parálisis ni renuncias, en insurrección activa. Trabajo psíquico que se detiene o para, es caldo de cultivo para la conformación de masas, carne de los fascismos. Más que paro existencial, me siento más afín a la idea de revuelta existencial.

 

  • Manifiesto

 

¿Qué convierte a este libro en un manifiesto? El llamado a construir ciudadanía en salud mental. Ejercer cuidados y apoyos mutuos, visibilizar y desactivar, combatir las relaciones de poder subyacentes a los extractivismos creadores de des-posesión (diferencia extractivismo financiero, subjetivo, de estado y por último el extractivismo del algoritmo), desnaturalizar y visibilizar opresiones. “Necesitamos combinar procesos destituyentes, constituyentes e instituyentes en el armado de otras formas de vida”. Una ofensiva subjetiva y colectiva contra la “máquina embrujada del capital”. “Al contrario de los siglos pasados, ya no fantaseamos con que la historia esté de nuestro lado”, escribe Emiliano.

Por eso luchamos.

 

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