La sutileza de la diferencia se aprende en el prelenguaje o en el tono de la voz o en ciertas palabras claves, pero ese es otro estudio…
Julieta Kirkwood,
“Ser Política en Chile” (1985)
Una estrella no existe como un cuerpo material, pero por destellos; es el efecto óptico de Julieta Kirkwood (1936–1985). Como estrella, la contemplamos en nuestro hacer la noche, como puta, trabajándola. Julieta es nuestra noche. Como si se tratase de una estrella que, más que guiarnos, nos acompaña. El pensador indígena, Ailton Krenak, nos revela lo evidente: somos nosotras las que estamos siendo observadas por las estrellas.
Julieta consiguió soñar, soñar visiones. Un soñar como la más absoluta forma de resistencia y creación, como si se tratase de un territorio existencial. En este sentido, Julieta es –y, siguiendo a Krenak– estrella e institución, o una institución que admite soñadores.
Hay algo del destino sin contorno, es decir, no destinal, del soñar de Julieta, como un sueño indígena, más real que lo real, que es, no tan solo un tratamiento óptico, sino ético y por tanto, político. El ejercicio de este sueño, sería –justamente– hacerlo más real que lo real. Algo así como curvar las condiciones ópticas del presente, para entregarse a la ceguera y producir visiones; como Julieta, quien nos trae revelaciones al mundo de lxs vivxs. Al contrario del supuesto pensamiento del Hombre Blanco, quien se cree vivo, pero está muerto, y si consigue dormir, es solo para soñar con él mismo –como nos transmite Hanna Limulja atravez del pueblo Yanomami–.
Sin caer en folclorismos banales. Chile es un regalo a la imaginación política: el de sus revueltas, sus poesías, y sus textos. Es, su poética gestual, que va ejercitando tentativas de un saber hacer entre pensamiento y gesto, palabra y sueño, sueño y cuerpo. Esa es la capacidad poética de la cual estamos hablando: hacer corresponder imágenes nocturnas con palabras, gestos, acciones. Así como en el pequeño sur del mundo, ni una menos nace de un slam de poesía. Así como la huelga general feminista existe en un país donde no existe el derecho a huelga. Así como también existe un texto constitucional que deliró a los pueblos, deliró a las razas, deliró su futuro. & porque –también– se trata justamente de hacer delirar estas categorías. Es, en este contexto, que el nombre de Julieta Kirkwood circula, se oye, se habla, se escribe junto con el pensamiento feminista(s) sudamericano en los últimos años.
Julieta es, también, un regalo, y uno que debemos aceptar. Dicen por ahí que cuando se regala “verdaderamente”, siempre se regala lo que no se tiene, y el no tener aquello que se regala, no es necesariamente una falta, sino que es, algo que está por venir, tanto para quien regala, como para quien es regalado. Este no es cualquier regalo, es un regalo humilde, por tanto, generoso –dadivoso– como diría Cristina Peri Rosi. Julieta nos da algunas pistas de las pequeñas formaciones micropolíticas de un inconsciente, o de un tipo de sistema de pensamiento que se entrega a los valores y voluntades del ejercicio del deseo contra–autoritario y contra–conservador; en tiempos de escalada de procesos neoconservadores, punitivos y sentimientos anticomunistas en todo el mundo.
Julieta fue una apasionada activista y pensadora, heredera, solo hasta cierto punto, del proyecto del socialismo histórico (chileno), para convertirse en algo así como una hereje –tardía– de este. No se cansó de investigar los porqués del carácter conservador de este proyecto, desde la perspectiva de su feminismo tardío: el porqué de las reacciones conservadoras de las mujerxs dentro del proyecto de la Unidad Popular (asunto que no podremos profundizar en este texto). El pensamiento de Julieta fue osado en tanto llamó a los movimientos feministas –en plena dictadura– a que tuviesen como “sujeto político” su propia rebeldía, y no su opresión. Producto de esto, fue juzgada por dividir a la izquierda de su época.
Es así, como el presente trae a Julieta de vuelta, o el presente requiere de forma urgente a Julieta. No olvidemos que el neoliberalismo, es, y siempre será autoritario, y siempre estará en fidelidad con los valores conservadores. En este sentido, Julieta es aquella cualidad, aquel tono de rebeldía, de un feminismo(s) como negación del autoritarismo: una negación que opera por afirmación de otra cosa. Así como un viento, que escapa, y en el cual aún estamos inmersas, junto con Julieta, justamente, porque es, Julieta.
Julieta, así como una trabajadora cualquiera de la noche, consiguió producir visiones de aquel deseo sin contornos demasiadamente definidos, en tanto estamos hablando de un tipo de deseo que no se deja afectar, seducir, por aquel del Hombre Blanco, quien insiste en ejercer, forzadamente, el régimen de las formas y los contornos demasiadamente definidos. Estamos hablando del régimen de subjetivación dominante: aquella neurosis que nos asfixia en sus formas, gestos y actos voluntarios.
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Mi culo está gozando sentado en una silla de un precioso escritorio del Archivo Nacional de Chile, en el archivo Julieta Kirkwood. Con unos guantes de látex de color azul, en mis manos –quisiera no tenerlos (¿puedo decirlo, o voy a ser recriminada?)– la toco delicadamente. Una caricia. Son cajas con notas, tarjetas, manuscritos, fotografías de infancia, tarjetas de presentación y cuadernos; reunidos por la mirada y las manos de una amiga. (Como detalla de forma muy hermosa, Cynthia Rimsky –en el libro “Julieta Kirkwood: Preguntas que hicieron movimiento. Escritos Feministas, 1979–1985”). Dicen que los amigos son esos que te piensan y miran bien. La simpatía no es tan solo amistad, pero magia, y la magia, es, a su vez, visión y confianza. El buen mirar, y dejarse ver –debería– tener efectos simpáticos, amorosos.
Intento tocarla, lo más suavemente posible, así como Julieta tocaba a la vida, es decir, las cosas vivas. En una delicadeza para con la vida. Anne Dufourmantelle nos dice, que la caricia es una forma de dulzura; como un movimiento sin límite, porque se funde, y confunde, y es, justamente en la fusión, en donde realmente nos podemos transformar, profundamente. Entregar a la metamorfosis y a la voluntad del deseo del otrxs, así como lo hace el pueblo Yanomami. Aquel que se sueña y sueña, más allá de ellxs mismxs.
Ciertamente una caricia es un teletransporte amoroso, y sería relativamente fácil proyectar toda la memoria que convoca Julieta y su tiempo. Dejarse afectar por el pasado cristalizado en el pasado, pero –intentamos– más bien suspender y devolver lo nuevo a lo nuevo y lo viejo a lo viejo, como lo hace un analista cualquiera, deja flotando, y sobrevuela, como nos cuenta Dufourmantelle. Es decir, por ejemplo, adquirir la mirada, el punto de vista de un pasado, justamente, no trascendente: es decir, vivo. Julieta llega a nosotras y para nosotrxs. Ella conseguía seducir al futuro, pero no por una “simple” “seducción histérica”, sino, la seducción de su vitalidad. Una histeria visceral, somática: real. Porque, el Hombre Blanco, nos hace creer, que la histeria, es, una representación cultural, machista, digamos. Nosotrxs creemos que es una afectación al cuerpo, ni más ni menos.
¿Desde qué otro punto de entrada se podría comenzar una aventura amorosa? Si no es con el suficiente amor, como para que algo suceda, algo pase histéricamente, en el sentido de pasar a otra cosa, otro mundo, otro tiempo: el nuestro. El tiempo del feminismo tardío:
“Nosotras aquí tan al Sur, tan en Chile, hemos estado trabajosamente intentando elaborar algunas ideas al respecto. Como decía un amigo mío, “estamos intentando inventar Mediterráneos que ya hace años están inventados, repartidos y conocidos”. Porque resulta –acabo de darme cuenta– que los esbozos que yo he estado tratando de hacer, las feministas en otros países ya los tienen elaborados. O sea, es cuestión de tomarlos; pero tampoco es cuestión de simplemente tomarlos, porque todas esas cosas, como todas las revoluciones, tienen que salir de las profundidades, de las negaciones mismas nuestras”.
“Agenda Nosotras” del año 1982. Tal vez mañana me vaya a morir, pero, hoy dia, no. –
& estamos con Julieta, esa extraña tornándose más íntima, más próxima. Es así, como me dejo seducir por la obscenidad de sus notas; para, no tan solo –justa– pero, adecuadamente, dar cuerpo a esa literalidad, a esa textura “vergonzosa” de los escritos, “sin sentido” de Julieta. Ya que, si es de confundirnos, o perdernos, en el pensamiento del otro, que estos pensamientos sean lo suficientemente buenos como para poder perderse en los propios.
Se crea un efecto óptico, sensitivo. La contemplo, en un mirar oscilante, que va jugando con los puntos de vista. Por ejemplo, eso que parecía una figura del fondo tornándose nítida, de pronto sube a la superficie; y luego la nitidez de esa figura se disuelve en el fondo: lo más próximo a un real. Y sus notas (y objetos), instauran ese otro real; más real que lo real: oscilante, como estrella.
Sus pequeñas ideas –como escribiría ella– son el testimonio de su pensamiento no demasiadamente definido; es allí donde nos comparte sus sueños y palabras. Son aquellas notas, no sujetas a leyes de interpretación, pero más bien a estados atmosféricos de su pensamiento. Notas, con su propia autonomía, es decir, no son notas ilustrativas de los textos “sociológicos” de Julieta. Textos que no responden a la demanda de su escritorio de investigadora en Flacso. Notas que nos llaman justamente, a lo no acabado. Por tanto, nuestro interés no remite a una cierta noción de sujeto, sino al contrario, a la desubjetivación de Julieta: sus trazos, sus recortes: su rebeldía. Su deseo sin objeto, ni sujeto.
Ya que una rebeldía, es siempre atmosférica, espacial, estelar, por eso, inmensa.
“Agenda Nosotras” del año 1982.
Afirmamos estos papeles, objetos y frases, a la altura de una superficie, que es, lo que –por prudencia– se debe afirmar. La superficie de aquello que está por venir: un virtual. Como pequeñas efectuaciones en una superficie, de papel, de texto, de historia: de aquel campo intensivo de fuerzas de lo vivo y fuerzas de lo muerto. Notas en donde ya no hay dentro, y tampoco hay un afuera. En donde solo existe un continuo, un hilo por donde se sujeta a lo vivo. Porque, es como si esos papelitos tuviesen la voluntad de nacer, junto con nuevas formas de sentir, y, por tanto, nuevas formas de ejercer. Dicen por ahí, que lo opuesto a la vida, no es la muerte, sino el nacimiento.
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Algunas notas & 1 sueño.
Como que ella iba creando la vida, así, espontáneamente, donde fuera es uno de los delineados, uno de los énfasis que marca Julieta, con un delineador rosa, sobre un libro de Violeta Parra. Así, Violeta –imagino– ejerciendo una fuerza muy extraña, por ende, distinta, en Julieta. Como una música de otra regionalidad; con una fuerza y exigencia ética, de ir creando vida, así, espontáneamente. Una musicalidad compañera, que la autorizó para escribir desde un tipo de tono, un tipo de registro más entregado al coro de lo vivo. Como si fuese una salida momentánea a un paisaje devastado: Desaparición forzada de cuerpos, rostros, ideas, sueños, placeres. Sus objetos transmiten una serenidad mental, como si fuese una pequeña huelga molecular en su escritorio.
Se lee en ese libro: “Antes (Violeta) ya había estado en Arauco (Wallmapu): Ahí trabajó bastante con una cantora (mapuche), que se llamaba María Painen Cotaro, ella le enseñó mucho de la música araucana, sin embargo, Violeta fue respetuosa con todo eso y no se dedicó a su interpretación…. Lo mismo hizo con la música pascuense, no la interpretó”. (Gracias a la Vida, Violeta Parra por Bernardo Subercaseaux, Patricia Stambuk y Jaime Londoño)
Hacer las palabras realidad, y no hacerse de las palabras de orden, del mandato a la exigencia de aquel tiempo, tiempos de muerte. Huir de la realidad es una manera de encontrar la vida, pero, dicen que la fuga acarrea todo aquello de lo cual se escapa. Por tanto, no es una simple huida, sino más bien una entrada.
Como si esta superficie de las anotaciones pasajeras, le permitiesen autorizase a escribir sin memoria, pero de lo vivo, lo silvestre que acarrea toda la memoria de las memorias, incluso la memoria del olvido. Y como gran pensadora del régimen conservador y autoritario, se torna una conservadora, pero de las fuerzas de la memoria de lo vivo –que es una de las pocas cosas en las cuales deberíamos ser extremadamente conservadoras.
& dejar de escribir como una burócrata de la política. Porque hay que hacer volar la política de lo político, para ser realmente políticas. Cecilia Palmeiro nos recuerda, que: sin políticas del deseo no existe feminismo, existe, otra cosa, llamada burocracia, y añade, primero sujetxs del deseo, luego sujetxs de derecho. Porque estamos hablando de un tipo de deseo que no es aquel deseo del Hombre Blanco, o la de su culo sentado en una silla de escritorio. Kafka ya lo habría anunciado a nuestra época: existe un Eros burocrático, que es un Eros fascista.
Saludo al bloque: “Unidas en la diferencia” La verdadera unidad nace del prularismo de la diferencia.
Es, quizás, una mano, tomada por una rebeldía extranjera, la cual se rebela frente a la mano armada del génesis del autoritarismo. Como si su mano adquiriese una autonomía –como proceso histérico (e histórico, dígase con minúscula)– en donde comienza a funcionar en contra de sí, para salir de sí; es decir; automodula una leve variación rítmica, a favor de otras gesticulaciones de la mano imperativa de orden. Pero no tan solo, porque la represión –sabemos– no es suficiente para instaurar un campo de deseo. Es decir, la respuesta histérica tampoco, pero ciertamente puede ser un buen comienzo. Y es lo que la mano de Julieta consigue. Ella está en contra, y a la vez, a favor de otras ideas. Porque no es tanto ir en contra de la ley, pero más bien ir a favor de la suya. Lxs que crean lo contrario, tienen cabeza (¿y cuerpo?) de Hombre Blanco.
La mujer hacia afuera. La ♀ en tránsito, hacia afuera, o virar a la izquierda con precaución…. De las ♀ … El delicado tránsito hacia …. Donde está…. Por la política…. Memorias de ♀? …. La madre de la política
Sueño con ser nuestros nombres
Ella va escribiendo incesante y oscilante, nuestros nombres: sus investigaciones recorren aquellas historias de los nombres. Se deja ser investigada por todos los nombres –de mujerxs– desde la perspectiva del modo de existencia de aquellos nombres (del mismo modo en que nos dejamos investigar por Julieta). De mujeres pobres, de mujeres ricas, de mujeres rurales, de mujeres mapuche, de mujeres organizadas, de mujeres compañeras, o de la mujer pinochetista: Lucía Hiriart de Pinochet. Ella insiste en aquellos feminismos como negación del autoritarismo, y algo de eso tiene que ver con su incesante escritura de nombres. Pero, por sobre todo, el suyo: Julieta Kirkwood.
& digo esto, simplemente por pasar, pasando ya que hay mil formas de pasar por los Nombres del Padre –una de ellas, es pasar por el costado– Lacan lo dijo, por ahí, alguna vez. Repito, paso pasando, porque, como dijimos anteriormente, vamos en contra y a favor, a favor de otras cosas.
Julieta Kirkwood, pasa pasando, al intensificar la escritura de su nombre. Como si se tratase de un vitalismo del nombre, una suerte de autoerotismo, un autoafecto, en donde el nombre propio se hace tan propio– que se autoriza a sí, no pide permiso y pasa pasando. (& un nombre siempre será impersonal, en la medida en que sea nuestro, porque, un nombre, nunca es propio.)
Paula Cobo–Guevara.
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Obras sobre y de Julieta Kirkwood consultadas:
Castillo, Alejandra. Julieta Kirkwood. Políticas del nombre propio. Santiago de Chile: Palidonia, 2020.
Kirkwood, Julieta. Preguntas que hicieron movimiento. Escritos Feministas, 1979-1985. Concón: Banda Propia, 2021.
Kirkwood, Julieta. Ser Política en Chile. Las feministas y los partidos. Santiago de Chile: LOM, 2017.
Kirkwood, Julieta. Escritos Feministas: la vigencia del pensamiento de Julieta Kirkwood en el Chile actual. Santiago de Chile: Universitaria FLACSO, 2020.
Imágenes Todas del archivo de Julieta Kirkwood, donados por Vicky Quevedo al Archivo de Mujeres y Géneros, del Archivo Nacional de Chile. Paula Cobo–Guevara.