por Martín Zariello
I) Entre fines de los 90 y principios de los 2000 empecé a escuchar a Spinetta. Mucho. Antes decía que me gustaba para impresionar. No sé a quién. Fruto de ese fanatismo, puedo decir toda su discografía año por año, de memoria. Puedo decir qué temas tiene cada disco. ¡Y hasta hace poco recordaba el orden! En fin, ese tipo de conocimientos inútiles que uno cree que pueden atraer a las chicas y en realidad las espantan.
II) Todavía duraba el auge del cd y los cassettes estaban ridículamente baratos. CompréDon Lucero a 1,99. Tester de violencia a 3, 50. Además, seamos sinceros: la discografía de Spinetta estaba barata porque no lo escuchaba prácticamente nadie y su música significaba la nada en el Mercado. El cassette que más escuché fue Exactas, un disco en vivo grabado en la Universidad en 1990. Tenía dos temas inéditos. Uno de ellos es «Frazada de cactus». Empieza diciendo «Hay un gran doberman verde en el iris de tus ojos que me viene a lamer». Y es el verso más entendible de todos. En otra parte dice: “Caen los misiles sobre los quinchos de Canson y nos asan como a un costillar”.
III) Lo curioso es que ahora los cassettes volvieron a ponerse de moda. A veces paso por galerías en las que esos mismos cassettes que por poco se regalaban, están a 40 o 50 pesos. O más. Lo que comprueba la idiotez de la moda vintage, esa sensación falsa de que antes todo era mejor entonces tiene que volver: la música de los 80, la militancia setentista, la MTV noventosa. Sólo los que no usaron cassettes piensan en coleccionarlos: artísticamente son incluso inferiores al cd. En el orden del sonido, hasta un mp3 de 99 pesos es mejor. Sin contar que se te podía trabar o cortar la cinta. Lo único bueno era rebobinar con una BIC, el efecto extraordinario que daba creer que se podía volver el tiempo atrás analógicamente.
IV) Fui a ver muchas veces a Spinetta. No sé cuántas. Más de cinco y menos de diez. La primera en el Polideportivo, en el año 2001. O 2002. O 2003. Tocaba como telonero de Divididos. Nadie conocía a Spinetta pero el silencio y el respeto de todos esos tipos que después se mataron entre sí en el pogo de «Cielito lindo» fue absoluto. No tocó un solo tema de Pescado, nada rockero, nada de complacencia, sólo ese atildado pop deforme. Ese día comprendí que Spinetta era… ¡Spinetta! Al sudor le decía «jugo de hueso» y permanentemente se secaba la cara con una toalla que dejaba arriba de un amplificador. También me llamó la atención que era bastante bajo: intuyo que todos creen que Spinetta era alto. Recuerdo la cara onírica de una spinetteana fumada que bailaba con «Cada luz». Recuerdo que Spinetta se despidió haciendo muecas y payasadas ante la ovación del público.
V) En otra ocasión compré la entrada para la presentación de Silver Sorgo pero el recital se suspendió por falta de ventas. En ese momento no conocía a nadie que escuchara a Spinetta e iba a ir solo. Inclusive fantaseaba con encontrar una spinetteana hermosa que me sacara del letargo adolescente. Después crecemos y entendemos que la spinetteana no busca spinetteanos, ¡busca al fucking Spinetta! Vivo o muerto. Cuando me enteré que se suspendía, calibré la idea del suicido. Quise arrancar un afiche de la calle (Spinetta aparecía fumando con un turbante al estilo Bin Laden) pero lo partí al medio. Me tomé el 573. El boleto salía 0,60 centavos.
VI) Un día llevé a una chica a la que Spinetta no le gustaba nada. Incluso lo desconocía y lo despreciaba un poco (algo inaceptable para mí en ese momento). Lo hice pensando en la colonización cultural masculina: ella saldría evangelizada y apta para el amor. Ese recital era la confirmación de que iba a recordarme para siempre. Pero Spinetta dio el concierto más aburrido de la historia. Tal vez ya estaba enfermo, no lo sé. Tampoco me gustaría saberlo porque sería bifurcar el recuerdo con el drama posterior. La cuestión es que tenía mala onda, no hizo bromas ni un hit, casi no habló. Cuando estaba por terminar, miré hacia atrás y en la fila anterior había una chica de pelo verde despatarrada, dormida ¡y roncando! Como Charly fue el único músico argentino al que se le perdonaba llegar dos horas tarde, debemos decir que Spinetta fue el único músico al que se le perdonaba aburrirnos soberbiamente.
VII) En otro recital Spinetta tocó «Jardín de gente» y en la parte que dice «El collage de la depredación humana», dijo «El collage de todas las porciones de fugazzetta que nos lastramos».
VIII) En septiembre del 2009 no trabajaba, no estudiaba, estaba más deprimido que Mel Gibson en esa película del títere, pero escuché que Spinetta reunía a todas sus bandas en Vélez. Automáticamente me levanté de la cama y empecé a laburar sólo para ahorrar el viaje y la entrada de ese recital. A partir de ahí todo fue mejor. Como los hinchas de Rosario Central festejan el gol de Poy o los fanáticos de Maradona el día de su nacimiento, creo que los spinetteanos deberían organizar una festividad de ese tipo todos los 4 de diciembre. Y comentar los acordes de «Elementales leches». O de qué mierda habla «Hombre de lata».
IX) Algunas verdades sobre el recital de las Bandas Eternas:
-La primera hora fue un embole.
-Hasta que salió Invisible, el sonido era defectuoso.
-Los de clase trabajadora no vimos una mierda, sólo una pantalla que flameaba.
-Cuando tocaron Los Socios del Desierto aprovechamos para comer hamburguesas.
-A Juanse lo bardearon para toda la vida, pero fue uno de los mejores invitados.
-Cuando encontramos a alguien que se lamenta por no haber ido, quienes sí fuimos comenzamos a comentar aquella noche desinteresadamente sólo para ver sufrir al pobre diablo.
-Se acostumbra a decir que fue el mejor recital de la historia: ¿puede ser cierto o es sólo otra exageración spinetteana? ¡Es cierto, hijos de puta, fue lo mejor de la historia y ustedes se lo perdieron!
-Cuando Spinetta dijo que le hagamos «fuck you» a la revista Rolling Stone, nadie escuchó nada pero todos hicimos «fuck you» sin preguntar. Fue la era Say No More de Spinetta: duró tres minutos. Ese servilismo total a un artista me recordó un cuento de Leo Masliah que se llama «Flavius, el cantor». Es sobre un músico que ofrece un concierto y al quinto tema se detiene y anuncia: «Me los voy a coger a todos». El resto del cuento describe detalladamente cómo se coge a todo su público.
-David Lebón con su pañuelo hippie, sus anteojos negros y el pelo canoso hasta la cintura no era Dios. Pero casi.
X) Sospecho que Mono Fontana no fue concebido como todos nosotros: Mono Fontana fue soñado por Spinetta y se materializó atrás de unos teclados, al estilo «Las ruinas circulares». El mundo de los músicos se divide en dos: están los músicos y están los músicos de Spinetta.
XI) Me encanta lo que hace Spinetta con sus manos en el video de «Seguir viviendo sin tu amor». Moldea arcilla invisible a toda velocidad mientras un arsenal de reflectores lo fusila. Alguien que hace así con sus manos y logra que lo admiren, y logra que hombres de todo el mundo digan «pucha, me gustaría hacer así con mis manos», es alguien que sabe demasiado. En el video de «Farol de amor», un tema inédito que está en el dvd deUn mañana, Spinetta también hace algo genial con las manos: cuando dice «farol de amor» coloca su mano sobre la frente y se queda quieto durante tres segundos. Otra observación: en estos dos temas Spinetta no dice «tu amor», ¡dice «tu querer»!
XII) Cuando Spinetta estaba por morir, la revista Caras mandó un hijo de puta a la puerta de su casa para que le sacara fotos en plena convalecencia. Creo que fue una venganza de la mierda del mundo contra Spinetta por haber curtido la belleza como nadie. No creo que haya sido algo programado, dudo que los idiotas de Perfil (el editor, el fotógrafo) supieran quién era Spinetta: esa tapa tuvo la crueldad de los niños, de los que ni siquiera se ponen a pensar en el sufrimiento ajeno porque no desarrollaron la capacidad intelectual para hacerlo. Vinculo la madurez a ponerse en el lugar del otro, concepto muy difícil de aprender en la niñez. Aunque puede fallar, es muy probable que de esa forma hagamos menos daño a los demás. Mientras tanto hay personas que creen que ser maduro es saber preparar fideos.
XIII) Este año hubo sobreabundancia de homenajes a Spinetta. Esos homenajes se hacen con buena voluntad y desde el cariño, pero nada me parece más deprimente que escuchar a otro tipo cantar canciones de Spinetta. No importa que sea la banda de la esquina de tu casa o un músico genial como Pedro Aznar (que de tan perfecto hizo de una obra vital, un museo). De verdad: ¿quién carajo quiere escuchar versiones de Spinetta, un artista tan personal del que es imposible mejorar los originales? ¿No es mejor escucharlo a todo volumen en nuestras casas? ¿O programar una lista o un disco y salir a caminar por la ciudad con auriculares? Claro que escuchar a Spinetta dentro de los límites de la vida privada tiene una contra: nadie se va a enterar, no nos vamos a sentir parte de ningún hecho colectivo y no vamos a salir etiquetados en facebook.
XIV) Nunca me gustaron las semblanzas sobre Spinetta. Antes y después de su muerte. Esas alusiones estereotipadas al «hombre de luz», al «ángel», al poeta, a lo sagrado y sublime que era me parecen un discurso berreta de gente que nunca lo escuchó. O de gente que lo escuchó, no tiene imaginación y repite lo que dicen los periodistas. Además todo eso no dice nada específico, sólo lo mitifica y lo aleja del verdulero de la esquina. Probablemente los fans de Ricardo Arjona dicen lo mismo sobre su música: «¡es un ángel, es un hombre de luz, escucharlo es sagrado, es un poeta!».
XV) Otra y mejor hubiese sido nuestra vida amorosa si hubiésemos escuchado más a Pappo y menos a Spinetta.
XVI) No es casualidad que Spinetta fuese fanático de River. No, señores. Como tampoco es casualidad que Sabina sea de Boca.
XVII) Mucha gente dice que extraña a Spinetta. Yo creo que están sobreactuando. Lo deben extrañar sus familiares, sus amigos, sus amores. Es imposible extrañar en términos reales a alguien que no conocimos y cuyo contacto natural son los discos. Antes de que muriese nadie se despertaba y pensaba “Spinetta está vivo”. ¿Se puede sufrir la ausencia de alguien que nunca tuvimos presente en la cotidianeidad empírica? ¿Se puede extrañar a alguien que nunca entró por la puerta, que nunca nos llamó por teléfono, que nunca nos esperó en una esquina? Además Spinetta hizo del recelo mediático una ideología, no era un personaje cotidiano de la ensalada audiovisual. Sin embargo, a veces lo extraño. Love is love.